1. Vladímir llichUliánov, conocido como Lenin, nació el 22 de abril de 1870, en el seno de una
familia típica de la intelectualidad rusa de fines del siglo XIX. Era el cuarto de los seis hijos
habidos por lliaUliánov y María AlexandrovnaBlank, quienes se habían establecido el año
anterior a su nacimiento en Simbirsk, una ciudad de provincias pobre y atrasada, a orillas del
Volga. El padre, un inspector de primera enseñanza, compartía las ideas de los demócratas
revolucionarios de 1860 y se había consagrado a la educación popular, participando de la
vida de los campesinos rusos confinados en la miseria y la ignorancia. La madre, de
ascendencia alemana, amaba la música y seguía de cerca las actividades escolares de sus
hijos
Vladímir seguía el ejemplo de su hermano mayor, era un muchacho perseverante y tenaz, un
alumno asiduo y metódico que obtenía las mejores notas y destacaba en el ajedrez. A los
catorce años comenzó a leer libros «prohibidos» -Rusia vivía entonces bajo la más negra
represión y la lectura de los grandes demócratas era considerada un delito-.
Cuando Alexander fue ahorcado, al año siguiente de que muriera el padre, la familia debió
trasladarse a la fuerza a la aldea de Kokuchkino, cerca de Kazán. En esa época Vladímir
abandonó la religión, pues, como diría más adelante, la suerte de su hermano le «había
marcado el destino a seguir». En Kazán inició sus estudios de derecho en la universidad
imperial, uno de los focos de mayor oposición al régimen autocrático. El mismo año de su
ingreso, 1887, Vladímir fue detenido por participar en una manifestación de protesta contra
el zar. Cuando uno de los policías que lo custodiaban le preguntó por qué se mezclaba en
esas revueltas, por qué se daba cabezazos contra un muro, su respuesta fue: «Sí, es un
muro, cierto, pero con un puntapié se vendrá abajo».
Expulsado de la universidad, se
dedicó por entero a las teorías
revolucionarias, comenzó a estudiar
las obras de Marx y Engels
directamente del alemán, y leyó
por primera vez El capital, lectura
decisiva para su adhesión al
marxismo ortodoxo. Ya en sus
primeros escritos defendió el
marxismo frente a las teorías de los
"naródniki", los populistas rusos. En
mayo de 1889 la familia se trasladó
a la provincia de Samara, donde,
después de muchas peticiones,
Lenin obtuvo la autorización para
examinarse en leyes como alumno
libre. Tres años después se graduó
con las más altas calificaciones y
comenzó a ejercer la abogacía
entre artesanos y campesinos
pobres.
Abogado sin pleitos, Lenin se inscribió en las listas de instructores de círculos obreros,
llamados «universidades democráticas». Organizó bibliotecas, programas de estudio y cajas
de ayuda con el objetivo de enseñar los métodos de la lucha revolucionaria, para formar así
cuadros obreros, propagandistas y organizadores de círculos socialdemócratas, con miras a
la formación de un futuro partido. Para ello necesitaba contar con el apoyo de los grupos
marxistas emigrados, dirigidos por GrigoriPlejánov, y en abril de 1895 viajó al extranjero,
decidido a estudiar el movimiento obrero de Occidente. Pasó unas semanas en Suiza, luego
visitó Berlín y París, donde tuvo como interlocutores a Karl Liebknecht y Paul Lafargue.
Al regresar, fue detenido con su futuro rival JulijMartov por la Ochrana, la policía secreta del
zar. En la cárcel, Lenin rápidamente se puso a trabajar. Se comunicaba con el exterior a
través de su hermana Ana y de NadezdaKrupskáia, una estudiante adherida al círculo
marxista, que, para poder visitarlo en la prisión, había declarado ser su novia. Más tarde, en
1898, un año después de que fuera deportado a la Siberia meridional, cerca de la frontera
con China, contrajo matrimonio con Nadezda en una ceremonia religiosa.
2. En el destierro, la pareja llevó una vida ordenada, sin sobresaltos, que le permitió a Lenin
terminar de redactar su primera obra fundamental, El desarrollo del capitalismo en Rusia, en
la que sostiene que el país semifeudal avanza decididamente hacia el capitalismo industrial.
En el exilio
Después de casi mil días en Siberia, a poco de comenzar el siglo y con treinta años de edad,
Lenin comenzaba su primer exilio en Suiza. Allí, reunido con Martov, puso en marcha un
proyecto largamente acariciado: la publicación de un periódico socialdemócrata de alcance
nacional. El primer número de Iskra (La Chispa) vio la luz el 21 de diciembre de 1900, con
un editorial de Lenin encabezando la primera página. En sus andanzas, entre Munich y
Ginebra, fue en esta época cuando se convirtió en el líder de los marxistas rusos, sobre todo
después de la publicación del libro ¿Qué hacer?, una de sus obras más importantes, en la
que reclamaba la necesidad de una organización de revolucionarios profesionales y
sintetizaba la idea del partido como vanguardia de la clase obrera.
Fue justamente la polémica desatada en torno a cómo estructurar el partido lo que provocó
profundas divergencias en el 11 Congreso del Partido Obrero Socialdemócrata Ruso
inaugurado por Plejánov en julio de 1903. En él se consumó la ruptura entre Martov y Lenin.
Desde entonces los partidarios de este último se llamaron «bolcheviques», por mayoría
frente al grupo de los «mencheviques», minoritarios. Y desde entonces el partido de cuadros
profesionales, centralizado y disciplinado, fue el pilar básico del bolchevismo.
La revolución de 1905, que había estallado en San Petersburgo tras el «domingo sangriento»
en que las tropas del zar dispararon sobre manifestantes indefensos, causando más de mil
muertos y cinco mil heridos, sorprendió a Lenin en Suiza. La presión de las masas obligó al
decadente régimen zarista a hacer algunas concesiones liberales: ahora los bolcheviques
actuaban en la legalidad, y ello permitió a Lenin regresar a Rusia en octubre de ese año para
ponerse al frente de sus partidarios. Pero las esperanzas de que se produjeran nuevos
levantamientos no se concretaron y, ante los intentos de la policía por detenerle, a fines del
verano siguiente, Lenin huyó a Finlandia. El proceso insurreccional había sido un fracaso y el
gobierno de los zares volvía a endurecer sus métodos, hasta liquidar totalmente las
conquistas logradas por la revolución. Sumida en el pesimismo y las rencillas internas, la
fracción bolchevique se resintió con la derrota, hasta tal punto que viejos militantes la
abandonaron.
Huyendo de la policía, Lenin pasó de Finlandia a Ginebra, donde comenzó su segundo exilio,
que habría de prolongarse hasta 1917. En aquella época hicieron su aparición el insomnio y
los dolores de cabeza que habrían de perseguirle por el resto de sus días. La vida errante de
los exiliados lo llevó a París, donde él y Nadezda soportaron duras estrecheces económicas
que les obligaban a dar clases o a escribir reseñas para ganar algo de dinero, en medio de
una serie de dificultades. La dureza de aquellos días en la capital francesa se vio en parte
aliviada por la presencia de Inés Armand, una militante parisiense, inteligente y feminista, a
la que se dice le unió un profundo amor. Fruto de su segundo exilio es la obra publicada en
1909, Materialismo y empiriocriticismo, en la que Lenin expone sus reflexiones filosóficas
fundamentales, en un intento de culminar la teoría del conocimiento marxista.
Pasada la etapa de la más dura reacción, que se extendió hasta 1911, comenzaron a llegar
noticias alentadoras de San Petersburgo. Una huelga iniciada en los yacimientos del Lena fue
bárbaramente reprimida con centenares de muertos, lo que originó un gran descontento y
una huelga general. Lenin presentía que se acercaba una ola de efervescencia revolucionaria
y abandonó París en junio de 1912 para instalarse más cerca de sus partidarios, en Cracovia.
Allí le visitaban los diputados bolcheviques para informarle sobre la situación interna y
pedirle instrucciones. En marzo de ese mismo año había aparecido el primer número de
Pravda (La Verdad), diario obrero que Lenin dirigía desde el exterior y que pronto gozó de
una gran difusión. Así, mientras las grandes potencias ultimaban sus preparativos para la
primera conflagración mundial, entre los proletarios rusos crecía la influencia de Lenin.
El estallido de la Primera Guerra Mundial supuso un giro decisivo en la historia del
socialismo. Lenin, que había confiado en la socialdemocracia alemana, cuando se enteró de
que los diputados alemanes -y también franceses- votaban unánimemente a favor de los
créditos de guerra para sus respectivos países, de inmediato denunció la traición. Para Lenin,
3. la guerra no era más que una «conflagración burguesa, imperialista y dinástica... una lucha
por los mercados y una rapiña de los países extranjeros». El socialismo occidental,
acaudillado por los revisionistas alemanes, había pasado a una evidente colaboración con la
democracia burguesa, y por ende, el movimiento internacional estaba roto. Era necesario
preparar una conferencia de los socialistas que se oponían al conflicto bélico, para impugnar
definitivamente al sector revisionista.
El encuentro se celebró en Zimmerwald, en septiembre de 1915, y en él Lenin intentó sin
éxito convencer a los representantes de que adoptaran la consigna: «Transformar la guerra
imperialista en guerra civil». Fue en este período de defección de los líderes políticos y de
desconcierto para los obreros socialistas, cuando el revolucionario ruso, que hasta entonces
era poco conocido fuera de los círculos marxistas de su país, se convirtió en una primera
figura internacional. En sus manos, la doctrina marxista recuperó su sentido transformador y
su fuerza revolucionaria, como se ve en la obra escrita durante el período bélico, El
imperialismo, fase superior del capitalismo, donde usa las herramientas del análisis
económico marxista para probar que la revolución, a diferencia de lo que postulaban Marx y
Engels, también es posible en países atrasados como Rusia.
La Revolución de Octubre
El cansancio y el derrotismo general en las naciones beligerantes a comienzos de 1917
desembocó en el imperio de los zares en un amplio movimiento revolucionario que, al grito
de «¡Viva la libertad y el pueblo!», ganó las principales ciudades. Los trabajadores de
Petrogrado se organizaron en soviets, o consejos de obreros, y la guarnición de la ciudad,
encabezada por los mismos regimientos de la guardia imperial, se sumó en masa al
movimiento. Sin que nadie se atreviera a defenderlo, en la semana del 8 al 15 de marzo el
régimen zarista sucumbía para ser reemplazado por un gobierno provisional formado por
partidos pertenecientes a la burguesía y apoyado por el soviet de Petrogrado
A través de Pravda, Lenin publicaba sus «Cartas desde el exilio», con instrucciones para
avanzar en la revolución, aniquilando de raíz la vieja maquinaria del Estado. Ejército, policía
y burocracia debían ser sustituidos por «una organización emanada del conjunto del pueblo
armado que comprenda sin excepción todos sus miembros». Un mes después de la
abdicación del zar, en abril de 1917, Lenin llegaba a la estación Finlandia de Petrogrado, tras
atravesar Alemania en un vagón blindado proporcionado por el estado mayor alemán. A
pesar de las disputas políticas que originó su negociación con el gobierno del káiser, Lenin
fue recibido en la capital rusa por una multitud entusiasta que le dio la bienvenida como a un
héroe. Pero el jefe de los bolcheviques no se comprometió con el gobierno provisional y, por
el contrario, terminó su discurso de la estación con un desafiante «¡Viva la revolución
socialista internacional!».
Muchos de sus camaradas habían aceptado la autoridad de dicho gobierno, al que Lenin
calificaba de «imperialista y burgués», acercándose así a las corrientes izquierdistas de la
clase obrera, cada vez más radicalizadas, y con el apoyo de un importante aliado, Trotski. A
pesar de que los bolcheviques aún constituían una minoría dentro de los soviets, Lenin lanzó
entonces la consigna: «Todo el poder para los soviets», pese al evidente desinterés de los
mencheviques y los socialistas revolucionarios por tomar tal poder.
Para hacer frente a la presunta amenaza de un golpe de estado por parte de los seguidores
de Lenin, en el mes de julio la presidencia del gobierno provisional pasó a manos de un
hombre fuerte, Kerenski, en sustitución del príncipe Lvov. Al cabo de unos días aquél ordenó
que le detuvieran y Lenin se vio obligado a huir a Finlandia: cruzó la frontera como fogonero
de una locomotora, sin barba y con peluca, y se estableció en Helsingfors. Fue ésta su última
etapa de clandestinidad, que habría de durar tres meses. En ellos escribió la obra que con el
tiempo sería calificada de utopía leninista, El Estado y la revolución, por su concepción del
Estado como aparato de dominación burguesa, destinado a desaparecer tras la etapa
transitoria de la dictadura del proletariado y el advenimiento del comunismo.
A medida que la situación interna se agravaba, Lenin desde el exterior urgía al partido a
preparar la sublevación armada: «El gobierno se tambalea, hay que asestarle el golpe de
gracia cueste lo que cueste». Ya los bolcheviques controlaban el soviet de Moscú y el de
Petrogrado estaba bajo la presidencia de Trotski, cuando, el 2 de octubre, Lenin volvió a
4. entrar clandestinamente en la capital rusa. Cuatro días más tarde se presentaba disfrazado
en el cuartel general del partido para dirigir el alzamiento. El día 7 estallaba la insurrección y
las masas asaltaban el palacio de Invierno. Según escribe Trotski, Lenin se dio cuenta
entonces de que la revolución había vencido, y sonriendo le dijo: «El paso de la
clandestinidad, con su eterno vagabundeo, al poder es demasiado brusco, te marea». Y ése
fue su único comentario personal antes de volver a las tareas cotidianas. Al día siguiente era
nombrado jefe de gobierno y lanzaba su famosa proclama a los ciudadanos de Rusia, a los
obreros, soldados, campesinos, ratificando los grandes objetivos fijados por la revolución:
construir el socialismo en el marco de la revolución mundial y superar el atraso de Rusia.
La revolución había llegado al poder, pero ahora había que salvarla, y la tarea más urgente
para ello, según Lenin, era firmar la paz inmediata. El Tratado de Brest-Litovsk, signado por
Trotski el 3 de marzo de 1918, concertó la paz unilateral de Rusia con Alemania, Austria-
Hungría, Bulgaria y Turquía. El tratado ahondó aún más las divergencias con los socialistas
revolucionarios -que en agosto atentaron contra la vida de Lenin-, y contribuyó a intensificar
la decisión de las fuerzas contrarrevolucionarias para derribar al nuevo gobierno con el apoyo
de los países aliados, especialmente Francia y Estados Unidos. Durante dos años, entre 1918
y 1920, la guerra civil condujo al gobierno soviético al borde del desastre; por último, el
ejército de los contrarrevolucionarios, los «blancos», conducido por antiguos generales
zaristas, fue derrotado por el Ejército Rojo, formado por campesinos y obreros y dirigido por
Trotski. Pero el país quedó devastado, la economía maltrecha y el hambre se enseñoreó de
grandes regiones. El reto más grande de la revolución pasó a ser entonces la reconstrucción
económica de Rusia, tarea que Lenin se propuso encarar a través de la NEP (nueva política
económica), que detuvo las expropiaciones campesinas y supuso una apertura hacia una
economía de mercado bajo control.
Pese a las dificultades de la guerra civil, Lenin concretó en 1919 su viejo sueño de fundar
una nueva Internacional. En su opinión, el destino de Rusia dependía de la revolución
mundial, y en especial del futuro del movimiento llevado adelante en Alemania por los
espartaquistas. El 2 de marzo de 1919, en Moscú, inauguró el Primer Congreso de la III
Internacional, invocando a los líderes del comunismo alemán asesinados: Karl Liebknecht y
Rosa Luxemburg. La Comintern elevó el comunismo ruso a la categoría de modelo a imitar
por todos los países comunistas del mundo y, al defender los movimientos de liberación
nacional de los pueblos coloniales y semicoloniales de Asia, logró ampliar enormemente el
número de aliados de la Revolución soviética.
A finales de 1921, la salud de Lenin se vio gravemente afectada: sufría de insomnios
progresivamente acusados y sus dolores de cabeza eran cada vez más frecuentes. En marzo
del año siguiente asistió por última vez a un congreso del partido, en el que fue elegido
Stalin secretario general de la organización. Al mes siguiente se le intervenía
quirúrgicamente para extraerle las balas que continuaban alojadas en su cuerpo desde el
atentado sufrido en 1918. Si bien se recuperó rápidamente de la operación, pocas semanas
después sufrió un serio ataque que, por un tiempo, le impidió el habla y el movimiento de las
extremidades derechas. En junio su salud mejoró parcialmente y dirigió la formación de la
Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Pero en diciembre sufrió un segundo ataque de
apoplejía que le impidió cualquier posibilidad de influir en la política práctica. Aun así, tuvo la
fuerza de dictar varias cartas, entre ellas su llamado «testamento» en la que expresa su
gran temor ante la lucha por el poder entablada entre Trotski y Stalin en el seno del partido.
El 21 de enero de 1924 una hemorragia cerebral acabó con su vida. El hombre que detestaba
el culto a la personalidad y abominaba de la religión fue embalsamado y depositado en un
rico mausoleo de la plaza Roja. La lucha contra el Lenin de carne y hueso no había hecho
más que comenzar.