1. PUCHI
TERMINEMOS EL CUENTO 2008
El azaroso llamado de emergencia nos había advertido de una masiva
concentración humana que amenazaba con terminar de manera funesta el
evento. Sin mayor ademán que una mutua mirada concertante nos
habíamos dispuesto a descender; deposité el cuento del senador en el
bolsillo de mi camisa, y me dirigía hacía Pascual que inquieto esperaba
junto a la puerta que daba a la azotea. Entonces, escuchamos una nueva
llamada de Genaro hijo, esta vez con una arriesgada idea que pretendía
darle solución al “asunto”; nos indicó una manera de evacuar a los
implicados utilizando una soga. Presurosos nos devolvimos a la azotea, en
cuya cima se erigía una antena parabólica, y además encontramos la
dichosa soga. Asomé la cabeza tratando de divisar el sitio preciso donde
arrojarla. No fue sino hasta ese momento que advertí plenamente la
gravedad de la situación. La impactante vista desde la cúspide de aquella
vesánica manifestación embriagada de éxtasis, produjo en mí una gran
incertidumbre en esa aventura redentora que iríamos a ejecutar, el éxito era
casi imposible. No obstante, ceñimos a la pequeña edificación con la soga,
2. y luego de atar un fuerte nudo, les arrojamos el excedente de cuerda
instruyéndoles a señas que la agarraran. En ese punto, el improvisado
rescate llegaba a su tramo más arriesgado. Los subimos de uno en uno,
tirando con fuerza de la soga. Precisamente el ultimo que permanecía en
derredor de la contagiante efigie de histeria y miedo que se hacía presente
en el escenario, era el enaltecido artista . Gatica decidido a no intentarlo,
me hizo pensar en bajar, si lo hacía, podría ayudarle a escapar.
Paradójicamente la idea de desistir jamás se cruzó por mi mente, no por
tener un estoico sentido de valentía sino por todo lo contrario, actuaba sin
pensar, me sentía confiado, respaldado por un no sé qué de fuerza mística
que haría que todo me saliese bien. Ahora que lo “pienso” no estaba en mis
cabales cuando emprendí tan descabellada acción. Intenté bajar lo más
rápido que podía para llegar primero a él (le había prometido a mi tía Julia
que Gatica le dedicaría un autógrafo, si lo salvaba no sería difícil cumplirlo
ya que, era lo menos que él podía hacer como agradecimiento) y lo logré,
aunque de forma poco ortodoxa; no distaba mucho de la mitad de mi
recorrido cuando la soga se rompió, cediendo al fin ante la constante
fricción y peso de los cuerpos. El acogedor pensamiento que me invadió
(mientras me precipitaba hacía el vacío) de mi tía Julia, fue lo ultimó que
permaneció en mi mente antes de tocar fondo. Me levanté al día siguiente
guardando reposo, sin camisa, ni corbata, ni cuento – de los que no volví a
saber jamás –, en la alcoba de mi tía Julia, y ella al lado, viéndome. Su
3. rostro dibujaba una leve sonrisa y, sus ojos rebosaban de ternura y alegría.
Su silueta resplandecía, como algo mágico, por la tenue luz verdusca que se
proyectaba en el ambiente a través del fino cortinaje de las ventanas.
En ese momento me enteré que poco después de mi desmayo la policía
irrumpió bruscamente entre el gentío, estableciendo el orden y
salvaguardando al cantante. Para entonces La tía Julia había llegado a las
instalaciones de la radio y me había visto en la ambulancia, prefirió no
dejarme allí (pensaba que en el hospital con el constante asedio de la prensa
jamás me recuperaría). Mi tía…mi tia… nunca la olvidaré.