la Eucaristia es una Fiesta-Explicación para niños
III domingo cuaresma. apuntes para la misa
1. Aportes - 1
po. Las preocupaciones nos van apartando
de esa paz, y el pecado nos aleja de ella.
Al contrario, Dios, desde su misericordia
comprende la debilidad humana, pero no la
condena con severidad, sino que invita con
paciencia a volver a su lado, a fortalecer la
vida con la esperanza, con la fe y la caridad.
Así, ¿qué son nuestras debilidades ante esa
fuerza de Dios? El brazo fuerte del Señor nos
sostiene en nuestras dificultades.
El pueblo de Dios que peregrinaba hacia
la tierra prometida, aunque gozaba del favor
de Dios, aunque era el pueblo elegido, el
predilecto de entre todas las naciones no
supo dominar su debilidad, sino que dejó
que el resentimiento lo doblegara. El árido
e inhóspito desierto no les proveía el líquido
para una buena hidratación, para cocinar y
asearse, que son las bondades del agua.Algo
parecido nos sucede a nosotros cuando en el
verano se nos corta el agua, y en las ciudades
los que viven en los altos edificios padecen
al acarrear el agua a sus hogares. Muchos
mueren en esta injusta situación.El pueblo de
Israel sufría de una necesidad básica y hace
llegar el reclamo al Señor en forma de queja,
porque la sed sin saciar era un atroz tormento,
mostraba la debilidad del ser humano.
Y Dios les dio de beber porque Moisés
intercedió por su pueblo. Primero oró sa-
biamente: “¿Cómo tengo que comportarme
con este pueblo, si falta poco para que me
maten a pedradas?”. Moisés, al contrario de
la enardecida multitud se puso humildemente
delante de su presencia, y Dios le respondió.
La comunidad israelita se dejó llevar por su
Es hora de liberarnos
de nuestras debilidades
Éx 17, 1-7; Sal 94, 1-2. 6-9;
Rom 5, 1-2.5-8; Jn 4, 5-42
Hemos avanzado bastante en el camino
cuaresmal. La Palabra hoy nos recuerda
nuestra condición de precariedad, de limita-
ciones, de insuficiencias.El Señor nos llama
a no creernos superhéroes, autosuficientes,
menos en la vida espiritual, sino a sentir
que él es el que nos da la fuerza, porque
los errores nos debilitan, como así también
el pecado.Y de esta forma se resienten los
lazos familiares, decae el compromiso labo-
ral, se enfría la búsqueda del bien común,
nos asalta la indiferencia.
La reflexión de este tercer domingo de
Cuaresma está inspirada en la afirmación de
san Pablo que hemos leído en la Carta a los
Romanos:“Cuando todavía éramos débiles,
Cristo, en el tiempo señalado, murió por los
pecadores”, y por esa entrega de Jesús
“estamos en paz con Dios”. Así comprende-
mos, al inicio de este itinerario espiritual de
cuarenta días que el horizonte a alcanzar es
afianzar la paz, es decir la buena relación con
el Señor, con Dios Padre, que nos ha creado,
con el Hijo que nos ha liberado y redimido y
con el Espíritu Santo que nos santifica. En
pocas palabras, trataremos de armonizar la
vida superando aquello que nos debilita y
aleja de Dios, que es el pecado.
Vamos a partir pensando en lo que ya
hemos alcanzado, que es la reconciliación
con Dios, por medio del martirio de Jesús,
pero que es muy difícil sostener en el tiem- (Continúa en la p. 4).
Aportes para la homilía
Aportes
Celebración
3er
domingo de Cuaresma 19 de marzo de 2017
Ciclo A. Color: Morado Año XXI - Nº 1186
Aportes
Celebración
para la
Homilía y guión para la Santa Misa
2. Aportes - 2
Guión para la Santa Misa
1) Introducción a la celebración
Hermanos y hermanas: Todos ex-
perimentamos en el corazón una
sed profunda de vivir, de amar, de
ser feliz. Y nos pasamos la vida
buscando saciar esa sed.
En esteTercer domingo de Cuaresma,
Jesús, dialogando con una mujer samari-
tana, se presentará como el “agua viva”,
la única capaz de saciar nuestra sed de
felicidad.
El agua –elemento imprescindible
para la vida– es la imagen que recorre
toda la liturgia de hoy.Así de imprescindi-
ble es la presencia de Jesús para la vida
nueva que Dios quiere darnos en virtud
de la Pascua de Jesús.
Nos ponemos de pie. Recibimos al
padre que, en nombre de Cristo, presidirá
nuestra Eucaristía, y, uniendo nuestros
corazones, cantamos.
2) Saludo inicial
“El agua que yo le daré se conver-
tirá en manantial que brotará hasta
la vida eterna”. Con esta firmeza
se expresa Jesús.
Hermanos:Todos estamos invitados a
saciar nuestra sed de vida y felicidad con
el “agua viva” que es Jesús.
El amor de Dios que ha sido
derramado en nuestros corazones
por el Espíritu Santo
esté con todos ustedes.
3) Acto penitencial
La prueba de que Dios nos ama
es que Cristo murió por nosotros.
Por eso, con confianza de hijos,
pidamos perdón.
– Tú realmente estás entre noso-
tros.
Señor, ten piedad.
– Tú nos amaste cuando éramos
pecadores.
Cristo, ten piedad.
– Tú nos ofreces el manantial que
brota hasta la vida eterna.
Señor, ten piedad.
4) Liturgia de la Palabra
Primera lectura (Éx 17, 1-7): El
agua que Dios hace brotar de la
roca es el símbolo de la vida eterna
que el Señor dona a su pueblo.
Salmo (Sal 94, 1-2. 6-9): Frente a la
bondad de Dios, el salmo invita a cantar
con júbilo al Señor. Participamos de esta
oración, aclamando: Cuando escuchen
la voz del Señor, no endurezcan el
corazón.
Segunda lectura (Rom 5, 1-2. 5-8):
San Pablo nos recuerda cuán grande es
el amor de Dios, ya que Cristo murió por
nosotros.
Evangelio (Jn 4, 5-42): Jesús nos
invita a conocer el don de Dios y nos
promete su gracia salvadora, expresada
bajo el símbolo del agua.
5) Credo
Porque creemos que Cristo es
verdaderamente el Salvador del
Mundo, proclamamos nuestra fe:
Creo...
6) Oración de los fieles
Hermanos: Recemos para que
todos los hombres encuentren en
Jesús el “agua viva” que sacie su
sed de felicidad.
3. Aportes - 3
nuestros corazones por el Espíritu
Santo nos hace llamarlo Padre.
Digamos con confianza: Padre
nuestro...
10) Cordero de Dios
El que beba del agua que yo le
daré nunca más volverá a tener
sed, dice Jesús. Él es el Cordero
de Dios que quita el pecado del mundo.
Dichosos los invitados a la Cena del
Señor.
11) Comunión
Hermanos: El Cuerpo y la Sangre
de Jesús se convierten en nosotros
en manantial de consuelo y forta-
leza. Vayamos, alegres, a la mesa
del Señor.
12) Avisos parroquiales
(Después de la Oración
poscomunión).
13) Rito de conclusión
La misa ha terminado. Nuestra
misión comienza.
Hermanos: La Cuaresma nos
estimula a conocer y valorar cuánto nos
ha amado Dios al donarnos a Jesús, que
murió por nosotros.
El Señor esté con ustedes.
Derrama, Señor, tu amor
en nuestros corazones,
para que saciemos en Jesús
nuestra sed de vida y felicidad.
Y que la bendición de Dios...
14) Canto final
Con la alegría de sentir el amor que
Dios derrama en nuestros corazo-
nes, nos retiramos cantando.
A cada intención, pedimos:
Danos hambre y sed de la vida
verdadera.
4 Por los misioneros: para que expe-
rimenten la alegría de derramar el
amor de Dios en los corazones de los
hombres.
Oremos.
4 Por los países ricos: para que ayuden
con generosidad a los países pobres.
Oremos.
4 Por los que no conocen el don de Dios:
para que descubran a Jesucristo, ma-
nantial de agua viva.
Oremos.
4 Por nuestra Iglesia diocesana y pa-
rroquial: para que sea testigo de la
esperanza y del amor de Dios.
Oremos.
Derrama, Señor, tu amor en nues-
tros corazones y danos hambre
y sed de ti, para que recorramos
este tramo final de la Cuaresma con un
espíritu renovado. Te lo pedimos...
7) Presentación de las ofrendas
Cristo, muerto y resucitado para
nuestra salvación, es nuestra gran
ofrenda al Padre.Unidos a él, ofrez-
camos los esfuerzos por conocer el
don de Dios en nuestras vidas.
8) Prefacio (Propio)
Dios ha derramado su amor en
nuestros corazones. Por eso nos
unimos al celebrante en la gran
acción de gracias al Padre que, en
Jesucristo, nos comunica el don de la fe
y el fuego del amor.
9) Padrenuestro
El amor que Dios ha derramado en
4. Aportes - 4
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debilidad, no tuvo la fuerza para superar
el momento con sensatez y confianza, por
eso sus pecados se llaman “provocación” y
“querella”, desafiaron a Dios y fueron pen-
dencieros, se dejaron guiar por la irritación
y el arrebato.
La samaritana convertida, mujer de
la cual el evangelista Juan no nos dice el
nombre, sino que nos relata cómo pasa de
las necesidades básicas a la necesidad de
Dios, es el paradigma para vivir este tramo
de la Cuaresma. Ella, una mujer, nos se-
ñala el camino de la conversión. En pleno
mediodía se da el encuentro, cuando el sol
pega fuerte y hace sentir su poder. Jesús y
la mujer sedientos van al pozo de Jacob. Y
allí se desarrolla la historia que puede ser la
de cualquiera de nosotros.
Cuando pareciera que estamos en lo me-
jor de nuestras vidas el Señor nos interpela,
y saca a la luz nuestras debilidades, nuestro
pecado. Él no se mostró severo con la mujer
ni por la insolencia con que lo trata, dado que
los judíos y samaritanos arrastraban un viejo
antagonismo, ni es riguroso porque ella tuvo
diferentes maridos. Jesús vio la parte posi-
tiva, miró la fe y la esperanza de cambio en
la vida de la mujer. Eso es lo que ve hoy en
nuestras vidas, él no nos aplica una severa
disciplina para ver cuán religiosos somos o
si nuestra moralidad está sana, hoy el Señor
mira la fe que tenemos en los demás, la
capacidad de dar amor y la disponibilidad
de ser discípulos-misioneros, como lo fue la
mujer que corrió a contar a todo el pueblo lo
vivido, sin importarle el calor pesado del sol
sobre sus espaldas ni que el suelo ardiente
quemara sus pies. El Señor nos reconstruye
desde nuestras potencialidades.
Por su parte, los discípulos de Jesús te-
nían el corazón aún sin convertirse del todo.
Estaban sobrecargados de sus debilidades.
No aceptaron a Jesús hablando con una
mujer, los traicionaba el fanatismo religioso
al despreciar a los samaritanos, no habían
descargado su mochila de las pesadas limi-
taciones que les impedían seguir fielmente
al Maestro. Por eso el Señor se pone como
ejemplo de aquel que alimenta su vida con
el querer de Dios, quien quiere la vida y no
la muerte, que el pecador se salve y no sea
condenado. Y los envía a cosechar, porque
en la siega o evangelización deberán despo-
jarse de sí mismos para darse a los demás.
Así lo hará el Maestro en la cruz.
Recordemos en este camino cuaresmal
que la Iglesia nos llama a vivir con intensidad
la oración, el ayuno y la caridad (limosna),
que nos llevan a la conversión,superando las
limitaciones, errores y pecados, aunque nos
encontremos en el cénit de nuestras vidas,
en lo mejor de nuestras profesiones, en la
cumbre del éxito. La oración es para liberar-
nos de la antiquísima pretensión de querer
ser como dioses, de suplantar a Dios.Es para
dejar de lado la autosuficiencia. La oración
es la de Jesús: “Padre, en tus manos enco-
miendo mi espíritu”, es ese inacabable diá-
logo de confianza con el Padre, en todas las
circunstancias de la vida. El ayuno, común
en muchas religiones, para los cristianos
es saber prescindir de las cosas materiales
que nos esclavizan, es saber reconocernos
criaturas frente a un Padre providente. El
ayuno me pone frente a mis debilidades y en
lugar de alimentarlas, me da la posibilidad
de superarlas siendo dueño de sí mismo. La
caridad o limosna es para que Dios sea Dios
y no gobierne el corazón el dios dinero, que
acarrea pobreza, marginación, violencia…
La limosna es para solidarizarme con la po-
breza material del prójimo, y a su vez trabajar
junto a otros para que se revierta el mundo
de las injusticias que claman al cielo.
Estamos en el mediodía de la Cuaresma:
La palabra de Dios nos ayuda a liberarnos
de nuestras debilidades, para que la vida
personal, social y eclesial sean cada vez más
acordes al proyecto de Dios, que envió a su
Hijo a perdonar, no a condenar.
(Viene de la p. 1).