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Revisando los conceptos de
     juego, creación y fantaseo


               (Basado en el texto “El creador
               literario y el fantaseo” de Sigmund
               Freud.)




Universidad ARCIS
Carrera: Lic. En Psicología (Vespertino)
Cátedra: Psicología General II
Período: 2° semestre 2010
Profesora: Livia Sepúlveda
Estudiante: Lautaro Ferrada Q.

                                                     1
Índice
 I.- Introducción            Pág. 2 (Ir)

II.- Desarrollo              Pág. 3 (Ir)

III.- Conclusión             Pág. 9 (Ir)

IV.- Bibliografía            Pág. 9 (Ir)




                                           2
I.- Introducción
En este breve ensayo, y a partir de una lectura crítica del texto El creador literario y el
fantaseo,1de Sigmund Freud, hemos llegado a la conclusión de que la claridad de algunos
conceptos aquí utilizados es insuficiente y, en consecuencia, lleva a confusiones en relación
con la comprensión de la creación literaria que es sobre la que éste pretende dar cuenta. De
aquí que nuestra tarea se concentra en intentar una búsqueda de mayor precisión en los
conceptos «jugar» y «fantasear», definidos en el texto mencionado, como ruta para una
comprensión más cabal del «creador literario» y de la creación en general.

Para avanzar en este cometido, desmenuzaremos con cierta minuciosidad el texto en
aquellos párrafos en que haya referencia a los conceptos que nos atingen, clarificando
primero las definiciones que del mismo texto se deducen, para a continuación esbozar
nuestras precisiones.

En el desarrollo del trabajo, plantearemos preguntas, algunas de las cuales buscaremos
responder, por mientras que otras, simplemente quedarán abiertas para posteriores
reflexiones.



                                              II.- Desarrollo
En primera instancia, Freud, en su artículo plantea que juego y creación literaria son
equivalentes y, en segunda instancia, diferencia el «jugar» del «fantasear». Lo expresa así:

        “todo niño que juega se comporta como un poeta, pues se crea un mundo propio
        o, mejor dicho, inserta las cosas de su mundo en un nuevo orden que le agrada.
        (…) Lo opuesto al juego no es la seriedad, sino… la realidad efectiva. El niño
        diferencia muy bien de la realidad su mundo del juego, a pesar de toda su
        investidura afectiva; y tiende a apuntalar sus objetos y situaciones imaginados en
        cosas palpables y visibles del mundo real. Sólo ese apuntalamiento es el que
        diferencia aún su «jugar» del «fantasear».”2

Hasta aquí, centraremos nuestra atención en tres conceptos fundamentales mencionados: El
jugar, la creación literaria (el poeta) y el fantaseo. Por el momento, nos llama la atención
la diferenciación que en la primera cita hace entre «jugar» y «fantasear», que estaría
centrada en que el niño “diferencia muy bien de la realidad su mundo del juego (…) y
tiende a apuntalar sus objetos y situaciones imaginadas en cosas palpables y visibles del
mundo real. Sólo ese apuntalamiento es el que diferencia aún su «jugar» del «fantasear».”


1
    Freud, Sigmund; “El creador literario y el fantaseo”; O.C. T IX (1908-1907)
2
    Idem Ant, Párrafo 3


                                                                                             3
Para Freud, sería entonces este apuntalamiento el factor crítico diferenciador de ambos
conceptos.

Pasa luego a reforzar su idea, esta vez desde la perspectiva del poeta, pero haciendo
mención a la creación de “un mundo de fantasía”. Dice así:

      “el poeta hace lo mismo que el niño que juega: crea un mundo de fantasía al
      que toma muy en serio, vale decir, lo dota de grandes montos de afecto, al
      tiempo que lo separa tajantemente de la realidad efectiva.”3

A la luz del comentario anterior, tendríamos que calificar de imprecisa esta última cita, ya
que el poeta, en rigor, no “hace lo mismo que un niño”, en la medida en que el mundo de
fantasía que crea, se diferencia del que el niño inventa, por el apuntalamiento con cosas
palpables y visibles del mundo real con que este último provee su “juego” o fantasía
lúdica. El mundo de fantasía del poeta, en cambio, sería un mundo de fantaseo puro
-pudiésemos llamarle-, cuya condición sería la ausencia de apuntalamiento con cosas
palpables y visibles del mundo real.

Tenemos hasta aquí entonces dos conceptos diferenciados: Por una parte, el juego, cuya
peculiaridad sería que se desenvuelve en una fantasía lúdica, y por otra, la creación
literaria, que se movería en el ámbito de una fantasía pura. En este punto nos preguntamos
¿Será esto último posible? ¿Existirá un tal fantaseo puro sin apuntalamiento del mundo
real? ¿Qué entiende Freud por “apuntalamiento del mundo real”? ¿Qué concepto de
realidad supone Freud para hacer estas afirmaciones? Dejemos hasta aquí tales inquietudes
y prosigamos desmenuzando el texto. Freud, en el mismo artículo4 ya mencionado, afirma:

      “El adulto deja, pues, de jugar; aparentemente renuncia a la ganancia de placer
      que extraía del juego. (…) En verdad, no podemos renunciar a nada; (…) Así,
      el adulto, cuando cesa de jugar, sólo resigna el apuntalamiento en objetos
      reales; en vez de jugar, ahora fantasea. Construye castillos en el aire, crea lo
      que se llama sueños diurnos.”5

Aquí Freud refuerza la idea que acabamos de criticar, nos confirma que es el
apuntalamiento en objetos reales el factor clave para discriminar entre juego y fantaseo,
pero esta vez agrega algo más, menciona “castillos en el aire” y “sueños diurnos”.
También nos ejemplifica con una situación hipotética, 6 con lo cual permite nuestra deriva
3
  Idem Ant. Párrafo 4
4
  Idem Ant.
5
  Idem Ant. Párrafo 6.
6
  “Supongan el caso de un joven pobre y huérfano, a quien le han dado la dirección de un empleador que
acaso lo contrate. Por el camino quizá se abandone a un sueño diurno, nacido acorde con su situación. El
contenido de esa fantasía puede ser que allí es recibido, le cae en gracia a su nuevo jefe, se vuelve
indispensable para el negocio, lo aceptan en la familia del dueño, se casa con su encantadora hijita y luego


                                                                                                         4
hacia la reflexión de que esta llamada -por nosotros- fantasía pura, más que enfocarse en la
presencia o no de los apuntalamientos en objetos reales, como Freud menciona, hace
referencia a la imaginación de un deseo sobre el cual no se tiene poder realizativo. El
asunto, en rigor, no es que el deseo no sea posible de que ocurra, sino más bien, que el
juicio de realidad nos muestra que la probabilidad de su ocurrencia es bajísima, y este dato
de la realidad, el fantaseador lo ignora, no necesariamente en el sentido de no tener
conciencia de su irrealidad, sino más bien, en el sentido de que se resiste a renunciar a la
probabilidad de su ocurrencia y, en contradicción a este deseo, carece o simplemente
renuncia a elaborar un diseño táctico y/o estratégico para aumentar la probabilidad de su
consecución. De manera que el fantaseo, no se constituye necesariamente en razón de que
el evento mismo imaginado no sea posible que ocurra -o, en palabras de Freud, carezca de
apuntalamiento con cosas palpables y visibles del mundo real- sino en que, incluso cuando
ese deseo es realizable -por lo tanto, potencialmente palpable y visible en el mundo real- el
fantaseador no hace nada para facilitar su ocurrencia, éste se remite a sólo imaginar ese
deseo, sin diseñar estrategia razonable alguna para llevarlo a cabo o quizás, diseñando una
estrategia ingenua que en nada facilita la concreción del deseo o, inclusive, y en el mejor de
los casos, diseñando una estrategia bien planificada y efectiva, pero que finalmente no
ejecuta. Tras esta reflexión, arribamos a una más clara diferenciación entre «jugar» y
«fantasear». Definido ya el fantasear, diríamos que el jugador, a diferencia del fantaseador,
sabe que el mundo que imagina sólo lo imagina, no tiene esperanza o ilusión alguna en que
se haga real, no sueña con su posible realización. Es el hecho creativo de imaginar, el que
sólo y por sí mismo satisface a quien juega. Ahora, en el caso de que el jugador llegase a
soñar con la realización de ese mundo imaginario, sin acompañar este sueño de estrategias
para su consecución, en ese preciso momento abandona el rol de jugador y asume el de
fantaseador. Podemos entonces observar, que la clave comprehensiva de la diferenciación
conceptual es, en rigor, estrictamente subjetiva, no tiene que ver con la sugerencia de
materialidad que portan la idea de apuntalamiento con cosas palpables y visibles del
mundo real. Es cierto que los niños en sus actividades lúdicas adoptan objetos concretos a
los que otorgan creativos roles o funciones determinadas, pero no es esa concreción la clave
diferenciadora, y aunque la fuere, no podría dar cuenta de juegos llevados estrictamente en
el plano de la imaginación. Esta última afirmación, es clave para la comprensión del
creador literario, concepto con el que proseguiremos a continuación. Retomamos una cita
anterior, pero para darle una lectura desde el nuevo ángulo que nos da el avance del trabajo
conceptual realizado:

      “El adulto deja, pues, de jugar; aparentemente renuncia a la ganancia de placer
      que extraía del juego. (…) En verdad, no podemos renunciar a nada; (…) Así,
      el adulto, cuando cesa de jugar, sólo resigna el apuntalamiento en objetos



dirige el negocio, primero como copropietario y más tarde como heredero.”


                                                                                           5
reales; en vez de jugar, ahora fantasea. Construye castillos en el aire, crea lo
         que se llama sueños diurnos.”7

Del párrafo destacamos, en principio, dos frases:

         “renuncia a la ganancia de placer que extraía del juego. (…) En verdad, no
         podemos renunciar a nada;”

         “sólo resigna el apuntalamiento en objetos reales; en vez de jugar, ahora
         fantasea.”

Freud primero dice que el adulto “renuncia”, pero después retrocede en su afirmación
inicial, en vista de que “no podemos renunciar a nada” y remplaza la palabra por “resigna”,
el apuntalamiento en objetos reales. En rigor, la palabra “resigna”, en este caso puede
entenderse como un sinónimo perfecto de “renuncia”. El punto es que no habría aquí una
“renuncia a la ganancia de placer”, sino que sólo una “renuncia al apuntalamiento en
objetos reales”.

Dada esta reflexión y si nos esforzamos por comprender el planteamiento de Freud,
podemos suponer que la ganancia sustantiva de placer, no está en el “apuntalamiento en
objetos reales”, sino en la vivencia imaginativa de la fantasía, es a esta última a la que no
renunciamos, es en este sentido en que los adultos “no podemos renunciar a nada”, a nada
significativo debíamos precisar ya que, en vistas de que en el apuntalamiento de los objetos
reales, no radica la ganancia sustantiva de placer, sería ésta una renuncia menor, que
justificaría llamarle “resignación” en lugar de “renuncia”. Todo esto, recordemos, haciendo
un esfuerzo por comprender a Freud.

Nos preguntamos, sin embargo ¿A qué verdaderamente renunciamos? ¿Qué tanto placer
perdemos en esa renuncia? ¿Cuál es el costo de cambiar juego por fantaseo? ¿Es acaso
obligatorio para los adultos abandonar el juego? ¿Cuál es la verdadera esencia del juego?
¿Es acaso razonable de adulto abandonar esta esencia lúdica?

Decíamos, según nuestra propia conceptualización, que la diferencia esencial entre juego y
fantaseo, radicaba en un aspecto estrictamente subjetivo consistente en que:

         “el fantaseador no hace nada para facilitar su ocurrencia (la de la fantasía), éste
         se remite a sólo imaginar ese deseo, sin diseñar estrategia razonable alguna para
         llevarlo a cabo o, quizás, diseñando una estrategia ingenua que en nada facilita
         la concreción del deseo o, inclusive, y en el mejor de los casos, diseñando una
         estrategia bien planificada y efectiva, pero que finalmente no ejecuta.”8
7
    Idem Ant, Párrafo 6
8
    Pág. 5 de este mismo documento


                                                                                               6
De manera que, en otras palabras, el fantaseador a lo que renuncia es a transformar en un
hecho su fantasía, a diferencia del niño que la lleva a cabo simbólicamente. O sea, el niño
despliega un acto creativo en la medida en que realiza simbólicamente su fantasía en el
acto que llamamos “juego”, por mientras que el fantaseador, en la medida en que no
concreta su fantasía de ninguna manera, ni siquiera simbólicamente, a lo que en el fondo
renuncia, es al acto creativo de realizar su fantasía, ya sea real o simbólicamente. Su
“creatividad” se restringe a “imaginar su fantasía” y al hacerlo, va lastrado con el dolor de
no poder ir más allá, de no concretarla ni siquiera simbólicamente.

Entonces, nos preguntamos respecto de la creación literaria en particular y de la creación
artística en general ¿Esta forma de creación se asemeja más al juego o al fantaseo? ¿Hay en
ella algún grado de realidad o es toda perteneciente al mundo estricto de la imaginación, al
igual que la fantasía?

Según el texto, se juega mientras se es niño, pero el paso a la adultez implica el abandono
del juego, ya que al adulto se le exige que “actúe en el mundo real”, no en el imaginario
que sería el ámbito del juego. Según nuestra lectura, el niño en un proceso creativo
imaginario, vive simbólicamente sus deseos en esta acción que denominamos “juego”. El
adulto, en cambio, incapaz de permitirse jugar, opta sólo por fantasear, sin conseguir llevar
a concreción simbólica sus deseos, menos aún a concreción real. Al final del texto, Freud
relaciona al poeta con “el que tiene sueños diurnos”, o sea, con el fantaseador.

Afirma Freud:

       “el dichoso nunca fantasea; sólo lo hace el insatisfecho. Deseos insatisfechos
       son las fuerzas pulsionales de las fantasías, y cada fantasía singular es un
       cumplimiento de deseo, una rectificación de la insatisfactoria realidad.”9

       “hay un género de hombres a quienes no por cierto un Dios, sino una severa
       diosa -la Necesidad-, ha impartido la orden de decir sus penas y alegrías. Son
       los neuróticos, que se ven forzados a confesar al médico, de quien esperan su
       curación por tratamiento psíquico, también sus fantasías;”10

Finalmente afirma:

       “Para que posea algún valor nuestra equiparación del poeta con el que tiene
       sueños diurnos, y de la creación poética con el sueño diurno mismo,…”11
9
  Freud, Sigmund; “El creador literario y el fantaseo”; O.C. T IX (1908-1907), Párrafo 10.
10
   Idem Ant, Párrafo 9.
11
   Idem Ant. Párrafo 18.


                                                                                             7
En base a estas afirmaciones finales, podemos deducir que el poeta, o extrapolando, el
creador artístico en general, al igual que el adulto, es desdichado en cuanto tiene deseos
incumplidos, circunstancia que lo neurotiza y lo lleva a fantasear mediante, por ejemplo,
sueños. De este tipo de hombres sería el poeta y, su creación, como se afirma en el párrafo
final citado, sería comparable con el sueño del adulto.

Es nuestra opinión, que el poeta está más cercano al niño que juega, como en el principio
plantea Freud, que al adulto neurotizado. La obra poética o artística es, a nuestro entender,
menos fantasiosa que un sueño o una fantasía pura (definida al comienzo), en la medida en
que la obra en sí misma constituye una concreción, una creación simbólica comparable al
juego del niño. El poeta, al igual que el niño y a diferencia del adulto neurótico y
fantaseador, no renuncia al acto creativo de “concretar” su fantasía sino, por el contrario, la
realiza en forma de poema el poeta o, por ejemplo y más ampliamente, de escultura, pintura
o música, el artista. De esta manera, la acción artística, en la medida en que creativa,
consigue algún alivio concreto en la realización sublimada de deseos, que al fantaseador le
es negado, en cuanto a este último la capacidad creativa le ha sido mutilada o, en el mejor
de los casos, restringida al infecundo ámbito de la fantasía.


                                     III.- Conclusión
Habiendo cumplido con la tarea de dar mayor precisión a los conceptos «jugar» y
«fantasear», que nos permitieron apropiarnos de una opinión respecto del «creador
literario», nos quedan importantes inquietudes planteadas, algunas de las cuales podrían
sintetizarse en las siguientes preguntas: ¿Cuán razonable es la renuncia a la creatividad del
juego en la vida adulta? ¿Cuán semejante al juego puede llegar a ser el ejercicio laboral
adulto? ¿Cuánto habrá de prejuicio en esta concepción que opone trabajo y diversión, juego
y productividad? ¿Cuánto del potencial creativo humano se habrá visto y es refrenado por
la visión antagónica entre trabajo y juego? ¿Cuánto nos falta por aprender de los niños en
estos aspectos? ¿Cuán funcional a la explotación del hombre por el hombre será esta mirada
prejuiciada que endiosa y relaciona la voluntariosa laboriosidad con el sufrimiento, por
mientras que desconfía y califica de defectuosa la productividad en circunstancias de relajo,
distensión y diversión? ¿Cuánto de la magia infantil cercenaremos a consecuencia de
concepciones anquilosadas de esa etapa de la vida?



                                    IV.- Bibliografía
Freud, Sigmund; “El creador literario y el fantaseo”; O.C. T IX (1908-1907)




                                                                                            8

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  • 1. Revisando los conceptos de juego, creación y fantaseo (Basado en el texto “El creador literario y el fantaseo” de Sigmund Freud.) Universidad ARCIS Carrera: Lic. En Psicología (Vespertino) Cátedra: Psicología General II Período: 2° semestre 2010 Profesora: Livia Sepúlveda Estudiante: Lautaro Ferrada Q. 1
  • 2. Índice I.- Introducción Pág. 2 (Ir) II.- Desarrollo Pág. 3 (Ir) III.- Conclusión Pág. 9 (Ir) IV.- Bibliografía Pág. 9 (Ir) 2
  • 3. I.- Introducción En este breve ensayo, y a partir de una lectura crítica del texto El creador literario y el fantaseo,1de Sigmund Freud, hemos llegado a la conclusión de que la claridad de algunos conceptos aquí utilizados es insuficiente y, en consecuencia, lleva a confusiones en relación con la comprensión de la creación literaria que es sobre la que éste pretende dar cuenta. De aquí que nuestra tarea se concentra en intentar una búsqueda de mayor precisión en los conceptos «jugar» y «fantasear», definidos en el texto mencionado, como ruta para una comprensión más cabal del «creador literario» y de la creación en general. Para avanzar en este cometido, desmenuzaremos con cierta minuciosidad el texto en aquellos párrafos en que haya referencia a los conceptos que nos atingen, clarificando primero las definiciones que del mismo texto se deducen, para a continuación esbozar nuestras precisiones. En el desarrollo del trabajo, plantearemos preguntas, algunas de las cuales buscaremos responder, por mientras que otras, simplemente quedarán abiertas para posteriores reflexiones. II.- Desarrollo En primera instancia, Freud, en su artículo plantea que juego y creación literaria son equivalentes y, en segunda instancia, diferencia el «jugar» del «fantasear». Lo expresa así: “todo niño que juega se comporta como un poeta, pues se crea un mundo propio o, mejor dicho, inserta las cosas de su mundo en un nuevo orden que le agrada. (…) Lo opuesto al juego no es la seriedad, sino… la realidad efectiva. El niño diferencia muy bien de la realidad su mundo del juego, a pesar de toda su investidura afectiva; y tiende a apuntalar sus objetos y situaciones imaginados en cosas palpables y visibles del mundo real. Sólo ese apuntalamiento es el que diferencia aún su «jugar» del «fantasear».”2 Hasta aquí, centraremos nuestra atención en tres conceptos fundamentales mencionados: El jugar, la creación literaria (el poeta) y el fantaseo. Por el momento, nos llama la atención la diferenciación que en la primera cita hace entre «jugar» y «fantasear», que estaría centrada en que el niño “diferencia muy bien de la realidad su mundo del juego (…) y tiende a apuntalar sus objetos y situaciones imaginadas en cosas palpables y visibles del mundo real. Sólo ese apuntalamiento es el que diferencia aún su «jugar» del «fantasear».” 1 Freud, Sigmund; “El creador literario y el fantaseo”; O.C. T IX (1908-1907) 2 Idem Ant, Párrafo 3 3
  • 4. Para Freud, sería entonces este apuntalamiento el factor crítico diferenciador de ambos conceptos. Pasa luego a reforzar su idea, esta vez desde la perspectiva del poeta, pero haciendo mención a la creación de “un mundo de fantasía”. Dice así: “el poeta hace lo mismo que el niño que juega: crea un mundo de fantasía al que toma muy en serio, vale decir, lo dota de grandes montos de afecto, al tiempo que lo separa tajantemente de la realidad efectiva.”3 A la luz del comentario anterior, tendríamos que calificar de imprecisa esta última cita, ya que el poeta, en rigor, no “hace lo mismo que un niño”, en la medida en que el mundo de fantasía que crea, se diferencia del que el niño inventa, por el apuntalamiento con cosas palpables y visibles del mundo real con que este último provee su “juego” o fantasía lúdica. El mundo de fantasía del poeta, en cambio, sería un mundo de fantaseo puro -pudiésemos llamarle-, cuya condición sería la ausencia de apuntalamiento con cosas palpables y visibles del mundo real. Tenemos hasta aquí entonces dos conceptos diferenciados: Por una parte, el juego, cuya peculiaridad sería que se desenvuelve en una fantasía lúdica, y por otra, la creación literaria, que se movería en el ámbito de una fantasía pura. En este punto nos preguntamos ¿Será esto último posible? ¿Existirá un tal fantaseo puro sin apuntalamiento del mundo real? ¿Qué entiende Freud por “apuntalamiento del mundo real”? ¿Qué concepto de realidad supone Freud para hacer estas afirmaciones? Dejemos hasta aquí tales inquietudes y prosigamos desmenuzando el texto. Freud, en el mismo artículo4 ya mencionado, afirma: “El adulto deja, pues, de jugar; aparentemente renuncia a la ganancia de placer que extraía del juego. (…) En verdad, no podemos renunciar a nada; (…) Así, el adulto, cuando cesa de jugar, sólo resigna el apuntalamiento en objetos reales; en vez de jugar, ahora fantasea. Construye castillos en el aire, crea lo que se llama sueños diurnos.”5 Aquí Freud refuerza la idea que acabamos de criticar, nos confirma que es el apuntalamiento en objetos reales el factor clave para discriminar entre juego y fantaseo, pero esta vez agrega algo más, menciona “castillos en el aire” y “sueños diurnos”. También nos ejemplifica con una situación hipotética, 6 con lo cual permite nuestra deriva 3 Idem Ant. Párrafo 4 4 Idem Ant. 5 Idem Ant. Párrafo 6. 6 “Supongan el caso de un joven pobre y huérfano, a quien le han dado la dirección de un empleador que acaso lo contrate. Por el camino quizá se abandone a un sueño diurno, nacido acorde con su situación. El contenido de esa fantasía puede ser que allí es recibido, le cae en gracia a su nuevo jefe, se vuelve indispensable para el negocio, lo aceptan en la familia del dueño, se casa con su encantadora hijita y luego 4
  • 5. hacia la reflexión de que esta llamada -por nosotros- fantasía pura, más que enfocarse en la presencia o no de los apuntalamientos en objetos reales, como Freud menciona, hace referencia a la imaginación de un deseo sobre el cual no se tiene poder realizativo. El asunto, en rigor, no es que el deseo no sea posible de que ocurra, sino más bien, que el juicio de realidad nos muestra que la probabilidad de su ocurrencia es bajísima, y este dato de la realidad, el fantaseador lo ignora, no necesariamente en el sentido de no tener conciencia de su irrealidad, sino más bien, en el sentido de que se resiste a renunciar a la probabilidad de su ocurrencia y, en contradicción a este deseo, carece o simplemente renuncia a elaborar un diseño táctico y/o estratégico para aumentar la probabilidad de su consecución. De manera que el fantaseo, no se constituye necesariamente en razón de que el evento mismo imaginado no sea posible que ocurra -o, en palabras de Freud, carezca de apuntalamiento con cosas palpables y visibles del mundo real- sino en que, incluso cuando ese deseo es realizable -por lo tanto, potencialmente palpable y visible en el mundo real- el fantaseador no hace nada para facilitar su ocurrencia, éste se remite a sólo imaginar ese deseo, sin diseñar estrategia razonable alguna para llevarlo a cabo o quizás, diseñando una estrategia ingenua que en nada facilita la concreción del deseo o, inclusive, y en el mejor de los casos, diseñando una estrategia bien planificada y efectiva, pero que finalmente no ejecuta. Tras esta reflexión, arribamos a una más clara diferenciación entre «jugar» y «fantasear». Definido ya el fantasear, diríamos que el jugador, a diferencia del fantaseador, sabe que el mundo que imagina sólo lo imagina, no tiene esperanza o ilusión alguna en que se haga real, no sueña con su posible realización. Es el hecho creativo de imaginar, el que sólo y por sí mismo satisface a quien juega. Ahora, en el caso de que el jugador llegase a soñar con la realización de ese mundo imaginario, sin acompañar este sueño de estrategias para su consecución, en ese preciso momento abandona el rol de jugador y asume el de fantaseador. Podemos entonces observar, que la clave comprehensiva de la diferenciación conceptual es, en rigor, estrictamente subjetiva, no tiene que ver con la sugerencia de materialidad que portan la idea de apuntalamiento con cosas palpables y visibles del mundo real. Es cierto que los niños en sus actividades lúdicas adoptan objetos concretos a los que otorgan creativos roles o funciones determinadas, pero no es esa concreción la clave diferenciadora, y aunque la fuere, no podría dar cuenta de juegos llevados estrictamente en el plano de la imaginación. Esta última afirmación, es clave para la comprensión del creador literario, concepto con el que proseguiremos a continuación. Retomamos una cita anterior, pero para darle una lectura desde el nuevo ángulo que nos da el avance del trabajo conceptual realizado: “El adulto deja, pues, de jugar; aparentemente renuncia a la ganancia de placer que extraía del juego. (…) En verdad, no podemos renunciar a nada; (…) Así, el adulto, cuando cesa de jugar, sólo resigna el apuntalamiento en objetos dirige el negocio, primero como copropietario y más tarde como heredero.” 5
  • 6. reales; en vez de jugar, ahora fantasea. Construye castillos en el aire, crea lo que se llama sueños diurnos.”7 Del párrafo destacamos, en principio, dos frases: “renuncia a la ganancia de placer que extraía del juego. (…) En verdad, no podemos renunciar a nada;” “sólo resigna el apuntalamiento en objetos reales; en vez de jugar, ahora fantasea.” Freud primero dice que el adulto “renuncia”, pero después retrocede en su afirmación inicial, en vista de que “no podemos renunciar a nada” y remplaza la palabra por “resigna”, el apuntalamiento en objetos reales. En rigor, la palabra “resigna”, en este caso puede entenderse como un sinónimo perfecto de “renuncia”. El punto es que no habría aquí una “renuncia a la ganancia de placer”, sino que sólo una “renuncia al apuntalamiento en objetos reales”. Dada esta reflexión y si nos esforzamos por comprender el planteamiento de Freud, podemos suponer que la ganancia sustantiva de placer, no está en el “apuntalamiento en objetos reales”, sino en la vivencia imaginativa de la fantasía, es a esta última a la que no renunciamos, es en este sentido en que los adultos “no podemos renunciar a nada”, a nada significativo debíamos precisar ya que, en vistas de que en el apuntalamiento de los objetos reales, no radica la ganancia sustantiva de placer, sería ésta una renuncia menor, que justificaría llamarle “resignación” en lugar de “renuncia”. Todo esto, recordemos, haciendo un esfuerzo por comprender a Freud. Nos preguntamos, sin embargo ¿A qué verdaderamente renunciamos? ¿Qué tanto placer perdemos en esa renuncia? ¿Cuál es el costo de cambiar juego por fantaseo? ¿Es acaso obligatorio para los adultos abandonar el juego? ¿Cuál es la verdadera esencia del juego? ¿Es acaso razonable de adulto abandonar esta esencia lúdica? Decíamos, según nuestra propia conceptualización, que la diferencia esencial entre juego y fantaseo, radicaba en un aspecto estrictamente subjetivo consistente en que: “el fantaseador no hace nada para facilitar su ocurrencia (la de la fantasía), éste se remite a sólo imaginar ese deseo, sin diseñar estrategia razonable alguna para llevarlo a cabo o, quizás, diseñando una estrategia ingenua que en nada facilita la concreción del deseo o, inclusive, y en el mejor de los casos, diseñando una estrategia bien planificada y efectiva, pero que finalmente no ejecuta.”8 7 Idem Ant, Párrafo 6 8 Pág. 5 de este mismo documento 6
  • 7. De manera que, en otras palabras, el fantaseador a lo que renuncia es a transformar en un hecho su fantasía, a diferencia del niño que la lleva a cabo simbólicamente. O sea, el niño despliega un acto creativo en la medida en que realiza simbólicamente su fantasía en el acto que llamamos “juego”, por mientras que el fantaseador, en la medida en que no concreta su fantasía de ninguna manera, ni siquiera simbólicamente, a lo que en el fondo renuncia, es al acto creativo de realizar su fantasía, ya sea real o simbólicamente. Su “creatividad” se restringe a “imaginar su fantasía” y al hacerlo, va lastrado con el dolor de no poder ir más allá, de no concretarla ni siquiera simbólicamente. Entonces, nos preguntamos respecto de la creación literaria en particular y de la creación artística en general ¿Esta forma de creación se asemeja más al juego o al fantaseo? ¿Hay en ella algún grado de realidad o es toda perteneciente al mundo estricto de la imaginación, al igual que la fantasía? Según el texto, se juega mientras se es niño, pero el paso a la adultez implica el abandono del juego, ya que al adulto se le exige que “actúe en el mundo real”, no en el imaginario que sería el ámbito del juego. Según nuestra lectura, el niño en un proceso creativo imaginario, vive simbólicamente sus deseos en esta acción que denominamos “juego”. El adulto, en cambio, incapaz de permitirse jugar, opta sólo por fantasear, sin conseguir llevar a concreción simbólica sus deseos, menos aún a concreción real. Al final del texto, Freud relaciona al poeta con “el que tiene sueños diurnos”, o sea, con el fantaseador. Afirma Freud: “el dichoso nunca fantasea; sólo lo hace el insatisfecho. Deseos insatisfechos son las fuerzas pulsionales de las fantasías, y cada fantasía singular es un cumplimiento de deseo, una rectificación de la insatisfactoria realidad.”9 “hay un género de hombres a quienes no por cierto un Dios, sino una severa diosa -la Necesidad-, ha impartido la orden de decir sus penas y alegrías. Son los neuróticos, que se ven forzados a confesar al médico, de quien esperan su curación por tratamiento psíquico, también sus fantasías;”10 Finalmente afirma: “Para que posea algún valor nuestra equiparación del poeta con el que tiene sueños diurnos, y de la creación poética con el sueño diurno mismo,…”11 9 Freud, Sigmund; “El creador literario y el fantaseo”; O.C. T IX (1908-1907), Párrafo 10. 10 Idem Ant, Párrafo 9. 11 Idem Ant. Párrafo 18. 7
  • 8. En base a estas afirmaciones finales, podemos deducir que el poeta, o extrapolando, el creador artístico en general, al igual que el adulto, es desdichado en cuanto tiene deseos incumplidos, circunstancia que lo neurotiza y lo lleva a fantasear mediante, por ejemplo, sueños. De este tipo de hombres sería el poeta y, su creación, como se afirma en el párrafo final citado, sería comparable con el sueño del adulto. Es nuestra opinión, que el poeta está más cercano al niño que juega, como en el principio plantea Freud, que al adulto neurotizado. La obra poética o artística es, a nuestro entender, menos fantasiosa que un sueño o una fantasía pura (definida al comienzo), en la medida en que la obra en sí misma constituye una concreción, una creación simbólica comparable al juego del niño. El poeta, al igual que el niño y a diferencia del adulto neurótico y fantaseador, no renuncia al acto creativo de “concretar” su fantasía sino, por el contrario, la realiza en forma de poema el poeta o, por ejemplo y más ampliamente, de escultura, pintura o música, el artista. De esta manera, la acción artística, en la medida en que creativa, consigue algún alivio concreto en la realización sublimada de deseos, que al fantaseador le es negado, en cuanto a este último la capacidad creativa le ha sido mutilada o, en el mejor de los casos, restringida al infecundo ámbito de la fantasía. III.- Conclusión Habiendo cumplido con la tarea de dar mayor precisión a los conceptos «jugar» y «fantasear», que nos permitieron apropiarnos de una opinión respecto del «creador literario», nos quedan importantes inquietudes planteadas, algunas de las cuales podrían sintetizarse en las siguientes preguntas: ¿Cuán razonable es la renuncia a la creatividad del juego en la vida adulta? ¿Cuán semejante al juego puede llegar a ser el ejercicio laboral adulto? ¿Cuánto habrá de prejuicio en esta concepción que opone trabajo y diversión, juego y productividad? ¿Cuánto del potencial creativo humano se habrá visto y es refrenado por la visión antagónica entre trabajo y juego? ¿Cuánto nos falta por aprender de los niños en estos aspectos? ¿Cuán funcional a la explotación del hombre por el hombre será esta mirada prejuiciada que endiosa y relaciona la voluntariosa laboriosidad con el sufrimiento, por mientras que desconfía y califica de defectuosa la productividad en circunstancias de relajo, distensión y diversión? ¿Cuánto de la magia infantil cercenaremos a consecuencia de concepciones anquilosadas de esa etapa de la vida? IV.- Bibliografía Freud, Sigmund; “El creador literario y el fantaseo”; O.C. T IX (1908-1907) 8