2. E – 14-920-B-10 Lesiones crónicas del aparato locomotor en el deportista
Atleta
sensible
Lesión
Exposición a factores de
riesgo extrínsecos
Situación
desencadenante
Edad
Flexibilidad
Lesión
anterior
Morfología
Factores de riesgo a distancia de
la lesión
Mecanismo de la lesión
(inmediato anterior a la
producción de ésta)
Atleta
predispuesto
Figura 1. Conducta práctica ante una lesión vincu-lada
al deporte según Bahr [7].
Generalidades
Frecuencia de las lesiones
Las cifras varían mucho en función de los protocolos. La
incidencia es muy elevada en numerosos deportes indivi-duales
como el bádminton (hombro, columna vertebral y
músculos del muslo [8]), la escalada [9], el esquí de fondo [10]
o el ciclismo (principalmente la rodilla [11]).
La carrera a pie ha sido ampliamente estudiada y las
cifras no han variado desde hace una década. La inciden-cia
anual se extiende del 24% a más del 50% del índice
de lesionados. Un tercio de los corredores de fondo tiene
una lesión microtraumática al cabo de 1 a˜no de entrena-miento
[12]. La lesión está básicamente representada por
las tendinopatías y los síndromes femororrotulianos, pero
también por las fracturas de esfuerzo [13].
Algunos deportes considerados poco traumatizantes,
como la natación, causan sin embargo tecnopatías del
hombro en los competidores [14], pero también en los afi-cionados,
que tienen un índice elevado de lesiones por
uso excesivo (el 21% en las mujeres y el 6,5% en los varo-nes),
superior al de otros deportes como el baloncesto, el
waterpolo y el tenis [15].
Mecanismos lesionales
Hay que relacionarlos con el movimiento en sí, por
aumento de las tensiones (lo que explica, por ejemplo,
las fracturas de esfuerzo), compresión excesiva (lesiones
cartilaginosas, síndromes de compresión nerviosa, enfer-medad
vascular), tracción (tendinopatía, osteocondrosis),
fricciones de repetición (tendinopatía, lesión cartilagi-nosa,
lesión nerviosa troncular) [16].
Factores predisponentes
Hay que buscarlos de forma sistemática en la explo-ración
física, sin olvidar que las causas siempre son
multifactoriales.
Factores intrínsecos
Edad
En numerosos estudios se ha confirmado el aumento de
las lesiones crónicas con la edad [17].
Las lesiones en el adolescente se presentan sobre todo
a modo de osteocondrosis [18]. Muy rara vez afectan a los
músculos, los tendones y los ligamentos. Esto indica la
importancia a esta edad de las radiografías o de la ecogra-fía
como complemento de la exploración física. También
explica que los traumatismos descritos en los adolescen-tes
se produzcan con más frecuencia en el entrenamiento,
sobre todo en el caso del fútbol [19], la gimnasia, el béisbol,
el bádminton y el balonvolea [20].
En las personas de mayor edad, el punto clave es la
lesión del cartílago y el riesgo de descompensación artró-sica.
Parece que la práctica deportiva intensa, fuera de
una secuela de traumatismo agudo, sería responsable de
la aparición más rápida de signos radiológicos de lesión
cartilaginosa; sin embargo, esto no siempre provoca mani-festaciones
clínicas más serias, según los niveles [21]. El
inconveniente principal, una vez producida la lesión, es
la dificultad para respetar los períodos de cicatrización.
En cambio, en los futbolistas, sobre todo de alto nivel, se
ha demostrado que el riesgo de recidiva para una lesión
idéntica se duplica o triplica en el a˜no siguiente [22, 23].
Sexo
En la mujer está bien establecido que el entrenamiento
intensivo en algunas disciplinas (danza, gimnasia depor-tiva,
carrera a pie) conduce a perturbaciones hormonales
frecuentes, no observadas en otros deportes [24]. Así se ha
demostrado que la amenorrea se asocia a un aumento del
número de fracturas de estrés [13].
Otras disciplinas, sobre todo los deportes colectivos,
revelan en la mujer un número más alto de lesiones
ligamentosas del tobillo y del ligamento cruzado ante-roexterno
(LCAE) de la rodilla. Esto ha conducido a
proponer programas específicos de prevención que han
resultado eficaces [25].
Anomalías del morfotipo
Se las menciona a menudo y representan un fac-tor
predisponente [12]. En algunas situaciones, la relación
lesión-morfotipo casi no se discute. Es el caso de la asocia-ción
genu varum o torsión femoral interna y tendinopatía
del tensor de la fascia lata, periostitis tibial y retropié en
pronación. Sin embargo, muy a menudo los datos de las
publicaciones son contradictorios [26]. En la medida de lo
posible, la exploración estática debe completarse con una
exploración dinámica. Así, se ha podido demostrar una
buena correlación entre la hiperpronación dinámica y la
periostitis tibial, el aumento de la dorsiflexión del tobillo
y la fascitis plantar de los corredores a pie. Asimismo, la fil-mación
de algunos movimientos puede ser de gran ayuda
para la comprensión de los mecanismos responsables de
la lesión [27].
Flexibilidad
La flexibilidad, o más precisamente la pérdida de ésta,
ha sido incriminada con frecuencia. Durante el empuje
del crecimiento, es desde luego uno de los factores que
inducen la agravación de las osteocondrosis por tracción.
Asimismo, la rigidez del cuádriceps o de los isquiosurales
puede explicar en parte una lesión del aparato extensor de
la rodilla. Sin embargo, no puede ser el único factor res-ponsable.
Algunas disciplinas deportivas, como la danza,
requieren una mayor flexibilidad musculotendinosa y
articular y, por tanto, producen lesiones musculares [28].
2 EMC - Aparato locomotor
3. Lesiones crónicas del aparato locomotor en el deportista E – 14-920-B-10
Desequilibrios musculares
Suponen el déficit de un grupo muscular en relación
con el lado opuesto o un desequilibrio entre los grupos
agonistas y antagonistas. Este factor se ha vuelto rele-vante
desde el advenimiento de la exploración de la fuerza
muscular con la dinamometría isocinética, en modo con-céntrico,
excéntrico o mixto [29].
Los déficits de fuerza con relación al lado contralateral
pueden ser el reflejo de una lesión subyacente o, al con-trario,
la causa de esta lesión. Un trastorno del aparato
extensor de la rodilla puede producir una disminución de
la fuerza del cuádriceps (es el caso de algunos síndromes
femororrotulianos) o deberse parcialmente a un déficit de
fuerza (por ejemplo, tendinopatía rotuliana). Este déficit
siempre debe valorarse con una escala; una desviación del
10-20% debe considerarse sospechosa, y muy probable-mente
sea anómala por encima del 20%[30]. Además, los
déficits pueden ser el reflejo de la secuela de un accidente
muscular, sobre todo de los isquiosurales. Esto justifica,
con fines de prevención, los programas de fortalecimiento
muscular al comienzo de la temporada [31]. Sin embargo,
no siempre hay una correlación entre los resultados de las
mediciones de la fuerza y la recidiva [32].
Los desequilibrios entre agonistas y antagonistas sue-len
considerarse entonces como factores potenciales de
traumatismo. Los resultados son por lo menos contradic-torios.
Los estudios se ven dificultados por el hecho de
que existen diferencias entre personas de la misma edad
y del mismo nivel de práctica en relación con la espe-cialidad
deportiva. Además se sabe que, para una misma
disciplina, los valores varían con el tiempo en función de
la edad [33].
Se plantea entonces la cuestión de saber si estos dese-quilibrios
(expresados en relación con grupos de control
sedentarios pareados por edad) pueden ser la causa de la
lesión o si son el mero resultado del entrenamiento. En
el caso de los flexores y extensores de la rodilla, es muy
probable que pueda responderse a partir de la segunda
proposición; con relación al hombro, el problema es
más complejo, y el desarrollo preferente de los rotado-res
mediales, en comparación con los rotadores laterales,
sigue siendo discutido como factor causal de algunas lesio-nes
[34]. Sin embargo, por sí solo no puede explicar algunas
lesiones como, por ejemplo, las inestabilidades [35].
Factores genéticos
Estudios recientes permiten inferir algunos patrones
genéticos [36] (gen COL1A1) como factores predisponentes
de tendinopatías o de lesiones capsuloligamentosas del
hombro y de la rodilla.
Factores extrínsecos
Nivel de práctica
Cuanto más elevado es el nivel, más se desarrolla la afec-ción
específica. Así, en el golfista profesional representa
más del 80% de las lesiones, mientras que es menor al 30%
en un grupo control de aficionados. En estos últimos, se
observan duraciones excesivas de juego que generan can-sancio
y errores técnicos como causas principales de las
lesiones [37].
La edad también cuenta. Se ha demostrado que entre los
futbolistas menores de 18 a˜nos, el riesgo de lesión era cla-ramente
superior en los más jóvenes, varones o mujeres,
en comparación con adultos del mismo nivel de prác-tica
[38].
Aspectos fisiológicos del ejercicio físico [39]
El precalentamiento omitido o mal realizado es un fac-tor
aceptado como generador de lesiones. Por ejemplo,
es la causa de casi el 10% de las lesiones en los golfistas
aficionados [37]. El calentamiento previo debe consistir en
ejercicios físicos globales y biológicos en relación con la
disciplina que se va a practicar, y tiene como objetivo prin-cipal
el aumento de la temperatura del músculo estriado
esquelético. Los masajes y otras técnicas de protección
(ropa sintética, guantes, etc.) pueden ser adyuvantes úti-les
si las temperaturas son bajas, pero nunca bastan por sí
solos.
El precalentamiento debe acompa˜narse de estiramien-tos.
De forma paradójica, los estudios bien conducidos
que ponen de manifiesto el efecto preventivo de los esti-ramientos
son escasos. Hay que insistir en la especificidad
de los estiramientos en función de los músculos y arti-culaciones
activados con preferencia durante el ejercicio.
Deben incluirse en un programa más vasto de prevención,
sobre todo en las fases de preparación [40, 41]. Esto ha sido
confirmado sobre todo en los jugadores de hockey sobre
hielo de alto nivel [42].
Modalidades de entrenamiento
El aumento de la cantidad de entrenamiento, sobre
todo si es brusco, es un factor de riesgo. Así, el riesgo
para los corredores a pie aumenta por encima de los 35-
40 km/semana [12]. La intensidad es otro factor que debe
tenerse en cuenta. Los ejercicios intermitentes, con recu-peración
incompleta, a menudo son la causa de accidentes
musculares o tendinosos.
En cuanto a la competición, es responsable de un
número más alto de traumatismos agudos que de micro-traumatismos.
La repetición de las competiciones de alto
nivel es un factor favorecedor de las lesiones [43].
En este contexto es indispensable buscar un posible sín-drome
de exceso de entrenamiento, que puede definirse
como un descenso de los rendimientos físicos a pesar de
la prosecución e incluso del aumento de las sesiones de
entrenamiento. Este síndrome temible, difícil de demos-trar
y por tanto de tratar, puede revelarse inicialmente
mediante lesiones [44]. Las pruebas de esfuerzo ponen de
relieve un descenso del rendimiento pero, sobre todo,
una menor producción de ácido láctico y un aumento del
consumo de oxígeno en un mismo nivel de ejercicio. A
menudo se observan signos a favor de una recuperación
menos satisfactoria. Al contrario, los parámetros biológi-cos,
como la elevación de las creatinas cinasas (CK), rara
vez se usan. Hasta hoy, la mejor detección se obtiene con
los cuestionarios de exceso de entrenamiento [45].
En el mismo sentido, hay que tratar de detectar posi-bles
errores dietéticos [46], como los aportes insuficientes
de azúcares lentos, necesarios para la recarga glucogé-nica
del músculo. Los aportes calóricos deben modularse
en función de la intensidad del entrenamiento y de las
competiciones. Los aportes hídricos insuficientes también
pueden ser una causa indirecta de lesiones musculares o
tendinosas (recuérdese la necesidad de una rehidratación
regular durante el esfuerzo y después de los ejercicios).
Estos aportes deben aumentarse en condiciones especiales
(por ejemplo, calor intenso, ejercicios en altura).
Aspectos materiales
Con frecuencia se menciona como causa el material que
se usa. El ejemplo más típico es el de la raqueta de tenis, a la
que se le atribuye el desarrollo de algunas epicondilalgias
laterales en jugadores de nivel medio o bajo [47].
El calzado, sea cual sea la especialidad deportiva, ha evo-lucionado
mucho en su dise˜no. La aparición de botas de
esquí alpino de ca˜na alta ha provocado una disminución
notable de las lesiones del tobillo y del pie, pero de forma
paralela han aumentado los traumatismos de la rodilla [48].
El calzado del corredor a pie es cada vez más sofisticado,
lo que ha producido una variación en la incidencia de
los microtraumatismos. Además, se sabe que el riesgo de
lesión se relaciona de forma directa con el desgaste del cal-zado.
Sin embargo, lejos se está de poder solucionar todos
los problemas con un calzado ideal, adaptado a la mor-fología
y a la dinámica del pie, un factor eminentemente
variable en función de cada persona [40]. En otras palabras,
cualquier modificación del calzado puede ser un factor de
riesgo suplementario.
EMC - Aparato locomotor 3
4. E – 14-920-B-10 Lesiones crónicas del aparato locomotor en el deportista
Aun cuando esto se refiere a los microtraumatismos, no
debe olvidarse la eficacia de las protecciones, un aspecto
confirmado en el caso del ciclismo (uso de casco) [49].
El índice de heridas producidas por la práctica de esquí
alpino se ha reducido de forma notable, gracias al per-feccionamiento
de los equipos (esquíes y calzados). Se
observan los mismos resultados en el snowboard y el pati-naje
de velocidad (sobre todo, protección de las rodillas,
las mu˜necas y los codos) [48]. Asimismo, en los jugadores de
rugby, usar protector dental y casco es eficaz para prevenir
los traumatismos faciales y craneales [50].
Respecto a los suelos, en los traumatismos del corre-dor
a pie se ha incriminado a menudo, quizá de forma
errónea, a los suelos duros de tipo macadán. El factor
de riesgo principal sería más bien el cambio de sue-los
[12]. Este concepto se aplica a los deportes colectivos.
La incidencia de las lesiones no es mayor si el entrena-miento
se efectúa en césped natural o artificial de última
generación [51].
Clasificación de las lesiones
Miembro superior
Hombro
Un enfoque más fino de la exploración física, asociado
al conocimiento de la técnica deportiva, a la contribu-ción
de las pruebas de imagen e incluso de la artroscopia,
ha permitido identificar algunos síndromes, lo cual ha
mejorado el tratamiento y la prevención.
No se tratarán aquí las luxaciones o secuelas de luxa-ción
[52] ni las lesiones del rodete glenoideo [53] o del
manguito de los rotadores.
La afección microtraumática del hombro es frecuente
en algunas disciplinas. Los deportes de lanzamiento (béis-bol,
balonvolea, balonmano, jabalina, fútbol americano,
tenis) ponen en juego una auténtica cadena cinética
en el miembro superior. La velocidad del lanzamiento
del objeto de que se trata depende de la calidad del
movimiento, pero también de la velocidad de la articu-lación
(por ejemplo, casi unos 7.000◦ por segundo en
el lanzador de béisbol [54]). Esto genera, en el momento
del armado, tensiones máximas que provocan lesiones
intraarticulares. Luego, al final del movimiento, se inicia
una acción explosiva de los músculos rotadores media-les,
que debe acompa˜narse de un trabajo en contracción
excéntrica de los rotadores laterales, los cuales actúan
entonces como frenadores. Cualquier movimiento mal
programado puede causar, al menos en parte, una lesión
por uso excesivo a modo de conflicto o de lesión por trac-ción
de los nervios supraescapulares o del nervio torácico
largo.
En cuanto a la natación, los mecanismos son distintos.
Influye más la repetición del movimiento que la veloci-dad,
con un trabajo principal de los músculos rotadores
mediales. Estos desequilibrios entre los diversos grupos
musculares son factores favorecedores de microtrauma-tismos
[14].
En otras especialidades se manifiesta el concepto de
microtraumatismos directos. Es el caso de la entrada al
agua del saltador de trampolín. A este cuadro podrían
asemejarse las lesiones vinculadas a posibles golpes (por
ejemplo, disparos bloqueados en el balonmano).
Esto pone de relieve la importancia de la exploración
física. La anamnesis detecta los mecanismos que despier-tan
el dolor, y la valoración biológica [55] se dirige a buscar
una lesión muscular o tendinosa raramente aislada, una
amiotrofia a menudo discreta de las fosas supra e infraes-pinosas,
reflejo de la lesión del nervio supraescapular, un
despegamiento del omóplato en relación con una lesión
del nervio torácico largo [3]. Esta exploración se com-pleta
con las maniobras dinámicas pasivas o activas que
permiten identificar las diversas lesiones (pruebas de Neer,
Jobe, Gerber, Hawkins, etc.). Es conocida, sin embargo, la
escasa especificidad de estas pruebas [56].
La indicación de pruebas complementarias deriva direc-tamente
de la exploración física. El electromiograma se
indica ante la sospecha de una lesión del nervio supraesca-pular.
La ecografía permite analizar la estructura muscular
y tendinosa [57]. La artrotomografía computarizada (artro-
TC), la resonancia magnética (RM) e incluso la artro-RM
exploran los tejidos blandos y el rodete glenoideo. Más
raramente, la gammagrafía ósea permite diagnosticar una
fractura de esfuerzo (clavícula en el halterófilo, coracoi-des,
húmero en el tenis, el béisbol o el lanzamiento de
jabalina, y la parrilla costal en los pilotos de karting).
La decisión terapéutica puede tomarse sólo después de
esta exploración. Se insiste en la prevención, a saber, el
mantenimiento de las amplitudes articulares y de la fle-xibilidad,
así como de la fuerza de los grupos musculares,
que se pueden evaluar provechosamente en modo isoci-nético.
Codo
Esta articulación participa muy activamente en la gim-nasia,
la lucha, el béisbol, el lanzamiento de jabalina y,
por supuesto, el tenis.
Como en el hombro, las lesiones dependen directa-mente
del gesto técnico deportivo. Así, la gimnasia causa
con más frecuencia una lesión intraarticular, el tenis una
lesión mixta del compartimento lateral y los deportes de
lanzamiento una lesión del compartimento medial vincu-lado
a los movimientos en valgo (a modo de tracción), que
de forma secundaria pueden evolucionar hacia una lesión
del compartimento lateral (lesión por compresión).
En la exploración física se buscan signos de lesión
intraarticular (déficit angular), una lesión muscular o ten-dinosa
y/o un síndrome de compresión nerviosa [58].
Las pruebas complementarias se discuten en función
de la clínica. De escaso interés para las lesiones tendino-sas
aisladas del compartimento lateral, permiten buscar
calcificaciones en el compartimento medial (radiografía,
ecografía) o lesiones osteocondrales intraarticulares (TC o
RM).
En la mayoría de los casos, se prescribe un tratamiento
médico: reposo y masajes transversos profundos de los
tendones, asociados a estiramientos. Las ondas de choque
extracorpóreas pueden tener alguna indicación. Las infil-traciones
deben discutirse, ya que sólo han demostrado ser
eficaces a corto plazo en el tratamiento de las epicondilal-gias
laterales de origen tendinoso. Sin embargo, hay que
incluir sobre todo el concepto de prevención (precalenta-miento,
material adecuado y, si es necesario, corrección
del aspecto técnico). Sólo si fracasa se considera en cada
caso un tratamiento quirúrgico, que entonces se dirige a
todas las lesiones (tendinosas, intraarticulares e incluso
nerviosas).
Mano
Se insiste en la calidad de la exploración física, que
en algunos casos orienta hacia la indicación de pruebas
complementarias. Fuera de las secuelas de traumatismos
agudos (luxación, fractura, esguince) [59], la afección de la
mano es microtraumática en la mayoría de los casos y
compromete tanto a las estructuras ligamentosas como a
los tendones, las arterias y los nervios.
Entonces, el gesto técnico deportivo puede ser la causa
de la lesión o la revelación de una anomalía subyacente.
Las lesiones varían según la disciplina de que se trata. El
box es fuente de lesiones osteoligamentosas y de luxacio-nes
de los huesos del carpo. Los deportes con balón y la
esgrima causan esguinces y luxaciones de los dedos, frac-turas
del escafoides del carpo y de los metacarpianos. Las
fracturas de esfuerzo de la apófisis unciforme del hueso
ganchoso afectan a golfistas y tenistas. El esquiador sufre
4 EMC - Aparato locomotor
5. Lesiones crónicas del aparato locomotor en el deportista E – 14-920-B-10
ante todo el esguince metacarpofalángico del pulgar. Los
gimnastas pueden sufrir una impactación radiocarpiana
que suele conducir a lesiones del cartílago epifisario en el
adolescente [60], pero también, con menos frecuencia, al
síndrome del nervio interóseo posterior distal. Los escala-dores
presentan cuadros de tenosinovitis y lesiones de las
poleas digitales. Los especialistas de pelota vasca sufren
quistes e higromas que causan lesiones neurológicas, cua-dros
de microangiopatía y frecuentes artrosis de los dedos.
Estos microtraumatismos vasculares han sido descritos
hace poco en jugadores de balonvolea, por lo que deben
ser objeto de una búsqueda sistemática. Por último, los
ciclistas sufren en primer lugar síndromes de compresión
nerviosa (nervio mediano, nervio cubital).
En la mayoría de los casos, estas lesiones guardan rela-ción
con la repetición del movimiento, la modificación de
la técnica, un material inapropiado o incluso un simple
cambio de las condiciones de entrenamiento. Estos facto-res
han de buscarse entonces de forma sistemática con el
fin de mejorar la prevención.
Columna vertebral
Lesiones de la columna vertebral
Las lesiones de la columna cervical, microtraumáticas,
pueden adoptar la forma de cervicalgias menores y, más
adelante, de una descompensación artrósica. Se observan
en los futbolistas, basquetbolistas y, sobre todo, jugadores
de rugby y de fútbol americano, pero también durante la
práctica de trampolín, en la aviación y en los deportes
mecánicos.
Aunque estos cuadros no se caracterizan por presentar
singularidades clínicas, hay que tener en cuenta el posi-ble
riesgo de complicaciones neurológicas serias por lesión
del segmento móvil raquídeo en deportistas muy muscu-losos
y demasiado acostumbrados a padecer cervicalgias
de repetición. Esto explica la importancia de la explora-ción
física general, completada con un buen estudio por
imagen que, si es necesario, incluye placas dinámicas y,
ante la menor duda, la derivación del paciente para su
atención por equipos especializados.
Al igual que en las otras articulaciones ya estudiadas,
hay que poner énfasis en la prevención de las lesiones
a través del perfeccionamiento del material, insistiendo
en el fortalecimiento muscular e incluso modificando los
reglamentos federales. El ejemplo más típico se refiere al
rugby, con la supresión de los api˜namientos de jugadores
y la modificación de las reglas de entrada en melé y del
placaje [61, 62].
Lesiones de la columna lumbar
En algunas disciplinas deportivas, la columna lumbar
representa más del 10% de los motivos de consulta a causa
de lumbalgias agudas o crónicas y, con menos frecuencia,
de lumbociatalgias.
Las causas deben buscarse de forma sistemática: rara vez
una hernia discal pura, más a menudo una lesión muscu-lar,
un desarreglo intervertebral articular posterior, una
lisis ístmica y, en el adolescente, una distrofia epifisaria de
crecimiento.
El gesto técnico deportivo puede inducir esta afección
por efecto de hiperextensión (gimnasia deportiva, gimna-sia
rítmica y deportiva, danza), en rotación (lanzadores,
golpe a un balón) o en compresión (halterofilia). De forma
indirecta, la rigidez del músculo iliopsoas en algunos
deportes (sobre todo colectivos) puede generar una hiper-lordosis
secundaria, que es un factor que predispone a la
lumbalgia.
Se plantea el interrogante relativo a la frecuencia de
las lumbalgias vinculadas a la práctica deportiva. En lo
que se refiere al adolescente, se sabe que no hay dife-rencias
entre varón y mujer, sean o no deportistas. En
cambio, la incidencia de la lisis ístmica es más elevada
en deportes como la gimnasia, el salto de trampolín y la
halterofilia.
Este último cuadro merece una atención especial [63].
Se insiste en la lumbalgia aguda o subaguda, desencade-nada
por el ejercicio y, en el adolescente, expresión de una
probable fractura ístmica de esfuerzo. Al principio, el diag-nóstico
puede ser difícil, incluso con radiografías oblicuas
de buena calidad. La tomogammagrafía ósea o incluso la
RM son los métodos de elección, completados si es necesa-rio
con una TC a efectos de iniciar el tratamiento médico
de inmediato (reposo, inmovilización con corsé) y evitar
el riesgo de complicaciones.
Pelvis
El cuadro clínico más frecuente es, por lejos, el de
la afección puboabdominal [64], que afecta de forma casi
exclusiva a los varones. Además de las caderas [65], hay
que explorar de manera sistemática las articulaciones
sacroilíacas. Éstas, poco móviles, muy estrechamente vin-culadas
a la biomecánica de la columna lumbar y de la
sínfisis del pubis, están sometidas a fuerzas intensas y repe-tidas
que pueden causar manifestaciones agudas (fractura
de esfuerzo) o crónicas. La mayoría de las veces, las prue-bas
complementarias son las que permiten confirmar el
diagnóstico (gammagrafía ósea y, sobre todo, RM).
Miembro inferior
Las lesiones son igualmente variadas y más frecuentes
que en el miembro superior.
Cadera
La práctica deportiva intensa es un factor de artrosis
precoz si hay anomalías morfológicas preexistentes [66].
En los últimos a˜nos ha empezado a prestarse atención
a la búsqueda de conflictos anteriores [67] y a los nexos
frecuentes entre las afecciones coxofemoral y puboab-dominal
[68]. Ante una coxopatía en una persona joven
hay que emprender una valoración clínica y radiológica
completa, que se interpretará en función de la práctica
deportiva (danza, deportes colectivos, deportes de com-bate).
Las actividades físicas también son el modo de reve-lación
más frecuente de las caderas con resalte [69]. Esta
lesión extraarticular, más frecuente en la mujer, sobre
todo en las bailarinas, debe tenerse en cuenta sólo si se
acompa˜na de dolor. En este caso, hay que distinguirla de
las otras causas posibles de resaltes intraarticulares (lesión
osteocondral, lesión del rodete glenoideo, etc.), de los
resaltes externos (tracto iliotibial, glúteo mayor) o pos-teriores
(tendón del bíceps) [70].
Muslo
Las lesiones afectan en primer lugar a los músculos
estriados esqueléticos. Hay dos situaciones principa-les:
golpe directo o mecanismo intrínseco (más fre-cuente),
con asociación de un elemento de contracción
excéntrica.
El riesgo principal de los golpes directos (fútbol, rugby,
caída de una motocicleta) es el desarrollo de un hematoma
del músculo vasto intermedio, que puede evolucionar
con rapidez hacia la miositis osificante, lo que justifica la
necesidad de una valoración ecográfica y un tratamiento
precoz.
Las lesiones intrínsecas varían en función de la disci-plina
de la que se trate. Casi inexistentes en el jugador
de baloncesto, representan más del 20% de los acci-dentes
en el fútbol (con un aumento ostensible de las
lesiones de los isquiosurales [22]). En lo que se refiere al atle-tismo,
las disciplinas de salto y de velocidad son las más
EMC - Aparato locomotor 5
6. E – 14-920-B-10 Lesiones crónicas del aparato locomotor en el deportista
comprometidas, y muy especialmente se afectan los
isquiosurales, lo que expone a riesgos de secuelas y, sobre
todo, de fibrosis que pueden ser difíciles de tratar.
El ejercicio físico puede ser revelador de enfermedades
neuromusculares a modo de calambres y cansancio. Este
cuadro debe conocerse bien [71], ya que en ocasiones per-mite
detectar déficits enzimáticos que contraindican la
actividad física intensa. Las pruebas de esfuerzo programa-das
antes de exploraciones complejas (biopsia muscular)
permiten aproximarse a estas enfermedades mediante
la evaluación de las capacidades aeróbicas y el estudio
de algunos parámetros biológicos. Un aumento precoz
de la lactacidemia sugiere una posible lesión mitocon-drial.
La ausencia o la baja producción de ácido láctico
con el esfuerzo máximo es indicio de la existencia de
una glucogenosis. A menudo se detecta una elevación
clara de las CK (hay que prestar atención a que en
las 48 horas precedentes no se haya efectuado ningún
ejercicio intenso), fuera de cualquier antecedente de trau-matismo
muscular. Estos cuadros deben distinguirse del
dolor subsiguiente al esfuerzo, de escaso valor, desencade-nados
sobre todo por los ejercicios excéntricos en fase de
recuperación [72].
Con excepción de una afección muscular, hay que pen-sar
en descartar de manera sistemática un síndrome de
compresión nerviosa (nervio cutáneo lateral del muslo,
nervio abdominogenital mayor, nervio obturador [58, 73]).
El diagnóstico es clínico [74] y las pruebas electrofisiológi-cas
suelen ser negativas.
Por último, una causa vascular frecuente de dolores del
muslo es la endofibrosis ilíaca externa [75]. Descrita en el
ciclista de alto nivel, se ha observado también en los corre-dores
de fondo y los triatletas. Este cuadro se limita a un
dolor del muslo desencadenado por el ejercicio intenso, y
a veces adopta la forma de seudocalambres, con sensación
de hinchazón y debilidad de todo el miembro inferior.
Estos signos desaparecen pronto con la disminución de la
intensidad del ejercicio. El diagnóstico debe confirmarse
con un Doppler arterial, el cual, normal en reposo, sólo
es patológico si se efectúa inmediatamente después de
desencadenar el dolor con una prueba en ergociclo. La
curación sólo es posible con tratamiento quirúrgico adap-tado
a las lesiones y a la edad.
Rodilla [76]
Esta articulación se afecta con frecuencia y compromete
el aparato extensor de las estructuras meniscoligamento-sas,
cartilaginosas o de los tendones.
Aparato extensor
El síndrome femororrotuliano representa el motivo de
consulta más frecuente antes de los 20 a˜nos de edad. El
deporte no es más que uno de los elementos reveladores
de las manifestaciones clínicas en relación con anoma-lías
morfotípicas (genu valgum, genu recurvatum, rótula
alta, rótula baja). La dificultad reside en adaptar la activi-dad
deportiva a la discapacidad real o supuesta, teniendo
en cuenta el contexto psicológico (los síntomas referi-dos
por el paciente no siempre correlacionan con las
pruebas clínicas y complementarias). Al contrario, hay
que detectar auténticas inestabilidades, por suerte infre-cuentes,
infravaloradas por los deportistas jóvenes muy
motivados [77].
Un síndrome femororrotuliano menor del adolescente,
sin signo radiológico, rara vez es un motivo de renuncia a
las actividades físicas. La mayoría de las veces, estos sínto-mas
se atenúan hacia el final del crecimiento. En cambio,
se puede hablar de algunas prácticas deportivas de riesgo
(deporte con pivote, impulsos) si existe una auténtica
inestabilidad.
La tendinopatía cuadricipital es infrecuente y de diag-nóstico
y tratamiento fáciles. Forma parte del cuadro de
la rodilla de saltador en el baloncesto, el balonvolea y el
salto en altura. Puede presentarse de forma aislada en el
ciclista y no se debe confundir con la fractura de esfuerzo
de la rótula que se observa en los esquiadores de fondo o
los corredores a pie.
La tendinopatía del ligamento rotuliano es patrimonio
de los deportes de impulso y alcanza su pico de frecuencia
entre los 15-25 a˜nos de edad. Los dolores deben evaluarse
en relación con el ejercicio físico, según la clasificación de
Feretti [78]. En los estadios I y II, el tratamiento médico pro-duce
la mayoría de las veces excelentes resultados [79]. En el
estadio III, los resultados son mucho más decepcionantes,
pues se trata de lesiones degenerativas observadas en eco-grafía
y RM, que en su mayoría afectan el tercio superior
del tendón. En los deportistas confirmados y motivados
hay que pensar en la indicación quirúrgica.
Estructuras meniscoligamentosas [80, 81]
Lesiones meniscales. Las lesiones meniscales aisladas
no tienen ninguna especificidad en la práctica deportiva.
Sin embargo, se insiste en los riesgos postoperatorios de
exclusión del cuádriceps, en relación con el dolor y capaz
de inducir una pérdida de fuerza en los primeros días. Esto
justifica el inicio de un programa precoz de lucha contra
el dolor y de rehabilitación secundaria.
Lesiones ligamentosas. Las lesiones ligamentosas
han sido objeto de la mayor cantidad de publicaciones.
Los adelantos en los conocimientos sobre la cicatrización
ligamentosa periférica y el efecto perjudicial de la inmovi-lización
prolongada son considerables [82]. Aquí se tratarán
los puntos más específicos de la práctica deportiva relati-vos
a la lesión más frecuente, a saber, la del ligamento
cruzado anteroexterno.
Todas las actividades de pivote-contacto (fútbol, rugby,
balonmano, baloncesto, fútbol americano, etc.) son las
más implicadas, pero el riesgo y el mecanismo de rup-tura
dependen de la edad y del nivel de práctica [83]. Sin
embargo, pueden estar implicadas todas las disciplinas
que necesitan el uso de los miembros inferiores como, por
ejemplo, el yudo [84] y el esquí alpino (sea cual sea el nivel
de práctica).
En el adolescente, las lesiones son menos frecuentes
antes del cierre de los cartílagos de crecimiento, pero sin
embargo están en aumento y comprometen sobre todo las
actividades de la vida corriente y deportes como el pati-nete,
la gimnasia, la bicicleta de monta˜na y el esquí [85].
Esto plantea problemas en cuanto a la conducta prác-tica
(tratamiento funcional o, más raramente, tratamiento
quirúrgico desde el principio, pero con preservación de
los cartílagos de crecimiento) [86], más todavía porque las
lesiones meniscales son más frecuentes que en los adultos
jóvenes.
El tratamiento sigue siendo motivo de discusión incluso
en el adulto, pues debe depender de la edad y del nivel
de práctica. Las indicaciones y los límites de la cirugía
han sido revisados recientemente por la Haute Autorité
de Santé (HAS) francesa [87].
La inestabilidad es el síntoma principal y hay que distin-guirla
de la laxitud. El adulto joven que practica deportes
de pivote-contacto, con mayor razón si es profesional,
debe ser tratado mediante cirugía una vez que la rodi-lla
está seca y el dolor es mínimo. No es desde luego la
conducta que hay que adoptar ante el deportista ocasio-nal,
que primero debe recibir un tratamiento conservador
bien conducido, lo que en ningún caso significa optar por
la abstención terapéutica.
Un aspecto esencial es la lesión meniscal asociada.
Aunque algunas tienen un potencial de cicatrización
indiscutible, no parece lógico indicar la meniscectomía
sin reparar el pivote central. Es sabido que a medio y largo
plazos los riesgos de evolución hacia la artrosis son mucho
más elevados.
Frente al aumento de la frecuencia de estas lesiones, la
indicación de las ortesis es motivo de discusión. Desde
el principio se se˜nala la dificultad para efectuar estu-dios
científicamente indiscutibles: no existen pruebas del
6 EMC - Aparato locomotor
7. Lesiones crónicas del aparato locomotor en el deportista E – 14-920-B-10
efecto preventivo de estas ortesis con relación al riesgo
de lesión. Su eficacia en el período postoperatorio no está
demostrada, sea cual sea el tipo de ortesis [88]. Sin embargo,
pueden evitar la inestabilidad en los pacientes no opera-dos.
Tendinopatías [89]
Afectan en primer lugar a los corredores a pie, los ciclis-tas
y los triatletas.
La tendinitis de la pata de ganso es casi inexistente en el
deportista fuera de un programa de rehabilitación inten-siva.
Un cuadro doloroso del compartimento medio hace
sospechar, ante todo, una lesión meniscoligamentosa u
osteocartilaginosa.
Respecto a la tendinitis del bíceps femoral, la ecografía
se recomienda para apreciar mejor el tipo exacto de lesión
y las variaciones anatómicas, que distan de ser excepcio-nales.
La tendinitis del tensor de la fascia lata es más frecuente
y afecta sobre todo a los corredores a pie [90]. Se trata de
un dolor del compartimento lateral, despertado por los
movimientos repetidos de flexión-extensión (síndrome
del limpiaparabrisas). Es una lesión típica por fricción. El
diagnóstico es clínico y las pruebas complementarias (eco-grafía,
RM) sólo se usan como posible complemento en
busca de una bursitis. Además de las anomalías del mor-fotipo
(genu varum, torsión femoral interna, desigualdad
de longitud de los miembros inferiores), se se˜nala como
factor favorecedor el kilometraje excesivo, asociado a una
menor experiencia en la carrera a pie. El tratamiento es
ante todo médico, con asociación sistemática de la correc-ción
de los factores de riesgo, y muy rara vez quirúrgico
(resección parcial, posterior, de la cintilla iliotibial).
La tendinitis del poplíteo es menos común, se incluye
con las lesiones posterolaterales y es de diagnóstico difí-cil
[91].
Pierna
Los dolores de la pierna revelados por la práctica
deportiva son un motivo frecuente de consulta [92]. Se dis-tinguen
varias causas.
Tendón calcáneo [79]
Es el tendón más frecuentemente afectado en los corre-dores
a pie. Primero se elabora bien el cuadro clínico y
se completa con el estudio por imagen (en primer lugar
la ecografía). El tratamiento y la curación dependen de
forma directa de la magnitud de las lesiones [93]. La ruptura
del tendón de Aquiles se observa principalmente después
de los 35 a˜nos de edad, pero el riesgo sería mucho mayor a
partir de los 20 a˜nos en algunas disciplinas en las que pre-valecen
los impulsos (salto en altura, gimnasia, deportes
acrobáticos).
Accidentes musculares
Las más frecuentes son las lesiones bajas del gastrocne-mio
medial. Se observan con preferencia después de los
30 a˜nos en los corredores a pie, pero también en depor-tes
colectivos y en los jugadores de tenis. En ocasiones la
cicatrización es difícil y se acompa˜na de dolores residuales
cuando no se respetan los períodos de cicatrización.
Síndromes compartimentales crónicos
Aunque también han sido descritos en otros segmentos
de miembros (en especial el antebrazo en los que practican
tabla a vela, motocross), afectan en primer lugar a la pierna
(compartimento anterolateral y, más raramente, compar-timento
posterior profundo) [94]. Esta lesión se observa
sobre todo en los corredores de fondo, los caminantes y los
especialistas de patín sobre ruedas. El modo de aparición
suele ser progresivo. El diagnóstico se confirma midiendo
las presiones intramusculares, en reposo y después de un
ejercicio que desencadena los síntomas. El tratamiento es
quirúrgico.
Músculos supernumerarios y fascículos musculares
accesorios
Conocidos desde hace tiempo por los anatomistas,
durante la práctica deportiva pueden revelarse como un
síndrome doloroso de esfuerzo a modo de pesadez en los
miembros o de seudocalambres y, más raramente, como
un cuadro de claudicación intermitente. En la pierna
se identifica el sóleo accesorio, pero también pueden
afectarse otros músculos (peroneos, tibial anterior, gas-trocnemio
medial). En la fosa poplítea hay que investigar
la presencia de un músculo semimembranoso.
El diagnóstico clínico se confirma con la ecografía y,
sobre todo, la RM, de forma comparativa. El único trata-miento
eficaz, sobre todo en caso de compresión nerviosa
o vascular, consiste como mínimo en una fasciotomía y,
la mayoría de las veces, en la escisión del fascículo respon-sable
de los síntomas.
Fracturas de esfuerzo
Pueden afectar a cualquier hueso, según la disciplina,
pero se observa una frecuencia más elevada en la pierna,
sobre todo en la tibia [13]. Los que más se lesionan son los
que practican deportes de resistencia. El diagnóstico se
confirma precozmente con la RM o la gammagrafía con
tecnecio 99m, que ayudan a precisar la duración de la
interrupción de la marcha [95]. Sin embargo, se recuerda
que los focos de hipercaptación, fuera de un contexto
patológico, son frecuentes en el deportista.
Periostitis tibial
Se manifiesta por un dolor central en el tercio medio-tercio
inferior de la tibia que corresponde a una lesión
de la inserción de los músculos flexores plantares. Desen-cadenada
por el ejercicio físico, aliviada con el reposo e
inducida por un retropié en pronación, se limita a un cua-dro
doloroso que se detecta por palpación. El tratamiento,
que asocia disminución de las actividades físicas, antiin-flamatorios
no esteroideos y corrección de los trastornos
morfológicos del retropié, suele producir excelentes resul-tados.
Enfermedad vascular [75]
Suele estar vinculada a un fascículo supernumerario o
a un trayecto anómalo del vaso. De forma excepcional,
se observa el cuadro típico de síndrome del sóleo con
pesadez del miembro e incluso edema de la pantorrilla,
desencadenado por el ejercicio y resultado de una com-presión
venosa a la altura del arco poplíteo. El síndrome
de la arteria poplítea atrapada es patrimonio del deportista
joven y el cuadro es el de una claudicación intermitente
de esfuerzo. El Doppler arterial dinámico, completado de
forma secundaria con una angio-RM, confirma los diag-nósticos.
También en este caso, el tratamiento sólo puede
ser quirúrgico y consiste en la remoción del obstáculo
anatómico.
Tobillo
Junto con la rodilla, es la articulación más frecuente-mente
afectada.
Esguince de tobillo [96]
Se trata ante todo de los esguinces del compartimento
lateral, pero de ningún modo se dejarán de buscar lesiones
más infrecuentes (esguinces anteriores, mediales, subas-tragalinos).
La exploración física y la conducta práctica
están perfectamente codificadas. Se observan sobre todo
en los deportes colectivos: en primer lugar el balon-cesto
[84] y el balonvolea, pero también el fútbol.
Se insiste en la atención médica del primer accidente, ya
que la recidiva conduce a la inestabilidad y a las lesiones
asociadas.
Respecto al vendaje de sujeción, e incluso a las ortesis
para la prevención de los esguinces, losestudios recientes
EMC - Aparato locomotor 7
8. E – 14-920-B-10 Lesiones crónicas del aparato locomotor en el deportista
están a favor de esta técnica [97]. Además, tendría un efecto
positivo en relación con las recidivas, por lo menos en
cuanto a su frecuencia.
Falsos esguinces de tobillo
Con esta denominación se agrupan algunas lesiones
que han de buscarse de manera sistemática en el con-texto
del diagnóstico diferencial. Si se sospecha un quiste
mucoso, una necrosis parcial, una fractura osteocondral
o una osteocondritis, es probable que la radiografía sim-ple
no revele estas lesiones. La gammagrafía ósea es un
buen método de detección en busca de un foco de hiper-captación
localizada. El diagnóstico se confirma mediante
artro-TC o, mejor aún, RM[98].
Los síndromes de la encrucijada anterior o posterior (a
menudo asociados) son otra causa posible, sobre todo en
el fútbol y la danza. El síndrome de la encrucijada ante-rior
se manifiesta por dolor agudo en hiperextensión. El
síndrome posterior se revela con la flexión plantar diná-mica
y corresponde a un traumatismo de la tuberosidad
posterolateral del astrágalo. En la persona que practica
danza se asocia a menudo a una tendinitis del flexor largo
del primer dedo. La radiografía confirma la lesión, pero
se interpreta en función del cuadro clínico. En todos los
casos, estos síndromes suelen regresar con reposo depor-tivo,
tratamiento antiinflamatorio y kinesiterapia. Ante el
fracaso, se indican infiltraciones y, con menos frecuencia,
un tratamiento quirúrgico.
Lesiones tendinosas
Afectan sobre todo a los tendones peroneos [99] y se
observan en numerosas disciplinas deportivas. Las lesio-nes
del tibial posterior, sobre todo las rupturas parciales,
son más infrecuentes, pero también hay que conocer-las
perfectamente. El cuadro clínico puede revelarse de
forma aguda o subaguda por un movimiento en flexión
dorsal y eversión, aunque en general lo hace de manera
más insidiosa. El diagnóstico clínico se confirma con RM.
El tratamiento médico es decepcionante en el deportista,
incluso en caso de ruptura parcial, por lo que se considera
recomendable el tratamiento quirúrgico.
Pie [100]
Lesiones de la aponeurosis plantar
Se observan en todos los deportes, pero principalmente
en la carrera a pie, y las induce el retropié en supinación. Se
distingue la alteración de inserción en el calcáneo (mioa-poneurositis
plantar) de la fascitis plantar propiamente
dicha (dolor a nivel del arco interno) e incluso de la rup-tura
de la aponeurosis. Aunque el diagnóstico es ante todo
clínico y el tratamiento es médico, la RM puede ser muy
útil antes de una posible intervención quirúrgica, que en
cualquier caso no debe efectuarse hasta no cumplirse al
menos 3 meses de un tratamiento médico bien conducido.
Lesiones osteoligamentosas
Aunque son frecuentes, no presentan características
diagnósticas y terapéuticas bien definidas.
Esguinces de las articulaciones mediotarsianas
(sobre todo la articulación de Lisfranc). Se observan
en los futbolistas (mecanismo de golpe directo en un dis-paro
bloqueado). El riesgo de dolor secuelar es en principio
muy elevado. La valoración radiográfica es sistemática y se
dirige al espacio articular. Este tipo de lesión se trata como
cualquier esguince, y no se la debe considerar como un
traumatismo menor por el riesgo de inducir una evolución
crónica aleatoria.
Fracturas de esfuerzo. Los sesamoideos y los meta-tarsianos
pueden afectarse en la carrera a pie, la danza y
los saltos; los huesos del tarso en la carrera y sobre todo,
en el caso del escafoides, en la aceleración final de una
carrera de velocidad [13]. Respecto a este cuadro, los sig-nos
radiográficos aparecen de forma tardía. Las fracturas
de esfuerzo son más propensas en presenciade anomalías
morfológicas o de sinostosis, que se sospechan en la explo-ración
física y se confirman en las radiografías o, mejor
aún, en la TC.
Lesión del primer radio. La afección del primer
radio, sobre todo de la primera articulación metatarso-falángica,
suele producirse en el futbolista al golpear el
balón o por traumatismo directo. Se observa también en
los bailarines, en quienes se manifiesta por hipermovili-dad
o a modo de hallux rigidus.
Como estas lesiones son muy invalidantes, antes de
tomar una decisión quirúrgica hay que indicar todos los
tratamientos médicos posibles e incluso métodos de pro-tección
locales.
Conclusión
La atención médica a una persona que ha sufrido un
traumatismo deportivo debe ser completa. El diagnóstico
es esencialmente clínico y, si es necesario, se confirma con
otras exploraciones (estudio por imagen en especial). En
general, primero se indica un tratamiento médico, que
debe enfocarse en la especificidad del gesto técnico depor-tivo
con el propósito de corregir las posibles anomalías
(defectos en la ejecución del movimiento, material, entre-namiento),
responsables de estas tecnopatías, y evitar la
recidiva.
“ Puntos esenciales
• La exploración física es indisociable del cono-cimiento
del gesto técnico deportivo que ha
provocado la lesión.
• Las pruebas complementarias siempre deben
estar justificadas y en ningún caso se indican como
primera elección.
• En el esquema terapéutico hay que tener en
cuenta la edad, el sexo y el nivel de práctica.
• La prevención es el aspecto fundamental, en
especial de las lesiones por microtraumatismo y
por sobrecarga.
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P. Rochcongar (pierre.rochcongar@chu-rennes.fr).
Service de médecine du sport, CHU de Pontchaillou, rue Henri-Le-Guilloux, 35033 Rennes cedex 9, France.
Cualquier referencia a este artículo debe incluir la mención del artículo: Rochcongar P. Lesiones crónicas del aparato locomotor en el
deportista. EMC - Aparato locomotor 2014;47(2):1-10 [Artículo E – 14-920-B-10].
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