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Mentalidad de reconquista y primeros conquistadores
Author(s): Hernán G. H. Taboada
Source: Revista de Historia de América, No. 135 (Jul. - Dec., 2004), pp. 39-48
Published by: Pan American Institute of Geography and History
Stable URL: http://www.jstor.org/stable/20140150
Accessed: 17/03/2010 12:11

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MENTALIDAD DE RECONQUISTAY PRIMEROS
                                       CONQUISTADORES


                                                                                 Hern?n         G.H.     TABOADA*



Abstract

Very repeated has been the opinion        that Conquistadores     brought to America
an anti-Muslim      ideology,  originated    from the Reconquista,         that induced
 them to assimilate   Indians and Muslims.      Such opinion     is simplistic: Recon

quista themes and language exist in the chronicles,           but are decorative     and

 superficial. They disappeared      soon from the Criollo     discourse,     being recy
cled by other groups, sometimes       opposed    to the conquistadores.


Resumen

Repetida   es la opini?n que los conquistadores                              y sus descendientes    criollos
eran portadores   de una ideolog?a antiisl?mica,                            originada   en la Reconquista,
que les hizo asimilar    indios con moros.   Tal                           opini?n   es simplista:  temas y
               de la Reconquista       en las cr?nicas; pero
                                             aparecen                                           son decorativos           y
 lenguaje
superficiales. Desaparecieron   pronto del discurso    criollo,                                 siendo     reciclados
por otros grupos, a veces contrarios a los conquistadores.

         La   continuidad     entre   la guerra    de moros      y la guerra  de indios era tan evidente            que
         los conquistadores       llamaron    mezquitas       a los templos paganos   del Nuevo Mundo.

                                                                                                       Jacques   Lafaye


     Esta     cita bastante       adecuadamente          ejemplifica             la idea de una continuidad

 ideol?gica       entre Reconquista               y Conquista.    En           la base      de tal idea, muy         di



     CCYDEL, Universidad        Nacional     Aut?noma         de M?xico,     haroldo@servidor.unam.mx
 1
     A lo largo de este texto utilizo la palabra Reconquista por la comodidad que le ha dado su
                                                                                     su misma                  es un t?r
      largo uso en la literatura hist?rica,        sabiendo     que   ya desde                    etimolog?a
     mino   tendencioso   que traduce una          concepci?n      muy     parcial    de   la historia medieval     espa
     ?ola.
Hern?n        G.H.      Taboada                                                                             R.H.A.N?m.         135




fundida, encontramos                        una constelaci?n
                                           de supuestos,     y a su alrededor cono
cidos debates acerca                        o capitalista de la Am?rica
                                        del car?cter         feudal          colonial.
Se trata de debates de envergadura      que requerir?an     una indagaci?n m?s a
fondo de la continuidad,    pero la oferta habitual      se limita a algunos     pocos
testimonios,  bastante obvios, que pueden revelar       un tipo de herencia mental
de los siglos medievales,    o por el contrario otras influencias      y desarrollos,
de car?cter        "moderno",    para retomar el vocabulario     de la pol?mica aludida.
 Ir m?s      all? de las generalidades     requiere  el an?lisis de varios subtemas:    el
de      la herencia   imaginaria   de la Reconquista    en Indias me ocupa en las p?gi
nas que siguen


Los       indios como muslimes

Como                      se se?ala,
                  frecuentemente                             en los escritos de la Conquista  es t?pica la
alusi?n  a geograf?as   o sociedades                           isl?micas  como recurso de explicaci?n   de
 lo americano:   el calor africano      y las especias     de Arabia,     camellos,     casas
moriscas,    albornoces,    lanzas africanas,     adornos,   zambras,    lengua    ?rabe, la
costumbre     de cubrirse   la cara con tatuajes, tizne o herrajes,       la vida n?mada,
 los santones,   el empalamiento,       la circuncisi?n,    las leyes de la herencia,        la
formaci?n     de los ej?rcitos,    los se?alamientos     mediante    fuegos    son algunos
de los s?miles utilizados       para explicar       las que se consideraban         an?logas
peculiaridades              Para hacer inteligible
                              americanas.            a Tlaxcala,      se la compara
con Granada,                  con Estambul,
                            a Tenochtitl?n    a la corte de Moctezuma         con la
de los moros   de Granada, de aposentos   "muy    amoriscados"      y  con riquezas
"cual no las vio jam?s de Arabia el Moro", mientras       la triste suerte del mo
narca es semejante a la de Boabdil. Los ejemplos     se pueden multiplicar       con
facilidad            y tambi?n se puede ver c?mo, adem?s de la comparaci?n        expl?cita,
asoma              la asimilaci?n   directa:  los indios se convierten  en "al?rabes",    sus

templos             en "mezquitas",     sus sacerdotes  en "alfaqu?es" y sus jefes en "je
              .
ques
       En algunos              casos,       conviene        aclarar     de entrada, nos                hallamos      ante    una

simple migraci?n    terminol?gica:                           cuando     Crist?bal Col?n                habla  de almad?as,

alfaneques  y almaizares,    usa palabras ya s?lidamente                                            incorporadas   al caste
llano, aunque tuvieran    un origen ?rabe, que de todos modos        los hablantes
sol?an ignorar, por lo que no implicaban      un referente isl?mico,    como tam




 2
       Este                 est?   sacado     de mi      libro La   sombra     del    Islam    en la conquista     de Am?rica,
                  p?rrafo
     M?xico,      fce/unam,           2004,    p. 224.     Remito     a esta   obra     para   el contexto    de   las presentes
     afirmaciones.



40
julio- diciembre 2004                                 Mentalidad      de reconquista        y primeros           conquistadores




poco cuando refiere acerca de un "arco de turquesco".  Juan Gil ha recorda
do c?mo Bernai D?az cree que la palabra "adive" es de origen nahua, igno
rando que deriva del t?rmino ?rabe con que se designa al lobo; la confusi?n
es comprensible  para una ?poca en que tales ?timos empezaban   a disminuir
mientras  penetraban    en las lenguas de Espa?a  las palabras americanas: Co
 l?n empieza   por nombrar     "almad?as"  a las embarcaciones   de los tainos,
 luego r?cure al aut?ctono nombre "canoa". Pero tambi?n se apea del augus
to nombre de "reyes" hacia el m?s       adecuado de "caciques".
    Pero a veces las asimilaciones     eran conscientes,     nacidas de la necesidad
de explicaci?n:      el islam y el cristianismo      (as? como el judaismo)      tienen
ra?ces comunes      que hac?an posible      la intercomunicaci?n       (pol?mica  siem
pre), mientras    la simbolog?a de las culturas americanas       resultaba ajena. Para
explicar,   el mundo    isl?mico no era el ?nico t?rmino de referencia utilizado
y aparecen frecuentemente    con la misma  funci?n   lamisma Espa?a,     la anti
g?edad cl?sica  o todo lo que pudiera despertar alguna asociaci?n:    las Ama
zonas indianas adoran a Apolo,    como anta?o    los sarracenos de la Canci?n
de Rolando.             Cuando        Su?rez habla de los s?trapas de los aztecas o
                                                  de Peralta
Guti?rrez         de Santa Clara
                              asegura que   nombrar a los aculhuaques     nahuas es
"como decir cesares o faraones",       ninguno     estar?a pensando  en oscuras co
nexiones    entre Fars, el Nilo y el An?huac,        sino buscando  que sus lectores
 los entendieran y quiz?s ostentando     erudici?n.
    En los casos m?s numerosos,       sobre todo para quienes escrib?an      lejos de
Am?rica,     estamos frente a una borrosidad     de identidades. Bien conocido     es
que las novedades    americanas   fueron asimiladas     a los exotismos   asi?ticos:
nombres   como turkey, granturco o arab?sitos        se usaron para distintos pro
ductos americanos.   Las colecciones    de curiosidades    de los museos   de Euro
pa presentaban     en confusa mezcolanza        objetos   de Mesoam?rica       y del
Jap?n;  la iconograf?a nunca                       tuvo claras       las distinciones:              el camello
                                                                                                          aparece
como distintivo   de Am?rica                       en arcos      triunfales,           iconograf?as y hasta des
cripciones    de viajeros,    los edificios                    mexicas     de           las ilustraciones exhiben
rasgos  morunos;    el teatro mezclaba      deliciosamente      los nombres.
     En este contexto,   cuando Liz?rraga,        entre muchos    otros, nos informa que
 los mapuches    creen en el para?so de Mahoma           y fray Diego de Landa supone

 3
     V?ase      el vocabulario        colombino    situado   como    ap?ndice     en    la edici?n       de Juan Gil       y Con
     suelo V?rela,       Col?n:       textos y documentos      completos,    Madrid,       Alianza,           1982.
 4
     Juan Su?rez de Peralta, Tratado del descubrimiento de las indias (Noticias hist?ricas
     sobre Nueva Espa?a) (1589), edici?n de Teresa Silva Tena, M?xico, CNCA, 1990, p. 89.
 5
     Jes?s      S?enz     de Miera,        "Curiosidades,     maravillas,     prodigios        y     confusi?n:       posesiones
     ex?ticas     en    la edad de      los descubrimientos",      en: Las    sociedades           ib?ricas     y el mar af?na
     les del siglo XVI, Madrid: Exposici?n Mundial de Lisboa 1998, 1998, pp. 133-166.


                                                                                                                                  41
Hern?n      G.H.   Taboada                                                                                             R.H.A.N?m.              135




 lo mismo   de los mayas,    no sabemos   si se nos propone una analog?a o una
 identidad. Cuando    las semejanzas   son se?aladas    por observador tan agudo
como el padre Jos? de Acosta,        podemos     suponer que    va m?s all? de la
an?cdota:   "El modo de matar cualquier      res, chica o grande, que usaban   los
 indios, seg?n su ceremonia     antigua, es la propia que tienen los moros,       que
 llaman el alquible";   "se hartaban y zahoraban     a usanza de moros";    algunas
ceremonias    y ritos de los indios son parecidos    a los jud?os, "en otras se pa
recen a las que usan los moros",      otras a la ley evang?lica;   son sus edificios
"mal  repartidos y aprovechados,       propiamente   como mezquitas   o edificios
de b?rbaros".   Acosta  es reconocido       como el primero que intent? un es

quema   de comparaci?n     estructural    de las culturas, y los elementos     que
apunta deben entenderse   en este sentido.
      S?lo     en pocos casos podemos      suponer que los europeos                                                    creyeron   real
mente        que  los indios ten?an alguna   identidad con los moros.                                                   Motolin?a    se
refiere       a que "algunos espa?oles,     considerados                                         ritos y ceremonias
                                                                                            ciertos                  de
estos       naturales,  los juzgan por  ser generaci?n                                de moros".      La sospecha debe
de haberse   desvanecido   r?pidamente,  como                                         los mitos    sobre cinoc?falos  y
amazonas,   a diferencia de lamuy persistente                                         que enlazaba a los amerindios
con los jud?os. Pero es decidora de la persistente                  de algunos esta             credulidad
aclaraci?n   que juzg?                  necesaria
                                           religioso   peruano:  los moros
                                                              cierto          "nunca
pasaron a estas tierras ni pudieron ense?ar a los peruanos       su alquible ni rito
religioso ninguno de su Alcor?n.    El mismo      enga?o fue decir que los natura
 les del Per? se hartaban y zahoraban,   a usanza de los moros,     al salir la estre
 lia".10


La comparaci?n                ideol?gica

La  imprecisi?n, la ret?rica, el descuido y la ignorancia parecen entonces    dar
cuenta de muchos     ejemplos   de asimilaci?n  de lo americano    a lo moruno,

pero hay algo m?s: en cantidad de casos la comparaci?n        respond?a a reso


6
     Relaci?n      de   las cosas      de     Yucat?n,      M?xico,     Porr?a,      1973,      cap.      26, p. 44.
7
     Jos?    de Acosta,     Historia          natural       y moral     de   las   Indias       (1590),      ed. de Edmundo            O'Gor
     man,    M?xico,      FCE, 1962           (Biblioteca      Americana),         lib. v, cap.          18, pp. 246-247;          lib. V,   cap.
     27, p. 265;   lib. vi, cap.            14, p. 298.
8
     V?ase   los cap?tulos    5 y 6 de La sombra                  del    Islam.
9
                      de Benavente     o Motolin?a,                   Memoriales            o   libros     de   las   cosas   de     la Nueva
     Fray Toribio
    Espa?a...,    edici?n  de Edmundo      O'Gorman,       M?xico,   unam,     1971, p. 14.
 10
     "De las costumbres       antiguas    de los naturales     del Per?"   (cr?nica  an?nima    de 1580-1592

    ca), en Francisco     Esteve   Barba,    ed., Cr?nicas    peruanas    de inter?s   ind?gena, Madrid,    Bi
    blioteca   de Autores   Espa?oles,      1968, tomo 209, pp. 155-156.



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julio- diciembre 2004                                        Mentalidad       de reconquista      y primeros          conquistadores




nancias        emocionales t?picas del espa?ol del siglo XVI. Se ha visto que Pe
dro M?rtir    de Angler?a,      italiano ajeno a tales resonancias, aunque depende
de las noticias de Hern?n Cort?s para su relaci?n de la conquista de M?xico,
no copia sus referencias       a las mezquitas.    Las traducciones  de otros cronis
                                                                                                                                         12
tas hablan          de "moschee",           pero el t?rmino no tuvo m?s fortuna                                         en Italia.
Los   conquistadores                 pintaban como muslimes    a los amerindios,
                                                                  entre otras
cosas, porque estaban buscando   para s?mismos    una legitimidad  basada en
el gran relato de la monarqu?a unificada: los ocho siglos de lucha contra el
 islam.
                 lugar com?n en sus escritos
      Por ello fue                              la pretensi?n   de haber realizado
haza?as an?logas a las de Pelayo y merecer       similares favores.     La primera
her?ldica del Nuevo Mundo    conoci?  el motivo     de la "testa de indio", en vez
de la "testa de moro"                    exhibida        en los escudos               nobiliariosdel Viejo.  En un

an?logo    se?alamiento     de analog?as,                           se nos dice         que el plano en damero de
 las fundaciones     indianas retomaba     la estrategia                               de superponer a las an?rqui
cas ciudades      isl?micas    el racional    damero     occidental.
                                                                   Tal suposici?n
arrastra       como
                  defecto de origen    un pesado mito orientalista    relativo a la
ciudad   isl?mica, pero m?s convincente        suena, sobre el mismo     registro, el
se?alamiento    de una toponimia    reconquistadora   en Am?rica:   expl?citamente
 reporta Bernai D?az el bautizo de una aldea: "le pusimos Pueblo Morisco...
porque en aquel pueblo hab?an muerto       cuarenta y tantos soldados de los de
Narv?ez,   y aun de los nuestros... y robado... y Cort?s  le encarg? a Sandoval
que no dejase a aquel pueblo sin un buen castigo".        Junto a esta equipara
ci?n comprobada,       otras lo son menos: Hern?n Cort?s en su segunda carta se
 refiere a la ciudad de Nautecal,     donde estall? una rebeli?n de indios, como
Almer?a,   asimilaci?n     que ha hecho pensar en una conexi?n    con la Almer?a




 11
      Jean-Pierre      Tardieu,      "Las Casas         et    le 'chemin      de Mahomet"',         Bulletin                           n. 2
                                                                                                                  Hispanique,

 12
      (die. 2003), pp. 303-319.
      Teresa   M.       "Denominar
                      Rossi,             lo nuevo   y volver  a denominarlo:                            un problema            a ra?z del

      descubrimiento", Rassegna    Iberistica,    43 (1992), pp. 3-16.
 13
    Doy  ejemplos   en: La sombra del Islam, pp. 191 y ss.
 14
    Sobre el escudo   de Cort?s  nos informa Bernai D?az que el monarca                                     dispuso   que figuraran
      en sus armas        "siete   reyes";     v?ase:    Historia         verdadera    de   la conquista        de la Nueva   Espa
      ?a,   intr. y notas      de Joaqu?n      Ram?rez        Cabanas,      M?xico,     Porr?a,     1955,      cap.   64, p.    156, cap.
    204, p. 327.
 15
    Erwin Walter          Palm,     "Los     or?genes  del       urbanismo     imperial en Am?rica",   en: Contribucio
      nes a la historia        municipal      de Am?rica,         M?xico,    ipgh, 1951, pp. 239-263,   p. 243.
 16
      Bernai   Diaz      del Castillo,       Historia        verdadera    de la conquista   de la Nueva    Espa?a,     cap.
       140, p. 296.



                                                                                                                                       43
Hern?n        G.H.     Taboada                                                                                           R.H.A.N?m.            135




espa?ola,  donde hab?a comenzado     la rebeli?n morisca    de 1501;   los nom
bres de Castilblanco   o Segura de la Frontera     habr?an sido trasladados    a
                                                               18
Am?rica   por su importancia militar durante la Reconquista.
      Y una vez asentada                          la sociedad colonial, m?s de un nombre que remon
taba a la divisi?n                      confesional   mediterr?nea      se reprodujo en Am?rica:    el muy
com?n    de "morisco";                          el de los indios cristianizados     que fueron   llamados
"jen?zaros",  sin ninguna raz?n aparente;    los ladinos y los tornadizos,  que
tambi?n            se conoc?an
                     en la Espa?a medieval      antes de serlo en Am?rica,  y lo
eran unos porque hab?an aprendido     el espa?ol,    los otros porque se hab?an
tornado del judaismo  o gentilidad al cristianismo.    El nombre de los mame
 lucos brasile?os    probablemente       deriva de la palabra "maloca" guaran?, pero
su adaptaci?n     fon?tica   los acercaba a los soldados-esclavos      de Egipto. Apa
recen etimolog?as      ?rabes para el nombre de otros grupos humanos:             imposi
ble, aunque se ha propuesto,          la de "gaucho"; quiz?s    la de "cholo", nombre
originado    en el contexto     de la coexistencia   de moros y cristianos;     con m?s

seguridad  los de "albarazado", "cambujo" y "jarocho".
   Y, aunque esto requerir?a de mayor extensi?n,    podemos   relacionar  estos
usos de la lengua con algunos   intentos de aplicar con los amerindios   pol?ti

 17
      Hern?n   Cort?s,    Cartas  y documentos,     introd. de Mario   Hern?ndez      S?nchez-Barba,     M?xi
      co, Porr?a,     1963, pp. 24, 60-61; William     Mej?as-L?pez,    "Hern?n    Cort?s    y su intolerancia
      hacia  la religi?n   azteca en el contexto   de la situaci?n   de los conversos    y moriscos",    Bulle
       tinHispanique,              tome 95 (1993), pp. 623-646; cf. Pedro M?rtir de Angler?a, D?cadas del
      Nuevo  Mundo,     trad. Augusto     Millares    Cario, M?xico,     Porr?a,   1964-1965,   dec. V,                                lib. i, p.
      443, donde    el autor se?ala que Almer?a          fue as? llamada    "en recuerdo    de la ciudad                               mar?ti
      ma del reino de Granada,        rescatada    pocos   a?os antes del poder de los moros".
 18
      Luis Weckmann,        La herencia     medieval     de M?xico,     2a. ed., M?xico,     fce,  1992, p. 114.
 19
      Sobre    ladinos y tornadizos      se puede consultar       el Tesoro de la lengua castellana        o espa?o
       la de Sebasti?n    de Covarrubias       (1610),    ss. vv., adem?s    del art?culo de G. Cirot      "'Ladino'
      et 'aljamiado'",     Bulletin   Hispanique,       38 (1936),     pp. 538-540;      el nombre     de gen?zaros,
      tras su sentido   primitivo     adquiri?    tambi?n     "en Italia al que es nacido       de espa?ol   y de ita
       liana, o al rev?s"    (Covarrubias)     y en Am?rica        pasa al vocabulario      de las castas   en la tra
      ducci?n          latina     de     las ordenanzas        del   Tercer       Concilio       Mexicano,      v?ase  Stafford    Poole,
      "Church          law on          the ordination     of   indians     and     castas      in New    Spain", Hispanic      American
      Historical           Review,     61:4 (1981),       pp. 637-650;           sobre      cholo   v?ase a Elena Pezzi,      Los moris
      cos   que       no    se fueron,     Almer?a:                1991          (Biblioteca         de   autores   y   temas   almerienses,
                                                          Cajal,
      20), pp. 62-63, quien asigna su etimolog?a a partir del ?rabe shaul (?gil, dispuesto, listo y
      que     sirve        con
                        prontitud   [dom?stico]);      de los mamelucos       habla Maxime      Haubert,   La vie

      quotidienne     au Paraguay     sous   les j?suites,   Paris: Hachette,      1967, p. 302; en general,     y
      espec?ficamente      sobre "albarazado",       "cambujo"     y "jarocho",    Manuel    Alvar,  "Las castas
                      en: Humberto                                                               del I Congreso
      coloniales",                     L?pez Morales       y Mar?a Vaquero,         eds., Actas
      Internacional              sobre     el Espa?ol     de Am?rica             (1982),       San     Juan, Academia       Puertorrique?a
      de    la Lengua Espa?ola,                 1987,   pp.    17-32;    este     autor      suscita     la cuesti?n  del   supuesto     genti
       licio "marab?"   utilizado               por Carpentier          en una de sus novelas.



44
julio- diciembre 2004                                 Mentalidad        de reconquista       y primeros       conquistadores




cas que ya se hab?an ensayado         con los moriscos:   en forma sistem?tica    para
la evangelizaci?n,      donde directivas  y manuales    se refieren con frecuencia    a
 la experiencia    morisca; m?s err?tica y oscuramente         en el caso de algunas

prohibiciones,     como    la de montar   a caballo, usar armas de fuego, vender
        20
carne.

      Ya    en otro
                lugar he expuesto    c?mo, a mi juicio,  la serie de referencias    a
 la lucha contra el islam rara vez fue resultado de una experiencia        directa,
 sino resultado de tradiciones  familiares y de los nuevos mitos que originaba
 la creciente            producci?n       de las imprentas.               La observaci?n    de Lafaye citada
al principio             es en este      sentido inexacta.               Junto a los motivos    de la Recon

quista peninsular,   figuran con m?s viveza     los m?s actuales de                                          la lucha en el
Mediterr?neo:     podemos    sospechar    que el griego Pedro de                                            Cand?a        hab?a
actuado en el Mediterr?neo       oriental, y de ah? sus primeras            explicaciones
 relativas  al Per?. En otros casos fue el mundo        otomano  y          berberisco,    la
experiencia           de los presidios.   Conocidas      f?bulas del enemigo muslime      se
trasladaron          al historial de los conquistadores:     Ponce de Le?n busc? la fuen
 te de Juvencia  que anta?o griegos y ?rabes, un motivo       presente en Ibn Batu
ta, el del "alminbar cansado",      se reproduce en Diego    de Oca?a,    cuando se
dijo que Cort?s "quem?        las naves",    se usaba una figura ret?rica originada
en el mundo    cl?sico pero aplicada tambi?n a Tariq cuando de ?frica         pas? a
conquistar   Espa?a.   Descubrimos        imprecisiones e inexactitudes:  Cervantes
de Salazar  explica que llama mezquitas   a los templos mayas       por la seme
janza con "las casas de Meca que los moros    ten?an", en t?pico enredo.
   Una confusa mezcla      de tradiciones orales y noticias     librescas estaba
 siendo  reciclada entre ciertos conquistadores     que ansiaban                                        crear una socie
dad se?orial    en el Nuevo Mundo,     en oposici?n  a los afanes                                       centralizados           de
 la Corona. Quiz?s     sea pertinente notar que los h?roes m?s  invocados,                                                Pela
yo, el Cid, Bernardo   del Carpi?, mostraran   una actitud entre rebelde y leal,
que refleja la de los conquistadores mismos,    pero no podemos     asegurar que
 los invocadores  fueran conscientes   de este rasgo de car?cter, que aparece
desde la primera ?pica castellana.




 20
      Antonio      Garrido    Aranda,    Moriscos      e indios:                                    de      la evangelizaci?n
                                                                   precedentes        hisp?nicos
      de M?xico,     M?xico,  unam,     1980.
 21
      Taboada,      La sombra  del Islam.
 22
      Proviene      de    su compendio     Los   conquistadores,       M?xico,      Siglo   XXI,    1970,     p.   143.
 23
      Lo not? el arabista Seraf?n Fanjul, "FrayDiego de Oca?a: el largo brazo de Guadalupe en
      Indias", Cuadernos    Americanos,    n. 91             (2002),     pp.     105-119;    hay   un     relato                 en
                                                                                                                   parecido
      torno a la Virgen  de Lujan en Argentina.



                                                                                                                                45
Hern?n    G.H.    Taboada                                                                         R.H.A.N?m.         135




    Ante tal situaci?n,   el discurso elaborado debi? resultar tan ef?mero como
 las pretensiones   de los conquistadores:      Cort?s parece al final cansarse de
hablar de mezquitas     y quienes    le siguieron ya utilizaron preferentemente      la
palabra "templo",     dejando    tambi?n de referirse a jeques y alfaqu?es;     la to
ponimia         reconquistadora         no perdur? y los nombres de castas                        vieron borrar
se   las        connotaciones           isl?micas de   los comienzos:   en                         un conocido
documento    (1696)  los funcionarios    imperiales  se asombraban     de la presen
cia de "moriscos"   en Indias, a lo cual se les contest? que tal era el nombre
de un grupo humano que nada ten?a que ver con los descendientes                de Is
mael, aunque   los celosos  funcionarios   prohibieron,    sin ?xito, el uso del t?r
mino "morisco"    en Indias;" cuando el siglo XVIII populariz?        los cuadros de
castas, nada en ellos nos permite recordar al islam. Los romances      fronteri
zos se fueron perdiendo,   o cambiaron    significativamente   de tema y prota
gonistas,  y hasta los nombres   de Pelayo    y el Cid cayeron    en un relativo
olvido,  reducidos           a meras       sombras,       como       observ?     Humboldt           a comienzos
del siglo XIX.25



Los usos del relato

Pero     antes    de ocultarse,
                             los nombres prestigiosos     ya hab?an ganado curso y
fueron    incorporados   en discursos     con distinta   intenci?n. Vemos     que los
antiguos   h?roes mexicas     tambi?n reciben una heroizaci?n       espa?ola; Tlaca?
 lel, como el Cid, venci?      batallas despu?s    de muerto,    afirma Dorantes     de
Carranza,    y Gonzalo   Fern?ndez     de Oviedo    no encuentra mejor prueba del
valor  de los guerreros amerindios    que decir de ellos "que tal es un H?ctor, o
un Bernardo     del Carpi?, o un Cid Ruy D?az".         Puede tratarse de simple
recurso ret?rico, pero debemos     recordar que La Araucana    de Ercilla presen
ta a los indios con un velo                de hero?smo          ausente     entre        los espa?oles:   Am?ri
ca aparece as? como refugio                  de   los valores
                                                            caballerescos                    que  la modernidad
                                                               27
estaba haciendo  desaparecer                 del Viejo Mundo.


24
   Richard   Konetzke,    Colecci?n       de documentos       para     la historia   de la formaci?n       social    de

   Hispanoam?rica,     Madrid,      CSic,   1958, vol. 3, pp. 61 y ss., 81 y ss.
25
   Alexander     von Humboldt,      Personal      narrative    of travels     to the equinoccial     regions    of   the
   New Continent     during    the years     1799-1804,     Philadelphia,      M. Carey,     1815, p. 429.
     Gonzalo     Fern?ndez    de Oviedo,    Historia    general     y natural   de   las Indias    (1548  ca.), ed. y
     est. preliminar    de Juan P?rez      de Tudela   Bueso,     Madrid,   Biblioteca      de Autores   Espa?oles,
       1959, libro xxv, cap. 19 (III: 53); cf. libro xxv, cap.22 (111:60).
27
     Michael     R?ssner,   "?Am?rica      como   refugio  de los ideales caballerescos?:   apuntes    sobre           la
     Numancia       de Cervantes,     la Araucana     de Ercilla y algunos   textos americanos      en torno              a



46
julio- diciembre 2004                                    Mentalidad           de reconquista          y primeros         conquistadores




      Abrevando   en las mismas    fuentes, Bartolom?   de Las Casas hall? un recur
                                                                                        28
so eficaz   en su repetida asimilaci?n      entre los conquistadores     y los moros.
Se ha notado que el nombre de "lobos" (de reminiscencia                evang?lica)    que
aplica   a los primeros   (mientras    los indios son "tiernas ovejas")    se encuentra
                                29
en las cr?nicas medievales          referido a los moros que atacaban poblaciones
cristianas;  el nombre de "destrucci?n",       aplicado a la "destrucci?n   de Espa?a"
por obra de Muza y Tariq y que fue objeto de muchos      comentarios  en la ?po
ca, es el que aparece en el t?tulo de su famoso tratado y en numerosas p?ginas
de otros autores. Tambi?n     sostuvo muchas   veces Las Casas que las guerras
contra los indios son peores que las que hacen turcos y moros contra el pue
blo cristiano, que la conversi?n    por la fuerza es t?pica de los sarracenos y no
                               30
debe serla de los cristianos.     Con todo ello, Las Casas termin? comparando
cada vez m?s   a los conquistadores     con los muslimes.
                                                                                  31
   El motivo     sigui? siendo socorrido        por los seguidores  de Las Casas,
pero con el tiempo      los religiosos,   lascasistas o no, terminaron  tambi?n por
abandonar    la referencia    ret?rica al islam: llegaron a percibir a los indios
m?s bien como v?ctimas del diablo que como sus agentes, y de posible con
versi?n, por              lo que falt?         en el enfrentamiento    el odium   theologicum  del

Viejo Mundo.               Del mismo           modo   que   en el imaginario,  en el terreno de la

 legislaci?n relativa a los indios hubo una continuidad  inicial, pero la misma
oculta cambios      radicales  de contenido, o bien la implantaci?n    de meras
formas fantasmales      en las Indias.
    Fueron los amerindios       los que de ella se apropiaron, y m?s duraderamente
 iban conservaron   sus temas. Al asumir la identidad de cristianos,      la utilizaron
en ocasiones    para alterizar    a sus enemigos:    as?, los tarascos en su combate
contra los chichimecas        los representaron    como b?rbaros atrincherados         en




       1600",    en:    Jules Wickler,      ed., Actas       del XII        Congreso         Internacional        de Hispanistas,            III
      Estudios ?ureos II, University of Birmingham, 1998, pp. 194-203.
 28
      Las                  sobre   los muslimes   abundan   en                    los escritos       de Las     Casas,    y re?ne mu
             expresiones
      chos    de ellos c?modamente      Juha Pekka Helminen,                       "Las Casas,          los jud?os,    los moros  y los
      negros",       Cuadernos      Hispanoamericanos,              512      (febrero    1993),      pp.   23-28.
 29
      Andr? Saint-Lu, "Des brebis et des loups (? propos d'une image lascasienne)" (1975), en:
      Las    Casas       indig?niste:     ?tudes   sur     la vie      et     l'oeuvre       du   d?fenseur       des     Indiens,      Paris:
    L'Harmattan,            1982,   pp. 35-44,  n. 22.
 30
    Jean-Pierre         Tardieu,     "Las Casas    et le       'chemin         de Mahomet'",           Bulletin        Hispanique,        n. 2

 31
      (die. 2003), pp. 303-319.
      V?anse                   en: Silvio   A.      Zavala,      Las         instituciones        jur?dicas       en     la conquista       de
                  ejemplos
      Am?rica,      3. ed., M?xico,    Porr?a,       1988,     p. 278       n. y p. 405.



                                                                                                                                           47
Hern?n       G.H.    Taboada                                                                                        R.H.A.N?m.           135




castillos donde hab?an aprisionado    la Santa Cruz.   Y el recurso fue acudido
 incluso en sus confrontaciones   con ladinos y criollos. Mu?oz    Camargo   nos
dice en su Historia   de Tlaxcala  que ciertos hidalgos   indios tan plenamente
hab?an asumido      los prejuicios hispanos que llamaban al espa?ol que los mal
trataba "villano, moro o jud?o, o vizca?no"; con poca coherencia,       los holande
ses que sub?an por el Estrecho        de Magallanes   fueron denominados     por los
araucanos    "huincas moros".33     Una de las varias explicaciones     que se han
dado de la extra?a identificaci?n      entre Hern?n Cort?s y el rey sarraceno en la
obra   teatral La conquista de Jerusal?n es que los indios, o los religiosos      que
para   ellos escribieron     la pieza, buscaron as? rebajar la figura principal entre
 los conquistadores.     Siglos despu?s, una obra teatral ind?gena sobre San Pablo
nos lo muestra como un moro antes de su camino de Damasco.34 Quiz?s por
que era el moro era el infiel por excelencia,      pero no podemos    dejar de pensar
en      la insistente            versi?n
                                peninsular   de que Espa?a   fue evangelizada  precisa
mente        por      san Pablo.
                             De forma mucho m?s sistem?tica,        Guarnan Poma de
Ayala        recurre a comparaciones     con moros y jud?os. En los juegos de Moros y
Cristianos   de los zinantecas, los cristianos                                    son  los ind?genas, frente a los mo
ros-ladinos.   Santiago Matamoros     termin?                                   auxiliando    a grupos    ind?genas co
ntra los espa?oles  realistas de la guerra de independencia.
    El omnipresente   Moro    de la ?poca de la conquista     fue desvaneci?ndose
en Am?rica    del mismo modo que lo hizo en Espa?a,          y adquiriendo    formas
cada vez m?s fantasmales.     No s?lo porque fue desapareciendo         su presencia
f?sica, sino tambi?n porque       sus usos   ideol?gicos     se fueron borrando.     Es
notable que reaparezca     a fines de la Colonia,     transformado     ya en el Orien
tal, no por una mayor      presencia   real sino por su nueva dimensi?n          en los
 libros transpirenaicos, y  sobre todo por necesidades       ideol?gicas.


 32
      Manuel        Guti?rrez       Est?vez,       "Mayas,        espa?oles,      moros       y    jud?os  en baile      de m?scaras:

                          y ret?rica    de     la alteridad",      en: Gary     H. Gosen          et al, De palabra       y obra      en el
      morfolog?a
    Nuevo Mundo, 3. Laformaci?n del otro, M?xico, Siglo XXI, 1993, pp. 323-376.
 33
    Diego Mu?oz Camargo, Historia de Tlaxcala (1590 ca), edici?n de Germ?n V?zquez,
      Madrid,     Historia    16, 1986, Libro    1, cap.   12, p. 134; "huincas"    era el nombre     dado a los

      cristianos,    v?ase Diego     de Rosales  Historia    general   del Reino de Chile,    Flandes    indiano,
      2. ed., ?ntegramente       revisada   por Mario    G?ngora,    Santiago,  Andr?s  Bello,     1989, tomo 2,
       libro octavo,     cap. 15, p. 1168.
 34
                Toribio     de Benavente          o Motolin?a,    Memoriales               o libros    de   las cosas     de     la Nueva
      Fray
      Espa?a,       y de     los naturales        de ella,   ed. de Edmundo                O'Gorman,        M?xico,       unam,      1971,
    cap. 35, p. 106; Miriam                  Echeverr?a    e In?s Maldonado               de Van Oss,       "Historia     de   la conver
    si?n de San Pablo", Mesoam?rica,                          cuad.   6 (1983),     pp. 434-499.
 35
    Sobre   el tema v?ase Hern?n   G. H.                      Taboada,     "La     sombra   del Oriente        en     la independencia
      de Am?rica",          en    la revista    electr?nica      Palimpszeszt           (Hungr?a)
      http://magyar-irodalom.elte.hu/palimpszeszt/23_szam/index.html.


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Mentalidad de reconquista en los primeros conquistadores

  • 1. Mentalidad de reconquista y primeros conquistadores Author(s): Hernán G. H. Taboada Source: Revista de Historia de América, No. 135 (Jul. - Dec., 2004), pp. 39-48 Published by: Pan American Institute of Geography and History Stable URL: http://www.jstor.org/stable/20140150 Accessed: 17/03/2010 12:11 Your use of the JSTOR archive indicates your acceptance of JSTOR's Terms and Conditions of Use, available at http://www.jstor.org/page/info/about/policies/terms.jsp. JSTOR's Terms and Conditions of Use provides, in part, that unless you have obtained prior permission, you may not download an entire issue of a journal or multiple copies of articles, and you may use content in the JSTOR archive only for your personal, non-commercial use. Please contact the publisher regarding any further use of this work. Publisher contact information may be obtained at http://www.jstor.org/action/showPublisher?publisherCode=paigh. Each copy of any part of a JSTOR transmission must contain the same copyright notice that appears on the screen or printed page of such transmission. JSTOR is a not-for-profit service that helps scholars, researchers, and students discover, use, and build upon a wide range of content in a trusted digital archive. We use information technology and tools to increase productivity and facilitate new forms of scholarship. For more information about JSTOR, please contact support@jstor.org. Pan American Institute of Geography and History is collaborating with JSTOR to digitize, preserve and extend access to Revista de Historia de América. http://www.jstor.org
  • 2. MENTALIDAD DE RECONQUISTAY PRIMEROS CONQUISTADORES Hern?n G.H. TABOADA* Abstract Very repeated has been the opinion that Conquistadores brought to America an anti-Muslim ideology, originated from the Reconquista, that induced them to assimilate Indians and Muslims. Such opinion is simplistic: Recon quista themes and language exist in the chronicles, but are decorative and superficial. They disappeared soon from the Criollo discourse, being recy cled by other groups, sometimes opposed to the conquistadores. Resumen Repetida es la opini?n que los conquistadores y sus descendientes criollos eran portadores de una ideolog?a antiisl?mica, originada en la Reconquista, que les hizo asimilar indios con moros. Tal opini?n es simplista: temas y de la Reconquista en las cr?nicas; pero aparecen son decorativos y lenguaje superficiales. Desaparecieron pronto del discurso criollo, siendo reciclados por otros grupos, a veces contrarios a los conquistadores. La continuidad entre la guerra de moros y la guerra de indios era tan evidente que los conquistadores llamaron mezquitas a los templos paganos del Nuevo Mundo. Jacques Lafaye Esta cita bastante adecuadamente ejemplifica la idea de una continuidad ideol?gica entre Reconquista y Conquista. En la base de tal idea, muy di CCYDEL, Universidad Nacional Aut?noma de M?xico, haroldo@servidor.unam.mx 1 A lo largo de este texto utilizo la palabra Reconquista por la comodidad que le ha dado su su misma es un t?r largo uso en la literatura hist?rica, sabiendo que ya desde etimolog?a mino tendencioso que traduce una concepci?n muy parcial de la historia medieval espa ?ola.
  • 3. Hern?n G.H. Taboada R.H.A.N?m. 135 fundida, encontramos una constelaci?n de supuestos, y a su alrededor cono cidos debates acerca o capitalista de la Am?rica del car?cter feudal colonial. Se trata de debates de envergadura que requerir?an una indagaci?n m?s a fondo de la continuidad, pero la oferta habitual se limita a algunos pocos testimonios, bastante obvios, que pueden revelar un tipo de herencia mental de los siglos medievales, o por el contrario otras influencias y desarrollos, de car?cter "moderno", para retomar el vocabulario de la pol?mica aludida. Ir m?s all? de las generalidades requiere el an?lisis de varios subtemas: el de la herencia imaginaria de la Reconquista en Indias me ocupa en las p?gi nas que siguen Los indios como muslimes Como se se?ala, frecuentemente en los escritos de la Conquista es t?pica la alusi?n a geograf?as o sociedades isl?micas como recurso de explicaci?n de lo americano: el calor africano y las especias de Arabia, camellos, casas moriscas, albornoces, lanzas africanas, adornos, zambras, lengua ?rabe, la costumbre de cubrirse la cara con tatuajes, tizne o herrajes, la vida n?mada, los santones, el empalamiento, la circuncisi?n, las leyes de la herencia, la formaci?n de los ej?rcitos, los se?alamientos mediante fuegos son algunos de los s?miles utilizados para explicar las que se consideraban an?logas peculiaridades Para hacer inteligible americanas. a Tlaxcala, se la compara con Granada, con Estambul, a Tenochtitl?n a la corte de Moctezuma con la de los moros de Granada, de aposentos "muy amoriscados" y con riquezas "cual no las vio jam?s de Arabia el Moro", mientras la triste suerte del mo narca es semejante a la de Boabdil. Los ejemplos se pueden multiplicar con facilidad y tambi?n se puede ver c?mo, adem?s de la comparaci?n expl?cita, asoma la asimilaci?n directa: los indios se convierten en "al?rabes", sus templos en "mezquitas", sus sacerdotes en "alfaqu?es" y sus jefes en "je . ques En algunos casos, conviene aclarar de entrada, nos hallamos ante una simple migraci?n terminol?gica: cuando Crist?bal Col?n habla de almad?as, alfaneques y almaizares, usa palabras ya s?lidamente incorporadas al caste llano, aunque tuvieran un origen ?rabe, que de todos modos los hablantes sol?an ignorar, por lo que no implicaban un referente isl?mico, como tam 2 Este est? sacado de mi libro La sombra del Islam en la conquista de Am?rica, p?rrafo M?xico, fce/unam, 2004, p. 224. Remito a esta obra para el contexto de las presentes afirmaciones. 40
  • 4. julio- diciembre 2004 Mentalidad de reconquista y primeros conquistadores poco cuando refiere acerca de un "arco de turquesco". Juan Gil ha recorda do c?mo Bernai D?az cree que la palabra "adive" es de origen nahua, igno rando que deriva del t?rmino ?rabe con que se designa al lobo; la confusi?n es comprensible para una ?poca en que tales ?timos empezaban a disminuir mientras penetraban en las lenguas de Espa?a las palabras americanas: Co l?n empieza por nombrar "almad?as" a las embarcaciones de los tainos, luego r?cure al aut?ctono nombre "canoa". Pero tambi?n se apea del augus to nombre de "reyes" hacia el m?s adecuado de "caciques". Pero a veces las asimilaciones eran conscientes, nacidas de la necesidad de explicaci?n: el islam y el cristianismo (as? como el judaismo) tienen ra?ces comunes que hac?an posible la intercomunicaci?n (pol?mica siem pre), mientras la simbolog?a de las culturas americanas resultaba ajena. Para explicar, el mundo isl?mico no era el ?nico t?rmino de referencia utilizado y aparecen frecuentemente con la misma funci?n lamisma Espa?a, la anti g?edad cl?sica o todo lo que pudiera despertar alguna asociaci?n: las Ama zonas indianas adoran a Apolo, como anta?o los sarracenos de la Canci?n de Rolando. Cuando Su?rez habla de los s?trapas de los aztecas o de Peralta Guti?rrez de Santa Clara asegura que nombrar a los aculhuaques nahuas es "como decir cesares o faraones", ninguno estar?a pensando en oscuras co nexiones entre Fars, el Nilo y el An?huac, sino buscando que sus lectores los entendieran y quiz?s ostentando erudici?n. En los casos m?s numerosos, sobre todo para quienes escrib?an lejos de Am?rica, estamos frente a una borrosidad de identidades. Bien conocido es que las novedades americanas fueron asimiladas a los exotismos asi?ticos: nombres como turkey, granturco o arab?sitos se usaron para distintos pro ductos americanos. Las colecciones de curiosidades de los museos de Euro pa presentaban en confusa mezcolanza objetos de Mesoam?rica y del Jap?n; la iconograf?a nunca tuvo claras las distinciones: el camello aparece como distintivo de Am?rica en arcos triunfales, iconograf?as y hasta des cripciones de viajeros, los edificios mexicas de las ilustraciones exhiben rasgos morunos; el teatro mezclaba deliciosamente los nombres. En este contexto, cuando Liz?rraga, entre muchos otros, nos informa que los mapuches creen en el para?so de Mahoma y fray Diego de Landa supone 3 V?ase el vocabulario colombino situado como ap?ndice en la edici?n de Juan Gil y Con suelo V?rela, Col?n: textos y documentos completos, Madrid, Alianza, 1982. 4 Juan Su?rez de Peralta, Tratado del descubrimiento de las indias (Noticias hist?ricas sobre Nueva Espa?a) (1589), edici?n de Teresa Silva Tena, M?xico, CNCA, 1990, p. 89. 5 Jes?s S?enz de Miera, "Curiosidades, maravillas, prodigios y confusi?n: posesiones ex?ticas en la edad de los descubrimientos", en: Las sociedades ib?ricas y el mar af?na les del siglo XVI, Madrid: Exposici?n Mundial de Lisboa 1998, 1998, pp. 133-166. 41
  • 5. Hern?n G.H. Taboada R.H.A.N?m. 135 lo mismo de los mayas, no sabemos si se nos propone una analog?a o una identidad. Cuando las semejanzas son se?aladas por observador tan agudo como el padre Jos? de Acosta, podemos suponer que va m?s all? de la an?cdota: "El modo de matar cualquier res, chica o grande, que usaban los indios, seg?n su ceremonia antigua, es la propia que tienen los moros, que llaman el alquible"; "se hartaban y zahoraban a usanza de moros"; algunas ceremonias y ritos de los indios son parecidos a los jud?os, "en otras se pa recen a las que usan los moros", otras a la ley evang?lica; son sus edificios "mal repartidos y aprovechados, propiamente como mezquitas o edificios de b?rbaros". Acosta es reconocido como el primero que intent? un es quema de comparaci?n estructural de las culturas, y los elementos que apunta deben entenderse en este sentido. S?lo en pocos casos podemos suponer que los europeos creyeron real mente que los indios ten?an alguna identidad con los moros. Motolin?a se refiere a que "algunos espa?oles, considerados ritos y ceremonias ciertos de estos naturales, los juzgan por ser generaci?n de moros". La sospecha debe de haberse desvanecido r?pidamente, como los mitos sobre cinoc?falos y amazonas, a diferencia de lamuy persistente que enlazaba a los amerindios con los jud?os. Pero es decidora de la persistente de algunos esta credulidad aclaraci?n que juzg? necesaria religioso peruano: los moros cierto "nunca pasaron a estas tierras ni pudieron ense?ar a los peruanos su alquible ni rito religioso ninguno de su Alcor?n. El mismo enga?o fue decir que los natura les del Per? se hartaban y zahoraban, a usanza de los moros, al salir la estre lia".10 La comparaci?n ideol?gica La imprecisi?n, la ret?rica, el descuido y la ignorancia parecen entonces dar cuenta de muchos ejemplos de asimilaci?n de lo americano a lo moruno, pero hay algo m?s: en cantidad de casos la comparaci?n respond?a a reso 6 Relaci?n de las cosas de Yucat?n, M?xico, Porr?a, 1973, cap. 26, p. 44. 7 Jos? de Acosta, Historia natural y moral de las Indias (1590), ed. de Edmundo O'Gor man, M?xico, FCE, 1962 (Biblioteca Americana), lib. v, cap. 18, pp. 246-247; lib. V, cap. 27, p. 265; lib. vi, cap. 14, p. 298. 8 V?ase los cap?tulos 5 y 6 de La sombra del Islam. 9 de Benavente o Motolin?a, Memoriales o libros de las cosas de la Nueva Fray Toribio Espa?a..., edici?n de Edmundo O'Gorman, M?xico, unam, 1971, p. 14. 10 "De las costumbres antiguas de los naturales del Per?" (cr?nica an?nima de 1580-1592 ca), en Francisco Esteve Barba, ed., Cr?nicas peruanas de inter?s ind?gena, Madrid, Bi blioteca de Autores Espa?oles, 1968, tomo 209, pp. 155-156. 42
  • 6. julio- diciembre 2004 Mentalidad de reconquista y primeros conquistadores nancias emocionales t?picas del espa?ol del siglo XVI. Se ha visto que Pe dro M?rtir de Angler?a, italiano ajeno a tales resonancias, aunque depende de las noticias de Hern?n Cort?s para su relaci?n de la conquista de M?xico, no copia sus referencias a las mezquitas. Las traducciones de otros cronis 12 tas hablan de "moschee", pero el t?rmino no tuvo m?s fortuna en Italia. Los conquistadores pintaban como muslimes a los amerindios, entre otras cosas, porque estaban buscando para s?mismos una legitimidad basada en el gran relato de la monarqu?a unificada: los ocho siglos de lucha contra el islam. lugar com?n en sus escritos Por ello fue la pretensi?n de haber realizado haza?as an?logas a las de Pelayo y merecer similares favores. La primera her?ldica del Nuevo Mundo conoci? el motivo de la "testa de indio", en vez de la "testa de moro" exhibida en los escudos nobiliariosdel Viejo. En un an?logo se?alamiento de analog?as, se nos dice que el plano en damero de las fundaciones indianas retomaba la estrategia de superponer a las an?rqui cas ciudades isl?micas el racional damero occidental. Tal suposici?n arrastra como defecto de origen un pesado mito orientalista relativo a la ciudad isl?mica, pero m?s convincente suena, sobre el mismo registro, el se?alamiento de una toponimia reconquistadora en Am?rica: expl?citamente reporta Bernai D?az el bautizo de una aldea: "le pusimos Pueblo Morisco... porque en aquel pueblo hab?an muerto cuarenta y tantos soldados de los de Narv?ez, y aun de los nuestros... y robado... y Cort?s le encarg? a Sandoval que no dejase a aquel pueblo sin un buen castigo". Junto a esta equipara ci?n comprobada, otras lo son menos: Hern?n Cort?s en su segunda carta se refiere a la ciudad de Nautecal, donde estall? una rebeli?n de indios, como Almer?a, asimilaci?n que ha hecho pensar en una conexi?n con la Almer?a 11 Jean-Pierre Tardieu, "Las Casas et le 'chemin de Mahomet"', Bulletin n. 2 Hispanique, 12 (die. 2003), pp. 303-319. Teresa M. "Denominar Rossi, lo nuevo y volver a denominarlo: un problema a ra?z del descubrimiento", Rassegna Iberistica, 43 (1992), pp. 3-16. 13 Doy ejemplos en: La sombra del Islam, pp. 191 y ss. 14 Sobre el escudo de Cort?s nos informa Bernai D?az que el monarca dispuso que figuraran en sus armas "siete reyes"; v?ase: Historia verdadera de la conquista de la Nueva Espa ?a, intr. y notas de Joaqu?n Ram?rez Cabanas, M?xico, Porr?a, 1955, cap. 64, p. 156, cap. 204, p. 327. 15 Erwin Walter Palm, "Los or?genes del urbanismo imperial en Am?rica", en: Contribucio nes a la historia municipal de Am?rica, M?xico, ipgh, 1951, pp. 239-263, p. 243. 16 Bernai Diaz del Castillo, Historia verdadera de la conquista de la Nueva Espa?a, cap. 140, p. 296. 43
  • 7. Hern?n G.H. Taboada R.H.A.N?m. 135 espa?ola, donde hab?a comenzado la rebeli?n morisca de 1501; los nom bres de Castilblanco o Segura de la Frontera habr?an sido trasladados a 18 Am?rica por su importancia militar durante la Reconquista. Y una vez asentada la sociedad colonial, m?s de un nombre que remon taba a la divisi?n confesional mediterr?nea se reprodujo en Am?rica: el muy com?n de "morisco"; el de los indios cristianizados que fueron llamados "jen?zaros", sin ninguna raz?n aparente; los ladinos y los tornadizos, que tambi?n se conoc?an en la Espa?a medieval antes de serlo en Am?rica, y lo eran unos porque hab?an aprendido el espa?ol, los otros porque se hab?an tornado del judaismo o gentilidad al cristianismo. El nombre de los mame lucos brasile?os probablemente deriva de la palabra "maloca" guaran?, pero su adaptaci?n fon?tica los acercaba a los soldados-esclavos de Egipto. Apa recen etimolog?as ?rabes para el nombre de otros grupos humanos: imposi ble, aunque se ha propuesto, la de "gaucho"; quiz?s la de "cholo", nombre originado en el contexto de la coexistencia de moros y cristianos; con m?s seguridad los de "albarazado", "cambujo" y "jarocho". Y, aunque esto requerir?a de mayor extensi?n, podemos relacionar estos usos de la lengua con algunos intentos de aplicar con los amerindios pol?ti 17 Hern?n Cort?s, Cartas y documentos, introd. de Mario Hern?ndez S?nchez-Barba, M?xi co, Porr?a, 1963, pp. 24, 60-61; William Mej?as-L?pez, "Hern?n Cort?s y su intolerancia hacia la religi?n azteca en el contexto de la situaci?n de los conversos y moriscos", Bulle tinHispanique, tome 95 (1993), pp. 623-646; cf. Pedro M?rtir de Angler?a, D?cadas del Nuevo Mundo, trad. Augusto Millares Cario, M?xico, Porr?a, 1964-1965, dec. V, lib. i, p. 443, donde el autor se?ala que Almer?a fue as? llamada "en recuerdo de la ciudad mar?ti ma del reino de Granada, rescatada pocos a?os antes del poder de los moros". 18 Luis Weckmann, La herencia medieval de M?xico, 2a. ed., M?xico, fce, 1992, p. 114. 19 Sobre ladinos y tornadizos se puede consultar el Tesoro de la lengua castellana o espa?o la de Sebasti?n de Covarrubias (1610), ss. vv., adem?s del art?culo de G. Cirot "'Ladino' et 'aljamiado'", Bulletin Hispanique, 38 (1936), pp. 538-540; el nombre de gen?zaros, tras su sentido primitivo adquiri? tambi?n "en Italia al que es nacido de espa?ol y de ita liana, o al rev?s" (Covarrubias) y en Am?rica pasa al vocabulario de las castas en la tra ducci?n latina de las ordenanzas del Tercer Concilio Mexicano, v?ase Stafford Poole, "Church law on the ordination of indians and castas in New Spain", Hispanic American Historical Review, 61:4 (1981), pp. 637-650; sobre cholo v?ase a Elena Pezzi, Los moris cos que no se fueron, Almer?a: 1991 (Biblioteca de autores y temas almerienses, Cajal, 20), pp. 62-63, quien asigna su etimolog?a a partir del ?rabe shaul (?gil, dispuesto, listo y que sirve con prontitud [dom?stico]); de los mamelucos habla Maxime Haubert, La vie quotidienne au Paraguay sous les j?suites, Paris: Hachette, 1967, p. 302; en general, y espec?ficamente sobre "albarazado", "cambujo" y "jarocho", Manuel Alvar, "Las castas en: Humberto del I Congreso coloniales", L?pez Morales y Mar?a Vaquero, eds., Actas Internacional sobre el Espa?ol de Am?rica (1982), San Juan, Academia Puertorrique?a de la Lengua Espa?ola, 1987, pp. 17-32; este autor suscita la cuesti?n del supuesto genti licio "marab?" utilizado por Carpentier en una de sus novelas. 44
  • 8. julio- diciembre 2004 Mentalidad de reconquista y primeros conquistadores cas que ya se hab?an ensayado con los moriscos: en forma sistem?tica para la evangelizaci?n, donde directivas y manuales se refieren con frecuencia a la experiencia morisca; m?s err?tica y oscuramente en el caso de algunas prohibiciones, como la de montar a caballo, usar armas de fuego, vender 20 carne. Ya en otro lugar he expuesto c?mo, a mi juicio, la serie de referencias a la lucha contra el islam rara vez fue resultado de una experiencia directa, sino resultado de tradiciones familiares y de los nuevos mitos que originaba la creciente producci?n de las imprentas. La observaci?n de Lafaye citada al principio es en este sentido inexacta. Junto a los motivos de la Recon quista peninsular, figuran con m?s viveza los m?s actuales de la lucha en el Mediterr?neo: podemos sospechar que el griego Pedro de Cand?a hab?a actuado en el Mediterr?neo oriental, y de ah? sus primeras explicaciones relativas al Per?. En otros casos fue el mundo otomano y berberisco, la experiencia de los presidios. Conocidas f?bulas del enemigo muslime se trasladaron al historial de los conquistadores: Ponce de Le?n busc? la fuen te de Juvencia que anta?o griegos y ?rabes, un motivo presente en Ibn Batu ta, el del "alminbar cansado", se reproduce en Diego de Oca?a, cuando se dijo que Cort?s "quem? las naves", se usaba una figura ret?rica originada en el mundo cl?sico pero aplicada tambi?n a Tariq cuando de ?frica pas? a conquistar Espa?a. Descubrimos imprecisiones e inexactitudes: Cervantes de Salazar explica que llama mezquitas a los templos mayas por la seme janza con "las casas de Meca que los moros ten?an", en t?pico enredo. Una confusa mezcla de tradiciones orales y noticias librescas estaba siendo reciclada entre ciertos conquistadores que ansiaban crear una socie dad se?orial en el Nuevo Mundo, en oposici?n a los afanes centralizados de la Corona. Quiz?s sea pertinente notar que los h?roes m?s invocados, Pela yo, el Cid, Bernardo del Carpi?, mostraran una actitud entre rebelde y leal, que refleja la de los conquistadores mismos, pero no podemos asegurar que los invocadores fueran conscientes de este rasgo de car?cter, que aparece desde la primera ?pica castellana. 20 Antonio Garrido Aranda, Moriscos e indios: de la evangelizaci?n precedentes hisp?nicos de M?xico, M?xico, unam, 1980. 21 Taboada, La sombra del Islam. 22 Proviene de su compendio Los conquistadores, M?xico, Siglo XXI, 1970, p. 143. 23 Lo not? el arabista Seraf?n Fanjul, "FrayDiego de Oca?a: el largo brazo de Guadalupe en Indias", Cuadernos Americanos, n. 91 (2002), pp. 105-119; hay un relato en parecido torno a la Virgen de Lujan en Argentina. 45
  • 9. Hern?n G.H. Taboada R.H.A.N?m. 135 Ante tal situaci?n, el discurso elaborado debi? resultar tan ef?mero como las pretensiones de los conquistadores: Cort?s parece al final cansarse de hablar de mezquitas y quienes le siguieron ya utilizaron preferentemente la palabra "templo", dejando tambi?n de referirse a jeques y alfaqu?es; la to ponimia reconquistadora no perdur? y los nombres de castas vieron borrar se las connotaciones isl?micas de los comienzos: en un conocido documento (1696) los funcionarios imperiales se asombraban de la presen cia de "moriscos" en Indias, a lo cual se les contest? que tal era el nombre de un grupo humano que nada ten?a que ver con los descendientes de Is mael, aunque los celosos funcionarios prohibieron, sin ?xito, el uso del t?r mino "morisco" en Indias;" cuando el siglo XVIII populariz? los cuadros de castas, nada en ellos nos permite recordar al islam. Los romances fronteri zos se fueron perdiendo, o cambiaron significativamente de tema y prota gonistas, y hasta los nombres de Pelayo y el Cid cayeron en un relativo olvido, reducidos a meras sombras, como observ? Humboldt a comienzos del siglo XIX.25 Los usos del relato Pero antes de ocultarse, los nombres prestigiosos ya hab?an ganado curso y fueron incorporados en discursos con distinta intenci?n. Vemos que los antiguos h?roes mexicas tambi?n reciben una heroizaci?n espa?ola; Tlaca? lel, como el Cid, venci? batallas despu?s de muerto, afirma Dorantes de Carranza, y Gonzalo Fern?ndez de Oviedo no encuentra mejor prueba del valor de los guerreros amerindios que decir de ellos "que tal es un H?ctor, o un Bernardo del Carpi?, o un Cid Ruy D?az". Puede tratarse de simple recurso ret?rico, pero debemos recordar que La Araucana de Ercilla presen ta a los indios con un velo de hero?smo ausente entre los espa?oles: Am?ri ca aparece as? como refugio de los valores caballerescos que la modernidad 27 estaba haciendo desaparecer del Viejo Mundo. 24 Richard Konetzke, Colecci?n de documentos para la historia de la formaci?n social de Hispanoam?rica, Madrid, CSic, 1958, vol. 3, pp. 61 y ss., 81 y ss. 25 Alexander von Humboldt, Personal narrative of travels to the equinoccial regions of the New Continent during the years 1799-1804, Philadelphia, M. Carey, 1815, p. 429. Gonzalo Fern?ndez de Oviedo, Historia general y natural de las Indias (1548 ca.), ed. y est. preliminar de Juan P?rez de Tudela Bueso, Madrid, Biblioteca de Autores Espa?oles, 1959, libro xxv, cap. 19 (III: 53); cf. libro xxv, cap.22 (111:60). 27 Michael R?ssner, "?Am?rica como refugio de los ideales caballerescos?: apuntes sobre la Numancia de Cervantes, la Araucana de Ercilla y algunos textos americanos en torno a 46
  • 10. julio- diciembre 2004 Mentalidad de reconquista y primeros conquistadores Abrevando en las mismas fuentes, Bartolom? de Las Casas hall? un recur 28 so eficaz en su repetida asimilaci?n entre los conquistadores y los moros. Se ha notado que el nombre de "lobos" (de reminiscencia evang?lica) que aplica a los primeros (mientras los indios son "tiernas ovejas") se encuentra 29 en las cr?nicas medievales referido a los moros que atacaban poblaciones cristianas; el nombre de "destrucci?n", aplicado a la "destrucci?n de Espa?a" por obra de Muza y Tariq y que fue objeto de muchos comentarios en la ?po ca, es el que aparece en el t?tulo de su famoso tratado y en numerosas p?ginas de otros autores. Tambi?n sostuvo muchas veces Las Casas que las guerras contra los indios son peores que las que hacen turcos y moros contra el pue blo cristiano, que la conversi?n por la fuerza es t?pica de los sarracenos y no 30 debe serla de los cristianos. Con todo ello, Las Casas termin? comparando cada vez m?s a los conquistadores con los muslimes. 31 El motivo sigui? siendo socorrido por los seguidores de Las Casas, pero con el tiempo los religiosos, lascasistas o no, terminaron tambi?n por abandonar la referencia ret?rica al islam: llegaron a percibir a los indios m?s bien como v?ctimas del diablo que como sus agentes, y de posible con versi?n, por lo que falt? en el enfrentamiento el odium theologicum del Viejo Mundo. Del mismo modo que en el imaginario, en el terreno de la legislaci?n relativa a los indios hubo una continuidad inicial, pero la misma oculta cambios radicales de contenido, o bien la implantaci?n de meras formas fantasmales en las Indias. Fueron los amerindios los que de ella se apropiaron, y m?s duraderamente iban conservaron sus temas. Al asumir la identidad de cristianos, la utilizaron en ocasiones para alterizar a sus enemigos: as?, los tarascos en su combate contra los chichimecas los representaron como b?rbaros atrincherados en 1600", en: Jules Wickler, ed., Actas del XII Congreso Internacional de Hispanistas, III Estudios ?ureos II, University of Birmingham, 1998, pp. 194-203. 28 Las sobre los muslimes abundan en los escritos de Las Casas, y re?ne mu expresiones chos de ellos c?modamente Juha Pekka Helminen, "Las Casas, los jud?os, los moros y los negros", Cuadernos Hispanoamericanos, 512 (febrero 1993), pp. 23-28. 29 Andr? Saint-Lu, "Des brebis et des loups (? propos d'une image lascasienne)" (1975), en: Las Casas indig?niste: ?tudes sur la vie et l'oeuvre du d?fenseur des Indiens, Paris: L'Harmattan, 1982, pp. 35-44, n. 22. 30 Jean-Pierre Tardieu, "Las Casas et le 'chemin de Mahomet'", Bulletin Hispanique, n. 2 31 (die. 2003), pp. 303-319. V?anse en: Silvio A. Zavala, Las instituciones jur?dicas en la conquista de ejemplos Am?rica, 3. ed., M?xico, Porr?a, 1988, p. 278 n. y p. 405. 47
  • 11. Hern?n G.H. Taboada R.H.A.N?m. 135 castillos donde hab?an aprisionado la Santa Cruz. Y el recurso fue acudido incluso en sus confrontaciones con ladinos y criollos. Mu?oz Camargo nos dice en su Historia de Tlaxcala que ciertos hidalgos indios tan plenamente hab?an asumido los prejuicios hispanos que llamaban al espa?ol que los mal trataba "villano, moro o jud?o, o vizca?no"; con poca coherencia, los holande ses que sub?an por el Estrecho de Magallanes fueron denominados por los araucanos "huincas moros".33 Una de las varias explicaciones que se han dado de la extra?a identificaci?n entre Hern?n Cort?s y el rey sarraceno en la obra teatral La conquista de Jerusal?n es que los indios, o los religiosos que para ellos escribieron la pieza, buscaron as? rebajar la figura principal entre los conquistadores. Siglos despu?s, una obra teatral ind?gena sobre San Pablo nos lo muestra como un moro antes de su camino de Damasco.34 Quiz?s por que era el moro era el infiel por excelencia, pero no podemos dejar de pensar en la insistente versi?n peninsular de que Espa?a fue evangelizada precisa mente por san Pablo. De forma mucho m?s sistem?tica, Guarnan Poma de Ayala recurre a comparaciones con moros y jud?os. En los juegos de Moros y Cristianos de los zinantecas, los cristianos son los ind?genas, frente a los mo ros-ladinos. Santiago Matamoros termin? auxiliando a grupos ind?genas co ntra los espa?oles realistas de la guerra de independencia. El omnipresente Moro de la ?poca de la conquista fue desvaneci?ndose en Am?rica del mismo modo que lo hizo en Espa?a, y adquiriendo formas cada vez m?s fantasmales. No s?lo porque fue desapareciendo su presencia f?sica, sino tambi?n porque sus usos ideol?gicos se fueron borrando. Es notable que reaparezca a fines de la Colonia, transformado ya en el Orien tal, no por una mayor presencia real sino por su nueva dimensi?n en los libros transpirenaicos, y sobre todo por necesidades ideol?gicas. 32 Manuel Guti?rrez Est?vez, "Mayas, espa?oles, moros y jud?os en baile de m?scaras: y ret?rica de la alteridad", en: Gary H. Gosen et al, De palabra y obra en el morfolog?a Nuevo Mundo, 3. Laformaci?n del otro, M?xico, Siglo XXI, 1993, pp. 323-376. 33 Diego Mu?oz Camargo, Historia de Tlaxcala (1590 ca), edici?n de Germ?n V?zquez, Madrid, Historia 16, 1986, Libro 1, cap. 12, p. 134; "huincas" era el nombre dado a los cristianos, v?ase Diego de Rosales Historia general del Reino de Chile, Flandes indiano, 2. ed., ?ntegramente revisada por Mario G?ngora, Santiago, Andr?s Bello, 1989, tomo 2, libro octavo, cap. 15, p. 1168. 34 Toribio de Benavente o Motolin?a, Memoriales o libros de las cosas de la Nueva Fray Espa?a, y de los naturales de ella, ed. de Edmundo O'Gorman, M?xico, unam, 1971, cap. 35, p. 106; Miriam Echeverr?a e In?s Maldonado de Van Oss, "Historia de la conver si?n de San Pablo", Mesoam?rica, cuad. 6 (1983), pp. 434-499. 35 Sobre el tema v?ase Hern?n G. H. Taboada, "La sombra del Oriente en la independencia de Am?rica", en la revista electr?nica Palimpszeszt (Hungr?a) http://magyar-irodalom.elte.hu/palimpszeszt/23_szam/index.html. 48