Comentario de texto literario del fragmento VII del poema de Antonio Machado "Campos de Soria". Es un comentario para la clase de Lengua castellana y Literatura de 4º de ESO. Les sirve a los alumnos como modelo para sus propios comentarios.
1. El poema podría considerarse fruto de uno de tantos paseos de Machado en las tardes de
Soria; desde una de las colinas que flanquean la ciudad, los ojos del poeta recorren el panorama.
El texto ofrece dos aspectos importantes: por una parte, unas notas de paisaje donde domina lo
áspero, lo duro; por otra, los sentimientos del poeta: tristeza y amor estrechamente unidos.
La estructura interna del fragmento refleja esos dos aspectos temáticos: al comienzo, parece
una pura presentación de rasgos paisajísticos; pero en el verso 9 aparece el “yo” del poeta con
su carga de emociones.
La forma métrica es una de las preferidas por Machado: una silva arromanzada (heptasílabos y
endecasílabos combinados con libertad, con asonancia é-a en los versos pares). Se trata de una
forma sencilla en la que Machado moldea con seguridad un lenguaje claro, emotivo y altamente
evocador.
El tono exclamativo domina todo el texto y es índice de la intensa emoción con que el poeta
mira el paisaje. Hay escasez de verbos; estamos ante un ejemplo del llamado “estilo nominal”:
el predominio de nombres y adjetivos revela que nos hallamos ante una pintura atenta,
impresionista, del paisaje.
Los primeros versos son una larga enumeración de elementos paisajísticos. Se diría que el
poeta se limita a “señalar” con precisión objetiva lo que se ve alrededor: “Colinas plateadas,
grises alcores, cárdenas roquedas...” Sin embargo, es más una invocación cargada de emoción
(pues se trata de vocativos) que una simple enumeración. Los sustantivos nos presentan un
relieve de dureza creciente (“colinas”, “alcores”, “roquedas”). Los adjetivos que acompañan a
cada nombre añaden unas notas de colorido: el brillo metálico de los páramos (“colinas
plateadas”) se apaga con “grises” o adquiere tintes de ocaso (“cárdenas roquedas”).
Una oración de relativo nos trae una imagen que Machado utiliza en varios poemas: “por
donde traza el Duero / su curva de ballesta / en torno a Soria”. La curva del río provoca una
metáfora de resonancias guerreras, que el encabalgamiento pone de relieve al dejarla en un
verso corto.
Continúa la enumeración: “oscuros encinares, ariscos pedregales, calvas sierras”... De nuevo
insisten los sustantivos en los seco y lo áspero del paisaje. Las encinas son para Machado un
símbolo de humildad y los epítetos refuerzan esa austeridad que caracteriza al paisaje
castellano: “oscuros”, “ariscos”, “calvas”. En el verso siguiente –“caminos blancos y álamos
del río”-, el adjetivo blancos nos hace imaginar también humildes caminos polvorientos. La
2. única nota amena del paisaje, “los álamos del río”, aparece sintomáticamente desprovista de
epíteto que podría realzar su verdor.
Hasta aquí, podríamos decir que la mirada de Machado es tan adusta como el paisaje. Su
lengua poética parece someter a la realidad a una depuración que elimina o rebaja los aspectos
más agradables para fijarse en lo más duro. Es un síntoma de una voluntad de selección
característica del autor.
La enumeración se cierra en el verso 8: “tardes de Soria, mística y guerrera”. Los dos adjetivos
están llenos de sugerencias. De nuevo insiste Machado en las connotaciones guerreras de
Castilla –tierra de místicos y guerreros- a las que ya había aludido veladamente con la “curva de
ballesta” del río.
A partir de aquí se abre paso la expresión directa del pensamiento de Machado: “Hoy siento
por vosotros, en el fondo / del corazón, tristeza”. Pasamos al “yo”, a la emoción que se expresa
de forma entrecortada (comas, incisos, reiteraciones). El inciso “en el fondo / del corazón”
queda partido en dos por el encabalgamiento, y así se destacan las palabras que recogen la
hondura del pensamiento (“fondo”, “corazón”). También destaca la palabra “tristeza” por
quedar aislada entre la pausa interior y el final del verso. Pero, además, “tristeza” se repite al
principio del verso siguiente: “tristeza que es amor”. Se unen aquí esas dos palabras que definen
la actitud de Machado frente a las tierras de Soria: un dolorido amor, una amorosa tristeza.
La emotividad crece en una nueva exclamación: “¡Campos de Soria / donde parece que las
rocas sueñan...!” El paisaje parece humanizarse, ponerse a soñar. La naturaleza adquiere
cualidades relacionadas con la sensibilidad del poeta y esa unión estalla al final en un verso que
queda entrecortado: “¡...conmigo vais...!”. El poeta va a marcharse con los campos de Soria
dentro del alma. Y el final del poema, que repite las palabras iniciales, es como un volver la
vista atrás, hacia el paisaje querido, como para llevárselo bien grabado en los ojos y en el
corazón: “¡Colinas plateadas, grises alcores, cárdenas roquedas!...” Puntos suspensivos:
podríamos volver a empezar. Ahí está toda la emoción de la despedida, todo el amor a una tierra
que el poeta se resiste a dejar.
El poeta selecciona los elementos con amor y les da un tinte personal. Al proyectar sus
sentimientos sobre ellos, les da vida y nos los ofrece cargados de sus propias emociones.
Gracias a poemas como este miles de lectores hemos aprendido a amar el sobrio paisaje
castellano.