Índigo Energía e Industria No. 15 - digitalización en industria farmacéutica
Comentario De Texto HistóRico
1. COMENTARIO HISTÓRICO
FUENTE 1
Tan pronto tenga éxito el movimiento nacional, se constituirá un Directorio, que lo integrará un presidente y cuatro voca-
les militares (...) El Directorio ejercerá el poder en toda su amplitud; tendrá la iniciativa de los Decretos-Leyes que se
dicten (...) Dichos Decretos-Leyes serán refrendados en su día por el Parlamento Constituyente elegido por sufragio, en
la forma que oportunamente se determine (...).
Los primeros Decretos-Leyes serán los siguientes: a) Suspensión de la Constitución de 1931. b) Cese del Presidente de
la República y miembros del gobierno (...) d) Defensa de la Dictadura Republicana (...) f) Disolución de las actuales Cor-
tes (...).
El Directorio se comprometerá durante su gestión a no cambiar el régimen republicano, mantener en todo las reivindica-
ciones obreras legalmente logradas (...) y adoptar cuantas medidas estimen necesarias para crear un Estado fuerte y
disciplinado.
General Mola. Documento de circulación clandestina.
(Archivo Histórico Militar).
FUENTE 2
El 27 de febrero de 1936, a raíz del triunfo del Frente Popular, el Komintern ruso decretaba la revolución española y la
financiaba con exorbitantes cantidades. El 1 de mayo siguiente, centenares de jóvenes postulaban públicamente en Ma-
drid quot;para bombas y pistolas, pólvora y dinamita para la próxima revoluciónquot;, hasta el punto de que, al estallar la guerra,
contaban con 150.000 soldados de asalto y 100.000 de resistencia. (...)
La guerra es, pues, como un plebiscito armado. La lucha blanca de los comicios de febrero de 1936, en que la falta de
conciencia política del gobierno nacional dio arbitrariamente a las fuerzas revolucionarias un triunfo que no habían logra-
do en las urnas, se transformó, por la conciencia cívico-militar, en la lucha cruenta de un pueblo partido en dos tenden-
cias: la espiritual, del lado de los sublevados, que salió a la defensa del orden, la paz social, la civilización tradicional y la
patria, y muy ostensiblemente, en un gran sector, para la defensa de la religión; y de la otra parte, la materialista, llámese
marxista, comunista o anarquista, que quiso sustituir la vieja civilización de España, con todos sus factores, por la noví-
sima quot;civilizaciónquot; de los soviets rusos. (...)
Carta colectiva del episcopado. (1 de julio de 1937)
Contextualización fuente 1: La Guerra Civil española (1936-1939).
Contextualización fuente 2: La Guerra Civil española (1936-1939).
Ideas Principales fuente 1: En este documento de circulación clandestina (publicado por el General Mola), el General
Mola publicaba que en el momento que el golpe de estado tuviese éxito, se formaría un Directorio, integrado por un pre-
sidente y cuatro vocales militares. Estos decretarían los Decretos-Leyes y los primeros serian: se anula la constitución de
1931, cese del presidente y todos sus miembros de la República, defensa de la Dictadura Republicana y por último cese
de las actuales Cortes.
Ideas Principales fuente 2:
Consecuencias fuente 1: Las consecuencias de este documento fueron que al promulgarse esos Decretos-Leyes por el
Directorio tras el golpe de estado, quedaría anulada la constitución de 1931, cesaría el presidente y todos sus miembros
de la Republica, se defendería la Dictadura Republicana, y por último el cese de las actuales Cortes. Esto pondría el fin a
la República.
Consecuencias fuente 2:
PROCESO HISTÓRICO (FUENTES 1 Y 2)
El triunfo electoral comportó la reorganización de la República. Manuel Azaña fue nombrado presidente de la República,
con la oposición de la derecha y de una buena parte de los militares, y Casares Quiroga, presidente del ejecutivo. El
Gobierno, formado exclusivamente por ministros republicanos, pero apoyado parlamentariamente por los socialistas,
puso rápidamente en marcha el programa pactado en la coalición electoral. Se decretó una amnistía -fueron excarcela-
dos unos 30.000 presos políticos- y se obligó a las empresas a readmitir a muchos obreros despedidos a raíz de la huel-
gas de octubre de 1934. El gobierno de la Generalitat volvió de nuevo al poder y se restableció el Estatuto de autonomía,
mientras se iniciaban las negociaciones para la aprobación de un estatuto para el País Vasco y otro para Galicia.
2. El nuevo Gobierno reanudó el proceso reformista interrumpido durante el bienio derechista (1933-1936). De acuerdo con
las Cortes, presentó un proyecto para la devolución de los bienes comunales a los municipios y se reanudaron los asen-
tamientos de campesinos. Para frenar los rumores golpistas apartó del poder a algunos de los generales más proclives
al golpismo y los trasladó a otros destinos (Franco, a Canarias, y Mola, a Navarra).
El triunfo de las izquierdas creó un clima de tensión social. Los sectores más conservadores de la sociedad reaccionaron
negativamente a los proyectos reformadores. Muchos propietarios de tierras se opusieron a las nuevas medidas. Algu-
nos empresarios industriales cerraron fábricas y expatriaron capitales. La Iglesia católica, por su parte, temía el retorno a
una política anticlerical. Esperanzados con las nuevas perspectivas de cambio, los partidos de izquierda y los sindicatos
se lanzaron a una movilización popular. En las ciudades se convocaron huelgas; en el campo, los jornaleros se adelan-
taban a la legislación y ocupaban las tierras. Los anarquistas defendían la revolución, mientras un sector del socialismo,
encabezado por Largo Caballero, también se orientaba hacia soluciones radicales, aproximando sus posturas a las del
Partido Comunista.
Entre la derecha, Falange Española asumió un fuerte protagonismo y fomentó un clima de enfrentamiento civil y de cris-
pación política. Fue el partido que recurrió de manera más decisiva a la violencia callejera, utilizando la quot;dialéctica de los
puños y las pistolasquot; en palabras del propio José Antonio. Grupos de falangistas formaron patrullas uniformadas y arm a-
das que iniciaron acciones violentas contra los líderes izquierdistas; los enfrentamientos entre militantes de derecha e
izquierda se propagaron entre febrero y julio de 1936. A excepción de Cataluña y de las zonas del Norte, el desorden
público y la violencia callejera se extendían por buena parte de España. Este clima de violencia, propiciado en buena
parte por las milicias derechistas, fue el detonante para que entre los sectores más conservadores de la sociedad empe-
zara a tomar cuerpo la idea de que el recurso al golpe de Estado militar era la única solución.
Ya la misma noche de las elecciones de febrero de 1936, el general Franco intentó la declaración del estado de guerra, y
en marzo, un grupo de generales (Mola, Goded, Saliquet, Varela...) acordó quot;un alzamiento que restableciese el ordenquot;,
que contó con el apoyo de militares de la UME. En los primeros momentos, la conspiración tuvo escasa fuerza y mala
organización hasta que el asunto fue tomado en sus manos por el general Emilio Mola, que fue el verdadero jefe del
golpe de Estado hasta julio de 1936. Su plan consistía en la organización de un pronunciamiento simultáneo en todas las
guarniciones militares posibles, siendo consideradas clave las de Madrid y Barcelona, y como reserva especial el ejército
de África, el mejor preparado de todos, cuyo mando se reservaba al general Franco. Mola entendía que el jefe supremo
de la sublevación sería el general José Sanjurjo, el sublevado y condenado en 1932, respetado por todos los altos man-
dos, que vivía exiliado en Portugal.
La conspiración diseñada y dirigida por los militares contaba con el apoyo de las fuerzas políticas más derechistas que
colaboraron en la creación de una red de enlaces militares y civiles para extender el movimiento conspirador y para bus-
car apoyos. También se intentó obtener ayuda alemana y antes se había conseguido ayuda italiana para los monárqui-
cos, carlistas y Alfonsino. Simultáneamente se concibieron planes de alzamiento insurreccional de los grupos políticos
que poseían quot;milicias políticasquot; como la Comunión Tradicionalista, que preparaba también sus particulares planes sobre
la base del Requeté, o la propia Falange Española de las JONS.
¿Cuáles eran los planes de los conspiradores una vez triunfado el golpe? El general Mola, el quot;Directorquot;, pretendía esta-
blecer una Dictadura militar, que él llamó quot;Dictadura Republicanaquot;, que eliminaría lo que se creía peligro de revolución al
triunfar el Frente Popular, para volver tras un tiempo a otra situación que no estaba claro si sería la República de nuevo o
la Monarquía. Los de la CEDA fundamentalmente deseaban la vuelta a la Monarquía Alfonsina; los fascistas y falangis-
tas, un régimen a la italiana; y los carlistas, la instauración de la quot;Monarquía Tradicionalquot;.
Las dificultades en las negociaciones entre Mola y los carlistas se vieron de pronto suavizadas cuando ocurrió en Madrid
el asesinato del dirigente monárquico José Calvo Sotelo el día 14 de julio, como respuesta al asesinato anterior del te-
niente Castillo, que colaboraba con las milicias de izquierda. Pero el asesinato de Calvo Sotelo no fue en modo alguno
determinante de la sublevación, que ya estaba decidida. La sublevación se inició en Marruecos el día 17 de julio y al día
siguiente se extendió a toda la Península. El fracaso del golpe militar en buena parte de España desencadenó el inicio
de una guerra civil que se prolongaría durante tres largos años.
La oposición de buena parte de los sectores conservadores españoles a la democratización política y al reformismo so-
cial de la República se tradujo en una acción golpista, que se inició el 17 de julio de 1936 y provocó una larga guerra civil
de enorme repercusión internacional.
El pronunciamiento militar estaba previsto como un alzamiento de las distintas guarniciones militares, en el que los sub-
levados deberían apoderarse de los resortes de gobierno con ayuda de los grupos civiles comprometidos. El alzamiento
en la Península quedó fijado para el día 18, mientras que en las posesiones españolas en África la sublevación militar se
había producido la tarde del viernes 17 de julio. El alzamiento fracasó en las grandes ciudades, triunfó en algunas capita-
les del interior, y en otras se desencadenó una lucha con resultados diversos.
El triunfo o el fracaso del alzamiento no estuvo sólo relacionado con la pericia militar de los sublevados sino sobre todo
con la condiciones sociales y políticas particulares de cada región del país. El alzamiento tuvo éxito prácticamente en
toda la España interior, Galicia y la Andalucía del Guadalquivir, es decir, en las zonas agrarias con predominio de la gran
propiedad trabajada por jornaleros o en las de pequeños propietarios agrarios, la España más retrasada y conservadora.
El alzamiento fracasó en la España más desarrollada e industrializada del este o del norte, con mayor número de obre-
ros industriales y una agricultura más evolucionada.
3. En Madrid y Barcelona, las dos mayores ciudades del país, se produjo durante dos días una pugna entre sublevados y
tropas leales auxiliadas por milicias políticas, entre las que destacaron las anarcosindicalistas en Barcelona. El alzamien-
to fue derrotado en ambas ciudades y duramente reprimido. Por el contrario, los sublevados triunfaron en dos grandes
ciudades como Sevilla, con alguna dificultad, y, más fácilmente, en Zaragoza. En Valencia la situación estuvo indecisa
durante varios días, pero sofocada la rebelión, la ciudad permaneció en el bando republicano.
Los sublevados eran, sobre todo, un conglomerado de militares conservadores, de propietarios agrarios, de monárquicos
afiliados a los partidos de la derecha, de grupos católicos con el apoyo total de la Iglesia, de quot;tradicionalistasquot; y de todos
aquellos que veían con malos ojos que elementos populares y pequeño-burgueses accediesen al poder. Estaban apoya-
dos e inspirados por el fascismo y acabaron imitando las formas de éste.
No había unanimidad entre los conspiradores acerca de lo que se pretendía hacer una vez que el golpe hubiera triunfa-
do. El general Mola, que dirigía la conspiración desde Pamplona, era el que tenía las ideas más claras: establecer una
dictadura militar, que eliminaría el riesgo de revolución que había traído consigo el Frente Popular, para volver, tras un
tiempo, de nuevo a la República o a la Monarquía. Un grupo importante, los monárquicos y la CEDA, deseaban funda-
mentalmente la vuelta a la monarquía Alfonsina; los falangistas, un régimen a la italiana, y los carlistas, la anhelada ins-
tauración de la quot;Monarquía Tradicionalista”.
Los leales a la República estaban constituidos por las clases más populares: obreros y empleados urbanos, campesina-
do sin tierras y pequeña burguesía. Mayoritariamente estaban afiliados o influidos por las organizaciones socialistas,
comunistas y, lo que era el caso especial de España, anarcosindicalistas. Junto a las clases populares estuvieron tam-
bién las clases medias vinculadas a los partidos republicanos, aunque siempre temerosas de que pudiera producirse una
verdadera revolución social.
La opinión internacional creyó desde el principio del conflicto que en España se ventilaba, lo mismo que en toda Europa,
una lucha a muerte entre fascismo y democracia liberal. Incluso algunos creyeron que el conflicto era aún más decisivo:
entre fascismo, democracia y comunismo. Se creyó entonces que España era un quot;microcosmosquot; donde ya se estaba
produciendo ese enfrentamiento armado que muchos temían a escala mundial.
Pero la imagen de la guerra de España como un enfrentamiento entre el fascismo de un lado y democracia o comunismo
del otro debe ser muy matizada. La Guerra Civil fue más bien el enfrentamiento armado entre los viejos grupos dominan-
tes de la España de la Restauración, cuyo instrumento fue el ejército, y los grupos emergentes obreros y burgueses que
querían establecer un sistema político realmente democrático y un orden social progresista. Aunque tenía el aspecto de
un conflicto internacional, y de alguna forma lo reflejaba, la Guerra Civil fue, en lo esencial, un enfrentamiento propia-
mente español.
El alzamiento de las derechas con el ejército y con el apoyo de la Iglesia significaba que las reformas que intentaron
llevar a cabo la burguesía republicana y el movimiento obrero socialista organizado encontraron una resistencia tan fir-
me, que llevó a la insurrección armada. Esas reformas eran absolutamente justas e imprescindibles para la moderniza-
ción de la sociedad española, pero atentaban contra los seculares privilegiados de las clases dominantes de España.
Por ello, las clases privilegiadas creyeron que se avecinaba una revolución y optaron por el abandono de la vía legal y
parlamentaria decantándose por el golpe de Estado.