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TEMA 1. Los descubrimientos geográficos
1. Motivaciones, conocimientos geográficos y capacidades técnicas.
Entre las motivaciones encontramos las económicas (la primordial), políticas (Portugal y España), religiosas
(nuevas tierras para la fe) y psicológicas (sabios, humanistas o aventureros). La expansión atlántica estuvo
protagonizada por los países marítimos del suroeste de Europa, donde se acumulaban conocimientos
cosmográficos, el desarrollo de las artes cartográficas y conocimientos sobre navegación, entre los que el
descubrimiento de la carabela representaría un avance notable en el dominio de la navegación a vela que
llevaría a los navegantes a abrir nuevas rutas oceánicas. Pero los instrumentos técnicos en esta era siguen
siendo rudimentarios y suponían una osadía y valor que rayan la inconsciencia, aunque los resultados a fines
del s. XV le dan la razón. Navíos poco aptos para las exploraciones (galeras, navíos), hasta el uso de la
carabela, y sistemas de navegación rudimentarios (brújulas fijas, tablas de derrota, astrolabios...)
2. Las primeras expediciones europeas. El protagonismo de Portugal (siglo XV)
La expansión atlántica tuvo en los reinos de Portugal y Castilla sus principales agentes. Las empresas
africanas portuguesas fueron necesarias debido a la carencia de oro que sufría el reino; además, la
insuficiencia monetaria y el aumento demográfico obligaban a la puesta en cultivo de nuevas tierras con las
que satisfacer la demanda cerealista en el inmediato continente africano, de donde se podía obtener, además,
la mano de obra esclava necesaria. El incremento de recursos pesqueros y la obtención de productos más o
menos exóticos se sumaban a las razones anteriores para explicar estas empresas. El verdadero organizador e
inspirador de los grandes descubrimientos lusitanos del s.XV fue el infante Enrique el Navegante (1394-
1460). Fases:
1. Inicio de la expansión lusitana: conquista de Ceuta (1415). Aseguraba la presencia portuguesa en el
Magreb. Desde aquí, las expediciones lusitanas, investidas con el espíritu de la Cruzada, continuaron
no sólo bordeando la costa africana hasta el Cabo Bojador (1434), sino estableciéndose en las islas
atlánticas de la Madera (1420) y de los Azores (1437).
2. Descubrimiento de “la Volta” (regreso a Portugal aprovechando el régimen de los alisios), permitió
continuar más allá del Cabo Bojador y llegar hasta el Golfo de Guinea y Cabo Verde (1444), donde
terminaría la segunda etapa de la expansión lusitana (factoría de Arguín, enclave estratégico que
permitiría a los portugueses entrar en contacto con los circuitos caravaneros que los relacionarían
con Tombuctú, importante núcleo mercantil islámico).
3. La tercera etapa llevaría la expansión africana desde Cabo Verde hasta el cabo de Santa Catalina
(1475). Llegaron a la Costa de Oro (Ghana) donde levantaron la fortaleza de La Mina, emporio
mercantil del oro que afluía de todo su entorno. Se descubrieron varias islas.
4. Culminación del horizonte africano. Tras la finalización del enfrentamiento bélico entre Castilla y
Portugal (Tratado de las Alcaçobas, 1479) debido a la guerra de sucesión a la corona de Castilla, se
reanudarían las expediciones que llevarían a los portugueses al océano Índico (1499). Contacto con
el imperio congolés y alcanzaría lo que actualmente es Ciudad del Cabo. Descubrimiento del paso
hacia Oriente por Bartolomé Dias en 1487, pero pasarían aun ocho años hasta que la expedición de
Vasco de Gama utilizara esa ruta.
3. Castilla, Colón y el descubrimiento de América.
La competencia luso-castellana en el Magreb, el banco sahariano y las riquezas extraídas por los portugueses
en La Mina determinarían la vocación atlántica de Castilla y el dominio del archipiélago canario, que
acabarían incorporando los Reyes Católicos a su corona tras un dilatado e irregular proceso de conquista. En
Canarias los Reyes Católicos utilizaron el sistema de capitulaciones, de larga tradición en Castilla, y que
continuarían utilizando después en la empresa de Indias.
Cristóbal Colón
Se estableció en Portugal hacia 1476, en la colonia genovesa, y navegó inicialmente en barcos lusitanos en
viajes comerciales. En uno de estos viajes de negocios a Génova regresó con un proyecto ya madurado de
hallar una ruta por Occidente que llevara hasta Oriente. Las fuentes con las que contaba Colón provenían de
la geografía clásica; el error estaría en la distancia que separaba las costas europeas de las de Asia, calculadas
en torno a 2.400 millas por Colón cuando en realidad son 10.600 millas. El proyecto colombino fue
presentado a Juan II de Portugal entre 1482 y 1484, pero fue rechazado probablemente por desconfianza
sobre las estimaciones de distancias, por la prioridad de la ruta africana, y por el riesgo que para la corona
portuguesa podría suponer transgredir el acuerdo de las Alcaçovas. En consecuencia, Colón marchó a
Castilla y fue recibido por los Reyes Católicos en 1486; fue acogido en la corte, lo que le permitió
perfeccionar el proyecto, pero su impaciencia le hizo regresar a Portugal, donde se encontró con las noticias
del hallazgo del paso a Oriente por África; su sueño de que el rey Portugués financiara su proyecto se
derrumbaba, no quedándole más remedio que regresar a Castilla. Entre 1489 y 1491 Colón adoptaría una
doble táctica: su hermano Bartolomé iniciaba contactos (infructuosos) con otras monarquías europeas,
mientras él buscaba apoyos en la nobleza castellana (duques de Medinaceli y Medina Sidonia). Finalmente,
una nueva Junta volvía a discutir el proyecto, alcanzándose las Capitulaciones de Santa Fe, el 17 de abril de
1492. En ellas se concedían a Cristóbal Colón los títulos de almirante con carácter perpetuo, virrey y
gobernador de los mares y tierras que descubriese, la percepción del diezmo de los beneficios y rentas a
obtener, derecho a participar con una octava parte en toda expedición comercial con destino a las tierras
descubiertas y derecho jurisdiccional sobre los pleitos económicos que pudieran suscitarse. Se eligió Palos de
la Frontera como puerto de salida. La financiación fue posible por las prestaciones de la Hermandad de
Galicia, aportaciones del propio Colón y otras menores de vecinos de Palos y amigos de Colón.
El descubrimiento de América
1. Primer viaje (desde el 6 de septiembre al 12 de octubre)
Dos carabelas (la Pinta y la Niña) y la nao Santa María integrarían la flotilla que se hizo a la mar el 3
de agosto de 1492. Tras aprovisionarse en la Gomera, el 6 de septiembre pusieron rumbo hacia el
Oeste. Al amanecer del 12 de Octubre, el vigía Juan Rodríguez Bermejo dio la señal de que se había
alcanzado tierra. Se trataba de un islote del archipiélago de los Lucayos, al que pusieron por nombre
San Salvador. La pretensión colombina de haber llegado a Asia chocó inmediatamente con el estado
de los indígenas que encontraron, pacíficos y desnudos, pero los prejuicios geográficos de Colón le
llevaron a entender a los indígenas de Cuba que aquello eran tierras del Gran Khan y que al este
había oro. Colón llegó a La Española, donde el jefe indígena le informó sobre el oro de Cibao,
noticia que probablemente tuvo que ver con la pérdida de la nao Santa María el 25 de diciembre, con
cuyos restos se construyó el Fuerte de la Navidad, primer asentamiento español en el Nuevo Mundo.
El 16 de enero iniciaron el regreso a España. El Rey, informado del resultado del viaje, inició una
hábil política dirigida a disuadir amenazadoramente a Juan II de Portugal de sus pretensiones sobre
las “nuevas Canarias” y a conseguir el reconocimiento internacional, contando con el apoyo de la
Santa Sede. A esta política se debe la denominada “Carta de Colón”, en la que se introdujeron
errores geográficos para situar las nuevas tierras fuera de la órbita portuguesa definida en el tratado
de Alcoçavas.
Las “Bulas Alejandrinas”, salieron de la cancillería vaticana:
- primera Inter coetera: donación papal de las tierras descubiertas a “los señores Reyes de la Mar
Oceana”;
- segunda Inter coetera restablecía el equilibrio entre Castilla y Portugal roto en la bula anterior,
fijando la división del océano en un meridiano a cien leguas al oeste de Cabo Verde;
- la tercera Inter coetera extendía a Castilla las concesiones papales hechas a Portugal con
anterioridad;
- la bula Piis fidelium nombraba un legado papal para el segundo viaje de Colón.
2. Segundo Viaje: fue decidido con urgencia debido a la necesidad de asegurar aquel dominio
contando con la bendición papal y contó con un gran despliegue de recursos y hombres. La ruta
varió respecto a la del primer viaje: bajaron primero hacia el Suroeste de Canarias para poner rumbo
oeste al encontrarse a la altura de Cabo Verde. En La Española encontraron el fuerte Navidad
arrasado y a sus ocupantes muertos. El hambre y la falta de resultados materiales hicieron aumentar
los problemas internos, que fueron solventados por Colón con mano dura, lo que no hizo más que
aumentar el descrédito del almirante. Su precaria salud y la inminente visita de un enviado del rey
para hacer un informe hicieron a Colón regresar a España sin poder seguir hacia el Oeste. Mientras
tanto, la situación insostenible entre Castilla y Portugal, tras la invalidación práctica del tratado de
Alcoçavas por la bula Inter coetera llevó a ambos países a firmar un nuevo tratado en Tordesillas en
1494; en él, además de establecerse el reparto del Magreb occidental, se fija la línea divisoria del
océano atlántico en el meridiano situado a 370 leguas al oeste de Cabo Verde, quedando el
hemisferio occidental para Castilla y el oriental para Portugal.
3. La tercera expedición colombina salió de San Lucar de Barrameda el 30 de mayo de 1498. La flota
de seis naves se dividió en dos grupos: tres naves irían a la Española y otras tres, al mando de Colón,
descenderían a Cabo Verde para atravesar el océano en dirección SW. De regreso a la Española
encontró una revuelta civil a la que tuvo que dedicar su atención prioritaria, llegando a pedir un
jurisperito a los reyes; el enviado, Francisco de Bobadilla, acabaría instruyendo un proceso contra
Colón, que volvió encadenado a España.
4. Último viaje: Colón quiso recuperar el espíritu descubridor. El objetivo de este viaje fue encontrar un
estrecho (el Estrecho de Malaca, en Asia) que le permitiera llegar a las Indias, al oeste de las
Antillas, ya que se veía que éstas no lo eran aunque no podían quedar muy lejos de las tierras por él
descubiertas. Cuatro naves salieron de Sevilla en 1502; decidió esquivar la Española, y exploró las
costas de las actuales Honduras, Nicaragua, Costa Rica y Panamá, así como el golfo de Urabá en la
actual Colombia. Desde este golfo intentó retornar a La Española, pero una tormenta lo hizo
desembarcar en Jamaica, donde permaneció hasta 1504, y regresó en 1504 a Sanlúcar de Barrameda.
5. Vasco de Gama y la llegada a la India
En el reinado de Manuel I el Afortunado (1495-1521) se alcanzaría el más importante logro en las
empresas asiáticas portuguesas. En julio de 1497 salía de Lisboa una reducida flota al mando de Vasco de
Gama; tras bordear el cabo Tormentario (cabo de Buena Esperanza), llegó en enero de 1498 a la
desembocadura del río Zambeze, donde tuvo conocimiento de las fuentes orientales del oro africano. Llegó a
Mozambique y Zanzíbar, donde fue recibido con grandes muestras de hostilidad; por el contrario en Melinde,
en la desembocadura del río Galana, encontró una positiva acogida que le permitió contar con ayuda para
afrontar la travesía del océano Índico, lo que le permitió llegar a Calicut el 20 de mayo de 1498. Portugal
finalizaba así su periplo africano, que le había llevado casi toda la centuria (1415-1499); el África occidental
pasaba a ocupar un segundo lugar en la apreciación de los intereses lusitanos: la fijación de las vías
comerciales que, desde las bases del África oriental, incorporaban el mercado indostánico a las demandas
europeas suprimiendo el intermediario musulmán colocaban a Portugal a la cabeza de la expansión
talasocrática. Los inicios de las relaciones con los pueblos de la India no fueron fáciles, en muchas ocasiones
por la falta de diplomacia de los expedicionarios portugueses. Vasco de Gama tuvo que volver a someter
Calicut previo bombardeo de la ciudad; la fidelidad de otras ciudades importantes como Cochin y Cananor
exigían la presencia permanente de barcos portugueses. Entre 1505 y 1509 los portugueses diseñaron y
levantaron un complejo sistema de defensa de su navegación y de control del territorio levantando fortalezas
y factorías y estableciendo una armada permanente en aquellas aguas, convirtiendo la ruta de la pimienta en
competencia incontestada de Portugal. Pero la evidencia de que la India no era el centro productor de las
especias, sino que éste había que buscarlo en los archipiélagos orientales, exigió a Portugal un nuevo
esfuerzo que les llevaría, entre 1510 y 1512, hasta Sumatra, Malaca y el archipiélago de Maluco.
Tratado de Tordesillas
Se conoce como Tratado de Tordesillas al compromiso suscrito en Tordesillas (actualmente en la provincia
de Valladolid, en el noroeste de España) el 7 de junio de 1494 entre Isabel y Fernando, reyes de Castilla y
Aragón, y Juan II rey de Portugal, en virtud del cual se establecía un reparto de las zonas de conquista y
anexión del Nuevo Mundo mediante una línea divisora del Océano Atlántico y de los territorios adyacentes.
El tratado se firmó para evitar conflictos entre las coronas de España y Portugal interesadas en el control de
los mares y tierras exploradas por sus marineros. Quince años después del Tratado de Alcáçovas.
5. Otros viajes de españoles y europeos
Otros poderes europeos decidieron iniciar la aventura atlántica. La presumible escala en Bristol de Joan
Fernandes Lavrador, navegante al servicio de Portugal que parece que alcanzó las costas de Groenlandia,
determinaría la decisión de Enrique VII de Inglaterra de apoyar el proyecto del veneciano Juan Caboto, que
en su segundo viaje debió alcanzar las costas de Terranova (Canadá) y Nueva Inglaterra (Boston), aunque la
expedición se perdió en su regreso. El monarca portugués no renunció a la parcela atlántica que le aseguraba
el Tratado de Tordesillas; así, Gaspar de Corte Real salió de las Azores y alcanzó en el año 1500 Terranova,
y la península del Labrador (Canadá) y Groenlandia en un segundo viaje; tanto él como su hermano
naufragaron en el viaje de vuelta. En los primeros años del s.XVI se sitúa la iniciativa francesa con destino a
las Indias Occidentales, con el mismo trágico resultado. En marzo de 1500, una flota al mando de Bartolomé
Días se dirigía hacia el oeste desde Cabo Verde y alcanzaron una tierra a la que dieron el nombre de Vera
Cruz. Era Brasil, tierras ya inspeccionadas por las expediciones españolas pero que el Tratado de Tordesillas
había dejado en el lado lusitano. A partir del tercer viaje de Colón, descubrimientos y conquistas progresaron
conjuntamente. Entre 1499 y 1519 tuvieron lugar los llamados “Viajes menores” o “viajes andaluces”,
capitulados por la Corona con otros navegantes al margen del almirante Colón. La Corona arbitró un sistema
tendente a evitar los problemas derivados de los primeros asentamientos colombianos en la Española: se
trataba de otorgar licencias para descubrir, pero no para poblar, en muchas ocasiones con la orden expresa de
evitar las costas previamente descubiertas. Así se alcanzaron las costas orientales de Guayana, el golfo de
Venezuela, la isla de las perlas, la desembocadura del Amazonas… Todos estos viajes aportaron sobre todo,
gran información, lo que a la postre significaría mayores riquezas. En la Junta de Toro de 1505 la Corona
decidió recuperar el proyecto original de encontrar una ruta hacia la Especiería; para ello había que rebasar
las tierras continentales descubiertas en el cuarto viaje colombino. Con la valiosa información recopilada
hasta el momento, el súbdito portugués Fernando de Magalhanes ofreció sus servicios a la Corona
afirmando conocer tal paso. La flota magallánica saldría de Sevilla en 1519; después de alcanzar la costa
brasileña marcharon hacia el sur, atravesaron el estuario del Río de la Plata; alcanzaron el cabo de las
Vírgenes; después de varias misiones exploratorias, las naves comandadas por Magallanes se internaron en el
laberinto de canales interoceánicos bautizados como “Estrecho de los Patagones”, en la Tierra de Fuego.
En1520 alcanzaron, por fin, el Mar del Sur. Magallanes decidió continuar el viaje rumbo a la Especiería.
Tras un larguísimo viaje lleno de calamidades (averías, hambre, enfermedades, motines) las naves arribaron
al archipiélago de Filipinas. En un enfrentamiento con los indígenas de Cebú moría Magallanes y muchos de
sus hombres. Los supervivientes, comandados por Juan Sebastián el Cano, vagabunderaon por las islas de
los alrededores practicando la piratería para reabastecerse y recuperarse hasta poner finalmente rumbo a
Borneo. El miedo a los indígenas y las presiones de los portugueses, dispuestos a atraparles en cuanto los
avistaran, hicieron a El Cano partir inmediatamente por la ruta del Cabo Tormentario. Tras un viaje lleno de
dificultades, a las que se unía la imposibilidad de atracar en ningún puerto para no ser capturado por los
portugueses, El Cano alcanzaría Sevilla en 1522. La vuelta al mundo había concluido.
6. Consecuencias materiales y culturales de los descubrimientos
– Las Leyes Nuevas de 1542-1543 representarían en el Nuevo Mundo el mayor
esfuerzo hacia laaplicación de las normas legales y la reforma de la administración indiana.
Regularon el Consejo deindias, crearon el Virreinato de Perú y las audiencias de Lima y de los
Confines, reordenaron la Hacienda, reglamentaron el modo de hacer nuevos descubrimientos,
abolieron la esclavitud indígena…
– Economía-mundo: la integración de América en los circuitos económicos mundiales vendría
condicionada por su aportación en oro y plata, cuyas fluctuaciones determinarían varios ciclos
productivos. La enorme cantidad de oro recibido en la Casa de la Contratación de Sevilla durante los
primeros años descendió en poco tiempo; entre 1531 y 1540 a Sevilla llegaba ocho veces más plata
que oro, aunque seguía predominando el valor de éste. La producción aurífera de la Tierra firme
marca un segundo ciclo del oro (se recibió diez veces más que en las décadas anteriores), pero
nuevamente tras un espectacular inicio la cantidad descendió bruscamente en los años siguientes. A
partir de 1560 el valor de la plata superaría ya el del oro recibido. La llegada de metales preciosos
activó el movimiento mercantil en crecimiento constante. Al finalizar el s. XVI la plata americana
inundaba los circuitos económicos del mundo entero. Filipinas era el centro de un intenso mercado
en el que los chinos eran ya clientes habituales. Con los portugueses dominando el océano Índico y
asiduos del Mar de China, la Corona Española, en la que se había integrado Portugal desde 1581,
había cerrado el circuito de la economía-mundo.
TEMA 2. La expansión demográfica, el auge del mundo urbano. La
sociedad
1. Características de la demografía “antigua”. Los factores demográficos.
Durante todo el ciclo demográfico antiguo la población no deja de crecer, aunque muy lentamente. Sin
embargo, el rasgo más destacado de este modelo es que, en los ciclos cortos, los crecimientos y las crisis
catastróficas, demográficas, dependen de la coyuntura económica, las crisis de subsistencia, las guerras y las
emigraciones forzosas. El régimen antiguo de población se define: por la alta natalidad, la alta mortalidad y
la dependencia del tamaño de la población de la coyuntura económica. La mortalidad catastrófica tendrá una
importancia decisiva en el tamaño de la población. Había un inestable equilibrio entre la población y los
recursos. El elemento regulador de la demografía era la mortalidad, estrechamente relacionada con la
dependencia de una economía de carácter agrícola. Periódicamente se producían crisis de subsistencias
desatadas por el encadenamiento de malas cosechas. La escasez de alimentos originaba hambrunas que a su
vez producían enfermedades de carácter epidémico difundidas con gran rapidez entre una población
depauperada. La secuela era una mortalidad catastrófica.
2. Las fuentes y el problema de las cifras.
Estimar la población del s. XVI y sus características tiene evidentes dificultades por el problema que
presentan las fuentes y por la falta de fuentes adecuadas. Dos son las fuentes más utilizadas por los
historiadores:
- los recuentos de población, normalmente vecindarios, que informan del volumen y la distribución de los
efectivos en un momento dado. Pero los vecindarios son siempre fuentes bajo sospecha porque se elaboraron
con intenciones fiscales, falseándose muchas veces para disminuir la tributación
- los registros sacramentales reunidos en los quinque libri (actas sacramentales de bautizos, matrimonios
y defunciones), aunque no se generalizas hasta las últimas décadas del periodo, obligatorio tras el Concilio de
Trento (1563).
Pese a todos estos problemas, se han hecho estimaciones sobre cuál fue la población mundial en el s. XVI.
Las cifras barajadas hablan de una evolución positiva de la población, con un crecimiento anual
considerable, pero con diferencias significativas. El continente más poblado era Asia, donde se concentraba
la mitad de la población mundial; le seguían África y Europa, que cambiarán sus posiciones en los siglos
inmediatos por el impacto del tráfico negrero. La excepción a esta evolución positiva la encontramos en el
continente americano, cuya población se vio reducida drásticamente por la llegada con los europeos de
enfermedades desconocidas por los indígenas y contra los cuales no tenían defensas biológicas.
3. Reparto de la población europea en el siglo XVI
Dentro de los términos positivos, en Europa también encontramos diferencias. Francia era el país más
poblado de Europa; en segundo lugar se encontraría Rusia, pero las cifras son engañosas porque consideran
sus fronteras actuales, aunque la población del principado de Moscú experimentó un notable crecimiento
debido sobre todo a su expansión; lo mismo cabría decir del Imperio Turco, que pasó de 9 a 28 millones de
habitantes, aunque sólo 7.5 millones estarían situados en Europa. Después se podría hablar de Italia y
Alemania, pero son espacios políticamente invertebrados. España quedaría lejos del potencial humano de
Francia, y todavía más lejos Inglaterra. Sin embargo sería un país que apenas representaba el 1.5% de la
población europea, Portugal, el que abriera nuevos horizontes para la vieja Europa. La evolución a lo largo
del siglo no fue homogénea ni a lo largo del periodo ni entre las distintas regiones. Catástrofes de diferente
índole incidían en la evolución de las distintas regiones europeas; pero con carácter general se constata la
ralentización del crecimiento a finales del siglo, sobre todo allí donde las bases económicas se vieron
comprometidas. En Europa hay áreas densamente ocupadas, como las cuencas de Londres y París y otras
zonas muy localizadas, sobre todo los Países Bajos; sin embargo en otras regiones la ocupación del espacio
era todavía muy insuficiente por distintas razones (vacíos atribuibles a la crisis bajomedieval, a
enfrentamientos armados, problemas para ocupar zonas que planteaban especiales dificultades, como tierras
pantanosas o a mayor altitud…). Durante el s. XVI se ocuparon o reocuparon algunos de estos vacíos, pero
también encontramos, sobre todo a finales de siglo, nuevos despoblados por razones bien distintas (razones
económicas, empeoramiento del clima…).
Nupcialidad
En la Europa occidental un importante número de mujeres (10%) nunca se casaba, y las que contraían
matrimonio lo hacían a una edad media de 25 años o superior, derrumbando la visión tradicional del
matrimonio adolescente. Por el contrario en el resto del mundo el matrimonio apenas superaba la pubertad.
La introducción de este modelo supondría una primera revolución demográfica. Los resultados descubiertos
imponen matices a este planteamiento. En los grupos privilegiados (la nobleza y la alta burguesía) la edad
media del matrimonio se sitúa en los 25 años característicos del modelo europeo; en otras regiones donde
después se consolidará este modelo encontramos edades aun precoces en el Quinientos (21 años en la
Normandía rural, entre 20 y 22 años en Castilla).
Natalidad
Una característica de la población del pasado es su alta tasa de natalidad (35-45 nacim./mil habitantes). No
se practica un control de la natalidad generalizado ni efectivo; se conocían medidas anticonceptivas de
dudosa eficacia, aunque su uso solía restringirse al ámbito de la prostitución; la Iglesia condenaba cualquier
práctica anticonceptiva. Pero no puede hablarse de una fecundidad natural, puesto que factores culturales y
biológicos incidían sobre los valores de la fecundidad, de ahí las diferencias que se pueden documentar.
Mortalidad
La sociedad del s. XVI presentaba también una alta mortalidad, lo que daba como resultado un escaso
crecimiento natural, comprometido en muchas ocasiones por la periódica presencia de sobremortalidades.
Sin embargo, no se puede generalizar, puesto que ya hemos visto que existen grandes diferencias en los
niveles de natalidad, y más aun en los de mortalidad entre distintas sociedades. Causas:
- El hambre: el impacto real del hambre es un tema debatido. La muerte por inanición probablemente no
fuera muy frecuente, pero se tenía la conciencia de que existía una relación entre el hambre y el aumento de
la mortalidad. Las hambrunas solían venir acompañadas de epidemias y enfermedades que eran las que
realmente provocaban la elevada mortandad.
- La peste, ocupa un lugar privilegiado en los miedos de la época desde su reaparición en Europa
Occidental en 1347 y hasta que fue controlada en la segunda mitad del s. XVII. Las pérdidas humanas llegan
a ser escalofriantes en algunas ocasiones (1/3 de la población de una ciudad), y la reiteración de las
epidemias agrava aun más su impacto. Ante la peste, la medicina de la época se muestra totalmente
inoperante. Sí hubo algunos avances en el diagnóstico de la enfermedad, en algún remedio sintomático y,
sobre todo, en la recomendación de medidas preventivas, terreno en el que se dieron los mayores avances al
tomar conciencia de que era una enfermedad infecto-contagiosa: no se podía curar la peste, pero sí frenar su
expansión. El instrumento para lograrlo era el establecimiento de cordones sanitarios que aislasen los focos
de la enfermedad.
- La violencia consumió muchas vidas. Los ejércitos eran cada vez más numerosos, y la infantería mostró
su mayor importancia por encima de la caballería feudal. Los ejércitos de la época se bastaban para, sin
necesidad de un enemigo, registrar una alta mortalidad e infligirla a las poblaciones que atravesaban, debido
a las pésimas condiciones de higiene de los campamentos militares, donde se propagaban con rapidez las
enfermedades infecciosas.
La mortalidad ordinaria es también muy importante, aunque las fuentes de que disponemos para su análisis
son más bien escasas. El país mejor conocido es Inglaterra, donde para la segunda mitad del s. XVI se habla
de una esperanza de vida al nacer cercana a los 40 años, aunque los datos habituales hablan de una
esperanza de vida de entre 25 y 35 años y de una mortalidad infantil entre 150 y 350 por mil. Sin embargo, al
alcanzar los 20 años, los hombres de la época tenían unas razonables expectativas de alcanzar los 60, lo que
lleva a concluir que las tasas de mortalidad infantil y juvenil son fundamentales a la hora de explicar los
niveles de mortalidad general. En estos momentos la causa más habitual de muerte eran las enfermedades
infecciosas, jugando un papel muy importante las condiciones higiénicas del momento (falta de
abastecimiento de agua potable y evacuación incorrecta de aguas negras).
Movimientos migratorios
- Migraciones estacionales, por cuestiones de trabajo, en ocasiones recorriendo grandes distancias
(ganaderos trashumantes) y las profesiones que requerían una vida prácticamente itinerante (canteros), junto
a grupos que tenían una vida nómada o seminómada (vagabundos), cuadrillas de agricultores que recorrían
los campos en busca del jornal. Otros buscaron su salida profesional en el mar (almadrabas, pesca del
bonito…)
- Migraciones de carácter estructural, destacando la de población de las montañas que descendía a las
riberas del Mediterráneo y la emigración del campo a las ciudades, sin la cual éstas no habrían podido
mantener sus efectivos.
- Movimientos migratorios por guerras o por el cierre ideológico de los nacientes estados que expulsaban
a las minorías (judíos, gitanos).
- Movimientos migratorios debidos a los viajes de descubrimiento. En estos momentos iniciales esta
migración afecta principalmente a españoles y portugueses; al mismo tiempo, el descubrimiento de América
y el establecimiento de la economía de plantación generó otro flujo migratorio: el de los esclavos negros
subsaharianos; el tráfico negrero tuvo una importancia creciente hasta alcanzar su culminación en el s.
XVIII.
4. Las ciudades
La población de las ciudades registra un saldo de crecimiento natural negativo, de forma que la única manera
de mantener sus efectivos o aumentarlos es gracias al saldo migratorio favorable, con población rural que
emigra a las ciudades. Las ciudades constituyen un ámbito de innovación en el terreno económico, social y
político, y tuvieron un especial significado en la modernización económica de Europa. Es una red urbana de
distinta implantación en el continente. A principios del Quinientos la ciudad más importante era París,
seguida de lejos de Nápoles, Milán, Venecia y Granada; en 1600 vemos aparecer en tercer lugar Londres y
en quinto lugar, Sevilla. Entre un 8 y un 10% de la población europea viviría en localidades de más de 5000
habitantes, con un crecimiento nada desdeñable. Su distribución es muy irregular: poco importante en el E y
N de Europa y un grado de urbanización especialmente intenso en los Países Bajos y N de Italia. La
importancia relativa de las ciudades italianas disminuye a medida que aumenta la de las del NO de Europa,
lo que no deja de ser una manifestación del desplazamiento de los centros de riqueza. La mayoría de las
ciudades vieron incrementar sus efectivos. Entre las que más crecieron, muchas comparten algunas de estas
características: ser puertos atlánticos (los del Mediterráneo pierden importancia), cuyo ejemplo más
significativo es la ciudad de Sevilla, u ostentar la capitalidad de un estado. Este aspecto era muy importante,
pues en las capitales de los estados renacentistas se acumulaban los miembros de una burocracia en rápido
aumento, los de la nobleza que se trasladaban a la corte, los sin oficio… El ejemplo más significativo de este
segundo caso es la ciudad de Madrid.
5. La sociedad estamental y los grupos emergentes
La sociedad del siglo XVI era todavía jerárquica y tradicional. Se centraba en algún tipo de grupo social (la
familia, el linaje, la corporación laboral…) Las interferencias exteriores al grupo eran rechazadas en nombre
de una moral colectiva. La sociedad europea era básicamente agraria, y en ella la nobleza ocupaba una
posición privilegiada y preeminente. Aunque la economía urbana se presenta generalmente como antitética
del feudalismo, lo cierto es que los burgueses de las ciudades coexistían y colaboraban con la nobleza.
La nobleza
Continuaba siendo el principal estamento privilegiado y el punto de referencia para los otros grupos de la
sociedad. Era una clase terrateniente hereditaria de origen militar, que representaba entre el 1 y el 2% de la
población europea. Justifican su condición privilegiada haciéndolos descender de los conquistadores
germánicos. Este origen étnico implicaría que la condición nobiliaria fuese igual para todos los miembros del
estamento, pero la realidad era que había diferencias de nivel económico y de rango social, por lo que se
suele hablar de alta y baja nobleza. La diferencia entre ambos grupos podía venir definida por la posesión de
señorías jurisdiccionales o por la posesión del título de conde, duque, marqués o similar. Por supuesto
existían simples caballeros que no poseían señoríos jurisdiccionales, sino que eran propietarios rurales o
urbanos. La condición nobiliaria no era inmutable. Los reyes otorgaban ascensos dentro del rango de la
nobleza titulada, o daban títulos a simples caballeros… El fenómeno del ennoblecimiento era posible porque
existía una zona mixta de personas que, sin ser jurídicamente nobles, vivían como tales, tanto en la forma de
sus ingresos como en la manera ostentosa de gastarlos. Se trataba de una oligarquía urbana que se suele
denominar “patriciado”.
La condición nobiliaria se transmitía por herencia a todos los hijos, no así el título, que lo heredaba el
primogénito. Los demás hijos serían simples caballeros. En cuanto a la herencia de los bienes, en el s. XVI
no se había extendido demasiado el sistema de primogenitura, estando aun vigente el sistema de reparto de
bienes entre los hijos varones por igual (origen de la fragmentación de Alemania, por ejemplo). La base de la
riqueza nobiliaria era la propiedad privilegiada de la tierra por medio del régimen señorial. El noble no era
sólo el propietario del dominio, sino que ostentaba la autoridad pública e incluso judicial. La explotación de
la tierra era cedida a los campesinos a cambio de rentas fijas o de parte de la cosecha, quedando una “reserva
señorial”. Además los señores tenían el monopolio de medios técnicos (molinos), cobraban impuestos sobre
las vías de comunicación, tenían derecho preferente de venta de sus productos, derechos exclusivos de caza y
pesca…Aunque sus ingresos eran elevados, también lo eran sus gastos. Debían mantener un elevado número
de criados, llevar una vida suntuosa, otorgar generosas dotes a sus hijas, construir y mantener palacios… son
las denominadas liberalidades. A finales del s. XVI muchas casas nobiliarias tenían dificultades económicas
y se hallaban endeudadas. Uno de los privilegios de los nobles, sin embargo, era que no podían ser
encarcelados por deudas, los monarcas concedían toda clase de ventajas (concesiones de impuestos,
asignación de cargos lucrativos…) para que los nobles no tuvieran que pagar a sus acreedores. En todo caso,
la ruina de algunas familias suponía el ascenso de otras.
La población urbana
En las ciudades encontramos tres grandes grupos sociales: existe una minoría de burgueses, una mayoría de
artesanos y un amplio número de criados y trabajadores no cualificados, por no hablar de los sectores
marginados.
- La burguesía, era una clase seminobiliaria y hereditaria que vivía de las rentas de la propiedad o del
capital. Solían dirigir de manera exclusiva o preeminente los gobiernos municipales. De manera general se
suele asimilar la burguesía con los comerciantes, pero también eran importantes los graduados universitarios
que vivían del ejercicio de su profesión (médicos y abogados). La burocracia también ofrecía colocación a
personas que no tuvieran un título nobiliario (oficios de pluma). En general se consideraba que las
profesiones liberales no eran incompatibles con el ennoblecimiento, mientras que sí lo era el comercio. Los
comerciantes se enorgullecían de su experiencia práctica, e incluso mandaban a sus hijos a pasar un periodo
de formación en otras ciudades. En esta época no existían banqueros especializados, sino que los financieros
eran grandes comerciantes al por mayor que, entre otros muchos productos, comerciaban con dinero por
medio de la especulación y las letras de cambio. El sistema tendría un claro precedente en las ciudades
italianas del s. XV y especialmente en Florencia (Banca Médicis). Las inversiones industriales de la
burguesía del s. XVI eran limitadas.
- Artesanos, la mayor parte de la producción industrial estaba en manos de artesanos especializados,
organizados en gremios. Los gremios o corporaciones de artesanos reglamentaban la formación profesional y
organizaban las condiciones de trabajo, fabricación y venta de los productos. A lo largo del s. XVI aumentó
el número de gremios y de artesanos en general, por medio de una especialización a veces excesiva. En las
ciudades medias, donde el número de artesanos era más reducido, las especialidades se encontraban reunidas
en “cofradías de diversos oficios”, por lo general bajo la advocación de un santo patrón común. El acceso a
la condición de maestro agremiado se realizaba a través de un examen de maestría que en teoría debía
demostrar la cualificación del aspirante, pero que en la práctica se convertía en un mecanismo de selección
económica y social, puesto que los gastos que se debían satisfacer eran elevados; los familiares de maestros
solían ser eximidos de este pago, por lo que el grado terminó convirtiéndose en hereditario. Además, había
discriminaciones de distinto tipo que reglamentaban el ingreso en los gremios, siendo más abundantes en los
gremios más ricos. Los gremios estaban muy relacionados con los gobiernos municipales, en el mejor caso
participaban en ellos, generalmente detrás de ciudadanos y comerciantes. Aunque los gremios habían ganado
posiciones en muchas ciudades alemanas durante los siglos XIV y XV, en el siglo XVI se produjo una
disminución del papel de los artesanos y una aristocratización del consejo. Muchos jóvenes, que nunca
llegaban a aprobar el examen de maestría, quedaban siempre en una posición intermedia. Solían agruparse en
“cofradías de mancebos”; son especialmente conocidas las organizaciones semiclandestinas de oficiales o
compagnons francesas.
- Masa de trabajadores no cualificados, que trabajaban generalmente por un sueldo diario en trabajos
eventuales; se les denominaba despectivamente “ganapanes”.
Los campesinos
Cerca del 80% de la población europea estaba compuesta por campesinos, existiendo grandes diferencias en
el interior de este grupo social. Las diferencias dependían de las condiciones de explotación de la tierra (si
eran o no propietarios, en qué condiciones, de qué recursos disponían), los pagos a los que estaban
obligados… En principio se consideraba que los campesinos que vivían bajo un régimen señorial estaban en
peores condiciones, pero como la mayor parte eran no propietarios también los campesinos no señoriales
estaban obligados al pago de una renta por la propiedad; además todos los cultivadores estaban obligados a
pagar una parte (el diezmo) para el sostenimiento de los eclesiásticos. Tipos de contratos:
- de larga duración, perpetuos o hereditarios, los mejores, según el modelo romano de enfiteusis (Cesión de
tierras no cultivadas que el campesino ponía en explotación a cambio de un canon moderado);
- de arrendamiento, el campesino corría con los gastos de la explotación; los propietarios tendían a los
contratos de corta duración, más beneficiosos para sus rentas;
- de aparcería, el propietario corría con parte de los gastos y a cambio recibía también una parte de la
producción.
El nivel superior de la sociedad campesina estaba ocupado por una pequeña minoría, en torno al 5%, de
campesinos ricos, enfiteutas o grandes arrendatarios. Solían ser los intermediarios del régimen señorial,
poseían ganado y empleaban mano de obra asalariada. A continuación existía un sólido grupo (25%) de
campesinos medios, independientes pero no tan ricos; pero la gran mayoría del campesinado estaba
constituida por campesinos dependientes, con pocas tierras o con tierras insuficientes, que tenían que realizar
trabajos estacionales para los campesinos más ricos y que podían perder sus tierras a la menor dificultad. La
posesión de un trozo de tierra separaba aun a estos campesinos de los jornaleros y los mozos de labranza,
servidores rurales o criados agrícolas.
Los sectores marginados
Se estima que un 10% de la población vivía en condiciones de pobreza, aunque conviene precisar qué
entienden los historiadores cuando hablan de pobreza. Las clases trabajadoras, urbanas y rurales, vivían en el
umbral de la pobreza. Una mala cosecha o una situación económica negativa podían situar a una familia
trabajadora sin sus medios de subsistencia habituales. Así, el incremento del número de pobres coincide con
dificultades económicas conocidas; estas podían tener un carácter transitorio, aunque graves por sus
consecuencias inmediatas, o producirse por un progresivo deterioro del nivel de vida, por ejemplo por el
aumento de los precios de los alimentos, que hacía que el umbral de pobreza se desplazara y englobara a
buena parte del pueblo trabajador. Puesto que el trabajo familiar se concentraba en el cabeza de familia, su
fallecimiento o incapacidad podía provocar la caída en la pobreza. Por esto, determinadas categorías de la
sociedad (viudas, enfermos, ancianos…) eran asimiladas prácticamente a los pobres y vivían de la
mendicidad. Existían múltiples instituciones religiosas que trataban de aliviar esta pobreza. En el primer
tercio del s. XVI se produjo un cambio importante en las actitudes oficiales hacia el pauperismo: comienzan
a establecerse en algunas ciudades de los Países Bajos y Alemania una nueva práctica política contra la
pobreza, la llamada “policía de pobres”, que se proponía reglamentar y ejercer la asistencia social por medio
de instituciones municipales más que religiosas e impulsar el trabajo de los necesitados de forma más o
menos forzada. De esta iniciativa surgirían en Italia los “montes de piedad”, que otorgaban créditos a las
clases populares. Los pobres que no estaban controlados por una parroquia eran considerados vagabundos.
La mayoría eran campesinos pobres que habían perdido sus tierras y no disponían de tantas instituciones
caritativas como en las ciudades. Además existía gran variedad de falsos mendigos y delincuentes, que a
veces formaban bandas organizadas o que exigían limosnas por medio de amenazas. La frontera entre pobres
y vagabundos, y entre éstos y delincuentes, era difusa. De ahí la persecución que en todas partes sufrían los
gitanos. La legislación penal que se aplicaba contra delincuentes y vagabundos solía ser dura, con frecuencia
arbitraria y socialmente selectiva. El bandolerismo tenía unas características particulares. Respondía tanto a
la miseria como a los hábitos de violencia que impregnaban toda la sociedad. En principio, el bandido era
aquel expulsado de la comunidad por medio de un bando. Aunque fue generalizado en toda Europa, a finales
del s. XVI revistió especial importancia en los países mediterráneos. Era también fruto de enfrentamientos
familiares, auténticas guerras privadas.
6. Los conflictos sociales
Durante el primer tercio del siglo XVI culminó un ciclo de revueltas que se había extendido a lo largo de la
Baja Edad Media. Estas revueltas surgían como respuesta a las crisis económicas, pero se articulaban
generalmente en torno a una ideología religiosa de tipo apocalíptico, por lo que se habla de movimientos
milenaristas. Los grupos religiosos más radicales negaban las jerarquías sociales existentes y pretendían
crear sociedades perfectas sin propiedad privada (revuelta husita). Las revueltas radicales se fundaban en la
igualdad fundamental del género humano. Los rebeldes se organizaban en hermandades (Castilla y Galicia;
los rebeldes castellanos eran también conocidos como comuneros) o germanies (Valencia y Mallorca).
Aunque estas revueltas son generales a toda la población, dada la mayoría de población rural las más
importantes eran las rebeliones campesinas; se trataba de un movimiento de larga duración iniciado, al
menos, con la revuelta de la jacquerie parisina de 1358. Casi todas las guerras campesinas de la Edad Media
terminaron con la victoria de la nobleza y los reyes sobre las bandas campesinas organizadas, pero es posible
que la derrota de los sectores más radicales fuera seguida por algún tipo de reforma de los abusos más
flagrantes. Es posible que la resistencia campesina frenara los intentos señoriales de reintroducir la
servidumbre, como pasó en la Europa Oriental. Después de la reforma protestante, muchos movimientos
campesinos se mezclaron con reivindicaciones religiosas. Fueron frecuentes estas protestas en Inglaterra y
Francia, aunque el último decenio del siglo fue especialmente conflictivo a nivel europeo.
TEMA 3. Las transformaciones económicas de un mundo “ampliado”
1) La economía de subsistencia y la incidencia del primitivo capitalismo.
La economía de subsistencia, es la propia de la época preindustrial, con modos de producción precapitalistas
(esclavismo, feudalismo, modo de producción asiático) y predominio absoluto de la agricultura y ganadería
en la producción. Los ciclos económicos, en esas circunstancias, se reducían a los ciclos naturales
(fundamentalmente ciclos climáticos) y a la mejor o peor adecuación de los sistemas productivos a ellos
(mediante el aprovechamiento intensivo o extensivo de las tierras de cultivo, rudimentarias mejoras técnicas,
etc.). La disminución de los rendimientos (ley de los rendimintos decrecientes) producida por el aumento de
la presión de una población creciente sobre un medio ambiente limitado puede explicar la mayor parte de
esas crisis de subsistencia.
El sector agrario es el más importante de la época. Estamos en unos momentos de incremento de la
producción agraria en Europa. Este incremento de la producción tuvo sus antecedentes en la segunda mitad
del siglo XV, impulsado por la demanda de una población creciente, con sectores sociales con un mayor
nivel de renta, de las manufacturas en auge y de los propios estados. La producción agraria tenía como
objetivo fundamental proporcionar los alimentos que asegurasen la subsistencia de la población. El cultivo
de cereales tuvo un especial protagonismo, llegándose a convertirse en algunas áreas en un monocultivo. No
era sólo el trigo, sino también la cebada, el centeno y otros cereales menores hasta la llegada a finales del
siglo XVI del maíz. Pero también hubo regiones cuya producción estuvo más diversificadas y en otras se
desarrollaron cultivos especializados destinados a satisfacer demandas más concretas. Este incremento de la
producción se explica en primer lugar por la extensión del área cultivada. Hay una importante tarea de
recolonización interior intentando ocupar los vacíos generados por la historia, tarea estimulada por el
incremento de la demanda y de los precios agrícolas, y en la que se invirtieron importantes capitales, tanto
públicos como privados. El ejemplo más significativo es el de los polders en los Países Bajos, que
significaron 70.000 ha ganadas al mar. La respuesta a la creciente demanda se llevó a cabo también por el
aumento de la productividad del campo. Se llevaron a cabo importantes tareas de desecación y de regadío,
cambios en el sistema de rotación de los cultivos y en el utillaje, se potenciaron los cultivos con una clara
orientación comercial y se introdujeron otros de procedencia exótica. Suelen destacarse las modificaciones
que se produjeron en el sistema agrario de los Países Bajos, por la demanda de una población densa y con un
importante grado de urbanización. Entre las novedades están la intensificación de los sistemas de cultivo,
pasando a rotaciones más largas donde se eliminaba el barbecho y evitaba el agotamiento del suelo con la
plantación de sucesivas especies con distintas exigencias de nutrientes, con especial importancia de las
plantas forrajeras. Este nuevo sistema permitía además el desarrollo de una ganadería intensiva, que aportaba
el beneficio añadido de una mayor cantidad de abono. Tenemos también noticias de las mejoras que
supusieron los regadíos, la introducción de nuevos cultivos que, con su paulatina implantación, llegaron a
modificar los hábitos de consumo de las sociedades europeas y alimentaron al número creciente de sus
habitantes. A Europa habían llegado previamente cultivos como el de los cítricos o el arroz, de origen
asiático. Pero la principal novedad que se planteaba en estos momentos era la relación con un Nuevo Mundo
donde se habían domesticado gran variedad de especies vegetales. El primer cultivo de origen americano que
se consumió en Europa fue el tabaco, y quizás también pronto el chocolate. Pero nos interesa más la
producción de especies americanas en Europa, cuya primacía en el tiempo corresponde al maíz; además hay
que destacar la expansión del cultivo de la caña de azúcar en las islas del Atlántico y en América, lo que
supuso un abaratamiento del azúcar y la generalización de su consumo.
2) El régimen señorial
El poder de los señores deriva de dos fuentes: el que poseen como dueños de la tierra – señores territoriales
— y el que proviene de su capacidad de mando, tanto militar como judicial. Su capacidad de disposición
sobre la tierra les otorga un enorme poder de presión sobre una población que precisa de ella para su trabajo
y sustento. Debe tenerse presente, sin embargo, que existen grandes diferencias en el grado de dominio que
tiene el señor sobre las tierras del señorío y en la forma de cesión de éstas a los campesinos. Podemos
distinguir varios tipos principales de señorío en Europa, en función de su dominio sobre la tierra, la forma de
cesión de ésta, y su poder de coerción sobre los vasallos. Dentro de la diversidad de situaciones que se
pueden documentar sobre el régimen de propiedad de la tierra en el siglo XVI hay algunas que son bastante
comunes. En primer lugar hay que hablar de la importancia de la propiedad de la Iglesia: a principios de la
Edad Moderna era el mayor propietario de tierras, más si le añadimos las posesiones de las órdenes militares.
La evolución de la propiedad de la Iglesia registró diferencias muy significativas; en los países católicos en
general observamos un incremento alimentado por la asistencia que prestaba en el contexto de una piedad
barroca; en los países reformados, por el contrario, asistimos a una expropiación generalizada de sus bienes.
Con la propiedad de la Iglesia no podía compararse más que la de la nobleza. La explotación de los grandes
dominios señoriales conocía variadas alternativas.
1) Este de Europa, (al este del Elba), la Segunda Servidumbre. El sistema se basa en el enorme poderío
nobiliario ante monarquías débiles, como la polaca, u otras que aunque se refuerzan a lo largo de la
Edad Moderna deben conceder a la nobleza el control de sus siervos, a cambio de su apoyo. Creció
la extensión de las tierras gestionadas directamente por el señor a costa de las de los pequeños
propietarios, en unas tierras explotadas en buena medida aprovechando las corveas (obligación de
trabajar gratuitamente en las tierras del noble o señor feudal), cuya importancia se vio notablemente
incrementada a lo largo del s. XVI donde el cultivo del cereal se destinó para su exportación a
occidente. Caracterizada también por el sometimiento del campesino a la servidumbre: su
adscripción a la tierra impidiendo su posibilidad de emigración; el control de los matrimonios,
buscando que se realicen dentro del señorío y a edad temprana para que la mano de obra aumente; y
las limitaciones al aprendizaje de oficios. Fue por tanto resultado de la creciente demanda de trigo en
Europa occidental, de una mano de obra no demasiado numerosa y del fracaso de la constitución del
estado moderno en estas latitudes.
2) Europa occidental era distinta. Desaparece prácticamente la servidumbre en la Edad Moderna; La
reserva señorial tenía una importancia decreciente, hasta quedar a veces relegada a un huerto para
aprovisionamiento de la mesa del señor. De forma paralela, las corveas llegaron casi a desaparecer.
En gran parte de Francia, Corona de Aragón, y norte de Italia, los señores habían repartido la
práctica totalidad de sus tierras a censo entre los campesinos. Se cedían en lotes adecuados al
trabajo familiar, en un régimen de tenencia que aseguraban al beneficiario estabilidad en el acceso a
la tierra y unos derechos sobre la misma que podía transmitir hereditariamente o por venta. En esta
situación, en las rentas agrarias obtenidas por el señor predominaban los pagos en dinero, lo que
conducía a una baja de sus ingresos debido a la erosión monetaria. El poder jurisdiccional del señor,
sin desaparecer, ha ido quedando limitado ante la superposición de la justicia real, a la cual pueden
acudir sus vasallos; su poder militar, importante a principios de la Edad Moderna, ha ido también
disminuyendo.
3) Sur de Italia, norte de Francia y los señoríos del sur de Castilla. El señor tenía la total disposición de
la tierra, lo que daba lugar a que se arrendasen estos dominios a quienes podían explotarlos con
mano de obra asalariada o subarrendarlos. Los señores mantienen bajo su control grandes
extensiones de tierra que ceden en forma de extensas fincas, en arrendamiento a corto plazo o
aparcería. En muchos casos, los grandes arrendatarios se reservan una parte de la finca, que
explotan con asalariados, y subarriendan en parcelas el resto, con la consiguiente ganancia.
En conclusión, la pérdida de su poderío militar, la ruptura del contacto directo con la población al convertirse
en absentistas, y su gestión de las tierras, más como propietarios capitalistas que como señores paternales,
determinaron una disminución de su poder, si bien éste no desapareció totalmente.
3) La expansión agrícola y ganadera del siglo XVI
El crecimiento experimentado por la agricultura europea durante el s. XVI tuvo fundamentalmente un
carácter extensivo. De ahí que algunos historiadores lo hayan considerado simplemente como una etapa de
restauración o de renacimiento agrario tras la crisis del s. XIV. Lo cierto es que las innovaciones que se
realizaron en el mundo agrícola fueron muy escasas, reduciéndose su incidencia, además, a algunas zonas
muy concretas. La agricultura europea más innovadora era la practicada en los Países Bajos, en la que ya
desde finales de la Baja Edad Media se había conseguido reducir el barbecho mediante la adopción de
rotaciones de cultivos más complejas o, sobre todo, la introducción de la denominada “labranza
convertible” (transformación de tierras fácilmente de arables a pastos y al revés) como fruto de la necesidad
de reemplazar los cultivos por la ganadería en una época en que los precios de los cereales tendían a la baja,
permitiendo su asociación y favoreciendo, además, la mejora de la productividad de la tierra. De ahí que el
sistema resultase ideal para una época de expansión agraria como era el s. XVI. Aparte de los Países Bajos,
sólo en Inglaterra se consiguió también una mejora evidente. El descenso de los precios de los cereales
durante la Baja Edad Media impulsó igualmente aquí la reconversión hacia la ganadería, aunque sin dar lugar
a una asociación con el cultivo agrícola que se producirá progresivamente con posterioridad, tanto por la
imitación de las técnicas de los Países Bajos como por la incidencia del incremento mayor de los precios de
los cereales que los de los productos derivados de la ganadería, a partir de mediados del s. XVI. En el resto
de Europa, las innovaciones agrarias fueron muy escasas, predominando la existencia de una agricultura
cerealista de carácter extensivo, con la presencia del barbecho en rotaciones bienales o trienales y con una
productividad más baja que en los Países Bajos. Al no realizarse una sustancial mejora de la productividad, el
crecimiento del s. XVI se derivó fundamentalmente de la ampliación de la superficie cultivada. Primero
gracias a la puesta en explotación de las mejores tierras abandonadas durante la crisis bajomedieval, y luego
con la roturación de tierras de carácter más marginal (dando lugar al desencadenamiento de las tensiones
malthusianas). A partir de las primeras décadas del s. XVI el crecimiento productivo comenzó a ralentizarse.
El aumento demográfico hizo que los cereales y los productos de subsistencia se encarecieran, mientras que
los artículos derivados de la ganadería y, sobre todo, las manufacturas, tuvieron un alza más moderada. Ello
sin embargo se convirtió en un estímulo adicional para la realización de fuertes inversiones destinadas a la
ampliación de la superficie cultivada. Esto provocó en los Países Bajos y en las costas alemanas del mar del
Norte la construcción de polders (se ganaba terreno al mar). Sin embargo, como estas ampliaciones de la
superficie cultivada eran insuficientes para satisfacer la creciente demanda de la población, la presión
roturadora acabó orientándose también en detrimento de los bosques y de los prados. También existían
algunas zonas en las que se produjo una cierta diversificación de los cultivos, e incluso aparecieron tímidos
esbozos de especialización regional favorecida por el comercio de importación de cereales desde la Europa
oriental, aunque nunca fue completa, puesto que los cereales solían constituir el cultivo dominante en todas
partes.
4) Las manufacturas y su incremento
Las manufacturas en el siglo XVI registraron notables avances cualitativos y cuantitativos. En primer lugar
hay que destacar las labores extractivas, con especial atención a la obtención de los metales. La creciente
demanda forzó un aumento de la producción y obligó a cavar galerías cada vez más profundas, lo que
requirió mejoras técnicas; los altos hornos se impusieron a las fraguas en la producción de hierro. Los
metales preciosos eran imprescindibles, convertidos en moneda. La creciente demanda hizo que aumentara la
producción en las minas centroeuropeas, pero el aporte más importante es el que llegó de América. En un
primer momento lo que llegaba era sobre todo oro, obtenido a bajo coste porque procedía del saqueo de los
tesoros indígenas o de la extracción mediante el trabajo forzoso de éstos, lo que no encarecía el producto;
pero la práctica desaparición de la población indígena planteó problemas de difícil solución. La plata acabó
imponiéndose primero en peso y luego en valor, con el descubrimiento de minas como las de Taxco (1534) o
Potosí (1545). Pero no sólo fue el hallazgo de ricos filones el responsable de la avalancha de plata que llegó
a Europa, sino la introducción de mejoras técnicas, sobre todo el sistema de la amalgama, que suponía un
importante ahorro de mano de obra y combustible y la posibilidad de aprovechar minerales menos ricos en
plata; pero la amalgama requería una abundante provisión de mercurio, por lo que fue fundamental el
hallazgo de Huancavelica en Perú. En el terreno de la transformación hay algunas actividades muy dispersas
que proporcionan productos elaborados de consumo masivo e inmediato: molinos, almazaras, lagares,
tahonas… Hay sectores a los que se les da mayor importancia, como el textil, en el que encontramos un gran
abanico de situaciones. Perdieron importancia centros como Bruselas y Gante, así como la producción de
paños castellanos, al tiempo que se desarrollaba una manufactura textil destinada a cubrir las necesidades
básicas de un amplio sector de la sociedad; se buscaba la mano de obra a tiempo parcial entre los campesinos
e introdujo nuevos elementos técnicos como el batán, el huso de rueda.. Sus productos no tenían la calidad de
las manufacturas tradicionales, pero al ser mucho más económicos inundaban los mercados. Importantísima
fue la aparición de la imprenta en la difusión de ideas y de conocimientos. La publicación de libros se
desarrolló con increíble rapidez, cubriendo una creciente demanda, y los impresores se extendieron por toda
Europa desde la segunda mitad del s.XV. Algunos centros adquirieron pronto una especial relevancia, muy
vinculadas a sus respectivas universidades. También hay que mencionar el auge de la construcción naval, que
concentra la mayor parte de los avances técnicos de la época y que movilizó un importante volumen de mano
de obra y de capital. Eran famosas las atarazanas de Venecia por la construcción de galeras (insuficientes
cuando españoles y portugueses se lanzaron a la conquista del Atlántico). El nuevo reto era contar con naves
capaces de adentrarse en la navegación oceánica. La carabela es una primera respuesta, ya a mediados del
siglo XVI, y la siguiente etapa será ya el galeón, que no tenía rival en cuanto a maniobrabilidad, capacidad
de carga y potencia de fuego; en su construcción pronto alcanzarán un gran protagonismo los astilleros de los
Países Bajos e Inglaterra.
5) Comercio, moneda, crédito y finanzas; La revolución de los precios
El crecimiento de la población, el peso relativo de las ciudades, la demanda en general, requería un aumento
paralelo de los intercambios. Este incremento no sólo necesitaba de barcos y carretas, le eran además
imprescindibles las ferias y mercados, el desarrollo de los sistemas contables, la fiabilidad del correo, los
seguros en los transportes y los tipos de cambio e interés del dinero. La articulación de los mercados se
realiza a muy distintos niveles. Aunque existía aun un fuerte nivel de autoconsumo, sobre todo en el campo,
(mediante trueque), una parte cada vez mayor de la producción salía al mercado por distintas vías: los
mercados locales, los mercados semanales de incidencia comarcal, las ferias…Las ferias, con la nueva
dinámica de la actividad comercial, evidenciaron sus inconvenientes por los costes del transporte de las
mercancías y por su calendario a todas luces insuficiente. Los comerciantes recurrían cada vez más al uso de
muestrarios, de ahí el desarrollo de las lonjas. Como novedad están las bolsas, donde se negociaban en todo
momento productos y capitales, la más conocida fue la de Amberes. Las rutas comerciales sufrieron
importantes modificaciones, sobre todo las de larga distancia, y con ello también los centros del comercio
europeo. Así, las rutas mediterráneas, con dificultades debido a la invasión turca, perdieron protagonismo a
favor de las oceánicas, a través de las cuales llegaban las especias y las sedas del Extremo Oriente, los
tesoros del Nuevo Mundo, los productos de las plantaciones americanas… Este espectacular desarrollo del
comercio in6) Fases y coyunturas económicasterior convivió con mercados interiores con una articulación
absolutamente insuficiente. En la articulación de los mercados pesaban consideraciones políticas, situaciones
de privilegio y el coste del transporte: la vía marítima permitía transportar mercancías a un coste razonable,
pero en el terrestre sólo era posible a corta distancia, cuando ésta aumentaba no era factible más que para
mercancías con un alto valor añadido (sedas, especias…). En el siglo XVI asistimos a las modificaciones de
los circuitos comerciales. En un primer momento destacaba el peso del norte de Italia, sur de Alemania y los
Países Bajos, siendo menos importantes Castilla y Portugal. Las guerras de Italia debilitaron sus centros
comerciales, y además el eje económico había basculado hacia el Atlántico debido a los nuevos
descubrimientos geográficos. Lisboa se convirtió en el centro de distribución de las especias y otros
productos exóticos; la Casa de Contratación de Sevilla realizó una labor similar en el comercio con América.
Ambos monopolios se vieron erosionados por la creciente actividad de los comerciantes y navegantes de
otras potencias europeas, especialmente franceses, holandeses e ingleses. Por eso, a medio y largo plazo hay
que buscar los triunfadores en otras latitudes, pues las economías portuguesa y castellana se vieron incapaces
de responder al reto colonial. Así, primero fueron los mercaderes italianos, a continuación alemanes; pronto
fue evidente el peso de otras firmas comerciales, que unían sus fuerzas creando compañías para monopolizar
un mercado o afrontar empresas de mayor riesgo. La primacía de este tipo de actividades correspondió a
Londres, seguida pronto de los holandeses. Amberes se convirtió en el primer centro económico de los Países
Bajos en detrimento de Brujas, aprovechando su situación estratégica y los privilegios que obtuvo del
emperador Maximiliano; El relevo de Amberes lo tomó Amsterdam. La América colonial demandaba
esclavos africanos y productos manufacturados europeos; a cambio ofrecía algunos productos exóticos de
creciente implantación, los de la agricultura de plantación, cueros, cochinilla, pero especialmente oro y plata.
Del Báltico llegaban cada vez más brea, hierro, madera, lino, trigo y arenques, pero de vuelta apenas unas
manufacturas, vino, sal y plata; el control de este tráfico estaba tradicionalmente monopolizado por las
ciudades hanseáticas, con un creciente protagonismo de holandeses e ingleses. En cuanto al Extremo Oriente,
la demanda de sus productos superaba con creces el interés que ellos pudieran sentir por los nuestros, salvo
la plata. Por todo esto, la plata acuñada en el imperio de los Austrias circuló por todo el mundo.
Revolución de los precios. El aumento de los precios preocupó a los contemporáneos hasta formular una
primera teoría cuantitivista de la moneda: la moneda era una mercancía más y la escasez o abundancia de la
misma definía su valor relativo respecto a otras mercancías. El juego de la oferta y la demanda era esencial
en la fijación de los precios. El mundo del comercio requería nuevos instrumentos, al tiempo que
desarrollaba o reinventaba los de procedencia bajomedieval. Podían ser tan antiguos como el contrato de
comandita o la letra de cambio, a menudo desnaturalizada hasta convertirse en un préstamo a corto plazo. El
crédito a particulares solía seguir prácticas tradicionales que sorteaban la crítica de la Iglesia a la usura, con
el inconveniente de su rigidez. Pero los estados tenían problemas crecientes de numerario, por lo que
surgieron los juros en la hacienda de los Austrias, deuda pública remunerada que se podía negociar en los
mercados financieros; los asientos, reservados a casas importantes, figuran a medio camino entre la
transferencia de capitales con cambio de moneda y el préstamo. Se perfeccionaron los sistemas contables,
con el libro mayor, el diario, la contabilidad por partida doble, la sustitución de la numeración romana por la
arábiga… También se desarrollaron prácticas más o menos especulativas. La creciente circulación de dinero
necesitaba de especialistas; los usureros estaban prohibidos, y a menudo se les identificaba con la minoría
judaica. Tenemos también cambistas y auténticos banqueros, que cambiaban moneda, giraban cantidades
entre distintos centros financieros, recibían dinero en depósito… La tipología de los establecimientos
financieros cubría un amplio espectro. Alcanzaron cierta importancia algunos bancos municipales, que eran
esencialmente cajas de depósito volcadas en la atención de las necesidades financieras del municipio. Un
salto cualitativo importante fue pasar de estas instituciones financieras a auténticos bancos públicos en el
sentido moderno, que remunerasen los ahorros allí depositados y pudieran prestar a interés, pero hay que
esperar al siglo XVII para que esto suceda.
6. Fases y coyunturas económicas
Los precios en España se cuadruplicaron aproximadamente a lo largo de la centuria, distinguiendo
claramente dos fases en su ritmo ascendente:
1) Primera mitad s. XVI, se inicia la revolución de los precios, experimentando estos un alza moderada;
2) Segunda mitad s. XVI, se produce la fase culminante de la revolución de los precios.
Aparte de constituir el factor fundamental que desencadenó el alza de precios, el creciente desequilibrio
entre una población en ascenso y unos recursos que se incrementaban cada vez con mayor dificultad fue el
principal responsable del deterioro que experimentó la coyuntura económica en la segunda mitad del s. XVI.
Además, sus efectos se vieron agudizados por la tendencia hacia la polarización social que se derivaba del
proceso socioeconómico. En efecto, la progresiva fragmentación de las explotaciones como consecuencia del
incremento demográfico y de las prácticas hereditarias fue acentuada por la ofensiva de las clases no agrarias
sobre la propiedad de la tierra, determinando que la mayoría del campesinado dispusiese de unas propiedades
cada vez más reducidas. En todo caso, la tendencia a la desaparición de las propiedades de tipo medio y el
proceso de endeudamiento del campesinado como consecuencia de su progresivo empobrecimiento parecen
constituir un fenómeno bastante común en la Europa de la segunda mitad del s. XVI. Otros factores que
contribuyeron a intensificar este proceso fueron el cambio climático que experimentó el continente, aunque
no radical, iniciándose lo que se ha denominado como “pequeña edad glaciar”. También la intensificación de
los enfrentamientos bélicos en la segunda mitad del s. XVI contribuyó a empeorar la situación, ya que, aparte
de sus efectos directos (destrucción e inseguridad), provocaron un considerable crecimiento de la presión
fiscal en la mayoría de los países. En todo caso, ya fuese por el efecto de la crisis malthusiana, el cambio
climático o la incidencia de la guerra, lo cierto es que el descenso de la producción agraria y la frecuencia de
las malas cosechas fueron unos fenómenos bastante comunes en la Europa de la segunda mitad del s. XVI
Finalmente, para completar este sombrío panorama, las epidemias también volvieron a reaparecer con mayor
frecuencia e intensidad a partir de 1575. De todas formas, tanto la cronología como la naturaleza del
ensombrecimiento de la coyuntura económica fueron muy diversas en el conjunto de Europa. Los síntomas
más prematuros de la crisis parecen producirse en Francia, y arrancan ya desde la década de 1560. Sin
embargo, será sólo en el último decenio de la centuria cuando las dificultades adquieran un carácter general
en la mayoría de los países. Pero mientras que en algunos casos (como Inglaterra o las Provincias Unidas)
esta etapa no es más que una pausa en el proceso de crecimiento, en otros (sobre todo los países
mediterráneos) constituye el inicio de la aguda crisis que se experimentará en el s. XVII. En conclusión, los
cambios registrados durante todo el s. XVI, no parecen suficientes para justificar el concepto de una
“revolución económica del siglo XVI”. Los nuevos elementos aparecidos en el terreno del comercio del
dinero, del ensanchamiento geográfico del horizonte económico y de las relaciones de producción, no deben
hacer olvidar el peso específico de una Europa rural casi inmóvil. El primer capitalismo no puso en cuestión
las formas socio – económicas.
TEMA 4. Las nuevas monarquías del Renacimiento
1. Los debates sobre el Estado y el concepto de Estado Moderno
El Estado Moderno surgió entre los siglos XIV y XV, cuando los reyes aprovecharon la crisis del feudalismo
para retomar su poder, y su proceso de surgimiento se aceleró en el Renacimiento, con profundas
transformaciones en los mecanismos del gobierno y en el ejercicio del poder. Este proceso estuvo respaldado
por la burguesía, una nueva clase social nacida con este tipo de Estado. El Estado moderno poseía identidad,
estaba organizado, estructurado y era formal; era reconocido políticamente por otros y el poder estaba
centralizado. Su formación tuvo variadas consecuencias a nivel político, económico y social. Fue el modo de
gobierno utilizado en toda la Edad Moderna y parte de la Contemporánea. Los reyes europeos iniciaron el
proceso de formación del Estado moderno, al comenzar a concentrar y centralizar el dominio sobre sus
tierras. Aprovechando crisis que enfrentaban los señoríos tras las guerras, hicieron pactos con los señores
feudales para recibir sus tierras a cambio de algún privilegio, o si no debieron reconquistarlas a través de
guerras sangrientas. Los reyes fueron "ayudados" en este proceso por los burgueses que deseaban
desprenderse de los señores feudales, ya que se veían perjudicados por la condición de vasallos de éstos y la
economía feudal.
El proceso de cambio político constituyó más una práctica que el resultado de una teoría, porque respondió,
en cada lugar, a las condiciones preexistentes. No se trata, por tanto, de un desarrollo general y homogéneo,
sino de una tendencia que en el Renacimiento se inauguró y en la centuria posterior se desarrolló. En el
Renacimiento y el s. XVI es difícil hablar de estados modernos en el sentido de “nacionales”. El término
“nación” significaba entonces –y hasta la Revolución Francesa— el origen geográfico, regional o local, de
un individuo, y no aludía a la pertenencia a una determinada formación político-territorial. Tampoco el
concepto de “Estado” era similar al actual. Nadie se refería a él como una entidad abstracta diferenciada de
gobernantes y gobernados, sino que se encarnaba en el príncipe y en la dinastía. Italia había visto cómo se
creaba en el s. XV la forma más original de poder, la misma que inspiró El Príncipe, de Maquiavelo: la
conquista del Estado por el hombre de guerra, que conserva en provecho propio la autoridad que ha sabido
mantener contra los peligros exteriores o la instalación en el poder de los dueños del juego económico. En
una Europa que respetaba la tradición y la naturaleza religiosa de la autoridad legítima, los señoríos italianos
son el nuevo signo del papel que habría de jugar la fuerza en el Estado. Pero, por encima de la variedad de
formas de poder, lo que caracteriza los últimos decenios del siglo es el esfuerzo consciente de todos los que
lo detentan por reforzar su autoridad, por vencer las resistencias que encuentran en su ejercicio y para dar al
Estado las bases y los medios de sus nuevos destinos. Los soberanos y sus consejeros instauraron, de 1450 a
1500, los elementos que permitieron en el s. XVI la construcción del Estado moderno, bajo la forma de la
monarquía centralizadora. Esto queda señalado por diversas acciones:
a) La consolidación y la especialización del Consejo del rey. Instituciones. El estado moderno se
apoyará en sus instituciones para lograr que la maquinaria estatal pudiera funcionar, y partieron del Consejo
Real de la Edad Media conectando con la curia regis, compuesta por miembros elegidos por el soberano al
cual le ofrecían su consejo. El rey fue eligiendo personas cada vez más capacitadas y preparadas, realizando
a poder ser un cursus honorum para que las personas más notables y preparadas ocuparan los puestos
institucionales. Los monarcas intentaron mediante una política consciente, controlar la elección de sus
consejeros, bien reduciendo su número, bien creando, al lado del Consejo de composición tradicional, un
órgano más restringido, a menudo oficioso, pero que desempeñaba el papel más importante. Al tener el
Consejo una competencia universal, se esbozó una división entre sus atribuciones políticas y sus atribuciones
jurídicas por medio de la creación de un nuevo órgano. Finalmente, para afirmar su soberanía, el rey intentó
hacer de su Consejo la más alta autoridad del Estado, por encima de todas las demás instituciones,
especialmente de los órganos representativos que limitaban su poder.
b) La multiplicación de los representantes del poder. Burocratización. Cada vez se fue buscando más
una burocracia especializada y jerarquizada. Este personal se definió al servicio exclusivo del monarca, a
través del cual ejercían su acción de gobierno. Así, la burocracia organizaba y extendía la acción de gobierno,
contando además con una formación universitaria y unos conocimientos prácticos. En su mayoría estaban
formados por la nobleza media y baja y por la burguesía letrada. La creación de una estructura de
gobernación más compleja se debió a que a la existente se le sumaron instituciones representativas del
pueblo (Cámara de los Comunes en Inglaterra) y en algunos casos también de las élites ( Prusia, Holanda e
Inglaterra con la Cámara de los Lores). También se formaron los Parlamentos. La consolidación del control
por parte del soberano exigió, en una época en que las distancias eran un obstáculo considerable, la presencia
de servidores fieles en las provincias. Al lado de los jueces reales, la forma más antigua de representación del
soberano, aparecieron nuevas jerarquías administrativas, vinculadas al desarrollo mismo de las actividades
del Estado. Estos representantes del soberano se elegían tanto entre la pequeña nobleza provinciana, a la que
se unía así a la clientela real, como entre los clérigos formados en el derecho romano, que apoyaban, desde
hacía tiempo, las ambiciones de los soberanos. A veces eran poseedores vitalicios de sus cargos
(funcionarios), revocables sólo por voluntad real.
c) La búsqueda de recursos regulares. Finanzas. En la tradición medieval, el soberano debía vivir
normalmente de su dominio, es decir, de la renta de los derechos señoriales y feudales, de los beneficios de
sus posesiones (bosques y tierras) y del producto de los derechos de regalía (acuñación de moneda, derecho
de mañería, etc.). En todas partes, los soberanos del s. XV trabajaban para acrecentar estas rentas
“ordinarias” por medio de una gestión mejor y por adquisiciones. Pero estas rentas eran insuficientes desde
hacía mucho tiempo y, más aún, ante las nuevas ambiciones del Estado. Por lo tanto, era necesario obtener
recursos “extraordinarios” en forma de impuestos sobre las personas y los bienes o tasas sobre los
intercambios. Los monarcas irán buscando cada vez más su independencia económica, es decir, buscando la
autofinanciación. Esto será posible gracias a los diferentes derechos exclusivos de las monarquías, como eran
las propiedades de patrimonio real (minas e impuestos como el que gravaba la acuñación de moneda) y a la
creación de nuevos sistemas de recaudación impositiva, como impuestos aduaneros. También se redactaron
normas para el control de la entrada y la salida de los bienes. Todo el sistema de recaudación era dirigido por
la burocracia. Todo ello provocó que poco a poco la presión fiscal tendiera a aumentar en todos los países,
creciendo a la vez que avanzaba la Edad Moderna, lo que dio origen a tensiones permanentes con los
súbditos. También los monarcas intentaron sortear las exenciones fiscales de los grupos privilegiados.
d) La creación de un ejército permanente. El ejército pasó de ser señorial a ser estatal, mantenido
con fondos estatales y buscándose que fueran nacionales, permanentes y profesionales. Por ello, comenzaron
a ser cuerpos armados cada vez más estables al servicio exclusivo del monarca. Su función era el de buscar
la estabilidad interior del estado y la hegemonía en el exterior. Sin embargo, todavía dominaban en el ejército
moderno los mercenarios, que no luchaban por la patria sino por dinero. En cuanto al generalato, oficiales y
la soldadesca, éstos aprendían sobre la marcha de los combates y sobre el terreno, ya que las academias
militares no se crearían hasta el siglo XVIII. Un rasgo de modernidad fue que poco a poco los ascensos
dentro del ejército se fueron asociando más a los méritos profesionales que al origen social de los individuos.
Tecnológicamente, la evolución más importante del ejército fue el espectacular desarrollo de la artillería. El
ejército permanente es un elemento fundamental en la construcción del Estado moderno, orientado a afirmar
su poder en el exterior, y era también la causa esencial de la búsqueda de recursos financieros regulares y
abundantes. El ejército feudal tradicional, que movilizaba a los vasallos y súbditos por medio de bandos y
llamamientos, era ya insuficiente. La guerra se convirtió en un oficio especializado, y se impuso la necesidad
de recurrir, junto a la antigua “hueste”, a las compañías de ordenanza, formadas por jóvenes gentilhombres, y
a las milicias de arqueros procedentes del pueblo bajo. Muy pronto, a imitación de las repúblicas italianas,
que utilizaban en gran número y desde hacía mucho tiempo, los servicios de los condottieri, los soberanos
empezaron a reclutar mercenarios, pagados para hacer la guerra. Así pues, de 1450 a 1500, se franqueó una
etapa decisiva en el camino de la construcción del Estado moderno, en el que se encarna la vitalidad y el
dinamismo del grupo nacional, que toma a su cargo, bajo la firme dirección del soberano –garante de la
continuidad histórica y símbolo de una unidad todavía imperfecta, pero buscada y exaltada— el destino de la
comunidad. En esta aparición del Estado no todos marchan al mismo paso, y el mapa político de la Europa
de finales del s. XV lo muestra claramente: los países de la Europa central y oriental seguirán retrasados en
este aspecto, con respecto a los países occidentales, hasta el Despotismo Ilustrado en el s. XVIII.
Rasgos definidores de los estados modernos
• Una entidad territorial definida, un poder superior suficientemente fuerte y rico en sus funciones.
• Una normativa legal jerarquizada y más rica.
• Una reducción suficiente del orden feudal heredado.
• Organizaciones institucionales coherentes.
• Una infraestructura suficientemente sólida que permita a las organizaciones institucionales el
ejercicio del poder.
Consecuencia de la formación del Estado Moderno
• El nacimiento del nacionalismo: los reyes usaron el nacionalismo como un instrumento para la
formación de un estado centralizado al unir al pueblo bajo una misma bandera y un mismo idioma.
• La creación de los estados liberales.
• La creación de las monarquías absolutistas y las monarquías parlamentarias.
• La formación de instituciones estatales.
• La estatalización del ejército.
• El uso de nuevos sistemas económicos como el mercantilismo, y posteriormente la fisiocracia y el
capitalismo.
Cabe decir que el debate historiográfico ha dado lugar a dos posiciones: aquellos que aplican a esta situación
el término de “estado moderno” y aquellos que cuestionan que se pueda calificar de estado a cualquier
configuración política anterior a la Revolución Francesa.
2. La crisis de los poderes “universales”
El Imperio y el Papado, que durante la Edad Media han sido frecuentemente protagonistas, no ejercen ya la
misma autoridad universal ni tienen el mismo esplendor. Han perdido ya su carácter supranacional, aunque
ambos conserven una preeminencia honorífica más que discutida. La Reforma no hará sino acelerar la
pérdida de protagonismo de uno y de otro.
La pérdida de la autoridad papal
La autoridad religiosa papal que le confería el ser tenido por sucesor de San Pedro y actuar como legítimo
interpretador de la Biblia –donde se hallaban tantas máximas políticas— le otorgó una omnipotencia que
ultrapasaba las tareas espirituales y se adentraba resueltamente en los quehaceres seculares. La ideología
hierocrática del papado se vio reforzada con la reforma gregoriana (siglos XI y XII) y por las autorizadas
interpretaciones. Según estos autores, el papa dirigía el gobierno universal por su condición de vicario de
Cristo, mientras que el emperador sólo tenía legitimidad si actuaba bajo el beneplácito del sumo pontífice.
Junto a estos abstractos razonamientos político-religiosos, también atizaron los enfrentamientos cuestiones
más pragmáticas como el control de los nombramientos de los clérigos, las rentas eclesiásticas y la
administración de justicia. Las hostilidades entre el papado y el Imperio fueron intensas y obstinadas hasta
finales del s. XIII, pero, a partir de entonces, ambos poderes universalistas entraron en un imparable proceso
de decadencia. La soberanía universal del papa fue también cuestionada por las monarquías. Más que una
cuestión personal, la gravedad de estas diferencias eran un signo de los nuevos tiempos en los cuales la
unidad cristiana se empezaba a fraccionar en diferentes unidades nacionales. El prestigio y la autoridad del
papado disminuyó hasta sus cotas más bajas durante el s. XIV (traslado a Avignon y el Gran Cisma de
Occodente). Al final del mismo, los monarcas aprovecharon la ocasión para negociar con la Santa Sede los
primeros concordatos. Todos estos tratados tuvieron para las autoridades civiles la sumisión fiscal del clero
y el control de los nombramientos eclesiásticos. Además, estos concordatos fueron continuamente revisados
durante los siglos posteriores al efecto de aumentar las prerrogativas del rey sobre los asuntos del clero. En
poco tiempo los monarcas consiguieron amplias atribuciones sobre su clero nacional. En los territorios
luteranos, sin embargo, la estatalización de la Iglesia se llevó a cabo por la vía de la ruptura con la autoridad
de Roma.
El declive de las pretensiones universalistas del Imperio
Durante el período medieval los emperadores de Occidente se consideraban como los legítimos sucesores de
los césares romanos. La ideología imperial mantuvo la concepción universalista y la potestad máxima
característica del Bajo Imperio, pero, con la influencia de la religión monoteísta cristiana, el emperador fue
cubierto de un halo de sacralidad y santidad que lo colocaba en una posición muy por encima de sus súbditos
y sólo por debajo de Dios. Esta delegación divina, exaltada a través del simbolismo de las ceremonias de
coronación, establecía una idea de gobernante que actuaba a un mismo tiempo como rey y como sacerdote.
Esta concepción cesaropapista chocó frontalmente con las pretensiones del papado. La Santa Sede reservaba
al Sacro Imperio el ejercicio del poder que simbolizaba la espada, es decir, el de brazo armado de la Iglesia y
defensor de la verdadera religión. El papa cedía este poder al emperador y, de la misma manera, podía
arrebatárselo si éste no cumplía el fin para el cual se le había conferido. Contra este elaborado y maduro
argumento teológico la ideología imperial tuvo escasa capacidad de réplica. Aun así, no faltaron ardientes
defensas historicistas y providencialistas del Imperio frente al Papado que denunciaban las pretensiones
hierocráticas del papa y trataban de demostrar la finalidad pacificadora y justiciera del emperador frente al
peligro del Anticristo (el desorden). Esta pauta, sin embargo, permaneció en el marco de la teoría. Los
conflictos de los siglos XIV y XV (Guerra de los Cien Años) y la debilidad del Imperio, cada vez con menos
pretensiones universalistas y más identificado con la nación alemana, pusieron de manifiesto la naturaleza de
los nuevos poderes: los reyes soberanos. Se introdujeron en la doctrina jurídico-política una serie de
fórmulas que manifestaban la idea de que el monarca no reconocía ningún poder superior en lo temporal
dentro de su territorio –reges superiorem non recognoscentes— o que el rey era un emperador en su reino –
rex et imperator in regno suo—. Se desarrolló un proceso de “imperialización” de la figura del rey que se
reveló con la apropiación de una serie de símbolos y atributos hasta entonces privativos del emperador (título
de majestad, la representación pictórica del rey con vestidos y ornamentos imperiales o la sacralización del
rey como Vicarius Christi). La doctrina del origen divino del poder real se desarrolló en todas las cortes
europeas pero particularmente en Francia.
Resurgimiento de un nuevo poder: la burguesía
La monarquía tuvo que hacer frente a la fragmentación de poder feudal. El feudalismo europeo tuvo su
momento álgido entre los siglos X y XIII. Ante la inseguridad que provocaron las invasiones, los reyes
cedieron a sus lugartenientes la protección y custodia de una parte de su territorio. Cada zona (feudo) se
convirtió en una unidad autárquica y en un dominio jurisdiccional bajo el gobierno efectivo de un señor, que
aunque mantenía una relación feudo-vasallática con el monarca, en ocasiones cuestionaba su autoridad e
incluso se enfrentaba a él. Este fortalecimiento de los poderes locales supuso un debilitamiento de la
autoridad del rey, que conservó como principal atributo su carácter religioso, conviviendo tanto con el
contrato feudal como con el constitucionalismo que se desarrolló en las ciudades. El progreso de las ciudades
ocasionó la aparición de un grupo social, la burguesía, que no compartía los intereses feudales. Esta
circunstancia fue aprovechada por la realeza para frenar a la nobleza feudal: el monarca favoreció la
emancipación de las ciudades del dominio señorial y les otorgó abundantes privilegios, lo que le permitió
contar, además de con su fidelidad, con una milicia disciplinada. En el norte de Italia, las ciudades se
convirtieron en entidades autónomas y autárquicas, en auténticas ciudades-estado. La aparición de los nuevos
poderes ciudadanos provocó en los estados la creación de formas de gobierno más complejas: las Cortes en
España, las Dietas en Alemania, los Estados Generales en Francia o Parlamento en Inglaterra. En estas
asambleas el monarca convocaba a representantes del clero, la nobleza y las ciudades; se puso de manifiesto
la conciencia de unidad nacional y el apoyo de la nueva sociedad burguesa al rey. La asunción por parte del
monarca del poder público y supremo sobre un territorio conformó el concepto de soberanía y la idea de
Estado. A lo largo de la Edad Moderna, la capacidad que demostraron los reyes para controlar estas
asambleas determinará el grado de absolutismo que lograron imponer (docilidad de los Estados Generales en
Francia, intervencionismo real en Castilla, relaciones muy incómodas en Aragón, monarquía centralizada en
Inglaterra…).
4.3. Características e instrumentos de las nuevas monarquías
Consciente de la imagen de poder que deseaba transmitir, el príncipe buscó símbolos que resaltasen la
dignidad de su magistratura. Así, la liturgia cortesana respondió a una doble función: por un lado, recordar
continuamente a los súbditos la autoridad del monarca y, también, impresionar al visitante extranjero. Los
efectos escenográficos que rodearon al príncipe fueron perceptibles en todas las cortes europeas. De la unión
de las formas italiana y borgoñona se nutrió una nueva generación de gobernantes cuyo prestigio y autoridad
quedan reflejadas en símbolos de fortaleza física, virtud moral y superioridad intelectual. Junto a estos
elementos, el necesario componente religioso completó una imagen del gobernante a medio camino entre el
semidios y el campeón de la fe. Sólo una estrecha relación del gobernante con Dios podía justificar el poder
autocrático, que resultaba, entonces, emanación de la justicia divina. Todos los monarcas fueron muy
cuidadosos en subrayar los rasgos religiosos de su trono. La jerarquía eclesiástica de cada país fue objeto de
un proceso de “estatalización”, con resultados diversos. Allí donde el proceso tuvo resultados positivos, el
proyecto de centralización encontró un decisivo refuerzo ideológico y un respaldo económico adicional. La
injerencia civil en los asuntos eclesiásticos provocó el recelo de Roma y una tensión larvada que algunas
veces estalló en conflictos jurisdiccionales e incluso bélicos. Aparte de la religión, la tradición jugo un papel
fundamental en la consolidación del príncipe, unos ligados al pasado histórico de las comunidades, otros a la
herencia dinástica. Por supuesto, esta tradición histórico-política, de la cual muchos de los nuevos
gobernantes difícilmente podían considerarse herederos, hubo de ser manipulada, en mayor o menor grado,
para resultar válida a sus intereses. Así, medidas artísticas (obras públicas y artísticas, Medici en Florencia)
fueron aplicadas en las cortes, con dos objetivos: legitimar el dominio del príncipe y borrar de la memoria
oscuros episodios del pasado o esplendores rivales. La iconografía artística, la literatura oficial y otras
manifestaciones propagandísticas tendieron a representar al príncipe como heredero del pasado más glorioso,
fuera real o aceptado por la mayoría. Aunque estas justificaciones no eran nuevas, en el Renacimiento se hizo
especial énfasis en su valor y se enriquecieron con el recuperado elemento clásico. Los gobernantes tuvieron
que demostrar también sensibilidad para con las tradicionales libertades de su país, pese a las aspiraciones
monopolísticas del poder. La observancia de estos principios obligó en muchos lugares a que el príncipe
jurase explícitamente el corpus constitucional y la defensa de las libertades de sus súbditos. Este trámite
nunca fue un mero formulismo y se mantuvo como requisito para el acceso al trono del nuevo soberano y la
jura del heredero. Al mismo tiempo, el proyecto absolutista encontró alguno de sus límites en la autoridad de
los órganos y cuerpos representativos, teóricamente garantes de la tradición. Aunque el gobernante de la
Edad Moderna incorporó aspectos novedosos en cuanto a la imagen de su autoridad, la esencia de su
autoridad siguió basándose en una concepción dinástico-patrimonial del estado y en la legitimación religiosa.
Instrumentos de las nuevas monarquías
Los estados desarrollaron un amplio programa de reformas internas y una política de prestigio exterior que
corrió diversa suerte.
– Las empresas bélicas: la guerra fue el medio fundamental del príncipe. Sustancialmente agresivos,
los estados encontraron en ella un instrumento polivalente que satisfacía sus necesidades. La
actividad bélica protagonizó tanto la acción exterior como la interior de los gobernantes, cuya
política de prestigio no hubiera tenido valor sin el apoyo de la fuerza. En primer lugar, sólo mediante
la guerra se impuso el príncipe sobre sus competidores interiores, especialmente la aristocracia
señorial que mantenía ejércitos privados. En muchos casos, las nuevas monarquías nacieron de
conflictos civiles, como en la Península Ibérica o en Inglaterra. Las empresas bélicas habían
demostrado (caso de la España de los Reyes Católicos) su valor para unificar el país en proyectos
comunes, dirigir las energías de los más inquietos, conquistar nuevos territorios y fundamentar la
política exterior. El uso masivo de la artillería junto con el desarrollo de la ingeniería militar
plantearon los asedios en términos nuevos, así como las armas personales de fuego, otorgaron el
protagonismo en los combates a una infantería disciplinada y oscurecieron a la caballería,
permitiendo a los estados protagonistas obtener una ventaja decisiva en la lucha por la hegemonía.
La nueva organización de los contingentes desterró poco a poco la dependencia de las milicias
privadas y colocó definitivamente la actividad bélica dentro de la esfera estatal, por lo que quedó
abierto el camino hacia el ejército permanente. Sin embargo, todo esto implicó un crecimiento
desmesurado del gasto militar, que obligó a reformas fiscales y al aumento de la presión tributaria.
– Política hacendística: todos estos requerimientos de gasto se tradujeron en cambios en el sector
hacendístico que implicaron reformas en la organización y, en especial, aumento de la presión fiscal.
Los esfuerzos de los soberanos por aumentar y mejorar la recaudación de impuestos chocaron con
los privilegios de diversos grupos y los problemas derivados de la propia estructura recaudatoria. En
general, la política fiscal abundó en dos líneas básicas: diversificación de los ingresos tributarios
interés mediante impuestos indirectos (consumo, comercio) que permitían obtener rendimientos
fiscales de aquellos cuerpos ajenos a la tributación directa, y los impuestos directos, de tratamiento
más delicado porque recaían sobre los no privilegiados (campesinos) y siempre causó tensiones. Los
tributos siguieron recaudándose mayoritariamente de modo indirecto, a través de intermediarios. Ello
provocó que parte del beneficio fiscal quedara en manos privadas y, además, que la imagen del
estado dependiera de la acción de particulares. Los tributos no alcanzaban a sufragar los ambiciosos
proyectos de los gobernantes, y el dinero se recogía con retraso y drenaba numerosos bolsillos antes
de llegar al Tesoro. El recurso del préstamo se generalizó pronto y empezó a gravar con peligro los
ingresos regulares, en función de los intereses exigidos Ejemplo claro fue la Monarquía Hispánica,
que llegó a declararse varias veces en bancarrota durante el s. XVI). El recurso al crédito de los
banqueros, a través de los llamados “asientos”, se completó con la emisión de deuda pública, en
forma de “juros” que eran situados sobre rentas de la Corona. Estos fueron algunos de los límites
más caracterizados del estado, la inadecuación de la organización hacendística a los ambiciosos
proyectos de dominio y el alto costo de los grandes ejércitos.
– La burocracia y la administración. La burocracia empieza a poner sus bases. El campo
administrativo permitió realizar avances sustanciales hacia el objetivo máximo de la centralización
del poder. Sin embargo, el crecimiento burocrático se produjo sin una planificación adecuada y
atendió a las necesidades de cada momento, lo cual provocó interferencias en las competencias,
solapamientos poco funcionales y una estructura administrativa resultante calificada a veces como
caótica. En la base del problema figuraba la propia concepción del estado, indiferente a la división
entre lo patrimonial dinástico y lo público. A partir de los Consejos reales (formado por la alta
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Plan de trabajo haem (1 4)

  • 1. TEMA 1. Los descubrimientos geográficos 1. Motivaciones, conocimientos geográficos y capacidades técnicas. Entre las motivaciones encontramos las económicas (la primordial), políticas (Portugal y España), religiosas (nuevas tierras para la fe) y psicológicas (sabios, humanistas o aventureros). La expansión atlántica estuvo protagonizada por los países marítimos del suroeste de Europa, donde se acumulaban conocimientos cosmográficos, el desarrollo de las artes cartográficas y conocimientos sobre navegación, entre los que el descubrimiento de la carabela representaría un avance notable en el dominio de la navegación a vela que llevaría a los navegantes a abrir nuevas rutas oceánicas. Pero los instrumentos técnicos en esta era siguen siendo rudimentarios y suponían una osadía y valor que rayan la inconsciencia, aunque los resultados a fines del s. XV le dan la razón. Navíos poco aptos para las exploraciones (galeras, navíos), hasta el uso de la carabela, y sistemas de navegación rudimentarios (brújulas fijas, tablas de derrota, astrolabios...) 2. Las primeras expediciones europeas. El protagonismo de Portugal (siglo XV) La expansión atlántica tuvo en los reinos de Portugal y Castilla sus principales agentes. Las empresas africanas portuguesas fueron necesarias debido a la carencia de oro que sufría el reino; además, la insuficiencia monetaria y el aumento demográfico obligaban a la puesta en cultivo de nuevas tierras con las que satisfacer la demanda cerealista en el inmediato continente africano, de donde se podía obtener, además, la mano de obra esclava necesaria. El incremento de recursos pesqueros y la obtención de productos más o menos exóticos se sumaban a las razones anteriores para explicar estas empresas. El verdadero organizador e inspirador de los grandes descubrimientos lusitanos del s.XV fue el infante Enrique el Navegante (1394- 1460). Fases: 1. Inicio de la expansión lusitana: conquista de Ceuta (1415). Aseguraba la presencia portuguesa en el Magreb. Desde aquí, las expediciones lusitanas, investidas con el espíritu de la Cruzada, continuaron no sólo bordeando la costa africana hasta el Cabo Bojador (1434), sino estableciéndose en las islas atlánticas de la Madera (1420) y de los Azores (1437). 2. Descubrimiento de “la Volta” (regreso a Portugal aprovechando el régimen de los alisios), permitió continuar más allá del Cabo Bojador y llegar hasta el Golfo de Guinea y Cabo Verde (1444), donde terminaría la segunda etapa de la expansión lusitana (factoría de Arguín, enclave estratégico que permitiría a los portugueses entrar en contacto con los circuitos caravaneros que los relacionarían con Tombuctú, importante núcleo mercantil islámico). 3. La tercera etapa llevaría la expansión africana desde Cabo Verde hasta el cabo de Santa Catalina (1475). Llegaron a la Costa de Oro (Ghana) donde levantaron la fortaleza de La Mina, emporio mercantil del oro que afluía de todo su entorno. Se descubrieron varias islas. 4. Culminación del horizonte africano. Tras la finalización del enfrentamiento bélico entre Castilla y Portugal (Tratado de las Alcaçobas, 1479) debido a la guerra de sucesión a la corona de Castilla, se reanudarían las expediciones que llevarían a los portugueses al océano Índico (1499). Contacto con el imperio congolés y alcanzaría lo que actualmente es Ciudad del Cabo. Descubrimiento del paso hacia Oriente por Bartolomé Dias en 1487, pero pasarían aun ocho años hasta que la expedición de Vasco de Gama utilizara esa ruta. 3. Castilla, Colón y el descubrimiento de América. La competencia luso-castellana en el Magreb, el banco sahariano y las riquezas extraídas por los portugueses en La Mina determinarían la vocación atlántica de Castilla y el dominio del archipiélago canario, que acabarían incorporando los Reyes Católicos a su corona tras un dilatado e irregular proceso de conquista. En Canarias los Reyes Católicos utilizaron el sistema de capitulaciones, de larga tradición en Castilla, y que continuarían utilizando después en la empresa de Indias. Cristóbal Colón Se estableció en Portugal hacia 1476, en la colonia genovesa, y navegó inicialmente en barcos lusitanos en viajes comerciales. En uno de estos viajes de negocios a Génova regresó con un proyecto ya madurado de hallar una ruta por Occidente que llevara hasta Oriente. Las fuentes con las que contaba Colón provenían de la geografía clásica; el error estaría en la distancia que separaba las costas europeas de las de Asia, calculadas en torno a 2.400 millas por Colón cuando en realidad son 10.600 millas. El proyecto colombino fue presentado a Juan II de Portugal entre 1482 y 1484, pero fue rechazado probablemente por desconfianza sobre las estimaciones de distancias, por la prioridad de la ruta africana, y por el riesgo que para la corona portuguesa podría suponer transgredir el acuerdo de las Alcaçovas. En consecuencia, Colón marchó a Castilla y fue recibido por los Reyes Católicos en 1486; fue acogido en la corte, lo que le permitió
  • 2. perfeccionar el proyecto, pero su impaciencia le hizo regresar a Portugal, donde se encontró con las noticias del hallazgo del paso a Oriente por África; su sueño de que el rey Portugués financiara su proyecto se derrumbaba, no quedándole más remedio que regresar a Castilla. Entre 1489 y 1491 Colón adoptaría una doble táctica: su hermano Bartolomé iniciaba contactos (infructuosos) con otras monarquías europeas, mientras él buscaba apoyos en la nobleza castellana (duques de Medinaceli y Medina Sidonia). Finalmente, una nueva Junta volvía a discutir el proyecto, alcanzándose las Capitulaciones de Santa Fe, el 17 de abril de 1492. En ellas se concedían a Cristóbal Colón los títulos de almirante con carácter perpetuo, virrey y gobernador de los mares y tierras que descubriese, la percepción del diezmo de los beneficios y rentas a obtener, derecho a participar con una octava parte en toda expedición comercial con destino a las tierras descubiertas y derecho jurisdiccional sobre los pleitos económicos que pudieran suscitarse. Se eligió Palos de la Frontera como puerto de salida. La financiación fue posible por las prestaciones de la Hermandad de Galicia, aportaciones del propio Colón y otras menores de vecinos de Palos y amigos de Colón. El descubrimiento de América 1. Primer viaje (desde el 6 de septiembre al 12 de octubre) Dos carabelas (la Pinta y la Niña) y la nao Santa María integrarían la flotilla que se hizo a la mar el 3 de agosto de 1492. Tras aprovisionarse en la Gomera, el 6 de septiembre pusieron rumbo hacia el Oeste. Al amanecer del 12 de Octubre, el vigía Juan Rodríguez Bermejo dio la señal de que se había alcanzado tierra. Se trataba de un islote del archipiélago de los Lucayos, al que pusieron por nombre San Salvador. La pretensión colombina de haber llegado a Asia chocó inmediatamente con el estado de los indígenas que encontraron, pacíficos y desnudos, pero los prejuicios geográficos de Colón le llevaron a entender a los indígenas de Cuba que aquello eran tierras del Gran Khan y que al este había oro. Colón llegó a La Española, donde el jefe indígena le informó sobre el oro de Cibao, noticia que probablemente tuvo que ver con la pérdida de la nao Santa María el 25 de diciembre, con cuyos restos se construyó el Fuerte de la Navidad, primer asentamiento español en el Nuevo Mundo. El 16 de enero iniciaron el regreso a España. El Rey, informado del resultado del viaje, inició una hábil política dirigida a disuadir amenazadoramente a Juan II de Portugal de sus pretensiones sobre las “nuevas Canarias” y a conseguir el reconocimiento internacional, contando con el apoyo de la Santa Sede. A esta política se debe la denominada “Carta de Colón”, en la que se introdujeron errores geográficos para situar las nuevas tierras fuera de la órbita portuguesa definida en el tratado de Alcoçavas. Las “Bulas Alejandrinas”, salieron de la cancillería vaticana: - primera Inter coetera: donación papal de las tierras descubiertas a “los señores Reyes de la Mar Oceana”; - segunda Inter coetera restablecía el equilibrio entre Castilla y Portugal roto en la bula anterior, fijando la división del océano en un meridiano a cien leguas al oeste de Cabo Verde; - la tercera Inter coetera extendía a Castilla las concesiones papales hechas a Portugal con anterioridad; - la bula Piis fidelium nombraba un legado papal para el segundo viaje de Colón. 2. Segundo Viaje: fue decidido con urgencia debido a la necesidad de asegurar aquel dominio contando con la bendición papal y contó con un gran despliegue de recursos y hombres. La ruta varió respecto a la del primer viaje: bajaron primero hacia el Suroeste de Canarias para poner rumbo oeste al encontrarse a la altura de Cabo Verde. En La Española encontraron el fuerte Navidad arrasado y a sus ocupantes muertos. El hambre y la falta de resultados materiales hicieron aumentar los problemas internos, que fueron solventados por Colón con mano dura, lo que no hizo más que aumentar el descrédito del almirante. Su precaria salud y la inminente visita de un enviado del rey para hacer un informe hicieron a Colón regresar a España sin poder seguir hacia el Oeste. Mientras tanto, la situación insostenible entre Castilla y Portugal, tras la invalidación práctica del tratado de Alcoçavas por la bula Inter coetera llevó a ambos países a firmar un nuevo tratado en Tordesillas en 1494; en él, además de establecerse el reparto del Magreb occidental, se fija la línea divisoria del océano atlántico en el meridiano situado a 370 leguas al oeste de Cabo Verde, quedando el hemisferio occidental para Castilla y el oriental para Portugal. 3. La tercera expedición colombina salió de San Lucar de Barrameda el 30 de mayo de 1498. La flota de seis naves se dividió en dos grupos: tres naves irían a la Española y otras tres, al mando de Colón, descenderían a Cabo Verde para atravesar el océano en dirección SW. De regreso a la Española encontró una revuelta civil a la que tuvo que dedicar su atención prioritaria, llegando a pedir un jurisperito a los reyes; el enviado, Francisco de Bobadilla, acabaría instruyendo un proceso contra Colón, que volvió encadenado a España.
  • 3. 4. Último viaje: Colón quiso recuperar el espíritu descubridor. El objetivo de este viaje fue encontrar un estrecho (el Estrecho de Malaca, en Asia) que le permitiera llegar a las Indias, al oeste de las Antillas, ya que se veía que éstas no lo eran aunque no podían quedar muy lejos de las tierras por él descubiertas. Cuatro naves salieron de Sevilla en 1502; decidió esquivar la Española, y exploró las costas de las actuales Honduras, Nicaragua, Costa Rica y Panamá, así como el golfo de Urabá en la actual Colombia. Desde este golfo intentó retornar a La Española, pero una tormenta lo hizo desembarcar en Jamaica, donde permaneció hasta 1504, y regresó en 1504 a Sanlúcar de Barrameda. 5. Vasco de Gama y la llegada a la India En el reinado de Manuel I el Afortunado (1495-1521) se alcanzaría el más importante logro en las empresas asiáticas portuguesas. En julio de 1497 salía de Lisboa una reducida flota al mando de Vasco de Gama; tras bordear el cabo Tormentario (cabo de Buena Esperanza), llegó en enero de 1498 a la desembocadura del río Zambeze, donde tuvo conocimiento de las fuentes orientales del oro africano. Llegó a Mozambique y Zanzíbar, donde fue recibido con grandes muestras de hostilidad; por el contrario en Melinde, en la desembocadura del río Galana, encontró una positiva acogida que le permitió contar con ayuda para afrontar la travesía del océano Índico, lo que le permitió llegar a Calicut el 20 de mayo de 1498. Portugal finalizaba así su periplo africano, que le había llevado casi toda la centuria (1415-1499); el África occidental pasaba a ocupar un segundo lugar en la apreciación de los intereses lusitanos: la fijación de las vías comerciales que, desde las bases del África oriental, incorporaban el mercado indostánico a las demandas europeas suprimiendo el intermediario musulmán colocaban a Portugal a la cabeza de la expansión talasocrática. Los inicios de las relaciones con los pueblos de la India no fueron fáciles, en muchas ocasiones por la falta de diplomacia de los expedicionarios portugueses. Vasco de Gama tuvo que volver a someter Calicut previo bombardeo de la ciudad; la fidelidad de otras ciudades importantes como Cochin y Cananor exigían la presencia permanente de barcos portugueses. Entre 1505 y 1509 los portugueses diseñaron y levantaron un complejo sistema de defensa de su navegación y de control del territorio levantando fortalezas y factorías y estableciendo una armada permanente en aquellas aguas, convirtiendo la ruta de la pimienta en competencia incontestada de Portugal. Pero la evidencia de que la India no era el centro productor de las especias, sino que éste había que buscarlo en los archipiélagos orientales, exigió a Portugal un nuevo esfuerzo que les llevaría, entre 1510 y 1512, hasta Sumatra, Malaca y el archipiélago de Maluco. Tratado de Tordesillas Se conoce como Tratado de Tordesillas al compromiso suscrito en Tordesillas (actualmente en la provincia de Valladolid, en el noroeste de España) el 7 de junio de 1494 entre Isabel y Fernando, reyes de Castilla y Aragón, y Juan II rey de Portugal, en virtud del cual se establecía un reparto de las zonas de conquista y anexión del Nuevo Mundo mediante una línea divisora del Océano Atlántico y de los territorios adyacentes. El tratado se firmó para evitar conflictos entre las coronas de España y Portugal interesadas en el control de los mares y tierras exploradas por sus marineros. Quince años después del Tratado de Alcáçovas. 5. Otros viajes de españoles y europeos Otros poderes europeos decidieron iniciar la aventura atlántica. La presumible escala en Bristol de Joan Fernandes Lavrador, navegante al servicio de Portugal que parece que alcanzó las costas de Groenlandia, determinaría la decisión de Enrique VII de Inglaterra de apoyar el proyecto del veneciano Juan Caboto, que en su segundo viaje debió alcanzar las costas de Terranova (Canadá) y Nueva Inglaterra (Boston), aunque la expedición se perdió en su regreso. El monarca portugués no renunció a la parcela atlántica que le aseguraba el Tratado de Tordesillas; así, Gaspar de Corte Real salió de las Azores y alcanzó en el año 1500 Terranova, y la península del Labrador (Canadá) y Groenlandia en un segundo viaje; tanto él como su hermano naufragaron en el viaje de vuelta. En los primeros años del s.XVI se sitúa la iniciativa francesa con destino a las Indias Occidentales, con el mismo trágico resultado. En marzo de 1500, una flota al mando de Bartolomé Días se dirigía hacia el oeste desde Cabo Verde y alcanzaron una tierra a la que dieron el nombre de Vera Cruz. Era Brasil, tierras ya inspeccionadas por las expediciones españolas pero que el Tratado de Tordesillas había dejado en el lado lusitano. A partir del tercer viaje de Colón, descubrimientos y conquistas progresaron conjuntamente. Entre 1499 y 1519 tuvieron lugar los llamados “Viajes menores” o “viajes andaluces”, capitulados por la Corona con otros navegantes al margen del almirante Colón. La Corona arbitró un sistema tendente a evitar los problemas derivados de los primeros asentamientos colombianos en la Española: se trataba de otorgar licencias para descubrir, pero no para poblar, en muchas ocasiones con la orden expresa de evitar las costas previamente descubiertas. Así se alcanzaron las costas orientales de Guayana, el golfo de Venezuela, la isla de las perlas, la desembocadura del Amazonas… Todos estos viajes aportaron sobre todo, gran información, lo que a la postre significaría mayores riquezas. En la Junta de Toro de 1505 la Corona
  • 4. decidió recuperar el proyecto original de encontrar una ruta hacia la Especiería; para ello había que rebasar las tierras continentales descubiertas en el cuarto viaje colombino. Con la valiosa información recopilada hasta el momento, el súbdito portugués Fernando de Magalhanes ofreció sus servicios a la Corona afirmando conocer tal paso. La flota magallánica saldría de Sevilla en 1519; después de alcanzar la costa brasileña marcharon hacia el sur, atravesaron el estuario del Río de la Plata; alcanzaron el cabo de las Vírgenes; después de varias misiones exploratorias, las naves comandadas por Magallanes se internaron en el laberinto de canales interoceánicos bautizados como “Estrecho de los Patagones”, en la Tierra de Fuego. En1520 alcanzaron, por fin, el Mar del Sur. Magallanes decidió continuar el viaje rumbo a la Especiería. Tras un larguísimo viaje lleno de calamidades (averías, hambre, enfermedades, motines) las naves arribaron al archipiélago de Filipinas. En un enfrentamiento con los indígenas de Cebú moría Magallanes y muchos de sus hombres. Los supervivientes, comandados por Juan Sebastián el Cano, vagabunderaon por las islas de los alrededores practicando la piratería para reabastecerse y recuperarse hasta poner finalmente rumbo a Borneo. El miedo a los indígenas y las presiones de los portugueses, dispuestos a atraparles en cuanto los avistaran, hicieron a El Cano partir inmediatamente por la ruta del Cabo Tormentario. Tras un viaje lleno de dificultades, a las que se unía la imposibilidad de atracar en ningún puerto para no ser capturado por los portugueses, El Cano alcanzaría Sevilla en 1522. La vuelta al mundo había concluido. 6. Consecuencias materiales y culturales de los descubrimientos – Las Leyes Nuevas de 1542-1543 representarían en el Nuevo Mundo el mayor esfuerzo hacia laaplicación de las normas legales y la reforma de la administración indiana. Regularon el Consejo deindias, crearon el Virreinato de Perú y las audiencias de Lima y de los Confines, reordenaron la Hacienda, reglamentaron el modo de hacer nuevos descubrimientos, abolieron la esclavitud indígena… – Economía-mundo: la integración de América en los circuitos económicos mundiales vendría condicionada por su aportación en oro y plata, cuyas fluctuaciones determinarían varios ciclos productivos. La enorme cantidad de oro recibido en la Casa de la Contratación de Sevilla durante los primeros años descendió en poco tiempo; entre 1531 y 1540 a Sevilla llegaba ocho veces más plata que oro, aunque seguía predominando el valor de éste. La producción aurífera de la Tierra firme marca un segundo ciclo del oro (se recibió diez veces más que en las décadas anteriores), pero nuevamente tras un espectacular inicio la cantidad descendió bruscamente en los años siguientes. A partir de 1560 el valor de la plata superaría ya el del oro recibido. La llegada de metales preciosos activó el movimiento mercantil en crecimiento constante. Al finalizar el s. XVI la plata americana inundaba los circuitos económicos del mundo entero. Filipinas era el centro de un intenso mercado en el que los chinos eran ya clientes habituales. Con los portugueses dominando el océano Índico y asiduos del Mar de China, la Corona Española, en la que se había integrado Portugal desde 1581, había cerrado el circuito de la economía-mundo. TEMA 2. La expansión demográfica, el auge del mundo urbano. La sociedad 1. Características de la demografía “antigua”. Los factores demográficos. Durante todo el ciclo demográfico antiguo la población no deja de crecer, aunque muy lentamente. Sin embargo, el rasgo más destacado de este modelo es que, en los ciclos cortos, los crecimientos y las crisis catastróficas, demográficas, dependen de la coyuntura económica, las crisis de subsistencia, las guerras y las emigraciones forzosas. El régimen antiguo de población se define: por la alta natalidad, la alta mortalidad y la dependencia del tamaño de la población de la coyuntura económica. La mortalidad catastrófica tendrá una importancia decisiva en el tamaño de la población. Había un inestable equilibrio entre la población y los recursos. El elemento regulador de la demografía era la mortalidad, estrechamente relacionada con la dependencia de una economía de carácter agrícola. Periódicamente se producían crisis de subsistencias desatadas por el encadenamiento de malas cosechas. La escasez de alimentos originaba hambrunas que a su vez producían enfermedades de carácter epidémico difundidas con gran rapidez entre una población depauperada. La secuela era una mortalidad catastrófica. 2. Las fuentes y el problema de las cifras. Estimar la población del s. XVI y sus características tiene evidentes dificultades por el problema que presentan las fuentes y por la falta de fuentes adecuadas. Dos son las fuentes más utilizadas por los
  • 5. historiadores: - los recuentos de población, normalmente vecindarios, que informan del volumen y la distribución de los efectivos en un momento dado. Pero los vecindarios son siempre fuentes bajo sospecha porque se elaboraron con intenciones fiscales, falseándose muchas veces para disminuir la tributación - los registros sacramentales reunidos en los quinque libri (actas sacramentales de bautizos, matrimonios y defunciones), aunque no se generalizas hasta las últimas décadas del periodo, obligatorio tras el Concilio de Trento (1563). Pese a todos estos problemas, se han hecho estimaciones sobre cuál fue la población mundial en el s. XVI. Las cifras barajadas hablan de una evolución positiva de la población, con un crecimiento anual considerable, pero con diferencias significativas. El continente más poblado era Asia, donde se concentraba la mitad de la población mundial; le seguían África y Europa, que cambiarán sus posiciones en los siglos inmediatos por el impacto del tráfico negrero. La excepción a esta evolución positiva la encontramos en el continente americano, cuya población se vio reducida drásticamente por la llegada con los europeos de enfermedades desconocidas por los indígenas y contra los cuales no tenían defensas biológicas. 3. Reparto de la población europea en el siglo XVI Dentro de los términos positivos, en Europa también encontramos diferencias. Francia era el país más poblado de Europa; en segundo lugar se encontraría Rusia, pero las cifras son engañosas porque consideran sus fronteras actuales, aunque la población del principado de Moscú experimentó un notable crecimiento debido sobre todo a su expansión; lo mismo cabría decir del Imperio Turco, que pasó de 9 a 28 millones de habitantes, aunque sólo 7.5 millones estarían situados en Europa. Después se podría hablar de Italia y Alemania, pero son espacios políticamente invertebrados. España quedaría lejos del potencial humano de Francia, y todavía más lejos Inglaterra. Sin embargo sería un país que apenas representaba el 1.5% de la población europea, Portugal, el que abriera nuevos horizontes para la vieja Europa. La evolución a lo largo del siglo no fue homogénea ni a lo largo del periodo ni entre las distintas regiones. Catástrofes de diferente índole incidían en la evolución de las distintas regiones europeas; pero con carácter general se constata la ralentización del crecimiento a finales del siglo, sobre todo allí donde las bases económicas se vieron comprometidas. En Europa hay áreas densamente ocupadas, como las cuencas de Londres y París y otras zonas muy localizadas, sobre todo los Países Bajos; sin embargo en otras regiones la ocupación del espacio era todavía muy insuficiente por distintas razones (vacíos atribuibles a la crisis bajomedieval, a enfrentamientos armados, problemas para ocupar zonas que planteaban especiales dificultades, como tierras pantanosas o a mayor altitud…). Durante el s. XVI se ocuparon o reocuparon algunos de estos vacíos, pero también encontramos, sobre todo a finales de siglo, nuevos despoblados por razones bien distintas (razones económicas, empeoramiento del clima…). Nupcialidad En la Europa occidental un importante número de mujeres (10%) nunca se casaba, y las que contraían matrimonio lo hacían a una edad media de 25 años o superior, derrumbando la visión tradicional del matrimonio adolescente. Por el contrario en el resto del mundo el matrimonio apenas superaba la pubertad. La introducción de este modelo supondría una primera revolución demográfica. Los resultados descubiertos imponen matices a este planteamiento. En los grupos privilegiados (la nobleza y la alta burguesía) la edad media del matrimonio se sitúa en los 25 años característicos del modelo europeo; en otras regiones donde después se consolidará este modelo encontramos edades aun precoces en el Quinientos (21 años en la Normandía rural, entre 20 y 22 años en Castilla). Natalidad Una característica de la población del pasado es su alta tasa de natalidad (35-45 nacim./mil habitantes). No se practica un control de la natalidad generalizado ni efectivo; se conocían medidas anticonceptivas de dudosa eficacia, aunque su uso solía restringirse al ámbito de la prostitución; la Iglesia condenaba cualquier práctica anticonceptiva. Pero no puede hablarse de una fecundidad natural, puesto que factores culturales y biológicos incidían sobre los valores de la fecundidad, de ahí las diferencias que se pueden documentar. Mortalidad La sociedad del s. XVI presentaba también una alta mortalidad, lo que daba como resultado un escaso crecimiento natural, comprometido en muchas ocasiones por la periódica presencia de sobremortalidades. Sin embargo, no se puede generalizar, puesto que ya hemos visto que existen grandes diferencias en los niveles de natalidad, y más aun en los de mortalidad entre distintas sociedades. Causas: - El hambre: el impacto real del hambre es un tema debatido. La muerte por inanición probablemente no fuera muy frecuente, pero se tenía la conciencia de que existía una relación entre el hambre y el aumento de la mortalidad. Las hambrunas solían venir acompañadas de epidemias y enfermedades que eran las que
  • 6. realmente provocaban la elevada mortandad. - La peste, ocupa un lugar privilegiado en los miedos de la época desde su reaparición en Europa Occidental en 1347 y hasta que fue controlada en la segunda mitad del s. XVII. Las pérdidas humanas llegan a ser escalofriantes en algunas ocasiones (1/3 de la población de una ciudad), y la reiteración de las epidemias agrava aun más su impacto. Ante la peste, la medicina de la época se muestra totalmente inoperante. Sí hubo algunos avances en el diagnóstico de la enfermedad, en algún remedio sintomático y, sobre todo, en la recomendación de medidas preventivas, terreno en el que se dieron los mayores avances al tomar conciencia de que era una enfermedad infecto-contagiosa: no se podía curar la peste, pero sí frenar su expansión. El instrumento para lograrlo era el establecimiento de cordones sanitarios que aislasen los focos de la enfermedad. - La violencia consumió muchas vidas. Los ejércitos eran cada vez más numerosos, y la infantería mostró su mayor importancia por encima de la caballería feudal. Los ejércitos de la época se bastaban para, sin necesidad de un enemigo, registrar una alta mortalidad e infligirla a las poblaciones que atravesaban, debido a las pésimas condiciones de higiene de los campamentos militares, donde se propagaban con rapidez las enfermedades infecciosas. La mortalidad ordinaria es también muy importante, aunque las fuentes de que disponemos para su análisis son más bien escasas. El país mejor conocido es Inglaterra, donde para la segunda mitad del s. XVI se habla de una esperanza de vida al nacer cercana a los 40 años, aunque los datos habituales hablan de una esperanza de vida de entre 25 y 35 años y de una mortalidad infantil entre 150 y 350 por mil. Sin embargo, al alcanzar los 20 años, los hombres de la época tenían unas razonables expectativas de alcanzar los 60, lo que lleva a concluir que las tasas de mortalidad infantil y juvenil son fundamentales a la hora de explicar los niveles de mortalidad general. En estos momentos la causa más habitual de muerte eran las enfermedades infecciosas, jugando un papel muy importante las condiciones higiénicas del momento (falta de abastecimiento de agua potable y evacuación incorrecta de aguas negras). Movimientos migratorios - Migraciones estacionales, por cuestiones de trabajo, en ocasiones recorriendo grandes distancias (ganaderos trashumantes) y las profesiones que requerían una vida prácticamente itinerante (canteros), junto a grupos que tenían una vida nómada o seminómada (vagabundos), cuadrillas de agricultores que recorrían los campos en busca del jornal. Otros buscaron su salida profesional en el mar (almadrabas, pesca del bonito…) - Migraciones de carácter estructural, destacando la de población de las montañas que descendía a las riberas del Mediterráneo y la emigración del campo a las ciudades, sin la cual éstas no habrían podido mantener sus efectivos. - Movimientos migratorios por guerras o por el cierre ideológico de los nacientes estados que expulsaban a las minorías (judíos, gitanos). - Movimientos migratorios debidos a los viajes de descubrimiento. En estos momentos iniciales esta migración afecta principalmente a españoles y portugueses; al mismo tiempo, el descubrimiento de América y el establecimiento de la economía de plantación generó otro flujo migratorio: el de los esclavos negros subsaharianos; el tráfico negrero tuvo una importancia creciente hasta alcanzar su culminación en el s. XVIII. 4. Las ciudades La población de las ciudades registra un saldo de crecimiento natural negativo, de forma que la única manera de mantener sus efectivos o aumentarlos es gracias al saldo migratorio favorable, con población rural que emigra a las ciudades. Las ciudades constituyen un ámbito de innovación en el terreno económico, social y político, y tuvieron un especial significado en la modernización económica de Europa. Es una red urbana de distinta implantación en el continente. A principios del Quinientos la ciudad más importante era París, seguida de lejos de Nápoles, Milán, Venecia y Granada; en 1600 vemos aparecer en tercer lugar Londres y en quinto lugar, Sevilla. Entre un 8 y un 10% de la población europea viviría en localidades de más de 5000 habitantes, con un crecimiento nada desdeñable. Su distribución es muy irregular: poco importante en el E y N de Europa y un grado de urbanización especialmente intenso en los Países Bajos y N de Italia. La importancia relativa de las ciudades italianas disminuye a medida que aumenta la de las del NO de Europa, lo que no deja de ser una manifestación del desplazamiento de los centros de riqueza. La mayoría de las ciudades vieron incrementar sus efectivos. Entre las que más crecieron, muchas comparten algunas de estas características: ser puertos atlánticos (los del Mediterráneo pierden importancia), cuyo ejemplo más significativo es la ciudad de Sevilla, u ostentar la capitalidad de un estado. Este aspecto era muy importante, pues en las capitales de los estados renacentistas se acumulaban los miembros de una burocracia en rápido
  • 7. aumento, los de la nobleza que se trasladaban a la corte, los sin oficio… El ejemplo más significativo de este segundo caso es la ciudad de Madrid. 5. La sociedad estamental y los grupos emergentes La sociedad del siglo XVI era todavía jerárquica y tradicional. Se centraba en algún tipo de grupo social (la familia, el linaje, la corporación laboral…) Las interferencias exteriores al grupo eran rechazadas en nombre de una moral colectiva. La sociedad europea era básicamente agraria, y en ella la nobleza ocupaba una posición privilegiada y preeminente. Aunque la economía urbana se presenta generalmente como antitética del feudalismo, lo cierto es que los burgueses de las ciudades coexistían y colaboraban con la nobleza. La nobleza Continuaba siendo el principal estamento privilegiado y el punto de referencia para los otros grupos de la sociedad. Era una clase terrateniente hereditaria de origen militar, que representaba entre el 1 y el 2% de la población europea. Justifican su condición privilegiada haciéndolos descender de los conquistadores germánicos. Este origen étnico implicaría que la condición nobiliaria fuese igual para todos los miembros del estamento, pero la realidad era que había diferencias de nivel económico y de rango social, por lo que se suele hablar de alta y baja nobleza. La diferencia entre ambos grupos podía venir definida por la posesión de señorías jurisdiccionales o por la posesión del título de conde, duque, marqués o similar. Por supuesto existían simples caballeros que no poseían señoríos jurisdiccionales, sino que eran propietarios rurales o urbanos. La condición nobiliaria no era inmutable. Los reyes otorgaban ascensos dentro del rango de la nobleza titulada, o daban títulos a simples caballeros… El fenómeno del ennoblecimiento era posible porque existía una zona mixta de personas que, sin ser jurídicamente nobles, vivían como tales, tanto en la forma de sus ingresos como en la manera ostentosa de gastarlos. Se trataba de una oligarquía urbana que se suele denominar “patriciado”. La condición nobiliaria se transmitía por herencia a todos los hijos, no así el título, que lo heredaba el primogénito. Los demás hijos serían simples caballeros. En cuanto a la herencia de los bienes, en el s. XVI no se había extendido demasiado el sistema de primogenitura, estando aun vigente el sistema de reparto de bienes entre los hijos varones por igual (origen de la fragmentación de Alemania, por ejemplo). La base de la riqueza nobiliaria era la propiedad privilegiada de la tierra por medio del régimen señorial. El noble no era sólo el propietario del dominio, sino que ostentaba la autoridad pública e incluso judicial. La explotación de la tierra era cedida a los campesinos a cambio de rentas fijas o de parte de la cosecha, quedando una “reserva señorial”. Además los señores tenían el monopolio de medios técnicos (molinos), cobraban impuestos sobre las vías de comunicación, tenían derecho preferente de venta de sus productos, derechos exclusivos de caza y pesca…Aunque sus ingresos eran elevados, también lo eran sus gastos. Debían mantener un elevado número de criados, llevar una vida suntuosa, otorgar generosas dotes a sus hijas, construir y mantener palacios… son las denominadas liberalidades. A finales del s. XVI muchas casas nobiliarias tenían dificultades económicas y se hallaban endeudadas. Uno de los privilegios de los nobles, sin embargo, era que no podían ser encarcelados por deudas, los monarcas concedían toda clase de ventajas (concesiones de impuestos, asignación de cargos lucrativos…) para que los nobles no tuvieran que pagar a sus acreedores. En todo caso, la ruina de algunas familias suponía el ascenso de otras. La población urbana En las ciudades encontramos tres grandes grupos sociales: existe una minoría de burgueses, una mayoría de artesanos y un amplio número de criados y trabajadores no cualificados, por no hablar de los sectores marginados. - La burguesía, era una clase seminobiliaria y hereditaria que vivía de las rentas de la propiedad o del capital. Solían dirigir de manera exclusiva o preeminente los gobiernos municipales. De manera general se suele asimilar la burguesía con los comerciantes, pero también eran importantes los graduados universitarios que vivían del ejercicio de su profesión (médicos y abogados). La burocracia también ofrecía colocación a personas que no tuvieran un título nobiliario (oficios de pluma). En general se consideraba que las profesiones liberales no eran incompatibles con el ennoblecimiento, mientras que sí lo era el comercio. Los comerciantes se enorgullecían de su experiencia práctica, e incluso mandaban a sus hijos a pasar un periodo de formación en otras ciudades. En esta época no existían banqueros especializados, sino que los financieros eran grandes comerciantes al por mayor que, entre otros muchos productos, comerciaban con dinero por medio de la especulación y las letras de cambio. El sistema tendría un claro precedente en las ciudades italianas del s. XV y especialmente en Florencia (Banca Médicis). Las inversiones industriales de la burguesía del s. XVI eran limitadas. - Artesanos, la mayor parte de la producción industrial estaba en manos de artesanos especializados, organizados en gremios. Los gremios o corporaciones de artesanos reglamentaban la formación profesional y
  • 8. organizaban las condiciones de trabajo, fabricación y venta de los productos. A lo largo del s. XVI aumentó el número de gremios y de artesanos en general, por medio de una especialización a veces excesiva. En las ciudades medias, donde el número de artesanos era más reducido, las especialidades se encontraban reunidas en “cofradías de diversos oficios”, por lo general bajo la advocación de un santo patrón común. El acceso a la condición de maestro agremiado se realizaba a través de un examen de maestría que en teoría debía demostrar la cualificación del aspirante, pero que en la práctica se convertía en un mecanismo de selección económica y social, puesto que los gastos que se debían satisfacer eran elevados; los familiares de maestros solían ser eximidos de este pago, por lo que el grado terminó convirtiéndose en hereditario. Además, había discriminaciones de distinto tipo que reglamentaban el ingreso en los gremios, siendo más abundantes en los gremios más ricos. Los gremios estaban muy relacionados con los gobiernos municipales, en el mejor caso participaban en ellos, generalmente detrás de ciudadanos y comerciantes. Aunque los gremios habían ganado posiciones en muchas ciudades alemanas durante los siglos XIV y XV, en el siglo XVI se produjo una disminución del papel de los artesanos y una aristocratización del consejo. Muchos jóvenes, que nunca llegaban a aprobar el examen de maestría, quedaban siempre en una posición intermedia. Solían agruparse en “cofradías de mancebos”; son especialmente conocidas las organizaciones semiclandestinas de oficiales o compagnons francesas. - Masa de trabajadores no cualificados, que trabajaban generalmente por un sueldo diario en trabajos eventuales; se les denominaba despectivamente “ganapanes”. Los campesinos Cerca del 80% de la población europea estaba compuesta por campesinos, existiendo grandes diferencias en el interior de este grupo social. Las diferencias dependían de las condiciones de explotación de la tierra (si eran o no propietarios, en qué condiciones, de qué recursos disponían), los pagos a los que estaban obligados… En principio se consideraba que los campesinos que vivían bajo un régimen señorial estaban en peores condiciones, pero como la mayor parte eran no propietarios también los campesinos no señoriales estaban obligados al pago de una renta por la propiedad; además todos los cultivadores estaban obligados a pagar una parte (el diezmo) para el sostenimiento de los eclesiásticos. Tipos de contratos: - de larga duración, perpetuos o hereditarios, los mejores, según el modelo romano de enfiteusis (Cesión de tierras no cultivadas que el campesino ponía en explotación a cambio de un canon moderado); - de arrendamiento, el campesino corría con los gastos de la explotación; los propietarios tendían a los contratos de corta duración, más beneficiosos para sus rentas; - de aparcería, el propietario corría con parte de los gastos y a cambio recibía también una parte de la producción. El nivel superior de la sociedad campesina estaba ocupado por una pequeña minoría, en torno al 5%, de campesinos ricos, enfiteutas o grandes arrendatarios. Solían ser los intermediarios del régimen señorial, poseían ganado y empleaban mano de obra asalariada. A continuación existía un sólido grupo (25%) de campesinos medios, independientes pero no tan ricos; pero la gran mayoría del campesinado estaba constituida por campesinos dependientes, con pocas tierras o con tierras insuficientes, que tenían que realizar trabajos estacionales para los campesinos más ricos y que podían perder sus tierras a la menor dificultad. La posesión de un trozo de tierra separaba aun a estos campesinos de los jornaleros y los mozos de labranza, servidores rurales o criados agrícolas. Los sectores marginados Se estima que un 10% de la población vivía en condiciones de pobreza, aunque conviene precisar qué entienden los historiadores cuando hablan de pobreza. Las clases trabajadoras, urbanas y rurales, vivían en el umbral de la pobreza. Una mala cosecha o una situación económica negativa podían situar a una familia trabajadora sin sus medios de subsistencia habituales. Así, el incremento del número de pobres coincide con dificultades económicas conocidas; estas podían tener un carácter transitorio, aunque graves por sus consecuencias inmediatas, o producirse por un progresivo deterioro del nivel de vida, por ejemplo por el aumento de los precios de los alimentos, que hacía que el umbral de pobreza se desplazara y englobara a buena parte del pueblo trabajador. Puesto que el trabajo familiar se concentraba en el cabeza de familia, su fallecimiento o incapacidad podía provocar la caída en la pobreza. Por esto, determinadas categorías de la sociedad (viudas, enfermos, ancianos…) eran asimiladas prácticamente a los pobres y vivían de la mendicidad. Existían múltiples instituciones religiosas que trataban de aliviar esta pobreza. En el primer tercio del s. XVI se produjo un cambio importante en las actitudes oficiales hacia el pauperismo: comienzan a establecerse en algunas ciudades de los Países Bajos y Alemania una nueva práctica política contra la pobreza, la llamada “policía de pobres”, que se proponía reglamentar y ejercer la asistencia social por medio de instituciones municipales más que religiosas e impulsar el trabajo de los necesitados de forma más o menos forzada. De esta iniciativa surgirían en Italia los “montes de piedad”, que otorgaban créditos a las
  • 9. clases populares. Los pobres que no estaban controlados por una parroquia eran considerados vagabundos. La mayoría eran campesinos pobres que habían perdido sus tierras y no disponían de tantas instituciones caritativas como en las ciudades. Además existía gran variedad de falsos mendigos y delincuentes, que a veces formaban bandas organizadas o que exigían limosnas por medio de amenazas. La frontera entre pobres y vagabundos, y entre éstos y delincuentes, era difusa. De ahí la persecución que en todas partes sufrían los gitanos. La legislación penal que se aplicaba contra delincuentes y vagabundos solía ser dura, con frecuencia arbitraria y socialmente selectiva. El bandolerismo tenía unas características particulares. Respondía tanto a la miseria como a los hábitos de violencia que impregnaban toda la sociedad. En principio, el bandido era aquel expulsado de la comunidad por medio de un bando. Aunque fue generalizado en toda Europa, a finales del s. XVI revistió especial importancia en los países mediterráneos. Era también fruto de enfrentamientos familiares, auténticas guerras privadas. 6. Los conflictos sociales Durante el primer tercio del siglo XVI culminó un ciclo de revueltas que se había extendido a lo largo de la Baja Edad Media. Estas revueltas surgían como respuesta a las crisis económicas, pero se articulaban generalmente en torno a una ideología religiosa de tipo apocalíptico, por lo que se habla de movimientos milenaristas. Los grupos religiosos más radicales negaban las jerarquías sociales existentes y pretendían crear sociedades perfectas sin propiedad privada (revuelta husita). Las revueltas radicales se fundaban en la igualdad fundamental del género humano. Los rebeldes se organizaban en hermandades (Castilla y Galicia; los rebeldes castellanos eran también conocidos como comuneros) o germanies (Valencia y Mallorca). Aunque estas revueltas son generales a toda la población, dada la mayoría de población rural las más importantes eran las rebeliones campesinas; se trataba de un movimiento de larga duración iniciado, al menos, con la revuelta de la jacquerie parisina de 1358. Casi todas las guerras campesinas de la Edad Media terminaron con la victoria de la nobleza y los reyes sobre las bandas campesinas organizadas, pero es posible que la derrota de los sectores más radicales fuera seguida por algún tipo de reforma de los abusos más flagrantes. Es posible que la resistencia campesina frenara los intentos señoriales de reintroducir la servidumbre, como pasó en la Europa Oriental. Después de la reforma protestante, muchos movimientos campesinos se mezclaron con reivindicaciones religiosas. Fueron frecuentes estas protestas en Inglaterra y Francia, aunque el último decenio del siglo fue especialmente conflictivo a nivel europeo. TEMA 3. Las transformaciones económicas de un mundo “ampliado” 1) La economía de subsistencia y la incidencia del primitivo capitalismo. La economía de subsistencia, es la propia de la época preindustrial, con modos de producción precapitalistas (esclavismo, feudalismo, modo de producción asiático) y predominio absoluto de la agricultura y ganadería en la producción. Los ciclos económicos, en esas circunstancias, se reducían a los ciclos naturales (fundamentalmente ciclos climáticos) y a la mejor o peor adecuación de los sistemas productivos a ellos (mediante el aprovechamiento intensivo o extensivo de las tierras de cultivo, rudimentarias mejoras técnicas, etc.). La disminución de los rendimientos (ley de los rendimintos decrecientes) producida por el aumento de la presión de una población creciente sobre un medio ambiente limitado puede explicar la mayor parte de esas crisis de subsistencia. El sector agrario es el más importante de la época. Estamos en unos momentos de incremento de la producción agraria en Europa. Este incremento de la producción tuvo sus antecedentes en la segunda mitad del siglo XV, impulsado por la demanda de una población creciente, con sectores sociales con un mayor nivel de renta, de las manufacturas en auge y de los propios estados. La producción agraria tenía como objetivo fundamental proporcionar los alimentos que asegurasen la subsistencia de la población. El cultivo de cereales tuvo un especial protagonismo, llegándose a convertirse en algunas áreas en un monocultivo. No era sólo el trigo, sino también la cebada, el centeno y otros cereales menores hasta la llegada a finales del siglo XVI del maíz. Pero también hubo regiones cuya producción estuvo más diversificadas y en otras se desarrollaron cultivos especializados destinados a satisfacer demandas más concretas. Este incremento de la producción se explica en primer lugar por la extensión del área cultivada. Hay una importante tarea de recolonización interior intentando ocupar los vacíos generados por la historia, tarea estimulada por el incremento de la demanda y de los precios agrícolas, y en la que se invirtieron importantes capitales, tanto públicos como privados. El ejemplo más significativo es el de los polders en los Países Bajos, que significaron 70.000 ha ganadas al mar. La respuesta a la creciente demanda se llevó a cabo también por el aumento de la productividad del campo. Se llevaron a cabo importantes tareas de desecación y de regadío, cambios en el sistema de rotación de los cultivos y en el utillaje, se potenciaron los cultivos con una clara
  • 10. orientación comercial y se introdujeron otros de procedencia exótica. Suelen destacarse las modificaciones que se produjeron en el sistema agrario de los Países Bajos, por la demanda de una población densa y con un importante grado de urbanización. Entre las novedades están la intensificación de los sistemas de cultivo, pasando a rotaciones más largas donde se eliminaba el barbecho y evitaba el agotamiento del suelo con la plantación de sucesivas especies con distintas exigencias de nutrientes, con especial importancia de las plantas forrajeras. Este nuevo sistema permitía además el desarrollo de una ganadería intensiva, que aportaba el beneficio añadido de una mayor cantidad de abono. Tenemos también noticias de las mejoras que supusieron los regadíos, la introducción de nuevos cultivos que, con su paulatina implantación, llegaron a modificar los hábitos de consumo de las sociedades europeas y alimentaron al número creciente de sus habitantes. A Europa habían llegado previamente cultivos como el de los cítricos o el arroz, de origen asiático. Pero la principal novedad que se planteaba en estos momentos era la relación con un Nuevo Mundo donde se habían domesticado gran variedad de especies vegetales. El primer cultivo de origen americano que se consumió en Europa fue el tabaco, y quizás también pronto el chocolate. Pero nos interesa más la producción de especies americanas en Europa, cuya primacía en el tiempo corresponde al maíz; además hay que destacar la expansión del cultivo de la caña de azúcar en las islas del Atlántico y en América, lo que supuso un abaratamiento del azúcar y la generalización de su consumo. 2) El régimen señorial El poder de los señores deriva de dos fuentes: el que poseen como dueños de la tierra – señores territoriales — y el que proviene de su capacidad de mando, tanto militar como judicial. Su capacidad de disposición sobre la tierra les otorga un enorme poder de presión sobre una población que precisa de ella para su trabajo y sustento. Debe tenerse presente, sin embargo, que existen grandes diferencias en el grado de dominio que tiene el señor sobre las tierras del señorío y en la forma de cesión de éstas a los campesinos. Podemos distinguir varios tipos principales de señorío en Europa, en función de su dominio sobre la tierra, la forma de cesión de ésta, y su poder de coerción sobre los vasallos. Dentro de la diversidad de situaciones que se pueden documentar sobre el régimen de propiedad de la tierra en el siglo XVI hay algunas que son bastante comunes. En primer lugar hay que hablar de la importancia de la propiedad de la Iglesia: a principios de la Edad Moderna era el mayor propietario de tierras, más si le añadimos las posesiones de las órdenes militares. La evolución de la propiedad de la Iglesia registró diferencias muy significativas; en los países católicos en general observamos un incremento alimentado por la asistencia que prestaba en el contexto de una piedad barroca; en los países reformados, por el contrario, asistimos a una expropiación generalizada de sus bienes. Con la propiedad de la Iglesia no podía compararse más que la de la nobleza. La explotación de los grandes dominios señoriales conocía variadas alternativas. 1) Este de Europa, (al este del Elba), la Segunda Servidumbre. El sistema se basa en el enorme poderío nobiliario ante monarquías débiles, como la polaca, u otras que aunque se refuerzan a lo largo de la Edad Moderna deben conceder a la nobleza el control de sus siervos, a cambio de su apoyo. Creció la extensión de las tierras gestionadas directamente por el señor a costa de las de los pequeños propietarios, en unas tierras explotadas en buena medida aprovechando las corveas (obligación de trabajar gratuitamente en las tierras del noble o señor feudal), cuya importancia se vio notablemente incrementada a lo largo del s. XVI donde el cultivo del cereal se destinó para su exportación a occidente. Caracterizada también por el sometimiento del campesino a la servidumbre: su adscripción a la tierra impidiendo su posibilidad de emigración; el control de los matrimonios, buscando que se realicen dentro del señorío y a edad temprana para que la mano de obra aumente; y las limitaciones al aprendizaje de oficios. Fue por tanto resultado de la creciente demanda de trigo en Europa occidental, de una mano de obra no demasiado numerosa y del fracaso de la constitución del estado moderno en estas latitudes. 2) Europa occidental era distinta. Desaparece prácticamente la servidumbre en la Edad Moderna; La reserva señorial tenía una importancia decreciente, hasta quedar a veces relegada a un huerto para aprovisionamiento de la mesa del señor. De forma paralela, las corveas llegaron casi a desaparecer. En gran parte de Francia, Corona de Aragón, y norte de Italia, los señores habían repartido la práctica totalidad de sus tierras a censo entre los campesinos. Se cedían en lotes adecuados al trabajo familiar, en un régimen de tenencia que aseguraban al beneficiario estabilidad en el acceso a la tierra y unos derechos sobre la misma que podía transmitir hereditariamente o por venta. En esta situación, en las rentas agrarias obtenidas por el señor predominaban los pagos en dinero, lo que conducía a una baja de sus ingresos debido a la erosión monetaria. El poder jurisdiccional del señor, sin desaparecer, ha ido quedando limitado ante la superposición de la justicia real, a la cual pueden acudir sus vasallos; su poder militar, importante a principios de la Edad Moderna, ha ido también
  • 11. disminuyendo. 3) Sur de Italia, norte de Francia y los señoríos del sur de Castilla. El señor tenía la total disposición de la tierra, lo que daba lugar a que se arrendasen estos dominios a quienes podían explotarlos con mano de obra asalariada o subarrendarlos. Los señores mantienen bajo su control grandes extensiones de tierra que ceden en forma de extensas fincas, en arrendamiento a corto plazo o aparcería. En muchos casos, los grandes arrendatarios se reservan una parte de la finca, que explotan con asalariados, y subarriendan en parcelas el resto, con la consiguiente ganancia. En conclusión, la pérdida de su poderío militar, la ruptura del contacto directo con la población al convertirse en absentistas, y su gestión de las tierras, más como propietarios capitalistas que como señores paternales, determinaron una disminución de su poder, si bien éste no desapareció totalmente. 3) La expansión agrícola y ganadera del siglo XVI El crecimiento experimentado por la agricultura europea durante el s. XVI tuvo fundamentalmente un carácter extensivo. De ahí que algunos historiadores lo hayan considerado simplemente como una etapa de restauración o de renacimiento agrario tras la crisis del s. XIV. Lo cierto es que las innovaciones que se realizaron en el mundo agrícola fueron muy escasas, reduciéndose su incidencia, además, a algunas zonas muy concretas. La agricultura europea más innovadora era la practicada en los Países Bajos, en la que ya desde finales de la Baja Edad Media se había conseguido reducir el barbecho mediante la adopción de rotaciones de cultivos más complejas o, sobre todo, la introducción de la denominada “labranza convertible” (transformación de tierras fácilmente de arables a pastos y al revés) como fruto de la necesidad de reemplazar los cultivos por la ganadería en una época en que los precios de los cereales tendían a la baja, permitiendo su asociación y favoreciendo, además, la mejora de la productividad de la tierra. De ahí que el sistema resultase ideal para una época de expansión agraria como era el s. XVI. Aparte de los Países Bajos, sólo en Inglaterra se consiguió también una mejora evidente. El descenso de los precios de los cereales durante la Baja Edad Media impulsó igualmente aquí la reconversión hacia la ganadería, aunque sin dar lugar a una asociación con el cultivo agrícola que se producirá progresivamente con posterioridad, tanto por la imitación de las técnicas de los Países Bajos como por la incidencia del incremento mayor de los precios de los cereales que los de los productos derivados de la ganadería, a partir de mediados del s. XVI. En el resto de Europa, las innovaciones agrarias fueron muy escasas, predominando la existencia de una agricultura cerealista de carácter extensivo, con la presencia del barbecho en rotaciones bienales o trienales y con una productividad más baja que en los Países Bajos. Al no realizarse una sustancial mejora de la productividad, el crecimiento del s. XVI se derivó fundamentalmente de la ampliación de la superficie cultivada. Primero gracias a la puesta en explotación de las mejores tierras abandonadas durante la crisis bajomedieval, y luego con la roturación de tierras de carácter más marginal (dando lugar al desencadenamiento de las tensiones malthusianas). A partir de las primeras décadas del s. XVI el crecimiento productivo comenzó a ralentizarse. El aumento demográfico hizo que los cereales y los productos de subsistencia se encarecieran, mientras que los artículos derivados de la ganadería y, sobre todo, las manufacturas, tuvieron un alza más moderada. Ello sin embargo se convirtió en un estímulo adicional para la realización de fuertes inversiones destinadas a la ampliación de la superficie cultivada. Esto provocó en los Países Bajos y en las costas alemanas del mar del Norte la construcción de polders (se ganaba terreno al mar). Sin embargo, como estas ampliaciones de la superficie cultivada eran insuficientes para satisfacer la creciente demanda de la población, la presión roturadora acabó orientándose también en detrimento de los bosques y de los prados. También existían algunas zonas en las que se produjo una cierta diversificación de los cultivos, e incluso aparecieron tímidos esbozos de especialización regional favorecida por el comercio de importación de cereales desde la Europa oriental, aunque nunca fue completa, puesto que los cereales solían constituir el cultivo dominante en todas partes. 4) Las manufacturas y su incremento Las manufacturas en el siglo XVI registraron notables avances cualitativos y cuantitativos. En primer lugar hay que destacar las labores extractivas, con especial atención a la obtención de los metales. La creciente demanda forzó un aumento de la producción y obligó a cavar galerías cada vez más profundas, lo que requirió mejoras técnicas; los altos hornos se impusieron a las fraguas en la producción de hierro. Los metales preciosos eran imprescindibles, convertidos en moneda. La creciente demanda hizo que aumentara la producción en las minas centroeuropeas, pero el aporte más importante es el que llegó de América. En un primer momento lo que llegaba era sobre todo oro, obtenido a bajo coste porque procedía del saqueo de los tesoros indígenas o de la extracción mediante el trabajo forzoso de éstos, lo que no encarecía el producto; pero la práctica desaparición de la población indígena planteó problemas de difícil solución. La plata acabó
  • 12. imponiéndose primero en peso y luego en valor, con el descubrimiento de minas como las de Taxco (1534) o Potosí (1545). Pero no sólo fue el hallazgo de ricos filones el responsable de la avalancha de plata que llegó a Europa, sino la introducción de mejoras técnicas, sobre todo el sistema de la amalgama, que suponía un importante ahorro de mano de obra y combustible y la posibilidad de aprovechar minerales menos ricos en plata; pero la amalgama requería una abundante provisión de mercurio, por lo que fue fundamental el hallazgo de Huancavelica en Perú. En el terreno de la transformación hay algunas actividades muy dispersas que proporcionan productos elaborados de consumo masivo e inmediato: molinos, almazaras, lagares, tahonas… Hay sectores a los que se les da mayor importancia, como el textil, en el que encontramos un gran abanico de situaciones. Perdieron importancia centros como Bruselas y Gante, así como la producción de paños castellanos, al tiempo que se desarrollaba una manufactura textil destinada a cubrir las necesidades básicas de un amplio sector de la sociedad; se buscaba la mano de obra a tiempo parcial entre los campesinos e introdujo nuevos elementos técnicos como el batán, el huso de rueda.. Sus productos no tenían la calidad de las manufacturas tradicionales, pero al ser mucho más económicos inundaban los mercados. Importantísima fue la aparición de la imprenta en la difusión de ideas y de conocimientos. La publicación de libros se desarrolló con increíble rapidez, cubriendo una creciente demanda, y los impresores se extendieron por toda Europa desde la segunda mitad del s.XV. Algunos centros adquirieron pronto una especial relevancia, muy vinculadas a sus respectivas universidades. También hay que mencionar el auge de la construcción naval, que concentra la mayor parte de los avances técnicos de la época y que movilizó un importante volumen de mano de obra y de capital. Eran famosas las atarazanas de Venecia por la construcción de galeras (insuficientes cuando españoles y portugueses se lanzaron a la conquista del Atlántico). El nuevo reto era contar con naves capaces de adentrarse en la navegación oceánica. La carabela es una primera respuesta, ya a mediados del siglo XVI, y la siguiente etapa será ya el galeón, que no tenía rival en cuanto a maniobrabilidad, capacidad de carga y potencia de fuego; en su construcción pronto alcanzarán un gran protagonismo los astilleros de los Países Bajos e Inglaterra. 5) Comercio, moneda, crédito y finanzas; La revolución de los precios El crecimiento de la población, el peso relativo de las ciudades, la demanda en general, requería un aumento paralelo de los intercambios. Este incremento no sólo necesitaba de barcos y carretas, le eran además imprescindibles las ferias y mercados, el desarrollo de los sistemas contables, la fiabilidad del correo, los seguros en los transportes y los tipos de cambio e interés del dinero. La articulación de los mercados se realiza a muy distintos niveles. Aunque existía aun un fuerte nivel de autoconsumo, sobre todo en el campo, (mediante trueque), una parte cada vez mayor de la producción salía al mercado por distintas vías: los mercados locales, los mercados semanales de incidencia comarcal, las ferias…Las ferias, con la nueva dinámica de la actividad comercial, evidenciaron sus inconvenientes por los costes del transporte de las mercancías y por su calendario a todas luces insuficiente. Los comerciantes recurrían cada vez más al uso de muestrarios, de ahí el desarrollo de las lonjas. Como novedad están las bolsas, donde se negociaban en todo momento productos y capitales, la más conocida fue la de Amberes. Las rutas comerciales sufrieron importantes modificaciones, sobre todo las de larga distancia, y con ello también los centros del comercio europeo. Así, las rutas mediterráneas, con dificultades debido a la invasión turca, perdieron protagonismo a favor de las oceánicas, a través de las cuales llegaban las especias y las sedas del Extremo Oriente, los tesoros del Nuevo Mundo, los productos de las plantaciones americanas… Este espectacular desarrollo del comercio in6) Fases y coyunturas económicasterior convivió con mercados interiores con una articulación absolutamente insuficiente. En la articulación de los mercados pesaban consideraciones políticas, situaciones de privilegio y el coste del transporte: la vía marítima permitía transportar mercancías a un coste razonable, pero en el terrestre sólo era posible a corta distancia, cuando ésta aumentaba no era factible más que para mercancías con un alto valor añadido (sedas, especias…). En el siglo XVI asistimos a las modificaciones de los circuitos comerciales. En un primer momento destacaba el peso del norte de Italia, sur de Alemania y los Países Bajos, siendo menos importantes Castilla y Portugal. Las guerras de Italia debilitaron sus centros comerciales, y además el eje económico había basculado hacia el Atlántico debido a los nuevos descubrimientos geográficos. Lisboa se convirtió en el centro de distribución de las especias y otros productos exóticos; la Casa de Contratación de Sevilla realizó una labor similar en el comercio con América. Ambos monopolios se vieron erosionados por la creciente actividad de los comerciantes y navegantes de otras potencias europeas, especialmente franceses, holandeses e ingleses. Por eso, a medio y largo plazo hay que buscar los triunfadores en otras latitudes, pues las economías portuguesa y castellana se vieron incapaces de responder al reto colonial. Así, primero fueron los mercaderes italianos, a continuación alemanes; pronto fue evidente el peso de otras firmas comerciales, que unían sus fuerzas creando compañías para monopolizar un mercado o afrontar empresas de mayor riesgo. La primacía de este tipo de actividades correspondió a
  • 13. Londres, seguida pronto de los holandeses. Amberes se convirtió en el primer centro económico de los Países Bajos en detrimento de Brujas, aprovechando su situación estratégica y los privilegios que obtuvo del emperador Maximiliano; El relevo de Amberes lo tomó Amsterdam. La América colonial demandaba esclavos africanos y productos manufacturados europeos; a cambio ofrecía algunos productos exóticos de creciente implantación, los de la agricultura de plantación, cueros, cochinilla, pero especialmente oro y plata. Del Báltico llegaban cada vez más brea, hierro, madera, lino, trigo y arenques, pero de vuelta apenas unas manufacturas, vino, sal y plata; el control de este tráfico estaba tradicionalmente monopolizado por las ciudades hanseáticas, con un creciente protagonismo de holandeses e ingleses. En cuanto al Extremo Oriente, la demanda de sus productos superaba con creces el interés que ellos pudieran sentir por los nuestros, salvo la plata. Por todo esto, la plata acuñada en el imperio de los Austrias circuló por todo el mundo. Revolución de los precios. El aumento de los precios preocupó a los contemporáneos hasta formular una primera teoría cuantitivista de la moneda: la moneda era una mercancía más y la escasez o abundancia de la misma definía su valor relativo respecto a otras mercancías. El juego de la oferta y la demanda era esencial en la fijación de los precios. El mundo del comercio requería nuevos instrumentos, al tiempo que desarrollaba o reinventaba los de procedencia bajomedieval. Podían ser tan antiguos como el contrato de comandita o la letra de cambio, a menudo desnaturalizada hasta convertirse en un préstamo a corto plazo. El crédito a particulares solía seguir prácticas tradicionales que sorteaban la crítica de la Iglesia a la usura, con el inconveniente de su rigidez. Pero los estados tenían problemas crecientes de numerario, por lo que surgieron los juros en la hacienda de los Austrias, deuda pública remunerada que se podía negociar en los mercados financieros; los asientos, reservados a casas importantes, figuran a medio camino entre la transferencia de capitales con cambio de moneda y el préstamo. Se perfeccionaron los sistemas contables, con el libro mayor, el diario, la contabilidad por partida doble, la sustitución de la numeración romana por la arábiga… También se desarrollaron prácticas más o menos especulativas. La creciente circulación de dinero necesitaba de especialistas; los usureros estaban prohibidos, y a menudo se les identificaba con la minoría judaica. Tenemos también cambistas y auténticos banqueros, que cambiaban moneda, giraban cantidades entre distintos centros financieros, recibían dinero en depósito… La tipología de los establecimientos financieros cubría un amplio espectro. Alcanzaron cierta importancia algunos bancos municipales, que eran esencialmente cajas de depósito volcadas en la atención de las necesidades financieras del municipio. Un salto cualitativo importante fue pasar de estas instituciones financieras a auténticos bancos públicos en el sentido moderno, que remunerasen los ahorros allí depositados y pudieran prestar a interés, pero hay que esperar al siglo XVII para que esto suceda. 6. Fases y coyunturas económicas Los precios en España se cuadruplicaron aproximadamente a lo largo de la centuria, distinguiendo claramente dos fases en su ritmo ascendente: 1) Primera mitad s. XVI, se inicia la revolución de los precios, experimentando estos un alza moderada; 2) Segunda mitad s. XVI, se produce la fase culminante de la revolución de los precios. Aparte de constituir el factor fundamental que desencadenó el alza de precios, el creciente desequilibrio entre una población en ascenso y unos recursos que se incrementaban cada vez con mayor dificultad fue el principal responsable del deterioro que experimentó la coyuntura económica en la segunda mitad del s. XVI. Además, sus efectos se vieron agudizados por la tendencia hacia la polarización social que se derivaba del proceso socioeconómico. En efecto, la progresiva fragmentación de las explotaciones como consecuencia del incremento demográfico y de las prácticas hereditarias fue acentuada por la ofensiva de las clases no agrarias sobre la propiedad de la tierra, determinando que la mayoría del campesinado dispusiese de unas propiedades cada vez más reducidas. En todo caso, la tendencia a la desaparición de las propiedades de tipo medio y el proceso de endeudamiento del campesinado como consecuencia de su progresivo empobrecimiento parecen constituir un fenómeno bastante común en la Europa de la segunda mitad del s. XVI. Otros factores que contribuyeron a intensificar este proceso fueron el cambio climático que experimentó el continente, aunque no radical, iniciándose lo que se ha denominado como “pequeña edad glaciar”. También la intensificación de los enfrentamientos bélicos en la segunda mitad del s. XVI contribuyó a empeorar la situación, ya que, aparte de sus efectos directos (destrucción e inseguridad), provocaron un considerable crecimiento de la presión fiscal en la mayoría de los países. En todo caso, ya fuese por el efecto de la crisis malthusiana, el cambio climático o la incidencia de la guerra, lo cierto es que el descenso de la producción agraria y la frecuencia de las malas cosechas fueron unos fenómenos bastante comunes en la Europa de la segunda mitad del s. XVI Finalmente, para completar este sombrío panorama, las epidemias también volvieron a reaparecer con mayor frecuencia e intensidad a partir de 1575. De todas formas, tanto la cronología como la naturaleza del ensombrecimiento de la coyuntura económica fueron muy diversas en el conjunto de Europa. Los síntomas
  • 14. más prematuros de la crisis parecen producirse en Francia, y arrancan ya desde la década de 1560. Sin embargo, será sólo en el último decenio de la centuria cuando las dificultades adquieran un carácter general en la mayoría de los países. Pero mientras que en algunos casos (como Inglaterra o las Provincias Unidas) esta etapa no es más que una pausa en el proceso de crecimiento, en otros (sobre todo los países mediterráneos) constituye el inicio de la aguda crisis que se experimentará en el s. XVII. En conclusión, los cambios registrados durante todo el s. XVI, no parecen suficientes para justificar el concepto de una “revolución económica del siglo XVI”. Los nuevos elementos aparecidos en el terreno del comercio del dinero, del ensanchamiento geográfico del horizonte económico y de las relaciones de producción, no deben hacer olvidar el peso específico de una Europa rural casi inmóvil. El primer capitalismo no puso en cuestión las formas socio – económicas. TEMA 4. Las nuevas monarquías del Renacimiento 1. Los debates sobre el Estado y el concepto de Estado Moderno El Estado Moderno surgió entre los siglos XIV y XV, cuando los reyes aprovecharon la crisis del feudalismo para retomar su poder, y su proceso de surgimiento se aceleró en el Renacimiento, con profundas transformaciones en los mecanismos del gobierno y en el ejercicio del poder. Este proceso estuvo respaldado por la burguesía, una nueva clase social nacida con este tipo de Estado. El Estado moderno poseía identidad, estaba organizado, estructurado y era formal; era reconocido políticamente por otros y el poder estaba centralizado. Su formación tuvo variadas consecuencias a nivel político, económico y social. Fue el modo de gobierno utilizado en toda la Edad Moderna y parte de la Contemporánea. Los reyes europeos iniciaron el proceso de formación del Estado moderno, al comenzar a concentrar y centralizar el dominio sobre sus tierras. Aprovechando crisis que enfrentaban los señoríos tras las guerras, hicieron pactos con los señores feudales para recibir sus tierras a cambio de algún privilegio, o si no debieron reconquistarlas a través de guerras sangrientas. Los reyes fueron "ayudados" en este proceso por los burgueses que deseaban desprenderse de los señores feudales, ya que se veían perjudicados por la condición de vasallos de éstos y la economía feudal. El proceso de cambio político constituyó más una práctica que el resultado de una teoría, porque respondió, en cada lugar, a las condiciones preexistentes. No se trata, por tanto, de un desarrollo general y homogéneo, sino de una tendencia que en el Renacimiento se inauguró y en la centuria posterior se desarrolló. En el Renacimiento y el s. XVI es difícil hablar de estados modernos en el sentido de “nacionales”. El término “nación” significaba entonces –y hasta la Revolución Francesa— el origen geográfico, regional o local, de un individuo, y no aludía a la pertenencia a una determinada formación político-territorial. Tampoco el concepto de “Estado” era similar al actual. Nadie se refería a él como una entidad abstracta diferenciada de gobernantes y gobernados, sino que se encarnaba en el príncipe y en la dinastía. Italia había visto cómo se creaba en el s. XV la forma más original de poder, la misma que inspiró El Príncipe, de Maquiavelo: la conquista del Estado por el hombre de guerra, que conserva en provecho propio la autoridad que ha sabido mantener contra los peligros exteriores o la instalación en el poder de los dueños del juego económico. En una Europa que respetaba la tradición y la naturaleza religiosa de la autoridad legítima, los señoríos italianos son el nuevo signo del papel que habría de jugar la fuerza en el Estado. Pero, por encima de la variedad de formas de poder, lo que caracteriza los últimos decenios del siglo es el esfuerzo consciente de todos los que lo detentan por reforzar su autoridad, por vencer las resistencias que encuentran en su ejercicio y para dar al Estado las bases y los medios de sus nuevos destinos. Los soberanos y sus consejeros instauraron, de 1450 a 1500, los elementos que permitieron en el s. XVI la construcción del Estado moderno, bajo la forma de la monarquía centralizadora. Esto queda señalado por diversas acciones: a) La consolidación y la especialización del Consejo del rey. Instituciones. El estado moderno se apoyará en sus instituciones para lograr que la maquinaria estatal pudiera funcionar, y partieron del Consejo Real de la Edad Media conectando con la curia regis, compuesta por miembros elegidos por el soberano al cual le ofrecían su consejo. El rey fue eligiendo personas cada vez más capacitadas y preparadas, realizando a poder ser un cursus honorum para que las personas más notables y preparadas ocuparan los puestos institucionales. Los monarcas intentaron mediante una política consciente, controlar la elección de sus consejeros, bien reduciendo su número, bien creando, al lado del Consejo de composición tradicional, un órgano más restringido, a menudo oficioso, pero que desempeñaba el papel más importante. Al tener el Consejo una competencia universal, se esbozó una división entre sus atribuciones políticas y sus atribuciones jurídicas por medio de la creación de un nuevo órgano. Finalmente, para afirmar su soberanía, el rey intentó hacer de su Consejo la más alta autoridad del Estado, por encima de todas las demás instituciones, especialmente de los órganos representativos que limitaban su poder.
  • 15. b) La multiplicación de los representantes del poder. Burocratización. Cada vez se fue buscando más una burocracia especializada y jerarquizada. Este personal se definió al servicio exclusivo del monarca, a través del cual ejercían su acción de gobierno. Así, la burocracia organizaba y extendía la acción de gobierno, contando además con una formación universitaria y unos conocimientos prácticos. En su mayoría estaban formados por la nobleza media y baja y por la burguesía letrada. La creación de una estructura de gobernación más compleja se debió a que a la existente se le sumaron instituciones representativas del pueblo (Cámara de los Comunes en Inglaterra) y en algunos casos también de las élites ( Prusia, Holanda e Inglaterra con la Cámara de los Lores). También se formaron los Parlamentos. La consolidación del control por parte del soberano exigió, en una época en que las distancias eran un obstáculo considerable, la presencia de servidores fieles en las provincias. Al lado de los jueces reales, la forma más antigua de representación del soberano, aparecieron nuevas jerarquías administrativas, vinculadas al desarrollo mismo de las actividades del Estado. Estos representantes del soberano se elegían tanto entre la pequeña nobleza provinciana, a la que se unía así a la clientela real, como entre los clérigos formados en el derecho romano, que apoyaban, desde hacía tiempo, las ambiciones de los soberanos. A veces eran poseedores vitalicios de sus cargos (funcionarios), revocables sólo por voluntad real. c) La búsqueda de recursos regulares. Finanzas. En la tradición medieval, el soberano debía vivir normalmente de su dominio, es decir, de la renta de los derechos señoriales y feudales, de los beneficios de sus posesiones (bosques y tierras) y del producto de los derechos de regalía (acuñación de moneda, derecho de mañería, etc.). En todas partes, los soberanos del s. XV trabajaban para acrecentar estas rentas “ordinarias” por medio de una gestión mejor y por adquisiciones. Pero estas rentas eran insuficientes desde hacía mucho tiempo y, más aún, ante las nuevas ambiciones del Estado. Por lo tanto, era necesario obtener recursos “extraordinarios” en forma de impuestos sobre las personas y los bienes o tasas sobre los intercambios. Los monarcas irán buscando cada vez más su independencia económica, es decir, buscando la autofinanciación. Esto será posible gracias a los diferentes derechos exclusivos de las monarquías, como eran las propiedades de patrimonio real (minas e impuestos como el que gravaba la acuñación de moneda) y a la creación de nuevos sistemas de recaudación impositiva, como impuestos aduaneros. También se redactaron normas para el control de la entrada y la salida de los bienes. Todo el sistema de recaudación era dirigido por la burocracia. Todo ello provocó que poco a poco la presión fiscal tendiera a aumentar en todos los países, creciendo a la vez que avanzaba la Edad Moderna, lo que dio origen a tensiones permanentes con los súbditos. También los monarcas intentaron sortear las exenciones fiscales de los grupos privilegiados. d) La creación de un ejército permanente. El ejército pasó de ser señorial a ser estatal, mantenido con fondos estatales y buscándose que fueran nacionales, permanentes y profesionales. Por ello, comenzaron a ser cuerpos armados cada vez más estables al servicio exclusivo del monarca. Su función era el de buscar la estabilidad interior del estado y la hegemonía en el exterior. Sin embargo, todavía dominaban en el ejército moderno los mercenarios, que no luchaban por la patria sino por dinero. En cuanto al generalato, oficiales y la soldadesca, éstos aprendían sobre la marcha de los combates y sobre el terreno, ya que las academias militares no se crearían hasta el siglo XVIII. Un rasgo de modernidad fue que poco a poco los ascensos dentro del ejército se fueron asociando más a los méritos profesionales que al origen social de los individuos. Tecnológicamente, la evolución más importante del ejército fue el espectacular desarrollo de la artillería. El ejército permanente es un elemento fundamental en la construcción del Estado moderno, orientado a afirmar su poder en el exterior, y era también la causa esencial de la búsqueda de recursos financieros regulares y abundantes. El ejército feudal tradicional, que movilizaba a los vasallos y súbditos por medio de bandos y llamamientos, era ya insuficiente. La guerra se convirtió en un oficio especializado, y se impuso la necesidad de recurrir, junto a la antigua “hueste”, a las compañías de ordenanza, formadas por jóvenes gentilhombres, y a las milicias de arqueros procedentes del pueblo bajo. Muy pronto, a imitación de las repúblicas italianas, que utilizaban en gran número y desde hacía mucho tiempo, los servicios de los condottieri, los soberanos empezaron a reclutar mercenarios, pagados para hacer la guerra. Así pues, de 1450 a 1500, se franqueó una etapa decisiva en el camino de la construcción del Estado moderno, en el que se encarna la vitalidad y el dinamismo del grupo nacional, que toma a su cargo, bajo la firme dirección del soberano –garante de la continuidad histórica y símbolo de una unidad todavía imperfecta, pero buscada y exaltada— el destino de la comunidad. En esta aparición del Estado no todos marchan al mismo paso, y el mapa político de la Europa de finales del s. XV lo muestra claramente: los países de la Europa central y oriental seguirán retrasados en este aspecto, con respecto a los países occidentales, hasta el Despotismo Ilustrado en el s. XVIII. Rasgos definidores de los estados modernos • Una entidad territorial definida, un poder superior suficientemente fuerte y rico en sus funciones. • Una normativa legal jerarquizada y más rica. • Una reducción suficiente del orden feudal heredado.
  • 16. • Organizaciones institucionales coherentes. • Una infraestructura suficientemente sólida que permita a las organizaciones institucionales el ejercicio del poder. Consecuencia de la formación del Estado Moderno • El nacimiento del nacionalismo: los reyes usaron el nacionalismo como un instrumento para la formación de un estado centralizado al unir al pueblo bajo una misma bandera y un mismo idioma. • La creación de los estados liberales. • La creación de las monarquías absolutistas y las monarquías parlamentarias. • La formación de instituciones estatales. • La estatalización del ejército. • El uso de nuevos sistemas económicos como el mercantilismo, y posteriormente la fisiocracia y el capitalismo. Cabe decir que el debate historiográfico ha dado lugar a dos posiciones: aquellos que aplican a esta situación el término de “estado moderno” y aquellos que cuestionan que se pueda calificar de estado a cualquier configuración política anterior a la Revolución Francesa. 2. La crisis de los poderes “universales” El Imperio y el Papado, que durante la Edad Media han sido frecuentemente protagonistas, no ejercen ya la misma autoridad universal ni tienen el mismo esplendor. Han perdido ya su carácter supranacional, aunque ambos conserven una preeminencia honorífica más que discutida. La Reforma no hará sino acelerar la pérdida de protagonismo de uno y de otro. La pérdida de la autoridad papal La autoridad religiosa papal que le confería el ser tenido por sucesor de San Pedro y actuar como legítimo interpretador de la Biblia –donde se hallaban tantas máximas políticas— le otorgó una omnipotencia que ultrapasaba las tareas espirituales y se adentraba resueltamente en los quehaceres seculares. La ideología hierocrática del papado se vio reforzada con la reforma gregoriana (siglos XI y XII) y por las autorizadas interpretaciones. Según estos autores, el papa dirigía el gobierno universal por su condición de vicario de Cristo, mientras que el emperador sólo tenía legitimidad si actuaba bajo el beneplácito del sumo pontífice. Junto a estos abstractos razonamientos político-religiosos, también atizaron los enfrentamientos cuestiones más pragmáticas como el control de los nombramientos de los clérigos, las rentas eclesiásticas y la administración de justicia. Las hostilidades entre el papado y el Imperio fueron intensas y obstinadas hasta finales del s. XIII, pero, a partir de entonces, ambos poderes universalistas entraron en un imparable proceso de decadencia. La soberanía universal del papa fue también cuestionada por las monarquías. Más que una cuestión personal, la gravedad de estas diferencias eran un signo de los nuevos tiempos en los cuales la unidad cristiana se empezaba a fraccionar en diferentes unidades nacionales. El prestigio y la autoridad del papado disminuyó hasta sus cotas más bajas durante el s. XIV (traslado a Avignon y el Gran Cisma de Occodente). Al final del mismo, los monarcas aprovecharon la ocasión para negociar con la Santa Sede los primeros concordatos. Todos estos tratados tuvieron para las autoridades civiles la sumisión fiscal del clero y el control de los nombramientos eclesiásticos. Además, estos concordatos fueron continuamente revisados durante los siglos posteriores al efecto de aumentar las prerrogativas del rey sobre los asuntos del clero. En poco tiempo los monarcas consiguieron amplias atribuciones sobre su clero nacional. En los territorios luteranos, sin embargo, la estatalización de la Iglesia se llevó a cabo por la vía de la ruptura con la autoridad de Roma. El declive de las pretensiones universalistas del Imperio Durante el período medieval los emperadores de Occidente se consideraban como los legítimos sucesores de los césares romanos. La ideología imperial mantuvo la concepción universalista y la potestad máxima característica del Bajo Imperio, pero, con la influencia de la religión monoteísta cristiana, el emperador fue cubierto de un halo de sacralidad y santidad que lo colocaba en una posición muy por encima de sus súbditos y sólo por debajo de Dios. Esta delegación divina, exaltada a través del simbolismo de las ceremonias de coronación, establecía una idea de gobernante que actuaba a un mismo tiempo como rey y como sacerdote. Esta concepción cesaropapista chocó frontalmente con las pretensiones del papado. La Santa Sede reservaba al Sacro Imperio el ejercicio del poder que simbolizaba la espada, es decir, el de brazo armado de la Iglesia y defensor de la verdadera religión. El papa cedía este poder al emperador y, de la misma manera, podía arrebatárselo si éste no cumplía el fin para el cual se le había conferido. Contra este elaborado y maduro argumento teológico la ideología imperial tuvo escasa capacidad de réplica. Aun así, no faltaron ardientes defensas historicistas y providencialistas del Imperio frente al Papado que denunciaban las pretensiones
  • 17. hierocráticas del papa y trataban de demostrar la finalidad pacificadora y justiciera del emperador frente al peligro del Anticristo (el desorden). Esta pauta, sin embargo, permaneció en el marco de la teoría. Los conflictos de los siglos XIV y XV (Guerra de los Cien Años) y la debilidad del Imperio, cada vez con menos pretensiones universalistas y más identificado con la nación alemana, pusieron de manifiesto la naturaleza de los nuevos poderes: los reyes soberanos. Se introdujeron en la doctrina jurídico-política una serie de fórmulas que manifestaban la idea de que el monarca no reconocía ningún poder superior en lo temporal dentro de su territorio –reges superiorem non recognoscentes— o que el rey era un emperador en su reino – rex et imperator in regno suo—. Se desarrolló un proceso de “imperialización” de la figura del rey que se reveló con la apropiación de una serie de símbolos y atributos hasta entonces privativos del emperador (título de majestad, la representación pictórica del rey con vestidos y ornamentos imperiales o la sacralización del rey como Vicarius Christi). La doctrina del origen divino del poder real se desarrolló en todas las cortes europeas pero particularmente en Francia. Resurgimiento de un nuevo poder: la burguesía La monarquía tuvo que hacer frente a la fragmentación de poder feudal. El feudalismo europeo tuvo su momento álgido entre los siglos X y XIII. Ante la inseguridad que provocaron las invasiones, los reyes cedieron a sus lugartenientes la protección y custodia de una parte de su territorio. Cada zona (feudo) se convirtió en una unidad autárquica y en un dominio jurisdiccional bajo el gobierno efectivo de un señor, que aunque mantenía una relación feudo-vasallática con el monarca, en ocasiones cuestionaba su autoridad e incluso se enfrentaba a él. Este fortalecimiento de los poderes locales supuso un debilitamiento de la autoridad del rey, que conservó como principal atributo su carácter religioso, conviviendo tanto con el contrato feudal como con el constitucionalismo que se desarrolló en las ciudades. El progreso de las ciudades ocasionó la aparición de un grupo social, la burguesía, que no compartía los intereses feudales. Esta circunstancia fue aprovechada por la realeza para frenar a la nobleza feudal: el monarca favoreció la emancipación de las ciudades del dominio señorial y les otorgó abundantes privilegios, lo que le permitió contar, además de con su fidelidad, con una milicia disciplinada. En el norte de Italia, las ciudades se convirtieron en entidades autónomas y autárquicas, en auténticas ciudades-estado. La aparición de los nuevos poderes ciudadanos provocó en los estados la creación de formas de gobierno más complejas: las Cortes en España, las Dietas en Alemania, los Estados Generales en Francia o Parlamento en Inglaterra. En estas asambleas el monarca convocaba a representantes del clero, la nobleza y las ciudades; se puso de manifiesto la conciencia de unidad nacional y el apoyo de la nueva sociedad burguesa al rey. La asunción por parte del monarca del poder público y supremo sobre un territorio conformó el concepto de soberanía y la idea de Estado. A lo largo de la Edad Moderna, la capacidad que demostraron los reyes para controlar estas asambleas determinará el grado de absolutismo que lograron imponer (docilidad de los Estados Generales en Francia, intervencionismo real en Castilla, relaciones muy incómodas en Aragón, monarquía centralizada en Inglaterra…). 4.3. Características e instrumentos de las nuevas monarquías Consciente de la imagen de poder que deseaba transmitir, el príncipe buscó símbolos que resaltasen la dignidad de su magistratura. Así, la liturgia cortesana respondió a una doble función: por un lado, recordar continuamente a los súbditos la autoridad del monarca y, también, impresionar al visitante extranjero. Los efectos escenográficos que rodearon al príncipe fueron perceptibles en todas las cortes europeas. De la unión de las formas italiana y borgoñona se nutrió una nueva generación de gobernantes cuyo prestigio y autoridad quedan reflejadas en símbolos de fortaleza física, virtud moral y superioridad intelectual. Junto a estos elementos, el necesario componente religioso completó una imagen del gobernante a medio camino entre el semidios y el campeón de la fe. Sólo una estrecha relación del gobernante con Dios podía justificar el poder autocrático, que resultaba, entonces, emanación de la justicia divina. Todos los monarcas fueron muy cuidadosos en subrayar los rasgos religiosos de su trono. La jerarquía eclesiástica de cada país fue objeto de un proceso de “estatalización”, con resultados diversos. Allí donde el proceso tuvo resultados positivos, el proyecto de centralización encontró un decisivo refuerzo ideológico y un respaldo económico adicional. La injerencia civil en los asuntos eclesiásticos provocó el recelo de Roma y una tensión larvada que algunas veces estalló en conflictos jurisdiccionales e incluso bélicos. Aparte de la religión, la tradición jugo un papel fundamental en la consolidación del príncipe, unos ligados al pasado histórico de las comunidades, otros a la herencia dinástica. Por supuesto, esta tradición histórico-política, de la cual muchos de los nuevos gobernantes difícilmente podían considerarse herederos, hubo de ser manipulada, en mayor o menor grado, para resultar válida a sus intereses. Así, medidas artísticas (obras públicas y artísticas, Medici en Florencia) fueron aplicadas en las cortes, con dos objetivos: legitimar el dominio del príncipe y borrar de la memoria oscuros episodios del pasado o esplendores rivales. La iconografía artística, la literatura oficial y otras
  • 18. manifestaciones propagandísticas tendieron a representar al príncipe como heredero del pasado más glorioso, fuera real o aceptado por la mayoría. Aunque estas justificaciones no eran nuevas, en el Renacimiento se hizo especial énfasis en su valor y se enriquecieron con el recuperado elemento clásico. Los gobernantes tuvieron que demostrar también sensibilidad para con las tradicionales libertades de su país, pese a las aspiraciones monopolísticas del poder. La observancia de estos principios obligó en muchos lugares a que el príncipe jurase explícitamente el corpus constitucional y la defensa de las libertades de sus súbditos. Este trámite nunca fue un mero formulismo y se mantuvo como requisito para el acceso al trono del nuevo soberano y la jura del heredero. Al mismo tiempo, el proyecto absolutista encontró alguno de sus límites en la autoridad de los órganos y cuerpos representativos, teóricamente garantes de la tradición. Aunque el gobernante de la Edad Moderna incorporó aspectos novedosos en cuanto a la imagen de su autoridad, la esencia de su autoridad siguió basándose en una concepción dinástico-patrimonial del estado y en la legitimación religiosa. Instrumentos de las nuevas monarquías Los estados desarrollaron un amplio programa de reformas internas y una política de prestigio exterior que corrió diversa suerte. – Las empresas bélicas: la guerra fue el medio fundamental del príncipe. Sustancialmente agresivos, los estados encontraron en ella un instrumento polivalente que satisfacía sus necesidades. La actividad bélica protagonizó tanto la acción exterior como la interior de los gobernantes, cuya política de prestigio no hubiera tenido valor sin el apoyo de la fuerza. En primer lugar, sólo mediante la guerra se impuso el príncipe sobre sus competidores interiores, especialmente la aristocracia señorial que mantenía ejércitos privados. En muchos casos, las nuevas monarquías nacieron de conflictos civiles, como en la Península Ibérica o en Inglaterra. Las empresas bélicas habían demostrado (caso de la España de los Reyes Católicos) su valor para unificar el país en proyectos comunes, dirigir las energías de los más inquietos, conquistar nuevos territorios y fundamentar la política exterior. El uso masivo de la artillería junto con el desarrollo de la ingeniería militar plantearon los asedios en términos nuevos, así como las armas personales de fuego, otorgaron el protagonismo en los combates a una infantería disciplinada y oscurecieron a la caballería, permitiendo a los estados protagonistas obtener una ventaja decisiva en la lucha por la hegemonía. La nueva organización de los contingentes desterró poco a poco la dependencia de las milicias privadas y colocó definitivamente la actividad bélica dentro de la esfera estatal, por lo que quedó abierto el camino hacia el ejército permanente. Sin embargo, todo esto implicó un crecimiento desmesurado del gasto militar, que obligó a reformas fiscales y al aumento de la presión tributaria. – Política hacendística: todos estos requerimientos de gasto se tradujeron en cambios en el sector hacendístico que implicaron reformas en la organización y, en especial, aumento de la presión fiscal. Los esfuerzos de los soberanos por aumentar y mejorar la recaudación de impuestos chocaron con los privilegios de diversos grupos y los problemas derivados de la propia estructura recaudatoria. En general, la política fiscal abundó en dos líneas básicas: diversificación de los ingresos tributarios interés mediante impuestos indirectos (consumo, comercio) que permitían obtener rendimientos fiscales de aquellos cuerpos ajenos a la tributación directa, y los impuestos directos, de tratamiento más delicado porque recaían sobre los no privilegiados (campesinos) y siempre causó tensiones. Los tributos siguieron recaudándose mayoritariamente de modo indirecto, a través de intermediarios. Ello provocó que parte del beneficio fiscal quedara en manos privadas y, además, que la imagen del estado dependiera de la acción de particulares. Los tributos no alcanzaban a sufragar los ambiciosos proyectos de los gobernantes, y el dinero se recogía con retraso y drenaba numerosos bolsillos antes de llegar al Tesoro. El recurso del préstamo se generalizó pronto y empezó a gravar con peligro los ingresos regulares, en función de los intereses exigidos Ejemplo claro fue la Monarquía Hispánica, que llegó a declararse varias veces en bancarrota durante el s. XVI). El recurso al crédito de los banqueros, a través de los llamados “asientos”, se completó con la emisión de deuda pública, en forma de “juros” que eran situados sobre rentas de la Corona. Estos fueron algunos de los límites más caracterizados del estado, la inadecuación de la organización hacendística a los ambiciosos proyectos de dominio y el alto costo de los grandes ejércitos. – La burocracia y la administración. La burocracia empieza a poner sus bases. El campo administrativo permitió realizar avances sustanciales hacia el objetivo máximo de la centralización del poder. Sin embargo, el crecimiento burocrático se produjo sin una planificación adecuada y atendió a las necesidades de cada momento, lo cual provocó interferencias en las competencias, solapamientos poco funcionales y una estructura administrativa resultante calificada a veces como caótica. En la base del problema figuraba la propia concepción del estado, indiferente a la división entre lo patrimonial dinástico y lo público. A partir de los Consejos reales (formado por la alta