3. En el siglo XV, en una pequeña aldea cercana a
Nüremberg. Alberto Durero y Franz Knigstein eran dos
amigos que luchaban para ser artistas. decidieron que
uno de ellos estudiaría arte y el otro buscaría trabajo en
la mina y sufragaría los gastos de los dos. Pensaban
que, cuando el primero culminara sus estudios podría
subvencionar los estudios del compañero.
4. Lanzaron al aire la moneda un domingo al salir de la
Iglesia. Durero fue a las clases y Knigstein se puso a
trabajar. Durero alcanzó pronto la fama y la genialidad.
Después de haber vendido algunos de sus
cuadros, regresó para cumplir su parte en el trato y
permitir que Franz comenzara a estudiar. Cuando se
encontraron de nuevo, Alberto comprobó
dolorosamente el altísimo precio que había tenido que
pagar el compañero. Sus delicados y sensibles dedos
habían quedado estropeados por los largos años de
duro trabajo.
5. "No, hermano, no puedo ir a Nüremberg -le dijo su
amigo-. Es muy tarde para mi. Estos cuatro años de
trabajo en las minas han destruido mis manos. Cada
hueso de mis dedos se ha roto al menos una vez, y la
artritis en mi mano derecha ha avanzado tanto que
hasta me costo trabajo levantar la copa durante tu
brindis. No podría trabajar con delicadas líneas el
compás o el pergamino, y no podrá manejar la pluma
ni el pincel. No, hermano, para mi ya es tarde. Pero soy
feliz de que mis manos deformes hayan servido para
que las tuyas ahora hayan cumplido su sueño".
6. Un día, Alberto sorprendió a su amigo de rodillas y con
sus nudosas manos entrelazadas en actitud de oración.
De inmediato, el artista delineó un esbozo de la que
llegaría a ser una de sus obras más famosas. Llamó a
esta poderosa obra simplemente "Manos", pero
enseguida sería conocida como “Manos que rezan”.
7. Esta obra no es sólo admirada por su valor artístico
, sino la historia que narra, una tierna historia de
amistad, sacrificio y agradecimiento.