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Schumpeter, el campeón de la innovación y del espíritu empresarial
1. SCHUMPETER
El campeón de la innovación y del espíritu empresarial
Joseph Schumpeter fue uno de los pocos intelectuales que analizaban directamente el
mundo de los negocios. Consideraba a la gente de negocios como héroes anónimos: hombres y
mujeres que crean nuevas empresas a través de la pura fuerza de su voluntad e imaginación y, al
hacerlo, son responsables de la evolución más benigna en la historia humana: la distribución de la
riqueza masiva y el acceso a una mejor calidad de vida para las grandes masas de población.
Una vez observó "La Reina Elizabeth (I) poseía medias de seda". "El logro capitalista no suele
consistir en producir más medias de seda para las reinas, sino que las medias de seda estén al
alcance de las chicas de las fábricas a cambio de cada vez menor cantidad de esfuerzo...”. El
proceso capitalista, no por casualidad, sino en virtud de su mecanismo, eleva progresivamente el
nivel de vida de las masas". Pero Schumpeter conocía demasiado la historia de los negocios:
reconocía que los empresarios son a menudo maníacos despiadados, obsesionados por sus sueños
de construir "reinos privados" y dispuestos a hacer cualquier cosa para aplastar a sus rivales.
La capacidad de Schumpeter para analizar directamente los negocios se basaba en una
filosofía más amplia del capitalismo. Sostuvo que la innovación está en el corazón del progreso
económico. La innovación brinda a los nuevos negocios la oportunidad de reemplazar a los
antiguos, pero también condena a los nuevos negocios a fracasar a menos que puedan seguir
innovando. En su más célebre frase comparó el capitalismo a un "vendaval perenne de
destrucción creativa".
Para Schumpeter eran los emprendedores quienes mantenían este vendaval soplando. Él
fue responsable de la popularización de la palabra emprendedor, y de identificar su función central:
transferir los recursos, sin importar cuán dolorosamente, a las áreas donde puedan ser utilizados de
manera más productiva. Pero también reconoció que las grandes empresas pueden ser tan
innovadoras como las pequeñas y que los empresarios pueden surgir tanto de los mandos
intermedios de una gran organización como de una residencia de estudiantes universitarios.
Schumpeter nació en 1883 como ciudadano del Imperio Austro-Húngaro. Durante los 18
años que pasó en Harvard nunca aprendió a conducir y tomó el metro que une Cambridge a Boston
sólo una vez. Obsesionado por la idea de ser un caballero, pasaba una hora cada mañana
vistiéndose. Sin embargo, su escritura no es conservadora y tiene un giro asombrosamente
contemporáneo y, de hecho, parece haber sentido el futuro en sus huesos. El vendaval de la
destrucción creativa sopló cada vez más fuerte después de su muerte en 1950, particularmente
después de la estanflación de la década de 1970. Los “invasores corporativos” e ingenieros
financieros destrozaron las empresas de bajo rendimiento económico. Los gobiernos relajaron su
control sobre la economía. La industria de capital de riesgo explotó, la industria de la computación
prosperó y la esperanza de vida corporativa se acortó dramáticamente. En 1956-1981 un promedio
de 24 empresas salían anualmente de la lista de Fortune 500 cada año y eran sustituidas por otras
empresas; en 1982-2006 esa cifra se elevó a 40. Larry Summers, el asesor económico en jefe de
Barack Obama, sostiene que Schumpeter puede llegar a ser el economista más importante de este
siglo, el siglo 21.
Un profeta y un modelo a seguir
El profeta de la capacidad creativa del capitalismo también entendió la precariedad de los logros del
capitalismo. Señaló que las empresas de éxito dependen de una ecología compleja que se ha
creado durante siglos. Escribió extensamente sobre el desarrollo de la sociedad de capital abierto y
el surgimiento de los mercados de valores.
En contrapartida, las ideas del campeón de la innovación y del espíritu empresarial sobre
los ciclos económicos largos no han resistido la prueba del tiempo. Era demasiado escéptico sobre
la expansión del gasto público para evitar depresiones. Subestimó el poder de auto-corrección de la
democracia.