El documento describe el fenómeno de la "recolonización" de África a través de la compra y arriendo de grandes extensiones de tierra por parte de empresas y fondos de inversión extranjeros. Señala que en los últimos dos años se han registrado al menos 370 contratos que han dado derechos sobre 370,000 km2 a empresas foráneas. Explica que la demanda de alimentos crecerá un 50% en los próximos 10 años y que los países que ceden sus tierras no cubren sus propias necesidades alimentarias.
Empresas translatinas y acaparamiento de tierras en América Latina:Entrevista...Crónicas del despojo
El acaparamiento de grandes extensiones de tierras, conocido en inglés como land-grabbing, fenómeno que surgió principalmente en la última década y que se acentuó a partir de la crisis alimentaria del 2008, está transformando radicalmente la estructura agraria en el mundo, desplazando al campesinado y reforzando la agroindustria. En África y Asia, este fenómeno corresponde principalmente a acuerdos entre Estados, donde un gobierno acuerda la compra o arriendo de grandes extensiones –cien, doscientas mil hectáreas o más-, en otro país, para producir alimentos bajo su propio control y exportarlos, a fin de garantizar la seguridad alimentaria de su población
Empresas translatinas y acaparamiento de tierras en América Latina:Entrevista...Crónicas del despojo
El acaparamiento de grandes extensiones de tierras, conocido en inglés como land-grabbing, fenómeno que surgió principalmente en la última década y que se acentuó a partir de la crisis alimentaria del 2008, está transformando radicalmente la estructura agraria en el mundo, desplazando al campesinado y reforzando la agroindustria. En África y Asia, este fenómeno corresponde principalmente a acuerdos entre Estados, donde un gobierno acuerda la compra o arriendo de grandes extensiones –cien, doscientas mil hectáreas o más-, en otro país, para producir alimentos bajo su propio control y exportarlos, a fin de garantizar la seguridad alimentaria de su población
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Africa nueva-colonizacion
1. EL MUNDO. DOMINGO 6 DE JUNIO DE 2010
MUNDO
28
PABLO PARDO / Washington
Especial para EL MUNDO
Durante la mayor parte de su vida,
Phil Heilberg fue un trader como
cualquier otro. Su currículum reve-
la que tiene un MBA por Wharton
–la escuela de negocios más presti-
giosa de EEUU– y que trabajó en
Salomon Brothers, un broker de
Wall Street cuyas prácticas inspira-
ron el bestseller El póker del menti-
roso, una novela en la que su autor,
Michael Lewis, denunciaba el capi-
talismo financiero de los 80, y que
ahora es parte de Citigroup.
Heilberg también hizo trading de
materias primas y divisas en la divi-
sión de Asia de AIG, en su día la ma-
yor aseguradora del mundo y actual-
mente nacionalizada por el Gobier-
no de EEUU. En 1999, con ayuda
financiera del Banco Mundial, AIG
creó AIF, un fondo especializado en
inversiones en infraestructura en
África. Y, entonces, Heilberg descu-
brió un activo con un potencial de
crecimiento mucho mayor que los
bonos: la tierra. En un mundo en rá-
pida industrialización, con casi 3.000
millones de personas saliendo de la
pobreza y con una crisis energética
en la que los biocombustibles se pre-
sentan como sustitutos del petróleo,
la agricultura a gran escala para pro-
ducir alimentos estaba a punto de
convertirse en una fuente de riqueza
de primera magnitud.
Hoy Heilberg es responsable de
Jarch Capital, un fondo de inversión
con sede en Nueva York, al que las
autoridades del sur de Sudán, un te-
rritorio que en marzo decidirá en re-
feréndum su independencia, han
arrendado 800.000 hectáreas (8.000
kilómetros cuadrados) de tierra.
Jarch insiste en que la mano de
obra que emplee será sudanesa y
que el 10% de sus beneficios serán
reinvertidos en la región, que es es-
pantosamente pobre. Pero los ante-
cedentes del acuerdo cuestionan
esas buenas intenciones. La mitad
de esa propiedad ha sido adquirida
al general Paulino Matip, el número
dos de la guerrilla Ejército para la
Liberación de los Pueblos del Sur de
Sudán, que ha sido acusado de gra-
ves violaciones de los derechos hu-
manos. Un portavoz de Jarch decla-
ró a EL MUNDO el viernes que la
política de su empresa es «no hacer
declaraciones a la prensa».
El caso de Jarch no es único. Jus-
to 50 años después de que las anti-
guas metrópolis dieran la indepen-
dencia a sus colonias, la recoloniza-
ción de África ha recomenzado, esta
vez a golpe de talonario. En los últi-
mos dos años, el Banco Mundial ha
registrado al menos 370 contratos de
compra y alquiler de tierras en paí-
ses en vías de desarrollo, que han
dado a empresas extranjeras dere-
chos de propiedad sobre 370.000 ki-
lómetros cuadrados.
Sólo en el norte de Sudán, el Go-
bierno musulmán de Jartum ha en-
tregado cerca de un millón de hectá-
reas a empresas del Golfo. El objeti-
vo es convertir al país en el granero
del Golfo Pérsico, una región que es-
tá experimentando un crecimiento
demográfico y económico exponen-
cial pero que tiene que importar ca-
si todos los alimentos que consume.
En ese contexto, y dado que du-
rante la guerra civil sudanesa los paí-
ses árabes apoyaron a Jartum y
EEUU al sur, parece que cada parte
del conflicto está pagando en tierra
a sus antiguos patrocinadores. De
hecho, entre los socios de Jarch hay
ex embajadores de EEUU en África,
altos funcionarios de la ONU y ex
agentes de la CIA.
Este fenómeno, conocido como
land grabbing –apropiación de tie-
rras– está arrojando un chorro de di-
nero sobre los países más pobres del
mundo. El objetivo es destinar esas
tierras a la producción de alimentos,
pasta de papel y plantas como la ja-
trofa, que tiene un enorme potencial
para producir biocombustibles.
Los compradores son empresas
occidentales que operan en esos
sectores, fondos especulativos –co-
mo Jarch– y, sobre todo, países asiá-
ticos que se están industrializando y
que están obsesionados con la segu-
ridad alimentaria de su población. Y
las perspectivas financieras son for-
midables. La demanda de productos
agrícolas en el mundo crecerá en un
50% en los próximos 10 años, y la
oferta actual no cubre la demanda.
En teoría, parece algo bueno, pe-
ro en la práctica las cosas son más
complicadas. En primer lugar, los
países que ceden las tierras no tie-
nen sus necesidades alimentarias
cubiertas, pero esa producción se
destinará a la exportación. Además,
los Estados que alquilan sus tierras
no tienen sistemas jurídicos que re-
gulen esas inversiones, y si los tie-
nen, carecen de recursos para po-
nerlos en práctica ante compradores
con los bolsillos repletos. Aun si se
da esta última condición, la corrup-
ción de muchos de esos gobiernos
hace que los compradores actúen
con plena libertad. Por último, las co-
munidades que viven en las regiones
que están siendo alquiladas no sa-
ben lo que ocurre con sus tierras,
que a menudo explotan de forma co-
munal y sobre las que no tienen de-
rechos de propiedad formales.
Desde luego, compradores no fal-
tan. Los días 6 y 7 de mayo, 300 di-
rectivos que representaban a empre-
sas y fondos que gestionan activos
por 800.000 millones de dólares,
además del propio Banco Mundial,
se reunieron en el Hotel Roosevelt
de Nueva York para discutir sus pla-
nes y estrategias de inversión. Allí se
desarrollaron una serie de debates,
que recordaban a la Conferencia de
Berlín, de 1883, en la que las poten-
cias europeas se repartieron África.
La única diferencia es que ahora son
empresas privadas y Gobiernos de
ex colonias quienes están recoloni-
zando el continente.
La nueva colonización de África
Grupos extranjeros hacen negocio invirtiendo en tierras en países en vías de desarrollo
El 81% de las inversio-
nes se ha concentrado
en África. Y eso no se
debe a la casualidad,
sino a la estructura de
la propiedad en ese
continente. En mu-
chos países africanos,
hasta el 90% de la tie-
rraespropiedaddelos
Gobiernos. Eso no
quiere decir que nadie
la trabaje, sino que és-
ta está gestionada por
comunidades locales
que no tienen títulos
de propiedad.
Así pues, desde un
punto de vista estric-
tamente legal, esos te-
rritorios están vacan-
tes. Es, paradójica-
mente, el mismo argu-
mento que se utilizó
para justificar, prime-
ro, la expansión colo-
nial y, luego, la crea-
cióndeparquesnacio-
nales por los británi-
cos en África Oriental,
o por los nuevos go-
biernos tras la inde-
pendencia.
Por poner un ejem-
plo,nilosmasaidelSe-
rengeti tanzano ni los
bosquimanos del Ka-
lahari o del Okavango
de Botsuana tenían re-
gistrada en ninguna
notaría que aquellas
tierras que se iban a
entregar a los anima-
les y a los operadores
turísticos eran suyas.
Hoy,siguensinserlo.Y
esas comunidades vi-
ven, expulsadas de sus
territorios,comoguías
turísticos, como furti-
vos o como agriculto-
res de subsistencia en
los bordes de los par-
ques, donde además
son vistos como un en-
gorro por los conser-
vacionistas. Ahora, la
misma dinámica ame-
naza con repetirse.
Las ventajas del continente africano
Un capataz chino supervisa los trabajos de construcción de unas viviendas donadas por China a Guinea Bissau. / AP
La demanda de
productos agrícolas
crecerá un 50% en
los próximos 10 años
Los países que ceden
sus tierras no tienen
sus necesidades
alimentarias cubiertas