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Introducción
La educación secundaria, especial-
mente su etapa obligatoria –la cual
comprende los cuatro cursos de la
ESO para el alumnado que por
término medio tiene entre 12 y 16
años– se ha convertido en un ver-
dadero quebradero de cabeza. So-
bre ella recae el grueso de las acusa-
ciones (falsas por lo general) del
mal funcionamiento de nuestro
sistema educativo: nuestros alum-
nos de 14-15 años nos dejan mal-
parados en las clasificaciones inter-
nacionales, se han mezclado hasta
por lo menos los 16 años alumnos
que el anterior sistema segregaba a
los 14 al finalizar la educación pri-
maria, supuestamente ha descendi-
do el nivel y el alumnado promo-
cionaría de modo automático por
imperativo legal. Para algunos,
todo esto debería llevar a ser más
selectivo con respecto a quien pue-
da cursar la secundaria.
Sin embargo, los tiros no pare-
cen que vayan por ahí sino más
bien por derroteros totalmente
opuestos. La Unión Europea ha
optado por el éxito escolar hasta la
secundaria superior (bachillerato o
formación profesional de grado in-
termedio) para la inmensa mayoría
de la población. En su declaración
de Lisboa de 2000 se consignó el
propósito de que al menos el 85%
del grupo de edad de entre 20 y 24
años alcance como mínimo una
credencial de educación secundaria
superior. Esto es así porque los
tiempos actuales requieren una
ciudadanía informada y participa-
tiva ante los innumerables retos
sobre los que hemos de tener una
opinión informada.
La vida cotidiana es cada vez
más compleja. En tanto que ciuda-
danos somos inquiridos sobre
cuestiones cada vez más complica-
das, desde el cambio climático al
uso de las células madre. Una sim-
ple visita al médico puede ser oca-
sión de tener que elegir entre dife-
rentes alternativas sobre distintos
tratamientos y sus probabilidades
de éxito. En cualquier contexto la-
boral o en un vecindario o en una
reunión de padres y madres en la
escuela nos encontramos con gen-
tes de distintas culturas con los que
hemos de aprender a relacionarnos.
Nuestros hogares y nuestra vida
cotidiana se han visto invadidos
por un sinfín de nuevos aparatos
que facilitan nuestra existencia
pero cuyo uso requiere una cierta
predisposición hacia lo nuevo.
Nuestra esperanza de vida es cada
vez mayor, lo que se traduce en que
cada cual se ve forzado a empren-
der nuevos proyectos vitales al ac-
ceder a una jubilación cada vez más
prolongada.
Sabemos que la producción
científica se duplica cada pocos
años, que la mayor parte de los
científicos –y seguramente de los
literatos y artistas en general– que
ha habido a lo largo de toda la his-
toria de la humanidad están vivos
y están trabajando en este momen-
to.
El mensaje para la escuela pare-
ce claro. Más allá de la alfabetiza-
ción básica –leer, escribir, sumar,
etc.– no se sabe muy bien qué co-
nocimientos hay que impartir o si
se deben seguir impartiendo los
mismos que hasta ahora. Más bien,
la escuela debe suministrar los uti-
llajes analíticos que permitan a la
gente salir de la etapa obligatoria
con la capacidad de aprender per-
manentemente. Es un mensaje de
humildad y de ensalzamiento para
la escuela. Por un lado, la escuela
no agota los aprendizajes, pero por
otro lado debe formar personas
con capacidad para aprender per-
manentemente: lectores inquietos,
ciudadanos preocupados, padres y
madres implicados, trabajadores
innovadores y responsables. En de-
finitiva, personas que se reinven-
tan. Como diría Savater, la tarea
del héroe1.
Las economías más eficaces son
aquellas que además de producir
más conocimiento e información
son capaces de hacerlos disponibles
al mayor número de personas y de
empresas. Ya no nos vale, si es que
alguna vez lo fue, con los aprendi-
zajes meramente académicos, abs-
tractos y descontextualizados cuya
función era más bien jerarquizar
socialmente. Si queremos una edu-
cación hasta la secundaria superior
que tenga un carácter inclusivo
para todos –salvo alguna excepción
patológica– son muchas las cosas
que hemos de cambiar.
Por de pronto, habría que ser
conscientes de que los tiempos en
que la secundaria era cosa de una
minoría –aunque amplia– ya han
pasado y que ya no volverán go-
bierne quien gobierne. Es cierto
que no toda la secundaria es obli-
gatoria, pero en la práctica la cre-
dencial mínima para tener una
cierta garantía de inserción laboral
exitosa es la secundaria superior. Si
esto ya lo consigue la práctica tota-
lidad de los hijos de profesionales
no hay razón alguna para que no lo
hagan también los hijos de las cla-
ses trabajadoras o de la pequeña
burguesía2.
La época en que Europa com-
petía con países de trabajos poco
cualificados con salarios bajos hace
tiempo que pasó. Hoy en día, na-
ciones como China o India produ-
cen con gran calidad y bajos costes,
lo que cambia radicalmente las re-
glas del juego. Además, en los paí-
ses más desarrollados estamos asis-
tiendo al doble fenómeno del cre-
cimiento de ocupaciones que re-
quierenunacredencialuniversitaria
–especialmente en los ámbitos de
la salud y de la educación– y a la
elevación de los requisitos educati-
vos de ocupaciones que previa-
mente no requerían educación su-
perior.
Tal y como señalaba Patte
Bath3, en los Estados Unidos, en el
año 1973, el 51% de lo empleos
fabriles eran desempeñados por
personas que habían abandono la
escuela tempranamente, mientras
que en 2000 tal porcentaje fue del
19%. Conviene señalar que en dó-
lares constantes los salarios anuales
para quienes abandonan la escuela
tempranamente cayó un 19% en
ese periodo. Los trabajos fabriles
desempeñados por trabadores con
secundaria pasaron del 37% al
45% en 2000. También en los Es-
tados Unidos se calcula que más
del 60% de los nuevos empleos
que se creen de aquí a 2010 reque-
rirán al menos un grado de educa-
ción postsecundaria. Ni que decir
tiene que tales empleos serán ocu-
pados por los graduados con ma-
yor cualificación.
El mensaje para la escuela pare-
ce rotundo. Se precisa una educa-
ción de calidad para todos –para
conseguir ese mínimo del 85% de
jóvenes con titulación postsecun-
daria– y los conocimientos que se
 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA ■
Nº XX
e d u c a c i ó n
¿QUÉ PASA EN LA secundAria?
RAFAEL FEITO
1 La tarea del héroe, Taurus, Madrid,
1982.
2 Se pueden ver los datos a partir del
panel de hogares europeos (PHOGUE-
2000) en J. Calero y J. Oriol, “Financia-
ción y desigualdades en el sistema educati-
vo y de formación profesional en España”,
en V. Navarro (dir.), La situación social en
España, Biblioteca Nueva, Madrid, 2005
(págs. 355 y ss.).
3 http://www.specialpopulations.org/
Chapters–Vol26/05Barth.pdf
Nº XX ■
CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA
adquieran en la escuela han de ser
auténticos –no vale con la memo-
rización de datos y fechas que care-
cen de aplicabilidad fuera de los
escenarios escolares.
El fracaso escolar resulta cada
vez menos aceptable socialmente.
La Fundación Melinda y Bill Gates
en un reciente informe4 sobre la
educación secundaria se pregunta-
ba cuál sería la reacción del público
ante una empresa en la que una
cuarta parte de sus productos fue-
ran defectuosos o que solo atendie-
ra correctamente a una parte de sus
clientes. Pues bien, esto es justa-
mente lo que sucede con la educa-
ción secundaria, la cual hace lo si-
guiente.
l Permite que una cuarta parte
de los estudiantes estén por debajo
del nivel básico de lectura.
l Un 30% de los estudiantes
no llega a graduarse.
l Prepara mejor a los estudian-
tes cuyas familias tienen un nivel
de renta alto que a quienes proce-
den de hogares de ingresos bajos.
El problema no es solo el del
fracaso escolar. Es que incluso mu-
chos de quienes tienen éxito en la
escuela en realidad fracasan. Gard-
ner5 señalaba que la mayoría de los
estudiantes de astrofísica son inca-
paces de dar una explicación co-
rrecta sobre por qué hace más calor
en invierno que en verano. La res-
puesta suele consistir en afirmar
que la tierra está más cerca del sol
en verano, lo que no permitiría ex-
plicar por qué es verano en un he-
misferio e invierno en el otro.
Sin duda, que entren todos en
la secundaria es un serio problema,
pero también es un manantial de
riqueza. Obviamente no es lo mis-
mo bregar con una minoría selec-
cionada a la altura de los 14 años
que ha aprobado la EGB –como
sucedía hasta hace unos pocos
años– que encontrarse con toda
una cohorte que no ha sido previa-
mente seleccionada. Por supuesto,
recibir a todos ni es ni puede tra-
ducirse en una rebaja de niveles.
Antes al contrario, pese a la retórica
de cierto sector del profesorado y
de la caverna mediática –en la que
incluiría a más de un “progresis-
ta”– vamos a mejor y de eso no
cabe la más mínima duda. Basta
para ello con entrar en la web del
propio Ministerio de Educación
cuyos datos nunca dieron la razón
a Esperanza Aguirre –uno de los
personajes más destacados en la
cruzada contra cualquier atisbo de
igualitarismo en la enseñanza–
cuando fue Ministra de Educa-
ción.
Siempre he sido de la opinión,
y así lo he manifestado desde mis
primeras publicaciones6, de que los
estudiantes más lejanos a la cultura
escolar, los “objetores escolares” o
como se les quiera llamar, son un
desafío, un reto intelectual para
quienes estamos instalados en la
plácida torre del trabajo docente;
incluso, y por fortuna, en la uni-
versidad tenemos que reflexionar
sobre el tipo de estudiantes con
que trabajamos. Su permanencia
en el sistema educativo nos ha lle-
vado a considerar que no basta con
lo meramente académico; que exis-
te una diversidad de maneras de
entender el mundo; que nuestro
lenguaje escolar–académico es el
propio de un grupo social que mu-
chas veces enmascara el desconoci-
miento más absoluto; que quizás se
aprenda tanto o más trabajando
colectivamente como individual-
mente; que los conocimientos han
de contar por regla general con una
aplicación práctica o por lo menos
fuera del ámbito escolar. En defini-
tiva, creo que ser profesor en Eton
–pese a que seguro que también
tiene sus problemas– está bien si
uno quiere apoltronarse y vivir plá-
cidamente –una forma como mu-
chas otras de enterrarse en vida–,
pero si uno desea estar en contacto
con lo que nos pasa es mucho me-
jor ser profesor en un instituto pú-
blico o en determinados colegios
concertados.
Tras una etapa en la que hubo
cierto entusiasmo por la experi-
mentación, por hacer las cosas de
un modo distinto, paulatinamente
los centros de secundaria parecen
haberse cerrado sobre sí mismos.
Poco a poco se ha vuelto a los mé-
todos transmisivos y a la suprema-
cía de los contenidos conceptuales,
lo que se ha traducido en un incre-
mento de la desigualdad educativa,
del fracaso escolar entre los grupos
sociales que disponen de menor
capital cultural7.
En los centros de secundaria
prepondera la cultura de la com-
pensación, la idea de que quienes
no obtienen buenos resultados
escolares son personas intelectual-
mente deficitarias, en definitiva,
una cultura de la exclusión8. A la
segregación que supone el carác-
ter selectivo de buena parte de la
enseñanza privada –sea concerta-
da o no– se le añade la generaliza-
da ausencia de comprehensividad
a nivel de aula. Así, en los centros
de secundaria es muy frecuente
que desde el primer curso de la
ESO se establezca una segrega-
ción entre los grupos de alumnos
que precisan recuperación en ma-
temáticas o lengua española y
aquellos a quienes les fue bien en
la primaria y pasan al grupo o
grupos en que se imparte francés.
En algunos casos, al igual que
ocurriera con la ya casi desterrada
práctica del tracking –agrupación
por itinerarios en función del
rendimiento– estadounidense, las
aulas de los grupos de francés es-
tán llenas de alumnos españoles,
mientras que en las otras hay una
alta proporción de alumnado in-
migrante. Como esta agrupación
es la profecía que se cumple a sí
misma, los grupos que precisan
recuperación quedan estigmatiza-
dos, obtienen peores calificacio-
nes y difícilmente los elegirán los
docentes con mayor grado de ex-
periencia.
4 High Schools for the New Millennium.
Imagine the Possibilities –www.gatesfounda-
tion.org–.
5 Howard Gardner, Mentes flexibles. El
arte y la ciencia de saber cambiar nuestra
opinión y la de los demás, Paidós, Barcelona,
2004.
6 Nacidos para perder. Un análisis socio-
lógico del rechazo y del abandono escolares,
CIDE, Madrid, 1990.
7 Véase al respecto el interesante artí-
culo de la profesora de secundaria María
Masip Utset, “¿Qué nos pasa en secunda-
ria?”, Cuadernos de pedagogía, 354, febrero
de 2006.
8 La actual ministra de Educación en
su discurso en el Club Siglo xxi el 12 de
febrero de 2007 titulado “Por una educa-
ción de calidad ” decía lo siguiente: “Di-
ferentes estudios señalan que el fracaso y
el abandono se produce, sobre todo, entre
adolescentes que provienen de familias con
niveles socioeconómicos bajos, lo que suele
coincidir con un nivel cultural también
modesto de sus padres y madres. Por tanto,
si queremos una real igualdad de oportuni-
dades, los jóvenes en situaciones más desfa-
vorecidas deben tener refuerzos especiales
para evitar que éstas se consoliden. Y esta
atención especial debe hacerse desde las
primeras etapas”.
eduCACIÓN SECUNDARIA
 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA ■
Nº XX
Repetición de curso
Todo esto explica que mientras que
en la primaria la promoción de los
alumnos se decide al final de cada
uno de sus tres ciclos (es decir, no
se puede suspender y repetir curso
en primero, tercero y quinto, pero
sí en los cursos pares) en secunda-
ria la promoción se decide curso a
curso. Mientras que en la primaria
se opta por una visión temporal-
mente más amplia del funciona-
miento de los alumnos, en secun-
daria no se tiene tanta paciencia.
La conveniencia de la repetición
de curso no se pone en duda. Sor-
prende lo poco que se conoce acer-
ca de la controversia sobre la repe-
tición de curso. El caso de Bélgica
es ejemplar9. En este país coexisten
tres sistemas educativos: el holan-
dés, el alemán y el francés. En este
último hay una mayor proclividad
al suspenso y a la repetición de cur-
so. En los otros dos la promoción
es automática: se pasa de curso por
cumplir la edad correspondiente.
Pues bien, en todas las evaluaciones
–tanto nacionales como interna-
cionales– estos dos sistemas salen
mejor parados que el francófono
(en el cual casi una cuarta parte los
alumnos que finalizan la primaria
han repetido al menos un curso).
De hecho hay varios países cuyos
rendimientos escolares son clara-
mente superiores a los de España y
que, sin embargo, han optado por
la promoción automática. Es el
caso de Finlandia, Noruega, Sue-
cia, Dinamarca, Reino Unido, Ir-
landa y Japón. Lo que los datos
demuestran es que en los países
con sistema de promoción auto-
mática la proporción de alumnos
que accede a la enseñanza postse-
cundaria suele ser superior a la me-
dia de los países industrializados.
A simple vista la propuesta de
repetir curso parece lógica: el alum-
no que repite es un alumno lento y
lo mejor es darle más tiempo para
que pueda alcanzar los aprendizajes
requeridos. Sin embargo, “en tanto
que medida paliativa se desaconse-
ja formalmente hacer repetir al
alumno puesto que los efectos de
esta práctica son nocivos o, en el
mejor de los casos, neutros; ade-
más, esto se ha comprobado de
forma tan general que no debería
subsistir ninguna duda razonable
al respecto”10. Es cierto que se pue-
de detectar una leve mejoría de los
repetidores, lo que hace creer que
estamos ante una medida útil. Sin
embargo, lo que el profesor no
puede ver es que el año repetido es
significativamente menos produc-
tivo de lo que habría sido para es-
tos alumnos si hubiesen pasado de
curso.
Esto es lo que se puede ver en
un estudio realizado en Francia por
Seibel nada más y nada menos que
en 198411. La primera constata-
ción, y que da cuenta de la impor-
tancia de contar con equipos do-
centes estables como suele ser la
norma en la concertada, es que los
alumnos que permanecen con el
mismo profesor rara vez suspenden
(0.4% frente a 6%). En segundo
lugar, los datos de esta investiga-
ción muestra la escasa o nula efica-
cia de la repetición. Se analizan
cinco grupos de alumnos: tres gru-
pos que nunca han suspendido
(alumnos de rendimiento alto, me-
dio y bajo), los que repiten por vez
primera y los que ya han suspendi-
do previamente. Se pasan a 1100
alumnos pruebas estandarizadas en
lengua francesa y en matemáticas
en junio y en diciembre. Los resul-
tados pueden verse en el cuadro
que hay más abajo12:
Los alumnos de rendimiento
bajo progresan más cuando no
repiten. Comparativamente el be-
neficio de la repetición de curso es
muy bajo.Todo esto es prueba de
que los aprendizajes dependen
mucho de que la gente se encuen-
tre a gusto, con sus compañeros
que tienen la misma edad. Repetir
significa estigmatizar, poner al
niño con compañeros un año me-
nores que él.
El coordinador del informe
PISA considera que la repetición
de curso es un camino muy caro e
ineficaz, que más bien facilita el
que el profesor endose a otros com-
pañeros la solución del proble-
ma13.
Por desgracia, la nueva ley de
ordenación educativa (LOE) no ha
querido incomodar al profesorado
más segregacionista y permite la
diversificación curricular desde el
tercer curso de la ESO e introduce
–con el “consentimiento” (yo más
bien diría amenaza) de los padres–
los programas de cualificación pro-
fesional desde los quince años.
Cualquier cosa antes que plantear-
se qué hay de erróneo en el funcio-
namiento de la secundaria o en sus
anquilosados y recargados conteni-
dos curriculares de este nivel edu-
cativo.
Contenidos curriculares
Los contenidos que se enseñan en
la escuela son con mucha frecuen-
cia excesivos en cantidad e irrele-
vantes desde el punto de vista edu-
cativo, es decir, no sirven para in-
crementar los niveles de compren-
sión, no implican la adquisición de
procesos relevantes, no ayudan a
los alumnos a redescubrir y recrear
la cultura y, fundamentalmente,
son olvidados al cabo de unos me-
ses. He aquí un ejemplo de diez
preguntas de secundaria para alum-
nos de 12 años cuyo desconoci-
miento los situaría en la órbita del
fracaso escolar.
a) ¿Qué se consiguió con la Paz de
Augsburgo?
b) Define y pon un ejemplo de oración
recíproca indirecta.
c) Escribe el número de caras, aristas y
vértices del hexaedro.
d) ¿Qué clima corresponde a la saba-
na?
e) Escribe los principales biomas terres-
tres.
f) ¿Quién organiza el Congreso de Ber-
lín de 1885? ¿Qué se decide?
g) ¿Cómo se llaman las células que pro-
ducen los gametangios?
h) ¿Qué es la sinalefa?
i) Escribe los procesos mecánicos y
químicos que tiene lugar en el intestino
delgado
j) Características de las células eucario-
tas14.
Es posible, aunque muy dudo-
so, que sea imprescindible que se
aprenda o se memorice este tipo de
conocimientos en la educación
obligatoria. Sin embargo, tenemos
fácil constancia de que estos son
conocimientos o no adquiridos u
olvidados por la inmensa mayoría
de la población culta. Podríamos
hacer la prueba en un claustro de
secundaria o entre profesores de
universidad.
La pregunta es obvia, ¿quién selec-
ciona este tipo de conocimientos?
“¿Qué es un sintagma? ¿Qué es un so-
neto? Una y otra recogen, es cierto, el tipo
de contenidos que determinados grupos
sociales vinculan a la educación lingüística
y literaria. Ahora bien, ¿son estos conteni-
dos –qué es un sintagma, cuál es el esquema
métrico de un soneto– los que han de con-
ducirnos a esos objetivos en los que aparen-
temente estamos todos de acuerdo? Si es
verdad que queremos formar chicos y chicas
que sepan desenvolverse de manera adecua-
da en las diferentes situaciones comunicati-
vas, que comprendan lo que leen y sepan
interpretarlo críticamente, que utilicen el
lenguaje como herramienta para una convi-
vencia más cordial y respetuosa, que se afi-
cionen de por vida a la literatura, ¿es éste el
mejor camino para conseguirlo?”15.
Sub-población	 %	 Resultados de francés	 Resultados de matemáticas
		 Junio	 Dif. Jun-dic	 Dic	 Junio	 Dif. Jun-dic.	 Dic.
No repetidores
** Alto rendimiento.	 12,0	 86,6	 -2,6	 84,0	 98,2	 +0,9	 99,1
** Rendimiento
intermedio	 61,3	 70,0	 +5,5	 75,5	 77,9	 +8,0	 85,0
** Rendimiento bajo	 6,2	 36,3	 +17,2	 53,5	 51,1	 +11,7	 62,8
Repetidores antiguos	 11,0	 60,0	 +1,8	 61,8	 71,8	 +3,8	 75,6
Nuevos repetidores	 9,5	 33,4	 +4,1	 37,5	 47,8	 +3,3	 51,1
Total de la muestra	 100	 66,1	 +4,7	 70,8	 76,2	 +6,5	 84,7
9 Aletta Grisay, “Repetir curso a ade-
cuar el currículo”, en Alvaro Marchesi y
Carlos Hernández Gil (comp.), El fracaso
escolar. Una perspectiva internacional, Alian-
za, Madrid, 2003.
9 Op. cit., pág. 103.
10 C. Seibel, “Genèses et consequences
de l’échec scolaire: vers une politique de
prévention”, Revue Française de pédagogie,
67, págs. 7-28, 1984. Citado en Jean–Jac-
ques Paul, Le redoublement: pour ou contre?
ESF éditeur, París, 1996.
11 Op. cit. pág. 79
12 Entrevista a Andreas Schleicher en Es-
cuela de 22 de diciembre de 2006 (3689).
13 Tomado de Julio Vera y Jose M. Es-
teve (coord), Un examen a la cultura escolar.
¿Sería usted capaz de aprobar un examen de
secundaria?, Octaedro, Barcelona, 2001.
14 Guadalupe Jover, “¿Y qué vamos
a enseñar en secundaria?“, El País, 26 de
junio de 2006.
15 Eso es lo que le pasaba a Rubén Da-
río, quien cuando vio un ramo de lirios
exclamó que por fin veía las flores que con
tanta frecuencia aparecían en su poesía.
rafael feito
Nº XX ■
CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA
Es cierto que los conocimientos
socialmente valorados siempre han
sido una arbitrariedad impuesta
por las clases dominantes. Así, en
el siglo xiv, tanto en China como
en Europa, los grupos privilegiados
valoraban el versificar, el tiro con
arco, la hípica, etc. Ese era el mo-
delo de hombre culto. El problema
que se plantea ahora es que esas
arbitrariedades se pretenden impo-
ner a todos y, lo que es peor, se
hace a costa de no aprender otras
cosas. En la escuela podemos oír
sobre las talofitas o las briofitas y
no saber distinguir un árbol de
otro16.
Si nos adentramos en los libros
de texto, la arbitrariedad alcanza
dimensiones grotescas. Como in-
dicaba Álex Grijemo en una entre-
vista con Juan Cruz (El País, 24 de
septiembre de 2006) con motivo
de la presentación de su libro La
gramática descomplejizada (Taurus,
Madrid, 2006) en los textos de se-
cundaria uno puede tropezarse con
estos horrores:
“El complemento predicativo es un
sintagma adjetivo que complementa a los
verbos predicativos y concuerda en género
y número con el sintagma nominal”.
El complemento de régimen verbal es
un sintagma preposicional que se forma
mediante la preposición que exige el verbo
y un sintagma nominal.
Incluso, asignaturas recientes
como es el caso de la economía
cuenta con libros de texto con igual
pretensión abstrusa. He aquí un
ejemplo tomado de un texto de
Economía de la editorial Edebé
(pág. 67) para primer curso de ba-
chiller:
“El equilibrio del consumidor es el
punto de tangencia de la curva de indife-
rencia más alta posible con la línea de res-
tricción presupuestaria, dónde el consumi-
dor alcanza la máxima satisfacción”17.
Todo ello para decir que uno
compra lo que más le gusta o le
interesa siempre y cuando tenga
dinero.
¿Cómo se enseña?
En nuestra secundaria prepondera
la estrategia didáctica consistente
en el dictado de apuntes y en el
seguimiento, casi enfermizo, de
los libros de texto. En nuestra cul-
tura se entiende que enseñar con-
siste en que el profesor hable y los
alumnos escuchen y, de vez en
cuando, le hagan alguna pregunta
de tipo aclaratorio. Sin duda, hay
gente que es capaz de aprender
escuchando. Hay varios estudios
de los años sesenta (citados en D.
W. Johnson y R. J. Johnson)18
que ponen de manifiesto que la
atención de los alumnos a lo que
dice el docente va decreciendo a
medida que la explicación se desa-
rrolla. La pauta, más o menos, es
la siguiente: cinco minutos de
adaptación, cinco minutos de asi-
milación de material, confusión y
aburrimiento con descenso veloz
de la asimilación, bajo nivel man-
tenido durante la mayor parte de
la explicación y cierto resurgi-
miento de la atención al final.
Incluso entre quienes acuden
voluntariamente a una conferen-
cia, la eficacia cognitiva es míni-
ma. Así, en un estudio citado en el
libro anteriormente mencionado
se cuenta lo siguiente:
“El diez por ciento del auditorio exhibe
signos de falta de atención a los 15 minu-
tos. Después de 18 minutos, un tercio del
auditorio y un diez por ciento de los invi-
tados al estrado están inquietos. A los 35
minutos, ya nadie presta atención. A los 45
minutos, se percibe más un estado de
trance que de inquietud. Y, a los 47 minu-
tos, algunos duermen y por lo menos una
persona está leyendo. Una revisión casual
realizada 24 horas después revela que el
auditorio solo recordaba detalles insignifi-
cantes y que en su mayoría estos estaban
equivocados”19.
Nuestro modelo educativo se
basa en el planteamiento de la psi-
cología conductista que considera
que se aprende mejor a partir de
fragmentos que se van añadiendo
unos a otros en sucesivas sesiones
lectivas. Desde hace algún tiempo
sabemos que el ochenta por ciento
de la gente aprende de un modo
más eficaz cuando se le suministra
primeramente una visión global,
holística del tema a abordar para, a
continuación, verlo por partes.
Pues bien, nuestra escuela pretende
de modo inconsciente favorecer al
20% que tiene un cerebro particu-
larmente analítico20.
La mayor parte del tiempo en-
señamos, especialmente en la se-
cundaria, diferentes fragmentos del
universo divididos en asignaturas
escolares. En algunas de las escuelas
innovadoras en lugar de aprender
sobre literatura en la clase de Len-
gua e Historia en una clase com-
pletamente distinta, los alumnos
abordan una temática, como por
ejemplo la Revolución Francesa, de
tal manera que analizan cómo la
literatura, el arte, la actividad polí-
tica, los hojas informativas descri-
ben el periodo. En lugar de simple-
mente hablar, los profesores orga-
nizan equipos de trabajo, indican-
do a los alumnos cuáles son lo do-
cumentos o los libros claves que
permiten interpretar tan agitado y
crucial periodo.
Se aprende mucho más cuan-
do nos centramos en unos pocos
ejes temáticos y analizamos sus
entresijos. En definitiva, paradóji-
camente menos es más. No solo
se trata de aprender en profundi-
dad sobre determinados temas,
sino de que el pensamiento analí-
tico desplegado se aplica a mu-
chos otros temas, se hayan apren-
dido o no en la escuela.
Una organización balcanizada
Raro es el centro de secundaria en
el que el conocimiento se presenta
interconectado. Cada profesor o
profesora considera su asignatura
lo más importante del mundo y
apenas se relacionan los contenidos
de su asignatura con los de las de-
más. Téngase en cuenta que el
alumnado pasa de una educación
primaria en el que si bien hay áreas
de conocimiento diferenciadas, de
las instrumentales –Lengua, Mate-
máticas y Conocimiento del Me-
dio– se encarga el profesor tutor. Al
llegar a la secundaria se dan de bru-
ces con once asignaturas, cada una
de ellas impartida por un profesor
distinto que, ante la ausencia de un
proyecto educativo real, interpreta
como buenamente puede en qué
deba consistir educar.
“La estructura organizativa y curricular
de los centros permanece invariada desde
hace más de un siglo. Mientras la organiza-
ción de la secundaria siga planteándose en
materias o disciplinas que se suceden de
hora en hora, será muy difícil salir del cer-
co. … El profesorado y el alumnado salta
de clase en clase sin apenas tiempo ni espa-
cio para el contacto humano”21.
El profesor de secundaria es un
profesional especializado en su pro-
pia área. El profesor de Matemáti-
cas rara vez sabe qué hace su com-
pañero de Lengua. Ni siquiera tie-
ne por qué interesarle. De esta
manera un adolescente se encuen-
tra con que día tras día desfilan
delante de sus narices tantos profe-
sores como las once asignaturas
que ha de cursar, cada cual con su
estilo, con sus peculiaridades, su
manera de entender el hecho edu-
cativo. A veces, el profesor reduce
su labor a la mera transmisión de
conocimientos en los que se consi-
dera experto. De sus alumnos poco
o nada sabe, salvo si le molestan o
si destacan por algo excepcional.
Solo en las sesiones de evaluación
tiene la posibilidad de escuchar
cómo los ven el resto de sus com-
pañeros. Quizás la evaluación cole-
giada sea uno de los aspectos orga-
nizativos más humanos de la vida
de los institutos.
Emilio Tenti22 traía a colación
una cita de Freud que explica la
sensación de quiebra emocional a
la que los centros de secundaria so-
meten a los alumnos.
“La escuela secundaria debe conseguir
algo más que evitar el suicidio de los ado-
lescentes. Debe suscitarles el goce de vivir...
Me parece indiscutible que no lo hace y
que en muchos aspectos no está a la altura
de su misión, que es la de ofrecer un susti-
16 Estudio del currículum oculto antie-
cológico de los libros de texto (octubre de
2006), en http://www.ecologistasenaccion.
org/IMG/pdf/Informe_curriculum.pdf.
17 D. W. Johnson y R.J. Johnson Apren-
der juntos y solos. Aprendizaje cooperativo,
competitivo e individualista, Aique, Sao Pau-
lo, 1999.
18 Op. cit. págs. 84-85
19 P.L. Thomas, “The cult of prescrip-
tion-Or, a student ain’t no slobbering dog”,
en Shirley R. Steinberg y Joe L. Kincheloe,
What you don’t know about Schools, Palgrave
MacMillan, Nueva York, 2006.
20 María Masip Utset, “¿Qué nos pasa
en secundaria?”, Cuadernos de pedagogía,
354, febrero de 2006.
21 Emilio Tenti Fanfani, “La escuela y
la educación de los sentimientos”, http://
www.paginadigital.com.ar/articulos/2004/
2004cuart/educacion/e1171610-4.asp 21-
10-04).
22 Francesco Tonucci, ¿Enseñar o apren-
der? La escuela como investigación quince años
después, Graó, Barcelona, 1990.
eduCACIÓN SECUNDARIA
 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA ■
Nº XX
tuto de la familia y despertar el interés por
la vida que se desarrolla en el exterior, en el
mundo”.
Una visión degradada
de la educación obligatoria
Debido a la “invasión” de la escue-
la por parte de los excluidos aflora
un enfoque de la educación obliga-
toria –muy especialmente la secun-
daria inferior (ESO)– como una
especie de travesía del desierto an-
tes de llegar al paraíso del modera-
damente selecto bachillerato. Los
contrastes entre los objetivos del
bachillerato y la ESO –y en menor
medida la primaria– en la LOE
son sangrantes. En la ESO prepon-
dera la pasividad del alumno
(“transmitir a los alumnos los ele-
mentos básicos de la cultura”, art.
22.2). Se trata fundamentalmente
de que niños y niñas conozcan, va-
loren, respeten, asuman y desarro-
llen algunas destrezas. Sin embar-
go, el Bachillerato se propone desa-
rrollar a una persona con autono-
mía de juicio. Los verbos utilizados
indican actividad propia: “ejercer”,
“consolidar”, “afianzar”, “domi-
nar”, “acceder”, “desarrollar”. Es
más, pese a que ambos niveles de la
secundaria se habla de afianzar el
espíritu emprendedor, en el Bachi-
ller se añade el desarrollo de la crea-
tividad, cualidad esta última que
también aparece en la primaria,
pero se olvida en la secundaria
obligatoria.
Pese a que en primaria se pro-
pone (art. 17.g) la aplicabilidad de
los conocimientos a la vida cotidia-
na, prepondera la sensación de que
aprender consiste en escuchar pasi-
vamente al profesor y seguir el de-
curso marcado por los libros de
texto. Se habla de hábitos de estu-
dio pero no de hábitos de investi-
gación, de descubrimiento, de
aventura intelectual. Solo así se en-
tiende que se plantee una lectura
–preferentemente la de literatura–
al margen de los procesos de apren-
dizaje. No se trata de que el alum-
no adquiera conocimientos a través
de la aventura de leer, sino de que
aprenda a entretenerse con una lec-
tura que no problematice los into-
cables saberes escolares. En defini-
tiva, no se ve espacio para la disi-
dencia, para percibir el carácter
polémico y controvertido de los
conocimientos científicos.
Por todo ello, no termina de
quedar clara qué sea de la propues-
ta, reiterada a lo largo del texto le-
gal, de convertir la educación en
un proceso para toda la vida, un
aprendizaje permanente. Esto pa-
rece factible para quienes hayan
cursado el bachillerato pero no
para quienes salgan del sistema
educativo desde la ESO.
Para colmo de males otra vez se
vuelve a la obsesión por el “princi-
pio del esfuerzo”. Sin duda el es-
fuerzo es necesario en todo apren-
dizaje, pero tal esfuerzo ha de estar
guiado por el placer de aprender,
por la curiosidad –que lamentable-
mente la escuela se empeña en
ahogar–. El joven adolescente es
un sospechoso, alguien que no de-
biera tener una vida demasiado
cómoda. Recuerda a lo que narrase
Stefan Zweig sobre la educación en
Centro Europa a comienzos del
siglo xx:
“No se cansaban de repetirle al joven
que no ‘estaba’ maduro todavía, que no
comprendía nada, que se tenía que limitar
a escuchar y a obedecer, y que no podía
tomar las palabras en las conversaciones y,
menos aún, para contradecir”23.
Da la impresión de que se con-
cibe a la escuela como una prepara-
ción para la vida y no la vida –o
parte de ella– en sí misma. Es la
idea de Tonucci24 de que siempre
pensamos en lo que el niño será en
el futuro y no en lo que sea en este
momento. El peso de la mentali-
dad propedéutica –cada nivel edu-
cativo tiene sentido en función del
que viene a continuación– es una
pesada losa de la que no se libra la
propuesta ministerial.
El siguiente cuadro sintetiza al-
gunas diferencias sustanciales entre
los objetivos que la LOE se marca
para la secundaria obligatoria y el
bachiller.
¿Dónde quedan la lectura,
la investigación, el uso de las
nuevas tecnologías?
En los decretos de enseñanzas mí-
nimas para los niveles preuniversi-
tarios –en concreto, el de secunda-
ria obligatoria es el 1631/2006, de
29 de diciembre publicado en el
BOE de 5 de enero de 2007– se
pretende que en cada asignatura se
reserve un tiempo a la lectura. Sin
embargo, no se crean escenarios
deliberativos en los que tal lectura
tendría cabida. No hay el hábito de
conectar la biblioteca con la docen-
cia de las diversas asignaturas.
En un informe dirigido por Mi-
chel Rocard25 se manifestaba que
las prácticas pedagógicas basadas
en los métodos de investigación
son más eficaces que las tradiciona-
les. Los datos empíricos muestran
una estrecha conexión entre las ac-
titudes hacia la ciencia y el modo
como se enseña. La enseñanza de-
biera centrarse más en los concep-
tos y en los métodos científicos en
lugar de la simple memorización.
En el informe se confrontan dos
enfoques pedagógicos en la ense-
ñanza de las ciencias. El primero,
denominado deductivo o de trans-
misión de arriba a abajo, es el usa-
do habitualmente en la escuela.
Aquí el profesor presenta los con-
ceptos, su implicaciones lógicas –
deducativas– y suministra ejemplos
de aplicaciones.
Por contra, el segundo enfoque,
denominado inductivo –o de abajo
a arriba–, concede más espacio a la
observación, a la experimentación
y la construcción –guiada por el
profesor– por parte del alumno de
su propio conocimiento. Por defi-
nición, la investigación es un pro-
ceso intencional en el que se diag-
nostican problemas, se investigan
conjeturas, se busca información,
se construyen modelos, se debate
con los compañeros y se constru-
yen argumentos coherentes.
En un escenario de estas carac-
terísticas la biblioteca, la consulta y
lectura de libros de muy diferente
tipo, se convierten en las verdade-
ras protagonistas de los aprendiza-
jes. Es lamentable el contraste que
se detecta entre el uso de las biblio-
tecas en primaria y secundaria, re-
flejo del excesivo peso de la cultura
academicista en esta última y de la
terrible dependencia del libro de
texto. En un artículo publicado
por Inés Miret et al. en Cuadernos
de Pedagogía26, se decía que los
alumnos de primaria usan más la
biblioteca que los de secundaria. El
75% de los profesores de secunda-
ria declara no ir a la biblioteca con
sus alumnos; y tan solo el 20% de
los profesores facilita el acceso a la
biblioteca en hora de clase y un
9% trabaja con los alumnos o im-
parte alguna clase en ella. Más del
60% de los profesores declara no
recomendar nunca lecturas a su
alumnado y ni siquiera programa
actividades para enseñar a utilizar
fuentes de información. Lo habi-
tual es que, cuando se recomienda
la lectura de libros, estos sean de
literatura. Rara vez se piensa en la
lectura de libros de historia, de quí-
mica o de matemáticas. Obvia-
mente, tendría que haber un cam-
bio en los métodos de enseñanza
para que la biblioteca cobrase pro-
tagonismo.
Lo mismo que se dice de las bi-
bliotecas es aplicable al uso de las
	 ESO (artículo 23)
a) Asumir responsablemente sus debe-
res, conocer y ejercer sus derechos en
el respeto a los demás, (…) y prepa-
rarse para el ejercicio de la ciudadanía
democrática.
b) Desarrollar y consolidar hábitos de
disciplina, estudio y trabajo indivi-
dual y en equipo …
c) Valorar y respetar la diferencia de
sexos …	
	 Bachiller (artículo 33)
a) Ejercer la ciudadanía democrática,
desde una perspectiva global, y ad-
quirir una conciencia cívica respon-
sable,…
b) Afianzar los hábitos de lectura, es-
tudio y disciplina,…
c) Fomentar la igualdad efectiva de
derechos y oportunidades entre
hombres y mujeres.
23 El mundo de ayer. Memorias de un
europeo, Acantilado, Barcelona, 2001, pág.
59.
24 Michel Rocard (Chair), Science edu-
cation now: a renewed pedagogy for the
future of Europe, enhttp:ec.europa.eu/re-
search/sciencie-society/document_library/
pdf_06/report-rocard-on-science-educa-
tion_en.pdf.
25 “Usos, usuarios y algunas paradojas”,
Cuadernos de pedagogía, 352, diciembre de
2005.
26 Véase Francisco López Rupérez, El
legado de la LOGSE, Gota a gota, Madrid,
2006.
rafael feito
Nº XX ■
CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA
nuevas tecnologías. Tradicional-
mente la escuela ha sido reacia a la
introducción de cualquier novedad
tecnológica e incluso pretecnológi-
ca. En su momento, la entrada del
bolígrafo junto a o en sustitución
del lapicero supuso un pequeño
terremoto. ¿Cómo renunciar a un
lapicero cuyos escritos se pueden
borrar con plena libertad frente al
carácter poco menos que indeleble
de la fatídica tinta del bolígrafo?
Más recientemente, en la mente de
varias generaciones está la polémica
sobre el uso o prohibición de las
calculadoras. Una vez más estaría-
mos poco menos que ante un in-
vento del diablo que impediría el
desarrollo de las capacidades de
cálculo de nuestros menores. Hoy
en día, el ridículo continúa con la
prohibición de presentar trabajos
escritos con ordenador por el mie-
do a la estrategia de pegar y cortar
de las webs. Se prefiere el trabajo
de copiar de una enciclopedia.
¿Desde cuándo el amanuense se
tiene que enterar de las cosas que
copia? Ya decía Ortega que el es-
fuerzo inútil, como este que pro-
pone la escuela, conduce a la me-
lancolía.
Sin duda, tropezamos con un
cierto sector del profesorado tec-
nófobo y reacio al cambio. De
acuerdo con el informe PISA del
2003, el 26,6% de los directores
españoles de centros de secunda-
ria considera que los profesores se
resisten al cambio. Sin embargo,
en Finlandia ese porcentaje se re-
duce al 13,4% (la media de la
OCDE es del 25,7%)27. La re-
ciente introducción de un orde-
nador por cada dos alumnos en
las aulas de secundaria en Extre-
madura ha contado con el dis-
gusto de importantes sectores del
profesorado.
Al igual que sucede con los
libros –que no sean de texto– las
nuevas tecnologías –muy espe-
cialmente Internet– abren la po-
sibilidad de la aventura intelec-
tual, de adentrarse en territorios
nuevos o inexplorados al hilo de
cuanto se trabaja en la escuela in-
novadora.
Ausencia de escenarios
deliberativos
No cabe la más mínima duda
de que para que sea posible una
convivencia armónica, para que
la democracia sea una práctica
cotidiana en nuestras vidas es
preciso que la gente sea capaz
de expresarse con corrección
tanto en privado como sobre
todo en público, de escuchar
con atención y cortesía a los de-
más y de participar en un deba-
te civilizado.
Solo en educación infantil
está generalizada la asamblea,
como espacio en el cual el alum-
nado puede verbalizar sus expe-
riencias, sus procesos de aprendi-
zaje, sus sentimientos. En Secun-
daria el espacio más parecido, al
menos en teoría, sería el de las
tutorías –dependiendo de las co-
munidades autónomas una o
dos horas a la semana–. No se
sabe muy bien qué se hace en
este tiempo. En muchas ocasio-
nes es una especie de hora de
estudio asistido.
Lo deseable sería que todas las
asignaturas tuvieran, al menos
parcialmente, un formato asam-
bleario, que fueran escenarios en
los que se pudieran intercambiar
puntos de vista elaborados y ra-
zonados sobre los contenidos
curriculares. Por desgracia, sabe-
mos que el grueso de la enseñan-
za consiste en que el alumno es-
cuche y no tanto que hable y sea
escuchado.
“Aprender a hablar, manejar un len-
guaje que permita un mínimo de preci-
sión, que no conduzca a la creación de
círculos cerrados de personas con las
que uno se puede entender, es cualquier
cosa menos algo espontáneo. Casi la mi-
tad de los jóvenes argentinos que com-
pletan la educación media tienen difi-
cultad para comprender un texto. La
experiencia cotidiana nos confirma que
muchas personas, jóvenes y no tanto, no
logran expresar con claridad lo que
piensan. Esto no sólo ocurre entre noso-
tros: en Francia, uno de cada diez jóve-
nes de entre 17 y 25 años no lee ni escri-
be correctamente. El lingüista francés
Alain Bentolila considera que esta situa-
ción genera lo que denomina inseguri-
dad lingüística. La incapacidad de ex-
presar con precisión el pensamiento
propio en palabras y de recibir el del
otro con exigencia termina encerrando
a los jóvenes en un verdadero gueto so-
cial. Esta falencia los condena a la exclu-
sión, los impulsa a la rebelión y, posible-
mente, también a la violencia. La inse-
guridad lingüística desemboca, así, en
una grave desigualdad social”28.
Cuando los alumnos y alum-
nas pueden hablar descubren uni-
versos nuevos y son capaces de
incorporar los conocimientos a su
modo de interpretar el mundo.
En una experiencia con alum-
nos de tercero y cuarto de la ESO
en el colegio Monserrat de Barce-
lona se investigó a partir de fuen-
tes documentales diversas el siglo
xx29. Todos los alumnos recono-
cían que la experiencia es una ma-
nera diferente y muy valiosa de
aprender historia; los hechos se les
han quedado grabados y pueden
contextualizarles y darles sentido.
Visto desde una cierta superficia-
lidad, el siglo xx es percibido
como el siglo de la ciencia, de la
tecnología, de los grandes descu-
brimientos. Sin embargo, y esto
es lo que causó verdadera conster-
nación entre los alumnos, no eran
conscientes de que el siglo xx
también los fue de las guerras
mundiales, del holocausto, de las
grandes hambrunas, etcétera. A
varios de ellos, este tipo de trabajo
les ha incitado a ir más allá, a se-
guir aprendiendo, les ha desperta-
do el interés por leer el periódico,
ver las noticias, preguntar a los
abuelos por sus recuerdos concre-
tos y leer alguna novela histórica.
Por el contrario, el silencio for-
talece las ideas erróneas, los pre-
conceptos, los prejuicios. Es difí-
cil, si no imposible, un cambio de
actitudes, una predisposición al
entendimiento si el alumnado
permanece condenado al silencio.
En una entrevista con el profesor
del King’s College de la Universi-
dad de Londres Jonathan Osbor-
ne (El País, 15 de mayo de 2006)
se recogía esta idea.
P. También habla usted de la impor-
tancia de debates en las clases.
R. Es importantísimo. Los profesores
podrían promover discusiones en clase si
se preocupan menos por enseñar la idea
correcta y más por explicar por qué la
idea incorrecta está equivocada. Está de-
mostrado que los alumnos que entienden
esto último tienen un conocimiento más
seguro de por qué la idea correcta es co-
rrecta.
Conclusiones
Poco de lo que aquí se critica o se
plantea parece tener cabida en el
proceso de reforma educativa ini-
ciado a partir de la LOE de 2006.
Las graves desigualdades sociales y
étnicas que genera la educación no
parece que se puedan combatir con
las propuestas ministeriales.
Como dijera recientemente Gi-
meno Sacristán29, se legisla inten-
tando no irritar al profesorado cor-
porativista de secundaria, a ese
profesorado que desearía volver a
una supuesta arcadia de estudiantes
aplicados y obedientes. Pese a la
introducción de los aprendizajes de
competencias, en los decretos de
mínimos prepondera un enfoque
academicista y segmentado de cada
una de las asignaturas. Las compe-
tencias en todo caso son un añadi-
do a la tarea de la transmisión de
conocimientos.
Por fortuna, empiezan a aflorar
centros, tanto de primaria como de
secundaria, que funcionan de otro
modo. En el caso que aquí nos
concierne, los de secundaria, es la
resolución de los problemas de
convivencia a partir del diálogo
una vía que lleva al cambio. Cuan-
do se recurre a alumnos y alumnas
mediadores para la resolución de
conflictos, el profesorado se da
cuenta de que el estudiantado dis-
pone de voz, que es capaz de resol-
ver problemas. A partir de aquí se
entra en un proceso que conduce a
mecanismos más democráticos de
funcionamiento de las aulas y de
los centros, desde la globalización
curricular a la organización de gru-
pos interactivos. n
Rafael Feito Alonso es profesor titular
de Sociología en la Facultad de Ciencias
Políticas y Sociología de la Universidad
Complutense de Madrid. Autor de Una
educación de calidad para todos y Otra escue-
la es posible.
27 Guillermo Jaime Etcheverry, “La otra
inseguridad”, Clarín, 9 de abril de 2006.
28 Monserrat del Pozo Rosselló, “Ins-
tantáneas históricas”, Cuadernos de Pedago-
gía, 355, marzo de 2006.
29 José Gimeno (comp.), La reforma ne-
cesaria: entre la política educativa y la práctica
escolar, Morata, Madrid, 2006.

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Secundaria claves

  • 1. Introducción La educación secundaria, especial- mente su etapa obligatoria –la cual comprende los cuatro cursos de la ESO para el alumnado que por término medio tiene entre 12 y 16 años– se ha convertido en un ver- dadero quebradero de cabeza. So- bre ella recae el grueso de las acusa- ciones (falsas por lo general) del mal funcionamiento de nuestro sistema educativo: nuestros alum- nos de 14-15 años nos dejan mal- parados en las clasificaciones inter- nacionales, se han mezclado hasta por lo menos los 16 años alumnos que el anterior sistema segregaba a los 14 al finalizar la educación pri- maria, supuestamente ha descendi- do el nivel y el alumnado promo- cionaría de modo automático por imperativo legal. Para algunos, todo esto debería llevar a ser más selectivo con respecto a quien pue- da cursar la secundaria. Sin embargo, los tiros no pare- cen que vayan por ahí sino más bien por derroteros totalmente opuestos. La Unión Europea ha optado por el éxito escolar hasta la secundaria superior (bachillerato o formación profesional de grado in- termedio) para la inmensa mayoría de la población. En su declaración de Lisboa de 2000 se consignó el propósito de que al menos el 85% del grupo de edad de entre 20 y 24 años alcance como mínimo una credencial de educación secundaria superior. Esto es así porque los tiempos actuales requieren una ciudadanía informada y participa- tiva ante los innumerables retos sobre los que hemos de tener una opinión informada. La vida cotidiana es cada vez más compleja. En tanto que ciuda- danos somos inquiridos sobre cuestiones cada vez más complica- das, desde el cambio climático al uso de las células madre. Una sim- ple visita al médico puede ser oca- sión de tener que elegir entre dife- rentes alternativas sobre distintos tratamientos y sus probabilidades de éxito. En cualquier contexto la- boral o en un vecindario o en una reunión de padres y madres en la escuela nos encontramos con gen- tes de distintas culturas con los que hemos de aprender a relacionarnos. Nuestros hogares y nuestra vida cotidiana se han visto invadidos por un sinfín de nuevos aparatos que facilitan nuestra existencia pero cuyo uso requiere una cierta predisposición hacia lo nuevo. Nuestra esperanza de vida es cada vez mayor, lo que se traduce en que cada cual se ve forzado a empren- der nuevos proyectos vitales al ac- ceder a una jubilación cada vez más prolongada. Sabemos que la producción científica se duplica cada pocos años, que la mayor parte de los científicos –y seguramente de los literatos y artistas en general– que ha habido a lo largo de toda la his- toria de la humanidad están vivos y están trabajando en este momen- to. El mensaje para la escuela pare- ce claro. Más allá de la alfabetiza- ción básica –leer, escribir, sumar, etc.– no se sabe muy bien qué co- nocimientos hay que impartir o si se deben seguir impartiendo los mismos que hasta ahora. Más bien, la escuela debe suministrar los uti- llajes analíticos que permitan a la gente salir de la etapa obligatoria con la capacidad de aprender per- manentemente. Es un mensaje de humildad y de ensalzamiento para la escuela. Por un lado, la escuela no agota los aprendizajes, pero por otro lado debe formar personas con capacidad para aprender per- manentemente: lectores inquietos, ciudadanos preocupados, padres y madres implicados, trabajadores innovadores y responsables. En de- finitiva, personas que se reinven- tan. Como diría Savater, la tarea del héroe1. Las economías más eficaces son aquellas que además de producir más conocimiento e información son capaces de hacerlos disponibles al mayor número de personas y de empresas. Ya no nos vale, si es que alguna vez lo fue, con los aprendi- zajes meramente académicos, abs- tractos y descontextualizados cuya función era más bien jerarquizar socialmente. Si queremos una edu- cación hasta la secundaria superior que tenga un carácter inclusivo para todos –salvo alguna excepción patológica– son muchas las cosas que hemos de cambiar. Por de pronto, habría que ser conscientes de que los tiempos en que la secundaria era cosa de una minoría –aunque amplia– ya han pasado y que ya no volverán go- bierne quien gobierne. Es cierto que no toda la secundaria es obli- gatoria, pero en la práctica la cre- dencial mínima para tener una cierta garantía de inserción laboral exitosa es la secundaria superior. Si esto ya lo consigue la práctica tota- lidad de los hijos de profesionales no hay razón alguna para que no lo hagan también los hijos de las cla- ses trabajadoras o de la pequeña burguesía2. La época en que Europa com- petía con países de trabajos poco cualificados con salarios bajos hace tiempo que pasó. Hoy en día, na- ciones como China o India produ- cen con gran calidad y bajos costes, lo que cambia radicalmente las re- glas del juego. Además, en los paí- ses más desarrollados estamos asis- tiendo al doble fenómeno del cre- cimiento de ocupaciones que re- quierenunacredencialuniversitaria –especialmente en los ámbitos de la salud y de la educación– y a la elevación de los requisitos educati- vos de ocupaciones que previa- mente no requerían educación su- perior. Tal y como señalaba Patte Bath3, en los Estados Unidos, en el año 1973, el 51% de lo empleos fabriles eran desempeñados por personas que habían abandono la escuela tempranamente, mientras que en 2000 tal porcentaje fue del 19%. Conviene señalar que en dó- lares constantes los salarios anuales para quienes abandonan la escuela tempranamente cayó un 19% en ese periodo. Los trabajos fabriles desempeñados por trabadores con secundaria pasaron del 37% al 45% en 2000. También en los Es- tados Unidos se calcula que más del 60% de los nuevos empleos que se creen de aquí a 2010 reque- rirán al menos un grado de educa- ción postsecundaria. Ni que decir tiene que tales empleos serán ocu- pados por los graduados con ma- yor cualificación. El mensaje para la escuela pare- ce rotundo. Se precisa una educa- ción de calidad para todos –para conseguir ese mínimo del 85% de jóvenes con titulación postsecun- daria– y los conocimientos que se CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA ■ Nº XX e d u c a c i ó n ¿QUÉ PASA EN LA secundAria? RAFAEL FEITO 1 La tarea del héroe, Taurus, Madrid, 1982. 2 Se pueden ver los datos a partir del panel de hogares europeos (PHOGUE- 2000) en J. Calero y J. Oriol, “Financia- ción y desigualdades en el sistema educati- vo y de formación profesional en España”, en V. Navarro (dir.), La situación social en España, Biblioteca Nueva, Madrid, 2005 (págs. 355 y ss.). 3 http://www.specialpopulations.org/ Chapters–Vol26/05Barth.pdf
  • 2. Nº XX ■ CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA adquieran en la escuela han de ser auténticos –no vale con la memo- rización de datos y fechas que care- cen de aplicabilidad fuera de los escenarios escolares. El fracaso escolar resulta cada vez menos aceptable socialmente. La Fundación Melinda y Bill Gates en un reciente informe4 sobre la educación secundaria se pregunta- ba cuál sería la reacción del público ante una empresa en la que una cuarta parte de sus productos fue- ran defectuosos o que solo atendie- ra correctamente a una parte de sus clientes. Pues bien, esto es justa- mente lo que sucede con la educa- ción secundaria, la cual hace lo si- guiente. l Permite que una cuarta parte de los estudiantes estén por debajo del nivel básico de lectura. l Un 30% de los estudiantes no llega a graduarse. l Prepara mejor a los estudian- tes cuyas familias tienen un nivel de renta alto que a quienes proce- den de hogares de ingresos bajos. El problema no es solo el del fracaso escolar. Es que incluso mu- chos de quienes tienen éxito en la escuela en realidad fracasan. Gard- ner5 señalaba que la mayoría de los estudiantes de astrofísica son inca- paces de dar una explicación co- rrecta sobre por qué hace más calor en invierno que en verano. La res- puesta suele consistir en afirmar que la tierra está más cerca del sol en verano, lo que no permitiría ex- plicar por qué es verano en un he- misferio e invierno en el otro. Sin duda, que entren todos en la secundaria es un serio problema, pero también es un manantial de riqueza. Obviamente no es lo mis- mo bregar con una minoría selec- cionada a la altura de los 14 años que ha aprobado la EGB –como sucedía hasta hace unos pocos años– que encontrarse con toda una cohorte que no ha sido previa- mente seleccionada. Por supuesto, recibir a todos ni es ni puede tra- ducirse en una rebaja de niveles. Antes al contrario, pese a la retórica de cierto sector del profesorado y de la caverna mediática –en la que incluiría a más de un “progresis- ta”– vamos a mejor y de eso no cabe la más mínima duda. Basta para ello con entrar en la web del propio Ministerio de Educación cuyos datos nunca dieron la razón a Esperanza Aguirre –uno de los personajes más destacados en la cruzada contra cualquier atisbo de igualitarismo en la enseñanza– cuando fue Ministra de Educa- ción. Siempre he sido de la opinión, y así lo he manifestado desde mis primeras publicaciones6, de que los estudiantes más lejanos a la cultura escolar, los “objetores escolares” o como se les quiera llamar, son un desafío, un reto intelectual para quienes estamos instalados en la plácida torre del trabajo docente; incluso, y por fortuna, en la uni- versidad tenemos que reflexionar sobre el tipo de estudiantes con que trabajamos. Su permanencia en el sistema educativo nos ha lle- vado a considerar que no basta con lo meramente académico; que exis- te una diversidad de maneras de entender el mundo; que nuestro lenguaje escolar–académico es el propio de un grupo social que mu- chas veces enmascara el desconoci- miento más absoluto; que quizás se aprenda tanto o más trabajando colectivamente como individual- mente; que los conocimientos han de contar por regla general con una aplicación práctica o por lo menos fuera del ámbito escolar. En defini- tiva, creo que ser profesor en Eton –pese a que seguro que también tiene sus problemas– está bien si uno quiere apoltronarse y vivir plá- cidamente –una forma como mu- chas otras de enterrarse en vida–, pero si uno desea estar en contacto con lo que nos pasa es mucho me- jor ser profesor en un instituto pú- blico o en determinados colegios concertados. Tras una etapa en la que hubo cierto entusiasmo por la experi- mentación, por hacer las cosas de un modo distinto, paulatinamente los centros de secundaria parecen haberse cerrado sobre sí mismos. Poco a poco se ha vuelto a los mé- todos transmisivos y a la suprema- cía de los contenidos conceptuales, lo que se ha traducido en un incre- mento de la desigualdad educativa, del fracaso escolar entre los grupos sociales que disponen de menor capital cultural7. En los centros de secundaria prepondera la cultura de la com- pensación, la idea de que quienes no obtienen buenos resultados escolares son personas intelectual- mente deficitarias, en definitiva, una cultura de la exclusión8. A la segregación que supone el carác- ter selectivo de buena parte de la enseñanza privada –sea concerta- da o no– se le añade la generaliza- da ausencia de comprehensividad a nivel de aula. Así, en los centros de secundaria es muy frecuente que desde el primer curso de la ESO se establezca una segrega- ción entre los grupos de alumnos que precisan recuperación en ma- temáticas o lengua española y aquellos a quienes les fue bien en la primaria y pasan al grupo o grupos en que se imparte francés. En algunos casos, al igual que ocurriera con la ya casi desterrada práctica del tracking –agrupación por itinerarios en función del rendimiento– estadounidense, las aulas de los grupos de francés es- tán llenas de alumnos españoles, mientras que en las otras hay una alta proporción de alumnado in- migrante. Como esta agrupación es la profecía que se cumple a sí misma, los grupos que precisan recuperación quedan estigmatiza- dos, obtienen peores calificacio- nes y difícilmente los elegirán los docentes con mayor grado de ex- periencia. 4 High Schools for the New Millennium. Imagine the Possibilities –www.gatesfounda- tion.org–. 5 Howard Gardner, Mentes flexibles. El arte y la ciencia de saber cambiar nuestra opinión y la de los demás, Paidós, Barcelona, 2004. 6 Nacidos para perder. Un análisis socio- lógico del rechazo y del abandono escolares, CIDE, Madrid, 1990. 7 Véase al respecto el interesante artí- culo de la profesora de secundaria María Masip Utset, “¿Qué nos pasa en secunda- ria?”, Cuadernos de pedagogía, 354, febrero de 2006. 8 La actual ministra de Educación en su discurso en el Club Siglo xxi el 12 de febrero de 2007 titulado “Por una educa- ción de calidad ” decía lo siguiente: “Di- ferentes estudios señalan que el fracaso y el abandono se produce, sobre todo, entre adolescentes que provienen de familias con niveles socioeconómicos bajos, lo que suele coincidir con un nivel cultural también modesto de sus padres y madres. Por tanto, si queremos una real igualdad de oportuni- dades, los jóvenes en situaciones más desfa- vorecidas deben tener refuerzos especiales para evitar que éstas se consoliden. Y esta atención especial debe hacerse desde las primeras etapas”.
  • 3. eduCACIÓN SECUNDARIA CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA ■ Nº XX Repetición de curso Todo esto explica que mientras que en la primaria la promoción de los alumnos se decide al final de cada uno de sus tres ciclos (es decir, no se puede suspender y repetir curso en primero, tercero y quinto, pero sí en los cursos pares) en secunda- ria la promoción se decide curso a curso. Mientras que en la primaria se opta por una visión temporal- mente más amplia del funciona- miento de los alumnos, en secun- daria no se tiene tanta paciencia. La conveniencia de la repetición de curso no se pone en duda. Sor- prende lo poco que se conoce acer- ca de la controversia sobre la repe- tición de curso. El caso de Bélgica es ejemplar9. En este país coexisten tres sistemas educativos: el holan- dés, el alemán y el francés. En este último hay una mayor proclividad al suspenso y a la repetición de cur- so. En los otros dos la promoción es automática: se pasa de curso por cumplir la edad correspondiente. Pues bien, en todas las evaluaciones –tanto nacionales como interna- cionales– estos dos sistemas salen mejor parados que el francófono (en el cual casi una cuarta parte los alumnos que finalizan la primaria han repetido al menos un curso). De hecho hay varios países cuyos rendimientos escolares son clara- mente superiores a los de España y que, sin embargo, han optado por la promoción automática. Es el caso de Finlandia, Noruega, Sue- cia, Dinamarca, Reino Unido, Ir- landa y Japón. Lo que los datos demuestran es que en los países con sistema de promoción auto- mática la proporción de alumnos que accede a la enseñanza postse- cundaria suele ser superior a la me- dia de los países industrializados. A simple vista la propuesta de repetir curso parece lógica: el alum- no que repite es un alumno lento y lo mejor es darle más tiempo para que pueda alcanzar los aprendizajes requeridos. Sin embargo, “en tanto que medida paliativa se desaconse- ja formalmente hacer repetir al alumno puesto que los efectos de esta práctica son nocivos o, en el mejor de los casos, neutros; ade- más, esto se ha comprobado de forma tan general que no debería subsistir ninguna duda razonable al respecto”10. Es cierto que se pue- de detectar una leve mejoría de los repetidores, lo que hace creer que estamos ante una medida útil. Sin embargo, lo que el profesor no puede ver es que el año repetido es significativamente menos produc- tivo de lo que habría sido para es- tos alumnos si hubiesen pasado de curso. Esto es lo que se puede ver en un estudio realizado en Francia por Seibel nada más y nada menos que en 198411. La primera constata- ción, y que da cuenta de la impor- tancia de contar con equipos do- centes estables como suele ser la norma en la concertada, es que los alumnos que permanecen con el mismo profesor rara vez suspenden (0.4% frente a 6%). En segundo lugar, los datos de esta investiga- ción muestra la escasa o nula efica- cia de la repetición. Se analizan cinco grupos de alumnos: tres gru- pos que nunca han suspendido (alumnos de rendimiento alto, me- dio y bajo), los que repiten por vez primera y los que ya han suspendi- do previamente. Se pasan a 1100 alumnos pruebas estandarizadas en lengua francesa y en matemáticas en junio y en diciembre. Los resul- tados pueden verse en el cuadro que hay más abajo12: Los alumnos de rendimiento bajo progresan más cuando no repiten. Comparativamente el be- neficio de la repetición de curso es muy bajo.Todo esto es prueba de que los aprendizajes dependen mucho de que la gente se encuen- tre a gusto, con sus compañeros que tienen la misma edad. Repetir significa estigmatizar, poner al niño con compañeros un año me- nores que él. El coordinador del informe PISA considera que la repetición de curso es un camino muy caro e ineficaz, que más bien facilita el que el profesor endose a otros com- pañeros la solución del proble- ma13. Por desgracia, la nueva ley de ordenación educativa (LOE) no ha querido incomodar al profesorado más segregacionista y permite la diversificación curricular desde el tercer curso de la ESO e introduce –con el “consentimiento” (yo más bien diría amenaza) de los padres– los programas de cualificación pro- fesional desde los quince años. Cualquier cosa antes que plantear- se qué hay de erróneo en el funcio- namiento de la secundaria o en sus anquilosados y recargados conteni- dos curriculares de este nivel edu- cativo. Contenidos curriculares Los contenidos que se enseñan en la escuela son con mucha frecuen- cia excesivos en cantidad e irrele- vantes desde el punto de vista edu- cativo, es decir, no sirven para in- crementar los niveles de compren- sión, no implican la adquisición de procesos relevantes, no ayudan a los alumnos a redescubrir y recrear la cultura y, fundamentalmente, son olvidados al cabo de unos me- ses. He aquí un ejemplo de diez preguntas de secundaria para alum- nos de 12 años cuyo desconoci- miento los situaría en la órbita del fracaso escolar. a) ¿Qué se consiguió con la Paz de Augsburgo? b) Define y pon un ejemplo de oración recíproca indirecta. c) Escribe el número de caras, aristas y vértices del hexaedro. d) ¿Qué clima corresponde a la saba- na? e) Escribe los principales biomas terres- tres. f) ¿Quién organiza el Congreso de Ber- lín de 1885? ¿Qué se decide? g) ¿Cómo se llaman las células que pro- ducen los gametangios? h) ¿Qué es la sinalefa? i) Escribe los procesos mecánicos y químicos que tiene lugar en el intestino delgado j) Características de las células eucario- tas14. Es posible, aunque muy dudo- so, que sea imprescindible que se aprenda o se memorice este tipo de conocimientos en la educación obligatoria. Sin embargo, tenemos fácil constancia de que estos son conocimientos o no adquiridos u olvidados por la inmensa mayoría de la población culta. Podríamos hacer la prueba en un claustro de secundaria o entre profesores de universidad. La pregunta es obvia, ¿quién selec- ciona este tipo de conocimientos? “¿Qué es un sintagma? ¿Qué es un so- neto? Una y otra recogen, es cierto, el tipo de contenidos que determinados grupos sociales vinculan a la educación lingüística y literaria. Ahora bien, ¿son estos conteni- dos –qué es un sintagma, cuál es el esquema métrico de un soneto– los que han de con- ducirnos a esos objetivos en los que aparen- temente estamos todos de acuerdo? Si es verdad que queremos formar chicos y chicas que sepan desenvolverse de manera adecua- da en las diferentes situaciones comunicati- vas, que comprendan lo que leen y sepan interpretarlo críticamente, que utilicen el lenguaje como herramienta para una convi- vencia más cordial y respetuosa, que se afi- cionen de por vida a la literatura, ¿es éste el mejor camino para conseguirlo?”15. Sub-población % Resultados de francés Resultados de matemáticas Junio Dif. Jun-dic Dic Junio Dif. Jun-dic. Dic. No repetidores ** Alto rendimiento. 12,0 86,6 -2,6 84,0 98,2 +0,9 99,1 ** Rendimiento intermedio 61,3 70,0 +5,5 75,5 77,9 +8,0 85,0 ** Rendimiento bajo 6,2 36,3 +17,2 53,5 51,1 +11,7 62,8 Repetidores antiguos 11,0 60,0 +1,8 61,8 71,8 +3,8 75,6 Nuevos repetidores 9,5 33,4 +4,1 37,5 47,8 +3,3 51,1 Total de la muestra 100 66,1 +4,7 70,8 76,2 +6,5 84,7 9 Aletta Grisay, “Repetir curso a ade- cuar el currículo”, en Alvaro Marchesi y Carlos Hernández Gil (comp.), El fracaso escolar. Una perspectiva internacional, Alian- za, Madrid, 2003. 9 Op. cit., pág. 103. 10 C. Seibel, “Genèses et consequences de l’échec scolaire: vers une politique de prévention”, Revue Française de pédagogie, 67, págs. 7-28, 1984. Citado en Jean–Jac- ques Paul, Le redoublement: pour ou contre? ESF éditeur, París, 1996. 11 Op. cit. pág. 79 12 Entrevista a Andreas Schleicher en Es- cuela de 22 de diciembre de 2006 (3689). 13 Tomado de Julio Vera y Jose M. Es- teve (coord), Un examen a la cultura escolar. ¿Sería usted capaz de aprobar un examen de secundaria?, Octaedro, Barcelona, 2001. 14 Guadalupe Jover, “¿Y qué vamos a enseñar en secundaria?“, El País, 26 de junio de 2006. 15 Eso es lo que le pasaba a Rubén Da- río, quien cuando vio un ramo de lirios exclamó que por fin veía las flores que con tanta frecuencia aparecían en su poesía.
  • 4. rafael feito Nº XX ■ CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA Es cierto que los conocimientos socialmente valorados siempre han sido una arbitrariedad impuesta por las clases dominantes. Así, en el siglo xiv, tanto en China como en Europa, los grupos privilegiados valoraban el versificar, el tiro con arco, la hípica, etc. Ese era el mo- delo de hombre culto. El problema que se plantea ahora es que esas arbitrariedades se pretenden impo- ner a todos y, lo que es peor, se hace a costa de no aprender otras cosas. En la escuela podemos oír sobre las talofitas o las briofitas y no saber distinguir un árbol de otro16. Si nos adentramos en los libros de texto, la arbitrariedad alcanza dimensiones grotescas. Como in- dicaba Álex Grijemo en una entre- vista con Juan Cruz (El País, 24 de septiembre de 2006) con motivo de la presentación de su libro La gramática descomplejizada (Taurus, Madrid, 2006) en los textos de se- cundaria uno puede tropezarse con estos horrores: “El complemento predicativo es un sintagma adjetivo que complementa a los verbos predicativos y concuerda en género y número con el sintagma nominal”. El complemento de régimen verbal es un sintagma preposicional que se forma mediante la preposición que exige el verbo y un sintagma nominal. Incluso, asignaturas recientes como es el caso de la economía cuenta con libros de texto con igual pretensión abstrusa. He aquí un ejemplo tomado de un texto de Economía de la editorial Edebé (pág. 67) para primer curso de ba- chiller: “El equilibrio del consumidor es el punto de tangencia de la curva de indife- rencia más alta posible con la línea de res- tricción presupuestaria, dónde el consumi- dor alcanza la máxima satisfacción”17. Todo ello para decir que uno compra lo que más le gusta o le interesa siempre y cuando tenga dinero. ¿Cómo se enseña? En nuestra secundaria prepondera la estrategia didáctica consistente en el dictado de apuntes y en el seguimiento, casi enfermizo, de los libros de texto. En nuestra cul- tura se entiende que enseñar con- siste en que el profesor hable y los alumnos escuchen y, de vez en cuando, le hagan alguna pregunta de tipo aclaratorio. Sin duda, hay gente que es capaz de aprender escuchando. Hay varios estudios de los años sesenta (citados en D. W. Johnson y R. J. Johnson)18 que ponen de manifiesto que la atención de los alumnos a lo que dice el docente va decreciendo a medida que la explicación se desa- rrolla. La pauta, más o menos, es la siguiente: cinco minutos de adaptación, cinco minutos de asi- milación de material, confusión y aburrimiento con descenso veloz de la asimilación, bajo nivel man- tenido durante la mayor parte de la explicación y cierto resurgi- miento de la atención al final. Incluso entre quienes acuden voluntariamente a una conferen- cia, la eficacia cognitiva es míni- ma. Así, en un estudio citado en el libro anteriormente mencionado se cuenta lo siguiente: “El diez por ciento del auditorio exhibe signos de falta de atención a los 15 minu- tos. Después de 18 minutos, un tercio del auditorio y un diez por ciento de los invi- tados al estrado están inquietos. A los 35 minutos, ya nadie presta atención. A los 45 minutos, se percibe más un estado de trance que de inquietud. Y, a los 47 minu- tos, algunos duermen y por lo menos una persona está leyendo. Una revisión casual realizada 24 horas después revela que el auditorio solo recordaba detalles insignifi- cantes y que en su mayoría estos estaban equivocados”19. Nuestro modelo educativo se basa en el planteamiento de la psi- cología conductista que considera que se aprende mejor a partir de fragmentos que se van añadiendo unos a otros en sucesivas sesiones lectivas. Desde hace algún tiempo sabemos que el ochenta por ciento de la gente aprende de un modo más eficaz cuando se le suministra primeramente una visión global, holística del tema a abordar para, a continuación, verlo por partes. Pues bien, nuestra escuela pretende de modo inconsciente favorecer al 20% que tiene un cerebro particu- larmente analítico20. La mayor parte del tiempo en- señamos, especialmente en la se- cundaria, diferentes fragmentos del universo divididos en asignaturas escolares. En algunas de las escuelas innovadoras en lugar de aprender sobre literatura en la clase de Len- gua e Historia en una clase com- pletamente distinta, los alumnos abordan una temática, como por ejemplo la Revolución Francesa, de tal manera que analizan cómo la literatura, el arte, la actividad polí- tica, los hojas informativas descri- ben el periodo. En lugar de simple- mente hablar, los profesores orga- nizan equipos de trabajo, indican- do a los alumnos cuáles son lo do- cumentos o los libros claves que permiten interpretar tan agitado y crucial periodo. Se aprende mucho más cuan- do nos centramos en unos pocos ejes temáticos y analizamos sus entresijos. En definitiva, paradóji- camente menos es más. No solo se trata de aprender en profundi- dad sobre determinados temas, sino de que el pensamiento analí- tico desplegado se aplica a mu- chos otros temas, se hayan apren- dido o no en la escuela. Una organización balcanizada Raro es el centro de secundaria en el que el conocimiento se presenta interconectado. Cada profesor o profesora considera su asignatura lo más importante del mundo y apenas se relacionan los contenidos de su asignatura con los de las de- más. Téngase en cuenta que el alumnado pasa de una educación primaria en el que si bien hay áreas de conocimiento diferenciadas, de las instrumentales –Lengua, Mate- máticas y Conocimiento del Me- dio– se encarga el profesor tutor. Al llegar a la secundaria se dan de bru- ces con once asignaturas, cada una de ellas impartida por un profesor distinto que, ante la ausencia de un proyecto educativo real, interpreta como buenamente puede en qué deba consistir educar. “La estructura organizativa y curricular de los centros permanece invariada desde hace más de un siglo. Mientras la organiza- ción de la secundaria siga planteándose en materias o disciplinas que se suceden de hora en hora, será muy difícil salir del cer- co. … El profesorado y el alumnado salta de clase en clase sin apenas tiempo ni espa- cio para el contacto humano”21. El profesor de secundaria es un profesional especializado en su pro- pia área. El profesor de Matemáti- cas rara vez sabe qué hace su com- pañero de Lengua. Ni siquiera tie- ne por qué interesarle. De esta manera un adolescente se encuen- tra con que día tras día desfilan delante de sus narices tantos profe- sores como las once asignaturas que ha de cursar, cada cual con su estilo, con sus peculiaridades, su manera de entender el hecho edu- cativo. A veces, el profesor reduce su labor a la mera transmisión de conocimientos en los que se consi- dera experto. De sus alumnos poco o nada sabe, salvo si le molestan o si destacan por algo excepcional. Solo en las sesiones de evaluación tiene la posibilidad de escuchar cómo los ven el resto de sus com- pañeros. Quizás la evaluación cole- giada sea uno de los aspectos orga- nizativos más humanos de la vida de los institutos. Emilio Tenti22 traía a colación una cita de Freud que explica la sensación de quiebra emocional a la que los centros de secundaria so- meten a los alumnos. “La escuela secundaria debe conseguir algo más que evitar el suicidio de los ado- lescentes. Debe suscitarles el goce de vivir... Me parece indiscutible que no lo hace y que en muchos aspectos no está a la altura de su misión, que es la de ofrecer un susti- 16 Estudio del currículum oculto antie- cológico de los libros de texto (octubre de 2006), en http://www.ecologistasenaccion. org/IMG/pdf/Informe_curriculum.pdf. 17 D. W. Johnson y R.J. Johnson Apren- der juntos y solos. Aprendizaje cooperativo, competitivo e individualista, Aique, Sao Pau- lo, 1999. 18 Op. cit. págs. 84-85 19 P.L. Thomas, “The cult of prescrip- tion-Or, a student ain’t no slobbering dog”, en Shirley R. Steinberg y Joe L. Kincheloe, What you don’t know about Schools, Palgrave MacMillan, Nueva York, 2006. 20 María Masip Utset, “¿Qué nos pasa en secundaria?”, Cuadernos de pedagogía, 354, febrero de 2006. 21 Emilio Tenti Fanfani, “La escuela y la educación de los sentimientos”, http:// www.paginadigital.com.ar/articulos/2004/ 2004cuart/educacion/e1171610-4.asp 21- 10-04). 22 Francesco Tonucci, ¿Enseñar o apren- der? La escuela como investigación quince años después, Graó, Barcelona, 1990.
  • 5. eduCACIÓN SECUNDARIA CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA ■ Nº XX tuto de la familia y despertar el interés por la vida que se desarrolla en el exterior, en el mundo”. Una visión degradada de la educación obligatoria Debido a la “invasión” de la escue- la por parte de los excluidos aflora un enfoque de la educación obliga- toria –muy especialmente la secun- daria inferior (ESO)– como una especie de travesía del desierto an- tes de llegar al paraíso del modera- damente selecto bachillerato. Los contrastes entre los objetivos del bachillerato y la ESO –y en menor medida la primaria– en la LOE son sangrantes. En la ESO prepon- dera la pasividad del alumno (“transmitir a los alumnos los ele- mentos básicos de la cultura”, art. 22.2). Se trata fundamentalmente de que niños y niñas conozcan, va- loren, respeten, asuman y desarro- llen algunas destrezas. Sin embar- go, el Bachillerato se propone desa- rrollar a una persona con autono- mía de juicio. Los verbos utilizados indican actividad propia: “ejercer”, “consolidar”, “afianzar”, “domi- nar”, “acceder”, “desarrollar”. Es más, pese a que ambos niveles de la secundaria se habla de afianzar el espíritu emprendedor, en el Bachi- ller se añade el desarrollo de la crea- tividad, cualidad esta última que también aparece en la primaria, pero se olvida en la secundaria obligatoria. Pese a que en primaria se pro- pone (art. 17.g) la aplicabilidad de los conocimientos a la vida cotidia- na, prepondera la sensación de que aprender consiste en escuchar pasi- vamente al profesor y seguir el de- curso marcado por los libros de texto. Se habla de hábitos de estu- dio pero no de hábitos de investi- gación, de descubrimiento, de aventura intelectual. Solo así se en- tiende que se plantee una lectura –preferentemente la de literatura– al margen de los procesos de apren- dizaje. No se trata de que el alum- no adquiera conocimientos a través de la aventura de leer, sino de que aprenda a entretenerse con una lec- tura que no problematice los into- cables saberes escolares. En defini- tiva, no se ve espacio para la disi- dencia, para percibir el carácter polémico y controvertido de los conocimientos científicos. Por todo ello, no termina de quedar clara qué sea de la propues- ta, reiterada a lo largo del texto le- gal, de convertir la educación en un proceso para toda la vida, un aprendizaje permanente. Esto pa- rece factible para quienes hayan cursado el bachillerato pero no para quienes salgan del sistema educativo desde la ESO. Para colmo de males otra vez se vuelve a la obsesión por el “princi- pio del esfuerzo”. Sin duda el es- fuerzo es necesario en todo apren- dizaje, pero tal esfuerzo ha de estar guiado por el placer de aprender, por la curiosidad –que lamentable- mente la escuela se empeña en ahogar–. El joven adolescente es un sospechoso, alguien que no de- biera tener una vida demasiado cómoda. Recuerda a lo que narrase Stefan Zweig sobre la educación en Centro Europa a comienzos del siglo xx: “No se cansaban de repetirle al joven que no ‘estaba’ maduro todavía, que no comprendía nada, que se tenía que limitar a escuchar y a obedecer, y que no podía tomar las palabras en las conversaciones y, menos aún, para contradecir”23. Da la impresión de que se con- cibe a la escuela como una prepara- ción para la vida y no la vida –o parte de ella– en sí misma. Es la idea de Tonucci24 de que siempre pensamos en lo que el niño será en el futuro y no en lo que sea en este momento. El peso de la mentali- dad propedéutica –cada nivel edu- cativo tiene sentido en función del que viene a continuación– es una pesada losa de la que no se libra la propuesta ministerial. El siguiente cuadro sintetiza al- gunas diferencias sustanciales entre los objetivos que la LOE se marca para la secundaria obligatoria y el bachiller. ¿Dónde quedan la lectura, la investigación, el uso de las nuevas tecnologías? En los decretos de enseñanzas mí- nimas para los niveles preuniversi- tarios –en concreto, el de secunda- ria obligatoria es el 1631/2006, de 29 de diciembre publicado en el BOE de 5 de enero de 2007– se pretende que en cada asignatura se reserve un tiempo a la lectura. Sin embargo, no se crean escenarios deliberativos en los que tal lectura tendría cabida. No hay el hábito de conectar la biblioteca con la docen- cia de las diversas asignaturas. En un informe dirigido por Mi- chel Rocard25 se manifestaba que las prácticas pedagógicas basadas en los métodos de investigación son más eficaces que las tradiciona- les. Los datos empíricos muestran una estrecha conexión entre las ac- titudes hacia la ciencia y el modo como se enseña. La enseñanza de- biera centrarse más en los concep- tos y en los métodos científicos en lugar de la simple memorización. En el informe se confrontan dos enfoques pedagógicos en la ense- ñanza de las ciencias. El primero, denominado deductivo o de trans- misión de arriba a abajo, es el usa- do habitualmente en la escuela. Aquí el profesor presenta los con- ceptos, su implicaciones lógicas – deducativas– y suministra ejemplos de aplicaciones. Por contra, el segundo enfoque, denominado inductivo –o de abajo a arriba–, concede más espacio a la observación, a la experimentación y la construcción –guiada por el profesor– por parte del alumno de su propio conocimiento. Por defi- nición, la investigación es un pro- ceso intencional en el que se diag- nostican problemas, se investigan conjeturas, se busca información, se construyen modelos, se debate con los compañeros y se constru- yen argumentos coherentes. En un escenario de estas carac- terísticas la biblioteca, la consulta y lectura de libros de muy diferente tipo, se convierten en las verdade- ras protagonistas de los aprendiza- jes. Es lamentable el contraste que se detecta entre el uso de las biblio- tecas en primaria y secundaria, re- flejo del excesivo peso de la cultura academicista en esta última y de la terrible dependencia del libro de texto. En un artículo publicado por Inés Miret et al. en Cuadernos de Pedagogía26, se decía que los alumnos de primaria usan más la biblioteca que los de secundaria. El 75% de los profesores de secunda- ria declara no ir a la biblioteca con sus alumnos; y tan solo el 20% de los profesores facilita el acceso a la biblioteca en hora de clase y un 9% trabaja con los alumnos o im- parte alguna clase en ella. Más del 60% de los profesores declara no recomendar nunca lecturas a su alumnado y ni siquiera programa actividades para enseñar a utilizar fuentes de información. Lo habi- tual es que, cuando se recomienda la lectura de libros, estos sean de literatura. Rara vez se piensa en la lectura de libros de historia, de quí- mica o de matemáticas. Obvia- mente, tendría que haber un cam- bio en los métodos de enseñanza para que la biblioteca cobrase pro- tagonismo. Lo mismo que se dice de las bi- bliotecas es aplicable al uso de las ESO (artículo 23) a) Asumir responsablemente sus debe- res, conocer y ejercer sus derechos en el respeto a los demás, (…) y prepa- rarse para el ejercicio de la ciudadanía democrática. b) Desarrollar y consolidar hábitos de disciplina, estudio y trabajo indivi- dual y en equipo … c) Valorar y respetar la diferencia de sexos … Bachiller (artículo 33) a) Ejercer la ciudadanía democrática, desde una perspectiva global, y ad- quirir una conciencia cívica respon- sable,… b) Afianzar los hábitos de lectura, es- tudio y disciplina,… c) Fomentar la igualdad efectiva de derechos y oportunidades entre hombres y mujeres. 23 El mundo de ayer. Memorias de un europeo, Acantilado, Barcelona, 2001, pág. 59. 24 Michel Rocard (Chair), Science edu- cation now: a renewed pedagogy for the future of Europe, enhttp:ec.europa.eu/re- search/sciencie-society/document_library/ pdf_06/report-rocard-on-science-educa- tion_en.pdf. 25 “Usos, usuarios y algunas paradojas”, Cuadernos de pedagogía, 352, diciembre de 2005. 26 Véase Francisco López Rupérez, El legado de la LOGSE, Gota a gota, Madrid, 2006.
  • 6. rafael feito Nº XX ■ CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA nuevas tecnologías. Tradicional- mente la escuela ha sido reacia a la introducción de cualquier novedad tecnológica e incluso pretecnológi- ca. En su momento, la entrada del bolígrafo junto a o en sustitución del lapicero supuso un pequeño terremoto. ¿Cómo renunciar a un lapicero cuyos escritos se pueden borrar con plena libertad frente al carácter poco menos que indeleble de la fatídica tinta del bolígrafo? Más recientemente, en la mente de varias generaciones está la polémica sobre el uso o prohibición de las calculadoras. Una vez más estaría- mos poco menos que ante un in- vento del diablo que impediría el desarrollo de las capacidades de cálculo de nuestros menores. Hoy en día, el ridículo continúa con la prohibición de presentar trabajos escritos con ordenador por el mie- do a la estrategia de pegar y cortar de las webs. Se prefiere el trabajo de copiar de una enciclopedia. ¿Desde cuándo el amanuense se tiene que enterar de las cosas que copia? Ya decía Ortega que el es- fuerzo inútil, como este que pro- pone la escuela, conduce a la me- lancolía. Sin duda, tropezamos con un cierto sector del profesorado tec- nófobo y reacio al cambio. De acuerdo con el informe PISA del 2003, el 26,6% de los directores españoles de centros de secunda- ria considera que los profesores se resisten al cambio. Sin embargo, en Finlandia ese porcentaje se re- duce al 13,4% (la media de la OCDE es del 25,7%)27. La re- ciente introducción de un orde- nador por cada dos alumnos en las aulas de secundaria en Extre- madura ha contado con el dis- gusto de importantes sectores del profesorado. Al igual que sucede con los libros –que no sean de texto– las nuevas tecnologías –muy espe- cialmente Internet– abren la po- sibilidad de la aventura intelec- tual, de adentrarse en territorios nuevos o inexplorados al hilo de cuanto se trabaja en la escuela in- novadora. Ausencia de escenarios deliberativos No cabe la más mínima duda de que para que sea posible una convivencia armónica, para que la democracia sea una práctica cotidiana en nuestras vidas es preciso que la gente sea capaz de expresarse con corrección tanto en privado como sobre todo en público, de escuchar con atención y cortesía a los de- más y de participar en un deba- te civilizado. Solo en educación infantil está generalizada la asamblea, como espacio en el cual el alum- nado puede verbalizar sus expe- riencias, sus procesos de aprendi- zaje, sus sentimientos. En Secun- daria el espacio más parecido, al menos en teoría, sería el de las tutorías –dependiendo de las co- munidades autónomas una o dos horas a la semana–. No se sabe muy bien qué se hace en este tiempo. En muchas ocasio- nes es una especie de hora de estudio asistido. Lo deseable sería que todas las asignaturas tuvieran, al menos parcialmente, un formato asam- bleario, que fueran escenarios en los que se pudieran intercambiar puntos de vista elaborados y ra- zonados sobre los contenidos curriculares. Por desgracia, sabe- mos que el grueso de la enseñan- za consiste en que el alumno es- cuche y no tanto que hable y sea escuchado. “Aprender a hablar, manejar un len- guaje que permita un mínimo de preci- sión, que no conduzca a la creación de círculos cerrados de personas con las que uno se puede entender, es cualquier cosa menos algo espontáneo. Casi la mi- tad de los jóvenes argentinos que com- pletan la educación media tienen difi- cultad para comprender un texto. La experiencia cotidiana nos confirma que muchas personas, jóvenes y no tanto, no logran expresar con claridad lo que piensan. Esto no sólo ocurre entre noso- tros: en Francia, uno de cada diez jóve- nes de entre 17 y 25 años no lee ni escri- be correctamente. El lingüista francés Alain Bentolila considera que esta situa- ción genera lo que denomina inseguri- dad lingüística. La incapacidad de ex- presar con precisión el pensamiento propio en palabras y de recibir el del otro con exigencia termina encerrando a los jóvenes en un verdadero gueto so- cial. Esta falencia los condena a la exclu- sión, los impulsa a la rebelión y, posible- mente, también a la violencia. La inse- guridad lingüística desemboca, así, en una grave desigualdad social”28. Cuando los alumnos y alum- nas pueden hablar descubren uni- versos nuevos y son capaces de incorporar los conocimientos a su modo de interpretar el mundo. En una experiencia con alum- nos de tercero y cuarto de la ESO en el colegio Monserrat de Barce- lona se investigó a partir de fuen- tes documentales diversas el siglo xx29. Todos los alumnos recono- cían que la experiencia es una ma- nera diferente y muy valiosa de aprender historia; los hechos se les han quedado grabados y pueden contextualizarles y darles sentido. Visto desde una cierta superficia- lidad, el siglo xx es percibido como el siglo de la ciencia, de la tecnología, de los grandes descu- brimientos. Sin embargo, y esto es lo que causó verdadera conster- nación entre los alumnos, no eran conscientes de que el siglo xx también los fue de las guerras mundiales, del holocausto, de las grandes hambrunas, etcétera. A varios de ellos, este tipo de trabajo les ha incitado a ir más allá, a se- guir aprendiendo, les ha desperta- do el interés por leer el periódico, ver las noticias, preguntar a los abuelos por sus recuerdos concre- tos y leer alguna novela histórica. Por el contrario, el silencio for- talece las ideas erróneas, los pre- conceptos, los prejuicios. Es difí- cil, si no imposible, un cambio de actitudes, una predisposición al entendimiento si el alumnado permanece condenado al silencio. En una entrevista con el profesor del King’s College de la Universi- dad de Londres Jonathan Osbor- ne (El País, 15 de mayo de 2006) se recogía esta idea. P. También habla usted de la impor- tancia de debates en las clases. R. Es importantísimo. Los profesores podrían promover discusiones en clase si se preocupan menos por enseñar la idea correcta y más por explicar por qué la idea incorrecta está equivocada. Está de- mostrado que los alumnos que entienden esto último tienen un conocimiento más seguro de por qué la idea correcta es co- rrecta. Conclusiones Poco de lo que aquí se critica o se plantea parece tener cabida en el proceso de reforma educativa ini- ciado a partir de la LOE de 2006. Las graves desigualdades sociales y étnicas que genera la educación no parece que se puedan combatir con las propuestas ministeriales. Como dijera recientemente Gi- meno Sacristán29, se legisla inten- tando no irritar al profesorado cor- porativista de secundaria, a ese profesorado que desearía volver a una supuesta arcadia de estudiantes aplicados y obedientes. Pese a la introducción de los aprendizajes de competencias, en los decretos de mínimos prepondera un enfoque academicista y segmentado de cada una de las asignaturas. Las compe- tencias en todo caso son un añadi- do a la tarea de la transmisión de conocimientos. Por fortuna, empiezan a aflorar centros, tanto de primaria como de secundaria, que funcionan de otro modo. En el caso que aquí nos concierne, los de secundaria, es la resolución de los problemas de convivencia a partir del diálogo una vía que lleva al cambio. Cuan- do se recurre a alumnos y alumnas mediadores para la resolución de conflictos, el profesorado se da cuenta de que el estudiantado dis- pone de voz, que es capaz de resol- ver problemas. A partir de aquí se entra en un proceso que conduce a mecanismos más democráticos de funcionamiento de las aulas y de los centros, desde la globalización curricular a la organización de gru- pos interactivos. n Rafael Feito Alonso es profesor titular de Sociología en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense de Madrid. Autor de Una educación de calidad para todos y Otra escue- la es posible. 27 Guillermo Jaime Etcheverry, “La otra inseguridad”, Clarín, 9 de abril de 2006. 28 Monserrat del Pozo Rosselló, “Ins- tantáneas históricas”, Cuadernos de Pedago- gía, 355, marzo de 2006. 29 José Gimeno (comp.), La reforma ne- cesaria: entre la política educativa y la práctica escolar, Morata, Madrid, 2006.