La novela Cien años de soledad de Gabriel García Márquez relata la historia de la familia Buendía a lo largo de varias generaciones. Comienza con la fundación del pueblo de Macondo por José Arcadio Buendía y narra eventos como la guerra civil, el auge y caída de la industria bananera, y el aislamiento progresivo del pueblo. Finalmente, Macondo es arrasado por un huracán, marcando el fin de la línea de los Buendía y cien años de soledad como habían sido
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100 AÑOS DE SOLEDAD
1. Cien a�os de soledad de
Gabriel Garc�a M�rquez
Resumen de Cien a�os de soledad
I etapa: fundaci�n y primeros a�os de Macondo
Desde que �rsula Iguar�n se cas� con su primo Jos� Arcadio Buend�a, teme engendrar un
ni�o con cola de cerdo como consecuencia del parentesco. Por ello, se niega
temporalmente a consumar el matrimonio. Esto es causa de que Prudencio Aguilar se burle
de Jos� Arcadio Buend�a quien, ofendido, lo mata en duelo para salvar su honor. Desde
entonces, el fantasma de Aguilar lo persigue y Jos� Arcadio decide irse del pueblo.
Inspirado por un sue�o durante su traves�a en la selva, Jos� Arcadio Buend�a decide
quedarse en ese punto del camino y fundar Macondo, pueblo que crece poco a poco. El
pueblo recibe con frecuencia las visitas de los gitanos. Su l�der, Melqu�ades, trae siempre
artefactos y objetos que obsesionan a Jos� Arcadio Buend�a. Para entonces, el joven
matrimonio ya ha concebido a tres hijos: Jos� Arcadio, Aureliano y Amaranta. Adem�s,
adoptan a Rebeca, la hija de unos parientes. El incesto es una preocupaci�n constante en
�rsula, quien con los a�os observa c�mo Receba y su hijo Jos� Arcadio se enamoran y se
casan. A Macondo llega la peste del insomnio, la cual trae consigo la del olvido. Un brebaje
de Melqu�ades pone fin a la peste. El �xito es tal que el gitano se queda a vivir en Macondo,
tiempo en el cual escribe unos pergaminos que solo ser�n descifrados muchos a�os
depu�s. El patriarca, Jos� Arcadio Buend�a, vuelve a encontrarse con el fantasma de
Aguilar y enloquece. La familia, entonces, lo amarra a un �rbol del patio trasero, donde
morir� de un infarto.
2. Desde que �rsula Iguar�n se cas� con su primo Jos� Arcadio Buend�a, teme engendrar
un ni�o con cola de cerdo como consecuencia del parentesco. Por ello, se niega
temporalmente a consumar el matrimonio. Esto es causa de que Prudencio Aguilar se
burle de Jos� Arcadio Buend�a quien, ofendido, lo mata en duelo para salvar su honor.
Desde entonces, el fantasma de Aguilar lo persigue y Jos� Arcadio decide irse del
pueblo. Inspirado por un sue�o durante su traves�a en la selva, Jos� Arcadio Buend�a
decide quedarse en ese punto del camino y fundar Macondo, pueblo que crece poco a
poco. El pueblo recibe con frecuencia las visitas de los gitanos. Su l�der, Melqu�ades,
trae siempre artefactos y objetos que obsesionan a Jos� Arcadio Buend�a. Para
entonces, el joven matrimonio ya ha concebido a tres hijos: Jos� Arcadio, Aureliano y
Amaranta. Adem�s, adoptan a Rebeca, la hija de unos parientes. El incesto es una
preocupaci�n constante en �rsula, quien con los a�os observa c�mo Receba y su hijo
Jos� Arcadio se enamoran y se casan. A Macondo llega la peste del insomnio, la cual
trae consigo la del olvido. Un brebaje de Melqu�ades pone fin a la peste. El �xito es tal
que el gitano se queda a vivir en Macondo, tiempo en el cual escribe unos pergaminos
que solo ser�n descifrados muchos a�os depu�s. El patriarca, Jos� Arcadio Buend�a,
vuelve a encontrarse con el fantasma de Aguilar y enloquece. La familia, entonces, lo
amarra a un �rbol del patio trasero, donde morir� de un infarto.
II Etapa: la guerra civil y el coronel Aureliano Buend�a
Al estallar la guerra civil, Aureliano Buend�a lucha contra los conservadores, comandando
un grupo de soldados de Macondo. Nombra a su sobrino Arcadio como jefe civil y militar
del pueblo.
Arcadio hab�a sido el fruto de una relaci�n de amantes entre Jos� Arcado hijo y Pilar
Ternera, regente de un prost�bulo. Fue criado en casa de sus abuelos a condici�n de que
se le ocultara su origen. Creci� pensando ser hijo del gran patriarca. Cuando es nombrado
jefe de Macondo, Arcadio se vuelve un dictador y tiraniza el pueblo.
Muere fusilado por los conservadores. Durante su actividad como l�der de los liberales, el
coronel Aureliano Buend�a enfrenta un total de 32 batallas, de las cuales sale siempre
perdedor. Cansado, pronto el coronel comprende que la lucha armada no tiene sentido.
Con el tiempo, Aureliano firma un tratado de paz, tras el cual intenta suicidarse. Regresa a
Macondo, donde pasar� el resto de su vida haciendo y rehaciendo pescaditos de oro.
3. III etapa: la fiebre bananera
Aureliano concibe 17 hijos de madres diferentes. Uno de ellos, llamado Aureliano Triste,
promueve el tren a Macondo, lo que activa el comercio y permite la llegada de inventos
como el tel�grafo y el cine. Esto atrae la inversi�n de un grupo extranjero en una plantaci�n
de bananos.
La plantaci�n genera la ilusi�n de prosperidad del pueblo, pero una huelga de trabajadores
har� que todo esto acabe en una aut�ntica masacre. Los inversionistas, luego de haber
explotado el pueblo, se retiran con su dinero y Macondo vuelve a la pobreza.
A partir de ese momento, el pueblo sufre lluvias constantes por casi cinco a�os. �rsula, la
matriarca centenaria que ha cuidado de toda la familia, espera el fin de las lluvias para morir
y descansar el paz.
Durante los �ltimos tiempos de �rsula, nace Aureliano (Babilonia), el �ltimo descendiente
de los Buend�a. Aureliano es hijo natural de Meme y Mauricio Babilonia, un aprendiz de
mec�nico que siempre es perseguido por un enjambre de mariposas amarillas.
La religiosa y tir�nica madre de Meme, Fernanda del Carpio, se opone a la relaci�n, saca
a Mauricio del camino, manda a Meme a un convento, le quita al ni�o y lo cr�a haci�ndole
creer que ha sido encontrado en una canastilla.
4. IV etapa: el fin de Macondo
Pasan los a�os y poco a poco el pueblo se va vaciando. Aureliano Babilonia, que se
caracterizaba por ser sabio, pasa la vida descifrando los pergaminos que hab�a escrito
Melqu�ades. Entre tanto, regresa de Europa su t�a Amaranta �rsula, casada con Gast�n.
Sin saber de su parentesco, ambos se enamoran, Gast�n se va pero ella queda
embarazada. Durante el parto, en el que ella muere, da a luz a un ni�o con cola de cerdo.
Aureliano intenta buscar ayuda, pero al no encontrar m�s que a un cantinero, se
emborracha y se queda dormido. Cuando despierta y regresa, el ni�o ha sido devorado por
las hormigas. Finalmente, Aureliano lograr� descifrar los pergaminos de Melqu�ades:
�porque las estirpes condenadas a cien a�os de soledad no ten�an una segunda
oportunidad sobre la tierra�. Entonces, todo Macondo ser� arrasado y sepultado por un
hurac�n.
5. La novela Cien a�os de soledad es una de las obras m�s representativas
del boom latinoamericano. Parte de lo que esta generaci�n tra�a en su escritura fue llamado
por Alejo Carpentier como "lo real maravilloso", en respuesta a la pretensi�n de denominarlo
"realismo m�gico". Carpentier dir� que lo real maravilloso se refiere:
(...) al estado bruto, latente, omnipresente en todo lo latinoamericano. Aqu� lo ins�lito es
cotidiano, siempre fue cotidiano.
La historia de esta novela relata una serie de sucesos ins�litos, insospechados, pero ni el
narrador ni los personajes se asombran ante estos sucesos. En el universo de la narraci�n,
lo maravilloso se comporta como parte de la realidad cotidiana, como algo que no requiere
explicaci�n. Se trata, por tanto, de una trasgresi�n literaria y qui�n sabe si del orden
cartesiano de pensamiento.
Historia y mito, memoria y olvido
Cada uno de los hechos narrados en la novela se relaciona con una lectura sobre el tiempo
hist�rico, sobre la construcci�n de la memoria y el paso del olvido. El autor dialoga con la
historia e identidad de su Colombia natal que es, de alg�n modo, una imagen donde
Am�rica Latina puede reconocerse.
Macondo no es solo una palabra sonora: es imagen de un �rbol familiar que extiende sus
ramas para cobijar toda suerte de mitos, prejuicios, an�cdotas, valores, sue�os y
voluntades destinadas al olvido, a la transformaci�n del tiempo. La intrahistoria de la familia
de los Buend�a es a la vez un gui�o de ojo a la infancia de Garc�a M�rquez y a la Historia
con may�sculas Desde un recorrido por la memoria de su Aracataca natal, el escritor
observa pasar el enfrentamiento decimon�nico entre liberales y conservadores, la llegada
del tren, el auge de la fiebre del banano, la expansi�n del capitalismo y sus pr�cticas de
dominaci�n, en fin: el paso de la tradici�n a la modernidad desde la periferia. Garc�a
M�rquez tambi�n dialoga con los valores de una cultura atravesada por toda suerte de
relatos m�ticos y religiosos, que tienen un gran poder significativo. Le da voz a los prejuicios,
a las supersticiones m�s vivas y fuertes, y a las im�genes b�blicas del catolicismo,
naturalizadas en el imaginario popular latinoamericano: un pecado original que espera su
castigo, una asunci�n y un diluvio son apenas algunos de estos s�mbolos. As�, Garc�a
M�rquez va articulando un discurso m�tico, un relato de s�mbolos que explica el origen y el
fin de un microcosmos en el que se construye una imagen del mundo, y al mismo tiempo
se hila en la red de un tiempo hist�rico amplio.
6. Los personajes y los arquetipos
Los nombres de los personajes en esta novela se repiten de generaci�n a generaci�n,
pr�cticamente id�nticos, como si de arquetipos humanos de tratara, imbuidos, como suelen
estar estos, en los conflictos m�s profundos de la cultura. Parecen actuar como personajes
m�ticos que representan conceptos y estructuras de pensamiento que explican la cosa
humana, cual personajes griegos.
Pero Garc�a M�rquez da un paso m�s all� cuando otorga nombres similares a cada
personaje. Con este hecho, recalca el peso de la herencia, de la memoria, del mandato de
los ancestros, el peso de la historia y la cultura. Quiz�, de alg�n modo, cada personaje no
sea un arquetipo de individuo, sino la expresi�n de las diversas fuerzas de la historia que
empujan en direcciones diferentes. Los impulsivos y so�adores Arcadios, los retra�dos y
curiosos Aurelianos, las en�rgicas pero supersticiosas �rsulas o una Fernanda en extremo
religiosa y tir�nica, pueden representar, al fin y al cabo, las fuerzas de la historia
debati�ndose por predominar (la b�squeda del conocimiento, la fuerza militar, la religi�n,
los prejuicios, el capitalismo), im�genes del mundo negadas a desaparecer, todas
entramadas en el gran relato del fundador.
El amor y la historia
Pero, �qu� pueden hacer estas fuerzas, estas im�genes, contra el paso del tiempo? �Qu�
pueden, acaso, contra la naturaleza? �Qu� pueden contra el misterio de los s�mbolos y de
la imaginaci�n? �Qu� pueden contra el destino humano?
En cada relato de Cien a�os de soledad, en la historia de cada personaje y en la forma en
que cada una se hila, solo una fuerza permanece amarrada, velada, arrinconada por la
energ�a de las fuerzas contrarias: el amor, que cada vez que se asoma, lucha sin �xito para
abrirse paso. Esta fuerza humana vital sucumbe ante el peso de una cultura que, en cierto
sentido, condena a los Buend�a a vivir cien a�os de soledad.