1. Se cuenta que al principio de
los tiempos, en el majestuoso
valle de Pineta, en el Pirineo
aragonés y al pie del Monte Perdido,
cuando acechaba el invierno las aves
emigraban al sur en busca de tierras más
cálidas.
Pero hubo un pajarillo que no pudo
volar con los demás porque tenía un ala
herida. Apenas podía
brincar de piedra en
piedra y de árbol en
árbol.
Estaba
solo.
Corría serio peligro de morir de frío.
2. El pobre pajarillo buscó refugio en
los enormes árboles del valle.
-¿Puedo quedarme a vivir
en tus ramas hasta que
llegue
la
primavera?-
preguntó al álamo blanco.
-No. Bastante tengo con
sostener mi propio peso.
Vete.
El pájaro se puso muy triste y siguió su
camino.
-¿Puedo quedarme a vivir en tus ramas
hasta que llegue la primavera?- preguntó
al roble.
-
No.
que
te
Seguro
comes
mis hojas. Vete.
3. El pájaro se puso muy triste y siguió su
camino.
-¿Puedo quedarme a vivir
en tus ramas hasta que
llegue
la
primavera?-
preguntó al sauce.
- No. No me fío de los
extraños. Vete.
El pájaro se puso muy triste y siguió su
camino.
Preguntó
y
preguntó,
pero
siempre le respondían lo mismo:
-No. Vete.
Ya casi no podía dar un paso.
Estaba muy débil. Tenía hambre y frío.
Pero sobre todo sentía una gran pena.
4. Ya pensaba dejarse morir cuando se topó
con otro árbol. Era su última oportunidad.
-¿Puedo quedarme a vivir en tus ramas
hasta que llegue la primavera?- preguntó
al abeto.
- Claro que sí, pajarillo. Elige la rama que
más te guste. Yo te daré calor.
- ¡Oh, muchas gracias! ¡Me has salvado la
vida!- dijo el pájaro subiendo al árbol. Se
acurrucó en la oquedad más cálida del
árbol y se quedó dormido.
5. El
terrible
Norte
Viento
parecía
enfadado.
Soplaba
del
muy
con
furia por todo el valle. Y su
madre Escarcha iba con él.
Cayeron todas las hojas del álamo, del
roble, del sauce y de todos los árboles,
excepto del abeto.
-Abeto,
como
eres
generoso,
nunca
desnudaremos tus ramas y así estarás
abrigado en invierno- le dijeron el Viento
del Norte y la Escarcha.
Los demás árboles, ateridos, le miraron
con envidia.
Y por eso el abeto siempre está verde y
protegido incluso en los días más gélidos
del invierno, y adorna e Navidad los
belenes de todo el mundo.