1. La vida en la época colonia l
Costumbres de la época
Las clases sociales altas, de familias pudientes organizaban en sus casas o altos, tertulias que
eran reuniones en las que se invitaban a sus amistades escuchaban música, se conversaba, se
bailaba, se reunían en una gran sala iluminada con muchos candelabros, y se vestían con sus
mejores ropas, allí se servían comidas típicas como empanadas, pastelitos, etc.
La música que escuchaban era suave como por ejemplo el minue que se ejecutaba en el piano.
Las damas usaban vestidos largos hasta los pies armadas con enaguas de volados,
confeccionados generalmente por ellas mismas ayudadas por sus esclavas. Las telas eran traídas
de Europa. También llevaban peinetones con delicadas mantillas, abanicos y sombrillas para
protegerse del sol. Los sastres en esa época eran muy escasos y en el interior no existían. Las
señoras también confeccionaban la ropa de sus maridos y de sus hijos.
Los caballeros se vestían con sacos de levita, camisas con volados, pantalones angostos o
polainas, galera y bastón con puño de metal.
Algunas de las costumbres de aquella época por ejemplo era reunirse por las tardes en el patio de
las casas a tomar mate, se servían por ejemplo mate amargo para los hombres, llamado cimarrón
el cual estaba preparado en una calabaza curada con yerba y para las damas se servía mate dulce
también cebado en una calabacita pero curado con azúcar quemada.
El comercio:
En esa época la gente del interior del país compraba sus mercaderías en los comercios que
estaban alrededor de la plaza mayor, también a las afueras de la ciudad se encontraban las
pulperías de campo donde la gente se acercaba para comprar sus provisiones, jugar a las cartas, a
la taba, tomar unos ricos mates o beber aguardiente. Allí también se podía comprar alimentos,
ropas, tejidos y productos hechos en la colonia. Era posible conseguir objetos europeos comprados
de contrabando a algún barco inglés que se acercaba a la costa.
En la colonia desde muy temprano se podían escuchar a los vendedores ambulantes que recorrían
la ciudad ofreciendo sus productos: velas, escobas, agua, leche, plumeros, etc. Además de ir y
venir por las callecitas de tierra por la mañana temprano se establecían en la Recova de la Plaza
Mayor.
Cada vendedor ambulante tenía su pregón anunciando sus productos.
El aguatero traía el agua bien fresquita desde el Río de la Plata, la repartía en las casas por la
mañana temprano y por las tardes. El primer aljibe de la ciudad fue construido en la casa de la
familia Basavilbaso quienes eran envidiados por sus vecinos ya que ellos tenían agua fresca en
cualquier momento del día, muy pocas casas tenían aljibe porque la construcción de este era muy
costosa.
Muchas familias de escasos recursos tenían una empresa familiar que les alcanzaba para cubrir
sus necesidades básicas, Algunas confeccionaban cigarros, tejidos y comidas típicas que vendían
por las calles de la ciudad.
Los medios de transporte y comunicación
2. Las personas que escribían y recibían cartas debían esperar mucho tiempo, ya que los medios en
que viajaban eran muy lentos, no existían aviones ni automóviles las mismas iban en barco o eran
llevadas por un cartero llamado chasqui quien viajaba a caballo.
Las cartas debían ser retiradas en la oficina pública de la zona.
Los medios de transportes de aquella época eran escasos, existían las carretas, vehículos de dos
ruedas grandes y techo de paja o de cuero de vaca tirada por bueyes, el viaje en carreta era muy
lento e incómodo. Las diligencias o galeras las cuales eran un poco más cómodas eran tiradas por
caballos.
También se viajaba en caballos, el medio de transporte más veloz de aquella época, los jinetes
cuando viajaban por largos caminos de tierra se detenían a descansar en pulperías donde comían,
jugaban, escuchaban música y descansaban un rato para seguir luego su agotador viaje.
Las distancias eran muy largas y no siempre existían caminos
Clases Sociales:
En la colonia las clases o grupos sociales estaban muy divididos, lamentablemente no se
respetaban los derechos de las clases bajas, estaban los negros que eran traídos como esclavos
desde África y en condiciones inhumanas, muchos morían durante el viaje en barco. Luego aquí
eran vendidos en el mercado para realizar diversas tareas, se podían leer anuncios clasificados en
el periódico de esa época como por ejemplo "Vendo esclavo negro, sabe cocinar y trabajar la
tierra". También eran exhibidos en la plaza mayor, se realizaban subastas y eran vendidos al mejor
postor, se hacía lo mismo que con los animales de carga.
Los esclavos negros eran los que menos derechos tenían, sus tareas iban desde trabajar en el
campo hasta las tareas domésticas. Muchas veces recibían latigazos de parte de sus amos. Los
esclavos no gozaban de ningún tipo de libertad.
Sus amos los alimentaban y los proveían de ropa de acuerdo a su voluntad.
Los esclavos negros andaban muy mal vestidos con chaquetas de bayetón y pantalones de la
misma tela, por lo general estaban descalzos o con ojotas hechas de cuero de vaca o cerdo. En
algunas ocasiones se podía ver a algunos negros ataviados con las sobras de sus amos, pero
vestidos ridículamente como por ejemplo con pantalones largos, ropa muy grande, galeras, etc.
estas vestimentas eran sus mejores galas y las utilizaban por lo general en días domingos.
Otra clase social eran los indios, se los empleaban para realizar tareas en las minas de oro y plata,
cultivar la tierra y criar ganado, tampoco gozaban de derechos pero no eran esclavos. Los
indígenas eran vasallos del rey de España pero no gozaban de los beneficios de la ley. A estos se
les tenía prohibido andar a caballo, se les pagaba por su trabajo pero sólo unas pocas monedas,
se los empleaba para los trabajos más pesados de la colonia.
Los criollos o españoles americanos, que habían nacido en América, hijos de españoles no tenían
los mismos derechos que los españoles de la península, muy pocos criollos llegaron a ocupar
cargos políticos. Algunos llegaron a ser grandes comerciantes o profesionales. Vivían en casas
amplias o quintas, también había criollos que vivían en la pobreza y subsistían de sus trabajos o
pequeñas industrias caseras.
Los españoles ocupaban los mejores puestos, algunos se dedicaban a la política, otros al comercio
y al monopolio. Eran de la clase social alta, tenían todos los derechos, podían estudiar libremente y
3. aprendían latín y francés. Vivían en amplias y cómodas casas.
Los grupos sociales de a poco se fueron mezclando, naciendo así diferentes castas como por
ejemplo:
La unión entre un blanco y un negro: Mulato
La unión de un blanco y un indio: Mestizo
La unión de un negro y un indio: Zambo.
Además existían otras subcastas que eran los nacidos de la unión de estas castas. Estas clases
sociales eran las más despreciadas y consideradas inferiores
Dónde vivían:
En el Buenos Aires colonial las casas eran bajas, muy parecidas entre sí, sus paredes eran
gruesas pintadas con cal, tenían tejas rojas, ventanas con rejas de hierro y las infaltables macetas
con flores.
Sólo muy pocas casas tenían planta baja y primer piso, estas casas estaban alrededor de la plaza
mayor y pertenecían a familias más adineradas. Las denominaban "altos" las cuales llevaban el
apellido de sus propietarios como por ejemplo: Los altos de Riglos y los de Escalada.
Las casas tenían muchas habitaciones, con ventanales que daban a un patio con muchos árboles.
En el patio se reunían las familias a tomar mate, conversar y comer ricos pastelitos.
Las calles eran de tierra y las veredas eran empedradas pero muy angostitas. Cuando llovía se
hacía bastante difícil transitar por las calles de la ciudad.
Sólo las calles principales estaban alumbradas por las noches con un farol de vidrio y adentro se
colocaba una vela de grasa, que el farolero encendía todas las noches.
El mobiliario de las casas era muy escaso, sólo las familias más pudientes tenían gran cantidad de
muebles pero no seguían un estilo o muchas veces los muebles no combinaban entre sí.
En los salones tenían muebles bajos con puertas de vidrio donde se podían observar la vajilla y
adornos de plata muy comunes en aquella época. Los platos y vajilla de loza o porcelana eran
traídas de Europa, eran muy costosas sólo las familias adineradas e importantes de la colonia las
tenían y eran utilizadas en ocasiones especiales ya que si se rompía una pieza era casi imposible
reponerla.
4. Una historia de amor réquete réquete vieja (Adriana Gallo)
Mariana estaba sentada a punto de tomar la leche cuando escuchó ruiditos... Era la abuela
cuentacuentos, que estaba tomando unos mates calentitos en la cocina.
-Dale abue, dame uno.
A Mariana le encantaba matear con su abuela, porque mientras tanto, ella le contaba hermosos
cuentos.
-¿Qué me vas a contar hoy, abue?
La abuela sonrió con una sonrisa de sandía, sentó a upa a Mariana y con paciencia de cuentacuentos...
¡perdón! de cuentahistorias, contó:
-¿Sabés Mariana? Te voy a contar la historia de algo que tengo muy bien guardadito, algo que para mí
es casi un tesoro, como ese chupete que ya no usás, pero que querés tanto...
-¿Qué es abue? ¿Me lo mostrás?
-Es un recuerdo, cuando era chiquita como vos, mi abuela me lo regaló. ¿Sabés quién se lo regaló a
ella? ¡Su abuela!
-Pero entonces... -dijo Mariana con ojos grandotes como uvas por el asombro- ¡es réquete viejo!
-Sí, es réquete viejo... Vamos a hacer una cosa: yo te lo traigo en una cajita y vos vas a tratar de
adivinar qué es.
-No, no vale, decime vos.
-Solamente te voy a dar algunas pistas.
Y la abuela, casi en puntas de pie porque era petisa y no alcanzaba la parte alta del armario, bajó su
tesoro y dijo con una voz muy misteriosa:
Lo usaban las damas
si tenían calor,
daba aire muy fresquito
y se hacía chiquitito.
-¡Ya sé abue! ¡Un ventilador!
-¡Pero no, Mariana! En esa época no había ventiladores, ni tele, ni video, ni radio - contestó la abuela
riéndose mucho.
-¡Qué aburrido, abue!
-No te creas, como la gente no conocía todas esas cosas, se divertía de otras maneras...
-Pero entonces, qué es, contame -pidió Mariana.
-Acá va la segunda ayudita:
Señoritas y señoras lo usaban en las reuniones
en sus manos lo agitaban
y con él se apantallaban.
5. -¡Sí! ¡Ya adiviné! Es un a... a... ¿Cómo se llama, abue?
-Abanico.
-¡Eso! ¡Abanico! ¡Como el de mamá!
-¡Claro que sí! Sucede que algunas cosas que existían hace mucho tiempo se siguen usando hoy
todavía. Otras, ya no están más.
-A ver... mostrame... ¿Quién dijiste que te lo había regalado?
-Me lo regaló mi abuela, y a su vez a ella se lo había regalado su abuela, que se llamaba Victoria. ¿Y
sabés quién se lo regaló a Victoria?
-¡Contame vos!
-Es una historia de amor. A Victoria se lo había regalado Francisco. Él estaba tan enamorado de ella
que cada vez que la veía el corazón le pegaba grandes saltos y vueltas carnero. ¡Se ponía tartamudo y
se quedaba casi sin respirar! Él se quería casar con ella, pero tenía mucha vergüenza de decírselo.
-¿Y qué pasó entonces?- preguntó muy curiosa Mariana.
Y la abuela contó.
Victoria y Francisco vivieron hace mucho, mucho tiempo, aquí en esta ciudad, cuando Buenos Aires
era la capital del Virreinato del Río de la Plata. En esa época las calles eran todas de barro y era muy
difícil llegar rápido, porque tampoco existían los colectivos, ni los trenes, ni los autos; mucho menos
los aviones. Ellos generalmente andaban en carretas o galeras tiradas por caballos, con ruedas muy
grandes y redondas.
Francisco veía a Victoria pasear por la ciudad, con sus vestidos largos, su alegre sonrisa y su
peinetón, siempre acompañada por la negrita Manuela. La negrita Manuela cebaba unos mates
¡riquísimos!
Las familias de Francisco y Victoria eran amigas, y se visitaban desde que ellos eran chiquitos. Cuando
Francisco empezaba a hacerse hombre y ella señorita, él se animó a declararle su amor y lo hizo
regalándole este abanico. Entonces le dijo: "No lo pierdas nunca".
Los papás de ellos se pusieron muy contentos y decidieron organizar una gran fiesta. Compraron
muchas velas para iluminar bien el salón. La negrita Manuela limpió tanto la casa, que todo parecía
brillar. También cocinó muy ricos pastelitos y empanadas.
Al fin llegó la esperada noche del casamiento. Como era una calurosa noche de verano, Victoria usó el
abanico que le había regalado Francisco, que le sirvió para aliviar en parte tanto calor. Esa noche ella
le prometió que lo guardaría con mucho amor para la hija que tuviesen y para la nieta que llegaría
más tarde.
6. -¡Sí! ¡Ya adiviné! Es un a... a... ¿Cómo se llama, abue?
-Abanico.
-¡Eso! ¡Abanico! ¡Como el de mamá!
-¡Claro que sí! Sucede que algunas cosas que existían hace mucho tiempo se siguen usando hoy
todavía. Otras, ya no están más.
-A ver... mostrame... ¿Quién dijiste que te lo había regalado?
-Me lo regaló mi abuela, y a su vez a ella se lo había regalado su abuela, que se llamaba Victoria. ¿Y
sabés quién se lo regaló a Victoria?
-¡Contame vos!
-Es una historia de amor. A Victoria se lo había regalado Francisco. Él estaba tan enamorado de ella
que cada vez que la veía el corazón le pegaba grandes saltos y vueltas carnero. ¡Se ponía tartamudo y
se quedaba casi sin respirar! Él se quería casar con ella, pero tenía mucha vergüenza de decírselo.
-¿Y qué pasó entonces?- preguntó muy curiosa Mariana.
Y la abuela contó.
Victoria y Francisco vivieron hace mucho, mucho tiempo, aquí en esta ciudad, cuando Buenos Aires
era la capital del Virreinato del Río de la Plata. En esa época las calles eran todas de barro y era muy
difícil llegar rápido, porque tampoco existían los colectivos, ni los trenes, ni los autos; mucho menos
los aviones. Ellos generalmente andaban en carretas o galeras tiradas por caballos, con ruedas muy
grandes y redondas.
Francisco veía a Victoria pasear por la ciudad, con sus vestidos largos, su alegre sonrisa y su
peinetón, siempre acompañada por la negrita Manuela. La negrita Manuela cebaba unos mates
¡riquísimos!
Las familias de Francisco y Victoria eran amigas, y se visitaban desde que ellos eran chiquitos. Cuando
Francisco empezaba a hacerse hombre y ella señorita, él se animó a declararle su amor y lo hizo
regalándole este abanico. Entonces le dijo: "No lo pierdas nunca".
Los papás de ellos se pusieron muy contentos y decidieron organizar una gran fiesta. Compraron
muchas velas para iluminar bien el salón. La negrita Manuela limpió tanto la casa, que todo parecía
brillar. También cocinó muy ricos pastelitos y empanadas.
Al fin llegó la esperada noche del casamiento. Como era una calurosa noche de verano, Victoria usó el
abanico que le había regalado Francisco, que le sirvió para aliviar en parte tanto calor. Esa noche ella
le prometió que lo guardaría con mucho amor para la hija que tuviesen y para la nieta que llegaría
más tarde.