Jacob viene a morar a Egipto con toda su familia, y la única razón por la que pudieron mantener su identidad es que José hizo que vivieran en la tierra de Gosén separados de los Egipcios, para ellos era abominación vivir cerca de pastores de ovejas. No se mezclaron con la gente de la tierra y por 400 años mantuvieron su identidad, lo que les permitiría años más tarde salir de regreso a la tierra prometida que Dios les dio: Canaán. José no regalo la comida sino que la canjeó y con esto hizo de Faraón el dueño de todo Egipto. Todas la posesiones son ahora de Faraón, y el pueblo es sostenidos por él; a cambio debían entregar el 20% de su producción. El viejo Jacob antes de morir da profecías sobre cada uno de sus hijos: Rubén, Simeón, Leví, Judá, Zabulón, Isacar, Dan, Gad, Aser, Neftalí, José y Benjamín. Estas profecías describen lo que les deparará en el futuro a cada tribu. Después de profetizar sobre sus hijos, Jacob muere. Pidió ser enterrado en la cueva de Macpela con sus padres. Jacob murió rodeado por sus doce hijos. Fue un viaje de 600 km, en lo que ha sido llamado el cortejo fúnebre más largo y grande del mundo antiguo. José pide que al morir lleven sus huesos a Canaan. Moisés lo hace 400 años después (Ex 13:19).