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Alcibíades (450- 404 a.C.)
Primeros años.
Alcibíades era hijo de Clinias y Dinómaca, quien pertenecía a su vez a la poderosa y
controvertida familia de los Alcmeónidas; Pericles y su hermano Arifrón eran primos de
Dinómaca (su padre y su madre eran hermanos). Su abuelo, también llamado Alcibíades, fue
amigo de Clístenes, el famoso reformador constitucional del siglo VI a. C. Tras la muerte de
Clinias en la batalla de Coronea del año 447 a. C., Pericles y Arifrón fueron sus tutores. Según
Plutarco, Alcibíades tuvo famosos profesores, como Sócrates, y fue formado en el arte de la
retórica. Varios escritores griegos hacen mención de su comportamiento indisciplinado.
Alcibíades tomó parte en la batalla de Potidea en 432 a. C., donde Sócrates salvó su vida,
favor que le devolvió en la batalla de Delio en 424 a. C. Alcibíades tenía una íntima pero (según
idealizaron antiguos relatos) casta relación con Sócrates, a quien él admiraba y respetaba, y
quien se sintió atraído por su belleza, pero no sucumbió a las atracciones del joven. Según
Plutarco, Alcibíades "temía y reverenciaba sólo a Sócrates, y despreciaba al resto de sus
amantes". Se casó con Hipareta, la hija de Hipónico, un rico ateniense. Según Plutarco,
Hipareta amaba a su marido, pero intentó divorciarse de él porque frecuentaba a las
cortesanas. Vivió con él hasta su muerte y dio a luz probablemente a dos niños, una hija y un
hijo, también llamado Alcibíades.
Carrera política hasta el 412 a. C.
Ascenso
Alcibíades incrementó su preeminencia política cuando empezó a abogar por una línea
agresiva ateniense tras la firma de la Paz de Nicias. Este tratado había sido una tregua entre
Esparta y Atenas firmada a mitad de la guerra del Peloponeso y llegó tras siete años de
enfrentamientos en los que ningún bando había obtenido una ventaja decisiva. Tucídides
comenta que Alcibíades se había ofendido durante la negociación del tratado debido a que los
lacedemonios lo habían negociado con Nicias y Laques, y le habían dejado de lado a causa de
su juventud.
Una serie de disputas acerca de la interpretación del tratado condujeron a los espartanos a
despachar embajadores plenipotenciarios a Atenas para concluir todos los asuntos pendientes.
Los atenienses, inicialmente, recibieron bien a estos embajadores, pero Alcibíades se reunió
con ellos en secreto antes de que fueran a hablar a la ekklesía (la asamblea ateniense) y les
dijo que la asamblea era arrogante y tenía grandes ambiciones. Les instó a que renunciaran a
su autoridad diplomática de representar a Esparta y permitieran que él los ayudara con los
políticos atenienses a través de su influencia. Los representantes estuvieron de acuerdo e,
impresionados con la previsión de Alcibíades, se separaron de Nicias, quien sinceramente
quería llegar a un acuerdo con los espartanos. Al día siguiente, durante la asamblea,
Alcibíades les preguntó qué poderes les había concedido Esparta y respondieron que no
habían ido con plenos poderes. Esto estaba en directa contradicción con lo que habían dicho el
día anterior y Alcibíades se valió de esta oportunidad para denunciar su carácter, sembrar la
sospecha sobre sus objetivos y destruir su credibilidad. Este truco incrementó el prestigio de
Alcibíades mientras avergonzaba a Nicias, y Alcibíades fue nombrado general. Aprovechó su
creciente poder para orquestar la creación de una alianza entre Argos, Mantinea, Elis y otros
estados del Peloponeso, amenazados con el dominio de Esparta en la región. Esta alianza, sin
embargo, sería derrotada en última instancia en la batalla de Mantinea.

En los años 416 - 415 a. C. tuvo lugar un complejo enfrentamiento entre Hipérbolo, por un lado,
y Nicias y Alcibíades, por el otro. Hipérbolo trató de provocar el ostracismo de uno de ellos,
pero Alcibíades y Nicias combinaron su influencia para inducir al pueblo a expulsar a Hipérbolo.

1
Este incidente revela que Nicias y Alcibíades disponían cada uno de sus propios seguidores,
cuyos votos eran determinados por los deseos de los líderes.
Expedición a Sicilia
En 415 a. C., llegaron a Atenas unos delegados de la ciudad siciliana de Segesta para solicitar
ayuda a los atenienses en su guerra contra Selinunte. Dicha solicitud fue debatida en la
asamblea y Nicias se opuso con vehemencia contra la intervención ateniense. Argumentó que
la campaña sería muy costosa, a la vez que atacaba las motivaciones y el carácter de
Alcibíades, que se había erigido en el principal partidario de la expedición. Por otro lado,
Alcibíades argumentó que una campaña en este nuevo territorio proporcionaría riquezas a la
ciudad y ampliaría el imperio, igual que había ocurrido anteriormente con las Guerras Médicas.
Alcibíades pronosticó en su discurso, (con exagerado optimismo, según la opinión de la
mayoría de los historiadores) que los atenienses podrían reclutar a aliados en la región e
imponer su gobierno a Siracusa, la ciudad más poderosa de Sicilia. A pesar de la entusiasta
defensa del plan por parte de Alcibíades, sería Nicias, y no él, quien transformaría una modesta
intervención en el lugar en una gran campaña y que haría pensar a todo el mundo que la
conquista no sólo sería posible sino incluso segura. Su sugerencia fue que el tamaño de la flota
se incrementara de unas 60 embarcaciones hasta las 140 naves, y que las fuerzas alcanzasen
5.100 hombres de infantería pesada y unos 1.300 arqueros, honderos y tropas ligeras. La
verdadera intención de Nicias era asustar a la asamblea con su alta estimación de las fuerzas
requeridas pero, en lugar de disuadir a sus conciudadanos, su análisis lo hizo aún más
deseable. En contra de sus deseos, Nicias fue nombrado general, junto con Alcibíades y
Lámaco; los tres con plenos poderes para lograr que los intereses de Atenas en Sicilia se
cumplieran.
Una noche, durante los preparativos para la expedición, los Hermai -cabezas del dios Hermes
sobre un plinto con un falo- fueron mutilados en toda Atenas. Esto supuso tanto un escándalo
religioso como un mal presagio para la misión. El historiador Plutarco explica que Androcles, un
dirigente político, usó testigos desleales que culparon a Alcibíades y a sus amigos de mutilar
las estatuas y además de profanar los misterios de Eleusis. Después, sus adversarios políticos
enrolaron a oradores para argumentar ante la asamblea que Alcibíades debía zarpar como
estaba planeado y someterse a juicio a su regreso de la campaña. Alcibíades, que recelaba de
sus intenciones, pidió que se le permitiera someterse a juicio inmediatamente, bajo la amenaza
de pena de muerte, para poder limpiar su nombre. La petición fue denegada y la flota zarpó
poco después, con los cargos sin resolver.
Tal y como Alcibíades había sospechado, su ausencia envalentonó a sus enemigos, y éstos
empezaron a acusarlo de las otras acciones sacrílegas, alegando incluso que dichas acciones
estaban relacionadas con un complot contra la democracia. Según Tucídides, los atenienses
reaccionaban siempre con miedo ante este tipo de acusaciones y su reacción fue sospechar
del acusado. Cuando la flota llegó a Catana, se hallaba allí el trirreme estatal "Salamina"
esperando para llevar a Alcibíades y los otros acusados de mutilar los Hermai y profanar los
misterios de Eleusis de vuelta a Atenas para someterse a juicio. Alcibíades dijo a los heraldos
que los seguiría a Atenas en su embarcación, pero en Turios se fugó con su tripulación. En
Atenas fue juzgado "in absentia" y condenado a muerte. Sus propiedades fueron confiscadas y
se prometió una recompensa de un talento a quien consiguiera matar a alguno de los que
habían huido. Mientras tanto, la fuerza ateniense en Sicilia, después de algunas primeras
victorias, se movilizó contra Mesina, donde los generales esperaban que sus aliados secretos
dentro de la ciudad la traicionaran. Alcibíades, sin embargo, previendo que estaría fuera de la
ley, dio información a los amigos de los siracusanos en Mesina y consiguió prevenir la entrada
de los atenienses. Con la muerte de Lámaco en batalla poco tiempo después, la expedición
siciliana recayó sobre las manos de Nicias, a quien los eruditos modernos han juzgado ser un
inadecuado jefe militar.
Defección a Esparta
Después de su desaparición en Turios, Alcibíades contactó con los espartanos, "prometiendo
ofrecerles una ayuda y un servicio más grandes aún que todo el daño que antes les había

2
hecho como enemigo" si ellos le ofrecían asilo. Los espartanos concedieron esta petición y lo
recibieron entre ellos. En el debate en Esparta sobre si enviar una fuerza para ayudar a
Siracusa, Alcibíades habló e inculcó miedo a los éforos espartanos sobre la ambición
ateniense, informándoles de que los atenienses esperaban conquistar Sicilia, Italia, e incluso
Cartago. Tras hacer que la amenaza pareciera inminente, Alcibíades aconsejó a los espartanos
enviar tropas y - lo más importante - un comandante espartano para disciplinar y ayudar a los
siracusanos.
Alcibíades sirvió como consejero militar a Esparta y ayudó a los espartanos a asegurar algunos
éxitos cruciales. Aconsejó que construyeran un fuerte permanente en Decelia, justo a 16 km de
Atenas y al alcance de la vista de la ciudad. Haciendo esto, los espartanos cortaron
completamente a los atenienses el acceso a sus casas y cultivos y a las minas. Éste era parte
del plan de Alcibíades para reanudar la guerra con Atenas en el Ática. El movimiento era
devastador para Atenas y forzó a los ciudadanos a que vivieran dentro de los Muros Largos de
la ciudad todo el año, fomentando la plaga de Atenas y haciéndolos completamente
dependientes de su comercio marítimo para alimentarse.
En vista de que Atenas era hostigada en un segundo frente, los miembros de la Liga de Delos
empezaron a considerar una revuelta. Como consecuencia de la derrota desastrosa de Atenas
en Sicilia, Alcibíades navegó a Jonia con una flota espartana y consiguió convencer a algunas
ciudades para que se rebelasen.
A pesar de estas valiosas contribuciones para la causa espartana, Alcibíades perdió el favor
del gobierno espartano cuando se descubrió que estaba teniendo una aventura amorosa con
Timea, la esposa del rey espartano Agis II. La influencia de Alcibíades se redujo todavía más
tras el retiro de Endio, el éforo más favorable a él. Astíoco, un almirante espartano, fue enviado
con la orden de matarlo, pero Alcibíades fue avisado y desertó a la satrapía persa de
Tisafernes, que había estado ayudando económicamente a las fuerzas peloponesias en
412 a. C.
Desde el 412 a.C. hasta su muerte en el 404 a.C.
En Asia Menor
A su llegada a la corte persa, Alcibíades se ganó la confianza del poderoso sátrapa Tisafernes
y le hizo algunas sugerencias políticas que fueron bien recibidas. Según Tucídides, Alcibíades
empezó a hacer todo lo que pudo en la corte para perjudicar la causa peloponesia. Ante su
insistencia, el sátrapa redujo los pagos que estaba haciendo a la flota peloponesia y empezó a
enviarlos de forma irregular. Seguidamente, Alcibíades aconsejó a Tisafernes sobornar a los
generales de las ciudades para así conseguir información sobre sus actividades. Por último, y
más trascendental, le dio al sátrapa instrucciones de que no tuviera prisa en involucrar la flota
persa en el conflicto, ya que, cuanto más se prolongara la guerra, más exhaustas quedarían las
fuerzas de los combatientes. Esto permitiría que los persas conquistasen la región fácilmente
tras las secuelas de tanta lucha. Alcibíades trató de convencer al sátrapa que a Persia le
interesaba desgastar tanto a Atenas como a Esparta, para, después de reducir el poder
ateniense tanto como pudiera, acabar con el Peloponeso. Aunque el consejo de Alcibíades
benefició a los persas, eran simplemente una vía para conseguir un determinado fin. Tucídides
nos cuenta que sus verdaderas motivaciones eran usar su supuesta influencia con los persas
para provocar su restauración en Atenas.
Regreso a Atenas. Negociaciones con los oligarcas atenienses
Alcibíades parece que asumió el hecho de que la "democracia radical" nunca estaría de
acuerdo con su regreso a Atenas. Por lo tanto, intercambió mensajes con los jefes atenienses
en Samos y sugirió que si pudieran instalar una oligarquía que estuviese de su parte,
regresaría a Atenas y traería consigo dinero persa y posiblemente a la flota persa de 147
trirremes. Alcibíades empezó a ganarse a los oficiales más influyentes del ejército y consiguió
su objetivo ofreciéndoles un plan compuesto de tres partes: la constitución ateniense debía ser
cambiada, el regreso de Alcibíades debía ser votado y Alcibíades debía ganarse a Tisafernes y

3
al Rey de Persia para la causa ateniense. La mayoría de los oficiales de la flota ateniense
aceptaron el plan y dieron la bienvenida a la posibilidad de una constitución más limitada, que
les otorgara un mayor margen de acción para determinar la política. Según Tucídides, sólo uno
de los generales atenienses en Samos, Frínico, se opuso al plan y argumentó que Alcibíades
se preocupaba más de la oligarquía propuesta que de la democracia tradicional. Estos oficiales
de la flota ateniense constituyeron un grupo de conspiradores y se dispusieron a enviar a
Pisandro y a otros como embajadores a Atenas para que trataran del regreso de Alcibíades y la
abolición de la democracia en la ciudad, y para hacer a Tisafernes amigo de los atenienses.
Frínico, temiendo que si volvía del exilio Alcibíades se vengaría de él por haber puesto
obstáculos a su regreso, envió un mensaje secreto a Astíoco, el navarco (general de la flota
naval) de los lacedemonios, para decirle que Alcibíades estaba arruinando su causa
procurando a los atenienses la amistad de Tisafernes y de todos los demás detalles de la
conjura. A Astíoco ni siquiera se le ocurrió tomar represalias contra Alcibíades sino que, por el
contrario, se dirigió a Magnesia y les comunicó a Alcibíades y Tisafernes la carta de Frínico.
Alcibíades envió inmediatamente una carta contra Frínico a los que estaban al frente del
ejército en Samos, comunicándoles lo que había hecho y pidiéndoles que lo condenaran a
muerte. Entonces Frínico, en gravísimo peligro a causa de la denuncia, envió de nuevo un
mensaje a Astíoco en el que, tras reprocharle que no hubiera guardado el secreto de su primer
mensaje, le manifestaba que ofrecía a los peloponesios la posibilidad de destruir toda la flota
ateniense en Samos, contando con que Samos no estaba amurallada. Astíoco denunció
también esto a Alcibíades. Pero como Frínico se lo esperaba, comunicó al ejército que el
enemigo iba a atacar el campamento al no estar Samos amurallada y que era preciso
fortificarla cuanto antes. Cuando llegó la carta de Alcibíades en la que se decía que el ejército
había sido traicionado por Frínico y que el enemigo iba a atacar, se juzgó que Alcibíades no era
digno de crédito y que informado con anticipación de los planes del enemigo, trataba de acusar
a Frínico de complicidad.
A pesar de estos sucesos, Pisandro y los otros representantes de los conspiradores llegaron a
Atenas y hablaron ante el pueblo, poniendo a Alcibíades y sus promesas en el centro de la
cuestión. Tras la oposición inicial a que se reformara la democracia y de los adversarios de
Alcibíades que aducían que no debía volver del exilio quien había violado las leyes, los
Eumólpidas y los Cérices invocaban los misterios de Eleusis, que habían sido la causa de su
destierro. Pisandro les preguntó si tenían alguna esperanza de salvar a la ciudad cuando los
peloponesios tenían prestas al combate un número de naves no inferior al suyo y contaban con
más ciudades aliadas y contaban con el apoyo económico de Tisafernes y el rey persa. El
pueblo abrigó la esperanza de una reforma ulterior de la constitución y la ecclesia decretó que
zarpara una delegación formada por Pisandro y otros diez ciudadanos para negociar con
Tisafernes y Alcibíades. El pueblo relevó de su cargo a Frínico y a su colega Escirónides.

En ese momento, el plan de Alcibíades tropezó con un gran obstáculo. Tisafernes no llegaría a
un acuerdo en esos términos, prefiriendo seguir su política de neutralidad. Alcibíades se dio
cuenta de esto, pero como no quería que los atenienses creyeran que era incapaz de persuadir
al persa, les presentó unas durísimas exigencias de éste a cambio de su apoyo (como que se
le cediera Jonia y otras islas y territorios y el derecho del rey persa de construir naves y de
navegar a lo largo de las costas del territorio del Egeo del propio rey) de forma que pudiese
argumentar que él le había convencido pero eran los atenienses los que no habían querido
ceder. Finalizó la tercera reunión en la corte persa con la cesión de los atenienses a gran parte
de las pretensiones, y la ruptura de las negociaciones. Aunque los enviados estaban muy
enfadados con las exigencias persas, también consideraban que Alcibíades los había
engañado, y que podría haber logrado el acuerdo de habérselo propuesto. Este fiasco puso fin
a las negociaciones entre los conspiradores y Alcibíades. Como éste no había logrado cumplir
su parte del acuerdo sin la exigencia de concesiones exorbitantes por parte de Atenas
abandonaron sus planes de restaurarle en Atenas.
Restitución como general ateniense

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A pesar del fracaso de las negociaciones, los conspiradores consiguieron derrocar la
democracia e imponer el gobierno oligárquico de los Cuatrocientos (411 a.C.). En Samos,
mientras tanto, aquellos samios que se habían sublevado contra los aristócratas y que
formaron el partido popular, cambiaron de orientación y, persuadidos por Pisandro y por los
conjurados atenienses que estaban en Samos, organizaron una conspiración de unas
trescientas personas. Los demócratas de Samos pudieron derrotar a los Trescientos oligarcas
samios, dando muerte a unos treinta de los Trescientos y condenando al destierro a los tres
responsables principales, sin tomar represalias contra los demás. Las tropas atenienses en
Samos se reunieron en una asamblea política, derrocaron a sus generales, y eligieron unos
nuevos, incluyendo a Trasíbulo y a Trasilo.
Un tiempo después, Trasíbulo convenció a los soldados en el curso de una asamblea de que
votaran la repatriación y la impunidad de Alcibíades, una política que había respaldado desde
antes del golpe de estado. Luego navegó para encontrarse con Tisafernes y trajo a Alcibíades
a Samos, convencido de que la única posibilidad de salvar a Atenas era que Tisafernes se
pasara a su bando creyendo que Alcibíades tenía gran influencia sobre Tisafernes. Esta
restitución fue una decepción para Alcibíades, quien había estado esperando un glorioso
regreso a la ciudad de Atenas, pero se encontró con que únicamente había sido restaurado en
el mando de la flota rebelde, donde le había sido concedida la inmunidad "protegiéndole por el
momento, pero sin garantías para el futuro"; además, la restitución, que Alcibíades había
esperado obtener gracias a su propio prestigio e influencia, la consiguió, en realidad, a través
del patrocinio de Trasíbulo.
En su primer discurso a los soldados reunidos, Alcibíades se quejó amargamente sobre las
circunstancias de su exilio, pero la mayor parte del discurso consistió en jactarse de su
influencia sobre Tisafernes. Los motivos principales de su discurso fueron atemorizar a los
oligarcas de Atenas e incrementar su crédito en el ejército de Samos. Al escuchar su discurso,
las tropas le eligieron general inmediatamente, junto a Trasíbulo y otros. De hecho, los exaltó
tanto que propusieron zarpar en seguida rumbo al Pireo y atacar a los oligarcas de Atenas.
Fueron principalmente Alcibíades y Trasíbulo, quienes calmaron al pueblo y les mostraron la
locura de esta propuesta, que habría provocado la guerra civil y conducido a la derrota de
Atenas. Poco después de la restitución de Alcibíades como general ateniense, el gobierno de
los Cuatrocientos fue derrocado y reemplazado por una oligarquía más amplia, que cedería el
paso de nuevo a la democracia.
Al poco tiempo, Alcibíades navegó para negociar con Tisafernes con un destacamento de
naves. Según el historiador Tucídides, Alcibíades sabía desde hacía tiempo la intención de
Tisafernes de no traer las naves, y quería desacreditarlo lo más posible a los ojos de los
espartanos, por la amistad que mantenía con él y con los atenienses, y obligarle a unirse a su
lado.
Batallas de Abidos y Cícico
Alcibíades fue restituido por el "régimen intermedio" de los Cinco Mil, el gobierno que sucedió
al de los Cuatrocientos en 411 a. C., pero es más probable que esperara, en realidad, hasta
407 a. C. para regresar a la ciudad. Alcibíades decidió volver con honores. Si bien éste era
indudablemente su objetivo, era de nuevo simplemente un medio para conseguir un fin: evitar
el juicio a su regreso a Atenas.
El siguiente rol importante que llevaría a cabo en la guerra ocurriría en la batalla de Abidos.
Alcibíades se había quedado retrasado en Samos con una pequeña fuerza, mientras Trasíbulo
y Trasilo condujeron la mayor parte de la flota al Helesponto. Durante este período, Alcibíades
consiguió recaudar dinero de Caria y la zona vecina, con el cual podía pagar a los remeros y
lograr su favor. Después de la victoria ateniense en Cinosema, ambas flotas convocaron a sus
barcos de los alrededores del Egeo y se reunieron para lo que podría ser una próxima batalla
decisiva.
Mientras Alcibíades aún estaba de camino, las dos flotas chocaron en Abidos, donde los
peloponesios habían establecido su principal base naval. La batalla estuvo igualada y se

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desencadenó con furia mucho tiempo, pero la balanza se inclinó hacia los atenienses cuando
Alcibíades arremetió en el Helesponto con 18 trirremes. Solamente la ayuda del ejército persa y
el navegar de noche salvó a la flota peloponesia de la completa destrucción.
Poco después de la batalla, Tisafernes había llegado al Helesponto y Alcibíades dejó la flota en
Sestos para reunirse con él, llevándole regalos y esperando una vez más intentar ganarse al
gobernador persa. Evidentemente Alcibíades había juzgado mal su prestigio con el sátrapa, y
fue arrestado a su llegada. Era obvio que no tenía ninguna influencia con los persas, por lo que
desde ahora su autoridad dependería de lo que en realidad pudiera lograr en lugar de lo que
prometiera hacer.
Después de una pausa de varios meses en la que los peloponesios construyeron nuevas
embarcaciones y los atenienses sitiaron ciudades y recaudaron dinero en todo el Egeo, la
siguiente batalla naval tuvo lugar la primavera de 410 a. C. en Cícico. Alcibíades había sido
obligado a navegar desde Sestos a Cardia para proteger su pequeña flota de la reconstruida
armada peloponesia, pero tan pronto como se reunió ahí la flota ateniense completa, sus
comandantes lo llevaron a Cícico, donde los atenienses localizaron que Farnabazo y Míndaro,
el comandante de la flota peloponesia, estaban tramando su próximo movimiento juntos. Oculta
por la tormenta y la oscuridad, la fuerza ateniense combinada llegó a las inmediaciones sin ser
descubierta por los peloponesios. En ese momento los atenienses idearon un complot para
sacar al enemigo a la batalla: Alcibíades avanzó con una pequeña escuadra para sacar a los
espartanos de la batalla, y, después de engañar a la escuadra espartana con este truco, las
escuadras de Trasíbulo y Terámenes llegaron para reunirse con él, cortando la retirada
espartana. La flota espartana sufrió graves pérdidas en la huida, y llegó a la orilla con los
atenienses pisándoles los talones. Las tropas de Alcibíades, conduciendo la persecución
ateniense, atracaron e intentaron llevar las embarcaciones espartanas mar adentro. Los
peloponesios lucharon para impedir que sus barcos fueran remolcados, y las tropas de
Farnabazo acudieron en su ayuda. Trasíbulo desembarcó su propia fuerza para aliviar
temporalmente la presión sobre Alcibíades, y mientras tanto ordenó a Terámenes que se
uniera a las fuerzas de tierra atenienses cercanas y que las trajera para reforzar a los
marineros y al ejército naval en la playa. Los espartanos y los persas, abrumados por la llegada
de múltiples fuerzas desde varias direcciones, fueron derrotados y ahuyentados, y los
atenienses capturaron todas los barcos espartanos que no fueron destruidos. Poco tiempo
después, Esparta hizo una petición de paz, pero sus términos fueron rechazados por los
atenienses.
Éxitos militares adicionales
Después de su victoria, Alcibíades y Trasilo empezaron el asedio de Calcedón en 409 a. C. con
unas 190 naves. Aunque incapaz de conseguir una victoria decisiva o inducir a que la ciudad
se rindiera, Alcibíades fue capaz de ganar una pequeña batalla táctica terrestre fuera de las
puertas de la ciudad y Terámenes concluyó un acuerdo con los calcedonios. Más tarde
concluyeron una alianza temporal con Farnabazo, que aseguró algo del mucho dinero
necesitado en forma urgente por el ejército, pero a pesar de esto Alcibíades se vio obligado a
partir en búsqueda de más botín para pagar a los soldados y remeros de la flota.
En busca de estos fondos viajó al Quersoneso Tracio y atacó Selimbria. Conspiró con un
partido proateniense dentro de la ciudad y ofreció a los selimbrios términos razonables a la vez
que impuso una estricta disciplina para que viesen que estaban bajo vigilancia. No causó daño
alguno a la ciudad, sino que simplemente tomó una cantidad de dinero de ella, puso una
guarnición dentro y partió. Desde aquí Alcibíades se unió al sitio de Bizancio al mismo tiempo
que Terámenes y Trasilo. Una parte de los ciudadanos de la ciudad, desmoralizada y
hambrienta, decidió entregar la ciudad a Alcibíades en términos similares a los que los
selimbrios habían recibido. Al aceptar, por la noche los defensores dejaron sus puestos y los
atenienses atacaron la guarnición peloponesia de la ciudad y a los barcos del puerto. La parte
de ciudadanos que se mantuvo leal a los peloponesios pelearon tan salvajemente que
Alcibíades hizo pública una declaración en mitad de la lucha en la que garantizaba su
seguridad, con lo que logró persuadir al resto de ciudadanos de unirse a los atenienses contra
la guarnición peloponesia, que fue casi totalmente destruida.

6
Regreso a Atenas, destitución y muerte
Fue en el período subsiguiente a estos éxitos que Alcibíades resolvió al final regresar a Atenas
en la primavera de 407 a. C. Como consecuencia de sus victorias recientes, Alcibíades fue
extremadamente cuidadoso en su regreso, consciente de los cambios en el gobierno, los
cargos que aún lo preocupaban todavía, y el gran perjuicio que había causado a Atenas. Por lo
tanto, Alcibíades, en lugar de ir directo a casa, fue a Samos primero para recoger 20 naves y
continuó con ellas hasta el golfo Cerámico donde recaudó 100 talentos. Navegó finalmente
hasta Gitión para hacer averiguaciones, en parte sobre los preparativos de los espartanos allí,
y en parte sobre los sentimientos en Atenas sobre su regreso. Sus averiguaciones le
aseguraron que la ciudad estaba dispuesta a reconciliarse con él y que sus amigos íntimos le
urgían a que regresara.
Por lo tanto, finalmente navegó hasta el Pireo donde la multitud se había reunido deseando ver
al famoso Alcibíades. Al llegar a tierra fue recibido con una bienvenida triunfal. Sin embargo,
algunos vieron un mal presagio en el hecho de que había regresado a Atenas cuando en plena
celebración de la ceremonia de los Plinterias (la fiesta donde la antigua estatua de Atenea se
limpiaba). Éste era considerado como el día más desafortunado del año para emprender algo
de importancia, y sus enemigos tomaron nota de esto y lo tuvieron presente para una futura
ocasión.
Todos los procesos penales contra él fueron cancelados y los cargos de blasfemia fueron
oficialmente retirados. Alcibíades fue capaz de hacer valer su piedad y aumentar la moral
ateniense dirigiendo la procesión solemne a Eleusis (para la celebración de los misterios de
Eleusis) por tierra por primera vez desde que los espartanos habían ocupado Decelia.
Alcibíades utilizó un destacamento de soldados para escoltar la procesión tradicional. Sus
bienes le fueron devueltos y la ecclesia le eligió general (estratego) con poderes exclusivos en
tierra y mar.
Derrota de Notio
En 406 a. C. Alcibíades salió de Atenas con 1.500 hoplitas y 100 barcos. Fracasó al tomar
Ándros y luego fue a Samos. Después se trasladó a Notio, para vigilar más de cerca a la flota
enemiga estacionada en Éfeso. Mientras tanto Tisafernes había sido reemplazado por Ciro (un
pariente de Darío II de Persia) quién decidió ayudar a los peloponesios económicamente. Estos
nuevos ingresos empezaron a atraer a desertores de los atenienses hacia la marina espartana.
Además, los espartanos tenían al mando de la escuadra a Lisandro, un almirante muy capaz.
Estos factores permitieron el rápido crecimiento de la flota peloponesia a expensas de la
ateniense. En busca de fondos y necesitando forzar otra batalla decisiva, Alcibíades dejó Notio
y navegó para ayudar a Trasíbulo en el asedio de Focea. Alcibíades era consciente de que la
flota espartana estaba cerca, así que dejó casi ochenta barcos para vigilarlos bajo el mando de
su timonel personal, Antíoco, a quien había dado órdenes expresas de no atacar. Antíoco
desobedeció estas órdenes y en el combate naval que tuvo lugar a continuación, Lisandro
obtuvo una victoria total. Alcibíades regresó e intentó desesperadamente contrarrestar la
derrota de Notio anotándose otra victoria, pero Lisandro no aceptó el reto.
Al final, la responsabilidad de la derrota recayó sobre Alcibíades y sus enemigos aprovecharon
la oportunidad para atacarle y desposeerle del mando. Las exageradas esperanzas producidas
por sus éxitos del verano previo había creado un elemento decisivo para su caída. Por
consiguiente, Alcibíades se condenó al exilio. Nunca más regresó a Atenas, navegó al norte, a
los castillos del Quersoneso tracio, que había asegurado durante su estancia en el Helesponto.
Las implicaciones de la derrota eran graves para Atenas. Aunque la derrota había sido menor,
ocasionó el retiro no sólo de Alcibíades sino también de sus aliados como Trasíbulo,
Terámenes y Critias. Éstos eran probablemente los comandantes más capaces que Atenas
tenía en esa época y su retiro ayudaría a la rendición ateniense solamente dos años después
de su completa derrota en Egospótamos (405 a.C.), cuando la flota ateniense fue destruida por
Lisandro..
Muerte

7
Después de la batalla de Egospótamos, Alcibíades cruzó el Helesponto y se refugió en Frigia,
con el objeto de conseguir la ayuda de Artajerjes II contra Esparta. Pero los espartanos
indujeron a Farnabazo a que lo dejara apartado. Lisandro envió a un representante a
Farnabazo para que enviara a su hermano a Frigia donde Alcibíades estaba viviendo con su
amante, Timandra. En 404 a. C., cuando estaba a punto de salir hacia la corte persa, su
residencia fue rodeada e incendiada. Viendo que no tenía ninguna oportunidad de escapar se
lanzó precipitadamente sobre sus asesinos, daga en mano, y murió acribillado por una lluvia de
flechas.
Según otras fuentes ni Lisandro ni Farnabazo fueron culpables de la muerte de Alcibíades sino
él mismo, pues sedujo a una joven, cuyos airados hermanos incendiaron la casa de Alcibíades,
y le mataron con sus arcos cuando intentaba escapar del fuego.

Valoraciones
Carrera política
En la Grecia antigua Alcibíades era una figura polarizada. Tucídides reprende al estadista
ateniense por su conducta política y sus motivos. Según el historiador, Alcibíades, al ser
"sumamente ambicioso", propuso la expedición a Sicilia para "obtener riqueza y reputación por
medio de sus éxitos". Alcibíades es considerado responsable por Tucídides de la destrucción
de Atenas, debido a que "sus hábitos ofendieron a todo el mundo y causaron que entregaran
los asuntos a otras manos, y así no tardó mucho en arruinarse la ciudad". Plutarco le considera
como "el menos escrupuloso y más imprudente de los seres humanos". Por otro lado, Diodoro,
otro historiador, argumenta que era "de pensamientos brillantes y decidido a grandes
empresas". Demóstenes defiende los logros de Alcibíades, diciendo que había tomado las
armas por la democracia, manifestando su patriotismo, no mediante obsequios o dinero o
mediante discursos, sino por el servicio personal. Para Demóstenes y otros oradores
Alcibíades personificó la figura del gran hombre de los gloriosos días de la democracia
ateniense y se convirtió en un símbolo retórico. El orador Lisias, por otra parte, argumentó en
uno de sus discursos que los atenienses debían mirar a Alcibíades como un enemigo porque a
tenor general de su vida, "paga con injurias la ayuda de sus amigos".
En la Constitución de los atenienses, Aristóteles no incluye a Alcibíades en la lista de los
mejores políticos atenienses, pero en Analítica Posterior argumenta que las características de
un hombre orgulloso como Alcibíades son ecuanimidad ante los avatares del destino e
intolerancia ante el deshonor. La principal descripción del hombre de estado ateniense la da
Cornelio Nepote en su obra Vidas dice que Alcibíades "superó a todos los atenienses en
nobleza y dignidad de vida". Incluso hoy Alcibíades divide a los estudiosos.
Logros militares
A pesar de sus comentarios críticos, Tucídides admite en una breve digresión que
"públicamente su conducción de la guerra era tan buena como podría desearse". Diodoro y
Demóstenes le consideran un gran general. Para otros estudiosos, sin embargo, Alcibíades
era un comandante de habilidad considerable, no era ningún genio militar, y su confianza y
ambiciones fueron más allá de su destreza. Cornelio Nepote dijo que la opinión extravagante
de las habilidades de Alcibíades y el valor eran su principal desgracia.
Habilidad oratoria

8
Plutarco afirma que "Alcibíades eran un hábil orador además de sus otros talentos" mientras
que Teofrasto argumenta que Alcibíades era el más capacitado para descubrir y comprender lo
que se requería en un caso dado. Sin embargo, solía tropezar en la mitad de su discurso, pero
luego lo reanudaba y proseguía. Incluso el ceceo que tenía, que fue apuntado por Aristófanes,
hizo su conversación persuasiva y llena de encanto. Otros, en cambio, creen que el orador
Alcibíades parecía ser lo que su audiencia necesitaba en cualquier ocasión.
Alusiones en la comedia, filosofía y literatura
Alcibíades no fue perdonado por la comedia antigua y los argumentos atestiguan un
enfrentamiento épico entre Alcibíades y Eupolis, muy similar al de Aristófanes y Cleón. Aparece
como personaje de ficción en varios diálogos socráticos (El Banquete, Protágoras). Platón
presenta a Alcibíades como el alumno más brillante de Sócrates, aunque será, con el correr de
los tiempos, la ruina de Atenas. Para Platón, Alcibíades es una personalidad extraordinaria. Lo
que es extraordinario para el filósofo, no son las obras que resultan sino la personalidad
misma, especialmente esa pasión por lo que es mejor para sí mismo, lo mejor para sí mismo
por encima y más allá de los cargos y honores convencionales. Para Platón, Alcibíades
encarna la culminación de la política, pero esa culminación que busca una gran y casi
endiosada superioridad que trasciende la políticaEn el juicio al que es sometido, Sócrates debe
refutar el intento de culparlo por los crímenes de sus ex discípulos, incluyendo a Alcibíades.
Por eso, declara en la "Apología": "Nunca he sido el profesor de nadie" respondiendo a
circunstancias muy concretas y a acontecimientos recientes (la mutilación de los Hermai, la
traición de Atenas por Alcibíades en plena guerra del Peloponeso y el régimen de los Treinta
Tiranos).
La frase "El perro de Alcibíades" hace referencia a una estrategia de distracción para desviar la
atención del público. Esto es debido a una anécdota según la cual Alcibíades cortó el rabo a su
perro en público y cuando le preguntaron el porqué de tan absurdo comportamiento contestó
que, mientras hablaban de su perro, no hablaban de las arbitrariedades y corrupciones de su
gobierno.

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Alcibíades

  • 1. Alcibíades (450- 404 a.C.) Primeros años. Alcibíades era hijo de Clinias y Dinómaca, quien pertenecía a su vez a la poderosa y controvertida familia de los Alcmeónidas; Pericles y su hermano Arifrón eran primos de Dinómaca (su padre y su madre eran hermanos). Su abuelo, también llamado Alcibíades, fue amigo de Clístenes, el famoso reformador constitucional del siglo VI a. C. Tras la muerte de Clinias en la batalla de Coronea del año 447 a. C., Pericles y Arifrón fueron sus tutores. Según Plutarco, Alcibíades tuvo famosos profesores, como Sócrates, y fue formado en el arte de la retórica. Varios escritores griegos hacen mención de su comportamiento indisciplinado. Alcibíades tomó parte en la batalla de Potidea en 432 a. C., donde Sócrates salvó su vida, favor que le devolvió en la batalla de Delio en 424 a. C. Alcibíades tenía una íntima pero (según idealizaron antiguos relatos) casta relación con Sócrates, a quien él admiraba y respetaba, y quien se sintió atraído por su belleza, pero no sucumbió a las atracciones del joven. Según Plutarco, Alcibíades "temía y reverenciaba sólo a Sócrates, y despreciaba al resto de sus amantes". Se casó con Hipareta, la hija de Hipónico, un rico ateniense. Según Plutarco, Hipareta amaba a su marido, pero intentó divorciarse de él porque frecuentaba a las cortesanas. Vivió con él hasta su muerte y dio a luz probablemente a dos niños, una hija y un hijo, también llamado Alcibíades. Carrera política hasta el 412 a. C. Ascenso Alcibíades incrementó su preeminencia política cuando empezó a abogar por una línea agresiva ateniense tras la firma de la Paz de Nicias. Este tratado había sido una tregua entre Esparta y Atenas firmada a mitad de la guerra del Peloponeso y llegó tras siete años de enfrentamientos en los que ningún bando había obtenido una ventaja decisiva. Tucídides comenta que Alcibíades se había ofendido durante la negociación del tratado debido a que los lacedemonios lo habían negociado con Nicias y Laques, y le habían dejado de lado a causa de su juventud. Una serie de disputas acerca de la interpretación del tratado condujeron a los espartanos a despachar embajadores plenipotenciarios a Atenas para concluir todos los asuntos pendientes. Los atenienses, inicialmente, recibieron bien a estos embajadores, pero Alcibíades se reunió con ellos en secreto antes de que fueran a hablar a la ekklesía (la asamblea ateniense) y les dijo que la asamblea era arrogante y tenía grandes ambiciones. Les instó a que renunciaran a su autoridad diplomática de representar a Esparta y permitieran que él los ayudara con los políticos atenienses a través de su influencia. Los representantes estuvieron de acuerdo e, impresionados con la previsión de Alcibíades, se separaron de Nicias, quien sinceramente quería llegar a un acuerdo con los espartanos. Al día siguiente, durante la asamblea, Alcibíades les preguntó qué poderes les había concedido Esparta y respondieron que no habían ido con plenos poderes. Esto estaba en directa contradicción con lo que habían dicho el día anterior y Alcibíades se valió de esta oportunidad para denunciar su carácter, sembrar la sospecha sobre sus objetivos y destruir su credibilidad. Este truco incrementó el prestigio de Alcibíades mientras avergonzaba a Nicias, y Alcibíades fue nombrado general. Aprovechó su creciente poder para orquestar la creación de una alianza entre Argos, Mantinea, Elis y otros estados del Peloponeso, amenazados con el dominio de Esparta en la región. Esta alianza, sin embargo, sería derrotada en última instancia en la batalla de Mantinea. En los años 416 - 415 a. C. tuvo lugar un complejo enfrentamiento entre Hipérbolo, por un lado, y Nicias y Alcibíades, por el otro. Hipérbolo trató de provocar el ostracismo de uno de ellos, pero Alcibíades y Nicias combinaron su influencia para inducir al pueblo a expulsar a Hipérbolo. 1
  • 2. Este incidente revela que Nicias y Alcibíades disponían cada uno de sus propios seguidores, cuyos votos eran determinados por los deseos de los líderes. Expedición a Sicilia En 415 a. C., llegaron a Atenas unos delegados de la ciudad siciliana de Segesta para solicitar ayuda a los atenienses en su guerra contra Selinunte. Dicha solicitud fue debatida en la asamblea y Nicias se opuso con vehemencia contra la intervención ateniense. Argumentó que la campaña sería muy costosa, a la vez que atacaba las motivaciones y el carácter de Alcibíades, que se había erigido en el principal partidario de la expedición. Por otro lado, Alcibíades argumentó que una campaña en este nuevo territorio proporcionaría riquezas a la ciudad y ampliaría el imperio, igual que había ocurrido anteriormente con las Guerras Médicas. Alcibíades pronosticó en su discurso, (con exagerado optimismo, según la opinión de la mayoría de los historiadores) que los atenienses podrían reclutar a aliados en la región e imponer su gobierno a Siracusa, la ciudad más poderosa de Sicilia. A pesar de la entusiasta defensa del plan por parte de Alcibíades, sería Nicias, y no él, quien transformaría una modesta intervención en el lugar en una gran campaña y que haría pensar a todo el mundo que la conquista no sólo sería posible sino incluso segura. Su sugerencia fue que el tamaño de la flota se incrementara de unas 60 embarcaciones hasta las 140 naves, y que las fuerzas alcanzasen 5.100 hombres de infantería pesada y unos 1.300 arqueros, honderos y tropas ligeras. La verdadera intención de Nicias era asustar a la asamblea con su alta estimación de las fuerzas requeridas pero, en lugar de disuadir a sus conciudadanos, su análisis lo hizo aún más deseable. En contra de sus deseos, Nicias fue nombrado general, junto con Alcibíades y Lámaco; los tres con plenos poderes para lograr que los intereses de Atenas en Sicilia se cumplieran. Una noche, durante los preparativos para la expedición, los Hermai -cabezas del dios Hermes sobre un plinto con un falo- fueron mutilados en toda Atenas. Esto supuso tanto un escándalo religioso como un mal presagio para la misión. El historiador Plutarco explica que Androcles, un dirigente político, usó testigos desleales que culparon a Alcibíades y a sus amigos de mutilar las estatuas y además de profanar los misterios de Eleusis. Después, sus adversarios políticos enrolaron a oradores para argumentar ante la asamblea que Alcibíades debía zarpar como estaba planeado y someterse a juicio a su regreso de la campaña. Alcibíades, que recelaba de sus intenciones, pidió que se le permitiera someterse a juicio inmediatamente, bajo la amenaza de pena de muerte, para poder limpiar su nombre. La petición fue denegada y la flota zarpó poco después, con los cargos sin resolver. Tal y como Alcibíades había sospechado, su ausencia envalentonó a sus enemigos, y éstos empezaron a acusarlo de las otras acciones sacrílegas, alegando incluso que dichas acciones estaban relacionadas con un complot contra la democracia. Según Tucídides, los atenienses reaccionaban siempre con miedo ante este tipo de acusaciones y su reacción fue sospechar del acusado. Cuando la flota llegó a Catana, se hallaba allí el trirreme estatal "Salamina" esperando para llevar a Alcibíades y los otros acusados de mutilar los Hermai y profanar los misterios de Eleusis de vuelta a Atenas para someterse a juicio. Alcibíades dijo a los heraldos que los seguiría a Atenas en su embarcación, pero en Turios se fugó con su tripulación. En Atenas fue juzgado "in absentia" y condenado a muerte. Sus propiedades fueron confiscadas y se prometió una recompensa de un talento a quien consiguiera matar a alguno de los que habían huido. Mientras tanto, la fuerza ateniense en Sicilia, después de algunas primeras victorias, se movilizó contra Mesina, donde los generales esperaban que sus aliados secretos dentro de la ciudad la traicionaran. Alcibíades, sin embargo, previendo que estaría fuera de la ley, dio información a los amigos de los siracusanos en Mesina y consiguió prevenir la entrada de los atenienses. Con la muerte de Lámaco en batalla poco tiempo después, la expedición siciliana recayó sobre las manos de Nicias, a quien los eruditos modernos han juzgado ser un inadecuado jefe militar. Defección a Esparta Después de su desaparición en Turios, Alcibíades contactó con los espartanos, "prometiendo ofrecerles una ayuda y un servicio más grandes aún que todo el daño que antes les había 2
  • 3. hecho como enemigo" si ellos le ofrecían asilo. Los espartanos concedieron esta petición y lo recibieron entre ellos. En el debate en Esparta sobre si enviar una fuerza para ayudar a Siracusa, Alcibíades habló e inculcó miedo a los éforos espartanos sobre la ambición ateniense, informándoles de que los atenienses esperaban conquistar Sicilia, Italia, e incluso Cartago. Tras hacer que la amenaza pareciera inminente, Alcibíades aconsejó a los espartanos enviar tropas y - lo más importante - un comandante espartano para disciplinar y ayudar a los siracusanos. Alcibíades sirvió como consejero militar a Esparta y ayudó a los espartanos a asegurar algunos éxitos cruciales. Aconsejó que construyeran un fuerte permanente en Decelia, justo a 16 km de Atenas y al alcance de la vista de la ciudad. Haciendo esto, los espartanos cortaron completamente a los atenienses el acceso a sus casas y cultivos y a las minas. Éste era parte del plan de Alcibíades para reanudar la guerra con Atenas en el Ática. El movimiento era devastador para Atenas y forzó a los ciudadanos a que vivieran dentro de los Muros Largos de la ciudad todo el año, fomentando la plaga de Atenas y haciéndolos completamente dependientes de su comercio marítimo para alimentarse. En vista de que Atenas era hostigada en un segundo frente, los miembros de la Liga de Delos empezaron a considerar una revuelta. Como consecuencia de la derrota desastrosa de Atenas en Sicilia, Alcibíades navegó a Jonia con una flota espartana y consiguió convencer a algunas ciudades para que se rebelasen. A pesar de estas valiosas contribuciones para la causa espartana, Alcibíades perdió el favor del gobierno espartano cuando se descubrió que estaba teniendo una aventura amorosa con Timea, la esposa del rey espartano Agis II. La influencia de Alcibíades se redujo todavía más tras el retiro de Endio, el éforo más favorable a él. Astíoco, un almirante espartano, fue enviado con la orden de matarlo, pero Alcibíades fue avisado y desertó a la satrapía persa de Tisafernes, que había estado ayudando económicamente a las fuerzas peloponesias en 412 a. C. Desde el 412 a.C. hasta su muerte en el 404 a.C. En Asia Menor A su llegada a la corte persa, Alcibíades se ganó la confianza del poderoso sátrapa Tisafernes y le hizo algunas sugerencias políticas que fueron bien recibidas. Según Tucídides, Alcibíades empezó a hacer todo lo que pudo en la corte para perjudicar la causa peloponesia. Ante su insistencia, el sátrapa redujo los pagos que estaba haciendo a la flota peloponesia y empezó a enviarlos de forma irregular. Seguidamente, Alcibíades aconsejó a Tisafernes sobornar a los generales de las ciudades para así conseguir información sobre sus actividades. Por último, y más trascendental, le dio al sátrapa instrucciones de que no tuviera prisa en involucrar la flota persa en el conflicto, ya que, cuanto más se prolongara la guerra, más exhaustas quedarían las fuerzas de los combatientes. Esto permitiría que los persas conquistasen la región fácilmente tras las secuelas de tanta lucha. Alcibíades trató de convencer al sátrapa que a Persia le interesaba desgastar tanto a Atenas como a Esparta, para, después de reducir el poder ateniense tanto como pudiera, acabar con el Peloponeso. Aunque el consejo de Alcibíades benefició a los persas, eran simplemente una vía para conseguir un determinado fin. Tucídides nos cuenta que sus verdaderas motivaciones eran usar su supuesta influencia con los persas para provocar su restauración en Atenas. Regreso a Atenas. Negociaciones con los oligarcas atenienses Alcibíades parece que asumió el hecho de que la "democracia radical" nunca estaría de acuerdo con su regreso a Atenas. Por lo tanto, intercambió mensajes con los jefes atenienses en Samos y sugirió que si pudieran instalar una oligarquía que estuviese de su parte, regresaría a Atenas y traería consigo dinero persa y posiblemente a la flota persa de 147 trirremes. Alcibíades empezó a ganarse a los oficiales más influyentes del ejército y consiguió su objetivo ofreciéndoles un plan compuesto de tres partes: la constitución ateniense debía ser cambiada, el regreso de Alcibíades debía ser votado y Alcibíades debía ganarse a Tisafernes y 3
  • 4. al Rey de Persia para la causa ateniense. La mayoría de los oficiales de la flota ateniense aceptaron el plan y dieron la bienvenida a la posibilidad de una constitución más limitada, que les otorgara un mayor margen de acción para determinar la política. Según Tucídides, sólo uno de los generales atenienses en Samos, Frínico, se opuso al plan y argumentó que Alcibíades se preocupaba más de la oligarquía propuesta que de la democracia tradicional. Estos oficiales de la flota ateniense constituyeron un grupo de conspiradores y se dispusieron a enviar a Pisandro y a otros como embajadores a Atenas para que trataran del regreso de Alcibíades y la abolición de la democracia en la ciudad, y para hacer a Tisafernes amigo de los atenienses. Frínico, temiendo que si volvía del exilio Alcibíades se vengaría de él por haber puesto obstáculos a su regreso, envió un mensaje secreto a Astíoco, el navarco (general de la flota naval) de los lacedemonios, para decirle que Alcibíades estaba arruinando su causa procurando a los atenienses la amistad de Tisafernes y de todos los demás detalles de la conjura. A Astíoco ni siquiera se le ocurrió tomar represalias contra Alcibíades sino que, por el contrario, se dirigió a Magnesia y les comunicó a Alcibíades y Tisafernes la carta de Frínico. Alcibíades envió inmediatamente una carta contra Frínico a los que estaban al frente del ejército en Samos, comunicándoles lo que había hecho y pidiéndoles que lo condenaran a muerte. Entonces Frínico, en gravísimo peligro a causa de la denuncia, envió de nuevo un mensaje a Astíoco en el que, tras reprocharle que no hubiera guardado el secreto de su primer mensaje, le manifestaba que ofrecía a los peloponesios la posibilidad de destruir toda la flota ateniense en Samos, contando con que Samos no estaba amurallada. Astíoco denunció también esto a Alcibíades. Pero como Frínico se lo esperaba, comunicó al ejército que el enemigo iba a atacar el campamento al no estar Samos amurallada y que era preciso fortificarla cuanto antes. Cuando llegó la carta de Alcibíades en la que se decía que el ejército había sido traicionado por Frínico y que el enemigo iba a atacar, se juzgó que Alcibíades no era digno de crédito y que informado con anticipación de los planes del enemigo, trataba de acusar a Frínico de complicidad. A pesar de estos sucesos, Pisandro y los otros representantes de los conspiradores llegaron a Atenas y hablaron ante el pueblo, poniendo a Alcibíades y sus promesas en el centro de la cuestión. Tras la oposición inicial a que se reformara la democracia y de los adversarios de Alcibíades que aducían que no debía volver del exilio quien había violado las leyes, los Eumólpidas y los Cérices invocaban los misterios de Eleusis, que habían sido la causa de su destierro. Pisandro les preguntó si tenían alguna esperanza de salvar a la ciudad cuando los peloponesios tenían prestas al combate un número de naves no inferior al suyo y contaban con más ciudades aliadas y contaban con el apoyo económico de Tisafernes y el rey persa. El pueblo abrigó la esperanza de una reforma ulterior de la constitución y la ecclesia decretó que zarpara una delegación formada por Pisandro y otros diez ciudadanos para negociar con Tisafernes y Alcibíades. El pueblo relevó de su cargo a Frínico y a su colega Escirónides. En ese momento, el plan de Alcibíades tropezó con un gran obstáculo. Tisafernes no llegaría a un acuerdo en esos términos, prefiriendo seguir su política de neutralidad. Alcibíades se dio cuenta de esto, pero como no quería que los atenienses creyeran que era incapaz de persuadir al persa, les presentó unas durísimas exigencias de éste a cambio de su apoyo (como que se le cediera Jonia y otras islas y territorios y el derecho del rey persa de construir naves y de navegar a lo largo de las costas del territorio del Egeo del propio rey) de forma que pudiese argumentar que él le había convencido pero eran los atenienses los que no habían querido ceder. Finalizó la tercera reunión en la corte persa con la cesión de los atenienses a gran parte de las pretensiones, y la ruptura de las negociaciones. Aunque los enviados estaban muy enfadados con las exigencias persas, también consideraban que Alcibíades los había engañado, y que podría haber logrado el acuerdo de habérselo propuesto. Este fiasco puso fin a las negociaciones entre los conspiradores y Alcibíades. Como éste no había logrado cumplir su parte del acuerdo sin la exigencia de concesiones exorbitantes por parte de Atenas abandonaron sus planes de restaurarle en Atenas. Restitución como general ateniense 4
  • 5. A pesar del fracaso de las negociaciones, los conspiradores consiguieron derrocar la democracia e imponer el gobierno oligárquico de los Cuatrocientos (411 a.C.). En Samos, mientras tanto, aquellos samios que se habían sublevado contra los aristócratas y que formaron el partido popular, cambiaron de orientación y, persuadidos por Pisandro y por los conjurados atenienses que estaban en Samos, organizaron una conspiración de unas trescientas personas. Los demócratas de Samos pudieron derrotar a los Trescientos oligarcas samios, dando muerte a unos treinta de los Trescientos y condenando al destierro a los tres responsables principales, sin tomar represalias contra los demás. Las tropas atenienses en Samos se reunieron en una asamblea política, derrocaron a sus generales, y eligieron unos nuevos, incluyendo a Trasíbulo y a Trasilo. Un tiempo después, Trasíbulo convenció a los soldados en el curso de una asamblea de que votaran la repatriación y la impunidad de Alcibíades, una política que había respaldado desde antes del golpe de estado. Luego navegó para encontrarse con Tisafernes y trajo a Alcibíades a Samos, convencido de que la única posibilidad de salvar a Atenas era que Tisafernes se pasara a su bando creyendo que Alcibíades tenía gran influencia sobre Tisafernes. Esta restitución fue una decepción para Alcibíades, quien había estado esperando un glorioso regreso a la ciudad de Atenas, pero se encontró con que únicamente había sido restaurado en el mando de la flota rebelde, donde le había sido concedida la inmunidad "protegiéndole por el momento, pero sin garantías para el futuro"; además, la restitución, que Alcibíades había esperado obtener gracias a su propio prestigio e influencia, la consiguió, en realidad, a través del patrocinio de Trasíbulo. En su primer discurso a los soldados reunidos, Alcibíades se quejó amargamente sobre las circunstancias de su exilio, pero la mayor parte del discurso consistió en jactarse de su influencia sobre Tisafernes. Los motivos principales de su discurso fueron atemorizar a los oligarcas de Atenas e incrementar su crédito en el ejército de Samos. Al escuchar su discurso, las tropas le eligieron general inmediatamente, junto a Trasíbulo y otros. De hecho, los exaltó tanto que propusieron zarpar en seguida rumbo al Pireo y atacar a los oligarcas de Atenas. Fueron principalmente Alcibíades y Trasíbulo, quienes calmaron al pueblo y les mostraron la locura de esta propuesta, que habría provocado la guerra civil y conducido a la derrota de Atenas. Poco después de la restitución de Alcibíades como general ateniense, el gobierno de los Cuatrocientos fue derrocado y reemplazado por una oligarquía más amplia, que cedería el paso de nuevo a la democracia. Al poco tiempo, Alcibíades navegó para negociar con Tisafernes con un destacamento de naves. Según el historiador Tucídides, Alcibíades sabía desde hacía tiempo la intención de Tisafernes de no traer las naves, y quería desacreditarlo lo más posible a los ojos de los espartanos, por la amistad que mantenía con él y con los atenienses, y obligarle a unirse a su lado. Batallas de Abidos y Cícico Alcibíades fue restituido por el "régimen intermedio" de los Cinco Mil, el gobierno que sucedió al de los Cuatrocientos en 411 a. C., pero es más probable que esperara, en realidad, hasta 407 a. C. para regresar a la ciudad. Alcibíades decidió volver con honores. Si bien éste era indudablemente su objetivo, era de nuevo simplemente un medio para conseguir un fin: evitar el juicio a su regreso a Atenas. El siguiente rol importante que llevaría a cabo en la guerra ocurriría en la batalla de Abidos. Alcibíades se había quedado retrasado en Samos con una pequeña fuerza, mientras Trasíbulo y Trasilo condujeron la mayor parte de la flota al Helesponto. Durante este período, Alcibíades consiguió recaudar dinero de Caria y la zona vecina, con el cual podía pagar a los remeros y lograr su favor. Después de la victoria ateniense en Cinosema, ambas flotas convocaron a sus barcos de los alrededores del Egeo y se reunieron para lo que podría ser una próxima batalla decisiva. Mientras Alcibíades aún estaba de camino, las dos flotas chocaron en Abidos, donde los peloponesios habían establecido su principal base naval. La batalla estuvo igualada y se 5
  • 6. desencadenó con furia mucho tiempo, pero la balanza se inclinó hacia los atenienses cuando Alcibíades arremetió en el Helesponto con 18 trirremes. Solamente la ayuda del ejército persa y el navegar de noche salvó a la flota peloponesia de la completa destrucción. Poco después de la batalla, Tisafernes había llegado al Helesponto y Alcibíades dejó la flota en Sestos para reunirse con él, llevándole regalos y esperando una vez más intentar ganarse al gobernador persa. Evidentemente Alcibíades había juzgado mal su prestigio con el sátrapa, y fue arrestado a su llegada. Era obvio que no tenía ninguna influencia con los persas, por lo que desde ahora su autoridad dependería de lo que en realidad pudiera lograr en lugar de lo que prometiera hacer. Después de una pausa de varios meses en la que los peloponesios construyeron nuevas embarcaciones y los atenienses sitiaron ciudades y recaudaron dinero en todo el Egeo, la siguiente batalla naval tuvo lugar la primavera de 410 a. C. en Cícico. Alcibíades había sido obligado a navegar desde Sestos a Cardia para proteger su pequeña flota de la reconstruida armada peloponesia, pero tan pronto como se reunió ahí la flota ateniense completa, sus comandantes lo llevaron a Cícico, donde los atenienses localizaron que Farnabazo y Míndaro, el comandante de la flota peloponesia, estaban tramando su próximo movimiento juntos. Oculta por la tormenta y la oscuridad, la fuerza ateniense combinada llegó a las inmediaciones sin ser descubierta por los peloponesios. En ese momento los atenienses idearon un complot para sacar al enemigo a la batalla: Alcibíades avanzó con una pequeña escuadra para sacar a los espartanos de la batalla, y, después de engañar a la escuadra espartana con este truco, las escuadras de Trasíbulo y Terámenes llegaron para reunirse con él, cortando la retirada espartana. La flota espartana sufrió graves pérdidas en la huida, y llegó a la orilla con los atenienses pisándoles los talones. Las tropas de Alcibíades, conduciendo la persecución ateniense, atracaron e intentaron llevar las embarcaciones espartanas mar adentro. Los peloponesios lucharon para impedir que sus barcos fueran remolcados, y las tropas de Farnabazo acudieron en su ayuda. Trasíbulo desembarcó su propia fuerza para aliviar temporalmente la presión sobre Alcibíades, y mientras tanto ordenó a Terámenes que se uniera a las fuerzas de tierra atenienses cercanas y que las trajera para reforzar a los marineros y al ejército naval en la playa. Los espartanos y los persas, abrumados por la llegada de múltiples fuerzas desde varias direcciones, fueron derrotados y ahuyentados, y los atenienses capturaron todas los barcos espartanos que no fueron destruidos. Poco tiempo después, Esparta hizo una petición de paz, pero sus términos fueron rechazados por los atenienses. Éxitos militares adicionales Después de su victoria, Alcibíades y Trasilo empezaron el asedio de Calcedón en 409 a. C. con unas 190 naves. Aunque incapaz de conseguir una victoria decisiva o inducir a que la ciudad se rindiera, Alcibíades fue capaz de ganar una pequeña batalla táctica terrestre fuera de las puertas de la ciudad y Terámenes concluyó un acuerdo con los calcedonios. Más tarde concluyeron una alianza temporal con Farnabazo, que aseguró algo del mucho dinero necesitado en forma urgente por el ejército, pero a pesar de esto Alcibíades se vio obligado a partir en búsqueda de más botín para pagar a los soldados y remeros de la flota. En busca de estos fondos viajó al Quersoneso Tracio y atacó Selimbria. Conspiró con un partido proateniense dentro de la ciudad y ofreció a los selimbrios términos razonables a la vez que impuso una estricta disciplina para que viesen que estaban bajo vigilancia. No causó daño alguno a la ciudad, sino que simplemente tomó una cantidad de dinero de ella, puso una guarnición dentro y partió. Desde aquí Alcibíades se unió al sitio de Bizancio al mismo tiempo que Terámenes y Trasilo. Una parte de los ciudadanos de la ciudad, desmoralizada y hambrienta, decidió entregar la ciudad a Alcibíades en términos similares a los que los selimbrios habían recibido. Al aceptar, por la noche los defensores dejaron sus puestos y los atenienses atacaron la guarnición peloponesia de la ciudad y a los barcos del puerto. La parte de ciudadanos que se mantuvo leal a los peloponesios pelearon tan salvajemente que Alcibíades hizo pública una declaración en mitad de la lucha en la que garantizaba su seguridad, con lo que logró persuadir al resto de ciudadanos de unirse a los atenienses contra la guarnición peloponesia, que fue casi totalmente destruida. 6
  • 7. Regreso a Atenas, destitución y muerte Fue en el período subsiguiente a estos éxitos que Alcibíades resolvió al final regresar a Atenas en la primavera de 407 a. C. Como consecuencia de sus victorias recientes, Alcibíades fue extremadamente cuidadoso en su regreso, consciente de los cambios en el gobierno, los cargos que aún lo preocupaban todavía, y el gran perjuicio que había causado a Atenas. Por lo tanto, Alcibíades, en lugar de ir directo a casa, fue a Samos primero para recoger 20 naves y continuó con ellas hasta el golfo Cerámico donde recaudó 100 talentos. Navegó finalmente hasta Gitión para hacer averiguaciones, en parte sobre los preparativos de los espartanos allí, y en parte sobre los sentimientos en Atenas sobre su regreso. Sus averiguaciones le aseguraron que la ciudad estaba dispuesta a reconciliarse con él y que sus amigos íntimos le urgían a que regresara. Por lo tanto, finalmente navegó hasta el Pireo donde la multitud se había reunido deseando ver al famoso Alcibíades. Al llegar a tierra fue recibido con una bienvenida triunfal. Sin embargo, algunos vieron un mal presagio en el hecho de que había regresado a Atenas cuando en plena celebración de la ceremonia de los Plinterias (la fiesta donde la antigua estatua de Atenea se limpiaba). Éste era considerado como el día más desafortunado del año para emprender algo de importancia, y sus enemigos tomaron nota de esto y lo tuvieron presente para una futura ocasión. Todos los procesos penales contra él fueron cancelados y los cargos de blasfemia fueron oficialmente retirados. Alcibíades fue capaz de hacer valer su piedad y aumentar la moral ateniense dirigiendo la procesión solemne a Eleusis (para la celebración de los misterios de Eleusis) por tierra por primera vez desde que los espartanos habían ocupado Decelia. Alcibíades utilizó un destacamento de soldados para escoltar la procesión tradicional. Sus bienes le fueron devueltos y la ecclesia le eligió general (estratego) con poderes exclusivos en tierra y mar. Derrota de Notio En 406 a. C. Alcibíades salió de Atenas con 1.500 hoplitas y 100 barcos. Fracasó al tomar Ándros y luego fue a Samos. Después se trasladó a Notio, para vigilar más de cerca a la flota enemiga estacionada en Éfeso. Mientras tanto Tisafernes había sido reemplazado por Ciro (un pariente de Darío II de Persia) quién decidió ayudar a los peloponesios económicamente. Estos nuevos ingresos empezaron a atraer a desertores de los atenienses hacia la marina espartana. Además, los espartanos tenían al mando de la escuadra a Lisandro, un almirante muy capaz. Estos factores permitieron el rápido crecimiento de la flota peloponesia a expensas de la ateniense. En busca de fondos y necesitando forzar otra batalla decisiva, Alcibíades dejó Notio y navegó para ayudar a Trasíbulo en el asedio de Focea. Alcibíades era consciente de que la flota espartana estaba cerca, así que dejó casi ochenta barcos para vigilarlos bajo el mando de su timonel personal, Antíoco, a quien había dado órdenes expresas de no atacar. Antíoco desobedeció estas órdenes y en el combate naval que tuvo lugar a continuación, Lisandro obtuvo una victoria total. Alcibíades regresó e intentó desesperadamente contrarrestar la derrota de Notio anotándose otra victoria, pero Lisandro no aceptó el reto. Al final, la responsabilidad de la derrota recayó sobre Alcibíades y sus enemigos aprovecharon la oportunidad para atacarle y desposeerle del mando. Las exageradas esperanzas producidas por sus éxitos del verano previo había creado un elemento decisivo para su caída. Por consiguiente, Alcibíades se condenó al exilio. Nunca más regresó a Atenas, navegó al norte, a los castillos del Quersoneso tracio, que había asegurado durante su estancia en el Helesponto. Las implicaciones de la derrota eran graves para Atenas. Aunque la derrota había sido menor, ocasionó el retiro no sólo de Alcibíades sino también de sus aliados como Trasíbulo, Terámenes y Critias. Éstos eran probablemente los comandantes más capaces que Atenas tenía en esa época y su retiro ayudaría a la rendición ateniense solamente dos años después de su completa derrota en Egospótamos (405 a.C.), cuando la flota ateniense fue destruida por Lisandro.. Muerte 7
  • 8. Después de la batalla de Egospótamos, Alcibíades cruzó el Helesponto y se refugió en Frigia, con el objeto de conseguir la ayuda de Artajerjes II contra Esparta. Pero los espartanos indujeron a Farnabazo a que lo dejara apartado. Lisandro envió a un representante a Farnabazo para que enviara a su hermano a Frigia donde Alcibíades estaba viviendo con su amante, Timandra. En 404 a. C., cuando estaba a punto de salir hacia la corte persa, su residencia fue rodeada e incendiada. Viendo que no tenía ninguna oportunidad de escapar se lanzó precipitadamente sobre sus asesinos, daga en mano, y murió acribillado por una lluvia de flechas. Según otras fuentes ni Lisandro ni Farnabazo fueron culpables de la muerte de Alcibíades sino él mismo, pues sedujo a una joven, cuyos airados hermanos incendiaron la casa de Alcibíades, y le mataron con sus arcos cuando intentaba escapar del fuego. Valoraciones Carrera política En la Grecia antigua Alcibíades era una figura polarizada. Tucídides reprende al estadista ateniense por su conducta política y sus motivos. Según el historiador, Alcibíades, al ser "sumamente ambicioso", propuso la expedición a Sicilia para "obtener riqueza y reputación por medio de sus éxitos". Alcibíades es considerado responsable por Tucídides de la destrucción de Atenas, debido a que "sus hábitos ofendieron a todo el mundo y causaron que entregaran los asuntos a otras manos, y así no tardó mucho en arruinarse la ciudad". Plutarco le considera como "el menos escrupuloso y más imprudente de los seres humanos". Por otro lado, Diodoro, otro historiador, argumenta que era "de pensamientos brillantes y decidido a grandes empresas". Demóstenes defiende los logros de Alcibíades, diciendo que había tomado las armas por la democracia, manifestando su patriotismo, no mediante obsequios o dinero o mediante discursos, sino por el servicio personal. Para Demóstenes y otros oradores Alcibíades personificó la figura del gran hombre de los gloriosos días de la democracia ateniense y se convirtió en un símbolo retórico. El orador Lisias, por otra parte, argumentó en uno de sus discursos que los atenienses debían mirar a Alcibíades como un enemigo porque a tenor general de su vida, "paga con injurias la ayuda de sus amigos". En la Constitución de los atenienses, Aristóteles no incluye a Alcibíades en la lista de los mejores políticos atenienses, pero en Analítica Posterior argumenta que las características de un hombre orgulloso como Alcibíades son ecuanimidad ante los avatares del destino e intolerancia ante el deshonor. La principal descripción del hombre de estado ateniense la da Cornelio Nepote en su obra Vidas dice que Alcibíades "superó a todos los atenienses en nobleza y dignidad de vida". Incluso hoy Alcibíades divide a los estudiosos. Logros militares A pesar de sus comentarios críticos, Tucídides admite en una breve digresión que "públicamente su conducción de la guerra era tan buena como podría desearse". Diodoro y Demóstenes le consideran un gran general. Para otros estudiosos, sin embargo, Alcibíades era un comandante de habilidad considerable, no era ningún genio militar, y su confianza y ambiciones fueron más allá de su destreza. Cornelio Nepote dijo que la opinión extravagante de las habilidades de Alcibíades y el valor eran su principal desgracia. Habilidad oratoria 8
  • 9. Plutarco afirma que "Alcibíades eran un hábil orador además de sus otros talentos" mientras que Teofrasto argumenta que Alcibíades era el más capacitado para descubrir y comprender lo que se requería en un caso dado. Sin embargo, solía tropezar en la mitad de su discurso, pero luego lo reanudaba y proseguía. Incluso el ceceo que tenía, que fue apuntado por Aristófanes, hizo su conversación persuasiva y llena de encanto. Otros, en cambio, creen que el orador Alcibíades parecía ser lo que su audiencia necesitaba en cualquier ocasión. Alusiones en la comedia, filosofía y literatura Alcibíades no fue perdonado por la comedia antigua y los argumentos atestiguan un enfrentamiento épico entre Alcibíades y Eupolis, muy similar al de Aristófanes y Cleón. Aparece como personaje de ficción en varios diálogos socráticos (El Banquete, Protágoras). Platón presenta a Alcibíades como el alumno más brillante de Sócrates, aunque será, con el correr de los tiempos, la ruina de Atenas. Para Platón, Alcibíades es una personalidad extraordinaria. Lo que es extraordinario para el filósofo, no son las obras que resultan sino la personalidad misma, especialmente esa pasión por lo que es mejor para sí mismo, lo mejor para sí mismo por encima y más allá de los cargos y honores convencionales. Para Platón, Alcibíades encarna la culminación de la política, pero esa culminación que busca una gran y casi endiosada superioridad que trasciende la políticaEn el juicio al que es sometido, Sócrates debe refutar el intento de culparlo por los crímenes de sus ex discípulos, incluyendo a Alcibíades. Por eso, declara en la "Apología": "Nunca he sido el profesor de nadie" respondiendo a circunstancias muy concretas y a acontecimientos recientes (la mutilación de los Hermai, la traición de Atenas por Alcibíades en plena guerra del Peloponeso y el régimen de los Treinta Tiranos). La frase "El perro de Alcibíades" hace referencia a una estrategia de distracción para desviar la atención del público. Esto es debido a una anécdota según la cual Alcibíades cortó el rabo a su perro en público y cuando le preguntaron el porqué de tan absurdo comportamiento contestó que, mientras hablaban de su perro, no hablaban de las arbitrariedades y corrupciones de su gobierno. 9