Este documento presenta una introducción detallada a la Epístola a los Hebreos. Discute su autenticidad y autoría, atribuyéndola generalmente a Pablo a pesar de algunas dudas iniciales. Examina las evidencias internas y externas como citas de los padres de la iglesia, y concluye que el estilo y temas son consistentes con Pablo aunque dirigido a lectores familiarizados con el pensamiento filónico alejandrino.
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COMENTARIO
EXEGETICO Y EXPLICATIVO
DE LA BIBLIA
TOMO II: EL NUEVO TESTAMENTO
POR Roberto
Jamieson A. R.
Fausset
David Brown
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LA EPISTOLA DEL APOSTOL PABLO A LOS HEBREOS
INTRODUCCION
CANONICIDAD Y AUTENTICIDAD LITERARIA—Clemente de Roma, a fines del primer siglo de nuestra era, la
usa extensamente, adoptando las palabras de ésta en la misma manera que las de los demás libros del Nuevo
Testamento, sin dar a ninguno, es cierto, el término de “Escritura”, el que reserva para el Antiguo Testamento (no
estando aún establecido formalmente el canon del Nuevo Testamento), pero es cierto también que no le da categoría
inferior a las demás Epístolas reconocidas del Nuevo Testamento. Como nuestra Epístola se atribuye autoridad por
parte del escritor, el hecho de que Clemente adopta porciones de ella virtualmente viene a ser el reconocimiento de
esta autoridad, y esto en la misma época apostólica. Justino Mártir la cita como divinamente autorizada, para
establecer los títulos de “apóstol”, así como de “ángel,” como se aplica al Hijo de Dios. Clemente de Alejandría la
refiere expresamente a Pablo, basándose en Panteno, jefe de la escuela de catecúmenos de Alejandría a mediados del
siglo segundo, diciendo que, como a Jesús se le intitula en ella el “apóstol” enviado a los hebreos, Pablo, por su
humildad, no se llama apóstol de los hebreos, siendo como era apóstol a los gentiles. Clemente también dice que
Pablo, por cuanto los hebreos estaban predispuestos en su contra, prudentemente omite poner su nombre en el
encabezamiento; además, que fué escrita originalmente en hebreo para los hebreos, y que Lucas la tradujo al griego
para los griegos; de ahí que el estilo es parecido al de Los Hechos. Cita frecuentemente, sin embargo, las palabras de la
Epístola existente en griego como palabras de San Pablo. Orígenes, asimismo, la cita como Epístola de San Pablo. Sin
embargo, en sus homilías, él considera que el estilo es distinto del empleado por Pablo y como “más helenista”, pero
que el pensamiento es el del apóstol; agregando que “los antiguos que transmitieron la tradición del origen literario
paulino debieron tener buena razón para hacerlo, aunque Dios solo sabe con certeza quién fué en realidad el escritor”
(es decir, el que “transcribió” los pensamientos del apóstol). En la Iglesia africana, al principio del tercer siglo,
Tertuliano se la atribuye a Bernabé. Ireneo, obispo de Lyon, está mencionado en Eusebio como citando esta Epístola
pero sin adjudicársela expresamente a Pablo. Más o menos en la misma época, Cayo, obispo de la Iglesia de Roma,
menciona solamente trece Epístolas de Pablo mientras que, si la Epístola de los Hebreos se incluyese, serían catorce. Así
también el fragmento del canon del fin del segundo siglo o del principio del tercero, publicado por Muratori,
aparentemente omite mención de ella. Tampoco la reconoció la Iglesia latina como escrita por Pablo sino hasta
bastante tiempo después del comienzo del siglo tercero. Así también Novaciano de Roma, Cipriano de Cartago, y
Victorino, también de la Iglesia latina. Pero en el siglo cuarto, Hilario de Poitiers (año 368), Lúcifer de Cagliari (año
371), Ambrosio de Milano (año 397) [PAG. 607] y otros latinos la citan como paulina; y el quinto Concilio de Cartago
(año 419) formalmente la reconoce entre las catorce Epístolas de Pablo.
Tocante a la similitud de estilo al de los escritos de San Lucas, ésta se debe al hecho de que él había sido por tanto
tiempo compañero de Pablo. Crisóstomo, comparando a Lucas y Marcos, dice: “Cada uno imitaba a su maestro: Lucas
a Pablo, quien fluía cual río desbordante; Marcos imitaba a Pedro, quien estudió la brevedad de estilo.” Además, hay
aparente en esta Epístola mayor predominancia de sentimiento judaico y mayor conocimiento de las peculiaridades
de las escuelas de pensamiento judaicas que en los escritos de Lucas. No hay ninguna evidencia clara para atribuirle a
él la redacción de la Epístola, ni tampoco a Apolos, a quien apoya Alford como el autor. Las razones alegadas a favor
de esta idea son la supuesta fraseología alejandrina y los modos de pensamiento de la Epístola. Pero éstos son tales
como cualquier judío palestino hubiera podido emplear; y Pablo, por su instrucción hebreo helénica en Jerusalén y
Tarso, conocería los modos de pensamiento de Filón, todos los cuales modos de pensamiento no se derivan, como
algunos piensan, necesariamente de su preparación alejandrina sino también de su educación judaica. Sería bien
improbable que la Iglesia alejandrina hubiera declarado tan indubitablemente la autenticidad literaria paulina, si
Apolos, su propio compatriota, hubiese sido en realidad el autor. La elocuencia del estilo y la retórica son características
de Apolos en Corinto mientras que Pablo en ésa habló con palabras que carecían de la sabiduría humana, sin duda
adaptándose a propósito a las mentes de aquellos a quienes se dirige en esta Epístola. A los griegos de Corinto, que
estaban en peligro de idolatrar la elocuencia y sabiduría humanas, escribe en estilo sin adornos, a fin de hacer que se
fijen más en el evangelio mismo. Pero los hebreos no estaban en semejante peligro. Y su preparación hebreo helénica
le facilitaría el escribir en un estilo agradable a los hebreos de Alejandría, donde la filosofía griega se había
confundido con el judaísmo. La versión de los Setenta (la Septuaginta) hecha en Alejandría, había formado el eslabón
de enlace entre éste y aquélla; y es notable el que todas las citas del Antiguo Testamento, menos dos (10:30; 13:5), son
de la versión de los Setenta. El hecho de que las peculiaridades de la versión de los Setenta están entretejidas en el
argumento, comprueba que la Epístola griega está en su forma original y que no es una traducción; de haber sido
originalmente hebrea, las citas hubieran sido del hebreo del Antiguo Testamento. Se llega a la misma conclusión
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tomando en cuenta los juegos de palabras homófonas griegas, las aliteraciones, y los períodos rítmicamente
construídos, Calvino observa que, si la Epístola hubiese sido escrita en hebreo, los versículos 15–17 del capítulo nueve
hubieran perdido todo su valor, el cual consiste en el juego hecho sobre el doble significado en el griego de diathéke,
“convenio” o “testamento”, mientras que el hebreo berith solamente significa “convenio”.
La evidencia interna favorece la redacción paulina. El tema tan plenamente desarrollado en esta Epístola, de que el
cristianismo es tanto superior al judaísmo cuanto la realidad excede al tipo y lo reemplaza, es tema favorito de Pablo
(véase 2 Corintios 3:6–18; Gálatas 3:23–25; 4:1–9, 21–31, donde el modo alegórico de interpretación aparece en su
aplicación divinamente sancionada: modo que se lleva a un exceso injustificable en la escuela alejandrina). Asimismo
el divino Hijo aparece en el capítulo 3, etc., como en otras Epístolas de Pablo (Filipenses 2:6; Colosenses 1:15–20). como
la imagen o manifestación de la deidad; igualmente su humillación de sí mismo por amor al hombre, cotéjese el 2:9 con 2
Corintios 8:9; Filipenses 2:7, 8; también la exaltación final de Cristo, véase el 2:8; 10:13; 12:2 con 1 Corintios 15:25, 27.
La palabra “Mediador” es peculiar a Pablo; compárese el 8:6 con Gálatas 3:19, 20. La muerte de Cristo está
representada como el sacrificio por el pecado prefigurado en los sacrificios judaicos, compárese Romanos 3:22–26; 1
Corintios 5:7, con Hebreos caps. 7 al 10. La frase “el Dios de paz” es peculiar a Pablo; véase el 13:20; Romanos 15:33; 1
Tesalonicenses 5:23. También compárese el 2:4, marginal, con 1 Corintios 12:4. La justificación, o la “justicia por la fe”,
aparece en el 11:7; 10:38, como en Romanos 1:17; 4:22; 5:1; Gálatas 3:11; Filipenses 3:9. La palabra de Dios es la “espada
del Espíritu”, véase el 4:12 con Efesios 6:17. Los cristianos que carecen del desarrollo espiritual son niños que necesitan
de la leche, o sea, de la instrucción en los elementos, mientras que los cristianos maduros, como hombres formados,
requieren la vianda fuerte, véase el 5:12, 13; 6:1, con 1 Corintios 3:1, 2; 14:20; Gálatas 4:9; Colosenses 3:14. La salvación
está representada como franqueza de acceso a Dios por Cristo (comp. el 10:19 con Romanos 5:2; Efesios 2:18; 3:12). Las
aflicciones son una pelea (10:32 con Filipenses 1:30; Colosenses 2:1). La vida cristiana es una carrera (12:1 con 1
Corintios 9:24; Filipenses 3:12–14). El ritual judaico es un culto (Romanos 9:4 con el 9:1, 6). Compárese “sujeto a [PAG.
608] servidumbre”, 2:15, con Gálatas 5:1. Otras características del estilo paulino aparecen en esta Epístola, a saber: la
inclinación a la digresión y a un largo paréntesis sugerido por alguna palabra, el gusto de hacer juego de palabras
homófonas, y la disposición de repetir alguna palabra favorita. La frecuente apelación al Antiguo Testamento y la
expresión ilativa, “y otra vez”, compárese el 1:5; 2:12, 13, con Romanos 15:9–12. También citas de aplicación especial;
compárese el 2:8 con 1 Corintios 15:27; Efesios 1:22. También la cita del mismo pasaje en una forma no concordante
con la versión de los Setenta, y con la adición de “dice el Señor (Jehová)”, no hallada en el Hebreo de 10:30; Romanos
12:19.
Las supuestas características alejandrinas (que son más bien “filonistas”) de la Epístola, se deben probablemente
al hecho de que los hebreos estaban generalmente imbuídos de las formas de pensar alejandrinas de Filón, etc., y
Pablo sin colorear ni alterar la verdad evangélica, “a los judíos, se hacía (en estilo) como judío, para ganar a los judíos”
(1 Corintios 9:20). Esto explicará el que fué reconocida como Epístola de Pablo unánimemente en las iglesias
alejandrina y jerosolimitana por los hebreos, los probables destinatarios de la Epístola. Ni un padre griego atribuye la
Epístola sino a Pablo, mientras que en las Iglesias occidentales y latinas, a las que tardó en llegar, se dudaba de ella
por mucho tiempo, debido a su forma anónima y a su estilo en general menos distintivamente paulino. Su razón por
no aceptarla como paulina, ni por cierto como canónica, en los primeros tres siglos, era negativa, la insuficiente
evidencia de ella, no la positiva evidencia en su contra. La evidencia positiva es generalmente a favor de su origen
paulino. En las iglesias latinas, debido a su distancia de las iglesias de los destinatarios hebreos, no había ninguna
tradición generalmente aceptada sobre el particular. La Epístola era en efecto poco o nada conocida, por lo cual
hallamos que no hay mención alguna de ella en el canon de Muratori. Cuando al fin, en el siglo cuarto, los latinos
supieron que era tenida por paulina y canónica por buenos motivos en las iglesias griegas, la reconocieron
universalmente como tal. Todas las noticias personales favorecen la redacción paulina, que son: su intención de visitar
en breve a los destinatarios, junto con Timoteo, a quien titula “nuestro hermano” (13:23); su presente encarcelamiento
(13:19); su anterior encarcelamiento en Palestina, de conformidad con nuestra versión (10:34); las salutaciones
enviadas a ellos de parte de creyentes de Italia (13:24). La razón de no preponer el nombre puede explicarse por el
carácter retórico de la Epístola, que indujera al autor a omitir la forma ordinaria de inscripción epistolar.
EL PROPOSITO.—Su finalidad es enseñar la superioridad del cristianismo sobre el judaísmo, por cuanto fué
introducido por uno muy superior a los ángeles y a Moisés, por medio de los cuales los judíos recibieron la ley, y por
cuanto su sacerdocio y sus sacrificios carecían de la virtud perfeccionadora respecto de la salvación que tienen los de
Cristo; que él es la substancia de la cual los anteriores no son sino la sombra, y que el tipo forzosamente cede lugar al
precursor del tipo; y que ahora ya no estamos detenidos a tanta distancia como cuando bajo la ley, sino que tenemos
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libertad de acceso por el velo abierto, es decir, por la carne de Cristo; por lo tanto, les advierte el peligro de la
apostasía, tentación a la que los judíos estaban expuestos al ver perseguidos a los judíos convertidos, mientras que el
judaísmo era tolerado por las autoridades romanas. Intima la obligación de una vida de fe, de la que la historia
judaica, en la menos perfecta dispensación del Antiguo Testamento, contenía brillantes ejemplos. Concluye de la
manera paulina acostumbrada, con exhortaciones prácticas y oraciones piadosas a favor de ellos.
SU MODO DE PRESENTACION en la Epístola es exhortatorio más bien que mandatario, precisamente lo que se
hubiera esperado de parte de Pablo al dirigirse a los judíos. No se dirige a los dirigentes judeo cristianos, porque en
efecto no había iglesia exclusivamente judía; y su Epístola, dirigida primordialmente a judíos palestinos, estaba
destinada para incluír a los hebreos de las iglesias circunvecinas. Inculca la obediencia y el respeto en relación a sus
dirigentes (13:17, 24); obviando tácitamente la objeción de que al escribir la Epístola estaba interviniendo en las
prerrogativas de Pedro, el apóstol de la circuncisión, y de Jacobo el obispo de Jerusalén. De ahí, pues, surge este modo
apacible y delicado de tratarlos (13:22). Lejos de admirarnos por las discrepancias de estilo entre la Epístola a los
Hebreos y las epístolas a los gentiles, es precisamente lo que debiéramos esperar. El Espíritu Santo le guió en la
elección de los medios más adaptados a la naturaleza de los fines perseguidos. Wordsworth nota una construcción
griega peculiarmente paulina (Romanos 12:9): “Sea (vuestro) amor sin fingimiento: aborreciendo lo malo, llegándoos a
lo bueno”, que no se encuentra en ninguna otra parte salvo en Hebreos 13:5, es decir: “Sea vuestra [PAG. 609]
conducta sin avaricia, contentos con lo presente” (un sustantivo femenino, conducta, que pasa súbitamente a participio
absoluto en el nominativo masculino del plural, estando contentos). También al citar la escritura del Antiguo
Testamento, el escritor de la Epístola a los Hebreos la cita tal cual la citaría un judío: “Dios habló a nuestros padres”, y
no: “Está escrito”. Así también el 13:18, “Confiamos que tenemos buena conciencia”, es un sentimiento del todo
paulino (Hechos 23:1; 24:16; 2 Timoteo 1:3; 2 Corintios 1:12; 4:2). Aunque no ha prefijado su nombre, ha dado al fin su
seña universal que le identifica, a saber: su salutación apostólica de “la gracia sea con todos vosotros”; esta “salutación
con su propia mano” la declaró (2 Tesalonicenses 3:17, 18) ser “su marca en toda epístola”; así 1 Corintios 16:21, 23;
Colosenses 4:18. La misma oración de salutación cierra cada una de sus Epístolas, y no se halla en Epístola alguna de
los demás apóstoles escrita durante la vida de Pablo; pero se encuentra en el último libro del Nuevo Testamento, el
Apocalipsis, y posteriormente en la Epístola de Clemente de Roma. Esto prueba que, sea a quien fuese encomendada
la escritura del cuerpo de la Epístola (a un mero escribiente que tomase el dictado, o a algún compañero de Pablo que
por el don del Espíritu de interpretar lenguas, 1 Corintios 12:10, transcribiera los sentimientos inspirados de Pablo en su
propia dicción guiada por el Espíritu), Pablo al final pone su sello al conjunto como si en verdad fuese suyo y
sancionado por él como tal. Las iglesias del oriente y de Jerusalén, su centro, a donde fué primero enviada, la
recibieron como epístola de Pablo desde los tiempos primitivos, de conformidad con Cirilo, obispo de Jerusalén (año
349). Jerónimo, llevando consigo como llevó de Roma los prejuicios de los latinos en contra de la Epístola a los
Hebreos, agravados sin duda por su aparente sanción de la herejía novaciana (6:4–6), fué constreñido por la fuerza de
los hechos a recibirla por paulina por el casi unánime testimonio de los cristianos griegos desde los primeros tiempos;
y fué probablemente el instrumento principal en la corrección del error anterior de Roma de rechazarla. El testimonio
de la Iglesia de Alejandría es particularmente valioso porque fué fundada por Marcos, quien estaba con Pablo en su
primer encarcelamiento cuando esta Epístola parece haber sido escrita (Colosenses 4:10), y quien fué probablemente el
portador de la misma, visitando al mismo tiempo a Colosas de paso para Jerusalén (donde vivía la madre de Marcos),
y de allí para Alejandría. Además, 2 Pedro 3:15, 16, escrito un poco antes de la muerte de Pedro, y—como su primera
epístola escrita por él, “el apóstol de la circuncisión”—a los cristianos hebreos dispersos en el este, dice: “Como nuestro
amado hermano Pablo os ha escrito”, es decir, a los hebreos; y las palabras agregadas: “Como también en todas sus
epístolas”, distinguen a la Epístola a los Hebreos de las demás; luego sigue hablando de ella como al par con “otras
escrituras”, así declarando a la vez su redacción paulina y también su inspiración divina. Una ilustración interesante
del poder de la fe y amor cristianos; Pedro, que había sido reprochado públicamente por Pablo (Gálatas 2:7–14),
plenamente adoptó lo que Pablo escribió; no había diferencia alguna entre el evangelio del apóstol de la circuncisión y
el del apóstol de la incircuncisión. Demuestra notablemente la soberanía de Dios, el que escogió como instrumento
para confirmar a los hebreos a Pablo el apóstol de los gentiles; y por otra parte, a Pedro para abrir la puerta evangélica a
los gentiles (Hechos 10:1), aunque él es el apóstol de los judíos; así reina la perfecta unidad entre la diversidad de
agencias.
Roma, en la persona de Clemente de Roma, en un tiempo recibió esta Epístola. Luego siguió un período en que
dejó de ser recibida por las iglesias romanas. Después, en el siglo cuarto, Roma se retractó de su error. Una prueba
clara de que Roma no es inmutable ni infalible. Cuanto a Roma toca, la Epístola a los Hebreos no sólo estaba perdida
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por tres siglos, sino que nunca hubiera sido recobrada si no hubiese sido por las iglesias orientales; es, pues, una gran
suerte para la cristiandad que Roma no es la iglesia católica.
Es claro que la Epístola fué escrita antes de la destrucción de Jerusalén, hecho que hubiera sido mencionado en la
Epístola de haber ocurrido antes (13:10), dirigida probablemente a iglesias en las que los miembros judíos eran los
más numerosos, como era el caso en Judea y acaso en Alejandría. En ésta había el mayor número de judíos residentes
que en toda otra ciudad excepto Jerusalén. En Leontópolis, en Egipto, había otro templo, a los arreglos del cual, piensa
Wieseler, las noticias de esta Epístola corresponden más que a los de Jerusalén. Fué desde Alejandría de donde la
Epístola parece haber llegado primero al conocimiento del mundo cristiano. Además, “la Epístola a los alejandrinos”,
mencionada en el canon de Muratori, pudiera acaso ser esta misma Epístola a los Hebreos. Se dirige a los judíos
particularmente como “el pueblo de Dios” (2:17; 4:9; 13:12), “simiente de Abrah{n”, eso es, el tronco original al que los
creyentes gentiles son injertados, a lo que corresponde Romanos 11:16–24; pero [PAG. 610] les urge a que salgan de la
Jerusalén carnal y terrenal y realicen su unión espiritual con “la Jerusalén celestial” (12:18–23; 13:13).
El uso del griego en preferencia al hebreo se debe sin duda al hecho de que la Epístola se destinaba no sólo a los
hebreos, sino también a los judíos helenistas convertidos, no sólo de la Palestina sino también de otras partes; una
opinión confirmada por el uso de la versión de los Setenta. Bengel cree que probablemente (véase 2 Pedro 3:15, 16, ya
explicada) los judíos, los destinatarios primordiales pero no exclusivos, eran los que a causa de la guerra habían salido
de Jerusalén y se habían establecido en Asia Menor.
La noción de que hubiese sido redactada originalmente en hebreo surgió probablemente de su tono y su método,
y sus temas. Se la clasifica entre las Epístolas no generalmente reconocidas al principio, conjuntamente con Santiago, 2
Pedro y 3 Juan, Judas y el Apocalipsis. Un vínculo hermoso existe entre éstas y las Epístolas universalmente reconocidas.
Hebreos liga las ordenanzas de Levítico con su cumplimiento evangélico del tipo. Santiago es el eslabón entre las
supremas doctrinas del cristianismo y la ley universal del deber moral—un comentario sobre el Sermón del Monte—
que armoniza el decálogo y la revelación hecha a Job y Elías con la ley cristiana de la libertad. 2 Pedro une la
enseñanza de Pedro con la de Pablo. Judas liga la primitiva revelación oral con la última revelación escrita, el
Apocalipsis. Las dos más breves Epístolas de Juan, como la Epístola a Filemón, aplican el cristianismo a los pequeños
detalles de la vida cristiana, y demuestran que el cristianismo puede santificar todas las relaciones terrenales.
CAPITULO 1
Ver. 1–14. LA MAYOR DE TODAS LAS REVELACIONES NOS ES DADA AHORA EN EL HIJO DE DIOS,
QUIEN ES MAYOR QUE LOS ANGELES Y QUIEN, HABIENDO TERMINADO LA REDENCION, ESTA
ENTRONIZADO A LA DIESTRA DE DIOS. El autor, aunque no firma su nombre, era bien conocido a los
destinatarios (13:19). Para las pruebas de que Pablo era el autor, véase mi Introducción. En el método paulino, la
exposición del tema y la división anteceden a la discusión; y en la conclusión, la porción práctica sigue a la
doctrinaria. El ardor de espritu en esta Epístola, como en la Primera de Juan, que se lanza al corazón de la discusión
(sin inscripción preliminar de nombre y de salutación), con tanto más efecto impresiona a los oyentes. Debe fecharse
la carta mientras estaba el templo en pie, antes de su destrucción en el año 70 d. de Cristo; algo antes del martirio de
Pedro, quien menciona esta carta de Pablo (2 Pedro 3:15, 16); en una época cuando muchos de los primeros oyentes del
Señor ya estaban muertos. 1. muchas veces—El griego: “en muchas porciones”. No todo fué revelado a cada uno de los
profetas, sino que uno recibió una porción de la revelación y otro otra. A Noé fué revelada la región del mundo a que
pertenecería el Mesías; a Jacob, la tribu; a David e Isaías, la familia; a Miqueas, la aldea de la natividad; a Daniel, el
tiempo preciso; a Malaquías, la venida del precursor y el segundo advenimiento; por medio de Jonás, su entierro y su
resurrección; por Isaías y Oseas, la resurrección. Cada uno conoció en parte; pero cuando lo perfecto hubo venido en
el Mesías, lo que era en parte fué quitado (1 Corintios 13:12). en muchas maneras—es decir, por sugestiones
interiores, por voces audibles, por Urim y Thumim, sueños y visiones. “El fué visto de un modo por Abrahán, de otro
modo por Moisés, de otro por Elías; Isaías, Daniel y Ezequiel percibieron diferentes formas” [Theodoreto] (Compárese
Números 12:6–8). Las revelaciones del Antiguo Testamento fueron fragmentarias en sustancia, y múltiples en forma;
la misma multitud de profetas demuestra que profetizaron sólo en parte. En Cristo, la revelación de Dios es plena: no
en variables tonos de diversos colores, sino él mismo es la pura luz que confunde en su propia persona todo el
espectro “el esplendor de su gloria”). hablado—la expresión usual que emplea un judío al dirigirse a judíos. Así
Mateo, judío que escribe en especial para judíos, cita las escrituras, no con la fórmula, “Está escrito”, sino con el “Dijo
<” en otro tiempo—en tiempos idos. Desde Malaquías, el último de los profetas del Antiguo Testamento, por
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cuatrocientos años no se había levantado profeta, a fin de que el Hijo fuese tanto más objeto de expectativa. [Bengel].
Como Dios (el Padre) está presentado aquí como quien habló, así Dios el Hijo en el 2:3, y Dios el Espíritu Santo en el
3:7. los padres—los padres judaicos. Los judíos de días anteriores (1 Corintios 10:1). por el Hijo—El Griego, en un Hijo.
Un rey mortal habla por medio de su embajador, no (como el Rey de reyes) EN su embajador. El Hijo es la última y la
más sublime manifestación de Dios (Mateo 21:34, 37); en él mora corporalmente no meramente una medida, como en
los profetas, sino la plenitud del Espíritu de Dios (Juan 1:16; 3:34; Colosenses 2:9). Así contesta él a la objeción que los
judíos sacaron de sus profetas. Jesús es el fin de toda la profecía (Apocalipsis 19:10), y de toda la ley de Moisés (Juan
1:17; 5:46). 2. En estos postreros días—En los manuscritos más antiguos el griego reza: “En la última parte de estos
días”. Los rabinos dividían la cronología en “este siglo” (edad, o mundo) y “el siglo venidero” (2:5; 6:5). Los días del
Mesías fueron el período de transición, o la “última parte de estos días” (en contraste con “en otros tiempos”), el fin
de la dispensación existente y el principio de la final, de la cual la segunda venida de Cristo será la culminación
gloriosa. por el Hijo—el griego: “en (su) Hijo” (Juan 14:10). El verdadero “Profeta” de Dios. “Su majestad es
manifestada: (1) Absolutamente por el mismo nombre de “Hijo” [PAG. 611] y por tres gloriosos predicados: “Al cual
constituyó”, “por el cual hizo el universo”, y “se sentó a la diestra de la majestad en las alturas”: así se describe su
curso desde el principio hasta que él llega a su meta (1:2, 3). (2) Relativamente, en comparación con los ángeles (1:4); la
confirmación de esto sigue, y el mismo nombre de Hijo se prueba (en el 1:5); por su condición de heredero (1:6–9); la
creación de los mundos por él (1:10–12); el sentarse a la diestra de Dios (1:13, 14);. El ser hecho heredero sigue de su
estado de Hijo, y precede la creación por él de los mundos (Proverbios 8:22, 23; Efesios 3:11). Como el primogénito es el
heredero del universo (v. 6), el cual él creó instrumentalmente según el 11:3, donde la frase “por la Palabra de Dios”
corresponde con “por el cual” (el Hijo de Dios) aquí (véase Juan 1:3). Cristo fué constituído (en el eterno consejo de
Dios) para el oficio de la creación; y el universo así creado le fué asignado a él como un reino. El es “heredero de todas
las cosas” por el derecho de la creación, y en especial por el derecho de la redención. La promesa hecha a Abrahán de
que él sería heredero del mundo tuvo su cumplimiento, y lo tendrá aún más plenamente en Cristo (Romanos 4:13;
Gálatas 3:16; 4:7). el universo—el mundo inferior y el superior (Colosenses 1:16). Es decir, siglos o edades, con todas
las cosas y las personas que les pertenecen; el universo, inclusive todo el espacio y las eras cronológicas y todo lo
existente, tanto material como espiritual. El griego presupone que Dios no sólo constituyó a su Hijo heredero de todas
las cosas antes de la creación, sino que también por medio de él hizo el universo. El cual siendo—por el ser
preexistente y esencial. resplandor de su gloria—“Luz de (parte de) luz”. [Credo Niceno]. ¿“Quién es tan fatuo como
para dudar el eterno ser del Hijo? Pues ¿cuándo se ha visto luz sin refulgencia?” *Atanasio contra Ario, Oratatio, 2]. “El
sol nunca se ve sin su efulgencia, ni el Padre sin el Hijo”. [Teofilacto.] Por cuanto él es el resplandor < y por cuanto él
sustenta < por tanto se sentó a la diestra < Fué un retorno a su gloria divina (Juan 6:62; 17:5). la imagen misma—
impresión grabada. Pero velada en la carne.
“Del Sol de Dios el resplandor
¿quién lo podrá mirar?
de su Hijo empero el fulgor
podemos contemplar”.—2 Corintios 3:18.
de su sustancia—Griego, “de su esencia sustancial”; hypóstasis. sustentando todas las cosas—del universo. Véase
Colosenses 1:15, 17, 20, que exponen en orden los tres hechos de este texto. con la palabra—Por tanto el Hijo de Dios
es una persona, porque tiene la papalabra. [Bengel]. Su palabra es la palabra de Dios (11:3). de su potencia—“La
palabra” es la pronunciación que procede del poder del Hijo y le da expresión al mismo. la purgación—griego, la
purificación < de pecados, es decir, por su propiciación, que cubre la culpabilidad del pecado. “Nuestros” se omite de
los manuscritos más antiguos. El pecado es la gran inmundicia a los ojos de Dios, de la que efectuó la purgación por su
sacrificio. [Alford]. Nuestra naturaleza, cargada de culpa, no podría—si nuestro gran sumo Sacerdote no hubiese
rociado el propiciatorio celestial con su sangre de expiación—entrar en contacto inmediato con Dios. Ebrard dice: “La
mediación entre el hombre y Dios, que estaba presente en el lugar santísimo, se revelaba en tres formas: (1) En los
sacrificios (típicas expiaciones por la culpa); (2) En el sacerdocio (los agentes de estos sacrificios); (3) En las leyes
levíticas de la pureza (Se alcanzaba la pureza levítica, en forma positiva, mediante el sacrificio, y en forma negativa,
evitando la contaminación levítica, pudiendo así el pueblo entrar en la presencia de Dios sin morir; Deuteronomio
5:26)”. por sí mismo—frase omitida de los manuscritos más antiguos. se sentó a la diestra de la Majestad en las
alturas—en cumplimiento del Salmo 110. El sentarse el Hijo a la diestra de Dios fué por el acto del Padre (8:1; Efesios
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1:20). Nunca se refiere a su estado preexistente de igualdad con el Padre, sino siempre a su estado de exaltación
gloriosa como el Hijo del hombre después de sus padecimientos, y como mediador a favor del hombre en la presencia
de Dios (Romanos 8:34): una relación para con Dios y nosotros que está por terminar cuando se alcance su finalidad (1
Corintios 15:28). 4. Hecho tanto más excelente—por su exaltación por el Padre (vv. 3, 13): en contraste con el haber
sido “hecho un poco menor que los ángeles” (2:9): “mejor”, o superior a ellos. Como el “siendo” del v. 3 expresa su ser
esencial, así “hecho” de este v. (compárese el 7:26) señala lo que vino a ser en su humildad asumida (Filipenses 2:6–9).
Pablo demuestra que su forma de humillación (posible motivo de escándalo para los judíos) no se oponía a su
divinidad mesiánica. Como la ley fué dada por la ministración de ángeles y de Moisés, fué pues inferior al evangelio
dado por el divino Hijo, quien es (vv. 4–14) como Dios, y fué hecho como el exaltado Hijo del hombre (2:5–18), mucho
más excelente que los ángeles. Las manifestaciones de Dios mediante los ángeles (y hasta por el ángel del pacto) en
diversas ocasiones en el Antiguo Testamento, no ponían al hombre y a Dios en unión personal, como lo hace la
manifestación de Dios en carne. alcanzó por herencia—Siempre tuvo eso mismo, es decir, la filiación divina; pero
“alcanzó por herencia”, heredó, según la promesa del Padre, el nombre de “Hijo”, con el cual nombre fué hecho
conocer a hombres y a ángeles. El es “el Hijo de Dios” en un sentido mucho más sublime que aquel en que los ángeles
son llamados “hijos de Dios” (Job 1:6; 38:7). “La plenitud de la gloria del peculiar nombre de el Hijo de Dios supera a
todo vocablo o pensamiento humano. Todos los títulos son meros fragmentos de sus gloriosos rayos que se
concentran como en un sol de gloria. Nombre que nadie conoció sino él solo” (Apocalipsis 9:12). 5. Porque—Por cuanto
alcanzó más excelente nombre que los ángeles. ¿a cuál …—Un argumento frecuente de esta Epístola se basa en el
silencio de la Escritura (1:13; 2:16; 7:3, 14). [Bengel.] hoy yo te he engendrado—(Salmo 2:7.) Cumplido en la resurrección
de Jesús, por la cual el Padre “declaró”, vale decir, manifestó su filiación divina, hasta entonces velada por su
humillación (Hechos 13:33; Romanos 1:4). Cristo tiene un cuádruplo derecho al título de “Hijo de Dios”: (1) Por la
generación, como engendrado por Dios; (2) por la ordenación, como enviado de Dios; (3) por la resurrección, como “el
primogénito de los muertos” (véase Lucas 20:36; [PAG. 612] Romanos 1:4; Apocalipsis 1:5); (4) por la posesión efectiva,
como heredero de todo. [El Obispo Pearson.] El Salmo aquí citado se aplicaba en primer orden y en sentido menos
pleno a Salomón, de quien Dios prometió por medio de Natán: “Yo seré su Padre, y él será mi hijo”. Pero como toda la
teocracia era de significado mesiánico, el triunfo de David sobre Hadadezer y los reyes vecinos (2 Samuel 8; Salmo 2:2,
3, 9–12) es un tipo del sojuzgamiento final por Dios de todos los enemigos bajo su Hijo, a quien coloca (hebreo, ungió,
Salmo 2:6) sobre “su santo monte Sión”, como Rey de los judíos y de toda la tierra, antitipo de Salomón, hijo de David.
El “yo” en el griego es enfático: Yo el Padre eterno te he engendrado hoy, el día de tu manifestación como mi Hijo. “El
primogénito de los muertos” (Colosenses 1:18; Apocalipsis 1:5), cuando has rescatado a tu pueblo y les has abierto el
cielo. Siempre había sido Hijo, pero ahora por vez primera fué manifestado como tal en su humanidad antes
humillada, ahora exaltada, unida a su divinidad. Alford aplica este “hoy” a la eterna generación; el día cuando el Hijo
fué engendrado por el Padre es un hoy sempiterno: para él nunca hubo un ayer o tiempo pretérito, ni un mañana ni
tiempo futuro: “Nada hay por venir, nada pasado; pero el eterno AHORA nunca se acabará” (Proverbios 30:4; Juan
10:30, 38; 16:28; 17:8). La comunicación de la esencia divina en su plenitud envuelve la generación eterna; porque la
esencia eterna no tiene principio. No obstante, el contexto señala un punto cronológico determinado; es decir, cuando
el Hijo recibió su herencia (v. 4). La introducción del primogénito en la tierra (v. 6) no es subsiguiente al v. 5, como
opina Alford, sino anterior (Hechos 2:30–35). 6. Y—griego, “Pero <” No sólo está comprobada ya su superioridad,
sino que el Salmo 97:7 ofrece prueba más decisiva, que demuestra que no sólo en su resurrección sino también en vista
de ser introducido en la tierra (véase 9:11; 10:5) como hombre; en su encarnación, en su natividad (Lucas 2:9–14), en su
tentación (Mateo 4:10, 11), en su resurrección (Mateo 28:2), y futuro advenimiento en gloria, los ángeles estaban
ordenados por Dios para que se sujetasen a él. Véase 1 Timoteo 3:16, “Visto de ángeles”: que Dios manifiesta al Mesías
como quien debe ser contemplado con devoción por las inteligencias celestiales (Efesios 3:10; 2 Tesalonicenses 1:9; 1
Pedro 3:22). La más plena realización de su señorío será en su segunda venida (Salmo 97:7; 1 Corintios 15:24, 25;
Filipenses 2:9. “Adoradle vosotros dioses todos” (seres sublimes, como ángeles), significa culto a Dios; pero se
concedía universalmente entre los hebreos que Dios moraría, en un sentido peculiar, en el Mesías (de modo que
podría en la frase talmúdica “ser capaz de ser señalado con el dedo”); de modo que lo que se decía de Dios, se
aplicaba también al Mesías y se cumplía en él. Kimchi dice que los Salmos 93 al 101 contienen el misterio del Mesías.
Dios gobernaba la teocracia en él y por él. la tierra—el mundo sujetado a Cristo (2:5). Como “primogénito” él tiene los
derechos de primogenitura (Romanos 8:29; Colosenses 1:15, 16, 18). En Deuteronomio 32:43, la versión de los Setenta
tiene: “Adórenle todos los ángeles de Dios”, palabras omitidas en el hebreo. Este pasaje de la versión de los Setenta
podría haber estado en la mente del autor respecto de la forma, pero la sustancia se deriva del Salmo 97:7. David el
tipo, en el Salmo 89:27 (citado en el v. 5), es llamado el “primogénito de Dios, superior a los reyes de la tierra”; así el
primogénito antitípico, el hijo de David, ha de ser adorado por todos los señores inferiores, como ángeles (“dioses”,
Salmo 97:7); pues él es “Rey de reyes y Señor de señores” (Apocalipsis 19:16). En el griego “otra vez” está pospuesta y
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no nos obliga, como opina Alford, a traducir: “Cuando haya introducido otra vez <”, es decir, en la segunda venida;
porque no hay mención anterior de una primera introducción; y “otra vez” a menudo se usa en citas, no unida al
verbo, sino parentéticamente. 7. de—griego, “referente a los ángeles <” espíritus—o vientos: El que emplea a sus
ángeles como vientos y a sus ministros como rayos; o, el que hace a sus ministros angélicos los poderes directivos de
vientos y llamas, cuando éstos hacen falta para cumplir su voluntad. “Los constituye para que asuman la agencia o
forma de llamas para los propósitos de él”. [Alford.] “Hace a sus ángeles espíritus” significa que los hace de una
naturaleza sutil, incorpórea, veloz como el viento. Así el Salmo 18:10: “Un querubín < alas de viento”. “Espíritus
administradores” del v. 14 favorece esta versión. Como “espiritus” envuelve la velocidad del viento y la forma sutil
del querubín, así “llama de fuego” expresa la ardiente devoción e intenso celo consumidor del leal serafín (significa
“ardiente”), Isaías 6:1. La traducción, “Hace vientos sus mensajeros y una llama de fuego sus ministros” es por cierto
incorrecta. En el Salmo 104:3, 4, el sujeto en cada frase viene primero, y el predicado atributivo en segundo término;
así el artículo griego aquí señala “{ngeles” y ministros” como los sujetos, y “vientos” y “llama de fuego”, como
predicados. Schemoth Rabba dice: “Dios se llama el Dios de Zebaoth (las huestes celestiales), porque hace lo que le place
con sus ángeles. Cuando le place, los hace sentarse (Jueces 6:11); otras veces, ponerse en pie (Isaías 6:2); ya sea tomar
la forma de mujeres Zacarías 5:9), ya la semejanza de varones (Génesis 18:2); a veces los hace “espíritus”; a veces,
“fuego.” “Hace” denota que por lo exaltados que sean, no son sino criaturas, mientras que el Hijo es Creador (v. 10):
no engendrados desde la eternidad, ni para ser adorados, como el Hijo (Apocalipsis 14:7; 22:8, 9). 8. oh Dios—el griego lleva
el artículo para indicar énfasis (Salmo 45:6, 7). por el siglo—La duración eterna y la rectitud van unidas (Salmo 45:2;
89:14). vara de equidad—cetro de rectitud, de honradez, sin rodeos. Véase “cetro de oro” (Esther 4:11). 9. maldad—
iniquidad, injusticia, “anarquía” según los manuscritos más antiguos. por lo cual—porque Dios ama la justicia y
aborrece la iniquidad. Dios … el Dios tuyo—Jerónimo, Agustín, etc., traducen el Salmo 45:7: “Oh Dios, tu Dios, te
ungió”, por lo cual se llama Dios a Cristo. Esta es probablemente la traducción correcta del hebreo aquí; porque es
probable que el Hijo sea invocado aquí con “oh Dios” como en el v. 8. El “ungió” no significa la unción de su
bautismo, cuando solemnemente emprendió su ministerio a nuestro favor; sino que es la del “óleo de alegría”, o de
“gozo inefable” [PAG. 613] (que denota un triunfo, y sigue como la consecuencia de su manifestado amor de la justicia y
su odio de la iniquidad), con el cual, tras la triunfante terminación de su obra, ha sido ungido por el Padre más que (por
encima de) sus compañeros (no sólo más que a nosotros, sus semejantes, adoptados a la familia de Dios, a los que no
se avergüenza de llamar sus hermanos, sino más que a los ángeles, copartícipes con él en parte, pero infinitamente
inferiores a él en gloria, santidad, y goces celestiales; “hijos de Dios”, mensajeros angelicales pero subordinados al
Angel del Señor, Mensajero del pacto). Así es antitipo de Salomón, “elegido entre los muchos hijos de David para
sentarse en el trono del reino del Señor sobre todo Israel”, como David fué escogido antes que toda la casa de los hijos
de su padre. La figura se saca de la costumbre de ungir a los huéspedes en la fiesta (Salmo 23:5); o más bien de ungir
reyes: no fué antes de su ascensión cuando asumió el reino como Hijo del hombre. Un acontecimiento más pleno aún
ha de ser, cuando él será visiblemente el Rey ungido sobre toda la tierra (puesto por el Padre) sobre su santo monte de
Sión (Salmo 2:6, 8). Así David, tipo de él, fué ungido primero en Belén (1 Samuel 16:13; Salmo 89:20); y aun otra vez en
Hebrón, primero sobre Judá (2 Samuel 2:4), luego sobre todo Israel (2 Samuel 5:3); hasta después de la muerte de Saúl
no ocupó en realidad el reino, así como no fué sino hasta después de la muerte de Cristo que el Padre lo colocó a su
diestra sobre toda principalidad (Efesios 1:20, 21). El Salmo 45 en su primer concepto se aplicaba a Salomón; pero el
Espíritu Santo inspiró al escritor a usar lenguaje que en su plenitud puede aplicarse sólo al Salomón del tipo, la
verdadera Cabeza Real de la teocracia. 10. Y—en otro texto (Salmo 102:25–27) él dice. en el principio—Otra versión:
“desde antiguo”; el hebreo: “antes”, “anteriormente”; la versión de los Setenta: “en el principio” (como en Génesis 1:1),
en parangón con la idea del fin entendido en “ellos perecerán”, etc. El orden del griego aquí (no en la Versión de los
Setenta) es: “Tú en el principio, oh Señor”, lo que hace hincapié en “Señor”. “Cristo es promulgado en algunos textos
que muchas personas podrían insistir se refieren al Padre”. [Bengel.] fundaste la tierra—firmemente cimentada es la
idea del griego. los cielos—en plural: no uno, sino muchos, e incluyen las varias órdenes de las inteligencias celestiales
(Efesios 4:10). obras de tus manos—como un velo tejido o una cortina tendida. 11. Ellos—La tierra y los cielos en su
presente estado y forma perecerán (12:26, 27; 2 Pedro 3:13). “Pereceran” no significa aniquilación; así como tampoco
fué el sentido del caso cuando “el mundo anegado bajo el agua pereció” bajo Noé (2 Pedro 3:6). El pacto de la posesión
de la tierra fué renovado con Noé y su simiente en la tierra renovada. Así será también después que perezca con fuego
(2 Pedro 3:12, 13). eres permanente—permanecerás, a través de (así el griego) todas las alteraciones. 12. vestidura—
“envoltura”, manto, tapado, así el griego. envolverás—así la versión de los Setenta, Salmo 102:26; pero el hebreo tiene
“los cambiará”. El Espíritu, por medio de Pablo, trata el hebreo del Antiguo Testamento con independencia en el uso,
presentando la divina verdad bajo varios aspectos, sancionando a veces, como aquí, a la versión de los Setenta (véase
Isaías 34:4; Apocalipsis 6:14); a veces al texto hebreo; a veces difiriendo de ambos. mudados—como uno hace de un
lado una prenda y se viste otra. tú eres el mismo—(Isaías 46:4; Malaquías 3:6.) El mismo en naturaleza, por lo tanto el
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mismo en la fidelidad pactual con tu pueblo. no acabarán—el hebreo, “no terminarán”. Israel, en el cautiverio
babilónico, en el Salmo 102, pone sus esperanzas de liberación en el Mesías, el inmutable Dios pactual de Israel (el
Dios del pacto). 13. Cita del Salmo 110:1. La figura viene de la costumbre de los conquistadores de poner el pie sobre
el cuello del vencido (Josué 10:24, 25). 14. espíritus adminis tradores—Véase el v. 7, “espíritus < ministros”. Son
espíritus incorpóreos, como lo es Dios, que sirven no obstante como inferiores. enviados—participio presente: enviados
continuamente, en su servicio constante de todos los siglos. para servicio—Los ángeles son enviados para servir en
primer orden a Dios y a Cristo, no a los hombres primordialmente. a favor—pero sirven “para el bien de” los que están
por (así el griego) heredar la salvación: de los elegidos, que creen, o que creerán, por los cuales todas las cosas,
inclusive los ángeles, cooperan para bien (Romanos 8:28). Las ministraciones de los ángeles no se efectúan
propiamente dicho a los hombres, puesto que éstos no tienen autoridad alguna para mandarlos, aun cuando el
servicio de ellos muchas veces se dirige para el bien de los hombres. Así se demuestra la superioridad del Hijo de
Dios sobre los ángeles. Ellos “todos”, sea cual fuera su rango, administran; él es a quien administran. Ellos “están en
pie” (Lucas 1:19) delante de Dios, o “son enviados” para ejecutar las divinas órdenes a favor de aquellos a los cuales le
place salvar; él “está sentado” a la diestra de la majestad en las alturas (vv. 3, 13). El reina; ellos sirven.
CAPITULO 2
Ver. 1–18. EL PELIGRO DE DESCUIDAR LA TAN GRANDE SALVACION, PUBLICADA PRIMERO POR
CRISTO, A QUIEN—NO A LOS ANGELES—FUE SUJETADA LA NUEVA DISPENSACION; AUNQUE FUE POR
UN TIEMPO HUMILLADO, REBAJADO MAS QUE LOS ANGELES, ESTO SE EFECTUO POR LA NECESIDAD
DIVINA PARA NUESTRA SALVACION. 1. Por tanto—Por cuanto Cristo, el Mediador del nuevo pacto, es tan
superior a los ángeles, los mediadores del antiguo. con más diligencia—el griego, “más abundantemente”. oído—cosas
por Dios habladas (1:1), y por el Señor (v. 3). escurramos—es decir, no sea que las pasemos a la deriva (4:1). 2. Véase el
v. 3. Argumento a fortiori. dicha por los ángeles—La ley mosaica fué hablada por la administración de ángeles
(Deuteronomio 33:2; Salmo 68:17; Hechos 7:53; Gálatas 3:19). Cuando se dice en Exodo 20:1 que “Dios habló”, quiere
decir que habló por ángeles como portavoces, o al menos que los ángeles repetían a unísono con la voz de Dios las
palabras del decálogo; mientras que el evangelio fué hablado primero por el Señor. fué firme—El griego, “fué
confirmada”; cumplida a fuerza de penas impuestas por las violaciones. rebelión—transgresión, el malhacer; [PAG.
614] es decir, sobrepasar los límites: abierta violación de órdenes. desobediencia—descuido, dejar de hacer el bien:
violación negativa de la palabra hablada. retribución—Deuteronomio 32:35. 3. nosotros—los que hemos recibido el
mensaje de la salvación tan claramente presentado (12:25). salud tan grande?—salvación, encarnada en Cristo, cuyo
nombre mismo significa salvación, que incluye no sólo la liberación de los enemigos y de la muerte, y las grandes
bendiciones temporales (que la ley promete a los obedientes), sino también la gracia del Espíritu, el perdón de los
pecados, y la promesa del cielo, la gloria y la vida eterna (v. 10). La cual—“por cuanto es una salvación que comenzó a
ser <” publicada por el Señor—el instrumento de su publicación. No como la ley, hablada por instrumentalidad de
ángeles (v. 2). Tanto la ley como el evangelio vinieron de Dios; la diferencia aquí mentada estriba en la respectiva
instrumentali dad de su promulgación (v. 5). Los ángeles lo reconocen por “el Señor” (Mateo 28:6; Lucas 2:11).
confirmada—para nosotros, no por penas impuestas, como se confirmó la ley, sino por los dones espirituales (v. 4). por
los que (le) oyeron—compárese Lucas 1:2. Aunque Pablo tuvo de Cristo una revelación especial e independiente
(Gálatas 1:16, 17, 19), con todo se pone en la misma clase con aquellos judíos a quienes se dirige: “hasta (o para)
nosotros”; porque para muchos detalles (verbi gracia, la agonía en el Getsemaní, 5:7), Pablo como ellos dependía de la
confirmación presencial de los apóstoles. Del mismo modo, los discursos de Jesús, el Sermón del Monte, la primera
proclamación del evangelio del reino por el Señor (Mateo 4:17), él pudo conocerlos sólo por el informe de los doce. Al
decir: “M{s bienaventurada cosa es dar que recibir” (Hechos 20:35), Pablo relata lo que ellos habían oído más bien que
lo que habían visto en conformidad con lo que empezó diciendo (vv. 1, 2). Propiamente en sus epístolas a los gentiles,
hace hincapié en su llamamiento independiente al apostolado a los gentiles; en su Epístola a los Hebreos, se apoya en
los apóstoles que largo tiempo estuvieron con el Señor (Hechos 1:21; 10:41): asimismo en su sermón a los judíos en
Antioquía de Pisidia (Hechos 13:31); y “sólo invoca el testimonio de estos apóstoles de manera general, a fin de poder
hacer llegar a los hebreos al Señor solo” [Bengel], no para hacerse partidario de apóstoles individuales, como Pedro el
apóstol de la circuncisión, o Jacobo el obispo de Jerusalén. Este texto enseña que esta Epístola se dirige
primordialmente a los hebreos de las iglesias de Palestina y Siria (o a aquellos dispersos de Asia Menor [Bengel], 1
Pedro 1:1,o de Alejandría); pues a ningunos otros se podría tan bien decir que el evangelio fuera confirmado para ellos
por los testigos oculares del Señor; el tiempo pretérito, “fué confirmado”, denota que ya había pasado bastante tiempo
desde esta confirmación por dichos testigos. 4. con ellos—Dios también (así como Cristo, v. 3) testificando de la
salvación publicada, se unió en la confirmación. señales y milagros—hechos por Cristo y sus apóstoles. “Señales” y
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milagros, u otros hechos se toman por pruebas de una misión divina; “maravillas” son milagros vistos como prodigios
que causan admiración, maravilla (Hechos 2:22, 33); poderes son milagros vistos como evidencia de poder
sobrehumano. diversas maravillas—Griego, “variados poderes (milagrosos)” (2 Corintios 12:12) concedidos a los
apóstoles después de la ascensión. repartimientos—El don del Espíritu Santo fué hecho a Cristo sin medida (Juan
3:34), mas a nosotros es distribuído en varias medidas y operaciones (Romanos 12:3, 6, etc.; 1 Corintios 12:4–11). según
su voluntad—La voluntad libre, soberana de Dios, que asigna un don del Espíritu a uno, y otro a otro (Hechos 5:32;
Efesios 1:5). 5. Porque—en confirmación de lo aseverado en el v. 2 y 3, de que el nuevo pacto fué hablado por uno
superior a los mediadores del antiguo, es decir, los ángeles. Nótese el énfasis del orden griego: “Porque no a ángeles
sujetó <” el mundo venidero—Indica que sí sujetó a ángeles el mundo actual, la dispensación del Antiguo Testamento
(existente hasta entonces cuanto a su “armazón”), v. 2, los reinos políticos de la tierra (Daniel 4:13; 10:13, 20, 21; 12:1),
y los elementos naturales (Apocalipsis 9:11; 16:4), y aun a los individuos (Mateo 18:10). “El mundo venidero” es la
nueva dispensación introducida por Cristo, principiada en gracia aquí, para ser terminada en gloria en el más allá. Se
llama “venidero”, o “que está por ser”, pues, cuando por decreto divino fué sujetado a Cristo, era aún cosa del futuro,
y todavía lo es para nosotros tocante a su plena consumación. Cuando a la sujeción de todas las cosas a Cristo en
cumplimiento del Salmo 8, la realización está aún “por venir”. Mirado desde el punto de vista del Antiguo
Testamento, que contempla proféticamente al Nuevo Testamento—y el sacerdocio judaico y el ritual del Antiguo
Testamento estaban en vigor aún cuando Pablo escribió, y así siguió hasta su forzada abrogación por la destrucción de
Jerusalén—, es el “mundo por venir”; Pablo, hablando a judíos, así lo llama con propiedad, según la manera
convencional de ellos de denominarlo. Nosotros, como ellos, todavía oramos: “Venga tu reino”; pues su manifestación
en gloria es aún futura. “Este mundo” se usa en parangón para expresar la condición actual caída del mundo (Efesios
2:2). Los creyentes pertenecen al presente curso del mundo, pero por fe se elevan en el espíritu hasta el “mundo
venidero”, haciéndolo una realidad presente, pero interior. Con todo, en el presente mundo natural y social, los
ángeles son los gobernadores mediatos bajo Dios, en un sentido; no así en el venidero: en él el hombre y el Hijo del
hombre, Cabeza del hombre, han de ser supremos. Por lo tanto, mayor reverencia se tributaba a los ángeles en el
Antiguo Testamento que en el Nuevo; pues la naturaleza del hombre es ahora, en Cristo, exaltada, de modo que los
ángeles son ya nuestros “hermanos siervos” (Apocalipsis 22:9). Ellos en sus ministraciones ocupan un puesto
diferente del que ocupaban para con nosotros en el Antiguo Testamento. Nosotros somos “hermanos” de Cristo en
una intimidad que ni los ángeles gozan (vv. 10–12, 16). 6. empero—No es a ángeles que el reino evangélico está sujeto,
“pero <” Testificó … uno—La manera usual de citar la escritura a los conocedores de ella. El Salmo 8:5–7 alaba a
Jehová, porque él ha engrandecido al HOMBRE al punto de sujetar a él todas las obras de Dios en la tierra: perdida
esta dignidad [PAG. 615] por el primer Adán, es realizada solamente en Cristo el Hijo del hombre, el Hombre
representativo y Cabeza de nuestra raza redimida. Así comprueba Pablo que es al hombre, y no a ángeles, a quien Dios
ha sujetado al “mundo venidero”. En los vv. 6–8, se habla del HOMBRE en el sentido general; luego en el v. 9 se
introduce a JESUS primero como quien cumple como hombre todas las condiciones de la profecía, y que pasa él
mismo por la muerte, y como consecuencia nos trae a nosotros los hombres, sus “hermanos”, a “gloria y honra”. ¿Qué
…—¡Cuán insignificante en sí, pero cuán exaltado por la gracia de Dios! (Véase Salmo 144:3). El hebreo, Enosh y Ben‐
Adam, expresan el hombre y el hijo del hombre en su flaqueza; “hijo del hombre” se aplica a cualquiera y todo hijo de
hombre, en condición semejante, al parecer, de señor de la creación, tal cual era una vez (Génesis 1 y 2) y tal cual debe
llegar a ser (Salmo 8), y tal cual lo es efectivamente por título, y cual ha de ser después más plenamente en la persona
y en unión con Jesús, preeminentemente el Hijo del hombre (v. 9). te aceurdas de él?—como de un ausente. visitas?—
cuidas como de uno presente. 7. un poco—No como dice Bengel, “un poco de tiempo”. que los ángeles—El hebreo
(Salmo 8:5), “que Dios”, Elohim, en plural, es decir, las cualidades abstractas de Dios, tales como poseen los ángeles en
forma inferior, o sea, de naturalezas celestiales, espirituales, incorpóreas. El hombre en su original creación, fué puesto
en segundo término, bajo ellos. Así el hombre Jesús, no obstante ser Señor de ángeles, cuando se despojó de las formas
exteriores de su divinidad (véase Nota, Filipenses 2:6, 7), estaba en su naturaleza humana “un poco inferior a los
ángeles”; aunque esto no es la referencia primordial aquí, sino que es el hombre en general. Coronástele—como el real
vicegerente ordenado de Dios sobre esta tierra (Génesis 1 y 2). Y pusístele sobre las obras de tus manos—texto
omitido en algunos de los manuscritos más antiguos; incluído en otros y en las versiones más antiguas: así el Salmo
8:6, “Hicístele enseñorear de las obras de tus manos”. 8. (1 Corintios 15:27.) Porque en cuanto—Es decir que por
cuanto Dios dijo en el Salmo 8 que sujetó “todas las cosas debajo de los pies de él” (el hombre), las cosas antes
mencionadas, “nada dejó <” Como ninguna limtiación aparece en las sagradas escrituras, dichas “todas las cosas”
deben incluír las celestiales así como las terrenales (1 Corintios 3:21, 22). mas aun—En la actualidad, todavía no vemos
todas las cosas sujetadas, puestas debajo de los pies del hombre. 9. Empero—Todavía no vemos al hombre
enseñoreándose de todas las cosas, sino “más bien a aquel < que fué hecho un poco menor que los ángeles” (Véase
Lucas 22:43) lo vemos (por la fe: este verbo vemos es diferente del del v. 8, el que expresa la impresión que reciben
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pasivamente los ojos de los objetos circunstantes; mientras que contemplamos o miramos, expresa la dirección y la intención
deliberada de uno respecto de algo que trata de ver: así el griego en el 3:19 y 10:23), a saber, “a Jesús a causa del
padecimiento de la muerte, de gloria y honra coronado”. Ya está coronado, invisible a nosotros, salvo por la fe; más
adelante todas las cosas le quedarán sujetas visible y plenamente. La razón de su exaltación es “por haber sufrido él la
muerte” (v. 10; Filipenses 2:8, 9). para que por gracia de Dios—(Tito 2:11; 3:4). La lección de Orígenes, “que él sin
Dios” (es decir, haciendo a un lado su divinidad; o bien, a favor de todos menos Dios; o acaso aludiendo al haber sido
“desamparado” temporalmente, como el cargador del pecado, por el Padre en la cruz) no está apoyada por los
manuscritos. “Para que” se relaciona con “coronado de gloria”, y así su exaltación después de los padecimientos es el
perfeccionamiento o consumación de su obra (v. 10) a nuestro favor; sin ella su muerte hubiera sido ineficaz; con ella y
de ella, mana el resultado de que él gustara la muerte eficazmente por (a favor de, en bien de) todos los hombres. El está
coronado como la Cabeza en el cielo de toda nuestra común humanidad, presentando su sangre como la defensa todo
prevaleciente por nosotros. Esta coronación arriba hace aplicable su muerte a todo hombre individual (nótese bien el
singular: no meramente “por todos los hombres”), 4:14; 9:24; 1 Juan 2:2. gustase la muerte—denota su sufrimiento
personal de la muerte: muerte del cuerpo, y muerte (espiritual) del alma, al haber sido abandonado por el Padre.
“Como el médico prueba, gusta, los remedios para animar al enfermo a tomarlos, así Cristo, cuando todos temían la
muerte, a fin de persuadirlos a tener valor al hacerle frente, la gustó él mismo, aunque él no tenía necesidad
[Crisóstomo.] (vv. 14, 15). 10. Porque—La razón por qué “la gracia de Dios” requería que Jesús “gustase la muerte”.
convenía—el plan entero (no sólo no era derogatorio, ofensivo a Dios, sino que) era en alto grado propio y decoroso
para Dios, aun cuando la incredulidad lo considera vergonzoso. [Bengel.] Es una respuesta a los judíos, a los cristianos
hebreos, a todos los que impacientes por la demora del prometido advenimiento de la gloria de Cristo, estaban en
peligro de la apostasía, tropezando en el Cristo crucificado. Los cristianos jerosolimitanos en particular estaban
expuestos a este peligro. Este plan de la redención era tal que armoniza perfectamente con el amor, la justicia y la
sabiduría de Dios. por cuya causa—a saber, de Dios el Padre (Romanos 11:36; 1 Corintios 8:6; Apocalipsis 4:11). En
Colosenses 1:16, lo mismo se dice de Cristo. todas las cosas—El griego: “el universo de cosas”, “las cosas todas”. Por
“Dios” emplea la perífrasis “aquel por cuya causa < por el cual son todas las cosas”, para señalar lo propio que era el
sufrimiento de Cristo como la manera de su “perfeccionamiento” como “Autor (Capitán) de nuestra salvación”,
puesto que la suya era la manera que plugo a aquel cuya voluntad y cuya gloria son el fin de todas las cosas, y por cuya
operación todas las cosas subsisten. habiendo de llevar—El pretérito del griego: habiendo llevado como llevó, es decir,
en su propósito electivo (véase “Sois hijos”, es decir, en los propósitos de él, Gálatas 4:6; Efesios 1:4), propósito que se
realiza en Jesús, en su perfeccionamiento mediante sus aflicciones, padecimientos. muchos—(Mateo 20:28). “La
Iglesia” (v. 12), “la asamblea general” (12:23). hijos—ya no hijos como bajo la ley del Antiguo Testamento, sino hijos
por la adopción. a la gloria—para participar de la gloria de Cristo (v. 9; Juan 17:10, 22, 24; [PAG. 616] Romanos 8:21).
La filiación, la santidad (v. 11), y la gloria, están inseparablemente unidas (2 Timoteo 2:10). La salvación presupone la
destrucción, nuestra salvación de ella requiriendo los “sufrimientos” de Cristo. hiciese consumado—llevase a la gloria
consumada, por medio de los padecimientos como camino ordenado que lleva a ella. “El que padece por otro, no sólo
beneficia a aquél, sino que él mismo se pone más contento y más perfecto”. [Crisóstomo.] Llegando hasta el fin de las
aflicciones y hasta la meta gloriosa: metáfora de los concursos de juegos públicos. Véase “Acabado es” (Lucas 24:26;
Juan 19:30). Prefiero, con Calvino, entender “hacer perfecto como sacrificio consumado”: perfección legal y oficial, no
moral, es el signifciado: “consagrar” (así se traduce el mismo griego en el 7:28) por la terminada expiación de su muerte
como nuestro perfecto Sumo Sacerdote y así nuestro “Capitán de la salvación” (Lucas 13:32). Esto concuerda con el v.
11, “el que santifica”, es decir, los consagra por el hecho de que él fué hecho ofrenda consagrada a favor de ellos. Así
el 10:14, 29; Juan 17:19: por el perfeccionamiento de su consagración por ellos en su muerte, él perfecciona la
consagración de ellos, y así abre de par en par el acceso a la gloria (10:19–21: el 5:9; 9:9 concuerdan con este sentido). al
autor—Vale decir, Principe guiador; como Josué, no Moisés, guió al pueblo a la Tierra Santa, así nuestro Josué, Jesús,
nos guiará a la herencia celestial (Hechos 13:39). El mismo vocablo griego está en el 12:2, “Autor de nuestra fe”. “Autor
de la vida”, Hechos 3:15. “Principe y Salvador”, Hechos 5:31. El va delante de todos por su ejemplo, como es también
el Originador de nuestra salvación. 11. el que santifica—Cristo, quien una vez por todas consagra a su pueblo a Dios
(acercándolos a él en consecuencia, Judas 1) y a gloria eterna, con haberse consagrado por ellos, siendo hecho perfecto
(como el sacrificio expiatorio de ellos) por medio del padecimiento (v. 10; 10:10, 14, 29; Juan 17:17, 19). Dios, por su
amor electivo, por la obra acabada de Cristo, perfectamente los santifica al servicio de Dios y al cielo una vez por todas;
después son progresivamente santificados por medio del Espíritu transformador. “La santificación es la gloria que obra
en embrión; la gloria es la santificación nacida y manifestada”. [Alford]. los santificados—griego, “los que están
siendo santificados”. (Véase el uso de “santificados” en 1 Corintios 7:14). de uno—de Dios, el Padre: no en el sentido
en que él es Padre de todos los seres, como los ángeles, porque éstos están excluídos por el argumento (v. 16); pero él
es Padre de sus hijos humanos espirituales: Cristo la Cabeza y hermano mayor, y su pueblo creyente, miembros de su
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cuerpo, de su familia. Este y los versículos siguientes tienen por fin justificar el haber dicho él “muchos hijos” (v. 10).
“De uno” no significa “de un padre Adán”, ni “de Abrahán”, como suponen Bengel y otros, porque la participación
del Salvador de la bajeza de nuestra humanidad no se menciona hasta el v. 14, y entonces como consecuencia de lo que
precede. Adem{s, “hijos de Dios”, según el uso de las Escrituras, es la dignidad obtenida por nuestra unión con Cristo;
y nuestra fraternidad con él viene del hecho de que Dios es su Padre de él y el nuestro. La filiación de Cristo (por
engendramiento) en relación con Dios, se refleja en la filiación (por la adopción) en sus hermanos. no se avergüenza—
aunque él es Hijo de Dios, puesto que ellos ya obtuvieron por la adopción igual dignidad, de modo que su majestad
no se compromete cùando él fraterniza con ellos (11:16). Un marcado rasgo del cristianismo es que unifica tan
asombrosos contrastes como “nuestro hermano y nuestro Dios”. [Tholuck]. “Dios hace de los hijos de los hombres,
hijos de Dios, porque Dios ha hecho del Hijo de Dios, hijo de hombre”. [Agustín, sobre el Salmo 2.] 12. (Salmo 22:22). El
Mesías anuncia el nombre del Padre, no conocido plenamente como el Padre de Cristo, y por tanto Padre de ellos, sino
después de la crucifixión (Juan 20:17), entre sus hermanos (“la Iglesia”, eso es, la congregación), para que ellos a la vez
le alaben (Salmo 22:23). En el v. 22 del Salmo 22, que empieza con el clamor de Cristo, “Dios mío, Dios mío, ¿por qué
me has desamparado?” y detalla minuciosamente sus aflicciones, pasa de sus padecimientos a su triunfo,
prefigurados en la experiencia de David. alabaré—como director del coro (Salmo 8:2). 13. confiaré en él—De la
versión de los Setenta, Isaías 8:17, que precede al texto siguiente, “He aquí, yo y los hijos <” Se objeta a la expresión
“y otra vez”, que comúnmente introduce una cita nueva, mientras que éste es uno y el mismo texto. Sin embargo, no
vale la objeción, puesto que las dos proposiciones expresan distintas ideas. “Yo confiaré en él” expresa su confianza
filial en Dios como su Padre, a quien huye de sus sufrimientos, y no sufre chasco; lo que imitan sus hermanos
creyentes confiando sólo en el Padre por medio de Cristo, y no en sus propios méritos. “Cristo demostró esta confianza,
no por sí mismo, puesto que él y su Padre son uno, sino por su propio pueblo” (v. 16). Cada auxilio nuevo que le era
dado le aseguraba, como les asegura a ellos, la ayuda para el futuro, hasta que fuese ganada la victoria completa sobre
la muerte y el infierno (Filipenses 1:16). [Bengel]. He aquí, yo y los hijos—(Isaías 8:18.) “Hijos” (v. 10), “hermanos” (v.
12) y “niños” (v. 13, paidía, no huioí) expresan su derecho de propiedad sobre ellos desde la eternidad. Habla de ellos
como niños, sin serlo ellos en realidad, pero así considerados en sus propósitos; y los presenta ante Dios el Padre para
que sean glorificados juntamente con él. Isaías (que significa “salvación de Jehová”) representaba figurativamente al
Mesías, que es a la vez Padre e Hijo, Isaías y Emanuel (Isaías 9:6). Expresa su resolución de confiar, él y sus hijos, no
en el rey de Asiria como Acaz y los judíos, en contra de la confederación de Peka, de Israel, y Rezín, de Siria, sino en
Jehová; y luego predice la liberación de Judá por Dios, en lenguaje que encuentra su plena realización de tipo sólo en
la liberación mucho más grande por el Mesías. Cristo el Profeta antitípico, asimismo, en lugar de los objetos de
confianza humanos de su edad, confía él mismo, y con él los hijos de Dios el Padre (que son por tanto hijos de él, y así
los antitípicos hijos de Isaías, aunque son tenidos aquí por “hermanos” de él: véase “Padre”, Isaías 9:6; y “su
simiente”, 53:10), guiados por él, confían plenamente en Dios para la salvación. Las palabras y hechos de todos los
profetas cumplen su tipo en el gran Profeta [PAG. 617] (Apocalipsis 19:10), así como su oficio real está representado
típicamente en el de los reyes teocráticos; y su oficio sacerdotal lo está en los tipos y ritos del sacerdocio aarónico. 14.
El que fué manifestado ser “Capitán (Guía, Jefe) de la salvación” para los “muchos hijos”, confiando y sufriendo como
ellos, debe por tanto venir a ser hombre como ellos, para que su muerte sea eficaz para ellos [Alford]. los hijos—Paidia,
niños (v. 13), existentes en su eterno propósito, no en efecto. participaron—Han sido participantes, todos en común, en
el propósito de él. de carne y sangre—Los manuscristos más antiguos tienen “sangre y carne”. El elemento interior y
más importante, la sangre, como vehículo más inmediato del alma, se pone antes del elemento más palpable, la carne;
también, con referencia al vertimiento de la sangre de Cristo, para consumar el cual él entró en comunión con nuestra
vida corpórea. “La vida de la carne está en la sangre; es la sangre la que hace propiciación por el alma” (Levítico 17:11).
él también—paraplesios, de un modo algo parecido, no del todo de la misma manera; porque él, al desigual de ellos, fué
concebido y nació sin pecado (4:15). De manera semejante, no en mera semejanza de cuerpo, como enseñaban los
herejes docetistas. participó—La herencia perdida era (según la ley judaica) rescatada por el pariente más cercano; así
Jesús vino a ser nuestro pariente más cercano por su humanidad asumida, a fin de ser nuestro Redentor. para … por
la muerte—que no podría haber sufrido como Dios, sino sólo haciéndose hombre. No por la omnipotencia sino “por
su muerte” (así el griego) venció la muerte. “Jesús, sufriendo la muerte, venció; Satanás, sembrando la muerte,
sucumbió” [Bengel]. Así como David cortó la cabeza a Goliat con la misma espada del gigante con la cual éste solía
ganarse las victorias. Viniendo para redimir al hombre, Cristo se hizo en cierto sentido el lazo para destruír al diablo;
porque en él había su humanidad para atraer hacia sí al devorador, su divinidad para traspasarlo, su aparente
debilidad para provocarlo, poder escondido para fulminar al hambriento destruidor. Dice el epigrama latino: “Mors
mortis morti mortem nisi morte tulisset, Aeternae vitae janua clausa foret”. Si la muerte mediante la muerte no hubiese
llevado a muerte la muerte de la muerte, la puerta de la vida eterna hubiera sido cerrada. destruir—es decir, “hacer
impotente”, quitarle todo el poder de dañar a su pueblo. “Para hacer cesar al enemigo, y al que se venga” (Salmo 8:2).
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El mismo verbo griego se emplea en 2 Timoteo 1:10: “Abolió la muerte”. No hay muerte ya para los creyentes. Cristo
implanta en ellos simiente inmortal, el germen de la inmortalidad celestial, aunque los creyentes tienen que sufrir la
muerte natural. imperio—poder; Satanás es, “fuerte” (Mateo 12:29). de la muerte—denota que la muerte misma es un
poder que, una vez extraña a la naturaleza humana, ahora se enseñorea de ella (Romanos 5:12; 6:9). El poder que la
muerte tiene lo maneja Satanás. El autor del pecado es el autor de las consecuencias del pecado. Compárese “toda
fuerza del enemigo” (Lucas 10:19). Satanás adquirió sobre el hombre (por la ley de Dios, Génesis 2:17; Romanos 6:23)
el poder de la muerte mediante el pecado del hombre, siendo la muerte el verdugo del pecado, y el hombre le
“cautivo lícito” de Satanás. Jesús, muriendo, ha hecho suyo aquel morir (Romanos 14:9), y así ha quitado la presa al
poderoso. El poder de la muerte era manifiesto; quien manejaba dicho poder, escondido bajo el mismo, se declara
aquí, a saber, Satanás. “Por la envidia del diablo entró la muerte en el mundo” (Sabiduría 2:24). 15. temor de la
muerte—aun antes de experimentar su poder efectivo. por toda la vida—Tal vida apenas puede llamarse vida.
sujetos a servidumbre—es decir, “súbditos de servidumbre”; no meramente expuestos a ella, sino encadenados en ella
(Romanos 8:15; Gálatas 5:1). Compárese con esta servidumbre, la gloria de “hijos” (v. 10) “La servidumbre”, dice
Aristóteles’ “es vivir como uno no elige; “la libertad, vivir como uno escoge”. Cristo, al librarnos de la maldición
divina contra nuestro pecado, ha quitado a la muerte todo aquello que la hacía formidable. La muerte, vista aparte de
Cristo, no puede sino horrorizar al pecador si éste se atreve a pensar en ella. 16. ciertamente—griego, “Porque como
todos sabemos”; “porque como sin duda concederéis”. Pablo probablemente se refiere a Isaías 41:8; Jeremías 31:32,
versión de los Setenta, textos por los cuales los judíos bien sabrían que lo que aquí está afirmado respecto del Mesías
era lo que los profetas les hicieron esperar. no tomó—más bien, “No es a los ángeles a quienes está ayudando (tiempo
presente, que indica duración), sino es a la simiente de Abrahán a la que está ayudando”. El verbo significa ayudar a
uno tomándolo de la mano, como se dice en 8:9; así corresponde a socorrer (v. 18) y a librar (v 15): no “a los ángeles”,
que no tienen carne ni sangre, sino a los hijos, que sí las tienen: él los sostiene con su mano para ayudarlos, mediante
su participación de las mismas (v. 14). Sea cual fuere el efecto de la obra de Cristo sobre los ángeles, no les extiende la
mano para ayudarlos con sufrir él en la naturaleza de ellos para librarlos de la muerte, como en el caso nuestro sí.
simiente de Abraham—Trata la redención de Cristo (en obsequio a los hebreos, a quienes se dirige y como suficiente
para su propósito inmediato) con referencia a la simiente de Abrahán, la nación judía, en primer término; no que
excluya a los gentiles (v. 9, “por todos”), los que son, si son creyentes, espiritualmente simiente de Abrahán (véase el
v. 12; Salmo 22:22, 25, 27), sino referencia directa a ellos, como en Romanos 4:11, 12, 16; Gálatas 3:7, 14, 28, 29, no
vendría al caso en el presente argumento. Es el mismo argumento que usa Mateo apoyando el que Jesús es el Cristo al
escribir su evangelio para los hebreos, trazando la genealogía de Jesús desde Abrahán, el padre de los judíos y aquel a
quien fueron dadas las promesas, de las cuales los judíos en especial se enorgullecían (Romanos 9:4, 5). 17. Por lo
cual—Griego, “de donde”, como en el discurso de Pablo en Hechos 26:19. en todo—en todas las cosas incidentales al
ser humano: nacer, ser alimentado, desarrollarse, sufrir. El pecado no es, en la constitución original del hombre, un
acompañante necesario del ser humano; él pues no tuvo pecado. debía—por la necesidad moral, en atención a lo que
la justicia y el amor de Dios requerían de él como Mediador (5:3), [PAG. 618] oficio que él voluntariamente había
asumido a fin de “ayudar” al hombre (v. 16). sus hermanos—(v. 11)—“La simiente de Abrahán” (v. 16), y así también
la simiente espiritual, sus elegidos de entre toda la humanidad. venir a ser … Pontífice—Fué llamado pontífice, sumo
sacerdote, “hecho perfecto por lo que sufrió” (v. 10; 5:8–10). Lo fué hecho en efecto cuando penetró dentro del velo, de
donde procede su constante intercesión sacerdotal a nuestro favor. Su muerte, como hombre, debe intervenir primero
para que la introducción de la sangre en el lugar santo celestial siguiese, en lo que consiste la expiación de sumo
sacerdote. misericordioso—al “pueblo”, que merecía la ira a causa de los “pecados”. La misericordia es el primer
requisito del sacerdote, dado que su oficio es para ayudar a los desgraciados y levantar a los caídos: tal misericordia se
hallará con más probabilidad en uno que tenga sentimiento piadoso para con los afligidos, afligido alguna vez él
mismo (4:15); no que al Hijo de Dios le faltara ser enseñado a ser misericordioso por el sufrimiento, pero a fin de
salvarnos él debió asumir nuestra condición humana con todas las aflicciones, haciéndose así apto por la condolencia
experimental con nosotros, para ser nuestro compasivo Sumo Sacerdote, y asegurándonos su absoluta simpatía con
nosotros en toda nuestra tristeza. Así observa Calvino en general sobre este punto. fiel—fiel a Dios (3:5, 6) y al
hombre (10:23) en el oficio de mediador que ha emprendido. Pontífice—(Sumo Sacerdote) que no lo fué Moisés, aun
cuando fué fiel. Sólo en el Salmo 110, Zacarías 6:13 y en esta Epístola es Cristo llamado expresamente Sacerdote. En
ésta sola se discute ex profeso su sacerdocio; por lo cual es evidente cuán necesario es este libro en el Nuevo
Testamento. En el Salmo 110 y en Zacarías 6:13 está también la mención del reino de Cristo, mentado muy a menudo
en otras partes sin el sacerdocio. Sobre la cruz, donde como Sacerdote ofreció el sacrificio, tuvo inscripto el título de
“Rey” [Bengel]. para expiar los pecados—El griego, “hacer propiciación respecto del pecado”. Es la justicia divina la
que debe ser “propiciada”; por lo tanto, para que no se pensara que el sacrificio de Cristo, o los sacrificios legales,
tipos de aquél, fuesen antecedentes de la gracia y amor de Cristo, ni aquél ni éstos se dice en el Antiguo Testamento ni
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en el Nuevo que hayan “propiciado” a Dios; de otro modo se podría haber pensado que los sacrificios de Cristo
hubiesen inducido a Dios a amar y a apiadarse del hombre, y no lo contrario (que es la realidad), que su amor ha
originado el sacrificio de Cristo por medio del que la divina justicia y el divino amor se armonizan. Por medio de aquel
sacrificio el pecador llega a gozar el favor de Dios, perdido por el pecado; de modo que su súplica propia es: “Dios, sé
propicio (así el griego) a mí el pecador” (Lucas 18:13). Los pecados traen la muerte y el “temor de la muerte” (2:15).
Cristo mismo no tuvo pecado, e “hizo reconciliación por la iniquidad” de todos los demás (Daniel 9:24). del pueblo—
“la simiente de Abrahán” (v. 16); el Israel literal primero, y luego (en los designios de Dios), por medio de Israel, los
gentiles creyentes, el Israel espiritual (1 Pedro 2:10). 18. Porque—la explicación de cómo el que él fuera hecho como sus
hermanos en todo, le ha hecho misericordioso y fiel Sumo Sacerdote para nosotros (v. 17). en cuanto—griego “en lo que …
padeció”, en ello puede socorrer. Habiendo sido tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados en la misma
tentación; y por cuanto “fué tentado (probado y afligido) en todo”, en todos los puntos, puede (por el poder de la
simpatía) socorrernos en todas las posibles tentaciones y pruebas comunes al hombre (4:16; 5:2). El es el Salomón
antitípico, que tiene para cada grano de la simiente de Abrahán (innumerables como la arena del mar), “anchura de
corazón como la arena que está a la orilla del mar” (1 Reyes 4:29). “No sólo como divino conoce nuestras pruebas, sino
también como hombre las conoce por el sentir de la experiencia”.
CAPITULO 3
Vers. 1–19. EL HIJO DE DIOS ES MAYOR QUE MOISES, POR TANTO LA INCREDULIDAD HACIA EL
MERECE MAS GRAVE CASTIGO DEL QUE TOCO A LOS ISRAELITAS INFIELES EN EL DESIERTO. Como Moisés
fué en especial el profeta por el cual “Dios en otro tiempo habló a los padres”, siendo el mediador de la ley, Pablo cree
necesario ahora demostrar que, por grande que era Moisés, el Hijo de Dios es más grande. Observa Ebrard en Alford:
El ángel del pacto vino en el nombre de Dios ante Israel; Moisés en el nombre de Israel, ante Dios; mientras que el
Sumo Sacerdote vino tanto en el nombre de Dios (llevando el nombre de JEHOVA en la frente) ante Israel, como en el
nombre de Israel (llevando sobre el pecho el nombre de las doce tribus) ante Dios (Exodo 28:9–29, 36, 38). Cristo es
superior a los ángeles, según los capítulos 1 y 2, porque (1) como Hijo de Dios es superior; y (2) porque la humanidad,
en el principio inferior a los ángeles, queda en Cristo exaltada sobre los ángeles hasta el “señorío del mundo
venidero”, por cuanto él es a la vez Mensajero de Dios a los hombres y de parte de los hombres ante Dios, es
Sacerdote representativo propiciatorio (2:17, 18). Paralelo con este argumento de su superioridad a los ángeles (1:4)
está lo siguiente respecto de su superioridad a Moisés (v. 3): (1) Porque como hijo sobre la casa es superior al siervo en
la casa (vv. 5, 6), así como los ángeles son espíritus servidores (1:14), mientras que él es el Hijo (vv. 7, 8); (2) porque la
introducción de Israel en la tierra prometida, que no fué acabada por Moisés, es llevada a cabo por Cristo (4:1–11), por
ser él no meramente jefe y legislador como Moisés, sino también Sumo Sacerdote propiciador (4:14; 5:10). 1. Por
tanto—griego, “De donde”, visto que tenemos a un Ayudador tan compasivo, debéis “considerar
atentamente”<“contemplar”; fijar los ojos y la mente en él a fin de aprovechar la contemplación (12:2). Este vocablo
lo usa a menudo Lucas, compañero de Pablo (Lucas 12:24, 27). hermanos—en Cristo, el vínculo común de unión.
participantes—“del Espíritu Santo.” vocación celestial—que nos viene del cielo y nos lleva al cielo, su procedencia.
Filipenses 3:14, “la soberana vocación”; griego, “la vocación arriba”, eso es, celestial. al Apóstol y Pontífice de nuestra
profesión—Hay un solo artículo con ambos sustantivos: “al que es a la vez Apóstol y Sumo Sacerdote”: Apóstol,
Embajador (título [PAG. 619] superior a “{ngel”, mensajero) enviado del Padre (Juan 20:21), para defender la causa de
Dios para con nosotros; Sumo Sacerdote como para defender nuestra causa ante Dios. Su apostolado y su pontificado se
comprenden ambos en un solo título, Mediador. [Bengel]. Aunque el título de “Apóstol” no se usa en otra parte en
relación a Cristo, viene bien aquí en palabras dirigidas a hebreos, los que aplicaban el término a los delegados
enviados por el sumo sacerdote para cobrar el impuesto del templo a judíos residentes en el exterior, así como Cristo
era Delegado del Padre enviado lejos a este mundo (Mateo 21:37). Asimismo, lo que se le aplica a él, se aplica también
a su pueblo; los doce se llaman apóstoles de Cristo, como él lo es del Padre (Juan 20:21). Conviene evitarle aquí la
designación de “ángel”, a fin de distinguir su naturaleza de la de ángeles, antes discutida, aunque él es “el Angel del
pacto”. El “legado de la Iglesia” (Sheliach Tsibbur) ofrecía las oraciones en la sinagoga en nombre de todos y por todos.
Así Jesús, “el Apóstol de nuestra profesión” es delegado para interceder por la Iglesia ante el Padre. La frase “de
nuestra profesión” indica que no es del ritual legal sino de nuestra fe cristiana que él es el Sumo Sacerdote. Pablo lo
compara como Apóstol a Moisés; como Sumo Sacerdote, a Aarón. El solo tiene los dos oficios combinados, y en grado
más eminente que cualquiera de los dos: oficios que los hermanos tienen por separado. “Profesión” o “confesión”
corresponde al hecho de que Dios nos ha hablado por su Hijo, enviado como Apóstol y Sumo Sacerdote. Lo que Dios
proclama, lo confesamos. 2. Primero él nota los rasgos de semejanza entre Moisés y Cristo, a fin de aplacar a los
cristianos hebreos aludidos, los cuales conservaban aún altísima opinión de Moisés. es fiel—Cristo fué fiel y lo es
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todavía como nuestro Sumo Sacerdote mediador, fiel en el cargo que Dios le confió (2:17). Así Moisés en la casa de Dios
(Números 12:7) le constituyó—“le hizo” Sumo Sacerdote: entendido por el contexto. El griego es “hizo”; así en el 5:5; 1
Samuel 12:6, marginal; Hechos 2:36; así los padres griegos. No como Alford, con Ambrosio y los latinos: “lo creó”, eso
es, como hombre, en su encarnación. La semejanza de Moisés al Mesías fué predicha por Moisés mismo
(Deuteronomio 18:15). Otros profetas sólo explicaron a Moisés, el que en este respecto fué superior a ellos; pero Cristo
fué semejante a Moisés, y con todo superior. 3. Porque—asignando la razón por qué ellos debían considerar
atentamente a “Cristo” (v. 1), por lo altamente que estiman a Moisés, quien se le asemejaba en fidelidad” (v. 3). es
estimado—griego, “ha sido estimado”. tanto mayor gloria … digno—por Dios, cuando lo exaltó a su diestra. Los
cristianos hebreos admitían ese hecho (1:13). la fabricó—“La preparó”, o “la estableció” [Alford]. El verbo griego se
usa a propósito en preferencia a “edificó”, a fin de señalar que se significa no una casa literal sino una espiritual: la
Iglesia tanto del Antiguo Testamento como del Nuevo Testamento; y que la edificación de tal casa incluye todas las
disposiciones de providencia y de gracia que hacían falta para proveerla de “piedras vivas” y de “siervos” indicados.
Así como Cristo el Fundador y Establecedor (en el Antiguo Testamento así como en el Nuevo) es mayor que la casa
así establecida, inclusive los siervos, él es también mayor que Moisés, quien no fué sino “siervo”. Moisés, como siervo,
es parte de la casa, y menos que la casa: Cristo, como Creador Instrumental de todas las cosas, debe ser Dios, y así
mayor que la casa, de la que Moisés no es sino una parte. La gloria es el resultado del honor, dignidad. 4. Debe haber
quien establezca toda casa: Moisés no fué quien estableció la casa, sino que fué una porción de ella (pero el que
estableció todas las cosas y por tanto, la referida casa espiritual es Dios). Cristo, siendo instrumentalmente el
Establecedor de todas las cosas, debe ser el Establecedor de la casa, y así es mayor que Moisés. 5. fiel sobre toda su
casa—es decir, la casa de Dios (v. 4). siervo—No aquí el griego por “esclavo”, sino “servidor acompañante”; que indica
el alto oficio de Moisés ante Dios, inferior a Cristo, especie de administrador. para testificar—griego, “para testimonio”,
para que diera en sus instituciones típicas “testimonio” a Israel de “lo que se había de decir” después por Cristo
acerca del evangelio (8:5; 9:8, 23; 10:1). 6. Mas Cristo—fué y es fiel (v. 2) como Hijo sobre la casa de él; no su casa, la
casa de Dios (v. 4); y por tanto, como se infiere que es uno con el Padre, sobre su propia casa. Así el 10:21: “Sumo
Sacerdote sobre la casa de Dios”. Cristo entra en la casa del Padre como Señor de la casa; Moisés entra como siervo (en
ella, vv. 2, 5). [Crisóstomo]. Un embajador en la ausencia del rey es muy distinguido; en la presencia del rey vuelve a
ser uno entre muchos. [Bengel]. la cual casa somos—Pablo y sus lectores hebreos. Los mejores manuscritos: “cuya
casa (casa de quien) somos”. si retuviéremos … esperanza—la nuestra. Por cuanto todas las cosas buenas nuestras
reposan en la esperanza, debemos mantener nuestras esperanzas como para regocijarnos en ellas ya, como si
estuviesen ya realizadas. [Crisóstomo]. hasta el cabo … firme—Omitidas en Lucifer y Ambrosio y en un manuscrito
antiguo; constan en los mejores. 7. Una exhortación (Salmo 95), a no perder, por incredulidad, la participación en la
casa espiritual. Por lo cual—viendo que somos la casa de Dios si mantenemos nuestra confianza < (v. 6). Jesús es fiel;
no seáis infieles vosotros (vv. 2, 12). La oración que principia con “por lo cual”, interrumpida por el paréntesis que
confirma el argumento del Salmo 95, se completa en el v. 12: “Mirad, hermanos <” dice el Espíritu—por el salmista a
quien inspiró, de modo que las palabras del profeta son palabras de Dios mismo. Si oyereis—obedientemente. hoy—
al fin; en el día de David, en contraste con el día de Moisés, y siempre después; mientras eran desobedientes contra la
voz de Dios como, por ejemplo, en el desierto (v. 8). El Salmo, cada vez que se emplee en el culto público, significará
por “hoy” el día particular cuando se usa. su voz—de gracia. 8. No endurezcáis …—Esta frase se usa aquí como acto
de hombre mismo; comúnmente es acto de Dios (Romanos 9:18). Cuando se habla del hombre como agente, se usa más
bien la frase “endurecer la cerviz”, o “la espalda” (Nehemías 9:17). provocación … tentación—Massah—meribah:
traducción marginal, “tentación < contención”, o “contienda” (Exodo 17:1–7). Ambos vocablos significan la
murmuración [PAG. 620] del pueblo contra el Señor en Refidim por falta de agua. La primera ofensa debe ser evitada
particularmente, y se reprende con severidad porque es capaz de producir otras muchas más. Números 20:1–13 y
Deuteronomio 33:8 mencionan una segunda ocasión similar en el desierto de Sin, cerca de Cades, también llamado
Meriba. en el día—griego; “según el día <” 9. Donde—en el desierto. me tentaron … me probaron—Los manuscritos
más antiguos rezan: “me tentaron en (por medio de) la población”, experimentando conmigo por ver si yo podía o quería
liberarlos, dudándolo. vieron mis obras cuarenta años—Vieron, sin ser por eso llevados al arrepentimiento, mis obras
de poder, que en parte prestaban ayuda milagrosa y en parte ejecutaban venganza, durante cuarenta años. Los
“cuarenta años” unidos en el hebreo y en la versión de los Setenta y en el v. 17 con “me enemisté” (“me enojé”), aquí
van unidos con “vieron”. Ambas cosas son verdad; pues durante los mismos cuarenta años cuando tentaban a Dios
por la incredulidad, no obstante ver las obras milagrosas de Dios, Dios era afligido. La leccion que se trata de enseñar
a los cristianos hebreos es que el “hoy” de ellos ha de durar sólo entre la primera predicación del evangelio y la
inminente destrucción de Jerusalén, a saber: cuarenta años; precisamente el número de años de la peregrinación de
Israel en el desierto, hasta que la plena medida de su culpabilidad se hubiera cumplido y los rebeldes fueran
derribados. 10. me enemisté—Fuí disgustado, me enojé (Levítico 26:24, 28). esta generación—Así los manuscritos más
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antiguos. La lección “aquella generación” denota distanciamiento o enemistad. dije—en mi disgusto, por su primera
ofensa. Subsecuentemente, cuando endurecieron aun más el corazón en la incredulidad, juró en su ira (v. 11); una
graduación ascendente (véase vv. 17, 18). Y no han conocido—“ellos mismos” (así el griego); percibieron que yo estaba
disgustado; sin embargo, ellos, las mismas personas, por nada quisieron conocer mis caminos [Bengel]; véase “Pero
ellos”, Salmo 106:43. mis caminos—no los conocieron en la práctica y obediencia, caminos en que yo quería que
caminasen para que alcanzasen mi descanso (Exodo 18:20). 11. Juré—Bengel observa que el juramento precedió los
cuarenta años. pues—griego “Como juré”. No entrarán—es decir, “Si es que entrarán <” (Dios me haga así y más, si
entrasen <” véase 2 Samuel 3:35). El griego es similar en Marcos 8:12. mi reposo—Canaán, en primer orden, después
de las peregrinaciones en el desierto, aun cuando allí nunca lo gozaron plenamente; de lo que se entiende que la
amonestación abarcaba más que la exclusión de los infieles de la literal tierra de reposo, y que el reposo prometido a
los creyentes en toda la plena bienaventuranza era, y es, aún futuro. Los textos, Salmo 25:13; 37:9, 11, 22, 29 y la
bienaventuranza de Cristo mismo (Mateo 5:5) concuerdan todos en esto. 12. Mirad—léase con “por lo cual” del v. 7.
[no] haya—El indicativo en el griego, lo que denota no meramente una posible contingencia, sino que hay razón por
qué creer que así será. en ninguno de vosotros—No sólo deberían estar apercibidos en general, sino que deberían estar
tan preocupados cada miembro por la seguridad del otro, a fin de que ninguno pereciese por la negligencia de ellos.
[Calvino]. corazón—No debe ponerse confianza en el corazón: v. 10: “siempre divagan ellos de corazón”.
incredulidad—infidelidad. Cristo es fiel; por lo tanto, dice Pablo a los hebreos, no debemos ser infieles como nuestros
padres bajo Moisés. apartarse—lo opuesto de “lleguémonos” del 4:16. Dios castiga a tales apóstatas de la misma
manera: se aparta de ellos: la peor desgracia. Dios vivo—viviente, real: la característica distintiva del Dios de Israel,
no como los dioses inertes de los paganos: uno, pues, cuyas amenazas son horribles realidades. El apostatar de Cristo
es apostatar de Dios (2:3). 13. exhortaos—cada uno a sí mismo y a su prójimo. cada día—día por día. entre tanto que
se dice Hoy—mientras dure el “hoy” (el día de la gracia, Lucas 4:21, antes de la llegada del día de gloria y de juicio a
la venida de Cristo, 10:25, 37). Mañana es el día cuando trabajarán los ociosos y los necios se arrepentirán. Mañana es
el hoy de Satanás; no le importa cuán buenas resoluciones adoptéis, siempre que sean para mañana. ninguno de
vosotros—“vosotros” es enfático, en distinción de “vuestros padres (v. 9). “Para que de entre vosotros ninguno (así el
orden griego de los mejores manuscritos) sea endurecido” (v. 8). engaño—que haga que “erréis en vuestros
corazones”. de pecado—de la incredulidad. 14. Porque—subrayando el v. 12. participantes de Cristo—(Véanse vv. 1,
6.) También “partícipes del Espíritu Santo” (6:4). conservemos—griego, “tengamos bien asido”. el principio …
conifanza—eso es: la confianza (es decir, la confianza substancial, sólida) de la fe que hemos comenzado (6:11; 12:2).
El cristiano mientras no sea hecho perfecto, se considera principiante [Bengel]. hasta el fin—hasta la venida de Cristo
(12:2). 15. Entre tanto que se dice—enlazado con el v. 13, “exhortaos entre tanto < hoy”; “porque (v. 14) fuimos
hechos participantes,” forma un paréntesis. “Depende del todo de vosotros mismos que la invitación del Salmo 95 no
sea meramente una invitación, sino también en efecto un gozo”. Alford, traduce: “Por cuanto se dice <”, opinando
que el v. 15 es una prueba de que debemos “conservar firme la confianza hasta el fin <” para poder ser “participantes
de Cristo”. 16. Porque algunos—griego, “Porque ¿quiénes..: interrogación como en los vv. 17, 18: “Quiénes eran
aquellos que oyeron (refiriéndose a “si oyereis”, v. 15) y provocaron” a Dios? El “porque” denota que debemos mirar,
cuidarnos de la incredulidad: porque ¿no fué a causa de la incredulidad que todos nuestros padres fueron excluídos
(Ezequiel 2:3)? “Algunos” y “no todos” sería una manera débil de exponer el argumento, cuando el objetivo es de
demostrar la universalidad de aquel mal. No meramente algunos sino todos los israelitas porque la sola excepción de
Josué y Caleb apenas se tomaría en cuenta en una declaración tan general. Asimismo los vv. 17, 18 son interrogativos:
(1) El principio de la provocación en el desierto a poco de salir de Egipto (v. 16); (2) los cuarenta años de provocación
en el desierto (v. 17); (3) la denegación de la entrada en la tierra de reposo (v. 18). Véase 1 Corintios 10:5, “con la
mayoría de ellos se desagradó Dios”. no todos—Léase: “Pero ¿no provocaron todos los que salieron de Egipto?”
(Exodo 17:1, 2) con Moisés—por la instrumentalidad de Moisés, [PAG. 621] el jefe de ellos. 17. Mas—no “pero” sino
“además”; conjunción ilativa, no adversativa; extiende el pensamiento del v. 16. cuerpos—es decir, “extremidades”, lo
que significa que cayeron desmembrados. 18. no obedecieron—la incredulidad práctica. 19. no pudieron entrar—
aunque deseaban hacerlo.
CAPITULO 4
Ver. 1–16. LA PROMESA DEL REPOSO DE DIOS SE REALIZA PLENAMENTE EN CRISTO: ESFORCEMONOS
A ALCANZARLO POR MEDIO DE EL, NUESTRO COMPASIVO SUMO SACERDOTE. 1. Temamos—no con servil
terror, sino con piadoso “temor y temblor” (Filipenses 2:12). Dado que muchos han caído (3:17–19), tenemos razón por
qué temer. quedando aún—a nosotros, después que los otros, por descuido, la perdieron. en su reposo—el reposo
celestial de Dios, del que Canaán es el tipo. El “hoy” continúa aún y mientras tanto, existe el peligro de no alcanzar el