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Libertad de las ideas
Bogotá D.C.-Colombia, ISSN: 2145-9177, enero-junio de 2010
No.6
Consejo editorial
P. José Antonio Balanguera Cepeda, O.P.
Rector General
P. Pedro José Díaz, O.P.
Vicerrector Académico
P. Luis Francisco Sastoque Poveda, O.P.
Vicerrector Administrativo y Financiero General
Carlos Mario Alzate Montes, O.P.
Vicerrector General de Universidad Abierta y a Distancia -VUAD
P. Jorge Ferdinando Rodríguez, O.P.
Decano de División
Omar Parra Rozo
Director Unidad de Investigación y Posgrados
Fray Javier Hincapié Ardila
Director Departamento de Publicaciones
María Andrea López Guzmán
Editora
Comité Fundadores
Liliana Silva Bello
Giovana Rojas Mora
Paula Pinilla Orduz
Mauricio Poveda Pineda
Carlos Laverde Rodríguez
Constanza Gómez Gavilán
Coordinador Editorial
Giovanny Forigua Ortiz
Comité Editorial
Paola Niño Vargas
Karen Tovar
Yuri Martínez Molina
Giovanny Forigua Ortiz
Comité Científico
Camilo Castiblanco
Yuri Martínez Molina
Corrección de estilo
Pablo Emilio Daza Velázquez
Concepto gráfico e ilustraciones
Javier Leonardo Trujillo Trujillo
Impresión
Universidad Santo Tomás
Departamento de Publicaciones
Bogotá D.C., Colombia
2010
Las ideas aquí expresadas son de
exclusiva responsabilidad de los autores
ISSN: 2145-9177
revistamovimiento@correo.usta.edu.co
revistamovimiento@hotmail.com
Libertad de las ideas
No.6
2{ }
Revista MOVIMIENTO
4 Editorial
Estudiantes en Movimiento
8 Terrorismo, seguridad y globalización [Andrea Gutiérrez]
12 Entre el miedo a la nada y la seguridad del porvenir. Una mirada comparada
del discurso político y religioso [Nataly García Ramírez]
Profesional invitado en Movimiento
16 Seguridad, miedo y violencia [Nancy Malaver Cruz]
Mundo en Movimiento
22 Terrorismo. Análisis genealógico del fenómeno político-cultural [Rafael Ángel Gómez Choreño]
26 Memorias y reproducciones de la violencia en la educación pública en Argentina [Vanessa
Alexandra Barrionuevo]
30 Las matanzas de Barrios Altos y La Cantuta en el gobierno del ex presidente peruano Alberto
Fujimori Fujimori [Willy Viera A.]
32 Sensación de violencia e inseguridad personal en la ciudad de Caracas: una breve aproximación
[Héctor González]
34 La reinserción social de los ex presos políticos de la década del 70 en Santiago del Estero [Hernán
Campos, Walter Díaz, Facundo Kalin, Gastón Segura]
»
3{ }
Violencia, miedo y seguridad
El autor en Movimiento
78 Arturo Álape
Opinión en Movimiento
38 Bogotá un laberinto de contrastes [Sandra Cecilia Suárez García]
40 Violencia y delincuencia infantil en Altos de Cazuca [Andrea Garrido Silva]
42 La seguridad democrática: estrategia violenta generadora de miedo [Eliana Medina Ramírez]
44 Aquellos paréntesis de nuestra sociedad [Daniel Algarra Rodríguez]
Construcción estudiantil en Movimiento
48 Construyendo sujetos críticos… transformando espacios de violencia. Reflexiones
desde la filosofía de Kant y el Proyecto Pedagógico KZK [Marlon Lozano Ortiz]
52 Beth Moysés: Recuerdos velados. Miedo y violencia. 8 de marzo de 2010, Bogotá
[Revista estudiantil Movimiento]
Expresión en Movimiento
58 Diálogo, a solas [Denis Bird]
60 Sin color. Un recuerdo más. Refugiados en la misma sombra. Una
mirada ante la sombra del olvido [Mauricio Poveda]
62 Insomnio [Melissa Quiroga]
63 Él [Melquíades]
64 Añoranza nocturna [Sarai Andrea Gómez Cáceres]
66 Masacre [Lili Bonil]
67 Seguridad demoniaca 00635 con licencia para matar
68 Conversación 108: El Purgatorio ata sobre el miedo [Diego Ortiz]
70 Memoria [“Baruka”]
71 Cuento de la muerte y Oliverio [Andrés Cardona]
74 Sentado en una silla [Alejandro Penagos Díaz]
75 No me alcanzarían las piedras [Melissa Robledo]
82 Cultura en Movimiento
84 Para estar en Movimiento
4{ }
Revista MOVIMIENTO
P
ara iniciar el sexto número de la revista estudiantil Movimiento,
deseamos primero que todo, hacer un reconocimiento especial a
toda la comunidad académica que continuamente nos ha venido
apoyando de diferentes maneras, en la construcción de este espa-
cio de difusión de las ideas; pues gracias a la labor y participación,
este gran trabajo ha sido posible.
En presente número de la Revista se acerca al fenómeno de la violencia, el miedo y la seguridad. En
las sociedades modernas el miedo se ha reconocido como un medio de control social por diferentes
esferas del poder, razón por la que creemos necesario hacer su abordaje y estudio dentro del marco
de la violencia y la seguridad, tomando líneas temáticas, como: políticas de seguridad estatales y
locales, miedo en la ciudad, papel de la sociedad civil, organizaciones sociales, entre otros; por su-
puesto nutrido desde diferentes perspectivas, académicas e investigativas.
Por esta razón, este número ha realizado una serie de modificaciones en su estructura tradicional,
con la idea de hacer más dinámica la participación de toda la comunidad estudiantil en la construc-
ción de Movimiento. En primer lugar, para la selección de la temática, el comité editorial propuso
cuatro grandes temas con su respectivas líneas de abordaje: crisis ambiental, economía-capitalismo,
seguridad - ciudad y finalmente, problemáticas migratorias; gracias a la participación, por medios
virtuales, de todos nuestros lectores, se logró escoger la temática de este sexto número: Violencia,
miedo y seguridad.
Asimismo, se han creado dos nuevas secciones para esta edición; en primer lugar y gracias a la
enorme acogida que ha tenido la revista Movimiento, en sus últimos números, tanto a nivel nacional
como internacional, se decide crear una nueva sección llamada Mundo en Movimiento, sección en la
cual se publicarán los artículos que llegan de otros países, en este caso contamos con la participación
de escritos de Argentina, Venezuela, Perú y México; y otra sección, El autor, en donde a forma de
consulta, coincidiendo con la temática de este número, se expondrá la biografía y los distintos textos
o producciones académicas del profesional Arturo Álape, quien tiene un trabajo muy interesante a
propósito del tema que aquí nos reúne. El profesional incluido en cada número cumplirá con el re-
quisito de tener una labor enmarcada dentro del tema sugerido para cada número de Movimiento,
esto con el fin de abrir espacios de consulta, para todo aquel que desee investigar más sobre el tema
en cuestión.
Para nuestra grata sorpresa, encontramos en este nuevo número una masiva participación en pro-
ducciones académicas, lo cual resulta del gran interés y estudio que ha venido adquiriendo el tema
entre estudiantes y profesionales, en gran parte por ser una preocupación constante y creciente de
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Editorial
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Violencia, miedo y seguridad
todas las sociedades; y por otra, nos confirma la buena labor
que ha venido llevando la revista Movimiento en la creación de
espacios de discusión de cada una de las temáticas más relevan-
tes que afectan, cada día más, las sociedades, y por supuesto,
en la expresión y difusión de las ideas de toda la comunidad aca-
démica que participa activamente en la construcción continua
de este medio de expresión y difusión, demostrando el avan-
ce que se lleva de nuestro fin último que es: la libertad de las
ideas. Por esto mismo, los invitamos a sumergirse en el mundo
de estas imágenes, letras, iniciativas en movimiento, en donde
encontrarán distintas reflexiones e ideas abiertas, dentro de un
pensamiento libre, respetuoso y principalmente propositivo,
enmarcado fundamentalmente en los escenarios urbanos de
la violencia, una exacerbación de la misma, el control social a
partir del miedo, las consecuencias del mismo para la sociedad,
un panorama general de inseguridad que favorece una serie de
inhibiciones y que cada vez más golpea las posibilidades de la
libertad en la comprensión amplia del término.
Gracias a la acogida que ha tenido Movimiento, hemos teni-
do la oportunidad de llegar a diferentes facultades del país y al-
gunas facultades latinoamericanas; teniendo en cuenta que la
revista tiene como objetivo la expresión académica de todas y
todos los estudiantes, encontramos necesario en este período
de cambio hacer más formal y dinámica la participación de las
diferentes facultades en la construcción de Movimiento, razón
por la cual creamos la figura de corresponsales estudiantiles,
estudiantes interesados en este importante y significativo pro-
yecto, para que desde sus propias facultades participen en la
elaboración y difusión de la Revista y por supuesto, del pensa-
miento del estudiantado de cada facultad del país, de sus ideas,
opiniones, cuestionamientos y del trabajo en general de cada
institución. Por lo anterior, encontrarán en la parte final de la
publicación de la Revista dos grandes convocatorias. La primera
de ellas, invitando a todo aquel que esté interesado en parti-
cipar activamente en Movimiento desde sus diferentes faculta-
des, con el fin último de hacer más dinámica la participación y
la difusión de los estudiantes en la misma; y la segunda de ellas,
la nueva convocatoria de nuestro séptimo número llamado Fin
Ambiente. Gran preocupación, en el ámbito académico, social,
económico y hasta político, se vive y se siente actualmente en
torno a las problemáticas, preocupaciones y fenómenos de la
llamada crisis ambiental; todas aquellas cuestiones que vivimos
y que por supuesto, nos motivan a encabezar la próxima temáti-
ca de la revista Movimiento en el fenómeno ambiental. Esperan-
do la participación activa y continúa de la comunidad académica
en el próximo número.
No nos queda más que renovar la invitación a toda la comu-
nidad académica para que continúen participando en este gran
espacio de discusión y difusión de las ideas, con todas y cada una
de las producciones, artículos, fotos, poemas, escritos, caricatu-
ras, y formas múltiples de expresión y nuestro apoyo constante
a la creación de nuevos medios alternativos de comunicación.
Recuerden que la revista Movimiento es un medio que vive y
se construye continuamente con cada una de sus producciones
e iniciativas académicas. Para todos nuestros lectores y para la
comunidad académica que participa activamente en la construc-
ción de este gran proyecto, gracias por permitir que este espacio
y medio de expresión de las ideas sea cada día posible.
Comité Editorial.
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Estudiantesen
8{ }
Revista MOVIMIENTO
Terrorismo,
seguridad
globalización
y
D
ebido al proceso de globalización,
que supone entre otros, el desa-
rrollo tecnológico y de las comu-
nicaciones; fronteras permeables,
donde la soberanía no gira en tor-
no al monopolio de la fuerza de los Estados so-
bre un territorio; en los últimos años se ha hecho
evidente, que estas características han permitido
el surgimiento de nuevas amenazas a la seguridad
global. El surgimiento de terceros actores tales como grupos
terroristas, nuevas formas de guerras asimétricas no convencio-
nales y crimen organizado, por mencionar algunas; que eviden-
cian la debilidad de la capacidad de acción de los Estados para
hacer frente a los problemas comunes que los afectan en un es-
pacio-tiempo inmediato, haciendo necesario el establecimiento
de instituciones y regímenes internacionales, que por medio de
la cooperación formulan estrategias que resuelven los dilemas
de seguridad actuales en el escenario mundial.
En este artículo se hace un análisis de las nociones de seguri-
dad en un contexto de globalización, cuyas dinámicas generan
condiciones que benefician el surgimiento de actores no estata-
les, como los grupos terroristas, que cuentan con mayor prota-
gonismo en el ámbito internacional luego de los atentados del
11 de septiembre. A partir de ese momento, cambiaron los dile-
mas de seguridad de los Estados y se modifica el discurso sobre
la nueva amenaza común; se da un nuevo “debate” como pro-
ducto de las tensiones que se dieron en la escena internacional
de ese momento, encabezada por Estados Unidos.
En primer lugar, la globalización definida como: “el proceso a
través del cual una determinada condición o entidad local am-
plía su ámbito a todo el globo y, al hacerlo, adquiere la capacidad
de designar como locales las condiciones o entidades locales”1
,
no sólo ha traído consigo cambios sustanciales en la configura-
ción de la geografía internacional, sino que ha redefinido algu-
nas de las dinámicas de distribución de poder y la forma en que
interactúan los Estados y los terceros actores del sistema, para
responder a problemas comunes.
En cuanto a los problemas de seguridad común, podemos
analizar cómo, pese a que tradicionalmente las políticas de se-
guridad estaban enfocadas a conflictos interestatales2
, como lo
indica el profesor Shiguenoli Miyamoto en su artículo “Terro-
rismo y la seguridad global”, la seguridad tanto regional como
internacional está siendo reelaborada desde los años 80, princi-
palmente con el surgimiento de nuevas variables y actores que
antes no eran privilegiados o no existían, como las organizacio-
nes terroristas internacionales.
No obstante, no existe una definición del término de terroris-
mo aceptada universalmente, se ha hecho referencia a éste para
describir el uso de la violencia con fines políticos. El terrorismo
usa una forma de violencia que le da la connotación de estra-
tegia asimétrica, la del débil contra el fuerte, que busca evitar
1 DE SOUSA-SANTOS, Boaventura. La globalización del derecho. Los
nuevos caminos de la regulación y la emancipación. Bogotá: ILSA y Uni-
versidad Nacional de Colombia, 1998, p. 56-57.
2 MIYAMOTO, Shiguenoli. Terrorismo y la seguridad global. En: Nue-
va sociedad. Vol. 177, p. 91.
Andrea Gutiérrez
Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales-Pontificia Universidad Javieriana
andreag_1032@hotmail.com
»
9{ }
Violencia, miedo y seguridad
un enfrentamiento directo con el adversario. Por su definición
misma, tiene por objeto aterrorizar a la población, teniendo por
blanco las autoridades sin provocar destrucciones masivas. Sin
embargo, los ataques del 11 de septiembre cambian un poco
esa visión, en tanto buscan un clima de pánico y perturbación
masiva, teniendo un impacto sobre la psicología colectiva, que
constituye generaciones globales en la sociedad del riesgo mun-
dial.
Al Qaeda representa el terrorismo religioso del islamismo ra-
dical, adaptado a condiciones de interdependencia, apoyado so-
bre redes de comunicación y financiación transnacional; es una
organización flexible y camaleónica que se puede adaptar a la
ofensiva de Estados Unidos, la misma que dejó monumentales
bajas de civiles, generando un número considerable de violacio-
nes a los Derechos Humanos, al igual que en Afganistán, con la
administración de Barack Obama. Actualmente, esta organiza-
ción está constituida por diferentes grupos fundamentalistas
islámicos autónomos en muchos países, producto de la revolu-
ción informática y del proceso de globalización en los últimos
años, que han permitido que estos grupos dispares y geográfica-
mente aislados, puedan coordinar múltiples actividades simul-
táneas en uno o más países para combatir un enemigo común,
compartiendo su ideología y algunos objetivos.
De esta manera, el dilema se hace evidente a partir de los
atentados del 11 de septiembre de 2001, permite reflexionar
sobre la concepción subyacente de la seguridad que se desplie-
ga en los discursos, planes y acciones de Estados Unidos y de la
mayoría de sus aliados en la «guerra» contra el terrorismo3
. Se
generan así nuevas formas y normas de gobernanza que influ-
yen en la evolución de la seguridad entre países y en los Estados,
enfrentar guerras asimétricas con el uso de armas no conven-
cionales, donde cualquier elemento tecnológico, incluso cuer-
pos humanos, como podemos ver con las acciones kamikazes,
pueden representar un instrumento de ataque agresivo; lo cual
hace que emerja el interés que provoca la elaboración de regí-
menes de seguridad que respondan a las causas y consecuen-
cias de estas nuevas guerras.
Ahora bien, el tema de la seguridad se ubica en un contexto de
incertidumbre constante, por ejemplo, la amenaza del terroris-
mo nos sitúa en una permanencia del estado de inseguridad en
la escena política, lo que ha afectado la seguridad globalizada,
pues una serie de fenómenos referentes a la interdependencia
generada por las tecnologías de la comunicación y la informa-
ción; la pérdida de protagonismo y control en los asuntos in-
ternacionales por parte de los Estados, así como el impacto e
influencia mundial de fuerzas transnacionales como el terroris-
mo, han puesto en evidencia la vulnerabilidad e inestabilidad a
la que se enfrenta el sistema internacional actual, donde se ve la
marginación, muchas veces, del Derecho Internacional Humani-
tario, que sigue sujeto a prácticas imperiales; ningún organismo
internacional, ningún mecanismo jurídico internacional pudó
prevenir la guerra en Iraq y ésta es prueba de que las condicio-
nes de seguridad siguen primando sobre las dimensiones insti-
tucionales.
El hecho que estemos en un contexto de incertidumbre, en
donde no se conoce de manera clara ni las intensiones ni las
acciones posibles del terrorismo, cambia el dilema de seguridad,
que como lo explica Barry Buzan, se basa en la voluntad de los
Estados de mantener o incrementar su poder militar con el fin
de preservar su territorio, su gobierno y su sistemas de valores.
Así encontramos que en el actual contexto internacional este
dilema suscita inquietudes sobre las intensiones ofensivas de
algunos actores donde: “El enemigo es flexible, no tiene resi-
dencia fija y se aprovecha de la mundialización para golpear a
los Estados y a sus objetivos”4
.
En el año 2002 se adopta en Estados Unidos un nuevo enfoque
que gira en torno a la seguridad interior, que se explica por el te-
mor de que Al Qaeda utilice de nuevo la permeabilidad de sus
fronteras, pero debido a esa misma dificultad para la vigilancia
del territorio, es que se habla de reconceptualizar la seguridad
3 BUSTAMANTE, Fernando. Los límites de la seguridad. En: Nueva
sociedad. Vol. 177, p. 1.
4 DAVID, Charles-P. La guerra y la paz: Enfoques contemporáneos so-
bre seguridad y estrategia. Barcelona: Icaria, 2008, p. 26.
10{ }
Revista MOVIMIENTO
sobre una base transicional y multilateral con el fin de que los
Estados y terceros actores puedan afrontar colectivamente los
nuevos desafíos, donde las amenazas no se dan como conflictos
interestatales, como la visión clásica de la seguridad, sino que
ahora son los grupos, clanes, etnias y facciones que se disputan
el propio Estado, dejando lugar a las guerras etnopolíticas.
Hoy en día, nos enfrentamos a las estrategias de seguridad
aplicadas por la única superpotencia de la escena mundial,
quien siempre ha sabido justificar sus intervenciones, como en
el caso de las dictaduras en Latinoamerica, y actualmente basán-
dose en el discurso sobre el terrorismo como la amenaza global,
ha ejercido una diplomacia de la fuerza, donde, como se men-
cionó, los organismos internacionales no han podido prevenir
sus acciones de intervención, justificadas en acciones de guerra
preventiva o pre-eventiva, como es el caso de Iraq y actualmen-
te Afganistán. No obstante, la oposición por las bajas humanas
que esta guerra ha dejado, en mayor proporción Afganos civiles,
pues la violencia organizada que se vive hoy afecta de manera
directa a la sociedad civil; en tanto, los mayores conflictos son
intraestatales, añadiendo, los ataques de Estados Unidos en Iraq
y Afganistán, que han representado miles de pérdidas civiles
más que de soldados norteamericanos, que parecen valer más.
Para dar fin a la inseguridad intraestatal, que se refiere a la
seguridad humana, la seguridad colectiva debe servir a su vez
a las intervenciones de humanidad, que supone, que ninguna
soberanía esté fuera del alcance jurídico. En ese sentido, los re-
gímenes de seguridad colectiva deben proteger a los individuos
al denunciar las violaciones de los Derechos Humanos cometi-
das, como crímenes internacionales, tales como, el genocidio y
la limpieza étnica; estas denuncias, dan paso a la intervención
de terceros actores, donde los Estados, al inscribirse a los acuer-
dos internacionales, quedan bajo el alcance jurídico de dichos
estamentos, lo que permite que los organismos que velan por
los Derechos Humanos tengan injerencia en los territorios na-
cionales, y en algunos casos dicha intervención contra un adver-
sario pueda implicar el uso de la fuerza para la defensa de los
derechos, por lo que la soberanía queda relegada, en el sentido
que se implemente esa fuerza por actores no estatales en terri-
torio de los Estados.
Al respecto, se hace énfasis en la necesidad de fortalecer las
normas y reglas del Derecho Internacional Humanitario (DIH),
así como los instrumentos y organizaciones internacionales,
procurando que los organismos multilaterales que regulan los
derechos individuales sean cada vez más democráticos y evi-
tar que instrumentos como el DIH sigan bajo el efecto de las
prácticas imperiales; por consiguiente, los Estados tengan una
capacidad de injerencia contundente a la hora de sancionar la
violación de los Derechos Humanos.
Me refiero a lo anterior, partiendo del hecho que Estados Uni-
dos en su papel de superpotencia, juega un papel de mayor in-
fluencia en los organismos multilaterales del sistema internacio-
nal, basándose en su condición hegemónica que pretende llevar
los valores occidentales y democráticos a cada país, aun cuando
no todos compartan los mismos valores religiosos, culturales,
políticos, etc. Justifica sus intervenciones, que como vemos en
los casos de la guerra en Iraq y Afganistán, sólo para mencionar
algunas de dichas intervenciones, dejan como resultado efectos
desastrosos de violación de los Derechos Humanos de civiles;
es aquí donde el DIH no ha tenido la suficiente capacidad de
sancionar a este país por dichas violaciones, evidenciando la
marginación del cumplimiento de las reglas establecidas en los
organismos multilaterales referentes a la seguridad.
Ahora bien, referente a la influencia que tiene Estados Unidos
por su condición de superpotencia, y el hecho de que un grupo
terrorista haya pasado sus fronteras, con un ataque para el que
no estaban preparados, implicó que este Estado estableciera el
terrorismo como la amenaza global, lo que generó un cambio
en las estrategias de seguridad de los Estados; pero la pregunta
que surge es, ¿hasta qué punto el terrorismo representaba una
amenaza global, y no fue el resultado de un discurso hegemó-
nico para justificar sus intervenciones en áreas estratégicas que
representan intereses imperiales? y que si bien el terrorismo re-
presentó un impacto devastador para la sociedad norteamerica-
na y en menor magnitud para algunos países de Europa, existen
una serie de amenazas relacionadas con indicadores sociales a
nivel global, que traen a diario resultados más dramáticos.
Charles David, en su libro La guerra y la paz, nos presenta una
serie de estadísticas con las que demuestra que los resultados
que emanan el Departamento de Estado y el Centro Nacional
Contra el Terrorismo de Estados Unidos, confunden terrorismo
nacional e internacional, donde dichos datos matizan el signifi-
cado que se debe dar a la triplicación de la cifra de actos terro-
ristas de una año a otro; según esto, antes del 11 de septiembre
ningún atentado terrorista había provocado la muerte de más de
500 personas, en 2005 hubo más de 11 mil ataques terroristas,
causando cerca de 15 mil muertos. Así pues, estos resultados
reflejan la manipulación de datos para establecer una amenaza
global de manera discursiva, que siempre ha existido, pero que
sólo hasta ahora afecta los intereses de la superpotencia.
Finalmente, con relación a la inseguridad que representan las
organizaciones criminales transnacionales, traen consigo unas
consecuencias referentes a los modelos de gobernabilidad local
en el mundo globalizado, ya que el modelo de descentralización
en lo local, que se maneja en los regímenes democráticos, ha fa-
vorecido a las prácticas y a las alianzas de estas organizaciones,
las cuales aprovechan la debilidad institucional de los gobiernos
11{ }
Violencia, miedo y seguridad
locales. La pregunta que surge es: ¿las instituciones políticas
democráticas han dejado de ser una alternativa viable para la
gobernabilidad local?, y allí es donde entra la importancia de
terceros actores no estatales que regulen el funcionamiento ins-
titucional al interior de los Estados, para evitar estas prácticas
que benefician a las organizaciones criminales y afectan de ma-
nera directa el tejido social.
Bibliografía
BUSTAMANTE, Fernando. “Los límites de la seguridad”. En:
Nueva sociedad, Vol. 177, Caracas, 2002.
BUZAN, Barry & Ole Waver: Regions and Powers, the Struc-
ture of International Security. Cambridge: Cambridge University
Press, 2003.
DAVID, Charles-P. La guerra y la paz: Enfoques contemporá-
neos sobre seguridad y estrategia. Barcelona: Icaria, 2008.
DERGHOUKASSIAN, Khatchik. “Islam, Terrorismo y política
unipolar”. En: Nueva sociedad, Vol. 185, Caracas, 2003.
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Los nuevos caminos de la regulación y la emancipación. Bogotá:
ILSA y Universidad Nacional de Colombia, 1998.
GROSFOGUEL, Ramó. “Colonialidad global y terrorismo antite-
rrorismo”. En: Nueva sociedad, Vol. 177, 2002.
MIYAMOTO, Shiguenoli. “Terrorismo y la seguridad global”.En:
Nueva sociedad, Vol. 177, 2002.
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dad, Vol. 177, Caracas, 2002.
SAXE-FERNÁNDEZ, John. “Terrorismo de Estado y terrorismo
internacional”. En: Nueva sociedad, Vol. 177, 2002.
terrorismo, ter
rorism
o,terro
rism
o, terrorismo, terrorismo
violencia,violencia,violencia,violencia,violencia,violencia,violencia,violencia
globalización, globalización, glo
balización,globalización,globalización,globalización,globalización,globalización,globaliza
ción, globalización
se
guridad, seguridad,seguridad, seguridad, seguridad
12{ }
Revista MOVIMIENTO
P
resentaremos a continuación una pe-
queña reflexión acerca del poder del
discurso político y religioso, y el uso
del temor como instrumento estraté-
gico de influencia. Pretendemos hacer un
llamado a la reflexión para analizar desde la sociología las ofer-
tas y los oferentes de certezas desde el sistema político colom-
biano.
“La salvación está aquí”.
La teología cuenta con una rama llamada soteriología, encar-
gada de estudiar la doctrina de la salvación, en la que el cristia-
nismo encuentra su centro y norte en la figura de Jesucristo. En
ese sentido, Jesús representa según los textos bíblicos, expresa-
do en el libro de Juan, capitulo 4, versículo 6, “Jesús le dijo: Yo
soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino
por mí”. Es decir, el único medio de la salvación de las almas, y
camino verdadero de llegar a Dios-Padre, es decir, la salvación
humana, que implica una relación directa de los hombres con
Dios, se da por medio de Jesús y de su sacrificio en la cruz. Es
a partir de la idea de la salvación, de donde emergen toda una
serie de concepciones de carácter transversal en la religión cris-
tiana, como plantea Niklas Luhmann, el discurso religioso tiene
su base en la paradoja, en la que se exponen conceptos como
salvación versus perdición, vida-muerte, santo-pecador, cielo-
infierno, sabio-insensato, entre otros.
De esta forma, el discurso religioso configurado a través de la
idea de la salvación versus la condenación eterna, responde a un
discurso sumamente poderoso, que en términos de Peter Ber-
ger, termina constituyéndose, como todo discurso religioso, en
una oferta de certezas, que como instrumento de legitimación
se sustenta en una realidad suprema, que despierta temores y
necesidades, pues “ir contra el orden social legitimado por la re-
ligión es fusionarse con las fuerzas primigenias de las tinieblas”1
.
Es importante anotar que el poder del discurso religioso ofre-
ce al adepto un sentido pleno a su existencia, es decir, genera un
marco de seguridad, un porvenir, pues “no son defectos, ni pre-
ocupaciones ni inseguridades aquello que se compensa con la
religión, sino un condicionamiento necesario de toda determi-
nación sea en la vivencia o en el actuar, sea a través de sistemas
psíquicos o sociales”2
. De esta manera la religión se constituye
en un espacio seguro que permite de forma efectiva generar
condicionamientos que direccionan los comportamientos y el
habitus del campo religioso que termina influyendo no sólo en
los aspectos generales de la fe adquirida, sino en la totalidad de
la experiencia vital del adepto, ya que como los habíamos dicho
anteriormente, la salvación ofrece un porvenir, una mirada ha-
cia el futuro, lejos de la oscuridad y de la perdición.
Asimismo, desde el discurso religioso, con el uso continuo que
algunas expresiones de fe hacen del infierno y la incertidumbre,
se produce la movilización por medio del temor, incorporándose
en los adeptos por medio de la creencia; de manera similar, la
1 BERGER, P. El Dosel Sagrado: elementos para una sociología de la
religión. Buenos Aires: Amorrortu. 1971. p. 55.
2 LUHMANN, N. “La religión de la sociedad”. En La religión como for-
ma de sentido. Madrid: Trotta. 2007, p. 33.
Nataly García Ramírez
Sociología-Universidad Santo Tomás
teosociologia@yahoo.com.mx
»
Una mirada comparada del discurso político y religioso
Entre el
miedo nada
porvenir
a la
y la del
13{ }
Violencia, miedo y seguridad
política usa mecanismos discursivos, que al igual que la religión,
ofrecen futuros prósperos y también la condenación eterna.
Durante los últimos años en nuestro país se ha acudido a dife-
rentes usos de conceptos como seguridad, democracia, opinión
pública y terrorismo. Muchos de estos utilizados de modo espe-
cial por el actual presidente Álvaro Uribe Vélez, como elementos
constitutivos de sus alocuciones, y fundamentales para la cons-
trucción de un discurso político que ofrece de manera específica
“la salvación para el pueblo colombiano”. Desde esta perspecti-
va, el discurso político ha tendido sus bases en el dogma de la
seguridad democrática como el “único camino para la verdad y
la vida”. De ahí que la lucha contra el terrorismo, como expre-
sión del mal y de todo elemento contradictor, se ha convertido
en la tarea principal para llegar a un futuro deseado, ¿deseado
por quiénes?, por “todos” los colombianos, por las personas “de
bien”, ya que todos quieren salvarse; ¿de qué?, del mal, definido
según los parámetros del sistema político actual: todo lo que se
oponga al orden establecido, lo cual tiene que ver con la idea
desde la simbología del poder de: adentro y afuera, el cual se
asocia con la verticalidad, entendida como una manera de ver
el mundo, de ordenarlo, como una norma cotidiana de los pue-
blos, como un patrón universal de las civilizaciones, en el que
estar arriba posibilita algo mejor3
. El poder debe mantenerse en
cumplimiento de ese orden que promete desde el discurso y los
hechos, separar el trigo de la cizaña, y establecer una Colombia
nueva perspectiva en donde el bien triunfe sobre el mal.
Por lo cual se plantea aquí un paralelo del discurso religioso
y político, configurado entre el miedo a la nada y la seguridad
del porvenir, es decir, entre el miedo construido desde el poder
de la palabra con respecto a la nada, como símbolo de caos y
perdición, y frente a ello, la tranquilidad ofertada hacia el futu-
ro, desde un único modelo y una única dirección: La seguridad
democrática. Una necesidad creada, que desde la sociología
analizamos como dominación, pero que aunque conceptual es
más poderosa que todo lo aparente. Por tanto, es nuestra ta-
rea, desde la ciencia que incomoda, proponer y discutir sobre
los modelos salvíficos de la política de hoy, y de los alcances que
pueden tener en el futuro, y aun mas en este proceso coyuntural
de elecciones, en donde comprometemos nuestras voluntades,
y los “bienes comunes” en manos de los oferentes que ofrecen
el paquete completo, el cual incluye: destino deseado, salvación
del mal, cuidado desde el norte y futuro prospero para los por-
tadores y trasmisores efectivos de la verdad.
3 PROSS, H. La violencia de los símbolos sociales. Barcelona: Anthro-
pos, 1984.
Bibliografía
BERGER, P. El Dosel Sagrado: Elementos para una Sociología
de la Religión. Buenos Aires: Amorrortu, 1971.
LUHMANN, N. La religión de la sociedad. Madrid: Trotta, 2007.
PROSS, H. La violencia de los símbolos sociales. Barcelona: An-
thropos, 1984.
SOCIEDADES BÍBLICAS UNIDAS. La Biblia. Versión Reina-Vale-
ra, 1960.
Profesionalinvitadoen
16{ }
Revista MOVIMIENTO
seguridad,miedoy
violencia
El viejo fascismo por actual y potente que sea en nuestros países, no es el nuevo problema actual. Es
el neo-fascismo respecto del cual el antiguo fascismo es una figura folklórica (….) En lugar de ser una
política y una economía de guerra, el neo-fascismo es un acuerdo mundial para la seguridad, para la
gestión de una “paz” no menos terrible, con la organización concertada de todos los pequeños temo-
res, todas las pequeñas angustias que hacen de nosotros otros tanto micro-fascistas, encargados de as-
fixiar cada cosa, cada rostro, cada palabra un poco fuerte, en su calle, en su barrio, en su sala de cine.
Gilles Deleuze
E
n la sociedad moderna coexisten de manera sui generis
la sensación de seguridad y la sensación de miedo. En
realidad se puede decir que en ella, esas dos sensaciones
conviven e incluso se confunden entre sí. La principal causa
de esto quizá corresponda a las transformaciones producto del desa-
rrollo en el siglo XX, de las formas de organización política en un mundo sin fronteras. El
resultado en este mundo sin fronteras, la expresión unificada, globalizada, es el estado
final de las formas de intercambio político, que transforman la condiciones de vida de
los sujetos políticos en términos de la autonomía, la libertad, en últimas de su auto-
constitución; para apropiarse de la vida como un asunto político. Por tanto, desde esta
perspectiva biopolítica, el Estado impone, regula, controla la naturaleza biológica de los
hombres, las funciones básicas de la vida humana, salud, sexo, alimentación, etc. lo que
permite desde los mecanismos del control biopolítico, conformar un sistema transna-
cional con una organización social más productiva y un sistema político más efectivo,
en donde la vida biológica del hombre, la vida y lo viviente se convierten en los retos
de las nuevas estrategias políticas y económicas cuyo objeto es la sumisión del cuerpo
y el tiempo al orden productivo.
Este nuevo sistema político, esta nueva forma de soberanía que gobierna el mundo,
guiada por los procesos de globalización, y que convirtió la vida y a la población en
objeto insustituible de su trabajo, expulsa lo humano de la seguridad del oikos a un
sitio que no es ningún sitio, a esos no lugares en donde se depositan los temores y la
angustia, una angustia que a la manera de Kierkegaard busca la relación de ésta con su
objeto, pero, ¿cuál es su objeto? “algo que no es nada“, en la que quizá desde la visión
que prefigura la modernidad kafkiana. No podemos conocer ni desentrañar la fuente
real que los produce y en donde el hombre está sometido a la vigencia de una ley que
carece de toda significación, siendo una pura nada que, sin embargo, opera sobre la
existencia de los seres humanos.
Nancy Malaver Cruz
nachafer@hotmail.com
≈
Nancy Malaver Cruz es filósofa de la Univer-
sidad Nacional y Magistra en Literatura de la
Pontificia Universidad Javeriana con amplia ex-
periencia en docencia universitaria en las áreas de
escritura y lectura, epistemología, ética, política y
cultura en las universidades Central y Externado
de Colombia. Investigadora y conferencista tan-
to en el campo de la literatura hispanoamericana
-particularmente en novela histórica- como en el
de la biopolítica con publicaciones en estas áreas.
Coordinadora académica en eventos relaciona-
dos con actividades culturales, como el Concurso
Nacional de Cuento RCN–Ministerio de Educa-
ción, y el Simposio Internacional de Literatura de
la Universidad Central.
Par académico e institucional del Ministerio de
Educación para los procesos de acreditación y re-
gistro calificado de distintos programas académi-
cos de universidades del país.
Tallerista en procesos de lectura y escritura en
Fundalectura, proyecto Palabrario.
17{ }
Violencia, miedo y seguridad
Esta experiencia de vida del hombre
contemporáneo, fundada en la vaguedad
e incertidumbre, es la que conduce a la
reflexión de Z. Bauman para afirmar que
nuestro tiempo vuelve a ser el tiempo del
miedo, un miedo que aparece por todas
partes, un miedo que es más temible en
cuanto es más difuso, es decir, un “mie-
do líquido” en el que las personas no só-
lo no saben exactamente a qué le tienen
miedo, sino que además sus miedos des-
aparecen y reaparecen de manera capri-
chosa. Se trata del fantasma de la vulne-
rabilidad, que hace que todos seamos un
potencial peligro para los demás, y que
todos los demás sean un potencial peligro
para nosotros. Un fantasma que hace que
todos nos sintamos potenciales víctimas
del fanatismo nacionalista, religioso, o
de cualquier otra naturaleza, ya sea que
éste se incube en nosotros mismos o en
los demás.
Pero nuestra vulnerabilidad es, además,
no determinable en el tiempo, y no ubica-
ble en el espacio, por ello, nuestra incerti-
dumbre se da tanto en lo temporal como
en lo espacial. Es decir, no sólo es vago el
objeto de nuestro miedo, sino que ade-
más no podemos tener seguridad acerca
del posible momento en que el peligro se
volverá una realidad, y no podemos tam-
poco, precisar a qué distancia de nosotros
se encuentra el objeto de nuestro miedo.
Nuestra posible desgracia puede lo mis-
mo sobrevenir mañana como dentro de
un año; y nuestro posible verdugo puede
bien ser el vecino de actitud aparente-
mente amistosa, como el extranjero que
llegará mañana a nuestro país. Si nuestra
conjetura es que el peligro está lejos de
nosotros, es posible que el miedo sólo
nos visite de vez en cuando. Sin embargo,
nuestra intranquilidad puede crecer en la
medida en que somos conscientes de que
la distancia tanto espacial como temporal
puede acortarse dramáticamente en un
momento dado. En tal caso, nuestra in-
certidumbre crece, pero no deja de ser un
fantasma más o menos lejano, y aunque
de vez en cuando podemos sentir a ese
fantasma como una amenaza verdadera-
mente inminente, nuestra reacción psico-
lógica tenderá a ser la de una especie de
“negación de la realidad” en virtud de la
cual decidimos vivir la vida lo mejor que
podamos en tanto que la desgracia aún
no llegue a nosotros. Si en cambio, nues-
tra conjetura es la de que el peligro está
cerca de nosotros, la incertidumbre que
experimentamos es mucho más pequeña,
es decir, tenderemos a aceptar que hay
grandes probabilidades de que realmente
nos suceda algo malo. Sin embargo, tam-
bién operará en nosotros un fenómeno
de “negación de la realidad”, aunque con
un matiz distinto: tenderemos a minimi-
zar el peligro convenciéndonos a nosotros
mismos de que éste sólo consiste en los
“riesgos” normales que necesariamente
hay que correr en nuestras vidas. Estos te-
mores se vinculan estrechamente con lo
que amenaza fundamentalmente nuestro
cuerpo y propiedades, con lo que amena-
za el orden social en el que estamos in-
mersos y del que depende la seguridad
del medio de vida, y la posición que ocu-
pamos en la jerarquía social.
Irónicamente, esta realidad ha venido
siendo usada como argumento central y
casi que único de la política mundial de
nuestros tiempos, para propendernos
todo tipo de seguridades públicas y pri-
vadas, sociales y hasta personales, para
protegernos de las amenazas que ase-
chan nuestra existencia, amenazas que
con su carácter omnipresente se filtran
por los rincones más íntimos de nuestra
cotidianidad. Seguridades y miedos que
se conjugan poderosamente para pro-
vocar en nosotros acciones totalitaristas
que soportadas legalmente nos permiten
desaparecer al otro, o todo aquello que
vulnera nuestra existencia y atenta contra
nuestra seguridad.
En este flujo de acciones que vinculan
estrechamente seguridad y miedo, la ex-
periencia de la muerte juega un papel de
primer orden, pues se convierte en parte
constitutiva e indispensable de la vida. Se
hace necesario matar para poder vivir, por
ello, la muerte puede acontecer en cual-
quier esquina, en la indeterminación del
tiempo y del espacio.
Por otra parte, la guerra moderna con-
tra los temores humanos en el marco de
la globalización, ha producido la catego-
ría política del terrorismo. La principal
causa de esto quizá sea el hecho de que
la globalización, aparentemente una cate-
goría con valor positivo, sin antecedentes
en la historia de la humanidad, resulta
ser la mayoría de las veces un espejismo
que paradójicamente lo que consigue es
acicatear y ahondar los conflictos, odios
entre razas, pueblos, países y grupos hu-
manos en general, fundados en un senti-
miento global de inseguridad. Esto es así
sencillamente porque con frecuencia la
llamada globalización resulta ser sin que
nos demos cuenta de ello, altamente se-
lectiva, es decir, resulta ser una manera
de agrandar, de “universalizar” el radio de
influencia y dominio de unos países o gru-
pos, generando condiciones de injusticia,
conflicto y violencia.
18{ }
Revista MOVIMIENTO
Se trata entonces de lo que se puede
denominar “globalización negativa”. Una
globalización de la que surgen grupos hu-
manos que no saben a qué atenerse, pues
no saben a ciencia cierta, si esa especie de
ser superior que ha traspasado las fronte-
ras de su territorio trae o no buenas inten-
ciones. Una globalización de la que surgen
grupos humanos que no saben si han de
sentir seguridad o han de sentir miedo.
Poblaciones, entonces, heterónomas y al-
tamente vulnerables en el sentido de que
llegan a obsesionarse a tal grado con la
idea de su propia seguridad y sus propias
fronteras, que ni ellas mismas pueden te-
ner clara la magnitud de sus miedos, ni
sospechar la magnitud de su eventual re-
acción violenta.
La lucha contra el “terrorismo”; es la
lucha contra un fantasma que se supone
amenaza a toda la humanidad “buena”
de nuestro tiempo. En términos de Sloter-
dijk, se le ha conferido una determinada
racionalidad al problema del miedo, y so-
bre ella se ha construido el concepto, por
lo demás vago, de “terrorismo moderno”;
se le ha proporcionado una lógica al “pá-
nico”, y esa lógica se ha convertido en el
criterio obligado sobre el que ha de basar-
se el accionar de todo país que quiera ser
aceptado dentro del grupo de los países
“buenos” del planeta: aquellos que “lu-
chan” contra el “terrorismo”.
La noción de “terrorismo moderno”
nace, según autores como P. Virilo y P. Slo-
terdijk, para denominar el bombardeo in-
discriminado de ciudades, modalidad de
ofensiva militar usada por primera vez du-
rante la Segunda Guerra Mundial. Tal tipo
de violencia, cuyo blanco era la población
civil inocente, habría sido la primera for-
ma de manifestación de un peligro per-
cibido por una masa humana como algo
de origen absolutamente inidentificable,
vago e injustificable, aún dentro de la irra-
cionalidad de la guerra. A partir de enton-
ces, la guerra excedió sus propios límites,
de manera que comenzó a aceptar como
válida la posibilidad de atacar a cualquier
objetivo y en cualquier escenario, con la
sola intención de infundir miedo al ene-
migo, sin importar que dicho objetivo y
dicho escenario no tengan relación direc-
ta con el motivo del conflicto militar en
cuestión.
En particular, a partir de finales del siglo
XX la guerra ha abierto la puerta al terro-
rismo dirigido contra el entorno vital del
planeta. Se trata del terror contemporá-
neo, al que Sloterdijk denomina atmote-
rrorismo, y cuya consecuencia más desas-
trosa consiste en que los seres humanos,
en tanto que individuos, están perdiendo
inexorablemente toda confianza en la so-
ciedad humana como un todo –pues tie-
nen la certeza de que tarde o temprano,
y en virtud de las acciones irracionales
de unos u otros, el planeta mismo dejará
de ser habitable y será el escenario de la
macabra muerte de la sociedad humana–,
y están optando por aceptarse como se-
res aislados, vale decir, desnaturalizados,
esto es, unidades finitas clausuradas en sí
mismas, pues la totalidad a la que perte-
necían en su origen está en proceso inexo-
rable disolución.
Tal sensación de aislamiento en la que
se encuentra el individuo contemporá-
neo acrecienta en él las posibilidades de
ser víctima de la emoción, la repugnancia
respecto de los otros individuos de su es-
pecie. En efecto, puesto que el otro tiene
ahora pocas posibilidades de ser visto
como el prójimo frente al cual se es igual,
y junto con el que se hace parte de una
sociedad con intereses comunes claros
y defendibles, ese otro pasa ahora a ser
seres residuales
subhumano
repugnancia
el prójimo
el otro
19{ }
Violencia, miedo y seguridad
visto más como alguien en quien pueden
ya estar ocurriendo las desgracias o ma-
les que muy seguramente nos ocurrirán a
nosotros mismos en un futuro. En ello jus-
tamente consiste la emoción de la repug-
nancia, tal como es descrita por Martha
Nussbaum en su obra El ocultamiento de
lo humano (2006): “lo que verdaderamen-
te repugna al individuo no es tanto el otro
en sí mismo, como el hecho de reconocer
en el otro la desgracia en la que él mismo
puede caer en un futuro, en razón de su
propia condición de “animal humano”.
De ahí que la emoción de la repugnan-
cia suscite en el individuo ideas mágicas
en torno a nociones como “lo contamina-
do” y “la animalidad”. El individuo termina
planteándose ideales, relativamente inal-
canzables, de “pureza”, “comportamiento
ético”, “inmortalidad”, “no animalidad”,
etc. Tales ideales pueden contribuir a
que la sociedad se construya bajo “nor-
mas” que le pueden ser útiles en cuanto
que pueden contribuir a una convivencia
relativamente tranquila y armoniosa. Sin
embargo, también se puede desprender
de allí la construcción de imaginarios que
conducen a ahondar odios entre toda
suerte de grupos humanos: étnicos, po-
líticos, de género, de actividad científica,
etc. En tales casos, la repugnancia puede
ser usada como fundamento para legislar
en contra de ciertos grupos humanos: “el
solo argumento es el de que los compor-
tamientos de tales poblaciones son malos
porque causan repugnancia en ciertos su-
jetos a los que la sociedad debe obedien-
cia”.
La repugnancia se convierte entonces
en un dispositivo para negar nuestra pro-
pia capacidad para el mal. Se convierte
en el pretexto ideal para tratar como de-
sechos en cierto modo “subhumanos”,
“seres humanos residuales”, a aquellos
que no se acomodan a la idea que se ha
cifrado la sociedad acerca de cómo debe
ser y comportarse el ser humano ideal –es
decir, en nuestro mundo contemporáneo
aquellos que no “aparecen”, por lo menos
en alguna medida, como adaptados a las
normas de la producción y el consumo–.
El asunto es que en nuestro mundo nadie
tiene la completa seguridad de que no
será, en algún momento, tratado como
un tal “ser humano residual”. Aunque nos
parezca algo lejano y poco probable en
nuestro entorno, la verdad es que este fe-
nómeno puede llegar a tocarnos. La idea
de Hitler de exterminar a los judíos como
a “piojos” o el conflicto acaecido en Ruan-
da entre los grupos étnicos, Hutus y Tutsi
en 1994, durante el cual los Hutus respal-
dados por esta idea de contaminación,
pusieron en el lugar de “cucarachas”, a los
Tutsi, que podían ser aplastadas y exter-
minadas. Este temor fundado en la repug-
nancia y la contaminación ha sido deter-
minante en las formas de producir muerte
de manera sistemática, provocando gran-
des genocidios como expresión de la más
radical barbarie, en donde todo aquello
que se odia y desprecia, lo que se consi-
dera vil y repugnante es lo que es urgen-
te extirpar violentamente; pero también
como expresión del mal radical que según
Hannah Arendt consiste en hacer que los
seres humanos, en tanto seres humanos,
se vuelvan superfluos.
Pero quizá, la condición de vulnerabi-
lidad que permea todos los rincones de
la condición humana en nuestro mundo
contemporáneo es la potenciación de la
“superfluidad”, que se expresa en que el
hombre está abocado en cualquier mo-
mento de sus existencia va a convertirse
en un desperdicio, en un residuo, que
como lo observó Z. Bauman, en nuestra
sociedad moderna, lo malo, se ha conver-
tido en el residuo del perfeccionamiento.
En nuestras ciudades más “civilizadas”,
el hombre moderno es permanentemen-
te amenazado con la degradación de su
condición humana: el hecho, por ejem-
plo, de perder el empleo o de entrar en
bancarrota a causa de la crisis económica
mundial, puede cambiar radicalmente la
valoración que dentro de la sociedad se
dé a un determinado individuo. De un día
para otro, éste puede comenzar a ser visto
como un estorbo para la sociedad; alguien
que no aporta nada y cuya existencia, en
consecuencia, pasa a ser “superflua”; en
suma, alguien que merece ser desechado;
un “ser humano residual”. Precisamente,
el problema de la globalización es, preci-
samente, que trata de instaurar un único
diseño de la sociedad humana, y con esto,
paradójicamente, termina globalizando el
fenómeno que hemos descrito, en virtud
del cual se terminará fragmentando a la
humanidad en grandes grupos de seres
por una parte “adaptados”, funcionales
y por otra, “superfluos” o “residuales”;
pero cuya frontera líquida nos amenaza y
atemoriza indefectiblemente, y nos pone
en la búsqueda de seguridad y protección
que ponga al resguardo nuestra frágil con-
dición humana en este mundo globaliza-
do.
Bibliografía
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das. Barcelona: Paidós, 2005.
BAUMAN, Zygmunt. Miedo líquido. Bar-
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BERNSTEIN, Richard J. El mal Radical.
Buenos Aires: Ediciones Lilmod, 2002.
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de lo humano. Princeton: Katz Editores,
2006.
SLOTERDIJK, Peter. Temblores de aire,
en las fuentes del terror. Valencia: Pretex-
tos, 2003.
Mundoen
22{ }
Revista MOVIMIENTO
fenómeno político-cultural *
delanálisis genealógico
TERRORISMO
E
s evidente1
que el pánico se está apode-
rando de las sociedades contemporá-
neas de una manera incontrolable. Sin
embargo, estoy completamente en desacuerdo
con quienes han señalado a los “grupos terroris-
tas” como los únicos responsables de esta experiencia colectiva.
Estoy de acuerdo en que las acciones políticas de estos grupos
son sumamente violentas y en que éstas han despertado el odio
y el rencor de muchas personas. Pero no creo que debamos per-
mitirnos, una vez más, elaborar juicios impulsivos y acríticos que
nos empujen a cometer nuevos errores o que nos permitan se-
guir sosteniendo los que ya hayamos cometido inconsciente o
hasta conscientemente.
En primer lugar, debemos decir que nuestra percepción de los
“actos terroristas” está determinada por los medios de comuni-
cación y, sobre todo, por los medios informativos. ¿Qué quiere
decir esto?, quiere decir que nuestra concepción de los “actos
terroristas” no ha sido configurada a partir de una percepción
directa del fenómeno sino a partir de una percepción mediada
por el testimonio de alguien más; ya sea que se presente a tra-
vés de sus propios recursos lingüísticos o a través de recursos
tecnológicos. Me atrevería a negar que los “actos terroristas”
forman parte de nuestra experiencia sensible del mundo, pero
* Conferencia dictada en la Universidad Insurgentes-Plantel Xola, Ciu-
dad de México, en marzo de 2004.
** Profesor del Colegio de Filsofía de la Facultad de Filosofía y Letras de
la UNAM y socio investigador del Centro de Estudios Genealógicos para
la Investigación de la Cultura en México y América Latina.
Rafael Ángel Gómez Choreño**
rafaelangelg@yahoo.com
creo conveniente reconocer la naturaleza mediática de algunos
elementos que conforman nuestra experiencia sensible. Final-
mente, percibimos los “actos terroristas” por medio de imáge-
nes visuales y acústicas que alguien produce para presentarlas
o re-presentarlas a nuestra sensibilidad; como quien presenta
un espectáculo para someterlo a la percepción sensible de otras
personas. Entonces, ciertamente estamos experimentando algo
a través de nuestros sentidos, pero lo que perciben no es una
realidad concreta sino las imágenes de una representación de
la misma.
Reconocer la dimensión mediática de nuestra percepción de
los “actos terroristas” nos permite reflexionar en una segunda
cuestión que no es menos importante. Me refiero al hecho de
que los seres humanos jamás habíamos tenido a nuestra dispo-
sición la cantidad de información que circula en la actualidad
gracias a los medios de comunicación. Un fenómeno cultural sin
parangón en la historia de la humanidad. Ahora bien, yo diría
que su singularidad radica en el flujo de la información más que
en la información misma.
Todos los días recibimos noticias sobre acontecimientos que
han tenido lugar en diferentes partes del mundo. Las recibimos
a una velocidad verdaderamente sorprendente; basta con unos
cuantos segundos para que tengamos a nuestra disposición la
transmisión directa de imágenes y sonidos de lo que está su-
cediendo al otro lado del mundo, incluso podemos contar,
al mismo tiempo, con diversos relatos de un mismo aconteci-
miento construidos desde diferentes puntos de vista sin dejar
a un lado el análisis periodístico de la información que estamos
ˆ
23{ }
Violencia, miedo y seguridad
recibiendo. Éste, sin lugar a dudas, es un “milagro comunicacio-
nal” que ha sido posible gracias al uso de la tecnología en la
producción y difusión de la información. Lo interesante es que
este “milagro comunicacional” cuesta mucho dinero; lo cual
nos indica que debemos indagar como se sufragan los costos
de semejante milagro de la cultura contemporánea para com-
prenderlo mejor. Para pagar el costo que implica la circulación
de la información ha sido necesario hacer de la información un
producto de consumo y hacer de los medios informativos un tipo
muy específico de centro comercial.
Esto implica que los medios informativos se han tenido que
convertir en espacios de comercio masivo en donde, por un
lado, se atrae la atención de la mayor cantidad de espectadores
presentando información que resulta atractiva para el consumo
masivo y, por otro lado, una vez que se tiene captada la atención
de un buen número de espectadores, se les ofrece sutilmente
otro tipo de objetos para su consumo.
He hablado de todo esto para explicar por qué existe en la
actualidad una gran difusión de los “actos terroristas”. Resulta
que, entre todas las opciones que pueden ofrecernos los me-
dios informativos, la violencia extrema es uno de los productos
favoritos de los consumidores de información de las sociedades
contemporáneas. En este sentido, lo que he estado tratando de
decir, es que al estar “bien informados”, incluso a nuestro pesar,
nos hemos convertido, inconscientemente, en actores pasivos
de la violencia; al menos en lo que se refiere a la producción
mediática del fenómeno.
Ahora, en lo que respecta a la percepción de la violencia en
el mundo contemporáneo y en particular en lo que respecta a
24{ }
Revista MOVIMIENTO
quetan un tipo específico de acciones violentas, habiendo tantas
que implican un tipo de violencia similar?
Quizá tengo que regresar al punto de partida de este análisis
para responder estas preguntas. La violencia que nos preocupa
no radica en la del “acto terrorista”, sino en la violencia del te-
rrorismo que viene detrás de él como resultado de un fenómeno
comunicativo que hace del “acto terrorista” una amenaza glo-
bal. Si no tendiéramos a la exageración, podríamos percatarnos
de que existen otras formas de violencia que están presentes
en nuestra vida cotidiana y que, sin embargo, no estigmatiza-
mos de la misma manera ni producen ninguna forma de terror.
Nuestro pánico radica, específicamente, en el sentimiento de
vulnerabilidad; lo cual es un daño psicológico más profundo y
más permanente. A diferencia de la animadversión que produce
el asesinato común, frente al terrorismo no existe un castigo que
pueda apaciguar el daño psicológico. Podrían capturar, matar o
exterminar a todos los grupos terroristas del mundo, pero aún
así, la amenaza de un próximo “acto terrorista” se mantendría
presente dentro de nosotros inquietándonos con mayor fuerza
desde los intersticios en donde la imaginación crea fantásticas
representaciones de nuestra propia muerte.
Decía Thomas Hobbes que el terror-pánico es un temor del sin
saber el por qué o el cómo de ciertas experiencias, sólo puede
ocurrirle a un grupo numeroso de personas. Pues bien, un temor
de esta naturaleza, como lo he tratado de explicar, es un temor
colectivo que ha sido alimentado por otras personas. Si existe
o no algo que lo haya causado es lo de menos, lo importante
es que se trata de un sentimiento que se comparte y se vive a
través de otros; y, en esa medida es un vínculo social poderoso.
Defenderse en contra de amenazas comunes, aunque se trate
de amenazas imaginarias, es una necesidad que une con mucha
fuerza a los seres humanos; es una necesidad inspirada en un
sentimiento casi religioso.
Ya he resaltado el carácter colectivo del terror provocado por
la excesiva difusión de las acciones violentas que algunos han
etiquetado como “actos terroristas”; y lo hice con la intención
de definir el carácter específico del terrorismo; sólo que había
preferido resaltar el carácter comunicativo del fenómeno para
introducir una dimensión lingüística en el análisis del fenómeno.
El lenguaje, le permite a cada ser humano unir su fuerza física y
sus talentos intelectuales con los de otros individuos para cons-
tituir un poder colectivo; pero también les permite apoderarse
del poder colectivo que generan sociedades para su provecho
personal. Visto desde esta perspectiva, el lenguaje puede llegar
a convertirse en una fuerza maldita: en un poder perverso e irre-
mediablemente destructor.
De esta forma adquiere sentido la relación que había descu-
bierto de una manera intuitiva entre el lenguaje y el terror al
la percepción de los “actos terroristas”, mi posición es que de-
bemos determinar hasta dónde podemos considerar a la vio-
lencia una amenaza real y hasta dónde debemos considerarla
una amenaza ficticia proveniente del flujo de información que
impera en nuestra época, de nuestro acceso a nuevas medios de
comunicación, de los cambios que han reportado nuestras con-
ductas lingüísticas y su diversificación en las últimas décadas, y
de la formación de las comunidades lingüísticas interculturales
que han resultado de los procesos migratorios recientes.
Parece que lo que más nos preocupa del terrorismo, a noso-
tros, los espectadores de la violencia, es la intensidad de la vio-
lencia con la que se efectúan los “actos terroristas”, lo que he
llamado indicativamente: violencia extrema. Yo no estoy seguro
de que proceder así sea adecuado para juzgar a la violencia, lo
cierto es que la simple idea de un exceso de violencia nos afecta
profundamente. Quizá sea porque, al atestiguar la muerte que
puede dejar detrás de sí una bomba casera, sentimos un pro-
fundo dolor o una animadversión instintiva; o quizá sea porque,
al ser espectadores nos percatamos de que los escenarios en
los que suelen tener lugar este tipo de acciones nos resultan
terriblemente familiares y nos damos cuenta de que no estamos
exentos de ser las victimas del siguiente ataque. En el caso de
que sucediera lo primero, estaríamos hablando del mismo tipo
de animadversión que nos causa cualquier asesinato; en el caso
de que sucediera lo segundo, estaríamos hablando de la angus-
tia que nos provoca la conciencia de estar permanentemente
amenazados de muerte. No creo que suceda lo primero, de ser
así no estaríamos hablando del terror que nos puede causar un
tipo específico de acciones violentas, sino del horror o de la re-
pugnancia que podemos sentir ante la muerte. Lo segundo me
parece una caracterización más apropiada de lo que nos sucede
como espectadores de la violencia; ya que es el miedo, ante la
posibilidad de nuestra propia muerte, lo que alimenta nuestra
preocupación frente a una acción violenta. Terror frente a una
amenaza de muerte, eso es lo que sentimos ante las noticias de
lo que solemos etiquetar como “actos terroristas”. Nos amenaza
la idea de perder la vida en uno de estos ataques. Aunque debe-
mos tener claro que la posibilidad surge de la familiaridad con
la que contemplamos los escenarios en donde sucede un “acto
terrorista”.
Pero, ¿quién produce el terrorismo? ¿Los asesinos-suicidas,
nosotros mismos o quiénes creen conveniente mantenernos in-
formados de lo que sucede en el mundo? En efecto, los primeros
ponen la violencia en escena y nosotros, los espectadores de la
violencia, ponemos el terror ante semejantes imágenes; pero
quienes etiquetan, editan y convierten el fenómeno en un acon-
tecimiento terrorífico son los últimos. Habría que preguntarse
¿por qué?, ¿en dónde está su conveniencia? y ¿por qué sólo eti-
25{ }
Violencia, miedo y seguridad
iniciar mi análisis sobre el terrorismo; el elemento que falta-
ba introducir era la función que desempeñan las luchas por el
poder. Pues bien, aquí hay dos aspectos relevantes del terror-
pánico: primero, la emergencia del terror frente a los “actos te-
rroristas” surge como resultado de la pérdida de toda seguridad
posible; y segundo, que ante la pérdida de toda seguridad posi-
ble, también surge el terror como una pérdida de toda libertad.
El temor colectivo ante una amenaza común nos somete, nos
oprime, nos hace sentir que hemos perdido todas nuestras li-
bertades y eso nos conduce, irremediablemente, a buscar una
garantía en nuestro estado de derecho. Así, hemos descubierto
que los Estados se vuelven sumamente poderosos en medio del
caos propiciado por el terrorismo, ya que surge la necesidad de
un poder coercitivo a partir de las incertidumbres de nuestro
propio terror. Estas son las trampas del lenguaje cuando es utili-
zado para desatar las fuerzas que pueden llegar a generar un po-
der político; en este caso, al menos, como vehículo para inventar
los fantasmas que inspiran el terror colectivo. Esta visión de la
política es dolorosamente precisa y se reduce a una idea muy
simple, la fuerza política de los Estados totalitarios sólo puede
ejercerse inventando un objeto ficticio que alimente los temores
más profundos de los seres humanos y así someterles volunta-
riamente a su poder.
Estamos frente a una paradoja terrible. Por un lado, el temor a
la violencia humana suscita la formación o el fortalecimiento de
los Estados; mientras que, por otro lado, el Estado representa un
poder coercitivo basado en el terror-pánico. El poder del Estado
radica en su capacidad para montar espectáculos de terror; ya
que esto le permite propiciar la obediencia civil. El truco consiste
en que el Estado sin amenaza, carece de fundamento; así que
éste necesita inventar a sus enemigos terroríficos o terroristas.
Esto es el “terrorismo de Estado”.
Lo que hacen los “grupos terroristas” es encarnar estratégica-
mente el vacío de los fantasmas que el Estado ha inventado para
atemorizar a las personas con la intención de convertirlos en
“buenos” y “obedientes ciudadanos”. Dicha estrategia le ha per-
mitido al Estado adquirir un poder relativo frente a estos grupos,
pero, como en sus acciones no existe más violencia que en las
acciones del Estado, tarde o temprano el “terrorismo de Estado”
se revertirá en contra de las injusticias de las sociedades civiles.
Sin lugar a dudas, las acciones de los “grupos terroristas” son
parte de la vida política de las sociedades contemporáneas y han
transformado profundamente su constitución civil. Algunas per-
sonas podrán insistir en que por eso son una amenaza para el es-
tado de derecho de las naciones libres y democráticas. Coincido
con ellos, pero no creo compartir sus razones ni su pesimismo.
Lo relevante de este análisis es que podría permitirnos una
base inusitada para analizar las manifestaciones de algunos ti-
pos de violencia en el mundo contemporáneo. Al menos en lo
que respecta a dos tipos bastante generales y, aparentemente
opuestos en la lucha política contemporánea. Me refiero a los
terroristas, guerrilleros, e incluso a algunos tipos de delincuen-
cia vandálica y a los movimientos sociales destinados a oprimir
a estos disidentes.
Cada vez que la violencia se hace presente en nuestras vi-
das, sin importar en el grado o el lugar de su aparición, se que-
branta un poco más la oportunidad de seguir siendo ingenuos
frente a la vida. Su emergencia, ya sea sutil o intempestiva, es
un síntoma inequívoco de que nuestro espíritu lúdico ha sido
derrotado nuevamente; es la evidencia irrefutable de que los
seres humanos seguimos prefiriendo usar el poder de nuestros
talentos físicos e intelectuales en contra de nosotros mismos.
Me angustia pensar que la manifestación de la violencia implica
que alguien, una vez más, ha permitido que la vida se convierta
en una lucha constante para vencer al Otro. Y, cuando sucede
esto, podemos saber, con absoluta certeza, que el espíritu del
juego y la magia de los lenguajes simbólicos, una vez más, se han
quedado olvidados junto con los recuerdos de una infancia que
se ha perdido para siempre. Sucede entonces que la violencia
se convierte en el síntoma de una derrota imperdonable y nos
revela que la creatividad, que debería gobernar nuestro impulso
vital de transformar al mundo, ha sido gobernada, nuevamente,
por nuestro estúpido deseo de dominar a los demás. Por eso
podemos observar, cada vez con mayor facilidad, que la triste-
za, la desesperación y el miedo han ocupado el lugar que algún
día tuvieron la alegría y la confianza en nuestra percepción del
mundo. No me queda la menor duda de que la violencia aparece
en nuestras vidas para recordarnos que hemos preferido olvi-
dar lo mejor de nosotros mismos y para recordar que estamos
listos para generar más violencia. Eterno círculo vicioso que ha
alimentado durante siglos la cruenta historia de la humanidad.
Pero todo esto no quiere decir que debamos sentirnos per-
didos ante la violencia; por el contrario, significa que depende
de nosotros mismos poder acabar con semejante monstruo;
tan sólo necesitamos dejar de alimentarlo con nuestro estúpido
miedo hacia los demás. Si la violencia trae consigo un enigma
que tenemos que resolver y para ello es indispensable recor-
dar lo que hemos olvidado de nosotros mismos y tener presente
aquello en lo que nos hemos convertido. Así es la violencia. No
importa si nos parece amorfa o nos parece ambigua, finalmen-
te, siempre se presenta para destruir un poco más de nosotros
mismos. Sin embargo, sería un error volcarse en contra de los
hombres violentos. La violencia es tan sólo el enigma, el mons-
truo que lo devora todo y vive dentro de nosotros mismos.
26{ }
Revista MOVIMIENTO
Memorias reproduccionesy
de la
violenciaen la eneducación pública Argentina
A
rgentina, camino al Bicentenario
de su patria, sufrió caídas y trope-
zones en su vida institucional para
consagrarse en la República que
es hoy. Hace 200 años supo aprovechar la
oportunidad histórica de una España y una monarquía domina-
da tras la expansión del Imperio Napoleónico para declarar su
intención de ser un Estado soberano e independiente. La educa-
ción fue clave en el proyecto de país que se llamó Argentina, y
que comenzó un 25 de mayo de 1810, autodeclarándose Primer
Gobierno Patrio. En aquella época, alguien notó la importancia
de una educación pública de fácil acceso y obligatoria para todos
los niños.
Poco a poco, las nacientes escuelas primarias empezaron a di-
seminarse por todo el país, gracias a Domingo Faustino Sarmien-
to1
, quien diseñó, el primer Sistema de Enseñanza en Argentina.
Se crearon simultáneamente las escuelas de enseñanza media,
donde se formaba a los maestros y a quienes aspiraran a otras
profesiones. A diferencia del nivel primario, la enseñanza media2
no era obligatoria.
* Técnico en Información Económica y Social; estudiante avanzada de
la Lic. en Sociología de la Universidad Nacional de Santiago del Estero,
Argentina.
1 Domingo Faustino Sarmiento fue llamado el “Gran Maestro”. Se en-
cargó del diseño del Sistema de Enseñanza en la Argentina, fundando
numerosas escuelas por todo el país.
2 Con la Nueva Ley de Educación sancionada en 2006, se aspira a una
escuela secundaria (enseñanza media) obligatoria para todos los jóvenes
argentinos.
Acerca de la violencia física en la escuela
De las memorias de la educación en Argentina, hay hechos
de violencia que eran “normales” para corregir, disciplinar, civi-
lizar3
, ¿educar? a quienes asistían a las escuelas. Hablo de “me-
moria” en el sentido de aquello que se nos es transmitido como
un recuerdo o anécdota de la vida escolar de las generaciones
anteriores a la nuestra, la de nuestros abuelos y padres. Uno
de ellos, era aquel castigo a quienes no podían escribir con la
mano derecha. A los “zurdos”4
les colocaban su brazo por de-
trás de ellos y ataban su muñeca a la silla para que escribieran
con la mano derecha, “como se debía escribir”, por lo que debía
corregirse con el método “más adecuado” para quitar esa mala
costumbre de algunos alumnos.
Otro de los castigos era para quienes tenían problemas de
conducta o falta de atención en clase. Existía lo que se llamaba
“puntero”, que era una varilla larga de madera, con el que se
pegaba a los alumnos en los dedos de las manos. Este elemento
estaba instituido en la escuela primaria y secundaria, se utilizaba
con cierta frecuencia para castigar a quienes no prestaban aten-
ción en clase o causaban desorden5
. Pero aún prevalecen otras
3 No es ingenuo pensar en “civilizar”. Ya Sarmiento pensaba en estos tér-
minos al escribir el “Facundo” (o “Civilización y Barbarie”), una de sus
principales obras, donde definía y comparaba lo “civilizado”, las buenas
costumbres, los hábitos europeos heredados, entre otros aspectos, de lo
“bárbaro”, siempre despectivamente, referido a lo indio.
4 Se denomina comúnmente “zurdo/a” a las personas que escriben o
manejan instrumentos y utensilios con la mano izquierda.
5 El “puntero” que se utilizaba como elemento disciplinador y de casti-
go, ya no existe en las escuelas argentinas desde hace cerca de 40 años.
Vanessa Alexandra Barrionuevo*
vbarrionuevo86@hotmail.com
ˆ
27{ }
Violencia, miedo y seguridad
prácticas de castigo infringidos por los maestros, que se repro-
ducen de la época en las que éstos eran educados. Aquí aclara-
ré porqué hablo de “reproducción” de las prácticas. Así, existen
los “tirones de oreja” y los “cachetazos en la cabeza” que se
están abandonando pues se trata de maltrato. Sin embargo,
estos métodos de castigo no son denunciados porque están in-
ternalizados en la visión de los padres y/o alumnos como algo
“normal”6
.
Durante la dictadura militar de 1976, el proyecto educativo
autoritario, perfiló una educación al servicio de “educar para el
orden”, a fin de restablecer los valores perdidos en la sociedad
a causa de la entrada del comunismo en América Latina. La vi-
gilancia, la censura y la represión eran las premisas fundamen-
tales de gobierno, y el monopolio de la violencia del Estado,
su lógica en la lucha “antisubversiva”7
. La violencia sufrida por
quienes se oponían al gobierno de facto o pensaban distinto, se
legitimaba en que representaban una amenaza para el orden,
por lo que debía eliminarse. Así, fueron
secuestradas y asesinadas miles de per-
sonas, entre ellos docentes y estudiantes.
Eran detectados en las escuelas y univer-
sidades por denuncias de terceras perso-
nas o por la vigilancia misma de grupos de
inteligencia para descubrir a los “subversi-
vos”. El extremo de la violencia de la dicta-
dura era el asesinato.
La violencia discursiva y simbólica
La violencia en la educación argentina
también se manifiesta en un tipo de vio-
lencia discursiva y simbólica, a partir del
maltrato verbal y la discriminación y/o distinción a los alum-
nos e incluso la censura8
. Hablaré aquí de la violencia simbólica,
la que Bourdieu y Passeron definieron como “todo poder que
logra imponer significaciones e imponerlas como legítimas di-
simulando las relaciones de poder en que se funda su propia
fuerza, añade su fuerza propia, es decir, propiamente simbólica,
6 Hoy en día, existen algunos casos actuales, se siguen aprobando y le-
gitimando desde los padres de los alumnos estos castigos, dándole “per-
miso” a los maestros: “si no se porta bien, tírele de las orejas”. Esta frase es
muy común escucharla de las madres en las escuelas primarias al inicio
del cada año escolar.
7 La dictadura tenía como objetivo de “restablecer el orden” por lo que
para ello, debía eliminar a los comunistas, también denominados por
ellos como “zurdos” o “subversivos”.
8 Cabe aclarar aquí, que en este ensayo no pretendo hablar del abuso
sexual en las escuelas, porque se tratan de hechos de violencia que se es-
capan a los fines de este trabajo, así como tampoco, abordaré al respecto
de la violencia escolar entre los alumnos.
a esas relaciones de fuerza”9
. Además, considera que en el cam-
po educativo quien ejerce la violencia simbólica es la autoridad
pedagógica, el maestro, cuya acción pedagógica10
“es objetiva-
mente una violencia simbólica en tanto que imposición, por un
poder arbitrario, de una arbitrariedad cultural”11
. Más allá de
los elementos de estas definiciones propuestas por los autores,
prefiero pensar en que “lo simbólico” de la violencia se encuen-
tra en ese universo discursivo y de acción que no requiere de un
ejercicio de fuerza física por parte de quien violenta.
Existen maestros que desde el discurso ejercen violencia y
coerción hacia los alumnos con amenazas, “etiquetas”12
, insul-
tos, gritos y humillaciones; desde la práctica pedagógica, en la
falta de atención de los alumnos con problemas de aprendiza-
je, con problemas de conducta o son apartados o discrimina-
dos por su origen social o bien por la discapacidad que puedan
tener. Los maestros siempre lanzan advertencias para ejercer
cierta coerción y convencer a los alumnos de corregirse, pero
hay docentes que amenazan al alumno superando el límite de
lo aceptable, con sanciones que llegan a expulsarlo del aula o
la escuela, dejándolo desprotegido en la vía pública, o bien, se
amenaza diciendo el castigo lo aplicará el/la director/a del esta-
blecimiento educativo13
.
9 BOURDIEU, Pierre y PASSERON, Jean-Claude. La reproducción.
Elementos para una teoría del sistema de enseñanza”. Ed. Fontamara,
Tercera edición, México, 1998.
10 Pese a esta definición, considero que no toda acción pedagógica ne-
cesariamente se trata de violencia simbólica, pero no discutiré aquí esta
observación.
11 BOURDIEU, Pierre y PASSERON, Jean-Claude, Ibíd. anterior.
12 Tomo a la etiqueta como una denominación del otro, partiendo de la
noción de “estigma”, que Goffman desarrolla para referirse a un atributo
desacreditador de un individuo.
13 Es menester aclarar que esto no ocurre asiduamente ni con naturali-
dad en las escuelas argentinas. Son casos especiales y aislados.
28{ }
Revista MOVIMIENTO
Las “etiquetas” son las más comunes. Los docentes etiquetan
a sus alumnos de acuerdo a la posición en la que se ubican en el
aula y su comportamiento. Quienes se ubican al fondo del aula
son “inquietos”, “molestos”, “mal educados”, “irresponsables”,
“agresivos”, “burros”, “distraídos” y les hacen saber con su dis-
curso, que ellos “son así”. No se les dedica tiempo de enseñanza,
se les reprime, se les ignora, o se les excluye por sus característi-
cas a la vista, según lo que su criterio y la experiencia les dictan.
En cambio, los alumnos que se ubican en el centro del aula “son
los más tranquilos” y “los más capaces” de aprender y superar
dificultades, mientras quienes se ubican al frente del docente,
son los “preferidos”, ya que son “más atentos”, “estudiosos”,
“ordenados”, “tranquilos”, “el ejemplo para el resto”.
Los insultos y gritos dirigidos a los niños y jóvenes son otras
formas de violencia. Decirle “burro”, “inútil”, “incapaz” a un niño
o joven es tan violento como golpearle. Ahora bien, llamar al
orden con gritos y “no comprender” es castigado algunas veces
con la humillación, cuando en tono agresivo, un maestro dice a
un alumno “¿cómo que no entendiste?, ¿qué no entendiste?”,
produciendo temor en el niño a participar en clase, la risa de sus
compañeros por la ridiculización y el enojo de su maestra.
La discriminación y/o distinción y la exclusión de algunos
alumnos por su origen social o por cierta discapacidad van uni-
das a las “etiquetas” otorgadas y se recalca con cierta frecuencia
esas capacidades limitadas por el capital social o económico del
alumno, o bien por sus capacidades limitadas por problemas de
salud congénitos o accidentales. Son apartados de ciertas acti-
vidades y excluidos del grupo, distinta del resto “normal” y “ca-
paz”. Ser pobre les hace “incapaces, porque quizá no aprenden
porque no comen bien en la casa”; ser discapacitados, también
los hace “incapaces” porque no pueden manejarse con libertad
ni compartir experiencias con sus compañeros, por lo que los
prejuicios y las malas caras en la práctica pedagógica se tradu-
cen en este maltrato notable sólo en la distinción y en la exclu-
sión del “diferente”. En algunas escuelas donde hay mayor recu-
rrencia de alumnos con origen migratorio del interior o exterior
del país como Buenos Aires, también juegan con el prejuicio, la
distinción y/o discriminación y la exclusión como formas de vio-
lencia. Nótese en los casos en los que a los niños bolivianos,
peruanos y de otros países limítrofes se los señala, se los culpa
por la falta de bancos en las escuelas: “porque vienen los boli-
vianos a la escuela y ocupan el lugar en el que puede estudiar
un argentino”.
DomingoFAustinoSarmiento.
es.wikipedia.org/wiki/Domingo_Faustino_Sarmiento
29{ }
Violencia, miedo y seguridad
Conclusión
Este ensayo es un esbozo sobre la violencia en el ámbito edu-
cativo a lo largo de la historia social de la educación, sin hacer es-
fuerzos en caracterizar qué prácticas pedagógicas eran violentas
para tal o cual período de la Historia Argentina. Se intenta aquí,
mirar a la violencia ejercida desde una autoridad pedagógica,
como lo es el maestro o el profesor, que a lo largo del tiempo te-
nía instituidos como atributos del quehacer docente ciertos cas-
tigos, tratos y discursos, pero que en la actualidad y el cambio
de paradigma en las maneras de impartir la educación pública y
la transformación de la mirada sobre la niñez y la adolescencia,
fueron transformando estas prácticas pedagógicas que protegen
la ciudadanía y los derechos de este grupo vulnerable.
La educación en Argentina es un derecho de todos/as sin dis-
tinción y es pública, gratuita, laica y científica, y ella no admite la
violencia como instrumento para la coerción, disciplinamiento,
castigo y represión de niños y jóvenes. La censura aún se pre-
senta en muchas instituciones, e incluso las universidades; sigue
siendo un método de control, coerción y represión, parte de lo
que he denominado como violencia simbólica.
La violencia física sucede muy raramente. Quizás es más co-
mún encontrar casos de violencia discursiva/simbólica hacia
adentro de las escuelas, que corresponde a la reproducción de
estas viejas prácticas pedagógicas de castigo, represión y disci-
plinamiento, que eran más bien, normas y sanciones que ope-
raban legítimamente en un terreno implícito que correspondían
a lo que se llama en ciencias de la educación, el “currículum
oculto”. Muchas prácticas quedaron en la memoria de quienes
nos antecedieron, mientras que otras, prevalecen con cierta vi-
gencia, pero en la clandestinidad e intimidad de la vida escolar.
Bibliografía
BOURDIEU, Pierre Y PASSERON, Jean-Claude. La reproducción.
Elementos para una teoría del sistema de enseñanza. México:
Editorial Fontamara, 3° Edición. 1998.
GOFFMAN, Erving. Estigma: la identidad deteriorada. Buenos
Aires: Amorrortu Editores, 1º Edición, 1998.
30{ }
Revista MOVIMIENTO
Willy Viera A.
Sociología-Universidad Nacional Pedro Ruiz Gallo, Lambayeque, Perú
willva_3000@hotmail.com
matanzasLas
de
yBarrios Altos La Cantutadel
en el gobierno ex presidente peruano
Alberto Fujimori Fujimori
L
os casos más emblemáticos por el me-
gajuicio a Alberto Fujimori están re-
feridos a los asesinatos perpetrados
por el Grupo Colina en noviembre de
1991 y julio de 1992.
Barrios Altos
Seis miembros del grupo Colina asesinaron a 15 personas en-
tre ellos un niño de ocho años y dejaron a otras 4 con graves
heridas la noche del 3 de noviembre de 1991 en Barrios Altos,
una zona popular del Cercado de Lima (Lima-centro). Los ase-
sinos estaban fuertemente armados y portaban pasamontañas
que ocultaban sus rostros.
El hecho ocurrió mientras los vecinos del solar ubicado en el
Jirón Huanta No. 840 realizaban una pollada para reunir fondos
con la finalidad de reparar el edificio. Cerca de la medianoche,
los seis miembros del grupo Colina, que llegaron al lugar en dos
vehículos, reunieron a todos los asistentes en el primer piso y
los acribillaron; La policía encontró en el lugar 111 casquillos de
en la escena del crimen, que dieron cuenta de la crueldad con la
que habían actuado los asesinos.
Se trató de la primera incursión del grupo paramilitar presun-
tamente creado por el Ejército para llevar a cabo una lucha de
baja intensidad (guerra sucia) contra la subversión que asolaba
el país. Este hecho marcó el inicio de una serie de ejecuciones
extrajudiciales perpetradas por el grupo Colina, con la anuencia
de las Fuerzas Armadas y del presidente de la República.
La Cantuta
La madrugada del 18 de julio de 1992, dos días después del
atentado con coche bomba que estremeció Miraflores y dejó
una veintena de muertos, Integrantes del grupo Colina ingresa-
ron a la Universidad Enrique Guzmán y Valle-La Cantuta y se-
cuestraron a nueve estudiantes y un profesor de dicha casa de
estudios.
Los secuestrados fueron conducidos hasta un descampado
ubicado a la altura del kilómetro 1,5 de la autopista Ramiro Pria-
lé, donde fueron torturados y asesinados por sus captores, quie-
nes sospechaban que pertenecían al grupo terrorista Sendero
Luminoso (SL).
Los integrantes de Colina enterraron los cuerpos de las vícti-
mas en zanjas que los habían obligado a cavar antes de ejecutar-
los. Pero días después, los restos de las víctimas fueron desen-
terrados y llevados a otra zona alejada de Lima, la quebrada de
Chavilca, en el distrito de Cieneguilla; donde fueron incinerados.
Luego de una paciente investigación, periodistas de la revista
“Sí” dieron con el lugar donde fueron enterradas las víctimas, el
8 de julio de 1993, concluyendo la angustiante búsqueda de los
familiares que durante un año perseguían la pista de sus seres
queridos. Meses después se descubrió también el lugar donde
las diez víctimas fueron acribilladas.
Punto crítico
El escenario en el cual se desarrollaban todas las operacio-
nes maquiavélicas encabezadas por el ex presidente Alberto
ˆ
31{ }
Violencia, miedo y seguridad
Fujimori y su cúpula integrada por Vladimiro Montesinos, daban
origen a la inestabilidad social, político y económico en los años
90, asimismo, la inseguridad imperaba en todos los poderes del
Estado peruano, vale decir poder ejecutivo, legislativo y judicial,
aferrándose a la mínima democracia del poder del pueblo, el
ejecutivo concentró los poderes en el servicio de inteligencia
nacional y en inteligencia del ejército en manos de Vladimiro
Montesinos y Hermosa Ríos, quienes eran los aliados políticos
y militares de ese entonces; generándose entre los ciudadanos
un ambiente de temor y miedo si no estaban a favor de lo que
imperaba en ese entonces, considerado el gobierno más anti-
democrático e injusto de toda la historia peruana, en la cual los
Derechos Humanos quedaban de lado para hacer prevalecer
los suyos, la sociedad en general pasó a hacer amordazada y,
limitándose a cuestionar la gestión del presidente, en las uni-
versidades se perdió esos espacios de concertación, de diálogo
y libertad de expresión en los medios de comunicación, es por
ello que nuestros hermanos los estudiantes de la Cantura fueron
eliminados por pensar y actuar distinto a los demás, por hacer
valer sus derechos como seres humanos y no como manifiestan
hasta la actualidad un sector minúsculo del rezago del fujimoris-
mo comparándolos con Sendero Luminoso.
En otras palabras, no es que Fujimori haya ordenado matar a
las victimas de Barrios Altos y La Cantuta, es que esos asesina-
tos se dieron en el marco de una estrategia aprobada, avalada y
defendida por éste. En tal contexto el hilo conductor subyacente
fue la eliminación de presuntos terroristas y sus órganos o ba-
ses de apoyo. La estrategia específica acordada para ello fue la
identificación, ubicación, intervención y eliminación física de los
integrantes y simpatizantes de los grupos terroristas.
Los delitos de asesinato y lesiones graves ocurridos en Barrios
Altos y La Cantuta fueron acciones objetivas, de estrategia y pa-
trón táctico de operaciones especiales de inteligencia contra la
subversión terrorista, de notoria ilegalidad y clandestinidad que
no son avalables por el ordenamiento jurídico nacional e inter-
nacional del cual se aparta plenamente o lo subordinan sistemá-
ticamente.
La sala que consideró el juicio y sentencia del ex presidente y
su cúpula manifestó que no hay evidencia suficiente que rompa
la presunción de inocencia, por lo que no se tiene por demostra-
do que estas personas hayan pertenecido a Sendero Luminoso.
En último caso, el hecho de la pertenencia o no de las víctimas
a una organización subversiva no constituye un atenuante para
los crímenes de Fujimori.
Comparto la idea con el sociólogo Nelson Manrique en la cual
manifiesta que la ratificación a 25 años del ex presidente cons-
tituye la victoria más importante que se ha logrado en el Perú
durante los últimos tiempos en la lucha contra la impunidad,
ratifico lo que sostiene el sociólogo Julio Cotler con respecto a
que existió una ruptura de la coalición que sostenía al régimen
autoritario.
BarriosAltosyLaCantuta(Fotos:Caretas)
blog.pucp.edu.pe/media/1309/
20081127-xinoxb02.JPG
32{ }
Revista MOVIMIENTO
personal
eviolenciaSensación de
en la ciudad de Caracas: una breve aproximación
S
alir a las 6 p.m. desde la universidad a la casa,
vivir en el oeste de la ciudad, sentir que en la
estación de tren cualquiera puede represen-
tar una amenaza para tu seguridad personal,
ver en la llegada de la luna y la noche no una
oportunidad para descansar contemplando la belleza y los
sentimientos asociados a este astro del cielo, sino la señal
de que debes apresurarte a llegar a casa y encerrarte detrás
de las incontables rejas que limitan el ingreso del hampa.
Cualquiera parece tener algún motivo por el cual la ciudad de
Caracas se ha vuelto tan peligrosa, y hasta diarios extranjeros o
informes multinacionales lo demuestran, por ejemplo, el diario
El País de España presentó un reportaje cuyo título es “La violen-
cia desangra Caracas” donde se utiliza como excusa periodística
el relato de la situación que vivió una familia venezolana para
describir en imágenes un suceso que, según publicó el diario “El
Tiempo” y el informe de la revista “Foreing Policy”, le ocurría a
130 de cada 100.000 habitantes para el año 2008: son víctimas
de homicidio. Ahora bien, presentar un análisis sobre la situa-
ción de la violencia en Venezuela resulta complicado ya que la
creciente cantidad de factores que inciden sobre este fenómeno
es cada vez más diversa; malas políticas públicas, pandillas juve-
niles, corrupción en cuerpos de seguridad policial, pobreza, etc.
A pesar de esta situación, lo que si puede ser expuesto es la
sensación que se genera en la sociedad venezolana a causa de
la violencia que se vive a diario, donde uno de los principales
causantes de este sentimiento, según Martín Barbero (2000)
en Briceño, León (2007), es “la creciente información de que
Héctor González
Sociología-Universidad Católica Andrés Bello, Venezuela
hector_gonzalez_2@ucab.edu.ve
disponemos de eventos de violencia: los medios contribuyen al
miedo, los medios de comunicación permiten que el miedo sea
igualitario y generalizado, pues la difusión de la situación de cri-
minalidad hace que sea vivida como cercana en lugares lejanos
y ajenos a los sucesos”1
.
Sumándose a estas consideraciones, la aparición de lo que se
conoce como Web 2.0, concepto con múltiples definiciones e
inicialmente asociado a Tim O’Reilly, pero que en general apunta
a destacar el desarrollo de tecnología Web basada en comuni-
dades de usuarios y una variedad especial de servicios, como las
“redes sociales”, los “blogs”, los “wiki”, entre otros, los cuales
permiten el intercambio ágil y de mucha eficiencia de la infor-
mación.
Este auge tecnológico ha permitido la difusión de informa-
ción aun más rápido que los medios de comunicación tradicio-
nales (radio, televisión, prensa), y ha convertido la Internet en
el lugar ideal para obtener información en tiempo real sobre
el acontecer diario, la información en relación a la violencia no
escapa del rango de acción del Internet, organizaciones como
quieropaz.org han comenzado a utilizar el poder comunicacio-
nal de la Web para rastrear los delitos y crear un mapa del deli-
to en Venezuela (para más detalles visite: www.quieropaz.org).
Una encuesta realizada vía la comunidad digital Twitter, mostró
cómo, ante una única interrogante: si tuvieses que definir la vida
en la ciudad de Caracas, ¿cuál sería esa palabra?, las respues-
tas se aproximan al mismo patrón, ninguna tiene relación con
una visión positiva de la vida en la ciudad, palabras como: fatal,
1 Ávila y Briceño, León. 2000.
ˆ
33{ }
Violencia, miedo y seguridad
complicada, estresante, caótica, violenta, insegura, impredeci-
ble, resultaron las más comunes en la muestra tomada de forma
aleatoria entre los usuarios de la comunidad mencionada.
Una simple y básica aproximación al fenómeno, sin otra nor-
ma metodológica que la simple invitación publica y abierta a
colaborar, por medio de la Web, con los esfuerzos académicos,
produjo resultados esperados y comunes con respecto al obje-
tivo del presente texto: comentar la incidencia de los medios de
comunicación en la creación de una conciencia sobre el fenó-
meno de la sensación de violencia e inseguridad personal en la
ciudad de Caracas.
El estudio de la violencia en Caracas y en muchos países de
Latinoamérica requiere de inmensos esfuerzos económicos y
humanos si se quiere tener una fotografía que realmente de-
termine las causas y genere posibles caminos de salida, con
esta premisa la vía parece acercarse a mancomunar visiones,
capitales e iniciativas desde las grandes instituciones guberna-
mentales del país y desde las asociaciones civiles que luchan por
mostrar desde sus nichos científicos y académicos una realidad.
Sin embargo, el clima de polarización política que vive el país,
además de la abierta y publica negativa de parte de los muchos
sectores de la sociedad a trabajar de forma unida, parece gene-
rar más dificultades que respuestas, esperemos que el tiempo
y el desarrollo de la conciencia política y social nos lleve por el
camino más adecuado.
Bibliografía
ÁVILA, O. y BRICEÑO-LEÓN, R. “Percepciones y realidades de
la violencia en la televisión”. En: Anuario ININCO, año 11, 2000.
BRICEÑO-LEÓN, R. “Violencia, ciudadanía y miedo en Caracas”
En: Foro Internacional 189, volumen XLVII (3). México, julio-sep-
tiembre, 2007.
EFE, “Caracas tiene los más altos índices de violencia brutal y
de homicidios, dice revista Foreign Policy”. (http://www.eltiem-
po.com/mundo/latinoamerica/home/caracas-tiene-los-mas-
altos-indices-de-violencia-brutal-y-homicidios-dice-revista-fo-
reign-policy_4577666-1) 01/10/2008, última consulta 03/2010.
PRIMERA,Maye(mayeprimera.blogspot.com).LaViolenciaDes-
angra Caracas. (http://www.elpais.com/articulo/internacional/
violencia/desangra/Caracas/elpepiint/20091006elpepiint_8/
Tes), 06/10/2009, última consulta 03/2010.
34{ }
Revista MOVIMIENTO
La
reinserción socialde los
en
de la
ex presos políticos
década del 70
Santiago del Estero
P
ara la sociedad argentina el discurso tan-
tas veces citado y repetido en demasía
por el ex presidente Raúl Alfonsín sobre
la democracia, “es la con que se come, se
cura y se educa”; representó durante la
recién recuperada forma de gobierno representativa,
un hilo de esperanza capaz de alejarnos del pasado
macabro del que recientemente lográbamos salir. En
palabras de Beatriz Sarlo, son entendidas de una manera más
pragmática: “con la democracia se gobierna, después se verá
como”. Sin embargo, a razón de cómo fueron los resultados que
la historia argentina demuestra en cualquier caso, ambas guar-
dan un significado reflexivo muy profundo.
Con nuestro trabajo hemos hecho un intento de comprender
la manera en que los ex presos políticos de Santiago del Estero
de la última dictadura militar (1976-1983) pudieron reinsertarse
en la sociedad a partir del retorno de la democracia.
Referido al término reinserción, la Enciclopedia Espasa Calpe
(2005) la define como “el hecho de integrar en la sociedad quie-
nes vivían al margen de ella”. Desde este concepto nos enfoca-
remos al cómo los protagonistas de este estudio tuvieron que
“reinstalarse” en la sociedad, la misma que durante el proceso
militar los consideró “subversivos”, “rebeldes”, “comunistas” y
en muchos casos, “unos irrecuperables sociales”.
Pusimos énfasis en la manera cómo después de recuperar su
libertad, los ex presos políticos comenzaron a restablecer sus
vidas, consiguieron un trabajo y volvieron a formar parte de la
sociedad civil. En sí, todos y cada uno de los mecanismos que
llevaron adelante para sumarse a la cotidianeidad y “el volver a
empezar”; formaron parte de nuestro pormenorizado análisis.
Consecuente a esto, nuestros propósitos se ajustaron a:
◊ Explorar cómo los ex presos políticos de Santiago del Estero
se reinsertaron socialmente, a partir del retorno de la de-
mocracia en 1983.
◊ Describir los distintos procesos políticos, económicos y so-
ciales que pasaron y llevaron adelante para su reinserción en
la sociedad santiagueña.
◊ Conocer los diferentes mecanismos que llevaron adelante
para expresar sus ideas y las organizaciones que surgieron
como respuesta al sentido de reinserción en los últimos 25
años.
ˆ
Hernán Campos, Walter Díaz, Facundo Kalin, Gastón Segura
Sociología-Universidad Nacional de Santiago del Estero, Argentina
kurtcovain_08@hotmail.com
Panóptico. www.madrimasd.org/blogs/salud_publica/2008/02/24/85273
35{ }
Violencia, miedo y seguridad
Para ello realizamos una experiencia de campo e hicimos uso
de los relatos y experiencias vividas por los ex presos políticos
asociando a esto, también, un trabajo descriptivo y exploratorio
del contexto argentino y santiagueño desarrollado en las últimas
décadas por sus protagonistas.
Nos centramos en pensar la reinserción de los expresos polí-
ticos desde el retorno democrático. Es decir, pensar la relación
ocurrida en el contexto nacional de la década del 80 para ate-
rrizar en el ámbito provincial; recorriendo desde los objetivos
planteados, el entramado de relaciones entre la política y la so-
ciedad hasta llegar al presente.
Siguiendo a Hugo Vezzetti, queremos destacar ciertos rasgos
de la reinserción social: “se trata de una práctica social que re-
quiere de materiales, de instrumentos y de soportes”. Su forma
y su sustancia no residen en formaciones mentales y dependen
de marcos materiales, de artefactos públicos, ceremonias, li-
bros, films, monumentos y lugares.
Uno de los puntos analizados fue el concepto de “insilio”. Du-
rante los años 70, en los países del cono sur se acuñó el término
“insilio” para describir la experiencia de exilio interior experi-
mentada por aquellos que, si bien no habían sufrido la cárcel o
el destierro, habían pasado los años del terror de Estado vivien-
do como parias dentro de sus propios países, en una especie de
aislamiento e incomunicación que protegía sus vidas pero los
alienaba de su entorno. Utilizamos el mismo neologismo para
describir una experiencia inédita poco estudiada: la sensación
de extrañamiento, de alienación, de no pertenencia -en pocas
palabras, de “insi-lio” o exilio interior- vivida por muchos ex pre-
sos y/o ex exiliados que en el presente neoliberal de veinte años
después del terrorismo de Estado se sienten como fantasmas
errantes de un tiempo para siempre perdido.
En un marco de profundidad metodológica extrajimos de sí
mismos sus experiencias de vida en aquellos años y su manera
de volver a empezar en una sociedad no muy acostumbrada a
hablar de ciertos temas y con el tabú del pasado reciente como
centinela de cualquier acción deliberada que se intente llevar
a cabo. Con la recuperación de la democracia a partir de 1983,
se constituyeron filiales del Servicio de Paz y Justicia (SERPAJ),
de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos en el
Colegio de Abogados, subsistiendo la Liga Argentina por los De-
rechos del Hombre. La Asamblea Permanente por los Derechos
Humanos resulta de una autoconvocatoria en 1975 de personas
provenientes de los más diversos sectores sociales, políticos,
intelectuales, sindicales y religiosos argentinos, en respuesta a
la creciente situación de violencia y de quiebra de la vigencia
de los Derechos Humanos que se escalaba en el país. Con otros
organismos de análogo propósito les correspondió la difícil y
riesgosa tarea de defender la vida y el derecho durante los trá-
gicos años de la dictadura militar (1976-1983). Dentro de esa
conjunción de entidades defensoras de los Derechos Humanos,
la A.P.D.H. tuvo ciertas particularidades que le permitieron jugar
un papel propio y por otra parte, ampliamente reconocido por
la opinión pública en el país y en el extranjero. En Santiago del
Estero con la llegada de la CONADEP, este organismo se encargó
de recibir las denuncias a los ex presos políticos y familiares de
desaparecidos.
Actualmente, la provincia está trabajando con la Asociación
por la Memoria, la Verdad y la Justicia (que agrupa en su seno a
los familiares de desaparecidos y ex detenidos por razones po-
líticas) y la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos,
que funciona con oficinas en la calle de la ciudad capital.
En síntesis, creemos que el presente condiciona esta recupe-
ración del pasado. Pero además, que la causa de la reinserción
no sólo depende de la fuerza y la perdurabilidad de sus sopor-
tes, sino también de una acción que sea capaz de renovar su
impacto sobre la sociedad.
Panóptico. inciclopedia.wikia.com/wiki/Archivo:Pan%C3%B3ptico.jpg
revista Movimiento N.6
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revista Movimiento N.6

  • 1. Libertad de las ideas Bogotá D.C.-Colombia, ISSN: 2145-9177, enero-junio de 2010 No.6
  • 2. Consejo editorial P. José Antonio Balanguera Cepeda, O.P. Rector General P. Pedro José Díaz, O.P. Vicerrector Académico P. Luis Francisco Sastoque Poveda, O.P. Vicerrector Administrativo y Financiero General Carlos Mario Alzate Montes, O.P. Vicerrector General de Universidad Abierta y a Distancia -VUAD P. Jorge Ferdinando Rodríguez, O.P. Decano de División Omar Parra Rozo Director Unidad de Investigación y Posgrados Fray Javier Hincapié Ardila Director Departamento de Publicaciones María Andrea López Guzmán Editora Comité Fundadores Liliana Silva Bello Giovana Rojas Mora Paula Pinilla Orduz Mauricio Poveda Pineda Carlos Laverde Rodríguez Constanza Gómez Gavilán Coordinador Editorial Giovanny Forigua Ortiz Comité Editorial Paola Niño Vargas Karen Tovar Yuri Martínez Molina Giovanny Forigua Ortiz Comité Científico Camilo Castiblanco Yuri Martínez Molina Corrección de estilo Pablo Emilio Daza Velázquez Concepto gráfico e ilustraciones Javier Leonardo Trujillo Trujillo Impresión Universidad Santo Tomás Departamento de Publicaciones Bogotá D.C., Colombia 2010 Las ideas aquí expresadas son de exclusiva responsabilidad de los autores ISSN: 2145-9177 revistamovimiento@correo.usta.edu.co revistamovimiento@hotmail.com Libertad de las ideas No.6
  • 3.
  • 4. 2{ } Revista MOVIMIENTO 4 Editorial Estudiantes en Movimiento 8 Terrorismo, seguridad y globalización [Andrea Gutiérrez] 12 Entre el miedo a la nada y la seguridad del porvenir. Una mirada comparada del discurso político y religioso [Nataly García Ramírez] Profesional invitado en Movimiento 16 Seguridad, miedo y violencia [Nancy Malaver Cruz] Mundo en Movimiento 22 Terrorismo. Análisis genealógico del fenómeno político-cultural [Rafael Ángel Gómez Choreño] 26 Memorias y reproducciones de la violencia en la educación pública en Argentina [Vanessa Alexandra Barrionuevo] 30 Las matanzas de Barrios Altos y La Cantuta en el gobierno del ex presidente peruano Alberto Fujimori Fujimori [Willy Viera A.] 32 Sensación de violencia e inseguridad personal en la ciudad de Caracas: una breve aproximación [Héctor González] 34 La reinserción social de los ex presos políticos de la década del 70 en Santiago del Estero [Hernán Campos, Walter Díaz, Facundo Kalin, Gastón Segura] »
  • 5. 3{ } Violencia, miedo y seguridad El autor en Movimiento 78 Arturo Álape Opinión en Movimiento 38 Bogotá un laberinto de contrastes [Sandra Cecilia Suárez García] 40 Violencia y delincuencia infantil en Altos de Cazuca [Andrea Garrido Silva] 42 La seguridad democrática: estrategia violenta generadora de miedo [Eliana Medina Ramírez] 44 Aquellos paréntesis de nuestra sociedad [Daniel Algarra Rodríguez] Construcción estudiantil en Movimiento 48 Construyendo sujetos críticos… transformando espacios de violencia. Reflexiones desde la filosofía de Kant y el Proyecto Pedagógico KZK [Marlon Lozano Ortiz] 52 Beth Moysés: Recuerdos velados. Miedo y violencia. 8 de marzo de 2010, Bogotá [Revista estudiantil Movimiento] Expresión en Movimiento 58 Diálogo, a solas [Denis Bird] 60 Sin color. Un recuerdo más. Refugiados en la misma sombra. Una mirada ante la sombra del olvido [Mauricio Poveda] 62 Insomnio [Melissa Quiroga] 63 Él [Melquíades] 64 Añoranza nocturna [Sarai Andrea Gómez Cáceres] 66 Masacre [Lili Bonil] 67 Seguridad demoniaca 00635 con licencia para matar 68 Conversación 108: El Purgatorio ata sobre el miedo [Diego Ortiz] 70 Memoria [“Baruka”] 71 Cuento de la muerte y Oliverio [Andrés Cardona] 74 Sentado en una silla [Alejandro Penagos Díaz] 75 No me alcanzarían las piedras [Melissa Robledo] 82 Cultura en Movimiento 84 Para estar en Movimiento
  • 6. 4{ } Revista MOVIMIENTO P ara iniciar el sexto número de la revista estudiantil Movimiento, deseamos primero que todo, hacer un reconocimiento especial a toda la comunidad académica que continuamente nos ha venido apoyando de diferentes maneras, en la construcción de este espa- cio de difusión de las ideas; pues gracias a la labor y participación, este gran trabajo ha sido posible. En presente número de la Revista se acerca al fenómeno de la violencia, el miedo y la seguridad. En las sociedades modernas el miedo se ha reconocido como un medio de control social por diferentes esferas del poder, razón por la que creemos necesario hacer su abordaje y estudio dentro del marco de la violencia y la seguridad, tomando líneas temáticas, como: políticas de seguridad estatales y locales, miedo en la ciudad, papel de la sociedad civil, organizaciones sociales, entre otros; por su- puesto nutrido desde diferentes perspectivas, académicas e investigativas. Por esta razón, este número ha realizado una serie de modificaciones en su estructura tradicional, con la idea de hacer más dinámica la participación de toda la comunidad estudiantil en la construc- ción de Movimiento. En primer lugar, para la selección de la temática, el comité editorial propuso cuatro grandes temas con su respectivas líneas de abordaje: crisis ambiental, economía-capitalismo, seguridad - ciudad y finalmente, problemáticas migratorias; gracias a la participación, por medios virtuales, de todos nuestros lectores, se logró escoger la temática de este sexto número: Violencia, miedo y seguridad. Asimismo, se han creado dos nuevas secciones para esta edición; en primer lugar y gracias a la enorme acogida que ha tenido la revista Movimiento, en sus últimos números, tanto a nivel nacional como internacional, se decide crear una nueva sección llamada Mundo en Movimiento, sección en la cual se publicarán los artículos que llegan de otros países, en este caso contamos con la participación de escritos de Argentina, Venezuela, Perú y México; y otra sección, El autor, en donde a forma de consulta, coincidiendo con la temática de este número, se expondrá la biografía y los distintos textos o producciones académicas del profesional Arturo Álape, quien tiene un trabajo muy interesante a propósito del tema que aquí nos reúne. El profesional incluido en cada número cumplirá con el re- quisito de tener una labor enmarcada dentro del tema sugerido para cada número de Movimiento, esto con el fin de abrir espacios de consulta, para todo aquel que desee investigar más sobre el tema en cuestión. Para nuestra grata sorpresa, encontramos en este nuevo número una masiva participación en pro- ducciones académicas, lo cual resulta del gran interés y estudio que ha venido adquiriendo el tema entre estudiantes y profesionales, en gran parte por ser una preocupación constante y creciente de i o Editorial a a a e e i t t t t o r r r r l l l l »
  • 7. 5{ } Violencia, miedo y seguridad todas las sociedades; y por otra, nos confirma la buena labor que ha venido llevando la revista Movimiento en la creación de espacios de discusión de cada una de las temáticas más relevan- tes que afectan, cada día más, las sociedades, y por supuesto, en la expresión y difusión de las ideas de toda la comunidad aca- démica que participa activamente en la construcción continua de este medio de expresión y difusión, demostrando el avan- ce que se lleva de nuestro fin último que es: la libertad de las ideas. Por esto mismo, los invitamos a sumergirse en el mundo de estas imágenes, letras, iniciativas en movimiento, en donde encontrarán distintas reflexiones e ideas abiertas, dentro de un pensamiento libre, respetuoso y principalmente propositivo, enmarcado fundamentalmente en los escenarios urbanos de la violencia, una exacerbación de la misma, el control social a partir del miedo, las consecuencias del mismo para la sociedad, un panorama general de inseguridad que favorece una serie de inhibiciones y que cada vez más golpea las posibilidades de la libertad en la comprensión amplia del término. Gracias a la acogida que ha tenido Movimiento, hemos teni- do la oportunidad de llegar a diferentes facultades del país y al- gunas facultades latinoamericanas; teniendo en cuenta que la revista tiene como objetivo la expresión académica de todas y todos los estudiantes, encontramos necesario en este período de cambio hacer más formal y dinámica la participación de las diferentes facultades en la construcción de Movimiento, razón por la cual creamos la figura de corresponsales estudiantiles, estudiantes interesados en este importante y significativo pro- yecto, para que desde sus propias facultades participen en la elaboración y difusión de la Revista y por supuesto, del pensa- miento del estudiantado de cada facultad del país, de sus ideas, opiniones, cuestionamientos y del trabajo en general de cada institución. Por lo anterior, encontrarán en la parte final de la publicación de la Revista dos grandes convocatorias. La primera de ellas, invitando a todo aquel que esté interesado en parti- cipar activamente en Movimiento desde sus diferentes faculta- des, con el fin último de hacer más dinámica la participación y la difusión de los estudiantes en la misma; y la segunda de ellas, la nueva convocatoria de nuestro séptimo número llamado Fin Ambiente. Gran preocupación, en el ámbito académico, social, económico y hasta político, se vive y se siente actualmente en torno a las problemáticas, preocupaciones y fenómenos de la llamada crisis ambiental; todas aquellas cuestiones que vivimos y que por supuesto, nos motivan a encabezar la próxima temáti- ca de la revista Movimiento en el fenómeno ambiental. Esperan- do la participación activa y continúa de la comunidad académica en el próximo número. No nos queda más que renovar la invitación a toda la comu- nidad académica para que continúen participando en este gran espacio de discusión y difusión de las ideas, con todas y cada una de las producciones, artículos, fotos, poemas, escritos, caricatu- ras, y formas múltiples de expresión y nuestro apoyo constante a la creación de nuevos medios alternativos de comunicación. Recuerden que la revista Movimiento es un medio que vive y se construye continuamente con cada una de sus producciones e iniciativas académicas. Para todos nuestros lectores y para la comunidad académica que participa activamente en la construc- ción de este gran proyecto, gracias por permitir que este espacio y medio de expresión de las ideas sea cada día posible. Comité Editorial. a a e d d d d d i i i i t o o or r r r rl a
  • 8.
  • 10. 8{ } Revista MOVIMIENTO Terrorismo, seguridad globalización y D ebido al proceso de globalización, que supone entre otros, el desa- rrollo tecnológico y de las comu- nicaciones; fronteras permeables, donde la soberanía no gira en tor- no al monopolio de la fuerza de los Estados so- bre un territorio; en los últimos años se ha hecho evidente, que estas características han permitido el surgimiento de nuevas amenazas a la seguridad global. El surgimiento de terceros actores tales como grupos terroristas, nuevas formas de guerras asimétricas no convencio- nales y crimen organizado, por mencionar algunas; que eviden- cian la debilidad de la capacidad de acción de los Estados para hacer frente a los problemas comunes que los afectan en un es- pacio-tiempo inmediato, haciendo necesario el establecimiento de instituciones y regímenes internacionales, que por medio de la cooperación formulan estrategias que resuelven los dilemas de seguridad actuales en el escenario mundial. En este artículo se hace un análisis de las nociones de seguri- dad en un contexto de globalización, cuyas dinámicas generan condiciones que benefician el surgimiento de actores no estata- les, como los grupos terroristas, que cuentan con mayor prota- gonismo en el ámbito internacional luego de los atentados del 11 de septiembre. A partir de ese momento, cambiaron los dile- mas de seguridad de los Estados y se modifica el discurso sobre la nueva amenaza común; se da un nuevo “debate” como pro- ducto de las tensiones que se dieron en la escena internacional de ese momento, encabezada por Estados Unidos. En primer lugar, la globalización definida como: “el proceso a través del cual una determinada condición o entidad local am- plía su ámbito a todo el globo y, al hacerlo, adquiere la capacidad de designar como locales las condiciones o entidades locales”1 , no sólo ha traído consigo cambios sustanciales en la configura- ción de la geografía internacional, sino que ha redefinido algu- nas de las dinámicas de distribución de poder y la forma en que interactúan los Estados y los terceros actores del sistema, para responder a problemas comunes. En cuanto a los problemas de seguridad común, podemos analizar cómo, pese a que tradicionalmente las políticas de se- guridad estaban enfocadas a conflictos interestatales2 , como lo indica el profesor Shiguenoli Miyamoto en su artículo “Terro- rismo y la seguridad global”, la seguridad tanto regional como internacional está siendo reelaborada desde los años 80, princi- palmente con el surgimiento de nuevas variables y actores que antes no eran privilegiados o no existían, como las organizacio- nes terroristas internacionales. No obstante, no existe una definición del término de terroris- mo aceptada universalmente, se ha hecho referencia a éste para describir el uso de la violencia con fines políticos. El terrorismo usa una forma de violencia que le da la connotación de estra- tegia asimétrica, la del débil contra el fuerte, que busca evitar 1 DE SOUSA-SANTOS, Boaventura. La globalización del derecho. Los nuevos caminos de la regulación y la emancipación. Bogotá: ILSA y Uni- versidad Nacional de Colombia, 1998, p. 56-57. 2 MIYAMOTO, Shiguenoli. Terrorismo y la seguridad global. En: Nue- va sociedad. Vol. 177, p. 91. Andrea Gutiérrez Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales-Pontificia Universidad Javieriana andreag_1032@hotmail.com »
  • 11. 9{ } Violencia, miedo y seguridad un enfrentamiento directo con el adversario. Por su definición misma, tiene por objeto aterrorizar a la población, teniendo por blanco las autoridades sin provocar destrucciones masivas. Sin embargo, los ataques del 11 de septiembre cambian un poco esa visión, en tanto buscan un clima de pánico y perturbación masiva, teniendo un impacto sobre la psicología colectiva, que constituye generaciones globales en la sociedad del riesgo mun- dial. Al Qaeda representa el terrorismo religioso del islamismo ra- dical, adaptado a condiciones de interdependencia, apoyado so- bre redes de comunicación y financiación transnacional; es una organización flexible y camaleónica que se puede adaptar a la ofensiva de Estados Unidos, la misma que dejó monumentales bajas de civiles, generando un número considerable de violacio- nes a los Derechos Humanos, al igual que en Afganistán, con la administración de Barack Obama. Actualmente, esta organiza- ción está constituida por diferentes grupos fundamentalistas islámicos autónomos en muchos países, producto de la revolu- ción informática y del proceso de globalización en los últimos años, que han permitido que estos grupos dispares y geográfica- mente aislados, puedan coordinar múltiples actividades simul- táneas en uno o más países para combatir un enemigo común, compartiendo su ideología y algunos objetivos. De esta manera, el dilema se hace evidente a partir de los atentados del 11 de septiembre de 2001, permite reflexionar sobre la concepción subyacente de la seguridad que se desplie- ga en los discursos, planes y acciones de Estados Unidos y de la mayoría de sus aliados en la «guerra» contra el terrorismo3 . Se generan así nuevas formas y normas de gobernanza que influ- yen en la evolución de la seguridad entre países y en los Estados, enfrentar guerras asimétricas con el uso de armas no conven- cionales, donde cualquier elemento tecnológico, incluso cuer- pos humanos, como podemos ver con las acciones kamikazes, pueden representar un instrumento de ataque agresivo; lo cual hace que emerja el interés que provoca la elaboración de regí- menes de seguridad que respondan a las causas y consecuen- cias de estas nuevas guerras. Ahora bien, el tema de la seguridad se ubica en un contexto de incertidumbre constante, por ejemplo, la amenaza del terroris- mo nos sitúa en una permanencia del estado de inseguridad en la escena política, lo que ha afectado la seguridad globalizada, pues una serie de fenómenos referentes a la interdependencia generada por las tecnologías de la comunicación y la informa- ción; la pérdida de protagonismo y control en los asuntos in- ternacionales por parte de los Estados, así como el impacto e influencia mundial de fuerzas transnacionales como el terroris- mo, han puesto en evidencia la vulnerabilidad e inestabilidad a la que se enfrenta el sistema internacional actual, donde se ve la marginación, muchas veces, del Derecho Internacional Humani- tario, que sigue sujeto a prácticas imperiales; ningún organismo internacional, ningún mecanismo jurídico internacional pudó prevenir la guerra en Iraq y ésta es prueba de que las condicio- nes de seguridad siguen primando sobre las dimensiones insti- tucionales. El hecho que estemos en un contexto de incertidumbre, en donde no se conoce de manera clara ni las intensiones ni las acciones posibles del terrorismo, cambia el dilema de seguridad, que como lo explica Barry Buzan, se basa en la voluntad de los Estados de mantener o incrementar su poder militar con el fin de preservar su territorio, su gobierno y su sistemas de valores. Así encontramos que en el actual contexto internacional este dilema suscita inquietudes sobre las intensiones ofensivas de algunos actores donde: “El enemigo es flexible, no tiene resi- dencia fija y se aprovecha de la mundialización para golpear a los Estados y a sus objetivos”4 . En el año 2002 se adopta en Estados Unidos un nuevo enfoque que gira en torno a la seguridad interior, que se explica por el te- mor de que Al Qaeda utilice de nuevo la permeabilidad de sus fronteras, pero debido a esa misma dificultad para la vigilancia del territorio, es que se habla de reconceptualizar la seguridad 3 BUSTAMANTE, Fernando. Los límites de la seguridad. En: Nueva sociedad. Vol. 177, p. 1. 4 DAVID, Charles-P. La guerra y la paz: Enfoques contemporáneos so- bre seguridad y estrategia. Barcelona: Icaria, 2008, p. 26.
  • 12. 10{ } Revista MOVIMIENTO sobre una base transicional y multilateral con el fin de que los Estados y terceros actores puedan afrontar colectivamente los nuevos desafíos, donde las amenazas no se dan como conflictos interestatales, como la visión clásica de la seguridad, sino que ahora son los grupos, clanes, etnias y facciones que se disputan el propio Estado, dejando lugar a las guerras etnopolíticas. Hoy en día, nos enfrentamos a las estrategias de seguridad aplicadas por la única superpotencia de la escena mundial, quien siempre ha sabido justificar sus intervenciones, como en el caso de las dictaduras en Latinoamerica, y actualmente basán- dose en el discurso sobre el terrorismo como la amenaza global, ha ejercido una diplomacia de la fuerza, donde, como se men- cionó, los organismos internacionales no han podido prevenir sus acciones de intervención, justificadas en acciones de guerra preventiva o pre-eventiva, como es el caso de Iraq y actualmen- te Afganistán. No obstante, la oposición por las bajas humanas que esta guerra ha dejado, en mayor proporción Afganos civiles, pues la violencia organizada que se vive hoy afecta de manera directa a la sociedad civil; en tanto, los mayores conflictos son intraestatales, añadiendo, los ataques de Estados Unidos en Iraq y Afganistán, que han representado miles de pérdidas civiles más que de soldados norteamericanos, que parecen valer más. Para dar fin a la inseguridad intraestatal, que se refiere a la seguridad humana, la seguridad colectiva debe servir a su vez a las intervenciones de humanidad, que supone, que ninguna soberanía esté fuera del alcance jurídico. En ese sentido, los re- gímenes de seguridad colectiva deben proteger a los individuos al denunciar las violaciones de los Derechos Humanos cometi- das, como crímenes internacionales, tales como, el genocidio y la limpieza étnica; estas denuncias, dan paso a la intervención de terceros actores, donde los Estados, al inscribirse a los acuer- dos internacionales, quedan bajo el alcance jurídico de dichos estamentos, lo que permite que los organismos que velan por los Derechos Humanos tengan injerencia en los territorios na- cionales, y en algunos casos dicha intervención contra un adver- sario pueda implicar el uso de la fuerza para la defensa de los derechos, por lo que la soberanía queda relegada, en el sentido que se implemente esa fuerza por actores no estatales en terri- torio de los Estados. Al respecto, se hace énfasis en la necesidad de fortalecer las normas y reglas del Derecho Internacional Humanitario (DIH), así como los instrumentos y organizaciones internacionales, procurando que los organismos multilaterales que regulan los derechos individuales sean cada vez más democráticos y evi- tar que instrumentos como el DIH sigan bajo el efecto de las prácticas imperiales; por consiguiente, los Estados tengan una capacidad de injerencia contundente a la hora de sancionar la violación de los Derechos Humanos. Me refiero a lo anterior, partiendo del hecho que Estados Uni- dos en su papel de superpotencia, juega un papel de mayor in- fluencia en los organismos multilaterales del sistema internacio- nal, basándose en su condición hegemónica que pretende llevar los valores occidentales y democráticos a cada país, aun cuando no todos compartan los mismos valores religiosos, culturales, políticos, etc. Justifica sus intervenciones, que como vemos en los casos de la guerra en Iraq y Afganistán, sólo para mencionar algunas de dichas intervenciones, dejan como resultado efectos desastrosos de violación de los Derechos Humanos de civiles; es aquí donde el DIH no ha tenido la suficiente capacidad de sancionar a este país por dichas violaciones, evidenciando la marginación del cumplimiento de las reglas establecidas en los organismos multilaterales referentes a la seguridad. Ahora bien, referente a la influencia que tiene Estados Unidos por su condición de superpotencia, y el hecho de que un grupo terrorista haya pasado sus fronteras, con un ataque para el que no estaban preparados, implicó que este Estado estableciera el terrorismo como la amenaza global, lo que generó un cambio en las estrategias de seguridad de los Estados; pero la pregunta que surge es, ¿hasta qué punto el terrorismo representaba una amenaza global, y no fue el resultado de un discurso hegemó- nico para justificar sus intervenciones en áreas estratégicas que representan intereses imperiales? y que si bien el terrorismo re- presentó un impacto devastador para la sociedad norteamerica- na y en menor magnitud para algunos países de Europa, existen una serie de amenazas relacionadas con indicadores sociales a nivel global, que traen a diario resultados más dramáticos. Charles David, en su libro La guerra y la paz, nos presenta una serie de estadísticas con las que demuestra que los resultados que emanan el Departamento de Estado y el Centro Nacional Contra el Terrorismo de Estados Unidos, confunden terrorismo nacional e internacional, donde dichos datos matizan el signifi- cado que se debe dar a la triplicación de la cifra de actos terro- ristas de una año a otro; según esto, antes del 11 de septiembre ningún atentado terrorista había provocado la muerte de más de 500 personas, en 2005 hubo más de 11 mil ataques terroristas, causando cerca de 15 mil muertos. Así pues, estos resultados reflejan la manipulación de datos para establecer una amenaza global de manera discursiva, que siempre ha existido, pero que sólo hasta ahora afecta los intereses de la superpotencia. Finalmente, con relación a la inseguridad que representan las organizaciones criminales transnacionales, traen consigo unas consecuencias referentes a los modelos de gobernabilidad local en el mundo globalizado, ya que el modelo de descentralización en lo local, que se maneja en los regímenes democráticos, ha fa- vorecido a las prácticas y a las alianzas de estas organizaciones, las cuales aprovechan la debilidad institucional de los gobiernos
  • 13. 11{ } Violencia, miedo y seguridad locales. La pregunta que surge es: ¿las instituciones políticas democráticas han dejado de ser una alternativa viable para la gobernabilidad local?, y allí es donde entra la importancia de terceros actores no estatales que regulen el funcionamiento ins- titucional al interior de los Estados, para evitar estas prácticas que benefician a las organizaciones criminales y afectan de ma- nera directa el tejido social. Bibliografía BUSTAMANTE, Fernando. “Los límites de la seguridad”. En: Nueva sociedad, Vol. 177, Caracas, 2002. BUZAN, Barry & Ole Waver: Regions and Powers, the Struc- ture of International Security. Cambridge: Cambridge University Press, 2003. DAVID, Charles-P. La guerra y la paz: Enfoques contemporá- neos sobre seguridad y estrategia. Barcelona: Icaria, 2008. DERGHOUKASSIAN, Khatchik. “Islam, Terrorismo y política unipolar”. En: Nueva sociedad, Vol. 185, Caracas, 2003. DE SOUSA-SANTOS, Boaventura. La globalización del derecho. Los nuevos caminos de la regulación y la emancipación. Bogotá: ILSA y Universidad Nacional de Colombia, 1998. GROSFOGUEL, Ramó. “Colonialidad global y terrorismo antite- rrorismo”. En: Nueva sociedad, Vol. 177, 2002. MIYAMOTO, Shiguenoli. “Terrorismo y la seguridad global”.En: Nueva sociedad, Vol. 177, 2002. ORTIZ, Renato. “Violencia y globalización”. En: Nueva socie- dad, Vol. 177, Caracas, 2002. SAXE-FERNÁNDEZ, John. “Terrorismo de Estado y terrorismo internacional”. En: Nueva sociedad, Vol. 177, 2002. terrorismo, ter rorism o,terro rism o, terrorismo, terrorismo violencia,violencia,violencia,violencia,violencia,violencia,violencia,violencia globalización, globalización, glo balización,globalización,globalización,globalización,globalización,globalización,globaliza ción, globalización se guridad, seguridad,seguridad, seguridad, seguridad
  • 14. 12{ } Revista MOVIMIENTO P resentaremos a continuación una pe- queña reflexión acerca del poder del discurso político y religioso, y el uso del temor como instrumento estraté- gico de influencia. Pretendemos hacer un llamado a la reflexión para analizar desde la sociología las ofer- tas y los oferentes de certezas desde el sistema político colom- biano. “La salvación está aquí”. La teología cuenta con una rama llamada soteriología, encar- gada de estudiar la doctrina de la salvación, en la que el cristia- nismo encuentra su centro y norte en la figura de Jesucristo. En ese sentido, Jesús representa según los textos bíblicos, expresa- do en el libro de Juan, capitulo 4, versículo 6, “Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí”. Es decir, el único medio de la salvación de las almas, y camino verdadero de llegar a Dios-Padre, es decir, la salvación humana, que implica una relación directa de los hombres con Dios, se da por medio de Jesús y de su sacrificio en la cruz. Es a partir de la idea de la salvación, de donde emergen toda una serie de concepciones de carácter transversal en la religión cris- tiana, como plantea Niklas Luhmann, el discurso religioso tiene su base en la paradoja, en la que se exponen conceptos como salvación versus perdición, vida-muerte, santo-pecador, cielo- infierno, sabio-insensato, entre otros. De esta forma, el discurso religioso configurado a través de la idea de la salvación versus la condenación eterna, responde a un discurso sumamente poderoso, que en términos de Peter Ber- ger, termina constituyéndose, como todo discurso religioso, en una oferta de certezas, que como instrumento de legitimación se sustenta en una realidad suprema, que despierta temores y necesidades, pues “ir contra el orden social legitimado por la re- ligión es fusionarse con las fuerzas primigenias de las tinieblas”1 . Es importante anotar que el poder del discurso religioso ofre- ce al adepto un sentido pleno a su existencia, es decir, genera un marco de seguridad, un porvenir, pues “no son defectos, ni pre- ocupaciones ni inseguridades aquello que se compensa con la religión, sino un condicionamiento necesario de toda determi- nación sea en la vivencia o en el actuar, sea a través de sistemas psíquicos o sociales”2 . De esta manera la religión se constituye en un espacio seguro que permite de forma efectiva generar condicionamientos que direccionan los comportamientos y el habitus del campo religioso que termina influyendo no sólo en los aspectos generales de la fe adquirida, sino en la totalidad de la experiencia vital del adepto, ya que como los habíamos dicho anteriormente, la salvación ofrece un porvenir, una mirada ha- cia el futuro, lejos de la oscuridad y de la perdición. Asimismo, desde el discurso religioso, con el uso continuo que algunas expresiones de fe hacen del infierno y la incertidumbre, se produce la movilización por medio del temor, incorporándose en los adeptos por medio de la creencia; de manera similar, la 1 BERGER, P. El Dosel Sagrado: elementos para una sociología de la religión. Buenos Aires: Amorrortu. 1971. p. 55. 2 LUHMANN, N. “La religión de la sociedad”. En La religión como for- ma de sentido. Madrid: Trotta. 2007, p. 33. Nataly García Ramírez Sociología-Universidad Santo Tomás teosociologia@yahoo.com.mx » Una mirada comparada del discurso político y religioso Entre el miedo nada porvenir a la y la del
  • 15. 13{ } Violencia, miedo y seguridad política usa mecanismos discursivos, que al igual que la religión, ofrecen futuros prósperos y también la condenación eterna. Durante los últimos años en nuestro país se ha acudido a dife- rentes usos de conceptos como seguridad, democracia, opinión pública y terrorismo. Muchos de estos utilizados de modo espe- cial por el actual presidente Álvaro Uribe Vélez, como elementos constitutivos de sus alocuciones, y fundamentales para la cons- trucción de un discurso político que ofrece de manera específica “la salvación para el pueblo colombiano”. Desde esta perspecti- va, el discurso político ha tendido sus bases en el dogma de la seguridad democrática como el “único camino para la verdad y la vida”. De ahí que la lucha contra el terrorismo, como expre- sión del mal y de todo elemento contradictor, se ha convertido en la tarea principal para llegar a un futuro deseado, ¿deseado por quiénes?, por “todos” los colombianos, por las personas “de bien”, ya que todos quieren salvarse; ¿de qué?, del mal, definido según los parámetros del sistema político actual: todo lo que se oponga al orden establecido, lo cual tiene que ver con la idea desde la simbología del poder de: adentro y afuera, el cual se asocia con la verticalidad, entendida como una manera de ver el mundo, de ordenarlo, como una norma cotidiana de los pue- blos, como un patrón universal de las civilizaciones, en el que estar arriba posibilita algo mejor3 . El poder debe mantenerse en cumplimiento de ese orden que promete desde el discurso y los hechos, separar el trigo de la cizaña, y establecer una Colombia nueva perspectiva en donde el bien triunfe sobre el mal. Por lo cual se plantea aquí un paralelo del discurso religioso y político, configurado entre el miedo a la nada y la seguridad del porvenir, es decir, entre el miedo construido desde el poder de la palabra con respecto a la nada, como símbolo de caos y perdición, y frente a ello, la tranquilidad ofertada hacia el futu- ro, desde un único modelo y una única dirección: La seguridad democrática. Una necesidad creada, que desde la sociología analizamos como dominación, pero que aunque conceptual es más poderosa que todo lo aparente. Por tanto, es nuestra ta- rea, desde la ciencia que incomoda, proponer y discutir sobre los modelos salvíficos de la política de hoy, y de los alcances que pueden tener en el futuro, y aun mas en este proceso coyuntural de elecciones, en donde comprometemos nuestras voluntades, y los “bienes comunes” en manos de los oferentes que ofrecen el paquete completo, el cual incluye: destino deseado, salvación del mal, cuidado desde el norte y futuro prospero para los por- tadores y trasmisores efectivos de la verdad. 3 PROSS, H. La violencia de los símbolos sociales. Barcelona: Anthro- pos, 1984. Bibliografía BERGER, P. El Dosel Sagrado: Elementos para una Sociología de la Religión. Buenos Aires: Amorrortu, 1971. LUHMANN, N. La religión de la sociedad. Madrid: Trotta, 2007. PROSS, H. La violencia de los símbolos sociales. Barcelona: An- thropos, 1984. SOCIEDADES BÍBLICAS UNIDAS. La Biblia. Versión Reina-Vale- ra, 1960.
  • 16.
  • 18. 16{ } Revista MOVIMIENTO seguridad,miedoy violencia El viejo fascismo por actual y potente que sea en nuestros países, no es el nuevo problema actual. Es el neo-fascismo respecto del cual el antiguo fascismo es una figura folklórica (….) En lugar de ser una política y una economía de guerra, el neo-fascismo es un acuerdo mundial para la seguridad, para la gestión de una “paz” no menos terrible, con la organización concertada de todos los pequeños temo- res, todas las pequeñas angustias que hacen de nosotros otros tanto micro-fascistas, encargados de as- fixiar cada cosa, cada rostro, cada palabra un poco fuerte, en su calle, en su barrio, en su sala de cine. Gilles Deleuze E n la sociedad moderna coexisten de manera sui generis la sensación de seguridad y la sensación de miedo. En realidad se puede decir que en ella, esas dos sensaciones conviven e incluso se confunden entre sí. La principal causa de esto quizá corresponda a las transformaciones producto del desa- rrollo en el siglo XX, de las formas de organización política en un mundo sin fronteras. El resultado en este mundo sin fronteras, la expresión unificada, globalizada, es el estado final de las formas de intercambio político, que transforman la condiciones de vida de los sujetos políticos en términos de la autonomía, la libertad, en últimas de su auto- constitución; para apropiarse de la vida como un asunto político. Por tanto, desde esta perspectiva biopolítica, el Estado impone, regula, controla la naturaleza biológica de los hombres, las funciones básicas de la vida humana, salud, sexo, alimentación, etc. lo que permite desde los mecanismos del control biopolítico, conformar un sistema transna- cional con una organización social más productiva y un sistema político más efectivo, en donde la vida biológica del hombre, la vida y lo viviente se convierten en los retos de las nuevas estrategias políticas y económicas cuyo objeto es la sumisión del cuerpo y el tiempo al orden productivo. Este nuevo sistema político, esta nueva forma de soberanía que gobierna el mundo, guiada por los procesos de globalización, y que convirtió la vida y a la población en objeto insustituible de su trabajo, expulsa lo humano de la seguridad del oikos a un sitio que no es ningún sitio, a esos no lugares en donde se depositan los temores y la angustia, una angustia que a la manera de Kierkegaard busca la relación de ésta con su objeto, pero, ¿cuál es su objeto? “algo que no es nada“, en la que quizá desde la visión que prefigura la modernidad kafkiana. No podemos conocer ni desentrañar la fuente real que los produce y en donde el hombre está sometido a la vigencia de una ley que carece de toda significación, siendo una pura nada que, sin embargo, opera sobre la existencia de los seres humanos. Nancy Malaver Cruz nachafer@hotmail.com ≈ Nancy Malaver Cruz es filósofa de la Univer- sidad Nacional y Magistra en Literatura de la Pontificia Universidad Javeriana con amplia ex- periencia en docencia universitaria en las áreas de escritura y lectura, epistemología, ética, política y cultura en las universidades Central y Externado de Colombia. Investigadora y conferencista tan- to en el campo de la literatura hispanoamericana -particularmente en novela histórica- como en el de la biopolítica con publicaciones en estas áreas. Coordinadora académica en eventos relaciona- dos con actividades culturales, como el Concurso Nacional de Cuento RCN–Ministerio de Educa- ción, y el Simposio Internacional de Literatura de la Universidad Central. Par académico e institucional del Ministerio de Educación para los procesos de acreditación y re- gistro calificado de distintos programas académi- cos de universidades del país. Tallerista en procesos de lectura y escritura en Fundalectura, proyecto Palabrario.
  • 19. 17{ } Violencia, miedo y seguridad Esta experiencia de vida del hombre contemporáneo, fundada en la vaguedad e incertidumbre, es la que conduce a la reflexión de Z. Bauman para afirmar que nuestro tiempo vuelve a ser el tiempo del miedo, un miedo que aparece por todas partes, un miedo que es más temible en cuanto es más difuso, es decir, un “mie- do líquido” en el que las personas no só- lo no saben exactamente a qué le tienen miedo, sino que además sus miedos des- aparecen y reaparecen de manera capri- chosa. Se trata del fantasma de la vulne- rabilidad, que hace que todos seamos un potencial peligro para los demás, y que todos los demás sean un potencial peligro para nosotros. Un fantasma que hace que todos nos sintamos potenciales víctimas del fanatismo nacionalista, religioso, o de cualquier otra naturaleza, ya sea que éste se incube en nosotros mismos o en los demás. Pero nuestra vulnerabilidad es, además, no determinable en el tiempo, y no ubica- ble en el espacio, por ello, nuestra incerti- dumbre se da tanto en lo temporal como en lo espacial. Es decir, no sólo es vago el objeto de nuestro miedo, sino que ade- más no podemos tener seguridad acerca del posible momento en que el peligro se volverá una realidad, y no podemos tam- poco, precisar a qué distancia de nosotros se encuentra el objeto de nuestro miedo. Nuestra posible desgracia puede lo mis- mo sobrevenir mañana como dentro de un año; y nuestro posible verdugo puede bien ser el vecino de actitud aparente- mente amistosa, como el extranjero que llegará mañana a nuestro país. Si nuestra conjetura es que el peligro está lejos de nosotros, es posible que el miedo sólo nos visite de vez en cuando. Sin embargo, nuestra intranquilidad puede crecer en la medida en que somos conscientes de que la distancia tanto espacial como temporal puede acortarse dramáticamente en un momento dado. En tal caso, nuestra in- certidumbre crece, pero no deja de ser un fantasma más o menos lejano, y aunque de vez en cuando podemos sentir a ese fantasma como una amenaza verdadera- mente inminente, nuestra reacción psico- lógica tenderá a ser la de una especie de “negación de la realidad” en virtud de la cual decidimos vivir la vida lo mejor que podamos en tanto que la desgracia aún no llegue a nosotros. Si en cambio, nues- tra conjetura es la de que el peligro está cerca de nosotros, la incertidumbre que experimentamos es mucho más pequeña, es decir, tenderemos a aceptar que hay grandes probabilidades de que realmente nos suceda algo malo. Sin embargo, tam- bién operará en nosotros un fenómeno de “negación de la realidad”, aunque con un matiz distinto: tenderemos a minimi- zar el peligro convenciéndonos a nosotros mismos de que éste sólo consiste en los “riesgos” normales que necesariamente hay que correr en nuestras vidas. Estos te- mores se vinculan estrechamente con lo que amenaza fundamentalmente nuestro cuerpo y propiedades, con lo que amena- za el orden social en el que estamos in- mersos y del que depende la seguridad del medio de vida, y la posición que ocu- pamos en la jerarquía social. Irónicamente, esta realidad ha venido siendo usada como argumento central y casi que único de la política mundial de nuestros tiempos, para propendernos todo tipo de seguridades públicas y pri- vadas, sociales y hasta personales, para protegernos de las amenazas que ase- chan nuestra existencia, amenazas que con su carácter omnipresente se filtran por los rincones más íntimos de nuestra cotidianidad. Seguridades y miedos que se conjugan poderosamente para pro- vocar en nosotros acciones totalitaristas que soportadas legalmente nos permiten desaparecer al otro, o todo aquello que vulnera nuestra existencia y atenta contra nuestra seguridad. En este flujo de acciones que vinculan estrechamente seguridad y miedo, la ex- periencia de la muerte juega un papel de primer orden, pues se convierte en parte constitutiva e indispensable de la vida. Se hace necesario matar para poder vivir, por ello, la muerte puede acontecer en cual- quier esquina, en la indeterminación del tiempo y del espacio. Por otra parte, la guerra moderna con- tra los temores humanos en el marco de la globalización, ha producido la catego- ría política del terrorismo. La principal causa de esto quizá sea el hecho de que la globalización, aparentemente una cate- goría con valor positivo, sin antecedentes en la historia de la humanidad, resulta ser la mayoría de las veces un espejismo que paradójicamente lo que consigue es acicatear y ahondar los conflictos, odios entre razas, pueblos, países y grupos hu- manos en general, fundados en un senti- miento global de inseguridad. Esto es así sencillamente porque con frecuencia la llamada globalización resulta ser sin que nos demos cuenta de ello, altamente se- lectiva, es decir, resulta ser una manera de agrandar, de “universalizar” el radio de influencia y dominio de unos países o gru- pos, generando condiciones de injusticia, conflicto y violencia.
  • 20. 18{ } Revista MOVIMIENTO Se trata entonces de lo que se puede denominar “globalización negativa”. Una globalización de la que surgen grupos hu- manos que no saben a qué atenerse, pues no saben a ciencia cierta, si esa especie de ser superior que ha traspasado las fronte- ras de su territorio trae o no buenas inten- ciones. Una globalización de la que surgen grupos humanos que no saben si han de sentir seguridad o han de sentir miedo. Poblaciones, entonces, heterónomas y al- tamente vulnerables en el sentido de que llegan a obsesionarse a tal grado con la idea de su propia seguridad y sus propias fronteras, que ni ellas mismas pueden te- ner clara la magnitud de sus miedos, ni sospechar la magnitud de su eventual re- acción violenta. La lucha contra el “terrorismo”; es la lucha contra un fantasma que se supone amenaza a toda la humanidad “buena” de nuestro tiempo. En términos de Sloter- dijk, se le ha conferido una determinada racionalidad al problema del miedo, y so- bre ella se ha construido el concepto, por lo demás vago, de “terrorismo moderno”; se le ha proporcionado una lógica al “pá- nico”, y esa lógica se ha convertido en el criterio obligado sobre el que ha de basar- se el accionar de todo país que quiera ser aceptado dentro del grupo de los países “buenos” del planeta: aquellos que “lu- chan” contra el “terrorismo”. La noción de “terrorismo moderno” nace, según autores como P. Virilo y P. Slo- terdijk, para denominar el bombardeo in- discriminado de ciudades, modalidad de ofensiva militar usada por primera vez du- rante la Segunda Guerra Mundial. Tal tipo de violencia, cuyo blanco era la población civil inocente, habría sido la primera for- ma de manifestación de un peligro per- cibido por una masa humana como algo de origen absolutamente inidentificable, vago e injustificable, aún dentro de la irra- cionalidad de la guerra. A partir de enton- ces, la guerra excedió sus propios límites, de manera que comenzó a aceptar como válida la posibilidad de atacar a cualquier objetivo y en cualquier escenario, con la sola intención de infundir miedo al ene- migo, sin importar que dicho objetivo y dicho escenario no tengan relación direc- ta con el motivo del conflicto militar en cuestión. En particular, a partir de finales del siglo XX la guerra ha abierto la puerta al terro- rismo dirigido contra el entorno vital del planeta. Se trata del terror contemporá- neo, al que Sloterdijk denomina atmote- rrorismo, y cuya consecuencia más desas- trosa consiste en que los seres humanos, en tanto que individuos, están perdiendo inexorablemente toda confianza en la so- ciedad humana como un todo –pues tie- nen la certeza de que tarde o temprano, y en virtud de las acciones irracionales de unos u otros, el planeta mismo dejará de ser habitable y será el escenario de la macabra muerte de la sociedad humana–, y están optando por aceptarse como se- res aislados, vale decir, desnaturalizados, esto es, unidades finitas clausuradas en sí mismas, pues la totalidad a la que perte- necían en su origen está en proceso inexo- rable disolución. Tal sensación de aislamiento en la que se encuentra el individuo contemporá- neo acrecienta en él las posibilidades de ser víctima de la emoción, la repugnancia respecto de los otros individuos de su es- pecie. En efecto, puesto que el otro tiene ahora pocas posibilidades de ser visto como el prójimo frente al cual se es igual, y junto con el que se hace parte de una sociedad con intereses comunes claros y defendibles, ese otro pasa ahora a ser seres residuales subhumano repugnancia el prójimo el otro
  • 21. 19{ } Violencia, miedo y seguridad visto más como alguien en quien pueden ya estar ocurriendo las desgracias o ma- les que muy seguramente nos ocurrirán a nosotros mismos en un futuro. En ello jus- tamente consiste la emoción de la repug- nancia, tal como es descrita por Martha Nussbaum en su obra El ocultamiento de lo humano (2006): “lo que verdaderamen- te repugna al individuo no es tanto el otro en sí mismo, como el hecho de reconocer en el otro la desgracia en la que él mismo puede caer en un futuro, en razón de su propia condición de “animal humano”. De ahí que la emoción de la repugnan- cia suscite en el individuo ideas mágicas en torno a nociones como “lo contamina- do” y “la animalidad”. El individuo termina planteándose ideales, relativamente inal- canzables, de “pureza”, “comportamiento ético”, “inmortalidad”, “no animalidad”, etc. Tales ideales pueden contribuir a que la sociedad se construya bajo “nor- mas” que le pueden ser útiles en cuanto que pueden contribuir a una convivencia relativamente tranquila y armoniosa. Sin embargo, también se puede desprender de allí la construcción de imaginarios que conducen a ahondar odios entre toda suerte de grupos humanos: étnicos, po- líticos, de género, de actividad científica, etc. En tales casos, la repugnancia puede ser usada como fundamento para legislar en contra de ciertos grupos humanos: “el solo argumento es el de que los compor- tamientos de tales poblaciones son malos porque causan repugnancia en ciertos su- jetos a los que la sociedad debe obedien- cia”. La repugnancia se convierte entonces en un dispositivo para negar nuestra pro- pia capacidad para el mal. Se convierte en el pretexto ideal para tratar como de- sechos en cierto modo “subhumanos”, “seres humanos residuales”, a aquellos que no se acomodan a la idea que se ha cifrado la sociedad acerca de cómo debe ser y comportarse el ser humano ideal –es decir, en nuestro mundo contemporáneo aquellos que no “aparecen”, por lo menos en alguna medida, como adaptados a las normas de la producción y el consumo–. El asunto es que en nuestro mundo nadie tiene la completa seguridad de que no será, en algún momento, tratado como un tal “ser humano residual”. Aunque nos parezca algo lejano y poco probable en nuestro entorno, la verdad es que este fe- nómeno puede llegar a tocarnos. La idea de Hitler de exterminar a los judíos como a “piojos” o el conflicto acaecido en Ruan- da entre los grupos étnicos, Hutus y Tutsi en 1994, durante el cual los Hutus respal- dados por esta idea de contaminación, pusieron en el lugar de “cucarachas”, a los Tutsi, que podían ser aplastadas y exter- minadas. Este temor fundado en la repug- nancia y la contaminación ha sido deter- minante en las formas de producir muerte de manera sistemática, provocando gran- des genocidios como expresión de la más radical barbarie, en donde todo aquello que se odia y desprecia, lo que se consi- dera vil y repugnante es lo que es urgen- te extirpar violentamente; pero también como expresión del mal radical que según Hannah Arendt consiste en hacer que los seres humanos, en tanto seres humanos, se vuelvan superfluos. Pero quizá, la condición de vulnerabi- lidad que permea todos los rincones de la condición humana en nuestro mundo contemporáneo es la potenciación de la “superfluidad”, que se expresa en que el hombre está abocado en cualquier mo- mento de sus existencia va a convertirse en un desperdicio, en un residuo, que como lo observó Z. Bauman, en nuestra sociedad moderna, lo malo, se ha conver- tido en el residuo del perfeccionamiento. En nuestras ciudades más “civilizadas”, el hombre moderno es permanentemen- te amenazado con la degradación de su condición humana: el hecho, por ejem- plo, de perder el empleo o de entrar en bancarrota a causa de la crisis económica mundial, puede cambiar radicalmente la valoración que dentro de la sociedad se dé a un determinado individuo. De un día para otro, éste puede comenzar a ser visto como un estorbo para la sociedad; alguien que no aporta nada y cuya existencia, en consecuencia, pasa a ser “superflua”; en suma, alguien que merece ser desechado; un “ser humano residual”. Precisamente, el problema de la globalización es, preci- samente, que trata de instaurar un único diseño de la sociedad humana, y con esto, paradójicamente, termina globalizando el fenómeno que hemos descrito, en virtud del cual se terminará fragmentando a la humanidad en grandes grupos de seres por una parte “adaptados”, funcionales y por otra, “superfluos” o “residuales”; pero cuya frontera líquida nos amenaza y atemoriza indefectiblemente, y nos pone en la búsqueda de seguridad y protección que ponga al resguardo nuestra frágil con- dición humana en este mundo globaliza- do. Bibliografía BAUMAN, Zygmunt. Vidas desperdicia- das. Barcelona: Paidós, 2005. BAUMAN, Zygmunt. Miedo líquido. Bar- celona: Paidós, 2007. BERNSTEIN, Richard J. El mal Radical. Buenos Aires: Ediciones Lilmod, 2002. ESPOSITO, Roberto. Bíos, Biopolítica y Filosofía. Buenos Aires: Amorrortu, 2006. NUSSBAUM, Martha C. El ocultamiento de lo humano. Princeton: Katz Editores, 2006. SLOTERDIJK, Peter. Temblores de aire, en las fuentes del terror. Valencia: Pretex- tos, 2003.
  • 22.
  • 24. 22{ } Revista MOVIMIENTO fenómeno político-cultural * delanálisis genealógico TERRORISMO E s evidente1 que el pánico se está apode- rando de las sociedades contemporá- neas de una manera incontrolable. Sin embargo, estoy completamente en desacuerdo con quienes han señalado a los “grupos terroris- tas” como los únicos responsables de esta experiencia colectiva. Estoy de acuerdo en que las acciones políticas de estos grupos son sumamente violentas y en que éstas han despertado el odio y el rencor de muchas personas. Pero no creo que debamos per- mitirnos, una vez más, elaborar juicios impulsivos y acríticos que nos empujen a cometer nuevos errores o que nos permitan se- guir sosteniendo los que ya hayamos cometido inconsciente o hasta conscientemente. En primer lugar, debemos decir que nuestra percepción de los “actos terroristas” está determinada por los medios de comuni- cación y, sobre todo, por los medios informativos. ¿Qué quiere decir esto?, quiere decir que nuestra concepción de los “actos terroristas” no ha sido configurada a partir de una percepción directa del fenómeno sino a partir de una percepción mediada por el testimonio de alguien más; ya sea que se presente a tra- vés de sus propios recursos lingüísticos o a través de recursos tecnológicos. Me atrevería a negar que los “actos terroristas” forman parte de nuestra experiencia sensible del mundo, pero * Conferencia dictada en la Universidad Insurgentes-Plantel Xola, Ciu- dad de México, en marzo de 2004. ** Profesor del Colegio de Filsofía de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM y socio investigador del Centro de Estudios Genealógicos para la Investigación de la Cultura en México y América Latina. Rafael Ángel Gómez Choreño** rafaelangelg@yahoo.com creo conveniente reconocer la naturaleza mediática de algunos elementos que conforman nuestra experiencia sensible. Final- mente, percibimos los “actos terroristas” por medio de imáge- nes visuales y acústicas que alguien produce para presentarlas o re-presentarlas a nuestra sensibilidad; como quien presenta un espectáculo para someterlo a la percepción sensible de otras personas. Entonces, ciertamente estamos experimentando algo a través de nuestros sentidos, pero lo que perciben no es una realidad concreta sino las imágenes de una representación de la misma. Reconocer la dimensión mediática de nuestra percepción de los “actos terroristas” nos permite reflexionar en una segunda cuestión que no es menos importante. Me refiero al hecho de que los seres humanos jamás habíamos tenido a nuestra dispo- sición la cantidad de información que circula en la actualidad gracias a los medios de comunicación. Un fenómeno cultural sin parangón en la historia de la humanidad. Ahora bien, yo diría que su singularidad radica en el flujo de la información más que en la información misma. Todos los días recibimos noticias sobre acontecimientos que han tenido lugar en diferentes partes del mundo. Las recibimos a una velocidad verdaderamente sorprendente; basta con unos cuantos segundos para que tengamos a nuestra disposición la transmisión directa de imágenes y sonidos de lo que está su- cediendo al otro lado del mundo, incluso podemos contar, al mismo tiempo, con diversos relatos de un mismo aconteci- miento construidos desde diferentes puntos de vista sin dejar a un lado el análisis periodístico de la información que estamos ˆ
  • 25. 23{ } Violencia, miedo y seguridad recibiendo. Éste, sin lugar a dudas, es un “milagro comunicacio- nal” que ha sido posible gracias al uso de la tecnología en la producción y difusión de la información. Lo interesante es que este “milagro comunicacional” cuesta mucho dinero; lo cual nos indica que debemos indagar como se sufragan los costos de semejante milagro de la cultura contemporánea para com- prenderlo mejor. Para pagar el costo que implica la circulación de la información ha sido necesario hacer de la información un producto de consumo y hacer de los medios informativos un tipo muy específico de centro comercial. Esto implica que los medios informativos se han tenido que convertir en espacios de comercio masivo en donde, por un lado, se atrae la atención de la mayor cantidad de espectadores presentando información que resulta atractiva para el consumo masivo y, por otro lado, una vez que se tiene captada la atención de un buen número de espectadores, se les ofrece sutilmente otro tipo de objetos para su consumo. He hablado de todo esto para explicar por qué existe en la actualidad una gran difusión de los “actos terroristas”. Resulta que, entre todas las opciones que pueden ofrecernos los me- dios informativos, la violencia extrema es uno de los productos favoritos de los consumidores de información de las sociedades contemporáneas. En este sentido, lo que he estado tratando de decir, es que al estar “bien informados”, incluso a nuestro pesar, nos hemos convertido, inconscientemente, en actores pasivos de la violencia; al menos en lo que se refiere a la producción mediática del fenómeno. Ahora, en lo que respecta a la percepción de la violencia en el mundo contemporáneo y en particular en lo que respecta a
  • 26. 24{ } Revista MOVIMIENTO quetan un tipo específico de acciones violentas, habiendo tantas que implican un tipo de violencia similar? Quizá tengo que regresar al punto de partida de este análisis para responder estas preguntas. La violencia que nos preocupa no radica en la del “acto terrorista”, sino en la violencia del te- rrorismo que viene detrás de él como resultado de un fenómeno comunicativo que hace del “acto terrorista” una amenaza glo- bal. Si no tendiéramos a la exageración, podríamos percatarnos de que existen otras formas de violencia que están presentes en nuestra vida cotidiana y que, sin embargo, no estigmatiza- mos de la misma manera ni producen ninguna forma de terror. Nuestro pánico radica, específicamente, en el sentimiento de vulnerabilidad; lo cual es un daño psicológico más profundo y más permanente. A diferencia de la animadversión que produce el asesinato común, frente al terrorismo no existe un castigo que pueda apaciguar el daño psicológico. Podrían capturar, matar o exterminar a todos los grupos terroristas del mundo, pero aún así, la amenaza de un próximo “acto terrorista” se mantendría presente dentro de nosotros inquietándonos con mayor fuerza desde los intersticios en donde la imaginación crea fantásticas representaciones de nuestra propia muerte. Decía Thomas Hobbes que el terror-pánico es un temor del sin saber el por qué o el cómo de ciertas experiencias, sólo puede ocurrirle a un grupo numeroso de personas. Pues bien, un temor de esta naturaleza, como lo he tratado de explicar, es un temor colectivo que ha sido alimentado por otras personas. Si existe o no algo que lo haya causado es lo de menos, lo importante es que se trata de un sentimiento que se comparte y se vive a través de otros; y, en esa medida es un vínculo social poderoso. Defenderse en contra de amenazas comunes, aunque se trate de amenazas imaginarias, es una necesidad que une con mucha fuerza a los seres humanos; es una necesidad inspirada en un sentimiento casi religioso. Ya he resaltado el carácter colectivo del terror provocado por la excesiva difusión de las acciones violentas que algunos han etiquetado como “actos terroristas”; y lo hice con la intención de definir el carácter específico del terrorismo; sólo que había preferido resaltar el carácter comunicativo del fenómeno para introducir una dimensión lingüística en el análisis del fenómeno. El lenguaje, le permite a cada ser humano unir su fuerza física y sus talentos intelectuales con los de otros individuos para cons- tituir un poder colectivo; pero también les permite apoderarse del poder colectivo que generan sociedades para su provecho personal. Visto desde esta perspectiva, el lenguaje puede llegar a convertirse en una fuerza maldita: en un poder perverso e irre- mediablemente destructor. De esta forma adquiere sentido la relación que había descu- bierto de una manera intuitiva entre el lenguaje y el terror al la percepción de los “actos terroristas”, mi posición es que de- bemos determinar hasta dónde podemos considerar a la vio- lencia una amenaza real y hasta dónde debemos considerarla una amenaza ficticia proveniente del flujo de información que impera en nuestra época, de nuestro acceso a nuevas medios de comunicación, de los cambios que han reportado nuestras con- ductas lingüísticas y su diversificación en las últimas décadas, y de la formación de las comunidades lingüísticas interculturales que han resultado de los procesos migratorios recientes. Parece que lo que más nos preocupa del terrorismo, a noso- tros, los espectadores de la violencia, es la intensidad de la vio- lencia con la que se efectúan los “actos terroristas”, lo que he llamado indicativamente: violencia extrema. Yo no estoy seguro de que proceder así sea adecuado para juzgar a la violencia, lo cierto es que la simple idea de un exceso de violencia nos afecta profundamente. Quizá sea porque, al atestiguar la muerte que puede dejar detrás de sí una bomba casera, sentimos un pro- fundo dolor o una animadversión instintiva; o quizá sea porque, al ser espectadores nos percatamos de que los escenarios en los que suelen tener lugar este tipo de acciones nos resultan terriblemente familiares y nos damos cuenta de que no estamos exentos de ser las victimas del siguiente ataque. En el caso de que sucediera lo primero, estaríamos hablando del mismo tipo de animadversión que nos causa cualquier asesinato; en el caso de que sucediera lo segundo, estaríamos hablando de la angus- tia que nos provoca la conciencia de estar permanentemente amenazados de muerte. No creo que suceda lo primero, de ser así no estaríamos hablando del terror que nos puede causar un tipo específico de acciones violentas, sino del horror o de la re- pugnancia que podemos sentir ante la muerte. Lo segundo me parece una caracterización más apropiada de lo que nos sucede como espectadores de la violencia; ya que es el miedo, ante la posibilidad de nuestra propia muerte, lo que alimenta nuestra preocupación frente a una acción violenta. Terror frente a una amenaza de muerte, eso es lo que sentimos ante las noticias de lo que solemos etiquetar como “actos terroristas”. Nos amenaza la idea de perder la vida en uno de estos ataques. Aunque debe- mos tener claro que la posibilidad surge de la familiaridad con la que contemplamos los escenarios en donde sucede un “acto terrorista”. Pero, ¿quién produce el terrorismo? ¿Los asesinos-suicidas, nosotros mismos o quiénes creen conveniente mantenernos in- formados de lo que sucede en el mundo? En efecto, los primeros ponen la violencia en escena y nosotros, los espectadores de la violencia, ponemos el terror ante semejantes imágenes; pero quienes etiquetan, editan y convierten el fenómeno en un acon- tecimiento terrorífico son los últimos. Habría que preguntarse ¿por qué?, ¿en dónde está su conveniencia? y ¿por qué sólo eti-
  • 27. 25{ } Violencia, miedo y seguridad iniciar mi análisis sobre el terrorismo; el elemento que falta- ba introducir era la función que desempeñan las luchas por el poder. Pues bien, aquí hay dos aspectos relevantes del terror- pánico: primero, la emergencia del terror frente a los “actos te- rroristas” surge como resultado de la pérdida de toda seguridad posible; y segundo, que ante la pérdida de toda seguridad posi- ble, también surge el terror como una pérdida de toda libertad. El temor colectivo ante una amenaza común nos somete, nos oprime, nos hace sentir que hemos perdido todas nuestras li- bertades y eso nos conduce, irremediablemente, a buscar una garantía en nuestro estado de derecho. Así, hemos descubierto que los Estados se vuelven sumamente poderosos en medio del caos propiciado por el terrorismo, ya que surge la necesidad de un poder coercitivo a partir de las incertidumbres de nuestro propio terror. Estas son las trampas del lenguaje cuando es utili- zado para desatar las fuerzas que pueden llegar a generar un po- der político; en este caso, al menos, como vehículo para inventar los fantasmas que inspiran el terror colectivo. Esta visión de la política es dolorosamente precisa y se reduce a una idea muy simple, la fuerza política de los Estados totalitarios sólo puede ejercerse inventando un objeto ficticio que alimente los temores más profundos de los seres humanos y así someterles volunta- riamente a su poder. Estamos frente a una paradoja terrible. Por un lado, el temor a la violencia humana suscita la formación o el fortalecimiento de los Estados; mientras que, por otro lado, el Estado representa un poder coercitivo basado en el terror-pánico. El poder del Estado radica en su capacidad para montar espectáculos de terror; ya que esto le permite propiciar la obediencia civil. El truco consiste en que el Estado sin amenaza, carece de fundamento; así que éste necesita inventar a sus enemigos terroríficos o terroristas. Esto es el “terrorismo de Estado”. Lo que hacen los “grupos terroristas” es encarnar estratégica- mente el vacío de los fantasmas que el Estado ha inventado para atemorizar a las personas con la intención de convertirlos en “buenos” y “obedientes ciudadanos”. Dicha estrategia le ha per- mitido al Estado adquirir un poder relativo frente a estos grupos, pero, como en sus acciones no existe más violencia que en las acciones del Estado, tarde o temprano el “terrorismo de Estado” se revertirá en contra de las injusticias de las sociedades civiles. Sin lugar a dudas, las acciones de los “grupos terroristas” son parte de la vida política de las sociedades contemporáneas y han transformado profundamente su constitución civil. Algunas per- sonas podrán insistir en que por eso son una amenaza para el es- tado de derecho de las naciones libres y democráticas. Coincido con ellos, pero no creo compartir sus razones ni su pesimismo. Lo relevante de este análisis es que podría permitirnos una base inusitada para analizar las manifestaciones de algunos ti- pos de violencia en el mundo contemporáneo. Al menos en lo que respecta a dos tipos bastante generales y, aparentemente opuestos en la lucha política contemporánea. Me refiero a los terroristas, guerrilleros, e incluso a algunos tipos de delincuen- cia vandálica y a los movimientos sociales destinados a oprimir a estos disidentes. Cada vez que la violencia se hace presente en nuestras vi- das, sin importar en el grado o el lugar de su aparición, se que- branta un poco más la oportunidad de seguir siendo ingenuos frente a la vida. Su emergencia, ya sea sutil o intempestiva, es un síntoma inequívoco de que nuestro espíritu lúdico ha sido derrotado nuevamente; es la evidencia irrefutable de que los seres humanos seguimos prefiriendo usar el poder de nuestros talentos físicos e intelectuales en contra de nosotros mismos. Me angustia pensar que la manifestación de la violencia implica que alguien, una vez más, ha permitido que la vida se convierta en una lucha constante para vencer al Otro. Y, cuando sucede esto, podemos saber, con absoluta certeza, que el espíritu del juego y la magia de los lenguajes simbólicos, una vez más, se han quedado olvidados junto con los recuerdos de una infancia que se ha perdido para siempre. Sucede entonces que la violencia se convierte en el síntoma de una derrota imperdonable y nos revela que la creatividad, que debería gobernar nuestro impulso vital de transformar al mundo, ha sido gobernada, nuevamente, por nuestro estúpido deseo de dominar a los demás. Por eso podemos observar, cada vez con mayor facilidad, que la triste- za, la desesperación y el miedo han ocupado el lugar que algún día tuvieron la alegría y la confianza en nuestra percepción del mundo. No me queda la menor duda de que la violencia aparece en nuestras vidas para recordarnos que hemos preferido olvi- dar lo mejor de nosotros mismos y para recordar que estamos listos para generar más violencia. Eterno círculo vicioso que ha alimentado durante siglos la cruenta historia de la humanidad. Pero todo esto no quiere decir que debamos sentirnos per- didos ante la violencia; por el contrario, significa que depende de nosotros mismos poder acabar con semejante monstruo; tan sólo necesitamos dejar de alimentarlo con nuestro estúpido miedo hacia los demás. Si la violencia trae consigo un enigma que tenemos que resolver y para ello es indispensable recor- dar lo que hemos olvidado de nosotros mismos y tener presente aquello en lo que nos hemos convertido. Así es la violencia. No importa si nos parece amorfa o nos parece ambigua, finalmen- te, siempre se presenta para destruir un poco más de nosotros mismos. Sin embargo, sería un error volcarse en contra de los hombres violentos. La violencia es tan sólo el enigma, el mons- truo que lo devora todo y vive dentro de nosotros mismos.
  • 28. 26{ } Revista MOVIMIENTO Memorias reproduccionesy de la violenciaen la eneducación pública Argentina A rgentina, camino al Bicentenario de su patria, sufrió caídas y trope- zones en su vida institucional para consagrarse en la República que es hoy. Hace 200 años supo aprovechar la oportunidad histórica de una España y una monarquía domina- da tras la expansión del Imperio Napoleónico para declarar su intención de ser un Estado soberano e independiente. La educa- ción fue clave en el proyecto de país que se llamó Argentina, y que comenzó un 25 de mayo de 1810, autodeclarándose Primer Gobierno Patrio. En aquella época, alguien notó la importancia de una educación pública de fácil acceso y obligatoria para todos los niños. Poco a poco, las nacientes escuelas primarias empezaron a di- seminarse por todo el país, gracias a Domingo Faustino Sarmien- to1 , quien diseñó, el primer Sistema de Enseñanza en Argentina. Se crearon simultáneamente las escuelas de enseñanza media, donde se formaba a los maestros y a quienes aspiraran a otras profesiones. A diferencia del nivel primario, la enseñanza media2 no era obligatoria. * Técnico en Información Económica y Social; estudiante avanzada de la Lic. en Sociología de la Universidad Nacional de Santiago del Estero, Argentina. 1 Domingo Faustino Sarmiento fue llamado el “Gran Maestro”. Se en- cargó del diseño del Sistema de Enseñanza en la Argentina, fundando numerosas escuelas por todo el país. 2 Con la Nueva Ley de Educación sancionada en 2006, se aspira a una escuela secundaria (enseñanza media) obligatoria para todos los jóvenes argentinos. Acerca de la violencia física en la escuela De las memorias de la educación en Argentina, hay hechos de violencia que eran “normales” para corregir, disciplinar, civi- lizar3 , ¿educar? a quienes asistían a las escuelas. Hablo de “me- moria” en el sentido de aquello que se nos es transmitido como un recuerdo o anécdota de la vida escolar de las generaciones anteriores a la nuestra, la de nuestros abuelos y padres. Uno de ellos, era aquel castigo a quienes no podían escribir con la mano derecha. A los “zurdos”4 les colocaban su brazo por de- trás de ellos y ataban su muñeca a la silla para que escribieran con la mano derecha, “como se debía escribir”, por lo que debía corregirse con el método “más adecuado” para quitar esa mala costumbre de algunos alumnos. Otro de los castigos era para quienes tenían problemas de conducta o falta de atención en clase. Existía lo que se llamaba “puntero”, que era una varilla larga de madera, con el que se pegaba a los alumnos en los dedos de las manos. Este elemento estaba instituido en la escuela primaria y secundaria, se utilizaba con cierta frecuencia para castigar a quienes no prestaban aten- ción en clase o causaban desorden5 . Pero aún prevalecen otras 3 No es ingenuo pensar en “civilizar”. Ya Sarmiento pensaba en estos tér- minos al escribir el “Facundo” (o “Civilización y Barbarie”), una de sus principales obras, donde definía y comparaba lo “civilizado”, las buenas costumbres, los hábitos europeos heredados, entre otros aspectos, de lo “bárbaro”, siempre despectivamente, referido a lo indio. 4 Se denomina comúnmente “zurdo/a” a las personas que escriben o manejan instrumentos y utensilios con la mano izquierda. 5 El “puntero” que se utilizaba como elemento disciplinador y de casti- go, ya no existe en las escuelas argentinas desde hace cerca de 40 años. Vanessa Alexandra Barrionuevo* vbarrionuevo86@hotmail.com ˆ
  • 29. 27{ } Violencia, miedo y seguridad prácticas de castigo infringidos por los maestros, que se repro- ducen de la época en las que éstos eran educados. Aquí aclara- ré porqué hablo de “reproducción” de las prácticas. Así, existen los “tirones de oreja” y los “cachetazos en la cabeza” que se están abandonando pues se trata de maltrato. Sin embargo, estos métodos de castigo no son denunciados porque están in- ternalizados en la visión de los padres y/o alumnos como algo “normal”6 . Durante la dictadura militar de 1976, el proyecto educativo autoritario, perfiló una educación al servicio de “educar para el orden”, a fin de restablecer los valores perdidos en la sociedad a causa de la entrada del comunismo en América Latina. La vi- gilancia, la censura y la represión eran las premisas fundamen- tales de gobierno, y el monopolio de la violencia del Estado, su lógica en la lucha “antisubversiva”7 . La violencia sufrida por quienes se oponían al gobierno de facto o pensaban distinto, se legitimaba en que representaban una amenaza para el orden, por lo que debía eliminarse. Así, fueron secuestradas y asesinadas miles de per- sonas, entre ellos docentes y estudiantes. Eran detectados en las escuelas y univer- sidades por denuncias de terceras perso- nas o por la vigilancia misma de grupos de inteligencia para descubrir a los “subversi- vos”. El extremo de la violencia de la dicta- dura era el asesinato. La violencia discursiva y simbólica La violencia en la educación argentina también se manifiesta en un tipo de vio- lencia discursiva y simbólica, a partir del maltrato verbal y la discriminación y/o distinción a los alum- nos e incluso la censura8 . Hablaré aquí de la violencia simbólica, la que Bourdieu y Passeron definieron como “todo poder que logra imponer significaciones e imponerlas como legítimas di- simulando las relaciones de poder en que se funda su propia fuerza, añade su fuerza propia, es decir, propiamente simbólica, 6 Hoy en día, existen algunos casos actuales, se siguen aprobando y le- gitimando desde los padres de los alumnos estos castigos, dándole “per- miso” a los maestros: “si no se porta bien, tírele de las orejas”. Esta frase es muy común escucharla de las madres en las escuelas primarias al inicio del cada año escolar. 7 La dictadura tenía como objetivo de “restablecer el orden” por lo que para ello, debía eliminar a los comunistas, también denominados por ellos como “zurdos” o “subversivos”. 8 Cabe aclarar aquí, que en este ensayo no pretendo hablar del abuso sexual en las escuelas, porque se tratan de hechos de violencia que se es- capan a los fines de este trabajo, así como tampoco, abordaré al respecto de la violencia escolar entre los alumnos. a esas relaciones de fuerza”9 . Además, considera que en el cam- po educativo quien ejerce la violencia simbólica es la autoridad pedagógica, el maestro, cuya acción pedagógica10 “es objetiva- mente una violencia simbólica en tanto que imposición, por un poder arbitrario, de una arbitrariedad cultural”11 . Más allá de los elementos de estas definiciones propuestas por los autores, prefiero pensar en que “lo simbólico” de la violencia se encuen- tra en ese universo discursivo y de acción que no requiere de un ejercicio de fuerza física por parte de quien violenta. Existen maestros que desde el discurso ejercen violencia y coerción hacia los alumnos con amenazas, “etiquetas”12 , insul- tos, gritos y humillaciones; desde la práctica pedagógica, en la falta de atención de los alumnos con problemas de aprendiza- je, con problemas de conducta o son apartados o discrimina- dos por su origen social o bien por la discapacidad que puedan tener. Los maestros siempre lanzan advertencias para ejercer cierta coerción y convencer a los alumnos de corregirse, pero hay docentes que amenazan al alumno superando el límite de lo aceptable, con sanciones que llegan a expulsarlo del aula o la escuela, dejándolo desprotegido en la vía pública, o bien, se amenaza diciendo el castigo lo aplicará el/la director/a del esta- blecimiento educativo13 . 9 BOURDIEU, Pierre y PASSERON, Jean-Claude. La reproducción. Elementos para una teoría del sistema de enseñanza”. Ed. Fontamara, Tercera edición, México, 1998. 10 Pese a esta definición, considero que no toda acción pedagógica ne- cesariamente se trata de violencia simbólica, pero no discutiré aquí esta observación. 11 BOURDIEU, Pierre y PASSERON, Jean-Claude, Ibíd. anterior. 12 Tomo a la etiqueta como una denominación del otro, partiendo de la noción de “estigma”, que Goffman desarrolla para referirse a un atributo desacreditador de un individuo. 13 Es menester aclarar que esto no ocurre asiduamente ni con naturali- dad en las escuelas argentinas. Son casos especiales y aislados.
  • 30. 28{ } Revista MOVIMIENTO Las “etiquetas” son las más comunes. Los docentes etiquetan a sus alumnos de acuerdo a la posición en la que se ubican en el aula y su comportamiento. Quienes se ubican al fondo del aula son “inquietos”, “molestos”, “mal educados”, “irresponsables”, “agresivos”, “burros”, “distraídos” y les hacen saber con su dis- curso, que ellos “son así”. No se les dedica tiempo de enseñanza, se les reprime, se les ignora, o se les excluye por sus característi- cas a la vista, según lo que su criterio y la experiencia les dictan. En cambio, los alumnos que se ubican en el centro del aula “son los más tranquilos” y “los más capaces” de aprender y superar dificultades, mientras quienes se ubican al frente del docente, son los “preferidos”, ya que son “más atentos”, “estudiosos”, “ordenados”, “tranquilos”, “el ejemplo para el resto”. Los insultos y gritos dirigidos a los niños y jóvenes son otras formas de violencia. Decirle “burro”, “inútil”, “incapaz” a un niño o joven es tan violento como golpearle. Ahora bien, llamar al orden con gritos y “no comprender” es castigado algunas veces con la humillación, cuando en tono agresivo, un maestro dice a un alumno “¿cómo que no entendiste?, ¿qué no entendiste?”, produciendo temor en el niño a participar en clase, la risa de sus compañeros por la ridiculización y el enojo de su maestra. La discriminación y/o distinción y la exclusión de algunos alumnos por su origen social o por cierta discapacidad van uni- das a las “etiquetas” otorgadas y se recalca con cierta frecuencia esas capacidades limitadas por el capital social o económico del alumno, o bien por sus capacidades limitadas por problemas de salud congénitos o accidentales. Son apartados de ciertas acti- vidades y excluidos del grupo, distinta del resto “normal” y “ca- paz”. Ser pobre les hace “incapaces, porque quizá no aprenden porque no comen bien en la casa”; ser discapacitados, también los hace “incapaces” porque no pueden manejarse con libertad ni compartir experiencias con sus compañeros, por lo que los prejuicios y las malas caras en la práctica pedagógica se tradu- cen en este maltrato notable sólo en la distinción y en la exclu- sión del “diferente”. En algunas escuelas donde hay mayor recu- rrencia de alumnos con origen migratorio del interior o exterior del país como Buenos Aires, también juegan con el prejuicio, la distinción y/o discriminación y la exclusión como formas de vio- lencia. Nótese en los casos en los que a los niños bolivianos, peruanos y de otros países limítrofes se los señala, se los culpa por la falta de bancos en las escuelas: “porque vienen los boli- vianos a la escuela y ocupan el lugar en el que puede estudiar un argentino”. DomingoFAustinoSarmiento. es.wikipedia.org/wiki/Domingo_Faustino_Sarmiento
  • 31. 29{ } Violencia, miedo y seguridad Conclusión Este ensayo es un esbozo sobre la violencia en el ámbito edu- cativo a lo largo de la historia social de la educación, sin hacer es- fuerzos en caracterizar qué prácticas pedagógicas eran violentas para tal o cual período de la Historia Argentina. Se intenta aquí, mirar a la violencia ejercida desde una autoridad pedagógica, como lo es el maestro o el profesor, que a lo largo del tiempo te- nía instituidos como atributos del quehacer docente ciertos cas- tigos, tratos y discursos, pero que en la actualidad y el cambio de paradigma en las maneras de impartir la educación pública y la transformación de la mirada sobre la niñez y la adolescencia, fueron transformando estas prácticas pedagógicas que protegen la ciudadanía y los derechos de este grupo vulnerable. La educación en Argentina es un derecho de todos/as sin dis- tinción y es pública, gratuita, laica y científica, y ella no admite la violencia como instrumento para la coerción, disciplinamiento, castigo y represión de niños y jóvenes. La censura aún se pre- senta en muchas instituciones, e incluso las universidades; sigue siendo un método de control, coerción y represión, parte de lo que he denominado como violencia simbólica. La violencia física sucede muy raramente. Quizás es más co- mún encontrar casos de violencia discursiva/simbólica hacia adentro de las escuelas, que corresponde a la reproducción de estas viejas prácticas pedagógicas de castigo, represión y disci- plinamiento, que eran más bien, normas y sanciones que ope- raban legítimamente en un terreno implícito que correspondían a lo que se llama en ciencias de la educación, el “currículum oculto”. Muchas prácticas quedaron en la memoria de quienes nos antecedieron, mientras que otras, prevalecen con cierta vi- gencia, pero en la clandestinidad e intimidad de la vida escolar. Bibliografía BOURDIEU, Pierre Y PASSERON, Jean-Claude. La reproducción. Elementos para una teoría del sistema de enseñanza. México: Editorial Fontamara, 3° Edición. 1998. GOFFMAN, Erving. Estigma: la identidad deteriorada. Buenos Aires: Amorrortu Editores, 1º Edición, 1998.
  • 32. 30{ } Revista MOVIMIENTO Willy Viera A. Sociología-Universidad Nacional Pedro Ruiz Gallo, Lambayeque, Perú willva_3000@hotmail.com matanzasLas de yBarrios Altos La Cantutadel en el gobierno ex presidente peruano Alberto Fujimori Fujimori L os casos más emblemáticos por el me- gajuicio a Alberto Fujimori están re- feridos a los asesinatos perpetrados por el Grupo Colina en noviembre de 1991 y julio de 1992. Barrios Altos Seis miembros del grupo Colina asesinaron a 15 personas en- tre ellos un niño de ocho años y dejaron a otras 4 con graves heridas la noche del 3 de noviembre de 1991 en Barrios Altos, una zona popular del Cercado de Lima (Lima-centro). Los ase- sinos estaban fuertemente armados y portaban pasamontañas que ocultaban sus rostros. El hecho ocurrió mientras los vecinos del solar ubicado en el Jirón Huanta No. 840 realizaban una pollada para reunir fondos con la finalidad de reparar el edificio. Cerca de la medianoche, los seis miembros del grupo Colina, que llegaron al lugar en dos vehículos, reunieron a todos los asistentes en el primer piso y los acribillaron; La policía encontró en el lugar 111 casquillos de en la escena del crimen, que dieron cuenta de la crueldad con la que habían actuado los asesinos. Se trató de la primera incursión del grupo paramilitar presun- tamente creado por el Ejército para llevar a cabo una lucha de baja intensidad (guerra sucia) contra la subversión que asolaba el país. Este hecho marcó el inicio de una serie de ejecuciones extrajudiciales perpetradas por el grupo Colina, con la anuencia de las Fuerzas Armadas y del presidente de la República. La Cantuta La madrugada del 18 de julio de 1992, dos días después del atentado con coche bomba que estremeció Miraflores y dejó una veintena de muertos, Integrantes del grupo Colina ingresa- ron a la Universidad Enrique Guzmán y Valle-La Cantuta y se- cuestraron a nueve estudiantes y un profesor de dicha casa de estudios. Los secuestrados fueron conducidos hasta un descampado ubicado a la altura del kilómetro 1,5 de la autopista Ramiro Pria- lé, donde fueron torturados y asesinados por sus captores, quie- nes sospechaban que pertenecían al grupo terrorista Sendero Luminoso (SL). Los integrantes de Colina enterraron los cuerpos de las vícti- mas en zanjas que los habían obligado a cavar antes de ejecutar- los. Pero días después, los restos de las víctimas fueron desen- terrados y llevados a otra zona alejada de Lima, la quebrada de Chavilca, en el distrito de Cieneguilla; donde fueron incinerados. Luego de una paciente investigación, periodistas de la revista “Sí” dieron con el lugar donde fueron enterradas las víctimas, el 8 de julio de 1993, concluyendo la angustiante búsqueda de los familiares que durante un año perseguían la pista de sus seres queridos. Meses después se descubrió también el lugar donde las diez víctimas fueron acribilladas. Punto crítico El escenario en el cual se desarrollaban todas las operacio- nes maquiavélicas encabezadas por el ex presidente Alberto ˆ
  • 33. 31{ } Violencia, miedo y seguridad Fujimori y su cúpula integrada por Vladimiro Montesinos, daban origen a la inestabilidad social, político y económico en los años 90, asimismo, la inseguridad imperaba en todos los poderes del Estado peruano, vale decir poder ejecutivo, legislativo y judicial, aferrándose a la mínima democracia del poder del pueblo, el ejecutivo concentró los poderes en el servicio de inteligencia nacional y en inteligencia del ejército en manos de Vladimiro Montesinos y Hermosa Ríos, quienes eran los aliados políticos y militares de ese entonces; generándose entre los ciudadanos un ambiente de temor y miedo si no estaban a favor de lo que imperaba en ese entonces, considerado el gobierno más anti- democrático e injusto de toda la historia peruana, en la cual los Derechos Humanos quedaban de lado para hacer prevalecer los suyos, la sociedad en general pasó a hacer amordazada y, limitándose a cuestionar la gestión del presidente, en las uni- versidades se perdió esos espacios de concertación, de diálogo y libertad de expresión en los medios de comunicación, es por ello que nuestros hermanos los estudiantes de la Cantura fueron eliminados por pensar y actuar distinto a los demás, por hacer valer sus derechos como seres humanos y no como manifiestan hasta la actualidad un sector minúsculo del rezago del fujimoris- mo comparándolos con Sendero Luminoso. En otras palabras, no es que Fujimori haya ordenado matar a las victimas de Barrios Altos y La Cantuta, es que esos asesina- tos se dieron en el marco de una estrategia aprobada, avalada y defendida por éste. En tal contexto el hilo conductor subyacente fue la eliminación de presuntos terroristas y sus órganos o ba- ses de apoyo. La estrategia específica acordada para ello fue la identificación, ubicación, intervención y eliminación física de los integrantes y simpatizantes de los grupos terroristas. Los delitos de asesinato y lesiones graves ocurridos en Barrios Altos y La Cantuta fueron acciones objetivas, de estrategia y pa- trón táctico de operaciones especiales de inteligencia contra la subversión terrorista, de notoria ilegalidad y clandestinidad que no son avalables por el ordenamiento jurídico nacional e inter- nacional del cual se aparta plenamente o lo subordinan sistemá- ticamente. La sala que consideró el juicio y sentencia del ex presidente y su cúpula manifestó que no hay evidencia suficiente que rompa la presunción de inocencia, por lo que no se tiene por demostra- do que estas personas hayan pertenecido a Sendero Luminoso. En último caso, el hecho de la pertenencia o no de las víctimas a una organización subversiva no constituye un atenuante para los crímenes de Fujimori. Comparto la idea con el sociólogo Nelson Manrique en la cual manifiesta que la ratificación a 25 años del ex presidente cons- tituye la victoria más importante que se ha logrado en el Perú durante los últimos tiempos en la lucha contra la impunidad, ratifico lo que sostiene el sociólogo Julio Cotler con respecto a que existió una ruptura de la coalición que sostenía al régimen autoritario. BarriosAltosyLaCantuta(Fotos:Caretas) blog.pucp.edu.pe/media/1309/ 20081127-xinoxb02.JPG
  • 34. 32{ } Revista MOVIMIENTO personal eviolenciaSensación de en la ciudad de Caracas: una breve aproximación S alir a las 6 p.m. desde la universidad a la casa, vivir en el oeste de la ciudad, sentir que en la estación de tren cualquiera puede represen- tar una amenaza para tu seguridad personal, ver en la llegada de la luna y la noche no una oportunidad para descansar contemplando la belleza y los sentimientos asociados a este astro del cielo, sino la señal de que debes apresurarte a llegar a casa y encerrarte detrás de las incontables rejas que limitan el ingreso del hampa. Cualquiera parece tener algún motivo por el cual la ciudad de Caracas se ha vuelto tan peligrosa, y hasta diarios extranjeros o informes multinacionales lo demuestran, por ejemplo, el diario El País de España presentó un reportaje cuyo título es “La violen- cia desangra Caracas” donde se utiliza como excusa periodística el relato de la situación que vivió una familia venezolana para describir en imágenes un suceso que, según publicó el diario “El Tiempo” y el informe de la revista “Foreing Policy”, le ocurría a 130 de cada 100.000 habitantes para el año 2008: son víctimas de homicidio. Ahora bien, presentar un análisis sobre la situa- ción de la violencia en Venezuela resulta complicado ya que la creciente cantidad de factores que inciden sobre este fenómeno es cada vez más diversa; malas políticas públicas, pandillas juve- niles, corrupción en cuerpos de seguridad policial, pobreza, etc. A pesar de esta situación, lo que si puede ser expuesto es la sensación que se genera en la sociedad venezolana a causa de la violencia que se vive a diario, donde uno de los principales causantes de este sentimiento, según Martín Barbero (2000) en Briceño, León (2007), es “la creciente información de que Héctor González Sociología-Universidad Católica Andrés Bello, Venezuela hector_gonzalez_2@ucab.edu.ve disponemos de eventos de violencia: los medios contribuyen al miedo, los medios de comunicación permiten que el miedo sea igualitario y generalizado, pues la difusión de la situación de cri- minalidad hace que sea vivida como cercana en lugares lejanos y ajenos a los sucesos”1 . Sumándose a estas consideraciones, la aparición de lo que se conoce como Web 2.0, concepto con múltiples definiciones e inicialmente asociado a Tim O’Reilly, pero que en general apunta a destacar el desarrollo de tecnología Web basada en comuni- dades de usuarios y una variedad especial de servicios, como las “redes sociales”, los “blogs”, los “wiki”, entre otros, los cuales permiten el intercambio ágil y de mucha eficiencia de la infor- mación. Este auge tecnológico ha permitido la difusión de informa- ción aun más rápido que los medios de comunicación tradicio- nales (radio, televisión, prensa), y ha convertido la Internet en el lugar ideal para obtener información en tiempo real sobre el acontecer diario, la información en relación a la violencia no escapa del rango de acción del Internet, organizaciones como quieropaz.org han comenzado a utilizar el poder comunicacio- nal de la Web para rastrear los delitos y crear un mapa del deli- to en Venezuela (para más detalles visite: www.quieropaz.org). Una encuesta realizada vía la comunidad digital Twitter, mostró cómo, ante una única interrogante: si tuvieses que definir la vida en la ciudad de Caracas, ¿cuál sería esa palabra?, las respues- tas se aproximan al mismo patrón, ninguna tiene relación con una visión positiva de la vida en la ciudad, palabras como: fatal, 1 Ávila y Briceño, León. 2000. ˆ
  • 35. 33{ } Violencia, miedo y seguridad complicada, estresante, caótica, violenta, insegura, impredeci- ble, resultaron las más comunes en la muestra tomada de forma aleatoria entre los usuarios de la comunidad mencionada. Una simple y básica aproximación al fenómeno, sin otra nor- ma metodológica que la simple invitación publica y abierta a colaborar, por medio de la Web, con los esfuerzos académicos, produjo resultados esperados y comunes con respecto al obje- tivo del presente texto: comentar la incidencia de los medios de comunicación en la creación de una conciencia sobre el fenó- meno de la sensación de violencia e inseguridad personal en la ciudad de Caracas. El estudio de la violencia en Caracas y en muchos países de Latinoamérica requiere de inmensos esfuerzos económicos y humanos si se quiere tener una fotografía que realmente de- termine las causas y genere posibles caminos de salida, con esta premisa la vía parece acercarse a mancomunar visiones, capitales e iniciativas desde las grandes instituciones guberna- mentales del país y desde las asociaciones civiles que luchan por mostrar desde sus nichos científicos y académicos una realidad. Sin embargo, el clima de polarización política que vive el país, además de la abierta y publica negativa de parte de los muchos sectores de la sociedad a trabajar de forma unida, parece gene- rar más dificultades que respuestas, esperemos que el tiempo y el desarrollo de la conciencia política y social nos lleve por el camino más adecuado. Bibliografía ÁVILA, O. y BRICEÑO-LEÓN, R. “Percepciones y realidades de la violencia en la televisión”. En: Anuario ININCO, año 11, 2000. BRICEÑO-LEÓN, R. “Violencia, ciudadanía y miedo en Caracas” En: Foro Internacional 189, volumen XLVII (3). México, julio-sep- tiembre, 2007. EFE, “Caracas tiene los más altos índices de violencia brutal y de homicidios, dice revista Foreign Policy”. (http://www.eltiem- po.com/mundo/latinoamerica/home/caracas-tiene-los-mas- altos-indices-de-violencia-brutal-y-homicidios-dice-revista-fo- reign-policy_4577666-1) 01/10/2008, última consulta 03/2010. PRIMERA,Maye(mayeprimera.blogspot.com).LaViolenciaDes- angra Caracas. (http://www.elpais.com/articulo/internacional/ violencia/desangra/Caracas/elpepiint/20091006elpepiint_8/ Tes), 06/10/2009, última consulta 03/2010.
  • 36. 34{ } Revista MOVIMIENTO La reinserción socialde los en de la ex presos políticos década del 70 Santiago del Estero P ara la sociedad argentina el discurso tan- tas veces citado y repetido en demasía por el ex presidente Raúl Alfonsín sobre la democracia, “es la con que se come, se cura y se educa”; representó durante la recién recuperada forma de gobierno representativa, un hilo de esperanza capaz de alejarnos del pasado macabro del que recientemente lográbamos salir. En palabras de Beatriz Sarlo, son entendidas de una manera más pragmática: “con la democracia se gobierna, después se verá como”. Sin embargo, a razón de cómo fueron los resultados que la historia argentina demuestra en cualquier caso, ambas guar- dan un significado reflexivo muy profundo. Con nuestro trabajo hemos hecho un intento de comprender la manera en que los ex presos políticos de Santiago del Estero de la última dictadura militar (1976-1983) pudieron reinsertarse en la sociedad a partir del retorno de la democracia. Referido al término reinserción, la Enciclopedia Espasa Calpe (2005) la define como “el hecho de integrar en la sociedad quie- nes vivían al margen de ella”. Desde este concepto nos enfoca- remos al cómo los protagonistas de este estudio tuvieron que “reinstalarse” en la sociedad, la misma que durante el proceso militar los consideró “subversivos”, “rebeldes”, “comunistas” y en muchos casos, “unos irrecuperables sociales”. Pusimos énfasis en la manera cómo después de recuperar su libertad, los ex presos políticos comenzaron a restablecer sus vidas, consiguieron un trabajo y volvieron a formar parte de la sociedad civil. En sí, todos y cada uno de los mecanismos que llevaron adelante para sumarse a la cotidianeidad y “el volver a empezar”; formaron parte de nuestro pormenorizado análisis. Consecuente a esto, nuestros propósitos se ajustaron a: ◊ Explorar cómo los ex presos políticos de Santiago del Estero se reinsertaron socialmente, a partir del retorno de la de- mocracia en 1983. ◊ Describir los distintos procesos políticos, económicos y so- ciales que pasaron y llevaron adelante para su reinserción en la sociedad santiagueña. ◊ Conocer los diferentes mecanismos que llevaron adelante para expresar sus ideas y las organizaciones que surgieron como respuesta al sentido de reinserción en los últimos 25 años. ˆ Hernán Campos, Walter Díaz, Facundo Kalin, Gastón Segura Sociología-Universidad Nacional de Santiago del Estero, Argentina kurtcovain_08@hotmail.com Panóptico. www.madrimasd.org/blogs/salud_publica/2008/02/24/85273
  • 37. 35{ } Violencia, miedo y seguridad Para ello realizamos una experiencia de campo e hicimos uso de los relatos y experiencias vividas por los ex presos políticos asociando a esto, también, un trabajo descriptivo y exploratorio del contexto argentino y santiagueño desarrollado en las últimas décadas por sus protagonistas. Nos centramos en pensar la reinserción de los expresos polí- ticos desde el retorno democrático. Es decir, pensar la relación ocurrida en el contexto nacional de la década del 80 para ate- rrizar en el ámbito provincial; recorriendo desde los objetivos planteados, el entramado de relaciones entre la política y la so- ciedad hasta llegar al presente. Siguiendo a Hugo Vezzetti, queremos destacar ciertos rasgos de la reinserción social: “se trata de una práctica social que re- quiere de materiales, de instrumentos y de soportes”. Su forma y su sustancia no residen en formaciones mentales y dependen de marcos materiales, de artefactos públicos, ceremonias, li- bros, films, monumentos y lugares. Uno de los puntos analizados fue el concepto de “insilio”. Du- rante los años 70, en los países del cono sur se acuñó el término “insilio” para describir la experiencia de exilio interior experi- mentada por aquellos que, si bien no habían sufrido la cárcel o el destierro, habían pasado los años del terror de Estado vivien- do como parias dentro de sus propios países, en una especie de aislamiento e incomunicación que protegía sus vidas pero los alienaba de su entorno. Utilizamos el mismo neologismo para describir una experiencia inédita poco estudiada: la sensación de extrañamiento, de alienación, de no pertenencia -en pocas palabras, de “insi-lio” o exilio interior- vivida por muchos ex pre- sos y/o ex exiliados que en el presente neoliberal de veinte años después del terrorismo de Estado se sienten como fantasmas errantes de un tiempo para siempre perdido. En un marco de profundidad metodológica extrajimos de sí mismos sus experiencias de vida en aquellos años y su manera de volver a empezar en una sociedad no muy acostumbrada a hablar de ciertos temas y con el tabú del pasado reciente como centinela de cualquier acción deliberada que se intente llevar a cabo. Con la recuperación de la democracia a partir de 1983, se constituyeron filiales del Servicio de Paz y Justicia (SERPAJ), de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos en el Colegio de Abogados, subsistiendo la Liga Argentina por los De- rechos del Hombre. La Asamblea Permanente por los Derechos Humanos resulta de una autoconvocatoria en 1975 de personas provenientes de los más diversos sectores sociales, políticos, intelectuales, sindicales y religiosos argentinos, en respuesta a la creciente situación de violencia y de quiebra de la vigencia de los Derechos Humanos que se escalaba en el país. Con otros organismos de análogo propósito les correspondió la difícil y riesgosa tarea de defender la vida y el derecho durante los trá- gicos años de la dictadura militar (1976-1983). Dentro de esa conjunción de entidades defensoras de los Derechos Humanos, la A.P.D.H. tuvo ciertas particularidades que le permitieron jugar un papel propio y por otra parte, ampliamente reconocido por la opinión pública en el país y en el extranjero. En Santiago del Estero con la llegada de la CONADEP, este organismo se encargó de recibir las denuncias a los ex presos políticos y familiares de desaparecidos. Actualmente, la provincia está trabajando con la Asociación por la Memoria, la Verdad y la Justicia (que agrupa en su seno a los familiares de desaparecidos y ex detenidos por razones po- líticas) y la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, que funciona con oficinas en la calle de la ciudad capital. En síntesis, creemos que el presente condiciona esta recupe- ración del pasado. Pero además, que la causa de la reinserción no sólo depende de la fuerza y la perdurabilidad de sus sopor- tes, sino también de una acción que sea capaz de renovar su impacto sobre la sociedad. Panóptico. inciclopedia.wikia.com/wiki/Archivo:Pan%C3%B3ptico.jpg