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LA VIDA Y VIAJES
DE
MORMON Y MORONI
Escrito por Jerry L. Ainsworth
Traducido al Español por Esteban Mejía e Ixchel Mejía.
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CONTENIDO
Lista de Ilustraciones ............................................................................................. 4
Cronología de eventos ............................................................................................. 8
Prefacio .................................................................................................................... 11
Reconocimientos ..................................................................................................... 12
Capítulo 1 Mi Introducción a los Mayas.................................................................... 14
Capítulo 2 Aprendiendo el Arte de la Exploración.................................................... 18
Capítulo 3 Señalándonos la Dirección Correcta ........................................................ 21
Capítulo 4 Nuestra Asociación con el Dr. Padilla...................................................... 23
Capítulo 5 Obtenemos Artefactos Antiguos .............................................................. 26
Capítulo 6 ¿Contradicciones?.................................................................................... 31
Capítulo 7 La Geografía del Libro de Mormón ......................................................... 35
Capítulo 8 La Civilización Jaredita (Olmeca)............................................................ 38
Capítulo 9 Una Configuración Diferente de las Tierras ............................................ 47
Capítulo 10 La Migración de los Mulekitas.............................................................. 51
Capítulo 11 La Civilización Nefita-Lamanita............................................................ 55
Capítulo 12 Principales Ciudades de los Nefitas ....................................................... 60
Capítulo 13 Determinando la Ubicación de Cumorah ............................................... 64
Capítulo 14 ¿Qué Sucedió con el Pueblo de Ammón? .............................................. 70
Capítulo 15 Los Años de Infancia de Mormón.......................................................... 80
Capítulo 16 Mormón Dirige los Ejércitos Nefitas ..................................................... 85
Capítulo 17 Los Años Finales de la Historia Nefita................................................... 92
Capítulo 18 La Batalla en Cumorah y lo que Siguió.................................................. 96
Capítulo 19 La Transferencias de los Anales Nefitas ................................................ 100
Capítulo 20 La Vida y Ministerio de Moroni............................................................. 106
Capítulo 21 La Estancia de Moroni en los Países del Norte ...................................... 111
Capítulo 22 Moroni Presenta un Segundo Testigo..................................................... 116
Capítulo 23 Los Años Errantes de Moroni ................................................................ 119
Capítulo 24 El Ministerio Post-mortal de Moroni ..................................................... 124
Apéndice A Las Planchas de Oro............................................................................... 126
Apéndice B Directrices y Términos del Libro de Mormón ........................................ 137
Apéndice C La Tierra de Jersón................................................................................. 144
Apéndice D Análisis y Pruebas en Descargo sobre las Planchas de Padilla............... 147
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ILUSTRACIONES
1. La pirámide de El Castillo en Chichén Itzá en la Península de Yucatán en 1976
2. El autor sobre la pirámide de El Castillo en Chichén Itzá en 1976, con el Templo de los
Guerreros en el fondo
3. José Dávila guiando a miembros de una clase en el sitio de Tulúm, en la Península de
Yucatán en 1978
4. El Autor en 1979 junto a una estela en Bonampak, en el estado de Chiapas, México
5. Cerro Bernal en el estado de Tamaulipas, México; viéndolo desde el oeste
6. Cerro Bernal muy de mañana, en el estado de Tamaulipas, México; visto
desde el norte
7. Esteban Mejía y José Dávila preparando una cornisa para dormir en el lado
empinado del Cerro del Bernal en 1980
8. Las cinco planchas de oro que José Dávila obtuvo del Dr. Padilla
9. Facsímil de los caracteres que se encuentran en las planchas de oro de donde fue traducido/
transcrito por José Smith el Libro de Mormón
10. La piedra que contiene sobre su superficie caracteres de Egipcio Reformado en relieve
11. El besote de oro
12. La delgada hoja de oro que consiste de seis figuras grabadas
13. Las nueve calaveras de oro
14. Las siete planchas de oro que contienen caracteres de Egipcio Reformado e inscripciones
―Mayas,‖ anverso
15. Las siete planchas de oro que contienen caracteres de Egipcio Reformado e inscripciones
―Mayas,‖ reverso
16. El Punzón, que proviene de la misma tumba que las doce planchas de oro
17. Cómo se usaba el punzón para escribir sobre planchas de oro
18. El lado opuesto de la misma estela, que contiene glifos ―Mayas‖ y grabados en su superficie
19. Esteban Mejía en el patio trasero de la casa del Dr. Padilla con una antigua estela que
contiene en su superficie caracteres en Egipcio Reformad
20. La ciudad de Zacualpan, Tlaxcala, México (―Ciudad de la gente de la Gran Torre‖)
21. Una representación de las cabezas de las siete familias de los Quinamis (Jareditas) viajando
hacia esta tierra a través del mar en ―cuevas‖
22. La ―tierra de las montañas con puntas blancas‖ –volcanes cubiertos de nieve en Puebla,
México (Popocatépetl e Iztaccihuatl)
23. ―La tierra de las montañas humeantes‖ –volcán humeante en Puebla, México (Popocatépetl)
24. La gran pirámide de Cholula, en el estado de Puebla, México
25. Una maqueta de las varias estructuras súper-impuestas sobre la pirámide de Cholula
26. Pirámide redonda y en espiral en Xochitécatl a once kilómetros de Cholula
27. Una placa sobre la pared del palacio municipal de Cholula que contiene fragmentos de la
historia más antigua de esta gente
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28. Las ruinas de Monte Alban, un antiguo ―lugar alto‖ en las montañas de Oaxaca, México;
posiblemente el sitio de Morón, en el Libro de Mormón
29. Una de las muchas pirámides en el sitio de Tikal, un antiguo ―lugar alto‖ en las tierras bajas
del norte de Guatemala
30. Algunas de las muchas pirámides en las ruinas de Tikal, un antiguo ―lugar alto‖ en las
tierras bajas del norte de Guatemala
31. Una representación artística de los Quinamis (jareditas) caminado desde su tierra natal hasta
el agua, luego viajando por mar al Nuevo Mundo y finalmente saliendo de siete ―cuevas‖
hacia tierra firme
32. Representación artística de Quetzalcóatl apareciendo ante los primeros habitantes de
Cholula, en el estado de Puebla, México
33. Representación artística de Quetzalcóatl dando instrucciones a los pobladores sobre la
manera de hacer y llevar sus anales sobre metal
34. Un grupo de nativos en la parte central de la altiplanicie mexicana, capturando y matando a
un gigante
35. Figura de mano con seis dedos sobre el Entrepaño E de la casa A, Palenque, Chiapas,
México
36. Pié con seis dedos sobre el tablero de la Puerta Norte del Templo del Sol Palenque, Chiapas,
México
37. El autor al lado de una cabeza Olmeca en el museo de Xalapa, estado de Veracruz, México
38, 39. Pirámide parcialmente sumergida en Cerros, Belice
40. Estela 3 de La Venta, mostrando a gente recién llegada con vestimentas a semejanza de un
atuendo del Mediterráneo
41, 42. Reverencia hacia un pequeño niño, posiblemente Mulek, el infante hijo del rey Sedequías en
una estela encontrada en La Venta, México
43. El Río Usumacinta (Río Sidón) que separa a Guatemala y México
44. El Río Usumacinta (Río Sidón) que separa a Guatemala y México
45. El rostro de un hombre, tal vez un mulekita, sobre el muro exterior de un templo en
Lamanai
46. Un lienzo histórico del Museo de Antropología en la ciudad de México, posiblemente
mostrando las migraciones de los nefitas
47. Acercamiento de la primera sección del lienzo que muestra a un hombre dirigiendo (dando
nacimiento) a personas en esta tierra. Tiene un instrumento al que se le refiere como el
Girón-Gagal, ―brújula‖ o ―director‖
48. Pirámide en Calakmul, una ciudad mulekita y luego nefita, en el norte de Campeche,
México
49. Pirámide en Calakmul, una ciudad mulekita y luego nefita en el norte de Campeche, México
50. Placa a la entrada de Calakmul que apoya la hipótesis de la ocupación mulekita alrededor
del 600 a.C. y los mulekitas interactuando con los nefitas alrededor del 200 a.C.
51. Pirámide en Calakmul, una ciudad mulekita y luego nefita en el norte de Campeche, México
52. Lago Atitlán en las tierras altas de Guatemala, posiblemente el sitio de las Aguas de
Mormón
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53. Manantial de aguas puras y termales y bosque cerca del Lago Atitlán; posible lugar donde
Alma se escondió del rey
54. ―Las Aguas de Mormón... cuan hermosas son‖ (Mosiah 18:30)
55. El autor en Yaxchilán, posible lugar de la ciudad de Zarahemla
56. Ruinas de Yaxchilán, posible lugar de la ciudad de Zarahemla
57. Dibujo de cómo pudo haberse visto la antigua ciudad de Yaxchilán en tiempos del Libro de
Mormón
58, 59. El río Usumacinta (Río Sidón), visto desde el aire, mostrando las ruinas de Yaxchilán,
posiblemente la ciudad de Zarahemla
60. Parapeto defensivo de madera, del tipo del que rodeaba la ciudad de Abundancia del Libro
de Mormón
61. Pintura de cómo se miró Palenque alrededor del 600 d.C.; posiblemente la ciudad de
Abundancia del Libro de Mormón
62. Poza cerca del lugar de las ruinas de Palenque, posible lugar del bautismo de los doce
discípulos
63. Templo de las Inscripciones y el Palacio en Palenque, Chiapas, México, posible Ciudad de
Abundancia
64. Templo de las Inscripciones en Palenque, estado de Chiapas, México
65. Corte transversal del Templo de las Inscripciones que muestra los nueve niveles y setenta y
dos escalones para llegar a la tumba
66. El Palacio en Palenque, estado de Chiapas, México
67. Vista aérea que muestra terrazas y canales en la costa de Belice, ahora casi llenos por la
erosión
68. Dibujo artístico de los canales y terrazas y como las usaban las culturas precolombinas
69. Pirámide del Sol en Teotihuacan, México
70. Pirámide de la Luna y la Avenida de los Muertos en Teotihuacan, México
71. Pirámide de Quetzalcóatl representando la vida en esta tierra, en Teotihuacan, México
72. Dibujo artístico de la antigua ciudad de Teotihuacan, centro de instrucción espiritual durante
la época de Mormón
73. El cerro de La Malinche en el estado de Tlaxcala, México; posible lugar del Cerro Shim
74. Pintura de una de las plazas de un complejo habitacional en Teotihuacan
75. Pintura de un complejo habitacional en Teotihuacan
76. Pintura desenrollada de una vasija Maya de Ratinlixul, Guatemala, donde se muestra el uso
de una litera
77. Calca de una pequeña porción de la estela 21 de Izapa, en la parte sur del estado de Chiapas,
México, que muestra una liter
78. El uso de una litera para transportación
79. Pintura de una sección de El Mirador, una antigua ciudad en la parte norte de Guatemala
(Zarahemla)
80. Pintura de una sección de Copan, una antigua ciudad en la parte norte de Guatemala, donde
se muestra la súper-imposición de nuevos edificios sobre los ya existentes
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81. Pintura de una sección de Tikal, una antigua ciudad en la sección norte (Peten) de
Guatemala (Zarahemla)
82. La cancha del juego de pelota en las antiguas ruinas de Xochicalco, en el estado de Morelos,
México; posible lugar de la ciudad de Josué
83. Salida del sol en el Cerro Bernal, en el estado de Tamaulipas, México; vista desde el oeste
84. Vista desde la punta del Cerro Bernal, posible lugar del Cerro de Cumorah
85. Una de las muchas fuentes y manantiales de agua alrededor del Cerro Bernal
86. Dibujo de la batalla final en Cumorah, 385 d.C.
87. Pintura de Casas Grandes en el norte de México y suroeste de los Estados Unidos
88. Posiblemente la manera en que un oficial del ejército lamanita/maya se veía en el tiempo de
la batalla de Cumorah
89. Copia de una pintura en las paredes de Cacaxtla, Puebla, México, mostrando vestimenta
ceremonial de líderes militares y sus prisioneros durante el período alrededor del 600 d.C.
90. Escena de una batalla mostrando a los tlaxcaltecas peleando con los españoles usando
cimitarras con filos de obsidiana
91. Réplica de un tipo de cimitarra que usaron los mayas y pueblos circunvecinos
92. Rostro de barro encontrado en la base del Cerro Bernal que data de alrededor del 400 d.C.
93. Mano de molcajete (temolote) encontrado junto a la carita de barro en la base del Cerro
Bernal
94. Dos planchas de Metal provenientes de una cueva cerca de Manti, Utah
95. Caja de piedra, cerrada, proveniente de una cueva del sur de Utah, que contiene planchas de
metal
96. Caja de piedra, abierta, proveniente de una cueva cerca del sur de Utah, donde se aprecian
planchas de metal
97. Caja de piedra, cerrada, que contiene planchas de metal, proveniente de una cueva del sur de
Utah
98. Caja de piedra, cerrada, que contiene planchas de metal, proveniente de una cueva del sur de
Utah
99 Caja de piedra, abierta, que contiene planchas de metal, proveniente de una cueva del sur de
Utah
100. Petroglifos en las afueras de Filmore, Utah. Algunas personas le atribuyen esto a Moroni
101. Petroglifos en las afueras de Cedar City, Utah. Algunas personas le atribuyen esto a Moroni
102. Tamaño aproximado de las planchas que José Smith recibió de Moroni
103. Punzón de cobre usado para escribir sobre metal; tomado de la tumba de donde salieron las
pequeñas planchas de oro
104. Replica del escritorio portátil que usó Jesé Smith para ocultar las planchas
105. Réplica del escritorio portátil que usó José Smith, conteniendo modelos de las planchas de
oro, el pectoral, y el Urim y Tumim
106. Ilustración artística del posible proceso de dividir en cuartos las tierras mayas
107. La ciudad de Tenochtitlán dividida en cuartos
108. Metate grande con mano usado para aplanar metales
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CRONOLOGÍA DE EVENTOS
90 a.C. Ammón convierte a los lamanitas en la tierra de Ismael. Ellos se llaman a sí
mismos Anti-Nefi-Lehitas (Alma 19:22).
77 a.C. Los Anti-Nefi-Lehitas se trasladan a Jersón y son llamados el pueblo de Ammón
(Alma 27:21-22).
74 a.C. El pueblo de Ammón se traslada a la tierra de Melek (Alma 35:13).
46 a.C. El pueblo de Ammón se traslada a la tierra del norte, a una distancia inmensa, a
las grandes extensiones de aguas (Helamán 3:12). Yo entiendo que esta es la
tierra alrededor de Teotihuacan, así como el estado de Jalisco, en México
34 d.C. Aparece el Salvador y establece la ley de Consagración. Muchos cambios en la
tierra –la Península de Yucatán empieza a conectarse con la tierra firme (3 Nefi
8:12).
34-200.1 Se vive la ley de consagración. No hay ―-itas‖ (4 Nefi 1:17)
210 Aquellos que rechazan el evangelio se separan en tres grupos diferentes –
lamanitas, lemuelitas, e ismaelitas (4 Nefi1:38).
244-260 Los inicuos sobrepasan el número de personas justas (4 Nefi 1:40-41).
260-300 Los fieles nefitas que quedaban dejan sus tierras y se trasladan a las tierras del
norte. La familia de Mormón pudo haber estado entre esta gente.
300 Todos aquellos que permanecieron en Zarahemla y en la tierra de Nefi, ambos
nefitas y lamanitas son igualmente perversos. No queda más gente digna en estas
dos tierras (4 Nefi 1:45). Mormón todavía no ha nacido.
310 Nace Mormón al norte de la estrecha lengua de tierra, Probablemente en
Teotihuacan.
321 Ammarón esconde las planchas en el Cerro Shim (4 Nefi 1:48).
322 Ammarón llama a Mormón para ser el historiador de la Iglesia y le da
instrucciones de ir a la tierra Antum cuando tenga veinticuatro años y sacar las
planchas Mayores de Nefi (Mormón 1:2-3; compárese con 1 Nefi 17:5).
322 Mormón es transportado por su padre a la tierra de Zarahemla (Mormón 1:6).
323 Una batalla entre nefitas y lamanitas toma lugar en las fronteras de Zarahemla
junto a las aguas de Sidón. Los lamanitas son expulsados de regreso a sus propias
tierras (Mormón 1:10-11).
324 Los tres discípulos nefitas son retirados de entre la nación nefita (Mormón
1:13).
325 Mormón es seleccionado para ser el comandante sobre los ejércitos nefitas
(Mormón 2:1).
326 Mormón dirige un ejército hacia su primer batalla (Mormón 2:2),
probablemente en la tierra de abundancia. Pierde su primera batalla.
326-360 A Mormón se le prohíbe predicar a los nefitas por un total de treinta y tres años
(Mormón 1:16).
326 Mormón es seleccionado para ser el comandante de toda la nación nefita
(Mormón 2:3).
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327-330 Mormón tiene un número de batallas con los lamanitas. Sus ejércitos hacen
retirada hacia los ―países del norte‖ antes de ganar la victoria (Mormón 2:3-9).
334 Mormón regresa al cerro Shim y obtiene las planchas Mayores de Nefi. Él
empieza a describir los eventos de los nefitas durante sus días (Mormón 2:17).
345 Los nefitas son repelidos hasta la ciudad de Jasón (Mormón 2:16-17).
346-349 Mormón expulsa a los lamanitas a través de la estrecha lengua de tierra de
regreso hacia sus propias tierras (Mormón 2:21-27).
349-350 Mormón habla con los líderes políticos de las ciudades en la tierra del norte.
Probablemente durante este tiempo Mormón se lleva a su familia a la ciudad de
Morón (Monte Alban, Oaxaca, México). Es probable que en este tiempo y en este
lugar haya nacido Moroni.
350 Mormón hace un tratado con los lamanitas, dividiendo sus tierras en el estrecho
pasaje (Mormón 2:29).
350-360 No hay guerras entre nefitas y lamanitas durante este periodo (Mormón 3:1-2).
360 Nuevamente Mormón trata de predicar el arrepentimiento a los nefitas.
Ellos rechazan el evangelio y endurecen aun más sus corazones (Mormón 3:2-3).
Probablemente durante este tiempo Moroni asiste a la escuela de los escribas en
la ciudad de Morón.
360-362 Los lamanitas le advierten a Mormón que vienen a la batalla. Los nefita los
derrotan en tres grandes batallas (Mormón 3:4).
363 Los nefitas se jactan de su fuerza y Mormón se rehúsa a seguir siendo su
comandante o su líder (Mormón 3:9-11).
363-375 Los nefitas pelean batallas sin Mormón y son forzados a retroceder más hacia la
tierra del norte (Mormón 4:1-22). Probablemente durante estos doce años
Mormón se reúne con su familia en la ciudad de Morón y se traslada nuevamente
a la ciudad donde había nacido, Teotihuacan. Mientras se encontraba en ese
lugar él está en posibilidades de enseñar a Moroni las cosas esenciales que se
requieren para ser un historiador nefita. Él probablemente también comienza a
enseñarle el evangelio. También durante este tiempo Mormón inicia el
compendio de las planchas, manufacturando las veinticuatro planchas que va a
necesitar, también es durante este tiempo que Mormón transfiere todos los
anales nefitas del cerro Shim al cerro Cumorah.
379 Mormón regresa con los nefitas y acuerda guiar nuevamente su ejército
(Mormón 5:1). Debido a que Mormón dice “regresé,” podemos asumir que
Moroni no es parte de la milicia en ese entonces. Probablemente se queda en el
complejo habitacional de la familia.
380 Los lamanitas atacan y hacen retroceder a los nefitas aún más hacia la tierra del
norte. Mormón acuerda con los líderes lamanitas tener una batalla final en la
tierra de Cumorah (Mormón 6:2).
381-385 Todos los nefitas se reúnen en Cumorah. Mormón manda a los enfermos, viudas,
huérfanos, ancianos, y desvalidos con un regimiento hacia el noroeste para
reubicarlos con el pueblo de Ammón (Moroni 9:1-2). Mormón le da planchas a
Moroni para que las termine.
385 Se lleva a cabo la batalla y solamente sobreviven veinticuatro nefitas. Mormón
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es uno de los supervivientes así que Moroni le regresa las planchas.
386 Tres de los cuatro ejércitos lamanitas regresan a su tierra natal. Mormón,
Moroni, y los otros veintidós sobrevivientes nefitas comienzan su viaje hacia el
Noroeste para unirse a los nefitas que habían partido hacia allá con anterioridad.
38? Mormón alcanza a su regimiento, mientras que Moroni se separa y se dirige a
otro lugar.
38? Moroni es llamado al ministerio (Moroni 8:1).
386-399 Mormón se reúne con otros nefitas y soldados. Él tiene otras batallas con los
Lamanitas (Moroni 9:19).
386-399 Mormón predica a los miembros de la Iglesia, pacíficos discípulos de Cristo
(Moroni 7:1-4), el pueblo de Ammón. Mormón le escribe a su hijo y le pide que
regrese por las planchas.
399 Moroni regresa y recibe las planchas. Había estado haciendo obra misional por
muchos años.
400 Mormón es muerto en batalla (Mormón 8:2-3). Moroni no estuvo en la batalla
donde fue muerto su padre.
40? Moroni se va a un lugar seguro y escribe Mormón 8:1-13. En el verso 11 él
escribe que los tres discípulos nefitas le han ministrado a él y a su padre.
41? Moroni tiene acceso a las planchas de Éter y ve la visión del hermano de Jared. Él
escribe la mayor parte de lo que vio, así como su interpretación (Éter 4:4-5; Éter
5:1). Entonces entierra las planchas de Éter (Éter 1:4), probablemente antes de
empezar su travesía hacia el este.
41?-420 Moroni viaja hacia la parte este de los Estados Unidos, enseñando el evangelio en
las pequeñas comunidades al ir viajando.
421 Moroni llega al norte del estado de Nueva York, donde regresa al libro de su
padre y termina los capítulos ocho y nueve. Entonces escribe el prefacio en el
reverso de la última plancha. Más tarde escribe su propio libro en el reverso de la
última plancha, entonces entierra las planchas en el cerro que se encuentra en
norte del Estado de Nueva York. Algún tiempo después de enterrar las planchas,
él es asesinado.
1823 Moroni revela a José Smith la localización de las planchas
1830 José Smith regresa las planchas a Moroni.
1830 Moroni entierra el Urim y Tumim y probablemente las planchas en el mismo
lugar que las veinticuatro planchas de Éter (Éter 1:4).
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PREFACIO
Mi propósito al escribir este libro es hacer que las personas tengan un mayor aprecio por el
Libro de Mormón, por los dos grandes hombres que lo escribieron, y más importante, por
Jesucristo de quien testifica. Esta obra no tiene la intención de representar los puntos de vista de
ninguna organización o de nadie más que los míos propios. Si existen errores, son míos, pero he
escrito con el más sincero esfuerzo enfocado hacia lo correcto. Que aquellos a quienes cito y
quienes me pusieron en este camino son y fueron humanos, no puede negarse, pero he tratado de
mantener un punto de vista benévolo y global y he juzgado por mí mismo si su información es
válida y fidedigna. Al escribir este libro consideré varios puntos de vista y sus aparentes evidencias
de apoyo, desechando algunas, aceptando otras que yo sentí que debería confirmar posteriormente.
El proceso me llevó a muchos descubrimientos que yo mismo hice. He aprendido durante los ocho
años que me llevó escribir este libro que ciertamente aprender acerca de las escrituras es un proceso
en el que verdaderamente se revela ―línea sobre línea, precepto tras precepto; un poco aquí, y otro
poco allí‖ (D y C 128:21). Tales perspectivas reveladas me han confirmado que el Libro de
Mormón es más preciso y más correcto de lo que yo me hubiese atrevido a creer.
Debido a la escasez de información acerca de Mormón y Moroni, por necesidad tuve que
recoger la mayor parte de la información de breves comentarios y de comentarios indirectos. Fue
necesario tomar todos estos fragmentos de información y con ellos tejer una red, mostrar un patrón,
y construir bases. No fue una labor fácil, pero al final me llevó a las conclusiones presentadas en
este libro.
La información que he reunido, sin duda chocará con algunas opiniones diferentes; eso está
bien y hasta cierto punto es saludable. Espero que el diálogo no llegue a la crítica. Estoy preparado
para entablar cualquier diálogo positivo e ilustrativo acerca de la posición y conceptos que presento
en este libro. He desarrollado un gran amor por Mormón y Moroni y confío en que lo que he escrito
nunca sea la causa de discusiones o contenciones, los mismos comportamientos a los que Mormón
y Moroni se opusieron a lo largo de toda su vida.
Me he visto a mí mismo en un largo viaje –uno que todavía continúa– y espero que el lector
someta a la prueba de la verdad esta información, tal como yo lo he hecho. Ya sea que a usted como
lector esto le conduzca o no a aceptar cualesquiera o todas mis conclusiones es, por supuesto, ese
maravilloso don del albedrío. Mi esperanza es que pueda aprender algunas cosas nuevas y
emocionantes acerca de Mormón y Moroni, y que al hacerlo, obtenga un mayor aprecio por el
segundo testamento de Cristo, el Libro de Mormón. Si puedo agregar unos cuantos pequeños
pedazos a la tela del entendimiento del Libro de Mormón, será para mí recompensa suficiente.
Al haber escrito este libro, ahora puedo testificar más de lo que jamás creí posible, que
Mormón y Moroni fueron dos hombres de carne y sangre que vivieron y pasaron penurias sobre
este continente. Ellos fueron grandes hombres de Dios. Amaron al Salvador con quien
caminaron y conversaron. Son tan reales para mí como si fueran miembros de mi propia familia.
Ahora tengo un mayor aprecio y amor por ellos. También tengo un testimonio más grande de que
Jesucristo, de quien Mormón y Moroni testificaron tan apasionadamente, es el hijo de Dios y el
salvador del mundo.
Espero y confío que el contenido de este libro tenga un efecto similar en usted.
Hay un cierto número de ilustraciones en el libro que se usaron con el permiso de varias
organizaciones tales como la National Geographic Society, La Iglesia de Jesucristo de los Santos de
los Últimos Días, y varias universidades. El permiso para usar su material de ninguna manera
implica o apoya los puntos de vista expresados en este libro.
Jerry L. Ainsworth Octubre de 1999
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RECONOCIMIENTOS
En el transcurso de los ocho años que tomó escribir este libro, muchas personas han tenido un
impacto significativo en su formación, documentación, y escritura. Además de esta asistencia,
muchos han sido de ayuda al amonestarme a que terminara el proyecto. A aquellas personas deseo
expresar mi aprecio.
Estoy agradecido a los miembros de mi grupo de apoyo de martes por la noche por su firme
demanda de que llevara a buen término este esfuerzo. Los miembros de ese grupo incluyen al Dr.
Rodney Lane, decano de la Escuela de Educación, Southern Connecticut State University; John
Bustelos, presidente y CEO del Hospital Griffin; el Dr. Douglas Gibson, radiólogo; el Dr. Paul
Nussbaum, urólogo; el Dr.Steven Sinatra, cardiólogo en el Manchester Comunity Hospital; el Dr.
Steven Horowitz, cardiólogo en el Beth Israel Hospital en Nueva York; y el Dr. A. Harris (Bud)
Stone, minimalista.
Deseo agradecer a James Arrington por su continuo apoyo y valiosas sugerencias y
referencias. Les Campbell ayudó en la localización de un número de fuentes de información.
Gracias a David Schwab por su apoyo en tiempos de dificultad, el cual culminó con la obtención de
algunos de los artefactos que se muestran en este libro. También gracias a John Kromberg por su
ayuda personal, económica y espiritual en este esfuerzo.
Aprecio a J. Golden Barton por su inspiración y ánimo en un principio. Por aquellas personas
que han ayudado en la producción de modelos fotográficos, estoy muy agradecido. Gracias a Brian
Duda y Bruce Blake por producir algunos de los prototipos para el fotógrafo.
Debo hacer una mención especial de un querido amigo de veinticinco años quien me inspiró
a través de la fuerza pura de su humilde y dulce espíritu: Irv Leveton. Él dibujó un número de
ilustraciones para el libro, así como los primeros bocetos para la cubierta. Él murió dos años antes
de que se terminara el libro. Estoy muy agradecido por su cálido espíritu, inspiración, y
sobresaliente trabajo artístico.
A David Lindsley expreso mi gratitud por su intensa búsqueda por una valiosa, y sin embargo
correcta representación de Mormón y Moroni para la cubierta de este libro. Él fue muy generoso
con su tiempo y talentos.
Sería un descuido mío no recordar a mi hermana y a mi cuñado, Bibbit y Jimmy Pierce. Por
más veces de las que recuerdo, me hospedaron en su casa cuando encontraba una salida de la selva
e iba de regreso a Louisiana. En muchas ocasiones fueron lo suficientemente inteligentes como
para simplemente quemar toda mi ropa y equipo lleno de garrapatas en lugar de intentar limpiarlos.
Aprecio a mi hermano el Dr. Charles Ainsworth por leer el manuscrito y darme algunos
consejos prudentes y a Jan Hemming por sus tempanas y sabias admoniciones.
Debo hacer una mención especial al Dr. Marlin Dearden, con quien he viajado a muchas
zonas arqueológicas durante los últimos veinte años. Estoy muy agradecido por sus sugerencias
acerca del manuscrito y por su perspectiva y conocimiento acerca de los mayas y el Libro de
Mormón.
Aprecio la contribución de Al Cooper, quien me mostró la manera en que el manuscrito podía
ser significativamente mejorado. Debo mucho a mi buen amigo Carl Ruediger y a Joel Felber por
mantener mi computadora funcionando y por recuperar material cuando el disco duro se estrelló.
Mi querido amigo el Dr. Joel Eisenberg fue de mucha ayuda a través de su continuo aliento y sostén
para este proyecto.
Después de buscar por años a una hábil persona para producir imágenes cartográficas con
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Adobe Photoshop, estuve muy complacido al saber que casi por accidente mi líder del sacerdocio
se encargó de eso al asignar a Kevin Webster como mi maestro orientador. Kevin es un maestro
con este software. Le debo una gran cantidad de gratitud por producir los mapas.
Cuando estuve en México, la familia Dávila –Ruth, Hazle, y especialmente José– me
ayudaron mucho al compartir sus puntos de vista y conocimientos acerca de la arqueología y el
Libro de Mormón. Un agradecimiento especial a la Señora Amelia Ortega Gómez por ser tan
comprensiva con respecto a los viajes de su esposo Esteban. No podría agradecerle suficiente por
lavar nuestra ropa, cocinar tantos maravillosos alimentos, y mantener una vigilia de oración, con
paciencia, mientras nosotros viajábamos a y desde cada concebible lugar en México y allende
fronteras.
Doy mis gracias al compadre de Esteban, Silvestre quien viajó con nosotros como nuestro
―mecánico de a bordo.‖ Zeniff, el hermano de Esteban fue de mucha ayuda siempre que nos faltaba
un chofer. Le debo mucho a la familia Padilla, especialmente a David por su amor y bondad
durante los muchos años que hemos insistido en este proyecto.
Deseo expresar mi aprecio a Abraham Gileadi por sus maravillosas habilidades en la revisión
y corrección, perspectivas, y contribuciones al manuscrito. Casi al final de este proyecto, Jennifer y
Linda ayudaron tremendamente en la corrección del manuscrito final y en la preparación del
índice.
Estoy en deuda con Jane Clayson, quien diseñó el estilo trazado del libro y tipografió el
manuscrito. Lo mismo debe decirse de Douglas Cole, quien diseñó la cubierta y dibujó los
maravillosos elementos gráficos. Sus sugerencias y talento artístico garantizaron la belleza del
libro como producto terminado.
Por sus conexiones, aliento, y fe en el libro durante las etapas finales de este proyecto, a Larry
Barkdull no se le podría agradecer suficientemente. También debo reconocer a dos muy queridos
amigos quienes apoyaron mis esfuerzos y me animaron a llevar a buen término este proyecto –Gary
y David.
En conclusión, quisiera agradecer a mi socio, co-investigador, amigo de mucho tiempo y
hermano, el Señor Esteban Mejía. Sin él y su amor por los mayas y el Libro de Mormón, la creación
de este manuscrito hubiese sido imposible. No tan solo este libro es acerca de la vida y viajes de
Mormón y Moroni, sino también es acerca de la vida y viajes de Jerry y Esteban. Hemos pasado por
muchas cosas y compartido muchas experiencias emocionantes durante los dieciocho años de
nuestra amistad. Este libro atestigua del gozo y significado de algunas de esas experiencias.
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CAPÍTULO 1
MI INTRODUCCIÓN A LOS MAYAS
Con frecuencia me he preguntado como es que se forma un gran hombre de Dios. La
configuración peculiar de su vida parece ser determinante tanto por las exigencias de sus días y
edad, como por su relación personal con Dios. Tan raro como parezca, cuando se requiere de una
persona para desarrollar un papel importante en la historia del pueblo de Dios, tal persona aparece
en ese preciso momento. La relación que existe entre la necesidad de dirigentes dignos y la vida
digna de un hombre, demuestran la presciencia de Dios para escoger a alguien quien Él sabe puede
llevar a cabo la obra.
Tal divina presciencia puede, inclusive, involucrar dos generaciones de siervos especiales de
Dios, uno complementando el trabajo del otro. Esto lo podemos observar en las vidas de Lehi y su
hijo Nefi, de Alma Padre y Alma Hijo, de Mormón y Moroni. Y es principalmente sobre el último
par –Padre e Hijo –Mormón y Moroni– sobre el cual escribo éste libro. A medida que he procurado
rastrear sus pasos en la historia del Pueblo de Dios sobre este Continente Americano, sus vidas me
han intrigado de tal manera que me he sentido compelido a compartir con ustedes lo que he
descubierto.
Estoy bien consiente de que la búsqueda de conocimiento sobre cualquier tema,
especialmente de conocimiento espiritual, trae consigo un precio. Para poder adentrarse en las
mentes de hombres como Mormón y Moroni –hombres de profundo conocimiento espiritual- no es
sencillo y puede requerir hacer a un lado muchas antiguas presuposiciones. Muy frecuentemente lo
que nosotros ‗sabemos‘ de personajes de las escrituras en realidad lo traemos de historias contadas
en nuestra infancia, de las ideas populares de nuestros días, y de cosas simplemente tomadas a la
ligera sin haberlas investigado por nosotros mismos.
Y así fue conmigo (quien parecía el candidato menos apto para estos estudios espirituales),
cuando, casi involuntariamente fui llevado a la búsqueda de conocimiento sobre este preciso
asunto. Al principio la vida y viajes de Mormón y Moroni habían despertado poco interés en mi.
Sin embargo, sobre el transcurso de veinticuatro años, se ha convertido en una apremiante
preocupación. Muchos de mis recursos personales, y muchas horas de estudio e intensa oración he
invertido en mi intento por aprender acerca de estos dos siervos especiales de Dios.
Esta petición mía tuvo sus principios durante el verano de 1975. Me encontraba disfrutando
el almuerzo con dos de mis colegas de la Southern Connecticut State University donde imparto la
cátedra de Salud Holística. Platicaba con mis colegas sobre mi intención de impartir un curso sobre
salud internacional. Yo había contemplado llevar un grupo de estudiantes a Brasil e impartirles esa
clase allí para que pudieran experimentar de viva mano como se practicaba la salud en otro país.
Uno de mis asociados sugirió que en lugar de lo anterior, llevara a mi clase a México, llamando mi
atención hacia un lugar que apenas se estaba desarrollando –un lugar llamado Cancún. No
habiendo estado en ninguno de los dos, Brasil o México, el uno me sonaba tan interesante como el
otro. Casi por casualidad escogí México como el lugar para impartir mi clase sobre salud
internacional. Tal decisión cambió por completo las directrices de toda mi vida.
Para el verano de 1976, mi clase se había materializado, la cual incluía una extensa estancia
en el Sureste de México. Veinte estudiantes se habían registrado para la clase de salud
internacional la cual incluía la aventura con mochila en la espalda en la península de Yucatán. Y
lleve a este grupo a Yucatán, sin embargo sin hacer ninguna clase de reservaciones en hotel o de
transportación del grupo. ¡Lo peor de todo era que ninguno de nosotros hablaba español! Que
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inexperto era yo al llevar a cabo tal conducción. Sin embargo, a pesar de todo eso, algunas cosas
positivas surgieron.
El evento más importante de nuestro viaje fue nuestra visita a las ruinas de Chichén Itzá.
Habíamos rentado tres minivans y manejado de Cancún a Chichén Itzá en nuestro camino hacia
Mérida, la capital de Yucatán. Al llegar a Chichen Itza a media mañana, estacionamos nuestros
vehículos bajo el follaje de los árboles y caminamos hacia el descubierto. Era un día claro y
hermoso, blancas nubes vagaban en el cielo azul. El sitio tenia pocos visitantes y el rocío de la
mañana todavía cubría el suelo.
Al mirar por entre el follaje de los árboles, mis ojos se posaron sobre la gran pirámide
llamada El Castillo (ilustración 1). Me quedé helado frente a este gran edificio, totalmente
asombrado de su grandeza pétrea, su misterioso silencio. Me quede sin poder hablar o moverme
–solamente me quede parado mirando. Entonces mi corazón empezó a acelerarse. Escalofríos
llenaron todo mi cuerpo. Finalmente comencé a llorar. No recuerdo por cuanto tiempo las lágrimas
rodaron por mis mejillas, pero sí recuerdo que fue un momento inolvidable. Por alguna
inexplicable razón, me sentía conectado a este lugar, a sus antiguos habitantes y a sus modernos
descendientes. Entonces y allí nació en mí el tremendo deseo de aprender acerca de los mayas y de
visitar sus antiguos lugares (ilustración 2).
Después de varias semanas de estancia, regresamos a los Estados Unidos, pero yo no podía
dejar de pensar en mi experiencia. Las ruinas mayas que habíamos visitado continuaban
fascinándome, así que empecé a leer la literatura básica maya acerca de su cultura e historia.
Inclusive intenté el desafiante proceso de aprender a leer los jeroglíficos mayas. Me mantuve al día
concerniente a los descubrimientos arqueológicos e hice todo lo posible por educarme a mí mismo
acerca de ello.
Mi reciente afección por la cultura maya no tenía nada que ver con el Libro de Mormón o con
La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, de la cual soy miembro. Para mí no
importaba si aquellas personas fueron de las cuales hablaba el Libro de Mormón. Yo simplemente
me enamoré de la cultura maya. Y como con la mayoría de los amores, uno solamente reacciona,
uno no se pregunta por qué. Debido a que yo no estaba interesado en saber si los mayas estaban
relacionados con el Libro de Mormón, yo no buscaba una conexión. Ni tampoco veía ninguna.
Solamente disfrutaba aprendiendo sobre ellos –de su lenguaje y su antigua cultura.
Fue mi afinidad con los mayas, así como mi deseo de conducir un curso de calidad en
Yucatán, lo que me animó a dirigir un segundo viaje. El siguiente verano impartí otro curso de
Salud Internacional en Cancún. Este estaba un poco mejor organizado que el primero –y tuvo
mayor éxito. Esto me daba la oportunidad de visitar ruinas mayas y explorarlas más ampliamente.
El siguiente año, 1978, conduje el tercer grupo de estudiantes hacia la Península de Yucatán.
Ya empezaba a sentir que México era mi segundo hogar. Durante los viajes anteriores habíamos
visitado las ruinas de Tulúm y no habíamos encontrado a nadie allí. Sin embargo, en esta visita,
conocí a un pequeño y energético guía llamado José Dávila Morales. El se acercó a mí que dirigía
un grupo de veintidós personas hacia las ruinas y ofreció guiar nuestra visita por una modesta tarifa.
Debido a que yo había conducido éste tour los dos años pasados, actuando como nuestro propio
guía, le dije que estaba acostumbrado a guiar a los estudiantes yo mismo –había leído toda la
literatura sobre el tema. José se alebresto y pregunto si es que yo pensaba que estaba tan informado
como él. Él había estado trabajando como guía por muchos años. Le aseguré que yo era tan
competente para dar el tour como él. Con esa aseveración, me coloqué en una de esas difíciles
situaciones de intenso desacuerdo.
En este punto de la conversación, un colega, el Dr. Marlin Dearden, se interpuso y sugirió que
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intentáramos llevar un guía ese año. Mientras discutíamos eso, José hizo una sugerencia: ―Déjenme
hacerles el recorrido, y si al final del mismo ustedes no están satisfechos con mi trabajo, entonces
no me pagan nada. Pero si están convencidos de que les mostré cosas que ustedes no sabían,
entonces pagan mi tarifa‖. Yo estuve de acuerdo y el recorrido comenzó (ilustración 3)
Después de la más ilustrativa, amena y vivificante presentación acerca de los mayas que haya
escuchado la cual duro una hora, José preguntó mi reacción. Yo le pagué dos veces más de lo que
originalmente había pedido.
Después del tour de José, me di cuenta de que había más posibles conexiones entre los mayas
y el Libro de Mormón de lo que yo había percibido. Tan pronto como regrese a casa en Connecticut
envié a José, por correo, una copia en español del Libro de Mormón. Estaba yo seguro de que él se
quedaría sorprendido al encontrar muchas de las ideas que había presentado, duplicadas en ese
libro. La arquitectura y simbolismo de las ruinas de Tulúm, tal como José las había explicado,
borraron cualquier duda en mi mente acerca de los orígenes de la religión maya.
Había pasado un año, y cuando conduje otro grupo en Yucatán el siguiente verano, estaba
ansioso por saber si José seguía en Tulúm. Si había recibido el libro que le había mandando por
correo. Cuando llegamos a Tulúm, me dio gusto verlo nuevamente, y para que nos hiciera el
recorrido otra ves. Le pregunte si había recibido el libro que le había enviado. No lo había recibido.
Cuando le dije que era el Libro de Mormón, él me informó que era el Presidente de la Rama en
Cancún de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.
Mi asociación con José empezó en serio a partir de ese momento. Pase varias horas con él,
mientras los estudiantes andaban de compras. Se me ocurrió que debía pasar más tiempo
absorbiendo lo que él sabia. José hizo los arreglos para que yo le trajera un autobús de escuela a
Cancún, para que pasara el resto del verano con él (después de concluir mis clases sobre salud
internacional) y servirle de chofer en sus grupos de caravanas. Ese verano conocí a la esposa de
José y a sus hijas, me hospedaron en su casa, y pronto me convertí en un miembro más de la
familia.
José es una de ésas persona con una mente extraordinaria que nunca se le olvidan las cosas.
Él puede citar capitulo y versículo de cada libro que ha leído. Al viajar juntos, hablábamos de
Velikosky, John Lloyd Stevens, Sylvanus Morley –y el Libro de Mormón. Constantemente me
asombraba su perspectiva e intelecto.
Durante ese verano, aprendí de José algunos de los conceptos concernientes a la relación
entre los pueblos precolombinos y el Libro de Mormón. Aún cuando eso era emocionante para mí,
yo sin embargo luchaba con –y frecuentemente rechazaba- muchas de sus ideas. Recuerdo cuando
él me hablaba acerca de los viajes de Mormón y Moroni, perspectivas que no coincidían con mi
manera de leer tales acontecimientos. En cierta ocasión, le dije a José ‗Moroni hizo un trabajo muy
pobre con su registro. Sus escritos son confusos y entran en conflicto con aquellos de Mormon.‘ No
pude haber ofendido más a José si lo hubiese abofeteado. De una manera firme pero amable, me
explicó que me sentiría diferente después de que finalmente entendiera los escritos de Moroni –
después de que llegase a conocer al hombre, al escritor, y al profeta. Él tenia razón, esto lo descubrí
por mí mismo en un corto tiempo.
A fines del verano de 1979, José empezó a conducir grupos con un socio de él – Esteban
Mejía Mora. Aprendí que Esteban era el primer consejero en la misma presidencia de rama que
José. Al unírsenos Esteban en el tour, él y yo tuvimos unos intercambios de ideas los cuales nos
condujeron a una nueva amistad. Esteban y yo desarrollamos una cierta amistad diferente a la clase
de amistad que ninguno de nosotros tenía con José. Con Esteban podía hacer preguntas, debatir
acerca de un cierto tópico, e inclusive ofrecer mi opinión. Con José me sentía compelido a
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simplemente escuchar. El conocimiento de José acerca de los Mayas y el Libro de Mormón iban
mas allá del mío, él tenia poca paciencia con mis esfuerzos por ponerme al corriente. Recuerdo
cierto día en que los tres habíamos estado discutiendo todo el día acerca del Libro de Mormón.
Cuándo Esteban y yo nos encontrábamos solos, me dirigí a él y dije, ―¿Verdaderamente sabe José
de lo que esta hablando, o esta loco?‖. Esteban no me contestó. Él me hizo saber que José era una
persona especial para él. Aprendí que había, y aun existe, un gran amor entre estos dos hombres.
Aquel verano leí más, estudie más, y pensé más acerca del Libro de Mormón que durante
toda mi vida hasta ese momento. Todavía no había hecho una fuerte conexión entre ese libro y los
antiguos habitantes de Mesoamérica (que consiste en el Sur de México, Belice, Guatemala y
Honduras). A mí simplemente me gustaba la idea de ir a nuevos y difíciles lugares, el desafío de
cruzar la selva, de descubrir cosas que nadie más había descubierto. En mi mente no existía tal cosa
como un mal sitio arqueológico en Mesoamérica. Visité Ruinas por el puro gusto, no por razones
académicas. Este fue el principio.
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CAPÍTULO 2
APRENDIENDO EL ARTE DE LA EXPLORACIÓN
Después de regresar a casa de mi viaje con José Dávila y Esteban Mejía. Me tomé una
ausencia sabática por un año e intensifiqué mis estudios en esta nueva área de interés. Asistí a la
Universidad de Brigham Young e investigué los pueblos precolombinos relacionados con planchas
de oro y el Libro de Mormón. Una gran variedad de planchas metálicas, presuntamente de origen
antiguo, había aparecido en la Universidad de Brigham Young. Todas, sin excepción, habían sido
declaradas como fraudulentas.
También escuché historias concernientes a José Dávila, las cuales se remontaban a la época
en que había visitado la Universidad de B. Y. Escuché de sus ―maquinaciones‖ acerca de planchas
enterradas en Utah y acerca de antiguas inscripciones encontradas en ése estado. Les di seguimiento
a esas historias, conociendo a varios de los amigos de José, al resto de su familia, y a sus
detractores. Durante tales investigaciones, pasé algún tiempo en Manti siguiendo historias de
cuevas, cajas de piedra, y de escritura sobre planchas. También aprendí acerca del pronunciamiento
de Brigham Young de que Moroni había estado en ésa área.
Con anterioridad había acordado con Esteban hacer un viaje a través de México al final de mi
año sabático. Yo pienso que Esteban nunca se imaginó que verdaderamente manejara yo hasta su
casa, en el estado de Puebla, en la parte sur central de México, en mi regreso indirecto a
Connecticut, pero lo hice. Manejé bajando por todo el Pacifico Mexicano y entonces giré al este.
Para sorpresa de Esteban, aparecí en su casa.
Esteban era empleado de tiempo completo, así que en sus ratos libres, nos las arreglábamos
para visitar ruinas. Hablamos acerca de muchas de las historias que José había compartido con
nosotros. Leímos a conciencia el Libro de Mormón. En cierta ocasión, me encerré en mi
departamento solamente con el Libro de Mormón, determinado a no salir sino hasta después de
haber adquirido un conocimiento más amplio de su contenido. Leí, ayuné, y oré por ocho días
consecutivos y finalmente surgí con un conocimiento acerca de la geografía del libro. Esteban y yo
empezamos a ver algunas de las cosas que José había visto. Ahora entendíamos y aceptábamos las
perspectivas que había compartido con nosotros, especialmente aquellas concernientes a los viajes
de Mormón y Moroni.
Durante aquel tiempo, Esteban y yo desarrollamos una cálida amistad. Cuando primero nos
conocimos, su esposa acababa de dar a luz a su primera hija. Ella sin embargo fue lo
suficientemente amable como para permitirle viajar. Éramos libres para explorar lo desconocido a
nuestras anchas. Típico de algunos viajes, primeramente nos dimos a la tarea de tratar de visitar las
ruinas de Bonampak en el estado de Chiapas, en el sur de México. Por años, la única manera en que
uno podía llegar allí era contratando un avión, pero habíamos escuchado de un nuevo camino que
se había construido. Así que partimos en mi confiable vehículo. Cuando pasábamos por cuadrillas
de trabajadores, nos deteníamos para asegurarnos de que todavía estábamos en el camino correcto a
Bonampak. Cada cuadrilla contestaba, ―sí señor‖, pero entre mas viajábamos, las cosas se ponían
más difíciles. Se nos agotaba la gasolina pero persuadimos a un lugareño de que nos pasara algo de
la gasolina de su carro. Estando determinados a llegar allá, continuamos manejando a través de
arroyos, raíces y charcos de lodo. Siempre nos deteníamos para preguntar a los grupos de
trabajadores si es que este era el camino a Bonampak. ―Sí señor‖. Finalmente el camino se deterioró
hasta convertirse en una vereda para dos ruedas y después en nada. Al final, se encontraba
trabajando una cuadrilla. ―Creímos que este era el camino a Bonampak.‖ ―Lo es señor, pero todavía
no esta terminado.‖ Pasaron varios años antes de que finalmente lográramos llagar a
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Bonampak-después de aprender de tan tropezado comienzo (ilustración 4).
Dejé Puebla y manejé hasta Cancún, visitando algunas de las ruinas que no había visitado. En
ése viaje mi carro se descompuso. Esta fue otra experiencia para mí, porque pude saborear la
amabilidad del pueblo mexicano. Me ayudaron a llevar mi carro hasta un pueblo a unos ochenta
kilómetros de distancia. Recuerdo a un mecánico adolescente. Simplemente se quedó allí parado,
rascándose la cabeza. Trataba de entender una maquina Porsche que nunca antes había visto. Le
expliqué que era un motor Porsche y que como tal, no usaba carburador. ―Si Señor,‖ me dijo, ―Este
es su problema.‖ Fue tan frustrante entonces como es asombroso ahora. Sin embargo yo sentía que
Dios estaba observando mis ingenuos esfuerzos, viendo que tenía la determinación de descubrir e
indagar acerca de su antiguo pueblo al precio que fuese.
Después de aquello, José, Esteban y yo, decidimos visitar el cerro que José consideraba ser el
Cerro de Cumorah. De una manera presuntuosa nos dispusimos a descubrir la antigua biblioteca
Nefita que presumiblemente se encontraba en el cerro. Con esa arrogante meta en nuestras mentes,
empezamos a escalar un cerro de más de 1,800 pies de altura llamado Cerro del Bernal en el estado
de Tamaulipas (ilustraciones 5 y 6). Decidimos ascender por su parte más difícil, escalando
escarpados riscos. Nos habíamos proveído de mochilas, fuertes sogas, cantimploras y machetes, así
que nos sentíamos bien equipados. (La ubicación del Cerro de Cumorah será abordada en el
capitulo 13.)
Escalamos por cinco horas, cambiando en dos ocasiones nuestra estrategia debido al terreno
impenetrable. Al haber fracasado en alcanzar la cúspide antes del atardecer, nos encontrábamos
varados sobre un costado del risco, a unos 800 pies de altura. Nos dimos cuenta de que tendríamos
que pasar la noche allí, así que localizamos una pequeña grieta sobre el costado del acantilado.
Usando nuestros machetes, hicimos una plataforma para dormir sobre ella (ilustración 7). En
nuestra acalambrada situación, la mayor parte de nuestro equipo, y nuestras piernas, colgaban
sobre la orilla del risco. Antes de sosegarnos para pasar la noche, leímos del Libro de Mormón y
oramos. Estábamos preparados para hacer lo mejor de una situación difícil.
Dos horas después de que obscureció, comenzó a llover, y la lluvia aumentaba en intensidad.
Empapados, observamos el principio de una caída de agua que bajaba hacia la grieta donde
estábamos recostados. Empezamos a orar sinceramente. Cada uno de nosotros tomó su turno,
después de lo cual, la lluvia empeoró. Entonces empezaron los rayos y truenos. El cielo nocturno se
llenó con la brillantez de los relámpagos y con el bramido de la tormenta. El agua de lluvia que
bajaba por la grieta, se convirtió en un torrente, llevándose consigo parte de nuestro equipo y
debilitando las sogas y las ramas de los árboles que habíamos unido y atado para hacer la
plataforma. Algunos rayos pegaron sobre el costado del acantilado y algunas rocas empezaron a
mecerse y caer cerca de nosotros. Por supuesto, nadie sabía dónde estábamos o cómo es que
habíamos llegado allí. Ciertamente nadie jamás encontraría nuestros restos si es que fuésemos
arrastrados, ya que el cerro se encuentra en una muy remota área en México.
Entonces, cuando ya había aceptado la idea de que iba yo a morir, José se levantó y con los
brazos alzados, empezó a rogar y a demandar en un lenguaje que yo no conocía. Él hizo esto
dirigiéndose a los cuatro puntos cardinales. En la cuarta vez, la lluvia y tormenta se detuvieron
instantáneamente y el cielo se aclaró. Después escuché de Esteban de otras ocasiones en las que las
oraciones de José habían sido contestadas de la misma manera.
Cuando amaneció a la mañana siguiente, decidimos regresar a casa. La mayor parte de
nuestra comida y gran parte de nuestro equipo había sido arrastrado y nos quedaba poca agua. Se
volvió una urgente necesidad el encontrar el camino de regreso al carro lo mas pronto posible.
Intentamos regresar por un camino diferente para evitar la gran serpiente que habíamos encontrado
en nuestro camino al cerro. José le había pegado en su gran cabeza, por atrás, con su machete
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mientras me miraba amenazante, pero su machete simplemente había rebotado. Nosotros
pensábamos que la herida serpiente nos perseguiría si es que regresábamos por la misma vereda
que habíamos tomado.
Sin embargo, en nuestro intento por evitar a la serpiente, muy pronto nos extraviamos.
Esteban y yo seguíamos a José, creyendo que él encontraría el camino por la selva. Caminamos todo
el día en un calor sofocante y se nos agotó el agua. Al empezar a ponerse el sol por segunda ves,
nuevamente empezamos a preocuparnos extremadamente por nuestro bienestar. Yo tenía un
paquete de rollos de canela que habían sobrado y nos detuvimos a comerlos, pero no podíamos
tragarlos por no poder producir saliva.
Cuando una vez más estaba yo a punto de darme por vencido, José descubrió un charco de
agua como a kilómetro y medio cerro abajo desde donde nosotros estábamos. Entonces empezamos
a correr hacia el charco. Nos metimos al agua junto con las vacas, tomando la lodosa agua como si
hubiese salido de un cristalino manantial. De pie en el charco, nos quitamos la ropa y nos
arrancamos más de cien garrapatas de nuestros cuerpos.
Pasaron varios años más antes de que ascendiéramos con éxito a ese cerro. Extrañamente,
cada ves que lo hicimos, tuvimos similares encuentros cercanos con la muerte que requirieron de
todas nuestras energías para afrontarlas. Por esa razón, en realidad nunca pudimos explorar el
objeto de nuestra razón de estar allí. Nosotros creemos que el cerro permanece prohibido hasta este
tiempo.
José, Esteban y yo tuvimos muchas otras experiencias similares en nuestros intentos por
descubrir nuevos e interesantes lugares. Decir que somos amigos cercanos, es una subestimación.
Confiaría mi vida a cualquiera de éstos dos hombres; de hecho, lo he hecho en numerosas
ocasiones.
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CAPÍTULO 3
SEÑALÁNDONOS LA DIRECCIÓN CORRECTA
Durante los siguientes siete años –de 1980 a 1987– viajé por muchos lugares ya sea con
Esteban o con José. Aprendí de muchas más conexiones entre los antiguos pueblos de éste
continente y el Libro de Mormón. Ahora ya tenía bastantes evidencias de quiénes fueron las gentes
del Libro de Mormón y cómo podían identificarse sus descendientes con el pueblo llamado maya.
Continué fortaleciendo mi amistad con Esteban. Él y su esposa tuvieron cuatro hijos más
durante esos años. Cuando tuvieron a su cuarto y quinto, se me dio el honor de ponerles su nombre.
Puesto que me las había arreglado para que a Esteban lo despidieran de su trabajo debido a nuestros
muchos viajes juntos, él y yo creamos un negocio de importación para ayudar a sostener a su
familia y nuestros viajes.
Y me tomé otro año sabático, el cual incluía un proyecto en el Departamento de Salud Social
de la Universidad de México. Eso me permitió pasar un semestre de estudios en serio con Esteban.
Él compró una casa vacante junto a la suya y se convirtió en ―mi casa‖. Allí fue donde hablamos
seriamente acerca de escribir éste libro. A medida que aprendíamos nuevas verdades, él y yo
empezamos a comprender la validez de muchas de las verdades que José nos había enseñado años
atrás. Frecuentemente cuando descubríamos evidencias adicionales del Libro de Mormón,
exclamábamos, ―¡Nuevamente José tenía razón!‖
Esteban ahora sirve como un guía oficial en las ruinas mayas en México. Él domina el inglés
y español. Como un historiador consumado, él recita la historia de su país sin ningún esfuerzo y con
orgullo. Su entrenamiento escolar, le ha permitido ayudar en la traducción de algunas obras de la
Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Frecuentemente se le pide traducir
discursos en importantes conferencias de la Iglesia en México. Esteban también sirve en el Sumo
Consejo de su estaca. Con gusto trabaja con los económicamente más necesitados y con ramas y
barrios con dificultades. Él es una de esas personas calladas y dedicadas miembros de la Iglesia que
ayuda a las personas a mudarse a una nueva casa, aconseja a aquellos con problemas, o lleva
alimentos a aquellos que no los tienen. Y nunca menciona a nadie sus esfuerzos.
Esteban tiene un grado de maestría en ciencias y ha trabajado conmigo en la Southern
Connecticut State University. Además de ayudarme con los viajes en curso de estudiantes a
México, me ayuda con el International Health Congress que yo conduzco anualmente. Todavía no
he conocido a alguna persona que no haya reconocido inmediatamente el calor y amor que Esteban
irradia. Él tiene una amorosa esposa y hermosos hijos, y posee toda la dignidad y amor que uno se
pueda imaginar de una persona espiritual. Aún cuando de orígenes humildes, él es un gigante de
hombre. Él emana un amor de Dios y familia que raramente he visto en otros. Por ultimo, Esteban
es mi amigo y hermano.
Hay algunos que conocen a Esteban, a José, y a mí, quienes dirán que Esteban y yo hemos
tomado las ideas de José y escrito un libro para nosotros. No hemos hecho eso. Aún cuando José
nos ha indicado la dirección, nosotros hemos seguido adelante, nos hemos tomado la molestia de
confirmar todas y cada una de las cosas por nosotros mismos. Además, hemos sido bendecidos para
hacer muchos descubrimientos por nosotros mismos. Habiéndosele dado la opción de estar
involucrado en escribir el libro, José ha escogido ser un ―redactor contributivo‖. Sin embargo,
Esteban y yo deseamos darle a José Dávila el crédito que merece. Sin las directrices y enseñanzas
primarias de José, sin sus profundas perspectivas y sapiencia, sin su amor por los mayas y por Dios,
nos hubiera sido difícil desarrollar los conceptos y perspectivas presentadas en éste singular libro.
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Por años escuché a José proclamar una relación entre las ceremonias mayas y la astronomía.
Mucho de lo que se ha escrito en la iconografía maya no es tan histórico como es descriptivo de los
movimientos astrológicos. Yo, junto con otros, rechacé frecuentemente éstos no convencionales
conceptos de José. Eran simplemente los puntos de vista de un hombre inculto en arqueología. Sin
embargo, en un reciente libro sobre los mayas, escrito por dos eminentes eruditos se establece ―
hemos estado estudiando estos antiguos registros mayas acerca de la creación por muchos años y
pensábamos que entendíamos lo que decían acerca de los eventos que dieron origen al mundo. ¡Oh
cuan equivocados estábamos!‖ (Freidel and Schele, Maya Cosmos, 60).
José nos enseñó como es que los mayas tenían un concepto del tiempo que era cíclico en
lugar de lineal. Para los mayas, el tiempo según Dios es un proceso de círculos continuos y
recurrentes. El Libro de Mormón expresa ese concepto:
Veo que se os ha hecho saber, por el testimonio de su palabra, que él no puede andar en
sendas tortuosas; ni se desvía de aquello que ha dicho; ni hay en él sombra de apartarse de la
derecha a la izquierda, o del bien al mal; por tanto, su curso es un giro eterno. (Alma 7:20; cursivas
agregadas)
David Freidel y Linda Schele, los autores de Maya Cosmos, casi citaron esa idea cuando
expusieron, ―lo que es importante es que los mayas del periodo clásico concibieron el tiempo en tan
grande escala cíclica. Para los mayas, el tiempo parece solamente moverse en línea recta. La fecha
de la creación es un punto de círculos cada vez más grandes dentro de los círculos del tiempo‖
(Maya Cosmos, 63). Tal como lo demostraré, muchos de los conceptos de los Mayas aparentan ser
similares a los de la doctrina mormona. Muchas de las perspectivas originales de José no están tan
apartadas de las principales corrientes, como se había sospechado originalmente.
Las palabras no pueden describir la emoción de sentarse bajo las estrellas alrededor de una
fogata con solamente su ingenio y un machete para sobrevivir, escuchando a José exponer acerca
de los mayas y el Libro de Mormón, ambos de los cuales él ama tan entrañablemente. Hemos
padecido juntos a través de las selvas, manejado donde no se supone que carros transiten, nos
hemos bañado en heladas corrientes de agua y hemos bebido agua de charcos lodosos. Hemos
estado varados en la cima de una montaña sagrada donde ha nevado por primera vez según la
historia de México. Hemos caminado las veredas de los antiguos y de profetas. Hemos engañado a
la muerte más veces de las que quisiéramos recordar. Casi siempre, cuando los temas han sido
comprobados, hemos encontrado que José estaba en lo correcto en sus puntos de vista sobre los
mayas y su conexión con el Libro de Mormón.
José y yo hemos descubierto muchas otras cosas más acerca de los pueblos, lugares, y
eventos del Libro de Mormón que no podemos escribir. Es apropiado decir que hay mucha más
información sobre éste tema de la que pueda contener un libro como éste.
Esteban y yo apreciamos a José Dávila y todo lo que nos ha enseñado. A pesar de sus
detractores, nosotros admiramos su conocimiento acerca de los mayas y el Libro de Mormón.
Respetamos profundamente su amor por Jesucristo. Creemos que a medida que el lector tome en
consideración con una mente abierta las ideas que presentamos en éste libro, él o ella terminaran
viendo algunas de las verdades que nuestra asociación con José nos ha llevado a descubrir.
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CAPÍTULO 4
NUESTRA ASOCIACIÓN CON EL DR. PADILLA
Debido a que un numero considerable de los artefactos que se ilustran en este libro provienen
de una sola fuente, y a que la historia de tal fuente es controversial, presentó aquí una cándida
descripción de sus antecedentes. Simplemente expondré la información tal y como la recibí o como
fuimos capaces de determinar su veracidad.
El Dr. Jesús Padilla Orozco, un hombre de buena reputación en la ciudad de Cuautla, en el
estado de Morelos, México, fue el hijastro de Alfonso Caso. Este último, fue el ministro de
arqueología de varios presidentes de México, empezando con el presidente Francisco I. Madero.
En calidad de hijastro de Caso, el Dr. Padilla fue privilegiado con los más recientes
descubrimientos de ruinas, tumbas, y algunos otros descubrimientos arqueológicos de su tiempo.
En esa capacidad, se convirtió en un frecuente visitador de excavaciones tanto oficial como
extraoficialmente.
El Dr. Padilla nos contó a Esteban y a mí que él estuvo presente cuando se abrió la tumba de
Pacal en Palenque, en el estado de Chiapas, en el sur de México. De hecho, nos dijo que en realidad
fue él quien descubrió la actual puerta de la cripta. Después de excavar un profundo y angosto
hueco por aproximadamente un año, los excavadores se toparon con pared sin salida. Cuando
Padilla se recargo en una de las paredes de los lados, en el fondo del hueco, cayó polvo del sello de
la puerta de la tumba. El Dr. Padilla nos dijo que él también había estado presente en las
excavaciones de muchas de las tumbas en el estado de Oaxaca, tales como Monte Alban, y en
numerosos lugares por todo México.
En una ocasión similar, a finales de los años 1950, fue invitado para ayudar en una
excavación no oficial de una tumba que él reportó se encontraba al noroeste del Río Verde, en el
área de San Pedro Amuzgos, en el estado de Oaxaca, que colinda con el estado de Guerrero. Cada
una de las siete personas participantes en la excavación, tomó un gran número de artefactos para
sus colecciones particulares. El Dr. Padilla nos dijo que entre los artículos que él tomó se
encontraban doce pequeñas planchas de oro, las cuales se muestran en las ilustraciones 8, 14 y 15
en éste libro.
Dos misioneros mormones (Elder Richard L. Averett y su compañero el Elder Kammerman)
reportaron en febrero de 1961 que mientras andaban folleteando en Cuautla, México, ellos vieron
tres pequeñas planchas de oro con bisagras que el Dr. Padilla había tomado de la tumba. El Dr.
Padilla, quien no sabia nada de la Iglesia mormona hasta que ésos misioneros llegaron a su hogar,
les dijo que él creía su historia de las planchas de oro del Libro de Mormón porque él mismo había
encontrado planchas de oro con caracteres similares sobre ellas.
La noticia acerca del descubrimiento de las planchas se esparció rápidamente entre los
miembros de la Iglesia. El Elder Averett mandó una carta al departamento de antropología de la
Universidad de Brigham Young pero fue desanimado a seguir adelante con el asunto. Ross T.
Christensen respondió que probablemente las planchas eran fraudulentas. En aquel tiempo, José
Dávila escuchó de la existencia de las planchas y visito al Dr. Padilla en Cuautla. El Dr. Padilla le
mostró a José cinco de las planchas de oro, incluyendo las tres con bisagras (ilustración 8) Él
también le dijo acerca de otra plancha de oro más grande. José se ofreció comprar las planchas,
pero el Dr. Padilla se rehusó a venderlas.
En favor de José, debo agregar que él contribuyó con considerable conocimiento y
experiencia para aclarar éste asunto. Él se había convertido en un guía de turistas con licencia para
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las zonas arqueológicas en México desde 1945. Desde 1947 hasta aquel entonces había servido en
varias funciones en la Misión Mexicana de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos
Días. También fue miembro, en 1950, de expediciones arqueológicas de la Universidad de
Brigham Young a áreas mayas. Había acompañado al Elder Milton R. Hunter a visitar a los indios
blancos (lacandones) en las cercanías de Bonampak, México en 1955 y había explorado partes de
Guatemala y México para la New World Archeological Foundation.
Por lo tanto, José estaba familiarizado con toda clase de artefactos de origen mexicano. Él
tenía muchos años de experiencia para poder distinguir entre piezas autenticas o replicas que fueran
ofrecidas como ―autenticas‖ para su venta. Finalmente, él tenía un sentido intuitivo de la veracidad
de un artículo, tal como me lo demostró ampliamente en mis posteriores encuentros con él. José
sabía el valor de las cinco planchas de oro –las cuales él sabía que eran autenticas– para el Libro de
Mormón. Su meta, tal como nos lo dijo, era presentarlas a la Iglesia SUD como una evidencia de
ése libro.
Siete meses después de la entrevista de José con el Dr. Padilla, éste último se vio
imposibilitado para cumplir con ciertas obligaciones financieras críticas. En octubre de ese mismo
año (1961), la señora Padilla visitó a José Dávila en su casa en Puebla. José anteriormente había
ofrecido los ahorros de su vida, que ascendían a $ 2,000.00 dólares, por las cinco planchas. Ahora,
bajo ésas presiones financieras, los Padilla estaban dispuestos a hacer una transacción por ese
precio. El intercambio se hizo al siguiente día.
Desgraciadamente, en los siguientes años, surgió un conflicto entre José Dávila y el Dr.
Padilla relacionado con ésta transacción. José reclamaba haberle comprado las planchas a Padilla;
mientras Padilla reclamaba habérselas prestado a José. Tal conflicto eventualmente se hizo más
amargo y así permaneció sin solución.
A principios de los años 1970 la controversia entre José Dávila y el Dr. Padilla se agravó a tal
grado, tanto privada como públicamente, que las casas de ambos hombres fueron saqueadas por
federales mexicanos. Ellos confiscaron de la casa del Dr. Padilla grandes cantidades de artefactos
que se llevaron por camiones, pero éste había tomado las precauciones de proteger sus artículos más
valiosos. El Dr. Padilla dijo que los federales le trataron rudamente y como resultado su salud
empezó a decaer. Él culpa a José Dávila de que los federales hayan saqueado su casa. El mismo
Dávila fue arrestado y puesto en prisión, aunque más tarde fue liberado de los cargos. Esta cadena
de eventos se convirtió en un asunto tan traumático para el Dr. Padilla que decidió negar que él
tenía las siete planchas restantes. En numerosas ocasiones llegaron a él personas proponiéndole
comprárselas. Él les decía que los federales las habían confiscado junto con los otros artefactos que
en su encontraron en su casa. Sin embargo Dr. Padilla nunca vendió esas siete planchas, las cuales
permanecieron como su más preciada posesión.
Mientras tanto, en diciembre de 1961, José Dávila había llevado las cinco planchas de oro
que había obtenido, a la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días en Salt Lake City.
Sin embargo, las autoridades de la Iglesia no le aceptaron a él con el entusiasmo que él esperaba,
aunque le trataron cordialmente. Le animaron a comparar los caracteres inscritos en las planchas,
con aquellos en el Manuscrito Anthon, Egyptian Grammar por José Smith, y con el Facsímile #2
de la Perla de Gran Precio. Él observó muchas similitudes entre los varios caracteres de éstos
documentos y pasó un tiempo considerable estudiándolos.
Durante ese tiempo, se le canalizó al Departamento de Antropología de la Universidad de
Brigham Young, donde fue recibido con mucho menos que entusiasmo. Encontrándose rechazado
por aquellos quienes él creyó que serían de más apoyo, José intentó crear interés en las planchas
entre los miembros de la Iglesia SUD. Finalmente habiéndose convertido en una figura
controversial en Utah, regresó a México en 1970, defraudado y desilusionado. En aquel tiempo,
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reasumió su profesión como guía de turistas en zonas arqueológicas.
Después del fracaso de José Dávila para obtener apoyo, el mismo Dr. Padilla buscó ayuda.
Escribió una carta a Paul Cheesman del departamento de religión de la Universidad de Brigham
Young pidiendo asistencia en llevar a cabo una expedición científica al lugar de la tumba de donde
habían provenido las planchas de oro. Ahora el Dr. Padilla se había convertido en un miembro de la
Iglesia de SUD y también pudo percibir el valor de las planchas como apoyo al Libro de Mormón.
Cheesman era el responsable de evaluar y catalogar artefactos e información relacionada con el
Libro de Mormón.
Como respuesta a la carta de Padilla, Paul Cheesman y Ray Matheny (del departamento de
Antropología de la Universidad de Brigham Young, visitaron al Dr. Padilla en su casa en Cuautla,
México, en enero de 1972. Ellos examinaron las restantes siete planchas en poder de Padilla, junto
con otros artefactos de la misma tumba. Matheny consideró que los artefactos pertenecían al
periodo Postclásico [maya] (circa 1000 al 1200 d.C.). Ambos hombres se quedaron impresionados
con la fina hechura de las planchas.
Sin embargo, en enero del siguiente año, Paul Cheesman, Ray Matheny y Bruce Louthan
publicaron un reporte negativo concerniente a la autenticidad de las doce planchas que se habían
originado con el Dr. Padilla (―A Report on the Gold Plates Found in Mexico‖). Ray Matheny
produjo un agregado a éste reporte el cual fue publicado en el Vol. 19, No.1, del BYU Studies. Una
valoración y unos cuantos comentarios refutantes se proveen en el Apéndice D.
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CAPÍTULO 5
OBTENEMOS ARTEFACTOS ANTIGUOS
Como lo mencioné, después de asistir a la Universidad de Brigham Young durante mi
sabático de la SCSU, manejé a México, llegando hasta la casa de Esteban Mejía. Fue durante mi
estancia allí que, al reconocer varios sitios, tomamos la decisión de localizar al Dr. Padilla.
Queríamos saber acerca de las siete planchas restantes.
En junio del mismo año (1980), manejamos a Cuautla, en el estado de Morelos, la última
ubicación que teníamos del Dr. Padilla. Debido a que no teníamos ningún domicilio, empezamos a
buscar al Dr. Padilla en clínicas de salud, hospitales, y finalmente en farmacias. Después de seis
horas de búsqueda, encontramos al empleado de una farmacia que lo conocía. Nos dio
generalidades para llegar a su casa. Empezamos una búsqueda de puerta en puerta para localizar al
Dr. Padilla. Al caer la tarde y casi a punto de darnos por vencidos por ese día, localizamos su casa.
Cuando tocamos el timbre de la puerta de su casa y preguntamos por el Dr. Padilla, los miembros
de su familia empezaron a sospechar de nosotros. Estaban renuentes a dar cualquier información
acerca de su padre, especialmente cuando me vieron a mí –un gringo.
Se nos dijo que regresáramos al día siguiente, así que manejamos dos horas de regreso a la
casa de Esteban. Regresamos al día siguiente y finalmente hicimos contacto con el Dr. Padilla.
Después de relacionarnos un poco, le hablamos acerca del reporte negativo que los profesores de la
Universidad de Brigham Young habían hecho sobre de las doce planchas de oro. Queríamos saber
su reacción. Pareció un poco lastimado y triste por lo que le contamos pero no se mostró a la
defensiva.
El Dr. Padilla estaba dudoso de hablar con nosotros libremente. Principalmente debido a su
confianza en Esteban –un paisano– compartió algunas cosas acerca de las planchas. Él nos dijo que
años atrás había encontrado un total de doce planchas de oro en una recientemente abierta tumba
junto con una variedad de otros artefactos. Sin embargo fue enfático al decirnos que el no tenía las
otras siete planchas. Fue durante esa visita al hogar del Dr. Padilla que nuestro mutuo interés por la
salud y la medicina nos dio tópicos de los cuales podíamos hablar. A pesar de la dificultad del
momento, pudimos disfrutar de la mutua compañía.
Durante el siguiente año, visitamos frecuentemente al Dr. Padilla. Él nos explicó de su
debilitante artritis la cual lo mantenía en el encierro. Después de estar más en confianza con
nosotros, él nos dijo que una vez que él estuviera en posibilidades de viajar que le daría mucho gusto
llevarnos a algunos de los sitios a los que él había asistido en su exploración. Le traje medicinas de
los Estados Unidos para ayudarle a recuperarse de su artritis. Esteban le construyó una cama de
agua que le permitiera dormir más confortablemente.
Después de dos años de desarrollar una amistad con el Dr. Padilla, él nos confió que sí tenia
las siete planchas. Las mismas que nos mostraría en el futuro. Durante esa memorable visita, él nos
mostró una interesante piedra redonda. Él la llamó ―el candado.‖ Nos dijo que la había encontrado
junto con las planchas de oro. Nos emocionamos mucho con éste artefacto y le tomamos fotografías
(ilustración 10). Hicimos algunas calcas de los caracteres de egipcio reformado que estaban en el
relieve de su superficie. Estos también tenían una semejanza con aquellos del Manuscrito Anthon
(ilustración 9). En todas nuestras investigaciones acerca de las planchas del Dr. Padilla, nunca se
nos dijo de la existencia de ésta piedra. Yo concluí que los autores del negativo reporte debieron no
haber estado enterados de ella.
Mientras estuve en la Universidad de B. Y., hablé con Paul Cheesman y Ray Matheny sobre
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el tema de las planchas de Padilla. Mi experiencia personal fue que ellos tenían puntos de vista
opuestos acerca de las planchas aún cuando los nombres de ambos aparecían en el negativo reporte.
En cierta ocasión me reuní con el grupo arqueológico de Ray Matheny en El Mirador, en la parte
norte de Guatemala, antes de mi asociación con el Dr. Padilla. Mientras sostenía una conversación
con el Dr. Matheny, le pregunté que es lo que haría si descubriese planchas de oro con
inscripciones como las del Libro de Mormón. Su respuesta me ayudó a comprender cuánto tal
evento, o pronunciamiento público por un arqueólogo mormón destruiría su credibilidad (su
objetividad) en la comunidad arqueológica.
De mi conversación con los Padilla, era evidente que a ellos les gustaba Paul Cheesman. El
Dr. Padilla pidió que compartiésemos toda información con él, lo cual hicimos. El Dr. Padilla fue
enfático de no compartir las cosas con nadie más que con el Dr. Cheesman.
A pesar de nuestros mejores esfuerzos por mantener en silencio nuestro nuevo
descubrimiento, hubo gente que se entero de nuestra penetración con el Dr. Padilla. Supieron que
habíamos confirmado su posesión de las planchas. En menos de un mes, hubo personas que se
aparecieron en la casa del Dr. Padilla. Le dijeron que ellos sabían que él tenía las planchas y
ofrecieron comprárselas. El Dr. Padilla les dijo a estas personas que el no tenía las planchas. En
nuestra siguiente visita el se mostró frió para con nosotros. Nuevamente nos vimos obligados a
iniciar el proceso de ganarnos su confianza.
Después de otro año de visitar al Dr. Padilla, finalmente decidió mostrarnos las planchas. Ya
habían transcurrido tres años desde nuestra primera entrevista con él. En una de nuestras visitas
regulares en ese tiempo, se dirigió hacia su estudio privado, le quitó la cerradura a una puerta y sacó
una caja que originalmente había contenido una Biblia familiar grande. De esa caja, sacó un
número de artículos de oro. Primero sacó un besote de oro (ilustración 11), entonces, una delgada
hoja de oro que consistía de seis figuras grabadas (ilustración 12) Entonces sacó nueve cráneos de
oro (ilustración 13). Finalmente sacó las siete planchas de oro que queríamos ver (ilustraciones 14
y 15).
Tanto Esteban como yo palpamos las planchas. Le sugerimos al Dr. Padilla que en una fecha
futura deberían de estar en poder de alguien o de alguna organización que les tuviera el debido
cuidado. Él nos dijo que en una fecha futura nos las daría a nosotros. También nos dijo que nos
llevaría a la tumba de donde provenían.
Cada verano, a partir de ese entonces, rentaba un camper, manejaba a México, y visitaba
varias ruinas. Leía libros sobre los Mayas y en ocasiones buscaba oro enterrado por los españoles.
Esteban me acompañó frecuentemente aunque algunas veces fui solo. Durante uno de esos
veranos, el Dr. Padilla se encontraba con salud lo suficientemente buena como para ir con nosotros
en una excursión. Él tenía un amigo que poseía dos grandes estelas (grandes piedras planas) con
caracteres de egipcio reformado sobre ellas. Por un largo rato tratamos de localizar a este hombre
pero no pudimos encontrarlo. Aprendimos que había vendido las dos estelas a unas personas de
Florida y que había abandonado su casa, llevándose el dinero. Nuestro viaje hizo estragos en el Dr.
Padilla. Nos dimos cuenta de que tendría que efectuarse un milagro para que él pudiese llevarnos a
la tumba de donde habían venido las planchas. Yo regresé a los Estados Unidos.
En enero de 1987 recibí una llamada por teléfono en Connecticut de Esteban. Él me explicó
que el Dr. Padilla estaba seriamente enfermo y que probablemente no sobreviviría. Prontamente
hice arreglos para dejar mi trabajo por un tiempo e hice reservaciones de vuelo. Un amigo miembro
de la Iglesia de nombre John Kronberg me preguntó si me podía acompañar en el viaje. Yo le
contesté que si podía empacar y partir el siguiente día, era bienvenido. John viajó conmigo a
México.
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John y yo volamos a la ciudad de México donde fuimos recibidos por Esteban. Manejamos a
Cuautla al siguiente día. A nuestra llegada a su casa, encontramos al Dr. Padilla y a su esposa muy
enfermos. Tenían poca comida debido a que el Dr. Padilla ya no practicaba la medicina. Les
ofrecimos ministrarles y darles una bendición del sacerdocio, la cual aceptaron. Ese día
descubrimos que ambos habían sido bautizados en la Iglesia años atrás. En su reticencia de hablar
de ellos mismos, nunca nos lo habían dicho. Después de haberles administrado las bendiciones, la
señora Padilla sugirió que deberían darnos por lo menos uno de los artículos en los cuales
estábamos interesados. El Dr. Padilla accedió. Fue hacia su estudio y extrajo la piedra redonda y me
la dio. Él sugirió que debía usarse para llevar a cabo la obra de la Iglesia. Él dio testimonio de la
veracidad de la Iglesia y del evangelio de Jesucristo.
Me dirigí hacia John Kronberg y le pregunte si tenia algo de dinero. (Esteban y yo andábamos
en bancarrota como de costumbre.) John metió la mano en su bolsa y sacó mil dólares. Le pedí que
se los diera a los Padilla, y así lo hizo.
Simplemente no puedo describir la emoción que experimentamos de la obtención de esa
piedra. Tenía inscritos en su superficie caracteres de egipcio reformado. Pensamos que esta piedra
y las doce planchas de oro son los primeros artefactos jamás descubiertos que contengan Egipcio
Reformado escrito en ellos. Habíamos estado haciendo nuestra ―orientación familiar‖ con los
Padilla por más de cuatro años ¡y de que manera habían sido recompensados nuestros esfuerzos!
Poco tiempo después de esta experiencia, el Dr. Padilla, nos mostró su colección. Incluía cientos de
diferentes clases de artefactos que los federales no se habían llevado.
Esteban y yo continuamos visitando a los Padilla durante el resto de los años 1980. La señora
Padilla eventualmente murió por complicaciones de la diabetes. Y también era obvio que la salud
del Dr. Padilla iba empeorando.
Esteban y yo decidimos hacer nuestra visita regular a los Padilla el 3 de marzo de 1988, casi
ocho años después de nuestra primer visita. Al estar Esteban orando antes de nuestra partida a
Cuautla, sentí la impresión de que debíamos pedirle las planchas al Dr. Padilla y compartí este
sentimiento con Esteban. Él me dijo que seguiría lo que yo empezara. Si yo se lo indicara durante
nuestra reunión con el Dr. Padilla, él le presentaría nuestra petición en español. La partida de mi
diario para ese día se lee de la siguiente manera.
Hoy fue uno de los días más memorables de mi vida. Fue la culminación de ocho años de
trabajo y de mucha oración, ansiedad y frustración.
Esteban y yo salimos para Cuautla a las 8:30 AM Llegamos a las 10:30 AM y encontramos a
la familia Padilla apenas terminando de desayunar. Esteban y yo habíamos acordado que en este
viaje, yo dirigiría la conversación. Si su familia no nos daba privacidad, la solicitaríamos.
Teníamos que hacerlo. Así que después de cuarenta y cinco minutos socializando, pedimos hablar
con el Dr. Padilla en privado. Los tres de nosotros nos dirigimos a su estudio y después de una
conversación acerca de mastodontes yo inicié la conversación.
Le dije que no representábamos a la Iglesia pero que teníamos un interés espiritual en las
planchas. Él dijo que lo entendía. Entonces yo le dije al Dr. Padilla que necesitábamos las planchas.
Él nos dijo que estaba preparado para darnos las planchas y cualquier otra cosa que necesitáramos.
Entonces le ayudamos a incorporarse de su silla, porque estaba enfermo. Se movió muy
lentamente hacia su recamara arrastrando los pies. Regreso con una caja blanca (que alguna vez
había guardado una Biblia) y se sentó en su silla frente a nosotros. Inclinó la cabeza y ofreció la más
impresionante y conmovedora oración en español. Comenzó a llorar. Con lágrimas rodando por su
cara tomó con ambas manos la caja y la extendió hacia mí. Fue como si le estuviera quitando una
verdadera parte de su corazón.
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Tomé la caja y todos permanecimos sentados en silencio mientras el Dr. Padilla lloraba.
Me pidió que abriera la caja y mirara adentro. Abrí la caja más grande y posteriormente una
más pequeña en el interior. Había nueve calaveras de oro. Entonces abrí una segunda caja. Encima
de todo se encontraba una frágil y delgada plancha de oro que tiene inscripciones como las que se
pueden observar en Palenque. Todos eran tan pequeños, que era difícil sacarlos.
La saqué de la caja. Estaba envuelta en una servilleta de papel, debajo de ella, se encontraban
las siete planchas de oro: una larga con inscripciones en ambos lados, dos pequeñas con figuras en
un lado, y cuatro planchas de oro cuadradas con inscripciones en ambos lados.
Las inscripciones eran en ―escritura del Libro de Mormón‖ como el manuscrito Anthon. Pero
las figuras de las personas eran mayas. También había inscripciones mayas que no eran
jeroglíficos.
Entonces abrí una tercera caja (pequeña) que contenía una pieza de oro. No sé para que
servia. Estaba listo para cerrar las cajas cuando el Dr. Padilla dijo que había una pieza que no había
visto. En el fondo de la caja más grande, envuelto en papel de libreta, se encontraba un ornamento
de oro con seis figuras humanas. Él dijo que también era de la tumba. Nadie además de él la había
visto jamás.
Entonces prometí cuidar de todos ellos. Nos levantamos y Esteban abrazó al Dr. Padilla.
Ambos lloraron. Entonces yo le abracé y ambos lloramos. Yo le dije que le amaba y entonces me
abrazo nuevamente.
Abandonamos la casa sintiéndonos como si estuviésemos llevándonos una parte muy
preciada de la vida de ésta persona. Yo pensé que sentiríamos un gran gozo al obtener las planchas,
pero no fue así. Nos sentimos mal por el Dr. Padilla, pero agradecidos a Dios, quien había
permitido que esto se llevara a cabo.
Inmediatamente pusimos en un lugar seguro las planchas y empezamos a hacer planes para
ayudar a que los Padilla recibieran sus bendiciones del templo. Esa siempre había sido una meta
para nosotros. Continuamos visitando a los Padilla regularmente. Él estaba sorprendido de que
continuáramos visitándole una vez que habíamos obtenido las planchas. Le reiteramos que
estábamos interesados más que nada en el bienestar suyo y de su familia. Que siempre seriamos
parte de su ―familia agregada.‖ Nuestras visitas al Dr. Padilla siempre fueron recompensadas. Él
invariablemente tenía una historia o experiencia que compartir. Periódicamente nos mostraba uno
o dos artefactos más.
En cierta ocasión, le pregunté acerca del hecho de que los mayas no habían tenido
herramientas de metal para grabar en piedra –lo cual es lo que los arqueólogos sostienen. Se fue
hacia su estudio y regresó con un juego de cinceles de metal que según nos dijo, procedían de una
antigua tumba maya. Entonces nos mostró un punzón que había sido usada para grabar sobre metal
(ilustraciones 16 y 17). Nos dijo que procedía de la misma tumba que las planchas. Entonces nos
dimos cuenta de que esa era una cosa más que deseábamos obtener. Nos prometió que algún día
nos la daría.
Durante el siguiente año, Esteban se mudó a Cancún donde trabajó como guía. No visitamos a
los Padilla durante ese tiempo, no hasta que Esteban regresó a Puebla con su familia. Entonces, el 8
de febrero de 1991, una vez más manejamos a Cuautla para visitar al Dr. Padilla. Él estaba
emocionado de vernos y preguntó dónde habíamos estado el año pasado. Le explicamos que
Esteban había estado trabajando en Cancún.
Entonces el Dr. Padilla dijo, ―tengo algo para ustedes,‖ se apresuro arrastrando los pies a
través de una puerta trasera hacia una gran estela recargada sobre un árbol. La parte de enfrente de
la antigua piedra contenía numerosos caracteres de Egipcio Reformado cincelados en una de sus
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superficies. El otro lado de la piedra contenía jeroglíficos tipo maya y gravados en relieve. Esta
característica de positivo-negativo de las dos caras de la piedra, daba la impresión de que los dos
lados estaban relacionados, no tan solo físicamente sino en su contenido o significado. Los
grabados en los dos paneles de la pesada estela, de aproximadamente veinte centímetros de grosor,
estaban enmarcados por angostos bordes rectangulares (ilustraciones 18 y 19). (Posteriormente
observé una estela ―positivo-negativo‖ similar en tamaño en el museo de Arqueología de Monte
Alban, piedra que también tiene los mismos bordes rectangulares en cada uno de sus lados. Sin
embargo, las pictografías e inscripciones de tal piedra no son Egipcio Reformado.) En un lado de la
estela que el Dr. Padilla nos mostró había un ―Maya‖ en ropas ceremoniales vistiendo un efod y
empuñando un bastón de pastor. La escritura y caracteres sobre este lado, estaban en relieve, hacia
fuera de la piedra. Debido a este eslabón positivo-negativo que une a las dos caras, tal vez, la cara
que contiene egipcio reformado representa la sustancia de una naturaleza interna y sagrada,
mientras que la escritura maya, representa la información publica externa de la persona
representada en esta estela.
Al mirar esta piedra, Esteban permaneció calmado, pero yo estaba tan emocionado que
difícilmente podía contenerme. Examinamos la piedra y encontramos telarañas, nidos de avispas, y
tierra metidas en sus muescas. Palpé con mis manos ambos lados, lleno de asombro por ésta
magnífica reliquia del pasado. Esteban me ordenó que no me emocionara tanto. Trate de calmarme.
El Dr. Padilla se dirigió a nosotros y dijo, ―Es de ustedes, por favor, llévensela lo más pronto
posible.‖
Partimos inmediatamente para Puebla, donde conseguimos prestado un camper. Regresamos
el mismo día con cuatro personas más para ayudarnos a levantar la piedra. La piedra era pesada y
difícil de mover. Después de mucho esfuerzo, la metimos al camper. Tan pronto lo hicimos, el Dr.
Padilla se arrodillo y besó la piedra. Lloró.
Presionamos al Dr. Padilla a que nos dijera el origen de la piedra. Nos dijo que provenía de
Xochicalco y que fue encontrada en una cueva donde marcaba una tumba que él había excavado
años atrás. Él nos contó esta historia con una mueca de timidez, así que concluimos que había más
sobre esta historia de lo que nos estaba diciendo.
A la semana siguiente cuando regresamos a ver al Dr. Padilla, él se encontraba muy débil. De
alguna manera se las arregló para contarnos algunas historias acerca de sus exploraciones. También
nos mostró unos cuantos artículos que tenía en casa. En esta visita, nos pidió que le ayudáramos a
meterse en su cama porque difícilmente podía moverse. Así lo hicimos, lo abrazamos y dejamos su
presencia por última vez. El Dr. Padilla murió en paz el día siguiente.
Nosotros hemos permanecido en contacto con la familia del Dr. Padilla, especialmente con
uno de sus hijos. Su hijo nos dio el punzón dos años después que le dijimos que su padre nos la
había prometido. Había otras piezas en poder del Dr. Padilla que esperábamos obtener algún día.
Sentimos que nuestro siguiente paso era autentificar todos los artefactos. Sin embargo eso
seria caro y quizás riesgoso. Recordamos lo que había sucedido con las cinco planchas de oro que
José había llevado a la Universidad de Brigham Young. Esteban y yo teníamos la opción de gastar
nuestros limitados fondos en análisis caros, análisis que muchas veces eran contradictorios, o
continuar haciendo lo que hacíamos mejor, que era explorar y retirarnos. Optamos por lo segundo.
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CAPÍTULO 6
¿CONTRADICCIONES?
Habiendo ahora visto muchas conexiones entre la historia y cultura de los mayas y el Libro
de Mormón, enfoqué mi atención en la geografía del Libro de Mormón. Tenía particular curiosidad
en la localización del cerro de Cumorah, el cual es un punto controversial entre los eruditos del
Libro de Mormón. Pasé años investigando la posible localización de éste cerro, lugar de la gran
batalla de exterminio de los nefitas. Finalmente, giré mi atención hacia el estudio de las vidas de
dos sobrevivientes de aquella batalla –Mormón y Moroni.
Los escritos de Mormón y Moroni acerca de los eventos de su tiempo me llevaron a
enfocarme en varias aseveraciones que hicieron, las cuales, superficialmente aparentan
contradecirse unas a otras. Aun cuando observaba estas ―contradicciones‖ como insignificantes,
seguía sintiendo la necesidad de resolverlas en mi propia mente. Tal como dijo el Profeta José
Smith, ― al probar contrarios, la verdad se manifiesta‖ (History of the Church, 6:428). Para mí, uno
de los gozos del estudio de las escrituras ha sido el descubrir cosas que no son obvias a primera
vista. Cuando finalmente me enfoqué en éstos temas, no solamente encontré las respuestas a
muchos acertijos, sino que esto me motivó a escribir este libro. Por lo tanto, presento aquí ejemplos
de aparentes contradicciones las cuales eventualmente pude resolver.
Mormón dice que antes de convertirse en comandante de los ejércitos nefitas (entre los doce
y catorce años de edad) sus intentos por predicar a los nefitas y lamanitas fueron en vano. En
realidad le fue prohibido predicar en ese tiempo. Él dice, ―E intenté predicar a este pueblo, pero me
fue cerrada la boca, y se me prohibió que les predicara, pues he aquí, se habían revelado
intencionalmente contra su Dios...‖ (Mormón 1:16; cursivas agregadas). Mormón dice que tanto
nefitas como lamanitas se habían vuelto excesivamente perversos el uno tanto como el otro (ver 4
Nefi 1:45). Esa condición de perversidad había prevalecido entre la nación nefita-lamanita desde el
año 300 d.C., diez años antes del nacimiento de Mormón. Mormón dice que ambos pueblos
continuaron en ese estado de perversidad a lo largo de toda su vida. Los conspiradores ladrones de
Gadiantón habían contribuido a esa condición. Mormón dice, ―... los ladrones de Gadiantón se
extendieron por toda la superficie de la tierra...‖ (4 Nefi 1:46) Mormón continúa diciendo que ―...
jamás había habido tan grande iniquidad entre todos los hijos de Lehi, ni aún entre toda la casa de
Israel, según las palabras del Señor, como la que había entre este pueblo‖ (Mormón 4:12; cursivas
agregadas).
Solamente ocurrió una excepción a la prohibición de predicar en los días de Mormón. Él dice
―Y aconteció que el Señor me dijo: Clama a este pueblo: Arrepentios, y venid a mí, y sed
bautizados, y estableced de nuevo mi Iglesia, y seréis preservados‖ (Mormón 3:2). Tal intento de
Mormón por predicar en el año 360 d.C. (treinta y cinco años desde su primer intento) también
fracasó, pues su pueblo solamente endureció su corazón (ver Mormón 3:3). La Iglesia que Cristo
había establecido había dejado de existir entre el pueblo del que Mormón estaba escribiendo. En su
relato, Mormón describe a un pueblo que se había vuelto tan inicuo como era humanamente
posible. Él indica que no habían sido bautizados y que la Iglesia les había sido quitada. El mensaje
de Mormón hacia ellos fue el de arrepentirse y nuevamente establecer la Iglesia de Dios.
Dadas éstas circunstancias, las siguientes aseveraciones resultan preocupantes:
Y ahora yo, Moroni, escribo unas pocas de las palabras que mi padre Mormón habló
concernientes a la fe, a la esperanza y a la caridad; porque de esta manera habló al pueblo, mientras
les enseñaba en la sinagoga que habían construido como sitio donde adorar... Por tanto quisiera
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  • 2. 2 LA VIDA Y VIAJES DE MORMON Y MORONI Escrito por Jerry L. Ainsworth Traducido al Español por Esteban Mejía e Ixchel Mejía. bibliotecasud.blogspot.com
  • 3. 3 CONTENIDO Lista de Ilustraciones ............................................................................................. 4 Cronología de eventos ............................................................................................. 8 Prefacio .................................................................................................................... 11 Reconocimientos ..................................................................................................... 12 Capítulo 1 Mi Introducción a los Mayas.................................................................... 14 Capítulo 2 Aprendiendo el Arte de la Exploración.................................................... 18 Capítulo 3 Señalándonos la Dirección Correcta ........................................................ 21 Capítulo 4 Nuestra Asociación con el Dr. Padilla...................................................... 23 Capítulo 5 Obtenemos Artefactos Antiguos .............................................................. 26 Capítulo 6 ¿Contradicciones?.................................................................................... 31 Capítulo 7 La Geografía del Libro de Mormón ......................................................... 35 Capítulo 8 La Civilización Jaredita (Olmeca)............................................................ 38 Capítulo 9 Una Configuración Diferente de las Tierras ............................................ 47 Capítulo 10 La Migración de los Mulekitas.............................................................. 51 Capítulo 11 La Civilización Nefita-Lamanita............................................................ 55 Capítulo 12 Principales Ciudades de los Nefitas ....................................................... 60 Capítulo 13 Determinando la Ubicación de Cumorah ............................................... 64 Capítulo 14 ¿Qué Sucedió con el Pueblo de Ammón? .............................................. 70 Capítulo 15 Los Años de Infancia de Mormón.......................................................... 80 Capítulo 16 Mormón Dirige los Ejércitos Nefitas ..................................................... 85 Capítulo 17 Los Años Finales de la Historia Nefita................................................... 92 Capítulo 18 La Batalla en Cumorah y lo que Siguió.................................................. 96 Capítulo 19 La Transferencias de los Anales Nefitas ................................................ 100 Capítulo 20 La Vida y Ministerio de Moroni............................................................. 106 Capítulo 21 La Estancia de Moroni en los Países del Norte ...................................... 111 Capítulo 22 Moroni Presenta un Segundo Testigo..................................................... 116 Capítulo 23 Los Años Errantes de Moroni ................................................................ 119 Capítulo 24 El Ministerio Post-mortal de Moroni ..................................................... 124 Apéndice A Las Planchas de Oro............................................................................... 126 Apéndice B Directrices y Términos del Libro de Mormón ........................................ 137 Apéndice C La Tierra de Jersón................................................................................. 144 Apéndice D Análisis y Pruebas en Descargo sobre las Planchas de Padilla............... 147 bibliotecasud.blogspot.com
  • 4. 4 ILUSTRACIONES 1. La pirámide de El Castillo en Chichén Itzá en la Península de Yucatán en 1976 2. El autor sobre la pirámide de El Castillo en Chichén Itzá en 1976, con el Templo de los Guerreros en el fondo 3. José Dávila guiando a miembros de una clase en el sitio de Tulúm, en la Península de Yucatán en 1978 4. El Autor en 1979 junto a una estela en Bonampak, en el estado de Chiapas, México 5. Cerro Bernal en el estado de Tamaulipas, México; viéndolo desde el oeste 6. Cerro Bernal muy de mañana, en el estado de Tamaulipas, México; visto desde el norte 7. Esteban Mejía y José Dávila preparando una cornisa para dormir en el lado empinado del Cerro del Bernal en 1980 8. Las cinco planchas de oro que José Dávila obtuvo del Dr. Padilla 9. Facsímil de los caracteres que se encuentran en las planchas de oro de donde fue traducido/ transcrito por José Smith el Libro de Mormón 10. La piedra que contiene sobre su superficie caracteres de Egipcio Reformado en relieve 11. El besote de oro 12. La delgada hoja de oro que consiste de seis figuras grabadas 13. Las nueve calaveras de oro 14. Las siete planchas de oro que contienen caracteres de Egipcio Reformado e inscripciones ―Mayas,‖ anverso 15. Las siete planchas de oro que contienen caracteres de Egipcio Reformado e inscripciones ―Mayas,‖ reverso 16. El Punzón, que proviene de la misma tumba que las doce planchas de oro 17. Cómo se usaba el punzón para escribir sobre planchas de oro 18. El lado opuesto de la misma estela, que contiene glifos ―Mayas‖ y grabados en su superficie 19. Esteban Mejía en el patio trasero de la casa del Dr. Padilla con una antigua estela que contiene en su superficie caracteres en Egipcio Reformad 20. La ciudad de Zacualpan, Tlaxcala, México (―Ciudad de la gente de la Gran Torre‖) 21. Una representación de las cabezas de las siete familias de los Quinamis (Jareditas) viajando hacia esta tierra a través del mar en ―cuevas‖ 22. La ―tierra de las montañas con puntas blancas‖ –volcanes cubiertos de nieve en Puebla, México (Popocatépetl e Iztaccihuatl) 23. ―La tierra de las montañas humeantes‖ –volcán humeante en Puebla, México (Popocatépetl) 24. La gran pirámide de Cholula, en el estado de Puebla, México 25. Una maqueta de las varias estructuras súper-impuestas sobre la pirámide de Cholula 26. Pirámide redonda y en espiral en Xochitécatl a once kilómetros de Cholula 27. Una placa sobre la pared del palacio municipal de Cholula que contiene fragmentos de la historia más antigua de esta gente bibliotecasud.blogspot.com
  • 5. 5 28. Las ruinas de Monte Alban, un antiguo ―lugar alto‖ en las montañas de Oaxaca, México; posiblemente el sitio de Morón, en el Libro de Mormón 29. Una de las muchas pirámides en el sitio de Tikal, un antiguo ―lugar alto‖ en las tierras bajas del norte de Guatemala 30. Algunas de las muchas pirámides en las ruinas de Tikal, un antiguo ―lugar alto‖ en las tierras bajas del norte de Guatemala 31. Una representación artística de los Quinamis (jareditas) caminado desde su tierra natal hasta el agua, luego viajando por mar al Nuevo Mundo y finalmente saliendo de siete ―cuevas‖ hacia tierra firme 32. Representación artística de Quetzalcóatl apareciendo ante los primeros habitantes de Cholula, en el estado de Puebla, México 33. Representación artística de Quetzalcóatl dando instrucciones a los pobladores sobre la manera de hacer y llevar sus anales sobre metal 34. Un grupo de nativos en la parte central de la altiplanicie mexicana, capturando y matando a un gigante 35. Figura de mano con seis dedos sobre el Entrepaño E de la casa A, Palenque, Chiapas, México 36. Pié con seis dedos sobre el tablero de la Puerta Norte del Templo del Sol Palenque, Chiapas, México 37. El autor al lado de una cabeza Olmeca en el museo de Xalapa, estado de Veracruz, México 38, 39. Pirámide parcialmente sumergida en Cerros, Belice 40. Estela 3 de La Venta, mostrando a gente recién llegada con vestimentas a semejanza de un atuendo del Mediterráneo 41, 42. Reverencia hacia un pequeño niño, posiblemente Mulek, el infante hijo del rey Sedequías en una estela encontrada en La Venta, México 43. El Río Usumacinta (Río Sidón) que separa a Guatemala y México 44. El Río Usumacinta (Río Sidón) que separa a Guatemala y México 45. El rostro de un hombre, tal vez un mulekita, sobre el muro exterior de un templo en Lamanai 46. Un lienzo histórico del Museo de Antropología en la ciudad de México, posiblemente mostrando las migraciones de los nefitas 47. Acercamiento de la primera sección del lienzo que muestra a un hombre dirigiendo (dando nacimiento) a personas en esta tierra. Tiene un instrumento al que se le refiere como el Girón-Gagal, ―brújula‖ o ―director‖ 48. Pirámide en Calakmul, una ciudad mulekita y luego nefita, en el norte de Campeche, México 49. Pirámide en Calakmul, una ciudad mulekita y luego nefita en el norte de Campeche, México 50. Placa a la entrada de Calakmul que apoya la hipótesis de la ocupación mulekita alrededor del 600 a.C. y los mulekitas interactuando con los nefitas alrededor del 200 a.C. 51. Pirámide en Calakmul, una ciudad mulekita y luego nefita en el norte de Campeche, México 52. Lago Atitlán en las tierras altas de Guatemala, posiblemente el sitio de las Aguas de Mormón bibliotecasud.blogspot.com
  • 6. 6 53. Manantial de aguas puras y termales y bosque cerca del Lago Atitlán; posible lugar donde Alma se escondió del rey 54. ―Las Aguas de Mormón... cuan hermosas son‖ (Mosiah 18:30) 55. El autor en Yaxchilán, posible lugar de la ciudad de Zarahemla 56. Ruinas de Yaxchilán, posible lugar de la ciudad de Zarahemla 57. Dibujo de cómo pudo haberse visto la antigua ciudad de Yaxchilán en tiempos del Libro de Mormón 58, 59. El río Usumacinta (Río Sidón), visto desde el aire, mostrando las ruinas de Yaxchilán, posiblemente la ciudad de Zarahemla 60. Parapeto defensivo de madera, del tipo del que rodeaba la ciudad de Abundancia del Libro de Mormón 61. Pintura de cómo se miró Palenque alrededor del 600 d.C.; posiblemente la ciudad de Abundancia del Libro de Mormón 62. Poza cerca del lugar de las ruinas de Palenque, posible lugar del bautismo de los doce discípulos 63. Templo de las Inscripciones y el Palacio en Palenque, Chiapas, México, posible Ciudad de Abundancia 64. Templo de las Inscripciones en Palenque, estado de Chiapas, México 65. Corte transversal del Templo de las Inscripciones que muestra los nueve niveles y setenta y dos escalones para llegar a la tumba 66. El Palacio en Palenque, estado de Chiapas, México 67. Vista aérea que muestra terrazas y canales en la costa de Belice, ahora casi llenos por la erosión 68. Dibujo artístico de los canales y terrazas y como las usaban las culturas precolombinas 69. Pirámide del Sol en Teotihuacan, México 70. Pirámide de la Luna y la Avenida de los Muertos en Teotihuacan, México 71. Pirámide de Quetzalcóatl representando la vida en esta tierra, en Teotihuacan, México 72. Dibujo artístico de la antigua ciudad de Teotihuacan, centro de instrucción espiritual durante la época de Mormón 73. El cerro de La Malinche en el estado de Tlaxcala, México; posible lugar del Cerro Shim 74. Pintura de una de las plazas de un complejo habitacional en Teotihuacan 75. Pintura de un complejo habitacional en Teotihuacan 76. Pintura desenrollada de una vasija Maya de Ratinlixul, Guatemala, donde se muestra el uso de una litera 77. Calca de una pequeña porción de la estela 21 de Izapa, en la parte sur del estado de Chiapas, México, que muestra una liter 78. El uso de una litera para transportación 79. Pintura de una sección de El Mirador, una antigua ciudad en la parte norte de Guatemala (Zarahemla) 80. Pintura de una sección de Copan, una antigua ciudad en la parte norte de Guatemala, donde se muestra la súper-imposición de nuevos edificios sobre los ya existentes bibliotecasud.blogspot.com
  • 7. 7 81. Pintura de una sección de Tikal, una antigua ciudad en la sección norte (Peten) de Guatemala (Zarahemla) 82. La cancha del juego de pelota en las antiguas ruinas de Xochicalco, en el estado de Morelos, México; posible lugar de la ciudad de Josué 83. Salida del sol en el Cerro Bernal, en el estado de Tamaulipas, México; vista desde el oeste 84. Vista desde la punta del Cerro Bernal, posible lugar del Cerro de Cumorah 85. Una de las muchas fuentes y manantiales de agua alrededor del Cerro Bernal 86. Dibujo de la batalla final en Cumorah, 385 d.C. 87. Pintura de Casas Grandes en el norte de México y suroeste de los Estados Unidos 88. Posiblemente la manera en que un oficial del ejército lamanita/maya se veía en el tiempo de la batalla de Cumorah 89. Copia de una pintura en las paredes de Cacaxtla, Puebla, México, mostrando vestimenta ceremonial de líderes militares y sus prisioneros durante el período alrededor del 600 d.C. 90. Escena de una batalla mostrando a los tlaxcaltecas peleando con los españoles usando cimitarras con filos de obsidiana 91. Réplica de un tipo de cimitarra que usaron los mayas y pueblos circunvecinos 92. Rostro de barro encontrado en la base del Cerro Bernal que data de alrededor del 400 d.C. 93. Mano de molcajete (temolote) encontrado junto a la carita de barro en la base del Cerro Bernal 94. Dos planchas de Metal provenientes de una cueva cerca de Manti, Utah 95. Caja de piedra, cerrada, proveniente de una cueva del sur de Utah, que contiene planchas de metal 96. Caja de piedra, abierta, proveniente de una cueva cerca del sur de Utah, donde se aprecian planchas de metal 97. Caja de piedra, cerrada, que contiene planchas de metal, proveniente de una cueva del sur de Utah 98. Caja de piedra, cerrada, que contiene planchas de metal, proveniente de una cueva del sur de Utah 99 Caja de piedra, abierta, que contiene planchas de metal, proveniente de una cueva del sur de Utah 100. Petroglifos en las afueras de Filmore, Utah. Algunas personas le atribuyen esto a Moroni 101. Petroglifos en las afueras de Cedar City, Utah. Algunas personas le atribuyen esto a Moroni 102. Tamaño aproximado de las planchas que José Smith recibió de Moroni 103. Punzón de cobre usado para escribir sobre metal; tomado de la tumba de donde salieron las pequeñas planchas de oro 104. Replica del escritorio portátil que usó Jesé Smith para ocultar las planchas 105. Réplica del escritorio portátil que usó José Smith, conteniendo modelos de las planchas de oro, el pectoral, y el Urim y Tumim 106. Ilustración artística del posible proceso de dividir en cuartos las tierras mayas 107. La ciudad de Tenochtitlán dividida en cuartos 108. Metate grande con mano usado para aplanar metales bibliotecasud.blogspot.com
  • 8. 8 CRONOLOGÍA DE EVENTOS 90 a.C. Ammón convierte a los lamanitas en la tierra de Ismael. Ellos se llaman a sí mismos Anti-Nefi-Lehitas (Alma 19:22). 77 a.C. Los Anti-Nefi-Lehitas se trasladan a Jersón y son llamados el pueblo de Ammón (Alma 27:21-22). 74 a.C. El pueblo de Ammón se traslada a la tierra de Melek (Alma 35:13). 46 a.C. El pueblo de Ammón se traslada a la tierra del norte, a una distancia inmensa, a las grandes extensiones de aguas (Helamán 3:12). Yo entiendo que esta es la tierra alrededor de Teotihuacan, así como el estado de Jalisco, en México 34 d.C. Aparece el Salvador y establece la ley de Consagración. Muchos cambios en la tierra –la Península de Yucatán empieza a conectarse con la tierra firme (3 Nefi 8:12). 34-200.1 Se vive la ley de consagración. No hay ―-itas‖ (4 Nefi 1:17) 210 Aquellos que rechazan el evangelio se separan en tres grupos diferentes – lamanitas, lemuelitas, e ismaelitas (4 Nefi1:38). 244-260 Los inicuos sobrepasan el número de personas justas (4 Nefi 1:40-41). 260-300 Los fieles nefitas que quedaban dejan sus tierras y se trasladan a las tierras del norte. La familia de Mormón pudo haber estado entre esta gente. 300 Todos aquellos que permanecieron en Zarahemla y en la tierra de Nefi, ambos nefitas y lamanitas son igualmente perversos. No queda más gente digna en estas dos tierras (4 Nefi 1:45). Mormón todavía no ha nacido. 310 Nace Mormón al norte de la estrecha lengua de tierra, Probablemente en Teotihuacan. 321 Ammarón esconde las planchas en el Cerro Shim (4 Nefi 1:48). 322 Ammarón llama a Mormón para ser el historiador de la Iglesia y le da instrucciones de ir a la tierra Antum cuando tenga veinticuatro años y sacar las planchas Mayores de Nefi (Mormón 1:2-3; compárese con 1 Nefi 17:5). 322 Mormón es transportado por su padre a la tierra de Zarahemla (Mormón 1:6). 323 Una batalla entre nefitas y lamanitas toma lugar en las fronteras de Zarahemla junto a las aguas de Sidón. Los lamanitas son expulsados de regreso a sus propias tierras (Mormón 1:10-11). 324 Los tres discípulos nefitas son retirados de entre la nación nefita (Mormón 1:13). 325 Mormón es seleccionado para ser el comandante sobre los ejércitos nefitas (Mormón 2:1). 326 Mormón dirige un ejército hacia su primer batalla (Mormón 2:2), probablemente en la tierra de abundancia. Pierde su primera batalla. 326-360 A Mormón se le prohíbe predicar a los nefitas por un total de treinta y tres años (Mormón 1:16). 326 Mormón es seleccionado para ser el comandante de toda la nación nefita (Mormón 2:3). bibliotecasud.blogspot.com
  • 9. 9 327-330 Mormón tiene un número de batallas con los lamanitas. Sus ejércitos hacen retirada hacia los ―países del norte‖ antes de ganar la victoria (Mormón 2:3-9). 334 Mormón regresa al cerro Shim y obtiene las planchas Mayores de Nefi. Él empieza a describir los eventos de los nefitas durante sus días (Mormón 2:17). 345 Los nefitas son repelidos hasta la ciudad de Jasón (Mormón 2:16-17). 346-349 Mormón expulsa a los lamanitas a través de la estrecha lengua de tierra de regreso hacia sus propias tierras (Mormón 2:21-27). 349-350 Mormón habla con los líderes políticos de las ciudades en la tierra del norte. Probablemente durante este tiempo Mormón se lleva a su familia a la ciudad de Morón (Monte Alban, Oaxaca, México). Es probable que en este tiempo y en este lugar haya nacido Moroni. 350 Mormón hace un tratado con los lamanitas, dividiendo sus tierras en el estrecho pasaje (Mormón 2:29). 350-360 No hay guerras entre nefitas y lamanitas durante este periodo (Mormón 3:1-2). 360 Nuevamente Mormón trata de predicar el arrepentimiento a los nefitas. Ellos rechazan el evangelio y endurecen aun más sus corazones (Mormón 3:2-3). Probablemente durante este tiempo Moroni asiste a la escuela de los escribas en la ciudad de Morón. 360-362 Los lamanitas le advierten a Mormón que vienen a la batalla. Los nefita los derrotan en tres grandes batallas (Mormón 3:4). 363 Los nefitas se jactan de su fuerza y Mormón se rehúsa a seguir siendo su comandante o su líder (Mormón 3:9-11). 363-375 Los nefitas pelean batallas sin Mormón y son forzados a retroceder más hacia la tierra del norte (Mormón 4:1-22). Probablemente durante estos doce años Mormón se reúne con su familia en la ciudad de Morón y se traslada nuevamente a la ciudad donde había nacido, Teotihuacan. Mientras se encontraba en ese lugar él está en posibilidades de enseñar a Moroni las cosas esenciales que se requieren para ser un historiador nefita. Él probablemente también comienza a enseñarle el evangelio. También durante este tiempo Mormón inicia el compendio de las planchas, manufacturando las veinticuatro planchas que va a necesitar, también es durante este tiempo que Mormón transfiere todos los anales nefitas del cerro Shim al cerro Cumorah. 379 Mormón regresa con los nefitas y acuerda guiar nuevamente su ejército (Mormón 5:1). Debido a que Mormón dice “regresé,” podemos asumir que Moroni no es parte de la milicia en ese entonces. Probablemente se queda en el complejo habitacional de la familia. 380 Los lamanitas atacan y hacen retroceder a los nefitas aún más hacia la tierra del norte. Mormón acuerda con los líderes lamanitas tener una batalla final en la tierra de Cumorah (Mormón 6:2). 381-385 Todos los nefitas se reúnen en Cumorah. Mormón manda a los enfermos, viudas, huérfanos, ancianos, y desvalidos con un regimiento hacia el noroeste para reubicarlos con el pueblo de Ammón (Moroni 9:1-2). Mormón le da planchas a Moroni para que las termine. 385 Se lleva a cabo la batalla y solamente sobreviven veinticuatro nefitas. Mormón bibliotecasud.blogspot.com
  • 10. 10 es uno de los supervivientes así que Moroni le regresa las planchas. 386 Tres de los cuatro ejércitos lamanitas regresan a su tierra natal. Mormón, Moroni, y los otros veintidós sobrevivientes nefitas comienzan su viaje hacia el Noroeste para unirse a los nefitas que habían partido hacia allá con anterioridad. 38? Mormón alcanza a su regimiento, mientras que Moroni se separa y se dirige a otro lugar. 38? Moroni es llamado al ministerio (Moroni 8:1). 386-399 Mormón se reúne con otros nefitas y soldados. Él tiene otras batallas con los Lamanitas (Moroni 9:19). 386-399 Mormón predica a los miembros de la Iglesia, pacíficos discípulos de Cristo (Moroni 7:1-4), el pueblo de Ammón. Mormón le escribe a su hijo y le pide que regrese por las planchas. 399 Moroni regresa y recibe las planchas. Había estado haciendo obra misional por muchos años. 400 Mormón es muerto en batalla (Mormón 8:2-3). Moroni no estuvo en la batalla donde fue muerto su padre. 40? Moroni se va a un lugar seguro y escribe Mormón 8:1-13. En el verso 11 él escribe que los tres discípulos nefitas le han ministrado a él y a su padre. 41? Moroni tiene acceso a las planchas de Éter y ve la visión del hermano de Jared. Él escribe la mayor parte de lo que vio, así como su interpretación (Éter 4:4-5; Éter 5:1). Entonces entierra las planchas de Éter (Éter 1:4), probablemente antes de empezar su travesía hacia el este. 41?-420 Moroni viaja hacia la parte este de los Estados Unidos, enseñando el evangelio en las pequeñas comunidades al ir viajando. 421 Moroni llega al norte del estado de Nueva York, donde regresa al libro de su padre y termina los capítulos ocho y nueve. Entonces escribe el prefacio en el reverso de la última plancha. Más tarde escribe su propio libro en el reverso de la última plancha, entonces entierra las planchas en el cerro que se encuentra en norte del Estado de Nueva York. Algún tiempo después de enterrar las planchas, él es asesinado. 1823 Moroni revela a José Smith la localización de las planchas 1830 José Smith regresa las planchas a Moroni. 1830 Moroni entierra el Urim y Tumim y probablemente las planchas en el mismo lugar que las veinticuatro planchas de Éter (Éter 1:4). bibliotecasud.blogspot.com
  • 11. 11 PREFACIO Mi propósito al escribir este libro es hacer que las personas tengan un mayor aprecio por el Libro de Mormón, por los dos grandes hombres que lo escribieron, y más importante, por Jesucristo de quien testifica. Esta obra no tiene la intención de representar los puntos de vista de ninguna organización o de nadie más que los míos propios. Si existen errores, son míos, pero he escrito con el más sincero esfuerzo enfocado hacia lo correcto. Que aquellos a quienes cito y quienes me pusieron en este camino son y fueron humanos, no puede negarse, pero he tratado de mantener un punto de vista benévolo y global y he juzgado por mí mismo si su información es válida y fidedigna. Al escribir este libro consideré varios puntos de vista y sus aparentes evidencias de apoyo, desechando algunas, aceptando otras que yo sentí que debería confirmar posteriormente. El proceso me llevó a muchos descubrimientos que yo mismo hice. He aprendido durante los ocho años que me llevó escribir este libro que ciertamente aprender acerca de las escrituras es un proceso en el que verdaderamente se revela ―línea sobre línea, precepto tras precepto; un poco aquí, y otro poco allí‖ (D y C 128:21). Tales perspectivas reveladas me han confirmado que el Libro de Mormón es más preciso y más correcto de lo que yo me hubiese atrevido a creer. Debido a la escasez de información acerca de Mormón y Moroni, por necesidad tuve que recoger la mayor parte de la información de breves comentarios y de comentarios indirectos. Fue necesario tomar todos estos fragmentos de información y con ellos tejer una red, mostrar un patrón, y construir bases. No fue una labor fácil, pero al final me llevó a las conclusiones presentadas en este libro. La información que he reunido, sin duda chocará con algunas opiniones diferentes; eso está bien y hasta cierto punto es saludable. Espero que el diálogo no llegue a la crítica. Estoy preparado para entablar cualquier diálogo positivo e ilustrativo acerca de la posición y conceptos que presento en este libro. He desarrollado un gran amor por Mormón y Moroni y confío en que lo que he escrito nunca sea la causa de discusiones o contenciones, los mismos comportamientos a los que Mormón y Moroni se opusieron a lo largo de toda su vida. Me he visto a mí mismo en un largo viaje –uno que todavía continúa– y espero que el lector someta a la prueba de la verdad esta información, tal como yo lo he hecho. Ya sea que a usted como lector esto le conduzca o no a aceptar cualesquiera o todas mis conclusiones es, por supuesto, ese maravilloso don del albedrío. Mi esperanza es que pueda aprender algunas cosas nuevas y emocionantes acerca de Mormón y Moroni, y que al hacerlo, obtenga un mayor aprecio por el segundo testamento de Cristo, el Libro de Mormón. Si puedo agregar unos cuantos pequeños pedazos a la tela del entendimiento del Libro de Mormón, será para mí recompensa suficiente. Al haber escrito este libro, ahora puedo testificar más de lo que jamás creí posible, que Mormón y Moroni fueron dos hombres de carne y sangre que vivieron y pasaron penurias sobre este continente. Ellos fueron grandes hombres de Dios. Amaron al Salvador con quien caminaron y conversaron. Son tan reales para mí como si fueran miembros de mi propia familia. Ahora tengo un mayor aprecio y amor por ellos. También tengo un testimonio más grande de que Jesucristo, de quien Mormón y Moroni testificaron tan apasionadamente, es el hijo de Dios y el salvador del mundo. Espero y confío que el contenido de este libro tenga un efecto similar en usted. Hay un cierto número de ilustraciones en el libro que se usaron con el permiso de varias organizaciones tales como la National Geographic Society, La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, y varias universidades. El permiso para usar su material de ninguna manera implica o apoya los puntos de vista expresados en este libro. Jerry L. Ainsworth Octubre de 1999 bibliotecasud.blogspot.com
  • 12. 12 RECONOCIMIENTOS En el transcurso de los ocho años que tomó escribir este libro, muchas personas han tenido un impacto significativo en su formación, documentación, y escritura. Además de esta asistencia, muchos han sido de ayuda al amonestarme a que terminara el proyecto. A aquellas personas deseo expresar mi aprecio. Estoy agradecido a los miembros de mi grupo de apoyo de martes por la noche por su firme demanda de que llevara a buen término este esfuerzo. Los miembros de ese grupo incluyen al Dr. Rodney Lane, decano de la Escuela de Educación, Southern Connecticut State University; John Bustelos, presidente y CEO del Hospital Griffin; el Dr. Douglas Gibson, radiólogo; el Dr. Paul Nussbaum, urólogo; el Dr.Steven Sinatra, cardiólogo en el Manchester Comunity Hospital; el Dr. Steven Horowitz, cardiólogo en el Beth Israel Hospital en Nueva York; y el Dr. A. Harris (Bud) Stone, minimalista. Deseo agradecer a James Arrington por su continuo apoyo y valiosas sugerencias y referencias. Les Campbell ayudó en la localización de un número de fuentes de información. Gracias a David Schwab por su apoyo en tiempos de dificultad, el cual culminó con la obtención de algunos de los artefactos que se muestran en este libro. También gracias a John Kromberg por su ayuda personal, económica y espiritual en este esfuerzo. Aprecio a J. Golden Barton por su inspiración y ánimo en un principio. Por aquellas personas que han ayudado en la producción de modelos fotográficos, estoy muy agradecido. Gracias a Brian Duda y Bruce Blake por producir algunos de los prototipos para el fotógrafo. Debo hacer una mención especial de un querido amigo de veinticinco años quien me inspiró a través de la fuerza pura de su humilde y dulce espíritu: Irv Leveton. Él dibujó un número de ilustraciones para el libro, así como los primeros bocetos para la cubierta. Él murió dos años antes de que se terminara el libro. Estoy muy agradecido por su cálido espíritu, inspiración, y sobresaliente trabajo artístico. A David Lindsley expreso mi gratitud por su intensa búsqueda por una valiosa, y sin embargo correcta representación de Mormón y Moroni para la cubierta de este libro. Él fue muy generoso con su tiempo y talentos. Sería un descuido mío no recordar a mi hermana y a mi cuñado, Bibbit y Jimmy Pierce. Por más veces de las que recuerdo, me hospedaron en su casa cuando encontraba una salida de la selva e iba de regreso a Louisiana. En muchas ocasiones fueron lo suficientemente inteligentes como para simplemente quemar toda mi ropa y equipo lleno de garrapatas en lugar de intentar limpiarlos. Aprecio a mi hermano el Dr. Charles Ainsworth por leer el manuscrito y darme algunos consejos prudentes y a Jan Hemming por sus tempanas y sabias admoniciones. Debo hacer una mención especial al Dr. Marlin Dearden, con quien he viajado a muchas zonas arqueológicas durante los últimos veinte años. Estoy muy agradecido por sus sugerencias acerca del manuscrito y por su perspectiva y conocimiento acerca de los mayas y el Libro de Mormón. Aprecio la contribución de Al Cooper, quien me mostró la manera en que el manuscrito podía ser significativamente mejorado. Debo mucho a mi buen amigo Carl Ruediger y a Joel Felber por mantener mi computadora funcionando y por recuperar material cuando el disco duro se estrelló. Mi querido amigo el Dr. Joel Eisenberg fue de mucha ayuda a través de su continuo aliento y sostén para este proyecto. Después de buscar por años a una hábil persona para producir imágenes cartográficas con bibliotecasud.blogspot.com
  • 13. 13 Adobe Photoshop, estuve muy complacido al saber que casi por accidente mi líder del sacerdocio se encargó de eso al asignar a Kevin Webster como mi maestro orientador. Kevin es un maestro con este software. Le debo una gran cantidad de gratitud por producir los mapas. Cuando estuve en México, la familia Dávila –Ruth, Hazle, y especialmente José– me ayudaron mucho al compartir sus puntos de vista y conocimientos acerca de la arqueología y el Libro de Mormón. Un agradecimiento especial a la Señora Amelia Ortega Gómez por ser tan comprensiva con respecto a los viajes de su esposo Esteban. No podría agradecerle suficiente por lavar nuestra ropa, cocinar tantos maravillosos alimentos, y mantener una vigilia de oración, con paciencia, mientras nosotros viajábamos a y desde cada concebible lugar en México y allende fronteras. Doy mis gracias al compadre de Esteban, Silvestre quien viajó con nosotros como nuestro ―mecánico de a bordo.‖ Zeniff, el hermano de Esteban fue de mucha ayuda siempre que nos faltaba un chofer. Le debo mucho a la familia Padilla, especialmente a David por su amor y bondad durante los muchos años que hemos insistido en este proyecto. Deseo expresar mi aprecio a Abraham Gileadi por sus maravillosas habilidades en la revisión y corrección, perspectivas, y contribuciones al manuscrito. Casi al final de este proyecto, Jennifer y Linda ayudaron tremendamente en la corrección del manuscrito final y en la preparación del índice. Estoy en deuda con Jane Clayson, quien diseñó el estilo trazado del libro y tipografió el manuscrito. Lo mismo debe decirse de Douglas Cole, quien diseñó la cubierta y dibujó los maravillosos elementos gráficos. Sus sugerencias y talento artístico garantizaron la belleza del libro como producto terminado. Por sus conexiones, aliento, y fe en el libro durante las etapas finales de este proyecto, a Larry Barkdull no se le podría agradecer suficientemente. También debo reconocer a dos muy queridos amigos quienes apoyaron mis esfuerzos y me animaron a llevar a buen término este proyecto –Gary y David. En conclusión, quisiera agradecer a mi socio, co-investigador, amigo de mucho tiempo y hermano, el Señor Esteban Mejía. Sin él y su amor por los mayas y el Libro de Mormón, la creación de este manuscrito hubiese sido imposible. No tan solo este libro es acerca de la vida y viajes de Mormón y Moroni, sino también es acerca de la vida y viajes de Jerry y Esteban. Hemos pasado por muchas cosas y compartido muchas experiencias emocionantes durante los dieciocho años de nuestra amistad. Este libro atestigua del gozo y significado de algunas de esas experiencias. bibliotecasud.blogspot.com
  • 14. 14 CAPÍTULO 1 MI INTRODUCCIÓN A LOS MAYAS Con frecuencia me he preguntado como es que se forma un gran hombre de Dios. La configuración peculiar de su vida parece ser determinante tanto por las exigencias de sus días y edad, como por su relación personal con Dios. Tan raro como parezca, cuando se requiere de una persona para desarrollar un papel importante en la historia del pueblo de Dios, tal persona aparece en ese preciso momento. La relación que existe entre la necesidad de dirigentes dignos y la vida digna de un hombre, demuestran la presciencia de Dios para escoger a alguien quien Él sabe puede llevar a cabo la obra. Tal divina presciencia puede, inclusive, involucrar dos generaciones de siervos especiales de Dios, uno complementando el trabajo del otro. Esto lo podemos observar en las vidas de Lehi y su hijo Nefi, de Alma Padre y Alma Hijo, de Mormón y Moroni. Y es principalmente sobre el último par –Padre e Hijo –Mormón y Moroni– sobre el cual escribo éste libro. A medida que he procurado rastrear sus pasos en la historia del Pueblo de Dios sobre este Continente Americano, sus vidas me han intrigado de tal manera que me he sentido compelido a compartir con ustedes lo que he descubierto. Estoy bien consiente de que la búsqueda de conocimiento sobre cualquier tema, especialmente de conocimiento espiritual, trae consigo un precio. Para poder adentrarse en las mentes de hombres como Mormón y Moroni –hombres de profundo conocimiento espiritual- no es sencillo y puede requerir hacer a un lado muchas antiguas presuposiciones. Muy frecuentemente lo que nosotros ‗sabemos‘ de personajes de las escrituras en realidad lo traemos de historias contadas en nuestra infancia, de las ideas populares de nuestros días, y de cosas simplemente tomadas a la ligera sin haberlas investigado por nosotros mismos. Y así fue conmigo (quien parecía el candidato menos apto para estos estudios espirituales), cuando, casi involuntariamente fui llevado a la búsqueda de conocimiento sobre este preciso asunto. Al principio la vida y viajes de Mormón y Moroni habían despertado poco interés en mi. Sin embargo, sobre el transcurso de veinticuatro años, se ha convertido en una apremiante preocupación. Muchos de mis recursos personales, y muchas horas de estudio e intensa oración he invertido en mi intento por aprender acerca de estos dos siervos especiales de Dios. Esta petición mía tuvo sus principios durante el verano de 1975. Me encontraba disfrutando el almuerzo con dos de mis colegas de la Southern Connecticut State University donde imparto la cátedra de Salud Holística. Platicaba con mis colegas sobre mi intención de impartir un curso sobre salud internacional. Yo había contemplado llevar un grupo de estudiantes a Brasil e impartirles esa clase allí para que pudieran experimentar de viva mano como se practicaba la salud en otro país. Uno de mis asociados sugirió que en lugar de lo anterior, llevara a mi clase a México, llamando mi atención hacia un lugar que apenas se estaba desarrollando –un lugar llamado Cancún. No habiendo estado en ninguno de los dos, Brasil o México, el uno me sonaba tan interesante como el otro. Casi por casualidad escogí México como el lugar para impartir mi clase sobre salud internacional. Tal decisión cambió por completo las directrices de toda mi vida. Para el verano de 1976, mi clase se había materializado, la cual incluía una extensa estancia en el Sureste de México. Veinte estudiantes se habían registrado para la clase de salud internacional la cual incluía la aventura con mochila en la espalda en la península de Yucatán. Y lleve a este grupo a Yucatán, sin embargo sin hacer ninguna clase de reservaciones en hotel o de transportación del grupo. ¡Lo peor de todo era que ninguno de nosotros hablaba español! Que bibliotecasud.blogspot.com
  • 15. 15 inexperto era yo al llevar a cabo tal conducción. Sin embargo, a pesar de todo eso, algunas cosas positivas surgieron. El evento más importante de nuestro viaje fue nuestra visita a las ruinas de Chichén Itzá. Habíamos rentado tres minivans y manejado de Cancún a Chichén Itzá en nuestro camino hacia Mérida, la capital de Yucatán. Al llegar a Chichen Itza a media mañana, estacionamos nuestros vehículos bajo el follaje de los árboles y caminamos hacia el descubierto. Era un día claro y hermoso, blancas nubes vagaban en el cielo azul. El sitio tenia pocos visitantes y el rocío de la mañana todavía cubría el suelo. Al mirar por entre el follaje de los árboles, mis ojos se posaron sobre la gran pirámide llamada El Castillo (ilustración 1). Me quedé helado frente a este gran edificio, totalmente asombrado de su grandeza pétrea, su misterioso silencio. Me quede sin poder hablar o moverme –solamente me quede parado mirando. Entonces mi corazón empezó a acelerarse. Escalofríos llenaron todo mi cuerpo. Finalmente comencé a llorar. No recuerdo por cuanto tiempo las lágrimas rodaron por mis mejillas, pero sí recuerdo que fue un momento inolvidable. Por alguna inexplicable razón, me sentía conectado a este lugar, a sus antiguos habitantes y a sus modernos descendientes. Entonces y allí nació en mí el tremendo deseo de aprender acerca de los mayas y de visitar sus antiguos lugares (ilustración 2). Después de varias semanas de estancia, regresamos a los Estados Unidos, pero yo no podía dejar de pensar en mi experiencia. Las ruinas mayas que habíamos visitado continuaban fascinándome, así que empecé a leer la literatura básica maya acerca de su cultura e historia. Inclusive intenté el desafiante proceso de aprender a leer los jeroglíficos mayas. Me mantuve al día concerniente a los descubrimientos arqueológicos e hice todo lo posible por educarme a mí mismo acerca de ello. Mi reciente afección por la cultura maya no tenía nada que ver con el Libro de Mormón o con La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, de la cual soy miembro. Para mí no importaba si aquellas personas fueron de las cuales hablaba el Libro de Mormón. Yo simplemente me enamoré de la cultura maya. Y como con la mayoría de los amores, uno solamente reacciona, uno no se pregunta por qué. Debido a que yo no estaba interesado en saber si los mayas estaban relacionados con el Libro de Mormón, yo no buscaba una conexión. Ni tampoco veía ninguna. Solamente disfrutaba aprendiendo sobre ellos –de su lenguaje y su antigua cultura. Fue mi afinidad con los mayas, así como mi deseo de conducir un curso de calidad en Yucatán, lo que me animó a dirigir un segundo viaje. El siguiente verano impartí otro curso de Salud Internacional en Cancún. Este estaba un poco mejor organizado que el primero –y tuvo mayor éxito. Esto me daba la oportunidad de visitar ruinas mayas y explorarlas más ampliamente. El siguiente año, 1978, conduje el tercer grupo de estudiantes hacia la Península de Yucatán. Ya empezaba a sentir que México era mi segundo hogar. Durante los viajes anteriores habíamos visitado las ruinas de Tulúm y no habíamos encontrado a nadie allí. Sin embargo, en esta visita, conocí a un pequeño y energético guía llamado José Dávila Morales. El se acercó a mí que dirigía un grupo de veintidós personas hacia las ruinas y ofreció guiar nuestra visita por una modesta tarifa. Debido a que yo había conducido éste tour los dos años pasados, actuando como nuestro propio guía, le dije que estaba acostumbrado a guiar a los estudiantes yo mismo –había leído toda la literatura sobre el tema. José se alebresto y pregunto si es que yo pensaba que estaba tan informado como él. Él había estado trabajando como guía por muchos años. Le aseguré que yo era tan competente para dar el tour como él. Con esa aseveración, me coloqué en una de esas difíciles situaciones de intenso desacuerdo. En este punto de la conversación, un colega, el Dr. Marlin Dearden, se interpuso y sugirió que bibliotecasud.blogspot.com
  • 16. 16 intentáramos llevar un guía ese año. Mientras discutíamos eso, José hizo una sugerencia: ―Déjenme hacerles el recorrido, y si al final del mismo ustedes no están satisfechos con mi trabajo, entonces no me pagan nada. Pero si están convencidos de que les mostré cosas que ustedes no sabían, entonces pagan mi tarifa‖. Yo estuve de acuerdo y el recorrido comenzó (ilustración 3) Después de la más ilustrativa, amena y vivificante presentación acerca de los mayas que haya escuchado la cual duro una hora, José preguntó mi reacción. Yo le pagué dos veces más de lo que originalmente había pedido. Después del tour de José, me di cuenta de que había más posibles conexiones entre los mayas y el Libro de Mormón de lo que yo había percibido. Tan pronto como regrese a casa en Connecticut envié a José, por correo, una copia en español del Libro de Mormón. Estaba yo seguro de que él se quedaría sorprendido al encontrar muchas de las ideas que había presentado, duplicadas en ese libro. La arquitectura y simbolismo de las ruinas de Tulúm, tal como José las había explicado, borraron cualquier duda en mi mente acerca de los orígenes de la religión maya. Había pasado un año, y cuando conduje otro grupo en Yucatán el siguiente verano, estaba ansioso por saber si José seguía en Tulúm. Si había recibido el libro que le había mandando por correo. Cuando llegamos a Tulúm, me dio gusto verlo nuevamente, y para que nos hiciera el recorrido otra ves. Le pregunte si había recibido el libro que le había enviado. No lo había recibido. Cuando le dije que era el Libro de Mormón, él me informó que era el Presidente de la Rama en Cancún de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Mi asociación con José empezó en serio a partir de ese momento. Pase varias horas con él, mientras los estudiantes andaban de compras. Se me ocurrió que debía pasar más tiempo absorbiendo lo que él sabia. José hizo los arreglos para que yo le trajera un autobús de escuela a Cancún, para que pasara el resto del verano con él (después de concluir mis clases sobre salud internacional) y servirle de chofer en sus grupos de caravanas. Ese verano conocí a la esposa de José y a sus hijas, me hospedaron en su casa, y pronto me convertí en un miembro más de la familia. José es una de ésas persona con una mente extraordinaria que nunca se le olvidan las cosas. Él puede citar capitulo y versículo de cada libro que ha leído. Al viajar juntos, hablábamos de Velikosky, John Lloyd Stevens, Sylvanus Morley –y el Libro de Mormón. Constantemente me asombraba su perspectiva e intelecto. Durante ese verano, aprendí de José algunos de los conceptos concernientes a la relación entre los pueblos precolombinos y el Libro de Mormón. Aún cuando eso era emocionante para mí, yo sin embargo luchaba con –y frecuentemente rechazaba- muchas de sus ideas. Recuerdo cuando él me hablaba acerca de los viajes de Mormón y Moroni, perspectivas que no coincidían con mi manera de leer tales acontecimientos. En cierta ocasión, le dije a José ‗Moroni hizo un trabajo muy pobre con su registro. Sus escritos son confusos y entran en conflicto con aquellos de Mormon.‘ No pude haber ofendido más a José si lo hubiese abofeteado. De una manera firme pero amable, me explicó que me sentiría diferente después de que finalmente entendiera los escritos de Moroni – después de que llegase a conocer al hombre, al escritor, y al profeta. Él tenia razón, esto lo descubrí por mí mismo en un corto tiempo. A fines del verano de 1979, José empezó a conducir grupos con un socio de él – Esteban Mejía Mora. Aprendí que Esteban era el primer consejero en la misma presidencia de rama que José. Al unírsenos Esteban en el tour, él y yo tuvimos unos intercambios de ideas los cuales nos condujeron a una nueva amistad. Esteban y yo desarrollamos una cierta amistad diferente a la clase de amistad que ninguno de nosotros tenía con José. Con Esteban podía hacer preguntas, debatir acerca de un cierto tópico, e inclusive ofrecer mi opinión. Con José me sentía compelido a bibliotecasud.blogspot.com
  • 17. 17 simplemente escuchar. El conocimiento de José acerca de los Mayas y el Libro de Mormón iban mas allá del mío, él tenia poca paciencia con mis esfuerzos por ponerme al corriente. Recuerdo cierto día en que los tres habíamos estado discutiendo todo el día acerca del Libro de Mormón. Cuándo Esteban y yo nos encontrábamos solos, me dirigí a él y dije, ―¿Verdaderamente sabe José de lo que esta hablando, o esta loco?‖. Esteban no me contestó. Él me hizo saber que José era una persona especial para él. Aprendí que había, y aun existe, un gran amor entre estos dos hombres. Aquel verano leí más, estudie más, y pensé más acerca del Libro de Mormón que durante toda mi vida hasta ese momento. Todavía no había hecho una fuerte conexión entre ese libro y los antiguos habitantes de Mesoamérica (que consiste en el Sur de México, Belice, Guatemala y Honduras). A mí simplemente me gustaba la idea de ir a nuevos y difíciles lugares, el desafío de cruzar la selva, de descubrir cosas que nadie más había descubierto. En mi mente no existía tal cosa como un mal sitio arqueológico en Mesoamérica. Visité Ruinas por el puro gusto, no por razones académicas. Este fue el principio. bibliotecasud.blogspot.com
  • 18. 18 CAPÍTULO 2 APRENDIENDO EL ARTE DE LA EXPLORACIÓN Después de regresar a casa de mi viaje con José Dávila y Esteban Mejía. Me tomé una ausencia sabática por un año e intensifiqué mis estudios en esta nueva área de interés. Asistí a la Universidad de Brigham Young e investigué los pueblos precolombinos relacionados con planchas de oro y el Libro de Mormón. Una gran variedad de planchas metálicas, presuntamente de origen antiguo, había aparecido en la Universidad de Brigham Young. Todas, sin excepción, habían sido declaradas como fraudulentas. También escuché historias concernientes a José Dávila, las cuales se remontaban a la época en que había visitado la Universidad de B. Y. Escuché de sus ―maquinaciones‖ acerca de planchas enterradas en Utah y acerca de antiguas inscripciones encontradas en ése estado. Les di seguimiento a esas historias, conociendo a varios de los amigos de José, al resto de su familia, y a sus detractores. Durante tales investigaciones, pasé algún tiempo en Manti siguiendo historias de cuevas, cajas de piedra, y de escritura sobre planchas. También aprendí acerca del pronunciamiento de Brigham Young de que Moroni había estado en ésa área. Con anterioridad había acordado con Esteban hacer un viaje a través de México al final de mi año sabático. Yo pienso que Esteban nunca se imaginó que verdaderamente manejara yo hasta su casa, en el estado de Puebla, en la parte sur central de México, en mi regreso indirecto a Connecticut, pero lo hice. Manejé bajando por todo el Pacifico Mexicano y entonces giré al este. Para sorpresa de Esteban, aparecí en su casa. Esteban era empleado de tiempo completo, así que en sus ratos libres, nos las arreglábamos para visitar ruinas. Hablamos acerca de muchas de las historias que José había compartido con nosotros. Leímos a conciencia el Libro de Mormón. En cierta ocasión, me encerré en mi departamento solamente con el Libro de Mormón, determinado a no salir sino hasta después de haber adquirido un conocimiento más amplio de su contenido. Leí, ayuné, y oré por ocho días consecutivos y finalmente surgí con un conocimiento acerca de la geografía del libro. Esteban y yo empezamos a ver algunas de las cosas que José había visto. Ahora entendíamos y aceptábamos las perspectivas que había compartido con nosotros, especialmente aquellas concernientes a los viajes de Mormón y Moroni. Durante aquel tiempo, Esteban y yo desarrollamos una cálida amistad. Cuando primero nos conocimos, su esposa acababa de dar a luz a su primera hija. Ella sin embargo fue lo suficientemente amable como para permitirle viajar. Éramos libres para explorar lo desconocido a nuestras anchas. Típico de algunos viajes, primeramente nos dimos a la tarea de tratar de visitar las ruinas de Bonampak en el estado de Chiapas, en el sur de México. Por años, la única manera en que uno podía llegar allí era contratando un avión, pero habíamos escuchado de un nuevo camino que se había construido. Así que partimos en mi confiable vehículo. Cuando pasábamos por cuadrillas de trabajadores, nos deteníamos para asegurarnos de que todavía estábamos en el camino correcto a Bonampak. Cada cuadrilla contestaba, ―sí señor‖, pero entre mas viajábamos, las cosas se ponían más difíciles. Se nos agotaba la gasolina pero persuadimos a un lugareño de que nos pasara algo de la gasolina de su carro. Estando determinados a llegar allá, continuamos manejando a través de arroyos, raíces y charcos de lodo. Siempre nos deteníamos para preguntar a los grupos de trabajadores si es que este era el camino a Bonampak. ―Sí señor‖. Finalmente el camino se deterioró hasta convertirse en una vereda para dos ruedas y después en nada. Al final, se encontraba trabajando una cuadrilla. ―Creímos que este era el camino a Bonampak.‖ ―Lo es señor, pero todavía no esta terminado.‖ Pasaron varios años antes de que finalmente lográramos llagar a bibliotecasud.blogspot.com
  • 19. 19 Bonampak-después de aprender de tan tropezado comienzo (ilustración 4). Dejé Puebla y manejé hasta Cancún, visitando algunas de las ruinas que no había visitado. En ése viaje mi carro se descompuso. Esta fue otra experiencia para mí, porque pude saborear la amabilidad del pueblo mexicano. Me ayudaron a llevar mi carro hasta un pueblo a unos ochenta kilómetros de distancia. Recuerdo a un mecánico adolescente. Simplemente se quedó allí parado, rascándose la cabeza. Trataba de entender una maquina Porsche que nunca antes había visto. Le expliqué que era un motor Porsche y que como tal, no usaba carburador. ―Si Señor,‖ me dijo, ―Este es su problema.‖ Fue tan frustrante entonces como es asombroso ahora. Sin embargo yo sentía que Dios estaba observando mis ingenuos esfuerzos, viendo que tenía la determinación de descubrir e indagar acerca de su antiguo pueblo al precio que fuese. Después de aquello, José, Esteban y yo, decidimos visitar el cerro que José consideraba ser el Cerro de Cumorah. De una manera presuntuosa nos dispusimos a descubrir la antigua biblioteca Nefita que presumiblemente se encontraba en el cerro. Con esa arrogante meta en nuestras mentes, empezamos a escalar un cerro de más de 1,800 pies de altura llamado Cerro del Bernal en el estado de Tamaulipas (ilustraciones 5 y 6). Decidimos ascender por su parte más difícil, escalando escarpados riscos. Nos habíamos proveído de mochilas, fuertes sogas, cantimploras y machetes, así que nos sentíamos bien equipados. (La ubicación del Cerro de Cumorah será abordada en el capitulo 13.) Escalamos por cinco horas, cambiando en dos ocasiones nuestra estrategia debido al terreno impenetrable. Al haber fracasado en alcanzar la cúspide antes del atardecer, nos encontrábamos varados sobre un costado del risco, a unos 800 pies de altura. Nos dimos cuenta de que tendríamos que pasar la noche allí, así que localizamos una pequeña grieta sobre el costado del acantilado. Usando nuestros machetes, hicimos una plataforma para dormir sobre ella (ilustración 7). En nuestra acalambrada situación, la mayor parte de nuestro equipo, y nuestras piernas, colgaban sobre la orilla del risco. Antes de sosegarnos para pasar la noche, leímos del Libro de Mormón y oramos. Estábamos preparados para hacer lo mejor de una situación difícil. Dos horas después de que obscureció, comenzó a llover, y la lluvia aumentaba en intensidad. Empapados, observamos el principio de una caída de agua que bajaba hacia la grieta donde estábamos recostados. Empezamos a orar sinceramente. Cada uno de nosotros tomó su turno, después de lo cual, la lluvia empeoró. Entonces empezaron los rayos y truenos. El cielo nocturno se llenó con la brillantez de los relámpagos y con el bramido de la tormenta. El agua de lluvia que bajaba por la grieta, se convirtió en un torrente, llevándose consigo parte de nuestro equipo y debilitando las sogas y las ramas de los árboles que habíamos unido y atado para hacer la plataforma. Algunos rayos pegaron sobre el costado del acantilado y algunas rocas empezaron a mecerse y caer cerca de nosotros. Por supuesto, nadie sabía dónde estábamos o cómo es que habíamos llegado allí. Ciertamente nadie jamás encontraría nuestros restos si es que fuésemos arrastrados, ya que el cerro se encuentra en una muy remota área en México. Entonces, cuando ya había aceptado la idea de que iba yo a morir, José se levantó y con los brazos alzados, empezó a rogar y a demandar en un lenguaje que yo no conocía. Él hizo esto dirigiéndose a los cuatro puntos cardinales. En la cuarta vez, la lluvia y tormenta se detuvieron instantáneamente y el cielo se aclaró. Después escuché de Esteban de otras ocasiones en las que las oraciones de José habían sido contestadas de la misma manera. Cuando amaneció a la mañana siguiente, decidimos regresar a casa. La mayor parte de nuestra comida y gran parte de nuestro equipo había sido arrastrado y nos quedaba poca agua. Se volvió una urgente necesidad el encontrar el camino de regreso al carro lo mas pronto posible. Intentamos regresar por un camino diferente para evitar la gran serpiente que habíamos encontrado en nuestro camino al cerro. José le había pegado en su gran cabeza, por atrás, con su machete bibliotecasud.blogspot.com
  • 20. 20 mientras me miraba amenazante, pero su machete simplemente había rebotado. Nosotros pensábamos que la herida serpiente nos perseguiría si es que regresábamos por la misma vereda que habíamos tomado. Sin embargo, en nuestro intento por evitar a la serpiente, muy pronto nos extraviamos. Esteban y yo seguíamos a José, creyendo que él encontraría el camino por la selva. Caminamos todo el día en un calor sofocante y se nos agotó el agua. Al empezar a ponerse el sol por segunda ves, nuevamente empezamos a preocuparnos extremadamente por nuestro bienestar. Yo tenía un paquete de rollos de canela que habían sobrado y nos detuvimos a comerlos, pero no podíamos tragarlos por no poder producir saliva. Cuando una vez más estaba yo a punto de darme por vencido, José descubrió un charco de agua como a kilómetro y medio cerro abajo desde donde nosotros estábamos. Entonces empezamos a correr hacia el charco. Nos metimos al agua junto con las vacas, tomando la lodosa agua como si hubiese salido de un cristalino manantial. De pie en el charco, nos quitamos la ropa y nos arrancamos más de cien garrapatas de nuestros cuerpos. Pasaron varios años más antes de que ascendiéramos con éxito a ese cerro. Extrañamente, cada ves que lo hicimos, tuvimos similares encuentros cercanos con la muerte que requirieron de todas nuestras energías para afrontarlas. Por esa razón, en realidad nunca pudimos explorar el objeto de nuestra razón de estar allí. Nosotros creemos que el cerro permanece prohibido hasta este tiempo. José, Esteban y yo tuvimos muchas otras experiencias similares en nuestros intentos por descubrir nuevos e interesantes lugares. Decir que somos amigos cercanos, es una subestimación. Confiaría mi vida a cualquiera de éstos dos hombres; de hecho, lo he hecho en numerosas ocasiones. bibliotecasud.blogspot.com
  • 21. 21 CAPÍTULO 3 SEÑALÁNDONOS LA DIRECCIÓN CORRECTA Durante los siguientes siete años –de 1980 a 1987– viajé por muchos lugares ya sea con Esteban o con José. Aprendí de muchas más conexiones entre los antiguos pueblos de éste continente y el Libro de Mormón. Ahora ya tenía bastantes evidencias de quiénes fueron las gentes del Libro de Mormón y cómo podían identificarse sus descendientes con el pueblo llamado maya. Continué fortaleciendo mi amistad con Esteban. Él y su esposa tuvieron cuatro hijos más durante esos años. Cuando tuvieron a su cuarto y quinto, se me dio el honor de ponerles su nombre. Puesto que me las había arreglado para que a Esteban lo despidieran de su trabajo debido a nuestros muchos viajes juntos, él y yo creamos un negocio de importación para ayudar a sostener a su familia y nuestros viajes. Y me tomé otro año sabático, el cual incluía un proyecto en el Departamento de Salud Social de la Universidad de México. Eso me permitió pasar un semestre de estudios en serio con Esteban. Él compró una casa vacante junto a la suya y se convirtió en ―mi casa‖. Allí fue donde hablamos seriamente acerca de escribir éste libro. A medida que aprendíamos nuevas verdades, él y yo empezamos a comprender la validez de muchas de las verdades que José nos había enseñado años atrás. Frecuentemente cuando descubríamos evidencias adicionales del Libro de Mormón, exclamábamos, ―¡Nuevamente José tenía razón!‖ Esteban ahora sirve como un guía oficial en las ruinas mayas en México. Él domina el inglés y español. Como un historiador consumado, él recita la historia de su país sin ningún esfuerzo y con orgullo. Su entrenamiento escolar, le ha permitido ayudar en la traducción de algunas obras de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Frecuentemente se le pide traducir discursos en importantes conferencias de la Iglesia en México. Esteban también sirve en el Sumo Consejo de su estaca. Con gusto trabaja con los económicamente más necesitados y con ramas y barrios con dificultades. Él es una de esas personas calladas y dedicadas miembros de la Iglesia que ayuda a las personas a mudarse a una nueva casa, aconseja a aquellos con problemas, o lleva alimentos a aquellos que no los tienen. Y nunca menciona a nadie sus esfuerzos. Esteban tiene un grado de maestría en ciencias y ha trabajado conmigo en la Southern Connecticut State University. Además de ayudarme con los viajes en curso de estudiantes a México, me ayuda con el International Health Congress que yo conduzco anualmente. Todavía no he conocido a alguna persona que no haya reconocido inmediatamente el calor y amor que Esteban irradia. Él tiene una amorosa esposa y hermosos hijos, y posee toda la dignidad y amor que uno se pueda imaginar de una persona espiritual. Aún cuando de orígenes humildes, él es un gigante de hombre. Él emana un amor de Dios y familia que raramente he visto en otros. Por ultimo, Esteban es mi amigo y hermano. Hay algunos que conocen a Esteban, a José, y a mí, quienes dirán que Esteban y yo hemos tomado las ideas de José y escrito un libro para nosotros. No hemos hecho eso. Aún cuando José nos ha indicado la dirección, nosotros hemos seguido adelante, nos hemos tomado la molestia de confirmar todas y cada una de las cosas por nosotros mismos. Además, hemos sido bendecidos para hacer muchos descubrimientos por nosotros mismos. Habiéndosele dado la opción de estar involucrado en escribir el libro, José ha escogido ser un ―redactor contributivo‖. Sin embargo, Esteban y yo deseamos darle a José Dávila el crédito que merece. Sin las directrices y enseñanzas primarias de José, sin sus profundas perspectivas y sapiencia, sin su amor por los mayas y por Dios, nos hubiera sido difícil desarrollar los conceptos y perspectivas presentadas en éste singular libro. bibliotecasud.blogspot.com
  • 22. 22 Por años escuché a José proclamar una relación entre las ceremonias mayas y la astronomía. Mucho de lo que se ha escrito en la iconografía maya no es tan histórico como es descriptivo de los movimientos astrológicos. Yo, junto con otros, rechacé frecuentemente éstos no convencionales conceptos de José. Eran simplemente los puntos de vista de un hombre inculto en arqueología. Sin embargo, en un reciente libro sobre los mayas, escrito por dos eminentes eruditos se establece ― hemos estado estudiando estos antiguos registros mayas acerca de la creación por muchos años y pensábamos que entendíamos lo que decían acerca de los eventos que dieron origen al mundo. ¡Oh cuan equivocados estábamos!‖ (Freidel and Schele, Maya Cosmos, 60). José nos enseñó como es que los mayas tenían un concepto del tiempo que era cíclico en lugar de lineal. Para los mayas, el tiempo según Dios es un proceso de círculos continuos y recurrentes. El Libro de Mormón expresa ese concepto: Veo que se os ha hecho saber, por el testimonio de su palabra, que él no puede andar en sendas tortuosas; ni se desvía de aquello que ha dicho; ni hay en él sombra de apartarse de la derecha a la izquierda, o del bien al mal; por tanto, su curso es un giro eterno. (Alma 7:20; cursivas agregadas) David Freidel y Linda Schele, los autores de Maya Cosmos, casi citaron esa idea cuando expusieron, ―lo que es importante es que los mayas del periodo clásico concibieron el tiempo en tan grande escala cíclica. Para los mayas, el tiempo parece solamente moverse en línea recta. La fecha de la creación es un punto de círculos cada vez más grandes dentro de los círculos del tiempo‖ (Maya Cosmos, 63). Tal como lo demostraré, muchos de los conceptos de los Mayas aparentan ser similares a los de la doctrina mormona. Muchas de las perspectivas originales de José no están tan apartadas de las principales corrientes, como se había sospechado originalmente. Las palabras no pueden describir la emoción de sentarse bajo las estrellas alrededor de una fogata con solamente su ingenio y un machete para sobrevivir, escuchando a José exponer acerca de los mayas y el Libro de Mormón, ambos de los cuales él ama tan entrañablemente. Hemos padecido juntos a través de las selvas, manejado donde no se supone que carros transiten, nos hemos bañado en heladas corrientes de agua y hemos bebido agua de charcos lodosos. Hemos estado varados en la cima de una montaña sagrada donde ha nevado por primera vez según la historia de México. Hemos caminado las veredas de los antiguos y de profetas. Hemos engañado a la muerte más veces de las que quisiéramos recordar. Casi siempre, cuando los temas han sido comprobados, hemos encontrado que José estaba en lo correcto en sus puntos de vista sobre los mayas y su conexión con el Libro de Mormón. José y yo hemos descubierto muchas otras cosas más acerca de los pueblos, lugares, y eventos del Libro de Mormón que no podemos escribir. Es apropiado decir que hay mucha más información sobre éste tema de la que pueda contener un libro como éste. Esteban y yo apreciamos a José Dávila y todo lo que nos ha enseñado. A pesar de sus detractores, nosotros admiramos su conocimiento acerca de los mayas y el Libro de Mormón. Respetamos profundamente su amor por Jesucristo. Creemos que a medida que el lector tome en consideración con una mente abierta las ideas que presentamos en éste libro, él o ella terminaran viendo algunas de las verdades que nuestra asociación con José nos ha llevado a descubrir. bibliotecasud.blogspot.com
  • 23. 23 CAPÍTULO 4 NUESTRA ASOCIACIÓN CON EL DR. PADILLA Debido a que un numero considerable de los artefactos que se ilustran en este libro provienen de una sola fuente, y a que la historia de tal fuente es controversial, presentó aquí una cándida descripción de sus antecedentes. Simplemente expondré la información tal y como la recibí o como fuimos capaces de determinar su veracidad. El Dr. Jesús Padilla Orozco, un hombre de buena reputación en la ciudad de Cuautla, en el estado de Morelos, México, fue el hijastro de Alfonso Caso. Este último, fue el ministro de arqueología de varios presidentes de México, empezando con el presidente Francisco I. Madero. En calidad de hijastro de Caso, el Dr. Padilla fue privilegiado con los más recientes descubrimientos de ruinas, tumbas, y algunos otros descubrimientos arqueológicos de su tiempo. En esa capacidad, se convirtió en un frecuente visitador de excavaciones tanto oficial como extraoficialmente. El Dr. Padilla nos contó a Esteban y a mí que él estuvo presente cuando se abrió la tumba de Pacal en Palenque, en el estado de Chiapas, en el sur de México. De hecho, nos dijo que en realidad fue él quien descubrió la actual puerta de la cripta. Después de excavar un profundo y angosto hueco por aproximadamente un año, los excavadores se toparon con pared sin salida. Cuando Padilla se recargo en una de las paredes de los lados, en el fondo del hueco, cayó polvo del sello de la puerta de la tumba. El Dr. Padilla nos dijo que él también había estado presente en las excavaciones de muchas de las tumbas en el estado de Oaxaca, tales como Monte Alban, y en numerosos lugares por todo México. En una ocasión similar, a finales de los años 1950, fue invitado para ayudar en una excavación no oficial de una tumba que él reportó se encontraba al noroeste del Río Verde, en el área de San Pedro Amuzgos, en el estado de Oaxaca, que colinda con el estado de Guerrero. Cada una de las siete personas participantes en la excavación, tomó un gran número de artefactos para sus colecciones particulares. El Dr. Padilla nos dijo que entre los artículos que él tomó se encontraban doce pequeñas planchas de oro, las cuales se muestran en las ilustraciones 8, 14 y 15 en éste libro. Dos misioneros mormones (Elder Richard L. Averett y su compañero el Elder Kammerman) reportaron en febrero de 1961 que mientras andaban folleteando en Cuautla, México, ellos vieron tres pequeñas planchas de oro con bisagras que el Dr. Padilla había tomado de la tumba. El Dr. Padilla, quien no sabia nada de la Iglesia mormona hasta que ésos misioneros llegaron a su hogar, les dijo que él creía su historia de las planchas de oro del Libro de Mormón porque él mismo había encontrado planchas de oro con caracteres similares sobre ellas. La noticia acerca del descubrimiento de las planchas se esparció rápidamente entre los miembros de la Iglesia. El Elder Averett mandó una carta al departamento de antropología de la Universidad de Brigham Young pero fue desanimado a seguir adelante con el asunto. Ross T. Christensen respondió que probablemente las planchas eran fraudulentas. En aquel tiempo, José Dávila escuchó de la existencia de las planchas y visito al Dr. Padilla en Cuautla. El Dr. Padilla le mostró a José cinco de las planchas de oro, incluyendo las tres con bisagras (ilustración 8) Él también le dijo acerca de otra plancha de oro más grande. José se ofreció comprar las planchas, pero el Dr. Padilla se rehusó a venderlas. En favor de José, debo agregar que él contribuyó con considerable conocimiento y experiencia para aclarar éste asunto. Él se había convertido en un guía de turistas con licencia para bibliotecasud.blogspot.com
  • 24. 24 las zonas arqueológicas en México desde 1945. Desde 1947 hasta aquel entonces había servido en varias funciones en la Misión Mexicana de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. También fue miembro, en 1950, de expediciones arqueológicas de la Universidad de Brigham Young a áreas mayas. Había acompañado al Elder Milton R. Hunter a visitar a los indios blancos (lacandones) en las cercanías de Bonampak, México en 1955 y había explorado partes de Guatemala y México para la New World Archeological Foundation. Por lo tanto, José estaba familiarizado con toda clase de artefactos de origen mexicano. Él tenía muchos años de experiencia para poder distinguir entre piezas autenticas o replicas que fueran ofrecidas como ―autenticas‖ para su venta. Finalmente, él tenía un sentido intuitivo de la veracidad de un artículo, tal como me lo demostró ampliamente en mis posteriores encuentros con él. José sabía el valor de las cinco planchas de oro –las cuales él sabía que eran autenticas– para el Libro de Mormón. Su meta, tal como nos lo dijo, era presentarlas a la Iglesia SUD como una evidencia de ése libro. Siete meses después de la entrevista de José con el Dr. Padilla, éste último se vio imposibilitado para cumplir con ciertas obligaciones financieras críticas. En octubre de ese mismo año (1961), la señora Padilla visitó a José Dávila en su casa en Puebla. José anteriormente había ofrecido los ahorros de su vida, que ascendían a $ 2,000.00 dólares, por las cinco planchas. Ahora, bajo ésas presiones financieras, los Padilla estaban dispuestos a hacer una transacción por ese precio. El intercambio se hizo al siguiente día. Desgraciadamente, en los siguientes años, surgió un conflicto entre José Dávila y el Dr. Padilla relacionado con ésta transacción. José reclamaba haberle comprado las planchas a Padilla; mientras Padilla reclamaba habérselas prestado a José. Tal conflicto eventualmente se hizo más amargo y así permaneció sin solución. A principios de los años 1970 la controversia entre José Dávila y el Dr. Padilla se agravó a tal grado, tanto privada como públicamente, que las casas de ambos hombres fueron saqueadas por federales mexicanos. Ellos confiscaron de la casa del Dr. Padilla grandes cantidades de artefactos que se llevaron por camiones, pero éste había tomado las precauciones de proteger sus artículos más valiosos. El Dr. Padilla dijo que los federales le trataron rudamente y como resultado su salud empezó a decaer. Él culpa a José Dávila de que los federales hayan saqueado su casa. El mismo Dávila fue arrestado y puesto en prisión, aunque más tarde fue liberado de los cargos. Esta cadena de eventos se convirtió en un asunto tan traumático para el Dr. Padilla que decidió negar que él tenía las siete planchas restantes. En numerosas ocasiones llegaron a él personas proponiéndole comprárselas. Él les decía que los federales las habían confiscado junto con los otros artefactos que en su encontraron en su casa. Sin embargo Dr. Padilla nunca vendió esas siete planchas, las cuales permanecieron como su más preciada posesión. Mientras tanto, en diciembre de 1961, José Dávila había llevado las cinco planchas de oro que había obtenido, a la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días en Salt Lake City. Sin embargo, las autoridades de la Iglesia no le aceptaron a él con el entusiasmo que él esperaba, aunque le trataron cordialmente. Le animaron a comparar los caracteres inscritos en las planchas, con aquellos en el Manuscrito Anthon, Egyptian Grammar por José Smith, y con el Facsímile #2 de la Perla de Gran Precio. Él observó muchas similitudes entre los varios caracteres de éstos documentos y pasó un tiempo considerable estudiándolos. Durante ese tiempo, se le canalizó al Departamento de Antropología de la Universidad de Brigham Young, donde fue recibido con mucho menos que entusiasmo. Encontrándose rechazado por aquellos quienes él creyó que serían de más apoyo, José intentó crear interés en las planchas entre los miembros de la Iglesia SUD. Finalmente habiéndose convertido en una figura controversial en Utah, regresó a México en 1970, defraudado y desilusionado. En aquel tiempo, bibliotecasud.blogspot.com
  • 25. 25 reasumió su profesión como guía de turistas en zonas arqueológicas. Después del fracaso de José Dávila para obtener apoyo, el mismo Dr. Padilla buscó ayuda. Escribió una carta a Paul Cheesman del departamento de religión de la Universidad de Brigham Young pidiendo asistencia en llevar a cabo una expedición científica al lugar de la tumba de donde habían provenido las planchas de oro. Ahora el Dr. Padilla se había convertido en un miembro de la Iglesia de SUD y también pudo percibir el valor de las planchas como apoyo al Libro de Mormón. Cheesman era el responsable de evaluar y catalogar artefactos e información relacionada con el Libro de Mormón. Como respuesta a la carta de Padilla, Paul Cheesman y Ray Matheny (del departamento de Antropología de la Universidad de Brigham Young, visitaron al Dr. Padilla en su casa en Cuautla, México, en enero de 1972. Ellos examinaron las restantes siete planchas en poder de Padilla, junto con otros artefactos de la misma tumba. Matheny consideró que los artefactos pertenecían al periodo Postclásico [maya] (circa 1000 al 1200 d.C.). Ambos hombres se quedaron impresionados con la fina hechura de las planchas. Sin embargo, en enero del siguiente año, Paul Cheesman, Ray Matheny y Bruce Louthan publicaron un reporte negativo concerniente a la autenticidad de las doce planchas que se habían originado con el Dr. Padilla (―A Report on the Gold Plates Found in Mexico‖). Ray Matheny produjo un agregado a éste reporte el cual fue publicado en el Vol. 19, No.1, del BYU Studies. Una valoración y unos cuantos comentarios refutantes se proveen en el Apéndice D. bibliotecasud.blogspot.com
  • 26. 26 CAPÍTULO 5 OBTENEMOS ARTEFACTOS ANTIGUOS Como lo mencioné, después de asistir a la Universidad de Brigham Young durante mi sabático de la SCSU, manejé a México, llegando hasta la casa de Esteban Mejía. Fue durante mi estancia allí que, al reconocer varios sitios, tomamos la decisión de localizar al Dr. Padilla. Queríamos saber acerca de las siete planchas restantes. En junio del mismo año (1980), manejamos a Cuautla, en el estado de Morelos, la última ubicación que teníamos del Dr. Padilla. Debido a que no teníamos ningún domicilio, empezamos a buscar al Dr. Padilla en clínicas de salud, hospitales, y finalmente en farmacias. Después de seis horas de búsqueda, encontramos al empleado de una farmacia que lo conocía. Nos dio generalidades para llegar a su casa. Empezamos una búsqueda de puerta en puerta para localizar al Dr. Padilla. Al caer la tarde y casi a punto de darnos por vencidos por ese día, localizamos su casa. Cuando tocamos el timbre de la puerta de su casa y preguntamos por el Dr. Padilla, los miembros de su familia empezaron a sospechar de nosotros. Estaban renuentes a dar cualquier información acerca de su padre, especialmente cuando me vieron a mí –un gringo. Se nos dijo que regresáramos al día siguiente, así que manejamos dos horas de regreso a la casa de Esteban. Regresamos al día siguiente y finalmente hicimos contacto con el Dr. Padilla. Después de relacionarnos un poco, le hablamos acerca del reporte negativo que los profesores de la Universidad de Brigham Young habían hecho sobre de las doce planchas de oro. Queríamos saber su reacción. Pareció un poco lastimado y triste por lo que le contamos pero no se mostró a la defensiva. El Dr. Padilla estaba dudoso de hablar con nosotros libremente. Principalmente debido a su confianza en Esteban –un paisano– compartió algunas cosas acerca de las planchas. Él nos dijo que años atrás había encontrado un total de doce planchas de oro en una recientemente abierta tumba junto con una variedad de otros artefactos. Sin embargo fue enfático al decirnos que el no tenía las otras siete planchas. Fue durante esa visita al hogar del Dr. Padilla que nuestro mutuo interés por la salud y la medicina nos dio tópicos de los cuales podíamos hablar. A pesar de la dificultad del momento, pudimos disfrutar de la mutua compañía. Durante el siguiente año, visitamos frecuentemente al Dr. Padilla. Él nos explicó de su debilitante artritis la cual lo mantenía en el encierro. Después de estar más en confianza con nosotros, él nos dijo que una vez que él estuviera en posibilidades de viajar que le daría mucho gusto llevarnos a algunos de los sitios a los que él había asistido en su exploración. Le traje medicinas de los Estados Unidos para ayudarle a recuperarse de su artritis. Esteban le construyó una cama de agua que le permitiera dormir más confortablemente. Después de dos años de desarrollar una amistad con el Dr. Padilla, él nos confió que sí tenia las siete planchas. Las mismas que nos mostraría en el futuro. Durante esa memorable visita, él nos mostró una interesante piedra redonda. Él la llamó ―el candado.‖ Nos dijo que la había encontrado junto con las planchas de oro. Nos emocionamos mucho con éste artefacto y le tomamos fotografías (ilustración 10). Hicimos algunas calcas de los caracteres de egipcio reformado que estaban en el relieve de su superficie. Estos también tenían una semejanza con aquellos del Manuscrito Anthon (ilustración 9). En todas nuestras investigaciones acerca de las planchas del Dr. Padilla, nunca se nos dijo de la existencia de ésta piedra. Yo concluí que los autores del negativo reporte debieron no haber estado enterados de ella. Mientras estuve en la Universidad de B. Y., hablé con Paul Cheesman y Ray Matheny sobre bibliotecasud.blogspot.com
  • 27. 27 el tema de las planchas de Padilla. Mi experiencia personal fue que ellos tenían puntos de vista opuestos acerca de las planchas aún cuando los nombres de ambos aparecían en el negativo reporte. En cierta ocasión me reuní con el grupo arqueológico de Ray Matheny en El Mirador, en la parte norte de Guatemala, antes de mi asociación con el Dr. Padilla. Mientras sostenía una conversación con el Dr. Matheny, le pregunté que es lo que haría si descubriese planchas de oro con inscripciones como las del Libro de Mormón. Su respuesta me ayudó a comprender cuánto tal evento, o pronunciamiento público por un arqueólogo mormón destruiría su credibilidad (su objetividad) en la comunidad arqueológica. De mi conversación con los Padilla, era evidente que a ellos les gustaba Paul Cheesman. El Dr. Padilla pidió que compartiésemos toda información con él, lo cual hicimos. El Dr. Padilla fue enfático de no compartir las cosas con nadie más que con el Dr. Cheesman. A pesar de nuestros mejores esfuerzos por mantener en silencio nuestro nuevo descubrimiento, hubo gente que se entero de nuestra penetración con el Dr. Padilla. Supieron que habíamos confirmado su posesión de las planchas. En menos de un mes, hubo personas que se aparecieron en la casa del Dr. Padilla. Le dijeron que ellos sabían que él tenía las planchas y ofrecieron comprárselas. El Dr. Padilla les dijo a estas personas que el no tenía las planchas. En nuestra siguiente visita el se mostró frió para con nosotros. Nuevamente nos vimos obligados a iniciar el proceso de ganarnos su confianza. Después de otro año de visitar al Dr. Padilla, finalmente decidió mostrarnos las planchas. Ya habían transcurrido tres años desde nuestra primera entrevista con él. En una de nuestras visitas regulares en ese tiempo, se dirigió hacia su estudio privado, le quitó la cerradura a una puerta y sacó una caja que originalmente había contenido una Biblia familiar grande. De esa caja, sacó un número de artículos de oro. Primero sacó un besote de oro (ilustración 11), entonces, una delgada hoja de oro que consistía de seis figuras grabadas (ilustración 12) Entonces sacó nueve cráneos de oro (ilustración 13). Finalmente sacó las siete planchas de oro que queríamos ver (ilustraciones 14 y 15). Tanto Esteban como yo palpamos las planchas. Le sugerimos al Dr. Padilla que en una fecha futura deberían de estar en poder de alguien o de alguna organización que les tuviera el debido cuidado. Él nos dijo que en una fecha futura nos las daría a nosotros. También nos dijo que nos llevaría a la tumba de donde provenían. Cada verano, a partir de ese entonces, rentaba un camper, manejaba a México, y visitaba varias ruinas. Leía libros sobre los Mayas y en ocasiones buscaba oro enterrado por los españoles. Esteban me acompañó frecuentemente aunque algunas veces fui solo. Durante uno de esos veranos, el Dr. Padilla se encontraba con salud lo suficientemente buena como para ir con nosotros en una excursión. Él tenía un amigo que poseía dos grandes estelas (grandes piedras planas) con caracteres de egipcio reformado sobre ellas. Por un largo rato tratamos de localizar a este hombre pero no pudimos encontrarlo. Aprendimos que había vendido las dos estelas a unas personas de Florida y que había abandonado su casa, llevándose el dinero. Nuestro viaje hizo estragos en el Dr. Padilla. Nos dimos cuenta de que tendría que efectuarse un milagro para que él pudiese llevarnos a la tumba de donde habían venido las planchas. Yo regresé a los Estados Unidos. En enero de 1987 recibí una llamada por teléfono en Connecticut de Esteban. Él me explicó que el Dr. Padilla estaba seriamente enfermo y que probablemente no sobreviviría. Prontamente hice arreglos para dejar mi trabajo por un tiempo e hice reservaciones de vuelo. Un amigo miembro de la Iglesia de nombre John Kronberg me preguntó si me podía acompañar en el viaje. Yo le contesté que si podía empacar y partir el siguiente día, era bienvenido. John viajó conmigo a México. bibliotecasud.blogspot.com
  • 28. 28 John y yo volamos a la ciudad de México donde fuimos recibidos por Esteban. Manejamos a Cuautla al siguiente día. A nuestra llegada a su casa, encontramos al Dr. Padilla y a su esposa muy enfermos. Tenían poca comida debido a que el Dr. Padilla ya no practicaba la medicina. Les ofrecimos ministrarles y darles una bendición del sacerdocio, la cual aceptaron. Ese día descubrimos que ambos habían sido bautizados en la Iglesia años atrás. En su reticencia de hablar de ellos mismos, nunca nos lo habían dicho. Después de haberles administrado las bendiciones, la señora Padilla sugirió que deberían darnos por lo menos uno de los artículos en los cuales estábamos interesados. El Dr. Padilla accedió. Fue hacia su estudio y extrajo la piedra redonda y me la dio. Él sugirió que debía usarse para llevar a cabo la obra de la Iglesia. Él dio testimonio de la veracidad de la Iglesia y del evangelio de Jesucristo. Me dirigí hacia John Kronberg y le pregunte si tenia algo de dinero. (Esteban y yo andábamos en bancarrota como de costumbre.) John metió la mano en su bolsa y sacó mil dólares. Le pedí que se los diera a los Padilla, y así lo hizo. Simplemente no puedo describir la emoción que experimentamos de la obtención de esa piedra. Tenía inscritos en su superficie caracteres de egipcio reformado. Pensamos que esta piedra y las doce planchas de oro son los primeros artefactos jamás descubiertos que contengan Egipcio Reformado escrito en ellos. Habíamos estado haciendo nuestra ―orientación familiar‖ con los Padilla por más de cuatro años ¡y de que manera habían sido recompensados nuestros esfuerzos! Poco tiempo después de esta experiencia, el Dr. Padilla, nos mostró su colección. Incluía cientos de diferentes clases de artefactos que los federales no se habían llevado. Esteban y yo continuamos visitando a los Padilla durante el resto de los años 1980. La señora Padilla eventualmente murió por complicaciones de la diabetes. Y también era obvio que la salud del Dr. Padilla iba empeorando. Esteban y yo decidimos hacer nuestra visita regular a los Padilla el 3 de marzo de 1988, casi ocho años después de nuestra primer visita. Al estar Esteban orando antes de nuestra partida a Cuautla, sentí la impresión de que debíamos pedirle las planchas al Dr. Padilla y compartí este sentimiento con Esteban. Él me dijo que seguiría lo que yo empezara. Si yo se lo indicara durante nuestra reunión con el Dr. Padilla, él le presentaría nuestra petición en español. La partida de mi diario para ese día se lee de la siguiente manera. Hoy fue uno de los días más memorables de mi vida. Fue la culminación de ocho años de trabajo y de mucha oración, ansiedad y frustración. Esteban y yo salimos para Cuautla a las 8:30 AM Llegamos a las 10:30 AM y encontramos a la familia Padilla apenas terminando de desayunar. Esteban y yo habíamos acordado que en este viaje, yo dirigiría la conversación. Si su familia no nos daba privacidad, la solicitaríamos. Teníamos que hacerlo. Así que después de cuarenta y cinco minutos socializando, pedimos hablar con el Dr. Padilla en privado. Los tres de nosotros nos dirigimos a su estudio y después de una conversación acerca de mastodontes yo inicié la conversación. Le dije que no representábamos a la Iglesia pero que teníamos un interés espiritual en las planchas. Él dijo que lo entendía. Entonces yo le dije al Dr. Padilla que necesitábamos las planchas. Él nos dijo que estaba preparado para darnos las planchas y cualquier otra cosa que necesitáramos. Entonces le ayudamos a incorporarse de su silla, porque estaba enfermo. Se movió muy lentamente hacia su recamara arrastrando los pies. Regreso con una caja blanca (que alguna vez había guardado una Biblia) y se sentó en su silla frente a nosotros. Inclinó la cabeza y ofreció la más impresionante y conmovedora oración en español. Comenzó a llorar. Con lágrimas rodando por su cara tomó con ambas manos la caja y la extendió hacia mí. Fue como si le estuviera quitando una verdadera parte de su corazón. bibliotecasud.blogspot.com
  • 29. 29 Tomé la caja y todos permanecimos sentados en silencio mientras el Dr. Padilla lloraba. Me pidió que abriera la caja y mirara adentro. Abrí la caja más grande y posteriormente una más pequeña en el interior. Había nueve calaveras de oro. Entonces abrí una segunda caja. Encima de todo se encontraba una frágil y delgada plancha de oro que tiene inscripciones como las que se pueden observar en Palenque. Todos eran tan pequeños, que era difícil sacarlos. La saqué de la caja. Estaba envuelta en una servilleta de papel, debajo de ella, se encontraban las siete planchas de oro: una larga con inscripciones en ambos lados, dos pequeñas con figuras en un lado, y cuatro planchas de oro cuadradas con inscripciones en ambos lados. Las inscripciones eran en ―escritura del Libro de Mormón‖ como el manuscrito Anthon. Pero las figuras de las personas eran mayas. También había inscripciones mayas que no eran jeroglíficos. Entonces abrí una tercera caja (pequeña) que contenía una pieza de oro. No sé para que servia. Estaba listo para cerrar las cajas cuando el Dr. Padilla dijo que había una pieza que no había visto. En el fondo de la caja más grande, envuelto en papel de libreta, se encontraba un ornamento de oro con seis figuras humanas. Él dijo que también era de la tumba. Nadie además de él la había visto jamás. Entonces prometí cuidar de todos ellos. Nos levantamos y Esteban abrazó al Dr. Padilla. Ambos lloraron. Entonces yo le abracé y ambos lloramos. Yo le dije que le amaba y entonces me abrazo nuevamente. Abandonamos la casa sintiéndonos como si estuviésemos llevándonos una parte muy preciada de la vida de ésta persona. Yo pensé que sentiríamos un gran gozo al obtener las planchas, pero no fue así. Nos sentimos mal por el Dr. Padilla, pero agradecidos a Dios, quien había permitido que esto se llevara a cabo. Inmediatamente pusimos en un lugar seguro las planchas y empezamos a hacer planes para ayudar a que los Padilla recibieran sus bendiciones del templo. Esa siempre había sido una meta para nosotros. Continuamos visitando a los Padilla regularmente. Él estaba sorprendido de que continuáramos visitándole una vez que habíamos obtenido las planchas. Le reiteramos que estábamos interesados más que nada en el bienestar suyo y de su familia. Que siempre seriamos parte de su ―familia agregada.‖ Nuestras visitas al Dr. Padilla siempre fueron recompensadas. Él invariablemente tenía una historia o experiencia que compartir. Periódicamente nos mostraba uno o dos artefactos más. En cierta ocasión, le pregunté acerca del hecho de que los mayas no habían tenido herramientas de metal para grabar en piedra –lo cual es lo que los arqueólogos sostienen. Se fue hacia su estudio y regresó con un juego de cinceles de metal que según nos dijo, procedían de una antigua tumba maya. Entonces nos mostró un punzón que había sido usada para grabar sobre metal (ilustraciones 16 y 17). Nos dijo que procedía de la misma tumba que las planchas. Entonces nos dimos cuenta de que esa era una cosa más que deseábamos obtener. Nos prometió que algún día nos la daría. Durante el siguiente año, Esteban se mudó a Cancún donde trabajó como guía. No visitamos a los Padilla durante ese tiempo, no hasta que Esteban regresó a Puebla con su familia. Entonces, el 8 de febrero de 1991, una vez más manejamos a Cuautla para visitar al Dr. Padilla. Él estaba emocionado de vernos y preguntó dónde habíamos estado el año pasado. Le explicamos que Esteban había estado trabajando en Cancún. Entonces el Dr. Padilla dijo, ―tengo algo para ustedes,‖ se apresuro arrastrando los pies a través de una puerta trasera hacia una gran estela recargada sobre un árbol. La parte de enfrente de la antigua piedra contenía numerosos caracteres de Egipcio Reformado cincelados en una de sus bibliotecasud.blogspot.com
  • 30. 30 superficies. El otro lado de la piedra contenía jeroglíficos tipo maya y gravados en relieve. Esta característica de positivo-negativo de las dos caras de la piedra, daba la impresión de que los dos lados estaban relacionados, no tan solo físicamente sino en su contenido o significado. Los grabados en los dos paneles de la pesada estela, de aproximadamente veinte centímetros de grosor, estaban enmarcados por angostos bordes rectangulares (ilustraciones 18 y 19). (Posteriormente observé una estela ―positivo-negativo‖ similar en tamaño en el museo de Arqueología de Monte Alban, piedra que también tiene los mismos bordes rectangulares en cada uno de sus lados. Sin embargo, las pictografías e inscripciones de tal piedra no son Egipcio Reformado.) En un lado de la estela que el Dr. Padilla nos mostró había un ―Maya‖ en ropas ceremoniales vistiendo un efod y empuñando un bastón de pastor. La escritura y caracteres sobre este lado, estaban en relieve, hacia fuera de la piedra. Debido a este eslabón positivo-negativo que une a las dos caras, tal vez, la cara que contiene egipcio reformado representa la sustancia de una naturaleza interna y sagrada, mientras que la escritura maya, representa la información publica externa de la persona representada en esta estela. Al mirar esta piedra, Esteban permaneció calmado, pero yo estaba tan emocionado que difícilmente podía contenerme. Examinamos la piedra y encontramos telarañas, nidos de avispas, y tierra metidas en sus muescas. Palpé con mis manos ambos lados, lleno de asombro por ésta magnífica reliquia del pasado. Esteban me ordenó que no me emocionara tanto. Trate de calmarme. El Dr. Padilla se dirigió a nosotros y dijo, ―Es de ustedes, por favor, llévensela lo más pronto posible.‖ Partimos inmediatamente para Puebla, donde conseguimos prestado un camper. Regresamos el mismo día con cuatro personas más para ayudarnos a levantar la piedra. La piedra era pesada y difícil de mover. Después de mucho esfuerzo, la metimos al camper. Tan pronto lo hicimos, el Dr. Padilla se arrodillo y besó la piedra. Lloró. Presionamos al Dr. Padilla a que nos dijera el origen de la piedra. Nos dijo que provenía de Xochicalco y que fue encontrada en una cueva donde marcaba una tumba que él había excavado años atrás. Él nos contó esta historia con una mueca de timidez, así que concluimos que había más sobre esta historia de lo que nos estaba diciendo. A la semana siguiente cuando regresamos a ver al Dr. Padilla, él se encontraba muy débil. De alguna manera se las arregló para contarnos algunas historias acerca de sus exploraciones. También nos mostró unos cuantos artículos que tenía en casa. En esta visita, nos pidió que le ayudáramos a meterse en su cama porque difícilmente podía moverse. Así lo hicimos, lo abrazamos y dejamos su presencia por última vez. El Dr. Padilla murió en paz el día siguiente. Nosotros hemos permanecido en contacto con la familia del Dr. Padilla, especialmente con uno de sus hijos. Su hijo nos dio el punzón dos años después que le dijimos que su padre nos la había prometido. Había otras piezas en poder del Dr. Padilla que esperábamos obtener algún día. Sentimos que nuestro siguiente paso era autentificar todos los artefactos. Sin embargo eso seria caro y quizás riesgoso. Recordamos lo que había sucedido con las cinco planchas de oro que José había llevado a la Universidad de Brigham Young. Esteban y yo teníamos la opción de gastar nuestros limitados fondos en análisis caros, análisis que muchas veces eran contradictorios, o continuar haciendo lo que hacíamos mejor, que era explorar y retirarnos. Optamos por lo segundo. bibliotecasud.blogspot.com
  • 31. 31 CAPÍTULO 6 ¿CONTRADICCIONES? Habiendo ahora visto muchas conexiones entre la historia y cultura de los mayas y el Libro de Mormón, enfoqué mi atención en la geografía del Libro de Mormón. Tenía particular curiosidad en la localización del cerro de Cumorah, el cual es un punto controversial entre los eruditos del Libro de Mormón. Pasé años investigando la posible localización de éste cerro, lugar de la gran batalla de exterminio de los nefitas. Finalmente, giré mi atención hacia el estudio de las vidas de dos sobrevivientes de aquella batalla –Mormón y Moroni. Los escritos de Mormón y Moroni acerca de los eventos de su tiempo me llevaron a enfocarme en varias aseveraciones que hicieron, las cuales, superficialmente aparentan contradecirse unas a otras. Aun cuando observaba estas ―contradicciones‖ como insignificantes, seguía sintiendo la necesidad de resolverlas en mi propia mente. Tal como dijo el Profeta José Smith, ― al probar contrarios, la verdad se manifiesta‖ (History of the Church, 6:428). Para mí, uno de los gozos del estudio de las escrituras ha sido el descubrir cosas que no son obvias a primera vista. Cuando finalmente me enfoqué en éstos temas, no solamente encontré las respuestas a muchos acertijos, sino que esto me motivó a escribir este libro. Por lo tanto, presento aquí ejemplos de aparentes contradicciones las cuales eventualmente pude resolver. Mormón dice que antes de convertirse en comandante de los ejércitos nefitas (entre los doce y catorce años de edad) sus intentos por predicar a los nefitas y lamanitas fueron en vano. En realidad le fue prohibido predicar en ese tiempo. Él dice, ―E intenté predicar a este pueblo, pero me fue cerrada la boca, y se me prohibió que les predicara, pues he aquí, se habían revelado intencionalmente contra su Dios...‖ (Mormón 1:16; cursivas agregadas). Mormón dice que tanto nefitas como lamanitas se habían vuelto excesivamente perversos el uno tanto como el otro (ver 4 Nefi 1:45). Esa condición de perversidad había prevalecido entre la nación nefita-lamanita desde el año 300 d.C., diez años antes del nacimiento de Mormón. Mormón dice que ambos pueblos continuaron en ese estado de perversidad a lo largo de toda su vida. Los conspiradores ladrones de Gadiantón habían contribuido a esa condición. Mormón dice, ―... los ladrones de Gadiantón se extendieron por toda la superficie de la tierra...‖ (4 Nefi 1:46) Mormón continúa diciendo que ―... jamás había habido tan grande iniquidad entre todos los hijos de Lehi, ni aún entre toda la casa de Israel, según las palabras del Señor, como la que había entre este pueblo‖ (Mormón 4:12; cursivas agregadas). Solamente ocurrió una excepción a la prohibición de predicar en los días de Mormón. Él dice ―Y aconteció que el Señor me dijo: Clama a este pueblo: Arrepentios, y venid a mí, y sed bautizados, y estableced de nuevo mi Iglesia, y seréis preservados‖ (Mormón 3:2). Tal intento de Mormón por predicar en el año 360 d.C. (treinta y cinco años desde su primer intento) también fracasó, pues su pueblo solamente endureció su corazón (ver Mormón 3:3). La Iglesia que Cristo había establecido había dejado de existir entre el pueblo del que Mormón estaba escribiendo. En su relato, Mormón describe a un pueblo que se había vuelto tan inicuo como era humanamente posible. Él indica que no habían sido bautizados y que la Iglesia les había sido quitada. El mensaje de Mormón hacia ellos fue el de arrepentirse y nuevamente establecer la Iglesia de Dios. Dadas éstas circunstancias, las siguientes aseveraciones resultan preocupantes: Y ahora yo, Moroni, escribo unas pocas de las palabras que mi padre Mormón habló concernientes a la fe, a la esperanza y a la caridad; porque de esta manera habló al pueblo, mientras les enseñaba en la sinagoga que habían construido como sitio donde adorar... Por tanto quisiera bibliotecasud.blogspot.com