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JAIME HUMBERTO
HERMOSILLO
Un fatalista libertario, un voyeur impenitente
© Julio Pollino Tamayo
cinelacion@yahoo.es
2
3
ÍNDICE
INTROITO...............................................................................................................5
Jaime Humberto Hermosillo, un fatalista libertario,
un voyeur impenitente............................................................................................5
MIS 12 PELÍCULAS FAVORITAS.........................................................................11
1- La tarea (1990)..........................................................................................11
2- La pasión según Berenice (1976)..............................................................15
3- Matinée (1976)..........................................................................................17
4- El cumpleaños del perro (1974)...............................................................19
5- Intimidades en un cuarto de baño (1989)...............................................20
6- Encuentro inesperado (1993)..................................................................22
7- Naufragio (1977).......................................................................................24
8- María de mi corazón (1979).....................................................................26
9- Las apariencias engañan (1978)..............................................................30
10- El misterio de los almendros (2002).....................................................32
11- Doña Herlinda y su hijo (1985)..............................................................35
12- Confidencias (1982)...............................................................................38
APÉNDICE............................................................................................................41
La pasión del cine según Jaime Humberto (José de la Colina)...........................41
4
5
INTROITO
¿Se puede calificar a Robert Bresson de director de temática heterosexual?
¿Ridículo, verdad? ¿Entonces por qué a los directores que suelen sacar a
homosexuales en sus películas se les bautiza como directores de temática
homosexual? ¿Qué coños tiene que ver la heterosexualidad o la homosexualidad
con el cine? El cine es emoción, sentimientos, personas, forma, y la condición
sexual de sus protagonistas es algo anecdótico, insustancial, jamás he visto, o
dejado de ver, una película por estar interpretada, o no, por heterosexuales. Por
supuesto los críticos, en un alarde de originalidad, le bautizaron como el
Almodóvar (1949) mejicano, otros como el Ventura Pons (1945), y en todo caso
sería al revés, el maestro antes que el aprendiz, Almodóvar el Hermosillo
español. Desconozco si Hermosillo (1942) es homosexual y francamente me
importa poco menos que nada, pero basta ver cinco minutos de sus películas
para darse cuenta de que tiene poco que ver, que Hermosillo es mucho más
sobrio, intimista, pesimista, sin que asocie sobrio, intimista, pesimista, a mejor,
cada director tiene su tono, su ritmo, y un Almodóvar contenido, introvertido,
soso, sería un contrasentido, una impostura. Hermosillo cree en la realidad, en
el plano secuencia, y Almodóvar cree en la imagen, en el montaje.
6
Lo que sí tienen en común son las reconocidas influencias, Sirk, Fassbinder,
Cukor, Hitchcock, Erich von Stroheim, Minnelli, Carol Reed, Ophuls, Rossellini,
Ford (su director favorito), Visconti, Truffaut, Alejandro Galindo y Luis Buñuel,
vamos las influencias de cualquier director apasionado por el melodrama,
género tan genuinamente, específicamente, mejicano. La influencia de
Fassbinder llega hasta el punto de que sus dos gatas, que salen en sus películas,
se llaman Marlene y Petra von Katt en homenaje a “Las amargas lágrimas de
Petra von Kant”, una de sus 10 películas favoritas (su lista de 5 además de la de
Fassbinder es: “Cantando bajo la lluvia”, “El tercer hombre”, “Ciudadano Kane”
y “Crónica familiar”, la primera película que vio “El cisne negro”, y la que más le
ha influido “Una familia de tantas” (1948) del mejicano Alejandro Galindo), y
como Fassbinder, su madre, María Guadalupe Delgado, también es habitual
intérprete de sus películas, clavando el papel de madre manipuladora,
castradora, como Lilo Pempeit (Liselotte Eder) en las de Fassbinder. Incluso
Hanna Schygulla actúa en una de sus películas, la coproducción española con
colaboración de Gabriel García Márquez “El verano de la señora Forbes”
(capítulo de la serie de televisión española “Amores difíciles”), aunque su musa
es la grandísima María Rojo. No es la única conexión española, uno de sus
colaboradores habituales en el guión es el anarquista escritor santanderino,
afincado en Méjico desde pequeño, José de la Colina.
7
Que sus protagonistas suelan ser homosexuales, encubiertos o no, lo único que
indica es que Hermosillo es un director valiente, arriesgado, libre, como buen
acuario (22 de enero, un día antes que yo), las múltiples censuras a sus películas
lo corroboran, porque México, al igual que España, es un país profundamente
machista, homófobo, y centrarse en la homosexualidad es garantizarse la
marginalidad, el ninguneo, le apodaron “Morbosillo”. Con el agravante de que
no lo hace siempre desde el humor, desde el esperpento, como Almodóvar, la
principal razón por la que se le tolera en España, y en Francia, otro país
homófobo como pocos. A pesar de todo tiene cierto reconocimiento en Méjico,
en España el cine mejicano es solo Buñuel y como mucho Ripstein, en la lista de
las 100 mejores películas de la historia del cine mejicano realizada por la revista
SOMOS consigue colar 4 de sus películas, en el siguiente orden: “La pasión
según Berenice” (1975), “María de mi corazón” (1979), “Doña Herlinda y su hijo”
(1984) y “Naufragio” (1977), sin que sirva de precedente, realmente entre las
mejores, aunque se podrían añadir varias a la misma altura, o superiores,
parezco Miguel Marías, “La tarea”, “Matinée”, “El cumpleaños del perro”,
“Intimidades en un cuarto de baño”, “Encuentro inesperado” y “Las apariencias
engañan”. De todos modos una lista de 100 en la que hay 10 películas de Emilio
Fernández, 7 de Buñuel y 7 de Gavaldón, dice muy poco de una cinematografía,
de su número de creadores, o de la ignorancia de los que han participado,
votado, en la lista. Me inclino por esta última opción, una lista sobre las 100
mejores películas del cine mejicano en la que no aparecen “Principio y fin”, “La
mujer del puerto” (la de Ripstein), “Santa Sangre”, “Lola”, “En el balcón vacío”,
“Subida al cielo” o “Deseada”, carece de valor, de credibilidad, de sentido. El
tema de sus películas no es la homosexualidad, lo es los mecanismos del poder,
y su abuso, la denuncia de la hipocresía, doble moral, de la clase media, los
prejuicios sociales, sexuales, la castración, frustración, de los deseos, de los
sueños, que conduce a la enfermedad, a la perversión, al sadomasoquismo, al
suicidio, la crueldad, soledad, que late oculta en todas las relaciones personales,
amorosas, en definitiva, la explotación de los sentimientos, de los fuertes a los
débiles, o la desesperación de vivir.
8
El cine de Jaime Humberto Hermosillo no está inédito en España, pero casi,
de su extensa filmografía, bastante más de 30 películas, sólo se han estrenado
en España tres, y solo en las grandes capitales, “Amor libre”, “La tarea” y “La
pasión según Berenice”, y la que más éxito tuvo, “Amor libre”, no pasó de los
43.392 espectadores. La más popular a nivel cinéfilo es “La tarea”, presentada
en la SEMINCI de 1991, pero su fama no ha llegado, desgraciadamente, luego
amplío, a nuestros días. El resto son algunas emisiones aisladas en televisión,
las que más veces “Confidencias” y “María de mi corazón”, y no pasan de tres,
generalmente en la 2 y de madrugada, un ciclo en 1992 con sus películas en el
legendario Cine-Club de la 2, vamos a la una y tantas, la inclusión de alguna de
sus películas en la sección oficial o paralelas de algunos festivales, SEMINCI,
San Sebastián, Semana de Cine de Barcelona, y sobre todo en el Festival
Iberoamericano de Huelva, que le dedicó incluso una retrospectiva en 1991, otra
en la Cineteca de la UGT en Sevilla en el 2008, otra también en el Festival de
Cine de las Palmas en el 2008, alguna proyección puntual en la Filmoteca
Española y en la Casa América, y para de contar.
9
Desde luego teniendo en cuenta que la onda expansiva de los festivales
españoles es nula, lo mismo que la 2 de televisión española, equivale a decir que
Jaime Humberto Hermosillo es un perfecto desconocido entre la cinefilia
española, de hecho ni tan siquiera los activistas del cine LGBT, como si fuera un
género aparte, un gueto, tan talibanes para sus cosas, han hecho pública
reivindicación de su cine, si exceptuamos al colectivo gay de Melilla, el más
cinéfilo de España. Triste, muy triste, porque hablamos junto con el Indio y
Ripstein, de la Santísima Trinidad del Cine Mejicano, en mi opinión en el
primer puesto, en mi lista de 10 directores favoritos en general, por la parte alta,
y con una película suya incluida en mi lista de 10 películas favoritas de todos los
tiempos, “La tarea”. Como quejarse nunca ha valido de nada en España, ni en
ningún otro sitio, paso a recomendar mis 12 películas favoritas del genial Jaime
Humberto Hermosillo, de pocos directores puedo recomendar una cifra tan
elevada, por si a alguien le sirve de orientación, de estímulo, para penetrar más
profundamente en su filmografía, o directamente desvirgarse.
“He llegado a la conclusión que las películas ya están hechas, sólo que nosotros
jugamos a hacerlas.” Jaime Humberto Hermosillo
Hermosillo en el rodaje dentro de la película "La tarea prohibida"
10
11
MIS 12 PELÍCULAS FAVORITAS
1- LA TAREA (1990)
Plano secuencia único desde el suelo. Primer pensamiento cinéfilo: Yasujiro
Ozu. Segundo pensamiento cinéfilo: “La ventana indiscreta”, “La soga”, Alfred
Hitchcock, aunque el puritano Hitchcock jamás hubiera tenido los huevos de
hacerla casi en su totalidad en plano fijo, Sokurov, “El Arca Rusa”, tampoco.
Tercer pensamiento cinéfilo: una película en la que aparece en la pared un
póster de la película “Salón México”, mi melodrama mejicano favorito, una de
las películas menos conocidas, valoradas, del Indio Fernández, incluso por él
mismo, y tiene un maravilloso homenaje a Pedro Armendáriz, no puede ser
mala. Cuarto pensamiento cinéfilo: el detonante de que los dos ex-amantes se
encuentren es que ella el día antes vio la película “Una jornada particular” (“Un
día especial” en Méjico), mi película favorita de Ettore Scola, luego lo dicho, no
puede ser mala con esos antecedentes. Quinto pensamiento cinéfilo: “Sexo,
mentiras y cintas de vídeo”, inevitable que una película grabada por entero por
12
una cámara de vídeo escondida por la protagonista remita a ella, aunque sea de
1989 y el proyecto original de “La tarea” de 1988, la ignorancia cinéfila es osada.
Sexto pensamiento cinéfilo: y este ya es de nota, porque habrá pocos cinéfilos
que hayan visto esta película de cine independiente americano de los 60,
“Coming Apart” (1969), el canto de cisne de Milton Moses Gingsberg, la historia
de un psiquiatra que graba a escondidas en su apartamento en plano fijo los
encuentros sexuales con sus pacientes.
Luego no podemos hablar de originalidad, pero sí de radicalidad, de llevar el
experimento al extremo, a mayores con un sano despendole, sentido del humor,
carcajadas, con coitus interruptus incluido. Lo maravilloso del asunto es que a
los 10 minutos te olvidas de que es un plano fijo, y que en ningún momento la
película resulta pesada, aburrida, pretenciosa, artificiosa, sino llena de ingenio,
de inteligencia, de autenticidad. Hermosillo es un mago, que una película que
empieza enseñando el propio mecanismo de rodaje de la película, continúe con
una puesta en escena descaradamente teatral, que no disimula su condición de
escenario, y consiga que te acabes olvidando de que estamos ante una ficción,
una mentira, que parezca verdad, real, que llegue a la verdad a través de la
mentira, que la película se desnude sumando cada vez más capas, sino es magia
no sé que coños es. Es imposible sacar más partido a menos elementos, y de
manera tan brillante, sencilla. El juego con los zapatos, con el fuera de campo,
es sublime, lo que podría resultar un simple ejercicio de estilo
metacinematográfico, se transforma en un deslumbrante juego cinematográfico
a secas, en una exploración, análisis, anti-elitista, sobre el proceso creativo, el
giro final es para ponerle un piso a Hermosillo, sobre la ética en la captación de
imágenes, sobre el punto de vista, sobre la diferencia entre objetividad y
subjetividad, entre ficción y diario, entre verdad y mentira. “La tarea” es un
manual de puesta en escena, de cine, que deja al movimiento DOGMA, a Lars
von Trier, a la altura del betún, una película intelectual sensual, cachonda,
desprejuiciada, libertaria, un exorcismo, akelarre, de la imagen. Hermosillo
logra el milagro de convertir una insulsa película de Warhol en algo cercano,
popular, hacer lo mismo que hacía Egoyan en “Family Viewing”, “Guiones
cambiados” y “El liquidador”, reflexionar sobre la imagen, de manera accesible,
para todos los públicos. Sin exagerar un fotograma, una de las 10 películas más
importantes, fundamentales, seminales, de la historia del cine.
13
8-01-92
Para finalizar, me cabe el orgullo patrio, de patria chica, de que esta película
fuera de categoría fue vista por primera vez en España en la SEMINCI, el ex
Festival de Cine de Valladolid, en 1991, logrando la actriz protagonista, la genial
María Rojo (“Danzón”), el más que merecido premio a la mejor interpretación
femenina. Premio que tenía que haber sido compartido por el actor
protagonista, José Alonso, que también cuaja una interpretación descomunal,
fue nominado al Ariel de Plata (los Goya mejicanos) al mejor actor. Este
galardón supuso que la película pudiera ser estrenada en España en 1992,
aunque de manera muy limitada, 21.278 espectadores, algo es algo. Muy poco
para lo que merece, en Méjico supuso el mayor éxito de taquilla de su carrera
(en el Festival de Moscú ganó el Premio Especial del Jurado), la gente salía
entusiasmada, gozosa, de las salas, a pesar de que algunos críticos pacatos la
calificaron de pornográfica. Calificativo que le haría mucha gracia a Hermosillo,
ya que la película era una reelaboración en cine de un proyecto anterior en
vídeo, totalmente auto-producido, titulado “El aprendiz de pornógrafo” (1988),
que respeta la esencia de este primer esbozo casi en su totalidad, cambiando
únicamente el sexo del ejecutante del vídeo, que pasa de hombre a mujer, con lo
que añade una crítica al machismo, y lógicamente teniendo que adaptar la
filmación a la limitación que supone la duración de 10 minutos de los rollos de
negativo en cine, impedimento que no tenía en vídeo, las cintas podían durar
más de una hora, algo imperceptible al verla, gracias a los ensayos
cronometrados durante una semana, el rodaje en cuatro días. Espero que el año
que viene, cuando se cumple el 25 aniversario de este verdadero hito,
acontecimiento, experiencia, cinematográfica, las instituciones culturales
españolas, mejicanas, sepan estar a la altura.
14
“La comedia es un género dramático muy serio; hablando de los géneros
dramáticos que vienen desde los griegos, “La tarea” es comedia por su
estructura, por su propósito, por su desenlace, pero eso no quiere decir que la
comedia tiene que ser ligera; la comedia tiene fundamentos muy serios, y para
hacer reír al público hay que tomar las cosas en serio.”
Jaime Humberto Hermosillo
15
2- LA PASIÓN SEGÚN BERENICE (1976)
Hasta cuando Hermosillo es más clásico, en la forma, a la manera del Picazo
de “La tía Tula”, del Buñuel francés, español, mejorado, sublimado, Martha
Navarro es más inquietante, cruel, que Catherine Deneuve, “Tristana” dirigida
por Hermosillo sería una obra maestra, brilla con luz propia, resplandece. La
austeridad, contención, con que Hermosillo aborda el melodrama, le emparenta
directamente con Robert Bresson, con el Bresson poseído por el diablo de su
etapa final, y si hubiera nacido en Francia en lugar de en Méjico, hace décadas
que tendría una cátedra de cine con su nombre, al ladito de su admirado
Truffaut, “La pasión según Berenice” y “La sirena del Mississippi” deberían
venderse, verse, siempre conjuntamente. Da pena pensar que sus dos hijos
tontos, Almodóvar, Ozon, sean adorados allí, que injusto es el cine, la crítica, el
eurocentrismo. Eso sí, que nadie se confunda, clasicismo en Hermosillo no
equivale a decir conservador, moderado, el manierismo está en el contenido,
digno de Hitchcock, de Fassbinder, pero más refinado, en pequeñas
transgresiones casi en segundo plano, en la atmósfera morbosa, sensual, que
consigue crear con leves apuntes, como Torre Nilsson en “Piedra libre”.
16
Hermosillo, como Oliveira, es un experto en desdramatizar, en ralentizar la
dramaturgia, en tensar temporalmente las secuencias, tirando de tiempos
muertos, de planos fijos, de travellings de acompañamiento, de larga duración,
que conducen la historia, la acción, a un ritmo lento pero sostenido, que se va
intensificando imperceptiblemente hasta la catártica explosión de sentimientos
final. “La pasión según Berenice” es una apoteosis del melodrama interior, de la
pasión subterránea, cartesiana, del calentón sublimado, del odio como depurada
forma de amar. Pialat, Rossellini, hubieran matado por aprender a rodar la
intimidad de las parejas con la luminosa sencillez, autenticidad, delicadeza, de
Hermosillo, el último gran romántico. “La pianista” de Haneke es una secuela, o
remake encubierto, de “La pasión según Berenice”. Y que decir del glorioso,
redentor, final, la consunción del capitalismo más bello, poderoso, jamás
filmado.
17
3- MATINÉE (1976)
La primera película que vi, entera, de Jaime Humberto Hermosillo, director al
que encontré por casualidad en youtube buscando vídeos sobre José de la
Colina. En concreto me despertó curiosidad el título de una de sus películas,
“Naufragio”, y adelanté unos minutos a ver que tal era, de inmediato me llamó
la atención que la planificación era más abierta de lo habitual en el cine
mejicano, y que los planos eran mucho más largos, sostenidos, y las actuaciones
más contenidas, espontáneas, se sentía el poso formal de un gran narrador. Dejé
la película y me puse a buscar toda su filmografía de inmediato, si mi intuición
no fallaba, acababa de encontrar, inesperadamente, al gran tapado, al menos en
España, del cine mejicano. Después de ver “Matinée”, inspirada en “Las
aventuras de Arthur Gordon Pym” de Poe, que ni tan siquiera es de sus
películas más conocidas, la intuición se convirtió en certeza.
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“Matinée” es una gozada de principio a fin, una continua transgresión desde la
contención más absoluta, un constante romper con las expectativas del
espectador. Una película de acción, de aventuras, de ladrones, en la que lo
importante son los sentimientos, los tiempos muertos, las digresiones, a lo
Omirbaev, a lo Tsai Ming-Liang. Una fábula inmoral en contra de la familia, de
las convenciones, de las rutinas, de la religión. Un genial canto de amor al cine
como rebeldía, como huída, que adopta el punto de vista del espectador
inocente, dos niños, que pasan de espectadores pasivos, de consumidores, a
creadores de su propia película. La combinación perfecta entre “Los 400
golpes”, “Un pequeño romance” y “Amigos por la piel”, más un homenaje a “Rey
de reyes” de Nicholas Ray, y el añadido de un increíble humor negro
berlanguiano, buñueliano. Más que recomendable.
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4- EL CUMPLEAÑOS DEL PERRO (1974)
Cojan una película de parejitas Made in Nouvelle Vague, Made in Truffaut, y
añadan un plus de naturalidad fassbinderiana, de verdad, que incluye una polla
y un coño, de costumbrismo con rebaba, de cruel juego de la verdad, de tiempos
muertos llenos de tensión, de cine, más uno de los planos fijos sostenidos, el de
la cama, más bellos, valientes, que he visto nunca, y obtendrán como resultado
una genial película sobre la frustración, la “¿Por qué corre el señor R. poseído
por una furia homicida?” del cine mejicano.
Una sucesión de giros sorprendentes, de cambios de tono, un dominio espacial
de interiores que ni Altman, y si no nos encontramos ante el constructor de
tragedias domésticas, cotidianas, más tensas, afiladas, austeras, que las de
Haneke, falta el canto de un plano. Y lo siento por los patriotas chauvinistas,
pero globalmente el perverso Hermosillo es mejor que Buñuel, tiene más mala
ostia que Fassbinder, y una inteligencia formal apabullante.
20
5- INTIMIDADES EN UN CUARTO DE BAÑO (1989)
David Trueba ha visto mucho cine, y si al menos supiera copiarlo, plagiarlo,
bien, eso que ganaríamos todos. A ver si os suena la premisa de partida: Película
que transcurre por completo dentro de un servicio, como metáfora de la
situación política del país. ¿”Madrid, 1987”? No, “Intimidades en un cuarto de
baño”, 22 años antes, y mejor, infinitamente mejor, superior, más arriesgada,
transgresora, brutal. David Trueba, con buen criterio, confiaba en que los
críticos, y los espectadores españoles, fueran unos perfectos incultos,
ignorantes, y acertó de pleno, nadie le vio el plumero, la película de Hermosillo
no se estrenó en España.
Hermosillo tiene los santos cojones formales de estructurar la película a base
de planos secuencia fijos en los que la cuarta pared es el espejo del baño,
nosotros los espectadores. Una propuesta radical, suicida, que nos hace testigos
directos, e invisibles, como en los interrogatorios de la policía, de los conflictos
generacionales, de la brecha generacional, cultural, económica, real, no hablo de
los estúpidos monólogos en los que David Trueba suelta doctrina, trasnochados
discursos dirigidos a sí mismo, a su propio y complaciente espejo.
21
Aquí no hay esteticismo gratuito, retórica gratuita, ni una convidada de piedra
que solo luce palmito, hay diálogos como puños, como navajas, situaciones
violentas, repulsivas, escatológicas, y humor, mucho humor, negro. Un ejercicio
de vanguardia costumbrista, valga la paradoja, o de cine, metacine, primitivo
posmoderno, valga de nuevo la paradoja. Cuando hay algo que contar,
“Intimidades en un cuarto de baño”, tiempo presente, el resto sobra, cuando no
hay nada que contar, solo perorar, escucharse a uno mismo, “Madrid, 1987”, lo
que sobra es la película. Hermosillo, a pesar de su fatalismo trágico, tan
profundamente castellano, trata de comprender, de subvertir las ilusorias
diferencias sociales, de mostrar, sin metáforas, ni simbolismos, que todos somos
igual de patéticos, de insignificantes, en la taza del váter.
22
6- ENCUENTRO INESPERADO (1993)
Si alguna vez Pedro Almodóvar ha mencionado a Jaime Humberto Hermosillo
como su principal referente, influencia, no lo recuerdo, y ni tan siquiera es
necesario, es tan evidente que no hace falta ni hacer un estudio comparativo, el
cerebro lo hace por sí solo, y cuando ves una película de Almodóvar saltan las
alarmas, se encienden las luces rojas de emergencia. Alguien podrá preguntarse
de dónde viene la afición de Almodóvar a incluir bolerazos en sus películas, los
karaokes proceden de Schroeter, y la respuesta está en las películas de
Hermosillo, también de dónde viene su abigarrado, colorista, universo kistch, y
tampoco hace falta irse muy lejos, Méjico, el cine mejicano, y algunas películas
de Hermosillo. En concreto “Encuentro inesperado” (1993), de la que estoy
completamente seguro que tiene que ser una película de cabecera para
Almodóvar, lo reconozca o no, allá cada cual con sus complejos, con sus
mezquindades.
23
Desde el primer acorde, desde el primer collage, tienes la sensación de que te
suenan de algo, de que los has visto, oído, antes, aunque sean en versión de los
chinos, en películas posteriores de Almodóvar, las de los 90 y las de la primera
década del siglo XXI, es como reencontrarte con las fuentes, originarias, del
vampírico universo Almodóvar, especialista en refritos, en fritanga, light. Sí,
light, porque por mucho que Almodóvar tenga fama de excesivo, de provocador,
más bien gritón, histérico, me cuesta imaginar una película suya en la que un
viejo moribundo se dedique a comerle el coño a un maniquí de Lucha Villa, a la
que Hermosillo dedica un sentido homenaje cinematográfico al principio de la
película digno de Joseph Cornell (“Rose Hobart”), eso solo está al alcance del
anarquista morboso Hermosillo, un destroyer con la apariencia bonancible,
inofensiva, del abuelo de Heidi.
La película tiene una atmósfera decadente, enfermiza, crepuscular, de
nostalgia agresiva, que recuerda a películas como “El crepúsculo de los dioses”
de Wilder, “¿Qué fue de Baby Jane?” de Aldrich, “La muerte y la doncella” de
Polanski o “Eva al desnudo” de Mankiewicz, pero resuelta con una elegancia,
dignidad, ajena a Almodóvar, que aunque se sueña Quijote, siempre será un
Sancho Panza frívolo, y bien está que así sea, tiene que haber de todo en la viña
del señor. El duelo interpretativo de Lucha Reyes y María Rojo recuerda al de
Leonor Silvera y Leonor Baldaque en “El principio de la incertidumbre” (2012)
de Oliveira, con la diferencia de que aquí el aplomo, empaque, desgana de gran
diva de Lucha Reyes, como si de una Greta Garbo de voz cavernosa se tratase,
maravilloso como fuma, como canta sin cantar, desarma por completo a la
chaparrita María Reyes, relegándola a la condición de espectadora privilegiada,
crispada, envidiosa, de una función sublime, de una master-class de actuación,
de presencia, prestancia, escénica. Genial como Hermosillo recorre la casa y
genera extrañeza con esas fantasmales transparencias, con esos carraspeos en
off, que parecen vahos de la conciencia. Solo Oliveira en “El Quinto Imperio”, es
capaz de sostener toda una película extraña, misteriosa, en una secuencia única,
sin resultar teatral, afectado, sacando todo el jugo posible al escenario, la
geografía, de una mansión viscontiniana. No menos genial la reflexión sobre la
irresponsabilidad, egoísmo, ensimismamiento, de los creadores, y la
mezquindad, frustración, de los aspirantes, y el inquietante, abierto, final, de
nuevo para enmarcar.
24
7- NAUFRAGIO (1977)
Mi película favorita de Rohmer es, todavía, “Cuento de invierno”, y considero a
“Naufragio”, curiosa anticipación, mejor, luego tirando por elevación,
exageración, Hermosillo es más grande que Rohmer, mucho más profundo,
sensual, sutilmente inmoral. Y con los mismos mimbres, existencialismo,
predestinación, naturalidad a borbotones, y planos secuencia dilatados en los
que la palabra es acción, no retórica cultureta, o colección de citas, de máximas.
En donde la mayoría de los directores naufragan, las escenas de intimidad, no
solo amorosas, sexuales, Hermosillo se crece, se viene arriba. De nuevo los
tiempos muertos de cocina, marca de agua Hermosillo, brillan a gran altura, ni
Akerman en sus buenos tiempos. El guión es obra del cuentista santanderino-
charrúa José de la Colina, basado en el relato de Joseph Conrad “Mañana”.
25
¿La gran diferencia con Rohmer? Que Hermosillo es más desnudo,
transparente, cruel, fatalista, que aquí la mujer protagonista no es una tarada
indecisa ni un objeto sexual, espejo, para los hombres, al margen de que María
Rojo es tan inquietante, bella, como la musa de Rohmer, Béatrice Romand. El
final, inolvidable como en todas sus películas, está a la altura de la voladura de
“Zabriskie Point” de Antonioni, casi nada.
26
8- MARÍA DE MI CORAZÓN (1979)
Cuando recientemente murió el Premio Nobel de literatura Gabriel García
Márquez, la opinión era unánime, a pesar del declarado amor de García
Márquez al cine, dedicó gran parte de su vida a enseñar a escribir guiones, el
cine no le había hecho justicia a sus libros, ni a sus guiones, no había ninguna
película reseñable, recomendable. Como había tenido la desgracia de ver varios
de esos engendros adaptados, “El coronel no tiene quien le escriba”, “Crónica de
una muerte anunciada”, etc., pues mi opinión era coincidente, García Márquez y
el cine eran incompatibles, dos lenguajes que se repelen. Y si no llega a ser por la
irrupción inesperada de Hermosillo en mi memoria cinéfila, me hubiera ido con
ese prejuicio a la tumba. Craso error, “María de mi corazón” redime para el cine,
cum laude, a García Márquez, luego el problema no es que García Márquez no
fuera trasplantable al cine, sino que no dio con el director adecuado, con un
gran director, lo que es, de largo, Jaime Humberto Hermosillo. Como lo que
opine yo sobre la película importa poco, corto y pego lo que opinaba el propio
García Márquez de ella:
27
“Hace unos dos años, le conté un episodio de la vida real al director mexicano
de cine Jaime Humberto Hermosillo, con la esperanza de que lo convirtiera en
una película, pero no me pareció que le hubiera llamado la atención. Dos
meses después, sin embargo, vino a decirme sin ningún anuncio previo que ya
tenía el primer borrador del guión, de modo que seguimos trabajándolo juntos
hasta su forma definitiva. Antes de estructurar los caracteres de los
protagonistas centrales, nos pusimos de acuerdo sobre cuáles eran los dos
actores que podían encarnarlos mejor: María Rojo y Héctor Bonilla. Esto nos
permitió además contar con la colaboración de ambos para escribir ciertos
diálogos, e inclusive dejamos algunos apenas esbozados para que ellos los
improvisaran con su propio lenguaje durante la filmación. Lo único que yo
tenía escrito de esa historia -desde que me la contaron muchos años antes en
Barcelona- eran unas notas sueltas en un cuaderno de escolar, y un proyecto
de título: «No: yo sólo vine a hablar por teléfono». Pero a la hora de registrar el
proyecto de guión nos pareció que no era el título más adecuado, y le pusimos
otro provisional: María de mis amores. Más tarde, Jaime Humberto
Hermosillo le puso el título definitivo: María de mi corazón. Era el que mejor le
sentaba a la historia, no sólo por su naturaleza, sino también por su estilo.
La película se hizo con la aportación de todos. Creadores, actores y técnicos
aportamos nuestro trabajo a la producción, y el único dinero líquido de que
dispusimos fueron dos millones de pesos de la universidad veracruzana; es
decir, unos 80.000 dólares, que, en términos de cine, no alcanzan ni para los
dulces. Se filmó en dieciséis milímetros y en color, y en 93 días de trabajos
forzados en el ambiente febril de la colonia Portales, que me parece ser una de
las más definitivas de la ciudad de México. Yo la conocía muy bien, porque
hace más de veinte años trabajé en la sección de armada de una imprenta de
esa colonia, y por lo menos un día a la semana, cuando terminábamos de
trabajar, me iba con aquellos buenos artesanos y mejores amigos a bebernos
hasta el alcohol de las lámparas en las cantinas del barrio. Nos pareció que ese
era el ámbito natural de María de mi corazón. Acabo de ver la película ya
terminada, y me alegré de comprobar que no nos habíamos equivocado. Es
excelente, tierna y brutal a la vez, y al salir de la sala me sentí estremecido por
una ráfaga de nostalgia.
María -la protagonista- era en la vida real una muchacha de unos
veinticinco años, recién casada con un empleado de los servicios públicos. Una
tarde de lluvias torrenciales, cuando viajaba sola por una carretera solitaria,
su automóvil se descompuso. Al cabo de una hora de señas inútiles a los
vehículos que pasaban, el conductor de un autobús se compadeció de ella. No
iba muy lejos, pero a María le bastaba con encontrar un sitio donde hubiera
un teléfono para pedirle a su marido que viniera a buscarla. Nunca se le
habría ocurrido que en aquel autobús de alquiler, ocupado por completo por
un grupo de mujeres atónitas, había empezado para ella un drama absurdo e
inmerecido que le cambió la vida para siempre.
28
Al anochecer, todavía bajo la lluvia persistente, el autobús entró en el patio
empedrado de un edificio enorme y sombrío, situado en el centro de un parque
natural. La mujer responsable de las otras las hizo descender con órdenes un
poco infantiles, como si fueran niñas de escuela. Pero todas eran mayores,
demacradas y ausentes, y se movían con una andadura que no parecía de este
mundo. María fue la última que descendió sin preocuparse de la lluvia, pues,
de todos modos, estaba empapada hasta el alma. La responsable del grupo se
lo encomendó entonces a otras, que salieron a recibirlo, y se fue en el autobús.
Hasta ese momento, María no se había dado cuenta de que aquellas mujeres
eran 32 enfermas pacíficas trasladadas de alguna otra ciudad, y que en
realidad se encontraba en un asilo de locas.
En el interior del edificio, María se separó del grupo y preguntó a una
empleada dónde había un teléfono. Una de las enfermeras que conducía a las
enfermas la hizo volver a la fila mientras le decía de un modo muy dulce: «Por
aquí, linda, por aquí hay un teléfono». María siguió, junto con las otras
mujeres, por un corredor tenebroso, y al final entró en un dormitorio colectivo
donde las enfermeras empezaron a repartir las camas. También a María le
asignaron la suya. Más bien divertida con el equívoco, María le explicó
entonces a una enfermera que su automóvil se había descompuesto en la
carretera y sólo necesitaba un teléfono para prevenir a su marido. La
enfermera fingió escucharla con atención, pero la llevó de nuevo a su cama,
tratando de calmarla con palabras dulces.
«De acuerdo, linda», le decía, «si te portas bien, podrás hablar por teléfono con
quien quieras. Pero ahora no, mañana».
Comprendiendo de pronto que estaba a punto de caer en una trampa mortal,
María escapó corriendo del dormitorio. Pero antes de llegar al portón, un
guardia corpulento le dio alcance, le aplicó una llave maestra, y otros dos le
ayudaron a ponerle una camisa de fuerza. Poco después, como no dejaba de
gritar, le inyectaron un somnífero. Al día siguiente, en vista de que persistía en
su actitud insurrecta, la trasladaron al pabellón de las locas furiosas, y la
sometieron hasta el agotamiento con una manguera de agua helada a alta
presión.
El marido de María denunció su desaparición poco después de la media
noche, cuando estuvo seguro de que no se encontraba en casa de ningún
conocido. El automóvil -abandonado y desmantelado por los ladrones- fue
recuperado al día siguiente. Al cabo de dos semanas, la policía declaró cerrado
el caso, y se tuvo por buena la explicación de que María, desilusionada de su
breve experiencia matrimonial, se había fugado con otro.
29
Para esa época, María no se había adaptado aún a la vida del sanatorio,
pero su carácter había sido doblegado. Todavía se negaba a participar en los
juegos al, aire libre de las enfermas, pero nadie la forzaba. Al fin y al cabo,
decían los médicos, así empezaban todas, y tarde o temprano terminaban por
incorporarse a la vida de la comunidad. Hacia el tercer mes de reclusión,
María logró por fin ganarse la confianza de una visitadora social, y ésta se
prestó para llevarle un mensaje a su marido.
El marido de María la visitó el sábado siguiente. En la sala de recibo, el
director del sanatorio le explicó en términos muy convincentes cuál era el
estado de María y la forma en que él mismo podía ayudarla a recuperarse. Le
previno sobre su obsesión dominante -el teléfono- y le instruyó sobre el modo
de tratarla durante la visita, para evitar que recayera en sus frecuentes crisis
de furia. Todo era cuestión, como se dice, de seguirle la corriente.
A pesar de que él siguió al pie de la letra las instrucciones del médico, la
primera visita fue tremenda. María trató de irse con él a toda costa, y tuvieron
que recurrir otra vez a la camisa de fuerza para someterla. Pero poco a poco
se fue haciendo más dócil en las visitas siguientes. De modo que su marido
siguió visitándola todos los sábados, llevándole cada vez una libra de
bombones de chocolate, hasta que los médicos le dijeron que no era el regalo
más conveniente para María, porque estaba aumentando de peso. A partir de
entonces, sólo le llevó rosas.” Gabriel García Márquez (1981)
30
9- LAS APARIENCIAS ENGAÑAN (1978)
Desconozco si Carlos Vermut conoce el cine de Jaime Humberto Hermosillo,
si es no, ya está tardando en conocerlo, siendo buñueliano confeso Hermosillo
se convertirá ipso facto en su padre espiritual, y en el de todos los nuevos
directores huérfanos de un referente, de un maestro, de un gurú, de un ángel
caído, al que poder encomendarse, invocar, rezar. Esta frase de la película
deberían tatuársela en la retina todos los directores o aspirantes a ello: “No
hagas cosas malas que parezcan buenas, ni buenas que parezcan malas”. El
título de la película, “Las apariencias engañan”, podría servir como definición
perfecta del cine de Jaime Humberto Hermosillo, traicionar las expectativas,
prejuicios, del espectador, revolverle, es su Norte, su Sur. En sus películas nada
es lo que parece, hasta el pitido final no puedes hacer un juicio de valor, una
interpretación certera, todo lo que habías pensado durante el transcurso de la
película siempre al final tiene que ser repensado, actualizado, dado la vuelta.
Sus películas son abiertas, en todos los sentidos, también de patas,
tragicomedias que no te dejan mal sabor de boca sino con el culo partido, y con
ganas de más, como cuando te cantan las verdades del barquero y lejos de
indignarte, de ofenderte, te apetece poner la otra mejilla. El humor de
Hermosillo es tan salvaje, imprevisible, cruel, que es imposible tomárselo a mal,
Cioran se partiría la caja con él.
31
“Las apariencias engañan”, la versión rumbera de “La ley del más fuerte” de
Fassbinder, es una antología de sarcasmo surrealista, de mala ostia con temple,
a lo Altman, a lo Berlanga en color, o “Plácido”, también con los prescindibles
desnudos, que aquí sí son explotación, Méjico tampoco pudo escapar a la
forzada etapa del destape. No me creo que Egoyan, “Next of kin” (Parientes
cercanos), Luciana Kaplan, “Cuentos chinos”, y Almodóvar, “La piel que habito”,
no se inspiraran en ella para realizar sus respectivas películas, por supuesto sin
llegar tan lejos en la provocación, en la crítica, en la burla, del machismo, de la
institución familiar, del matrimonio, de la moralidad clase media judeo-
cristiana, como Hermosillo. Un director que siempre se deja llevar, que nunca
pisa el freno, que lleva el axioma de Buñuel de solo es libre la imaginación, hasta
las últimas consecuencias, hasta el límite de la doblez, de la acidez, del todo es
mentira, como “Close-Up” de Kiarostami.
32
10- EL MISTERIO DE LOS ALMENDROS (2002)
Pocos directores han ahondado tanto, por no decir ninguno, en las
profundidades, abismos, de los instintos, el sexo y la muerte, dos instintos que
según Hermosillo, y los románticos, en su vertiente más trágica, suicida, están
íntimamente unidos, son dos caras de la misma moneda. O dicho de otro modo,
la represión de los instintos, sexuales, conducen al terrorismo, al crimen, al
asesinato, una forma como otra cualquiera de sublimar, saciar, el amor. Porque
a pesar de la tensión sexual, no resuelta, que lógicamente acaba estallando,
eyaculando, por las bravas, el dolor de huevos es lo que tiene, pues “El misterio
de los almendros” es una historia de amor, correspondido, con mayúsculas, de
las que van más allá de la muerte, de las que solo se cumplen, se realizan por
completo, con la unión, fusión, de las cenizas. Un amor desesperado, fatal, en
casi todas sus vertientes posibles, heterosexual, homosexual, lésbico, que
Hermosillo narra con sobriedad, elegancia, contención, huyendo del habitual
arrebato, histerismo, del melodrama mexicano, hispanoamericano, latino,
ibérico, consiguiendo que la tensión sexual, moral, formal, vaya en un continuo
crescendo, apenas apreciable, que acaba en traca, en brutal, e inesperada,
erupción.
33
La habitual ruptura de las convenciones, de las expectativas del espectador,
del cine de Hermosillo, un verdadero especialista, maestro, en desentrañar lo
que se oculta debajo de las apariencias, de las máscaras, de las hipocresías, con
las que nos barnizamos a diario para ser aceptados por la sociedad, por la
comunidad. Una huida de nuestro verdadero yo, de nuestros verdaderos deseos,
que lo único que genera es una frustración, angustia, tan salvaje, que a poco que
se exteriorice, acaba como el Rosario de la Aurora. Una reivindicación de la
apertura mental, de la divergencia, de la provocación, de la libertad, también
sexual, aunque conduzca a la soledad, al aislamiento, a la marginación, sin
falsos moralismos, purismos, religiosos, culturales, sociales. Un Buñuel
(“Abismos de pasión”, “Ese oscuro objeto del deseo”), un Truffaut (“La mujer de
al lado”) sin frenos de ningún tipo, las pollas no se ocultan, ni excesos de
cinefilia, salvo el evidente homenaje a Orson Welles, cambiando el legendario
trineo con la inscripción Rosebud, por un inquietante, incestuoso, cuadro
siempre en fuera de campo, para la mirada del espectador, la encarnación
simbólica más brillante, cinematográfica, del deseo, el equivalente a la cajita de
“Belle de jour”, o al saco de “Ese oscuro objeto del deseo”, ambas de Luis
Buñuel.
34
Como sucede con todas las grandes películas de Hermosillo, con todos los
grandes directores, la película remite a otras suyas, “La pasión según Berenice”,
y sobre todo “Encuentro inesperado”, casi se podrían calificar de díptico,
formalmente, atmosféricamente, son gemelas. Ambas se desarrollan en el
ambiente cerrado, claustrofóbico, de una especie de mansión. Ambas adoptan la
apariencia de una película de suspense, policiaca, aunque solo sea como método
para encauzar, hacer explotar, los sentimientos, los instintos. Ambas cuentan
con María Rojo, que en esta ocasión pasa de invitada, de criada, a anfitriona, a
maestra de ceremonias, cuajando de nuevo una interpretación fascinante,
abierta. Ambas comparten idéntico guionista, Arturo Villaseñor, que escribe un
libreto magistral. Como en todas sus películas, Hermosillo expone primero la
tesis, el discurso, la sociedad no perdona la honestidad, es como mostrarse
desnudo, y luego lo pone rotundamente en práctica, como buen fatalista. Quien
quiera ver la película solo como la historia, pasión oculta, de un par de amigos
heterosexuales por defecto, u homosexuales, jotos, vocacionales, que se lo haga
mirar, la represión, la frustración, es algo universal, estereosexual, y los
armarios unisex.
35
11- DOÑA HERLINDA Y SU HIJO (1985)
Todos los grandes directores de la historia del cine, y Hermosillo es uno de
ellos, han tenido malentendidos con el público, falta de comprensión, de
sintonía, entre ambos. Todo lo que se sale de la norma, que necesita un plus de
atención, de empatía, tiende a ser ignorado, o malinterpretado. Si el público
espera A, y le das B, ese público convencional, aborregado, juzgará la película no
como B, sino como no A. Lo más difícil para el espectador es saber coger el tono,
captar las secretas intenciones del director, ir más allá de la literalidad de las
imágenes, de las palabras. Si ya es difícil discernir en la vida real, con personas
conocidas, cuando te están hablando en serio o en broma, con ironía o con
sarcasmo, viendo una película es casi una cuestión de fe, de intuición. Si te
equivocas en calibrar el tono, una comedia puede convertirse en un drama, o
peor aún, un drama en una comedia. Presuponer cierta inteligencia,
ambigüedad, en los directores, debería ser el punto de partida para cualquier
espectador, en el caso del irónico Hermosillo una obligación. El principal
problema de “Doña Herlinda y su hijo” para el espectador, es saber ubicarla en
el lugar adecuado, saber cogerla el punto, el puntazo sarcástico.
36
Hay espectadores españoles, mejicanos, que ignoran el significado de las
palabras ironía, distanciamiento, y si lo conocen, en cuanto oyen la expresión
“amor homosexual” la sangre no les sube a la cabeza. La fina ironía de
Hermosillo, su distanciamiento humorístico, tanto en contenido como en forma,
la inexpresividad deliberada, los dobles sentidos, los diálogos trampa,
aparentemente insustanciales, la estructura paralela y contrapuntística, no son
comprendidos, disfrutados, valorados, por el espectador superficial, cortito, el
que no va más allá de la literalidad del argumento.
37
El genial personaje de la madre, la protagonista en la sombra, quien mueve los
hilos, es de una sutileza en su humor, en su mala ostia, que es imposible no
rendirse ante la inteligencia de su construcción. Todas y cada una de sus
apariciones son significativas, todas tienen múltiples lecturas, es la directora
dentro de la película, y sin apenas inmutarse, con la elegancia de un ladrón de
guante blanco, de un amable vampiro emocional. “Doña Herlinda y su hijo” no
es una película sobre un triángulo amoroso homosexual, la anécdota, el cliché
de los melodramas heterosexuales, sino sobre la hipocresía burguesa, sobre el
mantener las apariencias de normalidad a toda costa, sobre el matriarcado,
feroz, castrador, de los latinos, que como las arañas, van tejiendo lentamente
sus hilos hasta dejar atrapados a todos los personajes sin remedio, sin que
apenas se enteren.
Genial como Hermosillo utiliza la música popular mejicana para explicitar,
exagerar, los sentimientos, y provocar extrañeza, humor, como en los
descacharrantes bailecitos rockeros domingueros, abiertos por supuesto por
ancianos. Hermosillo desnuda el melodrama, lo desdramatiza, a base de
tolerancia, de naturalidad, transformando lo que en cualquier otra película sería
fuente de conflictos, de explosiones de violencia, los celos, las traiciones, las
injusticias, el clasismo, en inofensivas, bucólicas, escenas costumbristas. Todos
los personajes lejos de luchar entre ellos para ocupar su propio espacio, para
buscar su felicidad, acaban siendo amigos, asumiendo sin resistencia, sin
rechistar, el rol secundario que les ha otorgado, generosamente, la madre,
Hermosillo, dos pasivos agresivos. Para no variar, como en todas sus películas,
el final es sublime, antológico.
38
13- CONFIDENCIAS (1982)
Lo bueno de que María Rojo sea la actriz fetiche de Hermosillo es que
podemos disfrutar de sus magistrales actuaciones en diferentes registros. Una
veces de mucama y otras de señora, y en ambos casos igual de creíble, de
espontánea. Esta vez le toca el turno de empleada del hogar falsamente ingenua,
de proletaria con aspiraciones de señora, que ejerce de contrapunto moralista,
sensato, al personaje de la casquivana, hijaputa, señora, demostrando que el
tener clase, decencia, dignidad, no es una cuestión de dinero, ni de cuna.
Hermosillo subvierte de esta manera el tópico de la criada facilona, alocada, y de
la señora reprimida, conservadora. Desmontando también la fábula de que a
mayor educación mayor sensibilidad, bondad. Más bien todo lo contrario, a
mayor educación, a mayor nivel económico, mayor hipocresía, doble moral,
mayor cinismo, menor capacidad para la alegría, para la empatía.
39
El personaje de la señora es un manual de manipulación, de susceptibilidad, la
típica amargada que está siempre a la defensiva, que busca despertar, forzar, la
confianza a patadas, y proyecta en los demás todas sus inseguridades,
obsesiones, complejos. Increíble como Hermosillo consigue plasmar el cerco, el
acoso, la red, que la señora va tejiendo poco a poco en torno a la criada, hasta
anularla, vampirizarla, por completo. El trabajo con el espacio, esa cortina que
invade el plano, la secuencia del supermercado, con la cámara, sinuosa,
elegante, precisa, es espectacular, Hermosillo desarrolla toda la película a base
de dilatados, envolventes, planos secuencia, cambiando de escala de planos sin
necesidad de corte, utilizando magistralmente los espejos. Enclaustrando la
historia en apenas un par de localizaciones sin resultar teatral, rígido, plano.
“Confidencias” es “Las amargas lágrimas de Petra Von Kant” sin
distanciamiento, la anticipación, boceto, de “Encuentro inesperado”.
40
41
La pasión del cine según Jaime Humberto
(Prólogo al guión de “La pasión según Berenice”)
1
Una cámara de cine en la familia
Conocí a Jaime Humberto Hermosillo en los primeros años del CUEC, el
Centro Universitario de Estudios Cinematográficos. Estábamos en la situación
de ser él un “alumno” y yo un “maestro”. Las comillas indican una situación
puramente hipotética. Lo real era que compartíamos una misma pasión por el
cine, por ciertos cineastas, y esto nos hizo amigos. Desde entonces nuestra
amistad, siendo tan genuina, ha sido también “a la manera inglesa”, vale decirlo.
Hay una frase que tal vez se deba al doctor Johnson, eso no lo sé, pero que
seguramente es de un autor inglés, eso sí lo sé: “Quisiera tener un amigo de
toda la vida con el cual nunca dejara de tratarme de usted”. Hermosillo y yo
hemos pasado muchas horas en grata conversación sobre cine, en la escritura de
argumentos o adaptaciones (suelo decir que no soy escritor de cine, sino escritor
del cineasta Hermosillo), pero nunca nos hemos hablado de tú.
42
En su ciudad natal, Hermosillo había estudiado para contador privado y era
un cinéfilo fervoroso. “En Aguascalientes la diversión más accesible era el cine,
así que iba mucho con mis hermanos. Y cuando digo mucho es en serio. Un día
llegué a ver siete películas: tres en la matiné, dos en la función de la tarde y
dos en la de la noche”.
Hermosillo llegó a la capital del país cuando tenía 17 años y comenzó a
trabajar en las oficinas de un fraccionamiento de la colonia Lindavista. “Estaba
deslumbrado por Eugenio O´Neill y su bora, el cine me parecía inaccesible,
soñaba con ser dramaturgo y escribí una obra en un acto que no pasó del
borrador. El cine me seguía ‘jalando’ [tirando]. La aparición del número de
Nuevo Cine dedicado a Buñuel fue definitiva en mi vida. Me impactó
enormemente”.
Nuevo Cine era una revista que escribíamos y sosteníamos económicamente
varios cinéfilos formados en un grupo del mismo nombre. El consejo de
redacción lo componíamos Salvador Elizondo, José Miguel García Ascot, Emilio
García Riera, Gabriel Ramírez y quien esto escribe. Con todas sus limitaciones
materiales y de contenido, la revista, que publicó 9 números, ha sido un hecho
importante para la cinefilia en México. Fue acaso la primera que, yendo más allá
de la mera fascinación por el espectáculo de las pantallas, y de la paternalista
curiosidad de algunos intelectuales mexicanos sobre la posibilidad de un
“séptimo arte”, intentó hacer aquí una moderna crítica cinematográfica. A los
prestigiosos Cahiers du Cinéma les debíamos mucho, entre otras cosas la
revalorización del cine norteamericano y la noción del cineasta como un autor.
Con el cine nacional practicábamos la crítica despiadada que se merecía.
Cuando Buñuel realizó Viridiana y obtuvo en Cannes un premio ex aequo,
desatando una tempestad en cierto sector del Vaticano y un escándalo en la
España franquista, dedicamos al mayor cineasta de habla española un número
monográfico, ese que tanto impresionaría a Hermosillo. Por lo demás, el
panorama de la producción mexicana de cine era entonces, para no variar,
enteramente desolador. El cine lo hacían los mismos que llevaban
malhaciéndolo treinta años, dentro de un coto sindical que, en efecto, era
inaccesible a los jóvenes. El grupo Nuevo Cine se había propuesto la realización
43
de películas, de manera marginal respecto a la industria. Con nosotros se
hallaba José Báez Esponda, que realizó por su cuenta un film-testimonio,
Carnaval Chamula. Elizondo, que no tardaría en decidirse por la práctica
exclusiva de la literatura, confeccionaba un poco en secreto una película
estelarizada por las momias (en sentido literal) de Guanajuato. José Luis
González de León dirigía una película más o menos industrial, de producción
mexicano-norteamericana, The big drop, que yo nunca vi. La película que en
cierta forma expresó las inquietudes del grupo fue En el balcón vacío, filmada,
con medios irrisorios y en los inevitables 16 milímetros por García Ascot, sobre
argumento de María Luisa Elío y con la muy cercana colaboración de García
Riera, coadaptador y “extra” proliferante. Gente de generaciones más jóvenes se
habían acercado a la revista: Juan Manuel Torres, Paul Leduc, Fernando
Macotela, etcétera, y hubiera sido de esperarse que también lo hubiera hecho
Hermosillo, pero Nuevo Cine dejó de salir en 1962 y el cinéfilo hidrocálido
empezó a escribir para una revista llamada Cine Avance de la cual nada sé.
Cuando se fundó el CUEC, Hermosillo se inscribió como alumno, dedicando al
estudio del cine el poco tiempo que le dejaba su trabajo en las oficinas del
fraccionamiento de la Lindavista. En el CUEC estábamos como maestros
algunos miembros del grupo Nuevo Cine. Maestros que, me temo, enseñábamos
muy poco, pues casi conocíamos el cine solamente “a ojo”. Por lo demás, la
escuela tenía pocos medios para el aprendizaje práctico. Los muchachos
aprendían el cine sobre todo en las salas cinematográficas y en los cineclubes, es
decir: también “a ojo”.
Tanto entre los “maestros” como entre los “alumnos” del CUEC había cinéfilos
de todas las tendencias, pero éstas, a mi juicio, se “polarizaban” en cinéfilos
puros y cinéfilos ideologizados. Los cinéfilos puros no es que fueran partidarios
del séptimo arte por el séptimo arte y nada más: podían tener inquietudes
sociales y políticas, pero no sentían que su gusto y su amor por el cine debían
ser sometidos a ellas. Los ideologizados (que, según creo recordar, todavía no
alcanzaban en el CUEC la preeminencia numérica ni el fervor vociferante un
tanto inquisitorial que después adquirirían) veían el cine como un medio para
44
alcanzar un fin: la revolución políticosocial, a la cual muchos de ellos la tenían
“programada” en su reloj despertador para mañana o pasado mañana.
Jaime Humberto Hermosillo y su amigo inseparable Alberto Bojórquez
pertenecían al bando de los cinéfilos puros, o de los holywoodizados, como los
llamaban algunos de sus condiscípulos. Comentar o discutir una toma-
secuencia, un plano o un mero detalle casi imperceptible de tal o cual película,
generalmente de Hollywood, les consumía exaltadas horas entre las clases, en
los autobuses o en los intermedios de las exhibiciones cinematográficas. Tenían
claro, sus cineastas favoritos: Frtiz Lang o Hitchcock o Raoul Walsh o John Ford
o Vicente Minnelli o Rossellini o Godard o Truffaut, o todos ellos juntos, y
también la “nueva ola” francesa. Si, como había dicho un cahieriste du cinéma,
en cine “la moral es asunto de travellings”, allí estaba Hitchcock para
demostrarlo, y si “los travellings eran asunto de moral”, allí estaba Nicholas Ray
como ejemplo. Bojórquez era capaz de explayarse hasta el alba sobre un leve
aleteo de la falda de Debbie Reynolds en Cantando en la lluvia o el modo
primero terrible y luego tierno con que John Wayne alzaba en brazos a Nathalie
Wood en The Searchers (Más corazón que odio), o como Dorothy Malone
descendía en paracaídas, sus adorables piernas al aire, en Pylon. Por su parte,
Hermosillo callaba (para mí era el silencioso Hermosillo), pero se advertía con
qué intensidad compartía aquellos puntos de vista y los relacionaba con los
suyos propios. A mí me recordaban a los protagonistas titulares de Jules y Jim,
la película de Truffaut, sin poder determinar cuál de los dos era Jules y cuál Jim.
Los encontraba en las más remotas salas de cine de barriada, persiguiendo un
western o una comedia musical de algún cineasta bien amado. Estuve con ellos
en más de una tertulia postcinematográfica cuya mesa convivencial era a veces
también visitada por evocaciones de autores literarios: Stevenson o Conrad o
Baroja o Hemingway u O´Neill.
Por esos tiempos Hermosillo se había comprado una cámara de 16 milímetros
que se llevó sus ahorros y fue el tesoro de la familia Hermosillo pero también su
terror: alguien, un visitador furtivo de la Colonia Lindavista, podía robarla. Creo
que la familia entera, por turnos individuales, montó guardia en torno a la
cámara y hasta llegó a cambiarse a una casa menos propicia al posible robo.
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Este “velar las armas” en el seno de una familia en torno a la cámara
cinematográfica adquiere un valor simbólico en el caso de Hermosillo, a quien,
como señala Tomás Pérez Turrent, todo el mundo reconocería luego como
“cineasta interesado en el núcleo familiar”. Por si esto fuera poco, Hermosillo
haría entrar a los de su familia, como actores, en sus películas. Particularmente
a su madre, la señora Guadalupe Delgado de Hermosillo, una actriz nata y sobre
todo una presencia. Cuando preparaba el guión de su primer ejercicio
cinematográfico Hermosillo escribió una especie de declaración de principios:
“hacer un cine intimista interpretado por familiares o amigos e inventarles
una pequeña trama que a ellos pudiera sucederles”. Aquí, con palabras muy
semejantes a las que escribió Truffaut antes de lanzarse a filmar, se encuentra
ya prefigurado en gran parte el cine de Hermosillo. Los pequeños “borradores”
en 16 milímetros que hizo con medios irrisorios, Homesick y S. S. Glencairn, se
ajustan ya a ese modo “intimista” de concebir el cine. Ya veremos más adelante
cómo ese “intimismo” puede ser más infernal que paradisiaco. En lo que se
refiere a esos dos primeros intentos, tan limitados técnicamente, tan tentativos
en su forma, pero a la vez tan positivamente premonitorios de una vocación
indeclinable, diré tan sólo que en ellos hay como un eco de estas palabras de
Thomas Wolfe en Del tiempo y del río:
¿Dónde descansará el fatigado? ¿Cuándo se volverá al hogar el fatigado de
corazón? ¿Qué puertas se abren para el peregrino? ¿Y cuál de nosotros
encontrará a su padre, conocerá su rostro, y en qué lugar, y en qué épocas, y
en qué tierras? ¿Dónde? Donde pueda morar para siempre el que tiene el
corazón exhausto, donde pueda encontrar paz el cansado de ambular, donde
puedan acallarse para siempre el tumulto, la fiebre y el furor.
A partir de su primer contacto con aquella cámara-estilográfica, esa vocación
será inteligentemente terca. Entre 1969 y 1981 Hermosillo ha realizado una
decena de películas, sea en el cine marginal al que siempre encuentra una
ventana para el retorno, sea en el cine industrial, tan poco acogedor para
cineastas como él. Su “carrera”, si hemos de resignarnos a dar ese nombre
detestable a su vocación devoradora, a los resultados de su pasión (la pasión del
cine según Jaime Humberto), empieza ya a ser una obra considerable, con
46
algunos títulos que marcan el cine mexicano contemporáneo. (Me ha tocado la
suerte de acompañar esa “carrera”, en ocasiones muy de cerca, y creo que algo
puedo decir de la obra que de ella está resultando, siquiera sea porque dicha
obra resuena mucho en mí. En esto que digo casi no tomo en cuenta las
oportunidades que me ha dado Hermosillo para colaborar en un cine que a final
de cuentas es cabalmente suyo. Esa colaboración es resultado de unos vasos
comunicantes entre formas de ver y sentir el mundo que, más allá de las
diferencias, o partiendo muchas veces de ellas, acaso comparten una tonalidad
del pensar y el sentir el cine y muchas cosas que el cine tal vez pueda expresar).
47
2
Por el agua y por el fuego
Si proyecto las películas de Hermosillo en la pantalla de la memoria, todas
tienden a formar allí una sola película cuyos personajes muestran un “aire de
familia”. Sin ningún cuidado de unidad impuesta, el mundo de Hermosillo tiene
una coherencia interior, responde a la solicitación de una mirada minuciosa que
práctica el amor y la crítica, simultáneamente, sobre esos personajes, ese
mundo. Y en la misma pantalla de mi memoria el Miguel Ángel de Naufragio,
marinero momentáneamente en tierra, se encuentra con Berenice, la
incendiaria de la casa familiar, y los dos conversan en un café. El mar y el fuego
han marcado a cada uno de ellos: a Miguel Ángel le falta un brazo y Berenice
tiene en la mejilla la señal de una llamarada. Los niños aventureros de Matinée,
al final de su accidentado periplo, han encontrado unos padres ideales en la
pareja de funámbulos amantes de María de mi corazón. La terrible madre
asesina de Los nuestros acecha desde una azotea a Jorge y Gustavo del
Cumpleaños del perro, que para realizar su amistad, que acaso tenga otro
48
nombre, se disponen a abandonar el círculo hogareño. Adriana, la (el)
hermafrodita de Las apariencias engañan se introduce en la encristalada
buhardilla de las Julia y July de El amor libre y se desnuda ante ellas. Mientras
el Señor de Osanto (¿el señor Dios Santo?) agoniza, Amparito la de Naufragio lo
vela anticipadamente y sueña con el hijo al fin ganado por el mar, y el mar entre
por la ventana y combate con el fuego que como un tigre disperso devora las
otras habitaciones. Seres que componen una sola familia, la familia mítica, de la
que se escapan y a la que retornan para volver a escapar, en un va-y-ven sin fin,
estos personajes desean el hogar sin dejar de desear estar en otra parte,
“anywhere out of this world”.
Los personajes protagónicos de Hermosillo, guardianes o tránsfugas del
círculo familiar, apegados a las relaciones tradicionales, a las leyes del clan, o
bien consciente o inconscientemente rebelados contra ese círculo y esas leyes,
inscritos con frecuencia en un contexto social de mediocre clase media, son
demonios o ángeles en escala humana, urbana, doméstica. Son “los nuestros”:
comparten con nosotros su aire de familia. El espectador se reconoce en ellos, a
veces con amor y ternura, otras con un íntimo espanto. Viven y nos rodean y en
ocasiones están dentro de nosotros. Son nuestra tragicomedia humana, aquí,
donde les y nos tocó: en Mexiquito. Se lanzan o son lanzados a pequeñas
aventuras regidas por el azar, la libertad, el amor y la amistad, sin alcanzar
nunca un amplio horizonte, una autorrealización total, porque el vampirismo
social, lo cotidiano y vulgar, la oficina y la necesidad del dinero, los alcanzan
aquí y allá. Muchos de ellos tal vez no tendrán más remedio que volver al hogar
(el departamento en la colonia Lindavista o los multifamiliares de Tlatelolco, o
la casona de Aguascalientes, o el feudo de los Osanto en Titinzán): el hogar
desmantelado por el agua y el fuego. O bien, si definitivamente han escapado,
acaso el mar no corresponda a sus sueños, acaso el manicomio los aceche al
final de la carretera... Los nudos de la familia y de la amistad y el amor se
deshacen. ¿Qué enemigo hay tras el rostro del padre o la madre o el hermano?
Las puertas que se abren para el peregrino ¿dan a un cielo más allá del tablero
de azoteas, o al pequeño y devorador infierno doméstico?
49
He tratado de esbozar un ámbito, un “clima”, sin pretender haber agotado el
mundo del cine de Hermosillo. Universo íntimo, sí, de un cineasta que ha sido
fiel a su vocación de cinematografiar aquello que conoce, que lo rodea, que está
en él. La familia, pequeña sociedad; la sociedad, monstruosa familia de
desconocidos. Las leyes del clan contra el estallido del deseo con sus leyes sin
ley. El rebaño apretujándose en la noche, temeroso del visitante inesperado (tal
vez es a final de cuenta uno de “los nuestros”) que vendrá a trastornarlo todo. El
solitario entre “los suyos”, el prisionero del hogar y la oficina, el que tiene un
rostro bello cuando está ausente, un rostro terrible cuando se presenta. Los
soñadores del mar y el fuego que arrasen con todo lo que limita sus vidas. Lo
guardianes del “sagrado fuego del hogar”, los vampiros “que te quieren bien” y
que todas las mañanas te preparan el desayuno, la miel y el vidrio molido,
esperando que vuelvas.
50
3
El cine de los nuestros
Si consideramos Homesick y S. S. Glencairn como “borradores” de un futuro
cine personal, habremos de entender que la carrera (aceptando este término
como el work in progress de una vocación, más que como un trayecto personal
o la conquista de una posición profesional) de Hermosillo se inicia con Los
nuestros, película de 16 milímetros, en blanco y negro, realizada entre parientes
y amigos con medios materiales muy limitados. “... Mi idea al filmar era buscar
un núcleo familiar próximo y ¿cuál mejor que el mío? Imaginé un conflicto y lo
llevé a sus consecuencias extremas. Cuando dirigía a mi madre ella no sabía de
qué se trataba, nunca le conté el argumento; ella simplemente hacía las cosas
de todos los días. A veces teníamos que interrumpir la filmación porque tenía
que ir por la leche o cumplir con las labores cotidianas reales”. Con esta
atmósfera cotidiana, dada de antemano por estricta necesidad, se comprende la
51
exactitud del ambiente de pequeña clase media que Hermosillo refleja en los
cincuenta minutos que dura Los nuestros. El crimen “por omisión” que la madre
del film comete para mejorar, según su punto de vista, la situación de la familia,
dentro de una trama de adulterio, de suicidio fingido que resulta real, es el eje
argumental de la película. El personaje de la madre –totem y mito, diosa y
víctima, en la realidad mexicana- relumbra de cotidianidad moralmente
monstruosa. Es una película anti-Diez de Mayo, una tragedia en formato de
departamento de la colonia Lindavista. Sin moraleja de juez, Hermosillo
desenmascara un mito, descubre en “lo de todos los días” un pantano de
sentimientos y de engaños y autoengaños, una moral en perpetua pudrición.
Al filmar La verdadera vocación de Magdalena, Hermosillo debuta en la
industria nacional del cine. “A mí me interesaba mucho la historia. Lo que pasa
es que la poca experiencia, el enfrentarse al sistema de filmación industrial con
sólo tres semanas tres días de rodaje, dieron un resultado lamentable”. Esta
historia de madre e hija en conflicto por la llegada de un rockanrolero al hogar
de ellas, era otra vez el mundo familiar, la figura de la madre, la tragicomedia
cotidiana. La película, realizada en un medio industrial del que hasta entonces
Hermosillo apenas sabía de oídas, es un fracaso. Hermosillo la filmó con total
desconcierto, sin tener a su favor la veracidad del medio real y ya dado de Los
nuestros.
Un año después, Hermosillo filmó El señor de Osanto, una historia situada en
el siglo XIX mexicano que él y yo escribimos con base en la novela de Stevenson,
El mayorazgo de Ballantrae. La exigencia de una reconstrucción de época va en
contra de la película, así como un reparto parcialmente desafortunado. Tal vez
fuimos demasiado ambiciosos al escribir el guión: quisimos trastocar
constantemente ciertas convenciones morales del melodrama (por ejemplo: el
hermano “bueno” de pronto actuaba como “malo”, y viceversa), invertir las
situaciones dramáticas establecidas (en las escenas de amor, o propuestas como
tales, en realidad se terminaba hablando de una herencia, de dinero, de
propiedades), hacer que un personaje estuviera más “presente” cuando más
ausente estaba, etcétera. En resumidas cuentas queríamos volver del revés al
melodrama romántico, hacer un antimelodrama antirromántico. Esto, se haya
52
logrado o no, desconcertó al escaso público y a muchos críticos. La película tiene
fallas de actuación, de tensión dramática, y otras muchas, pero a mi juicio tiene
también valores que no fueron advertidos en su momento y que después
algunos críticos han reconocido. Creo que no estaba mal esa perpetua oscilación
de los personajes entre planos morales, la fusión entre intereses y pasiones, la
actuación de Fernando Soler (voluntariamente escogido por ser el padre eterno
en el cine mexicano) y de Castillón Bracho (adrede dirigido para que diera un
tono neutro, ambiguo, a su personaje). Hay escenas brillantemente filmadas en
tono-secuencia, una utilización crítica del espacio dramático. Se criticó que los
personajes parecían estar muertos, olvidando que la casi totalidad de la acción
es el relato de un personaje-testigo que habla, sí, de personajes que ya han
muerto (la película termina con el delirio de ese narrador). Hay que admitir, a
final de cuentas, que la película quería ser demasiadas cosas contradictorias y
que lo que valen son los resultados, no las intenciones. Sin duda, iba demasiado
en contra del espectador.
El cumpleaños del perro habla de la amistad de dos hombres, uno joven y el
otro de edad madura, que rompen con sus vidas hogareñas y se van juntos (¿por
amistad, por amor latente, por reconocerse como “padre” e “hijo”?) a una vida
azarosa, adivinada más allá del final de la película. En el punto crucial de esa
decisión hay dos asesinatos, los de las esposas. La exacta observación de las
relaciones humanas en un medio social determinado (la clase media), de la
profesión de los personajes, de una cotidianidad ahogada en la sociedad de
consumo, así como el lento avance de una solidaridad moral en la subversión de
los códigos del clan social, resultan asombrosos en la película, que en su
momento me pareció, en cuanto a la pura realización en cine, algo plana.
Indudablemente, Hermosillo corrió el riesgo de mirar demasiado de cerca la
sordidez de “la vida de todos los días”. Se trata de una visión despiadada y
desesperanzada (pese a la belleza de esa solidaridad final entre los dos hombres)
de una sociedad prisionera en sus leyes de clan y de rebaño. De la sordidez que
da el terreno al argumento, surge, sin embargo, una posibilidad poética. Film
inquietante, lleno de silencios y susurros, de cosas no dichas.
53
Matinée parece un divertimento, una escapada al cine de aventuras, a la “isla
del tesoro” de la infancia, evocada por ese cine de las matinées infantiles del
domingo al que alude el título. Es eso y algo más. La aventura que corren los
pequeños protagonistas junto a los asaltantes de la Basílica de Guadalupe, Villa
de Guadalupe es un itinerario moral y sentimental en el que la amistad se pone
a prueba y, sobre todo, la moral de la familia y la sociedad es reconsiderada y
rechazada al final. Película de aventuras, pero más que nada una película
anarquista, llevada con un ritmo ágil, nervioso, con un lirismo expresado por la
acción. La escritura cinematográfica de Hermosillo se hace aquí decididamente
moderna, un poco a la manera de Bande a part de Godard, de Tirez sur le
pianiste de Truffaut, películas con las que la suya tiene no pocos puntos de
contacto. Hay un tan brillante como necesario “desplazamiento de simpatías”,
del niño “simpático” al “antipático”, y en esto, como en otras cosas, Hermosillo
se enfrenta al conformismo del espectador de cine. Canto a la amistad y a la
libertad, Matinée condena las diversas represiones de la patria y la familia, las
falsas solidaridades del clan, la mentalidad policiaca, la delación...
Colaboré de nuevo con Hermosillo en el argumento y la adaptación de
Naufragio. Nos basamos, muy libremente, en el cuento Mañana de Joseph
Conrad, alterando entre otras cosas el sexo de uno de los personajes. Insistimos
en usas una riesgosa “astucia” de El señor de Osanto: la ausencia que es una
poderosa presencia. El personaje que dos mujeres “sueñan” y que ansían que
vuelva, está ausente durante la mitad de la película. Miguel Ángel ha llenado de
poesía, estando fuera, la vida de esas mujeres. Esa poesía no resiste al embate de
la realidad, que entre tumultuosamente con su verdadero rostro durante el
breve retorno del ausente. Las dos mujeres deberán volver a vivir “a ras de
tierra” la angustiosa colmena del multifamiliar en Tlatelolco, la oficina estatal
donde trabajan. Hermosillo basó su dirección, que describe lo cotidiano con
minucia, en le contrapunto de los dos personajes femeninos, admirablemente
vividos, más que actuados, por excelentes actrices, Ana Ofelia Murguía y María
Rojo. En alguna parte ha dicho el director que la película es la derrota de la
quimera. Al final el mar lejano, el mar que no puede existir en la ciudad de
México, entra por la ventana. Es el mar poético, pero también el mar cruelmente
destructor.
54
Las apariencias engañan es la película más moralmente subversiva de
Hermosillo en varios planos. Tiene algo de balzaciana en esa presencia del tema
del poder del dinero, en la descripción de una burguesía de provincia que
enmascara en apariencias un tejido familiar hecho de complicidades turbias, de
intereses enemigos entre ellos y solidarios ante los de “afuera”. El tema del (la)
hermafrodita añade a ese cuadro la presencia de lo convencionalmente
considerado monstruoso y algo como un símbolo de ambivalencia moral. En
una sociedad como mexicana, que parece tener tan bien establecidos los papeles
del macho y de la hembra, ese personaje de Adrian / Adriana, que termina
poseyendo por detrás al “héroe” del film, reluce con espléndida vocación de
escándalo (¿cómo será recibida la película cuando se exhiba “normalmente”, si
la enmascarada censura oficial de México lo permite?). Es la película más
olorosa a azufre de Hermosillo. Escenas de la alta vida provinciana, tela de
araña del dinero, demoniaco festín moral: las apariencias engañan y el engaño
acaba diciendo la verdad. Una fábula realista, ácida.
Basada en un argumento de Francisco Sánchez, El amor libre es una comedia
sentimental y erótica cuyas protagonistas, dos muchachas que se acuestan con
quien quieren, realizan su propio sentimiento de liberación femenina. Película
filmada gustosamente, se ve con gusto, y quizá con la sospecha de que todo eso
es trivial. Buen retratista de mujeres, Hermosillo, mostrando una sexualidad
libre más que un amor libre, parece, como director, respirar más libremente que
nunca. La punta de una inexplicada melancolía final asoma en la mirada de una
de las muchachas. Esas intermitencias del corazón, y más que del corazón: del
sexo, esos intercambios y transferencias en la vida erótica de las muchachas, ese
“marivaudage” de Zona Rosa, sirven, en resumen, para fantasear sobre una
concepción del erotismo, de la relación entre hombres y mujeres, de las
posibilidades del solo deseo de superar las limitaciones de la vida real. Apenas
Hermosillo insinúa una escena de comedia musical, la interrumpe, pero ese
tono mueve a toda la película. ¿Es, de todas las suyas, la que más pone en escena
una cierta sensación de felicidad? Quién sabe. Lo cierto es que aquí ha
desaparecido el núcleo familiar, la sombra moral del clan. Pero la gran familia,
el gran clan, la sociedad, aparecerá en la siguiente y hasta ahora última película
55
de Hermosillo, y tendrá el rostro de una institución guardiana de la “cordura”
normalmente establecida.
La primera parte de María de mi corazón, película basada en una historia de
Gabriel García Márquez y en cuya adaptación éste colaboró, es como un cuento
de hadas en un nivel realista, urbano. Una “maga” profesional y un ladrón de
poca monta, jóvenes los dos, se alían amorosa y profesionalmente, viven dando
funciones para niños o en teatros de barriada. La “magia” que practican como
oficio se extiende también a su propia vida. Viven en un alegre desorden, en una
inocente anarquía que la sociedad parece tolerar. Son ajenos a la cordura
ciudadana, copulan donde quieren y nada aparentemente puede menguar su
libertad. El azar lleva a María, por una carretera lluviosa, y en un autobús con
inquietantes pasajeros que la recoge en la carretera llovida, hacia un
manicomio. Pero el azar es, ya se sabe, otra forma de la necesidad; en este caso
de la necesidad del rebaño social de imponer su código de “cordura”; y el cuento
de hadas, es un giro súbito, se convierte en pesadilla. María será la libre fantasía
encerrada entre muros, azotada con chorros de agua fría, enterrada en vida en
una supuesta insania. La máscara de la cordura es el rostro del gran clan; la
razón convenida y convencional es la ley que funda lo social y que no admite que
nadie se salga por la tangente. El paso de la película de una luminosa alegría
(algo irrisoria y atrabiliaria) a una penumbra angustiosa, en la cual un
“suspense” hitchockiano toma la forma del tormento por la esperanza, que
siempre arroja a la protagonista contra un muro al final de un laberinto más
para ratas que para seres humanos; ese giro súbito que hace que la película, sin
perder la unidad de su curso, parezca ser otra película muy distinta; ese
resbalón que Hermosillo obliga a sufrir al espectador, todo eso es de una
audacia rara en nuestro cine. La única realidad, la única cordura, la única razón
que el gran clan admite, quedan mostradas en su rostro verdadero, intolerable.
María de mi corazón ha retornado al “círculo familiar”, que ya es el manicomio.
56
Adrede ha dejado para el final La pasión según Berenice, película que
Hermosillo realizó entre El cumpleaños del perro y Matinée, y cuyo guión tiene
ahora el lector en sus manos. Es una de las obras más logradas de Hermosillo y
en la cual todos los temas y los problemas que a él le preocupan están
contenidos, apretados en una historia a la vez realista y poética, en una aura que
nunca rechaza lo real pero que se despliega en una latente dimensión fantástica.
Contar al lector (al lector que no ha visto la película) algo del argumento, sería
un robo. Diré que La pasión según Berenice es el “retrato oval” de una mujer
marcada por el fuego y provocadora del fuego, que se ahoga espiritualmente
tanto en el círculo familiar como en la “suave patria” mexicana de nuestros días.
Mujer a la que el deseo arma y desarma, que sobre las fuerzas de las grandes
pasiones (hasta donde esto es posible en la dimensión del contexto real) quiere
fundar su propia rebelión, su woman´s liberation unipersonal. En el corazón
fuerte y orgullosamente solitario de esta Berenice a la cual le viene demasiado
chica la vida provinciana, hay orgullo, caballos salvajes, apetencia de incendio.
Bajo una dirección precisa e inspirada de Hermosillo, esa Berenice interpretada
con todo rigor y todo lirismo por una Martha Navarro demasiado infrecuente en
la pantalla, tiene un caminar leve, una mirada intensa, una gracia de
movimientos, una finura de espada toledana en guante de terciopelo, que son en
gran parte la vida de la película misma. Cuando Berenice, en la película, se
sienta en su butacón de maestra y su falda se arremolina fugazmente en torno a
ella, estamos viendo un momento realmente encantado del cine, un instante de
belleza pura que se podría aislar para disfrutarlo repetidas veces. Pero este
poema tiene también su azufre, este “romance” lleva escondidos, apretados,
dispuestos a soltar, los resortes de un drama venenoso y explosivo: también hay
un devastador infierno en la señorita y maestrita Berenice.
Pero aquí está el guión, a falta de la película, que alguien mantiene escondida,
alejada de las pantallas, como otras películas de Hermosillo.
José de la Colina (Río Mixcoac, a 10 de junio de 1981).
57

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JAIME HUMBERTO HERMOSILLO (Dossier cine)

  • 1. JAIME HUMBERTO HERMOSILLO Un fatalista libertario, un voyeur impenitente © Julio Pollino Tamayo cinelacion@yahoo.es
  • 2. 2
  • 3. 3 ÍNDICE INTROITO...............................................................................................................5 Jaime Humberto Hermosillo, un fatalista libertario, un voyeur impenitente............................................................................................5 MIS 12 PELÍCULAS FAVORITAS.........................................................................11 1- La tarea (1990)..........................................................................................11 2- La pasión según Berenice (1976)..............................................................15 3- Matinée (1976)..........................................................................................17 4- El cumpleaños del perro (1974)...............................................................19 5- Intimidades en un cuarto de baño (1989)...............................................20 6- Encuentro inesperado (1993)..................................................................22 7- Naufragio (1977).......................................................................................24 8- María de mi corazón (1979).....................................................................26 9- Las apariencias engañan (1978)..............................................................30 10- El misterio de los almendros (2002).....................................................32 11- Doña Herlinda y su hijo (1985)..............................................................35 12- Confidencias (1982)...............................................................................38 APÉNDICE............................................................................................................41 La pasión del cine según Jaime Humberto (José de la Colina)...........................41
  • 4. 4
  • 5. 5 INTROITO ¿Se puede calificar a Robert Bresson de director de temática heterosexual? ¿Ridículo, verdad? ¿Entonces por qué a los directores que suelen sacar a homosexuales en sus películas se les bautiza como directores de temática homosexual? ¿Qué coños tiene que ver la heterosexualidad o la homosexualidad con el cine? El cine es emoción, sentimientos, personas, forma, y la condición sexual de sus protagonistas es algo anecdótico, insustancial, jamás he visto, o dejado de ver, una película por estar interpretada, o no, por heterosexuales. Por supuesto los críticos, en un alarde de originalidad, le bautizaron como el Almodóvar (1949) mejicano, otros como el Ventura Pons (1945), y en todo caso sería al revés, el maestro antes que el aprendiz, Almodóvar el Hermosillo español. Desconozco si Hermosillo (1942) es homosexual y francamente me importa poco menos que nada, pero basta ver cinco minutos de sus películas para darse cuenta de que tiene poco que ver, que Hermosillo es mucho más sobrio, intimista, pesimista, sin que asocie sobrio, intimista, pesimista, a mejor, cada director tiene su tono, su ritmo, y un Almodóvar contenido, introvertido, soso, sería un contrasentido, una impostura. Hermosillo cree en la realidad, en el plano secuencia, y Almodóvar cree en la imagen, en el montaje.
  • 6. 6 Lo que sí tienen en común son las reconocidas influencias, Sirk, Fassbinder, Cukor, Hitchcock, Erich von Stroheim, Minnelli, Carol Reed, Ophuls, Rossellini, Ford (su director favorito), Visconti, Truffaut, Alejandro Galindo y Luis Buñuel, vamos las influencias de cualquier director apasionado por el melodrama, género tan genuinamente, específicamente, mejicano. La influencia de Fassbinder llega hasta el punto de que sus dos gatas, que salen en sus películas, se llaman Marlene y Petra von Katt en homenaje a “Las amargas lágrimas de Petra von Kant”, una de sus 10 películas favoritas (su lista de 5 además de la de Fassbinder es: “Cantando bajo la lluvia”, “El tercer hombre”, “Ciudadano Kane” y “Crónica familiar”, la primera película que vio “El cisne negro”, y la que más le ha influido “Una familia de tantas” (1948) del mejicano Alejandro Galindo), y como Fassbinder, su madre, María Guadalupe Delgado, también es habitual intérprete de sus películas, clavando el papel de madre manipuladora, castradora, como Lilo Pempeit (Liselotte Eder) en las de Fassbinder. Incluso Hanna Schygulla actúa en una de sus películas, la coproducción española con colaboración de Gabriel García Márquez “El verano de la señora Forbes” (capítulo de la serie de televisión española “Amores difíciles”), aunque su musa es la grandísima María Rojo. No es la única conexión española, uno de sus colaboradores habituales en el guión es el anarquista escritor santanderino, afincado en Méjico desde pequeño, José de la Colina.
  • 7. 7 Que sus protagonistas suelan ser homosexuales, encubiertos o no, lo único que indica es que Hermosillo es un director valiente, arriesgado, libre, como buen acuario (22 de enero, un día antes que yo), las múltiples censuras a sus películas lo corroboran, porque México, al igual que España, es un país profundamente machista, homófobo, y centrarse en la homosexualidad es garantizarse la marginalidad, el ninguneo, le apodaron “Morbosillo”. Con el agravante de que no lo hace siempre desde el humor, desde el esperpento, como Almodóvar, la principal razón por la que se le tolera en España, y en Francia, otro país homófobo como pocos. A pesar de todo tiene cierto reconocimiento en Méjico, en España el cine mejicano es solo Buñuel y como mucho Ripstein, en la lista de las 100 mejores películas de la historia del cine mejicano realizada por la revista SOMOS consigue colar 4 de sus películas, en el siguiente orden: “La pasión según Berenice” (1975), “María de mi corazón” (1979), “Doña Herlinda y su hijo” (1984) y “Naufragio” (1977), sin que sirva de precedente, realmente entre las mejores, aunque se podrían añadir varias a la misma altura, o superiores, parezco Miguel Marías, “La tarea”, “Matinée”, “El cumpleaños del perro”, “Intimidades en un cuarto de baño”, “Encuentro inesperado” y “Las apariencias engañan”. De todos modos una lista de 100 en la que hay 10 películas de Emilio Fernández, 7 de Buñuel y 7 de Gavaldón, dice muy poco de una cinematografía, de su número de creadores, o de la ignorancia de los que han participado, votado, en la lista. Me inclino por esta última opción, una lista sobre las 100 mejores películas del cine mejicano en la que no aparecen “Principio y fin”, “La mujer del puerto” (la de Ripstein), “Santa Sangre”, “Lola”, “En el balcón vacío”, “Subida al cielo” o “Deseada”, carece de valor, de credibilidad, de sentido. El tema de sus películas no es la homosexualidad, lo es los mecanismos del poder, y su abuso, la denuncia de la hipocresía, doble moral, de la clase media, los prejuicios sociales, sexuales, la castración, frustración, de los deseos, de los sueños, que conduce a la enfermedad, a la perversión, al sadomasoquismo, al suicidio, la crueldad, soledad, que late oculta en todas las relaciones personales, amorosas, en definitiva, la explotación de los sentimientos, de los fuertes a los débiles, o la desesperación de vivir.
  • 8. 8 El cine de Jaime Humberto Hermosillo no está inédito en España, pero casi, de su extensa filmografía, bastante más de 30 películas, sólo se han estrenado en España tres, y solo en las grandes capitales, “Amor libre”, “La tarea” y “La pasión según Berenice”, y la que más éxito tuvo, “Amor libre”, no pasó de los 43.392 espectadores. La más popular a nivel cinéfilo es “La tarea”, presentada en la SEMINCI de 1991, pero su fama no ha llegado, desgraciadamente, luego amplío, a nuestros días. El resto son algunas emisiones aisladas en televisión, las que más veces “Confidencias” y “María de mi corazón”, y no pasan de tres, generalmente en la 2 y de madrugada, un ciclo en 1992 con sus películas en el legendario Cine-Club de la 2, vamos a la una y tantas, la inclusión de alguna de sus películas en la sección oficial o paralelas de algunos festivales, SEMINCI, San Sebastián, Semana de Cine de Barcelona, y sobre todo en el Festival Iberoamericano de Huelva, que le dedicó incluso una retrospectiva en 1991, otra en la Cineteca de la UGT en Sevilla en el 2008, otra también en el Festival de Cine de las Palmas en el 2008, alguna proyección puntual en la Filmoteca Española y en la Casa América, y para de contar.
  • 9. 9 Desde luego teniendo en cuenta que la onda expansiva de los festivales españoles es nula, lo mismo que la 2 de televisión española, equivale a decir que Jaime Humberto Hermosillo es un perfecto desconocido entre la cinefilia española, de hecho ni tan siquiera los activistas del cine LGBT, como si fuera un género aparte, un gueto, tan talibanes para sus cosas, han hecho pública reivindicación de su cine, si exceptuamos al colectivo gay de Melilla, el más cinéfilo de España. Triste, muy triste, porque hablamos junto con el Indio y Ripstein, de la Santísima Trinidad del Cine Mejicano, en mi opinión en el primer puesto, en mi lista de 10 directores favoritos en general, por la parte alta, y con una película suya incluida en mi lista de 10 películas favoritas de todos los tiempos, “La tarea”. Como quejarse nunca ha valido de nada en España, ni en ningún otro sitio, paso a recomendar mis 12 películas favoritas del genial Jaime Humberto Hermosillo, de pocos directores puedo recomendar una cifra tan elevada, por si a alguien le sirve de orientación, de estímulo, para penetrar más profundamente en su filmografía, o directamente desvirgarse. “He llegado a la conclusión que las películas ya están hechas, sólo que nosotros jugamos a hacerlas.” Jaime Humberto Hermosillo Hermosillo en el rodaje dentro de la película "La tarea prohibida"
  • 10. 10
  • 11. 11 MIS 12 PELÍCULAS FAVORITAS 1- LA TAREA (1990) Plano secuencia único desde el suelo. Primer pensamiento cinéfilo: Yasujiro Ozu. Segundo pensamiento cinéfilo: “La ventana indiscreta”, “La soga”, Alfred Hitchcock, aunque el puritano Hitchcock jamás hubiera tenido los huevos de hacerla casi en su totalidad en plano fijo, Sokurov, “El Arca Rusa”, tampoco. Tercer pensamiento cinéfilo: una película en la que aparece en la pared un póster de la película “Salón México”, mi melodrama mejicano favorito, una de las películas menos conocidas, valoradas, del Indio Fernández, incluso por él mismo, y tiene un maravilloso homenaje a Pedro Armendáriz, no puede ser mala. Cuarto pensamiento cinéfilo: el detonante de que los dos ex-amantes se encuentren es que ella el día antes vio la película “Una jornada particular” (“Un día especial” en Méjico), mi película favorita de Ettore Scola, luego lo dicho, no puede ser mala con esos antecedentes. Quinto pensamiento cinéfilo: “Sexo, mentiras y cintas de vídeo”, inevitable que una película grabada por entero por
  • 12. 12 una cámara de vídeo escondida por la protagonista remita a ella, aunque sea de 1989 y el proyecto original de “La tarea” de 1988, la ignorancia cinéfila es osada. Sexto pensamiento cinéfilo: y este ya es de nota, porque habrá pocos cinéfilos que hayan visto esta película de cine independiente americano de los 60, “Coming Apart” (1969), el canto de cisne de Milton Moses Gingsberg, la historia de un psiquiatra que graba a escondidas en su apartamento en plano fijo los encuentros sexuales con sus pacientes. Luego no podemos hablar de originalidad, pero sí de radicalidad, de llevar el experimento al extremo, a mayores con un sano despendole, sentido del humor, carcajadas, con coitus interruptus incluido. Lo maravilloso del asunto es que a los 10 minutos te olvidas de que es un plano fijo, y que en ningún momento la película resulta pesada, aburrida, pretenciosa, artificiosa, sino llena de ingenio, de inteligencia, de autenticidad. Hermosillo es un mago, que una película que empieza enseñando el propio mecanismo de rodaje de la película, continúe con una puesta en escena descaradamente teatral, que no disimula su condición de escenario, y consiga que te acabes olvidando de que estamos ante una ficción, una mentira, que parezca verdad, real, que llegue a la verdad a través de la mentira, que la película se desnude sumando cada vez más capas, sino es magia no sé que coños es. Es imposible sacar más partido a menos elementos, y de manera tan brillante, sencilla. El juego con los zapatos, con el fuera de campo, es sublime, lo que podría resultar un simple ejercicio de estilo metacinematográfico, se transforma en un deslumbrante juego cinematográfico a secas, en una exploración, análisis, anti-elitista, sobre el proceso creativo, el giro final es para ponerle un piso a Hermosillo, sobre la ética en la captación de imágenes, sobre el punto de vista, sobre la diferencia entre objetividad y subjetividad, entre ficción y diario, entre verdad y mentira. “La tarea” es un manual de puesta en escena, de cine, que deja al movimiento DOGMA, a Lars von Trier, a la altura del betún, una película intelectual sensual, cachonda, desprejuiciada, libertaria, un exorcismo, akelarre, de la imagen. Hermosillo logra el milagro de convertir una insulsa película de Warhol en algo cercano, popular, hacer lo mismo que hacía Egoyan en “Family Viewing”, “Guiones cambiados” y “El liquidador”, reflexionar sobre la imagen, de manera accesible, para todos los públicos. Sin exagerar un fotograma, una de las 10 películas más importantes, fundamentales, seminales, de la historia del cine.
  • 13. 13 8-01-92 Para finalizar, me cabe el orgullo patrio, de patria chica, de que esta película fuera de categoría fue vista por primera vez en España en la SEMINCI, el ex Festival de Cine de Valladolid, en 1991, logrando la actriz protagonista, la genial María Rojo (“Danzón”), el más que merecido premio a la mejor interpretación femenina. Premio que tenía que haber sido compartido por el actor protagonista, José Alonso, que también cuaja una interpretación descomunal, fue nominado al Ariel de Plata (los Goya mejicanos) al mejor actor. Este galardón supuso que la película pudiera ser estrenada en España en 1992, aunque de manera muy limitada, 21.278 espectadores, algo es algo. Muy poco para lo que merece, en Méjico supuso el mayor éxito de taquilla de su carrera (en el Festival de Moscú ganó el Premio Especial del Jurado), la gente salía entusiasmada, gozosa, de las salas, a pesar de que algunos críticos pacatos la calificaron de pornográfica. Calificativo que le haría mucha gracia a Hermosillo, ya que la película era una reelaboración en cine de un proyecto anterior en vídeo, totalmente auto-producido, titulado “El aprendiz de pornógrafo” (1988), que respeta la esencia de este primer esbozo casi en su totalidad, cambiando únicamente el sexo del ejecutante del vídeo, que pasa de hombre a mujer, con lo que añade una crítica al machismo, y lógicamente teniendo que adaptar la filmación a la limitación que supone la duración de 10 minutos de los rollos de negativo en cine, impedimento que no tenía en vídeo, las cintas podían durar más de una hora, algo imperceptible al verla, gracias a los ensayos cronometrados durante una semana, el rodaje en cuatro días. Espero que el año que viene, cuando se cumple el 25 aniversario de este verdadero hito, acontecimiento, experiencia, cinematográfica, las instituciones culturales españolas, mejicanas, sepan estar a la altura.
  • 14. 14 “La comedia es un género dramático muy serio; hablando de los géneros dramáticos que vienen desde los griegos, “La tarea” es comedia por su estructura, por su propósito, por su desenlace, pero eso no quiere decir que la comedia tiene que ser ligera; la comedia tiene fundamentos muy serios, y para hacer reír al público hay que tomar las cosas en serio.” Jaime Humberto Hermosillo
  • 15. 15 2- LA PASIÓN SEGÚN BERENICE (1976) Hasta cuando Hermosillo es más clásico, en la forma, a la manera del Picazo de “La tía Tula”, del Buñuel francés, español, mejorado, sublimado, Martha Navarro es más inquietante, cruel, que Catherine Deneuve, “Tristana” dirigida por Hermosillo sería una obra maestra, brilla con luz propia, resplandece. La austeridad, contención, con que Hermosillo aborda el melodrama, le emparenta directamente con Robert Bresson, con el Bresson poseído por el diablo de su etapa final, y si hubiera nacido en Francia en lugar de en Méjico, hace décadas que tendría una cátedra de cine con su nombre, al ladito de su admirado Truffaut, “La pasión según Berenice” y “La sirena del Mississippi” deberían venderse, verse, siempre conjuntamente. Da pena pensar que sus dos hijos tontos, Almodóvar, Ozon, sean adorados allí, que injusto es el cine, la crítica, el eurocentrismo. Eso sí, que nadie se confunda, clasicismo en Hermosillo no equivale a decir conservador, moderado, el manierismo está en el contenido, digno de Hitchcock, de Fassbinder, pero más refinado, en pequeñas transgresiones casi en segundo plano, en la atmósfera morbosa, sensual, que consigue crear con leves apuntes, como Torre Nilsson en “Piedra libre”.
  • 16. 16 Hermosillo, como Oliveira, es un experto en desdramatizar, en ralentizar la dramaturgia, en tensar temporalmente las secuencias, tirando de tiempos muertos, de planos fijos, de travellings de acompañamiento, de larga duración, que conducen la historia, la acción, a un ritmo lento pero sostenido, que se va intensificando imperceptiblemente hasta la catártica explosión de sentimientos final. “La pasión según Berenice” es una apoteosis del melodrama interior, de la pasión subterránea, cartesiana, del calentón sublimado, del odio como depurada forma de amar. Pialat, Rossellini, hubieran matado por aprender a rodar la intimidad de las parejas con la luminosa sencillez, autenticidad, delicadeza, de Hermosillo, el último gran romántico. “La pianista” de Haneke es una secuela, o remake encubierto, de “La pasión según Berenice”. Y que decir del glorioso, redentor, final, la consunción del capitalismo más bello, poderoso, jamás filmado.
  • 17. 17 3- MATINÉE (1976) La primera película que vi, entera, de Jaime Humberto Hermosillo, director al que encontré por casualidad en youtube buscando vídeos sobre José de la Colina. En concreto me despertó curiosidad el título de una de sus películas, “Naufragio”, y adelanté unos minutos a ver que tal era, de inmediato me llamó la atención que la planificación era más abierta de lo habitual en el cine mejicano, y que los planos eran mucho más largos, sostenidos, y las actuaciones más contenidas, espontáneas, se sentía el poso formal de un gran narrador. Dejé la película y me puse a buscar toda su filmografía de inmediato, si mi intuición no fallaba, acababa de encontrar, inesperadamente, al gran tapado, al menos en España, del cine mejicano. Después de ver “Matinée”, inspirada en “Las aventuras de Arthur Gordon Pym” de Poe, que ni tan siquiera es de sus películas más conocidas, la intuición se convirtió en certeza.
  • 18. 18 “Matinée” es una gozada de principio a fin, una continua transgresión desde la contención más absoluta, un constante romper con las expectativas del espectador. Una película de acción, de aventuras, de ladrones, en la que lo importante son los sentimientos, los tiempos muertos, las digresiones, a lo Omirbaev, a lo Tsai Ming-Liang. Una fábula inmoral en contra de la familia, de las convenciones, de las rutinas, de la religión. Un genial canto de amor al cine como rebeldía, como huída, que adopta el punto de vista del espectador inocente, dos niños, que pasan de espectadores pasivos, de consumidores, a creadores de su propia película. La combinación perfecta entre “Los 400 golpes”, “Un pequeño romance” y “Amigos por la piel”, más un homenaje a “Rey de reyes” de Nicholas Ray, y el añadido de un increíble humor negro berlanguiano, buñueliano. Más que recomendable.
  • 19. 19 4- EL CUMPLEAÑOS DEL PERRO (1974) Cojan una película de parejitas Made in Nouvelle Vague, Made in Truffaut, y añadan un plus de naturalidad fassbinderiana, de verdad, que incluye una polla y un coño, de costumbrismo con rebaba, de cruel juego de la verdad, de tiempos muertos llenos de tensión, de cine, más uno de los planos fijos sostenidos, el de la cama, más bellos, valientes, que he visto nunca, y obtendrán como resultado una genial película sobre la frustración, la “¿Por qué corre el señor R. poseído por una furia homicida?” del cine mejicano. Una sucesión de giros sorprendentes, de cambios de tono, un dominio espacial de interiores que ni Altman, y si no nos encontramos ante el constructor de tragedias domésticas, cotidianas, más tensas, afiladas, austeras, que las de Haneke, falta el canto de un plano. Y lo siento por los patriotas chauvinistas, pero globalmente el perverso Hermosillo es mejor que Buñuel, tiene más mala ostia que Fassbinder, y una inteligencia formal apabullante.
  • 20. 20 5- INTIMIDADES EN UN CUARTO DE BAÑO (1989) David Trueba ha visto mucho cine, y si al menos supiera copiarlo, plagiarlo, bien, eso que ganaríamos todos. A ver si os suena la premisa de partida: Película que transcurre por completo dentro de un servicio, como metáfora de la situación política del país. ¿”Madrid, 1987”? No, “Intimidades en un cuarto de baño”, 22 años antes, y mejor, infinitamente mejor, superior, más arriesgada, transgresora, brutal. David Trueba, con buen criterio, confiaba en que los críticos, y los espectadores españoles, fueran unos perfectos incultos, ignorantes, y acertó de pleno, nadie le vio el plumero, la película de Hermosillo no se estrenó en España. Hermosillo tiene los santos cojones formales de estructurar la película a base de planos secuencia fijos en los que la cuarta pared es el espejo del baño, nosotros los espectadores. Una propuesta radical, suicida, que nos hace testigos directos, e invisibles, como en los interrogatorios de la policía, de los conflictos generacionales, de la brecha generacional, cultural, económica, real, no hablo de los estúpidos monólogos en los que David Trueba suelta doctrina, trasnochados discursos dirigidos a sí mismo, a su propio y complaciente espejo.
  • 21. 21 Aquí no hay esteticismo gratuito, retórica gratuita, ni una convidada de piedra que solo luce palmito, hay diálogos como puños, como navajas, situaciones violentas, repulsivas, escatológicas, y humor, mucho humor, negro. Un ejercicio de vanguardia costumbrista, valga la paradoja, o de cine, metacine, primitivo posmoderno, valga de nuevo la paradoja. Cuando hay algo que contar, “Intimidades en un cuarto de baño”, tiempo presente, el resto sobra, cuando no hay nada que contar, solo perorar, escucharse a uno mismo, “Madrid, 1987”, lo que sobra es la película. Hermosillo, a pesar de su fatalismo trágico, tan profundamente castellano, trata de comprender, de subvertir las ilusorias diferencias sociales, de mostrar, sin metáforas, ni simbolismos, que todos somos igual de patéticos, de insignificantes, en la taza del váter.
  • 22. 22 6- ENCUENTRO INESPERADO (1993) Si alguna vez Pedro Almodóvar ha mencionado a Jaime Humberto Hermosillo como su principal referente, influencia, no lo recuerdo, y ni tan siquiera es necesario, es tan evidente que no hace falta ni hacer un estudio comparativo, el cerebro lo hace por sí solo, y cuando ves una película de Almodóvar saltan las alarmas, se encienden las luces rojas de emergencia. Alguien podrá preguntarse de dónde viene la afición de Almodóvar a incluir bolerazos en sus películas, los karaokes proceden de Schroeter, y la respuesta está en las películas de Hermosillo, también de dónde viene su abigarrado, colorista, universo kistch, y tampoco hace falta irse muy lejos, Méjico, el cine mejicano, y algunas películas de Hermosillo. En concreto “Encuentro inesperado” (1993), de la que estoy completamente seguro que tiene que ser una película de cabecera para Almodóvar, lo reconozca o no, allá cada cual con sus complejos, con sus mezquindades.
  • 23. 23 Desde el primer acorde, desde el primer collage, tienes la sensación de que te suenan de algo, de que los has visto, oído, antes, aunque sean en versión de los chinos, en películas posteriores de Almodóvar, las de los 90 y las de la primera década del siglo XXI, es como reencontrarte con las fuentes, originarias, del vampírico universo Almodóvar, especialista en refritos, en fritanga, light. Sí, light, porque por mucho que Almodóvar tenga fama de excesivo, de provocador, más bien gritón, histérico, me cuesta imaginar una película suya en la que un viejo moribundo se dedique a comerle el coño a un maniquí de Lucha Villa, a la que Hermosillo dedica un sentido homenaje cinematográfico al principio de la película digno de Joseph Cornell (“Rose Hobart”), eso solo está al alcance del anarquista morboso Hermosillo, un destroyer con la apariencia bonancible, inofensiva, del abuelo de Heidi. La película tiene una atmósfera decadente, enfermiza, crepuscular, de nostalgia agresiva, que recuerda a películas como “El crepúsculo de los dioses” de Wilder, “¿Qué fue de Baby Jane?” de Aldrich, “La muerte y la doncella” de Polanski o “Eva al desnudo” de Mankiewicz, pero resuelta con una elegancia, dignidad, ajena a Almodóvar, que aunque se sueña Quijote, siempre será un Sancho Panza frívolo, y bien está que así sea, tiene que haber de todo en la viña del señor. El duelo interpretativo de Lucha Reyes y María Rojo recuerda al de Leonor Silvera y Leonor Baldaque en “El principio de la incertidumbre” (2012) de Oliveira, con la diferencia de que aquí el aplomo, empaque, desgana de gran diva de Lucha Reyes, como si de una Greta Garbo de voz cavernosa se tratase, maravilloso como fuma, como canta sin cantar, desarma por completo a la chaparrita María Reyes, relegándola a la condición de espectadora privilegiada, crispada, envidiosa, de una función sublime, de una master-class de actuación, de presencia, prestancia, escénica. Genial como Hermosillo recorre la casa y genera extrañeza con esas fantasmales transparencias, con esos carraspeos en off, que parecen vahos de la conciencia. Solo Oliveira en “El Quinto Imperio”, es capaz de sostener toda una película extraña, misteriosa, en una secuencia única, sin resultar teatral, afectado, sacando todo el jugo posible al escenario, la geografía, de una mansión viscontiniana. No menos genial la reflexión sobre la irresponsabilidad, egoísmo, ensimismamiento, de los creadores, y la mezquindad, frustración, de los aspirantes, y el inquietante, abierto, final, de nuevo para enmarcar.
  • 24. 24 7- NAUFRAGIO (1977) Mi película favorita de Rohmer es, todavía, “Cuento de invierno”, y considero a “Naufragio”, curiosa anticipación, mejor, luego tirando por elevación, exageración, Hermosillo es más grande que Rohmer, mucho más profundo, sensual, sutilmente inmoral. Y con los mismos mimbres, existencialismo, predestinación, naturalidad a borbotones, y planos secuencia dilatados en los que la palabra es acción, no retórica cultureta, o colección de citas, de máximas. En donde la mayoría de los directores naufragan, las escenas de intimidad, no solo amorosas, sexuales, Hermosillo se crece, se viene arriba. De nuevo los tiempos muertos de cocina, marca de agua Hermosillo, brillan a gran altura, ni Akerman en sus buenos tiempos. El guión es obra del cuentista santanderino- charrúa José de la Colina, basado en el relato de Joseph Conrad “Mañana”.
  • 25. 25 ¿La gran diferencia con Rohmer? Que Hermosillo es más desnudo, transparente, cruel, fatalista, que aquí la mujer protagonista no es una tarada indecisa ni un objeto sexual, espejo, para los hombres, al margen de que María Rojo es tan inquietante, bella, como la musa de Rohmer, Béatrice Romand. El final, inolvidable como en todas sus películas, está a la altura de la voladura de “Zabriskie Point” de Antonioni, casi nada.
  • 26. 26 8- MARÍA DE MI CORAZÓN (1979) Cuando recientemente murió el Premio Nobel de literatura Gabriel García Márquez, la opinión era unánime, a pesar del declarado amor de García Márquez al cine, dedicó gran parte de su vida a enseñar a escribir guiones, el cine no le había hecho justicia a sus libros, ni a sus guiones, no había ninguna película reseñable, recomendable. Como había tenido la desgracia de ver varios de esos engendros adaptados, “El coronel no tiene quien le escriba”, “Crónica de una muerte anunciada”, etc., pues mi opinión era coincidente, García Márquez y el cine eran incompatibles, dos lenguajes que se repelen. Y si no llega a ser por la irrupción inesperada de Hermosillo en mi memoria cinéfila, me hubiera ido con ese prejuicio a la tumba. Craso error, “María de mi corazón” redime para el cine, cum laude, a García Márquez, luego el problema no es que García Márquez no fuera trasplantable al cine, sino que no dio con el director adecuado, con un gran director, lo que es, de largo, Jaime Humberto Hermosillo. Como lo que opine yo sobre la película importa poco, corto y pego lo que opinaba el propio García Márquez de ella:
  • 27. 27 “Hace unos dos años, le conté un episodio de la vida real al director mexicano de cine Jaime Humberto Hermosillo, con la esperanza de que lo convirtiera en una película, pero no me pareció que le hubiera llamado la atención. Dos meses después, sin embargo, vino a decirme sin ningún anuncio previo que ya tenía el primer borrador del guión, de modo que seguimos trabajándolo juntos hasta su forma definitiva. Antes de estructurar los caracteres de los protagonistas centrales, nos pusimos de acuerdo sobre cuáles eran los dos actores que podían encarnarlos mejor: María Rojo y Héctor Bonilla. Esto nos permitió además contar con la colaboración de ambos para escribir ciertos diálogos, e inclusive dejamos algunos apenas esbozados para que ellos los improvisaran con su propio lenguaje durante la filmación. Lo único que yo tenía escrito de esa historia -desde que me la contaron muchos años antes en Barcelona- eran unas notas sueltas en un cuaderno de escolar, y un proyecto de título: «No: yo sólo vine a hablar por teléfono». Pero a la hora de registrar el proyecto de guión nos pareció que no era el título más adecuado, y le pusimos otro provisional: María de mis amores. Más tarde, Jaime Humberto Hermosillo le puso el título definitivo: María de mi corazón. Era el que mejor le sentaba a la historia, no sólo por su naturaleza, sino también por su estilo. La película se hizo con la aportación de todos. Creadores, actores y técnicos aportamos nuestro trabajo a la producción, y el único dinero líquido de que dispusimos fueron dos millones de pesos de la universidad veracruzana; es decir, unos 80.000 dólares, que, en términos de cine, no alcanzan ni para los dulces. Se filmó en dieciséis milímetros y en color, y en 93 días de trabajos forzados en el ambiente febril de la colonia Portales, que me parece ser una de las más definitivas de la ciudad de México. Yo la conocía muy bien, porque hace más de veinte años trabajé en la sección de armada de una imprenta de esa colonia, y por lo menos un día a la semana, cuando terminábamos de trabajar, me iba con aquellos buenos artesanos y mejores amigos a bebernos hasta el alcohol de las lámparas en las cantinas del barrio. Nos pareció que ese era el ámbito natural de María de mi corazón. Acabo de ver la película ya terminada, y me alegré de comprobar que no nos habíamos equivocado. Es excelente, tierna y brutal a la vez, y al salir de la sala me sentí estremecido por una ráfaga de nostalgia. María -la protagonista- era en la vida real una muchacha de unos veinticinco años, recién casada con un empleado de los servicios públicos. Una tarde de lluvias torrenciales, cuando viajaba sola por una carretera solitaria, su automóvil se descompuso. Al cabo de una hora de señas inútiles a los vehículos que pasaban, el conductor de un autobús se compadeció de ella. No iba muy lejos, pero a María le bastaba con encontrar un sitio donde hubiera un teléfono para pedirle a su marido que viniera a buscarla. Nunca se le habría ocurrido que en aquel autobús de alquiler, ocupado por completo por un grupo de mujeres atónitas, había empezado para ella un drama absurdo e inmerecido que le cambió la vida para siempre.
  • 28. 28 Al anochecer, todavía bajo la lluvia persistente, el autobús entró en el patio empedrado de un edificio enorme y sombrío, situado en el centro de un parque natural. La mujer responsable de las otras las hizo descender con órdenes un poco infantiles, como si fueran niñas de escuela. Pero todas eran mayores, demacradas y ausentes, y se movían con una andadura que no parecía de este mundo. María fue la última que descendió sin preocuparse de la lluvia, pues, de todos modos, estaba empapada hasta el alma. La responsable del grupo se lo encomendó entonces a otras, que salieron a recibirlo, y se fue en el autobús. Hasta ese momento, María no se había dado cuenta de que aquellas mujeres eran 32 enfermas pacíficas trasladadas de alguna otra ciudad, y que en realidad se encontraba en un asilo de locas. En el interior del edificio, María se separó del grupo y preguntó a una empleada dónde había un teléfono. Una de las enfermeras que conducía a las enfermas la hizo volver a la fila mientras le decía de un modo muy dulce: «Por aquí, linda, por aquí hay un teléfono». María siguió, junto con las otras mujeres, por un corredor tenebroso, y al final entró en un dormitorio colectivo donde las enfermeras empezaron a repartir las camas. También a María le asignaron la suya. Más bien divertida con el equívoco, María le explicó entonces a una enfermera que su automóvil se había descompuesto en la carretera y sólo necesitaba un teléfono para prevenir a su marido. La enfermera fingió escucharla con atención, pero la llevó de nuevo a su cama, tratando de calmarla con palabras dulces. «De acuerdo, linda», le decía, «si te portas bien, podrás hablar por teléfono con quien quieras. Pero ahora no, mañana». Comprendiendo de pronto que estaba a punto de caer en una trampa mortal, María escapó corriendo del dormitorio. Pero antes de llegar al portón, un guardia corpulento le dio alcance, le aplicó una llave maestra, y otros dos le ayudaron a ponerle una camisa de fuerza. Poco después, como no dejaba de gritar, le inyectaron un somnífero. Al día siguiente, en vista de que persistía en su actitud insurrecta, la trasladaron al pabellón de las locas furiosas, y la sometieron hasta el agotamiento con una manguera de agua helada a alta presión. El marido de María denunció su desaparición poco después de la media noche, cuando estuvo seguro de que no se encontraba en casa de ningún conocido. El automóvil -abandonado y desmantelado por los ladrones- fue recuperado al día siguiente. Al cabo de dos semanas, la policía declaró cerrado el caso, y se tuvo por buena la explicación de que María, desilusionada de su breve experiencia matrimonial, se había fugado con otro.
  • 29. 29 Para esa época, María no se había adaptado aún a la vida del sanatorio, pero su carácter había sido doblegado. Todavía se negaba a participar en los juegos al, aire libre de las enfermas, pero nadie la forzaba. Al fin y al cabo, decían los médicos, así empezaban todas, y tarde o temprano terminaban por incorporarse a la vida de la comunidad. Hacia el tercer mes de reclusión, María logró por fin ganarse la confianza de una visitadora social, y ésta se prestó para llevarle un mensaje a su marido. El marido de María la visitó el sábado siguiente. En la sala de recibo, el director del sanatorio le explicó en términos muy convincentes cuál era el estado de María y la forma en que él mismo podía ayudarla a recuperarse. Le previno sobre su obsesión dominante -el teléfono- y le instruyó sobre el modo de tratarla durante la visita, para evitar que recayera en sus frecuentes crisis de furia. Todo era cuestión, como se dice, de seguirle la corriente. A pesar de que él siguió al pie de la letra las instrucciones del médico, la primera visita fue tremenda. María trató de irse con él a toda costa, y tuvieron que recurrir otra vez a la camisa de fuerza para someterla. Pero poco a poco se fue haciendo más dócil en las visitas siguientes. De modo que su marido siguió visitándola todos los sábados, llevándole cada vez una libra de bombones de chocolate, hasta que los médicos le dijeron que no era el regalo más conveniente para María, porque estaba aumentando de peso. A partir de entonces, sólo le llevó rosas.” Gabriel García Márquez (1981)
  • 30. 30 9- LAS APARIENCIAS ENGAÑAN (1978) Desconozco si Carlos Vermut conoce el cine de Jaime Humberto Hermosillo, si es no, ya está tardando en conocerlo, siendo buñueliano confeso Hermosillo se convertirá ipso facto en su padre espiritual, y en el de todos los nuevos directores huérfanos de un referente, de un maestro, de un gurú, de un ángel caído, al que poder encomendarse, invocar, rezar. Esta frase de la película deberían tatuársela en la retina todos los directores o aspirantes a ello: “No hagas cosas malas que parezcan buenas, ni buenas que parezcan malas”. El título de la película, “Las apariencias engañan”, podría servir como definición perfecta del cine de Jaime Humberto Hermosillo, traicionar las expectativas, prejuicios, del espectador, revolverle, es su Norte, su Sur. En sus películas nada es lo que parece, hasta el pitido final no puedes hacer un juicio de valor, una interpretación certera, todo lo que habías pensado durante el transcurso de la película siempre al final tiene que ser repensado, actualizado, dado la vuelta. Sus películas son abiertas, en todos los sentidos, también de patas, tragicomedias que no te dejan mal sabor de boca sino con el culo partido, y con ganas de más, como cuando te cantan las verdades del barquero y lejos de indignarte, de ofenderte, te apetece poner la otra mejilla. El humor de Hermosillo es tan salvaje, imprevisible, cruel, que es imposible tomárselo a mal, Cioran se partiría la caja con él.
  • 31. 31 “Las apariencias engañan”, la versión rumbera de “La ley del más fuerte” de Fassbinder, es una antología de sarcasmo surrealista, de mala ostia con temple, a lo Altman, a lo Berlanga en color, o “Plácido”, también con los prescindibles desnudos, que aquí sí son explotación, Méjico tampoco pudo escapar a la forzada etapa del destape. No me creo que Egoyan, “Next of kin” (Parientes cercanos), Luciana Kaplan, “Cuentos chinos”, y Almodóvar, “La piel que habito”, no se inspiraran en ella para realizar sus respectivas películas, por supuesto sin llegar tan lejos en la provocación, en la crítica, en la burla, del machismo, de la institución familiar, del matrimonio, de la moralidad clase media judeo- cristiana, como Hermosillo. Un director que siempre se deja llevar, que nunca pisa el freno, que lleva el axioma de Buñuel de solo es libre la imaginación, hasta las últimas consecuencias, hasta el límite de la doblez, de la acidez, del todo es mentira, como “Close-Up” de Kiarostami.
  • 32. 32 10- EL MISTERIO DE LOS ALMENDROS (2002) Pocos directores han ahondado tanto, por no decir ninguno, en las profundidades, abismos, de los instintos, el sexo y la muerte, dos instintos que según Hermosillo, y los románticos, en su vertiente más trágica, suicida, están íntimamente unidos, son dos caras de la misma moneda. O dicho de otro modo, la represión de los instintos, sexuales, conducen al terrorismo, al crimen, al asesinato, una forma como otra cualquiera de sublimar, saciar, el amor. Porque a pesar de la tensión sexual, no resuelta, que lógicamente acaba estallando, eyaculando, por las bravas, el dolor de huevos es lo que tiene, pues “El misterio de los almendros” es una historia de amor, correspondido, con mayúsculas, de las que van más allá de la muerte, de las que solo se cumplen, se realizan por completo, con la unión, fusión, de las cenizas. Un amor desesperado, fatal, en casi todas sus vertientes posibles, heterosexual, homosexual, lésbico, que Hermosillo narra con sobriedad, elegancia, contención, huyendo del habitual arrebato, histerismo, del melodrama mexicano, hispanoamericano, latino, ibérico, consiguiendo que la tensión sexual, moral, formal, vaya en un continuo crescendo, apenas apreciable, que acaba en traca, en brutal, e inesperada, erupción.
  • 33. 33 La habitual ruptura de las convenciones, de las expectativas del espectador, del cine de Hermosillo, un verdadero especialista, maestro, en desentrañar lo que se oculta debajo de las apariencias, de las máscaras, de las hipocresías, con las que nos barnizamos a diario para ser aceptados por la sociedad, por la comunidad. Una huida de nuestro verdadero yo, de nuestros verdaderos deseos, que lo único que genera es una frustración, angustia, tan salvaje, que a poco que se exteriorice, acaba como el Rosario de la Aurora. Una reivindicación de la apertura mental, de la divergencia, de la provocación, de la libertad, también sexual, aunque conduzca a la soledad, al aislamiento, a la marginación, sin falsos moralismos, purismos, religiosos, culturales, sociales. Un Buñuel (“Abismos de pasión”, “Ese oscuro objeto del deseo”), un Truffaut (“La mujer de al lado”) sin frenos de ningún tipo, las pollas no se ocultan, ni excesos de cinefilia, salvo el evidente homenaje a Orson Welles, cambiando el legendario trineo con la inscripción Rosebud, por un inquietante, incestuoso, cuadro siempre en fuera de campo, para la mirada del espectador, la encarnación simbólica más brillante, cinematográfica, del deseo, el equivalente a la cajita de “Belle de jour”, o al saco de “Ese oscuro objeto del deseo”, ambas de Luis Buñuel.
  • 34. 34 Como sucede con todas las grandes películas de Hermosillo, con todos los grandes directores, la película remite a otras suyas, “La pasión según Berenice”, y sobre todo “Encuentro inesperado”, casi se podrían calificar de díptico, formalmente, atmosféricamente, son gemelas. Ambas se desarrollan en el ambiente cerrado, claustrofóbico, de una especie de mansión. Ambas adoptan la apariencia de una película de suspense, policiaca, aunque solo sea como método para encauzar, hacer explotar, los sentimientos, los instintos. Ambas cuentan con María Rojo, que en esta ocasión pasa de invitada, de criada, a anfitriona, a maestra de ceremonias, cuajando de nuevo una interpretación fascinante, abierta. Ambas comparten idéntico guionista, Arturo Villaseñor, que escribe un libreto magistral. Como en todas sus películas, Hermosillo expone primero la tesis, el discurso, la sociedad no perdona la honestidad, es como mostrarse desnudo, y luego lo pone rotundamente en práctica, como buen fatalista. Quien quiera ver la película solo como la historia, pasión oculta, de un par de amigos heterosexuales por defecto, u homosexuales, jotos, vocacionales, que se lo haga mirar, la represión, la frustración, es algo universal, estereosexual, y los armarios unisex.
  • 35. 35 11- DOÑA HERLINDA Y SU HIJO (1985) Todos los grandes directores de la historia del cine, y Hermosillo es uno de ellos, han tenido malentendidos con el público, falta de comprensión, de sintonía, entre ambos. Todo lo que se sale de la norma, que necesita un plus de atención, de empatía, tiende a ser ignorado, o malinterpretado. Si el público espera A, y le das B, ese público convencional, aborregado, juzgará la película no como B, sino como no A. Lo más difícil para el espectador es saber coger el tono, captar las secretas intenciones del director, ir más allá de la literalidad de las imágenes, de las palabras. Si ya es difícil discernir en la vida real, con personas conocidas, cuando te están hablando en serio o en broma, con ironía o con sarcasmo, viendo una película es casi una cuestión de fe, de intuición. Si te equivocas en calibrar el tono, una comedia puede convertirse en un drama, o peor aún, un drama en una comedia. Presuponer cierta inteligencia, ambigüedad, en los directores, debería ser el punto de partida para cualquier espectador, en el caso del irónico Hermosillo una obligación. El principal problema de “Doña Herlinda y su hijo” para el espectador, es saber ubicarla en el lugar adecuado, saber cogerla el punto, el puntazo sarcástico.
  • 36. 36 Hay espectadores españoles, mejicanos, que ignoran el significado de las palabras ironía, distanciamiento, y si lo conocen, en cuanto oyen la expresión “amor homosexual” la sangre no les sube a la cabeza. La fina ironía de Hermosillo, su distanciamiento humorístico, tanto en contenido como en forma, la inexpresividad deliberada, los dobles sentidos, los diálogos trampa, aparentemente insustanciales, la estructura paralela y contrapuntística, no son comprendidos, disfrutados, valorados, por el espectador superficial, cortito, el que no va más allá de la literalidad del argumento.
  • 37. 37 El genial personaje de la madre, la protagonista en la sombra, quien mueve los hilos, es de una sutileza en su humor, en su mala ostia, que es imposible no rendirse ante la inteligencia de su construcción. Todas y cada una de sus apariciones son significativas, todas tienen múltiples lecturas, es la directora dentro de la película, y sin apenas inmutarse, con la elegancia de un ladrón de guante blanco, de un amable vampiro emocional. “Doña Herlinda y su hijo” no es una película sobre un triángulo amoroso homosexual, la anécdota, el cliché de los melodramas heterosexuales, sino sobre la hipocresía burguesa, sobre el mantener las apariencias de normalidad a toda costa, sobre el matriarcado, feroz, castrador, de los latinos, que como las arañas, van tejiendo lentamente sus hilos hasta dejar atrapados a todos los personajes sin remedio, sin que apenas se enteren. Genial como Hermosillo utiliza la música popular mejicana para explicitar, exagerar, los sentimientos, y provocar extrañeza, humor, como en los descacharrantes bailecitos rockeros domingueros, abiertos por supuesto por ancianos. Hermosillo desnuda el melodrama, lo desdramatiza, a base de tolerancia, de naturalidad, transformando lo que en cualquier otra película sería fuente de conflictos, de explosiones de violencia, los celos, las traiciones, las injusticias, el clasismo, en inofensivas, bucólicas, escenas costumbristas. Todos los personajes lejos de luchar entre ellos para ocupar su propio espacio, para buscar su felicidad, acaban siendo amigos, asumiendo sin resistencia, sin rechistar, el rol secundario que les ha otorgado, generosamente, la madre, Hermosillo, dos pasivos agresivos. Para no variar, como en todas sus películas, el final es sublime, antológico.
  • 38. 38 13- CONFIDENCIAS (1982) Lo bueno de que María Rojo sea la actriz fetiche de Hermosillo es que podemos disfrutar de sus magistrales actuaciones en diferentes registros. Una veces de mucama y otras de señora, y en ambos casos igual de creíble, de espontánea. Esta vez le toca el turno de empleada del hogar falsamente ingenua, de proletaria con aspiraciones de señora, que ejerce de contrapunto moralista, sensato, al personaje de la casquivana, hijaputa, señora, demostrando que el tener clase, decencia, dignidad, no es una cuestión de dinero, ni de cuna. Hermosillo subvierte de esta manera el tópico de la criada facilona, alocada, y de la señora reprimida, conservadora. Desmontando también la fábula de que a mayor educación mayor sensibilidad, bondad. Más bien todo lo contrario, a mayor educación, a mayor nivel económico, mayor hipocresía, doble moral, mayor cinismo, menor capacidad para la alegría, para la empatía.
  • 39. 39 El personaje de la señora es un manual de manipulación, de susceptibilidad, la típica amargada que está siempre a la defensiva, que busca despertar, forzar, la confianza a patadas, y proyecta en los demás todas sus inseguridades, obsesiones, complejos. Increíble como Hermosillo consigue plasmar el cerco, el acoso, la red, que la señora va tejiendo poco a poco en torno a la criada, hasta anularla, vampirizarla, por completo. El trabajo con el espacio, esa cortina que invade el plano, la secuencia del supermercado, con la cámara, sinuosa, elegante, precisa, es espectacular, Hermosillo desarrolla toda la película a base de dilatados, envolventes, planos secuencia, cambiando de escala de planos sin necesidad de corte, utilizando magistralmente los espejos. Enclaustrando la historia en apenas un par de localizaciones sin resultar teatral, rígido, plano. “Confidencias” es “Las amargas lágrimas de Petra Von Kant” sin distanciamiento, la anticipación, boceto, de “Encuentro inesperado”.
  • 40. 40
  • 41. 41 La pasión del cine según Jaime Humberto (Prólogo al guión de “La pasión según Berenice”) 1 Una cámara de cine en la familia Conocí a Jaime Humberto Hermosillo en los primeros años del CUEC, el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos. Estábamos en la situación de ser él un “alumno” y yo un “maestro”. Las comillas indican una situación puramente hipotética. Lo real era que compartíamos una misma pasión por el cine, por ciertos cineastas, y esto nos hizo amigos. Desde entonces nuestra amistad, siendo tan genuina, ha sido también “a la manera inglesa”, vale decirlo. Hay una frase que tal vez se deba al doctor Johnson, eso no lo sé, pero que seguramente es de un autor inglés, eso sí lo sé: “Quisiera tener un amigo de toda la vida con el cual nunca dejara de tratarme de usted”. Hermosillo y yo hemos pasado muchas horas en grata conversación sobre cine, en la escritura de argumentos o adaptaciones (suelo decir que no soy escritor de cine, sino escritor del cineasta Hermosillo), pero nunca nos hemos hablado de tú.
  • 42. 42 En su ciudad natal, Hermosillo había estudiado para contador privado y era un cinéfilo fervoroso. “En Aguascalientes la diversión más accesible era el cine, así que iba mucho con mis hermanos. Y cuando digo mucho es en serio. Un día llegué a ver siete películas: tres en la matiné, dos en la función de la tarde y dos en la de la noche”. Hermosillo llegó a la capital del país cuando tenía 17 años y comenzó a trabajar en las oficinas de un fraccionamiento de la colonia Lindavista. “Estaba deslumbrado por Eugenio O´Neill y su bora, el cine me parecía inaccesible, soñaba con ser dramaturgo y escribí una obra en un acto que no pasó del borrador. El cine me seguía ‘jalando’ [tirando]. La aparición del número de Nuevo Cine dedicado a Buñuel fue definitiva en mi vida. Me impactó enormemente”. Nuevo Cine era una revista que escribíamos y sosteníamos económicamente varios cinéfilos formados en un grupo del mismo nombre. El consejo de redacción lo componíamos Salvador Elizondo, José Miguel García Ascot, Emilio García Riera, Gabriel Ramírez y quien esto escribe. Con todas sus limitaciones materiales y de contenido, la revista, que publicó 9 números, ha sido un hecho importante para la cinefilia en México. Fue acaso la primera que, yendo más allá de la mera fascinación por el espectáculo de las pantallas, y de la paternalista curiosidad de algunos intelectuales mexicanos sobre la posibilidad de un “séptimo arte”, intentó hacer aquí una moderna crítica cinematográfica. A los prestigiosos Cahiers du Cinéma les debíamos mucho, entre otras cosas la revalorización del cine norteamericano y la noción del cineasta como un autor. Con el cine nacional practicábamos la crítica despiadada que se merecía. Cuando Buñuel realizó Viridiana y obtuvo en Cannes un premio ex aequo, desatando una tempestad en cierto sector del Vaticano y un escándalo en la España franquista, dedicamos al mayor cineasta de habla española un número monográfico, ese que tanto impresionaría a Hermosillo. Por lo demás, el panorama de la producción mexicana de cine era entonces, para no variar, enteramente desolador. El cine lo hacían los mismos que llevaban malhaciéndolo treinta años, dentro de un coto sindical que, en efecto, era inaccesible a los jóvenes. El grupo Nuevo Cine se había propuesto la realización
  • 43. 43 de películas, de manera marginal respecto a la industria. Con nosotros se hallaba José Báez Esponda, que realizó por su cuenta un film-testimonio, Carnaval Chamula. Elizondo, que no tardaría en decidirse por la práctica exclusiva de la literatura, confeccionaba un poco en secreto una película estelarizada por las momias (en sentido literal) de Guanajuato. José Luis González de León dirigía una película más o menos industrial, de producción mexicano-norteamericana, The big drop, que yo nunca vi. La película que en cierta forma expresó las inquietudes del grupo fue En el balcón vacío, filmada, con medios irrisorios y en los inevitables 16 milímetros por García Ascot, sobre argumento de María Luisa Elío y con la muy cercana colaboración de García Riera, coadaptador y “extra” proliferante. Gente de generaciones más jóvenes se habían acercado a la revista: Juan Manuel Torres, Paul Leduc, Fernando Macotela, etcétera, y hubiera sido de esperarse que también lo hubiera hecho Hermosillo, pero Nuevo Cine dejó de salir en 1962 y el cinéfilo hidrocálido empezó a escribir para una revista llamada Cine Avance de la cual nada sé. Cuando se fundó el CUEC, Hermosillo se inscribió como alumno, dedicando al estudio del cine el poco tiempo que le dejaba su trabajo en las oficinas del fraccionamiento de la Lindavista. En el CUEC estábamos como maestros algunos miembros del grupo Nuevo Cine. Maestros que, me temo, enseñábamos muy poco, pues casi conocíamos el cine solamente “a ojo”. Por lo demás, la escuela tenía pocos medios para el aprendizaje práctico. Los muchachos aprendían el cine sobre todo en las salas cinematográficas y en los cineclubes, es decir: también “a ojo”. Tanto entre los “maestros” como entre los “alumnos” del CUEC había cinéfilos de todas las tendencias, pero éstas, a mi juicio, se “polarizaban” en cinéfilos puros y cinéfilos ideologizados. Los cinéfilos puros no es que fueran partidarios del séptimo arte por el séptimo arte y nada más: podían tener inquietudes sociales y políticas, pero no sentían que su gusto y su amor por el cine debían ser sometidos a ellas. Los ideologizados (que, según creo recordar, todavía no alcanzaban en el CUEC la preeminencia numérica ni el fervor vociferante un tanto inquisitorial que después adquirirían) veían el cine como un medio para
  • 44. 44 alcanzar un fin: la revolución políticosocial, a la cual muchos de ellos la tenían “programada” en su reloj despertador para mañana o pasado mañana. Jaime Humberto Hermosillo y su amigo inseparable Alberto Bojórquez pertenecían al bando de los cinéfilos puros, o de los holywoodizados, como los llamaban algunos de sus condiscípulos. Comentar o discutir una toma- secuencia, un plano o un mero detalle casi imperceptible de tal o cual película, generalmente de Hollywood, les consumía exaltadas horas entre las clases, en los autobuses o en los intermedios de las exhibiciones cinematográficas. Tenían claro, sus cineastas favoritos: Frtiz Lang o Hitchcock o Raoul Walsh o John Ford o Vicente Minnelli o Rossellini o Godard o Truffaut, o todos ellos juntos, y también la “nueva ola” francesa. Si, como había dicho un cahieriste du cinéma, en cine “la moral es asunto de travellings”, allí estaba Hitchcock para demostrarlo, y si “los travellings eran asunto de moral”, allí estaba Nicholas Ray como ejemplo. Bojórquez era capaz de explayarse hasta el alba sobre un leve aleteo de la falda de Debbie Reynolds en Cantando en la lluvia o el modo primero terrible y luego tierno con que John Wayne alzaba en brazos a Nathalie Wood en The Searchers (Más corazón que odio), o como Dorothy Malone descendía en paracaídas, sus adorables piernas al aire, en Pylon. Por su parte, Hermosillo callaba (para mí era el silencioso Hermosillo), pero se advertía con qué intensidad compartía aquellos puntos de vista y los relacionaba con los suyos propios. A mí me recordaban a los protagonistas titulares de Jules y Jim, la película de Truffaut, sin poder determinar cuál de los dos era Jules y cuál Jim. Los encontraba en las más remotas salas de cine de barriada, persiguiendo un western o una comedia musical de algún cineasta bien amado. Estuve con ellos en más de una tertulia postcinematográfica cuya mesa convivencial era a veces también visitada por evocaciones de autores literarios: Stevenson o Conrad o Baroja o Hemingway u O´Neill. Por esos tiempos Hermosillo se había comprado una cámara de 16 milímetros que se llevó sus ahorros y fue el tesoro de la familia Hermosillo pero también su terror: alguien, un visitador furtivo de la Colonia Lindavista, podía robarla. Creo que la familia entera, por turnos individuales, montó guardia en torno a la cámara y hasta llegó a cambiarse a una casa menos propicia al posible robo.
  • 45. 45 Este “velar las armas” en el seno de una familia en torno a la cámara cinematográfica adquiere un valor simbólico en el caso de Hermosillo, a quien, como señala Tomás Pérez Turrent, todo el mundo reconocería luego como “cineasta interesado en el núcleo familiar”. Por si esto fuera poco, Hermosillo haría entrar a los de su familia, como actores, en sus películas. Particularmente a su madre, la señora Guadalupe Delgado de Hermosillo, una actriz nata y sobre todo una presencia. Cuando preparaba el guión de su primer ejercicio cinematográfico Hermosillo escribió una especie de declaración de principios: “hacer un cine intimista interpretado por familiares o amigos e inventarles una pequeña trama que a ellos pudiera sucederles”. Aquí, con palabras muy semejantes a las que escribió Truffaut antes de lanzarse a filmar, se encuentra ya prefigurado en gran parte el cine de Hermosillo. Los pequeños “borradores” en 16 milímetros que hizo con medios irrisorios, Homesick y S. S. Glencairn, se ajustan ya a ese modo “intimista” de concebir el cine. Ya veremos más adelante cómo ese “intimismo” puede ser más infernal que paradisiaco. En lo que se refiere a esos dos primeros intentos, tan limitados técnicamente, tan tentativos en su forma, pero a la vez tan positivamente premonitorios de una vocación indeclinable, diré tan sólo que en ellos hay como un eco de estas palabras de Thomas Wolfe en Del tiempo y del río: ¿Dónde descansará el fatigado? ¿Cuándo se volverá al hogar el fatigado de corazón? ¿Qué puertas se abren para el peregrino? ¿Y cuál de nosotros encontrará a su padre, conocerá su rostro, y en qué lugar, y en qué épocas, y en qué tierras? ¿Dónde? Donde pueda morar para siempre el que tiene el corazón exhausto, donde pueda encontrar paz el cansado de ambular, donde puedan acallarse para siempre el tumulto, la fiebre y el furor. A partir de su primer contacto con aquella cámara-estilográfica, esa vocación será inteligentemente terca. Entre 1969 y 1981 Hermosillo ha realizado una decena de películas, sea en el cine marginal al que siempre encuentra una ventana para el retorno, sea en el cine industrial, tan poco acogedor para cineastas como él. Su “carrera”, si hemos de resignarnos a dar ese nombre detestable a su vocación devoradora, a los resultados de su pasión (la pasión del cine según Jaime Humberto), empieza ya a ser una obra considerable, con
  • 46. 46 algunos títulos que marcan el cine mexicano contemporáneo. (Me ha tocado la suerte de acompañar esa “carrera”, en ocasiones muy de cerca, y creo que algo puedo decir de la obra que de ella está resultando, siquiera sea porque dicha obra resuena mucho en mí. En esto que digo casi no tomo en cuenta las oportunidades que me ha dado Hermosillo para colaborar en un cine que a final de cuentas es cabalmente suyo. Esa colaboración es resultado de unos vasos comunicantes entre formas de ver y sentir el mundo que, más allá de las diferencias, o partiendo muchas veces de ellas, acaso comparten una tonalidad del pensar y el sentir el cine y muchas cosas que el cine tal vez pueda expresar).
  • 47. 47 2 Por el agua y por el fuego Si proyecto las películas de Hermosillo en la pantalla de la memoria, todas tienden a formar allí una sola película cuyos personajes muestran un “aire de familia”. Sin ningún cuidado de unidad impuesta, el mundo de Hermosillo tiene una coherencia interior, responde a la solicitación de una mirada minuciosa que práctica el amor y la crítica, simultáneamente, sobre esos personajes, ese mundo. Y en la misma pantalla de mi memoria el Miguel Ángel de Naufragio, marinero momentáneamente en tierra, se encuentra con Berenice, la incendiaria de la casa familiar, y los dos conversan en un café. El mar y el fuego han marcado a cada uno de ellos: a Miguel Ángel le falta un brazo y Berenice tiene en la mejilla la señal de una llamarada. Los niños aventureros de Matinée, al final de su accidentado periplo, han encontrado unos padres ideales en la pareja de funámbulos amantes de María de mi corazón. La terrible madre asesina de Los nuestros acecha desde una azotea a Jorge y Gustavo del Cumpleaños del perro, que para realizar su amistad, que acaso tenga otro
  • 48. 48 nombre, se disponen a abandonar el círculo hogareño. Adriana, la (el) hermafrodita de Las apariencias engañan se introduce en la encristalada buhardilla de las Julia y July de El amor libre y se desnuda ante ellas. Mientras el Señor de Osanto (¿el señor Dios Santo?) agoniza, Amparito la de Naufragio lo vela anticipadamente y sueña con el hijo al fin ganado por el mar, y el mar entre por la ventana y combate con el fuego que como un tigre disperso devora las otras habitaciones. Seres que componen una sola familia, la familia mítica, de la que se escapan y a la que retornan para volver a escapar, en un va-y-ven sin fin, estos personajes desean el hogar sin dejar de desear estar en otra parte, “anywhere out of this world”. Los personajes protagónicos de Hermosillo, guardianes o tránsfugas del círculo familiar, apegados a las relaciones tradicionales, a las leyes del clan, o bien consciente o inconscientemente rebelados contra ese círculo y esas leyes, inscritos con frecuencia en un contexto social de mediocre clase media, son demonios o ángeles en escala humana, urbana, doméstica. Son “los nuestros”: comparten con nosotros su aire de familia. El espectador se reconoce en ellos, a veces con amor y ternura, otras con un íntimo espanto. Viven y nos rodean y en ocasiones están dentro de nosotros. Son nuestra tragicomedia humana, aquí, donde les y nos tocó: en Mexiquito. Se lanzan o son lanzados a pequeñas aventuras regidas por el azar, la libertad, el amor y la amistad, sin alcanzar nunca un amplio horizonte, una autorrealización total, porque el vampirismo social, lo cotidiano y vulgar, la oficina y la necesidad del dinero, los alcanzan aquí y allá. Muchos de ellos tal vez no tendrán más remedio que volver al hogar (el departamento en la colonia Lindavista o los multifamiliares de Tlatelolco, o la casona de Aguascalientes, o el feudo de los Osanto en Titinzán): el hogar desmantelado por el agua y el fuego. O bien, si definitivamente han escapado, acaso el mar no corresponda a sus sueños, acaso el manicomio los aceche al final de la carretera... Los nudos de la familia y de la amistad y el amor se deshacen. ¿Qué enemigo hay tras el rostro del padre o la madre o el hermano? Las puertas que se abren para el peregrino ¿dan a un cielo más allá del tablero de azoteas, o al pequeño y devorador infierno doméstico?
  • 49. 49 He tratado de esbozar un ámbito, un “clima”, sin pretender haber agotado el mundo del cine de Hermosillo. Universo íntimo, sí, de un cineasta que ha sido fiel a su vocación de cinematografiar aquello que conoce, que lo rodea, que está en él. La familia, pequeña sociedad; la sociedad, monstruosa familia de desconocidos. Las leyes del clan contra el estallido del deseo con sus leyes sin ley. El rebaño apretujándose en la noche, temeroso del visitante inesperado (tal vez es a final de cuenta uno de “los nuestros”) que vendrá a trastornarlo todo. El solitario entre “los suyos”, el prisionero del hogar y la oficina, el que tiene un rostro bello cuando está ausente, un rostro terrible cuando se presenta. Los soñadores del mar y el fuego que arrasen con todo lo que limita sus vidas. Lo guardianes del “sagrado fuego del hogar”, los vampiros “que te quieren bien” y que todas las mañanas te preparan el desayuno, la miel y el vidrio molido, esperando que vuelvas.
  • 50. 50 3 El cine de los nuestros Si consideramos Homesick y S. S. Glencairn como “borradores” de un futuro cine personal, habremos de entender que la carrera (aceptando este término como el work in progress de una vocación, más que como un trayecto personal o la conquista de una posición profesional) de Hermosillo se inicia con Los nuestros, película de 16 milímetros, en blanco y negro, realizada entre parientes y amigos con medios materiales muy limitados. “... Mi idea al filmar era buscar un núcleo familiar próximo y ¿cuál mejor que el mío? Imaginé un conflicto y lo llevé a sus consecuencias extremas. Cuando dirigía a mi madre ella no sabía de qué se trataba, nunca le conté el argumento; ella simplemente hacía las cosas de todos los días. A veces teníamos que interrumpir la filmación porque tenía que ir por la leche o cumplir con las labores cotidianas reales”. Con esta atmósfera cotidiana, dada de antemano por estricta necesidad, se comprende la
  • 51. 51 exactitud del ambiente de pequeña clase media que Hermosillo refleja en los cincuenta minutos que dura Los nuestros. El crimen “por omisión” que la madre del film comete para mejorar, según su punto de vista, la situación de la familia, dentro de una trama de adulterio, de suicidio fingido que resulta real, es el eje argumental de la película. El personaje de la madre –totem y mito, diosa y víctima, en la realidad mexicana- relumbra de cotidianidad moralmente monstruosa. Es una película anti-Diez de Mayo, una tragedia en formato de departamento de la colonia Lindavista. Sin moraleja de juez, Hermosillo desenmascara un mito, descubre en “lo de todos los días” un pantano de sentimientos y de engaños y autoengaños, una moral en perpetua pudrición. Al filmar La verdadera vocación de Magdalena, Hermosillo debuta en la industria nacional del cine. “A mí me interesaba mucho la historia. Lo que pasa es que la poca experiencia, el enfrentarse al sistema de filmación industrial con sólo tres semanas tres días de rodaje, dieron un resultado lamentable”. Esta historia de madre e hija en conflicto por la llegada de un rockanrolero al hogar de ellas, era otra vez el mundo familiar, la figura de la madre, la tragicomedia cotidiana. La película, realizada en un medio industrial del que hasta entonces Hermosillo apenas sabía de oídas, es un fracaso. Hermosillo la filmó con total desconcierto, sin tener a su favor la veracidad del medio real y ya dado de Los nuestros. Un año después, Hermosillo filmó El señor de Osanto, una historia situada en el siglo XIX mexicano que él y yo escribimos con base en la novela de Stevenson, El mayorazgo de Ballantrae. La exigencia de una reconstrucción de época va en contra de la película, así como un reparto parcialmente desafortunado. Tal vez fuimos demasiado ambiciosos al escribir el guión: quisimos trastocar constantemente ciertas convenciones morales del melodrama (por ejemplo: el hermano “bueno” de pronto actuaba como “malo”, y viceversa), invertir las situaciones dramáticas establecidas (en las escenas de amor, o propuestas como tales, en realidad se terminaba hablando de una herencia, de dinero, de propiedades), hacer que un personaje estuviera más “presente” cuando más ausente estaba, etcétera. En resumidas cuentas queríamos volver del revés al melodrama romántico, hacer un antimelodrama antirromántico. Esto, se haya
  • 52. 52 logrado o no, desconcertó al escaso público y a muchos críticos. La película tiene fallas de actuación, de tensión dramática, y otras muchas, pero a mi juicio tiene también valores que no fueron advertidos en su momento y que después algunos críticos han reconocido. Creo que no estaba mal esa perpetua oscilación de los personajes entre planos morales, la fusión entre intereses y pasiones, la actuación de Fernando Soler (voluntariamente escogido por ser el padre eterno en el cine mexicano) y de Castillón Bracho (adrede dirigido para que diera un tono neutro, ambiguo, a su personaje). Hay escenas brillantemente filmadas en tono-secuencia, una utilización crítica del espacio dramático. Se criticó que los personajes parecían estar muertos, olvidando que la casi totalidad de la acción es el relato de un personaje-testigo que habla, sí, de personajes que ya han muerto (la película termina con el delirio de ese narrador). Hay que admitir, a final de cuentas, que la película quería ser demasiadas cosas contradictorias y que lo que valen son los resultados, no las intenciones. Sin duda, iba demasiado en contra del espectador. El cumpleaños del perro habla de la amistad de dos hombres, uno joven y el otro de edad madura, que rompen con sus vidas hogareñas y se van juntos (¿por amistad, por amor latente, por reconocerse como “padre” e “hijo”?) a una vida azarosa, adivinada más allá del final de la película. En el punto crucial de esa decisión hay dos asesinatos, los de las esposas. La exacta observación de las relaciones humanas en un medio social determinado (la clase media), de la profesión de los personajes, de una cotidianidad ahogada en la sociedad de consumo, así como el lento avance de una solidaridad moral en la subversión de los códigos del clan social, resultan asombrosos en la película, que en su momento me pareció, en cuanto a la pura realización en cine, algo plana. Indudablemente, Hermosillo corrió el riesgo de mirar demasiado de cerca la sordidez de “la vida de todos los días”. Se trata de una visión despiadada y desesperanzada (pese a la belleza de esa solidaridad final entre los dos hombres) de una sociedad prisionera en sus leyes de clan y de rebaño. De la sordidez que da el terreno al argumento, surge, sin embargo, una posibilidad poética. Film inquietante, lleno de silencios y susurros, de cosas no dichas.
  • 53. 53 Matinée parece un divertimento, una escapada al cine de aventuras, a la “isla del tesoro” de la infancia, evocada por ese cine de las matinées infantiles del domingo al que alude el título. Es eso y algo más. La aventura que corren los pequeños protagonistas junto a los asaltantes de la Basílica de Guadalupe, Villa de Guadalupe es un itinerario moral y sentimental en el que la amistad se pone a prueba y, sobre todo, la moral de la familia y la sociedad es reconsiderada y rechazada al final. Película de aventuras, pero más que nada una película anarquista, llevada con un ritmo ágil, nervioso, con un lirismo expresado por la acción. La escritura cinematográfica de Hermosillo se hace aquí decididamente moderna, un poco a la manera de Bande a part de Godard, de Tirez sur le pianiste de Truffaut, películas con las que la suya tiene no pocos puntos de contacto. Hay un tan brillante como necesario “desplazamiento de simpatías”, del niño “simpático” al “antipático”, y en esto, como en otras cosas, Hermosillo se enfrenta al conformismo del espectador de cine. Canto a la amistad y a la libertad, Matinée condena las diversas represiones de la patria y la familia, las falsas solidaridades del clan, la mentalidad policiaca, la delación... Colaboré de nuevo con Hermosillo en el argumento y la adaptación de Naufragio. Nos basamos, muy libremente, en el cuento Mañana de Joseph Conrad, alterando entre otras cosas el sexo de uno de los personajes. Insistimos en usas una riesgosa “astucia” de El señor de Osanto: la ausencia que es una poderosa presencia. El personaje que dos mujeres “sueñan” y que ansían que vuelva, está ausente durante la mitad de la película. Miguel Ángel ha llenado de poesía, estando fuera, la vida de esas mujeres. Esa poesía no resiste al embate de la realidad, que entre tumultuosamente con su verdadero rostro durante el breve retorno del ausente. Las dos mujeres deberán volver a vivir “a ras de tierra” la angustiosa colmena del multifamiliar en Tlatelolco, la oficina estatal donde trabajan. Hermosillo basó su dirección, que describe lo cotidiano con minucia, en le contrapunto de los dos personajes femeninos, admirablemente vividos, más que actuados, por excelentes actrices, Ana Ofelia Murguía y María Rojo. En alguna parte ha dicho el director que la película es la derrota de la quimera. Al final el mar lejano, el mar que no puede existir en la ciudad de México, entra por la ventana. Es el mar poético, pero también el mar cruelmente destructor.
  • 54. 54 Las apariencias engañan es la película más moralmente subversiva de Hermosillo en varios planos. Tiene algo de balzaciana en esa presencia del tema del poder del dinero, en la descripción de una burguesía de provincia que enmascara en apariencias un tejido familiar hecho de complicidades turbias, de intereses enemigos entre ellos y solidarios ante los de “afuera”. El tema del (la) hermafrodita añade a ese cuadro la presencia de lo convencionalmente considerado monstruoso y algo como un símbolo de ambivalencia moral. En una sociedad como mexicana, que parece tener tan bien establecidos los papeles del macho y de la hembra, ese personaje de Adrian / Adriana, que termina poseyendo por detrás al “héroe” del film, reluce con espléndida vocación de escándalo (¿cómo será recibida la película cuando se exhiba “normalmente”, si la enmascarada censura oficial de México lo permite?). Es la película más olorosa a azufre de Hermosillo. Escenas de la alta vida provinciana, tela de araña del dinero, demoniaco festín moral: las apariencias engañan y el engaño acaba diciendo la verdad. Una fábula realista, ácida. Basada en un argumento de Francisco Sánchez, El amor libre es una comedia sentimental y erótica cuyas protagonistas, dos muchachas que se acuestan con quien quieren, realizan su propio sentimiento de liberación femenina. Película filmada gustosamente, se ve con gusto, y quizá con la sospecha de que todo eso es trivial. Buen retratista de mujeres, Hermosillo, mostrando una sexualidad libre más que un amor libre, parece, como director, respirar más libremente que nunca. La punta de una inexplicada melancolía final asoma en la mirada de una de las muchachas. Esas intermitencias del corazón, y más que del corazón: del sexo, esos intercambios y transferencias en la vida erótica de las muchachas, ese “marivaudage” de Zona Rosa, sirven, en resumen, para fantasear sobre una concepción del erotismo, de la relación entre hombres y mujeres, de las posibilidades del solo deseo de superar las limitaciones de la vida real. Apenas Hermosillo insinúa una escena de comedia musical, la interrumpe, pero ese tono mueve a toda la película. ¿Es, de todas las suyas, la que más pone en escena una cierta sensación de felicidad? Quién sabe. Lo cierto es que aquí ha desaparecido el núcleo familiar, la sombra moral del clan. Pero la gran familia, el gran clan, la sociedad, aparecerá en la siguiente y hasta ahora última película
  • 55. 55 de Hermosillo, y tendrá el rostro de una institución guardiana de la “cordura” normalmente establecida. La primera parte de María de mi corazón, película basada en una historia de Gabriel García Márquez y en cuya adaptación éste colaboró, es como un cuento de hadas en un nivel realista, urbano. Una “maga” profesional y un ladrón de poca monta, jóvenes los dos, se alían amorosa y profesionalmente, viven dando funciones para niños o en teatros de barriada. La “magia” que practican como oficio se extiende también a su propia vida. Viven en un alegre desorden, en una inocente anarquía que la sociedad parece tolerar. Son ajenos a la cordura ciudadana, copulan donde quieren y nada aparentemente puede menguar su libertad. El azar lleva a María, por una carretera lluviosa, y en un autobús con inquietantes pasajeros que la recoge en la carretera llovida, hacia un manicomio. Pero el azar es, ya se sabe, otra forma de la necesidad; en este caso de la necesidad del rebaño social de imponer su código de “cordura”; y el cuento de hadas, es un giro súbito, se convierte en pesadilla. María será la libre fantasía encerrada entre muros, azotada con chorros de agua fría, enterrada en vida en una supuesta insania. La máscara de la cordura es el rostro del gran clan; la razón convenida y convencional es la ley que funda lo social y que no admite que nadie se salga por la tangente. El paso de la película de una luminosa alegría (algo irrisoria y atrabiliaria) a una penumbra angustiosa, en la cual un “suspense” hitchockiano toma la forma del tormento por la esperanza, que siempre arroja a la protagonista contra un muro al final de un laberinto más para ratas que para seres humanos; ese giro súbito que hace que la película, sin perder la unidad de su curso, parezca ser otra película muy distinta; ese resbalón que Hermosillo obliga a sufrir al espectador, todo eso es de una audacia rara en nuestro cine. La única realidad, la única cordura, la única razón que el gran clan admite, quedan mostradas en su rostro verdadero, intolerable. María de mi corazón ha retornado al “círculo familiar”, que ya es el manicomio.
  • 56. 56 Adrede ha dejado para el final La pasión según Berenice, película que Hermosillo realizó entre El cumpleaños del perro y Matinée, y cuyo guión tiene ahora el lector en sus manos. Es una de las obras más logradas de Hermosillo y en la cual todos los temas y los problemas que a él le preocupan están contenidos, apretados en una historia a la vez realista y poética, en una aura que nunca rechaza lo real pero que se despliega en una latente dimensión fantástica. Contar al lector (al lector que no ha visto la película) algo del argumento, sería un robo. Diré que La pasión según Berenice es el “retrato oval” de una mujer marcada por el fuego y provocadora del fuego, que se ahoga espiritualmente tanto en el círculo familiar como en la “suave patria” mexicana de nuestros días. Mujer a la que el deseo arma y desarma, que sobre las fuerzas de las grandes pasiones (hasta donde esto es posible en la dimensión del contexto real) quiere fundar su propia rebelión, su woman´s liberation unipersonal. En el corazón fuerte y orgullosamente solitario de esta Berenice a la cual le viene demasiado chica la vida provinciana, hay orgullo, caballos salvajes, apetencia de incendio. Bajo una dirección precisa e inspirada de Hermosillo, esa Berenice interpretada con todo rigor y todo lirismo por una Martha Navarro demasiado infrecuente en la pantalla, tiene un caminar leve, una mirada intensa, una gracia de movimientos, una finura de espada toledana en guante de terciopelo, que son en gran parte la vida de la película misma. Cuando Berenice, en la película, se sienta en su butacón de maestra y su falda se arremolina fugazmente en torno a ella, estamos viendo un momento realmente encantado del cine, un instante de belleza pura que se podría aislar para disfrutarlo repetidas veces. Pero este poema tiene también su azufre, este “romance” lleva escondidos, apretados, dispuestos a soltar, los resortes de un drama venenoso y explosivo: también hay un devastador infierno en la señorita y maestrita Berenice. Pero aquí está el guión, a falta de la película, que alguien mantiene escondida, alejada de las pantallas, como otras películas de Hermosillo. José de la Colina (Río Mixcoac, a 10 de junio de 1981).
  • 57. 57