1. RESEÑAS 795
Pero pasando a otro tipo de temas, más estrictamente históricos, es cu
riosa la imagen que entrega Valdés de la figura de Eduardo Frei Montalva,
de quien fuera su ministro por seis años, y su amigo. Elogia francamente sus
múltiples capacidades, pero deja caer algunos comentarios que -por decir lo
menos- matizan esa
imagen. Vgr.: "era un mal fisonomista, muy poco pre
ocupado de la identidad de las personas, solía equivocarse con los nombres
incluso de sus amigos" (...) "Se fue cultivando de a poco" (...) "De música
no entendía absolutamente nada".
SobreJorge Alessandri afirma: "Era distinguido. Muy refinado. Tenía
una
imponente figura italiana" (...). Y luego de reconocerle cualidades y
defectos, termina contando cómo peleó con su cuñado Arturo Matte porque
este le subió el precio que le cobraba mensualmente por invitarlo (?) a
almorzar y comer. Si non e vero e ben trovato.
Llama la atención lo que es el libro cuando se llega a los años
pobre
finales de la dictadura, cuando Valdés era presidente del Partido Demócrata
Cristiano. Más importancia le concede a su propia breve estadía en la cárcel
y la amistad contraída con "el Cara de Tiburón" que a la formación de la
alianza que ganaría el plebiscito que terminó con el
gobierno militar. Sin
duda ha de haber conocido muchos entretelones interesantes. ¿Los guarda
para un próximo libro?
Todo lo anterior hace del libro sobre Gabriel Valdés una obra con perso
nalidad y perfiles. No es de extrañar pues las polémicas periodísticas que ha
provocado. Además (y ruego tomar nota de lo que digo a otros políticos que
escriben memorias) es un libro entretenido. Entretenido y puntudo, que hace
buenos y afilados retratos..., retratando de paso muy bien al protagonista,
Se disfruta leyéndolo.
CRISTIAN GAZMURI
ANA MARÍA CONTADOR. Los Pinchelra. Un caso de bandidaje social. Chile. 1817-1832,
Bravo y Allende Editores, Santiago, 1998, 202 páginas.
En los últimos años, los estudios sobre las diferentes formas de delin
cuencia o violencia urbana y rural han comenzado a llamar la atención de
los investigadores chilenos. La situación no es extraña, en particular porque
los fenómenos delictivos se han convertido en un tema recurrente a causa de
los constantes asaltos, robos de bancos, homicidios y otros hechos de sangre
publicitados a través de la prensa, la radio y la televisión. En dicho contex
to, es normal que los historiadores busquen las raíces o las manifestaciones
2. 796 HISTORIA 32/ 1999
primarias de la mayoría de estos el
sucesos en
pasado, examinando las
características, el modus operandi, o simplemente las variantes sociales y
económicas que han determinado el auge, declive o de una deter
reemplazo
minada forma de delito; junto con acercarse a la idiosincrasia de sus actores:
los delincuentes o criminales.
Por estas razones, al menos desde comienzos de la década de 1990, se
han incrementado los estudios relativos al "bajo pueblo" (María Angélica
Illanes, Sergio Grez, Julio Pinto, entre otros), la delincuencia urbana y rural
(Jorge Pinto), el bandidaje (Patricio Berzesio, Andy Daistman, Jaime
Valenzuela), y en general las diversas formas de violencia colectiva (Gabriel
Salazar). En otras palabras, de todas aquellas manifestaciones del denomina
do "desorden republicano", que comprende aquellas conductas o comporta
mientos sociales que desafían o transgreden la normativa de las autoridades
estatales, y que son indicadoras además de las coyunturas de conflicto social
que experimenta el país en el siglo pasado y durante buena parte de esta
centuria. Bajo este prisma, también se han multiplicado las tesis de grado de
diferentes universidades (correspondientes a licenciatura y magíster), relati
vas a la criminalidad, el sistema carcelario y las prácticas judiciales en el
mismo período de tiempo.
Dentro de este ambiente propicio al estudio del desorden, recibimos la
publicación de Ana María Contador sobre los hermanos Pincheira, la cual
fue el resultado de una investigación realizada para la obtención de una
magistratura en 1989. Nueve años después, este libro ve la luz en las cir
cunstancias antes descritas. Para la autora, el presente trabajo "tiene por
objeto establecer la participación de los sujetos populares en el proceso de
independencia y años posteriores, tomando como sujetos de análisis el cam
pesinado de la zona sur de Chile desde Colchagua a Concepción" (pág. 9).
Estableciendo para ello el "análisis de la guerrilla campesina de los herma
nos Pincheira expresión ésta de la unión de bandidaje y guerrilla como
manifestación del bandidaje social revolucionario de corte tradicionalista"
(pág. 11). Dicho análisis se concentra entre los años 1817-1832, por ser el
período de organización política del naciente Estado nacional y de transi
ción a una nueva sociedad, marco temporal ampliamente cubierto a través de
una revisión pormenorizada de periódicos contemporáneos, diversos archi
vos regionales, colecciones de textos impresos y de una abundante biblio
grafía, la que no obstante se circunscribe hasta 1989.
La obra de Ana María Contador sigue de cerca, quizás excesivamente,
el libro Bandidos (1969) del historiador británico Eric Hobsbawm, por lo
cual cada una de las cuatro partes que conforman la estructura de este
reiteran la existencia de un "bandidaje social" en Chile; destacando
trabajo
3. RESEÑAS 797
cómo este tomó
lugar en la zona central del país y enfatizando, a modo de
ejemplo, la
experiencia desarrollada por la banda de los hermanos
Pincheira. Bajo este supuesto, la autora caracteriza el campo chileno du
rante el último siglo colonial
y los inicios del siglo XIX, las peculiarida
des del bandidaje rural, su vinculación con la
guerrilla política y por su
puesto su materialización con los Pincheira. No obstante, basta revisar el
esquema de este para percatarse que dentro del nudo central de la
trabajo
obra, los Pincheira constituyen sólo un ejemplo, y único tal vez, de lo
sostenido acerca de la manifestación de un bandidaje social revoluciona
rio. En este sentido, quizás un título más preciso hubiese sido el de "Ban
didaje en Chile, 1817-1832"; no destacando así el nombre de los
Pincheira,que en realidad aparecen como el último acápite y no como el
hilo conductor de este estudio.
Profundicemos el de los principales capítulos. La primera y
examen
segunda parte de esta obra
(capítulos I-IV), presentan una documentada y
amena revisión de la realidad agrícola y social chilena en el cambio de
siglo (XVIII primera mitad del XIX), sus contrastes y las condiciones
-
existentes que hicieron posible, en un proceso que se arrastraba desde el
período colonial, la conformación de un grupo de "marginados"; vincula
dos esporádicamente al trabajo en las haciendas, y dedicados a la vagan
cia, la mendicidad o simplemente a acciones delictuales esporádicas. La
coyuntura crítica que se presenta durante el proceso emancipador, y luego
con la organización de la República (1810-1830), provoca que gran parte
de esa masa errática de población termine alineándose en uno u otro de los
bandos en pugna (realista o patriota); o simplemente buscando la ocasión
propicia para aprovecharse de la confusión política y social que generan
las campañas militares, el reclutamiento forzoso, las deserciones y suble
vaciones (págs. 61-84).
Es así como un fenómeno estructural (el bandidaje y en
general los
delitos contra la propiedad), se vincula con un fenómeno coyuntural (la
lucha por la independencia política), dando lugar a una reciprocidad de
relaciones entre realistas, patriotas y el bajo pueblo urbano y rural. No
obstante, una vez finalizado el conflicto emancipador continuarán presentes
estasantiguas formas delictivas, demostrándose que la estabilidad política
ensayada y reensayada durante el período 1820-1833, no se traduce necesa
riamente en una estabilidad social. El divorcio o las distancias entre ambos
planos (político y social), el que genera el recrudecimiento del bandidaje
es
y por supuesto alimenta las conductas delictivas de los Pincheira y de otras
bandas menores, más aun cuando se inicia la recuperación económica del
país después de la década de 1830.
4. 798 HISTORIA 32/ 1999
Se crea de esta forma el escenario ideal
para la conformación de nuevas
bandas y para el surgimiento de guerrillas que Ana María Contador se en
carga de describir y registrar en detalle en los capítulos IV, V y VI. Es este
el período de "guerra irregular" (1817-1832), donde se combinan intereses
delictivos y políticos en los cuales, pese a los esfuerzos de la autora, es a
veces muy difícil comprobar la presencia de un supuesto "bandidaje social",
reivindicador de los derechos de la masa campesina, estrictamente realista y
opuesto al entronamiento de las autoridades patriotas. Por ejemplo, afirma
ciones como "la extracción
popular de los defensores de la causa del Rey
nos lleva a sostener que hubo
una participación real y efectiva de los estra
tos más bajos de la población en esta contienda" (pág. 122); no encuentran
mayor respaldo, en particular porque en muchos casos la adhesión a la causa
realista es más bien producto de las circunstancias, de la necesidad o del
temor de los campesinos, pero no necesariamente de un compromiso ideoló
gico. Vale decir, no siempre existen motivaciones de tipo social o una suerte
de moral de clase en el respaldo a los bandoleros.
Lo expresado, no impide ponderar el hecho de que los citados capítulos
se encuentran bien construidos, documentados y, mejor aún, bien redacta
dos; situación que no siempre está presente en muchos trabajos de esta
disciplina. En este sentido, es destacable que la autora utilice con inteligen
cia los archivos de intendencia y los expedientes criminales para reconstruir
la organización y evolución del bandidaje, los castigos y la penalidad de la
justicia de la época, la deplorable situación de las cárceles, las formas de
reclutamiento forzoso y de represión de las autoridades; así como la no
siempre señalada participación del sexo femenino en este agitado contexto.
Nos parece por ello que es en el apoyo documental donde se sustenta la
fortaleza de estos capítulos, que sin duda constituyen una monografía seria
sobre el tema. Sin embargo, y esto es lo discutible, persiste un esfuerzo
constante y majadero por parte de la autora para encontrar rasgos de bandi
daje social en los ejemplos que
numerosos reproducen.
se
expresado en los capítulos precedentes culmina con el aparta
El derrotero
do que da el título principal a este libro, en el cual se examina la guerrilla de
los Pincheira, su organización como banda, el historial de algunos de sus
componentes, sus actividades delictivas en Argentina y su desenlace en manos
del general Freiré. Este capítulo (VII), busca precisamente llevar a un ejemplo
puntual la tesis de la existencia del bandidaje social en Chile, a través del
de
apoyo de la población blanca e indígena a esta banda durante sus años
existencia. De acuerdo a Ana María Contador, dicho apoyo estuvo dado "...en
alguna medida, por solidaridad de clase, y mayoritariamente,por profundas
convicciones ideológicas-culturales, por un convencimiento de que la causa
5. RESEÑAS 799
de la monarquía era justa y que se debía defender el orden tradicional que se
derrumbaba, sentimiento arraigado no sólo en el campesinado sino también en
el hacendado" (pág. 164). Difícil resulta
generalizar apreciaciones como esta
para todo el campesinado, hablando de "profundas convicciones ideológicas-
culturales", e incluso extenderlas hasta los hacendados.
Por lo señalado, debe tomarse en cuenta el hecho de
que gran parte de
las respuestas de la masa campesina a los Pincheira o a otras bandas
respon
de muchas veces, como se dijo, al temor o a la necesidad de acomodarse a la
situación inmediata, en un contexto de cambiantes lealtades debido al avan
ce o retroceso de las
tropas patriotas y realistas, según fuese el caso. Ello no
implica señalar que no pudieron existir sujetos históricos concretos
que
abrazaran una causa, lo cual es razonable en defensa de los intereses
particu
lares, pero al menos dentro del campesinado cuesta aceptar que se dieran
convicciones tan racionales como las que hoy en día podrían darse para
apoyar una opción política. Así mismo, debe recordarse que tanto los
Pincheira como otras bandas también debían velar por su bienestar, lo que
los llevaba a afectar con sus depredaciones la vida de todas las
poblaciones
de la zona, fuesen de adherencia patriota o realista. Por tal motivo, razones
prácticasy conductas delictivas arraigadas por décadas primaban en muchas
ocasiones por sobre la identificación de una villa o ciudad con un determi
nado bando. Sólo así se comprende que el bandidaje, quizá no con estas
dimensiones pero igualmente presente, continuara persistiendo en los cam
pos chilenos hasta avanzado el siglo XX.
En este sentido, la tesis central del libro de Ana María Contador se
resiente por la falta de apoyo documental o la pericia de la investigadora
no
para desarrollar el tema, sino más bien por la predisposición asumida desde
un comienzo para buscar en este convulsionado período del pasado chileno,
la existencia de un "bandidaje social", siguiendo el modelo que Hobsbawm
utilizara para el viejo continente. Esta situación es además comprensible por
la omisión o falta de actualización de la bibliografía que la autora entrega al
final del texto. Como se indicó más arriba, extraña que no contemple, ni
siquiera por referencia, los diferentes trabajos que a partir de 1990 se han
dedicado al estudio de estas formas delictuales, los cuales por lo demás
también cuestionan el supuesto modelo de "bandidaje social" en otras pro
vincias o regiones de Chile.
De acuerdo con lo anterior, que la investigación de Ana María
creemos
Contador constituye una buena monografía del bandidaje chileno entre 1817-
1832, pero requiere de mayor meditación en aquellos puntos relativos a la
mitificación del bandolero como una suerte de figura social reivindicadora de
los derechos campesinos y seguidor además de un modelo tradicionalista. No
6. 800 HISTORIA 32/ 1999
debe olvidarse que los bandidos fueron, y son, seres de carne y hueso, en los
cuales perfectamente puede encontrarse romanticismo,
pero a la vez motiva
ciones más inmediatas o pragmáticas dentro de su accionar. Quizá nuevas
investigaciones permitan encontrar referencias
historiográficas concretas so
bre el bandido social, aquel que aparece en algunas liras
populares o que es
recreado a través de la poesía y las tonadas campesinas. Pero por el momento,
para bien de unos y mal de otros, la investigación histórica puede llevar más
bien a la desmitificación que a la confirmación de un modelo. Esta es la
ingrata, pero necesaria, tarea de los historiadores.
MARCO ANTONIO LEÓN LEÓN
FFRENCH-DAVIS. RICARDO, O. MUÑOZ y J.G. PALMA, "Las economías latinoamerica
nas, 1950-1990", en: "Economía y Sociedad desde 1930", vol. 11. Historia de América
Latina. Bethell, L. (Ed.), Cambridge University Press/ Crítica 1997, 83-161.
El trabajo de estos autores consiste en una exposición de tendencias e
indicadores económicos que conducen a extraer conclusiones sobre los lo
gros y problemas de la economía latinoamericana en las décadas que van de
1950 a 1990. Se sintetizan algunas tendencias del mercado internacional que
encontrarían su origen en los procesos de desarrollo de los países
industrializados durante el período en cuestión, se describen las relaciones
que habría tenido la economía latinoamericana con el mercado externo, y la
cronología o etapas de dichas relaciones (década 1950, década 1960 a 1973,
1973 a 1981, y década de 1980). Así mismo, los autores se refieren a las
positivas experimentadas por la estructura económica en
transformaciones
América Latina durante el período de Industrialización por Sustitución de
Importaciones (ISI) y a los procesos de integración económica regional vin
culados a lo anterior (Asociación Latinoamericana de Libre Comercio, Pacto
Andino, Mercado Común Centroamericano, etc.). Finalmente son abordadas
críticamente tanto la crisis del endeudamiento como las políticas de ajuste
de la década de 1980.
Al lector con algún grado de formación histórica llamará la atención la
publicación de este trabajo, escrito por economistas, quienes hacen uso de
criterios y términos extraídos de la ciencia económica, en una colección que
lleva por título Historia de América Latina. Más aún, al lector familiarizado
con la forma de pensar, de investigar, y con la estructura lógica de los
trabajos de historia, no podrá pasar inadvertida la contradicción entre el
título "Las economías latinoamericanas, 1950-1990" y un contenido que,