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¡Está VIVo!
La Pascua es transformación
Un mundo imperfecto
La clave está en el amor
11 consejos
para superar la depre
C A M B I A T U M U N D O C A M B I A N D O T U V I D A
1.	 Mateo 5:5,9 (rvc)
2.	 Salmo 16:11
3.	 1 Pedro 1:8 (nvi)
Año 14, número 3
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Director	 Gabriel García V.
Diseño	 Gentian Suçi
Producción	 Samuel Keating
© Aurora Production AG, 2012
www.auroraproduction.com	
Es propiedad. Impreso en Taiwán por Ji Yi Co., Ltd.
A menos que se indique otra cosa, los versículos
citados provienen de la versión Reina-Valera, revisión
de 1960, © 1960 Sociedades Bíblicas en América
Latina; © renovado 1988 Sociedades Bíblicas Unidas.
Utilizados con permiso.
A NUESTROS A MIGOS
Los Evangelios no siempre tuvieron ángel para mí.
Representaban una materia más del colegio. Eran suge-
rentes, pero no lo suficiente como para zambullirme
en ellos en busca de brillantes verdades. Eso hasta los
17 años, cuando cayó en mis manos un librito con el
Evangelio de Mateo, que me cautivó. Por entonces vivía
yo en Nueva York y recuerdo haberme sentado en la ladera de un cerro, junto a
una inmensa autopista, a leer el Sermón de la Montaña. En aquella etapa de joven
idealista que soñaba con labrar un mundo mejor, las palabras de Jesús fueron
lo más revolucionario que había leído yo en la vida. Después de eso ya no me
despegué de su lectura. Sucumbí a su encanto.
Cada versículo que leía me impactaba más que el anterior. El Evangelio ejerció
tal poder sobre mí que decidí enmendar el rumbo de mi vida. Me lancé por un
camino desconocido, casi misterioso. No lo entendía todo, pero anhelaba inte-
riorizarlo. ¿Quién no va a querer ser parte de un mundo en que los milagros son
moneda corriente, en que se encaran los males y las injusticias, en que se defiende a
los débiles y a los oprimidos y en que el amor tiene la última palabra? Frases como
«bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra; bienaventurados los
pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios»1
despertaron mi sed de
más y más verdad.
Al cabo de unas semanas me di cuenta de que esas lecturas me estaban afec-
tando profundamente. Poco a poco se fue renovando mi modo de pensar, mi modo
de ver el mundo. Mi espíritu gradualmente se iba transformando. Me topaba con
versículos y enseñanzas que me hablaban al alma, me conmovían, suscitaban mi
entusiasmo, me llenaban de paz o me infundían ganas de luchar por un buen fin.
Con el tiempo pasé de los Evangelios a otras partes de la Biblia, que se con-
virtió en mi libro de cabecera. Encontré pasajes que me ayudaron a dilucidar lo
que me sucedía interiormente. Fue así como llegué a los Salmos, esas canciones
del alma y clamores de angustia o de súplica a un Dios amoroso y comprensivo.
Definitivamente me enamoré. Descubrí que en la presencia de Dios «hay plenitud
de gozo, delicias […] para siempre»2
. El apóstol Pablo fue más allá y expresó en estos
términos la comunión de corazón que había logrado yo con el Creador: «Lo aman a
pesar de no haberlo visto; y aunque no lo ven ahora, creen en Él y se alegran con un
gozo indescriptible y glorioso»3
.
Ese mismo gozo les deseo a todos.
Gabriel
En nombre de Conéctate
2
Me crié en un hogar cris-
tiano y desde mi infancia
siempre estuve muy fami-
liarizada con el relato de
la Pascua. Sin embargo, no fue
sino el año pasado cuando descubrí
lo que la Pascua significa para mí
personalmente.
No es que me pasara la última
Semana Santa reflexionando sobre
la gloriosa resurrección de Jesús, ni
sobre el triunfo del bien sobre el mal,
ni contemplando desde mi ventana
los intensos colores del amanecer.
Apenas unos días antes mi mejor
amiga me había dado por teléfono la
triste noticia de que su padre había
fallecido repentinamente durante
la noche. Todavía no me había
recuperado de la conmoción y el
dolor. ¿Cómo puede una vida eva-
porarse tan súbitamente, sin tiempo
para unas últimas palabras ni para
despedidas? Pensé en los niños, que
no tendrán oportunidad de conocer
a su abuelo; en mi amiga, que ya no
contará con el apoyo y los consejos de
su padre; y en su mamá, que echará
de menos la afectuosa presencia de su
marido.
Mientras leía un estudio bíblico
sobre la Pascua que detallaba las
últimas horas de Jesús, Su crucifixión
y resurrección, se me ocurrió que la
muerte del Salvador debió de ser de lo
más funesta para Sus amigos y discí-
pulos. No obstante, se transformó en
el milagro más pasmoso que se pueda
imaginar: el triunfo de Cristo sobre la
muerte. Si fue posible albergar espe-
ranza luego de un acontecimiento
tan terrible, ¿no podía hacerse lo
mismo hoy en día? Pensé en el dolor
de mi amiga. ¿Qué esperanza podía
quedar después de la muerte trágica y
prematura de su papá?
Mis ojos se posaron en un
versículo de la Biblia: «Dios levantó
a Jesucristo de los muertos. Ahora
vivimos con gran expectación»1
. Al
reflexionar sobre esas palabras me
di cuenta de que el milagro de la
Pascua no concluyó hace 2.000 años
con la resurrección de Jesús. Ha con-
tinuado a lo largo del tiempo y nos
trae hasta el siglo xxi un mensaje de
esperanza viva.
Independientemente de lo som-
brío que parezca hoy el panorama,
se acerca un glorioso amanecer.
Cuando Cristo se preparaba para
separarse de Sus discípulos, les dejó
una promesa: porque Él vive, ellos y
nosotros también viviremos2
.
La Pascua no es un simple día de
conmemoración que se celebra una
vez al año; es una esperanza viva que
palpita en nuestro corazón durante
todo el año. Tan cierto como que el
sol sale cada mañana, podemos dejar
atrás las tristezas y dolores que nos
aquejen y volver a levantarnos con
renovada fe y el consuelo del eterno
amor de Dios.
Elena Sichrovsky es profesora
de inglés y misionera
voluntaria en Taiwán. ■
con gran
expectación
1.	 1 Pedro 1:3 (ntv)
2.	 V. Juan 14:19
Elena Sichrovsky
3
Habían transcurrido tres
años desde el momento en
que, respondiendo al llamado de
Jesús, habían resuelto seguirlo. Cada
caso había sido distinto. A Natanael
Jesús le dijo que era «un verdadero
hijo de Israel, un hombre totalmente
íntegro»1
. Mientras echaban sus
redes en el mar, Pedro y su hermano
Andrés oyeron las palabras: «Venid
en pos de Mí, y haré que seáis
pescadores de hombres»2
. A Mateo
lo halló en la caseta de recauda-
ción de impuestos3
. Los años que
siguieron fueron los más intensos
y emocionantes de su vida. Jesús
era la persona más increíble que
habían conocido jamás. Lo amaban
profundamente.
Presenciaron hechos inauditos:
curaciones milagrosas de gente
enferma, liberaciones de fuerzas
demoníacas4
, la alimentación de
cinco mil personas con unos pocos
panes y peces5
. Hubo inclusive una
ocasión en que bajaba por la calle un
cortejo fúnebre y Jesús se conmovió
tanto ante el dolor de la madre por
la pérdida de su hijo que detuvo la
procesión, tocó el ataúd, y el joven
revivió y se incorporó6
. Por cierto,
esa no fue la única vez que devolvió
la vida a un difunto. Se dio el caso
de la niña que estaba muerta cuando
Él ingresó a su cuarto y viva cuando
salió7
. Vale también mencionar a
Lázaro, que llevaba cuatro días falle-
cido cuando Jesús fue a su sepulcro y
le mandó que saliera8
.
En ciertas ocasiones contó
relatos increíblemente perspicaces,
narraciones que encerraban verdades
profundas y revelaban importantes
principios a quienes mostraban la
1.	 Juan 1:47 (ntv)
2.	 Marcos 1:17
3.	 V. Mateo 9:9
4.	 V. Mateo 4:23,24
5.	 V. Mateo 14:14–21; 15:32–38
¡
Est
á VIVo
!
Peter Amsterdam
6.	 V. Lucas 7:11–16
7.	 V. Marcos 5:35–42
8.	 V. Juan 11:38–44
9.	 V. Mateo 13:10–13
10.	V. Juan 6:15
11.	V. Juan 6:3
12.	V. Lucas 20:20
13.	V. Mateo 21:6–9
14.	V. Juan 11:47,48
4
apertura necesaria para asimilarlas9
.
A veces enseñaba a multitudes de
personas que se juntaban a escuchar
lo que exponía y que en determinado
momento estuvieron a punto de
llevárselo a la fuerza para coronarlo
rey10
. En otras ocasiones llevaba a
Sus seguidores más íntimos a algún
lugar apartado donde pudieran
descansar y recibir instrucción
discipular11
.
Sin duda fueron tiempos
vertiginosos.
Claro que no todos los días esta-
ban llenos de alegría y sana emoción.
A veces se enfrentaban a antago-
nismo. Los enemigos religiosos de
Jesús discrepaban de Sus enseñanzas
y lo desafiaban continuamente. Las
respuestas que les daba, sin embargo,
rebosaban sabiduría, poder y, sobre
todo, amor12
. Todo en Él se basaba
en el amor y la compasión.
Con el paso del tiempo la oposi-
ción fue arreciando. Sus enemigos
estaban cada vez más decididos
a ponerle freno. No obstante, en
medio de toda esa hostilidad, cierto
día una multitud de Jerusalén
—engrosada por miles de peregrinos
que habían acudido con motivo de la
Pascua— salió a Su encuentro en las
proximidades de la ciudad agitando
palmas y exclamando: «Hosanna
al Hijo de David»13
. Sus rivales
religiosos no se atrevieron a ponerle
la mano encima por la gran acepta-
ción que tenía entre la gente. Pero
les preocupaba que Sus actividades
fueran a provocar la intervención de
las fuerzas de ocupación romanas, lo
cual podía comprometer la posición
dominante que ellos ostentaban en la
sociedad de la época14
.
Fueron años extraordinarios, de
maravillas, de esperanza, de emoción
y de aprendizaje. Probablemente Sus
seguidores se imaginaban que todo
seguiría así por mucho tiempo más.
La situación dio entonces un giro
repentino. Se llevaron preso a Jesús
y en un lapso de apenas veinticuatro
horas lo ejecutaron sumariamente
como a un criminal. Aquello hizo
pedazos las esperanzas y sueños que
abrigaban Sus seguidores. El maestro
al que habían llegado a amar entra-
ñablemente había dejado de existir.
La vida que habían compartido con
Él los últimos tres años había tocado
a su fin. El futuro que Él había
anunciado no había resultado como
se lo habían imaginado. Jesús estaba
muerto.
Quedaron desconcertados, tristes.
Les entró miedo. Se escondieron y
trabaron las puertas. ¿Cómo había
tenido un final tan abrupto la obra
en la que habían participado, y el
amor que tan íntimamente habían
llegado a conocer? Todo se alteró
bruscamente. El futuro se veía
sombrío.
Tres días después, muy temprano
en la mañana, unas mujeres que
habían sido seguidoras Suyas visita-
ron Su tumba, pero la encontraron
vacía. Cuando refirieron lo aconte-
cido a los otros discípulos, ninguno
las tomó en serio, salvo Pedro y
Juan, que partieron corriendo hacia
5
el sepulcro y comprobaron que
el relato de las mujeres era cierto.
Jesús no estaba allí. No entendían
qué había pasado. Su cuerpo había
desaparecido15
.
Más tarde ese mismo día, y pese
a que la puerta del aposento donde
se escondían estaba cerrada, Jesús
se apareció en medio de ellos. El
hombre al que habían amado y
seguido, que había sido torturado
y ejecutado brutalmente, se puso
delante de ellos16
.
¡Estaba vivo!
Había resucitado y vuelto con
ellos. Su presencia lo cambió todo.
A pesar de que lo habían ajusticiado
como a un delincuente, el hecho
de que estuviese vivo frente a ellos
demostró que todo lo que les había
enseñado acerca de Su persona
era verdad. Él era, en efecto, «la
resurrección y la vida»17
. Lo habían
matado y había vuelto a la vida en
tres días18
. La veracidad de esas pala-
bras era evidente, ya que Él estaba
delante de ellos, vivo. La presencia
de Jesús cambió por completo las
circunstancias de los días anteriores.
Creer en Él no había sido una
insensatez. No se habían frustrado
los designios de Dios.
Cuarenta días después Jesús
ascendió al Cielo. Si bien dejó
de estar físicamente con ellos, les
envió el Espíritu Santo para que
habitara en ellos, para que fuera una
presencia constante que los guiara
en verdad y amor y los ayudara
a divulgar las enseñanzas que Él
les había impartido y los sucesos
extraordinarios que habían presen-
ciado en el tiempo en que habían
estado juntos19
.
Los magníficos años en que
habían convivido y trabajado con
Él habían llegado a su fin; dieron
paso a una época de diseminación
y comunicación del mensaje. El
hecho de que Jesús estuviera vivo les
confirió poder para trascender los
límites de lo consuetudinario, de lo
que habían hecho hasta entonces,
y dedicarse a divulgar Su amor y
salvación. Si bien tomó tiempo y les
costó adaptarse, cumplieron lo que
Él les había encargado: se dirigieron
a diversas ciudades y países, hicieron
nuevas amistades y lo dieron a
conocer a muchos. Formaron comu-
nidades de fe y transmitieron a otros
lo que Él les había enseñado. Día
tras día, año tras año, corazón por
corazón, se dedicaron a la misión
que se les había encomendado. Se
enfrentaron a dificultades, pruebas
y tribulaciones, pero siguieron
adelante, aun a costa de su vida.
De esa manera tuvieron un impacto
profundo en el mundo de su época
y de todos los siglos posteriores.
Si bien la situación había cam-
biado y Él ya no estaba físicamente
con ellos, aún podía obrar mila-
gros, resucitar a los muertos, dar
respuestas increíbles a quienes las
necesitaban, manifestar amor, com-
pasión y misericordia, y proclamar
la buena nueva de la salvación. Solo
que en lugar de hacerlo en persona,
lo hacía por medio de ellos. Seguía
15.	V. Lucas 23:55,56; 24:1–11; Juan 20:3–9
16.	V. Juan 20:19,20
17.	Juan 11:25
18.	Marcos 8:32; Juan 2:19–21
19.	V. Hechos 2:1–4; Mateo 28:19
20.	1 Corintios 15:55
6
Independientemente de las
circunstancias en que nos encontre-
mos, de las vicisitudes que hayamos
pasado y de lo difíciles que puedan
estar las cosas, Él también vive en
nosotros. Estemos donde estemos, Su
poder y Su Espíritu nos acompañan.
En toda eventualidad, en todo
lugar, tanto en nuestra ciudad natal
como en un lejano país, Él está con
nosotros y obrará a través de nosotros
en la medida en que se lo permita-
mos. Dejemos que los demás vean
Su Espíritu en nosotros, escuchen
Sus palabras por boca nuestra y lo
perciban en nuestros actos amorosos,
nuestra compasión y nuestra empatía.
Así demostraremos que Él sigue vivo,
incluso en el mundo de hoy, con
toda su confusión y sus calamidades.
Ayudemos a la gente a hacer contacto
con Él y darse cuenta de que vive.
Peter Amsterdam y su esposa,
María Fontaine, dirigen el
movimiento cristiano La
Familia Internacional. ■
INDULTO
GENERAL
Reflexiones sobre la Semana Santa
David Brandt Berg
El Jesús que adoramos no está cruci-
ficado; ¡ya dejó la cruz! Nuestra cruz
está vacía. «¿Dónde está, oh muerte,
tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu
victoria?»20
El Cristo que adoramos
no está en la tumba. Vive en nuestro
corazón.
Resucitó victorioso, alegre, libre,
para nunca más morir, a fin de
redimirnos también a nosotros y
evitarnos el sufrimiento de la muerte
espiritual. ¡Qué alegría debió de
sentir al resucitar y ver que todo
había concluido! Había triunfado, ¡el
mundo estaba salvado!
2
El milagro de la Pascua consiste
en que, como Jesús no se quedó en
el sepulcro, ese no será tampoco
nuestro fin. No tendremos que expiar
nuestros pecados en el infierno, ni
sentirnos eternamente separados
de Dios. Jesús pagó por nosotros y
resucitó después a una nueva vida.
Conforme vayamos llenándonos
de Su amor, esa nueva vida estará
también en nuestro interior, brindán-
donos esperanza y paz. ■
viviendo en ellos y obrando por
medio de ellos. Y ha continuado así
de vivo para quienes lo han amado
y seguido desde entonces.
En la Pascua celebramos la resu-
rrección de Jesús. Conmemoramos
el hecho de que derrotó a la muerte,
al infierno y a Satanás. Jesús nos
redimió de nuestros pecados. Vivió,
amó y murió por cada uno de
nosotros individualmente, y está tan
presente hoy en nosotros en espíritu
como lo estuvo para las personas
con las que caminó por la Tierra
hace dos milenios.
Durante un breve período Sus
discípulos perdieron la esperanza.
Lo acababan de crucificar, y ya no
estaba con ellos. Pero esa crisis pasó
rápido. La confusión, el temor y
la incertidumbre se desvanecieron
ni bien se dieron cuenta de que Él
seguía vivo y que Su amor, Su ver-
dad, Su compasión, Sus palabras y
Su poder los seguían acompañando,
a pesar de que la situación había
cambiado.
7
Me mostrarás la senda de
la vida; en Tu presencia hay
plenitud de gozo; delicias a Tu
diestra para siempre.
Salmo 16:11
Dios es amor. ¿Y hay mayor
felicidad que el amor, que amar
y ser amado? Dios es felicidad
porque es amor, y porque es
la felicidad del amor. Pero es
la eterna felicidad del amor
infinito. […] Todo nuestro ser
está diseñado para amar a Dios,
y para poseerlo y gozarlo.  
Ernesto Cardenal 5
Alégrense, alégrense de cora-
zón. La vida de un verdadero
cristiano debiera ser un júbilo
perpetuo, un preludio de los
festivales de la eternidad.  
Teófano Vénard 6
Todos sabemos lo que es
verse asediado por dificul-
tades o sufrir reveses. Las
vicisitudes económicas, las inclemen-
cias del tiempo y hasta el tráfico de
las horas pico pueden abatir nuestro
ánimo.
Pero no tiene por qué ser así. El
Espíritu Santo puede darnos fuerzas
para remontar nuestros problemas,
por grandes que sean, y brindarnos
felicidad y alegría a pesar de las
circunstancias.
El secreto para vivir con el gozo
del Señor es tomarnos el tiempo para
llenarnos de Su Palabra, de modo
que tengamos una reserva de Su
Espíritu de la cual extraer fuerzas
en momentos difíciles. «Estas cosas
os he hablado —dijo Jesús a Sus
discípulos—, para que Mi gozo
esté en vosotros, y vuestro gozo sea
cumplido»2
.
Por eso, si te sientes hundido
o descorazonado, procura pasar
más tiempo con Jesús, leyendo y
estudiando Su Palabra. ¡Te quedarás
asombrado del buen efecto que
tendrá en ti!
Otra cosa que ayuda mucho es
hacer un repaso de todo lo bueno
que el Señor te ha dado y ha hecho
por ti. «Todo lo que es verdadero,
todo lo honesto, todo lo justo, todo
lo puro, todo lo amable, todo lo que
es de buen nombre; si hay virtud
alguna, si algo digno de alabanza, en
esto pensad»3
. «El gozo del Señor es
vuestra fuerza»4
.
Rafael Holding es escritor.
Vive en Australia. El fruto
radiante: la alegría es un ex-
tracto del libro Los dones de
Dios, de la colección Actívate,
Se puede adquirir en la tienda
virtual de Aurora (http://shop.
auroraproduction.com/) ■
EL FRUTO RADIANTE:
LA ALEGRÍA
1.	 Gálatas 5:22,23 (nvi)
2.	 Juan 15:11
3.	 Filipenses 4:8
4.	 Nehemías 8:10
5.	 Ernesto Cardenal (1925–    ) es un
poeta, sacerdote, teólogo, escritor,
traductor, escultor y político
nicaragüense.
6.	 Teófano Vénard (1829–1861) fue un
misionero católico francés que murió
como mártir en Indochina.
«El fruto del Espíritu es amor, alegría, paz,
paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre
y dominio propio. Contra estas cosas no hay ley»1
.
Rafael Holding
8
Era un día de verano par-
ticularmente bochornoso.
Tras varias horas de viaje, Jeffrey y
yo nos sentamos en la sala de espera
de una estación de autobuses del
norte de Italia donde el ambiente
estaba muy cargado.
—¿Era necesario que te acompa-
ñara? —musitó.
¿Cómo pudo ocurrírseme seme-
jante idea? Alejar de sus amigos a un
chico de 14 años y llevarlo a visitar
a sus abuelos. ¡No es precisamente el
panorama más entretenido para un
adolescente!
Teníamos que esperar una hora
antes de subirnos al autobús en
el que haríamos el último trecho.
Yo no sabía qué era peor, si el aire
viciado de la sala de espera o el
ambiente cargado entre él y yo.
—¿Quieres un helado? —le
pregunté.
Eso casi siempre lo arreglaba
todo. Esta vez no hubo caso.
—No —respondió tajante—, no
tengo ganas.
Mi chiquillo estaba creciendo.
A mí ya se me agotaba la paciencia.
—Pues yo me voy a comprar
uno.
Tomé el bolso y me dirigí a la
cafetería de la terminal de autobuses.
En el camino le pedí a Jesús que
hiciera algo para restablecer la buena
comunicación entre Jeffrey y yo.
Al volver lo encontré conversando
con un chico uno o dos años mayor
que él.
—Emanuel es rumano —me
explicó al presentarnos—, pero
habla bien el italiano. Vive en una
casa rodante con su madre y sus dos
hermanas menores. Hace trabajitos
por aquí y por allá para mantener a
su familia.
Emanuel parecía un joven
inteligente y bien educado, y estaba
dispuesto a trabajar en lo que fuera,
según sus propias palabras.
Ambos chicos prosiguieron la
animada conversación que yo había
interrumpido. Cuando Jeffrey le
dijo a Emanuel que había asistido
a un campamento de verano en
Timişoara (Rumania), a este se le
iluminó el rostro.
—¡De allí soy yo! —exclamó.
Noté que para Emanuel había sido
una dicha encontrar un chico más o
menos de su edad con el que hablar
distendidamente. Además, Jeffrey se
interesó mucho en su vida, sorpren-
dido de haber conocido a alguien de
su edad que se encargaba de mante-
ner a su madre y sus hermanas.
Llegó el momento de despedir-
nos y subir a nuestro bus. Jeffrey
le entregó a Emanuel uno de los
folletos cristianos que teníamos para
oportunidades así, además de un
donativo para su familia.
—Mamá —me dijo Jeffrey en voz
baja mientras nos sentábamos en el
autobús—, eso fue cien veces mejor
que un helado.
A veces, cuando estamos moles-
tos o desanimados, no hay mejor
remedio que preocuparnos por otra
persona y ofrecerle ayuda.
Anna Perlini es cofundadora
de Per un mondo migliore (http://
italiano.perunmondomigliore.
org/), organización humanita-
ria que desde 1996 lleva a cabo
labores en la ex Yugoslavia. ■
Anna Perlini
Una bocanada
de aire fresco
9
La sonrisa de mi bebito era
una nimiedad. Sin embargo,
modificó mi perspectiva de la vida.
Al despertarse y mirarme, vio
lo más fundamental para él en el
mundo: ¡yo! No le importó que mi
pantalón de pijama no combinara
con la blusa, ni que estuviera toda
despeinada. Simplemente me
quiere, y le encanta estar conmigo.
No necesita perfección; el amor
todo lo perdona, todo lo embellece.
En el momento en que lo tomé en
brazos y me impregné del amor
que irradiaba, se me esclareció algo
que había estado rumiando un rato
antes.
La falta de perfección en la vida
es algo que siempre me ha fasti-
diado. Cuando alguien dice o hace
algo que me contraría, suelo argu-
mentar: «¿Por qué tiene que haber
choques de personalidad, descuidos,
faltas de consideración, injusticias,
desaires, pesimismo? ¡Son cosas
que suceden todos los días y están
mal! ¡Ojalá no existieran! Si todo el
mundo —yo incluida— se condujera
como es debido, mi vida sería toda
dicha y perfección. La perfección es
lo único que alguna vez aliviará mis
irritaciones». Pero a la vez sabía que
eso nunca se daría. La vida no es así.
Necesitaba otra solución.
Cuanto más cavilaba más me
daba cuenta de que en realidad lo
que quería era que el mundo girara
en torno a mí, mis deseos, senti-
mientos, preferencias y prioridades.
Algo tenía que cambiar, y en este
caso, cualesquiera que fueran las
faltas de los demás, la que tenía que
cambiar era yo. Pero ¿cómo? Ya lo
había intentado antes.
Aquella mañana, mientras
sostenía en brazos a mi bebé, una
voz interior me susurró: «¿Te habría
gustado que tu bebé fuera perfecto
de nacimiento?»
Al reflexionar sobre ello,
comprendí que nada me habría des-
agradado más. De haber podido él
caminar y correr desde el momento
en que nació, nunca habría podido
yo disfrutar de la expresión de
emoción que se dibujó en su carita
el día que logró dar sus primeros
pasos. Además me habría perdido ese
singular sentimiento de tenerlo en
brazos sabiendo que dependía ente-
ramente de mí. De haber podido él
hablar perfectamente desde el día en
que nació, jamás habría podido yo
experimentar la alegría de oírlo decir
su primera palabra. Si él supiera
todo lo que sabe una persona mayor,
nunca habría podido verlo pasmado
ante algún descubrimiento, ni habría
tenido yo la dicha de enseñarle algo
nuevo. Me habría perdido infinidad
de cosas. En realidad sus imperfec-
ciones lo hacen perfecto. No querría
que fuera distinto.
Entonces me pregunté: «¿Qué
hace que su imperfección sea
diferente de todas las otras imperfec-
ciones que me rodean?»
La respuesta no podía ser más
clara: el amor.
Un
mundo
imperfecto
Chalsey Dooley
1.	 Mateo 7:7
10
¡Eso es! Eso es lo que me falta.
Eso es lo que más preciso para afron-
tar con valor y alegría los problemas
que quisiera que no existieran.
Caí en la cuenta de lo que
me perdería si yo y los que me
rodean fuéramos perfectos desde el
comienzo. Me perdería ese aspecto
imprevisible y sorpresivo de la
vida; la dicha de perdonar y ser
perdonada; los estrechos vínculos de
amistad que se labran luchando con
la adversidad, y las cualidades que se
cultivan de la misma manera.
Me acordé de que añadir pensa-
mientos negativos a una situación ya
de por sí negativa nunca da resul-
tados positivos. En ese momento
me propuse buscar y descubrir
las oportunidades y experiencias
positivas que se ocultan detrás de la
máscara de la imperfección.
Más tarde aquel mismo día mi
bebito no se dormía. Decidí enton-
ces sacarle provecho a una situación
difícil poniendo en práctica lo que
acababa de aprender. Me olvidé de
lo que a mi juicio era lo mejor para
él y para mí en ese momento, y mi
marido y yo nos estuvimos un rato
cantando y riendo con él. Fueron
instantes perfectamente felices
que todos nos habríamos perdido
si aquel día todo hubiera salido
perfecto.
Cada situación y cada persona
con que nos topamos pueden
contribuir a que nuestra vida esté
salpicada de felicidad y sorpresas.
Basta con que no nos atasquemos en
lo inmediato, sino que miremos más
allá. Podemos ver cada dificultad,
pérdida, herida o deficiencia como
una pista, como la puerta de acceso
a una cámara acorazada donde
encontraremos bellos tesoros de
Dios. «Pedid, y se os dará; buscad, y
hallaréis; llamad, y se os abrirá»1
.
Chalsey Dooley vive en Aus-
tralia. Escribe textos motiva-
cionales para niños y educa-
dores y se dedica de lleno a la
formación de sus hijos. ■
Cuando dejas de exigir
perfección a los demás, los
puedes querer por lo que
son.  Donald Miller
Si buscas la perfección,
nunca estarás contento.  	
León Tolstói
No temas a la perfección.
Jamás la alcanzarás.  	
Salvador Dalí
Hay dos clases de perfección:
la que nunca lograrás, y la
otra, que es conducirte con
naturalidad.  Lauren King
Nunca buena obra sin
zozobra.  Refrán español
Es preciso ser tolerante para
poder vivir acompañado.
Muchos solitarios lo son por
perfeccionistas.  	
Víctor Hugo Menacho Moreno
11
Por motivo de nuestra
labor voluntaria, viajé
de Europa a América Central con
mi esposo, Andrew, y nuestra hija
Angelina. En Guatemala, Dios nos
bendijo con la magnífica oportunidad
de sentarnos junto a un apacible lago
que en otro tiempo fue un centro de
la próspera cultura maya. En aquel
ambiente sereno, el mayor aconte-
cimiento del día —tanto para los
lugareños como para los turistas— es
contemplar el sol ponerse detrás de
los tres volcanes que bordean la orilla
occidental del lago. Allí los placeres
de la vida son sencillos: por ejemplo,
nadar en partes del lago donde afloran
fuentes termales subterráneas de origen
volcánico, creando una curiosa mezcla
de agua helada, tibia y muy caliente.
Aunque no tomo café, me fascinó
observar cómo se cultiva y cómo se
secan, tuestan y muelen los granos
con los que finalmente se prepara
un delicioso café de intenso color.
El aroma me pareció embriagador, y
Andrew y Angelina me aseguraron
que el sabor era celestial; un brebaje
verdaderamente casero, de principio
a fin.
Había una curiosa mezcla de
turistas liberados transitoriamente
de su vida civilizada, su estrés y sus
prisas, y mujeres mayas que tejían
hermosas telas multicolores, algunas
con un niño —hijo, nieto o quizá
bisnieto— amarrado a la espalda y
dormido plácidamente, o jugando
calladito a su lado. ¡Vaya contraste!
Aunque los mayas de hoy se ven
obligados a vender sus artículos
a extranjeros para subsistir, no
permiten que el ajetreo del mundo
moderno los contamine. Son un pue-
blo laborioso; trabajan rítmicamente
de sol a sol y producen hermosos
trajes típicos. No se dejan arrastrar
por la moda, y visten con orgullo sus
prendas tradicionales, al igual que
sus hijos. No recurren a fármacos,
sino que encuentran en árboles y
plantas los remedios que necesitan.
Las mujeres producen ellas mismas
sus cosméticos. (Gracias al champú
de hierbas que les compré, mi
cabello luce mejor que con cualquier
producto comercial que haya
probado, ya fuera o no de hierbas.)
Sentada bajo las palmeras que la
brisa mecía suavemente, mientras oía el
romper de las olas en la orilla del lago
y contemplaba la puesta del sol, me
sentí en la gloria, como si me hubieran
llevado al Cielo para mostrarme una
de las razones por las que fui creada:
para disfrutar de todo aquello.
La jet set, los ambiciosos y otros
por el estilo consideran atrasados
a los mayas; pero yo no estoy tan
convencida de que sea así. La
velocidad y el estrés le restan alegría
a la vida, alegría que podemos recu-
perar yendo más lento y ajustando
nuestros objetivos a los de Dios.
Anna Wormus es cofundadora
y directora de Healing
Hearts Balkans (http://
healingheartsbalkans.org/).
Actualmente vive con su marido
en Serbia. Desde 1995 trabajan
en zonas de la ex Yugoslavia
que fueron devastadas por la
guerra. ■
LA
CULTURA
MAYA
Anna Wormus
12
1Considérate afortunado.
Expresar tu gratitud te
levantará el ánimo de una
forma maravillosa. La alabanza
tiene un efecto espiritual capaz
de contrarrestar cualquier cosa
que te agobie.
9Remoza tu cuarto o
tu casa. Un cuarto
limpio y ordenado, una
hermosa vista, pequeños
arreglos en la casa e incluso
una mejor iluminación
contribuyen a mejorar el
estado de ánimo.
Samuel Keating
1.	 Proverbios 17:22
2Conéctate con Jesús. Él
te ama, vela por ti y tiene
la solución para cada uno de
tus problemas. Dile cómo te
sientes, lee la Palabra de Dios,
fortalece tu fe aferrándote a
las promesas contenidas
en ella.
3Haz algo por los demás.
Ayudar a alguien no solo
beneficia a esa persona, sino
que también te levanta el
ánimo a ti.
4Tómate un descanso.
Haz una pausa y sal a
pasear, siéntate en un sitio
apacible u observa un bello
paisaje o un cuadro que te
guste. Medita sobre las cosas
lindas de la vida.
5Canta o escucha una
canción. Una canción de ala-
banza a Dios puede acercarte a Él
y colmar tu corazón de serenidad
y gratitud.
6Haz ejercicio. El ejercicio
físico libera en el organismo
endorfinas, sustancias que
producen sensación de bienestar y
tranquilidad, que apartan los pen-
samientos de las preocupaciones
y afanes y te llevan a emplear tus
energías en cosas más positivas.
7Pégate una carcajada. «El
corazón alegre constituye buen
remedio»1
. No te tomes la vida ni a ti
mismo demasiado en serio. Lee o ve
algo chistoso, piensa en algo que te
cause gracia o conversa con alguien
que suela hacerte reír.
8Pasa ratos con tus hijos. Los
niños son muy cariñosos, y su
disposición alegre, su resiliencia y
su sencillez pueden ayudarte a ver
los problemas más objetivamente.
10Duerme bien. Es
más fácil lidiar con
las complicaciones y apuros
habiendo descansado bien.
Una pérdida importante de
sueño puede hacer que los pro-
blemas se vean más grandes de
lo que son y causarte malestar.
11Sonríe. Sonreír aun
sin ganas tiene un
efecto positivo en tu espíritu.
Luce una sonrisa y verás el
mundo desde un prisma más
alegre.
11 consejos
para superar la depre
Samuel Keating es
gerente de producción
de la revista Conéctate.
Vive en Milán (Italia). ■
13
Hay un dicho que reza: «Lo
bueno es enemigo de lo mejor». La
cuestión es que conformarse con
algo que es apenas bueno puede
implicar que deje de alcanzarse algo
mejor. Parece ser un imperativo
cultural en estos días que nunca nos
conformemos con menos de lo que
a nuestro juicio va a resultar mejor
para nosotros. Sin embargo, yo estoy
llegando a una conclusión diferente.
En mi búsqueda personal del
mejor resultado posible en cada
situación veo que a veces he dejado
pasar buenas posibilidades. Por estar
preocupado de que a la vuelta de la
esquina podía estar lo que realmente
quería he desaprovechado oportuni-
dades. En esos casos, me parece que
«lo óptimo» fue en realidad enemigo
de «lo bueno». Por ir en pos del
proverbial tesoro que debería estar al
final del arco iris me perdí la belleza
de este último. Probablemente sería
más feliz si disfrutara del viaje en
lugar de estar siempre obsesionado
con llegar a mi destino.
Mientras pensaba en eso me
acordé de algo que dijo Pedro
acerca de Jesús: «Anduvo haciendo
bienes»1
. Jesús no dejaba pasar las
oportunidades de hacer el bien.
También está el clásico pasaje
de la carta de Pablo a los Romanos,
en la que él escribe que «a los
que aman a Dios, todas las cosas
les ayudan a bien, esto es, a los
que conforme a Su propósito son
llamados»2
. Han sido muchas las
ocasiones en que hallé consuelo en
ese versículo cuando parecía que
las cosas no marchaban del todo
bien. Sin embargo, últimamente
he reflexionado más sobre estas
palabras y el hecho de que todas las
cosas redundan en bien, no nece-
sariamente en lo óptimo. No estoy
seguro de estar en la mejor situación
en este momento, pero sé que es
buena, y en lugar de afanarme por lo
que no tengo, puedo buscar y disfru-
tar lo positivo de mis circunstancias
actuales.
Presumo que Salomón llegó
a una conclusión similar cuando
escribió: «He aquí, pues, el bien que
yo he visto: que lo bueno es comer y
beber, y gozar uno del bien de todo
su trabajo […]; porque esta es su
parte»3
. Si esto es así, la constante
búsqueda de lo ideal puede llevar-
nos a no apreciar lo bueno que ya
tenemos.
¿Debemos, entonces, confor-
marnos con lo bueno? Tal vez no
siempre; pero creo que si lo hicié-
ramos más a menudo seríamos más
felices. Al fin y al cabo, ¡lo bueno no
está mal!
Phillip Lynch es novelista
y comentarista de temas
espirituales y escatológicos.
Vive en Canadá. ■
CUANDO LO BUENO ES
MEJOR QUE LO ÓPTIMO
1.	 V. Hechos 10:38
2.	 Romanos 8:28, énfasis añadido
3.	 Eclesiastés 5:18
Phillip Lynch
14
El gorjeo de los pájaros, la música
melodiosa o la voz de un ser querido
en el teléfono pueden hacernos
sonreír. ¿Cuáles fueron los sonidos
que te resultaron agradables hoy? Da
gracias a Dios por ellos.
Cuando Dios proveyó comida para
los israelitas durante los 40 años que
deambularon por el desierto, parece
que no solo se propuso mantenerlos
vivos, sino también darles algo
sabroso. Más tarde el rey David,
refiriéndose al maná, el misterioso
alimento que aparecía en el suelo
cada mañana, lo llamó «pan de
ángeles»1
. En otro pasaje dice que
«sabía a tortas de harina con aceite»2
.
Piensa en lo que comiste y bebiste
hoy. ¿Qué sabores y consistencias
te gustaron? Da gracias a Dios por
ellos.
Todo lo que vemos es por los ojos; lo
que olemos, por la nariz; lo que sabo-
reamos, con la boca; lo que oímos,
con los oídos; el órgano del tacto, en
cambio, son pequeñas terminaciones
nerviosas que nos cubren de pies a
cabeza. En la punta de cada dedo hay
alrededor de 2.500 receptores.
El sentido del tacto nos habla
continuamente. Cepillamos el
cabello de nuestro hijo y sentimos su
suavidad. Sujetamos una taza de té
o café y notamos que está caliente.
En un día caluroso nos lavamos la
cara con agua fría. ¿Qué amenas
experiencias te proporcionó hoy tu
sentido del tacto? Da gracias a Dios
por ellas.
Acción de gracias de los 5 sentidos
Ejercicio espiritual
Abi May
1.	 Salmo 78:25 (dhh)
2.	 Números 11:8 (dhh)
Cada día está lleno de momentos felices por los que podemos
dar gracias a Dios si nos detenemos a apreciarlos. Este ejercicio se basa en lo
que percibimos con nuestros cinco sentidos.
Muchas cosas son hermosas a la
vista: elementos naturales como
los árboles y las flores, creaciones
humanas como obras de arte y de
arquitectura, el rostro de un amigo
o la entrada de nuestra casa después
de una prolongada ausencia. ¿Qué
vistas placenteras adornaron tu
camino hoy?
Da gracias a
Dios por ellas.
El sentido del olfato es evocador. El césped recién cor-
tado nos recuerda el verano; cierto perfume o colonia
nos puede traer a la memoria a un ser querido o un
amigo; el aroma de una comida determinada puede
hacernos pensar en ciertos lugares y experiencias.
¿Con qué gratos aromas te encontraste hoy? ¿Qué
pensamientos felices te inspiraron? Da gracias a Dios
por ellos.
Para llevar aún más lejos este ejercicio,
una idea sería ir anotando en un
cuaderno las experiencias sensoriales
que susciten tu agradecimiento. Cada
noche anota lo que hayas percibido con
cada sentido a lo largo del día. Quizá
baste con una o dos palabras. Lo que
da valor a este ejercicio es la gratitud
que esos momentos de reflexión te
inspiren.
Abi May es docente y escritora.
Vive en el Reino Unido y es
columnista de Conéctate. ■
v i s t a
o í d o
g u s t o
t a c t o
o l f a t o
15
La capacidad de ver el lado positivo de las cosas es un don.
Realza los momentos felices y hace más soportables los
difíciles. Te da acceso a mayor alegría, uno de los muchos
tesoros que encontraste cuando me conociste. El amor, la fe, la
paz y la alegría son apenas algunos de los muchos dones que te
prodigo para sostenerte e inspirarte.
Quiero que disfrutes de una alegría completa1
; pero para
que eso suceda hay algo que debes hacer: aceptar cómo eres
y confiar en que te creé de esa manera con un maravilloso
propósito, que te doté de una combinación única de dones,
aptitudes y atributos que te ayudarán a encontrar el puesto
que solo tú puedes ocupar en este mundo.
Te concedo el don de la alegría para aliviar tu angustia2
;
felicidad que enjugue tus lágrimas3
; amor que elimine el
temor4
. El panorama se torna más radiante en el momento
en que retomas conciencia de que Mi amor y Mi cariño son
invariables y recuerdas que Yo puedo sacar algo positivo de
toda contrariedad que amenace con abatirte5
.
De Jesus, con cariño
Equilibrio
1.	 V. Juan 15:11
2.	 V. Isaías 61:3
3.	 V. Salmo 30:5
4.	 V. 1 Juan 4:18
5.	 V. Romanos 8:28,37–39

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Conéctate: ¡Está vivo!

  • 1. ¡Está VIVo! La Pascua es transformación Un mundo imperfecto La clave está en el amor 11 consejos para superar la depre C A M B I A T U M U N D O C A M B I A N D O T U V I D A
  • 2. 1. Mateo 5:5,9 (rvc) 2. Salmo 16:11 3. 1 Pedro 1:8 (nvi) Año 14, número 3 ¿Buscas libros, compactos o videos que te comuniquen fuerzas, te motiven y te ofrezcan soluciones? Visita nuestro sitio web o ponte en contacto con cualquiera de los distribuidores que se indican a continuación. www.activated.org/es www.audioconectate.org México: Conéctate A.C. E-mail: conectate@conectateac.com Tel: (01-800) 714 4790 (nº gratuito) +52 (81) 8123 0605 Chile: Casilla de Correos 14.702 Correo 21, Sucursal La Moneda Santiago Tel: (09) 469 7045 E-mail: conectateconosur@conectate.org España: Conéctate Apdo.626 28080 Madrid (34) 658  64  09  48 Resto de Europa: Activated Bramingham Pk. Bus. Ctr. Enterprise Way Luton, Beds. LU3 4BU Inglaterra E-mail: activatedeurope@activated.org Tel: +44 (0) 845 838 1384 Estados Unidos: Activated Ministries PO Box 462805 Escondido, CA 92046–2805 E-mail: info@actmin.org Tel: 1-877-862-3228 (nº gratuito) Director Gabriel García V. Diseño Gentian Suçi Producción Samuel Keating © Aurora Production AG, 2012 www.auroraproduction.com Es propiedad. Impreso en Taiwán por Ji Yi Co., Ltd. A menos que se indique otra cosa, los versículos citados provienen de la versión Reina-Valera, revisión de 1960, © 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina; © renovado 1988 Sociedades Bíblicas Unidas. Utilizados con permiso. A NUESTROS A MIGOS Los Evangelios no siempre tuvieron ángel para mí. Representaban una materia más del colegio. Eran suge- rentes, pero no lo suficiente como para zambullirme en ellos en busca de brillantes verdades. Eso hasta los 17 años, cuando cayó en mis manos un librito con el Evangelio de Mateo, que me cautivó. Por entonces vivía yo en Nueva York y recuerdo haberme sentado en la ladera de un cerro, junto a una inmensa autopista, a leer el Sermón de la Montaña. En aquella etapa de joven idealista que soñaba con labrar un mundo mejor, las palabras de Jesús fueron lo más revolucionario que había leído yo en la vida. Después de eso ya no me despegué de su lectura. Sucumbí a su encanto. Cada versículo que leía me impactaba más que el anterior. El Evangelio ejerció tal poder sobre mí que decidí enmendar el rumbo de mi vida. Me lancé por un camino desconocido, casi misterioso. No lo entendía todo, pero anhelaba inte- riorizarlo. ¿Quién no va a querer ser parte de un mundo en que los milagros son moneda corriente, en que se encaran los males y las injusticias, en que se defiende a los débiles y a los oprimidos y en que el amor tiene la última palabra? Frases como «bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra; bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios»1 despertaron mi sed de más y más verdad. Al cabo de unas semanas me di cuenta de que esas lecturas me estaban afec- tando profundamente. Poco a poco se fue renovando mi modo de pensar, mi modo de ver el mundo. Mi espíritu gradualmente se iba transformando. Me topaba con versículos y enseñanzas que me hablaban al alma, me conmovían, suscitaban mi entusiasmo, me llenaban de paz o me infundían ganas de luchar por un buen fin. Con el tiempo pasé de los Evangelios a otras partes de la Biblia, que se con- virtió en mi libro de cabecera. Encontré pasajes que me ayudaron a dilucidar lo que me sucedía interiormente. Fue así como llegué a los Salmos, esas canciones del alma y clamores de angustia o de súplica a un Dios amoroso y comprensivo. Definitivamente me enamoré. Descubrí que en la presencia de Dios «hay plenitud de gozo, delicias […] para siempre»2 . El apóstol Pablo fue más allá y expresó en estos términos la comunión de corazón que había logrado yo con el Creador: «Lo aman a pesar de no haberlo visto; y aunque no lo ven ahora, creen en Él y se alegran con un gozo indescriptible y glorioso»3 . Ese mismo gozo les deseo a todos. Gabriel En nombre de Conéctate 2
  • 3. Me crié en un hogar cris- tiano y desde mi infancia siempre estuve muy fami- liarizada con el relato de la Pascua. Sin embargo, no fue sino el año pasado cuando descubrí lo que la Pascua significa para mí personalmente. No es que me pasara la última Semana Santa reflexionando sobre la gloriosa resurrección de Jesús, ni sobre el triunfo del bien sobre el mal, ni contemplando desde mi ventana los intensos colores del amanecer. Apenas unos días antes mi mejor amiga me había dado por teléfono la triste noticia de que su padre había fallecido repentinamente durante la noche. Todavía no me había recuperado de la conmoción y el dolor. ¿Cómo puede una vida eva- porarse tan súbitamente, sin tiempo para unas últimas palabras ni para despedidas? Pensé en los niños, que no tendrán oportunidad de conocer a su abuelo; en mi amiga, que ya no contará con el apoyo y los consejos de su padre; y en su mamá, que echará de menos la afectuosa presencia de su marido. Mientras leía un estudio bíblico sobre la Pascua que detallaba las últimas horas de Jesús, Su crucifixión y resurrección, se me ocurrió que la muerte del Salvador debió de ser de lo más funesta para Sus amigos y discí- pulos. No obstante, se transformó en el milagro más pasmoso que se pueda imaginar: el triunfo de Cristo sobre la muerte. Si fue posible albergar espe- ranza luego de un acontecimiento tan terrible, ¿no podía hacerse lo mismo hoy en día? Pensé en el dolor de mi amiga. ¿Qué esperanza podía quedar después de la muerte trágica y prematura de su papá? Mis ojos se posaron en un versículo de la Biblia: «Dios levantó a Jesucristo de los muertos. Ahora vivimos con gran expectación»1 . Al reflexionar sobre esas palabras me di cuenta de que el milagro de la Pascua no concluyó hace 2.000 años con la resurrección de Jesús. Ha con- tinuado a lo largo del tiempo y nos trae hasta el siglo xxi un mensaje de esperanza viva. Independientemente de lo som- brío que parezca hoy el panorama, se acerca un glorioso amanecer. Cuando Cristo se preparaba para separarse de Sus discípulos, les dejó una promesa: porque Él vive, ellos y nosotros también viviremos2 . La Pascua no es un simple día de conmemoración que se celebra una vez al año; es una esperanza viva que palpita en nuestro corazón durante todo el año. Tan cierto como que el sol sale cada mañana, podemos dejar atrás las tristezas y dolores que nos aquejen y volver a levantarnos con renovada fe y el consuelo del eterno amor de Dios. Elena Sichrovsky es profesora de inglés y misionera voluntaria en Taiwán. ■ con gran expectación 1. 1 Pedro 1:3 (ntv) 2. V. Juan 14:19 Elena Sichrovsky 3
  • 4. Habían transcurrido tres años desde el momento en que, respondiendo al llamado de Jesús, habían resuelto seguirlo. Cada caso había sido distinto. A Natanael Jesús le dijo que era «un verdadero hijo de Israel, un hombre totalmente íntegro»1 . Mientras echaban sus redes en el mar, Pedro y su hermano Andrés oyeron las palabras: «Venid en pos de Mí, y haré que seáis pescadores de hombres»2 . A Mateo lo halló en la caseta de recauda- ción de impuestos3 . Los años que siguieron fueron los más intensos y emocionantes de su vida. Jesús era la persona más increíble que habían conocido jamás. Lo amaban profundamente. Presenciaron hechos inauditos: curaciones milagrosas de gente enferma, liberaciones de fuerzas demoníacas4 , la alimentación de cinco mil personas con unos pocos panes y peces5 . Hubo inclusive una ocasión en que bajaba por la calle un cortejo fúnebre y Jesús se conmovió tanto ante el dolor de la madre por la pérdida de su hijo que detuvo la procesión, tocó el ataúd, y el joven revivió y se incorporó6 . Por cierto, esa no fue la única vez que devolvió la vida a un difunto. Se dio el caso de la niña que estaba muerta cuando Él ingresó a su cuarto y viva cuando salió7 . Vale también mencionar a Lázaro, que llevaba cuatro días falle- cido cuando Jesús fue a su sepulcro y le mandó que saliera8 . En ciertas ocasiones contó relatos increíblemente perspicaces, narraciones que encerraban verdades profundas y revelaban importantes principios a quienes mostraban la 1. Juan 1:47 (ntv) 2. Marcos 1:17 3. V. Mateo 9:9 4. V. Mateo 4:23,24 5. V. Mateo 14:14–21; 15:32–38 ¡ Est á VIVo ! Peter Amsterdam 6. V. Lucas 7:11–16 7. V. Marcos 5:35–42 8. V. Juan 11:38–44 9. V. Mateo 13:10–13 10. V. Juan 6:15 11. V. Juan 6:3 12. V. Lucas 20:20 13. V. Mateo 21:6–9 14. V. Juan 11:47,48 4
  • 5. apertura necesaria para asimilarlas9 . A veces enseñaba a multitudes de personas que se juntaban a escuchar lo que exponía y que en determinado momento estuvieron a punto de llevárselo a la fuerza para coronarlo rey10 . En otras ocasiones llevaba a Sus seguidores más íntimos a algún lugar apartado donde pudieran descansar y recibir instrucción discipular11 . Sin duda fueron tiempos vertiginosos. Claro que no todos los días esta- ban llenos de alegría y sana emoción. A veces se enfrentaban a antago- nismo. Los enemigos religiosos de Jesús discrepaban de Sus enseñanzas y lo desafiaban continuamente. Las respuestas que les daba, sin embargo, rebosaban sabiduría, poder y, sobre todo, amor12 . Todo en Él se basaba en el amor y la compasión. Con el paso del tiempo la oposi- ción fue arreciando. Sus enemigos estaban cada vez más decididos a ponerle freno. No obstante, en medio de toda esa hostilidad, cierto día una multitud de Jerusalén —engrosada por miles de peregrinos que habían acudido con motivo de la Pascua— salió a Su encuentro en las proximidades de la ciudad agitando palmas y exclamando: «Hosanna al Hijo de David»13 . Sus rivales religiosos no se atrevieron a ponerle la mano encima por la gran acepta- ción que tenía entre la gente. Pero les preocupaba que Sus actividades fueran a provocar la intervención de las fuerzas de ocupación romanas, lo cual podía comprometer la posición dominante que ellos ostentaban en la sociedad de la época14 . Fueron años extraordinarios, de maravillas, de esperanza, de emoción y de aprendizaje. Probablemente Sus seguidores se imaginaban que todo seguiría así por mucho tiempo más. La situación dio entonces un giro repentino. Se llevaron preso a Jesús y en un lapso de apenas veinticuatro horas lo ejecutaron sumariamente como a un criminal. Aquello hizo pedazos las esperanzas y sueños que abrigaban Sus seguidores. El maestro al que habían llegado a amar entra- ñablemente había dejado de existir. La vida que habían compartido con Él los últimos tres años había tocado a su fin. El futuro que Él había anunciado no había resultado como se lo habían imaginado. Jesús estaba muerto. Quedaron desconcertados, tristes. Les entró miedo. Se escondieron y trabaron las puertas. ¿Cómo había tenido un final tan abrupto la obra en la que habían participado, y el amor que tan íntimamente habían llegado a conocer? Todo se alteró bruscamente. El futuro se veía sombrío. Tres días después, muy temprano en la mañana, unas mujeres que habían sido seguidoras Suyas visita- ron Su tumba, pero la encontraron vacía. Cuando refirieron lo aconte- cido a los otros discípulos, ninguno las tomó en serio, salvo Pedro y Juan, que partieron corriendo hacia 5
  • 6. el sepulcro y comprobaron que el relato de las mujeres era cierto. Jesús no estaba allí. No entendían qué había pasado. Su cuerpo había desaparecido15 . Más tarde ese mismo día, y pese a que la puerta del aposento donde se escondían estaba cerrada, Jesús se apareció en medio de ellos. El hombre al que habían amado y seguido, que había sido torturado y ejecutado brutalmente, se puso delante de ellos16 . ¡Estaba vivo! Había resucitado y vuelto con ellos. Su presencia lo cambió todo. A pesar de que lo habían ajusticiado como a un delincuente, el hecho de que estuviese vivo frente a ellos demostró que todo lo que les había enseñado acerca de Su persona era verdad. Él era, en efecto, «la resurrección y la vida»17 . Lo habían matado y había vuelto a la vida en tres días18 . La veracidad de esas pala- bras era evidente, ya que Él estaba delante de ellos, vivo. La presencia de Jesús cambió por completo las circunstancias de los días anteriores. Creer en Él no había sido una insensatez. No se habían frustrado los designios de Dios. Cuarenta días después Jesús ascendió al Cielo. Si bien dejó de estar físicamente con ellos, les envió el Espíritu Santo para que habitara en ellos, para que fuera una presencia constante que los guiara en verdad y amor y los ayudara a divulgar las enseñanzas que Él les había impartido y los sucesos extraordinarios que habían presen- ciado en el tiempo en que habían estado juntos19 . Los magníficos años en que habían convivido y trabajado con Él habían llegado a su fin; dieron paso a una época de diseminación y comunicación del mensaje. El hecho de que Jesús estuviera vivo les confirió poder para trascender los límites de lo consuetudinario, de lo que habían hecho hasta entonces, y dedicarse a divulgar Su amor y salvación. Si bien tomó tiempo y les costó adaptarse, cumplieron lo que Él les había encargado: se dirigieron a diversas ciudades y países, hicieron nuevas amistades y lo dieron a conocer a muchos. Formaron comu- nidades de fe y transmitieron a otros lo que Él les había enseñado. Día tras día, año tras año, corazón por corazón, se dedicaron a la misión que se les había encomendado. Se enfrentaron a dificultades, pruebas y tribulaciones, pero siguieron adelante, aun a costa de su vida. De esa manera tuvieron un impacto profundo en el mundo de su época y de todos los siglos posteriores. Si bien la situación había cam- biado y Él ya no estaba físicamente con ellos, aún podía obrar mila- gros, resucitar a los muertos, dar respuestas increíbles a quienes las necesitaban, manifestar amor, com- pasión y misericordia, y proclamar la buena nueva de la salvación. Solo que en lugar de hacerlo en persona, lo hacía por medio de ellos. Seguía 15. V. Lucas 23:55,56; 24:1–11; Juan 20:3–9 16. V. Juan 20:19,20 17. Juan 11:25 18. Marcos 8:32; Juan 2:19–21 19. V. Hechos 2:1–4; Mateo 28:19 20. 1 Corintios 15:55 6
  • 7. Independientemente de las circunstancias en que nos encontre- mos, de las vicisitudes que hayamos pasado y de lo difíciles que puedan estar las cosas, Él también vive en nosotros. Estemos donde estemos, Su poder y Su Espíritu nos acompañan. En toda eventualidad, en todo lugar, tanto en nuestra ciudad natal como en un lejano país, Él está con nosotros y obrará a través de nosotros en la medida en que se lo permita- mos. Dejemos que los demás vean Su Espíritu en nosotros, escuchen Sus palabras por boca nuestra y lo perciban en nuestros actos amorosos, nuestra compasión y nuestra empatía. Así demostraremos que Él sigue vivo, incluso en el mundo de hoy, con toda su confusión y sus calamidades. Ayudemos a la gente a hacer contacto con Él y darse cuenta de que vive. Peter Amsterdam y su esposa, María Fontaine, dirigen el movimiento cristiano La Familia Internacional. ■ INDULTO GENERAL Reflexiones sobre la Semana Santa David Brandt Berg El Jesús que adoramos no está cruci- ficado; ¡ya dejó la cruz! Nuestra cruz está vacía. «¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?»20 El Cristo que adoramos no está en la tumba. Vive en nuestro corazón. Resucitó victorioso, alegre, libre, para nunca más morir, a fin de redimirnos también a nosotros y evitarnos el sufrimiento de la muerte espiritual. ¡Qué alegría debió de sentir al resucitar y ver que todo había concluido! Había triunfado, ¡el mundo estaba salvado! 2 El milagro de la Pascua consiste en que, como Jesús no se quedó en el sepulcro, ese no será tampoco nuestro fin. No tendremos que expiar nuestros pecados en el infierno, ni sentirnos eternamente separados de Dios. Jesús pagó por nosotros y resucitó después a una nueva vida. Conforme vayamos llenándonos de Su amor, esa nueva vida estará también en nuestro interior, brindán- donos esperanza y paz. ■ viviendo en ellos y obrando por medio de ellos. Y ha continuado así de vivo para quienes lo han amado y seguido desde entonces. En la Pascua celebramos la resu- rrección de Jesús. Conmemoramos el hecho de que derrotó a la muerte, al infierno y a Satanás. Jesús nos redimió de nuestros pecados. Vivió, amó y murió por cada uno de nosotros individualmente, y está tan presente hoy en nosotros en espíritu como lo estuvo para las personas con las que caminó por la Tierra hace dos milenios. Durante un breve período Sus discípulos perdieron la esperanza. Lo acababan de crucificar, y ya no estaba con ellos. Pero esa crisis pasó rápido. La confusión, el temor y la incertidumbre se desvanecieron ni bien se dieron cuenta de que Él seguía vivo y que Su amor, Su ver- dad, Su compasión, Sus palabras y Su poder los seguían acompañando, a pesar de que la situación había cambiado. 7
  • 8. Me mostrarás la senda de la vida; en Tu presencia hay plenitud de gozo; delicias a Tu diestra para siempre. Salmo 16:11 Dios es amor. ¿Y hay mayor felicidad que el amor, que amar y ser amado? Dios es felicidad porque es amor, y porque es la felicidad del amor. Pero es la eterna felicidad del amor infinito. […] Todo nuestro ser está diseñado para amar a Dios, y para poseerlo y gozarlo. Ernesto Cardenal 5 Alégrense, alégrense de cora- zón. La vida de un verdadero cristiano debiera ser un júbilo perpetuo, un preludio de los festivales de la eternidad. Teófano Vénard 6 Todos sabemos lo que es verse asediado por dificul- tades o sufrir reveses. Las vicisitudes económicas, las inclemen- cias del tiempo y hasta el tráfico de las horas pico pueden abatir nuestro ánimo. Pero no tiene por qué ser así. El Espíritu Santo puede darnos fuerzas para remontar nuestros problemas, por grandes que sean, y brindarnos felicidad y alegría a pesar de las circunstancias. El secreto para vivir con el gozo del Señor es tomarnos el tiempo para llenarnos de Su Palabra, de modo que tengamos una reserva de Su Espíritu de la cual extraer fuerzas en momentos difíciles. «Estas cosas os he hablado —dijo Jesús a Sus discípulos—, para que Mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido»2 . Por eso, si te sientes hundido o descorazonado, procura pasar más tiempo con Jesús, leyendo y estudiando Su Palabra. ¡Te quedarás asombrado del buen efecto que tendrá en ti! Otra cosa que ayuda mucho es hacer un repaso de todo lo bueno que el Señor te ha dado y ha hecho por ti. «Todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad»3 . «El gozo del Señor es vuestra fuerza»4 . Rafael Holding es escritor. Vive en Australia. El fruto radiante: la alegría es un ex- tracto del libro Los dones de Dios, de la colección Actívate, Se puede adquirir en la tienda virtual de Aurora (http://shop. auroraproduction.com/) ■ EL FRUTO RADIANTE: LA ALEGRÍA 1. Gálatas 5:22,23 (nvi) 2. Juan 15:11 3. Filipenses 4:8 4. Nehemías 8:10 5. Ernesto Cardenal (1925– ) es un poeta, sacerdote, teólogo, escritor, traductor, escultor y político nicaragüense. 6. Teófano Vénard (1829–1861) fue un misionero católico francés que murió como mártir en Indochina. «El fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre y dominio propio. Contra estas cosas no hay ley»1 . Rafael Holding 8
  • 9. Era un día de verano par- ticularmente bochornoso. Tras varias horas de viaje, Jeffrey y yo nos sentamos en la sala de espera de una estación de autobuses del norte de Italia donde el ambiente estaba muy cargado. —¿Era necesario que te acompa- ñara? —musitó. ¿Cómo pudo ocurrírseme seme- jante idea? Alejar de sus amigos a un chico de 14 años y llevarlo a visitar a sus abuelos. ¡No es precisamente el panorama más entretenido para un adolescente! Teníamos que esperar una hora antes de subirnos al autobús en el que haríamos el último trecho. Yo no sabía qué era peor, si el aire viciado de la sala de espera o el ambiente cargado entre él y yo. —¿Quieres un helado? —le pregunté. Eso casi siempre lo arreglaba todo. Esta vez no hubo caso. —No —respondió tajante—, no tengo ganas. Mi chiquillo estaba creciendo. A mí ya se me agotaba la paciencia. —Pues yo me voy a comprar uno. Tomé el bolso y me dirigí a la cafetería de la terminal de autobuses. En el camino le pedí a Jesús que hiciera algo para restablecer la buena comunicación entre Jeffrey y yo. Al volver lo encontré conversando con un chico uno o dos años mayor que él. —Emanuel es rumano —me explicó al presentarnos—, pero habla bien el italiano. Vive en una casa rodante con su madre y sus dos hermanas menores. Hace trabajitos por aquí y por allá para mantener a su familia. Emanuel parecía un joven inteligente y bien educado, y estaba dispuesto a trabajar en lo que fuera, según sus propias palabras. Ambos chicos prosiguieron la animada conversación que yo había interrumpido. Cuando Jeffrey le dijo a Emanuel que había asistido a un campamento de verano en Timişoara (Rumania), a este se le iluminó el rostro. —¡De allí soy yo! —exclamó. Noté que para Emanuel había sido una dicha encontrar un chico más o menos de su edad con el que hablar distendidamente. Además, Jeffrey se interesó mucho en su vida, sorpren- dido de haber conocido a alguien de su edad que se encargaba de mante- ner a su madre y sus hermanas. Llegó el momento de despedir- nos y subir a nuestro bus. Jeffrey le entregó a Emanuel uno de los folletos cristianos que teníamos para oportunidades así, además de un donativo para su familia. —Mamá —me dijo Jeffrey en voz baja mientras nos sentábamos en el autobús—, eso fue cien veces mejor que un helado. A veces, cuando estamos moles- tos o desanimados, no hay mejor remedio que preocuparnos por otra persona y ofrecerle ayuda. Anna Perlini es cofundadora de Per un mondo migliore (http:// italiano.perunmondomigliore. org/), organización humanita- ria que desde 1996 lleva a cabo labores en la ex Yugoslavia. ■ Anna Perlini Una bocanada de aire fresco 9
  • 10. La sonrisa de mi bebito era una nimiedad. Sin embargo, modificó mi perspectiva de la vida. Al despertarse y mirarme, vio lo más fundamental para él en el mundo: ¡yo! No le importó que mi pantalón de pijama no combinara con la blusa, ni que estuviera toda despeinada. Simplemente me quiere, y le encanta estar conmigo. No necesita perfección; el amor todo lo perdona, todo lo embellece. En el momento en que lo tomé en brazos y me impregné del amor que irradiaba, se me esclareció algo que había estado rumiando un rato antes. La falta de perfección en la vida es algo que siempre me ha fasti- diado. Cuando alguien dice o hace algo que me contraría, suelo argu- mentar: «¿Por qué tiene que haber choques de personalidad, descuidos, faltas de consideración, injusticias, desaires, pesimismo? ¡Son cosas que suceden todos los días y están mal! ¡Ojalá no existieran! Si todo el mundo —yo incluida— se condujera como es debido, mi vida sería toda dicha y perfección. La perfección es lo único que alguna vez aliviará mis irritaciones». Pero a la vez sabía que eso nunca se daría. La vida no es así. Necesitaba otra solución. Cuanto más cavilaba más me daba cuenta de que en realidad lo que quería era que el mundo girara en torno a mí, mis deseos, senti- mientos, preferencias y prioridades. Algo tenía que cambiar, y en este caso, cualesquiera que fueran las faltas de los demás, la que tenía que cambiar era yo. Pero ¿cómo? Ya lo había intentado antes. Aquella mañana, mientras sostenía en brazos a mi bebé, una voz interior me susurró: «¿Te habría gustado que tu bebé fuera perfecto de nacimiento?» Al reflexionar sobre ello, comprendí que nada me habría des- agradado más. De haber podido él caminar y correr desde el momento en que nació, nunca habría podido yo disfrutar de la expresión de emoción que se dibujó en su carita el día que logró dar sus primeros pasos. Además me habría perdido ese singular sentimiento de tenerlo en brazos sabiendo que dependía ente- ramente de mí. De haber podido él hablar perfectamente desde el día en que nació, jamás habría podido yo experimentar la alegría de oírlo decir su primera palabra. Si él supiera todo lo que sabe una persona mayor, nunca habría podido verlo pasmado ante algún descubrimiento, ni habría tenido yo la dicha de enseñarle algo nuevo. Me habría perdido infinidad de cosas. En realidad sus imperfec- ciones lo hacen perfecto. No querría que fuera distinto. Entonces me pregunté: «¿Qué hace que su imperfección sea diferente de todas las otras imperfec- ciones que me rodean?» La respuesta no podía ser más clara: el amor. Un mundo imperfecto Chalsey Dooley 1. Mateo 7:7 10
  • 11. ¡Eso es! Eso es lo que me falta. Eso es lo que más preciso para afron- tar con valor y alegría los problemas que quisiera que no existieran. Caí en la cuenta de lo que me perdería si yo y los que me rodean fuéramos perfectos desde el comienzo. Me perdería ese aspecto imprevisible y sorpresivo de la vida; la dicha de perdonar y ser perdonada; los estrechos vínculos de amistad que se labran luchando con la adversidad, y las cualidades que se cultivan de la misma manera. Me acordé de que añadir pensa- mientos negativos a una situación ya de por sí negativa nunca da resul- tados positivos. En ese momento me propuse buscar y descubrir las oportunidades y experiencias positivas que se ocultan detrás de la máscara de la imperfección. Más tarde aquel mismo día mi bebito no se dormía. Decidí enton- ces sacarle provecho a una situación difícil poniendo en práctica lo que acababa de aprender. Me olvidé de lo que a mi juicio era lo mejor para él y para mí en ese momento, y mi marido y yo nos estuvimos un rato cantando y riendo con él. Fueron instantes perfectamente felices que todos nos habríamos perdido si aquel día todo hubiera salido perfecto. Cada situación y cada persona con que nos topamos pueden contribuir a que nuestra vida esté salpicada de felicidad y sorpresas. Basta con que no nos atasquemos en lo inmediato, sino que miremos más allá. Podemos ver cada dificultad, pérdida, herida o deficiencia como una pista, como la puerta de acceso a una cámara acorazada donde encontraremos bellos tesoros de Dios. «Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá»1 . Chalsey Dooley vive en Aus- tralia. Escribe textos motiva- cionales para niños y educa- dores y se dedica de lleno a la formación de sus hijos. ■ Cuando dejas de exigir perfección a los demás, los puedes querer por lo que son. Donald Miller Si buscas la perfección, nunca estarás contento. León Tolstói No temas a la perfección. Jamás la alcanzarás. Salvador Dalí Hay dos clases de perfección: la que nunca lograrás, y la otra, que es conducirte con naturalidad. Lauren King Nunca buena obra sin zozobra. Refrán español Es preciso ser tolerante para poder vivir acompañado. Muchos solitarios lo son por perfeccionistas. Víctor Hugo Menacho Moreno 11
  • 12. Por motivo de nuestra labor voluntaria, viajé de Europa a América Central con mi esposo, Andrew, y nuestra hija Angelina. En Guatemala, Dios nos bendijo con la magnífica oportunidad de sentarnos junto a un apacible lago que en otro tiempo fue un centro de la próspera cultura maya. En aquel ambiente sereno, el mayor aconte- cimiento del día —tanto para los lugareños como para los turistas— es contemplar el sol ponerse detrás de los tres volcanes que bordean la orilla occidental del lago. Allí los placeres de la vida son sencillos: por ejemplo, nadar en partes del lago donde afloran fuentes termales subterráneas de origen volcánico, creando una curiosa mezcla de agua helada, tibia y muy caliente. Aunque no tomo café, me fascinó observar cómo se cultiva y cómo se secan, tuestan y muelen los granos con los que finalmente se prepara un delicioso café de intenso color. El aroma me pareció embriagador, y Andrew y Angelina me aseguraron que el sabor era celestial; un brebaje verdaderamente casero, de principio a fin. Había una curiosa mezcla de turistas liberados transitoriamente de su vida civilizada, su estrés y sus prisas, y mujeres mayas que tejían hermosas telas multicolores, algunas con un niño —hijo, nieto o quizá bisnieto— amarrado a la espalda y dormido plácidamente, o jugando calladito a su lado. ¡Vaya contraste! Aunque los mayas de hoy se ven obligados a vender sus artículos a extranjeros para subsistir, no permiten que el ajetreo del mundo moderno los contamine. Son un pue- blo laborioso; trabajan rítmicamente de sol a sol y producen hermosos trajes típicos. No se dejan arrastrar por la moda, y visten con orgullo sus prendas tradicionales, al igual que sus hijos. No recurren a fármacos, sino que encuentran en árboles y plantas los remedios que necesitan. Las mujeres producen ellas mismas sus cosméticos. (Gracias al champú de hierbas que les compré, mi cabello luce mejor que con cualquier producto comercial que haya probado, ya fuera o no de hierbas.) Sentada bajo las palmeras que la brisa mecía suavemente, mientras oía el romper de las olas en la orilla del lago y contemplaba la puesta del sol, me sentí en la gloria, como si me hubieran llevado al Cielo para mostrarme una de las razones por las que fui creada: para disfrutar de todo aquello. La jet set, los ambiciosos y otros por el estilo consideran atrasados a los mayas; pero yo no estoy tan convencida de que sea así. La velocidad y el estrés le restan alegría a la vida, alegría que podemos recu- perar yendo más lento y ajustando nuestros objetivos a los de Dios. Anna Wormus es cofundadora y directora de Healing Hearts Balkans (http:// healingheartsbalkans.org/). Actualmente vive con su marido en Serbia. Desde 1995 trabajan en zonas de la ex Yugoslavia que fueron devastadas por la guerra. ■ LA CULTURA MAYA Anna Wormus 12
  • 13. 1Considérate afortunado. Expresar tu gratitud te levantará el ánimo de una forma maravillosa. La alabanza tiene un efecto espiritual capaz de contrarrestar cualquier cosa que te agobie. 9Remoza tu cuarto o tu casa. Un cuarto limpio y ordenado, una hermosa vista, pequeños arreglos en la casa e incluso una mejor iluminación contribuyen a mejorar el estado de ánimo. Samuel Keating 1. Proverbios 17:22 2Conéctate con Jesús. Él te ama, vela por ti y tiene la solución para cada uno de tus problemas. Dile cómo te sientes, lee la Palabra de Dios, fortalece tu fe aferrándote a las promesas contenidas en ella. 3Haz algo por los demás. Ayudar a alguien no solo beneficia a esa persona, sino que también te levanta el ánimo a ti. 4Tómate un descanso. Haz una pausa y sal a pasear, siéntate en un sitio apacible u observa un bello paisaje o un cuadro que te guste. Medita sobre las cosas lindas de la vida. 5Canta o escucha una canción. Una canción de ala- banza a Dios puede acercarte a Él y colmar tu corazón de serenidad y gratitud. 6Haz ejercicio. El ejercicio físico libera en el organismo endorfinas, sustancias que producen sensación de bienestar y tranquilidad, que apartan los pen- samientos de las preocupaciones y afanes y te llevan a emplear tus energías en cosas más positivas. 7Pégate una carcajada. «El corazón alegre constituye buen remedio»1 . No te tomes la vida ni a ti mismo demasiado en serio. Lee o ve algo chistoso, piensa en algo que te cause gracia o conversa con alguien que suela hacerte reír. 8Pasa ratos con tus hijos. Los niños son muy cariñosos, y su disposición alegre, su resiliencia y su sencillez pueden ayudarte a ver los problemas más objetivamente. 10Duerme bien. Es más fácil lidiar con las complicaciones y apuros habiendo descansado bien. Una pérdida importante de sueño puede hacer que los pro- blemas se vean más grandes de lo que son y causarte malestar. 11Sonríe. Sonreír aun sin ganas tiene un efecto positivo en tu espíritu. Luce una sonrisa y verás el mundo desde un prisma más alegre. 11 consejos para superar la depre Samuel Keating es gerente de producción de la revista Conéctate. Vive en Milán (Italia). ■ 13
  • 14. Hay un dicho que reza: «Lo bueno es enemigo de lo mejor». La cuestión es que conformarse con algo que es apenas bueno puede implicar que deje de alcanzarse algo mejor. Parece ser un imperativo cultural en estos días que nunca nos conformemos con menos de lo que a nuestro juicio va a resultar mejor para nosotros. Sin embargo, yo estoy llegando a una conclusión diferente. En mi búsqueda personal del mejor resultado posible en cada situación veo que a veces he dejado pasar buenas posibilidades. Por estar preocupado de que a la vuelta de la esquina podía estar lo que realmente quería he desaprovechado oportuni- dades. En esos casos, me parece que «lo óptimo» fue en realidad enemigo de «lo bueno». Por ir en pos del proverbial tesoro que debería estar al final del arco iris me perdí la belleza de este último. Probablemente sería más feliz si disfrutara del viaje en lugar de estar siempre obsesionado con llegar a mi destino. Mientras pensaba en eso me acordé de algo que dijo Pedro acerca de Jesús: «Anduvo haciendo bienes»1 . Jesús no dejaba pasar las oportunidades de hacer el bien. También está el clásico pasaje de la carta de Pablo a los Romanos, en la que él escribe que «a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a Su propósito son llamados»2 . Han sido muchas las ocasiones en que hallé consuelo en ese versículo cuando parecía que las cosas no marchaban del todo bien. Sin embargo, últimamente he reflexionado más sobre estas palabras y el hecho de que todas las cosas redundan en bien, no nece- sariamente en lo óptimo. No estoy seguro de estar en la mejor situación en este momento, pero sé que es buena, y en lugar de afanarme por lo que no tengo, puedo buscar y disfru- tar lo positivo de mis circunstancias actuales. Presumo que Salomón llegó a una conclusión similar cuando escribió: «He aquí, pues, el bien que yo he visto: que lo bueno es comer y beber, y gozar uno del bien de todo su trabajo […]; porque esta es su parte»3 . Si esto es así, la constante búsqueda de lo ideal puede llevar- nos a no apreciar lo bueno que ya tenemos. ¿Debemos, entonces, confor- marnos con lo bueno? Tal vez no siempre; pero creo que si lo hicié- ramos más a menudo seríamos más felices. Al fin y al cabo, ¡lo bueno no está mal! Phillip Lynch es novelista y comentarista de temas espirituales y escatológicos. Vive en Canadá. ■ CUANDO LO BUENO ES MEJOR QUE LO ÓPTIMO 1. V. Hechos 10:38 2. Romanos 8:28, énfasis añadido 3. Eclesiastés 5:18 Phillip Lynch 14
  • 15. El gorjeo de los pájaros, la música melodiosa o la voz de un ser querido en el teléfono pueden hacernos sonreír. ¿Cuáles fueron los sonidos que te resultaron agradables hoy? Da gracias a Dios por ellos. Cuando Dios proveyó comida para los israelitas durante los 40 años que deambularon por el desierto, parece que no solo se propuso mantenerlos vivos, sino también darles algo sabroso. Más tarde el rey David, refiriéndose al maná, el misterioso alimento que aparecía en el suelo cada mañana, lo llamó «pan de ángeles»1 . En otro pasaje dice que «sabía a tortas de harina con aceite»2 . Piensa en lo que comiste y bebiste hoy. ¿Qué sabores y consistencias te gustaron? Da gracias a Dios por ellos. Todo lo que vemos es por los ojos; lo que olemos, por la nariz; lo que sabo- reamos, con la boca; lo que oímos, con los oídos; el órgano del tacto, en cambio, son pequeñas terminaciones nerviosas que nos cubren de pies a cabeza. En la punta de cada dedo hay alrededor de 2.500 receptores. El sentido del tacto nos habla continuamente. Cepillamos el cabello de nuestro hijo y sentimos su suavidad. Sujetamos una taza de té o café y notamos que está caliente. En un día caluroso nos lavamos la cara con agua fría. ¿Qué amenas experiencias te proporcionó hoy tu sentido del tacto? Da gracias a Dios por ellas. Acción de gracias de los 5 sentidos Ejercicio espiritual Abi May 1. Salmo 78:25 (dhh) 2. Números 11:8 (dhh) Cada día está lleno de momentos felices por los que podemos dar gracias a Dios si nos detenemos a apreciarlos. Este ejercicio se basa en lo que percibimos con nuestros cinco sentidos. Muchas cosas son hermosas a la vista: elementos naturales como los árboles y las flores, creaciones humanas como obras de arte y de arquitectura, el rostro de un amigo o la entrada de nuestra casa después de una prolongada ausencia. ¿Qué vistas placenteras adornaron tu camino hoy? Da gracias a Dios por ellas. El sentido del olfato es evocador. El césped recién cor- tado nos recuerda el verano; cierto perfume o colonia nos puede traer a la memoria a un ser querido o un amigo; el aroma de una comida determinada puede hacernos pensar en ciertos lugares y experiencias. ¿Con qué gratos aromas te encontraste hoy? ¿Qué pensamientos felices te inspiraron? Da gracias a Dios por ellos. Para llevar aún más lejos este ejercicio, una idea sería ir anotando en un cuaderno las experiencias sensoriales que susciten tu agradecimiento. Cada noche anota lo que hayas percibido con cada sentido a lo largo del día. Quizá baste con una o dos palabras. Lo que da valor a este ejercicio es la gratitud que esos momentos de reflexión te inspiren. Abi May es docente y escritora. Vive en el Reino Unido y es columnista de Conéctate. ■ v i s t a o í d o g u s t o t a c t o o l f a t o 15
  • 16. La capacidad de ver el lado positivo de las cosas es un don. Realza los momentos felices y hace más soportables los difíciles. Te da acceso a mayor alegría, uno de los muchos tesoros que encontraste cuando me conociste. El amor, la fe, la paz y la alegría son apenas algunos de los muchos dones que te prodigo para sostenerte e inspirarte. Quiero que disfrutes de una alegría completa1 ; pero para que eso suceda hay algo que debes hacer: aceptar cómo eres y confiar en que te creé de esa manera con un maravilloso propósito, que te doté de una combinación única de dones, aptitudes y atributos que te ayudarán a encontrar el puesto que solo tú puedes ocupar en este mundo. Te concedo el don de la alegría para aliviar tu angustia2 ; felicidad que enjugue tus lágrimas3 ; amor que elimine el temor4 . El panorama se torna más radiante en el momento en que retomas conciencia de que Mi amor y Mi cariño son invariables y recuerdas que Yo puedo sacar algo positivo de toda contrariedad que amenace con abatirte5 . De Jesus, con cariño Equilibrio 1. V. Juan 15:11 2. V. Isaías 61:3 3. V. Salmo 30:5 4. V. 1 Juan 4:18 5. V. Romanos 8:28,37–39