1. ORACIONES 1er. DÍA DE EJERCICIOS
SALMO 138
Señor, tú me sondeas y me conoces;
me conoces cuando me siento o me levanto,
de lejos penetras mis pensamientos;
distingues mi camino y mi descanso,
todas mis sendas te son familiares.
No ha llegado la palabra a mi lengua,
y ya, Señor, te la sabes toda.
Me estrechas detrás y delante,
me cubres con tu palma.
Tanto saber me sobrepasa,
es sublime y no lo abarco.
¿Adónde iré lejos de tu aliento,
adónde escaparé de tu mirada?
Si escalo el cielo, allí estás tú;
si me acuesto en el abismo, allí te encuentro;
si vuelo hasta el margen de la aurora,
si emigro hasta el confín del mar,
allí me alcanzará tu izquierda,
me agarrará tu derecha.
Si digo: “Que al menos la tiniebla me encubra,
que la luz se haga noche en torno a mí”,
ni la tiniebla es oscura para ti,
la noche es clara como el día.
Tú has creado mis entrañas,
me has tejido en el seno materno.
Te doy gracias,
porque me has escogido portentosamente,
porque son admirables tus obras;
conocías hasta el fondo de mi alma,
no desconocías mis huesos.
Cuando, en lo oculto, me iba formando,
y entretejiendo en lo profundo de la tierra,
tus ojos veían mis acciones,
se escribían todas en tu libro;
calculados estaban mis días
antes que llegase el primero.
¡Qué incomparables encuentro tus designios,
Dios mío, qué inmenso es su conjunto!
Si me pongo a contarlos, son más que arena;
si los doy por terminados, aún me quedas tú.
Señor, sondéame y conoce mi corazón,
ponme a prueba y conoce mis sentimientos,
mira si mi camino se desvía,
guíame por el camino eterno.
Piensa...
1. Estos ejercicios pretenden un reajuste interior de tu vida... ordenarla...
2. El pecado que destruye mi vida...
3. ¿Permito que Dios intervenga en mi vida? Esto es un riesgo absoluto...
4. Condiciones necesarias: estar disponibles, receptivos a la Palabra de Dios, trabajo, oración y
confianza...
5. Instrumentos: silencio, oración, ¿dónde me lleva el Espíritu de Dios?...
2. PLEGARIA DE LA CRIATURA
Desde lo hondo clamo a ti, Señor,
dueño de mi existencia toda,
que engendraste en un acto paternal de infinito amor.
Con la renqueante humildad de un corazón autosuficiente,
te acepto como principio y fin, creador y plenitud,
alfa y omega de cuanto soy y pueda ser.
Acoge esta costosa entrega
y hazla gozosa por la experiencia de tu cercanía,
hasta que mi alegría consista en alabarte sirviéndote,
trascendiendo desde el amor mi propia libertad.
Tú eres mi Dios presente,
el Dios de mis días, que me sondea y me conoce,
al que busco como busca la cierva las fuentes de agua viva.
Tú eres mi Padre y yo soy tu hijo:
he aquí la realidad transformadora de todo mi existir.
Desde lo hondo clamo a ti, Señor,
como un niño crecido entre fantasmas inquietantes,
que vuelve a las fuentes últimas de su ser
para sobrevivir en serena plenitud
y experimentar el gozo de la libertad maduramente entregada.
Porque el mucho camino enturbia el horizonte.
Haz de mi acción un cántico de alabanza
y un servicio filial, para que en mí seas bendito.
Haz de cuanto me rodea camino hacia ti
y, caminando, haré de todo algo más divino por más humano.
Haz que tanto camine por las cosas
cuanto me conduzcan a ti,
y que de tal modo las trate que cada vez me lleven más a ti.
Despréndeme de todo por amor tuyo,
pero házmelo amor todo como imagen tuya,
en una indiferencia nacida de una honda lectura de la realidad.
Desde lo hondo clamo a ti, Señor.
Y te pido cumplir tu voluntad, que me hará hombre pleno,
en la imitación de Jesucristo, tu Hijo bendito y preferido,
y en la historia de los hombres, mis hermanos,
historia de salvación.
Piensa...
1. ¿Tengo un por qué para vivir mi vida?
2. ¿Hemos perdido hasta tal punto la presencia de un vivir para Dios y nuestra referencia
constante a él, que vivimos, más o menos conscientemente, un ateísmo práctico?
3. ¿Me planteo cómo uso las criaturas y cosas en la vida corriente, desde el evangelio de
Jesucristo?
4. ¿Es la voluntad de Dios nuestro permanente horizonte de vida o vivimos sujetos a nuestro
egoísmo?
5. ¿Tengo algunos ídolos prefabricados en mi vida, por sublimes que sean?
6. ¿Me encuentro centrado en el conjunto de mi vida?
7. ¿Qué siento que me está frustrando la vida?
8. ¿A qué temo en la vida?
9. ¿Qué espero yo, en concreto, de mi vida?
3. ORACIONES 2º DÍA DE EJERCICIOS
PLEGARIA DE LA TENTACIÓN
Día a día lo constato:
como un niño zarandeado de allá para acá,
el espíritu del mal juega conmigo.
Y me lleva a donde no quiero.
Y retuerce mis convicciones más hondas.
Consciente de la paternidad de mi Creador
y de mi libertad trascendida por el amor,
hasta hacer de mi vida un servicio plenificante,
no consigo imponerme a la tentación,
que me invita al desorden de mis actos.
Acumulo una riqueza posesiva
que denuncia la falsedad de mi pobreza.
Me deleito en una gloria vana que se detiene,
asustada, ante el menor desprecio.
Domino a los demás, en aras de mi soberbia,
mientras mi humildad es maltratada.
Las redes y las cadenas del espíritu del mal me aprisionan,
sin que oponga una resistencia audaz.
Porque sigo creyendo que todo depende de mí.
De mi tosco voluntarismo impotente.
Y me equivoco por completo.
Así, Señor de la victoria,
mi vida oscila entre una y otra caída,
y tengo la maldita sensación de la derrota.
Humillado, pues, por tanto destrozo de las grandes ilusiones,
te pido, Señor de la victoria,
que me insertes en ti para comunicarme fortaleza.
Donde hay riqueza, ponme pobreza.
Donde hay vanagloria, ponme menosprecio.
Donde hay soberbia, ponme humildad.
Porque yo ansío repetir tu vida entre los hombres,
sin subterfugios ni reticencias,
agarrado a tu cruz resucitada,
madero donde toda tentación se derrumba,
madero de salvación.
Tiéntame de amor, Señor Jesús.
Tiéntame de corazón a corazón.
Reflexiono...
1. ¿Soy consciente en mi experiencia cotidiana creyente de estas tentaciones fundamentales o
vivo en un estado de ingenuo optimismo, ocultándome lo que me obligaría a modificar mi
vida?
2. ¿He aceptado que entre la vida de Cristo y la estructura mundana no es posible pacto
alguno, porque Jesucristo, con su pascua, lo que precisamente hace es denunciar el pecado
del mundo, o chaqueteo, quizá, por intereses poco clarificados?
3. ¿Intento mediante un cuidadoso discernimiento espiritual ver hasta qué punto se me exige
pobreza (ser tenido), menosprecio (estar sometido) y humildad (ser poseído), en mi caso
específico, sin pasarme de transigente ni de exagerado?
4. ¿En qué medida soy pobre, menospreciado y humilde?
4. PLEGARIA DEL CONVERTIDO
Desde lo profundo, clamo a ti, Señor:
Señor, escucha mi oración...
La oración de quien reconoce su pecado,
el amplio pecado de su vida toda.
Y desea darse la vuelta por completo para penetrar de nuevo
en tus atrios de serenidad, de esperanza y de dulzura...
La oración que recuerda las palabras del salmista:
Dame, Señor, un corazón puro; dame, Señor, un espíritu recto;
límpiame, en fin, como el oro en el crisol.
Ha llegado el momento en que no son meras palabras,
sino la expresión más honda de mi propia purificación...
Cansado de recorrer caminos tortuosos,
cansado de compañías infelices,
giro mi vista hacia ti, mi Dios acogedor,
y te pido que aceptes la conversión de mi corazón
a la verdad, a la justicia y a la libertad.
Me conozco y sé que volveré a caer.
Pero en este instante... acéptala como algo definitivo.
Conversión desde el abuso de la riqueza,
humillando al pobre con mi despilfarro...
Conversión desde el abuso de la vanagloria,
mintiéndome sobre mi propia realidad...
Conversión desde el abuso de la soberbia,
siendo prepotente con el humilde...
Conversión, en fin, desde todas las tentaciones
aceptadas como esquema de vida lejano de ti,
mientras olvidaba el principio y fundamento de toda existencia.
Ya ves que, movido por tu gracia permanente,
doy este paso decisivo con entereza y consciente de sus consecuencias:
acoger unos caminos que no son mis caminos,
acoger unos planes que no son mis planes,
pero, en definitiva, acogerte a ti, persona amada,
y en ti, a todos mis hermanos, los hombres.
Mi conversión es la de Zaqueo, es la de Nicodemo,
es la de María Magdalena, es la de tantos y tantas que se han cruzado
con tu persona y quedaron prendados de ella:
porque vales más tú que todo lo demás,
y en ti hay más dicha gozosa que en cualquier otro lugar.
Esta convicción golpea mis entrañas
y me hace girar en la carrera de la vida:
tú, tu persona, tu compañía.
A ti, pues, me convierto, Señor,
cansado, en fin, de tanta superficialidad,
Y a ti me entrego sin condiciones.
Acógeme con misericordiosa amistad y ábreme el misterio de tu corazón.
1. ¿Estamos en permanente estado de conversión o nos creemos en posesión de un estado
espiritual impecable?
2. ¿Qué zonas mantenemos cerradas a la conversión?
3. ¿Cuáles son nuestros miedos radicales al plantearnos el tema de la conversión, que
enquistan en un clima de distanciamiento de Dios por temor al cambio?
4. Y, en fin, ¿hemos caído en la cuenta de que nuestro compromiso apostólico con la Iglesia
exige convertirse a él permanentemente?
5. ORACIONES 3er. DÍA DE EJERCICIOS
PLEGARIA DEL PERDONADO
La más honda experiencia humana
es la experiencia del amor.
Las supera a todas, porque es más decisiva,
más auténtica y más profunda.
Pero, dentro del universo del amor, Señor,
aparece tu perdón como aquel amor que todo lo supera,
porque va más lejos que nadie ni que nada.
Toda la Biblia es un cántico a ese perdón.
Pero la parábola del hijo pródigo es su plenitud.
Ahora soy yo el hijo pródigo del evangelio.
Ahora soy yo quien reconoce haber huido de tu casa.
Ahora soy yo quien ha experimentado su frustración.
Ahora soy yo el agobiado por el hambre de paternidad.
Y digo que voy a volver.
Y digo que sí, que vuelvo a ti,
sabedor de la urgencia del camino y de la facilidad en recorrerlo,
porque al final te encontraré a ti,
mi Dios del perdón y del amor.
¿Cuántas veces no me has abrazado cuando volvía a ti...?
¿Cuántas veces no me has besado cuando me acercaba a ti...?
¿Cuántas veces no me ha desbordado tu ternura
cuando caía en tus brazos?
Experiencia de Dios: experiencia del amor.
En lo más hondo del pecado,
descubro siempre la mayor hondura de un perdón
que es amor, de un amor que se hace perdón.
Tómame, pues, con tus brazos de padre,
vísteme la vestidura de tu gracia
(que es Jesucristo, siempre vivo).
Y prepara el banquete de la eucaristía
para que coma y beba perdón, salvación y amor.
Ya estoy cansado de vergonzantes huidas,
provocadas por los delirios de una sociedad pagana.
Quiero recuperar la experiencia
de tu persona, de tu cercanía, de tu forma de vida.
Sabiendo que si tú me perdonas,
también tendré yo que perdonar a los demás,
so pena de que me rechaces.
Perdonar sin medida: setenta veces siete.
Y con alegría de corazón.
Padre mío que estás en la gloria,
sé para mí el padre amante del hijo pródigo.
1. ¿Vivimos con una profunda y serena conciencia de pecado o, por el contrario, se trata de algo
que ya hemos apartado completamente de nuestra vida espiritual, perdidos en un ambiguo
amor?
2. ¿Confiamos absolutamente en la actitud paternal de Dios frente a cualquier pecado que
podamos cometer?
3. ¿Vivimos la dimensión comunitaria del pecado hasta participar vivencialmente del pecado del
mundo, que mantiene una auténtica oposición al plan salvífico de Dios, de forma real y
cotidiana?
4. ¿Cómo concebimos y qué lugar tiene en nuestra vida el sacramento de la penitencia? ¿Hemos
llegado a convertirlo en un rito rutinario por falta de profundización en lo que le subyace, que es
la grandeza de la plenitud de la conversión al amor de Dios?
6. PLEGARIA DE LA ENCARNACIÓN
Llegada la plenitud de los tiempos,
la Trinidad Santísima realizó su eterno designio:
“Y la Palabra tomó carne y hábito entre nosotros”.
Todavía hoy, Señor de la encarnación,
tu gesto me sorprende y anonada.
Ahí estás, tomando carne de María Virgen,
que es igual a tomarla de la humanidad entera,
tan mancillada por el pecado egoísta.
Ahí estás, empequeñecido en el seno de una mujer,
hecho tiempo el eterno, hecho espacio el inconmensurable,
hecho historia el infinito.
Manda en mí la sorpresa, el extrañarse, casi... la duda:
¿qué habrá pasado para que se diera tanto milagro?
Ha pasado que desde siempre
Dios nos había mirado con amor complacido.
Y quiso recuperarnos, compartiendo nuestra suerte.
Y quiso ser niño en el seno femenino.
Y sobrevino la encarnación.
Todo es un plan de amor para, más tarde,
acabar proclamando el amor como instrumento de salvación.
Desde entonces, Señor engendrado,
la historia es tu lugar preferido y privilegiado:
donde hay hombres, allí estás tú,
permanente en el dolor y en el gozo,
divinidad escondida en la humanidad exultante.
El hombre ya no está absolutamente solo: Dios está con él para siempre.
Y todas las cosas han sido tocadas por esta encarnación.
Y todas las cosas estallan de bondad contenida.
Y todas las cosas esperan que las liberemos
para dar gloria gratificada a quien las transformó.
He aquí el cántico universal de todo lo potencialmente bueno,
que nosotros, los creyentes, debemos pronunciar.
Desde el seno encarnatorio de María Virgen
brota un caudal de esperanza grande, muy grande:
el mundo podrá parecer egoísta, hasta la saciedad,
pero oculta el amor de quien se hizo mundo siendo Dios.
Ésta es la única perspectiva válida del cristiano,
reproductor, hoy, de esta encarnación misteriosa.
Señora de Nazaret, del “sí” gracioso y humilde,
que permitiste la aventura más grande jamás sucedida,
engendra ahora en mí a tu Hijo Jesús.
Para que lo goce en mí y lo comunique a los demás.
Para que siga haciéndose carne humana entre los hombres de mi tiempo.
1. ¿Tenemos una idea de Dios-Jesucristo espiritualista (que está en las nubes por encima de la historia y del
mundo) o materialista (que se confunde con el mundo), en lugar de concebirlo como quien salva a esa
humanidad e historia desde dentro de ellas mismas?
2. ¿Hemos aprendido a distinguir los valores del mundo y el pecado del mundo o tendemos a confundir ambas
realidades?
3. ¿Tenemos la valentía de asumir como positivo todo lo que no se incluya en el pecado del mundo
(egoísmo)?
4. ¿Cuidamos la permanente penetración de Dios en nuestra humanidad, para existir como personas con una
identidad cristiana profunda, o nos movemos al margen del misterio de la encarnación?
5. ¿Nos abrimos, como María, a la fuerza del Espíritu, para que también hoy se siga realizando la encarnación
de Dios en nosotros, o creemos que se trata de algo a conseguir por medios naturales?