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LA VARIACIÓN HUMANA
I. La variación humana y el concepto de “raza”
Los miembros de un grupo étnico pueden definirse a sí mismos -o por otros- como
diferentes y especiales debido a su lengua, religión, geografía, historia, antepasados o rasgos
físicos. Cuando se asume que un grupo étnico tiene una base biológica (comparte “sangre” o
material genético), se le suele denominar raza.
En las taxonomías biológicas, una raza denota una población geográficamente aislada
dentro de una especie, que ha tenido poco o ningún flujo de genes con otras poblaciones
durante un largo período de tiempo. Tal población puede ser considerada como una especie
incipiente, si continuara su aislamiento genético y se viera sometida a presiones selectivas, con
el tiempo podría transformarse en una especie divergente.
En la especie Homo Sapiens Sapiens hay diferentes poblaciones que podrían
etiquetarse como razas. Sin embargo las razas que la mayoría de la gente distingue, como la
raza “negra”, “amarilla” y “blanca” (o “Negroides”, “Mongoloides” y “Caucasoides”; o
“africanos”, “asiáticos” y “europeos”) no son categorías válidas taxonómicamente. Sería
preferible sustituir el concepto de raza por el de población.
Una población es simplemente cualquier grupo de gente cuyos miembros se cruzan
entre ellos con frecuencia más que fortuita y que muestran frecuencias génicas diferentes
cuando se comparan con los grupos vecinos de gente.
El concepto de raza es un término biológico desacreditado. Hoy en día no es posible
definir la raza biológicamente; sólo son posibles las construcciones culturales de la raza. La
raza es una categoría cultural más que una realidad biológica; las razas derivan de contrastes
percibidos y perpetuados en las sociedades, más que de clasificaciones científicas basadas en
genes comunes. Las razas son grupos étnicos de los que se asume que tienen una base
biológica, pero, en realidad, la raza es algo construido socialmente. Las “razas” sobre las que
oímos hablar todos los días son categorías culturales o sociales, más que biológicas. Son
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etiquetas que designan a grupos percibidos culturalmente más que a grupos con una base
biológica.
II. Concepción tradicional
La concepción tradicional de la existencia de razas se establece basándose en la
creencia de “razas” con base biológica a las que se adscriben diversas etiquetas.
Según la concepción tradicional el Homo Sapiens se componía de un número fijo de
razas. Se suponía que estas razas existían desde el comienzo mismo de la evolución y que cada
raza poseía un conjunto específico de caracteres hereditarios que permite identificar en todo
momento su origen racial.
Estos caracteres tradicionales definidores de la raza consistirían en características
externas físicamente observables, es decir, rasgos fenotípicos tales como la coloración de la
piel, cabello y ojos; la cantidad de vello en el cuerpo, cara y cabeza; la forma del pelo; el
grosor de los labios y la forma de la nariz; la estatura y la masa corporal, etc.
Según la presencia de estos “paquetes” de caracteres se puede establecer la
distribución continental del as razas. Los europeos: piel pálida, cabello lacio u ondulado,
mucho vello en el cuerpo, etc. Los africanos: piel morena oscura o negra, cabello rizado y
tieso, labios y nariz gruesos, etc. Los asiáticos orientales: piel pálida a morena clara, cabello
negro lacio, ojos marrón oscuro con pliegues epicánticos (solapas sobre los ojos, dándoles una
apariencia inclinada), carentes de vello, etc.
III. El concepto de raza biológico: un concepto desacreditado
Esta concepción racial está actualmente desacreditada. Las razas son categorías
culturalmente construidas que pueden tener poco o nada que ver con diferencias biológicas
reales. La clasificación racial está fuera de lugar en biología por varias razones. En primer
lugar, existen enormes problemas para agrupar a pueblos específicos en unidades raciales
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aisladas y distintas. Se supone que una raza refleja un material genético compartido, pero los
primeros científicos utilizaron rasgos fenotípicos (generalmente el color de la piel) para la
clasificación racial. Los rasgos fenotípicos, como, por ejemplo el color de la piel, eran los
mismos a los que se les ha atribuido un valor cultural arbitrario con fines discriminatorios. Era
la base de clasificación en tres grandes razas: blancos, negros y amarillos. Una clasificación
racial tan simplista era compatible con la utilización política de las razas como un mecanismo
de poder durante el colonialismo de finales del s. XIX y principios del s. XX.
Un problema obvio con las etiquetas raciales “basadas en el color de la piel” es que los
términos no describen con precisión el color de la piel. Las personas “blancas” son más
rosadas, beige o morenas que blancas. Las personas “negras” son de diversas tonalidades de
marrón, y las “amarillos” morenas o beige.
Cualquier intento de utilizar rasgos faciales, altura, peso o cualquier otro rasgo
fenotípico está lleno de dificultades. Por ejemplo, tomemos a los nilóticos, nativos de la región
del Nilo alto en Uganda y Sudán. Tienden a ser altos y a tener la nariz larga y estrecha.
Algunos escandinavos son también altos y con una nariz similar. Sin embargo clasificarlos
como pertenecientes a la misma raza es absurdo, dada la distancia entre sus patrias. No hay
razón para asumir que los nilóticos y los escandinavos están más estrechamente relacionados
entre sí de lo que cualquiera de ellos lo está con gentes menos altas con tipos diferentes de
nariz.
Utilizar una combinación de rasgos físicos para basar las clasificaciones raciales
tampoco es solución. Puesto que, el color de la piel, la estatura, la forma del cráneo y los
rasgos faciales no conforman una unidad. Por ejemplo, las personas de piel oscuras pueden ser
altas o bajas, y tener el pelo desde liso a muy rizado, etc... El número de combinaciones es
muy grande.
La clasificación racial basada en el fenotipo supone que, las características fenotípicas
en las que se basan las razas reflejan el material genético compartido, y que se ha mantenido
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igual durante largos periodos de tiempo. Pero las similitudes y diferencias fenotípicas no tienen
necesariamente una base genética. Debido a cambios en el entorno que afectan a los individuos
durante su crecimiento y desarrollo, el abanico de fenotipos característico de una población
puede cambiar sin que se dé ningún cambio genético. Por ejemplo, sabemos que los cambios
producidos en la altura y el peso, motivados por las diferencias en la dieta, en pocas
generaciones son algo común y no tienen nada que ver con la raza ni con la genética.
Mucha gente se imagina que debe existir un arquetipo racial, es decir, que en algún
sitio hay un representante perfecto de los blancos o de los negros que posee todos los
atributos de su raza. Pero de los principios genéticos se sigue que los rasgos del paquete no
permanecerán juntos sino que se clasificarán independientemente. Además, las frecuencias de
los diversos genes responsables de los rasgos del paquete cambiaran con el tiempo como
resultado de la evolución. No hay un arquetipo racial fijo.
Además la mitad de la población del mundo exhibe hoy en día paquetes de rasgos
raciales con los que no cuentan los estereotipos populares. Muchas poblaciones humanas no
encajan claramente en ninguna de las tres “grandes razas”. Por ejemplo dónde encajar el color
“bronce” de los polinesios ¿entre los caucasoides o entre los mongoloides? Los nativos
americanos ¿son rojos o amarillos? Mucha gente del sur de la India tiene cabello lacio u
ondulado, piel de marrón oscuro a negra, y labios y narices estrechas (rasgos faciales
“caucasoides”). Por último, los nativos australianos muestran una inusual combinación de
cabello claro y ondulado y piel oscura.
Un concepto erróneo similar sobre las razas es que algunos individuos “de pura
sangre” son más representativos que otros del tipo o “esencia” racial.
A veces, los europeos de pelo rizado, labios gruesos y piel oscura son considerados
como menos auténticamente europeos que los europeos de piel y ojos claros. Pero cada
individuo cuyos genes entran en el pool genético de una población es un auténtico miembro de
esa población.
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[Pool génico: conjunto y gama de variedad de genes presentes dentro de una determinada
población].
No se puede hablar de europeos refiriéndose al cabello liso u ondulado solamente, pues
muchos tienen cabello rizado. Igualmente los Ituri Mbuti de 1´40 m. son tan africanos como
los Watusi de 2´10 m.
Si se ignora a los individuos que no se ajustan a lo que se supone que debe ser el
aspecto de un europeo o un africano “típico” (modelo), se está violando el concepto de raza
como población. Los genes de cualquier que esté dentro del pool genético de la población
cuentan con igualdad de condiciones.
A veces lo antropólogos crean divisiones y subdivisiones. Pero por más subgrupos que
se establezcan, si se conceptúan como “raza”, no se podrán encontrar individuos que pudieran
representar al tipo puro o auténtico de sus grupos.
Lo absurdo de intentar meter a la fuerza todas las poblaciones en tres o cuatro
categorías raciales está bien ilustrado por el sistema de identificación racial utilizado en
EE.UU. En la taxonomía popular americana si un progenitor es “negro” y el otro “blanco”, el
hijo es “negro” a pesar del hecho de que, según las leyes de la genética, la mitad de sus genes
son del progenitor negro y la otra mitad del progenitor blanco. La práctica de encajar a la
fuerza a la gente en casillas raciales se convierte aún en más absurda cuando la ascendencia
negra se reduce a un solo abuelo o bisabuelo. Esto provoca el fenómeno del “blanco” que es
clasificado socialmente como “negro”. Tanto los científicos como los hombres de leyes harían
bien en imitar a los brasileños, que identifican los tipos raciales no por 3 ó 4 términos, sino por
300 ó 400.
IV. La variación humana como resultado del proceso evolutivo
Los genes responsables de las diferencias en el color de la piel, forma del cabello y
otros caracteres utilizados para definir las categorías raciales no se distribuyen al azar en el
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globo. Aparecen con frecuencia gradualmente creciente o decreciente de una población a otra.
Tales distribuciones se denominan clinas.
Por ejemplo: la frecuencia de los genes responsables del color oscuro de la piel crece
gradualmente cuando nos desplazamos desde el Sur de Europa a lo largo del Nilo o a través
del Sahara hasta el África Central. No hay rupturas bruscas en esta línea. Ocurre lo mismo en
la incidencia de los pliegues epicánticos, aumenta de Oeste a Este a través de Asia.
Los clinas son el resultado de dos procesos evolutivos: el flujo de genes y la selección.
Como resultado de la propagación de genes por las poblaciones adyacentes, se puede esperar
un cambio gradual en las frecuencias de genes con las distancias. Lo mismo resulta si hay una
ventaja adaptativa para un gen que varía con la latitud, longitud o altura.
Los clinas contradicen la noción popular de que hay arquetipos y pura sangres, y
diferencias marcadas entre las razas.
Se han estudiado las distribuciones de algunos de los caracteres raciales más
importantes en busca de las claves de su posible significación adaptativa. Varios estudios
interesantes han relacionado las diferencias raciales con la temperatura, la humedad y otros
factores climatológicos.
Por ejemplo, la nariz larga y estrecha de los europeos pudo tener su origen en la
necesidad de calentar el aire, frío y húmedo, a la temperatura corporal antes de que alcanzase
los pulmones.
La figura rechoncha de los esquimales puede ser otro tipo de adaptación al frío; ya que
una forma esférica presenta un máximo de masa corporal y un mínimo de superficie corporal.
Esto relaciona la máxima producción de calor con su máxima conservación (a mayor biomasa
más calor; a menor superficie menos calor se pierde). Una forma corporal alta y delgada
conjuga un mínimo de masa corporal y un máximo de superficie corporal, lo que origina una
pérdida mayor de calor. Así podría explicarse la figura alta y delgada de los africanos nilóticos
que viven en regiones de calor seco e intenso.
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También explican las espirales de cabello estrechamente arrolladas denominadas
‘granos de pimienta’, característicos de los pueblos nativos de Sudáfrica, como adaptaciones
para la dispersión del calor; al dejar espacios vacíos en la cabeza, el ‘grano de pimienta’ facilita
la perdida de calor a temperaturas altas.
Dispersión del calor y forma del cuerpo
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(Tomado de Marvin Harris, Introducción a la antropología general. Alianza. 1990.)
V. La explicación del color de la piel
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La mayoría de los seres humanos no son ni muy claros ni muy oscuros, sino marrones.
La piel extremadamente clara de los europeos del norte, y la piel muy negra de los
centroafricanos son adaptaciones especiales. Probablemente representan el resultado
divergente de procesos naturales y culturales.
El papel de la selección natural en la producción de variaciones en el color de la piel
ilustrará el enfoque explicativo de la diversidad biológica humana.
La piel humana debe su color a la presencia de partículas conocidas como melanina.
La melanina es una sustancia química producida por células de la epidermis (capa más externa
de la piel). Las células de la melanina de las personas de piel más oscura producen granos de
melanina mayores y más abundantes que los de las personas de piel clara.
En los humanos, la función primaria de la melanina es proteger las capas superiores de
su piel, al hacer de pantalla frente a la radiación solar (longitud de onda ultravioleta de la luz
del sol). La melanina protege de enfermedades, incluidas las quemaduras solares y el cáncer de
piel.
La radiación solar plantea un problema para nuestra especie, pues carecemos del denso
abrigo de pelo que hace de pantalla en otros mamíferos. El no tener pelo tiene otras ventajas:
permite a las abundantes glándulas del sudor enfriar nuestro cuerpo mediante la evaporación;
lo que permite la habilidad de perseguir y correr detrás de animales de presa veloces largas
distancias durante la época cálida. Sin embargo el carecer de pelo nos expone a dos peligros
de las radiaciones: las quemaduras solares con sus infecciones, y los cánceres de piel. cuanto
más partículas de melanina, más oscura será la piel, y menor riesgo de quemaduras solares y
formas de cáncer.
Muchos cánceres de piel (como el melanoma maligno) son fundamentalmente una
enfermedad de individuos con piel clara e historial de exposiciones al sol. Por ejemplo en
Australia, donde la población blanca es de origen norte europeo.
Los nuevos cánceres en todo el mundo han aumentado coincidiendo con el aumento de
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los deportes al aire libre y los vestidos escasos, variando el nivel según la intensidad de la
radiación solar. Por contraste, raramente se da entre los muy pigmentados centroafricanos, y
cuando es así, lo padecen en las partes más despigmentadas de su cuerpo.
Antes del s. XVI casi todas las poblaciones del mundo con la piel muy oscura vivían en
los trópicos (una franja que se extiende unos 23 grados al norte y al sur del ecuador, entre el
Trópico de Cáncer y el Trópico de Capricornio). Al alejarse de los trópicos, el color de la piel
se hace más claro. En las Américas, sin embargo, las poblaciones tropicales no tienen la piel
oscura; esto se debe a que en el Nuevo Mundo se establecieron asiáticos de piel clara,
antepasados de los nativos americanos, no hace más de 30.000 años.
La respuesta a la distribución geográfica del calor la proporciona la selección natural.
En los trópicos, con una radiación ultravioleta intensa, los humanos sin protección se
enfrentan a quemaduras solares severas que pueden aumentar la susceptibilidad a enfermar.
Esto confiere una desventaja selectiva a las personas de piel clara que viven en los trópicos
(menor éxito en la supervivencia y la reproducción). La quemadura solar también deteriora la
capacidad de transpiración del cuerpo.
Si la exposición a la radiación solar no tuviera más que efectos dañinos, la selección
natural hubiera favorecido el color negro para todas las poblaciones humanas. Podemos
explicar tanto el tener la piel de color claro como oscuro en términos de fuerzas naturales de
selección. Los rayos del sol no presentan únicamente una amenaza. La radiación ultravioleta
juega un papel como estimulante de la producción de vitamina D. La luz del sol convierte una
sustancia adiposa de la epidermis (llamada 7-dehidrocolesterol) en vitamina D (este proceso de
conversión se conoce como fotolisis). La sangre lleva la vitamina D desde la piel a los
intestinos (técnicamente haciéndola hormona en vez de vitamina) donde facilita la absorción
del calcio. A su vez, el calcio es vital para el crecimiento y fortalecimiento de los huesos del
cuerpo. Sin él, los huesos se debilitan y deforman, y se desarrollan enfermedades como el
raquitismo y la osteomalacia. En las mujeres, las deficiencias de calcio se pueden manifestar
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en la deformación de los huesos pélvicos, lo que puede afectar al parto.
Como la vitamina D se puede obtener de pocos alimentos -principalmente los aceites e
hígados de pescado marino- las poblaciones del interior deben depender de los rayos del sol y
de su propia piel para el abastecimiento de esta vitamina.
El cuerpo no arropado puede sintetizar la vitamina D directamente a partir de la luz del
sol. Sin embargo, en un entorno nublado que es también lo suficientemente frío como para ir
abrigado (la Europa septentrional, donde evolucionó el color claro de la piel), la vestimenta
dificulta la producción de vitamina D. Ha habido una selección contra la piel oscura en las
zonas nórdicas porque la melanina no deja pasar la radiación ultravioleta. Durante los
inviernos nórdicos, el color claro de la piel maximiza la absorción de radiación solar por las
escasas partes del cuerpo que quedan directamente expuestas a la luz solar. Si la dieta sufre
una falta de vitamina D, la reducción de melanina resulta favorecida de forma selectiva.
Por lo tanto, el color particular de la piel de una población humana representa en gran
medida un punto de equilibrio entre los peligros de excesiva radiación solar y los peligros de la
escasa radiación: las quemaduras solares y el raquitismo. Es este equilibrio el que explica en
gran parte, la preponderancia de la gente de color marrón en el mundo y la tendencia general
del color de la piel a ser más oscura entre las poblaciones ecuatoriales y más clara entre las
poblaciones que viven en latitudes más altas.
Bibliografía:
- Marvin Harris, Introducción a la antropología general. Alianza. 1990.
- C. Phillip Kottak, Antropología. Una exploración de la diversidad humana con temas de la
cultura hispana. Mc Graw Hill. 1994.
Recuperado de
http://edu.jccm.es/ies/moraldecalatrava/attachments/article/305/T.4.%20Ampliaci%C3%B3n.
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