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discipulado
un corazón en el Padre
un pueblo en Cristo
una misión en el Espíritu
discipulado – un corazón en el Padre	
  
1	
  
“un corazón en el Padre,
un pueblo en Cristo,
una misión en el Espíritu”
Este lema es la visión, misión y estrategia de iglesia UNO. Estas tres frases son la composición
del ADN que todos queremos llevar y contagiar en Santiago Centro, sus al rededores y adónde
el Señor nos llame. Como una amenaza biológica que contagia todo a su paso con la vida
nueva de Cristo, queremos ser un racimo de comunidades cuyos individuos y familias vivan
este lema como un mapa de ruta de sus vidas, no por causa de un mero compromiso
institucional con iglesia UNO, sino por causa de una pasión por la gloria de Dios revelada en
Cristo mediante el Evangelio. Ya que, además, este lema es la manera cómo hemos intentado
resumir la voluntad de Dios para nuestra vida en las Escrituras.
En este primer material de discipulado de iglesia UNO (nivel 1)
1
, nos dedicaremos a conocer y
profundizar especialmente qué significa tener UN CORAZÓN EN EL PADRE.
El pecado desintegró nuestro corazón y los fragmentos se repartieron en un montón de deseos,
pensamientos y afectos contradictorios, que caracterizan la vida del hombre y de la mujer
pecadores. ¡La buena noticia es que Dios vino para restaurar nuestro corazón! Y esto es una
tremenda realidad en el evangelio de Jesucristo. Ya no necesitamos tener un corazón dividido
contra sí mismo, cargado de contradicciones, intentando agradar las voluntades irreconciliables
de ídolos que fragmentan nuestra lealtad. Ahora nuestro corazón tiene un solo Señor, un solo
Dios, el verdadero Creador, el Padre eterno que nos amó, nos adoptó y nos reconcilió consigo
mismo, mediante la muerte y resurrección de Su Hijo. Ahora nuestra lealtad puede ser sólo
hacia nuestro Padre celestial que nos amó con amor eterno, antes que nosotros lo amáramos a
Él.
Nuestro anhelo y oración es que este material de discipulado de 6 lecciones (idealmente 6
semanas) te entregue los elementos fundamentales para tu crecimiento en Cristo, para que
veas la amorosa mano del Padre remendando lo que estaba roto y reconstruyendo paso a
paso tu corazón que el pecado fragmentó.
Ya vendrán los próximos 2 niveles (“un pueblo en Cristo” y “una misión en el Espíritu”), pero la
raíz y base de lo que vendrá ya se encuentra aquí. Sabemos que, de una u otra manera,
sabrás aplicar desde ya estas profundas verdades a tus relaciones interpersonales y a tu
llamado a extender el Reino de Dios en la ciudad.
Que el buen Padre te bendiga y use este discipulado para continuar haciendo cada día en ti la
maravillosa obra de restaurar y reintegrar tu corazón en Su amor y en adoración a Él, el único
digno de TODA la gloria.
En Cristo,
Equipo Pastoral iglesia UNO
Noviembre 2012.
	
  
	
  
	
  
	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  
1	
  Este	
  material	
  es	
  una	
  traducción	
  y	
  adaptación	
  de:	
  Bob	
  Thune	
  &	
  Will	
  Walker,	
  “The	
  Gospel-­‐Centered	
  
Life”	
  (Greensboro,	
  NC:	
  World	
  Harvest	
  Mission,	
  2009).	
  	
  
discipulado – un corazón en el Padre	
  
2	
  
LECCIÓN	
  1:	
  
El	
  Diagrama	
  de	
  la	
  Cruz	
  
	
  
Básicamente	
  vamos	
  a	
  hablar	
  acerca	
  de	
  2	
  conceptos:	
  cómo	
  vemos	
  a	
  Dios	
  y	
  cómo	
  nos	
  
vemos	
  a	
  nosotros	
  mismos.	
  Cuando	
  se	
  trata	
  de	
  la	
  manera	
  cómo	
  vemos	
  a	
  Dios,	
  suele	
  
haber	
  un	
  amplio	
  abanico	
  de	
  opiniones.	
  En	
  un	
  extremo,	
  algunos	
  tienen	
  un	
  concepto	
  
muy	
   alto	
   de	
   Dios,	
   al	
   punto	
   de	
   que	
   Él	
   es	
   tan	
   totalmente	
   lejano	
   y	
   alto	
   que	
   no	
   se	
  
involucra	
  con	
  nuestra	
  vida	
  diaria.	
  Al	
  otro	
  extremo	
  algunos	
  tienen	
  una	
  visión	
  tan	
  
personal	
  de	
  Dios	
  al	
  punto	
  que	
  Él	
  es	
  un	
  tan	
  buen	
  amigo	
  que	
  Su	
  santidad	
  es	
  dejada	
  
de	
  lado.	
  Lo	
  mismo	
  ocurre	
  cuando	
  se	
  trata	
  de	
  vernos	
  a	
  nosotros	
  mismos:	
  el	
  abanico	
  
va	
   desde	
   aquellos	
   que	
   piensan	
   que	
   somos	
   esencialmente	
   buenos	
   hasta	
   aquellos	
  
que	
  piensan	
  que	
  somos	
  esencialmente	
  malos.	
  Veamos	
  cómo	
  podemos	
  tratar	
  cada	
  
uno	
  de	
  estos	
  asuntos.	
  
	
  
Cuando	
  se	
  trata	
  de	
  tu	
  visión	
  acerca	
  de	
  Dios:	
  ¿cuál	
  es	
  tu	
  principal	
  tendencia?:	
  	
  
a) ¿Ves	
  a	
  Dios	
  tan	
  majestuoso	
  que	
  está	
  lejos	
  de	
  ti?	
  o	
  
b) ¿Ves	
  a	
  Dios	
  tan	
  personal	
  que	
  ni	
  siquiera	
  piensas	
  acerca	
  de	
  Su	
  santidad?	
  
	
  
¿Y	
  qué	
  piensas	
  acerca	
  de	
  las	
  personas?	
  ¿Que	
  son	
  esencialmente	
  buenas	
  o	
  malas?	
  
	
  
Veamos	
  la	
  Biblia:	
  
1. Isaías	
  55.6-­‐9	
  
a) ¿Cuál	
   es	
   tu	
   primera	
   reacción	
   a	
   este	
   pasaje?	
   ¿Qué	
   te	
   llama	
   más	
   la	
  
atención?	
  
b) ¿Qué	
  dice	
  este	
  pasaje	
  acerca	
  de	
  Dios?	
  ¿Y	
  qué	
  dice	
  acerca	
  de	
  nosotros,	
  los	
  
seres	
  humanos?	
  
	
  
2. Jeremías	
  17.9-­‐10	
  
a) ¿Cuál	
   es	
   tu	
   primera	
   reacción	
   a	
   este	
   pasaje?	
   ¿Qué	
   te	
   llama	
   más	
   la	
  
atención?	
  	
  
b) ¿Qué	
  dice	
  este	
  pasaje	
  acerca	
  de	
  Dios?	
  ¿Y	
  qué	
  dice	
  acerca	
  de	
  nosotros,	
  los	
  
seres	
  humanos?	
  
	
  
	
  
“El	
  Evangelio”	
  es	
  un	
  concepto	
  que	
  los	
  cristianos	
  usan	
  con	
  frecuencia	
  sin	
  entender	
  
plenamente	
   su	
   significado.	
   Nosotros	
   hablamos	
   el	
   lenguaje	
   del	
   evangelio,	
   pero	
  
raramente	
   aplicamos	
   el	
   evangelio	
   a	
   todos	
   los	
   aspectos	
   de	
   nuestra	
   vida.	
   Sin	
  
embargo,	
  esto	
  es	
  exactamente	
  lo	
  que	
  Dios	
  quiere	
  para	
  nosotros.	
  El	
  evangelio	
  no	
  es	
  
nada	
  menos	
  que	
  “el	
  poder	
  de	
  Dios”	
  (Romanos	
  1.16).	
  En	
  Colosenses	
  1.6,	
  el	
  apóstol	
  
Pablo	
  felicita	
  a	
  la	
  iglesia	
  de	
  Colosas	
  porque	
  el	
  evangelio	
  “ha	
  estado	
  llevando	
  fruto	
  
constantemente	
   y	
   creciendo	
   entre	
   ellos	
   desde	
   el	
   día	
   que	
   lo	
   oyeron”.	
   El	
   apóstol	
  
Pablo	
   enseña	
   que	
   la	
   falta	
   de	
   transformación	
   constante	
   en	
   nuestra	
   vida	
   tiene	
   su	
  
origen	
   en	
   que	
   olvidamos	
   lo	
   que	
   Dios	
   ha	
   hecho	
   por	
   nosotros	
   en	
   el	
   evangelio	
   (2ª	
  
Pedro	
  1.3-­‐9).	
  Si	
  vamos	
  a	
  crecer	
  hacia	
  la	
  madurez	
  en	
  Cristo,	
  debemos	
  profundizar	
  y	
  
ensanchar	
  nuestro	
  conocimiento	
  del	
  evangelio	
  como	
  el	
  medio	
  dado	
  por	
  Dios	
  para	
  
la	
  transformación	
  personal	
  y	
  comunitaria.	
  
Muchos	
  cristianos	
  viven	
  con	
  una	
  visión	
  coja	
  del	
  evangelio.	
  Vemos	
  el	
  evangelio	
  sólo	
  
como	
   la	
   puerta	
   de	
   entrada	
   o	
   el	
   “punto	
   de	
   inicio”	
   del	
   reino	
   de	
   Dios.	
   ¡Pero	
   el	
  
discipulado – un corazón en el Padre	
  
3	
  
evangelio	
   es	
   mucho	
   más!	
   No	
   solamente	
   es	
   la	
   puerta,	
   sino	
   el	
   camino	
   por	
   el	
   cual	
  
debemos	
   caminar	
   cada	
   día	
   de	
   nuestra	
   vida	
   cristiana.	
   No	
   es	
   solamente	
   el	
   medio	
  
para	
   salvación,	
   sino	
   también	
   el	
   medio	
   para	
   nuestra	
   transformación.	
   No	
   es	
  
simplemente	
  libertad	
  del	
  castigo	
  por	
  el	
  pecado,	
  sino	
  también	
  libertad	
  del	
  poder	
  del	
  
pecado	
   en	
   nuestra	
   vida.	
   El	
   evangelio	
   es	
   lo	
   que	
   nos	
   hace	
   justos	
   ante	
   Dios	
  
(justificación)	
   y	
   también	
   lo	
   que	
   nos	
   libera	
   para	
   deleitarnos	
   más	
   en	
   Dios	
  
(santificación).	
  ¡El	
  evangelio	
  lo	
  cambia	
  todo!	
  
El	
  siguiente	
  modelo	
  ha	
  sido	
  de	
  gran	
  ayuda	
  a	
  muchas	
  personas	
  al	
  pensar	
  en	
  
el	
   evangelio	
   y	
   sus	
   implicaciones.	
   Este	
   diagrama	
   no	
   dice	
   todo	
   lo	
   que	
   podría	
   ser	
  
dicho	
   acerca	
   del	
   evangelio,	
   pero	
   al	
   menos	
   sirve	
   como	
   una	
   ayuda	
   visual	
   para	
  
entender	
  cómo	
  trabaja	
  el	
  evangelio	
  en	
  nuestras	
  vidas.	
  
El	
  punto	
  de	
  inicio	
  de	
  la	
  vida	
  cristiana	
  (conversión)	
  ocurre	
  cuando	
  me	
  vuelvo	
  
consciente	
   por	
   primera	
   vez	
   del	
   abismo	
   que	
   hay	
   entre	
   la	
   santidad	
   de	
   Dios	
   y	
   mi	
  
pecaminosidad.	
  Cuando	
  soy	
  convertido,	
  confío	
  y	
  espero	
  en	
  Jesús,	
  quién	
  ha	
  hecho	
  lo	
  
que	
  yo	
  nunca	
  podría	
  haber	
  hecho:	
  Él	
  hizo	
  un	
  puente	
  entre	
  mi	
  pecaminosidad	
  y	
  la	
  
santidad	
  de	
  Dios.	
  Él	
  cargó	
  la	
  ira	
  santa	
  de	
  Dios	
  sobre	
  sí	
  mismo.	
  
	
  
Al	
  momento	
  de	
  la	
  conversión,	
  sin	
  embargo,	
  todavía	
  tengo	
  una	
  visión	
  muy	
  
limitada	
  de	
  la	
  santidad	
  de	
  Dios	
  y	
  de	
  mi	
  pecado.	
  Mientras	
  más	
  crezco	
  en	
  mi	
  vida	
  
cristiana,	
  más	
  crece	
  mi	
  conciencia	
  de	
  la	
  santidad	
  de	
  Dios	
  y	
  de	
  mi	
  naturaleza	
  caída	
  y	
  
pecado.	
  A	
  medida	
  que	
  leo	
  la	
  Biblia,	
  experimento	
  la	
  convicción	
  del	
  Espíritu	
  Santo,	
  
vivo	
   en	
   comunidad	
   con	
   otros	
   y	
   busco	
   servir	
   al	
   mundo,	
   la	
   distancia	
   entre	
   la	
  
extensión	
   de	
   la	
   grandeza	
   de	
   Dios	
   y	
   la	
   extensión	
   de	
   mi	
   pecado	
   se	
   vuelve	
  
crecientemente	
  clara	
  y	
  vívida.	
  No	
  es	
  que	
  Dios	
  se	
  haya	
  vuelto	
  más	
  santo	
  o	
  que	
  yo	
  me	
  
vuelva	
  más	
  pecador.	
  Pero	
  mi	
  conciencia	
  de	
  ambas	
  cosas	
  va	
  creciendo.	
  Voy	
  viendo	
  
de	
  manera	
  más	
  creciente	
  a	
  Dios	
  como	
  él	
  realmente	
  es	
  (Isaías	
  55.8-­‐9)	
  y	
  a	
  mí	
  mismo	
  
como	
  verdaderamente	
  soy	
  (Jeremías	
  17.9-­‐10).	
  
discipulado – un corazón en el Padre	
  
4	
  
A	
   medida	
   que	
   mi	
   entendimiento	
   de	
   mi	
   pecado	
   y	
   de	
   la	
   santidad	
   de	
   Dios	
  
crece,	
  algo	
  más	
  también	
  crece:	
  el	
  cuánto	
  valoro	
  y	
  amo	
  a	
  Jesús.	
  Su	
  mediación,	
  su	
  
sacrificio,	
   su	
   justicia	
   y	
   su	
   obra	
   de	
   gracia	
   a	
   mi	
   favor,	
   se	
   vuelven	
   crecientemente	
  
dulces	
  y	
  poderosos	
  para	
  mí.	
  La	
  cruz	
  crece	
  ante	
  mis	
  ojos	
  y	
  se	
  vuelve	
  más	
  central	
  en	
  
mi	
  vida	
  a	
  medida	
  que	
  me	
  regocijo	
  en	
  mi	
  Salvador	
  que	
  murió	
  en	
  ella.	
  
Desafortunadamente,	
  la	
  santificación	
  (crecer	
  en	
  santidad)	
  no	
  funciona	
  tan	
  
llanamente	
  como	
  nos	
  gustaría.	
  Debido	
  al	
  pecado	
  que	
  aún	
  permanece	
  en	
  mí,	
  tengo	
  
una	
   constante	
   tendencia	
   a	
   minimizare	
   el	
   evangelio	
   o	
   a	
   “encoger	
   la	
   cruz”.	
   Esto	
  
ocurre	
  cuando	
  yo	
  (a)	
  minimizo	
  la	
  santidad	
  perfecta	
  de	
  Dios,	
  pensando	
  que	
  Él	
  es	
  
algo	
  menos	
  que	
  lo	
  que	
  Su	
  Palabra	
  afirma	
  que	
  Él	
  es,	
  o	
  (b)	
  cuando	
  elevo	
  mi	
  propia	
  
justicia,	
  pensando	
  de	
  mí	
  mismo	
  como	
  algo	
  mejor	
  de	
  lo	
  que	
  realmente	
  soy.	
  La	
  cruz	
  
se	
  vuelve	
  más	
  pequeña	
  y	
  la	
  importancia	
  de	
  Cristo	
  en	
  mi	
  vida	
  se	
  ve	
  disminuida.	
  
	
  
	
  
Hablaremos	
  más,	
  en	
  las	
  próximas	
  lecciones,	
  acerca	
  de	
  las	
  formas	
  específicas	
  
en	
   las	
   cuales	
   minimizamos	
   el	
   evangelio.	
   Para	
   contrarrestar	
   nuestra	
   tendencia	
  
pecaminosa	
  a	
  encoger	
  el	
  evangelio,	
  debemos	
  constantemente	
  nutrir	
  nuestra	
  mente	
  
de	
  la	
  verdad	
  bíblica.	
  Necesitamos	
  conocer,	
  ver	
  y	
  degustar	
  cada	
  vez	
  más	
  el	
  carácter	
  
santo	
  y	
  justo	
  de	
  Dios.	
  Y	
  necesitamos	
  identificar,	
  admitir	
  y	
  sentir	
  la	
  profundidad	
  de	
  
nuestra	
  quiebra	
  espiritual	
  y	
  de	
  nuestra	
  pecaminosidad.	
  Nuestra	
  motivación	
  jamás	
  
debe	
  ser	
  “hacer	
  estas	
  cosas	
  porque	
  se	
  supone	
  que	
  es	
  lo	
  que	
  los	
  cristianos	
  hacen”.	
  
En	
   cambio,	
   hacemos	
   de	
   este	
   nuestro	
   objetivo	
   porque	
   es	
   la	
   vida	
   que	
   Dios	
   para	
  
nosotros	
  –	
  una	
  vida	
  marcada	
  por	
  el	
  gozo,	
  la	
  esperanza	
  y	
  el	
  amor	
  transformadores.	
  
Crecer	
  en	
  el	
  evangelio	
  significa	
  ver	
  más	
  claramente	
  la	
  santidad	
  de	
  Dios	
  y	
  ver	
  
más	
  claramente	
  mi	
  pecado.	
  Y	
  por	
  causa	
  de	
  lo	
  que	
  Jesús	
  ha	
  hecho	
  por	
  nosotros	
  en	
  la	
  
cruz,	
  no	
  necesitamos	
  tenerle	
  miedo	
  a	
  ver	
  a	
  Dios	
  como	
  Él	
  realmente	
  es	
  ni	
  tampoco	
  a	
  
admitir	
  cuán	
  quebrados	
  nosotros	
  realmente	
  estamos.	
  Nuestra	
  esperanza	
  no	
  está	
  
puesta	
   en	
   nuestra	
   propia	
   bondad	
   ni	
   en	
   la	
   vana	
   expectativa	
   de	
   que	
   Dios	
  
comprometa	
  sus	
  estándares	
  y	
  “baje	
  la	
  vara”.	
  En	
  vez	
  de	
  esto,	
  descansamos	
  en	
  Jesús	
  
discipulado – un corazón en el Padre	
  
5	
  
como	
   nuestros	
   perfecto	
   Redentor	
   –	
   Aquel	
   	
   que	
   es	
   “nuestra	
   justicia,	
   santidad	
   y	
  
redención”	
  (1ª	
  Corintios	
  1.30)	
  
Repasemos	
  el	
  artículo,	
  conversando	
  lo	
  siguiente:	
  
1. ¿Cuáles	
   son	
   las	
   implicaciones	
   de	
   ver	
   el	
   evangelio	
   sólo	
   como	
   el	
   "punto	
   de	
  
inicio"	
  de	
  la	
  vida	
  cristiana?	
  
2. ¿Cuáles	
   son	
   las	
   2	
   cosas	
   que	
   deben	
   crecer	
   a	
   medida	
   que	
   maduramos	
   en	
  
nuestra	
  vida	
  cristiana?	
  
3. ¿Cuáles	
  son	
  las	
  2	
  maneras	
  de	
  “encoger	
  la	
  cruz”?	
  
	
  
Personalicemos	
  estos	
  conceptos	
  un	
  poco:	
  
1. ¿Cómo	
  has	
  visto	
  que	
  tu	
  visión	
  de	
  Dios	
  ha	
  crecido	
  y	
  cambiado	
  en	
  los	
  últimos	
  
meses	
  (la	
  línea	
  superior	
  del	
  Diagrama	
  de	
  la	
  Cruz)?	
  ¿Cómo	
  esto	
  ha	
  ocurrido?	
  
2. A	
  veces	
  es	
  difícil	
  identificar	
  las	
  maneras	
  cómo	
  minimizamos	
  y	
  justificamos	
  
nuestro	
  pecado	
  (la	
  línea	
  inferior	
  del	
  Diagrama	
  de	
  la	
  Cruz).	
  Leamos	
  juntos	
  el	
  
siguiente	
  suplemento	
  y	
  hablemos	
  sobre	
  estas	
  descripciones.	
  
	
  
Seis	
  maneras	
  de	
  minimizar	
  el	
  pecado.	
  
	
  
Defenderse	
  
Encuentro	
   especialmente	
   difícil	
   cuando	
   otros	
   me	
   hacen	
   ver	
   mis	
   debilidades	
   o	
  
pecado.	
  Cuando	
  soy	
  confrontado,	
  mi	
  tendencia	
  es	
  explicar	
  las	
  cosas,	
  hablar	
  sobre	
  
mis	
  éxitos,	
  o	
  justificar	
  mis	
  decisiones.	
  Como	
  resultado,	
  a	
  las	
  personas	
  les	
  cuesta	
  
aproximarse	
  a	
  mí	
  y	
  raramente	
  sostengo	
  conversaciones	
  sobre	
  cosas	
  difíciles	
  en	
  mi	
  
vida.	
  
	
  
Aparentar	
  
Me	
   esfuerzo	
   por	
   mantener	
   apariencias	
   y	
   una	
   imagen	
   respetable.	
   Mi	
  
comportamiento	
  es	
  guiado,	
  en	
  menor	
  o	
  mayor	
  medida,	
  por	
  lo	
  que	
  otros	
  piensan	
  de	
  
mí.	
  Además,	
  no	
  me	
  gusta	
  pensar	
  reflexivamente	
  acerca	
  de	
  mi	
  propia	
  vida.	
  Como	
  
resultado	
   muy	
   pocos	
   conocen	
   quién	
   realmente	
   soy	
   (es	
   probable	
   que	
   ni	
   yo	
   sepa	
  
muy	
  bien	
  quién	
  soy).	
  
	
  
Ocultar	
  
Intento	
   que	
   se	
   noten	
   lo	
   menos	
   posible	
   las	
   contradicciones	
   en	
   mi	
   vida,	
  
especialmente	
   las	
   “cosas	
   malas”.	
   Esto	
   es	
   distinto	
   a	
   aparentar,	
   ya	
   que	
   aparentar	
  
tiene	
  que	
  ver	
  con	
  impresionar,	
  pero	
  ocultar	
  tiene	
  que	
  ver	
  con	
  sentir	
  vergüenza.	
  	
  
Pienso	
  que	
  las	
  personas	
  no	
  me	
  van	
  a	
  aceptar	
  si	
  llegan	
  a	
  conocer	
  mi	
  “verdadero	
  yo”.	
  
	
  
Exagerar	
  
Tiendo	
  a	
  pensar	
  (y	
  a	
  hablar)	
  de	
  manera	
  más	
  alta	
  acerca	
  de	
  mí	
  mismo	
  de	
  lo	
  que	
  
debería.	
  Hago	
  que	
  las	
  cosas	
  (buenas	
  o	
  malas)	
  que	
  vivo	
  parezcan	
  más	
  grandes	
  de	
  lo	
  
que	
  realmente	
  son	
  (generalmente	
  para	
  obtener	
  la	
  atención	
  de	
  los	
  demás).	
  Como	
  
resultado,	
  lo	
  que	
  me	
  pasa	
  tiende	
  a	
  obtener	
  más	
  atención	
  de	
  lo	
  que	
  merece	
  y	
  me	
  
hacen	
  sentir	
  constantemente	
  estresado	
  o	
  ansioso.	
  
	
  
Culpar	
  
Soy	
   rápido	
   en	
   encontrar	
   culpables	
   y	
   en	
   culpar	
   a	
   otros	
   por	
   mi	
   pecado	
   o	
   por	
   las	
  
circunstancias	
  adversas.	
  Me	
  cuesta	
  mucho	
  reconocer	
  mi	
  cuota	
  de	
  responsabilidad	
  
en	
   los	
   conflictos	
   o	
   pecados	
   cometidos.	
   Hay	
   un	
   elemento	
   de	
   orgullo	
   en	
   mí	
   que	
  
discipulado – un corazón en el Padre	
  
6	
  
tiende	
   a	
   asumir	
   que	
   “no	
   es	
   mi	
   culpa”	
   o	
   (a	
   veces	
   mezclado	
   con)	
   un	
   elemento	
   de	
  
miedo	
  a	
  que	
  me	
  rechacen	
  si	
  reconozco	
  que	
  “fue	
  mi	
  culpa”.	
  
	
  
Quitar	
  importancia	
  
Tiendo	
  a	
  darle	
  poco	
  peso	
  al	
  pecado	
  o	
  a	
  las	
  circunstancias	
  difíciles	
  en	
  mi	
  vida,	
  como	
  
si	
  fueran	
  “normales”	
  o	
  “no	
  tan	
  malas”.	
  Como	
  resultado,	
  las	
  cosas	
  generalmente	
  no	
  
obtienen	
   la	
   atención	
   que	
   merecen.	
   Las	
   cosas	
   en	
   mi	
   vida	
   tienen	
   la	
   tendencia	
   a	
  
acumularse	
  hasta	
  el	
  punto	
  que,	
  de	
  repente,	
  se	
  vuelven	
  insoportables.	
  
	
  
1. ¿Cuál	
   de	
   estas	
   6	
   formas	
   de	
   minimizar	
   de	
   tu	
   pecado,	
   tiendes	
   a	
   hacer	
   más	
  
seguido?	
  Compartan	
  como	
  grupo.	
  
2. Pidan	
  a	
  alguien	
  en	
  el	
  grupo	
  que	
  sienta	
  suficiente	
  confianza	
  para	
  compartir	
  
algún	
  ejemplo	
  reciente	
  de	
  cuando	
  minimizó	
  su	
  pecado,	
  que	
  lo	
  comparta.	
  
	
  
Ahora,	
  como	
  grupo,	
  hagan	
  el	
  siguiente	
  ejercicio	
  juntos:	
  
	
  
EJERCICIO:	
  
Juzgar	
  a	
  los	
  demás.	
  
	
  
Una	
  manera	
  de	
  poder	
  apreciar	
  el	
  valor	
  de	
  del	
  Diagrama	
  de	
  la	
  Cruz	
  es	
  aplicarlo	
  a	
  un	
  
área	
  específica	
  en	
  la	
  cual	
  es	
  común	
  que	
  las	
  personas	
  luchen.	
  Juzgar	
  a	
  otros	
  es	
  algo	
  
que	
  todos	
  hacemos	
  en	
  mayor	
  o	
  menor	
  medida.	
  Como	
  grupo,	
  hagan	
  una	
  “lluvia	
  de	
  
ideas”	
   acerca	
   de	
   algunas	
   formas	
   mediante	
   las	
   cuales	
   juzgamos	
   personas.	
   Las	
  
preguntas	
  aquí	
  abajo	
  les	
  ayudarán	
  a	
  ver	
  la	
  conexión	
  entre	
  juzgar	
  a	
  otros	
  y	
  tu	
  visión	
  
del	
  Evangelio.	
  
	
  
1. ¿Cuáles	
  son	
  formas	
  específicas	
  mediante	
  las	
  cuales	
  juzgamos	
  a	
  otros?	
  
2. ¿Por	
  qué	
  juzgamos	
  a	
  otros?	
  ¿Qué	
  razones	
  damos	
  para	
  hacerlo?	
  
3. ¿De	
  qué	
  manera	
  estas	
  razones	
  reflejan	
  una	
  visión	
  pequeña	
  de	
  la	
  santidad	
  de	
  
Dios?	
  
4. ¿Cómo	
  estas	
  razones	
  reflejan	
  una	
  visión	
  pequeña	
  de	
  nuestro	
  pecado?	
  
5. Piensa	
  en	
  alguien	
  en	
  tu	
  vida	
  a	
  quién	
  tú	
  tiendes	
  juzgar	
  con	
  frecuencia	
  
a) ¿Cómo	
   una	
   visión	
   más	
   clara	
   de	
   la	
   santidad	
   de	
   Dios	
   afectaría	
  
positivamente	
  esta	
  relación?	
  
b) ¿Cómo	
  una	
  visión	
  más	
  clara	
  de	
  tu	
  propio	
  pecado	
  afectaría	
  positivamente	
  
esta	
  relación?	
  
	
  
Tómense	
  un	
  tiempo	
  para	
  orar:	
  
Pide	
  a	
  Dios	
  que	
  te	
  muestre	
  una	
  visión	
  más	
  clara	
  de	
  Él	
  y	
  Su	
  santidad	
  y	
  de	
  ti	
  mismo	
  y	
  
tu	
  pecaminosidad,	
  pero	
  sobre	
  todo:	
  pide	
  a	
  Dios	
  una	
  visión	
  más	
  clara	
  de	
  la	
  Cruz	
  de	
  
Cristo	
  y	
  de	
  Su	
  gracia.	
  
	
  
	
   	
  
discipulado – un corazón en el Padre	
  
7	
  
LECCIÓN	
  2:	
  
Apariencia	
  y	
  buen	
  desempeño.	
  
	
  
	
  
Esta	
  lección	
  trabaja	
  con	
  el	
  “encoger	
  la	
  cruz”,	
  lo	
  que	
  significa	
  que	
  algo	
  está	
  faltando	
  
en	
  nuestro	
  entendimiento,	
  aprecio	
  o	
  aplicación	
  del	
  sacrificio	
  de	
  Jesús	
  por	
  nuestro	
  
pecado.	
  Esto	
  se	
  manifiesta	
  de	
  dos	
  maneras	
  principales:	
  “aparentando”	
  o	
  buscando	
  
un	
   “buen	
   desempeño”.	
   “Aparentar”	
   es	
   la	
   manera	
   cómo	
   minimizamos	
   el	
   pecado,	
  
haciendo	
  que	
  somos	
  algo	
  que	
  en	
  realidad	
  no	
  somos.	
  Buscar	
  un	
  “buen	
  desempeño”	
  
es	
  la	
  manera	
  cómo	
  minimizamos	
  la	
  santidad	
  de	
  Dios,	
  reduciendo	
  sus	
  estándares	
  
perfectos	
   a	
   algo	
   menos-­‐que-­‐perfecto,	
   algo	
   que	
   nosotros	
   podemos	
   lograr	
   si	
   nos	
  
desempeñamos	
   bien	
   en	
   nuestro	
   comportamiento,	
   de	
   esta	
   manera	
   creemos	
   que	
  
podemos	
  merecer	
  el	
  favor	
  de	
  Dios.	
  Ambas	
  actitudes	
  están	
  arraigadas	
  en	
  una	
  visión	
  
inadecuada	
  de	
  la	
  santidad	
  de	
  Dios	
  y	
  de	
  quién	
  somos	
  nosotros.	
  
	
  
Leeremos	
   dos	
   historias	
   en	
   Lucas	
   18	
   (una	
   parábola	
   y	
   una	
   historia,	
   en	
   realidad).	
  
Leamos	
   la	
   parábola	
   primero.	
   Es	
   bastante	
   directa,	
   así	
   que	
   leámosla	
   y	
   después	
  
respondamos	
  un	
  par	
  de	
  preguntas.	
  
	
  
Lucas	
  18.9-­‐14	
  
1. Mientras	
  leían,	
  ¿con	
  cuál	
  personaje	
  te	
  identificaste	
  más?	
  ¿Cuál	
  es	
  el	
  punto	
  
de	
  vista	
  que	
  se	
  parece	
  más	
  al	
  tuyo?	
  ¿Por	
  qué?	
  
2. ¿Qué	
  te	
  agrada	
  ó	
  desagrada	
  acerca	
  de	
  la	
  idea	
  de	
  ser	
  como	
  el	
  fariseo?	
  
3. ¿Qué	
  te	
  agrada	
  ó	
  desagrada	
  acerca	
  de	
  la	
  idea	
  de	
  ser	
  como	
  el	
  cobrador	
  de	
  
impuestos?	
  
4. ¿Por	
  qué	
  el	
  fariseo	
  es	
  el	
  “chico	
  malo”	
  de	
  la	
  parábola?	
  ¡Lo	
  que	
  está	
  haciendo	
  
(orar)	
  no	
  es	
  algo	
  malo!	
  
	
  
Lucas	
  18.18-­‐23	
  
1. ¿Cómo	
  describirías	
  la	
  visión	
  que	
  este	
  hombre	
  tenía	
  de	
  Dios?	
  
2. ¿Cómo	
  describirías	
  la	
  visión	
  que	
  este	
  hombre	
  tenía	
  de	
  sí	
  mismo?	
  
	
  
	
  
En	
  la	
  lección	
  pasada	
  vimos	
  un	
  modelo	
  que	
  nos	
  sirve	
  para	
  entender	
  qué	
  significa	
  
vivir	
   a	
   la	
   luz	
   del	
   evangelio.	
   En	
   esta	
   lección	
   queremos	
   ver	
   con	
   más	
   detalle	
   las	
  
maneras	
  cómo	
  minimizamos	
  el	
  evangelio	
  y	
  reducimos	
  su	
  impacto	
  en	
  nuestra	
  vida.	
  
Fíjate	
  que	
  la	
  línea	
  superior	
  del	
  diagrama	
  dice	
  “creciente	
  conciencia	
  de	
  la	
  santidad	
  
de	
  Dios”.	
  Como	
  dijimos	
  la	
  última	
  vez,	
  esto	
  no	
  significa	
  que	
  la	
  santidad	
  de	
  Dios	
  en	
  sí	
  
misma	
   crezca,	
   ya	
   que	
   Dios	
   es	
   inmutable	
   en	
   su	
   carácter.	
   Él	
   siempre	
   ha	
   sido	
  
infinitamente	
  santo.	
  En	
  realidad,	
  esta	
  línea	
  muestra	
  que	
  cuando	
  el	
  evangelio	
  está	
  
desarrollándose	
   normalmente	
   en	
   nuestra	
   vida,	
   nuestra	
   “conciencia”	
   del	
   carácter	
  
santo	
  de	
  Dios	
  está	
  creciendo	
  constantemente.	
  Percibimos	
  de	
  manera	
  más	
  profunda	
  
y	
  plena	
  el	
  peso	
  de	
  la	
  perfección	
  gloriosa	
  de	
  Dios.	
  
De	
   la	
   misma	
   manera,	
   la	
   línea	
   inferior	
   muestra	
   que	
   cuando	
   el	
   evangelio	
   está	
  
desarrollándose	
   normalmente	
   en	
   nuestra	
   vida,	
   nuestra	
   conciencia	
   de	
   nuestra	
  
propia	
  pecaminosidad	
  crece	
  constantemente.	
  Esto	
  no	
  significa	
  que	
  nos	
  hagamos	
  
más	
  pecadores	
  (de	
  hecho,	
  a	
  medida	
  que	
  crecemos	
  en	
  Cristo	
  comenzamos	
  a	
  obtener	
  
victoria	
   sobre	
   el	
   pecado).	
   Pero	
   nos	
   empezamos	
   a	
   dar	
   cuenta	
   más	
   y	
   más	
   cuán	
  
discipulado – un corazón en el Padre	
  
8	
  
profundo	
  es	
  el	
  problema	
  de	
  nuestro	
  carácter	
  y	
  comportamiento.	
  Así	
  empezamos	
  a	
  
ver	
   que	
   somos	
   más	
   profundamente	
   pecadores	
   de	
   lo	
   que	
   primeramente	
  
imaginábamos.	
  
	
  
	
  
A	
  medida	
  que	
  estas	
  dos	
  líneas	
  se	
  bifurcan,	
  la	
  cruz	
  se	
  hace	
  más	
  grande	
  en	
  nuestra	
  
experiencia,	
   produciendo	
   un	
   amor	
   más	
   profundo	
   por	
   Jesús	
   y	
   un	
   entendimiento	
  
más	
  completo	
  de	
  Su	
  bondad.	
  Al	
  menos,	
  eso	
  es	
  lo	
  ideal.	
  Pero	
  en	
  la	
  realidad,	
  debido	
  
al	
   pecado	
   que	
   habita	
   en	
   nosotros,	
   somos	
   propensos	
   a	
   olvidar	
   el	
   evangelio	
   –	
   a	
  
deslizarnos	
  y	
  apartarnos	
  de	
  él	
  como	
  un	
  barco	
  que	
  se	
  suelta	
  del	
  lugar	
  donde	
  debiera	
  
estar	
  anclado.	
  Es	
  por	
  eso	
  que	
  la	
  Biblia	
  nos	
  insta	
  a	
  no	
  “movernos	
  de	
  la	
  esperanza	
  del	
  
evangelio	
  que	
  hemos	
  oído”	
  (Colosenses	
  1.23)	
  y	
  buscar	
  que	
  la	
  “la	
  palabra	
  de	
  Cristo	
  
habite	
   en	
   nosotros	
   abundantemente”	
   (Colosenses	
   3.16).	
   	
   Cuando	
   no	
   estamos	
  
anclados	
  en	
  la	
  verdad	
  del	
  evangelio,	
  nuestro	
  amor	
  por	
  Jesús	
  y	
  nuestra	
  experiencia	
  
de	
  su	
  bondad	
  se	
  vuelven	
  muy	
  pequeñas.	
  Terminamos	
  “encogiendo	
  la	
  cruz”,	
  ya	
  sea	
  
aparentando	
  o	
  esforzándonos	
  por	
  un	
  buen	
  desempeño.	
  
Mira	
  nuevamente	
  la	
  línea	
  inferior	
  del	
  diagrama.	
  ¡Crecer	
  en	
  la	
  conciencia	
  de	
  nuestra	
  
propia	
  pecaminosidad	
  no	
  es	
  entretenido!	
  Significa	
  admitir	
  –	
  a	
  nosotros	
  mismos	
  y	
  a	
  
los	
   demás	
   –	
   que	
   no	
   somos	
   todo	
   lo	
   buenos	
   que	
   pensamos	
   que	
   somos.	
   Significa	
  
enfrentar,	
  aquello	
  que	
  Richard	
  Lovelace	
  llamó	
  de	
  “la	
  compleja	
  mezcla	
  de	
  actitudes	
  
compulsivas,	
   creencias	
   y	
   comportamiento”	
   que	
   el	
   pecado	
   ha	
   producido	
   en	
  
nosotros2.	
  Si	
  no	
  estamos	
  descansando	
  nuestro	
  corazón	
  en	
  la	
  justicia	
  de	
  Jesús,	
  esta	
  
creciente	
   conciencia	
   de	
   nuestro	
   pecado	
   se	
   vuelve	
   un	
   peso	
   destructivo.	
   Somos	
  
aplastados	
   bajo	
   su	
   carga	
   e	
   intentamos	
   compensar	
   aparentando	
   que	
   somos	
  
mejores	
   de	
   lo	
   que	
   realmente	
   somos.	
   Aparentar	
   puede	
   tomar	
   distintas	
   formas:	
  
deshonestidad	
  (“No	
  soy	
  tan	
  malo”),	
  comparación	
  (“No	
  soy	
  tan	
  malo	
  como	
  aquellas	
  
personas”)	
   y	
   justicia	
   falsa	
   (“Aquí	
   están	
   todas	
   las	
   cosas	
   buenas	
   que	
   he	
   hecho”).	
  
	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  
2	
  Richard	
  Lovelace,	
  Dynamics	
  of	
  Spiritual	
  Life	
  (Downers	
  Grove,	
  Ill.:	
  InterVarsity	
  Press,	
  1979),	
  p.	
  88.	
  
discipulado – un corazón en el Padre	
  
9	
  
Debido	
  a	
  que	
  no	
  queremos	
  admitir	
  cuán	
  pecaminosos	
  realmente	
  somos,	
  torcemos	
  
la	
  verdad	
  a	
  nuestro	
  favor.	
  
Crecer	
  en	
  nuestra	
  conciencia	
  de	
  la	
  santidad	
  de	
  Dios	
  también	
  es	
  desafiante.	
  Significa	
  
enfrentarnos	
   cara	
   a	
   cara	
   con	
   los	
   mandamientos	
   justos	
   de	
   Dios	
   y	
   la	
   gloriosa	
  
perfección	
  de	
  Su	
  carácter.	
  Significa	
  darnos	
  cuenta	
  cuán	
  terriblemente	
  caemos	
  en	
  
no	
  cumplir	
  sus	
  estándares.	
  Significa	
  sentirnos	
  reflejados	
  en	
  la	
  santa	
  repulsión	
  que	
  
Él	
  siente	
  hacia	
  el	
  pecado.	
  Si	
  no	
  estamos	
  arraigados	
  en	
  el	
  hecho	
  de	
  que	
  Dios	
  nos	
  
acepta	
   a	
   través	
   de	
   Jesús,	
   entonces	
   tratamos	
   de	
   compensar	
   esforzándonos	
   por	
  
ganar	
  la	
  aprobación	
  de	
  Dios	
  mediante	
  nuestro	
  buen	
  desempeño.	
  Vivimos	
  nuestra	
  
vida	
   en	
   un	
   ciclo	
   sin	
   fin,	
   intentando	
   ganar	
   el	
   favor	
   de	
   Dios,	
   viviendo	
   según	
   Sus	
  
expectativas	
  (o,	
  más	
  bien,	
  nuestro	
  entendimiento	
  equivocado	
  de	
  Sus	
  expectativas).	
  
Es	
   fácil	
   hablar	
   de	
   aparentar	
   o	
   buscar	
   un	
   buen	
   desempeño	
   en	
   el	
   abstracto.	
   Pero	
  
consideremos	
   cómo	
   estas	
   tendencias	
   encuentran	
   una	
   expresión	
   práctica	
   en	
  
nuestra	
  vida.	
  
Para	
  discernir	
  tus	
  tendencias	
  sutiles	
  a	
  aparentar,	
  pregúntate	
  a	
  ti	
  mismo:	
  ¿en	
  qué	
  
confío	
   para	
   darme	
   la	
   sensación	
   de	
   “credibilidad	
   personal”	
   (validez,	
   aceptación,	
  
“quedar	
  bien	
  parado”)?	
  Tu	
  respuesta	
  a	
  esta	
  pregunta	
  a	
  menudo	
  revela	
  algo	
  (que	
  no	
  
es	
  Jesús)	
  en	
  lo	
  cual	
  buscas	
  justicia.	
  Cuando	
  no	
  estamos	
  firmemente	
  arraigados	
  en	
  el	
  
evangelio,	
  nos	
  apoyamos	
  en	
  estos	
  falsos	
  recursos	
  de	
  justicia	
  para	
  construir	
  nuestra	
  
reputación	
   y	
   darnos	
   a	
   nosotros	
   mismos	
   la	
   sensación	
   de	
   que	
   somos	
   dignos	
   y	
  
tenemos	
  valor.	
  Aquí	
  hay	
  algunos	
  ejemplos:	
  
	
  
JUSTICIA	
  DEL	
  TRABAJO:	
  Soy	
  alguien	
  que	
  trabaja	
  duro,	
  así	
  Dios	
  me	
  recompensa.	
  
JUSTICIA	
  DE	
  LA	
  FAMILIA:	
  Porque	
  hago	
  las	
  cosas	
  bien	
  como	
  papá	
  o	
  mamá,	
  soy	
  más	
  
consagrado	
  que	
  los	
  papás	
  que	
  no	
  pueden	
  controlar	
  a	
  sus	
  hijos.	
  
JUSTICIA	
   TEOLÓGICA:	
   Tengo	
   buena	
   teología.	
   Dios	
   me	
   prefiere	
   a	
   mí	
   antes	
   que	
   a	
  
aquellos	
  que	
  tienen	
  mala	
  teología.	
  
JUSTICIA	
   INTELECTUAL:	
   He	
   leído	
   más,	
   sé	
   articular	
   mejor	
   mis	
   ideas	
   y	
   soy	
   más	
  
sofisticado	
  culturalmente	
  que	
  otros,	
  lo	
  cual	
  obviamente	
  me	
  hace	
  mejor	
  persona.	
  
JUSTICIA	
   DE	
   LA	
   AGENDA:	
   Soy	
   alguien	
   auto-­‐disciplinado	
   y	
   riguroso	
   con	
   mi	
  
administración	
  del	
  tiempo,	
  lo	
  que	
  me	
  hace	
  más	
  maduro	
  que	
  otros.	
  
JUSTICIA	
   DE	
   LA	
   FLEXIBILIDAD:	
   En	
   un	
   mundo	
   trabajólico	
   y	
   estresado,	
   yo	
   soy	
  
flexible	
  y	
  relajado.	
  Siempre	
  tengo	
  tiempo	
  para	
  los	
  demás.	
  ¡Qué	
  lata	
  por	
  aquellos	
  
que	
  no	
  son	
  como	
  yo!	
  
JUSTICIA	
  DE	
  LA	
  MISERICORDIA:	
  Me	
  preocupo	
  de	
  los	
  pobres	
  y	
  de	
  los	
  necesitados.	
  
Todos	
  debieran	
  hacerlo	
  igual	
  que	
  yo.	
  
JUSTICIA	
   LEGALISTA:	
   No	
   bebo,	
   no	
   fumo,	
   no	
   digo	
   palabra	
   feas	
   ni	
   me	
   junto	
   con	
  
quienes	
  lo	
  hacen.	
  Demasiados	
  cristianos	
  no	
  están	
  preocupados	
  con	
  la	
  santidad	
  en	
  
estos	
  días.	
  
JUSTICIA	
   FINANCIERA:	
   Sé	
   administrar	
   mi	
   dinero	
   sabiamente	
   y	
   mantenerme	
   sin	
  
deudas.	
  No	
  soy	
  como	
  esos	
  cristianos	
  materialistas	
  que	
  no	
  saben	
  controlar	
  lo	
  que	
  
gastan.	
  
JUSTICIA	
  POLÍTICA:	
  Quien	
  realmente	
  ama	
  a	
  Dios,	
  vota	
  por	
  mi	
  candidato	
  o	
  apoya	
  mi	
  
opción	
  o	
  coalición	
  política.	
  
JUSTICIA	
   DE	
   LA	
   TOLERANCIA:	
   Soy	
   alguien	
   de	
   mente	
   abierta	
   y	
   que	
   sabe	
   ser	
  
caritativo	
  con	
  aquellos	
  que	
  no	
  concuerdan	
  conmigo.	
  De	
  hecho,	
  ¡soy	
  como	
  Jesús	
  en	
  
esto!	
  
discipulado – un corazón en el Padre	
  
10	
  
JUSTICIA	
   DE	
   LA	
   CONVICCIÓN:	
   Soy	
   alguien	
   que	
   no	
   cede	
   en	
   sus	
   convicciones,	
   sé	
  
mantener	
  mis	
  posturas	
  contra	
  todo	
  viento	
  extraño	
  de	
  doctrina.	
  Los	
  que	
  piensan	
  
correctamente,	
  piensan	
  como	
  yo	
  y	
  no	
  nos	
  dejamos	
  tambalear.	
  
Estos	
   son	
   sólo	
   algunos	
   ejemplos.	
   Probablemente	
   puedas	
   pensar	
   en	
   muchos	
   más	
  
(piensa	
  en	
  cualquier	
  cosa	
  que	
  te	
  da	
  la	
  sensación	
  de	
  ser	
  lo	
  “suficientemente	
  bueno”	
  
o	
  mejor	
  que	
  otros).	
  Estos	
  recursos	
  de	
  justicia	
  funcional	
  nos	
  desconectan	
  del	
  poder	
  
del	
  evangelio.	
  Ellos	
  nos	
  permiten	
  encontrar	
  justicia	
  en	
  las	
  cosas	
  que	
  hacemos	
  en	
  
vez	
   de,	
   honestamente,	
   enfrentar	
   la	
   profundidad	
   de	
   nuestro	
   pecado	
   y	
   quiebra	
  
espiritual.	
   Incluso,	
   cada	
   uno	
   de	
   estos	
   recursos	
   de	
   justicia	
   funcional	
   son	
   también	
  
una	
  manera	
  de	
  juzgar	
  a	
  otros	
  y	
  excluirlos.	
  Usamos	
  estos	
  recursos	
  para	
  elevarnos	
  a	
  
nosotros	
  mismos	
  y	
  condenar	
  a	
  quienes	
  no	
  son	
  tan	
  “justos”	
  como	
  nosotros.	
  En	
  otras	
  
palabras,	
   buscar	
   justicia	
   en	
   estas	
   cosas	
   sólo	
   nos	
   lleva	
   a	
   pecar	
   más,	
   no	
   a	
   pecar	
  
menos.	
  
Ahora,	
  para	
  revelar	
  tu	
  tendencia	
  a	
  hacer	
  un	
   buen	
   desempeño,	
  haz	
  una	
  pausa	
  y	
  
responde	
  a	
  la	
  siguiente	
  pregunta:	
  “mientras	
  Dios	
  te	
  mira,	
  en	
  este	
  preciso	
  momento	
  
¿cuál	
  es	
  la	
  expresión	
  de	
  Su	
  rostro?”	
  
¿Ves	
  a	
  Dios	
  desilusionado?	
  ¿Enojado?	
  ¿Indiferente?	
  Ves	
  que	
  en	
  su	
  rostro	
  Él	
  te	
  dice	
  
“¡Actúa	
  mejor!”	
  o	
  “¡Si	
  tan	
  sólo	
  pudieras	
  esforzarte	
  un	
  poco	
  más	
  por	
  mí!”.	
  El	
  punto	
  
es	
  que	
  si	
  tú	
  imaginas	
  que	
  Dios	
  no	
  siente	
  deleite	
  en	
  ti,	
  entonces	
  has	
  caído	
  en	
  una	
  
actitud	
   de	
   buen	
   desempeño.	
   Ya	
   que	
   la	
   verdad	
   del	
   evangelio	
   es	
   una	
   realidad	
   en	
  
Cristo,	
   Dios	
   está	
   profundamente	
   feliz	
   contigo.	
   ¡De	
   hecho,	
   basado	
   en	
   la	
   obra	
   de	
  
Cristo,	
  Dios	
  te	
  ha	
  adoptado	
  como	
  su	
  propio	
  hijo	
  o	
  hija	
  (Galátas	
  4.7)!	
  Pero	
  cuando	
  
dejamos	
   de	
   arraigar	
   nuestra	
   identidad	
   en	
   lo	
   que	
   Jesús	
   hizo	
   por	
   nosotros,	
   nos	
  
deslizamos	
   en	
   un	
   cristianismo	
   guiado	
   por	
   el	
   buen	
   desempeño.	
   Empezamos	
   a	
  
imaginar	
   que	
   si	
   fuéramos	
   “mejores	
   cristianos”,	
   Dios	
   nos	
   aprobaría	
   más	
  
plenamente.	
  Vivir	
  de	
  esta	
  manera	
  nos	
  arranca	
  la	
  alegría	
  y	
  el	
  deleite	
  de	
  seguir	
  a	
  
Jesús,	
   ahogándonos	
   en	
   una	
   obediencia	
   por	
   puro	
   deber	
   y	
   sin	
   alegría.	
   Nuestro	
  
evangelio	
  se	
  hace	
  muy	
  pequeño.	
  
El	
   cristianismo	
   movido	
   por	
   el	
   buen	
   desempeño	
   es,	
   de	
   hecho,	
   la	
   manera	
   cómo	
  
minimizamos	
   la	
   santidad	
   de	
   Dios.	
   Pensar	
   que	
   podemos	
   impresionar	
   a	
   Dios	
   con	
  
nuestra	
  “vida	
  correcta”,	
  muestra	
  que	
  hemos	
  bajado	
  Sus	
  estándares	
  muy	
  debajo	
  de	
  
donde	
   realmente	
   están.	
   En	
   vez	
   de	
   asombrarnos	
   con	
   la	
   medida	
   infinita	
   de	
   Su	
  
santidad	
   perfecta,	
   nos	
   hemos	
   convencido	
   a	
   nosotros	
   mismos	
   de	
   que	
   si	
   hacemos	
  
duramente	
  nuestro	
  mejor	
  esfuerzo	
  podemos	
  merecer	
  el	
  amor	
  y	
  la	
  aprobación	
  de	
  
Dios.	
  
Nuestras	
  tendencias	
  sutiles	
  a	
  aparentar	
  y	
  a	
  un	
  buen	
  desempeño	
  muestran	
  que	
  el	
  
no	
  creer	
  suficientemente	
  en	
  el	
  evangelio	
  es	
  la	
  raíz	
  de	
  todos	
  nuestros	
  pecados	
  más	
  
evidentes.	
  A	
  medida	
  que	
  aprendemos	
  a	
  aplicar	
  el	
  evangelio	
  a	
  nuestra	
  incredulidad	
  
–	
   “predicar	
   el	
   evangelio	
   a	
   nosotros	
   mismos”	
   –	
   seremos	
   libertados	
   de	
   la	
   falsa	
  
seguridad	
  de	
  aparentar	
  y	
  de	
  buscar	
  un	
  buen	
  desempeño.	
  En	
  vez	
  de	
  eso,	
  viviremos	
  
en	
  la	
  verdadera	
  alegría	
  y	
  libertad	
  que	
  nos	
  ha	
  sido	
  prometida	
  en	
  Jesús.	
  Hablaremos	
  
un	
  poco	
  más	
  sobre	
  esto	
  en	
  la	
  próxima	
  lección.	
  
	
  
	
  
Hablemos	
  primero	
  sobre	
  la	
  línea	
  superior	
  del	
  diagrama:	
  
1. ¿Has	
   tenido	
   alguna	
   vez	
   el	
   sentimiento	
   de	
   que	
   no	
   quieres	
   conocer	
   los	
  
mandamientos	
   de	
   Dios	
   por	
   causa	
   de	
   sus	
   posibles	
   implicaciones	
   para	
   tu	
  
vida?	
  
discipulado – un corazón en el Padre	
  
11	
  
2. Pensar	
  acerca	
  de	
  la	
  santidad	
  de	
  Dios,	
  ¿tiende	
  a	
  moverte	
  a	
  adorar	
  o	
  a	
  sentir	
  
miedo?	
  
3. Cómo	
  respondes	
  a	
  la	
  pregunta	
  que	
  el	
  artículo	
  hace:	
  “mientras	
  Dios	
  te	
  mira,	
  
en	
  este	
  preciso	
  momento	
  ¿cuál	
  es	
  la	
  expresión	
  de	
  Su	
  rostro?”	
  ¿Por	
  qué	
  es	
  esa	
  
tu	
   respuesta?	
   ¿Cómo	
   ve	
   a	
   Dios	
   alguien	
   que	
   responde	
   que	
   lo	
   ve	
  
desilusionado,	
  enojado	
  o	
  indiferente?	
  
	
  
Hablemos	
  ahora	
  acerca	
  de	
  la	
  línea	
  inferior	
  del	
  diagrama:	
  
1. ¿Cómo	
  te	
  sientes	
  al	
  ver	
  las	
  profundidades	
  de	
  tu	
  quiebra	
  espiritual	
  o	
  al	
  ser	
  
visto	
  por	
  otros	
  de	
  esa	
  manera?	
  ¿Te	
  cuesta	
  verte	
  así?	
  ¿Por	
  qué?	
  
2. ¿Te	
   agrada	
   se	
   convencido	
   de	
   tu	
   pecado	
   o	
   lo	
   sientes	
   como	
   un	
   “peso	
  
destructivo”?	
  
3. Cómo	
   respondes	
   a	
   la	
   pregunta	
   del	
   artículo:	
   ¿en	
  qué	
  confío	
  para	
  darme	
  la	
  
sensación	
   de	
   “credibilidad	
   personal”	
   (validez,	
   aceptación,	
   “quedar	
   bien	
  
parado”)?	
  
4. De	
   todos	
   los	
   tipos	
   de	
   justicia	
   funcional	
   descritos	
   en	
   el	
   artículo,	
   ¿cuál	
   te	
  
identifica	
  más?	
  ¿Por	
  qué?	
  
	
  
Ahora	
   hagan	
   el	
   siguiente	
   ejercicio	
   práctico	
   con	
   el	
   grupo	
   para	
   intentar	
   ver	
   cómo	
  
estas	
  dinámicas	
  ocurren	
  en	
  nuestro	
  corazón.	
  Contesten	
  las	
  preguntas	
  del	
  ejercicio	
  
individualmente	
  y	
  en	
  silencio	
  primero,	
  después	
  compartan	
  sus	
  respuestas.	
  
	
  
	
   	
  
discipulado – un corazón en el Padre	
  
12	
  
EJERCICIO:	
  
Correcto	
  y	
  Equivocado	
  
	
  
Todos	
  hemos	
  construido	
  ciertas	
  reglas	
  o	
  leyes	
  según	
  las	
  cuales	
  vivimos,	
  creyendo	
  
que	
  si	
  las	
  guardamos,	
  entonces	
  tenemos	
  una	
  vida	
  más	
  “correcta”	
  delante	
  de	
  Dios.	
  
Hay,	
  por	
  lo	
  tanto,	
  solamente	
  un	
  pequeño	
  paso	
  antes	
  de	
  que	
  empecemos	
  a	
  juzgar	
  a	
  
otros	
  basados	
  en	
  su	
  desempeño	
  de	
  estas	
  reglas	
  o	
  leyes.	
  Las	
  reglas	
  que	
  hacemos	
  
para	
  nosotros	
  mismos	
  son,	
  generalmente,	
  cosas	
  buenas.	
  Sin	
  embargo,	
  a	
  menudo	
  
abusamos	
  de	
  ellas.	
  Por	
  ejemplo,	
  a	
  medida	
  que	
  luchamos	
  con	
  el	
  deseo	
  de	
  estar	
  en	
  
control	
  de	
  nuestras	
  vidas,	
  levantamos	
  leyes	
  que	
  nos	
  ayudan	
  a	
  mantener	
  el	
  control.	
  
Estas	
  leyes	
  pueden	
  ser	
  tan	
  simples	
  como	
  “No	
  te	
  cruces	
  delante	
  mío	
  en	
  la	
  carretera”	
  
o	
  “la	
  casa	
  debe	
  mantenerse	
  impecable”.	
  Cuando	
  las	
  personas	
  rompen	
  estas	
  leyes,	
  
sentimos	
   que	
   estamos	
   perdiendo	
   el	
   control	
   y	
   que	
   no	
   nos	
   respetan.	
   Incluso,	
  
sentimos	
   que	
   nosotros	
   estamos	
   correctos	
   y	
   ellos	
   equivocados.	
   El	
   resultado	
   más	
  
común	
   es	
   enojo,	
   a	
   medida	
   que	
   intentamos	
   recobrar	
   el	
   control	
   de	
   la	
   situación	
   y	
  
mostrar	
  cuán	
  correctos	
  estamos.	
  Por	
  tanto,	
  en	
  lugar	
  de	
  usar	
  la	
  ley	
  para	
  mostrar	
  
amor	
   y	
   respeto	
   hacia	
   los	
   demás,	
   terminamos	
   usándola	
   contra	
   los	
   demás,	
  
enjuiciando	
  y	
  condenando.	
  
	
  
1. Da	
  un	
  ejemplo	
  de	
  una	
  regla	
  que	
  has	
  establecido	
  para	
  ti	
  mismo	
  y	
  para	
  otros,	
  
que	
   te	
   hace	
   sentir	
   bien	
   cuando	
   la	
   cumples,	
   pero	
   que	
   te	
   irrita	
   o	
   deprime	
  
cuando	
  es	
  quebrada.	
  
	
  
	
  
	
  
	
  
	
  
2. ¿De	
   qué	
   manera	
   el	
   guardar	
   esta	
   regla	
   te	
   ha	
   dado	
   un	
   sentido	
   de	
   auto-­‐
justicia?	
  
	
  
	
  
	
  
	
  
	
  
	
  
3. ¿De	
  qué	
  manera	
  el	
  ser	
  dominado	
  por	
  esta	
  regla	
  te	
  ha	
  mantenido	
  distante	
  de	
  
amar	
  genuinamente	
  a	
  los	
  demás?	
  Sé	
  específico.	
  
	
  
	
  
	
  
	
  
	
  
	
  
	
  
	
  
	
  
	
  
	
  
	
  
discipulado – un corazón en el Padre	
  
13	
  
LECCIÓN	
  3:	
  
Creyendo	
  en	
  el	
  Evangelio.	
  
	
  
Hemos	
  focalizado	
  las	
  manera	
  cómo	
  minimizamos	
  el	
  evangelio	
  –	
  o	
  sea,	
  lo	
  negativo.	
  
Esta	
  lección	
  vuelca	
  nuestra	
  atención	
  a	
  lo	
  positivo:	
  ¿qué	
  remedios	
  Dios	
  ha	
  dado	
  en	
  
el	
  evangelio	
  para	
  guardarnos	
  de	
  encoger	
  la	
  cruz	
  y	
  de	
  depender	
  de	
  nuestro	
  propio	
  
esfuerzo?	
  
	
  
Cuando	
  te	
  imaginas	
  el	
  tipo	
  de	
  persona	
  que	
  anhelas	
  ser	
  espiritualmente	
  ¿qué	
  
características	
  ves?	
  ó	
  ¿en	
  qué	
  aspectos	
  te	
  gustaría	
  crecer	
  espiritualmente?	
  
Compartan	
  como	
  grupo	
  sus	
  ideas.	
  
	
  
Si	
  pudiéramos	
  resumir,	
  podríamos	
  decir	
  que	
  lo	
  que	
  anhelamos	
  es	
  “ser	
  productivos	
  
y	
  útiles	
  en	
  nuestra	
  fe”.	
  Estas	
  son	
  las	
  palabras	
  que	
  el	
  apóstol	
  Pedro	
  usa	
  en	
  el	
  pasaje	
  
que	
  vamos	
  a	
  leer.	
  Pedro	
  entrega	
  una	
  serie	
  de	
  instrucciones	
  para	
  la	
  vida	
  cristiana.	
  
Es	
  como	
  una	
  progresión	
  hacia	
  la	
  madurez	
  espiritual.	
  
	
  
2ª	
  de	
  Pedro	
  1.3-­‐8	
  
	
  
1. Pedro	
  afirma	
  en	
  el	
  versículo	
  8	
  que	
  si	
  hacemos	
  las	
  cosas	
  mencionadas	
  en	
  los	
  
versículos	
   5	
   al	
   7,	
   seremos	
   productivos	
   y	
   útiles	
   en	
   nuestra	
   fe	
   (que,	
   en	
  
realidad,	
  es	
  lo	
  que	
  más	
  queremos).	
  ¿Cómo	
  piensas	
  que	
  lo	
  estás	
  haciendo	
  de	
  
acuerdo	
   con	
   esta	
   lista?	
   Si	
   te	
   comparas	
   a	
   ti	
   mismo	
   con	
   las	
   cualidades	
  
nombras	
  por	
  Pedro	
  ¿qué	
  nota	
  le	
  pondrías	
  a	
  tu	
  propio	
  progreso?	
  
2. ¿Por	
   qué	
   a	
   veces	
   es	
   difícil	
   crecer	
   espiritualmente?	
   ¿Qué	
   desafíos	
   tú	
  
enfrentas	
  cuando	
  se	
  trata	
  de	
  vivir	
  las	
  cosas	
  que	
  Pedro	
  menciona?	
  
3. Según	
   el	
   versículo	
   9	
   (que	
   alguien	
   lo	
   lea	
   en	
   voz	
   alta	
   y	
   clara)	
   ¿cuál	
   es	
   la	
  
verdadera	
  razón	
  por	
  la	
  cual	
  no	
  crecemos	
  espiritualmente?	
  
	
  
Esto	
  nos	
  lleva	
  de	
  regreso	
  a	
  lo	
  que	
  hablamos	
  en	
  la	
  primera	
  lección:	
  que	
  el	
  evangelio	
  
no	
  es	
  sólo	
  el	
  punto	
  de	
  entrada,	
  sino	
  el	
  camino	
  entero	
  de	
  la	
  vida	
  espiritual.	
  Lo	
  que	
  
leeremos	
  a	
  continuación	
  nos	
  dará	
  más	
  explicaciones	
  acerca	
  de	
  cómo	
  el	
  evangelio	
  
nos	
  cambia:	
  
	
  
	
  
En	
  las	
  últimas	
  dos	
  lecciones	
  usamos	
  una	
  ilustración	
  visual	
  para	
  entender	
  mejor	
  el	
  
evangelio	
   y	
   la	
   manera	
   cómo	
   se	
   desarrolla	
   en	
   nuestra	
   vida.	
   La	
   última	
   vez	
  
consideramos	
   nuestra	
   tendencia	
   a	
   “encoger	
   la	
   cruz”,	
   ya	
   sea	
   aparentando	
   o	
  
buscando	
  un	
  buen	
  desempeño.	
  En	
  esta	
  lección	
  queremos	
  ver	
  cómo	
  una	
  fe	
  fuerte	
  y	
  
vibrante	
   en	
   el	
   evangelio	
   nos	
   libera	
   de	
   nosotros	
   mismos	
   y	
   produce	
   verdadera	
   y	
  
permanente	
  transformación	
  espiritual.	
  
A	
  la	
  raíz	
  de	
  la	
  condición	
  humana	
  hay	
  un	
  esfuerzo	
  por	
  buscar	
  justicia	
  e	
  identidad.	
  
Anhelamos	
  un	
  sentido	
  de	
  aceptación,	
  aprobación,	
  seguridad	
  y	
  significado	
  –porque	
  
fuimos	
  diseñados	
  por	
  Dios	
  para	
  encontrar	
  estas	
  cosas	
  en	
  Él.	
  Pero	
  el	
  pecado	
  nos	
  ha	
  
separado	
  de	
  Dios	
  y	
  ha	
  generado	
  en	
  nosotros	
  un	
  profundo	
  sentido	
  de	
  alienación.	
  
Hablándole	
   acerca	
   del	
   pueblo	
   judío	
   de	
   sus	
   días,	
   el	
   apóstol	
   Pablo	
   escribe	
   “No	
  
conocieron	
  la	
  justicia	
  que	
  viene	
  de	
  Dios	
  y	
  procuraron	
  establecer	
  la	
  suya	
  propia”	
  
(Romanos	
   10.3).	
   Nosotros	
   hacemos	
   lo	
   mismo.	
   Hablando	
   en	
   términos	
   teológicos,	
  
discipulado – un corazón en el Padre	
  
14	
  
aparentar	
   y	
   buscar	
   un	
   buen	
   desempeño	
   sólo	
   son	
   dos	
   formas	
   sofisticadas	
   de	
  
establecer	
  nuestra	
  propia	
  justicia.	
  Cuando	
  aparentamos	
  nos	
  hacemos	
  a	
  nosotros	
  
mismos	
   mejores	
   de	
   lo	
   que	
   realmente	
   somos.	
   Cuando	
   buscamos	
   un	
   buen	
  
desempeño	
  estamos	
  intentando	
  agradar	
  a	
  Dios	
  mediante	
  las	
  cosas	
  que	
  hacemos.	
  
Aparentar	
  y	
  buscar	
  un	
  buen	
  desempeño	
  refleja	
  nuestros	
  intentos	
  pecaminosos	
  de	
  
asegurar	
  nuestra	
  propia	
  justicia	
  e	
  identidad	
  fuera	
  de	
  Jesús.	
  
	
  
	
  
Para	
   experimentar	
   verdaderamente	
   la	
   transformación	
   profunda	
   que	
   Dios	
   nos	
  
promete	
  en	
  el	
  evangelio,	
  debemos	
  arrepentirnos	
  continuamente	
  de	
  estos	
  patrones	
  
pecaminosos.	
  Nuestras	
  almas	
  deben	
  estar	
  profundamente	
  arraigadas	
  en	
  la	
  verdad	
  
del	
  evangelio	
  de	
  tal	
  manera	
  que	
  anclemos	
  nuestra	
  justicia	
  e	
  identidad	
  en	
  Jesús	
  y	
  no	
  
en	
  nosotros	
  mismos.	
  Específicamente	
  las	
  promesas	
  del	
  evangelio	
  de	
  una	
  justicia	
  y	
  
adopción	
  pasivas	
  deben	
  ser	
  centrales	
  en	
  nuestra	
  forma	
  de	
  pensar	
  y	
  vivir.	
  
La	
   justicia	
   pasiva	
   es	
   la	
   verdad	
   bíblica	
   de	
   que	
   Dios	
   no	
   solamente	
   ha	
   perdonado	
  
nuestro	
   pecado	
   sino	
   también	
   ha	
   adjudicado	
   a	
   nosotros	
   la	
   justicia	
   real	
   de	
   Jesús.	
  
Romanos	
  3	
  habla	
  de	
  una	
  justicia	
  de	
  Dios	
  que	
  se	
  hace	
  nuestra	
  mediante	
  la	
  fe:	
  “Pero	
  
ahora	
  aparte	
  de	
  la	
  ley	
  la	
  justicia	
  de	
  Dios	
  ha	
  sido	
  manifestada,	
  atestiguada	
  por	
  la	
  ley	
  
y	
  los	
  profetas;	
  es	
  decir,	
  la	
  justicia	
  de	
  Dios	
  por	
  medio	
  de	
  la	
  fe	
  en	
  Jesucristo	
  para	
  
todos	
  los	
  que	
  creen”	
  (Romanos	
  3.21	
  y	
  22).	
  Sobre	
  esta	
  justicia	
  pasiva	
  Martín	
  Lutero	
  
escribió:	
  	
  
Es	
  llamada	
  “justicia	
  pasiva”	
  porque	
  no	
  tenemos	
  que	
  trabajar	
  para	
  obtenerla…	
  
no	
  es	
  una	
  justicia	
  por	
  la	
  cual	
  trabajamos,	
  sino	
  una	
  justicia	
  que	
  recibimos	
  por	
  
fe.	
  Esta	
  justicia	
  pasiva	
  es	
  un	
  misterio	
  que	
  algunos	
  que	
  no	
  conocen	
  a	
  Jesús	
  no	
  
pueden	
   entender.	
   De	
   hecho	
   los	
   cristianos	
   no	
   logran	
   entenderla	
  
discipulado – un corazón en el Padre	
  
15	
  
completamente	
  y	
  raramente	
  sacan	
  ventaja	
  de	
  ella	
  en	
  su	
  vida	
  diaria…	
  cuando	
  
hay	
  algún	
  miedo	
  o	
  nuestra	
  conciencia	
  está	
  acongojada	
  esto	
  es	
  un	
  indicador	
  de	
  
que	
  hemos	
  perdido	
  de	
  vista	
  nuestra	
  justicia	
  pasiva	
  y	
  que	
  Cristo	
  está	
  oculto	
  a	
  
nuestros	
  ojos.	
  
La	
  persona	
  que	
  se	
  aleja	
  de	
  la	
  justicia	
  pasiva	
  no	
  tiene	
  otra	
  opción	
  sino	
  vivir	
  por	
  
justicia	
  “por	
  obras”.	
  Si	
  no	
  depende	
  de	
  la	
  obra	
  de	
  Cristo,	
  ella	
  debe	
  depender	
  en	
  
su	
  propia	
  obra.	
  Así	
  que	
  debemos	
  enseñar	
  y	
  continuamente	
  repetir	
  la	
  verdad	
  
de	
   esta	
   justicia	
   “pasiva”	
   o	
   “cristiana”	
   para	
   que	
   así	
   los	
   creyentes	
   sigan	
  
aferrándose	
  a	
  ella	
  y	
  nunca	
  la	
  confundan	
  con	
  justicia	
  “por	
  obras”3	
  
	
  
Lutero	
  nos	
  recuerda	
  que	
  si	
  nos	
  “alejamos	
  de	
  la	
  justicia	
  pasiva”,	
  nuestros	
  corazones	
  
naturalmente	
  tienden	
  hacia	
  la	
  auto-­‐justicia	
  o	
  justicia	
  por	
  obras.	
  Para	
  luchar	
  contra	
  
nuestra	
   tendencia	
   a	
   encoger	
   el	
   evangelio,	
   debemos	
   arrepentirnos	
  
consistentemente	
  de	
  falsas	
  fuentes	
  de	
  justicia	
  y	
  predicar	
  el	
  evangelio	
  a	
  nosotros	
  
mismos,	
   especialmente	
   la	
   verdad	
   de	
   la	
   justicia	
   pasiva.	
   Debemos	
   aferrarnos	
   a	
   la	
  
promesa	
   del	
   evangelio	
   de	
   que	
   Dios	
   se	
   deleita	
   en	
   nosotros	
   porque	
   se	
   deleita	
   en	
  
Jesús.	
   Cuando	
   abrazamos	
   el	
   evangelio	
   de	
   esta	
   manera,	
   no	
   nos	
   da	
   vergüenza	
   ni	
  
miedo	
  mirar	
  nuestro	
  pecado.	
  En	
  realidad	
  esto	
  nos	
  lleva	
  a	
  adorarle	
  porque	
  Jesús	
  
murió	
  por	
  todos	
  nuestros	
  pecados	
  y	
  es	
  liberador	
  porque	
  ya	
  no	
  somos	
  definidos	
  por	
  
nuestra	
   pecaminosidad.	
   Nuestra	
   justicia	
   está	
   en	
   Cristo.	
   La	
   buena	
   noticia	
   del	
  
evangelio	
  no	
  es	
  que	
  Dios	
  nos	
  exalte,	
  sino	
  que	
  Dios	
  nos	
  hace	
  libres	
  para	
  exaltar	
  a	
  
Jesús.	
  
La	
  adopción	
  es	
  la	
  verdad	
  bíblica	
  de	
  que	
  Dios	
  nos	
  ha	
  dado	
  la	
  bienvenida	
  a	
  su	
  familia	
  
como	
   sus	
   hijos	
   e	
   hijas	
   gracias	
   a	
   nuestra	
   unión	
   con	
   Cristo.	
   Parte	
   de	
   la	
   obra	
   del	
  
Espíritu	
  Santo	
  consiste	
  en	
  confirmar	
  esta	
  adopción	
  en	
  nosotros:	
  “Porque	
  ustedes	
  
no	
   han	
   recibido	
   un	
   espíritu	
   de	
   esclavitud	
   para	
   volver	
   al	
   temor,	
   sino	
   que	
   han	
  
recibido	
  un	
  espíritu	
  de	
  adopción	
  como	
  hijos,	
  por	
  el	
  cuál	
  clamamos	
  ¡Abba	
  Padre!	
  El	
  
Espíritu	
   mismo	
   da	
   testimonio	
   a	
   nuestro	
   espíritu	
   de	
   que	
   somos	
   hijos	
   de	
   Dios”	
  
(Romanos	
  8.15	
  y	
  16).	
  Gálatas	
  4.7	
  dice	
  lo	
  mismo	
  con	
  palabras	
  diferentes:	
  “Así	
  que	
  
ustedes	
  ya	
  no	
  son	
  esclavos	
  sino	
  hijos	
  y	
  ya	
  que	
  son	
  hijos	
  Dios	
  también	
  los	
  ha	
  hecho	
  
herederos”.	
  
Pero	
  de	
  la	
  misma	
  manera	
  que	
  nos	
  alejamos	
  de	
  la	
  justicia	
  pasiva	
  también	
  somos	
  
propensos	
   a	
   olvidar	
   nuestra	
   identidad	
   como	
   hijos	
   de	
   Dios.	
   Vivimos	
   como	
  
huérfanos	
   en	
   vez	
   de	
   vivir	
   como	
   hijos	
   e	
   hijas.	
   En	
   lugar	
   de	
   descansar	
   en	
   el	
   amor	
  
paternal	
   de	
   Dios,	
   intentamos	
   ganar	
   su	
   favor	
   viviendo	
   según	
   sus	
   expectativas	
   (o	
  
nuestra	
  visión	
  equivocada	
  de	
  sus	
  expectativas).	
  Vivimos	
  la	
  vida	
  en	
  un	
  ciclo	
  sin	
  fin	
  
intentando	
  ser	
  “buenos	
  cristianos”	
  para	
  que	
  Dios	
  nos	
  apruebe.	
  Para	
  luchar	
  contra	
  
nuestra	
  tendencia	
  a	
  encoger	
  el	
  evangelio	
  en	
  esta	
  manera,	
  debemos	
  arrepentirnos	
  
continuamente	
   de	
   nuestra	
   mentalidad	
   de	
   huérfanos	
   y	
   habitar	
   en	
   nuestra	
  
verdadera	
   identidad	
   como	
   hijos	
   e	
   hijas	
   de	
   Dios.	
   Por	
   fe	
   debemos	
   aferrarnos	
   a	
   la	
  
promesa	
  del	
  evangelio	
  de	
  que	
  somos	
  adoptados	
  como	
  hijos	
  de	
  Dios.	
  La	
  justicia	
  de	
  
Jesús	
  ha	
  sido	
  adjudicada	
  a	
  nosotros	
  sin	
  necesidad	
  de	
  obras	
  (Romanos	
  4.4-­‐8).	
  No	
  
necesitamos	
  hacer	
  nada	
  para	
  asegurar	
  el	
  amor	
  y	
  la	
  aceptación	
  de	
  Dios;	
  Jesús	
  los	
  ha	
  
asegurado	
   por	
   nosotros.	
   Cuando	
   abrazamos	
   el	
   evangelio	
   de	
   esta	
   manera	
   los	
  
estándares	
  infinitos	
  de	
  la	
  santidad	
  de	
  Dios	
  ya	
  no	
  nos	
  causan	
  miedo	
  ni	
  intimidan.	
  
Nos	
  llevan	
  a	
  adorar	
  porque	
  Jesús	
  cumplió	
  esos	
  estándares	
  por	
  nosotros.	
  Nuestra	
  
identidad	
   está	
   en	
   Él.	
   Las	
   buenas	
   noticias	
   del	
   evangelio	
   no	
   son	
   que	
   Dios	
   nos	
  
	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  	
  
3	
  Martín	
  Lutero,	
  Prefacio	
  a	
  su	
  Comentario	
  a	
  los	
  Gálatas.	
  
discipulado – un corazón en el Padre	
  
16	
  
favorece	
  por	
  causa	
  de	
  quienes	
  somos,	
  sino	
  que	
  nos	
  favorece	
  a	
  pesar	
  de	
  quienes	
  
somos.	
  	
  
A	
  la	
  raíz	
  de	
  nuestros	
  pecados	
  visibles	
  se	
  encuentra	
  el	
  esfuerzo	
  invisible	
  por	
  buscar	
  
justicia	
   e	
   identidad.	
   En	
   otras	
   palabras	
   nunca	
   superamos	
   el	
   evangelio.	
   Como	
  
escribió	
  Martín	
  Lutero	
  “Se	
  hace	
  más	
  necesario	
  que	
  conozcamos	
  bien	
  el	
  evangelio,	
  
que	
   lo	
   enseñemos	
   a	
   otros	
   y	
   que	
   lo	
   golpeemos	
   dentro	
   de	
   sus	
   cabezas	
  
continuamente”.	
   A	
   medida	
   que	
   nos	
   damos	
   cuenta	
   de	
   nuestras	
   tendencias	
   a	
  
aparentar	
  y	
  a	
  buscar	
  un	
  buen	
  desempeño	
  –que	
  son	
  nuestros	
  intentos	
  de	
  construir	
  
nuestra	
  propia	
  justicia	
  e	
  identidad-­‐	
  debemos	
  arrepentirnos	
  del	
  pecado	
  y	
  volver	
  a	
  
creer	
   en	
   las	
   promesas	
   del	
   evangelio.	
   Este	
   es	
   el	
   patrón	
   consistente	
   de	
   la	
   vida	
  
cristiana:	
   arrepentimiento	
   y	
   fe,	
   arrepentimiento	
   y	
   fe,	
   arrepentimiento	
   y	
   fe.	
  
Mientras	
   caminemos	
   de	
   esta	
   manera	
   el	
   evangelio	
   profundizará	
   sus	
   raíces	
   en	
  
nuestra	
   alma	
   y	
   Jesús	
   y	
   la	
   cruz	
   se	
   harán	
   “más	
   grandes”	
   en	
   la	
   realidad	
   diaria	
   de	
  
nuestra	
  vida.	
  
	
  
	
  
	
   	
  
discipulado – un corazón en el Padre	
  
17	
  
EJERCICIO:	
  
Huérfanos	
  vs.	
  Hijos	
  
Este	
   es	
   un	
   ejercicio	
   práctico	
   que	
   nos	
   ayuda	
   a	
   revelar	
   nuestras	
   tendencias	
  
pecaminosas	
  a	
  manipular	
  la	
  vida	
  y	
  nuestra	
  necesidad	
  diaria	
  de	
  volver	
  a	
  Cristo.	
  Este	
  
ejercicio	
  te	
  humillará,	
  lo	
  cual	
  es	
  uno	
  de	
  los	
  primeros	
  pasos	
  para	
  empezar	
  a	
  servir	
  a	
  
Cristo	
  y	
  a	
  otros.	
  En	
  el	
  próximo	
  cuadro,	
  lee	
  cada	
  descripción	
  de	
  izquierda	
  a	
  derecha.	
  
Bajo	
  “el	
  huérfano”	
  marca	
  la	
  casilla	
  si	
  ves	
  esa	
  tendencia	
  en	
  ti.	
  Subraya	
  las	
  palabras	
  
que	
  se	
  aplican	
  más	
  a	
  tu	
  caso.	
  Bajo	
  “el	
  hijo/la	
  hija”,	
  marca	
  las	
  casillas	
  que	
  describen	
  
aquella	
   área	
   donde	
   más	
   quieres	
   crecer,	
   subrayando	
   las	
   palabras	
   clave.	
   Haz	
   este	
  
ejercicio	
  individualmente,	
  en	
  oración,	
  y	
  de	
  forma	
  sincera.	
   	
  
EL	
  HUÉRFANO	
   	
   	
   EL	
  HIJO/LA	
  HIJA	
  
Le	
  falta	
  una	
  intimidad	
  vital	
  diaria	
  con	
  Dios	
   	
   	
   Se	
   siente	
   libre	
   de	
   la	
   preocupación	
   porque	
   Dios	
   lo	
  
ama	
  
Ansioso	
   por	
   amigos,	
   dinero,	
   grados	
  
académicos,	
  etc.	
  
	
   	
   Está	
   aprendiendo	
   a	
   vivir	
   en	
   un	
   compañerismo	
  
diario	
  con	
  Dios	
  
Se	
   siente	
   como	
   si	
   nadie	
   se	
   preocupara	
   de	
   su	
  
vida	
  
	
   	
   No	
  le	
  tiene	
  miedo	
  a	
  Dios	
  
Vive	
  en	
  una	
  lógica	
  de	
  éxito/fracaso	
   	
   	
   Se	
  siente	
  perdonado	
  y	
  totalmente	
  aceptado	
  
Siente	
  la	
  necesidad	
  vital	
  de	
  verse	
  bien	
   	
   	
   Confía	
  cada	
  día	
  en	
  el	
  plan	
  soberano	
  de	
  Dios	
  para	
  su	
  
vida	
  
Se	
  siente	
  culpable	
  y	
  condenado	
   	
   	
   La	
  oración	
  es	
  su	
  principal	
  descanso	
  
Le	
  cuesta	
  confiarle	
  las	
  cosas	
  a	
  Dios	
   	
   	
   Satisfecho	
  y	
  contento	
  en	
  sus	
  relaciones	
  personales	
  
porque	
  ha	
  sido	
  aceptado	
  por	
  Dios	
  
Tiene	
  que	
  resolver	
  sus	
  propios	
  problemas	
   	
   	
   Se	
   siente	
   libre	
   de	
   “hacerse	
   un	
   nombre”.	
   O	
   sea:	
   no	
  
siente	
  necesidad	
  de	
  hacerse	
  famoso	
  o	
  reconocido	
  
No	
  es	
  muy	
  enseñable	
   	
   	
   Es	
  enseñable	
  por	
  otros	
  
Se	
   pone	
   a	
   la	
   defensiva	
   si	
   le	
   acusan	
   de	
   algún	
  
error	
  o	
  debilidad	
  
	
   	
   Está	
   abierto	
   a	
   las	
   críticas	
   porque	
   descansa	
   en	
   la	
  
perfección	
  de	
  Cristo	
  
Necesita	
  siempre	
  estar	
  en	
  lo	
  correcto	
  o	
  tener	
  la	
  
razón.	
  
	
   	
   Es	
   capaz	
   de	
   examinar	
   sus	
   motivaciones	
   más	
  
profundas	
  
Le	
  falta	
  confianza	
   	
   	
   Es	
  capaz	
  de	
  asumir	
  riesgos	
  e,	
  incluso,	
  de	
  fallar	
  
Se	
  siente	
  desanimado	
  y	
  derrotado	
   	
   	
   Se	
  siente	
  animado	
  por	
  el	
  Espíritu	
  que	
  trabaja	
  dentro	
  
suyo	
  
Fuertemente	
   apegado	
   a	
   ideas,	
   causas	
   y	
  
opiniones	
  
	
   	
   Es	
   capaz	
   de	
   ver	
   la	
   bondad	
   de	
   Dios	
   en	
   los	
   tiempos	
  
oscuros	
  
Cuando	
   falla,	
   la	
   única	
   solución	
   es	
   esforzarse	
  
más	
  
	
   	
   Se	
  siente	
  satisfecho	
  con	
  lo	
  que	
  Dios	
  le	
  ha	
  dado	
  
Tiene	
  un	
  espíritu	
  crítico	
  (siempre	
  quejándose	
  y	
  
con	
  amargura)	
  
	
   	
   Confía	
   cada	
   vez	
   menos	
   en	
   sí	
   mismo	
   y	
   más	
   en	
   el	
  
Espíritu	
  Santo	
  
Derriba	
  a	
  los	
  demás	
   	
   	
   Está	
   consciente	
   de	
   su	
   incapacidad	
   de	
   arreglar	
   la	
  
vida,	
  las	
  personas	
  y	
  los	
  problemas	
  
Es	
   un	
   “analista	
   agudo”	
   de	
   las	
   debilidades	
   de	
  
otros	
  
	
   	
   Es	
  libre	
  para	
  confesar	
  sus	
  faltas	
  a	
  otros	
  
Se	
  tiende	
  a	
  comparar	
  a	
  sí	
  mismo	
  con	
  otros	
   	
   	
   No	
  necesita	
  estar	
  siempre	
  en	
  lo	
  correcto	
  o	
  tener	
  la	
  
razón	
  
Se	
  siente	
  incapaz	
  de	
  derrotar	
  su	
  propia	
  carne	
   	
   	
   No	
   obtiene	
   más	
   valor	
   por	
   causa	
   de	
   propuestas	
   o	
  
reconocimientos	
  humanos	
  
Necesita	
   sentirse	
   en	
   el	
   control	
   de	
   las	
  
situaciones	
  y	
  de	
  los	
  demás	
  
	
   	
   Va	
   experimentando	
   más	
   y	
   más	
   victoria	
   sobre	
   la	
  
carne	
  
Busca	
  su	
  propia	
  satisfacción	
  es	
  “posiciones”	
  o	
  
“cargos”	
  	
  
	
   	
   La	
  oración	
  es	
  una	
  parte	
  importante	
  y	
  vital	
  de	
  su	
  día	
  
Busca	
   satisfacción	
   en	
   “posesiones”	
   u	
   “obtener	
  
bienes”	
  
	
   	
   Jesús	
   es	
   cada	
   vez	
   más	
   su	
   asunto	
   favorito	
   para	
  
conversar	
  
Tiende	
  a	
  sentirse	
  motivado	
  por	
  la	
  obligación	
  y	
  
el	
  deber,	
  no	
  el	
  amor	
  
	
   	
   Dios	
  realmente	
  satisface	
  su	
  alma	
  
discipulado – un corazón en el Padre	
  
18	
  
	
  
1. Ahora	
   comparte	
   con	
   tu	
   grupo	
   aquellas	
   características	
   (2	
   ó	
   3)	
   del	
   lado	
  
izquierdo	
  que	
  sientes	
  que	
  más	
  te	
  identificaron	
  y	
  conversen	
  las	
  siguientes	
  
preguntas:	
  
2. ¿Cómo	
  estas	
  cosas	
  afectan	
  tu	
  relación	
  con	
  Dios	
  y	
  con	
  los	
  demás?	
  
3. ¿Cómo	
  estas	
  cosas	
  revelan	
  una	
  incredulidad	
  fundamental	
  en	
  las	
  verdades	
  
del	
  evangelio	
  (específicamente	
  adopción	
  y	
  justicia	
  pasiva)?	
  
4. Ahora	
   comparte	
   con	
   tu	
   grupo	
   en	
   qué	
   cosas	
   (2	
   ó	
   3)	
   del	
   lado	
   derecho	
   te	
  
gustaría	
   crecer	
   en	
   vivir	
   tu	
   identidad	
   en	
   el	
   evangelio	
   y	
   conversen	
   las	
  
siguientes	
  preguntas:	
  
5. ¿Cómo	
  esto	
  cambiaría	
  positivamente	
  tu	
  relación	
  con	
  Dios	
  y	
  con	
  los	
  demás?	
  
6. ¿Cómo	
  el	
  evangelio	
  (específicamente	
  las	
  buenas	
  noticias	
  de	
  la	
  adopción	
  y	
  la	
  
justicia	
  pasiva)	
  te	
  habilitan	
  para	
  crecer	
  en	
  esto?	
  
	
  
	
  
	
   	
  
discipulado – un corazón en el Padre	
  
19	
  
LECCIÓN	
  4	
  
Ley	
  y	
  Evangelio	
  
	
  
Seguimos	
  pensando	
  acerca	
  de	
  cómo	
  el	
  evangelio	
  interactúa	
  con	
  nuestra	
  vida,	
  pero	
  
ahora	
  lo	
  haremos	
  considerando	
  la	
  relación	
  del	
  evangelio	
  con	
  la	
  ley	
  de	
  Dios.	
  ¿Qué	
  es	
  
la	
  ley?	
  ¿Espera	
  Dios	
  que	
  la	
  obedezca?	
  ¿Cuál	
  es	
  el	
  propósito	
  de	
  la	
  ley?	
  ¿Cómo	
  la	
  ley	
  
me	
  ayuda	
  a	
  creer	
  el	
  evangelio?	
  ¿Cómo	
  el	
  evangelio	
  me	
  ayuda	
  a	
  obedecer	
  la	
  ley?	
  
Estas	
  preguntas	
  trataremos	
  durante	
  la	
  presente	
  lección.	
  
	
  
Lean	
  Romanos	
  10.1-­‐4	
  en	
  su	
  grupo.	
  
	
  
1. ¿Cuáles	
  son	
  los	
  dos	
  tipos	
  de	
  justicia	
  que	
  parecen	
  ser	
  contrastados	
  en	
  este	
  
texto	
  bíblico?	
  
2. ¿Qué	
  dice	
  este	
  texto	
  acerca	
  de	
  Jesús	
  y	
  su	
  relación	
  la	
  ley?	
  
	
  
Este	
  texto	
  bíblico	
  que	
  acabamos	
  de	
  leer	
  dice	
  que	
  Cristo	
  es	
  el	
  “fin	
  de	
  la	
  ley”.	
  Pero	
  
Jesús	
  mismo	
  dijo	
  que	
  él	
  no	
  vino	
  para	
  eliminar	
  la	
  ley	
  (Mateo	
  5.17-­‐19).	
  ¿Qué	
  es	
  lo	
  
correcto?	
   ¿Qué	
   se	
   supone	
   que	
   debemos	
   hacer	
   con	
   la	
   ley?	
   Esperamos	
   que	
   el	
  
siguiente	
  artículo	
  responda	
  estas	
  preguntas.	
  Léanlo	
  juntos	
  y	
  hablen	
  acerca	
  de	
  esto.	
  
	
  
	
  
Incluso	
  alguien	
  que	
  lee	
  superficialmente	
  la	
  Biblia,	
  puede	
  darse	
  cuenta	
  que	
  ella	
  está	
  
llena	
  de	
  mandatos,	
  prohibiciones	
  y	
  expectativas.	
  La	
  Biblia	
  nos	
  dice	
  qué	
  debemos	
  
hacer	
  y	
  qué	
  no	
  debemos	
  hacer.	
  Estas	
  reglas	
  o	
  leyes	
  presentan	
  frecuentemente	
  un	
  
obstáculo	
   para	
   la	
   fe.	
   Los	
   no-­‐cristianos	
   generalmente	
   rechazan	
   el	
   cristianismo	
  
porque	
  les	
  parece	
  que	
  es	
  “sólo	
  un	
  montón	
  de	
  reglas”.	
  E	
  incluso	
  cristianos	
  fieles	
  se	
  
esfuerzan	
  por	
  entender	
  cómo	
  la	
  ley	
  de	
  Dios	
  y	
  el	
  evangelio	
  se	
  relacionan	
  entre	
  sí.	
  
Después	
   de	
   todo,	
   si	
   somos	
   reconciliados	
   con	
   Dios	
   por	
   gracia	
   y	
   no	
   por	
   obras,	
  
¿realmente	
  importa	
  si	
  obedecemos	
  o	
  no?	
  
Cuando	
  no	
  entendemos	
  bien	
  la	
  relación	
  entre	
  la	
  ley	
  y	
  el	
  evangelio,	
  esto	
  nos	
  lleva	
  a	
  
dos	
  errores	
  opuestos,	
  pero	
  igualmente	
  destructivos:	
  legalismo	
  y	
  libertinaje.	
  Los	
  
legalistas	
  siguen	
  viviendo	
  bajo	
  la	
  ley,	
  creyendo	
  que	
  la	
  aprobación	
  de	
  Dios	
  depende,	
  
de	
   alguna	
   manera,	
   de	
   su	
   conducta	
   correcta.	
   Los	
   libertinos,	
   desprecian	
   la	
   ley,	
  
creyendo	
   que	
   ya	
   que	
   están	
   “bajo	
   la	
   gracia”,	
   las	
   reglas	
   de	
   Dios	
   no	
   son	
   tan	
  
importantes.	
   Estos	
   dos	
   errores	
   han	
   estado	
   presentes	
   desde	
   los	
   días	
   de	
   los	
  
apóstoles.	
  El	
  libro	
  de	
  Gálatas	
  fue	
  escrito	
  para	
  combatir	
  el	
  error	
  del	
  legalismo:	
  “¿Tan	
  
torpes	
   son?	
   Después	
   de	
   haber	
   comenzado	
   con	
   el	
   Espíritu,	
   ¿pretenden	
   ahora	
  
perfeccionarse	
  con	
  esfuerzos	
  humanos?”	
  (Gálatas	
  3.3).	
  El	
  libro	
  de	
  Romanos	
  trata	
  
con	
  el	
  error	
  del	
  libertinaje	
  cuando	
  dice:	
  “Entonces	
  ¿qué?	
  ¿Vamos	
  a	
  pecar	
  porque	
  no	
  
estamos	
  ya	
  bajo	
  la	
  ley	
  sino	
  bajo	
  la	
  gracia?”	
  (Romanos	
  6.15).	
  
Ambos,	
  el	
  legalismo	
  y	
  el	
  libertinaje	
  son	
  destructivos	
  para	
  el	
  evangelio.	
  Para	
  evitar	
  
estos	
   peligros	
   potenciales,	
   debemos	
   entender	
   la	
   relación	
   bíblica	
   entre	
   ley	
   y	
  
evangelio.	
  Resumidamente,	
  así	
  es	
  cómo	
  Dios	
  diseñó	
  que	
  esto	
  funcione:	
  la	
  ley	
  nos	
  
lleva	
  al	
  evangelio	
  y	
  el	
  evangelio	
  nos	
  libera	
  para	
  obedecer	
  la	
  ley.	
  Nos	
  damos	
  cuenta	
  
de	
   que	
   todo	
   lo	
   que	
   Dios	
   espera	
   de	
   nosotros	
   (ley),	
   debería	
   conducirnos	
  
desesperadamente	
   a	
   Cristo.	
   Y	
   una	
   vez	
   que	
   estamos	
   unidos	
   a	
   Cristo,	
   el	
   Espíritu	
  
Santo	
  que	
  habita	
  en	
  nosotros	
  nos	
  mueve	
  a	
  sentir	
  deleite	
  en	
  la	
  ley	
  de	
  Dios	
  y	
  nos	
  da	
  
poder	
  para	
  obedecerla.	
  En	
  su	
  comentario	
  a	
  Romanos,	
  Martín	
  Lutero	
  lo	
  resumió	
  así:	
  
discipulado – un corazón en el Padre	
  
20	
  
“La	
  ley,	
  correctamente	
  entendida	
  y	
  asimilada,	
  no	
  hace	
  nada	
  más	
  que	
  recordarnos	
  
nuestro	
  pecado	
  y	
  torturarnos,	
  haciéndonos	
  merecedores	
  de	
  la	
  ira	
  eterna…	
  la	
  ley	
  no	
  
es	
  guardada	
  por	
  el	
  poder	
  humano,	
  sino	
  solamente	
  mediante	
  Cristo,	
  quien	
  derrama	
  
el	
  Espíritu	
  Santo	
  en	
  nuestro	
  corazón.	
  Cumplir	
  la	
  ley…	
  es	
  obedecer	
  sus	
  mandatos	
  
con	
   placer	
   y	
   amor…	
   [y	
   estos	
   son]	
   puestos	
   en	
   nuestro	
   corazón	
   por	
   el	
   Espíritu	
  
Santo”.	
  
Fíjate	
   nuevamente	
   cuando	
   dice	
   “Cumplir	
   la	
   ley…	
   es	
   obedecer	
   sus	
   mandatos	
   con	
  
placer	
  y	
  amor”.	
  Sólo	
  conocer	
  lo	
  que	
  Dios	
  exige	
  no	
  es	
  suficiente.	
  Obedecerle	
  “porque	
  
se	
  supone	
  que	
  es	
  lo	
  que	
  debemos	
  hacer”	
  no	
  es	
  suficiente.	
  Cumplir	
  de	
  verdad	
  la	
  ley	
  
significa	
   obedecer	
   a	
   Dios	
   por	
   placer	
   y	
   amor:	
   “Me	
   agrada,	
   Dios	
   mío,	
   hacer	
   tu	
  
voluntad;	
  tu	
  ley	
  la	
  llevo	
  dentro	
  de	
  mí”	
  (Salmo	
  40.8).	
  
¿Cómo	
  nos	
  tornamos	
  personas	
  que	
  aman	
  a	
  Dios	
  y	
  se	
  deleitan	
  en	
  su	
  ley?	
  Respuesta:	
  
mediante	
  el	
  evangelio.	
  
Primero,	
   es	
   mediante	
   el	
   evangelio	
   que	
   nos	
   volvemos	
   concientes	
   de	
   nuestra	
  
desobediencia	
   a	
   la	
   ley	
   de	
   Dios.	
   El	
   primer	
   paso	
   en	
   el	
   camino	
   del	
   evangelio	
   es	
  
volvernos	
   concientes	
   de	
   que	
   “todos	
   hemos	
   pecado	
   y	
   estamos	
   destituidos	
   de	
   la	
  
gloria	
  de	
  Dios”	
  (Romanos	
  3.23)	
  y	
  que	
  nuestra	
  desobediencia	
  a	
  la	
  ley	
  de	
  Dios	
  nos	
  
coloca	
   bajo	
   su	
   maldición:	
   “Porque	
   está	
   escrito	
   ‘maldito	
   sea	
   quien	
   no	
   practique	
  
fielmente	
  todo	
  lo	
  que	
  está	
  escrito	
  en	
  el	
  libro	
  de	
  la	
  ley’”	
  (Gálatas	
  3.10).	
  
Segundo,	
  es	
  mediante	
  e	
  evangelio	
  que	
  somos	
  liberados	
  de	
  la	
  maldición	
  de	
  la	
  ley.	
  El	
  
evangelio	
  es	
  la	
  buena	
  noticia	
  de	
  que	
  Dios	
  perdona	
  a	
  todos	
  los	
  que	
  se	
  vuelven	
  a	
  
Jesús	
  y	
  son	
  justificados	
  –	
  declarados	
  “no-­‐culpables”	
  ante	
  el	
  tribunal	
  de	
  Dios	
  –	
  por	
  la	
  
fe	
   en	
   Él.	
   “Cristo	
   nos	
   rescató	
   de	
   la	
   maldición	
   de	
   la	
   ley	
   al	
   hacerse	
   maldición	
   por	
  
nosotros,	
   pues	
   está	
   escrito:	
   ‘Maldito	
   todo	
   el	
   que	
   es	
   colgado	
   de	
   un	
   madero’.	
   Así	
  
sucedió	
   para	
   que	
   por	
   medio	
   de	
   Cristo	
   Jesús...	
   por	
   la	
   fe	
   recibiéramos	
   el	
   Espíritu	
  
según	
  la	
  promesa"	
  (Gálatas	
  3.13-­‐14).	
  Jesús,	
  al	
  mismo	
  tiempo,	
  fue	
  sacrificado	
  por	
  
nuestra	
  imperfección	
  y	
  conquistó	
  nuestra	
  perfección	
  mediante	
  su	
  obra	
  en	
  la	
  cruz.	
  
La	
  ley	
  ya	
  no	
  se	
  posiciona	
  en	
  condenación	
  contra	
  nosotros.	
  En	
  lenguaje	
  bíblico,	
  ya	
  
no	
  estamos	
  “bajo	
  la	
  ley”	
  (Romanos	
  6.14).	
  
En	
  tercer	
  lugar,	
  es	
  mediante	
  el	
  evangelio	
  que	
  Dios	
  nos	
  envía	
  su	
  Espíritu	
  Santo	
  a	
  
morar	
   en	
   nosotros,	
   transformando	
   nuestro	
   corazón	
   y	
   capacitándonos	
   para	
  
verdaderamente	
   amar	
   a	
   Dios	
   y	
   a	
   los	
   demás.	
   Como	
   resultado	
   de	
   nuestra	
  
justificación	
  por	
  fe,	
  “Dios	
  ha	
  derramado	
  su	
  amor	
  en	
  nuestro	
  corazón	
  por	
  el	
  Santo	
  
Espíritu	
  que	
  nos	
  ha	
  sido	
  dado”	
  (Romanos	
  5.5).	
  Comúnmente	
  leemos	
  la	
  frase	
  “amor	
  
de	
   Dios”	
   en	
   este	
   versículo	
   como	
   sin	
   fuera	
   el	
   amor	
   de	
   Dios	
   por	
   nosotros.	
   Pero	
  
observando	
  el	
  contexto	
  y	
  analizando	
  lingüísticamente,	
  esta	
  frase	
  también	
  tiene	
  el	
  
sentido	
  de	
  “amor	
  que	
  viene	
  de	
  Dios”	
  o	
  “amor	
  para	
  Dios”.	
  Porque	
  Dios	
  nos	
  ama,	
  él	
  
ha	
  derramado	
  en	
  nuestros	
  corazones	
  su	
  propia	
  capacidad	
  de	
  amar	
  y	
  sentir	
  deleite	
  
en	
   sí	
   mismo.	
   Jesús	
   oró	
   porque	
   el	
   amor	
   que	
   Dios	
   el	
   Padre	
   tiene	
   por	
   Su	
   Hijo,	
  
estuviera	
   en	
   nosotros:	
   “Yo	
   te	
   he	
   dado	
   a	
   conocer	
   a	
   ellos…	
   para	
  que	
  el	
  amor	
  que	
  
tienes	
  por	
  mí	
  esté	
  en	
  ellos	
  y	
  que	
  yo	
  mismo	
  esté	
  en	
  ellos”	
  (Juan	
  17.26).	
  
Un	
  cristiano	
  de	
  verdad	
  obedece	
  la	
  ley	
  de	
  Dios,	
  entonces,	
  no	
  por	
  obligación	
  o	
  deber,	
  
sino	
  por	
  amor,	
  porque	
  “el	
  amor	
  es	
  el	
  cumplimiento	
  de	
  la	
  ley”	
  (Romanos	
  13.10).	
  
Tanto	
  legalismo	
  como	
  libertinaje	
  son	
  fundamentalmente	
  auto-­‐centrados.	
  No	
  están	
  
preocupados	
   con	
   deleitarse	
   en	
   Dios	
   o	
   en	
   su	
   ley,	
   sino	
   consigo	
   mismos:	
   “Sigo	
   las	
  
reglas”	
  o	
  “Rompo	
  las	
  reglas”.	
  Pero	
  el	
  evangelio	
  nos	
  libera	
  de	
  la	
  auto-­‐preocupación	
  y	
  
nos	
  vuelca	
  hacia	
  afuera.	
  Vemos	
  que	
  la	
  ley	
  de	
  Dios	
  no	
  es	
  opresiva	
  sino	
  liberadora:	
  es	
  
la	
  “ley	
  de	
  la	
  libertad”	
  (Santiago	
  1.25).	
  Es	
  una	
  ley	
  que	
  nos	
  apunta	
  a	
  Jesús.	
  
discipulado – un corazón en el Padre	
  
21	
  
Romanos	
  10.4	
  dice,	
  “Cristo	
  es	
  el	
  fin	
  de	
  la	
  ley,	
  para	
  que	
  todo	
  el	
  que	
  cree	
  reciba	
  la	
  
justicia”.	
  En	
  otras	
  palabras,	
  el	
  fin,	
  el	
  objetivo,	
  el	
  punto	
  de	
  la	
  ley	
  es	
  conducirnos	
  a	
  
Jesús.	
  Cuando	
  nosotros	
  realmente	
  “captamos”	
  lo	
  que	
  este	
  versículo	
  está	
  diciendo,	
  
comenzamos	
   a	
   ver	
   que	
   cada	
   mandato	
   en	
   las	
   Escrituras	
   nos	
   señala	
   de	
   alguna	
  
manera	
   a	
   Jesús,	
   quien	
   cumple	
   ese	
   mandato	
   por	
   nosotros	
   y	
   en	
   nosotros.	
   Él	
   es	
  
nuestra	
  justicia.	
  No	
  necesitamos	
  construirla	
  por	
  nosotros	
  mismos.	
  
No	
  somos	
  capaces	
  de	
  hacer	
  lo	
  que	
  la	
  ley	
  nos	
  manda	
  a	
  hacer,	
  pero	
  Jesús	
  lo	
  hizo	
  por	
  
nosotros.	
   Y	
   porque	
   Él	
   vive	
   en	
   nosotros	
   por	
   medio	
   de	
   su	
   Espíritu,	
   estamos	
  
capacitados	
  para	
  hacerlo,	
  no	
  como	
  una	
  obligación,	
  sino	
  por	
  deleite.	
  Porque	
  cada	
  
mandamiento	
  en	
  las	
  Escrituras	
  nos	
  señala	
  nuestra	
  incapacidad	
  (la	
  línea	
  inferior	
  de	
  
nuestra	
  ilustración	
  de	
  la	
  cruz),	
  y	
  nos	
  hace	
  mirar	
  a	
  Jesús	
  como	
  el	
  único	
  que	
  perdona	
  
nuestra	
  desobediencia	
  y	
  permite	
  nuestra	
  obediencia.	
  En	
  otras	
  palabras,	
  la	
  ley	
  nos	
  
conduce	
  hacia	
  Jesús	
  y	
  Jesús	
  nos	
  libra	
  de	
  obedecer	
  la	
  ley.	
  
	
  
1. ¿En	
  base	
  a	
  lo	
  recién	
  leído,	
  cómo	
  resumirías	
  la	
  manera	
  en	
  la	
  cual	
  la	
  ley	
  y	
  el	
  
evangelio	
  trabajan	
  juntos?	
  
2. El	
   artículo	
   recién	
   leído	
   habla	
   acerca	
   de	
   sentir	
   que	
   “debes	
   ser	
   un	
   mejor	
  
cristiano”.	
   ¿En	
   qué	
   área	
   sientes	
   que	
   deberías	
   estar	
   haciéndolo	
   mejor,	
   en	
  
este	
  momento?	
  
3. ¿Cómo	
   se	
   siente	
   vivir	
   bajo	
   un	
   constante	
   sentido	
   de	
   “deberías”	
   o	
   “tienes	
  
que”?	
  
	
  
La	
  Biblia	
  usa	
  la	
  frase	
  “bajo	
  la	
  ley”	
  para	
  describir	
  la	
  experiencia	
  de	
  vivir	
  nuestra	
  vida	
  
espiritual	
   en	
   el	
   ciclo	
   sin	
   fin	
   de	
   lo	
   que	
   “tenemos	
   que”	
   ser	
   o	
   hacer.	
   Aquí	
   está	
   la	
  
tensión:	
  si	
  intentamos	
  vivir	
  por	
  la	
  ley,	
  no	
  estamos	
  viviendo	
  a	
  la	
  luz	
  del	
  evangelio.	
  
Pero	
   si	
   despreciamos	
   la	
   ley,	
   entonces	
   no	
   estamos	
   experimentando	
   el	
   poder	
   del	
  
evangelio	
   que	
   nos	
   lleva	
   a	
   obedecer	
   la	
   ley.	
   Esta	
   tensión	
   afecta	
   la	
   manera	
   cómo	
  
leemos	
  la	
  Biblia,	
  así	
  que	
  a	
  continuación	
  haremos	
  un	
  ejercicio	
  que	
  nos	
  ayudará	
  a	
  
mantener	
  estas	
  cosas	
  en	
  su	
  lugar	
  apropiado	
  mientras	
  leemos	
  la	
  Biblia	
  y	
  seguimos	
  a	
  
Cristo.	
  
	
  
	
  
	
  
EJERCICIO:	
  
El	
  colador	
  del	
  evangelio	
  y	
  la	
  ley	
  
	
  
El	
  “colador”	
  es	
  un	
  patrón	
  de	
  pensamiento,	
  un	
  filtro	
  para	
  que	
  las	
  cosas	
  funcionen,	
  
una	
  manera	
  particular	
  de	
  ver	
  algo.	
  Comprender	
  la	
  Biblia	
  y	
  articular	
  el	
  evangelio	
  de	
  
formas	
  creativas	
  y	
  relevantes,	
  implica	
  usar	
  varios	
  coladores	
  para	
  que	
  la	
  verdad	
  nos	
  
haga	
  sentido.	
  	
  
En	
  la	
  lección	
  1	
  entregamos	
  el	
  “colador	
  del	
  evangelio”	
  mediante	
  aquel	
  cuadro	
  que	
  
llamamos	
   el	
   “Diagrama	
   de	
   la	
   Cruz”.	
   En	
   esta	
   lección	
   vamos	
   a	
   aprender	
   cómo	
  
entender	
  la	
  ley	
  de	
  Dios	
  a	
  través	
  de	
  ese	
  colador.	
  
Cada	
  pasaje	
  de	
  la	
  Escritura	
  afirma	
  un	
  imperativo	
  moral	
  explícita	
  o	
  implícitamente.	
  
Por	
   ejemplo,	
   un	
   verso	
   puede	
   decirte	
   que	
   no	
   mientas.	
   Puedes	
   responder	
   a	
   esta	
  
orden	
  de	
  tres	
  maneras	
  diferentes:	
  
	
  
LEGALISMO:	
  Puedes	
  hacer	
  tu	
  mejor	
  intento	
  por	
  no	
  mentir.	
  Esto	
  es	
  lo	
  que	
  se	
  
llama	
   “vivir	
   bajo	
   la	
   ley”.	
   Pero,	
   inevitablemente	
   descubres	
   que	
   no	
   puedes	
  
discipulado – un corazón en el Padre	
  
22	
  
evitar	
   mentir,	
   incluso	
   cuando	
   “bajas	
   la	
   vara”	
   con	
   respecto	
   a	
   qué	
   significa	
  
mentir.	
  
	
  
LIBERTINAJE:	
  Puedes	
  admitir	
  desde	
  el	
  principio	
  que	
  no	
  puedes	
  obedecer	
  
esta	
  orden	
  y	
  simplemente	
  la	
  desechas	
  como	
  un	
  ideal	
  bíblico	
  que	
  no	
  estás	
  
obligado	
  a	
  obedecer.	
  Esto	
  es	
  lo	
  que	
  significa	
  abusar	
  de	
  la	
  gracia	
  de	
  Dios	
  y	
  
rendirse	
  al	
  pecado.	
  	
  
	
  
EVANGELIO:	
  Este	
  es	
  el	
  colador	
  que	
  queremos	
  aprender.	
  Es	
  así:	
  
1. Dios	
  dice,	
  “No	
  mientas”	
  (Línea	
  superior	
  del	
  Diagrama	
  de	
  la	
  Cruz:	
  
la	
  santidad	
  de	
  Dios)	
  
2. No	
   puedo	
   obedecer	
   este	
   mandato	
   porque	
   soy	
   pecador.	
   (Línea	
  
inferior	
  del	
  Diagrama:	
  mi	
  pecaminosidad)	
  
3. Jesús	
   obedeció	
   esto	
   perfectamente.	
   (Puedo	
   señalar	
  
innumerables	
   ejemplos	
   en	
   su	
   vida	
   terrenal	
   según	
   consta	
   en	
   el	
  
evangelio.)	
   Jesús	
   hizo	
   lo	
   que	
   yo	
   debía	
   hacer	
   (pero	
   no	
   puedo)	
  
como	
  mi	
  sustituto	
  para	
  que	
  Dios	
  me	
  acepte	
  (2	
  Corintios	
  5.17).	
  
4. Porque	
  Jesús	
  obedeció	
  la	
  ley	
  perfectamente	
  y	
  ahora	
  vive	
  en	
  mí,	
  
y	
  porque	
  soy	
  aceptado	
  por	
  Dios,	
  ahora	
  soy	
  libre	
  de	
  obedecer	
  este	
  
mandato	
  por	
  su	
  gracia	
  y	
  poder	
  que	
  opera	
  en	
  mí.	
  
	
  
La	
  aplicación	
  de	
  esta	
  red	
  para	
  el	
  estudio	
  de	
  la	
  Biblia	
  te	
  ayudará	
  a	
  creer	
  en	
  el	
  
evangelio	
  y	
  obedecer	
  la	
  ley,	
  sin	
  caer	
  en	
  el	
  legalismo	
  o	
  el	
  libertinaje.	
  Esto	
  te	
  
da	
   el	
   poder	
   para	
   experimentar	
   la	
   realidad	
   de	
   que	
   el	
   evangelio	
   lo	
   cambia	
  
todo.	
  
	
  
	
  
PRÁCTICA:	
  
Lee	
  junto	
  a	
  tu	
  grupo	
  un	
  pasaje	
  y	
  aplica	
  este	
  colador	
  del	
  evangelio.	
  (Escojan	
  
entre	
  Filipenses	
  4.4-­‐7,	
  Santiago	
  2.1-­‐7	
  ó	
  1ª	
  Pedro	
  3.9	
  y	
  lean	
  en	
  voz	
  alta)	
  
	
  
¿Cuál	
  es	
  el	
  mandato?	
  	
  
	
  
¿Por	
  qué	
  no	
  puedes	
  hacerlo?	
  (Sé	
  específico	
  acerca	
  de	
  tus	
  luchas	
  particulares	
  
para	
  obedecer	
  este	
  mandato)	
  
	
  
¿Cómo	
   Jesús	
   lo	
   hizo	
   perfectamente?	
   (Señala	
   ejemplos	
   concretos	
   de	
   los	
  
Evangelios)	
  
	
  
¿Cómo	
  el	
  Espíritu	
  de	
  Dios	
  te	
  da	
  el	
  poder	
  para	
  obedecer	
  este	
  mandato	
  (en	
  
situaciones	
  específicas)?	
  
	
  
	
   	
  
discipulado – un corazón en el Padre	
  
23	
  
LECCIÓN	
  5	
  
Arrepentimiento	
  
	
  
En	
  nuestra	
  cultura	
  actual,	
  arrepentirse	
  suena	
  como	
  algo	
  malo	
  –	
  algo	
  así	
  como	
  ser	
  
llamado	
  a	
  una	
  conversación	
  personal	
  en	
  la	
  oficina	
  del	
  jefe	
  un	
  viernes	
  en	
  la	
  tarde.	
  
Lejos	
  de	
  ser	
  algo	
  malo	
  o	
  poco	
  común,	
  el	
  arrepentimiento	
  bíblico	
  es	
  lo	
  normal	
  en	
  
una	
  vida	
  centrada	
  en	
  el	
  evangelio.	
  Volverse	
  más	
  conciente	
  de	
  la	
  santidad	
  de	
  Dios	
  y	
  
de	
  nuestra	
  pecaminosidad	
  nos	
  lleva	
  a	
  arrepentirnos	
  y	
  a	
  creer	
  en	
  el	
  evangelio	
  de	
  
Jesús.	
   Cuando	
   vivimos	
   centrados	
   en	
   el	
   evangelio,	
   constantemente	
   estamos	
  
volviéndonos	
  de	
  nuestras	
  actitudes	
  de	
  aparentar	
  o	
  buscar	
  un	
  buen	
  desempeño	
  a	
  
fin	
  de	
  vivir	
  como	
  hijos	
  e	
  hijas.	
  El	
  arrepentimiento	
  bíblico	
  nos	
  libera	
  de	
  nuestros	
  
propios	
  mecanismos	
  y	
  abre	
  camino	
  para	
  que	
  el	
  poder	
  del	
  evangelio	
  dé	
  fruto	
  en	
  
nuestra	
  vida.	
  Pero	
  el	
  pecado	
  deteriora	
  nuestro	
  arrepentimiento	
  y	
  nos	
  arrebata	
  su	
  
fruto.	
  Así	
  que	
  nuestra	
  meta	
  en	
  esta	
  lección	
  es	
  (1)	
  exponer	
  las	
  maneras	
  mediante	
  
las	
  cuales	
  practicamos	
  falso	
  arrepentimiento	
  y	
  (2)	
  motivarnos	
  al	
  arrepentimiento	
  
genuino.	
  
	
  
Conversen	
  como	
  grupo:	
  
Cuando	
   el	
   pecado	
   de	
   otras	
   personas	
   te	
   afecta	
   o	
   te	
   incomoda	
   ¿qué	
   cosas	
  
(actitudes,	
  acciones,	
  etc.)	
  sientes	
  que	
  necesitas	
  ver	
  en	
  esas	
  personas	
  antes	
  
de	
  sentirte	
  mejor	
  al	
  respecto	
  de	
  ellos	
  o	
  perdonarlos?	
  
	
  
Generalmente	
  somos	
  una	
  bolsa	
  de	
  deseos	
  mezclados	
  se	
  trata	
  de	
  los	
  pecados	
  de	
  la	
  
gente.	
   A	
   veces	
   realmente	
   queremos	
   lo	
   mejor	
   para	
   ellos.	
   A	
   veces	
   solamente	
  
queremos	
  sentirnos	
  bien	
  con	
  nosotros	
  mismos.	
  Leermos	
  un	
  pasaje	
  que	
  muestra	
  el	
  
deseo	
   del	
   apóstol	
   Pablo	
   para	
   los	
   cristianos	
   de	
   la	
   ciudad	
   de	
   Corinto	
   sobre	
   este	
  
asunto.	
  
	
  
2ª	
  Corintios	
  7.5-­‐13	
  
	
  
1. ¿Qué	
  quería	
  Pablo	
  de	
  los	
  Corintios?	
  
2. ¿Por	
  qué	
  quería	
  esto?	
  
3. ¿Cuál	
  fue	
  el	
  fruto	
  del	
  arrepentimiento	
  en	
  sus	
  vidas?	
  (vv.	
  7	
  y	
  11)	
  
4. ¿Cómo	
  el	
  arrepentimiento	
  de	
  ellos	
  afectó	
  a	
  Pablo?	
  
	
  
Lean	
  juntos	
  el	
  siguiente	
  artículo:	
  
	
  
Hemos	
   estado	
   pensando	
   juntos	
   acerca	
   de	
   cómo	
   vivir	
   consistentemente	
   la	
   vida	
  
entera	
  bajo	
  la	
  influencia	
  del	
  evangelio.	
  En	
  las	
  últimas	
  lecciones	
  el	
  Diagrama	
  de	
  la	
  
Cruz	
  ha	
  servido	
  como	
  un	
  modelo	
  visual	
  para	
  ayudarnos	
  a	
  entender	
  cómo	
  funciona	
  
el	
  evangelio.	
  
Como	
  hemos	
  visto,	
  el	
  patrón	
  consistente	
  de	
  la	
  vida	
  cristiana	
  es:	
  arrepentimiento	
  y	
  
fe.	
   Nunca	
   dejamos	
   de	
   necesitar	
   arrepentirnos	
   y	
   creer.	
   Las	
   primera	
   palabras	
   de	
  
Jesús	
   en	
   el	
   Evangelio	
   de	
   Marcos	
   son:	
   “Arrepiéntanse	
   y	
   crean	
   en	
   el	
   evangelio”	
  
(Marcos	
  1.15).	
  En	
  la	
  primera	
  de	
  sus	
  95	
  Tesis,	
  Martín	
  Lutero	
  observó	
  que	
  “cuando	
  
nuestro	
  Señor	
  y	
  Maestro	
  Jesucristo	
  dijo	
  ‘Arrepiéntanse’,	
  él	
  quiso	
  decir	
  que	
  toda	
  la	
  
vida	
  de	
  los	
  creyentes	
  fuera	
  una	
  vida	
  de	
  arrepentimiento”.	
  En	
  el	
  arrepentimiento	
  
confesamos	
  nuestra	
  tendencia	
  a	
  “encoger	
  la	
  cruz”	
  mediante	
  la	
  apariencia	
  y	
  el	
  buen	
  
discipulado – un corazón en el Padre	
  
24	
  
desempeño.	
   Arrancamos	
   nuestros	
   afectos	
   de	
   manos	
   de	
   falsos	
   salvadores	
   y	
   de	
  
recursos	
  fraudulentos	
  de	
  justicia	
  y	
  nos	
  volvemos	
  a	
  Jesús,	
  reconociendo	
  que	
  sólo	
  Él	
  
es	
  nuestra	
  esperanza.	
  
En	
  la	
  superficie,	
  el	
  arrepentimiento	
  parece	
  simple	
  y	
  obvio,	
  pero	
  no	
  lo	
  es.	
  Debido	
  a	
  
que	
   nuestro	
   corazón	
   es	
   una	
   fábrica	
   de	
   ídolos	
   (como	
   dijo	
   Juan	
   Calvino),	
   incluso	
  
nuestro	
  arrepentimiento	
  se	
  puede	
  transformar	
  en	
  un	
  vehículo	
  para	
  el	
  pecado	
  y	
  el	
  
egoísmo.	
  Somos	
  hábiles	
  practicantes	
  del	
  falso	
  arrepentimiento.	
  Una	
  de	
  nuestras	
  
principales	
   necesidades	
   en	
   la	
   vida	
   centrada	
   en	
   el	
   evangelio	
   es	
   entender	
   el	
  
arrepentimiento	
  de	
  una	
  manera	
  precisa	
  y	
  bíblica.	
  
	
  
	
  
Para	
   la	
   mayoría	
   de	
   nosotros,	
   la	
   palabra	
   arrepentimiento	
   tiene	
   una	
   connotación	
  
negativa.	
   Uno	
   sólo	
   se	
   arrepiente	
   si	
   hizo	
   algo	
   realmente	
   malo.	
   La	
   idea	
   católica-­‐
romana	
  de	
  la	
  penitencia	
  generalmente	
  empapa	
  nuestra	
  idea	
  de	
  arrepentimiento:	
  
cuando	
   pecamos,	
   nos	
   debemos	
   sentir	
   verdaderamente	
   mal	
   por	
   ello,	
   auto-­‐
flagelarnos	
  y	
  hacer	
  algo	
  para	
  arreglar	
  lo	
  que	
  echamos	
  a	
  perder.	
  En	
  otras	
  palabras,	
  
el	
  arrepentimiento	
  frecuentemente	
  se	
  trata	
  más	
  acerca	
  de	
  nosotros	
  mismos	
  que	
  
acerca	
  de	
  Dios	
  o	
  las	
  personas	
  contra	
  las	
  cuales	
  hemos	
  pecado.	
  Queremos	
  sentirnos	
  
mejor.	
  Queremos	
  que	
  las	
  cosas	
  “vuelvan	
  a	
  lo	
  normal”.	
  Queremos	
  saber	
  que	
  hemos	
  
hecho	
   nuestra	
   parte,	
   para	
   que	
   así	
   nuestra	
   culpa	
   se	
   mitigue	
   y	
   podamos	
   seguir	
  
adelante	
  con	
  nuestra	
  vida.	
  
Piensa,	
   por	
   ejemplo,	
   en	
   una	
   relación	
   en	
   la	
   cual	
   hablaste	
   palabras	
   hirientes	
   a	
  
alguien.	
  Probablemente	
  tu	
  esfuerzo	
  de	
  arrepentirte	
  sonó	
  más	
  o	
  menos	
  así:	
  “Siento	
  
mucho	
   que	
   te	
   herí.	
   No	
   debí	
   haber	
   dicho	
   eso.	
   ¿Me	
   perdonarías?”.	
   ¿Pero	
   es	
   esto	
  
realmente	
  verdadero	
  arrepentimiento?	
  ¿Nuestro	
  pecado	
  consistió	
  solamente	
  en	
  las	
  
palabra	
  que	
  dijimos?	
  ¿No	
  es	
  verdad,	
  acaso,	
  que	
  Jesús	
  dijo	
  “de	
  la	
  abundancia	
  del	
  
corazón	
  habla	
  la	
  boca”	
  (Lucas	
  6.45)?	
  
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  • 1.   discipulado un corazón en el Padre un pueblo en Cristo una misión en el Espíritu
  • 2. discipulado – un corazón en el Padre   1   “un corazón en el Padre, un pueblo en Cristo, una misión en el Espíritu” Este lema es la visión, misión y estrategia de iglesia UNO. Estas tres frases son la composición del ADN que todos queremos llevar y contagiar en Santiago Centro, sus al rededores y adónde el Señor nos llame. Como una amenaza biológica que contagia todo a su paso con la vida nueva de Cristo, queremos ser un racimo de comunidades cuyos individuos y familias vivan este lema como un mapa de ruta de sus vidas, no por causa de un mero compromiso institucional con iglesia UNO, sino por causa de una pasión por la gloria de Dios revelada en Cristo mediante el Evangelio. Ya que, además, este lema es la manera cómo hemos intentado resumir la voluntad de Dios para nuestra vida en las Escrituras. En este primer material de discipulado de iglesia UNO (nivel 1) 1 , nos dedicaremos a conocer y profundizar especialmente qué significa tener UN CORAZÓN EN EL PADRE. El pecado desintegró nuestro corazón y los fragmentos se repartieron en un montón de deseos, pensamientos y afectos contradictorios, que caracterizan la vida del hombre y de la mujer pecadores. ¡La buena noticia es que Dios vino para restaurar nuestro corazón! Y esto es una tremenda realidad en el evangelio de Jesucristo. Ya no necesitamos tener un corazón dividido contra sí mismo, cargado de contradicciones, intentando agradar las voluntades irreconciliables de ídolos que fragmentan nuestra lealtad. Ahora nuestro corazón tiene un solo Señor, un solo Dios, el verdadero Creador, el Padre eterno que nos amó, nos adoptó y nos reconcilió consigo mismo, mediante la muerte y resurrección de Su Hijo. Ahora nuestra lealtad puede ser sólo hacia nuestro Padre celestial que nos amó con amor eterno, antes que nosotros lo amáramos a Él. Nuestro anhelo y oración es que este material de discipulado de 6 lecciones (idealmente 6 semanas) te entregue los elementos fundamentales para tu crecimiento en Cristo, para que veas la amorosa mano del Padre remendando lo que estaba roto y reconstruyendo paso a paso tu corazón que el pecado fragmentó. Ya vendrán los próximos 2 niveles (“un pueblo en Cristo” y “una misión en el Espíritu”), pero la raíz y base de lo que vendrá ya se encuentra aquí. Sabemos que, de una u otra manera, sabrás aplicar desde ya estas profundas verdades a tus relaciones interpersonales y a tu llamado a extender el Reino de Dios en la ciudad. Que el buen Padre te bendiga y use este discipulado para continuar haciendo cada día en ti la maravillosa obra de restaurar y reintegrar tu corazón en Su amor y en adoración a Él, el único digno de TODA la gloria. En Cristo, Equipo Pastoral iglesia UNO Noviembre 2012.                                                                                                                       1  Este  material  es  una  traducción  y  adaptación  de:  Bob  Thune  &  Will  Walker,  “The  Gospel-­‐Centered   Life”  (Greensboro,  NC:  World  Harvest  Mission,  2009).    
  • 3. discipulado – un corazón en el Padre   2   LECCIÓN  1:   El  Diagrama  de  la  Cruz     Básicamente  vamos  a  hablar  acerca  de  2  conceptos:  cómo  vemos  a  Dios  y  cómo  nos   vemos  a  nosotros  mismos.  Cuando  se  trata  de  la  manera  cómo  vemos  a  Dios,  suele   haber  un  amplio  abanico  de  opiniones.  En  un  extremo,  algunos  tienen  un  concepto   muy   alto   de   Dios,   al   punto   de   que   Él   es   tan   totalmente   lejano   y   alto   que   no   se   involucra  con  nuestra  vida  diaria.  Al  otro  extremo  algunos  tienen  una  visión  tan   personal  de  Dios  al  punto  que  Él  es  un  tan  buen  amigo  que  Su  santidad  es  dejada   de  lado.  Lo  mismo  ocurre  cuando  se  trata  de  vernos  a  nosotros  mismos:  el  abanico   va   desde   aquellos   que   piensan   que   somos   esencialmente   buenos   hasta   aquellos   que  piensan  que  somos  esencialmente  malos.  Veamos  cómo  podemos  tratar  cada   uno  de  estos  asuntos.     Cuando  se  trata  de  tu  visión  acerca  de  Dios:  ¿cuál  es  tu  principal  tendencia?:     a) ¿Ves  a  Dios  tan  majestuoso  que  está  lejos  de  ti?  o   b) ¿Ves  a  Dios  tan  personal  que  ni  siquiera  piensas  acerca  de  Su  santidad?     ¿Y  qué  piensas  acerca  de  las  personas?  ¿Que  son  esencialmente  buenas  o  malas?     Veamos  la  Biblia:   1. Isaías  55.6-­‐9   a) ¿Cuál   es   tu   primera   reacción   a   este   pasaje?   ¿Qué   te   llama   más   la   atención?   b) ¿Qué  dice  este  pasaje  acerca  de  Dios?  ¿Y  qué  dice  acerca  de  nosotros,  los   seres  humanos?     2. Jeremías  17.9-­‐10   a) ¿Cuál   es   tu   primera   reacción   a   este   pasaje?   ¿Qué   te   llama   más   la   atención?     b) ¿Qué  dice  este  pasaje  acerca  de  Dios?  ¿Y  qué  dice  acerca  de  nosotros,  los   seres  humanos?       “El  Evangelio”  es  un  concepto  que  los  cristianos  usan  con  frecuencia  sin  entender   plenamente   su   significado.   Nosotros   hablamos   el   lenguaje   del   evangelio,   pero   raramente   aplicamos   el   evangelio   a   todos   los   aspectos   de   nuestra   vida.   Sin   embargo,  esto  es  exactamente  lo  que  Dios  quiere  para  nosotros.  El  evangelio  no  es   nada  menos  que  “el  poder  de  Dios”  (Romanos  1.16).  En  Colosenses  1.6,  el  apóstol   Pablo  felicita  a  la  iglesia  de  Colosas  porque  el  evangelio  “ha  estado  llevando  fruto   constantemente   y   creciendo   entre   ellos   desde   el   día   que   lo   oyeron”.   El   apóstol   Pablo   enseña   que   la   falta   de   transformación   constante   en   nuestra   vida   tiene   su   origen   en   que   olvidamos   lo   que   Dios   ha   hecho   por   nosotros   en   el   evangelio   (2ª   Pedro  1.3-­‐9).  Si  vamos  a  crecer  hacia  la  madurez  en  Cristo,  debemos  profundizar  y   ensanchar  nuestro  conocimiento  del  evangelio  como  el  medio  dado  por  Dios  para   la  transformación  personal  y  comunitaria.   Muchos  cristianos  viven  con  una  visión  coja  del  evangelio.  Vemos  el  evangelio  sólo   como   la   puerta   de   entrada   o   el   “punto   de   inicio”   del   reino   de   Dios.   ¡Pero   el  
  • 4. discipulado – un corazón en el Padre   3   evangelio   es   mucho   más!   No   solamente   es   la   puerta,   sino   el   camino   por   el   cual   debemos   caminar   cada   día   de   nuestra   vida   cristiana.   No   es   solamente   el   medio   para   salvación,   sino   también   el   medio   para   nuestra   transformación.   No   es   simplemente  libertad  del  castigo  por  el  pecado,  sino  también  libertad  del  poder  del   pecado   en   nuestra   vida.   El   evangelio   es   lo   que   nos   hace   justos   ante   Dios   (justificación)   y   también   lo   que   nos   libera   para   deleitarnos   más   en   Dios   (santificación).  ¡El  evangelio  lo  cambia  todo!   El  siguiente  modelo  ha  sido  de  gran  ayuda  a  muchas  personas  al  pensar  en   el   evangelio   y   sus   implicaciones.   Este   diagrama   no   dice   todo   lo   que   podría   ser   dicho   acerca   del   evangelio,   pero   al   menos   sirve   como   una   ayuda   visual   para   entender  cómo  trabaja  el  evangelio  en  nuestras  vidas.   El  punto  de  inicio  de  la  vida  cristiana  (conversión)  ocurre  cuando  me  vuelvo   consciente   por   primera   vez   del   abismo   que   hay   entre   la   santidad   de   Dios   y   mi   pecaminosidad.  Cuando  soy  convertido,  confío  y  espero  en  Jesús,  quién  ha  hecho  lo   que  yo  nunca  podría  haber  hecho:  Él  hizo  un  puente  entre  mi  pecaminosidad  y  la   santidad  de  Dios.  Él  cargó  la  ira  santa  de  Dios  sobre  sí  mismo.     Al  momento  de  la  conversión,  sin  embargo,  todavía  tengo  una  visión  muy   limitada  de  la  santidad  de  Dios  y  de  mi  pecado.  Mientras  más  crezco  en  mi  vida   cristiana,  más  crece  mi  conciencia  de  la  santidad  de  Dios  y  de  mi  naturaleza  caída  y   pecado.  A  medida  que  leo  la  Biblia,  experimento  la  convicción  del  Espíritu  Santo,   vivo   en   comunidad   con   otros   y   busco   servir   al   mundo,   la   distancia   entre   la   extensión   de   la   grandeza   de   Dios   y   la   extensión   de   mi   pecado   se   vuelve   crecientemente  clara  y  vívida.  No  es  que  Dios  se  haya  vuelto  más  santo  o  que  yo  me   vuelva  más  pecador.  Pero  mi  conciencia  de  ambas  cosas  va  creciendo.  Voy  viendo   de  manera  más  creciente  a  Dios  como  él  realmente  es  (Isaías  55.8-­‐9)  y  a  mí  mismo   como  verdaderamente  soy  (Jeremías  17.9-­‐10).  
  • 5. discipulado – un corazón en el Padre   4   A   medida   que   mi   entendimiento   de   mi   pecado   y   de   la   santidad   de   Dios   crece,  algo  más  también  crece:  el  cuánto  valoro  y  amo  a  Jesús.  Su  mediación,  su   sacrificio,   su   justicia   y   su   obra   de   gracia   a   mi   favor,   se   vuelven   crecientemente   dulces  y  poderosos  para  mí.  La  cruz  crece  ante  mis  ojos  y  se  vuelve  más  central  en   mi  vida  a  medida  que  me  regocijo  en  mi  Salvador  que  murió  en  ella.   Desafortunadamente,  la  santificación  (crecer  en  santidad)  no  funciona  tan   llanamente  como  nos  gustaría.  Debido  al  pecado  que  aún  permanece  en  mí,  tengo   una   constante   tendencia   a   minimizare   el   evangelio   o   a   “encoger   la   cruz”.   Esto   ocurre  cuando  yo  (a)  minimizo  la  santidad  perfecta  de  Dios,  pensando  que  Él  es   algo  menos  que  lo  que  Su  Palabra  afirma  que  Él  es,  o  (b)  cuando  elevo  mi  propia   justicia,  pensando  de  mí  mismo  como  algo  mejor  de  lo  que  realmente  soy.  La  cruz   se  vuelve  más  pequeña  y  la  importancia  de  Cristo  en  mi  vida  se  ve  disminuida.       Hablaremos  más,  en  las  próximas  lecciones,  acerca  de  las  formas  específicas   en   las   cuales   minimizamos   el   evangelio.   Para   contrarrestar   nuestra   tendencia   pecaminosa  a  encoger  el  evangelio,  debemos  constantemente  nutrir  nuestra  mente   de  la  verdad  bíblica.  Necesitamos  conocer,  ver  y  degustar  cada  vez  más  el  carácter   santo  y  justo  de  Dios.  Y  necesitamos  identificar,  admitir  y  sentir  la  profundidad  de   nuestra  quiebra  espiritual  y  de  nuestra  pecaminosidad.  Nuestra  motivación  jamás   debe  ser  “hacer  estas  cosas  porque  se  supone  que  es  lo  que  los  cristianos  hacen”.   En   cambio,   hacemos   de   este   nuestro   objetivo   porque   es   la   vida   que   Dios   para   nosotros  –  una  vida  marcada  por  el  gozo,  la  esperanza  y  el  amor  transformadores.   Crecer  en  el  evangelio  significa  ver  más  claramente  la  santidad  de  Dios  y  ver   más  claramente  mi  pecado.  Y  por  causa  de  lo  que  Jesús  ha  hecho  por  nosotros  en  la   cruz,  no  necesitamos  tenerle  miedo  a  ver  a  Dios  como  Él  realmente  es  ni  tampoco  a   admitir  cuán  quebrados  nosotros  realmente  estamos.  Nuestra  esperanza  no  está   puesta   en   nuestra   propia   bondad   ni   en   la   vana   expectativa   de   que   Dios   comprometa  sus  estándares  y  “baje  la  vara”.  En  vez  de  esto,  descansamos  en  Jesús  
  • 6. discipulado – un corazón en el Padre   5   como   nuestros   perfecto   Redentor   –   Aquel     que   es   “nuestra   justicia,   santidad   y   redención”  (1ª  Corintios  1.30)   Repasemos  el  artículo,  conversando  lo  siguiente:   1. ¿Cuáles   son   las   implicaciones   de   ver   el   evangelio   sólo   como   el   "punto   de   inicio"  de  la  vida  cristiana?   2. ¿Cuáles   son   las   2   cosas   que   deben   crecer   a   medida   que   maduramos   en   nuestra  vida  cristiana?   3. ¿Cuáles  son  las  2  maneras  de  “encoger  la  cruz”?     Personalicemos  estos  conceptos  un  poco:   1. ¿Cómo  has  visto  que  tu  visión  de  Dios  ha  crecido  y  cambiado  en  los  últimos   meses  (la  línea  superior  del  Diagrama  de  la  Cruz)?  ¿Cómo  esto  ha  ocurrido?   2. A  veces  es  difícil  identificar  las  maneras  cómo  minimizamos  y  justificamos   nuestro  pecado  (la  línea  inferior  del  Diagrama  de  la  Cruz).  Leamos  juntos  el   siguiente  suplemento  y  hablemos  sobre  estas  descripciones.     Seis  maneras  de  minimizar  el  pecado.     Defenderse   Encuentro   especialmente   difícil   cuando   otros   me   hacen   ver   mis   debilidades   o   pecado.  Cuando  soy  confrontado,  mi  tendencia  es  explicar  las  cosas,  hablar  sobre   mis  éxitos,  o  justificar  mis  decisiones.  Como  resultado,  a  las  personas  les  cuesta   aproximarse  a  mí  y  raramente  sostengo  conversaciones  sobre  cosas  difíciles  en  mi   vida.     Aparentar   Me   esfuerzo   por   mantener   apariencias   y   una   imagen   respetable.   Mi   comportamiento  es  guiado,  en  menor  o  mayor  medida,  por  lo  que  otros  piensan  de   mí.  Además,  no  me  gusta  pensar  reflexivamente  acerca  de  mi  propia  vida.  Como   resultado   muy   pocos   conocen   quién   realmente   soy   (es   probable   que   ni   yo   sepa   muy  bien  quién  soy).     Ocultar   Intento   que   se   noten   lo   menos   posible   las   contradicciones   en   mi   vida,   especialmente   las   “cosas   malas”.   Esto   es   distinto   a   aparentar,   ya   que   aparentar   tiene  que  ver  con  impresionar,  pero  ocultar  tiene  que  ver  con  sentir  vergüenza.     Pienso  que  las  personas  no  me  van  a  aceptar  si  llegan  a  conocer  mi  “verdadero  yo”.     Exagerar   Tiendo  a  pensar  (y  a  hablar)  de  manera  más  alta  acerca  de  mí  mismo  de  lo  que   debería.  Hago  que  las  cosas  (buenas  o  malas)  que  vivo  parezcan  más  grandes  de  lo   que  realmente  son  (generalmente  para  obtener  la  atención  de  los  demás).  Como   resultado,  lo  que  me  pasa  tiende  a  obtener  más  atención  de  lo  que  merece  y  me   hacen  sentir  constantemente  estresado  o  ansioso.     Culpar   Soy   rápido   en   encontrar   culpables   y   en   culpar   a   otros   por   mi   pecado   o   por   las   circunstancias  adversas.  Me  cuesta  mucho  reconocer  mi  cuota  de  responsabilidad   en   los   conflictos   o   pecados   cometidos.   Hay   un   elemento   de   orgullo   en   mí   que  
  • 7. discipulado – un corazón en el Padre   6   tiende   a   asumir   que   “no   es   mi   culpa”   o   (a   veces   mezclado   con)   un   elemento   de   miedo  a  que  me  rechacen  si  reconozco  que  “fue  mi  culpa”.     Quitar  importancia   Tiendo  a  darle  poco  peso  al  pecado  o  a  las  circunstancias  difíciles  en  mi  vida,  como   si  fueran  “normales”  o  “no  tan  malas”.  Como  resultado,  las  cosas  generalmente  no   obtienen   la   atención   que   merecen.   Las   cosas   en   mi   vida   tienen   la   tendencia   a   acumularse  hasta  el  punto  que,  de  repente,  se  vuelven  insoportables.     1. ¿Cuál   de   estas   6   formas   de   minimizar   de   tu   pecado,   tiendes   a   hacer   más   seguido?  Compartan  como  grupo.   2. Pidan  a  alguien  en  el  grupo  que  sienta  suficiente  confianza  para  compartir   algún  ejemplo  reciente  de  cuando  minimizó  su  pecado,  que  lo  comparta.     Ahora,  como  grupo,  hagan  el  siguiente  ejercicio  juntos:     EJERCICIO:   Juzgar  a  los  demás.     Una  manera  de  poder  apreciar  el  valor  de  del  Diagrama  de  la  Cruz  es  aplicarlo  a  un   área  específica  en  la  cual  es  común  que  las  personas  luchen.  Juzgar  a  otros  es  algo   que  todos  hacemos  en  mayor  o  menor  medida.  Como  grupo,  hagan  una  “lluvia  de   ideas”   acerca   de   algunas   formas   mediante   las   cuales   juzgamos   personas.   Las   preguntas  aquí  abajo  les  ayudarán  a  ver  la  conexión  entre  juzgar  a  otros  y  tu  visión   del  Evangelio.     1. ¿Cuáles  son  formas  específicas  mediante  las  cuales  juzgamos  a  otros?   2. ¿Por  qué  juzgamos  a  otros?  ¿Qué  razones  damos  para  hacerlo?   3. ¿De  qué  manera  estas  razones  reflejan  una  visión  pequeña  de  la  santidad  de   Dios?   4. ¿Cómo  estas  razones  reflejan  una  visión  pequeña  de  nuestro  pecado?   5. Piensa  en  alguien  en  tu  vida  a  quién  tú  tiendes  juzgar  con  frecuencia   a) ¿Cómo   una   visión   más   clara   de   la   santidad   de   Dios   afectaría   positivamente  esta  relación?   b) ¿Cómo  una  visión  más  clara  de  tu  propio  pecado  afectaría  positivamente   esta  relación?     Tómense  un  tiempo  para  orar:   Pide  a  Dios  que  te  muestre  una  visión  más  clara  de  Él  y  Su  santidad  y  de  ti  mismo  y   tu  pecaminosidad,  pero  sobre  todo:  pide  a  Dios  una  visión  más  clara  de  la  Cruz  de   Cristo  y  de  Su  gracia.        
  • 8. discipulado – un corazón en el Padre   7   LECCIÓN  2:   Apariencia  y  buen  desempeño.       Esta  lección  trabaja  con  el  “encoger  la  cruz”,  lo  que  significa  que  algo  está  faltando   en  nuestro  entendimiento,  aprecio  o  aplicación  del  sacrificio  de  Jesús  por  nuestro   pecado.  Esto  se  manifiesta  de  dos  maneras  principales:  “aparentando”  o  buscando   un   “buen   desempeño”.   “Aparentar”   es   la   manera   cómo   minimizamos   el   pecado,   haciendo  que  somos  algo  que  en  realidad  no  somos.  Buscar  un  “buen  desempeño”   es  la  manera  cómo  minimizamos  la  santidad  de  Dios,  reduciendo  sus  estándares   perfectos   a   algo   menos-­‐que-­‐perfecto,   algo   que   nosotros   podemos   lograr   si   nos   desempeñamos   bien   en   nuestro   comportamiento,   de   esta   manera   creemos   que   podemos  merecer  el  favor  de  Dios.  Ambas  actitudes  están  arraigadas  en  una  visión   inadecuada  de  la  santidad  de  Dios  y  de  quién  somos  nosotros.     Leeremos   dos   historias   en   Lucas   18   (una   parábola   y   una   historia,   en   realidad).   Leamos   la   parábola   primero.   Es   bastante   directa,   así   que   leámosla   y   después   respondamos  un  par  de  preguntas.     Lucas  18.9-­‐14   1. Mientras  leían,  ¿con  cuál  personaje  te  identificaste  más?  ¿Cuál  es  el  punto   de  vista  que  se  parece  más  al  tuyo?  ¿Por  qué?   2. ¿Qué  te  agrada  ó  desagrada  acerca  de  la  idea  de  ser  como  el  fariseo?   3. ¿Qué  te  agrada  ó  desagrada  acerca  de  la  idea  de  ser  como  el  cobrador  de   impuestos?   4. ¿Por  qué  el  fariseo  es  el  “chico  malo”  de  la  parábola?  ¡Lo  que  está  haciendo   (orar)  no  es  algo  malo!     Lucas  18.18-­‐23   1. ¿Cómo  describirías  la  visión  que  este  hombre  tenía  de  Dios?   2. ¿Cómo  describirías  la  visión  que  este  hombre  tenía  de  sí  mismo?       En  la  lección  pasada  vimos  un  modelo  que  nos  sirve  para  entender  qué  significa   vivir   a   la   luz   del   evangelio.   En   esta   lección   queremos   ver   con   más   detalle   las   maneras  cómo  minimizamos  el  evangelio  y  reducimos  su  impacto  en  nuestra  vida.   Fíjate  que  la  línea  superior  del  diagrama  dice  “creciente  conciencia  de  la  santidad   de  Dios”.  Como  dijimos  la  última  vez,  esto  no  significa  que  la  santidad  de  Dios  en  sí   misma   crezca,   ya   que   Dios   es   inmutable   en   su   carácter.   Él   siempre   ha   sido   infinitamente  santo.  En  realidad,  esta  línea  muestra  que  cuando  el  evangelio  está   desarrollándose   normalmente   en   nuestra   vida,   nuestra   “conciencia”   del   carácter   santo  de  Dios  está  creciendo  constantemente.  Percibimos  de  manera  más  profunda   y  plena  el  peso  de  la  perfección  gloriosa  de  Dios.   De   la   misma   manera,   la   línea   inferior   muestra   que   cuando   el   evangelio   está   desarrollándose   normalmente   en   nuestra   vida,   nuestra   conciencia   de   nuestra   propia  pecaminosidad  crece  constantemente.  Esto  no  significa  que  nos  hagamos   más  pecadores  (de  hecho,  a  medida  que  crecemos  en  Cristo  comenzamos  a  obtener   victoria   sobre   el   pecado).   Pero   nos   empezamos   a   dar   cuenta   más   y   más   cuán  
  • 9. discipulado – un corazón en el Padre   8   profundo  es  el  problema  de  nuestro  carácter  y  comportamiento.  Así  empezamos  a   ver   que   somos   más   profundamente   pecadores   de   lo   que   primeramente   imaginábamos.       A  medida  que  estas  dos  líneas  se  bifurcan,  la  cruz  se  hace  más  grande  en  nuestra   experiencia,   produciendo   un   amor   más   profundo   por   Jesús   y   un   entendimiento   más  completo  de  Su  bondad.  Al  menos,  eso  es  lo  ideal.  Pero  en  la  realidad,  debido   al   pecado   que   habita   en   nosotros,   somos   propensos   a   olvidar   el   evangelio   –   a   deslizarnos  y  apartarnos  de  él  como  un  barco  que  se  suelta  del  lugar  donde  debiera   estar  anclado.  Es  por  eso  que  la  Biblia  nos  insta  a  no  “movernos  de  la  esperanza  del   evangelio  que  hemos  oído”  (Colosenses  1.23)  y  buscar  que  la  “la  palabra  de  Cristo   habite   en   nosotros   abundantemente”   (Colosenses   3.16).     Cuando   no   estamos   anclados  en  la  verdad  del  evangelio,  nuestro  amor  por  Jesús  y  nuestra  experiencia   de  su  bondad  se  vuelven  muy  pequeñas.  Terminamos  “encogiendo  la  cruz”,  ya  sea   aparentando  o  esforzándonos  por  un  buen  desempeño.   Mira  nuevamente  la  línea  inferior  del  diagrama.  ¡Crecer  en  la  conciencia  de  nuestra   propia  pecaminosidad  no  es  entretenido!  Significa  admitir  –  a  nosotros  mismos  y  a   los   demás   –   que   no   somos   todo   lo   buenos   que   pensamos   que   somos.   Significa   enfrentar,  aquello  que  Richard  Lovelace  llamó  de  “la  compleja  mezcla  de  actitudes   compulsivas,   creencias   y   comportamiento”   que   el   pecado   ha   producido   en   nosotros2.  Si  no  estamos  descansando  nuestro  corazón  en  la  justicia  de  Jesús,  esta   creciente   conciencia   de   nuestro   pecado   se   vuelve   un   peso   destructivo.   Somos   aplastados   bajo   su   carga   e   intentamos   compensar   aparentando   que   somos   mejores   de   lo   que   realmente   somos.   Aparentar   puede   tomar   distintas   formas:   deshonestidad  (“No  soy  tan  malo”),  comparación  (“No  soy  tan  malo  como  aquellas   personas”)   y   justicia   falsa   (“Aquí   están   todas   las   cosas   buenas   que   he   hecho”).                                                                                                                   2  Richard  Lovelace,  Dynamics  of  Spiritual  Life  (Downers  Grove,  Ill.:  InterVarsity  Press,  1979),  p.  88.  
  • 10. discipulado – un corazón en el Padre   9   Debido  a  que  no  queremos  admitir  cuán  pecaminosos  realmente  somos,  torcemos   la  verdad  a  nuestro  favor.   Crecer  en  nuestra  conciencia  de  la  santidad  de  Dios  también  es  desafiante.  Significa   enfrentarnos   cara   a   cara   con   los   mandamientos   justos   de   Dios   y   la   gloriosa   perfección  de  Su  carácter.  Significa  darnos  cuenta  cuán  terriblemente  caemos  en   no  cumplir  sus  estándares.  Significa  sentirnos  reflejados  en  la  santa  repulsión  que   Él  siente  hacia  el  pecado.  Si  no  estamos  arraigados  en  el  hecho  de  que  Dios  nos   acepta   a   través   de   Jesús,   entonces   tratamos   de   compensar   esforzándonos   por   ganar  la  aprobación  de  Dios  mediante  nuestro  buen  desempeño.  Vivimos  nuestra   vida   en   un   ciclo   sin   fin,   intentando   ganar   el   favor   de   Dios,   viviendo   según   Sus   expectativas  (o,  más  bien,  nuestro  entendimiento  equivocado  de  Sus  expectativas).   Es   fácil   hablar   de   aparentar   o   buscar   un   buen   desempeño   en   el   abstracto.   Pero   consideremos   cómo   estas   tendencias   encuentran   una   expresión   práctica   en   nuestra  vida.   Para  discernir  tus  tendencias  sutiles  a  aparentar,  pregúntate  a  ti  mismo:  ¿en  qué   confío   para   darme   la   sensación   de   “credibilidad   personal”   (validez,   aceptación,   “quedar  bien  parado”)?  Tu  respuesta  a  esta  pregunta  a  menudo  revela  algo  (que  no   es  Jesús)  en  lo  cual  buscas  justicia.  Cuando  no  estamos  firmemente  arraigados  en  el   evangelio,  nos  apoyamos  en  estos  falsos  recursos  de  justicia  para  construir  nuestra   reputación   y   darnos   a   nosotros   mismos   la   sensación   de   que   somos   dignos   y   tenemos  valor.  Aquí  hay  algunos  ejemplos:     JUSTICIA  DEL  TRABAJO:  Soy  alguien  que  trabaja  duro,  así  Dios  me  recompensa.   JUSTICIA  DE  LA  FAMILIA:  Porque  hago  las  cosas  bien  como  papá  o  mamá,  soy  más   consagrado  que  los  papás  que  no  pueden  controlar  a  sus  hijos.   JUSTICIA   TEOLÓGICA:   Tengo   buena   teología.   Dios   me   prefiere   a   mí   antes   que   a   aquellos  que  tienen  mala  teología.   JUSTICIA   INTELECTUAL:   He   leído   más,   sé   articular   mejor   mis   ideas   y   soy   más   sofisticado  culturalmente  que  otros,  lo  cual  obviamente  me  hace  mejor  persona.   JUSTICIA   DE   LA   AGENDA:   Soy   alguien   auto-­‐disciplinado   y   riguroso   con   mi   administración  del  tiempo,  lo  que  me  hace  más  maduro  que  otros.   JUSTICIA   DE   LA   FLEXIBILIDAD:   En   un   mundo   trabajólico   y   estresado,   yo   soy   flexible  y  relajado.  Siempre  tengo  tiempo  para  los  demás.  ¡Qué  lata  por  aquellos   que  no  son  como  yo!   JUSTICIA  DE  LA  MISERICORDIA:  Me  preocupo  de  los  pobres  y  de  los  necesitados.   Todos  debieran  hacerlo  igual  que  yo.   JUSTICIA   LEGALISTA:   No   bebo,   no   fumo,   no   digo   palabra   feas   ni   me   junto   con   quienes  lo  hacen.  Demasiados  cristianos  no  están  preocupados  con  la  santidad  en   estos  días.   JUSTICIA   FINANCIERA:   Sé   administrar   mi   dinero   sabiamente   y   mantenerme   sin   deudas.  No  soy  como  esos  cristianos  materialistas  que  no  saben  controlar  lo  que   gastan.   JUSTICIA  POLÍTICA:  Quien  realmente  ama  a  Dios,  vota  por  mi  candidato  o  apoya  mi   opción  o  coalición  política.   JUSTICIA   DE   LA   TOLERANCIA:   Soy   alguien   de   mente   abierta   y   que   sabe   ser   caritativo  con  aquellos  que  no  concuerdan  conmigo.  De  hecho,  ¡soy  como  Jesús  en   esto!  
  • 11. discipulado – un corazón en el Padre   10   JUSTICIA   DE   LA   CONVICCIÓN:   Soy   alguien   que   no   cede   en   sus   convicciones,   sé   mantener  mis  posturas  contra  todo  viento  extraño  de  doctrina.  Los  que  piensan   correctamente,  piensan  como  yo  y  no  nos  dejamos  tambalear.   Estos   son   sólo   algunos   ejemplos.   Probablemente   puedas   pensar   en   muchos   más   (piensa  en  cualquier  cosa  que  te  da  la  sensación  de  ser  lo  “suficientemente  bueno”   o  mejor  que  otros).  Estos  recursos  de  justicia  funcional  nos  desconectan  del  poder   del  evangelio.  Ellos  nos  permiten  encontrar  justicia  en  las  cosas  que  hacemos  en   vez   de,   honestamente,   enfrentar   la   profundidad   de   nuestro   pecado   y   quiebra   espiritual.   Incluso,   cada   uno   de   estos   recursos   de   justicia   funcional   son   también   una  manera  de  juzgar  a  otros  y  excluirlos.  Usamos  estos  recursos  para  elevarnos  a   nosotros  mismos  y  condenar  a  quienes  no  son  tan  “justos”  como  nosotros.  En  otras   palabras,   buscar   justicia   en   estas   cosas   sólo   nos   lleva   a   pecar   más,   no   a   pecar   menos.   Ahora,  para  revelar  tu  tendencia  a  hacer  un   buen   desempeño,  haz  una  pausa  y   responde  a  la  siguiente  pregunta:  “mientras  Dios  te  mira,  en  este  preciso  momento   ¿cuál  es  la  expresión  de  Su  rostro?”   ¿Ves  a  Dios  desilusionado?  ¿Enojado?  ¿Indiferente?  Ves  que  en  su  rostro  Él  te  dice   “¡Actúa  mejor!”  o  “¡Si  tan  sólo  pudieras  esforzarte  un  poco  más  por  mí!”.  El  punto   es  que  si  tú  imaginas  que  Dios  no  siente  deleite  en  ti,  entonces  has  caído  en  una   actitud   de   buen   desempeño.   Ya   que   la   verdad   del   evangelio   es   una   realidad   en   Cristo,   Dios   está   profundamente   feliz   contigo.   ¡De   hecho,   basado   en   la   obra   de   Cristo,  Dios  te  ha  adoptado  como  su  propio  hijo  o  hija  (Galátas  4.7)!  Pero  cuando   dejamos   de   arraigar   nuestra   identidad   en   lo   que   Jesús   hizo   por   nosotros,   nos   deslizamos   en   un   cristianismo   guiado   por   el   buen   desempeño.   Empezamos   a   imaginar   que   si   fuéramos   “mejores   cristianos”,   Dios   nos   aprobaría   más   plenamente.  Vivir  de  esta  manera  nos  arranca  la  alegría  y  el  deleite  de  seguir  a   Jesús,   ahogándonos   en   una   obediencia   por   puro   deber   y   sin   alegría.   Nuestro   evangelio  se  hace  muy  pequeño.   El   cristianismo   movido   por   el   buen   desempeño   es,   de   hecho,   la   manera   cómo   minimizamos   la   santidad   de   Dios.   Pensar   que   podemos   impresionar   a   Dios   con   nuestra  “vida  correcta”,  muestra  que  hemos  bajado  Sus  estándares  muy  debajo  de   donde   realmente   están.   En   vez   de   asombrarnos   con   la   medida   infinita   de   Su   santidad   perfecta,   nos   hemos   convencido   a   nosotros   mismos   de   que   si   hacemos   duramente  nuestro  mejor  esfuerzo  podemos  merecer  el  amor  y  la  aprobación  de   Dios.   Nuestras  tendencias  sutiles  a  aparentar  y  a  un  buen  desempeño  muestran  que  el   no  creer  suficientemente  en  el  evangelio  es  la  raíz  de  todos  nuestros  pecados  más   evidentes.  A  medida  que  aprendemos  a  aplicar  el  evangelio  a  nuestra  incredulidad   –   “predicar   el   evangelio   a   nosotros   mismos”   –   seremos   libertados   de   la   falsa   seguridad  de  aparentar  y  de  buscar  un  buen  desempeño.  En  vez  de  eso,  viviremos   en  la  verdadera  alegría  y  libertad  que  nos  ha  sido  prometida  en  Jesús.  Hablaremos   un  poco  más  sobre  esto  en  la  próxima  lección.       Hablemos  primero  sobre  la  línea  superior  del  diagrama:   1. ¿Has   tenido   alguna   vez   el   sentimiento   de   que   no   quieres   conocer   los   mandamientos   de   Dios   por   causa   de   sus   posibles   implicaciones   para   tu   vida?  
  • 12. discipulado – un corazón en el Padre   11   2. Pensar  acerca  de  la  santidad  de  Dios,  ¿tiende  a  moverte  a  adorar  o  a  sentir   miedo?   3. Cómo  respondes  a  la  pregunta  que  el  artículo  hace:  “mientras  Dios  te  mira,   en  este  preciso  momento  ¿cuál  es  la  expresión  de  Su  rostro?”  ¿Por  qué  es  esa   tu   respuesta?   ¿Cómo   ve   a   Dios   alguien   que   responde   que   lo   ve   desilusionado,  enojado  o  indiferente?     Hablemos  ahora  acerca  de  la  línea  inferior  del  diagrama:   1. ¿Cómo  te  sientes  al  ver  las  profundidades  de  tu  quiebra  espiritual  o  al  ser   visto  por  otros  de  esa  manera?  ¿Te  cuesta  verte  así?  ¿Por  qué?   2. ¿Te   agrada   se   convencido   de   tu   pecado   o   lo   sientes   como   un   “peso   destructivo”?   3. Cómo   respondes   a   la   pregunta   del   artículo:   ¿en  qué  confío  para  darme  la   sensación   de   “credibilidad   personal”   (validez,   aceptación,   “quedar   bien   parado”)?   4. De   todos   los   tipos   de   justicia   funcional   descritos   en   el   artículo,   ¿cuál   te   identifica  más?  ¿Por  qué?     Ahora   hagan   el   siguiente   ejercicio   práctico   con   el   grupo   para   intentar   ver   cómo   estas  dinámicas  ocurren  en  nuestro  corazón.  Contesten  las  preguntas  del  ejercicio   individualmente  y  en  silencio  primero,  después  compartan  sus  respuestas.        
  • 13. discipulado – un corazón en el Padre   12   EJERCICIO:   Correcto  y  Equivocado     Todos  hemos  construido  ciertas  reglas  o  leyes  según  las  cuales  vivimos,  creyendo   que  si  las  guardamos,  entonces  tenemos  una  vida  más  “correcta”  delante  de  Dios.   Hay,  por  lo  tanto,  solamente  un  pequeño  paso  antes  de  que  empecemos  a  juzgar  a   otros  basados  en  su  desempeño  de  estas  reglas  o  leyes.  Las  reglas  que  hacemos   para  nosotros  mismos  son,  generalmente,  cosas  buenas.  Sin  embargo,  a  menudo   abusamos  de  ellas.  Por  ejemplo,  a  medida  que  luchamos  con  el  deseo  de  estar  en   control  de  nuestras  vidas,  levantamos  leyes  que  nos  ayudan  a  mantener  el  control.   Estas  leyes  pueden  ser  tan  simples  como  “No  te  cruces  delante  mío  en  la  carretera”   o  “la  casa  debe  mantenerse  impecable”.  Cuando  las  personas  rompen  estas  leyes,   sentimos   que   estamos   perdiendo   el   control   y   que   no   nos   respetan.   Incluso,   sentimos   que   nosotros   estamos   correctos   y   ellos   equivocados.   El   resultado   más   común   es   enojo,   a   medida   que   intentamos   recobrar   el   control   de   la   situación   y   mostrar  cuán  correctos  estamos.  Por  tanto,  en  lugar  de  usar  la  ley  para  mostrar   amor   y   respeto   hacia   los   demás,   terminamos   usándola   contra   los   demás,   enjuiciando  y  condenando.     1. Da  un  ejemplo  de  una  regla  que  has  establecido  para  ti  mismo  y  para  otros,   que   te   hace   sentir   bien   cuando   la   cumples,   pero   que   te   irrita   o   deprime   cuando  es  quebrada.             2. ¿De   qué   manera   el   guardar   esta   regla   te   ha   dado   un   sentido   de   auto-­‐ justicia?               3. ¿De  qué  manera  el  ser  dominado  por  esta  regla  te  ha  mantenido  distante  de   amar  genuinamente  a  los  demás?  Sé  específico.                          
  • 14. discipulado – un corazón en el Padre   13   LECCIÓN  3:   Creyendo  en  el  Evangelio.     Hemos  focalizado  las  manera  cómo  minimizamos  el  evangelio  –  o  sea,  lo  negativo.   Esta  lección  vuelca  nuestra  atención  a  lo  positivo:  ¿qué  remedios  Dios  ha  dado  en   el  evangelio  para  guardarnos  de  encoger  la  cruz  y  de  depender  de  nuestro  propio   esfuerzo?     Cuando  te  imaginas  el  tipo  de  persona  que  anhelas  ser  espiritualmente  ¿qué   características  ves?  ó  ¿en  qué  aspectos  te  gustaría  crecer  espiritualmente?   Compartan  como  grupo  sus  ideas.     Si  pudiéramos  resumir,  podríamos  decir  que  lo  que  anhelamos  es  “ser  productivos   y  útiles  en  nuestra  fe”.  Estas  son  las  palabras  que  el  apóstol  Pedro  usa  en  el  pasaje   que  vamos  a  leer.  Pedro  entrega  una  serie  de  instrucciones  para  la  vida  cristiana.   Es  como  una  progresión  hacia  la  madurez  espiritual.     2ª  de  Pedro  1.3-­‐8     1. Pedro  afirma  en  el  versículo  8  que  si  hacemos  las  cosas  mencionadas  en  los   versículos   5   al   7,   seremos   productivos   y   útiles   en   nuestra   fe   (que,   en   realidad,  es  lo  que  más  queremos).  ¿Cómo  piensas  que  lo  estás  haciendo  de   acuerdo   con   esta   lista?   Si   te   comparas   a   ti   mismo   con   las   cualidades   nombras  por  Pedro  ¿qué  nota  le  pondrías  a  tu  propio  progreso?   2. ¿Por   qué   a   veces   es   difícil   crecer   espiritualmente?   ¿Qué   desafíos   tú   enfrentas  cuando  se  trata  de  vivir  las  cosas  que  Pedro  menciona?   3. Según   el   versículo   9   (que   alguien   lo   lea   en   voz   alta   y   clara)   ¿cuál   es   la   verdadera  razón  por  la  cual  no  crecemos  espiritualmente?     Esto  nos  lleva  de  regreso  a  lo  que  hablamos  en  la  primera  lección:  que  el  evangelio   no  es  sólo  el  punto  de  entrada,  sino  el  camino  entero  de  la  vida  espiritual.  Lo  que   leeremos  a  continuación  nos  dará  más  explicaciones  acerca  de  cómo  el  evangelio   nos  cambia:       En  las  últimas  dos  lecciones  usamos  una  ilustración  visual  para  entender  mejor  el   evangelio   y   la   manera   cómo   se   desarrolla   en   nuestra   vida.   La   última   vez   consideramos   nuestra   tendencia   a   “encoger   la   cruz”,   ya   sea   aparentando   o   buscando  un  buen  desempeño.  En  esta  lección  queremos  ver  cómo  una  fe  fuerte  y   vibrante   en   el   evangelio   nos   libera   de   nosotros   mismos   y   produce   verdadera   y   permanente  transformación  espiritual.   A  la  raíz  de  la  condición  humana  hay  un  esfuerzo  por  buscar  justicia  e  identidad.   Anhelamos  un  sentido  de  aceptación,  aprobación,  seguridad  y  significado  –porque   fuimos  diseñados  por  Dios  para  encontrar  estas  cosas  en  Él.  Pero  el  pecado  nos  ha   separado  de  Dios  y  ha  generado  en  nosotros  un  profundo  sentido  de  alienación.   Hablándole   acerca   del   pueblo   judío   de   sus   días,   el   apóstol   Pablo   escribe   “No   conocieron  la  justicia  que  viene  de  Dios  y  procuraron  establecer  la  suya  propia”   (Romanos   10.3).   Nosotros   hacemos   lo   mismo.   Hablando   en   términos   teológicos,  
  • 15. discipulado – un corazón en el Padre   14   aparentar   y   buscar   un   buen   desempeño   sólo   son   dos   formas   sofisticadas   de   establecer  nuestra  propia  justicia.  Cuando  aparentamos  nos  hacemos  a  nosotros   mismos   mejores   de   lo   que   realmente   somos.   Cuando   buscamos   un   buen   desempeño  estamos  intentando  agradar  a  Dios  mediante  las  cosas  que  hacemos.   Aparentar  y  buscar  un  buen  desempeño  refleja  nuestros  intentos  pecaminosos  de   asegurar  nuestra  propia  justicia  e  identidad  fuera  de  Jesús.       Para   experimentar   verdaderamente   la   transformación   profunda   que   Dios   nos   promete  en  el  evangelio,  debemos  arrepentirnos  continuamente  de  estos  patrones   pecaminosos.  Nuestras  almas  deben  estar  profundamente  arraigadas  en  la  verdad   del  evangelio  de  tal  manera  que  anclemos  nuestra  justicia  e  identidad  en  Jesús  y  no   en  nosotros  mismos.  Específicamente  las  promesas  del  evangelio  de  una  justicia  y   adopción  pasivas  deben  ser  centrales  en  nuestra  forma  de  pensar  y  vivir.   La   justicia   pasiva   es   la   verdad   bíblica   de   que   Dios   no   solamente   ha   perdonado   nuestro   pecado   sino   también   ha   adjudicado   a   nosotros   la   justicia   real   de   Jesús.   Romanos  3  habla  de  una  justicia  de  Dios  que  se  hace  nuestra  mediante  la  fe:  “Pero   ahora  aparte  de  la  ley  la  justicia  de  Dios  ha  sido  manifestada,  atestiguada  por  la  ley   y  los  profetas;  es  decir,  la  justicia  de  Dios  por  medio  de  la  fe  en  Jesucristo  para   todos  los  que  creen”  (Romanos  3.21  y  22).  Sobre  esta  justicia  pasiva  Martín  Lutero   escribió:     Es  llamada  “justicia  pasiva”  porque  no  tenemos  que  trabajar  para  obtenerla…   no  es  una  justicia  por  la  cual  trabajamos,  sino  una  justicia  que  recibimos  por   fe.  Esta  justicia  pasiva  es  un  misterio  que  algunos  que  no  conocen  a  Jesús  no   pueden   entender.   De   hecho   los   cristianos   no   logran   entenderla  
  • 16. discipulado – un corazón en el Padre   15   completamente  y  raramente  sacan  ventaja  de  ella  en  su  vida  diaria…  cuando   hay  algún  miedo  o  nuestra  conciencia  está  acongojada  esto  es  un  indicador  de   que  hemos  perdido  de  vista  nuestra  justicia  pasiva  y  que  Cristo  está  oculto  a   nuestros  ojos.   La  persona  que  se  aleja  de  la  justicia  pasiva  no  tiene  otra  opción  sino  vivir  por   justicia  “por  obras”.  Si  no  depende  de  la  obra  de  Cristo,  ella  debe  depender  en   su  propia  obra.  Así  que  debemos  enseñar  y  continuamente  repetir  la  verdad   de   esta   justicia   “pasiva”   o   “cristiana”   para   que   así   los   creyentes   sigan   aferrándose  a  ella  y  nunca  la  confundan  con  justicia  “por  obras”3     Lutero  nos  recuerda  que  si  nos  “alejamos  de  la  justicia  pasiva”,  nuestros  corazones   naturalmente  tienden  hacia  la  auto-­‐justicia  o  justicia  por  obras.  Para  luchar  contra   nuestra   tendencia   a   encoger   el   evangelio,   debemos   arrepentirnos   consistentemente  de  falsas  fuentes  de  justicia  y  predicar  el  evangelio  a  nosotros   mismos,   especialmente   la   verdad   de   la   justicia   pasiva.   Debemos   aferrarnos   a   la   promesa   del   evangelio   de   que   Dios   se   deleita   en   nosotros   porque   se   deleita   en   Jesús.   Cuando   abrazamos   el   evangelio   de   esta   manera,   no   nos   da   vergüenza   ni   miedo  mirar  nuestro  pecado.  En  realidad  esto  nos  lleva  a  adorarle  porque  Jesús   murió  por  todos  nuestros  pecados  y  es  liberador  porque  ya  no  somos  definidos  por   nuestra   pecaminosidad.   Nuestra   justicia   está   en   Cristo.   La   buena   noticia   del   evangelio  no  es  que  Dios  nos  exalte,  sino  que  Dios  nos  hace  libres  para  exaltar  a   Jesús.   La  adopción  es  la  verdad  bíblica  de  que  Dios  nos  ha  dado  la  bienvenida  a  su  familia   como   sus   hijos   e   hijas   gracias   a   nuestra   unión   con   Cristo.   Parte   de   la   obra   del   Espíritu  Santo  consiste  en  confirmar  esta  adopción  en  nosotros:  “Porque  ustedes   no   han   recibido   un   espíritu   de   esclavitud   para   volver   al   temor,   sino   que   han   recibido  un  espíritu  de  adopción  como  hijos,  por  el  cuál  clamamos  ¡Abba  Padre!  El   Espíritu   mismo   da   testimonio   a   nuestro   espíritu   de   que   somos   hijos   de   Dios”   (Romanos  8.15  y  16).  Gálatas  4.7  dice  lo  mismo  con  palabras  diferentes:  “Así  que   ustedes  ya  no  son  esclavos  sino  hijos  y  ya  que  son  hijos  Dios  también  los  ha  hecho   herederos”.   Pero  de  la  misma  manera  que  nos  alejamos  de  la  justicia  pasiva  también  somos   propensos   a   olvidar   nuestra   identidad   como   hijos   de   Dios.   Vivimos   como   huérfanos   en   vez   de   vivir   como   hijos   e   hijas.   En   lugar   de   descansar   en   el   amor   paternal   de   Dios,   intentamos   ganar   su   favor   viviendo   según   sus   expectativas   (o   nuestra  visión  equivocada  de  sus  expectativas).  Vivimos  la  vida  en  un  ciclo  sin  fin   intentando  ser  “buenos  cristianos”  para  que  Dios  nos  apruebe.  Para  luchar  contra   nuestra  tendencia  a  encoger  el  evangelio  en  esta  manera,  debemos  arrepentirnos   continuamente   de   nuestra   mentalidad   de   huérfanos   y   habitar   en   nuestra   verdadera   identidad   como   hijos   e   hijas   de   Dios.   Por   fe   debemos   aferrarnos   a   la   promesa  del  evangelio  de  que  somos  adoptados  como  hijos  de  Dios.  La  justicia  de   Jesús  ha  sido  adjudicada  a  nosotros  sin  necesidad  de  obras  (Romanos  4.4-­‐8).  No   necesitamos  hacer  nada  para  asegurar  el  amor  y  la  aceptación  de  Dios;  Jesús  los  ha   asegurado   por   nosotros.   Cuando   abrazamos   el   evangelio   de   esta   manera   los   estándares  infinitos  de  la  santidad  de  Dios  ya  no  nos  causan  miedo  ni  intimidan.   Nos  llevan  a  adorar  porque  Jesús  cumplió  esos  estándares  por  nosotros.  Nuestra   identidad   está   en   Él.   Las   buenas   noticias   del   evangelio   no   son   que   Dios   nos                                                                                                                   3  Martín  Lutero,  Prefacio  a  su  Comentario  a  los  Gálatas.  
  • 17. discipulado – un corazón en el Padre   16   favorece  por  causa  de  quienes  somos,  sino  que  nos  favorece  a  pesar  de  quienes   somos.     A  la  raíz  de  nuestros  pecados  visibles  se  encuentra  el  esfuerzo  invisible  por  buscar   justicia   e   identidad.   En   otras   palabras   nunca   superamos   el   evangelio.   Como   escribió  Martín  Lutero  “Se  hace  más  necesario  que  conozcamos  bien  el  evangelio,   que   lo   enseñemos   a   otros   y   que   lo   golpeemos   dentro   de   sus   cabezas   continuamente”.   A   medida   que   nos   damos   cuenta   de   nuestras   tendencias   a   aparentar  y  a  buscar  un  buen  desempeño  –que  son  nuestros  intentos  de  construir   nuestra  propia  justicia  e  identidad-­‐  debemos  arrepentirnos  del  pecado  y  volver  a   creer   en   las   promesas   del   evangelio.   Este   es   el   patrón   consistente   de   la   vida   cristiana:   arrepentimiento   y   fe,   arrepentimiento   y   fe,   arrepentimiento   y   fe.   Mientras   caminemos   de   esta   manera   el   evangelio   profundizará   sus   raíces   en   nuestra   alma   y   Jesús   y   la   cruz   se   harán   “más   grandes”   en   la   realidad   diaria   de   nuestra  vida.          
  • 18. discipulado – un corazón en el Padre   17   EJERCICIO:   Huérfanos  vs.  Hijos   Este   es   un   ejercicio   práctico   que   nos   ayuda   a   revelar   nuestras   tendencias   pecaminosas  a  manipular  la  vida  y  nuestra  necesidad  diaria  de  volver  a  Cristo.  Este   ejercicio  te  humillará,  lo  cual  es  uno  de  los  primeros  pasos  para  empezar  a  servir  a   Cristo  y  a  otros.  En  el  próximo  cuadro,  lee  cada  descripción  de  izquierda  a  derecha.   Bajo  “el  huérfano”  marca  la  casilla  si  ves  esa  tendencia  en  ti.  Subraya  las  palabras   que  se  aplican  más  a  tu  caso.  Bajo  “el  hijo/la  hija”,  marca  las  casillas  que  describen   aquella   área   donde   más   quieres   crecer,   subrayando   las   palabras   clave.   Haz   este   ejercicio  individualmente,  en  oración,  y  de  forma  sincera.     EL  HUÉRFANO       EL  HIJO/LA  HIJA   Le  falta  una  intimidad  vital  diaria  con  Dios       Se   siente   libre   de   la   preocupación   porque   Dios   lo   ama   Ansioso   por   amigos,   dinero,   grados   académicos,  etc.       Está   aprendiendo   a   vivir   en   un   compañerismo   diario  con  Dios   Se   siente   como   si   nadie   se   preocupara   de   su   vida       No  le  tiene  miedo  a  Dios   Vive  en  una  lógica  de  éxito/fracaso       Se  siente  perdonado  y  totalmente  aceptado   Siente  la  necesidad  vital  de  verse  bien       Confía  cada  día  en  el  plan  soberano  de  Dios  para  su   vida   Se  siente  culpable  y  condenado       La  oración  es  su  principal  descanso   Le  cuesta  confiarle  las  cosas  a  Dios       Satisfecho  y  contento  en  sus  relaciones  personales   porque  ha  sido  aceptado  por  Dios   Tiene  que  resolver  sus  propios  problemas       Se   siente   libre   de   “hacerse   un   nombre”.   O   sea:   no   siente  necesidad  de  hacerse  famoso  o  reconocido   No  es  muy  enseñable       Es  enseñable  por  otros   Se   pone   a   la   defensiva   si   le   acusan   de   algún   error  o  debilidad       Está   abierto   a   las   críticas   porque   descansa   en   la   perfección  de  Cristo   Necesita  siempre  estar  en  lo  correcto  o  tener  la   razón.       Es   capaz   de   examinar   sus   motivaciones   más   profundas   Le  falta  confianza       Es  capaz  de  asumir  riesgos  e,  incluso,  de  fallar   Se  siente  desanimado  y  derrotado       Se  siente  animado  por  el  Espíritu  que  trabaja  dentro   suyo   Fuertemente   apegado   a   ideas,   causas   y   opiniones       Es   capaz   de   ver   la   bondad   de   Dios   en   los   tiempos   oscuros   Cuando   falla,   la   única   solución   es   esforzarse   más       Se  siente  satisfecho  con  lo  que  Dios  le  ha  dado   Tiene  un  espíritu  crítico  (siempre  quejándose  y   con  amargura)       Confía   cada   vez   menos   en   sí   mismo   y   más   en   el   Espíritu  Santo   Derriba  a  los  demás       Está   consciente   de   su   incapacidad   de   arreglar   la   vida,  las  personas  y  los  problemas   Es   un   “analista   agudo”   de   las   debilidades   de   otros       Es  libre  para  confesar  sus  faltas  a  otros   Se  tiende  a  comparar  a  sí  mismo  con  otros       No  necesita  estar  siempre  en  lo  correcto  o  tener  la   razón   Se  siente  incapaz  de  derrotar  su  propia  carne       No   obtiene   más   valor   por   causa   de   propuestas   o   reconocimientos  humanos   Necesita   sentirse   en   el   control   de   las   situaciones  y  de  los  demás       Va   experimentando   más   y   más   victoria   sobre   la   carne   Busca  su  propia  satisfacción  es  “posiciones”  o   “cargos”         La  oración  es  una  parte  importante  y  vital  de  su  día   Busca   satisfacción   en   “posesiones”   u   “obtener   bienes”       Jesús   es   cada   vez   más   su   asunto   favorito   para   conversar   Tiende  a  sentirse  motivado  por  la  obligación  y   el  deber,  no  el  amor       Dios  realmente  satisface  su  alma  
  • 19. discipulado – un corazón en el Padre   18     1. Ahora   comparte   con   tu   grupo   aquellas   características   (2   ó   3)   del   lado   izquierdo  que  sientes  que  más  te  identificaron  y  conversen  las  siguientes   preguntas:   2. ¿Cómo  estas  cosas  afectan  tu  relación  con  Dios  y  con  los  demás?   3. ¿Cómo  estas  cosas  revelan  una  incredulidad  fundamental  en  las  verdades   del  evangelio  (específicamente  adopción  y  justicia  pasiva)?   4. Ahora   comparte   con   tu   grupo   en   qué   cosas   (2   ó   3)   del   lado   derecho   te   gustaría   crecer   en   vivir   tu   identidad   en   el   evangelio   y   conversen   las   siguientes  preguntas:   5. ¿Cómo  esto  cambiaría  positivamente  tu  relación  con  Dios  y  con  los  demás?   6. ¿Cómo  el  evangelio  (específicamente  las  buenas  noticias  de  la  adopción  y  la   justicia  pasiva)  te  habilitan  para  crecer  en  esto?          
  • 20. discipulado – un corazón en el Padre   19   LECCIÓN  4   Ley  y  Evangelio     Seguimos  pensando  acerca  de  cómo  el  evangelio  interactúa  con  nuestra  vida,  pero   ahora  lo  haremos  considerando  la  relación  del  evangelio  con  la  ley  de  Dios.  ¿Qué  es   la  ley?  ¿Espera  Dios  que  la  obedezca?  ¿Cuál  es  el  propósito  de  la  ley?  ¿Cómo  la  ley   me  ayuda  a  creer  el  evangelio?  ¿Cómo  el  evangelio  me  ayuda  a  obedecer  la  ley?   Estas  preguntas  trataremos  durante  la  presente  lección.     Lean  Romanos  10.1-­‐4  en  su  grupo.     1. ¿Cuáles  son  los  dos  tipos  de  justicia  que  parecen  ser  contrastados  en  este   texto  bíblico?   2. ¿Qué  dice  este  texto  acerca  de  Jesús  y  su  relación  la  ley?     Este  texto  bíblico  que  acabamos  de  leer  dice  que  Cristo  es  el  “fin  de  la  ley”.  Pero   Jesús  mismo  dijo  que  él  no  vino  para  eliminar  la  ley  (Mateo  5.17-­‐19).  ¿Qué  es  lo   correcto?   ¿Qué   se   supone   que   debemos   hacer   con   la   ley?   Esperamos   que   el   siguiente  artículo  responda  estas  preguntas.  Léanlo  juntos  y  hablen  acerca  de  esto.       Incluso  alguien  que  lee  superficialmente  la  Biblia,  puede  darse  cuenta  que  ella  está   llena  de  mandatos,  prohibiciones  y  expectativas.  La  Biblia  nos  dice  qué  debemos   hacer  y  qué  no  debemos  hacer.  Estas  reglas  o  leyes  presentan  frecuentemente  un   obstáculo   para   la   fe.   Los   no-­‐cristianos   generalmente   rechazan   el   cristianismo   porque  les  parece  que  es  “sólo  un  montón  de  reglas”.  E  incluso  cristianos  fieles  se   esfuerzan  por  entender  cómo  la  ley  de  Dios  y  el  evangelio  se  relacionan  entre  sí.   Después   de   todo,   si   somos   reconciliados   con   Dios   por   gracia   y   no   por   obras,   ¿realmente  importa  si  obedecemos  o  no?   Cuando  no  entendemos  bien  la  relación  entre  la  ley  y  el  evangelio,  esto  nos  lleva  a   dos  errores  opuestos,  pero  igualmente  destructivos:  legalismo  y  libertinaje.  Los   legalistas  siguen  viviendo  bajo  la  ley,  creyendo  que  la  aprobación  de  Dios  depende,   de   alguna   manera,   de   su   conducta   correcta.   Los   libertinos,   desprecian   la   ley,   creyendo   que   ya   que   están   “bajo   la   gracia”,   las   reglas   de   Dios   no   son   tan   importantes.   Estos   dos   errores   han   estado   presentes   desde   los   días   de   los   apóstoles.  El  libro  de  Gálatas  fue  escrito  para  combatir  el  error  del  legalismo:  “¿Tan   torpes   son?   Después   de   haber   comenzado   con   el   Espíritu,   ¿pretenden   ahora   perfeccionarse  con  esfuerzos  humanos?”  (Gálatas  3.3).  El  libro  de  Romanos  trata   con  el  error  del  libertinaje  cuando  dice:  “Entonces  ¿qué?  ¿Vamos  a  pecar  porque  no   estamos  ya  bajo  la  ley  sino  bajo  la  gracia?”  (Romanos  6.15).   Ambos,  el  legalismo  y  el  libertinaje  son  destructivos  para  el  evangelio.  Para  evitar   estos   peligros   potenciales,   debemos   entender   la   relación   bíblica   entre   ley   y   evangelio.  Resumidamente,  así  es  cómo  Dios  diseñó  que  esto  funcione:  la  ley  nos   lleva  al  evangelio  y  el  evangelio  nos  libera  para  obedecer  la  ley.  Nos  damos  cuenta   de   que   todo   lo   que   Dios   espera   de   nosotros   (ley),   debería   conducirnos   desesperadamente   a   Cristo.   Y   una   vez   que   estamos   unidos   a   Cristo,   el   Espíritu   Santo  que  habita  en  nosotros  nos  mueve  a  sentir  deleite  en  la  ley  de  Dios  y  nos  da   poder  para  obedecerla.  En  su  comentario  a  Romanos,  Martín  Lutero  lo  resumió  así:  
  • 21. discipulado – un corazón en el Padre   20   “La  ley,  correctamente  entendida  y  asimilada,  no  hace  nada  más  que  recordarnos   nuestro  pecado  y  torturarnos,  haciéndonos  merecedores  de  la  ira  eterna…  la  ley  no   es  guardada  por  el  poder  humano,  sino  solamente  mediante  Cristo,  quien  derrama   el  Espíritu  Santo  en  nuestro  corazón.  Cumplir  la  ley…  es  obedecer  sus  mandatos   con   placer   y   amor…   [y   estos   son]   puestos   en   nuestro   corazón   por   el   Espíritu   Santo”.   Fíjate   nuevamente   cuando   dice   “Cumplir   la   ley…   es   obedecer   sus   mandatos   con   placer  y  amor”.  Sólo  conocer  lo  que  Dios  exige  no  es  suficiente.  Obedecerle  “porque   se  supone  que  es  lo  que  debemos  hacer”  no  es  suficiente.  Cumplir  de  verdad  la  ley   significa   obedecer   a   Dios   por   placer   y   amor:   “Me   agrada,   Dios   mío,   hacer   tu   voluntad;  tu  ley  la  llevo  dentro  de  mí”  (Salmo  40.8).   ¿Cómo  nos  tornamos  personas  que  aman  a  Dios  y  se  deleitan  en  su  ley?  Respuesta:   mediante  el  evangelio.   Primero,   es   mediante   el   evangelio   que   nos   volvemos   concientes   de   nuestra   desobediencia   a   la   ley   de   Dios.   El   primer   paso   en   el   camino   del   evangelio   es   volvernos   concientes   de   que   “todos   hemos   pecado   y   estamos   destituidos   de   la   gloria  de  Dios”  (Romanos  3.23)  y  que  nuestra  desobediencia  a  la  ley  de  Dios  nos   coloca   bajo   su   maldición:   “Porque   está   escrito   ‘maldito   sea   quien   no   practique   fielmente  todo  lo  que  está  escrito  en  el  libro  de  la  ley’”  (Gálatas  3.10).   Segundo,  es  mediante  e  evangelio  que  somos  liberados  de  la  maldición  de  la  ley.  El   evangelio  es  la  buena  noticia  de  que  Dios  perdona  a  todos  los  que  se  vuelven  a   Jesús  y  son  justificados  –  declarados  “no-­‐culpables”  ante  el  tribunal  de  Dios  –  por  la   fe   en   Él.   “Cristo   nos   rescató   de   la   maldición   de   la   ley   al   hacerse   maldición   por   nosotros,   pues   está   escrito:   ‘Maldito   todo   el   que   es   colgado   de   un   madero’.   Así   sucedió   para   que   por   medio   de   Cristo   Jesús...   por   la   fe   recibiéramos   el   Espíritu   según  la  promesa"  (Gálatas  3.13-­‐14).  Jesús,  al  mismo  tiempo,  fue  sacrificado  por   nuestra  imperfección  y  conquistó  nuestra  perfección  mediante  su  obra  en  la  cruz.   La  ley  ya  no  se  posiciona  en  condenación  contra  nosotros.  En  lenguaje  bíblico,  ya   no  estamos  “bajo  la  ley”  (Romanos  6.14).   En  tercer  lugar,  es  mediante  el  evangelio  que  Dios  nos  envía  su  Espíritu  Santo  a   morar   en   nosotros,   transformando   nuestro   corazón   y   capacitándonos   para   verdaderamente   amar   a   Dios   y   a   los   demás.   Como   resultado   de   nuestra   justificación  por  fe,  “Dios  ha  derramado  su  amor  en  nuestro  corazón  por  el  Santo   Espíritu  que  nos  ha  sido  dado”  (Romanos  5.5).  Comúnmente  leemos  la  frase  “amor   de   Dios”   en   este   versículo   como   sin   fuera   el   amor   de   Dios   por   nosotros.   Pero   observando  el  contexto  y  analizando  lingüísticamente,  esta  frase  también  tiene  el   sentido  de  “amor  que  viene  de  Dios”  o  “amor  para  Dios”.  Porque  Dios  nos  ama,  él   ha  derramado  en  nuestros  corazones  su  propia  capacidad  de  amar  y  sentir  deleite   en   sí   mismo.   Jesús   oró   porque   el   amor   que   Dios   el   Padre   tiene   por   Su   Hijo,   estuviera   en   nosotros:   “Yo   te   he   dado   a   conocer   a   ellos…   para  que  el  amor  que   tienes  por  mí  esté  en  ellos  y  que  yo  mismo  esté  en  ellos”  (Juan  17.26).   Un  cristiano  de  verdad  obedece  la  ley  de  Dios,  entonces,  no  por  obligación  o  deber,   sino  por  amor,  porque  “el  amor  es  el  cumplimiento  de  la  ley”  (Romanos  13.10).   Tanto  legalismo  como  libertinaje  son  fundamentalmente  auto-­‐centrados.  No  están   preocupados   con   deleitarse   en   Dios   o   en   su   ley,   sino   consigo   mismos:   “Sigo   las   reglas”  o  “Rompo  las  reglas”.  Pero  el  evangelio  nos  libera  de  la  auto-­‐preocupación  y   nos  vuelca  hacia  afuera.  Vemos  que  la  ley  de  Dios  no  es  opresiva  sino  liberadora:  es   la  “ley  de  la  libertad”  (Santiago  1.25).  Es  una  ley  que  nos  apunta  a  Jesús.  
  • 22. discipulado – un corazón en el Padre   21   Romanos  10.4  dice,  “Cristo  es  el  fin  de  la  ley,  para  que  todo  el  que  cree  reciba  la   justicia”.  En  otras  palabras,  el  fin,  el  objetivo,  el  punto  de  la  ley  es  conducirnos  a   Jesús.  Cuando  nosotros  realmente  “captamos”  lo  que  este  versículo  está  diciendo,   comenzamos   a   ver   que   cada   mandato   en   las   Escrituras   nos   señala   de   alguna   manera   a   Jesús,   quien   cumple   ese   mandato   por   nosotros   y   en   nosotros.   Él   es   nuestra  justicia.  No  necesitamos  construirla  por  nosotros  mismos.   No  somos  capaces  de  hacer  lo  que  la  ley  nos  manda  a  hacer,  pero  Jesús  lo  hizo  por   nosotros.   Y   porque   Él   vive   en   nosotros   por   medio   de   su   Espíritu,   estamos   capacitados  para  hacerlo,  no  como  una  obligación,  sino  por  deleite.  Porque  cada   mandamiento  en  las  Escrituras  nos  señala  nuestra  incapacidad  (la  línea  inferior  de   nuestra  ilustración  de  la  cruz),  y  nos  hace  mirar  a  Jesús  como  el  único  que  perdona   nuestra  desobediencia  y  permite  nuestra  obediencia.  En  otras  palabras,  la  ley  nos   conduce  hacia  Jesús  y  Jesús  nos  libra  de  obedecer  la  ley.     1. ¿En  base  a  lo  recién  leído,  cómo  resumirías  la  manera  en  la  cual  la  ley  y  el   evangelio  trabajan  juntos?   2. El   artículo   recién   leído   habla   acerca   de   sentir   que   “debes   ser   un   mejor   cristiano”.   ¿En   qué   área   sientes   que   deberías   estar   haciéndolo   mejor,   en   este  momento?   3. ¿Cómo   se   siente   vivir   bajo   un   constante   sentido   de   “deberías”   o   “tienes   que”?     La  Biblia  usa  la  frase  “bajo  la  ley”  para  describir  la  experiencia  de  vivir  nuestra  vida   espiritual   en   el   ciclo   sin   fin   de   lo   que   “tenemos   que”   ser   o   hacer.   Aquí   está   la   tensión:  si  intentamos  vivir  por  la  ley,  no  estamos  viviendo  a  la  luz  del  evangelio.   Pero   si   despreciamos   la   ley,   entonces   no   estamos   experimentando   el   poder   del   evangelio   que   nos   lleva   a   obedecer   la   ley.   Esta   tensión   afecta   la   manera   cómo   leemos  la  Biblia,  así  que  a  continuación  haremos  un  ejercicio  que  nos  ayudará  a   mantener  estas  cosas  en  su  lugar  apropiado  mientras  leemos  la  Biblia  y  seguimos  a   Cristo.         EJERCICIO:   El  colador  del  evangelio  y  la  ley     El  “colador”  es  un  patrón  de  pensamiento,  un  filtro  para  que  las  cosas  funcionen,   una  manera  particular  de  ver  algo.  Comprender  la  Biblia  y  articular  el  evangelio  de   formas  creativas  y  relevantes,  implica  usar  varios  coladores  para  que  la  verdad  nos   haga  sentido.     En  la  lección  1  entregamos  el  “colador  del  evangelio”  mediante  aquel  cuadro  que   llamamos   el   “Diagrama   de   la   Cruz”.   En   esta   lección   vamos   a   aprender   cómo   entender  la  ley  de  Dios  a  través  de  ese  colador.   Cada  pasaje  de  la  Escritura  afirma  un  imperativo  moral  explícita  o  implícitamente.   Por   ejemplo,   un   verso   puede   decirte   que   no   mientas.   Puedes   responder   a   esta   orden  de  tres  maneras  diferentes:     LEGALISMO:  Puedes  hacer  tu  mejor  intento  por  no  mentir.  Esto  es  lo  que  se   llama   “vivir   bajo   la   ley”.   Pero,   inevitablemente   descubres   que   no   puedes  
  • 23. discipulado – un corazón en el Padre   22   evitar   mentir,   incluso   cuando   “bajas   la   vara”   con   respecto   a   qué   significa   mentir.     LIBERTINAJE:  Puedes  admitir  desde  el  principio  que  no  puedes  obedecer   esta  orden  y  simplemente  la  desechas  como  un  ideal  bíblico  que  no  estás   obligado  a  obedecer.  Esto  es  lo  que  significa  abusar  de  la  gracia  de  Dios  y   rendirse  al  pecado.       EVANGELIO:  Este  es  el  colador  que  queremos  aprender.  Es  así:   1. Dios  dice,  “No  mientas”  (Línea  superior  del  Diagrama  de  la  Cruz:   la  santidad  de  Dios)   2. No   puedo   obedecer   este   mandato   porque   soy   pecador.   (Línea   inferior  del  Diagrama:  mi  pecaminosidad)   3. Jesús   obedeció   esto   perfectamente.   (Puedo   señalar   innumerables   ejemplos   en   su   vida   terrenal   según   consta   en   el   evangelio.)   Jesús   hizo   lo   que   yo   debía   hacer   (pero   no   puedo)   como  mi  sustituto  para  que  Dios  me  acepte  (2  Corintios  5.17).   4. Porque  Jesús  obedeció  la  ley  perfectamente  y  ahora  vive  en  mí,   y  porque  soy  aceptado  por  Dios,  ahora  soy  libre  de  obedecer  este   mandato  por  su  gracia  y  poder  que  opera  en  mí.     La  aplicación  de  esta  red  para  el  estudio  de  la  Biblia  te  ayudará  a  creer  en  el   evangelio  y  obedecer  la  ley,  sin  caer  en  el  legalismo  o  el  libertinaje.  Esto  te   da   el   poder   para   experimentar   la   realidad   de   que   el   evangelio   lo   cambia   todo.       PRÁCTICA:   Lee  junto  a  tu  grupo  un  pasaje  y  aplica  este  colador  del  evangelio.  (Escojan   entre  Filipenses  4.4-­‐7,  Santiago  2.1-­‐7  ó  1ª  Pedro  3.9  y  lean  en  voz  alta)     ¿Cuál  es  el  mandato?       ¿Por  qué  no  puedes  hacerlo?  (Sé  específico  acerca  de  tus  luchas  particulares   para  obedecer  este  mandato)     ¿Cómo   Jesús   lo   hizo   perfectamente?   (Señala   ejemplos   concretos   de   los   Evangelios)     ¿Cómo  el  Espíritu  de  Dios  te  da  el  poder  para  obedecer  este  mandato  (en   situaciones  específicas)?        
  • 24. discipulado – un corazón en el Padre   23   LECCIÓN  5   Arrepentimiento     En  nuestra  cultura  actual,  arrepentirse  suena  como  algo  malo  –  algo  así  como  ser   llamado  a  una  conversación  personal  en  la  oficina  del  jefe  un  viernes  en  la  tarde.   Lejos  de  ser  algo  malo  o  poco  común,  el  arrepentimiento  bíblico  es  lo  normal  en   una  vida  centrada  en  el  evangelio.  Volverse  más  conciente  de  la  santidad  de  Dios  y   de  nuestra  pecaminosidad  nos  lleva  a  arrepentirnos  y  a  creer  en  el  evangelio  de   Jesús.   Cuando   vivimos   centrados   en   el   evangelio,   constantemente   estamos   volviéndonos  de  nuestras  actitudes  de  aparentar  o  buscar  un  buen  desempeño  a   fin  de  vivir  como  hijos  e  hijas.  El  arrepentimiento  bíblico  nos  libera  de  nuestros   propios  mecanismos  y  abre  camino  para  que  el  poder  del  evangelio  dé  fruto  en   nuestra  vida.  Pero  el  pecado  deteriora  nuestro  arrepentimiento  y  nos  arrebata  su   fruto.  Así  que  nuestra  meta  en  esta  lección  es  (1)  exponer  las  maneras  mediante   las  cuales  practicamos  falso  arrepentimiento  y  (2)  motivarnos  al  arrepentimiento   genuino.     Conversen  como  grupo:   Cuando   el   pecado   de   otras   personas   te   afecta   o   te   incomoda   ¿qué   cosas   (actitudes,  acciones,  etc.)  sientes  que  necesitas  ver  en  esas  personas  antes   de  sentirte  mejor  al  respecto  de  ellos  o  perdonarlos?     Generalmente  somos  una  bolsa  de  deseos  mezclados  se  trata  de  los  pecados  de  la   gente.   A   veces   realmente   queremos   lo   mejor   para   ellos.   A   veces   solamente   queremos  sentirnos  bien  con  nosotros  mismos.  Leermos  un  pasaje  que  muestra  el   deseo   del   apóstol   Pablo   para   los   cristianos   de   la   ciudad   de   Corinto   sobre   este   asunto.     2ª  Corintios  7.5-­‐13     1. ¿Qué  quería  Pablo  de  los  Corintios?   2. ¿Por  qué  quería  esto?   3. ¿Cuál  fue  el  fruto  del  arrepentimiento  en  sus  vidas?  (vv.  7  y  11)   4. ¿Cómo  el  arrepentimiento  de  ellos  afectó  a  Pablo?     Lean  juntos  el  siguiente  artículo:     Hemos   estado   pensando   juntos   acerca   de   cómo   vivir   consistentemente   la   vida   entera  bajo  la  influencia  del  evangelio.  En  las  últimas  lecciones  el  Diagrama  de  la   Cruz  ha  servido  como  un  modelo  visual  para  ayudarnos  a  entender  cómo  funciona   el  evangelio.   Como  hemos  visto,  el  patrón  consistente  de  la  vida  cristiana  es:  arrepentimiento  y   fe.   Nunca   dejamos   de   necesitar   arrepentirnos   y   creer.   Las   primera   palabras   de   Jesús   en   el   Evangelio   de   Marcos   son:   “Arrepiéntanse   y   crean   en   el   evangelio”   (Marcos  1.15).  En  la  primera  de  sus  95  Tesis,  Martín  Lutero  observó  que  “cuando   nuestro  Señor  y  Maestro  Jesucristo  dijo  ‘Arrepiéntanse’,  él  quiso  decir  que  toda  la   vida  de  los  creyentes  fuera  una  vida  de  arrepentimiento”.  En  el  arrepentimiento   confesamos  nuestra  tendencia  a  “encoger  la  cruz”  mediante  la  apariencia  y  el  buen  
  • 25. discipulado – un corazón en el Padre   24   desempeño.   Arrancamos   nuestros   afectos   de   manos   de   falsos   salvadores   y   de   recursos  fraudulentos  de  justicia  y  nos  volvemos  a  Jesús,  reconociendo  que  sólo  Él   es  nuestra  esperanza.   En  la  superficie,  el  arrepentimiento  parece  simple  y  obvio,  pero  no  lo  es.  Debido  a   que   nuestro   corazón   es   una   fábrica   de   ídolos   (como   dijo   Juan   Calvino),   incluso   nuestro  arrepentimiento  se  puede  transformar  en  un  vehículo  para  el  pecado  y  el   egoísmo.  Somos  hábiles  practicantes  del  falso  arrepentimiento.  Una  de  nuestras   principales   necesidades   en   la   vida   centrada   en   el   evangelio   es   entender   el   arrepentimiento  de  una  manera  precisa  y  bíblica.       Para   la   mayoría   de   nosotros,   la   palabra   arrepentimiento   tiene   una   connotación   negativa.   Uno   sólo   se   arrepiente   si   hizo   algo   realmente   malo.   La   idea   católica-­‐ romana  de  la  penitencia  generalmente  empapa  nuestra  idea  de  arrepentimiento:   cuando   pecamos,   nos   debemos   sentir   verdaderamente   mal   por   ello,   auto-­‐ flagelarnos  y  hacer  algo  para  arreglar  lo  que  echamos  a  perder.  En  otras  palabras,   el  arrepentimiento  frecuentemente  se  trata  más  acerca  de  nosotros  mismos  que   acerca  de  Dios  o  las  personas  contra  las  cuales  hemos  pecado.  Queremos  sentirnos   mejor.  Queremos  que  las  cosas  “vuelvan  a  lo  normal”.  Queremos  saber  que  hemos   hecho   nuestra   parte,   para   que   así   nuestra   culpa   se   mitigue   y   podamos   seguir   adelante  con  nuestra  vida.   Piensa,   por   ejemplo,   en   una   relación   en   la   cual   hablaste   palabras   hirientes   a   alguien.  Probablemente  tu  esfuerzo  de  arrepentirte  sonó  más  o  menos  así:  “Siento   mucho   que   te   herí.   No   debí   haber   dicho   eso.   ¿Me   perdonarías?”.   ¿Pero   es   esto   realmente  verdadero  arrepentimiento?  ¿Nuestro  pecado  consistió  solamente  en  las   palabra  que  dijimos?  ¿No  es  verdad,  acaso,  que  Jesús  dijo  “de  la  abundancia  del   corazón  habla  la  boca”  (Lucas  6.45)?