3. Cierto día entré con prisas y con mucho apetito a un restaurante.
4. Escogí una mesa alejada del bullicio, porque quería aprovechar los pocos minutos que tenía, utilizarlos para comer y concretar algunas ideas de programación de un sistema que estaba desarrollando; además tenía ganas de planear mis vacaciones, que desde hace mucho tiempo no sé lo que son.
5. Pedí un filete de salmón con alcaparras, pan con mantequilla, una ensalada y un zumo de naranja, pues al fin y al cabo, hambre es hambre y régimen es régimen, ¿no? Abrí mi portátil y en ese mismo instante me llevé un susto al oir una voz bajita detrás de mí que decía:
6. -Señor, me da unas monedas? - Solo una monedita para compar un panecillo. - No tengo, pequeño. - Está bien, yo te compro uno.
7. Para variar, mi buzón de correo estaba lleno de e-mails. Me distraje leyendo poesías, mensajes tiernos, riendo con alguno de los chistes.... ¡Ahhh! Esa música me llevaba a Londres, recordando un maravilloso viaje.....
8. - Señor, ¡pida que le pongan al pan mantequilla, y queso también! Entonces me di cuenta de que el pequeño estaba todavía a mi lado. - Vale, pero después me dejas trabajar porque estoy muy ocupado, ¿de acuerdo?
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10. Entonces el niño se sentó frente a mí y preguntó: - Señor qué está haciendo? - Estoy leyendo e-mails. - Y qué son e-mails? Son mensajes electrónicos enviados por Internet.
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13. Decidí darle una explicación simplificada, con la certeza de que no iba a entender nada, y me iba a librar de él para poder comer sin remordimientos.
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17. Mi hermana mayor está fuera todo el día; dice que va a vender su cuerpo, pero yo no lo entiendo, pues siempre vuelve con su cuerpo. Y yo siempre imagino a toda la familia junta en casa, con mucha comida, muchos juguetes en Navidad, y yo yendo a la escuela para ser un gran médico algún día. Mi padre está en la cárcel hace mucho tiempo.
18. - ¿Esto no es virtual, señor? Cerré mi portátil, pero no pude impedir que alguna de mis lágrimas cayeran sobre el teclado.
19. Esperé a que el chaval terminase literalmente de “devorar” su plato, pagué la cuenta y di el cambio al pequeño, que me devolvió una de las mas bellas y sinceras sonrisas que jamás había visto en mi vida, y además con un “¡Gracias señor, usted es un maestro!”.
20. Ahí, en ese instante, tuve la mayor prueba del virtualismo insensato en que vivimos todos los días, mientras estamos rodeados de una cruel realidad que nos esforzamos en no percibir.