Messaggio della Consigliera per le Missioni _ 14 giugno 2018 (Español)
1. Unacasaparatodos.
Roma, 14 de junio 2018
Queridas hermanas,
«Aunque estemos lejos, podemos encontrarnos cada día en el Corazón de Jesús y allí dentro pedir
una por otra ¿No te parece?» (Madre Mazzarello - Carta 42).
Una vez más nos encontramos para nuestra acostumbrada cita y, con gran alegría, deseamos
reconocer el camino emprendido desde cuando hemos relanzado el proyecto “Para una casa común
en la diversidad de los pueblos”.
Desde el 22 de octubre de 2017, buscamos vivir y profundizar cada mes la propuesta de mirar
nuestro mundo como una casa común, donde existe espacio para todos, donde ninguno es excluido
y todos pueden sentirse ciudadanos de una misma patria, porque las fronteras son superadas y
erradicadas. El Papa Francisco nos repite siempre que debemos destruir los muros y construir los
puentes. Para esto, estamos convencidas que la mejor respuesta al fenómeno migratorio es SALIR,
ENCONTRAR y SER PRÓJIMOS.
Desde nuestra presencia, desde nuestra mirada, desde las palabras, desde los pequeños gestos de
acogida y de interés, podemos medir la calidad de nuestro ser FMA en salida, la intensidad con la
que vivamos la cultura del encuentro, nuestro compromiso evangélico: “Un Samaritano, que iba
de viaje, pasando cerca lo vio y tuvo compasión” (Lc 10, 33).
El 9 de junio pasado, hemos celebrado el 150° aniversario de la consagración de la Basílica de
María Auxiliadora (Turín). Todas nosotras tenemos muy presente en nuestro corazón a la
pastorcita del sueño de don Bosco en 1844 y sus palabras: “¡Esta es mi casa, de aquí saldrá mi
gloria!”
En el centenario de la Basílica (1968), don Luigi Ricceri – 6° Sucesor de don Bosco – dijo a las
FMA: «Vosotros sentís este centenario como un interés familiar, porque en realidad la Basílica es
un poco vuestra casa, porque es la casa de vuestra Madre, de vuestra verdadera Superiora».
El Capítulo general XXIII ha tenido como tema: «Ser hoy con los jóvenes casa que evangeliza».
Durante el Capítulo los jóvenes nos han dicho: «La verdadera casa es aquella donde habita una
familia […] quisiéramos que fuerais capaces de construir relaciones, con la valentía de abrir las
estructuras, las mentes, los corazones; de compartir la cotidianidad con cuantos cruzan el umbral de
vuestras casas […]. Juntos podemos comprometernos a acoger a los más pobres, no solo desde
el punto de vista material, sino también espiritual y existencial […] Haced que no nos sintamos
huéspedes, sino hijos en la casa de Dios, en vuestras casas».
Queridas hermanas,
“Para una casa común en la diversidad de los pueblos”, tema de nuestro proyecto, ¡es más que
nunca actual, relevante y urgente!
Pensar en la Basílica de María Auxiliadora, pensar en el CGXXIII, pensar en el fenómeno
migratorio es una invitación ¡a pensar en las personas sin casa!
2. Unacasaparatodos.
Y pensar en las personas sin casa es pensar en don Bosco que ha trabajado duro para encontrar una
casa para sus muchachos, porque quien no tiene una casa está falto de afecto, presencia, familia,
esperanza en el futuro...
Pensemos en la realidad de la Iglesia y también del Instituto, en las cuales tantas parroquias /
inspectorías han acogido a los jóvenes migrantes, como familia, menores no acompañados, personas
que han perdido todo... Lo primero que se les ha dado ha sido propiamente la casa, o sea, un puesto
seguro, un espacio real y concreto fruto de otro espacio, aquel interior: la acogida, el respeto y la
dignidad.
Pensemos también en otra casa, de nosotros muy conocida porque es parte esencial de nuestra
misión: ¡la escuela!
Cuántos niños migrantes, menores no acompañados, hijos de solicitantes de asilo o de prófugos,
viven por las calles de nuestras ciudades –quizás muy cerca de nuestra casa- y son doblemente
carentes: no tienen la “casa espacio material donde vivir” y no tienen la “casa escuela”, el derecho
a la instrucción y a la educación.
Interroguémonos: como comunidad, allí donde nos encontramos ¿podemos cambiar la vida de un
niño o niña migrante, ofreciéndoles la oportunidad de frecuentar la escuela, de sentirse acogido/a,
de integrarse en una nueva realidad, de convertirse en protagonista de la propia historia?
Hermanas queridas,
Si cada una de nuestras comunidades se comprometiera a cambiar la vida de un solo niño o niña
migrante, pensad ¡cuán grande y significativa sería la fuerza del bien que crece y hace crecer!
Os agradezco de corazón y en el Corazón de Jesús por el bien que hacéis crecer en silencio y en la
generosidad, sin ningún tipo de publicidad: la casa que sois para todas aquellas personas que han
dejado la propia tierra, sus personas queridas, su cultura... La casa común que, junto a otros
organismos eclesiales y civiles, buscáis de construir y ofrecer a quien está solo en el mundo, a quien
está necesitado, a quien, si bien pobre y herido por la vida, se llama ¡“hijo de Dios”, hermano
nuestro!
Un fuerte abrazo y sentidme muy cerca con la oración y el afecto,
Consejera para las Misiones