3. Descripción de la ruta
Iniciaremos este itinerario en la Placituela del Cuartel,
tomando el camino del Guijo en dirección sur,
dejando a nuestra derecha el Palomar con Gredos de
fondo. A lo largo de esta ruta conoceremos algunos
rincones del término cuya belleza reside
precisamente en su simplicidad enmarcada por un
telón de fondo serrano, aunque en algunos puntos, la
proximidad de distintos núcleos urbanizados pueda
“enturbiar” el paisaje con su huella destructiva.
Casi al comienzo del camino, una vez recorridos
unos 200 metros, veremos a nuestra izquierda la
alta torre de hormigón que forma parte de la
conducción de agua de Picadas a Valmayor, en
cuyo tercio inferior divisaremos una caseta y unas
placas solares. En las partes más altas, algunos
nidos artificiales ofrecen refugio a las aves de la zona.
Más al sur, el Guijo y la antena de radio en el paraje conocido como el Gorronal, al que no llegaremos en este
itinerario, pues, tras andar aproximadamente 875
metros, nos desviaremos por el camino del Valle,
dejando en este cruce los Álamos, en realidad
olmos, que tantos recuerdos nos traen pues a su
sombra nos resguardábamos cuando veníamos
aquí a buscar zarzamoras en verano, antes de
que la grafiosis comenzara a secarlos.
Afortunadamente, los nuevos retoños están
saliendo adelante y luchan por constituir un
nuevo bosquete.
Una vez en el camino que da nombre a esta ruta,
llevaremos a nuestra derecha prados, algún
olivar y preciosas vistas sobre el pueblo, con la
Cuerda Verduguera y la Almenara al fondo, y a
nuestra izquierda las viñas que antes poblaban
por doquier las tierras de Navas del Rey, y que actualmente van siendo poco a poco abandonadas por falta de
jóvenes viticultores.
A unos 300 metros de iniciarlo, el
camino comienza a descender
siguiendo el curso de un arroyo que no
parará hasta unirse al del Barranco del
Fresno, que también conoceremos en
otros puntos del recorrido a nuestro
regreso por el camino del Morro,
también llamado Cañada de los
Segovianos. La vegetación es aquí
pobre, alternándose eriales con viñas y
zonas de matorral bajo con cantueso y
tomillo como protagonistas y alguna que
otra retama. A nuestra izquierda, algo
elevado y como a 100 metros discurre
el camino del Canal de Isabel II,
rodeado de matorral y algún que otro
rodal de encina cortejada por enebros.
Mª José Morales y Francisco Navarro | Ruta G1-3: El camino del Valle. Página 3
4. Estamos en una buena zona de conejos que, sobre todo en verano y en días de diario, cuando los cazadores
están ausentes, salen corriendo sorprendidos por nuestra presencia. Abubillas, cogujadas, jilgueros, alondras,
verdecillos, gorriones, urracas, zarceros, y alguna que otra lavandera acompañan nuestro caminar.
La lavandera
Con su garganta y su nuca negras, y el resto del cuerpo de tonos
grisáceos, la lavandera se reconoce por su larga cola siempre en
movimiento. En origen solo era común en los bordes de ríos y
lagos, pero últimamente se ha adaptado bien a la proximidad
humana convirtiéndose en un pájaro familiar.
Busca siempre la proximidad de un punto de agua para
nidificar, construyendo su nido en cualquier cavidad, en
taludes, muros o debajo de puentes. Se alimenta de larvas e
insectos.
Ora a un lado, ora a otro, el reguero nos sigue, y poco a poco va excavando con mayor fuerza la tierra, dejando
un talud arenoso-arcilloso apto para que aniden los abejarucos, cuando no la piedra desnuda, cuarcita, gneis o
esquisto, que intenta mantenerse firme y produce pequeños saltos en
el cauce. El sonido del agua, en años lluviosos, y la hilera de junco
churrero, delatan la presencia del reguero, sumándose a ellos el olor
de la menta, especialmente agradable en los amaneceres y
atardeceres de la época estival. De cuando en cuando, alguna rana,
algún sapo o una culebra atraviesan el camino, a veces con la mala
fortuna de quedar heridas por un coche o tractor.
Estos arroyos estacionales tienen una gran importancia ecológica
pues constituyen hábitats húmedos puntuales en un paisaje por lo
demás bastante seco. De esta manera encuentran refugio especies
anfibias, tanto vegetales como animales, enriqueciendo así el catálogo
de los pobladores de nuestro territorio.
En nuestros recorridos con alumnos, durante la primavera podemos
observar algunos charcos eutrofizados, colmados de algas
microscópicas y lenteja de agua, y, en otras zonas, agua corriente que
permite el desarrollo de ranúnculo acuático o berros. Numerosos
insectos en fase larvaria, al igual que los renacuajos, tienen aquí
donde alimentarse y crecer.
A la derecha vamos dejando algunos caminos que ascienden hacia
las viñas aún en explotación y que ponen en contacto este camino con
el del Morro. Aproximadamente a 2 km de iniciar el recorrido
encontramos una joven pinada de pino
piñonero, en muy buen estado, que intenta
frenar la erosión en la zona y recuperar la
capa verde. Más adelante, a la izquierda, un
pozo y un abrevadero de granito a la sombra
de unos árboles, falsas acacias, ofrece un
punto de frescor al caminante. Aquí el
camino recobra un poco el llano, la tierra es
más oscura y a la derecha comenzamos a
ver huertas aún en funcionamiento aunque
son explotadas por personas mayores del
pueblo, y no sabemos si tendrán continuidad
en el futuro.
Tras pasar estas huertas, el camino del Valle
tuerce a la izquierda para dirigirse a la
Mª José Morales y Francisco Navarro | Ruta G1-3: El camino del Valle. Página 4
5. urbanización de Santa Ana. En esta curva,
precisamente, sale un camino de tierra a la
derecha que sigue al arroyo y que se va
estrechando hasta convertirse primero en
rodada y luego en vereda, llegando al arroyo
del Barranco del Fresno, más o menos en el
km 3 del itinerario.
Es en este tramo donde podemos disfrutar de
una vegetación más natural con zarzas, rosas
silvestres, juncales y cantuesos a nuestra
altura, y un poco más altos, encinas, retamas,
esparragueras, torviscos, enebros, gamones y
otras plantas del encinar, a veces rodeando,
como si quisieran ofrecernos un escondite,
roquedos cubiertos por líquenes y musgos. En
sus alrededores, conejos, ratones y algún lirón
careto, así como los jabalíes, buscan su alimento y dejan sus huellas. En el cielo, águilas y a veces algún buitre,
nos sorprenden con su vuelo majestuoso.
En lo alto, dos grandes pinos piñoneros, con
las cumbres de Gredos al fondo, nos sirven
de guías. Cruzamos el arroyo y
comenzamos una corta pero fuerte subida
de unos 500 metros, rodeándonos de una
vegetación más y más cerrada. El camino,
al principio zigzagueante le sigue la pista al
arroyo Barranco del Fresno, flanqueado a su
orilla izquierda por una pared de piedra de
factura tradicional. Los verdes de pinos y
encinas se entremezclan en un
hermanamiento frecuente en nuestros
bosques madrileños, ofreciendo refugio a
una abundante fauna. A los pies de la
encina, los retoños son ramoneados por
ovejas y cabras que pastorean en la zona.
Cuando coronamos, entre las copas de los
árboles más altos, podemos ver hacia el
noroeste el alto de la Parada (963 m),
seguido de cuerda Verduguera y Almenara hacia el norte. Si volvemos la vista hacia el oeste, Gredos, y el alto
de la Mira y la loma de las Labores, al sur.
Ya muy cerca de nosotros, las primeras casas del
Morro y los primeros restos de la proximidad del ser
humano, cuyos efectos no siempre están en equilibrio
con la naturaleza. Seguimos avanzando, y al realizar
un pequeño descenso, pasamos entre los dos pinos
que nos sirvieron de guía. A partir de aquí el camino
vuelve a ensancharse y asciende hasta el picadero
llamado la Plaza de Doña Ana, hoy cerrado, donde
hace unos años se podían realizar diversas
actividades.
Estamos en el km 3,8 de la ruta. Frente a nosotros se
alzan imponentes las Cabreras, al otro lado del
embalse de San Juan y, más próximos el cerro de San
Juan, la colonia de la Carrasca y la alta torre que
constituye el punto de arranque de la conducción
Picadas-Valmayor que mencionamos al iniciar el
Mª José Morales y Francisco Navarro | Ruta G1-3: El camino del Valle. Página 5
6. camino.
A partir del picadero podremos regresar directamente por el camino del Morro, que está asfaltado y no supone
ninguna dificultad, tanto si vamos a pie como en bicicleta, aunque habremos de tener precaución con los coches.
Al principio de este tramo subiremos a unos 690 metros de altura divisando ya las primeras casas del pueblo, y
poco a poco, al ir bajando, descubriremos de nuevo el arroyo por la presencia de una sauceda, de preciosos
colores dorados en otoño, que llega hasta los prados frente al camino de Bajondillo. Pasado éste, antiguos
huertos, una olmeda, prados, zarzales y una docena de pinos resineros delimitan el camino por la derecha,
mientras eriales salpicados por alguna que otra retama y cantuesos nos siguen por nuestra izquierda.
La grafiosis del olmo
El olmo ha acompañado al ser humano convirtiéndose
en el símbolo de la reunión del pueblo, el protagonista
de las plazas. Pero los olmos autóctonos españoles
sufren una grave enfermedad conocida con el nombre
de grafiosis.
Es provocada por un hongo, el Ceratocistis ulmi, que
se introduce en los árboles aprovechando las galerías
que construye un escarabajo en las ramas gruesas
para hacer la puesta de sus huevos. Los síntomas
comienzan afectando a las ramas superiores que van
secándose.
Afortunadamente, las semillas aladas de los olmos
germinan fácilmente y el crecimiento es rápido, de
modo que en poco tiempo podemos ver de nuevo
olmedas.
No obstante, aquéllos que gusten de pisar la tierra podrán optar por continuar desde la Plaza de Doña Ana por
un camino que desciende hacia una majada para convertirse poco a poco en una vereda entre retamas. Cuatro
torres ya oxidadas e inservibles marcan una línea de tensión fantasma que sirve de referencia. Seguiremos el
curso del arroyo a nuestra derecha marcado por juncos, zarzas y encinas. En los taludes arcillosos podremos ver
de nuevo nidos de distintas aves. Este es uno de los rincones
favoritos a finales de verano para recolectar zarzamoras, pues
gracias a la humedad del suelo es uno de los lugares donde crecen
más jugosas.
Recorridos unos metros encontraremos un gran chopo rodeado de
sauces, ambas especies de clara vocación ribereña pues gustan de
la humedad del suelo. Este camino vuelve a salir al del Morro,
aunque aún podemos aventurarnos un poco más si tomamos el que
sale a nuestra derecha y que asciende hasta la divisoria de los dos
valles que hemos conocido en este recorrido. Una rodada nos lleva
por la zona alta y nos ofrece las huellas de un pasado más agrícola
pues, entre rodadas de encinas, cantuesos y tomillos, aparecen
olivos, almendros, higueras retorcidas y viejas cepas ya secas por el
abandono del campo.
Siguiendo rodadas y caminos que se pierden y reaparecen,
orientándonos hacia el noroeste, encontraremos una fuerte
pendiente que nos lleva al último tramo de la Cañada de los
Segovianos. Pronto giramos a la izquierda y ascendemos hasta
encontrar la carretera M-855 y llegar en 0,5 km al punto de partida.
Mª José Morales y Francisco Navarro | Ruta G1-3: El camino del Valle. Página 6
7. Mª José Morales
Francisco Navarro
Pilar Hernández
Bibliografía.
• MORALES, M. J. & F. NAVARRO. (2004) En Ruta: G1-3: El camino
del Valle. Caser@s nº 3. Mayo-2004. Excmo. Ayto. Navas del Rey.
• SAUER, F. (1982) Aves terrestres. Ed. Blume. Barcelona.