1. HEROS, EL AMIGO DE LOS HUMANOS
En un lejano bosque de un apartado país, habitaba una manada de lobos. Corrían
entre los espesos árboles capturando a sus presas y vivían estupendamente.
La manada nunca se separaba y cooperaban todos para capturar a los animales
herbívoros que les pudiesen servir de alimento.
El jefe de la manada era un gran lobo gris, amigo de todo el mundo. Se llamaba
Wolf. La hembra más popular se llamaba Sita, y era la novia de Wolf. Era la
mejor cazadora de la manada y por eso era ella siempre la primera en atacar. El
resto de lobos le ayudaban a sujetar a la presa y, cuando por fin la habían cazado,
formaban todos los lobos un gran círculo y devoraban al animal. Las hembras les
llevaban una ración de carne a sus lobeznos, que se ponían muy contentos
cuando veían llegar a su madre con el almuerzo. En esa manada, a ningún
lobezno se le permitía salir de su guarida antes de cumplir los cuatro meses, por
lo que sus madres debían llevarles todos los días la ansiada comida.
Un día, la manada se fue de caza dejando solos a los lobeznos en sus guaridas.
Un cachorro travieso llamado Heros, único hijo de Sita y de Wolf, decidió
explorar los alrededores de la guarida, y con sus dos meses y medio salió al
exterior a investigar por el campo. Corrió y corrió persiguiendo conejos y liebres
y de pronto se dio cuenta de que estaba perdido en medio del bosque. Nunca
había tenido tanto miedo.
Caminando bajo los espesos árboles consiguió llegar a un lago donde pudo beber
agua. Estando allí medio adormilado, divisó a lo lejos unas siluetas que se
movían de un lugar a otro. Esos seres no se parecían ningún animal de los que
pudiesen habitar en el bosque. Mas no obstante, Heros se quedó dormido al
instante.
2. Ya era de día. El sol había salido hacía horas y todos los lobos se habían ido a
cazar. El aventurero lobezno ya se encontraba en su guarida. Sus compañeros le
contaron que Wolf había ido a rescatarlo por la noche, al darse cuenta de su
desaparición. Heros les dijo a sus amigos que había divisado a lo lejos a unos
seres que no parecían animales salvajes. Los cachorros se asustaron tanto que se
fueron a la punta de la cueva y empezaron a correr y a chillar como locos. En ese
momento llegaron los adultos. Sita llevaba un trozo de carne en la boca que
regaló a su hijo. Los lobos pequeños les contaron a sus padres lo que su amigo
aventurero les había dicho y todos se quedaron paralizados. Más tarde Wolf le
explicó a su hijo, Heros, que esos seres podían ser humanos, los grandes
enemigos de los animales salvajes.
Pasaron las semanas y una mañana los adultos no pudieron ir de caza, puesto que
un viejo lobo vio a varios humanos arrasando con todos los árboles que
encontraban a su paso. Esto les hizo tomar medidas de precaución: no salieron a
cazar durante varios días, así que la manada pasaba mucha hambre. Cuando pasó
una semana, los lobos todavía no habían probado bocado alguno y Wolf decidió
que era hora de ir saliendo al campo. Heros y todos lo otros cachorros ya habían
cumplido cuatro meses, y en cuanto pudieron salieron de caza con los adultos.
Iban caminando, cuando divisaron a lo lejos a varios humanos talando todos los
árboles que veían. El inexperto Heros corrió hacia donde estaban las personas,
siempre había deseado estar junto a los humanos y ser manso con ellos, y ahora
que tenía la oportunidad, no la iba a desperdiciar. Cuando Sita vio a su lobezno
corriendo en dirección a sus grandes enemigos, salió detrás de él, pero ya era
muy tarde, porque Heros le llevaba gran ventaja. Se tuvo que conformar
observando lo que ocurría. Allí estaba el cachorro, haciéndole fiestas a un
hombre alto y fuerte que vociferaba y le lanzaba piedras desesperadamente.
De entre los matorrales salió una niña que intentó calmar al hombre.
-¡El lobito no le ha hecho nada, por favor, no le haga daño, bastante daño estáis
haciendo destruyendo su bosque! – exclamó la niña.
3. -¡De acuerdo! – exclamó el forzudo hombre – Pero que no se acerque más a mí.
Entonces, la niña retiró a Heros de allí y observó como el cachorro volvía con su
madre.
Al volver con la manada, Heros intentó explicarles a todos lo sucedido. Mas
viendo que los lobos no querían escucharlo, Heros comenzó a contar que una
niña le había ayudado a escapar del lugar donde estaba el humano que vociferaba
contra él. Entonces, todos los de la manada llegaron a la conclusión de que no
todos humanos eran malos.
Wolf bajó la cabeza y se fue andando lentamente hacia la sombra de una encina.
Allí podría pensar tranquilamente.
Pasaron varios meses. Hacía un par de días los humanos habían desaparecido del
bosque. Una tarde de verano, Heros salió de paseo. Cerca del lago en el que
bebían todos los días, estaba la niña que le ayudó una vez. El lobezno se acercó a
ella y le lamió las manos. Entonces, la muchacha, que se había asustado mucho al
ver llegar al lobo, reconoció a Heros. Como si el lobo pudiese entenderla le
susurró:
-He logrado mi objetivo. Esos hombres han dejado talar árboles y destrozar
plantas hace poco tiempo. Nunca más intentarán destrozar vuestro bosque. Son
taladores. Los convencí explicándoles el daño que hacían destrozando el bosque,
porque destrozaban muchas vidas. Entonces, dándose cuenta del mal que
provocaban, partieron del bosque hacia otro lugar, en el que talarán solamente
una pequeña parte de los árboles, para que luego crezcan más fueres.
Entonces, en el momento en el que Heros y la niña marchaban caminando juntos,
una niña llamada Molly despertó en su cama. El día anterior, Molly vio en la
televisión un documental que trataba sobre los taladores y vio como destruían el
hábitat natural de los lobos. La niña recordaba perfectamente todos los detalles
de su sueño. Quizás alguna vez pudiese hacerlo realidad…
4. Heros,
Heros,
el amigo de los humanos
Autor: Niebly L11