Un brevísimo ensayo sobre la construcción de la memoria europea que hice para la asignatura H. de la Integración Europea, impartida por D. Antonio Moreno Juste
1. LA CONSTRUCCIÓN DE LA
MEMORIA EUROPEA
Autor: Francisco Gracia Villamayor
Asignatura: Historia de la Integración Europea
Profesor: D. Antonio Moreno Juste
2. El término memoria colectiva fue acuñado por Maurice Halbwachs en
1925 en su obra Les cadres sociaux de la mémoire aunque el éxito de su
pensamiento fue póstumo y se dio tras publicarse en 1950 su segunda
obra, La Mémoire collective, en la que amplía y fija su pensamiento
sobre la memoria colectica. A partir de los 60, este concepto fue
haciéndose un hueco en la historiografía y en la política europea hasta
convertirse en una línea central de pensamiento que consigue eclipsar
otras corrientes.
Si bien el recuerdo del Holocausto ha sido el eje sobre el que han girado
estos debates y sobre el que, al menos desde los años 60, se estaba
construyendo la memoria europea, la entrada de los países del este en
la Unión Europea y sus reivindicaciones para equiparar la represión
ejercida por los regímenes comunistas con el Holocausto ha tenido
repercusiones que parece ponen en entredicho la posibilidad de
elaboración de un relato común sobre la memoria europea.
Son muchas las preguntas que surgen sobre si es posible o no conjugar
todas las memorias en un relato. Si consideramos que no podemos
aglutinar este entramado de memorias nacionales en un único relato
¿cómo construimos Europa? ¿Desde el olvido? ¿O es mejor
“inventarnos” un relato que nos guste a todo el mundo? Y si creemos
que es posible la construcción, que no invención, de ese relato común
¿quién decide qué es lo que merece la pena ser recordado? ¿Los
Estados?
Ante la dificultad del reto no pretendo dar una respuesta tajante pero si
quiero aportar una serie de consideraciones que pueden ayudar a
desenmarañar el lio de memorias, leyes y relatos posibles sobre el
pasado europeo.
En primer lugar me gustaría destacar que no me resulta extraño que sea
tan difícil encajar ese pasado reciente en la historia de los distintos
países europeos si atendemos a que, como apunta Hobsbawm, “en el
curso del siglo XX se ha dado muerte o se ha dejado morir a un número
más elevado de seres humanos que en ningún otro período de la
historia1”.
Un siglo tan convulso en el que se matado a tanta gente y por tantas
causas ha de ser difícil de encajar en cualquier Historia, no por ello
debemos dejar de intentarlo, y no porque pensemos, como Santayana
1
Hobsbawm, E. J. Historia del siglo XX. Labor Universitaria. 1991. P. 20.
3. que “aquellos que ignoran el pasado están condenados a repetirlo2”
(ya estaba bien estudiado el genocidio nazi o el Gulag ruso cuando se
produjo la limpieza étnica en Bosnia o el genocidio Hutu sobre los Tutsis)
sino porque, en primer lugar y como dijo Walter Benjamin, la historia ha
de caracterizarse por una radical voluntad emancipatoria, en la
medida que puede y debe salvar del olvido a sus vencidos 3 y, en
segundo lugar, según indica la Comisión Europea, porque “el objetivo
final de la divulgación y evaluación de los crímenes perpetrados por los
regímenes totalitarios comunistas es la reconciliación 4”
Pero aunque el objetivo es loable la tarea es muy complicada, ya que
a pesar de la Resolución del Parlamento Europeo sobre la Conciencia
Europea y el Totalitarismo, en la que ponía negro sobre blanco su
reconocimiento, rechazo y necesidad de memoria de “todos los
regímenes totalitarios y autoritarios 5” e incluso establece que se
conmemore con un Día europeo que recuerde a las víctimas (y
establece para ello la nada inocente fecha del 23 de Agosto, el mismo
día de la firma del pacto Molotov-Ribbentrop), a pesar de estos
esfuerzos de reconocimiento, la mayoría de los países del Este siguen sin
estar de acuerdo en que esa misma Declaración se reserve un lugar
preeminente al Holocausto6.
Y es que los procesos de construcción de memoria, aunque necesarios,
nunca han sido fáciles. El ejemplo paradigmático lo vemos en los
vaivenes que a lo largo de los últimos sesenta años ha sufrido la
memoria del Holocausto. Para entenderlo nada mejor que utilizar de
guía un texto de un historiador de referencia como lo fue, y lo sigue
siendo, Tony Judt7.
Tony Judt, educado en la cultura Yidis, era un firme defensor del
sionismo hasta su participación en la Guerra de los Seis Días como
conductor voluntario. Tras esta experiencia se convirtió en un historiador
crítico con Estados Unidos y el peso de las instituciones judías en la
2
Aforismo del filósofo hispano-estadounidense recogido en LOZANO, A. El holacausto y la cultura de
masas. 2010. Melusina. Madrid, p. 121
3
Recogido en el prólogo escrito por el Catedrático en Historia Contemporánea Carlos Forcadell en
GRACIA, F. y SIERRA, G. Abanderados del socialismo. Historia de las Juventudes Socialistas de Aragón.
Gobierno de Aragón,2010. P. 23
4
4 Resolución del Parlamento Europeo, de 2 de abril de 2009, sobre la conciencia europea y el
totalitarismo. Punto 16. http://www.europarl.europa.eu/sides/getDoc.do?pubRef=-//EP//TEXT+TA+P6-
TA-2009-0213+0+DOC+XML+V0//ES
5
Resolución PE, 2 de abril de 2009, punto 4
6
Resolución PE, 2 de abril de 2009, conideración G
7
Judt, T. “Desde la casa de los muertos. La memoria europea contemporánea” Claves de Razón Práctica
nº. 166. Octubre de 2006
4. política estadounidense. Esta triple condición de historiador, judío y
crítico con Israel hace, si cabe, todavía más interesante su texto.
La evolución del tratamiento de la memoria del Holocausto es muy
similar en toda Europa. A una primera etapa de olvido, le sucede una
de reconocimiento paulatino y una final de saturación de memoria.
Judt nos recuerda que, tras la guerra, casi todo el mundo tenía más
intereses en olvidar la tragedia que en rememorarla. Por el lado de las
victimas como una manera de superar el horror y poder mirar de frente
a la vida8, en cambio, por el lado de los Estados el problema era que la
mayoría habían sido, en mayor o menor medida, colaboradores de los
nazis más que victimas. El autor, a pesar de sorprenderse por el
desinterés general hacia el holocausto durante la década posterior al
fin de la segunda guerra mundial, encuentra suficientes razones para
justificar el porqué “millones de europeos tenía sus propias buenas
razones para alejarse del pasado reciente” ya sea por “sus cesiones a la
Administración Fascista y a las fuerzas ocupantes, […], sus íntimas
humillaciones, penalidades materiales y tragedias personales”
Judt toma prestado de Henry Rousso el concepto de “Síndrome de
Vichy”, que bautizó con este nombre el intento Francés por olvidar
cualquier vestigio de la etapa colaboracionista, y lo utiliza para explicar
lo que pasó en la mayoría de los países de Europa que, de una forma y
otra, colaboraron con los nazis y tenía algunas vergüenzas que ocultar9.
Se tardarán años en mirar a este periodo de frente, en Alemania
prácticamente hasta que se produce el juicio de Eichmman pero
posteriormente, “tras conocer, y reconocer públicamente, lo que los
alemanes habían hecho a judíos” quedaba el dilema de cómo situarlo
en la historia Alemana, algo que no se consiguió hasta que varios años
después se produjo un encendido “debate entre historiadores”, la
Historikerstreit, que surge como respuesta al intento de Erns Nolte de
liberar de cierta responsabilidad a los alemanes atribuyendo los
crímenes a la “barbarie asiática”.
Como observamos en el relato de Judt, no fue fácil ni rápido construir un
relato que acepten la mayoría de la partes. Por eso ahora tampoco
parece que vaya a ser un camino de rosas construir un relato europeo
que integre las memorias de todas las masacres. Como hemos visto al
8
Pennbaker y Crow, explican desde el campo de la psicología la necesidad de que pasen 20-30 años
hasta que comienza la fase en que es posible el recuerdo. Tony Judt explica esta tardanza, sobre todo la
de los estados, atendiendo a las circunstancias histórico-políticas del momento.
9
Judt hace especial referencia a Austria, Suiza, Holanda y Francia.
5. principio, el reconocimiento que hizo la Comisión de los crímenes
cometido por regímenes comunistas no parece suficiente ni para los
países ni para las personas que sufrieron esa represión.
Este descontento se hizo patente cuando la Comisión Europea rechazó
una petición de seis países de Europa Central y Oriental que pedían
sancionar la negación de crímenes cometidos por el comunismo,
aunque la negativa de la Comisión no se basó en si compartía o no la
punibilidad del negacionismo sino que simplemente se abstuvo de
pronunciarse alegando que no entra en sus competencia legislar sobre
dicho tema. Algunas de esas víctimas adujeron que “los crímenes de los
totalitarismos son perfectamente equiparables, que Hitler y Stalin fueron
asesinos de masas y que quienes colaboraron con ellos fueron
cómplices10”
Esta petición y estos argumentos abren varias líneas de debate que solo
me limitaré a nombrar porque ambas darían para un ensayo propio. La
primera tiene que ver con las víctimas. No me cabe duda que toda
víctima tiene derecho a que, como poco, se le honre con su recuerdo y
se reparé en la injusticia y sinsentido de su muerte; así lo reconoce la
comisión en su declaración. Pero el historiador debe ir más allá, ya que
como argumenta Mazower, aunque éticamente para cualquier
observador externo (y no digamos para las víctimas) todas las matanzas
son reprobables, histórica y políticamente pueden deberse a causas
distintas por lo que algunos Estados, igualando unos genocidios a otros,
tal vez pretender ocultar su mayor responsabilidad hacia ellos11.
La segunda tiene que ver con el fondo mismo de la petición de que el
negacionismo sea punible, como ya lo es en muchos países. Como
apunta Pierre Assouline, combatir el negacionismo con leyes punitivas es
una “confesión de fracaso” ya que lo que sería necesario es combatirlo
“fomentando la educación y la investigación12”. La reacción de los
historiadores a estos hechos se refleja perfectamente en el Llamamiento
de Blois13 de 2008 donde un grupo de reputados historiadores postulan
que “no es competencia de ninguna autoridad política definir la verdad
histórica ni restringir la libertad del historiador mediante sanciones
10
El País, 24/10/2010 . http://elpais.com/diario/2010/12/24/internacional/1293145208_850215.html
11
Mazower hace esta interesante observación en cuando al genocidio Ucraniano, y sobre si Stalin
“toleró o consintió” la muerte de millones de Ucranianos por cuestiones racistas o políticas. Mazower,
M. “Violencia y Estado en el Siglo XX” Historia social nº 51, 2005, pp.139-160
12
http://clionauta.wordpress.com/2012/03/09/historia-memoria-y-leyes/
13
El País, 19/10/2008. http://elpais.com/diario/2008/10/19/domingo/1224387031_850215.html
6. penales". Como acertadamente concluye Garton Ash “una teoría se
refuta refutándola14”.
Porque si aceptásemos la propuesta de condenar el negacionismo
entraríamos de nuevo en otro debate casi irresoluble ¿quién establece y
bajo qué criterios se decide qué es o no es un genocidio? Este debate
está relacionado al de sobre quién está legitimado para fijar la memoria
de un determinado país, territorio, y reivindicar aquello que deba
rescatarse del olvido. Como apunta el historiador Yosef Hayin Yerushalmi
y nos recuerda Judt en su relato “Sólo el historiador, con la austera
pasión por el dato, la prueba y la evidencia, que es inherente a su
profesión, puede realmente mantenerse alerta15”.
*********
Estamos a punto de que testimonios tan valiosos como el de Simone
Veil16 se pierdan por la ley ineludible, la de la vida. Por eso ahora que los
supervivientes del holocausto nos están abandonando, debamos
plantearnos, como apunta Judt, si seremos capaces de seguir honrando
su memoria y cómo lo podemos hacer. Tal vez una manera sea, como
sugiere la propia Veil, a través de los lugares de memoria 17, pero con el
cuidado de darnos cuenta que la memoria de Europa no ha de ser solo
la del holocausto, ni siquiera la de todas las atrocidades cometidas en
nuestro espacio geográfico ya que, como nos recuerda Dummolin,
también debemos hacer una memoria transnacional, y recordar
“sistemáticamente a la relación con el Otro, desde la colonización,[…],
hasta la guerra de Argelia, pasando por la esclavitud18”
Pero una vez recordados los crímenes, una vez asumidas las
responsabilidades y, sobre todo, una vez honradas las víctimas, una vez
hecho ese acto de contrición por parte de todos y cada uno de los
países, una vez que hayamos mirado a los ojos de nuestro pasado, será
conveniente, como sucedió con la Historikerstreit, que lo historiadores
seamos capaces de situar justamente cada cosa en su sitio para poder,
ahora sí, construir un futuro común para Europa.
14
El País, 19/10/2008. http://elpais.com/diario/2008/10/19/domingo/1224387031_850215.html
15
Judt, T. “Desde la casa de los muertos. La memoria europea contemporánea” Claves de Razón Práctica
nº. 166. Octubre de 2006. P. 14
16
El País, 9/07/2009. http://elpais.com/diario/2009/07/09/opinion/1247090405_850215.html
17
Esto puede llevarnos también, como postula Jean-Pierre Vernant al peligro de una oficialización de la
memoria: "Los monumentos son el recuerdo. Ello implica una institucionalización de la memoria,
obligatoria, necesaria.” http://clio.rediris.es/clionet/articulos/memoria_guerras.htm
18
http://www.fundacionyuste.es/desarrollo/index.php?option=com_actividades&Itemid=94&task=most
rar&id=225