1. AHORA, SAN LUIS
Rey de Francia y celestial patrono de los seglares franciscanos. Y no tanto
por su alta categoría real, sino por la ejemplaridad de una vida conforme al
espíritu del Santo Evangelio. Pues ya lo dijera Calderón de la Barca, que en
este teatro del mundo lo importante no es hacer de rey o de mendigo, sino
interpretar correctamente el papel asignado.
Como se cumplen ahora los ochocientos años de su nacimiento, se ha
querido hacer memoria particular de este cristiano seglar, que llamado a
desempeñar las más altas responsabilidades públicas, se mantuvo siempre
fiel a sus convencimientos cristianos. Es que tuvo muy buena catequista
para los años de su iniciación cristiana, como lo fuera su misma madre
Blanca de Castilla.
Cada época tiene su afán y sus maneras de pensar y las acciones que se
habían de emprender. Ni se puede pensar en el ayer con nuestras categorías
actuales, ni hay que despreciar la conducta ejemplar, en este caso de San
Luis rey de Francia, sometiéndola a un juicio implacable desde nuestros
códigos hodiernos. Lo de los tiempos y los derechos, que decían los
antiguos.
Pilares fundamentales de la vida de San Luis eran cuantos se referían al
honor de Dios, el seguimiento fiel a Jesucristo, el amor a la Iglesia, el
cumplimiento de sus obligaciones públicas, el cuidado de la paz y la
atención a los más desvalidos. Buen código de conducta es este y,
ciertamente, que el tiempo no solamente no lo ha envejecido sino que
resalta su actualidad y vigencia.
La razón principal, por la que San Luis fuera elegido como patrono de la
Orden Franciscana Seglar, era la coherencia entre la fe y la vida. Tan
cristiano había de ser en el ejercicio responsable que correspondía al más
alto dignatario, como en el servicio y amparo de los más desvalidos y
menesterosos.
Tema de mucha actualidad es este y que ha sido subrayado por los últimos
papas como una responsabilidad del cristiano en la vida pública. Una obra
2. de gran caridad es la del compromiso político. Del servicio al bien común,
del trabajo por conseguir el reconocimiento de la justicia y el derecho que a
cada cual le corresponde. No puede uno ser buen cristiano si no cumple sus
obligaciones de ciudadanía, como enseñaba San Juan Bosco.
Los hombres y mujeres que quieren seguir a Cristo en el espíritu de San
Francisco de Asís, la orden franciscana seglar, no saben de nostalgia del
pasado ni de temores futuros, pero quieren recoger las mejores lecciones
que la historia de la espiritualidad franciscana les ofrece. Éste camino les
ayudara a santificar su vida y a fortalecer esa imprescindible actitud de
coherencia entre la fidelidad a Dios y la práctica del mandamiento nuevo
que aprendieron de los labios del mismo Jesucristo.
Carlos Amigo Vallejo
Cardenal Arzobispo Emérito de Sevilla