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Iudad de panamá
1. IUDAD DE PANAMÁ.- Como suele ocurrir cuando los presidentes de izquierda de
América latina se encuentran con funcionarios norteamericanos, durante la VII Cumbre
de las Américas no faltaron los golpes a Estados Unidos.
Desde los saqueos territoriales a México durante el siglo XIX hasta el apoyo
norteamericano al derrocamiento del gobierno socialista de Salvador Allende en 1973 y
la invasión a Panamá para remover al general Manuel Noriega, las intervenciones de
Washington en la región fueron objeto de condena en los largos discursos del presidente
Nicolás Maduro y sus aliados. Eso llevó a Barack Obama a retrucarles: "Siempre
disfruto de las lecciones de historia que recibo en este lugar".
Pero el histórico encuentro entre Obama y su par cubano, Raúl Castro, es una
oportunidad para que Estados Unidos y América latina dejen atrás una historia de
rencores y desconfianza y establezcan un rumbo de cooperación más estrecha.
Antes de la cumbre, existía preocupación de que las recientes sanciones de Estados
Unidos contra funcionarios venezolanos hicieran marchitar el clima de buena voluntad
que generó la decisión de Obama de restablecer relaciones diplomáticas con Cuba, pero
esos temores resultaron ser infundados.
Quien marcó el tono conciliador fue Castro, que bromeó diciendo que como Cuba había
sido excluida de las anteriores cumbres, tenía derecho a excederse largamente de los
ocho minutos asignados a cada uno de los jefes de Estado presentes.
Si bien gran parte del discurso de Castro consistió en condenas a la agresión
norteamericana, el punto culminante llegó cuando el ya anciano líder cubano, en un
abrupto giro de 180 grados, profesó su admiración por Obama diciendo que había leído
sus dos libros de memorias y que estaba convencido de que era "un hombre honesto"
que no había olvidado sus raíces humildes.
Hasta Maduro se aplacó y renunció a su amenaza de entregar una petición firmada por
10 millones de venezolanos para que Obama diera marcha atrás con las sanciones. En
cambio, hacia el cierre de la "Cumbre de la Verdad", mantuvo un intercambio privado
con Obama, que según Maduro podría abrir la puerta para un diálogo fructífero.
Richard Feinberg, ex funcionario de la Casa Blanca que colaboró en la organización de
la primera Cumbre de las Américas (Miami, 1994), dijo que la perspectiva de una
distensión entre Estados Unidos y Cuba ha restado mucho impulso a las virulentas
críticas antinorteamericanas.
"Tres de las cuatro últimas cumbres fueron de antagonismo con Estados Unidos,
impulsadas por el ALBA", dijo Feinberg en referencia al bloque de gobiernos
izquierdistas liderado por Venezuela. "Pero, a diferencia de antes, esta vez se advierte
que el ALBA no consiguió demasiado apoyo de los países moderados."
El presidente mexicano, Enrique Peña Nieto, no hizo mención a las sanciones sobre
Venezuela. Dilma Rousseff sí lo hizo, pero brevemente y, según Feinberg, para
consumo de su base electoral de izquierda en Brasil. Hasta Castro, que durante años fue
el aliado más inclaudicable de Venezuela, sólo dedicó a las sanciones el mismo tiempo
de su discurso que usó para hablar de otros rancios rencores regionales.
2. El entusiasmo por el acercamiento con Cuba era enorme, y Obama hizo un llamado a un
"nuevo capítulo de compromisos" en las relaciones entre Estados Unidos y América
latina, pero también admitió que ese cambio llegaría gradualmente.
Entre muchos latinoamericanos que llegaron a adultos durante la Guerra Fría, cuando
Estados Unidos apoyaba fuertemente a las dictaduras militares de la región, la
desconfianza hacia Washington sigue siendo muy fuerte. Para muchos, las sanciones
unilaterales contra Venezuela representan un regreso a las medidas de mano dura que
Obama prometió desterrar.
Los líderes regionales están a la espera de que se cumpla la promesa de Obama de
evaluar retirar a Cuba de la lista de Estados que patrocinan el terrorismo y de levantar el
embargo comercial contra la isla, dos obstáculos clave en el camino de la normalización
con Cuba y de mejorar los lazos con la región.
Tanto Estados Unidos como América latina evitaron hacer una declaración final
conjunta. Pero el humor era considerablemente más amable que en la cumbre anterior
en Colombia, de la que muchos líderes se fueron diciendo que no volverían a celebrar
otro encuentro con Estados Unidos en el que Cuba no fuese incluida. Otra pequeña
señal de descongelamiento fue el anuncio de Dilma de haber aceptado visitar la Casa
Blanca, un viaje postergado desde 2013, cuando se supo que se espiaban las
comunicaciones privadas de la presidenta de Brasil.
Más allá de la política, parece haber incentivos económicos para esta renovación de las
relaciones entre Estados Unidos y sus vecinos. El auge latinoamericano impulsado por
el precio de las commodities parece haber llegado a su fin después de una década,
forzando a la austeridad a gobiernos izquierdistas que se mantuvieron en el poder
gastando pródigamente en programas sociales.
La economía de China se está ralentizando, y necesita menos petróleo venezolano,
menos cobre chileno y menos oro peruano. Pero la economía de Estados Unidos está
casi en plena potencia una vez más, tras una larga recesión, y las empresas
norteamericanas necesitan proveedores. La región es su mercado natural. "Supongo que
podríamos pasar horas hablando de las ofensas del pasado, y supongo que es posible
usar cada tanto a Estados Unidos como excusa para los problemas políticos internos de
cada país -dijo Obama ante los líderes de la región-. Pero eso no conducirá al progreso.
Eso no resolverá los problemas de chicos que no saben leer, que no tienen para comer.
No hará que nuestros países sean más productivos o más competitivos en la economía
global."