El documento narra la historia bíblica de la creación de Adán y Eva, su pecado al comer del fruto prohibido, y las consecuencias de este acto. Dios creó a Adán y le dio la tarea de nombrar a los animales, dándose cuenta de que Adán estaba solo, lo que llevó a Dios a crear a Eva de una de las costillas de Adán. Sin embargo, Eva fue engañada por la serpiente para comer del fruto prohibido, y luego convenció a Adán de hacer lo mismo. Como resultado, ambos se d
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Adán
Pr. YvánBalabarca C.
Todo fue perfecto y lleno de belleza incomparable. La maravillosa creación del Señor
había sido concluida y el hombre recibió la misión de poner nombre a todos los seres
vivos. Los seres vivos más microscópicos así como los seres más grandes fueron traídos
delante de Adán para que este les pusiera nombre.
Lo interesante es que todos vinieron en parejas, como para que Adán se diera cuenta de
su soledad.
Fue una experiencia interesante. Adán cuando hubo terminado de dar nombre a todos
los animales finalmente se dio cuenta que no había nadie como él. Ni los simios que
caminaban semi erguidos. Simplemente no había nadie como él.
Yo me imagino que Adán conversó con Dios y le expuso sus pensamientos. Entonces el
Señor vio que no era bueno que el hombre esté solo. Y no es que Dios no lo supo desde
un principio sino que deseó que el hombre sintiera la necesidad de compañía del sexo
opuesto. No que desde un principio fuese así, sino que luego de sentir la soledad
valorara la presencia de su compañera.
Dios hizo que Adán se quedara profundamente dormido y el Señor abrió
cuidadosamente el costado de su criatura para tomar una costilla. Luego cerró las carnes
en su lugar. Un incomparable médico. De tal cirugía no quedó cicatriz alguna. Esto me
hace recordar a las cirugías del Dr. Kellogg, sus cicatrices eran firmas por su perfección.
Imagínense que se diría hoy de Dios.
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De aquella costilla el Señor diseñó una criatura hermosa. Toda ella acabada de
perfección y hermosura.
Cuando Adán despertó se encontró con la mujer. Por fin alguien como él, igual a él pero
hermosamente diferente. Un ser con el que podía conversar. Un ser con el que podía
compartir todo por toda la eternidad. Entonces Dios realizó el primer matrimonio. La
primera unión de la pareja humana.
Dios luego reposó con ellos aquel sábado hermoso. Un sábado para estar en íntima
comunión con sus criaturas. Un sábado en familia.
Dios le enseñó a Adán todo lo que debía y no debía hacer. Tuvieron un trabajo que les
era muy agradable y estaba diseñado para hacerlos felices. Un plan perfecto de amor
para que el hombre se desarrollara por toda la eternidad.
Pero ellos debían pasar por una prueba de lealtad. De todos los frutos de los árboles del
huerto podrían comer, menos del árbol de la ciencia del bien y del mal. De aquel árbol
no deberían comer. El resultado de tal desobediencia sería la muerte, pero no solo para
ellos sino para toda la creación.
Las consecuencias de nuestros errores muchas veces no solo caen sobre nosotros sino
también sobre otros. Nuestras elección equivocadas siempre generarán una onda
expansiva que traerá consecuencias no solo sobre el infractor sino sobre los inocentes
que pueden verse implicados y afectados por las consecuencias.
No se sabe cómo es que Eva se separó de su esposo, pero en el texto sagrado apareció la
mujer de pronto charlando con la serpiente. Querido amigo y amiga, con el diablo no se
habla. En la batalla de los sentidos vence aquel que escapa.
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El diablo engatusó a la inocente Eva, una mujer que con toda la genialidad de su
pensamiento no pudo resistir el dialogo seseante del enemigo que apeló a su máxima
astucia para separar a la mujer de Dios. Esta a su vez ofreció el fruto prohibido a su
esposo.
Adán al verla ya con los efectos del pecado en su apariencia pudo haberse negado. Pudo
haber permanecido fiel al Señor, pero pudo más su amor para con su esposa. Sabiendo
las consecuencias Adán decidió comer del fruto y echar su suerte de muerte con su
mujer.
Pronto se vieron desnudos, la luz que cubría sus cuerpos, aquel vestido de santidad se
esfumó. Ambos conocieron la vergüenza, aquel sentimiento que va acompañado por el
sentimiento de remordimiento, de miedo.
El Señor buscó a su criatura como solía hacer.
- ¿Adán? ¿Dónde estás?
- Estoy escondido Señor, tuve vergüenza de que me veas porque estoy desnudo.
Esa respuesta rompió el corazón de Dios. Nunca antes su creación se había ido de él,
nunca antes sus hijos había huido de Él. Con profundo dolor el Señor continuó
conversando, tratando de disimular su voz entrecortada por el llanto que intentaba
ahogar.
- ¿Comiste del fruto que te dije que no comiences?
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En Omnisapiente, el que conoce todo, ya lo sabía, pero quería darles una oportunidad a
sus hijos para que sean honestos con Él.
- Señor, la mujer que TU me diste me dio de comer…
Otro cuchillo atravesó el corazón de Dios. Esta vez su criatura no solo huía de Él, sino
que indirectamente lo hizo responsable. Entonces pregunto a la mujer
- ¿Mujer, que has hecho?
Y la respuesta de Eva fue similar… la serpiente que tu creaste me engañó y yo comí.
El diablo había ganado la supremacía sobre la tierra. El hombre perdió su soberanía
sobre el planeta para obedecer al enemigo de Dios. El conflicto que se inició en la tierra
duraría por milenios.
Entonces el Señor dictó juicio contra la serpiente declarando que se arrastraría por la
tierra y luego se dirigió al diablo. Un descendiente de la mujer, un elegido, el Deseado
de Todas las Naciones vendría para hacer pedazos la cabeza del diablo. Para condenarlo
y dar por terminado el conflicto. Pero antes el diablo heriría al elegido, pero no lo
exterminaría con sí haría este con el malvado.
La pareja escuchó esto con profundo pesar.
Entonces el Señor trajo a una oveja para que estuviera delante de Adán. La animalito
con toda su inocencia primigenia se acercó al hombre. Entonces el ser humano observó
por primera vez en su vida el efecto de su pecado.
La oveja tuvo que morir. El hombre manchó sus manos con su sangre.
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El llanto de Adán y Eva fue más profundo que el que hoy sufren los seres humanos por
la muerte de un ser muy amado.
Con la piel de este animal el Señor confeccionó los vestidos necesarios para cubrir el
cuerpo de sus hijos y para que se deshicieran de las ridículas hojas de higuera que
utilizaron para cubrir su desnudez inmediatamente después del pecado.
Entonces el Señor les declaró que un día su hijo, el Señor Jesús, vendría a esta tierra
para dar su vida en reemplazo por la vida del hombre.
Todo el cielo enmudeció. Los ángeles se ofrecieron para ocupar su lugar. Pero el Señor
dijo que solo su vida podría satisfacer los requerimientos de la ley. Además, el era único
que podría dar su vida para volverla a tomar.
Los ángeles tuvieron que acompañar a la pareja pecadora hasta la entrada del jardín del
Edén. Fueron expulsados porque no tendrían más acceso al árbol de la vida. Ambos,
Adán y Eva, salieron en silencio, sollozando y lamentando el dolor que produjeron en el
corazón de Dios.
Dos ángeles custodiaron la entrada al jardín y una espada que giraba en todas
direcciones blandía entre ellos.
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Pronto la idea de la muerte, que quedó grabada en la mente de Adán se reproduciría
nuevamente y de muchas maneras. La caída de las hojas. Las flores al secarse. Los
animales al morir. Todo reflejaba las consecuencias de su fatídica decisión.
El propio Adán luego tuvo que ver como el hijo de su esperanza, Caín, el que esperaba
que fuera la simiente prometida, asesinara a su hermano Abel.
Con esperanza vio en Set una oportunidad, mientras el tiempo imprimía marcas
indelebles en su piel y en la de su esposa.
Por años tuvo que soportar los reproches de Caín, antes que este matara a su hermano,
cuando se acercaban a las puertas del Edén para recordar las promesas de un Dios de
amor y justo a la vez.
Adán tuvo la oportunidad de sentar en sus rodillas a muchas generaciones, aun a un
pequeño Matusalén quien luego transmitiría a sus hijos y a los hijos de sus hijos, aun a
Noé, la historia de este guerrero, que aunque por siglos cargó con el peso de su pecado,
siempre vio con fe la llegada del Señor.
Un día, el cansado guerrero descansó. Su formidable cuerpo no pudo más. Aquella
primera y excelsa inteligencia se apagó. Aquella formidable figura suspiró por última
vez. Todos se entristecieron pero no como los que no tienen esperanza. Tenían la fe de
que muy pronto el Señor los liberaría de las consecuencias del pecado.
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Pasaron los siglos y Adán, el noble padre de nuestra raza sigue durmiendo el dulce
sueño de la muerte, pero llegará el día en que este magnífico ser será nuevamente
levantado.
- ¡Adán!
- (Profundo suspiro)
- ¡Adán!, ¡Levántate!
Entonces Adán se levantará y se encontrará nuevamente perfecto. Lágrimas de emoción
correrán por sus mejillas cuando se encuentre con los ángeles en cuya comunión se
gozaba. Verá con tristeza las consecuencias de su pecado en la estatura de sus
descendientes. Pero nadie se lo reprocha. Todos están felices. Ahora se encuentran con
el Rey de reyes y Señor de señores.
Ahora están frente a frente los dos Adanes. Cuando el Hijo de Dios abre los brazos para
abrazarse nuevamente con su primera creación humana, éste nota algo diferente en su
Señor. Sus manos están horadadas y rápidamente recuerda al cordero inmolado. Con
indecible dolor cae de rodillas y retira la corona de sus sienes. Pronto todos los salvados
repiten la misma acción.
Entonces el Señor levanta a Adán y le muestra nuevamente el Edén. El lugar de donde
nunca debió salir y que ahora era nuevamente restaurado.
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Por siglos Adán fue fiel a las palabras del Señor. Por siglo sufrió y llevó una vida de
abnegación. Por siglo sufrió las miradas y palabras de reproche. Aun la naturaleza en su
proceso de vida reprochó al primer Adán su decisión. Pero todo eso fue un corto preció
por el eterno peso de gloria que le estaba tocando vivir.
Por toda la eternidad Adán vivirá con su Señor.
Querido amigo. Adán vivió como un guerreo y murió como uno. Pero la muerte de los
guerreros de Dios no son causa solo de tristeza y pena sino también un poderoso
testimonio de fe y fidelidad para quien dio su vida en rescate por muchos.
Hoy te invito a comprometerte con el Señor en una vida de abnegación y trabajo
constante por vivir siempre a su lado.
La palabra abnegación es muy fuerte e implica la renuncia a cuanto nos separe del
Creador así como a iniciar una serie de hábitos que nos acercarán más a Él.
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Si este es tu cometido te invito a orar. Lee este texto en oración:
- Querido Señor, te ruego que me des el coraje de Adán. Que aunque pecó, se
levantó y con profunda humildad continuó en tus caminos.
- Oh Señor, ayúdame a ser fiel a pesar de mis propias debilidades y flaquezas.
Ayúdame a renunciar a aquello que me separa de ti y a iniciar una serie de
hábitos que me acercarán más a tu santa persona.
- Oh Dios, te necesito, libérame y pon sobre el yugo que es ligero, tu servicio mi
Señor. En el nombre de Jesús. Amén.