2. El sistema nervioso, a los pocos días, tras la fecundación,
ya absorbe información de cuanto le rodea, su posición en
el útero, lo que la madre siente, cómo se alimenta, si está
activa o en reposo, etc.. Es decir, durante su propia
construccción el cerebro ya está aprendiendo y va
cambiando su configuración y se hace diferente a otro, a
lo largo de los meses que pasa en el útero.
Por eso nuestra individualidad no se debe solamente a la
herencia recibida de los padres sino también a la acción
de otros factores prenatales producidos por la conducta
de la madre. Es importante comprender esto aunque es
cierto que las modificaciones más importantes se realizan
después del nacimiento a través de un medio ambiente rico
en estímulos que ponga en marcha ese cerebro, cuya
dinámica interna ya está activa antes de nacer.
3. De acuerdo a una investigación realizada por la
Organización para la Cooperación y el
Desarrollo Económico (OCDE), el cerebro
humano no sólo puede adquirir conocimientos
durante la infancia, como se creía hasta
ahora, si no que su capacidad de aprendizaje
se mantiene a lo largo de los años.
Los niños desde muy temprana edad ya poseen
importantes habilidades que les permiten
automáticamente captar y procesar
información del medio que les rodea sin
entrenamiento alguno por parte de los padres.
Son capaces de darse cuenta la diferencia entre
grande y pequeño y expresar su descubrimiento
mediante la expresión gestual. Son también
capaces de distinguir elementos, unidades
fonéticas del lenguaje materno, antes de poder
hablar.
4. Esto rompe con el tópico de que las cuestiones relacionadas
con el aprendizaje se deciden antes de los tres años de edad.
En el informe que la OCDE presentó en 2004 se afirma que, a
través del proceso continuado de aprendizaje, se
producen modificaciones físicas en el cerebro debido a la
acción de las emociones sobre el tejido neuronal. Cuando
un individuo logra entender nuevos conceptos, se genera
un sentimiento de satisfacción que constituye una de las
principales motivaciones para aprender. Allí radica, según el
estudio, la importancia de transmitir esa satisfacción desde
la infancia.
Sin embargo, el examen del cerebro de los adolescentes ha
demostrado que, pese a su fuerte potencial cognitivo, este
grupo poblacional sufre de inmadurez emocional.
5. Ante estas circunstancias, los científicos afirman que se deben proponer
“ciertas posibilidades de formación en un estadio ulterior, una vez que
esos jóvenes hayan llegado a la madurez”.
Es necesario pues, vincular las ciencias del aprendizaje con la
investigación cerebral, para conocer más acerca de cómo se aprender y de
qué se debe enseñar en las distintas etapas de la vida.
En este sentido, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas español
(CSIC) ha realizado un importante aporte sobre los mecanismos
relacionados con el control de la actividad cerebral durante el
aprendizaje. Los científicos centraron su trabajo en las bases funcionales de la
corteza prefrontal, encargada de procesar las secuencias de acontecimientos y
de establecer las relaciones entre las actividades y sus consecuencias.
6. De acuerdo con el estudio, quienes sufren una lesión en esa parte del cerebro
muestran una conducta impulsiva y sufren estados de confusión, ya que se
pierde la capacidad de analizar las secuencias de sucesos y sus relaciones.
Asimismo, la activación de la corteza prefrontal “permite tomar
importantes decisiones sobre lo que se debe o se puede hacer en
determinadas circunstancias” -añaden desde el CSIC-, lo cual se vincula
de forma directo con el proceso de aprendizaje.
Los trabajos realizados de la neurociencia cognitiva ayudan a establecer las
líneas de acción para la práctica docente y el diseño de políticas educativas
más eficientes. Sus aportaciones son de utilidad para la tarea de los
educadores, ya que permiten definir los períodos más propicios para el
aprendizaje, la creación de un ambiente adecuado en el aula y la
correcta medición de las dificultades en el aprendizaje.