Historia de inclusión educativa: Luisa, la nena con síndrome de Down en la escuela primaria
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una-historia-de-inclusion-y-de-amor-20130413-0030.html
Sábado, 13 de abril de 201307:55 | Educación
Luisa, la nena con síndrome de Down que regala una
historia de inclusión y de amor
Tiene 7 años y está en 2º grado de la escuela pública de Pujato. "Nunca sintió rechazo por
nacer con síndrome de Down", dice su mamá. Historia de amor que muestra que es posible
la inclusión educativa.
"Soy la mamá de una hermosa nena con síndrome de Down. Asistí a una jornada
que se realizó en Rosario y escuché historias muy tristes a la hora de la integración escolar.
Yo tengo otra historia y es muy linda: mi hija tiene 7 años y está haciendo 2º grado en la
escuela de mi pueblo, que nos abrió los brazos para recibirla. Me gustaría que se conozca".
Así comienza el mensaje con la que Lorena Riedel, la mamá de Luisa, se contactó con La
Capital. Una historia de amor que muestra que es posible la inclusión educativa.
La puerta del salón de 2º grado de la Escuela Primaria Nº 227 Bernardino
Rivadavia, de Pujato, se abre y allí está un grupo de chicos que rondan los 7 años y trabaja
sobre lo que trae el otoño. Todos cambian impresiones sobre las materias que aprenden, los
talleres a los que asisten y qué es lo que más les gusta de la escuela. En esto último la
coincidencia es universal: el ranking siempre lo lideran "los recreos" y "jugar con amigos".
Martín y Lara agregan esta vez "el comedor". La nena da sus buenos argumentos: "La
comida es riquísima, hoy comimos carne con juguito y puré".
Antes de esta charla Luisa había mostrado la tapa de su cuaderno forrado de rojo
con una figurita de princesas. "A mí me gusta esta, Cenicienta", dice compartiendo el sueño
de cualquier nena de su edad de formar alguna vez parte en un cuento de hadas. Se
entusiasma con la charla, muestra el yeso en su brazo y cuenta que se cayó de su caballo
"Polo".
Algo más. Sus maestras, Mónica Tosticarelli y Bibiana Fossaroli, siguen atentas
cada palabra de todos sus alumnos. La imagen es la de un salón de clases como los miles
que se multiplican por la provincia de Santa Fe. Pero no lo es. Esta escuela ha dado un paso
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adelante: el de la inclusión. Eso se nota, se percibe en las relaciones humanas, que al menos
se muestran en la clase de 2º grado. Los directivos coincidirán en que la llegada de Luisa
fue un magnífico desafío, porque les dio la oportunidad de aprender más, sobre todo al
reconocer que falta formación docente en materia de inclusión, cómo garantizarla. También
que aquí nada es "mágico", sino que se deben conjugar con la decisión y voluntad de la
integración, los recursos, el apoyo de profesionales y el acompañamiento permanente de los
padres.
Y como hay realidades donde todos esos apoyos están pero falta la decisión de la
escuela, como señalaba la mamá Lorena Riedel esta es definitivamente una historia distinta
a las conocidas.
Los papás de Luisa no tuvieron que pasar por ese padecimiento que castiga —aún
hoy— a muchos padres que deben pasar por más de 20 escuelas para conseguir que acepten
a su hijo con alguna discapacidad, deambular por organismos públicos, escribir cartas,
llamar a políticos y hasta exponer su tristeza por los medios.
"Cuando Luisa empezó la sala de dos años en el jardín de infantes, a mí me
mandaron la invitación para seguir la primaria, igual que se la mandaron a todos los chicos.
Y lo hicieron las dos escuelas de Pujato, la pública y la privada. Nunca sentí rechazo como
cuentan algunas mamás (con chicos con síndrome de Down) que debieron ir con el juez, un
abogado o mandar una carta documento. Mi hija hizo todo su jardín acá, las salitas de 2, 3 y
4 años con maestras con las que me tengo que sacar el sombrero. Luisa nunca fue «la nena
con Down», sino una más. Ella bailaba y baila en los eventos, yo me iba de las reuniones de
madres con la carpeta con sus garabatos y dibujos, con sus letras, nunca noté diferencias
desde la escuela", relata la mamá.
Maestra integradora. Recién cuando Luisa ingresó a la sala de 5 años del nivel
inicial —etapa obligatoria de la escolaridad— comenzó a tener la asistencia de una maestra
integradora (Julia Cerezas) tres veces a la semana, que sostiene su obra social. Tiene
asistencia de un equipo de profesionales, como una fonoaudióloga. También el grupo donde
Luisa aprende recibe la visita de la maestra de la escuela especial, y ella asiste con una
frecuencia quincenal a esta escuela para trabajar en un proyecto de alfabetización que
realizan con las netbooks del Plan Conectar Igualdad.
Pero no se trataba de que Luisa "esté" en la escuela, sino que aprenda. En esto hubo
una clara coincidencia entre los padres y directivos de la primaria pública de Pujato. La
madre lo recuerda así: "Desde que ingresó al jardín yo les planteé a las maestras que no
quería que la tengan por tenerla o porque hay una ley que lo dice. No me importa si cuando
termine el año aprende todos los números, todas las letras, todos los colores, pero que sí se
lleve un número, un color, una letra porque ella tiene la posibilidad de hacerlo. No tiene
que venir para estar sentada en una silla, para eso se puede quedar en mi casa".
Y profundiza en lo que quiere llegar a otras instituciones y a quienes toman
decisiones educativas: "Esta oportunidad es una maravilla. Quiero que otras escuelas se
animen para que otros chicos con capacidades diferentes pasen por lo mismo. Se necesita
voluntad, que no los miren como un bicho raro, que les abran las puertas de la misma
manera que a los demás. Eso les da esa misma seguridad que Luisa tiene. Ella entra a la
escuela y es una más, porque tiene esa seguridad y confianza".
Este verano Luisa se sumó a la colonia de vacaciones que organiza el Ministerio de
Educación de la provincia. "Cuando llegó el momento del campamento fui a preguntar a la
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docente si podía ir mi hija y me respondió: «Sí, ¿por qué no la va hacer? » y enseguida me
empezó a nombrar las cosas que tenía que llevar". Para ella fue un cambio importante y un
espacio más para crecer. Antes iba a la colonia que organizaba un centro terapéutico (El
Puente) de Casilda. Pero este año tuvo esta posibilidad de hacerla en Pujato y con sus
amigos de la escuela.
Dimensiones. María del Carmen D'Alleva es la directora de la escuela primaria
pública del pueblo. Dice que toma real dimensión del trabajo de integración que han
emprendido al recordar una charla reciente con un grupo de alumnos. "Les contaba que
iban a venir del diario a hacer una nota en el grado de Luisa. Y ellos me preguntaron
desconcertados «¿Y por qué? ¿Qué tiene Luisa, le pasó algo?» La verdad es que no sabía
qué responderles".
Luego reflexiona que los interrogantes de los chicos no hicieron más que describir
cuán natural se vive la inclusión cuando se ve al otro con sus fortalezas y sus dificultades.
Advierte que la tarea que se dieron de conversar con los padres y acompañar a la nena no es
única. "También se hace con otros chicos. Desde el 1º al 7º grado se mira cada tiempo de
aprendizaje. Nosotros trabajamos en potenciar lo que tienen. No miramos lo que les falta",
comenta, y sin proponérselo aborda un tema decisivo: la atención a la diversidad en el aula.
Un golpe en la puerta de la dirección escolar ayuda a la directora María del Carmen
a retener las lágrimas. Es una mamá que pide la llave para atender el kiosco de la escuela.
Enseguida se repone de esa charla abierta, profunda, de la que también participan la mamá
de Luisa y la vicedirectora Gloria Strano y entonces continúa: "Para nosotros es un honor y
un orgullo que esta familia nos haya elegido. Es también un desafío y una gran
responsabilidad pero no sólo con Luisa sino con los 211 chicos que vienen a esta escuela".
Al final hay fotos grupales, sonrisas, abrazos de Luisa para el fotógrafo y la mamá
que se va apurada porque tiene que ensayar para hacer de duende en la hora del cuento. Los
chicos vuelven al aula, se cruzan y saludan con otros que practican gimnasia. Todo se vive
como en muchas otras escuelas, aunque aquí los pibes también aprenden a mirar al otro.