Presentación de la exposición “Bodegones. Otras visiones de las cosas”, compuesta por esculturas exentas y en relieve (realizadas con materiales sólidos, objetos y pintura) y construcciones fotográficas. Las obras están ejecutadas empleando técnicas muy variadas en las distintas artes. Ver vídeo en: http://www.youtube.com/watch?v=Y49Jqrjp3fY
Ver exposición: https://luisjferreira.es/1-obra-plastica-exposiciones/4-bodegones-otras-visiones-de-las-cosas/
Bodegones. Otras visiones de las cosas. Texto de catálogo
1. “BODEGONES. OTRAS VISIONES DE LAS COSAS”
En su sentido amplio, por bodegón se entiende la representación de
objetos y materias diversos de carácter inanimado y, generalmente, trivial,
común, vulgar por cotidiano, etc. Este concepto es el que asumo como
punto de partida, pero experimenta modificaciones al hacer algunas
consideraciones. Aunque el vocablo castellano bodegón pueda resultar
equívoco, es popular y me parece más apropiado que la denominación de
origen francés “naturaleza muerta”, a pesar de que esté muy extendida, ya
que lo que presento no son propiamente naturalezas muertas. Considero
el término inglés “still life” más ajustado que el anterior, porque lo que
ofrezco son fragmentos de la vida con un semblante de quietud, pero no
es ésta una apelación de dominio público. Abogo, pues, por el término
castellano, pero introduzco una corrección en la definición, ya que al no
ser la mía una obra específicamente pictórica no represento o evoco
objetos y materiales diversos, sino que los presento con su
tridimensionalidad, quedando consecuentemente mutado el carácter
inanimado que tiene el objeto representado (ver nota). Así, mientras que
los bodegones tradicionales representan de ese modo los objetos,
creando la ilusión, mediante el verismo, de que poseen ánima (hasta el
punto de que siempre ha sido el género pictórico por excelencia del
trampantojo, del ilusionismo), mis bodegones presentan los objetos con su
propia ánima y, al tiempo, intentan revitalizarla y alimentar otras posibles
(por ejemplo, no represento piezas de cerámica sobre una superficie
también representada, sino que presento sobre una superficie real o
soporte piezas que pueden ser de cerámica o de otros materiales y, a la
par, abren representaciones o simbolismos y expresiones con significados
diversos). Los objetos de ese tipo de bodegones estaban, pues, muertos,
aunque provocaran sensaciones de vitalidad cuando era el propósito del
autor y la destreza le acompañaba, y los que yo empleo (tal y como los
encuentro con relación a su estructura y forma, modificados en alguna
medida o construidos por mí) entiendo que tienen vida propia, así como su
historia, y en la obra adquieren otras nuevas, ofreciendo y posibilitando
múltiples visiones. Planteadas las cosas de este modo, quizás resultaría
más adecuado definir el bodegón como sistema de objetos y materiales
varios, como disposición de elementos vinculados formando una unidad
de tipo visual y significante, aunque pueda ser esta una definición abierta
y, por ello, imprecisa.
El bodegón en la tradición del arte occidental, desde que alcanzara su
emancipación y se constituyera en género pictórico (en torno a 1600), a
pesar de que sirviera para evidenciar la habilidad del oficio, fue tenido por
un género menor, frecuentemente despreciado o considerado sólo en
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2. cuanto entretenimiento porque, al carecer de argumento, no ayudaba a
pensar propiamente ni era ejemplarizante o moralizante (al menos en la
medida que lo hacían o eran otros géneros pictóricos); sin embargo, abrió
un nuevo y fascinante campo de posibilidades plásticas precisamente por
eso, porque al estar liberado del prestigio del arte y sus reglas y de las
presiones de los poderes, los bodegones eran espacios de relativa
libertad, laboratorios de experiencias plásticas, que pudieron prestarse
fácilmente a la creatividad y la transgresión. Con la irrupción de las
vanguardias, ese carácter se multiplicó hasta lo insospechable y el
bodegón alcanzó su merecida relevancia; vino a ser un territorio
preferente del arte moderno, hasta el punto de que técnicas y medios de
gran importancia se inventaron y desarrollaron con la práctica del bodegón
(el collage, el ensamblaje, el ready made; posteriormente la acumulación,
la escultura blanda, el empaquetado, etc.). Mientras las primeras
vanguardias se mantuvieron ligadas de algún modo a códigos previos de
representación y significado, a mediados de los años 50 el tema y el estilo
del bodegón comenzaron a cambiar radicalmente, pues se inició una
ruptura con los sistemas formales, técnicos y semánticos anteriores. J.
Johns, R. Rauschenberg, los artistas del Pop y la generación del Nuevo
Realismo, con la mirada puesta en el Dadaísmo (particularmente en M.
Duchamp) y en el Surrealismo, buscaron su inspiración conceptual y
formal en los valores e imágenes de su sociedad, orientada decididamente
hacia el consumo. Se irá sustituyendo entonces de forma decisiva la
ventana abierta al mundo (la representación enmarcada) por un fragmento
del mundo y la ficción por la realidad, pero se instalará decididamente la
ambivalencia (entre verosimilitud e incredulidad, entre humor y cinismo,
entre verdad y ficción, entre un contenido o significado y otro u otros
posibles, etc.) o la ambigüedad, valor en el que descansará la potencia y
el significado del arte de ese período y que constituirá la auténtica visión
de la realidad a lo largo de décadas. Considero que estos últimos son los
antecendentes que tengo como referentes básicos, pero, a su vez,
entiendo que mi desarrollo ha seguido derroteros muy personales. Si lo
filosófico, lo conceptual, lo objetual y lo matérico tiene en general una
importante presencia en mi obra, y en concreto en estos bodegones que
presento, también la tiene lo poético, lo estético (en lo material, en lo
compositivo, en lo formal, en lo cromático…), el equilibrio, el cuidado en la
ejecución plástica y del producto final, la pluralidad de expresiones, la
singularidad o la no repetitividad, etc.; aspectos que, considerados en su
conjunto, a menudo han sido desdeñados, o al menos desatendidos, por
esos planteamientos plásticos que me preceden, ya que solían incurrir en
diferentes reduccionismos.
En mi primera exposición (“Entre el azar y la reflexión”, de 1997)
pretendía evidenciar básicamente los aspectos procedimentales de mi
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3. forma de crear, es decir, el “cómo” de las obras metodológicamente
hablando; en la segunda (“Bajo la piel”, de 1999) deseaba
fundamentalmente mostrar los aspectos materiales-estructurales de mis
trabajos, o sea el “con qué”; en la tercera y última (“Paisajes exteriores–
íntimos–interiores”, de 2004) me planteaba patentizar aspectos personales
que subyacen a la obra como expresión de subjetividad, como ejercicio de
libertad y de transgresión, que la fundamentan y le dan razón de ser, es
decir, el “quién”, mediante el “qué”. En esta muestra que ofrezco:
“Bodegones. Otras visiones de las cosas”, tengo, a modo de síntesis,
los propósitos de las anteriores, pero sobre todo quiero hacer hincapié en
el multifacetismo de las realidades objetuales y matéricas que
anhelamos, que hacemos nuestras y que, por último, abandonamos para
sustituirlas por otras, así como en las múltiples visiones que, en
consecuencia, admiten; por ello, los objetos y los materiales como
segregación cultural, transformados (en lo material y en sus significados) o
creados, con mi estilo plástico, además de ser el medio de expresión y de
encerrar diversas narrativas, constituyen el tema de mis bodegones; en
este sentido, las piezas que podrían considerarse abstracciones porque
no presentan un tema reconocible, no lo son en realidad, puesto que,
como ya he comentado, están compuestas con objetos concretos –o por
partes de ellos-, más o menos reconocibles, con retales de la realidad
misma; es decir, están creados con realidades, no con abstracciones,
conteniendo además argumentaciones concretas abiertas a otras posibles
interpretaciones.
Al igual que mis paisajes precedentes, estos bodegones se apoyan en
una concepción plástica no restrictiva, abierta, múltiple e integracionista. A
diferencia de ellos son menos representaciones que presentaciones
propiamente, a la par que son también expresiones –como aquellos- de
realidades como las veo, las intuyo, conozco, siento, imagino y como me
surgen; de manera que al expresar reinventan los objetos y materiales
presentados en cada composición, dándoles nuevos sentidos o visiones y
significados, como ya he comentado. Muestro, en definitiva, una visión
propia del bodegón, muy personal, en la que hago patentes aspectos que
me resultan significativos; una concepción muy variada, dado que cada
bodegón o “naturaleza artificial” –más que muerta- es único, singular,
diferente de todos los demás (huyo de las variaciones de lo singular, que
acaban negándolo al pluralizar); ofrezco así mismo una visión muy libre,
pues construyo los bodegones que deseo, con lo que deseo y como
deseo, sin la pretensión de cultivar, en realidad, ese tradicional género
pictórico, ya decadente como tal; al fin y al cabo, pese a la sustitución de
la representación por la presentación, el bodegón continúa siendo en
cierto modo una forma de ficción, aunque lo sea en menor grado que
antes, y pocas restricciones pueden gobernar su estilo y su contenido.
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4. Tengo que decir que, en mi trabajo plástico, el bodegón llega como
consecuencia lógica del empleo de objetos y materiales diversos, junto
con el uso de la técnica del collage, y como desembocadura de mi
reciente grupo de paisajes; de manera que los últimos paisajes estaban
concebidos de forma evidente como bodegones, al igual que otras obras
anteriores, y mi primer bodegón como paisaje, como ocurriera en la obra
de B. Nicholson, donde ambos géneros eran estrechamente vinculantes;
vinculación que también observaba Gerardo Rueda.
Aún asumiendo el cuestionamiento del bodegón como género artístico
que se ha realizado desde las prácticas postmodernistas, como del resto
de géneros, no cabe la menor duda de que vivimos en una sociedad en la
que los objetos son nucleares y, por consiguiente, tienen mucho que decir,
quizás más que nunca; al tiempo que encierran grandes potencialidades
plásticas y expresivas. Conviene recordar que el bodegón, en tanto que
género pictórico, precisamente se inventó y floreció en el marco de una
sociedad occidental opulenta, y es evidente que la opulencia en la
actualidad se ha acrecentado y generalizado. Me valgo de simples objetos
y materiales (totales o parciales, en su estado de postconsumo y de
desecho, transformados o creados por mí a partir de lo que encuentro,
como decía) que conservan algún sentido, a pesar de haber sido
menospreciados y desahuciados; o quizás precisamente por eso, ya que
mientras son apreciados tienen un sentido meramente utilitarista, son
elementos de uso y no cuentan nada; pero cuando pierden ese sentido,
pueden ser recuperados y dotados de función expresiva. Parece evidente
que las cosas en bruto, más allá de su rigidez semántica, pueden ser más
de lo que aparentan; así lo entendieron filósofos como Nietzsche o
Schopenhauer o poetas como Novalis o Bretón, y así lo han evidenciado
infinidad de autores plásticos desde los inicios del pasado siglo. Los
objetos comunes tienen la posibilidad de estimular percepciones,
sensaciones, emociones, ideas, etc. múltiples, a pesar de que por lo
general tendamos a ver imágenes estereotipadas en ellos y los
consideremos vulgares por su cotidianeidad; la clave está, quizás, en
aplicar sobre los objetos una percepción y pensamiento flexible,
multidimensional, que rebase la lógica convencional, en lugar de rígido,
unidimensional o lineal y convencional. Cuando esas cosas se transmutan
en la creación plástica, al ser recicladas y recontextualizadas, se ofrece
una alternativa a la percepción de lo real común (unidimensional, hecha
desde un punto de vista fijo, rígido, absoluto, exclusivo y excluyente), pues
se abren otras más ricas (configuradas desde ópticas múltiples,
dinámicas, flexibles, etc.), donde las imágenes-realidades y los
pensamientos se metamorfosean, ofreciendo nuevos campos semánticos,
nuevas rutas por donde transitar. Me sirvo, pues, de simples objetos y
materiales por su poder narrativo, y los empleo como metáforas de la
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5. realidad, que en el contexto plástico se transforman y la enriquecen, no
como meros testimonios de la sociedad de consumo. No pretendo,
entonces, dignificar –y menos aún venerar- lo banal, el objeto para su
consumo (como hiciera el movimiento Pop) y para su desecho, ni presento
el objeto como detritus, como elemento inútil y despreciable (al igual que
se hizo y se hace desde los planteamientos conceptualistas más
radicales), sino que lo empleo, previo aprecio, como medio estético y
narrativo. Puede decirse que en nuestra sociedad del “bienestar” (inmenso
bodegón compuesto por innumerables microbodegones) el deseo de
posesión y la propia posesión de esos objetos y materiales triviales es
algo que iguala a todos sus integrantes (de ello se encarga la
presentación del objeto y su publicidad), ya que constituye una
característica común a todos; en parte por ello los empleo, porque
entiendo que es un recurso que puede facilitar el estímulo y la
comprensión de mi expresión. Al reciclarlos y abrir otras visiones de la
realidad, intento, no obstante, mostrar algo nuevo, algo que se desconoce,
sirviéndome de lo que se conoce y reconoce, aunque quizás extrañe o
desconcierte por su nueva presencia insólita y quizás sorprendente, pero
en ello estriba precisamente su capacidad de estímulo y su riqueza. Como
testigo crítico de la época que me ha tocado vivir, tomo el objeto y
cualquier material desde una triple óptica: como usuario, como plasticista
y comunicador y como pensador.
Los bodegones que presento en distintas manifestaciones plásticas (8
esculturas exentas, 12 esculturas en relieve y 12 construcciones
fotográficas) responden, pues, a una mirada diferente de las cosas,
inhabitual, y piden al observador el mismo tipo de mirada,
posibilitándosela; rompen con la imagen predeterminada simple, fija,
anquilosada de las cosas y sugieren, desde la imaginación, otras posibles,
más conectadas con la complejidad de las mismas; bloquean la visión
convencional (“normal”) de las realidades objetuales, huyendo de los
tópicos, de lo establecido, de lo cotidiano, de los dogmas, etc. para invitar
al ejercicio de la imaginación y la creatividad. Parece claro que lo que
encierra alguna muestra de imaginación y creatividad tiene la posibilidad
de estimular esas facultades; y es que, dado que la mirada es subjetiva y
circunstancial, y que en este caso, además, se aplica sobre objetos de
concepción abierta, poliédrica, no solamente imagina y crea quien elabora
productos plásticos, sino que también lo hace quien los contempla, si
consigue ser estimulado, pues al sentir, imaginar, interpretar, idear, etc.
reinventa la obra; es decir, hace un ejercicio de creatividad y recrea el
objeto plástico que le estimula. Como sugiero en uno de mis bodegones
(en “Listo para tomar”, de Septiembre de 2004), la mesa está puesta y
tiene que servirse usted mismo; o sea, las obras con sus ingredientes
están servidas, dispuestas para ser tomadas, y quien esté dispuesto ha de
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6. servirse lo que quiera, o lo que pueda, y degustar: percibir, sentir,
imaginar, emocionarse, evocar, reflexionar, etc., o sencillamente renunciar
a servirse si no está dispuesto. ¡Buen provecho a quienes se animen a
degustar!
Nota: Evidentemente me refiero a la obra escultórica (en relieve o exenta),
la concebida inicialmente para este proyecto y única existente en el
momento de escribir este texto, no a la fotográfica, añadida
posteriormente y que, lógicamente, no es de la misma naturaleza; no
obstante, esta igualmente está creada a partir de la realidad, pero de
imágenes tomadas de ella, no de la propia realidad.
El Sauzal, Agosto de 2004
Luis J. Ferreira Calvo
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