El salmo agradece a Dios por su ley perfecta que escribió en el corazón del autor y convirtió su alma, por su testimonio que da sabiduría y sus mandamientos que alegran el corazón. El autor pide a Dios que lo ayude a entender sus propios errores, que lo libere de los ocultos, y que lo preserve de la soberbia para poder agradar a Dios con lo que dice y medita.