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MI TARDANZA
Era la 1.30 de la tarde y todos nos encontrábamos ingresando por el portón del
colegio. El profesor de historia, _alegre y de bigote escotado_, nos aventajó a la
mayoría; pero tras observarlo que ingresó a la Dirección, instintivamente_ a la
velocidad de un viento_, concluimos estáticos en cada uno de los asientos, en el
interior del aula.
De pronto se escuchó una apagada vocecita que desde la puerta nos llamó la
atención:
_ ¡Profesor! ¿Puedo ingresar?
_ ¡Claro que sí! ¡Adelante! _contestó con tono armónico el profesor. Luego se
puso de pie, arregló la postura de sus pantalones, avanzó dos largos pasos y se
detuvo a la altura de la pizarra acariciando su bigote; en seguida se acercó
discretamente al recién llegado y así se deshiló el siguiente diálogo:
_ ¿Se puede saber cuál es la razón de tu reincidente tardanza?
_Verá profesor…_un manantial de lágrimas humedecieron su rostro que le
impidieron seguir…
_ Habla muchacho, habla. No me tengas recelos.
_ Tengo que cuidar a mi hermanito Juan. A él lo recojo del Jardín a las 12.00 en
punto. Mi madre trabaja y padre no tenemos…Luego le sirvo su almuerzo y tras
esperar que termine, lo llevo a encargarlo en la vecina de a lado; entonces, con
algunos minutos sobre la hora, recién puedo venir al colegio.
_ De veras que lo siento mucho, Manuelito_, le replicó con un tono quebrado el
maestro; sin embargo, ante el incontenible llanto del niño Manuelito, se desató
un inmenso silencio en toda la clase. El profesor tras verse invadido de esa ola de
tristeza, lo apabulló entre sus brazos y con dulces palabras entre su oído, empezó
a reanimarlo.
_ No tienes de qué avergonzarte_ le replicó un compañero desde el fondo.
_ Tú serás nuestro verdadero ejemplo del aula_ agregó otro desde el centro…en
seguida se levantó otro y otro, por consiguiente todos sus compañeros estaban de
pie para aplaudirle su valeroso trabajo; de pronto se le vio brotar de sus labios en
una leve sonrisa muchas palabras de agradecimiento y en un sol de alegría se
petrificó la necesidad de amanecer muchos lunes de esperanza.
                                                          Mg. Jorge Espinoza Fernández

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La historia de Manuelito

  • 1. MI TARDANZA Era la 1.30 de la tarde y todos nos encontrábamos ingresando por el portón del colegio. El profesor de historia, _alegre y de bigote escotado_, nos aventajó a la mayoría; pero tras observarlo que ingresó a la Dirección, instintivamente_ a la velocidad de un viento_, concluimos estáticos en cada uno de los asientos, en el interior del aula. De pronto se escuchó una apagada vocecita que desde la puerta nos llamó la atención: _ ¡Profesor! ¿Puedo ingresar? _ ¡Claro que sí! ¡Adelante! _contestó con tono armónico el profesor. Luego se puso de pie, arregló la postura de sus pantalones, avanzó dos largos pasos y se detuvo a la altura de la pizarra acariciando su bigote; en seguida se acercó discretamente al recién llegado y así se deshiló el siguiente diálogo: _ ¿Se puede saber cuál es la razón de tu reincidente tardanza? _Verá profesor…_un manantial de lágrimas humedecieron su rostro que le impidieron seguir… _ Habla muchacho, habla. No me tengas recelos. _ Tengo que cuidar a mi hermanito Juan. A él lo recojo del Jardín a las 12.00 en punto. Mi madre trabaja y padre no tenemos…Luego le sirvo su almuerzo y tras esperar que termine, lo llevo a encargarlo en la vecina de a lado; entonces, con algunos minutos sobre la hora, recién puedo venir al colegio. _ De veras que lo siento mucho, Manuelito_, le replicó con un tono quebrado el maestro; sin embargo, ante el incontenible llanto del niño Manuelito, se desató un inmenso silencio en toda la clase. El profesor tras verse invadido de esa ola de tristeza, lo apabulló entre sus brazos y con dulces palabras entre su oído, empezó a reanimarlo. _ No tienes de qué avergonzarte_ le replicó un compañero desde el fondo. _ Tú serás nuestro verdadero ejemplo del aula_ agregó otro desde el centro…en seguida se levantó otro y otro, por consiguiente todos sus compañeros estaban de pie para aplaudirle su valeroso trabajo; de pronto se le vio brotar de sus labios en una leve sonrisa muchas palabras de agradecimiento y en un sol de alegría se petrificó la necesidad de amanecer muchos lunes de esperanza. Mg. Jorge Espinoza Fernández