2. Introducción: una guerra dinástica y política
• El proceso que comienza con la muerte de
Fernando VII y la ascensión al trono de su
hija Isabel II no fue fácil, sino traumático:
una guerra civil.
• Las tensiones acumuladas en los últimos
años del reinado anterior estallaron cuando
los absolutistas más ultras, denominados
apostólicos y más tarde carlistas, no
aceptaron la pérdida de la corona por parte
de Carlos María Isidro, con lo que eso
significaba políticamente, y comenzaron
una guerra para la que llevaban ya tiempo
preparándose. Por tanto el enfrentamiento
entre Carlos María Isidro y María Cristina
(madre de la reina Isabel, de la que actúa
como regente) es una cuestión dinástica,
pero con un claro trasfondo político: los
carlistas pretenden mantener el Antiguo
Régimen mientras que los que quieren
acabar con él -liberales- apoyaban la causa
de Isabel II.
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4. Ideología y apoyos del carlismo
• El carlismo constituye una ideología reaccionaria que se
caracteriza por:
1. la defensa de los fueros vascos y navarros (que
peligraban si se imponía el liberalismo, dado que éste
tiende a la unificación legislativa),
2. el tradicionalismo (rechazo de la “modernidad”,
entendida como degeneración y pérdida de la identidad
propia y de las costumbres),
3. el ruralismo (exaltación de la vida campesina frente al
proceso creciente de urbanización, por la
deshumanización que ésta comporta)
4. y la intransigencia religiosa (pretendía mantener los
privilegios del clero así como restablecer la Inquisición).
7. • Su lema es Dios, Patria y Rey.
• Su ámbito geográfico y social era principalmente el País
Vasco y Navarra, debido a su defensa de los fueros, y, en
menor medida, las zonas montañosas de Cataluña,
Valencia y Aragón. En el resto de España el apoyo a la
causa carlista fue bastante minoritario (únicamente un
sector importante del clero, algunos nobles y campesinos
muy apegados a la tradición).
• Sin embargo Carlos María Isidro pretendía ser rey de toda
España y en ningún modo separar al País Vasco y Navarra
de aquélla. Los escándalos personales y financieros que
provocaba constantemente la regente María Cristina
produjeron un aumento de simpatías hacia la causa de su
cuñado Carlos, cuya conducta privada era intachable.
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9. La primera guerra carlista (1833 – 40)
• La Primera Guerra Carlista (1833-1840) fue una guerra civil
pero con trascendencia internacional. Esto último se debe a
que las principales potencias absolutistas (Rusia, Austria y
Prusia) apoyaron a Carlos mientras que los países de régimen
liberal (Francia, Portugal e Inglaterra) ayudaron a Isabel.
• El apoyo inglés y francés al bando liberal obedecía no sólo a
razones de afinidad política, sino también al compromiso de
María Cristina de pagar la deuda exterior que había contraído
el gobierno durante el Trienio Liberal y que Fernando VII, tras
la segunda restauración absolutista, no había querido
reconocer. Además el gobierno liberal se comprometía a abrir
el mercado español a los productos y capitales extranjeros. La
ayuda inglesa se concretó en el envío de 10.000 soldados
voluntarios y la concesión de créditos y de una gran cantidad
de armamento.
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11. Fases y evolución del conflicto
• La guerra se caracterizó por su gran crueldad y ocasionó unos 200.000
muertos.
• 1ª Etapa: dominio carlista en el norte e indecisión del bando isabelino: De
los choques iniciales salieron vencedores los carlistas, gracias a la eficacia y
rapidez en las acciones de su general en jefe Zumalacárregui, un genial
estratega que ya había participado como capitán en la Guerra de
Independencia. Otra razón fue la lentitud e indecisión de la regente María
Cristina en el envío de tropas a las zonas sublevadas, puesto que hasta el
último momento esperó lograr un acuerdo con su cuñado que evitase la
guerra. Pese a sus éxitos iniciales y al dominio que ejercían sobre las zonas
rurales del Norte, los carlistas fracasaron en su intento de conquistar
ciudades importantes.
12. • 2ª etapa: control liberal: Después de la muerte de
Zumalacárregui en el asedio de Bilbao (1835), los liberales
tomaron el control de la contienda, siendo dirigidos por el
general Espartero. Sin embargo ésta se prolongó por la
imposibilidad del ejército liberal de dar un golpe definitivo a
sus adversarios carlistas, que habían adoptado con éxito el
sistema de guerrillas y que encontraban el apoyo de la
mayoría de los campesinos norteños.
13. • Etapa final: división carlista y negociación de la paz: El lógico desgaste
que producía un conflicto tan largo y cruento explica la división del bando
carlista entre los partidarios de negociar una paz honrosa (encabezados
por el general Maroto) y los que querían continuar a todo trance una
guerra que era imposible ganar (el general Cabrera y el propio
pretendiente don Carlos). Finalmente, en agosto de 1839 tuvo lugar en la
localidad de Vergara la firma oficial del tratado de paz entre el general
carlista Maroto y el liberal Espartero (Convenio o “Abrazo de Vergara”).
Por este tratado los carlistas aceptaban a Isabel II como reina, lo que
suponía la aceptación de su derrota; a cambio los isabelinos se
comprometían a respetar los fueros vascos y navarros, al tiempo que
permitían la incorporación de los militares carlistas en el ejército español
con plenos derechos. Sin embargo el acuerdo fue considerado como una
traición por el sector más intransigente del carlismo, que, encabezado por
el general Cabrera, continuó sus acciones bélicas un año más en algunas
comarcas montañosas de Aragón y Valencia. La derrota final obligó a
Carlos Mª Isidro a refugiarse en el extranjero.
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16. Las otras guerras carlistas
• A lo largo del siglo XIX los carlistas provocaron otras dos guerras civiles más. La
llamada segunda guerra carlista se produjo durante la mayoría de edad de Isabel
II y tiene como causa el rechazo hacia la conducta privada de la reina
(caracterizada por la proliferación de escándalos personales), además de la
sempiterna defensa de la religión católica y de los fueros vascos y navarros. Entre
1846 y 1849 tiene lugar esta segunda guerra, durante la cual no hubo ninguna
batalla propiamente dicha, pero sí continuos escarceos bélicos en los mismos
escenarios de la primera contienda, sin que los sublevados obtuvieran resultados
positivos para su causa.
• La tercera y última de las guerras carlistas comenzó en 1872, durante el reinado
de Amadeo I. El nuevo pretendiente a la corona es ahora “Carlos VII”, quien
quiere aprovechar la situación de máxima inestabilidad que vivía el país en
aquellos años para hacerse con el poder. “Carlos VII” llegó a proclamarse rey con
toda solemnidad en la Basílica de Loyola, a acuñar moneda con su efigie e
incluso a establecer una corte en la localidad navarra de Estella. La guerra duró
cuatro años y concluyó, ya empezada la Restauración (reinado de Alfonso XII),
con una nueva derrota del bando carlista.