1. Cinco altares para Dios
¡Cuánto podemos aprender de la universidad de Abraham!
En su recorrido, Abraham edificó cinco altares, donde invocó a Jehová su Dios.
Hay dos palabras claves que necesitamos entender: Invocar y altar.
La palabra invocar significa:
1. entuncano. Interceder, tanto en sentido favorable como desfavorable. Se traduce «invoca» en Rom 11.2, de la
intercesión de Elías en contra de Israel
2. epikaleo. Llamar sobre, tiene en la voz media el significado de apelar, invocar, llamar sobre, para sí mismo; esto es, en
favor de uno mismo (Hech 7.59); o en el sentido de invocar en reconocimiento y adoración, haciendo uso del nombre del
Señor (Hech 2.21; 9.14,21; 15.17; 22.16; Rom 10.12,13, 14; 1Cor 1.2; 2 Ti 2.22); de llamar a alguien como testigo (2Cor
1.23); de aceptar la autoridad de alguien (Stg 2.7).
3. onomazo. Nombrar. Se traduce «invocar» en Hech 19.13; 2 Ti 2.19.
¿Qué es y que significado tenía un altar? Veamos lo que explica el diccionario ilustrado de la biblia.
El altar era un lugar de sacrificio construido de roca, tierra o bronce. La superficie natural de una roca (Jue 13.19, 20), o
un montón de piedras (Gen 8.20), podían servir de altar en la antigüedad. Algunas excavaciones han revelado que los
altares tenían hoyos para recoger la sangre y encender el fuego. Según Exo 20.24–26, debían construirse de tierra
amontonada o en forma de ladrillo, o de piedras no labradas. Los altares del campo no debían tener gradas para que el
sacerdote no descubriera su desnudez al subirlas (Exo 20.26). Parece que estas instrucciones se les dieron a los israelitas
como individuos para que realizaran sacrificios en ciertas ocasiones. Por ejemplo, Josué, Jos 8.30, 31; Gedeón, Jue 6.24–
26; David, 2Sam 24.18–25, Elías 1 R 18.30–35.
Mientras que en el mundo pagano el altar era principalmente la «mesa» donde se ponía el banquete para el dios, por lo
general este sentido está ausente en el Antiguo Testamento (Isa 65.11). El altar era:
1. Señal de la presencia de Dios donde Él se había manifestado en forma especial (Gen 12.7; 26.24, 25).
2. También era un lugar de misericordia. Un prófugo, al asirse de los cuernos del altar, encontraba asilo (1Rey 2.28).
3. Sin embargo, el propósito principal del altar era establecer y mantener la relación del pacto entre el pueblo de
Israel y Dios (Exo 20.24; Lev 1.5, 16).
4. Fue un instrumento de mediación.
5. Finalmente el altar era un lugar de adoración.
Aprendamos de los cinco altares de Abraham:
1. Y apareció Jehová a Abram, y le dijo: A tu descendencia daré esta tierra. Y edificó allí un altar a Jehová, quien le
había aparecido (Gen 12.7).
Dios había hablado a Abram para que saliera de la casa de su padre y se fuera a otra tierra. Así que Abram tomo a su
esposa, a su sobrino Lot, todas sus pertenencias y salió a la gran aventura con el Dios que le hablaba.
Es en este lugar la primera aparición de Dios a Abram, y la promesa que le da es: A tu descendencia daré esta tierra.
¡La respuesta de Abram fue hacer un altar!
¿Cuál era el propósito de este altar? ¡Sellar el pacto con Dios!
Aquel era el lugar de pactos, el momento donde Dios le estaba dando la más gran de las promesas: Aquella tierra que
estaba pisando sería para su descendencia. ¡Abram creyó aquella palabra y edificó el altar como señal de pacto con
Dios!
¿Dónde edificó Abram el altar? En Siquem que significa “Hombro”, en el “encino de More” que significa encino de
adivinación. Este era un encinar que fue lugar sagrado de los cananeos. En este lugar donde algunos buscaban a
dioses que no eran Dios, el verdadero Dios se le aparece a Abram para de aquí en adelante ser su “hombro” su apoyo,
su fuerza, su todo.
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2. ¿Cuantas promesas Dios nos ha dado? ¿Qué hemos hecho con ellas?
Fue muy clara la voz de Dios que me dijo: Te daré un ministerio grande y poderoso, haré grandes señales y
maravillas contigo, no habrá ni un don que no se manifieste en tu ministerio, e irás a muchas tierras que no conoces
para proclamar mi nombre.
Recuerdo que corrí con mi esposa y le dije aquellas palabras. Teníamos solo unos meses de convertidos. ¡Ella se
asombró igual que yo! Juntos decidimos que nuestro hogar sería como un altar para Dios. En nuestra casa habitaría
Dios en plenitud, haríamos cualquier cosa para que Dios no se fuera de nuestra casa, ése era el pacto con Él.
¡Este es el altar del encuentro con Dios! Dice la escritura que Dios se le apareció. Fue un encuentro glorioso con
Dios. Anteriormente Abram había escuchado la voz de Dios, pero ahora esta frente a Él.
Esto es el altar, ¡el lugar donde nos encontramos con Dios! El lugar donde hablamos cara a cara con Él. Cuando he
compartido esto con algunas personas, lo ven como un misticismo, como algo inalcanzable, como la experiencia solo
para unas cuantas personas, sin embargo, Dios desea tener un encuentro cara a cara con cada uno de sus hijos.
¡Hagamos un altar para Dios! ¡Corramos a su encuentro! ¡Hagamos pactos con Él!
2. Luego se pasó de allí a un monte al oriente de Bet-el, y plantó su tienda, teniendo a Bet-el al occidente y Hai al
oriente; y edificó allí altar a Jehová, e invocó el nombre de Jehová (Gen 12.8).
Abram continuó con su aventura con Dios. Abram se detuvo en aquel lugar para edificar un nuevo altar para Dios.
¿Dónde edificó Abram este altar? Entre Bet-el que significa “casa de Dios” y Hai, que significa “La ruina”.
¿Porque edificó el altar en aquel lugar? Abram necesitaba un altar para invocar a Dios, para hablar con Él.
Seguramente Abram necesitaba dirección, así que fue a la casa de Dios para hablar de todo aquello que necesitaba
saber. Abram no deseaba avanzar hacia “la ruina” sino hacia la victoria con paso firme.
El termino invocar se traduce como: Acción de clamar a Dios reconociendo sus atributos de perfección.
¿Cuántas veces tenemos que invocar a Dios? ¡Muchas veces! En cada momento de nuestra vida, cuando necesitamos
esa palabra firme de Dios para nosotros, la dirección, el aliento, la exhortación, debemos correr al altar que hemos
construido para invocar al Dios que nos ha llamado.
Enseguida Abram partió hacia el Neguev, que quiere decir “seco”. El Neguev era la región árida al sur de Judea. Esta
fue la dirección de Dios para Abram. Es extraño que Dios enviara a Abram a una zona donde no había agua, pero era
la universidad, ahí Dios le enseñaría a confiar plenamente en Él.
¡Este es el altar de la dirección! ¿Estamos dispuestos a caminar hacia donde Dios nos envía? Caminaremos sin
dificultad a donde Él nos lleva, estamos seguros que en donde estemos, Él estará con nosotros y todo tiene un
propósito para formar nuestras vidas y ser mejores para su gloria.
3. 1 Subió, pues, Abram de Egipto hacia el Neguev, él y su mujer, con todo lo que tenía, y con él Lot.
2 Y Abram era riquísimo en ganado, en plata y en oro.
3 Y volvió por sus jornadas desde el Neguev hacia Bet-el, hasta el lugar donde había estado antes su tienda entre
Bet-el y Hai,
4 al lugar del altar que había hecho allí antes; e invocó allí Abram el nombre de Jehová (Gen 13.1-4).
Abram había subido a Egipto debido al hambre en la tierra. En Egipto Dios lo había enriquecido de una manera
extraordinaria en ganado, plata y oro. Sin embargo, Abram sabía que aquel no era su lugar y regresó a donde había
construido su segundo altar. Abram regresó a al casa de Dios.
Una vez más Abram invocó el nombre de Jehová. Las condiciones eran diferentes a la primera. Antes, había
invocado a Dios buscando dirección, ahora, creo que le invocó para adorarle y agradecerle por todo lo que estaba
haciendo en su vida.
Abram estaba regresando al mismo lugar con las manos llenas, más que bendecido, era necesario detenerse en “la
casa de Dios” para invocar a Dios en adoración por que le había enriquecido.
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3. Nuestro caminar debe ser de gloria en gloria y de victoria en victoria. Aunque algunas veces podemos aprender de
las derrotas y de los momentos de escasez, entendemos que en cada paso que damos vamos siendo prosperados y
enriquecidos, ese es el destino de los que caminamos en la universidad de Abram.
¡Este es el altar de la adoración! Debemos detenernos y adorar a Dios por lo que nos ha dado, levantemos una altar
en adoración y agradecimiento por lo que ha puesto en nuestras manos.
4. 14 Y Jehová dijo a Abram, después que Lot se apartó de él: Alza ahora tus ojos, y mira desde el lugar donde estás
hacia el norte y el sur, y al oriente y al occidente.
15 Porque toda la tierra que ves, la daré a ti y a tu descendencia para siempre.
16 Y haré tu descendencia como el polvo de la tierra; que si alguno puede contar el polvo de la tierra, también tu
descendencia será contada.
17 Levántate, ve por la tierra a lo largo de ella y a su ancho; porque a ti la daré.
18 Abram, pues, removiendo su tienda, vino y moró en el encinar de Mamre, que está en Hebrón, y edificó allí altar a
Jehová (Gen 13.14-18).
Los pastores de Lot y Abram contendían por la tierra, así que era necesario que se separaran. No era sencillo, Abram
estaba dejando que su sobrino siguiera su camino, habían pasado mucho tiempo juntos pero ahora era el momento de
separarse.
Abram tenía todo el derecho de escoger hacia donde ir, finalmente Lot se había enriquecido gracias a la bendición de
Dios sobre Abram. Sin embargo Abram le cedió el derecho a Lot para que tomara el camino que deseara. Abram iría
hacia otro camino.
Dios recompensa a su siervo reafirmando sus promesas una vez más. Abram removiendo su tienda se levantó para
poseer la tierra que Dios estaba poniendo en sus manos.
Abram vino para morar en el envinar de Mamre (firmeza), que esta en Hebrón (Alianza). Esta era la tierra “firme”
que Abram estaba pisando, era la tierra de la alianza, del pacto con Dios. Abram una vez más edifica un altar para
confirmar los pactos y adorar al Dios que continuaba prosperando sus caminos.
Este era el altar de la confianza, de la firmeza, de la alianza con Dios.
En nuestro caminar con Dios, algún día debemos honrar a Dios con un altar de firmeza y alianza. Nuestro llamado no
es de hombres, caminemos seguros, firmes, que sabemos que nuestra alianza con Él producirá los frutos más grandes
que jamás podamos imaginar.
5. 9 Y cuando llegaron al lugar que Dios le había dicho, edificó allí Abraham un altar, y compuso la leña, y ató a Isaac
su hijo, y lo puso en el altar sobre la leña (Gen 22.9).
¡Este es el altar más difícil de construir! ¡Es el altar de la fe! Es en este lugar donde Dios probó el corazón de su
siervo. Aquí Abram fue llamado “padre de la fe”, aquí es donde probó conocer al Dios que puede resucitar los
muertos, es aquí donde aprendió la obediencia ciega, esta fue la graduación de Abraham.
Dios deseaba graduar a Abraham, el título que le daría sería: Padre de la fe. Era necesario construir un altar para
sacrificar lo que mas quería, su único hijo, lo más preciado para él. El examen final sería la obediencia plena, la
confianza ciega en Dios.
¡Dame a tu hijo, tu único hijo! Abraham sabía lo que aquello significaba, dar todo lo que tenía. Abraham caminó
lentamente hasta el lugar de sacrificio, no era nada fácil pasar aquel examen, la graduación de su universidad era lo
más pesado que pudiera esperar.
El altar fue construido en el monte Moriah, que quiere decir monte donde destila mirra. Con mirra se fabricaba un
aceite de unción muy especial. El monte del aceite era el lugar para graduar a Abraham. Fue en este lugar donde
posteriormente fue construido el templo de Salomón.
¡El altar de la obediencia ciega! ¿Podremos construir un altar como este, donde estemos dispuestos a sacrificar lo que
mas queremos, lo que es número uno en nuestras vidas, lo que creemos que hemos conquistado, para darle lugar al
que si es número uno en nuestras vidas?
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4. Cinco altares que en nuestro caminar con Cristo tendremos que construir, caminemos sin temor, construyamos cada uno
con confianza, el que nos ha llamado merece todo de nosotros, un día nos graduaremos en el altar de la confianza ciega,
en el altar de la fe, y sabremos que siempre valió la pena, vale la pena y seguirá valiendo la pena servir al Dios
maravilloso y sobrenatural que nos ha llamado para anunciar las virtudes de su gloria.
¡Señor Jesús, gracias por tomarnos en cuenta en tus maravillosos planes!
Tuyo en Cristo: JGFC
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