Los valores no se enseñan, se aprenden mostrando la vida a los estudiantes. Cuando los educadores guían a los alumnos a explorar el mundo desde nuevas perspectivas, sus mundos interiores se expanden y se sienten más ricos, lo que les permite sentir y compartir más alegría. Para ser sabio, los adultos deben mantener una mente abierta como la de un niño.