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1
Diego Gabriel Dolgopol
Los anticuerpos
La depuración ideológica del tercer
gobierno de Perón, 1973- 1974
2
Para Myriam, mi compañera de siempre.
Para mis hijos, Julieta, Tomás y Mateo.
Para todos los que aportaron a mi formación.
A quienes bregaron por otro mundo, en su memoria.
3
El material que esta a punto de leer es de libre circulación. Si así lo
desea, compártalo, imprímalo y distribúyalo. Sólo se solicita que se
cite la fuente.
4
Índice
Introducción………………………………………………………………………………4
Capítulo I: El peronismo en el poder: ¿fin del empate?..................................9
Capitulo II: Soñar y despertar. Perón en la Argentina. De Ezeiza a la renuncia
de Cámpora. ………………………………………………………………………………………14
Capítulo III: La escalada del macartismo. Brevísimo estado de la
cuestión…………………………………………………………………………………………….32
Capítulo IV: Julio- setiembre de 1973. La JP, el cerco y la reorganización del
movimiento………………………………………………………………………………………..39
Capitulo V: Hacia la tercera presidencia: los refugiados chilenos, el
“Documento Reservado” y la cacería.. ……………………………..…………………..55
Capitulo VI: Noviembre – Diciembre de 1973…………………………………………62
Capitulo VII: Enero- marzo de 1974………………………………………………………84
Capitulo VIII: Marzo- Julio de 1974…………………………………………………….116
Epílogo. Por mencionar su nombre………………………………………………………162
Bibliografía………………………………………………………………………………………164
5
Introducción.
“la Juventud Sindical Peronista es el brazo político que decide crear
los anticuerpos necesarios para defender el movimiento” (El Caudillo,
23-11-1973).
Dos cuestiones vienen a mi mente al intentar explicar porqué me puse a
trabajar en este libro. Allá, a mediados de los noventas, vi por primera vez
el documental “Cazadores de Utopías”, de David Blaustein. Por supuesto
abunda en críticas hacia Perón, pero la que llamó más mi atención fue la
intervención de Martín Caparrós, cuando decía:
Perón era algo que había que soportar porque bueno, porque era así.
Estaba todo el tiempo semi cagándote. Entonces vos tenías que salir a
explicar que te había dado una palmada en la espalda cuando en realidad te
había dado terrible patada en el orto.
Luego, en 2011, me encontraba haciendo un seminario de Historia
Argentina del siglo XX en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, con un
conocido historiador de la “Izquierda Nacional”. Daba esa clase uno de los
profesores que colaboraba con él, y llegó, lógicamente, la cuestión de la
violencia en el tercer gobierno de Perón: Villar, Margaride, López Rega, etc.
Entonces pregunté si podían darse semejantes niveles de violencia desde el
Estado sin conocimiento y consentimiento de Perón. Un fuerte murmullo
recorrió el aula. El profesor –por otra parte, un muy buen profesor- dio
considerables rodeos para terminar admitiendo que “no podían darse ese
tipo de sucesos sin el conocimiento de las más altas autoridades”. Me llamó
la atención cuánto le costó decirlo. El “no jodan con Perón” con el cual el
sindicato La Fraternidad había empapelado Buenos Aires había pasado hacía
rato; se suponía que venía de sectores más ortodoxos. Sin embargo, desde
el “progresismo” peronista, en ese momento supuestamente encarnado en
el kirchnerismo, el tema también producía una fuerte incomodidad.
Es que se ha impuesto una forma de pensar absolutamente inmovilizadora.
Si planteo que durante el tercer mandato de Perón de cometieron crímenes
6
aberrantes que él no podía desconocer, y que además los avaló, me puedo
encontrar con:
a- La indiferencia.
b- Que se me acuse de “ser funcional a la derecha”.
c- Que se me acuse de “gorila”.
d- Que se me enrostre la mejora en las condiciones de vida en la clase
trabajadora en los dos primeros gobiernos peronistas, como si uno lo
negase y como si una cosa justificase la otra.
e- Que se me iguale con quienes sentían desprecio por las clases
subalternas de 1946 en adelante, con mitos tales como que
levantaban el parquet para hacer asado, etc.
Nada de eso. Se trata de salir de la imagen del líder infalible. Este libro
pretende modestamente hacer visible una verdad que ya creemos
irrefutable: Perón consintió e impulsó crímenes aberrantes contra la
izquierda en general, contra la de su Movimiento en particular, y a veces
contra simples opositores, como el caso de Hipólito Solari Yrigoyen.
Tampoco estuvieron exentos quienes escapaban de furiosas dictaduras de
países limítrofes. Este accionar fue el germen del genocidio del 76.
Esto nos introduce en otro problema, que no podremos dejar aquí resuelto,
pero sí planteado: ¿puede considerarse al período 73- 76 como
democrático? Si bien la llegada al poder de Perón por tercera vez es
incuestionable ¿basta con el sólo funcionamiento formal de las instituciones
para hablar de democracia? ¿Puede revisarse este concepto, cuando un
gobierno elegido en comicios limpios echa mano a métodos ilegales de
represión, y a legislación de una dictadura anterior? Queremos entonces,
con el relato que sigue, poner en cuestión este punto: la inclusión del tercer
gobierno de Perón y de su esposa como parte de los gobiernos
democráticos de la Argentina del siglo XX. No sólo por los aspectos
represivos más concretos –torturas, asesinatos, etc.- sino también por
impulsar –aunque no eran una novedad- conceptos como el de infiltrado,
subversivo, apátrida, que serían ampliamente utilizados por los golpistas del
76. Y no para quienes, en última instancia, violaban el código penal, sino
para la simple oposición ideológica.
7
No puede hablarse de “desbordes”. Ningún gobernante puede garantizar
que sus fuerzas de seguridad no los cometan. Pero aquí entran a jugar dos
cuestiones. Una: que actitud toma ese gobernante frente a ellos. Dos: si
bien en la derecha fascista del peronismo en el período que estudiamos
actuaron fuerzas policiales, actuaron también numerosos grupos que venían
del sindicalismo o, directamente, de la delincuencia, y fueron reclutados
para tal fin. Y se articularon entre sí.
Tampoco se pretende cargar las tintas sobre Perón para exculpar a las
organizaciones armadas. Simplemente no son ellas el objeto de estudio de
este libro. Pero, en todo caso, sufrieron la violencia fascista entre el 12 de
octubre de 1973 y el 1 de julio de 1974 muchas otras personas de la
política, del sindicalismo y de la cultura, que simpatizaban, que colaboraban
de forma absolutamente periférica, o que nada tenían que ver con ellas. Lo
cual no justifica, de todos modos, el accionar para estatal y terrorista contra
quienes si integraban organizaciones armadas.
Somos también de la idea de que no se trata únicamente de algún tipo de
perversión personal del viejo Líder o de algún integrante de su entorno más
cercano. Entendemos que había una clase social que reclamaba orden, y
que estaba dispuesta a ir cada vez más lejos para conseguirlo.
Por supuesto somos conscientes que la violencia para- estatal no nació con
Perón. La burguesía argentina ha echado mano a ella siempre que fue
necesario, e incluye también al otro gran caudillo popular del siglo XX,
Hipólito Yrigoyen. Basta mencionar solamente a la Liga Patriótica, actuando
en verdaderos pogroms durante Semana Trágica, o los fusilamientos de la
Patagonia. Cuando Kurt Wilckens atenta contra el Coronel Varela, éste no
estaba ni encarcelado, ni siendo juzgado ni degradado.
También fue dura la policía en los dos primeros gobiernos de Perón, y
también fue usual el uso de la picana eléctrica, entre otras sutilezas. Pero –
como señala Verbitsky- es uno de sus ejecutores, el Teniente Coronel
Osinde, quien viene junto a Perón en el 73. ¿Podía Perón desconocer estos
antecedentes de dicho personaje?
Por otro lado, veremos cómo el general se recuesta en el sindicalismo que
negoció con la dictadura, que lo traicionó y que hizo muy poco por su
regreso. Lo hará también en notorios criminales que habían sido expulsados
8
de las fuerzas policiales, y, en general, en un lumpenaje de todo calibre.
Toda la que fue la plana mayor de la Triple A fue nombrada por él.
El 18 de octubre de 2006, los restos de Perón son trasladados a la quinta 17
de octubre, en San Vicente. Más allá de la bochornosa batalla campal entre
sectores del sindicalismo que precedió al acto, recuerdo que a la vera del
camino, un hombre de avanzada edad, sostenía una pancarta. En ella se
leía: “General, gracias por el Estatuto del Peón de Campo”. ¿Pretendemos
desconocer o minusvalorar los avances en materia social que se verificaron
durante el período 1943- 1955? Nada más lejos de ello. Pero creemos
valioso poner en cuestión el hecho de que una figura de la importancia de
Perón, que efectivamente significó un mejoramiento en las condiciones de
vida de tantos argentinos, puede quedar intocada cuando se trata de su
responsabilidad en torturas y asesinatos.
¿Justifican los años dorados de la clase trabajadora bajo el peronismo una
muerte? ¿Justifican los beneficios sociales –sin duda inéditos en la Argentina
de pos- guerra- la picana eléctrica en los testículos de un detenido?
Mas que traer certezas –lo cual sería un poco soberbio de nuestra parte- se
pretende generar preguntas para pensar el rol que jugó entre setiembre de
1973 y julio de 1974, nada más y nada menos que el hombre que partió en
dos la historia argentina del siglo XX.
Nos adentraremos en estas cuestiones entonces. El texto que el lector tiene
en sus manos, fue pensado para una lectura ágil, que brinde un panorama
claro del tema en cuestión, pero evitando en lo posible notas al pie y
excesivas llamadas que entorpezcan el recorrido. No es, por lo tanto, -como
se notará fácilmente- un texto académico, ni en su forma ni en sus
pretensiones. Sin embargo, hemos sido muy respetuosos con las fuentes, y
hemos consultado, sobre todo, la prensa de la época, como la mejor forma
–a nuestro entender- de brindar de alguna manera una visión del espíritu
del período que abordamos.
Este trabajo fue realizado por alguien que vive de dar clases en enseñanza
media y superior no universitaria. Por lo tanto, forman parte de su
elaboración momentos de descanso en una sala de profesores, viajes en
colectivo, visitas a bibliotecas públicas, etc. Esa forma de trabajo le da un
sabor especial, ya que me ha implicado un esfuerzo extra. Pero creo que ha
valido la pena.
9
Ojala el ocasional lector opine lo mismo.
10
Capítulo I
“el General Perón puede estar tranquilo, porque mientras nosotros
tengamos la Juventud Sindical Peronista que tenemos, jamás
entrarán en nuestro gremio los bichos colorados” Felix Cuello,
vicegobernador de la provincia de Santa Fe. (Noticias, 17-12-1973).
El peronismo en el poder: ¿fin del empate?
Los años que van desde 1955 a 1973 son planteados, desde el peronismo,
como los años del “empate”, en los cuales esta fuerza política no puede
recobrar el poder, pero tampoco permite que se consolide. Por otra parte,
cualquier partido que accediese al gobierno en esas condiciones, iba a ser
irremediablemente ilegítimo con el partido mayoritario proscripto.
Este punto de vista ha ganado terreno en la historiografía sobre el tema.
Sin embargo, podemos plantear –y sostener- otra visión: la burguesía
argentina ya ha probado diversas fórmulas para disciplinar al movimiento
obrero y a sectores revolucionarios; ninguna ha sido exitosa. Sólo resta
permitir el regreso de quien, con su prestigio y su autoridad dentro del
peronismo, podía recrear las condiciones de “normalidad” para relanzar la
acumulación capitalista.
Las características del movimiento que vuelve al gobierno en 1973 no eran
las anteriores al derrocamiento de Perón. Habían transcurrido dieciocho
años de proscripción en el marco de la Guerra Fría y se ponía de manifiesto
la radicalización de una parte importante de la sociedad, que percibía al
capitalismo como esencialmente injusto y pensaba que debía y podía ser
reemplazado. La variedad de vías y proyectos para ese cambio y sus
características eran muchas y variadas.
Por lo demás, podemos decir que el peronismo, fuera del poder, sea por la
retórica del líder, o por las posiciones que van ganando esos sectores
propensos al cambio –y que abrevaron en otras tradiciones ideológicas- se
había corrido a la izquierda. Y el intento de eliminarlo de un plumazo de la
vida política argentina se había mostrado del todo ineficaz.
11
Uno de los caminos adoptados por quienes impugnaban el capitalismo era la
lucha armada. Algunos creían que esta transformación era imposible sin el
movimiento mayoritario. Otros, fuera del peronismo, desconfiaban
profundamente de su conductor.
Tampoco todos los sectores –los que optaron por la violencia y los que no-
coincidían en la profundidad del cambio. Unos, planteaban iniciar un
proceso que finalmente llegase a “barajar y dar de nuevo”, ante estructuras
sociales que consideraban caducas. Otros, apostaban a lo paulatino, y a que
el itinerario de este cambio generase mejores condiciones de vida pero sin
transformar radicalmente el lugar que cada uno ocupaba en la sociedad. Y
otros –finalmente- detentaban posiciones de privilegio, que aspiraban a
conservar y/o aumentar.
Estos últimos se encontraban, por lo general, fuera del peronismo, oscilando
sus sentimientos desde la preocupación hasta el pánico. Los más lúcidos,
sin embargo, estaban resignados a tolerarlo, si esto significaba encauzar
este verdadero hervidero que significaba el amplio abanico de expectativas
y demandas insatisfechas, para que se desplegase sin poner en cuestión el
orden social existente.
Y es justamente esa amplitud uno de los pilares del problema. El Perón del
exilio los necesitaba a todos –se hablaba jocosamente de su “abrazo
eléctrico”, en referencia a la instantaneidad con que los prodigaba a
personajes del más diverso pelaje ideológico- para que su movimiento
retomase el poder. El tiempo demostraría que jugó con fuego de forma al
menos irresponsable, teniendo una desmedida confianza en su autoridad. Y
que, además, su objetivo era reencauzar el orden que la burguesía
reclamaba.
El general había explotado, en el exilio, el concepto “socialismo nacional”.
Qué entendía Perón por eso, y qué interpretaban los demás, fue tema de
interminables confrontaciones y debates. Richard Gillespie señala, con
razón, que fue en este terreno, deliberada y prolijamente ambiguo. José
Pablo Feinmann afirma que, en la película de Getino y Solanas
“Actualización doctrinaria para la toma del poder”, hay enormes esfuerzos
por arrancarle una definición revolucionaria que Perón no les da. Solamente
lanza el famoso “para el enemigo ni justicia”, que utilizará luego para
aplastar toda disidencia, sobre todo en su movimiento.
12
En otro reportaje, realizado por Tomás Eloy Martínez, había dicho:
Así fui parar en los años treinta a Italia. Elegí Italia porque allí,
indudablemente, se estaba produciendo un… digamos, un ensayo de un
socialismo nuevo en el mundo. Hasta entonces el socialismo había sido el
socialismo dogmático, marxista. Allí, en Italia, se estaba produciendo un
socialismo sui géneris, un socialismo nacional, un socialismo italiano, que
era el fascismo. Ese mismo fenómeno se producía también en Alemania.
Con esta cita no pretendemos caer en el reduccionismo de simplificar a
Perón como un fascista. Creemos que no lo era; el peronismo no reunía
todas las características de dicho movimiento. Aunque no tenía
inconveniente en codearse de fascistas de todo pelaje, si eso sumaba. Pero
es evidente que de allí, a un proceso que pusiese en cuestión la propiedad
privada de los medios de producción y diera el poder a la clase trabajadora,
había distancias enormes.
Tal vez quien planteó una definición más cercana, por oposición, fue Vicente
Solano Lima, compañero de fórmula de Cámpora. Curioso: lo hace en plena
euforia, con Dorticós y Allende flanqueando a Cámpora el día de la
asunción:
Con la expresión “socialismo nacional” salimos al cruce a otra cosa: salimos
al cruce al socialismo marxista. Entre lo que el socialismo nacional es, está
lo que no es: socialismo marxista.
Imaginamos que esta definición de Solano Lima, en un clima de euforia
como el del 25 de mayo del 73, no debe haber tenido amplia audiencia. Lo
cierto es que, habiendo jugado con esta ambigüedad, Perón castigará
duramente a quienes se aparten de la doctrina justicialista.
Entonces, será éste un problema fundamental. Para decirlo en pocas
palabras: para el sector más ortodoxo del peronismo, el objetivo de máxima
era retornar a los años gloriosos. Un nacionalismo que redistribuya, un
capitalismo con cierta tendencia a la autonomía, una alianza de clases
donde la fuerte presencia del Estado fuese a conciliar y/o laudar en las
inevitables contradicciones. Y allá, por encima de todos, un conductor, que
13
ejercía una “conducción pendular”, es decir, inclinándose tanto a derecha
como a izquierda, de acuerdo a las necesidades del momento, para
mantener el frente unificado, con la burocracia manteniendo sus posiciones
de privilegio. Recordemos, aunque no es objeto del presente trabajo
analizar este punto, que es el esquema que hace eclosión entre 1954-55.
Por otro lado, los sectores que – también desde el peronismo- apostaban al
cambio más profundo, que se oponían a la derecha del movimiento, y que
se habían visto alentados por las referencias del propio Perón en lo relativo
a que el mundo marchaba inevitablemente a la liquidación de un capitalismo
caduco, tomaban el esquema que describimos antes como la base, como la
plataforma desde la cual partir para avanzar hacia el socialismo. ¿Por qué?
Porque, entre otras cosas, este cambio radical no podía encararse desde
afuera del movimiento mayoritario.
Ahora bien, vemos que esta radicalización dentro del peronismo se da en la
confluencia de una serie de organizaciones conocidas en conjunto como la
“Tendencia”, por representar una tendencia revolucionaria dentro del
movimiento. Estas organizaciones fueron creadas por Montoneros, de
acuerdo con el sector social al que pretendían abarcar. Eran ellas la JP
(Juventud Peronista, que ya había conocido una fundación anterior, a
principios de los sesentas), la JTP (Juventud Trabajadores Peronistas), la
JUP (Juventud Universitaria Peronista), el MVP (Movimiento Villero
Peronista), el MIP (Movimiento de Inquilinos Peronistas), y la UES (Unión de
Estudiantes Secundarios).
Una de las características de la Tendencia era su gran poder de
movilización, que venía con un gran impulso desde la campaña electoral, y,
si vamos más atrás, desde el Cordobazo y el ciclo de luchas contra la
dictadura del cuál éste forma parte. En el período que estudiamos, como
veremos, tuvieron oportunidad de demostrar dicho poder de convocatoria
en reiteradas oportunidades.
Sin llegar a este grado de masividad, otros sectores de izquierda, desde
afuera del peronismo, planteaban también la impostergable necesidad de
terminar con el sistema capitalista y avanzar hacia el socialismo. El PRT
(Partido Revolucionario de los Trabajadores) y su brazo armado, el ERP
(Ejército Revolucionario del Pueblo) constituyeron los intentos más
14
acabados del momento. Aunque no puede soslayarse a la OCPO
(Organización Comunista Poder Obrero).
La Tendencia fue un problema para Perón. Mejor dicho, se constituyó en un
problema que él mismo impulsó. Indócil, cuestionadora, con poder de
convocatoria, y con elementos ideológicos que pretendían remozar la
doctrina peronista, cuando vio que no podía manejarla, optó por eliminarla.
Este era el panorama, a grandes rasgos, hacia setiembre de 1973.
15
Capìtulo II.
Soñar y despertar. Perón en la Argentina. De Ezeiza a la renuncia
de Cámpora.
Perón regresó el 20 de junio de 1973 y a los sucesos de violencia de Ezeiza,
al día siguiente, no los mencionó, ni los impugnó, ni los investigó. Nadie fue
preso por la matanza. Desde el Estado aseguró la impunidad de un sector
del peronismo e inició una ofensiva para desplazar a los sectores
radicalizados del movimiento. Así se produjeron las intervenciones
federales. La expulsión de los Montoneros debe verse en ese proceso; llega
el momento en que Perón se define claramente a favor de los sindicalistas.
Alicia Servetto, LA VOZ DEL INTERIOR, 24/10/2010
Ezeiza –se suele afirmar- ha sido el verdadero comienzo del tercer gobierno
de Perón. De todos modos, el clima se fue gestando con anterioridad. Una
semana antes de la Masacre, El Descamisado denunciaba un clima
macartista que de alguna manera anticipaba lo que iba a venir.
Pero bastó la primera chispa de macartismo lanzada al aire por alguien,
para que rápidamente esos hechos les fuesen atribuidos a infiltrados y
provocadores.
Luego, se quejaban sobre cómo la gran prensa comercial tomó el tema y
avanzó en titulares planteando el enfrentamiento entre peronistas y
trotskistas. Denunciaban la reaparición del Movimiento Federal, la Alianza
Libertadora Nacionalista, la Confederación Nacionalista Universitaria, un
autodenominado Consejo de Seguridad del Movimiento Peronista, etc.,
todas agrupaciones de ultraderecha. Así, los condimentos necesarios ya
estaban presentes. Pero un elemento tan importante como la mayor
movilización de masas de la historia argentina fue determinante para que,
creada la atmósfera, se desarrollase el drama. Y en lo ideológico, la
publicación planteaba el proyecto de la Tendencia, que sería durísimamente
desmentido por el mismo Perón días después:
16
Y nadie ignora que hace años que él (Perón, n/a) viene hablando de que la
única posibilidad de avanzar es reemplazando este sistema caduco y
explotador por un socialismo que respete nuestras características
particulares. Es decir, el socialismo que construye el pueblo.
El 20 de junio de 1973, la sangre que regó el suelo de Ezeiza mostró de
manera descarnada cuál era el viraje que se había producido. Los hechos
son bien conocidos, y el libro de Horacio Verbitsky los explican muy bien.
Cabe consignar, simplemente –siguiendo a este autor- de quiénes vino
rodeado Perón, en manos de quiénes dejó la organización del acto de masas
más grande de la historia argentina.
El teniente coronel Jorge Osinde tenía un largo recorrido como torturador,
que venía de los primeros gobiernos del general. El uso de la picana
eléctrica no fue excepción en ningún gobierno democrático. Tampoco entre
el 46 y el 55.
Utilizando este artefacto y todo tipo de golpizas a sus detenidos, Osinde los
conminaba a que firmasen su culpabilidad ante atentados, actos opositores,
etc. Luego de Ezeiza, será señalado por la tendencia como responsable,
desde una pseudo secretaría de deportes. Pero se dejaba pasar por alto por
pedido de quien pudo obtener ese cargo el ex jefe de la custodia del líder
del justicialismo.
José Ignacio Rucci ostentaba dos cualidades que corrían parejas: su
peronismo y su macartismo, ambos a ultranza. Era muy firme en él, la idea
de que el peronismo era la mejor barrera contra el comunismo. En realidad,
si nos atenemos a las primeras manifestaciones de Perón entre el 43 y el
46, no estaba para nada equivocado.
Con él –dice Verbitsky- se instala el macartismo como práctica diaria y
decisiva en la conducción sindical. Ongaro y Tosco le parecen
¨provocadores” o “bonetes”, Rodolfo Walsh “un sucio marxista”.
Se rodeó de lo peor del matonaje sindical fascista, a quienes protegió y
entrenó.
17
Formaba parte del entorno también el general Iñiguez, de larga trayectoria
golpista, incluso contra el mismo Perón, en 1951. Junto con ellos, veremos
a otros personajes que saldrán a nuestro encuentro en estas páginas.
Veinticinco años después de la masacre, un militante de la derecha sindical,
recordaba para el diario Los Andes:
Periodista: ¿Quién cree que disparaba desde los árboles?
Raúl Bartolomé: En ese momento pensé que eran comunistas.
P.: ¿Usted era anticomunista?
R.B.: Si, si era anticomunista.
P.: ¿Consideraba que Montoneros eran comunistas?
R.B.: No sé si los veía como comunistas, sino como una oposición que había
que limpiar… (…) Quiero que quede claro que Montoneros no fue el que
abrió el fuego.
Pensemos entonces en el grado de macartismo que estamos describiendo.
Desde El Descamisado se denuncia que fueron torturados Victor Raúl
Mendoza, Luis Ernesto Pollizón, José Britos, Juan Duarte, Alberto Formigo,
Dardo Jose Gonzalez, Juan José Pedraza y José Almada. Se pretendía
hacerles confesar su presunta relación con “el ERP, los bolches y Agustín
Tosco”. Y estamos en el 20 de junio: aún no había sido asesinado Rucci,
aún no había sido atacado el cuartel de la localidad bonaerense de Azul, que
son dos hitos fundamentales en el despliegue de la furia olímpica de Perón.
Semanas después, el secretario general de la CGT dirá que “yo pienso que
no podemos imputar a la gente que estaba en el palco ninguna
responsabilidad en los hechos”. Este tipo de declaraciones eran, además,
una provocación.
Pero la acusación de infiltrado –justo es decirlo- no era exclusividad de la
derecha, También desde la izquierda del movimiento –con menos
intensidad- se profería este agravio, que tan dramáticas consecuencias
tendría luego. Escribía Dardo Cabo, luego del frustrado retorno triunfal:
Porque ellos son los infiltrados con sus fusiles y su salvajismo.
18
Se percibe, de todos modos, que está respondiendo a acusaciones previas.
Pero no eran infiltrados. Estaban avalados por el propio Perón.
Tomemos uno de los testimonios de los torturados. Se trata de Alberto
Formigo, integrante de la JP. Cuenta que luego de los cadenazos de rigor:
Me quisieron hacer firmar el papel, que decía que yo era comunista y que
había llevado una ametralladora casera. Pero no lo firmé. (…) habían roto
un velador con el que me querían aplicar picana. Es decir, hacerla completa.
A Formigo lo salva la intervención de Leonardo Fabio, muy discutida de
todos modos. Luego, comienza a recibir llamadas intimidatorias en su casa.
Como vemos, el método Osinde: torturar para que la víctima firme su
culpabilidad. Como dijimos y diremos varias veces: ¿Podía desconocer Perón
estos procedimientos, que se remontaban a sus primeros gobiernos?
Cuando –como dice Abal Medina- le llegó la información que quien provocó
los disturbios fue la tendencia: ¿No se le generó la más mínima duda sobre
la veracidad de dicha información, y sobre cómo fue obtenida? Perón no era
precisamente un iniciado o un ingenuo en política. Todo lo contario. Tal vez
el político más astuto del siglo XX argentino, estaba, además, muy bien
informado, y conocía al dedillo las prácticas policíacas y del lumpenaje
sindical para hacer hablar a alguien.
Una vez sucedida la masacre, desde el Descamisado, por ejemplo, se
sostuvo un discurso que tendía a señalar a los grupos fascistas que no
permitieron el reencuentro de Perón con su pueblo. Es decir, el líder
justicialista era ajeno a esto. Sin embargo, ya desde ese momento, en el
mensaje que el general dio luego de Ezeiza, comenzaba a plantear su
posición con absoluta claridad.
Los peronistas tenemos que retomar la conducción de nuestro Movimiento,
ponerlo en marcha y neutralizar a los que pretenden deformarlo desde
abajo y desde arriba. Nosotros somos justicialistas, levantamos una
bandera tan distante de uno como de otro de los imperialismos dominantes.
No creo que haya un argentino que no sepa lo que ello significa. No hay
nuevos rótulos que califiquen nuestra doctrina y a nuestra ideología.
19
Es decir, se terminó eso del Socialismo Nacional, de que el mundo marcha
al socialismo, etc. Es el retorno a la ortodoxia, a las “veinte verdades
peronistas”. Y la señal de largada para que actúen los “anticuerpos”.
(…) Los que ingenuamente piensan que pueden copar nuestro Movimiento o
tomar el poder que el pueblo ha reconquistado se equivocan. Ninguna
simulación o encubrimiento por ingeniosos que sean podrán engañar a un
pueblo que ha sufrido lo que el nuestro y que está animado por una firme
voluntad de vencer”.
“Por eso deseo advertir a los que tratan de infiltrarse en los estamentos
populares o estatales que por ese camino van mal (…)
Comenzaba, como ya señalamos, la utilización más profusa de un término
de nefastas consecuencias en el período que se abría: el de infiltrados. El
Descamisado, por citar un ejemplo, asimiló el golpe. Dijo que el discurso de
Perón fue “claro. Preciso. Y sereno”.
La CGT, que tuvo el rol principal en la masacre, dio a conocer luego un
comunicado firmado por José Ignacio Rucci. Acusaba a un “minúsculo grupo
de genuinos representantes de las fuerzas anti-nacionales, exponentes de la
sinarquía internacional”, etc.
A nivel regional, ya comenzaba a verificarse un giro hacia la derecha. Esto
vehiculizaba una lectura diferente y más amplia desde la izquierda no-
peronista, concretamente desde el PRT. En su periódico El Combatiente,
vinculaba los hechos de Ezeiza con el golpe de Estado en Uruguay, un
intento de golpe contra Allende en Chile, y la articulación de la CIA. Es
decir: Perón no era ajeno a este giro regional. Era un elemento activo más
de la derechización en sudamerica.
Lo que puede verificarse, revisando la prensa peronista de la época, es que
Ezeiza fue un bocado imposible de digerir, por lo cual, una correcta lectura
de lo allí sucedido no fue posible. Es razonable, si miramos con comprensión
el asunto, que para quienes durante muchos años habían puesto en la
figura de Perón y en su retorno tantas expectativas, la idea de que Ezeiza
representaba el giro que el mismo Perón quería darle a las cosas fuese
intolerable. El retorno parecía el final de un largo ciclo de frustraciones, y
un camino hacia la liberación social, ya impostergable.
20
Y de repente, Ezeiza. ¿Cómo procesarlo? Desde el editorial de Militancia, se
señala como responsables de no permitir el reencuentro de Perón con su
pueblo a la burocracia sindical y a Osinde. Dan cuenta de las duras palabras
hacia la Tendencia que citamos más arriba, pero en un malabarismo
increíble, creen ver un nuevo volantazo del estratega genial:
Pero un análisis más frío, más definido, con la comprobación de los hechos
posteriores que produjo el general Perón, permite comprender la estrategia
global del Conductor del Movimiento y del Pueblo.
Le corresponde a Perón la responsabilidad de velar por el conjunto del
Pueblo, sea este o no peronista, sea o no revolucionario. Es una
responsabilidad que nadie le endilgó, pero que el General asume, por propia
decisión, porque comprende que o se salva todo el Pueblo o no se salva
nadie. Así, no es que deje abandonados a los revolucionarios1
, sino
que desde su inmensa influencia, que hace que hasta sus hasta ayer (sic)
enemigos más violentos se aferren al liderazgo de Perón para que los
proteja, comienza un duro trabajo para ordenar al Estado argentino y
reorganizar el Movimiento Peronista.
Además –agregaba- el tono y el lenguaje utilizado por Perón, tenía como fin
tranquilizar a todos los sectores, incluso los no peronistas, y abrir la
instancia de una investigación sobre lo sucedido. Que, por otra parte, no se
producirá nunca.
La JP entendió que la derecha del Movimiento había sobre todo intentado
evitar el contacto de Perón con el pueblo porque de allí saldría un proceso
revolucionario. Es curioso: al repasar las numerosas fotos de esa
impresionante movilización, se nota algo extraño en las imágenes de Perón
que portaba la tendencia. La mayoría son de un Perón ya mayor, con ese
aire algo más refinado que trajo de Europa, más delgado, charlando
distendido, de traje. Se podría pensar que para quienes creían que era un
líder revolucionario, encajaba más la imagen de un Perón de la década del
cincuenta, en mangas de camisa, arengando al pueblo. Más cercano a Evita.
1
El destacado es nuestro.
21
Pero no. Por algún extraño motivo elegían una iconografía muy alejada de
un proceso que se radicalizaría.
¿Estaba realmente desinformado el general? ¿Reaccionó como lo hizo
porque estaba convencido de que en Ezeiza se lo quiso asesinar? Es difícil
responder con certeza estos interrogantes, aunque ya reflexionamos sobre
ellos más arriba. Pero, en todo caso su malestar hacia Cámpora y su
gobierno venían desde el mismo 25 de mayo de 1973.
Así lo relata el Dr. Pedro Ramón Cossio, hijo del médico de cabecera de
Perón, y que a su vez realizaba guardias médicas en Gaspar Campos:
Advierto que había una cierta desconfianza del medio y del general Perón
hacia Cámpora. Porque estaba muy insatisfecho de dos o tres aspectos que
habían ocurrido en la Argentina. Primero: la amnistía del 25 de mayo de
1973, cómo había sido llevada a cabo.
La segunda: la presencia en el gabinete del Dr. Cámpora de dos figuras que
él no aprobaba, que era el Dr. Esteban Righi y el Dr. Puig. Y la tercera
situación que se mencionaba en esos días, fue de la manera, de cómo se
organizó el acto del 20 de junio de 1973, donde se permitió, o pudo
permitirse, que entraran infiltrados que pudieran haber matado al general
Perón.
Nosotros pensamos que la tesis de que Perón podía ser asesinado en Ezeiza
es absurda. No se trataba de terminar con su vida, sino de que se incline
hacia uno de los sectores del movimiento, como efectivamente hizo.
También relata Cossio los desaires que Perón le hacía a Cámpora; cómo
este anunciaba al país que salía a visitar al general, ingresaba a Gaspar
Campos, y luego de un par de horas salía hablando a la prensa sobre el
encuentro. La verdad era otra: Cámpora esperaba en vano, ya que Perón no
salía de su habitación, mientras seguía todo el periplo por televisión.
El Dr. Seara –otro de los médicos personales del líder justicialista-, narra
esta conversación con Perón, el día que lo conoció:
Perón: La verdad –dijo el general- es que yo le prestaba mucha atención a
Evita. Mucha atención. Yo escuchaba mucho lo que Evita me decía acerca
de la política. Y Evita me dijo que mi más fiel colaborador era el Dr.
22
Cámpora. Y yo le hice caso, entonces lo puse a Cámpora como presidente…
¡Y fíjese lo que pasó!
Seara: ¿Qué pasó general?
P.: Y… fíjese. Se dejó copar por los comunistas. Pero además de los
comunistas, ¡Por el hijo! Que es una persona… tiene costumbres
desagradables… Y mire doctor, ¡mire con lo que me encontré! ¡Mire en el
quilombo que me metieron!
Juan Manuel Abal Medina, en ese momento secretario general del
Movimiento, da su interpretación de los hechos. Pero no recurre a la teoría
de la genialidad del estratega, sino que, solapadamente, adscribe a la del
cerco:
“Periodista: -Ya se preparaba el regreso definitivo de Perón y la tragedia:
Ezeiza.
Abal Medina: -Si. Después de la asunción de Cámpora, se armó el
comando del “Operativo retorno”. Formaron una banda con Jorge
Osinde, un hombre mediocre, una bestia, Norma Kennedy y Brito
Lima2
. Yo sostenía que no debía existir la comisión: el gobierno era
peronista y debía ser el Estado el que preparase el regreso. Después
sucedió lo que ya sabemos. Fue una provocación de la ultraderecha pero
también de una estupidez de los Montoneros que se dejaron llevar a ese
terreno. También muchos sectores sindicales se prestaron a la provocación.
Hasta el 25 de mayo habíamos podido mantener un equilibrio interno, pero
después el asunto se iba de las manos. Se lo dije al general antes del 20 de
junio: el movimiento, con esos grupos sueltos, era incontrolable. ¿Cuáles
grupos? me preguntó. Su secretario López Rega, concretamente, le dije…
P: -¿Qué respondió Perón?
A.M. – Me dijo: “Pero no doctor, son las locuras de siempre de Lopecito, no
se preocupe”. Sin ese factor loco, Ezeiza no hubiese sido posible. Ezeiza fue
2
El destacado en nuestro. ¿Pudo armarse ese comando sin el visto bueno de Perón?
23
un quiebre del cual no logramos reponernos. Yo logré juntar en mi casa a
Lorenzo Miguel con Roberto Perdía (de Montoneros). Logramos parar a
Rucci y a la CGT y que Montoneros enfriasen un poco el clima. Pactamos
para desplazar a Osinde y a López Rega: conseguimos lo de Osinde y no
juntamos fuerza política para echar a López Rega. Con Cámpora fuera de
carrera, el proceso se encaminaba a nombrar a Isabel como vice…
P: -Después de la masacre Perón le echó la culpa a la izquierda.
A.M.: - La información que le llegaba era esa.
P: -¿Todavía cree en la teoría de que Perón estaba aislado por López Rega?
A.M.: -Por un lado el entorno tenía enorme influencia. Pero además los
montoneros lo desafiaban. Me hace acordar a la famosa marcha a Olivos:
ellos empeoraban las cosas cada vez más, le cuestionaban el liderazgo.
Pero luego, al finalizar la entrevista, Abal Medina esboza una autocrítica:
(…) tendríamos que haber sido más enérgicos en el uso del poder cuando
fuimos gobierno con Cámpora: de haber evitado Ezeiza muchas de las cosas
que pasaron después no hubiesen ocurrido.
María Antonia Berger, sobreviviente de la Masacre de Trelew, hacía un
paralelo con Ezeiza. Los militares, al no poder resolver una situación
políticamente, la controlan militarmente, es decir, a través de la violencia.
Desde el palco, habría sucedido lo mismo.
Ahora bien: decíamos más arriba que desde algunos sectores de la
izquierda –concretamente el PRT- se vincularon los sucesos de Ezeiza con
un giro a la derecha de carácter regional, por supuesto, impulsado por
Estados Unidos.
El 22 de junio, en la OEA, el subsecretario de Relaciones Exteriores
argentino, Jorge Vázquez, da un discurso de fuerte tono antiimperialista,
señalado por la prensa como el más radical de los allí escuchados. Hizo un
24
vehemente llamado a la unión latinoamericana, pero que incluya a Cuba y
excluya a Estados Unidos.
Basta de ingerencias en nuestros asuntos internos –dijo Vázquez. Y
propugnó por la abolición definitiva de todo tipo de instrumento que excluya
a Cuba de la hermandad latinoamericana.
Atacó, además, a las empresas multinacionales, puntualmente a la ITT.
Como sabemos, esta empresa jugó un rol clave en la caída de Salvador
Allende. ¿Se puede vincular el giro de Perón a la derecha con el hecho de
desandar la política exterior de Cámpora? Sabemos, hoy, que uno de los
grandes cuestionamientos de Perón era, justamente, a la cancillería.
Al desastre de Ezeiza, le siguió una fuerte campaña antiizquierdista desde
diversos sectores. Quedó de manifiesto que el gobierno no controlaba
totalmente a sus servicios de inteligencia. Tal es así que se filtró a la prensa
–no por casualidad- un informe que acusaba a FAR, FAP, ERP y Montoneros
de ser quienes iniciaron el ataque contra el palco desde el que debía hablar
Perón. Pero además, acusaba a Righi de haber ordenado el repliegue de la
policía federal cuando los pobres muchachos de Osinde pedían ayuda para
enfrentar a “los troskos”. Este informe fue desmentido por el mismo Righi,
pero circuló, sin embargo, y desde el mismo gobierno. Es decir, se
conspiraba contra Cámpora desde adentro.
Repercusiones del discurso de Perón
El discurso anti juvenil y macartista de Perón fue entusiastamente saludado
por Balbín, sobre todo en lo referente a la “infiltración”. Alende lo apoyó en
general, sin referirse a ese punto, lo mismo que Álvaro Alsogaray.
El 23 de junio, Perón visitó a Balbín. Según el líder radical, más allá de las
obvias expresiones sobre lo fructífero de sostener un diálogo, coincidieron –
y lo harán muchas veces más-, en la necesidad de “pacificar el país”.
Veremos más adelante que entendían por esto.
Desde el justicialismo, en muchos casos las declaraciones eran una carrera
por la obsecuencia. Deolindo Bittel –gobernador del Chaco, luego candidato
a vicepresidente en el retorno democrático de 1983-, dijo que el discurso
25
“disipa cualquier duda” –lo cual era cierto- y que Perón “se tutea con los
más grandes héroes de nuestra República”. Por supuesto, recibió también el
apoyo de fuerzas políticas de centro y de derecha, de la UOM y de la Iglesia.
Mientras tanto, la presión en la región se hacía sentir cada día más. El 26
de junio, el presidente de Uruguay, Bordaberry, disuelve el parlamento, en
un acto más del drama hacia el que se encaminaba el Cono Sur. Pocos días
después, Salvador Allende enfrentaría un alzamiento militar, conocido como
“El Tanquetazo”, que si bien fue sofocado, sirvió para medir la reacción
popular en defensa del gobierno. El mismo ensayo se daría en nuestro país
unos años después.
Como dijimos, sería ingenuo pensar que la CIA era ajena a estos
movimientos, y la presión comienza a hacerse sentir con más fuerza, en el
sentido de “poner orden”. La burguesía latinoamericana reclama otras
condiciones para su acumulación. Incluso esto se tradujo en acciones del
mismo gobierno de Cámpora. Se convocó a la prensa para exhortarla a no
publicar solicitadas de organizaciones armadas; Cámpora se reunió con el
jefe de la SIDE, Righi pidió a la ciudadanía que denuncie “actos de
intimidación pública por parte de individuos o grupos armados” y se dispuso
a terminar con las numerosas ocupaciones de lugares de trabajo,
universidades y colegios, que se venían dando. En tanto, desde medios
vinculados al nacionalismo de derecha –como el diario Mayoría, publicación
oficial- se hacía ya circular la versión de que el general Iñiguez reemplazaría
a Righi. (Falta la ley de asociaciones sindicales)
Preocupaba también la ola de secuestros, aunque nada se sabía sobre los
verdaderos culpables de la Masacre de Ezeiza. Mientras desde distintos
medios ligados a la Tendencia se ocupaban de López Rega, Osinde, Rucci,
etc., desde el gobierno se hacían vagos señalamientos hacia el
“imperialismo”, pero sin ir más allá. Otro clásico del peronismo: el concepto
“imperialismo” como forma de poner todas las culpas afuera.
Este grado de movilización y de acción directa, será presentado por la
derecha del Movimiento como un caos generado por la incompetencia de
Cámpora y su elenco, y como muestra de que se iba muy a la izquierda.
No nace allí la idea de un alejamiento del presidente: esta fue siempre una
posibilidad. La cuestión era presentarla como un desplazamiento forzado,
no voluntario.
26
El ex delegado, ya el 6 de julio, luego de reunirse con Perón, declaraba que
los cargos de ministros
Están siempre a disposición del presidente en lo que hace a dejar su tarea
cuando este así lo considere conveniente. Esto comprende a todos los
hombres del movimiento, incluyendo al presidente.
Cabe la aclaración: cuando Cámpora habla de la disponibilidad de los cargos
hacia “el presidente”, esta hablando de Perón.
El 12 de julio, los rumores de renuncia ya son fuertes, y Rucci anuncia
“hechos importantes”. Finalmente, todo se consuma el día 13.
¿Cómo interpretar la renuncia de Cámpora?
¿Era Cámpora el gobierno de La Tendencia? Dice la historiadora Ana
Costilla:
“Cámpora no encabezó un gobierno de la Tendencia Revolucionaria, ni se
radicalizó hacia la izquierda, obligando al propio Perón a recuperar el poder
mediante un golpe de “palacio”. Fue su administración la que puso en
marcha el corazón de la estrategia reformista de Perón para contener el
proceso revolucionario abierto en 1969.”
Las principales tesis que plantea esta historiadora son:
a- La visión que se ha impuesto de Cámpora como un gobierno de La
Tendencia viene sobre todo del exitoso libro de Miguel Bonasso sobre
el tema.
b- La Tendencia logra el 18% de los cargos, cuando le correspondía el
25.
c- Perón da “libertad” a Cámpora para las designaciones, pero se
reserva tres puestos claves: Bienestar Social (López Rega) Trabajo
(Ricardo Otero) y Economía (Ber Gelbard)
27
d- Los cargos que sí pudo elegir Cámpora, no pertenecían a la
Tendencia y su “progresismo” podía ponerse en cuestión: Righi, que
no provenía específicamente de la izquierda peronista, y puso como
intendente de Buenos Aires a Leopoldo Frenkel, proveniente de la
derecha; Ricardo Puig, de discursos antiimperialistas, había dado
clases en la Escuela Superior de Conducción Peronista, un órgano de
la ortodoxia; Jorge Taiana, al frente de Educación, promovió una Ley
Universitaria con el fin de “poner orden” en los claustros. Robledo
(Defensa) Benítez (Justicia) y Carcagno (Comandante del Ejército) no
descollaban por sus antecedentes hacia la izquierda precisamente.
e- En el caso de los “gobernadores montoneros”, ninguno lo fue. Perón
había ordenado para gobernador de provincia un político y para vice
un sindicalista. En ningún caso hay nadie con ligazón hacia la
Tendencia, más allá de algún gesto de simpatía que pudo haberse
dado después, pero que no modificó la sustancia del asunto.
Por lo demás, su breve gobierno combina medidas que pudieron
presentarse como progresistas, con otras que buscan frenar la movilización
popular y reencauzar el orden. El restablecimiento de las relaciones con
Cuba, por ejemplo, suele ser presentado como un gesto antiimperialista;
pero es la burguesía argentina la que está interesada en hacer negocios
explotando mano de obra argentina. Y el “Pacto Social”, también se inicia
en su gobierno, buscando disciplinar a la clase obrera, conteniendo y
postergando sus demandas, incluso las reformistas.
Finaliza Costilla:
Como acabamos de ver, Cámpora no encabezó un gobierno copado por la
Tendencia Revolucionaria, ni se radicalizó hacia la izquierda propiciando un
golpe interno por el propio Perón. El grueso de su personal político
pertenecía a la llamada “ortodoxia” peronista y a lo más granado de la
burocracia sindical. El elenco político más útil a Perón y a la burguesía en la
etapa (Celestino Rodrigo, Lopez Rega, Otero, Osinde, etc.) llegó al gobierno
28
con Cámpora, y no contra él. Más aún, fue su administración la que ejecutó
la puesta en marcha del corazón de la estrategia reformista de Perón, el
Pacto Social, para reencauzar dentro de los marcos institucionales una
situación social que comenzaba a desbordarlos.
Veamos ahora la versión que el mismo Cámpora dejó de su renuncia:
Yo conservaba siempre la intención de culminar el mandato recibido: así me
lo requerían las aspiraciones del pueblo argentino que permanentemente
quiso verlo (a Perón n/a) en la primera magistratura del país. Pero debí
postergar la adopción de medidas tendientes a posibilitar el traspaso del
gobierno, porque lamentablemente padeció un trastorno bronco- pulmonar
del que tardó varios días en recuperarse. Finalmente, el 4 de Julio, una vez
mejorado de su enfermedad pasajera, tuvimos una entrevista a solas. En
ella le expresé: “Señor, sé que si la ciudadanía argentina el 11 de marzo, en
lugar de haber visto en las boletas electorales mi modesto nombre hubiera
visto su dignísimo nombre, hubiera votado con más cariño, con más fe y,
por ende, con más esperanza”. A lo que me respondió: “Yo, doctor
Cámpora, siempre he estado a disposición de mi pueblo”
(…) Algún amago irresponsable de medrar y colocarme en la cresta de un
proceso que no les pertenecía, pretendiendo así empañar mi cristalina
decisión con arteras sospechas de que ella respondía a otras presiones que
no fueran las de mi conducta moral.
Esteban Righi, citado por Jorge Bernetti, habla en el mismo sentido:
Cámpora no se fue empujado por nadie, sino por su propia voluntad. Señala
que estuvo con Lorenzo Miguel, y que no vio en él intenciones de sacar
ventaja de la situación. Es que para eso estaba Rucci.
Entonces, vemos cómo desde el camporismo se nos presenta la renuncia
como una decisión voluntaria. Desde el sindicalismo, por el contrario, crecía
el cuestionamiento y la intención de empujar al presidente hacia una salida
forzada. El vice- gobernador de la provincia de Buenos Aires, Victorio
Calabró, declaraba:
29
(…) con Perón se solucionaría un gran problema político- ideológico. Negar y
dudar de que nuestro gobierno necesita una limpieza profunda sería un
problema de tontos.
Rucci había declarado: “se acabó la joda”.
Sin embargo, con la brutalidad acostumbrada, quien más claras dejaría las
cosas sería Luis Barrionuevo, Secretario de Prensa de la CGT. Retengamos
estas declaraciones, porque echan luz sobre las verdaderas motivaciones de
esta movida política:
Los que tienen la torta quieren que Perón garantice que no habrá desborde
por izquierda. (…) los hechos posteriores al 11 de marzo y al 25 de mayo de
1973 demuestran la necesidad de que el movimiento obrero asuma un
papel protagónico y nosotros vamos a motorizarlos (…) Nadie discute que el
único que puede poner orden en el país es Juan Domingo Perón.
Paradójicamente, es lo que se planteaba desde la izquierda: Perón vino a
poner orden y a salvar al capitalismo argentino.
La renuncia de Cámpora puede ser vista, entonces, como una señal de
largada para la derecha del movimiento, cumplida una primera etapa de
reacomodamiento y “orden”. El partido justicialista de Córdoba se pronunció
inmediatamente pidiendo la renuncia de Obregón Cano y de Atilio López
“para facilitar la histórica gestión a emprender por el teniente general Juan
Domingo Perón”. No explicaba, de todos modos, en que la dificultaba.
Obregón Cano, días después, tuvo que negar que en su gobierno hubiese
infiltración marxista.
Ya es conocida la maniobra realizada: una vez producida la renuncia del
presidente y del vice, correspondía que asumiese el presidente provisional
del Senado, Díaz Bialet. Pero se lo envía en comisión al extranjero,
nombrándolo embajador extraordinario y plenipotenciario en una misión de
exploración para fijar la posición argentina en la IV Conferencia de los
Países no- alineados, a realizarse en Argel. Esto facilitó el nombramiento de
Raúl Lastiri, descripto por Miguel Bonasso como “un personaje de la
picaresca, un hombre de cabaret, de voz aguardentosa…” Un personaje
absolutamente menor, pero eficiente sin embargo para la depuración.
30
Perón, que declaraba permanentemente respetar la institucionalidad
democrática, permitió, al menos, esta maniobra.
FAR y Montoneros lanzaron sendos comunicados, reforzando la teoría del
cerco a Perón por parte del imperialismo y su agente, López Rega. Lo
curioso es que esperaban que quien detuviese esta conspiración fuese el
mismo Perón. Señalaban:
Estos conspiradores, agentes del imperialismo, son –entre otros- el ministro
de Bienestar Social, José López Rega, que fue responsable de la comisión
organizadora del acto del día 20 de junio y que logró ubicar a su yerno,
diputado Lastiri, en el cargo de presidente provisional, desplazando a quien
le correspondía legalmente, el Senador Díaz Bialet.
Mencionaban también a Rucci, Osinde, Norma Kennedy y Alberto Brito Lima.
Olvidaban consignar que, para el Ministerio del Interior, puesto clave debido
al manejo de la Policía Federal, era designado Benito Llambí, militar de
larga trayectoria golpista y anti- peronista.
Decíamos más arriba que para la derecha había sonado una señal de
largada. Y vimos también cómo el gobernador de Córdoba comenzaba a
sufrir las primeras embestidas, acusado de tolerar una supuesta “infiltración
marxista”. Pero también el sindicalismo combativo fue blanco de la
avanzada fascista: la noche del 16 de julio fue tiroteado el edificio de Luz y
Fuerza cordobés. Hombres parapetados en tres vehículos, tiradores desde
techos cercanos, un gran despliegue de fusiles FAL, metralletas, pistolas y
granadas, conformaron la modalidad del ataque. Luego serian ocupados los
edificios del SMATA, ATSA (Sanidad) y la CGT local. En el caso de Luz y
Fuerza, el ataque fue contestado desde el interior.
Los retrocesos eran verificados también por la JP. Dante Gullo, delegado por
la regional I, señalaba:
Indudablemente en estos tres días de gobierno provisional ya han pasado
algunas cosas que no estaban en el libreto.
Se refería a la detención de ocho integrantes de la JP, y a la misma
asunción de Lastiri. Y, en otro documento, señalaban que la única garantía
31
de que los “gorilas infiltrados” en el movimiento no avanzasen era con
Perón presidente cuanto antes. Imaginamos que no podían faltar,
seguramente, especulaciones sobre el hecho de que estos cambios “fuera
de libreto”, no podían producirse sin la anuencia de Perón que llevaba
adelante el programa de la burguesía. Pero se estaba aún lejos de
proclamarlo con claridad.
Rodolfo Ortega Peña y Luis Eduardo Duhalde se manifestaban en el mismo
sentido:
La toma del poder por el general Perón es un hecho revolucionario que
sintetiza todas las aspiraciones del Pueblo. El acceso al gobierno por parte
del conductor, no es más que una jugada táctica a la que debe apelar ante
el avance incontrolable de los sectores traidores y burocráticos que rodean
Gaspar Campos.
Vemos aquí otro argumento, que se va a presentar asiduamente en paralelo
con la “teoría del cerco”: la del Conductor Genial, el gran estratega que
realiza movimientos que, si bien no se comprenden en el momento, serán
indudablemente revolucionarios más adelante.
Sin embargo, en la misma publicación, arremetían contra el Pacto Social
que, como dijimos, era una herramienta fundamental para Perón ¿Se
esperaba que criticando el plan económico, el general rectificase el rumbo?
¿Cómo entender, de otro modo, esta actitud luego de levantar la consigna
“Perón al poder”? Evidentemente, se abrigaba la esperanza que, en algún
momento, Perón fuese el revolucionario que dijo que sería. Desde el PRT, y
en las páginas de El Combatiente, Mario Roberto Santucho, en tono
fraternal, escribía:
Los compañeros de la izquierda peronista, principalmente de las
organizaciones hermanas FAR y Montoneros, sostienen la tesis de que el
General Perón es en realidad un líder revolucionario, que en estos
momentos es ajeno al autogolpe apoyado por la CIA, que los verdaderos
responsables de la eliminación de Cámpora, Righi, etc., de los hechos de
Ezeiza, en una palabra, de la actual ofensiva contrarrevolucionaria, son
López Rega, Osinde y Rucci que tienen rodeado y engañado, desinformado
32
al general, que lo han encarcelado y lo obligan a avalar una política
reaccionaria que él no comparte. Amplios sectores de las masas que quieren
al general Perón, que lo consideran un genuino defensor de los intereses
obreros, piensan también que el jefe del justicialismo no tiene nada que ver
con lo que está pasando (…)
(…) Y no porque él sea un traidor, sino porque es un consecuente defensor
de su clase, la burguesía, a la que permanece completamente fiel a pesar
de no haber sido comprendido en su tiempo por gran parte de sus
hermanos de clase, por sectores de los capitalistas nacionales y extranjeros.
Cuando la burguesía podía y necesitaba hacer concesiones a las masas
Perón materializó generosamente esas concesiones. Hoy que la burguesía
se encuentra en una profunda crisis necesita reprimir duramente al pueblo y
Perón materializó y materializará sin vacilaciones esa represión.
Desde la izquierda revolucionaria, se ubicaba al mismo Perón en el centro
de esta política represiva, mientras desde la Tendencia –generalizando- se
lo hacía víctima de una trama que sólo su acceso al gobierno y al poder
podría romper. Otra publicación de Duhalde y Ortega Peña se titulaba: “El
Pacto Social, los planes de la burocracia y otras intoxicaciones”. La
argumentación era como sigue: hechos como el de Ezeiza se explicarían
como parte de la necesidad de disciplinamiento de los sectores que podían
resistir al Pacto, la disolución del contenido revolucionario del peronismo y
hasta el liderazgo del propio Perón.
Como vemos, la izquierda del movimiento no quería aún despegarse
inculpando abiertamente al general por la política represiva. También es
cierto que seguramente evaluaban –correctamente- que hacerlo implicaría,
irremediablemente, alejarse de las masas.
33
Capítulo III.
Los mecánicos hemos estado siempre en la defensa del país y nuestra
organización (…) nosotros no vamos a esperar más sentados que la
traición y la contrarrevolución marxista destruya nuestro pueblo.
Estamos dispuestos a darles batalla en todo el país, estén donde
estén, en las fábricas, seccionales, talleres, y con la movilización
activa de los mecánicos auténticos, que sólo reconocen una bandera,
la Azul y Blanca, y un Líder, el Teniente General Juan Domingo Perón
y una doctrina, la Justicialista. SMATA eliminará para siempre de
nuestras filas a quienes han actuado y actúan al servicio de la
sinarquía internacional, con apoyo de adentro y de afuera. (…) La
guerra está declarada contra los agentes del odio y la desunión
(Noticias, 22-1-1974).
La escalada del macartismo. Brevísimo estado de la cuestión.
Veremos brevemente, apelando a algunos autores –selección por supuesto
siempre arbitraria- cómo ha sido caracterizado el tercer gobierno de Perón
desde distintas miradas historiográficas.
Un elemento que llama la atención a quien se adentre en este período es el
enorme esfuerzo justificatorio –que ya vimos cuando los hechos de Ezeiza-
realizados por la Tendencia. Como dijimos, la manifiesta intención de Perón
de excluirlos –en el mejor de los casos- del Movimiento resultaba muy difícil
de deglutir. Alejandro Guerrero en su libro El Peronismo Armado, señala la
fantasía creada por FAR y Montoneros: Perón, que había tomado el poder
con el objetivo nunca disimulado de echar a la izquierda del movimiento de
todos los espacios, en realidad, venía a liquidar a la derecha.
Ya vimos en el reportaje a Abal Medina cómo funcionaba la “teoría del
cerco”, tal vez el producto más acabado de este esfuerzo intelectual. En la
marcha de la JP a Olivos –que ya veremos más adelante-, y en el desaire de
Perón a la hora de negarse a hablar con las ochenta mil almas allí
congregadas, dejaba claro que no existía tal cerco, sino que era esta su
34
voluntad. En una burla macabra, designó como contacto de la JP al mismo
López Rega.
Por supuesto que no todo se redujo a gestos políticos, sino a medidas
concretas. Algunas de estas fueron el desplazamiento de funcionarios
cercanos a la JP y Montoneros. Durante su interinato, Lastiri echa a Righi y
a Puig, y los reemplaza por Llambí y Vignes. Guerrero señala que las
“formaciones especiales” tenían margen de acción con Perón exiliado y una
dictadura, pero
No estaban ni podían estar preparadas para la presencia física en la
Argentina de un Perón abiertamente hostil. No tenían manera de explicar el
fenómeno.3
Hay un primer ensayo en Córdoba, para tantear que resistencias podían
darse en el avance de la derecha. El 15 de julio son baleados los locales de
Luz y Fuerza y Smata. Obregón Cano y Atilio López declaran que estaban
dispuestos a renunciar. El poder quedaría en manos de gente vinculada a
Obregón, pero, lo principal, es que no estaban dispuestos a oponer
resistencia popular. Dice Guerrero: “No hacía falta saber más”.
Obregón y López lograron un acuerdo momentáneo de paz con Lastiri,
Llambí y Rucci. Era poner el primer pie en el centro de la rebeldía popular
iniciada en el 69.
Estos malabarismos justificatorios, sin embargo, no eran unánimes.
Guerrero nos trae un ejemplo de la recientemente creada columna Sabino
Navarro, que declaraba:
Ninguno de los auténticos grupos revolucionarios ha sido recibido en Gaspar
Campos y sólo la juventud, después de una concentración de 70 mil
compañeros, es atendida breves minutos para luego designar representante
de la juventud peronista a un tal Yessi, secretario privado de López Rega”.
En lugar de la patria socialista, bajo cuyas consignas se reunieron
multitudes y millones de votos, se proclama el Pacto Social, proyecto
3
Guerrero se refiere al fenómeno de que se los quisiera expulsar del movimiento.
35
burgués caduco, inferior en forma absoluta a las relaciones nacionalistas y
antiimperialistas de 1945.
El ejército que nos subyugó con una tremenda dictadura es hoy elogiado
por Lastiri y López Rega
Luego pedía a Perón una rectificación de rumbo, a todas luces imposible.
El 8 de setiembre de 1973 se realizó una reunión de una supuesta JP
unificada, con sectores revolucionarios y fascistas. Fue allí (según Guerrero)
que a las FAR se les ocurrió forzar la negociación con Perón mediante el
cadáver de Rucci.
En su velatorio declaró el Ministro de Trabajo perteneciente a la UOM,
Ricardo Otero:
Has muerto para que la patria sea peronista. Has luchado contra el
zurdismo apátrida (…) Juramos sobre esta tumba que jamás ningún trapo
rojo reemplazará a la bandera celeste y blanca.
Veremos cómo pondrán en esto todo su empeño.
Automáticamente, se lanza la cacería, y su primera víctima será Enrique
Grinberg. El 26 de setiembre es tomada la casa de gobierno de Salta por la
burocracia cegetista.
Inés Izaguirre, en Lucha de clases, guerra civil y genocidio en la Argentina,
1973- 1983, hace un breve recuento de lo que fue sólo el inicio de la
escalada de violencia:
Tan sólo entre el 26 de setiembre y el 31 de diciembre de 1973, son
ejecutados o hechos prisioneros por estas bandas 23 militantes en distintos
puntos del país, además de la realización de numerosos atentados: en
Mendoza, contra el profesor de filosofía Enrique Dusell, que debió exiliarse;
en Córdoba, contra una asamblea de obreros de la construcción realizada en
la CGT local y contra el Banco Social de esa provincia; en Capital federal y
el conurbano contra la Regional I de la Juventud Peronista (JP) y contra la
Unidad Básica Mártires de Trelew.
36
Para esta autora, la ofensiva contra los gobernadores permeables a la
Tendencia había comenzado con la renuncia misma de Cámpora. Es clave el
rol de los vice- gobernadores en algunas provincias (eran sindicalistas
burócratas) y de la CGT en general. Esto prueba que la decisión de la purga
estaba tomada antes de lo de Rucci.
Si bien la curva de muertos sube vertiginosamente a partir del fallecimiento
de Perón, durante su mandato se verifica el lanzamiento del accionar de la
Triple A. No es el objeto de este trabajo –que llega hasta el 1 de julio de
1974- pero justo es decir que, según Izaguirre, a partir de esta fecha “las
bajas se multiplican por 25: los muertos por 17; los desaparecidos por 49”.
Es interesante observar que las bandas nacionalistas de Argentina que en
conjunto llamamos Triple A resultaron una vez más –como todos los
nacionalismos burgueses y su versión extrema fascista- funcionales al
capitalismo. Tenían el mismo enemigo que las Fuerzas Armadas estatales:
el anticapitalismo.
Las bajas en los meses en los que gobernó Perón, fueron, sobre todo,
pertenecientes al mismo movimiento. La multiplicación en el campo
marxista, vendrá después.
En lo referente al desplazamiento de gobernadores cercanos a la tendencia,
Alicia Servetto ha realizado uno de los estudios más completos. Señala que,
además de la depuración ideológica, los objetivos eran “la desmovilización
política y el disciplinamiento de los actores sociales”.
Los gobernadores desplazados, en orden cronológico son: Antenor Gauna
(Formosa), noviembre de 1973; Oscar Bidegain (Buenos Aires), enero de
1974; Obregón Cano y Atilio López (Córdoba), marzo de 1974. Esta autora,
sin embargo, señala que la actividad de la triple A se inicia en los últimos
meses de la vida de Perón. Nosotros la veremos accionar mucho antes.
Las características comunes que habrían tenido estas embestidas contra los
gobernadores, son:
a- Dejar claro que, en cuanto a cargos públicos, primero estaba la
voluntad del partido y luego la voluntad popular;
b- Modificar las situaciones políticas provinciales para poner un límite a
la movilización popular;
37
c- Llevar adelante la “limpieza ideológica” y terminar con los
“infiltrados”;
d- Defensa de los sectores sindicales de su autonomía frente al poder
político provincial.
Marina Franco, por su parte, señala al período que comienza en 1973
como de estallido de los conflictos internos del peronismo, de la
interpretación de cada sector sobre la naturaleza del movimiento como
la verdadera, y del tironeo de la figura de Perón tanto para la derecha
como para la izquierda. La falencia y la responsabilidad de Perón en este
conflicto, es que no medió o arbitró previamente entre los distintos
sectores.
En el discurso post- Ezeiza, Perón traza una línea muy marcada de qué
es el orden y qué el desorden. Y allí –señala también Sergio Bufano-, se
pone punto final a la ilusión de que desde el peronismo se apuntaría a
una salida al capitalismo.
Franco entrevistó a Luis Aranda, asesor de Perón en defensa. Según él,
ya en 1972, desde Puerta de Hierro
El general había manifestado su intención de “poner orden” dentro del
peronismo en referencia a la izquierda juvenil, así como había expresado
su seguridad de que podría “controlar” tanto a López Rega como a los
“muchachos”. Afirma que no rompió con Montoneros porque, en las
elecciones4
, había que llegar al 50%. Después se vería.
Perón también participó de la visión que se expresaba en la Doctrina de
la Seguridad Nacional, planteada antes por la Revolución Argentina y
luego por el Proceso de Reorganización Nacional, sobre la defensa del
modo de vida “occidental y cristiano”, al declarar que:
“Todos estamos bajo una amenaza común y tenemos enemigos
comunes”. No es ilógico pensar que este concepto fue compartido con
Pinochet, en la entrevista entre ambos.
4
Se refiere a las del 11 de marzo de 1973.
38
Las herramientas, entonces, con las que se llevó adelante esta purga
fueron:
a- Constitucionales: intervenciones federales, a universidades y
sindicatos, leyes y decretos, represión policial;
b- Intrapartidarios: reestructuración del movimiento, intervenciones en
los partidos justicialistas provinciales;
c- Violencia para- estatal.
Como organismos que actuaron en la violencia para- estatal podemos
mencionar: patotas de la UOM; el Comando de Organización (C de O); la
Concertación Nacional Universitaria (CNU); la Juventud Sindical Peronista
(JSP); la Juventud Peronista de la República Argentina (JPRA); la Alianza
Libertadora Nacionalista (ALN); el Comando Libertadores de América (CLA);
-según Franco vinculado al tercer cuerpo de Ejército con asiento en
Córdoba- el Comando Nacionalista del Norte de Tucumán; el Comando
Moralizador Pío XIII o el Comando Anticomunista de Mendoza.
Un día antes de que Perón asuma por tercera vez, son reincorporados a la
Policía federal y a la custodia de López Rega, Rodolfo Almirón y Juan Ramón
Morales, importantes engranajes de la Triple A.
La autora cita una declaración de Perón en la cual puede verse con claridad
su deliberada ambigüedad. Mientras actuaban todas las organizaciones
antes mencionadas, decía:
Hay una ley y hay una justicia y quien delinca se enfrentará a esa ley y a
esa justicia por la vía natural que toda democracia asegura a la ciudadanía.
Creer lo contrario sería asegurar la injusticia y andaríamos matando gente
en la calle que ni merece ni tiene por qué morir. Yo no he de entrar por el
camino de la violencia porque si a la violencia de esos elementos le agrego
la violencia del Estado no llegaremos a ninguna solución.
Son los hechos de Azul los que –para Franco- parecen haber terminado con
cierta tolerancia hacia la guerrilla, y significaron una profundización de la
depuración interna. La primera víctima sería Bidegain, y luego otros
gobernadores.
39
Guillermo Caviasca tiene una visión contraria: el ataque a la guarnición de
Azul por parte del ERP no puede tomarse como determinante para la salida
de Bidegain de la gobernación de la provincia de Buenos Aires; en todo
caso, su gobierno –como el de otras provincias, de corte progresista- venía
siendo desgastado por la derecha desde Ezeiza. Las permanentes
embestidas contra “los zurdos”, “los infiltrados”, “los comunistas”, así lo
prueban. Creemos que ambos autores están en lo cierto, simplemente hay
una diferencia en la intensidad de la embestida antes del ataque a la
guarnición y después de él.
40
Capítulo IV.
Julio- setiembre de 1973. La JP, el cerco y la reorganización del
movimiento.
Al cumplirse un mes de la Masacre de Ezeiza, la JPRA, a través de una
solicitada, caldeaba aún más el ambiente macartista:
Nunca olvidaremos la masacre de nuestros hermanos, realizada desde las
sombras por los infiltrados en nuestras filas: ERP, FAR, Montoneros, con sus
drogadictos, homosexuales, mercenarios vernáculos y extranjeros, todos
protegidos desde arriba por la debilidad consciente y por la traición siniestra
Este tipo de declaraciones, muy abundantes en la época, muestras otra
tendencia del momento: la transformación del adversario político en otro
absoluto, lo siniestro, lo infiltrado, lo extranjero. Por lo tanto, merece ser
eliminado. Estas manifestaciones irán in crescendo con el tiempo, y
preludian la dictadura militar.
El ministro Taiana, en un libro que escribirá luego de algunos años “El
último Perón”, citado por María Sáenz Quesada, también, al igual que la
Tendencia, va a adherir a la teoría del cerco. Veamos, sin embargo, cómo
Perón no necesitaba de la influencia de su entorno para realizar una broma
macabra.
El 21 de julio, una gran columna de la JP marcha a Olivos para, justamente,
“romper el cerco”, es decir, restablecer el diálogo directo con Perón. Las
estimaciones van de 30 mil a 80 mil personas, según la fuente. Sabemos
que la JP tenía un gran poder de movilización. El Descamisado, titulaba
triunfante: “Se rompió el cerco del brujo López Rega”. En tapa, Perón, con
su eterna sonrisa, esta parado en el medio, flanqueado por Dante Gullo,
Lizaso, Añón y Ahumada. Allí, el general les dice que son los primeros a los
que recibe –había estado varios días en reposo por indicación médica- y
promete asistir al acto de la JP para hablar personalmente a la juventud. Y
–siempre según esta fuente- ordenó tener contacto con la juventud “sin
intermediarios”.
41
Esto no fue cierto. Perón, que los recibió por breves minutos, designó como
enlace entre él y la JP al mismísimo López Rega. Este desprecio por la
enorme cantidad de jóvenes que se movilizaron –una vez más- y que tenían
cifradas esperanzas tan grandes en su persona, no podía provenir de un
senil, al que llevaban de aquí para allá como un mueble. Por el contrario,
estos gestos muestran gran lucidez a la hora de enviar inequívocas señales.
Desde el radicalismo también las percibían, sólo que con matices: Balbín las
saludaba, Alfonsín advertía el peligro de ellas.
Mucho me temo que de aquí en adelante se pretenda marginar a los
sectores más progresistas y más populares (…) Por otra parte, creo que se
va a afirmar ostensiblemente la burocracia sindical. (…) las propias
designaciones que se han hecho hablan también a las claras, juntamente
con algunas renuncias aceptadas, de que el signo que se pretende imponer
es marcadamente de derecha.
Esta etapa del interinato de Lastiri puede interpretarse como de
reacomodamiento de la tropa para una batalla importante. El 28 de junio,
son reorganizados todos los organismos del Movimiento. Veamos algunos
de los tenientes y coroneles que se preparaban para el combate:
Rama política: José Humberto Martiarena. Nombrado por la Revolución
Libertadora interventor de Tucumán en 1955, fundador del Partido Blanco
de los Trabajadores, de orientación neoperonista.
Ferdinando Pedrini: del peronismo ortodoxo, futuro interventor de Salta,
cuando sea apartado el gobernador Miguel Ragone.
José Manuel Camus: también ortodoxo, hoy desvincula a Perón de toda
responsabilidad en la violencia de derecha desatada entre el 73 y el 74,
minimiza el papel de López Rega y reduce todo a la “infiltración militar”
Francisco Julián Licastro: Teniente Coronel, del círculo de mayor fidelidad a
Perón.
Rama Sindical: José Ignacio Rucci –ya hablamos de él en el apartado
referido a Ezeiza- ortodoxo y profundamente macartista.
Lorenzo Miguel: histórico de la UOM, continuador del vandorismo, será,
unos años después, protegido por Massera para no caer en las garras de los
grupos de tareas.
42
Casildo Herrera: de las 62 Organizaciones, también proveniente del
vandorismo.
Rama Femenina: Silvana Roth, actriz, del peronismo histórico.
Hilda Castiñeira: otra peronista histórica, incondicional de Evita.
Rama Juvenil: Julio Yessi: dirigente de la “Juventud Peronista de la
República Argentina”, denominación esta que tenía el evidente propósito de
marcar el carácter estrictamente nacional de la organización, ajeno a “ideas
foráneas”, como si lo sería la JP. Muy cercano a López Rega, y detenido en
2012 por su vinculación con crímenes de la triple A.
En la constitución de estos organismos, la cual no pudo de ninguna manera
ser ajeno Perón, vemos entonces cómo se privilegia a la ortodoxia
peronista, a la influencia de López Rega, a la burocracia sindical.
Este nuevo organigrama responde de alguna manera a la pregunta que se
hacía Jorge Abelardo Ramos desde el periódico “Izquierda Popular”, en un
editorial cuyo título era “Perón: ¿con quien piensa gobernar?”
¿Y Perón?, preguntará el lector. Bien sabemos que la historia universal no
se agota en la historia menuda que complace a los periodistas burgueses.
Perón, en camino de su tercera presidencia, deberá decidir si respalda las
repugnantes acrecencias nacidas en los grandes sindicatos durante su largo
exilio, bajo la protección de los regímenes oligárquicos. Del mismo modo el
futuro gobierno de Perón deberá definirse ante peronistas liberales como
Gomez Morales, que teme a la “inflación” pero no al hambre del pueblo, o
ministros como Gelbard, que congela salarios como Krieger Vasena (…)
Si bien es acertada la pregunta de Ramos, sobre con quienes gobernará
Perón, en lo relativo al aspecto económico razonaba igual que la Tendencia.
¿Podía Gelbard plantear el Pacto Social, que efectivamente, congelaba
salarios por dos años, sin la confianza de Perón?
En julio de 1973, la revista El Peronista - cordobesa- denunciaba una
avanzada de la derecha nacional e internacional al poco de asumir
Cámpora. Las fotos de Rucci y Brito Lima ilustran la nota.
En primer lugar se trataba de una ofensiva latinoamericana: hostilidad hacia
Chile y disolución del Parlamento uruguayo. En el ámbito nacional, ya se
contaba con el poderoso antecedente de la masacre en Ezeiza –que según
43
un informe presentado en el Senado nacional por esos días daba un saldo
de 114 muertos y más de 900 heridos-; y en el sindical, la conducción de la
CGT intenta intervenir todas las seccionales, con el objetivo primordial de
tener el control de la cordobesa, por su tinte antiburocrático. Pero, además,
ya se daba cuenta de toda una avanzada que trascendía lo sindical y se
insertaba dentro del peronismo: bien conocidos eran las solidaridades entre
Rucci, el Secretario de deportes Osinde, el mencionado Lima y otros. Es
paradójico que desde ambas fracciones se utilice la palabra infiltración:
desde la derecha, obviamente infiltración de izquierdistas que en realidad
no serían peronistas; desde la izquierda, serían “continuistas”, es decir,
continuadores de la política pro- imperialista detentada por la Revolución
Argentina.
El objetivo era Córdoba, porque allí tenían enorme influencia nada menos
que las figuras de Agustín Tosco y Atilio López, centrales en el Cordobazo,
ícono de la resistencia a la dictadura. Y desde allí se respondió dando
precisiones sobre el continuismo. Los sindicalistas de la conducción de la
CGT habían colaborado con los militares.
Un referente de la Tendencia Revolucionaria era Juan José Hernández
Arregui; su teorización sobre el ser nacional, la cultura y la violencia bajo el
imperialismo era ineludible para este sector. Decía por entonces:
La lucha política y la lucha cultural son inseparables, cualesquiera sean las
diferencias de los pueblos de Asia, África e Iberoamérica –o América Latina,
como nos llaman los conquistadores-. A saber, ruptura con el imperialismo
por medios pacíficos o violentos, pues en toda lucha de liberación, como ya
he escrito alguna vez, la violencia es la respuesta patriótica de la conciencia
nacional agredida por el colonialismo. Y ésta es una definición estricta de la
violencia, no su apología. Son los agresores internos y externos quienes
imponen la violencia económica y cultural no deseada por los pueblos. Con
relación a otro aspecto del problema, dejando de lado las contradicciones de
clase del peronismo, y apuntando a su carácter de movimiento nacional de
masas, la lucha cultural se define, entonces, como exigencia de construir el
Estado- Nación. Una vez conquistado el poder, ya vendrá –y recién
entonces- la educación de las masas. Educación que no debe confundirse
con cultura colectiva. Un provinciano analfabeto filiado a la tierra de sus
44
antepasados es más culto que un universitario embobado por el tiranismo
de EE.UU.
Son interesantes aquí las reflexiones de Hernández Arregui para
comprender mejor el clima de época, que es lo que pretendemos. Es lícito
utilizar la violencia –una violencia no deseada, impuesta por la violencia de
arriba- para romper con el colonialismo, que es violento por definición. A la
violencia, sólo se la puede derrotar con una violencia mayor. Respira
también aquí el espíritu de Franz Fannon. Y aclara que no hace apología,
sino que esta violencia, cuando impera el colonialismo, surgirá aunque no lo
queramos, implícita en el orden natural de las cosas.
Otro hito del giro hacia la derecha del peronismo en el gobierno fue la
proclamación de Isabel Perón como candidata a vice presidenta, el 2 de
agosto. Huelga profundizar sobre las enormes carencias personales de la
tercera esposa del general. Ya en ese momento, la sorpresa se tornó
estupor. Tal es así, que el número inmediatamente posterior a este hecho
de El Descamisado no abordó el tema, sino que debieron pasar dos números
para reaccionar.
La semana pasada nos quedamos mudos. (…) Aún no sabemos si hicimos
bien o mal en callarnos. Pero la sorpresa nos enmudeció. Preferimos pensar,
reflexionar junto al movimiento, participar también del estupor. Y hoy
íbamos a preguntar, a fijar nuestra posición frente a una candidatura que
no entendimos ni entendemos.
Pero, líneas abajo, aclaran: cualquier resolución del jefe será acatada. De
todos modos, no ocultaban su desdén por lo que había sido un congreso del
partido justicialista absolutamente libretado y orquestado para las cámaras
de televisión. Quien proclamó a Isabel como vice fue Norma Kennedy.
Pero antes hizo uso de la palabra Torcuato Fino, apoderado del Partido
Justicialista, quien con razón hubiese sido condenado al eterno olvido de no
haber sido por pronunciar la siguiente frase, diciendo que Perón
representaba:
Una bácula señera con ubérrimas frondosidades.
45
Luego, por si alguien lo dudaba, aclaró que el general era un homo sapiens.
Todo esto sería gracioso si no hubiese sido trágico. En estos personajes
depositaba el hombre más votado de la historia argentina su confianza.
Kennedy, que venía de la más rancia ortodoxia peronista, fue la única
oradora que pudo hablar. La orden ya estaba dada; discutir más no tenía
sentido.
Según Juan Manuel Abal Medina, la real intención de Perón era integrar la
fórmula con Balbín. Pero, si bien este veía la posibilidad con obvio
entusiasmo, las resistencias dentro de la UCR se hicieron sentir. Así, -
coinciden varias fuentes- un Perón fatigado, manejado por su entorno,
habría optado por Isabel.
El terreno que se abre es el de las conjeturas. Creemos que cualquier otra
opción que Perón hubiese tomado, inevitablemente hubiese sido hacia la
derecha; nunca Cámpora, impulsado por la Tendencia.
Como es sabido, la vicepresidencia de María Estela Martínez de Perón
resultó trágica, y allanó el camino represivo para el genocidio que se
iniciaría en 1976.
La muerte de Rucci y sus derivaciones
Todavía hacia el 1 de setiembre, Perón sostenía en parte su discurso del
exilio, en lo referente al socialismo. Declaraba:
Hemos sido feudales, demoliberales, hoy socialistas porque el mundo,
indudablemente, va en esa dirección.
En la prensa, ocupaba un importante lugar la confluencia de la tendencia y
de la burocracia sindical en el desfile ante Perón en la CGT. Sin embargo, un
detalle no debe haber escapado a los ojos del líder justicialista: el grado de
movilización juvenil fue superior al del sindicalismo tradicional, medido este
por los minutos que tardaba cada columna en desfilar frente al líder. De
todos modos se buscaba, en ese momento, una mínima convivencia.
Lorenzo Miguel se había entrevistado con líderes juveniles, buscando lo que
el diario La Opinión denominaba “pacto de tolerancia”.
46
Rucci, caracterizado por un discurso desbordado cuando de mostrar su
macartismo se trataba, también exhibió prudencia:
Los jóvenes y no jóvenes, unidos por lazos de indestructible solidaridad de
hermanos, rodeamos a nuestro líder. Sin trampas, sin mentiras.
Hasta Isabel Perón, de gira electoral por el interior, destacaba el rol de la
juventud.
Pero este aparente clima de concordia, no podía esconder proyectos que
estaban enfrentados. Para la Tendencia, Perón debía ser el líder
revolucionario que elevase el país al socialismo con ellos como vanguardia.
El general, sin embargo, tenía otros planes. En un encuentro programado
entre el líder y los dirigentes de la JP, les plantearía, en primer término,
“quien es el dirigente”, y si fue elegido por las bases. Es decir, plantearía la
cuestión de la legitimidad. Para señalar luego:
Voy a tener contacto directo con todos los jóvenes y también voy a darles
las directivas sobre las funciones que a ellos les corresponde y también
luego, en el plano del gobierno, el rol que le corresponderá a la juventud en
función de gobierno. En la acción, dentro de lo que podemos llamar
escalafón generacional del país, los muchachos deben empezar de abajo,
como se empiezan todas las cosas. Cuando tengan la capacidad, el aplomo,
los años y la experiencia que se necesitan, entonces ellos tendrán que
hacerse cargo de la cosa pública, como pasa en todas partes.
¿Escalafón? ¿Empezar de abajo? ¿Después de la lucha contra la dictadura,
ahora había que hacer “la experiencia”? Algo empezaba a no encajar para la
los sectores juveniles.
El 6 de setiembre se produce el ataque al Comando de Sanidad del Ejército,
por parte del ERP. En la acción, mueren dos soldados y un teniente coronel,
Raúl Duarte Ardoy. Aclara el diario La Opinión que
(…) recibió medalla de mérito del gobierno de los Estados Unidos y realizó el
curso de Comando y Estado Mayor en la Escuela de las Américas, en la zona
47
del canal de Panamá. En dicho instituto se instruye a los jefes militares en
la utilización de armamento moderno y en la acción antiguerrillera.
Es decir, capacitación en inteligencia y tortura que tan ampliamente sería
utilizada después. En general, todo el arco político fustigó el hecho. Todos
proclamaban llegada la hora de la “unión nacional”, y veían esta acción
conspirando contra ella. Las voces que entenderían la caída de Cámpora, el
interinato de Lastiri y el gobierno de Perón como un fuerte giro hacia la
derecha, se harían oír después.
El ataque era presentado como “antinacional”, no así las Fuerzas Armadas
que, hasta ayer nomás, habían comandado una dictadura cuyo resultado
fue la extranjerización de la economía desde 1966 en adelante.
El mismo Perón decía:
Intenta (el ERP) también vanamente herir a las Fuerzas Armadas, en este
caso particular al Ejército, sin comprender que aquellas instituciones se han
incorporado al afecto popular y al proceso nacional.
Inclusive Montoneros cuestionó esta acción. Se encontraban embarcados en
un proceso de diálogo con Perón, que los instaba, como vimos, a realizar
elecciones internas en la JP. Por otro lado, manifestaban que su accionar,
en tanto no fuese blanco el pueblo y ellos mismos de la violencia de arriba,
se concentraría en lo político. Estaban a dos meses y veinte días de los
hechos de Ezeiza, y algo menos de la caída de Cámpora. Decía Firmenich
sobre los sucesos de Sanidad:
Periodista: ¿Qué manifiestan ustedes con respecto a lo ocurrido en la
Unidad Sanitaria militar?
Firmenich: La opinión mía es que se trata de un hecho que no corresponde
al momento. El accionar de una organización político militar tiene sentido en
la medida en que está ligada a la acción y al proyecto que tienen las masas.
Nosotros decimos, sin entrar a cuestionar más profundamente la política, y
sobre esto vamos a dar un documento a publicidad, que el hecho en si
cumple un rol contrarrevolucionario.
48
Es decir: caracterizaban el retorno de Perón a la presidencia como una
revolución. Y entendían que ya no podía ser el Estado un enemigo, porque
se hallaba en manos del pueblo. El tiempo demostraría con crueldad cuán
equivocados estaban.
Su líder esgrimía ante ellos el argumento de usar el tiempo para ahorrar
sangre, cuando en realidad era su propio entorno el que estaba bien
dispuesto a derramarla.
Los otros días me encontré con unos muchachos y me dijeron: “Hay que
hacer esto”, “Hay que hacer lo otro”… y entonces les dije: “Si ustedes
quieren hacer igual que Allende en Chile, miren cómo le va a Allende en
Chile” Entonces, hay que andar con calma. No se puede jugar con eso,
porque la reacción interna, y apoyada desde afuera, es sumamente
poderosa (…)
Visto a la distancia, y con la enorme ventaja de saber el final de la historia,
se puede reflexionar sobre esta cuestión que planteaba Perón. Se puede
incluso decir que el argumento prudente tenía sustento, y que,
efectivamente, se veía un accionar reaccionario apoyado por la gran
burguesía local y estadounidense en gran parte de América Latina. Y que
tenía su lógica plantear, en términos futbolísticos, “parar la pelota” y
pensar. Lo grave, es que la reacción a la que el general decía temer,
anidaba en su propio movimiento, en su entorno más cercano, avalada por
él mismo.
Un personaje del elenco estable del neoliberalismo reaparecía en escena:
Álvaro Alsogaray. Su prédica de un Estado mínimo, apertura económica
irrestricta y subordinación a los organismos internacionales de crédito venía
de larga data. Cuando celebraba que Menem aplicase recetas económicas
que él venía predicando desde hacía treinta años, no mentía.
En esos días, intuía que el momento de volver a actuar se acercaba. Y no se
equivocaba:
Estamos seguros que muy pocos se sentirán dispuestos por ahora a
escucharnos y que la mayoría reaccionará en esta etapa en contra nuestra.
Pero tenemos que cumplir un deber y queremos cumplirlo.
49
Esa prédica, incomprendida en ese momento, se convertirá, diecisiete años
después, en una devastadora realidad.
Pero no era, lógicamente, la única manifestación reaccionaria. El Partido
Demócrata Conservador aseguraba seguir “su tradición fiel a la línea de
Mayo, Caseros y la Revolución Libertadora”.
El 12 de setiembre, se leía en la tapa de La Nación: “Triunfó la revolución
en Chile y ha muerto Salvador Allende”. Este diario, supuesto defensor de
las tradiciones democráticas, habla de “Junta militar de gobierno”, no de
dictadura. Al golpe lo llama sólo “revolución”, y reproduce testimonios de
chilenos “esperanzados” con el cambio. A la experiencia socialista la llama
“aventura”. Es decir, todo intento de modificar el orden social existente, y
de poner las principales fuentes de riqueza en manos del pueblo es
aventurerismo que sólo puede tener ese final. Un mensaje para quienes
pensasen en alterar el “orden natural de las cosas” de este lado de la
cordillera.
En nuestro país, la Cámara de Diputados de la Nación aprobó una
declaración de repudio al golpe y un homenaje a Allende. Mientras tanto,
Lastiri presenciaba un ejercicio militar. Perón, salió a dar un paseo en auto
por Vicente López; consultado por los periodistas sobre los sucesos de
Chile, se limitó a declarar que había que esperar la confirmación de los
hechos. Los cuales ya estaban suficientemente confirmados: Allende estaba
muerto. Quien si condenó el golpe fue Rucci, y la CGT a través de un
comunicado. También manifestaron su repudio Obregón Cano y el
gobernador tucumano, Amado Juri. La JP, a través de Jorge Obeid, si bien
condenó el golpe, lo hizo con cautela y citando siempre las enseñanzas de
Perón. Pero miles de jóvenes peronistas y otros sectores de izquierda se
lanzaron a las calles y manifestaron su repudio.
Tenemos, en este caso, el editorial de La Nación, como la voz de la
burguesía argentina:
La obstinación del sectarismo ideológico de llevar a cualquier precio
adelante una política social y económica desestimada por una parte
sustancial del pueblo chileno ha pagado su moneda cara. Nada habría que
lamentar si el resultado de esa conducción equivocada de los destinos de
50
Chile hubiera quedado reducido a la verificación de un fracaso, por vías que
le fueran señaladas de antemano, de los sectores más radicalizados de la
izquierda allí operante. En su propia miopía deben encontrar estos
marxistas a ultranza la explicación del final abrupto al que ha sido sometida
la experiencia fundada en bases tan restringidas como las de suponer haber
sido nada más que la primera minoría del país.
(…) Esto es lo que hay que lamentar de los sucesos del lunes: la quiebra al
menos formal, de una continuidad constitucional admirable en América
Latina (…)
(…) Es un hecho objetivo que la insensibilidad sectaria llevó a Chile a la
anarquía económica, fomentó el odio de clases y abrió las puertas a la
arbitrariedad colectiva (…) Si este proceso, el que sus protagonistas
prefirieron no calificar de marxista, sino como “una vía al socialismo” llegó
hasta donde todos sabemos, nada digamos de lo que habría sido de Chile si
el marxismo ortodoxo hubiera gobernado de cuerpo entero.
Condenar la posición ideológica de este editorial sería absurdo porque no
cabe esperar otra cosa de este diario. Sí señalar cómo, tres años después,
no encontraremos allí, en referencia a nuestro país, la misma preocupación
por la ruptura de la continuidad constitucional.
Perón también hizo declaraciones. Condenó el golpe, diciendo que es una
fatalidad para América Latina, sobre todo por haber sido ejecutado, una vez
más, por fuerzas militares. Planteó que, si bien no lo podía demostrar,
estaba seguro que allí había participado Estados Unidos. Pero, consultado a
que se debió “el fracaso” de Allende, no dejará pasar la oportunidad para
vincularlo con la situación local. Allende no fracasó, lo hicieron fracasar “los
apurados de siempre”. Días después, tomó una prudente distancia, al decir
que la Argentina debía mantener “absoluta prescindencia” ante el golpe en
Chile. Más adelante, habrá gestos que negarán esa prescindencia.
Las declaraciones de Balbín, días después, van en el mismo sentido. Al
proclamarse la fórmula con De la Rúa como candidato a vicepresidente, en
La Plata, dijo:
Lo de Chile es una desgracia Latinoamericana, fruto de las incomprensiones,
las rivalidades, incluso del propio frente que había llegado al gobierno. La
51
impaciencia de los extremos infantilizados que perturban los que cantan al
odio de los ingenuos y son nada más que destructores de la propia causa
que ayudaron a llevar.
Más allá de lo acontecido en Chile, los dos viejos líderes coincidían en enviar
mensajes hacia los sectores de la política local que planteaban cambios
sociales más de fondo. “Apurados”, “infantiles”, son adjetivaciones que, en
poco tiempo más, darán lugar a otras que señalarán la creación de un
enemigo interno, como bien señala Marina Franco. Es evidente al menos
uno de los puntos de acuerdo entre Perón y Balbín: hay que parar la
movilización popular iniciada en 1969, y alejar del horizonte todo peligro de
impugnación al sistema capitalista.
El 19, el gobierno argentino reconoce oficialmente a la dictadura chilena, al
responder a la nota donde se informaba sobre el derrocamiento de Allende
y la constitución de nuevas autoridades.
Los sectores juveniles con militancia política, tenían otra visión. El 16 de
setiembre, las Juventudes Políticas Argentinas organizaron una importante
manifestación –entre 100 mil y 200 mil personas, varía según la fuente-
bajo el lema “Marcha de la liberación latinoamericana y solidaridad con la
resistencia del pueblo chileno y en repudio del golpe gorila del 16 de
setiembre de 1955”.
En tanto, ya se preparaban los comicios del 23. Una encuesta, daba a Perón
alrededor del 64% de los votos. Un día antes, el general habla para todo el
país por radio y televisión. Allí repite varias de sus fórmulas conocidas –“tan
lejos de uno como de otro de los imperialismos”, etc.- pero también
plantea, en tono amenazante, que hay que terminar con la “subversión”.
Por supuesto, puede encontrarse una lógica en el hecho de que un gobierno
constitucional pretenda que la lucha armada ha terminado, porque
justamente las organizaciones podrán moverse en la legalidad, y porque ha
desaparecido el móvil principal, que era luchar contra la dictadura. Lo
curioso es que sea el mismo Perón el que renuncie a mencionar siquiera los
orígenes de esa violencia. Además, llama a la colaboración de toda la
población, es decir, a la delación.
52
Si, como ya hemos dicho, cada argentino tiene el derecho de vivir en
seguridad y pacíficamente y el gobierno tiene el irrenunciable deber de
asegurarlo, no es menos cierto que la ciudadanía ha de cooperar, en lo que
de ella dependa, para que tales circunstancias puedan cumplirse en orden y
tranquilidad. Por eso ni es concebible, ni puede aceptarse como natural, la
existencia de fuerzas organizadas para imponer designios de sectores
extraños por medios violentos, en tanto el resto de la ciudadanía
desarmada debe asistir inerme al atropello y al delito en su perjuicio. En
tales casos, no puede esperarse de la acción gubernamental sino la
imposición de la ley por el medio que sea. De ello se infiere que tales
organizaciones han de colocarse cuanto antes dentro de la ley o han de
someterse, aunque sea por la fuerza, como deber ineludible del gobierno.
Da la sensación, como dijimos, que esta violencia hubiese surgido de la
nada. Por otro lado ¿cómo pedirle a la izquierda peronista que se desarme
luego de Ezeiza, para no abundar en otros hechos? Evidentemente, si bien
las organizaciones armadas cometieron delitos y graves errores políticos en
el período constitucional, durante el tercer gobierno de Perón –tomando
como una unidad desde mayo del 73 hasta julio del 74- no podían confiar
que, incorporándose a la legalidad, no fuesen atacadas por la derecha
fascista que rodeaba al general.
Perón obtuvo en esa elección, casi un 62% de los votos. Decía, consultado
por los periodistas, no tener aún en mente cambios en el gabinete. Sin
embargo, ya se daban algunos movimientos estratégicos: renunciaba el jefe
de la policía federal para ocupar el cargo el general Iñiguez, cuyos hombres
estuvieron a cargo de los móviles del Automóvil Club Argentino el día de la
masacre de Ezeiza.
El martes 25, la portada de todos los diarios del país trae la noticia del
asesinato de José Ignacio Rucci. El carácter criminal de la acción y la
enorme torpeza política de la misma, cuarenta y ocho horas después de que
Perón obtuviese un apoyo popular de una contundencia fenomenal, quedan,
para nosotros, fuera de toda duda. La reacción que provocó confirma este
juicio. Inmediatamente se declara ilegal al ERP, a quien, en primera
instancia, se le adjudicará el asesinato. Horas después, Perón y la militancia
montonera, se enterarán de que fue esta organización. En el entierro, ya se
53
escuchaban consignas como “Bolches, mazorcas, todos a la horca” y
“vamos a reventar, a los del ERP y a los de FAR”.
Un Rambler estaciona en la calle Blanco Escalada al 3400. Bajan de él
cuatro hombres. No es inverosímil pensar que están armados. Al llegar al
número 3422, tocan el portero eléctrico: tercero B. Cuando el dueño de
casa sale, recibe, sin más, una lluvia de balas. Quien cae es Enrique
Grinberg, dirigente de la JP, y primera víctima de la venganza que se desata
tras a muerte de Rucci.
Julián Licastro, secretario político del general, decía:
Estamos en guerra contra el Ejército Revolucionario del Pueblo, no le
tenemos miedo ni a ese ni a ningún otro, pues estamos armados de las
sólidas verdades del justicialismo, de la ortodoxia y de la lealtad que
nosotros le debemos al jefe de ese justicialismo, el general Perón.
En Salta, una columna de manifestantes convocados por la CGT local, en el
marco del paro en repudio al asesinato de Rucci, se desprende y ocupa la
casa de gobierno, para manifestar su repudio al gobernador Miguel Ragone,
al grito de “el gobierno esta lleno de comunistas”. En el Congreso se sesionó
en homenaje a Rucci. Transformado en un héroe de la clase trabajadora,
abundaron los discursos condenando la violencia, pero sin hacer mención ni
a Ezeiza ni a la violencia sindical. Tal vez siempre sean pocos quienes son
capaces de tales valentías en momentos como ese; tal vez sea injusto
exigirles actitudes de ese tipo a todos. Sólo unas pocas voces, en diputados
y en el senado, se animaron a mencionar también a Grinberg, o a extender
el repudio a los muertos “por todo tipo de violencia”.
En el sepelio de Grinberg, Dante Gullo dijo que “no hemos perdido un
compañero, sino ganado una experiencia”, frase que debió sonar insólita
ante la esposa y los familiares del muerto. Y luego continuó con el autismo:
los asesinos serían sectores que “no quieren a Perón”; extraña conclusión
cuando Perón se manifestaba profundamente dolorido por la muerte de
Rucci –no por la de Grinberg- y cuando sus asesinos provenían del
lumpenaje sindical, pertenecientes al sector en el que el general había dado
muestras de apoyarse con más fuerza.
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La depuración ideológica del tercer gobierno de Perón

  • 1. 1 Diego Gabriel Dolgopol Los anticuerpos La depuración ideológica del tercer gobierno de Perón, 1973- 1974
  • 2. 2 Para Myriam, mi compañera de siempre. Para mis hijos, Julieta, Tomás y Mateo. Para todos los que aportaron a mi formación. A quienes bregaron por otro mundo, en su memoria.
  • 3. 3 El material que esta a punto de leer es de libre circulación. Si así lo desea, compártalo, imprímalo y distribúyalo. Sólo se solicita que se cite la fuente.
  • 4. 4 Índice Introducción………………………………………………………………………………4 Capítulo I: El peronismo en el poder: ¿fin del empate?..................................9 Capitulo II: Soñar y despertar. Perón en la Argentina. De Ezeiza a la renuncia de Cámpora. ………………………………………………………………………………………14 Capítulo III: La escalada del macartismo. Brevísimo estado de la cuestión…………………………………………………………………………………………….32 Capítulo IV: Julio- setiembre de 1973. La JP, el cerco y la reorganización del movimiento………………………………………………………………………………………..39 Capitulo V: Hacia la tercera presidencia: los refugiados chilenos, el “Documento Reservado” y la cacería.. ……………………………..…………………..55 Capitulo VI: Noviembre – Diciembre de 1973…………………………………………62 Capitulo VII: Enero- marzo de 1974………………………………………………………84 Capitulo VIII: Marzo- Julio de 1974…………………………………………………….116 Epílogo. Por mencionar su nombre………………………………………………………162 Bibliografía………………………………………………………………………………………164
  • 5. 5 Introducción. “la Juventud Sindical Peronista es el brazo político que decide crear los anticuerpos necesarios para defender el movimiento” (El Caudillo, 23-11-1973). Dos cuestiones vienen a mi mente al intentar explicar porqué me puse a trabajar en este libro. Allá, a mediados de los noventas, vi por primera vez el documental “Cazadores de Utopías”, de David Blaustein. Por supuesto abunda en críticas hacia Perón, pero la que llamó más mi atención fue la intervención de Martín Caparrós, cuando decía: Perón era algo que había que soportar porque bueno, porque era así. Estaba todo el tiempo semi cagándote. Entonces vos tenías que salir a explicar que te había dado una palmada en la espalda cuando en realidad te había dado terrible patada en el orto. Luego, en 2011, me encontraba haciendo un seminario de Historia Argentina del siglo XX en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, con un conocido historiador de la “Izquierda Nacional”. Daba esa clase uno de los profesores que colaboraba con él, y llegó, lógicamente, la cuestión de la violencia en el tercer gobierno de Perón: Villar, Margaride, López Rega, etc. Entonces pregunté si podían darse semejantes niveles de violencia desde el Estado sin conocimiento y consentimiento de Perón. Un fuerte murmullo recorrió el aula. El profesor –por otra parte, un muy buen profesor- dio considerables rodeos para terminar admitiendo que “no podían darse ese tipo de sucesos sin el conocimiento de las más altas autoridades”. Me llamó la atención cuánto le costó decirlo. El “no jodan con Perón” con el cual el sindicato La Fraternidad había empapelado Buenos Aires había pasado hacía rato; se suponía que venía de sectores más ortodoxos. Sin embargo, desde el “progresismo” peronista, en ese momento supuestamente encarnado en el kirchnerismo, el tema también producía una fuerte incomodidad. Es que se ha impuesto una forma de pensar absolutamente inmovilizadora. Si planteo que durante el tercer mandato de Perón de cometieron crímenes
  • 6. 6 aberrantes que él no podía desconocer, y que además los avaló, me puedo encontrar con: a- La indiferencia. b- Que se me acuse de “ser funcional a la derecha”. c- Que se me acuse de “gorila”. d- Que se me enrostre la mejora en las condiciones de vida en la clase trabajadora en los dos primeros gobiernos peronistas, como si uno lo negase y como si una cosa justificase la otra. e- Que se me iguale con quienes sentían desprecio por las clases subalternas de 1946 en adelante, con mitos tales como que levantaban el parquet para hacer asado, etc. Nada de eso. Se trata de salir de la imagen del líder infalible. Este libro pretende modestamente hacer visible una verdad que ya creemos irrefutable: Perón consintió e impulsó crímenes aberrantes contra la izquierda en general, contra la de su Movimiento en particular, y a veces contra simples opositores, como el caso de Hipólito Solari Yrigoyen. Tampoco estuvieron exentos quienes escapaban de furiosas dictaduras de países limítrofes. Este accionar fue el germen del genocidio del 76. Esto nos introduce en otro problema, que no podremos dejar aquí resuelto, pero sí planteado: ¿puede considerarse al período 73- 76 como democrático? Si bien la llegada al poder de Perón por tercera vez es incuestionable ¿basta con el sólo funcionamiento formal de las instituciones para hablar de democracia? ¿Puede revisarse este concepto, cuando un gobierno elegido en comicios limpios echa mano a métodos ilegales de represión, y a legislación de una dictadura anterior? Queremos entonces, con el relato que sigue, poner en cuestión este punto: la inclusión del tercer gobierno de Perón y de su esposa como parte de los gobiernos democráticos de la Argentina del siglo XX. No sólo por los aspectos represivos más concretos –torturas, asesinatos, etc.- sino también por impulsar –aunque no eran una novedad- conceptos como el de infiltrado, subversivo, apátrida, que serían ampliamente utilizados por los golpistas del 76. Y no para quienes, en última instancia, violaban el código penal, sino para la simple oposición ideológica.
  • 7. 7 No puede hablarse de “desbordes”. Ningún gobernante puede garantizar que sus fuerzas de seguridad no los cometan. Pero aquí entran a jugar dos cuestiones. Una: que actitud toma ese gobernante frente a ellos. Dos: si bien en la derecha fascista del peronismo en el período que estudiamos actuaron fuerzas policiales, actuaron también numerosos grupos que venían del sindicalismo o, directamente, de la delincuencia, y fueron reclutados para tal fin. Y se articularon entre sí. Tampoco se pretende cargar las tintas sobre Perón para exculpar a las organizaciones armadas. Simplemente no son ellas el objeto de estudio de este libro. Pero, en todo caso, sufrieron la violencia fascista entre el 12 de octubre de 1973 y el 1 de julio de 1974 muchas otras personas de la política, del sindicalismo y de la cultura, que simpatizaban, que colaboraban de forma absolutamente periférica, o que nada tenían que ver con ellas. Lo cual no justifica, de todos modos, el accionar para estatal y terrorista contra quienes si integraban organizaciones armadas. Somos también de la idea de que no se trata únicamente de algún tipo de perversión personal del viejo Líder o de algún integrante de su entorno más cercano. Entendemos que había una clase social que reclamaba orden, y que estaba dispuesta a ir cada vez más lejos para conseguirlo. Por supuesto somos conscientes que la violencia para- estatal no nació con Perón. La burguesía argentina ha echado mano a ella siempre que fue necesario, e incluye también al otro gran caudillo popular del siglo XX, Hipólito Yrigoyen. Basta mencionar solamente a la Liga Patriótica, actuando en verdaderos pogroms durante Semana Trágica, o los fusilamientos de la Patagonia. Cuando Kurt Wilckens atenta contra el Coronel Varela, éste no estaba ni encarcelado, ni siendo juzgado ni degradado. También fue dura la policía en los dos primeros gobiernos de Perón, y también fue usual el uso de la picana eléctrica, entre otras sutilezas. Pero – como señala Verbitsky- es uno de sus ejecutores, el Teniente Coronel Osinde, quien viene junto a Perón en el 73. ¿Podía Perón desconocer estos antecedentes de dicho personaje? Por otro lado, veremos cómo el general se recuesta en el sindicalismo que negoció con la dictadura, que lo traicionó y que hizo muy poco por su regreso. Lo hará también en notorios criminales que habían sido expulsados
  • 8. 8 de las fuerzas policiales, y, en general, en un lumpenaje de todo calibre. Toda la que fue la plana mayor de la Triple A fue nombrada por él. El 18 de octubre de 2006, los restos de Perón son trasladados a la quinta 17 de octubre, en San Vicente. Más allá de la bochornosa batalla campal entre sectores del sindicalismo que precedió al acto, recuerdo que a la vera del camino, un hombre de avanzada edad, sostenía una pancarta. En ella se leía: “General, gracias por el Estatuto del Peón de Campo”. ¿Pretendemos desconocer o minusvalorar los avances en materia social que se verificaron durante el período 1943- 1955? Nada más lejos de ello. Pero creemos valioso poner en cuestión el hecho de que una figura de la importancia de Perón, que efectivamente significó un mejoramiento en las condiciones de vida de tantos argentinos, puede quedar intocada cuando se trata de su responsabilidad en torturas y asesinatos. ¿Justifican los años dorados de la clase trabajadora bajo el peronismo una muerte? ¿Justifican los beneficios sociales –sin duda inéditos en la Argentina de pos- guerra- la picana eléctrica en los testículos de un detenido? Mas que traer certezas –lo cual sería un poco soberbio de nuestra parte- se pretende generar preguntas para pensar el rol que jugó entre setiembre de 1973 y julio de 1974, nada más y nada menos que el hombre que partió en dos la historia argentina del siglo XX. Nos adentraremos en estas cuestiones entonces. El texto que el lector tiene en sus manos, fue pensado para una lectura ágil, que brinde un panorama claro del tema en cuestión, pero evitando en lo posible notas al pie y excesivas llamadas que entorpezcan el recorrido. No es, por lo tanto, -como se notará fácilmente- un texto académico, ni en su forma ni en sus pretensiones. Sin embargo, hemos sido muy respetuosos con las fuentes, y hemos consultado, sobre todo, la prensa de la época, como la mejor forma –a nuestro entender- de brindar de alguna manera una visión del espíritu del período que abordamos. Este trabajo fue realizado por alguien que vive de dar clases en enseñanza media y superior no universitaria. Por lo tanto, forman parte de su elaboración momentos de descanso en una sala de profesores, viajes en colectivo, visitas a bibliotecas públicas, etc. Esa forma de trabajo le da un sabor especial, ya que me ha implicado un esfuerzo extra. Pero creo que ha valido la pena.
  • 9. 9 Ojala el ocasional lector opine lo mismo.
  • 10. 10 Capítulo I “el General Perón puede estar tranquilo, porque mientras nosotros tengamos la Juventud Sindical Peronista que tenemos, jamás entrarán en nuestro gremio los bichos colorados” Felix Cuello, vicegobernador de la provincia de Santa Fe. (Noticias, 17-12-1973). El peronismo en el poder: ¿fin del empate? Los años que van desde 1955 a 1973 son planteados, desde el peronismo, como los años del “empate”, en los cuales esta fuerza política no puede recobrar el poder, pero tampoco permite que se consolide. Por otra parte, cualquier partido que accediese al gobierno en esas condiciones, iba a ser irremediablemente ilegítimo con el partido mayoritario proscripto. Este punto de vista ha ganado terreno en la historiografía sobre el tema. Sin embargo, podemos plantear –y sostener- otra visión: la burguesía argentina ya ha probado diversas fórmulas para disciplinar al movimiento obrero y a sectores revolucionarios; ninguna ha sido exitosa. Sólo resta permitir el regreso de quien, con su prestigio y su autoridad dentro del peronismo, podía recrear las condiciones de “normalidad” para relanzar la acumulación capitalista. Las características del movimiento que vuelve al gobierno en 1973 no eran las anteriores al derrocamiento de Perón. Habían transcurrido dieciocho años de proscripción en el marco de la Guerra Fría y se ponía de manifiesto la radicalización de una parte importante de la sociedad, que percibía al capitalismo como esencialmente injusto y pensaba que debía y podía ser reemplazado. La variedad de vías y proyectos para ese cambio y sus características eran muchas y variadas. Por lo demás, podemos decir que el peronismo, fuera del poder, sea por la retórica del líder, o por las posiciones que van ganando esos sectores propensos al cambio –y que abrevaron en otras tradiciones ideológicas- se había corrido a la izquierda. Y el intento de eliminarlo de un plumazo de la vida política argentina se había mostrado del todo ineficaz.
  • 11. 11 Uno de los caminos adoptados por quienes impugnaban el capitalismo era la lucha armada. Algunos creían que esta transformación era imposible sin el movimiento mayoritario. Otros, fuera del peronismo, desconfiaban profundamente de su conductor. Tampoco todos los sectores –los que optaron por la violencia y los que no- coincidían en la profundidad del cambio. Unos, planteaban iniciar un proceso que finalmente llegase a “barajar y dar de nuevo”, ante estructuras sociales que consideraban caducas. Otros, apostaban a lo paulatino, y a que el itinerario de este cambio generase mejores condiciones de vida pero sin transformar radicalmente el lugar que cada uno ocupaba en la sociedad. Y otros –finalmente- detentaban posiciones de privilegio, que aspiraban a conservar y/o aumentar. Estos últimos se encontraban, por lo general, fuera del peronismo, oscilando sus sentimientos desde la preocupación hasta el pánico. Los más lúcidos, sin embargo, estaban resignados a tolerarlo, si esto significaba encauzar este verdadero hervidero que significaba el amplio abanico de expectativas y demandas insatisfechas, para que se desplegase sin poner en cuestión el orden social existente. Y es justamente esa amplitud uno de los pilares del problema. El Perón del exilio los necesitaba a todos –se hablaba jocosamente de su “abrazo eléctrico”, en referencia a la instantaneidad con que los prodigaba a personajes del más diverso pelaje ideológico- para que su movimiento retomase el poder. El tiempo demostraría que jugó con fuego de forma al menos irresponsable, teniendo una desmedida confianza en su autoridad. Y que, además, su objetivo era reencauzar el orden que la burguesía reclamaba. El general había explotado, en el exilio, el concepto “socialismo nacional”. Qué entendía Perón por eso, y qué interpretaban los demás, fue tema de interminables confrontaciones y debates. Richard Gillespie señala, con razón, que fue en este terreno, deliberada y prolijamente ambiguo. José Pablo Feinmann afirma que, en la película de Getino y Solanas “Actualización doctrinaria para la toma del poder”, hay enormes esfuerzos por arrancarle una definición revolucionaria que Perón no les da. Solamente lanza el famoso “para el enemigo ni justicia”, que utilizará luego para aplastar toda disidencia, sobre todo en su movimiento.
  • 12. 12 En otro reportaje, realizado por Tomás Eloy Martínez, había dicho: Así fui parar en los años treinta a Italia. Elegí Italia porque allí, indudablemente, se estaba produciendo un… digamos, un ensayo de un socialismo nuevo en el mundo. Hasta entonces el socialismo había sido el socialismo dogmático, marxista. Allí, en Italia, se estaba produciendo un socialismo sui géneris, un socialismo nacional, un socialismo italiano, que era el fascismo. Ese mismo fenómeno se producía también en Alemania. Con esta cita no pretendemos caer en el reduccionismo de simplificar a Perón como un fascista. Creemos que no lo era; el peronismo no reunía todas las características de dicho movimiento. Aunque no tenía inconveniente en codearse de fascistas de todo pelaje, si eso sumaba. Pero es evidente que de allí, a un proceso que pusiese en cuestión la propiedad privada de los medios de producción y diera el poder a la clase trabajadora, había distancias enormes. Tal vez quien planteó una definición más cercana, por oposición, fue Vicente Solano Lima, compañero de fórmula de Cámpora. Curioso: lo hace en plena euforia, con Dorticós y Allende flanqueando a Cámpora el día de la asunción: Con la expresión “socialismo nacional” salimos al cruce a otra cosa: salimos al cruce al socialismo marxista. Entre lo que el socialismo nacional es, está lo que no es: socialismo marxista. Imaginamos que esta definición de Solano Lima, en un clima de euforia como el del 25 de mayo del 73, no debe haber tenido amplia audiencia. Lo cierto es que, habiendo jugado con esta ambigüedad, Perón castigará duramente a quienes se aparten de la doctrina justicialista. Entonces, será éste un problema fundamental. Para decirlo en pocas palabras: para el sector más ortodoxo del peronismo, el objetivo de máxima era retornar a los años gloriosos. Un nacionalismo que redistribuya, un capitalismo con cierta tendencia a la autonomía, una alianza de clases donde la fuerte presencia del Estado fuese a conciliar y/o laudar en las inevitables contradicciones. Y allá, por encima de todos, un conductor, que
  • 13. 13 ejercía una “conducción pendular”, es decir, inclinándose tanto a derecha como a izquierda, de acuerdo a las necesidades del momento, para mantener el frente unificado, con la burocracia manteniendo sus posiciones de privilegio. Recordemos, aunque no es objeto del presente trabajo analizar este punto, que es el esquema que hace eclosión entre 1954-55. Por otro lado, los sectores que – también desde el peronismo- apostaban al cambio más profundo, que se oponían a la derecha del movimiento, y que se habían visto alentados por las referencias del propio Perón en lo relativo a que el mundo marchaba inevitablemente a la liquidación de un capitalismo caduco, tomaban el esquema que describimos antes como la base, como la plataforma desde la cual partir para avanzar hacia el socialismo. ¿Por qué? Porque, entre otras cosas, este cambio radical no podía encararse desde afuera del movimiento mayoritario. Ahora bien, vemos que esta radicalización dentro del peronismo se da en la confluencia de una serie de organizaciones conocidas en conjunto como la “Tendencia”, por representar una tendencia revolucionaria dentro del movimiento. Estas organizaciones fueron creadas por Montoneros, de acuerdo con el sector social al que pretendían abarcar. Eran ellas la JP (Juventud Peronista, que ya había conocido una fundación anterior, a principios de los sesentas), la JTP (Juventud Trabajadores Peronistas), la JUP (Juventud Universitaria Peronista), el MVP (Movimiento Villero Peronista), el MIP (Movimiento de Inquilinos Peronistas), y la UES (Unión de Estudiantes Secundarios). Una de las características de la Tendencia era su gran poder de movilización, que venía con un gran impulso desde la campaña electoral, y, si vamos más atrás, desde el Cordobazo y el ciclo de luchas contra la dictadura del cuál éste forma parte. En el período que estudiamos, como veremos, tuvieron oportunidad de demostrar dicho poder de convocatoria en reiteradas oportunidades. Sin llegar a este grado de masividad, otros sectores de izquierda, desde afuera del peronismo, planteaban también la impostergable necesidad de terminar con el sistema capitalista y avanzar hacia el socialismo. El PRT (Partido Revolucionario de los Trabajadores) y su brazo armado, el ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo) constituyeron los intentos más
  • 14. 14 acabados del momento. Aunque no puede soslayarse a la OCPO (Organización Comunista Poder Obrero). La Tendencia fue un problema para Perón. Mejor dicho, se constituyó en un problema que él mismo impulsó. Indócil, cuestionadora, con poder de convocatoria, y con elementos ideológicos que pretendían remozar la doctrina peronista, cuando vio que no podía manejarla, optó por eliminarla. Este era el panorama, a grandes rasgos, hacia setiembre de 1973.
  • 15. 15 Capìtulo II. Soñar y despertar. Perón en la Argentina. De Ezeiza a la renuncia de Cámpora. Perón regresó el 20 de junio de 1973 y a los sucesos de violencia de Ezeiza, al día siguiente, no los mencionó, ni los impugnó, ni los investigó. Nadie fue preso por la matanza. Desde el Estado aseguró la impunidad de un sector del peronismo e inició una ofensiva para desplazar a los sectores radicalizados del movimiento. Así se produjeron las intervenciones federales. La expulsión de los Montoneros debe verse en ese proceso; llega el momento en que Perón se define claramente a favor de los sindicalistas. Alicia Servetto, LA VOZ DEL INTERIOR, 24/10/2010 Ezeiza –se suele afirmar- ha sido el verdadero comienzo del tercer gobierno de Perón. De todos modos, el clima se fue gestando con anterioridad. Una semana antes de la Masacre, El Descamisado denunciaba un clima macartista que de alguna manera anticipaba lo que iba a venir. Pero bastó la primera chispa de macartismo lanzada al aire por alguien, para que rápidamente esos hechos les fuesen atribuidos a infiltrados y provocadores. Luego, se quejaban sobre cómo la gran prensa comercial tomó el tema y avanzó en titulares planteando el enfrentamiento entre peronistas y trotskistas. Denunciaban la reaparición del Movimiento Federal, la Alianza Libertadora Nacionalista, la Confederación Nacionalista Universitaria, un autodenominado Consejo de Seguridad del Movimiento Peronista, etc., todas agrupaciones de ultraderecha. Así, los condimentos necesarios ya estaban presentes. Pero un elemento tan importante como la mayor movilización de masas de la historia argentina fue determinante para que, creada la atmósfera, se desarrollase el drama. Y en lo ideológico, la publicación planteaba el proyecto de la Tendencia, que sería durísimamente desmentido por el mismo Perón días después:
  • 16. 16 Y nadie ignora que hace años que él (Perón, n/a) viene hablando de que la única posibilidad de avanzar es reemplazando este sistema caduco y explotador por un socialismo que respete nuestras características particulares. Es decir, el socialismo que construye el pueblo. El 20 de junio de 1973, la sangre que regó el suelo de Ezeiza mostró de manera descarnada cuál era el viraje que se había producido. Los hechos son bien conocidos, y el libro de Horacio Verbitsky los explican muy bien. Cabe consignar, simplemente –siguiendo a este autor- de quiénes vino rodeado Perón, en manos de quiénes dejó la organización del acto de masas más grande de la historia argentina. El teniente coronel Jorge Osinde tenía un largo recorrido como torturador, que venía de los primeros gobiernos del general. El uso de la picana eléctrica no fue excepción en ningún gobierno democrático. Tampoco entre el 46 y el 55. Utilizando este artefacto y todo tipo de golpizas a sus detenidos, Osinde los conminaba a que firmasen su culpabilidad ante atentados, actos opositores, etc. Luego de Ezeiza, será señalado por la tendencia como responsable, desde una pseudo secretaría de deportes. Pero se dejaba pasar por alto por pedido de quien pudo obtener ese cargo el ex jefe de la custodia del líder del justicialismo. José Ignacio Rucci ostentaba dos cualidades que corrían parejas: su peronismo y su macartismo, ambos a ultranza. Era muy firme en él, la idea de que el peronismo era la mejor barrera contra el comunismo. En realidad, si nos atenemos a las primeras manifestaciones de Perón entre el 43 y el 46, no estaba para nada equivocado. Con él –dice Verbitsky- se instala el macartismo como práctica diaria y decisiva en la conducción sindical. Ongaro y Tosco le parecen ¨provocadores” o “bonetes”, Rodolfo Walsh “un sucio marxista”. Se rodeó de lo peor del matonaje sindical fascista, a quienes protegió y entrenó.
  • 17. 17 Formaba parte del entorno también el general Iñiguez, de larga trayectoria golpista, incluso contra el mismo Perón, en 1951. Junto con ellos, veremos a otros personajes que saldrán a nuestro encuentro en estas páginas. Veinticinco años después de la masacre, un militante de la derecha sindical, recordaba para el diario Los Andes: Periodista: ¿Quién cree que disparaba desde los árboles? Raúl Bartolomé: En ese momento pensé que eran comunistas. P.: ¿Usted era anticomunista? R.B.: Si, si era anticomunista. P.: ¿Consideraba que Montoneros eran comunistas? R.B.: No sé si los veía como comunistas, sino como una oposición que había que limpiar… (…) Quiero que quede claro que Montoneros no fue el que abrió el fuego. Pensemos entonces en el grado de macartismo que estamos describiendo. Desde El Descamisado se denuncia que fueron torturados Victor Raúl Mendoza, Luis Ernesto Pollizón, José Britos, Juan Duarte, Alberto Formigo, Dardo Jose Gonzalez, Juan José Pedraza y José Almada. Se pretendía hacerles confesar su presunta relación con “el ERP, los bolches y Agustín Tosco”. Y estamos en el 20 de junio: aún no había sido asesinado Rucci, aún no había sido atacado el cuartel de la localidad bonaerense de Azul, que son dos hitos fundamentales en el despliegue de la furia olímpica de Perón. Semanas después, el secretario general de la CGT dirá que “yo pienso que no podemos imputar a la gente que estaba en el palco ninguna responsabilidad en los hechos”. Este tipo de declaraciones eran, además, una provocación. Pero la acusación de infiltrado –justo es decirlo- no era exclusividad de la derecha, También desde la izquierda del movimiento –con menos intensidad- se profería este agravio, que tan dramáticas consecuencias tendría luego. Escribía Dardo Cabo, luego del frustrado retorno triunfal: Porque ellos son los infiltrados con sus fusiles y su salvajismo.
  • 18. 18 Se percibe, de todos modos, que está respondiendo a acusaciones previas. Pero no eran infiltrados. Estaban avalados por el propio Perón. Tomemos uno de los testimonios de los torturados. Se trata de Alberto Formigo, integrante de la JP. Cuenta que luego de los cadenazos de rigor: Me quisieron hacer firmar el papel, que decía que yo era comunista y que había llevado una ametralladora casera. Pero no lo firmé. (…) habían roto un velador con el que me querían aplicar picana. Es decir, hacerla completa. A Formigo lo salva la intervención de Leonardo Fabio, muy discutida de todos modos. Luego, comienza a recibir llamadas intimidatorias en su casa. Como vemos, el método Osinde: torturar para que la víctima firme su culpabilidad. Como dijimos y diremos varias veces: ¿Podía desconocer Perón estos procedimientos, que se remontaban a sus primeros gobiernos? Cuando –como dice Abal Medina- le llegó la información que quien provocó los disturbios fue la tendencia: ¿No se le generó la más mínima duda sobre la veracidad de dicha información, y sobre cómo fue obtenida? Perón no era precisamente un iniciado o un ingenuo en política. Todo lo contario. Tal vez el político más astuto del siglo XX argentino, estaba, además, muy bien informado, y conocía al dedillo las prácticas policíacas y del lumpenaje sindical para hacer hablar a alguien. Una vez sucedida la masacre, desde el Descamisado, por ejemplo, se sostuvo un discurso que tendía a señalar a los grupos fascistas que no permitieron el reencuentro de Perón con su pueblo. Es decir, el líder justicialista era ajeno a esto. Sin embargo, ya desde ese momento, en el mensaje que el general dio luego de Ezeiza, comenzaba a plantear su posición con absoluta claridad. Los peronistas tenemos que retomar la conducción de nuestro Movimiento, ponerlo en marcha y neutralizar a los que pretenden deformarlo desde abajo y desde arriba. Nosotros somos justicialistas, levantamos una bandera tan distante de uno como de otro de los imperialismos dominantes. No creo que haya un argentino que no sepa lo que ello significa. No hay nuevos rótulos que califiquen nuestra doctrina y a nuestra ideología.
  • 19. 19 Es decir, se terminó eso del Socialismo Nacional, de que el mundo marcha al socialismo, etc. Es el retorno a la ortodoxia, a las “veinte verdades peronistas”. Y la señal de largada para que actúen los “anticuerpos”. (…) Los que ingenuamente piensan que pueden copar nuestro Movimiento o tomar el poder que el pueblo ha reconquistado se equivocan. Ninguna simulación o encubrimiento por ingeniosos que sean podrán engañar a un pueblo que ha sufrido lo que el nuestro y que está animado por una firme voluntad de vencer”. “Por eso deseo advertir a los que tratan de infiltrarse en los estamentos populares o estatales que por ese camino van mal (…) Comenzaba, como ya señalamos, la utilización más profusa de un término de nefastas consecuencias en el período que se abría: el de infiltrados. El Descamisado, por citar un ejemplo, asimiló el golpe. Dijo que el discurso de Perón fue “claro. Preciso. Y sereno”. La CGT, que tuvo el rol principal en la masacre, dio a conocer luego un comunicado firmado por José Ignacio Rucci. Acusaba a un “minúsculo grupo de genuinos representantes de las fuerzas anti-nacionales, exponentes de la sinarquía internacional”, etc. A nivel regional, ya comenzaba a verificarse un giro hacia la derecha. Esto vehiculizaba una lectura diferente y más amplia desde la izquierda no- peronista, concretamente desde el PRT. En su periódico El Combatiente, vinculaba los hechos de Ezeiza con el golpe de Estado en Uruguay, un intento de golpe contra Allende en Chile, y la articulación de la CIA. Es decir: Perón no era ajeno a este giro regional. Era un elemento activo más de la derechización en sudamerica. Lo que puede verificarse, revisando la prensa peronista de la época, es que Ezeiza fue un bocado imposible de digerir, por lo cual, una correcta lectura de lo allí sucedido no fue posible. Es razonable, si miramos con comprensión el asunto, que para quienes durante muchos años habían puesto en la figura de Perón y en su retorno tantas expectativas, la idea de que Ezeiza representaba el giro que el mismo Perón quería darle a las cosas fuese intolerable. El retorno parecía el final de un largo ciclo de frustraciones, y un camino hacia la liberación social, ya impostergable.
  • 20. 20 Y de repente, Ezeiza. ¿Cómo procesarlo? Desde el editorial de Militancia, se señala como responsables de no permitir el reencuentro de Perón con su pueblo a la burocracia sindical y a Osinde. Dan cuenta de las duras palabras hacia la Tendencia que citamos más arriba, pero en un malabarismo increíble, creen ver un nuevo volantazo del estratega genial: Pero un análisis más frío, más definido, con la comprobación de los hechos posteriores que produjo el general Perón, permite comprender la estrategia global del Conductor del Movimiento y del Pueblo. Le corresponde a Perón la responsabilidad de velar por el conjunto del Pueblo, sea este o no peronista, sea o no revolucionario. Es una responsabilidad que nadie le endilgó, pero que el General asume, por propia decisión, porque comprende que o se salva todo el Pueblo o no se salva nadie. Así, no es que deje abandonados a los revolucionarios1 , sino que desde su inmensa influencia, que hace que hasta sus hasta ayer (sic) enemigos más violentos se aferren al liderazgo de Perón para que los proteja, comienza un duro trabajo para ordenar al Estado argentino y reorganizar el Movimiento Peronista. Además –agregaba- el tono y el lenguaje utilizado por Perón, tenía como fin tranquilizar a todos los sectores, incluso los no peronistas, y abrir la instancia de una investigación sobre lo sucedido. Que, por otra parte, no se producirá nunca. La JP entendió que la derecha del Movimiento había sobre todo intentado evitar el contacto de Perón con el pueblo porque de allí saldría un proceso revolucionario. Es curioso: al repasar las numerosas fotos de esa impresionante movilización, se nota algo extraño en las imágenes de Perón que portaba la tendencia. La mayoría son de un Perón ya mayor, con ese aire algo más refinado que trajo de Europa, más delgado, charlando distendido, de traje. Se podría pensar que para quienes creían que era un líder revolucionario, encajaba más la imagen de un Perón de la década del cincuenta, en mangas de camisa, arengando al pueblo. Más cercano a Evita. 1 El destacado es nuestro.
  • 21. 21 Pero no. Por algún extraño motivo elegían una iconografía muy alejada de un proceso que se radicalizaría. ¿Estaba realmente desinformado el general? ¿Reaccionó como lo hizo porque estaba convencido de que en Ezeiza se lo quiso asesinar? Es difícil responder con certeza estos interrogantes, aunque ya reflexionamos sobre ellos más arriba. Pero, en todo caso su malestar hacia Cámpora y su gobierno venían desde el mismo 25 de mayo de 1973. Así lo relata el Dr. Pedro Ramón Cossio, hijo del médico de cabecera de Perón, y que a su vez realizaba guardias médicas en Gaspar Campos: Advierto que había una cierta desconfianza del medio y del general Perón hacia Cámpora. Porque estaba muy insatisfecho de dos o tres aspectos que habían ocurrido en la Argentina. Primero: la amnistía del 25 de mayo de 1973, cómo había sido llevada a cabo. La segunda: la presencia en el gabinete del Dr. Cámpora de dos figuras que él no aprobaba, que era el Dr. Esteban Righi y el Dr. Puig. Y la tercera situación que se mencionaba en esos días, fue de la manera, de cómo se organizó el acto del 20 de junio de 1973, donde se permitió, o pudo permitirse, que entraran infiltrados que pudieran haber matado al general Perón. Nosotros pensamos que la tesis de que Perón podía ser asesinado en Ezeiza es absurda. No se trataba de terminar con su vida, sino de que se incline hacia uno de los sectores del movimiento, como efectivamente hizo. También relata Cossio los desaires que Perón le hacía a Cámpora; cómo este anunciaba al país que salía a visitar al general, ingresaba a Gaspar Campos, y luego de un par de horas salía hablando a la prensa sobre el encuentro. La verdad era otra: Cámpora esperaba en vano, ya que Perón no salía de su habitación, mientras seguía todo el periplo por televisión. El Dr. Seara –otro de los médicos personales del líder justicialista-, narra esta conversación con Perón, el día que lo conoció: Perón: La verdad –dijo el general- es que yo le prestaba mucha atención a Evita. Mucha atención. Yo escuchaba mucho lo que Evita me decía acerca de la política. Y Evita me dijo que mi más fiel colaborador era el Dr.
  • 22. 22 Cámpora. Y yo le hice caso, entonces lo puse a Cámpora como presidente… ¡Y fíjese lo que pasó! Seara: ¿Qué pasó general? P.: Y… fíjese. Se dejó copar por los comunistas. Pero además de los comunistas, ¡Por el hijo! Que es una persona… tiene costumbres desagradables… Y mire doctor, ¡mire con lo que me encontré! ¡Mire en el quilombo que me metieron! Juan Manuel Abal Medina, en ese momento secretario general del Movimiento, da su interpretación de los hechos. Pero no recurre a la teoría de la genialidad del estratega, sino que, solapadamente, adscribe a la del cerco: “Periodista: -Ya se preparaba el regreso definitivo de Perón y la tragedia: Ezeiza. Abal Medina: -Si. Después de la asunción de Cámpora, se armó el comando del “Operativo retorno”. Formaron una banda con Jorge Osinde, un hombre mediocre, una bestia, Norma Kennedy y Brito Lima2 . Yo sostenía que no debía existir la comisión: el gobierno era peronista y debía ser el Estado el que preparase el regreso. Después sucedió lo que ya sabemos. Fue una provocación de la ultraderecha pero también de una estupidez de los Montoneros que se dejaron llevar a ese terreno. También muchos sectores sindicales se prestaron a la provocación. Hasta el 25 de mayo habíamos podido mantener un equilibrio interno, pero después el asunto se iba de las manos. Se lo dije al general antes del 20 de junio: el movimiento, con esos grupos sueltos, era incontrolable. ¿Cuáles grupos? me preguntó. Su secretario López Rega, concretamente, le dije… P: -¿Qué respondió Perón? A.M. – Me dijo: “Pero no doctor, son las locuras de siempre de Lopecito, no se preocupe”. Sin ese factor loco, Ezeiza no hubiese sido posible. Ezeiza fue 2 El destacado en nuestro. ¿Pudo armarse ese comando sin el visto bueno de Perón?
  • 23. 23 un quiebre del cual no logramos reponernos. Yo logré juntar en mi casa a Lorenzo Miguel con Roberto Perdía (de Montoneros). Logramos parar a Rucci y a la CGT y que Montoneros enfriasen un poco el clima. Pactamos para desplazar a Osinde y a López Rega: conseguimos lo de Osinde y no juntamos fuerza política para echar a López Rega. Con Cámpora fuera de carrera, el proceso se encaminaba a nombrar a Isabel como vice… P: -Después de la masacre Perón le echó la culpa a la izquierda. A.M.: - La información que le llegaba era esa. P: -¿Todavía cree en la teoría de que Perón estaba aislado por López Rega? A.M.: -Por un lado el entorno tenía enorme influencia. Pero además los montoneros lo desafiaban. Me hace acordar a la famosa marcha a Olivos: ellos empeoraban las cosas cada vez más, le cuestionaban el liderazgo. Pero luego, al finalizar la entrevista, Abal Medina esboza una autocrítica: (…) tendríamos que haber sido más enérgicos en el uso del poder cuando fuimos gobierno con Cámpora: de haber evitado Ezeiza muchas de las cosas que pasaron después no hubiesen ocurrido. María Antonia Berger, sobreviviente de la Masacre de Trelew, hacía un paralelo con Ezeiza. Los militares, al no poder resolver una situación políticamente, la controlan militarmente, es decir, a través de la violencia. Desde el palco, habría sucedido lo mismo. Ahora bien: decíamos más arriba que desde algunos sectores de la izquierda –concretamente el PRT- se vincularon los sucesos de Ezeiza con un giro a la derecha de carácter regional, por supuesto, impulsado por Estados Unidos. El 22 de junio, en la OEA, el subsecretario de Relaciones Exteriores argentino, Jorge Vázquez, da un discurso de fuerte tono antiimperialista, señalado por la prensa como el más radical de los allí escuchados. Hizo un
  • 24. 24 vehemente llamado a la unión latinoamericana, pero que incluya a Cuba y excluya a Estados Unidos. Basta de ingerencias en nuestros asuntos internos –dijo Vázquez. Y propugnó por la abolición definitiva de todo tipo de instrumento que excluya a Cuba de la hermandad latinoamericana. Atacó, además, a las empresas multinacionales, puntualmente a la ITT. Como sabemos, esta empresa jugó un rol clave en la caída de Salvador Allende. ¿Se puede vincular el giro de Perón a la derecha con el hecho de desandar la política exterior de Cámpora? Sabemos, hoy, que uno de los grandes cuestionamientos de Perón era, justamente, a la cancillería. Al desastre de Ezeiza, le siguió una fuerte campaña antiizquierdista desde diversos sectores. Quedó de manifiesto que el gobierno no controlaba totalmente a sus servicios de inteligencia. Tal es así que se filtró a la prensa –no por casualidad- un informe que acusaba a FAR, FAP, ERP y Montoneros de ser quienes iniciaron el ataque contra el palco desde el que debía hablar Perón. Pero además, acusaba a Righi de haber ordenado el repliegue de la policía federal cuando los pobres muchachos de Osinde pedían ayuda para enfrentar a “los troskos”. Este informe fue desmentido por el mismo Righi, pero circuló, sin embargo, y desde el mismo gobierno. Es decir, se conspiraba contra Cámpora desde adentro. Repercusiones del discurso de Perón El discurso anti juvenil y macartista de Perón fue entusiastamente saludado por Balbín, sobre todo en lo referente a la “infiltración”. Alende lo apoyó en general, sin referirse a ese punto, lo mismo que Álvaro Alsogaray. El 23 de junio, Perón visitó a Balbín. Según el líder radical, más allá de las obvias expresiones sobre lo fructífero de sostener un diálogo, coincidieron – y lo harán muchas veces más-, en la necesidad de “pacificar el país”. Veremos más adelante que entendían por esto. Desde el justicialismo, en muchos casos las declaraciones eran una carrera por la obsecuencia. Deolindo Bittel –gobernador del Chaco, luego candidato a vicepresidente en el retorno democrático de 1983-, dijo que el discurso
  • 25. 25 “disipa cualquier duda” –lo cual era cierto- y que Perón “se tutea con los más grandes héroes de nuestra República”. Por supuesto, recibió también el apoyo de fuerzas políticas de centro y de derecha, de la UOM y de la Iglesia. Mientras tanto, la presión en la región se hacía sentir cada día más. El 26 de junio, el presidente de Uruguay, Bordaberry, disuelve el parlamento, en un acto más del drama hacia el que se encaminaba el Cono Sur. Pocos días después, Salvador Allende enfrentaría un alzamiento militar, conocido como “El Tanquetazo”, que si bien fue sofocado, sirvió para medir la reacción popular en defensa del gobierno. El mismo ensayo se daría en nuestro país unos años después. Como dijimos, sería ingenuo pensar que la CIA era ajena a estos movimientos, y la presión comienza a hacerse sentir con más fuerza, en el sentido de “poner orden”. La burguesía latinoamericana reclama otras condiciones para su acumulación. Incluso esto se tradujo en acciones del mismo gobierno de Cámpora. Se convocó a la prensa para exhortarla a no publicar solicitadas de organizaciones armadas; Cámpora se reunió con el jefe de la SIDE, Righi pidió a la ciudadanía que denuncie “actos de intimidación pública por parte de individuos o grupos armados” y se dispuso a terminar con las numerosas ocupaciones de lugares de trabajo, universidades y colegios, que se venían dando. En tanto, desde medios vinculados al nacionalismo de derecha –como el diario Mayoría, publicación oficial- se hacía ya circular la versión de que el general Iñiguez reemplazaría a Righi. (Falta la ley de asociaciones sindicales) Preocupaba también la ola de secuestros, aunque nada se sabía sobre los verdaderos culpables de la Masacre de Ezeiza. Mientras desde distintos medios ligados a la Tendencia se ocupaban de López Rega, Osinde, Rucci, etc., desde el gobierno se hacían vagos señalamientos hacia el “imperialismo”, pero sin ir más allá. Otro clásico del peronismo: el concepto “imperialismo” como forma de poner todas las culpas afuera. Este grado de movilización y de acción directa, será presentado por la derecha del Movimiento como un caos generado por la incompetencia de Cámpora y su elenco, y como muestra de que se iba muy a la izquierda. No nace allí la idea de un alejamiento del presidente: esta fue siempre una posibilidad. La cuestión era presentarla como un desplazamiento forzado, no voluntario.
  • 26. 26 El ex delegado, ya el 6 de julio, luego de reunirse con Perón, declaraba que los cargos de ministros Están siempre a disposición del presidente en lo que hace a dejar su tarea cuando este así lo considere conveniente. Esto comprende a todos los hombres del movimiento, incluyendo al presidente. Cabe la aclaración: cuando Cámpora habla de la disponibilidad de los cargos hacia “el presidente”, esta hablando de Perón. El 12 de julio, los rumores de renuncia ya son fuertes, y Rucci anuncia “hechos importantes”. Finalmente, todo se consuma el día 13. ¿Cómo interpretar la renuncia de Cámpora? ¿Era Cámpora el gobierno de La Tendencia? Dice la historiadora Ana Costilla: “Cámpora no encabezó un gobierno de la Tendencia Revolucionaria, ni se radicalizó hacia la izquierda, obligando al propio Perón a recuperar el poder mediante un golpe de “palacio”. Fue su administración la que puso en marcha el corazón de la estrategia reformista de Perón para contener el proceso revolucionario abierto en 1969.” Las principales tesis que plantea esta historiadora son: a- La visión que se ha impuesto de Cámpora como un gobierno de La Tendencia viene sobre todo del exitoso libro de Miguel Bonasso sobre el tema. b- La Tendencia logra el 18% de los cargos, cuando le correspondía el 25. c- Perón da “libertad” a Cámpora para las designaciones, pero se reserva tres puestos claves: Bienestar Social (López Rega) Trabajo (Ricardo Otero) y Economía (Ber Gelbard)
  • 27. 27 d- Los cargos que sí pudo elegir Cámpora, no pertenecían a la Tendencia y su “progresismo” podía ponerse en cuestión: Righi, que no provenía específicamente de la izquierda peronista, y puso como intendente de Buenos Aires a Leopoldo Frenkel, proveniente de la derecha; Ricardo Puig, de discursos antiimperialistas, había dado clases en la Escuela Superior de Conducción Peronista, un órgano de la ortodoxia; Jorge Taiana, al frente de Educación, promovió una Ley Universitaria con el fin de “poner orden” en los claustros. Robledo (Defensa) Benítez (Justicia) y Carcagno (Comandante del Ejército) no descollaban por sus antecedentes hacia la izquierda precisamente. e- En el caso de los “gobernadores montoneros”, ninguno lo fue. Perón había ordenado para gobernador de provincia un político y para vice un sindicalista. En ningún caso hay nadie con ligazón hacia la Tendencia, más allá de algún gesto de simpatía que pudo haberse dado después, pero que no modificó la sustancia del asunto. Por lo demás, su breve gobierno combina medidas que pudieron presentarse como progresistas, con otras que buscan frenar la movilización popular y reencauzar el orden. El restablecimiento de las relaciones con Cuba, por ejemplo, suele ser presentado como un gesto antiimperialista; pero es la burguesía argentina la que está interesada en hacer negocios explotando mano de obra argentina. Y el “Pacto Social”, también se inicia en su gobierno, buscando disciplinar a la clase obrera, conteniendo y postergando sus demandas, incluso las reformistas. Finaliza Costilla: Como acabamos de ver, Cámpora no encabezó un gobierno copado por la Tendencia Revolucionaria, ni se radicalizó hacia la izquierda propiciando un golpe interno por el propio Perón. El grueso de su personal político pertenecía a la llamada “ortodoxia” peronista y a lo más granado de la burocracia sindical. El elenco político más útil a Perón y a la burguesía en la etapa (Celestino Rodrigo, Lopez Rega, Otero, Osinde, etc.) llegó al gobierno
  • 28. 28 con Cámpora, y no contra él. Más aún, fue su administración la que ejecutó la puesta en marcha del corazón de la estrategia reformista de Perón, el Pacto Social, para reencauzar dentro de los marcos institucionales una situación social que comenzaba a desbordarlos. Veamos ahora la versión que el mismo Cámpora dejó de su renuncia: Yo conservaba siempre la intención de culminar el mandato recibido: así me lo requerían las aspiraciones del pueblo argentino que permanentemente quiso verlo (a Perón n/a) en la primera magistratura del país. Pero debí postergar la adopción de medidas tendientes a posibilitar el traspaso del gobierno, porque lamentablemente padeció un trastorno bronco- pulmonar del que tardó varios días en recuperarse. Finalmente, el 4 de Julio, una vez mejorado de su enfermedad pasajera, tuvimos una entrevista a solas. En ella le expresé: “Señor, sé que si la ciudadanía argentina el 11 de marzo, en lugar de haber visto en las boletas electorales mi modesto nombre hubiera visto su dignísimo nombre, hubiera votado con más cariño, con más fe y, por ende, con más esperanza”. A lo que me respondió: “Yo, doctor Cámpora, siempre he estado a disposición de mi pueblo” (…) Algún amago irresponsable de medrar y colocarme en la cresta de un proceso que no les pertenecía, pretendiendo así empañar mi cristalina decisión con arteras sospechas de que ella respondía a otras presiones que no fueran las de mi conducta moral. Esteban Righi, citado por Jorge Bernetti, habla en el mismo sentido: Cámpora no se fue empujado por nadie, sino por su propia voluntad. Señala que estuvo con Lorenzo Miguel, y que no vio en él intenciones de sacar ventaja de la situación. Es que para eso estaba Rucci. Entonces, vemos cómo desde el camporismo se nos presenta la renuncia como una decisión voluntaria. Desde el sindicalismo, por el contrario, crecía el cuestionamiento y la intención de empujar al presidente hacia una salida forzada. El vice- gobernador de la provincia de Buenos Aires, Victorio Calabró, declaraba:
  • 29. 29 (…) con Perón se solucionaría un gran problema político- ideológico. Negar y dudar de que nuestro gobierno necesita una limpieza profunda sería un problema de tontos. Rucci había declarado: “se acabó la joda”. Sin embargo, con la brutalidad acostumbrada, quien más claras dejaría las cosas sería Luis Barrionuevo, Secretario de Prensa de la CGT. Retengamos estas declaraciones, porque echan luz sobre las verdaderas motivaciones de esta movida política: Los que tienen la torta quieren que Perón garantice que no habrá desborde por izquierda. (…) los hechos posteriores al 11 de marzo y al 25 de mayo de 1973 demuestran la necesidad de que el movimiento obrero asuma un papel protagónico y nosotros vamos a motorizarlos (…) Nadie discute que el único que puede poner orden en el país es Juan Domingo Perón. Paradójicamente, es lo que se planteaba desde la izquierda: Perón vino a poner orden y a salvar al capitalismo argentino. La renuncia de Cámpora puede ser vista, entonces, como una señal de largada para la derecha del movimiento, cumplida una primera etapa de reacomodamiento y “orden”. El partido justicialista de Córdoba se pronunció inmediatamente pidiendo la renuncia de Obregón Cano y de Atilio López “para facilitar la histórica gestión a emprender por el teniente general Juan Domingo Perón”. No explicaba, de todos modos, en que la dificultaba. Obregón Cano, días después, tuvo que negar que en su gobierno hubiese infiltración marxista. Ya es conocida la maniobra realizada: una vez producida la renuncia del presidente y del vice, correspondía que asumiese el presidente provisional del Senado, Díaz Bialet. Pero se lo envía en comisión al extranjero, nombrándolo embajador extraordinario y plenipotenciario en una misión de exploración para fijar la posición argentina en la IV Conferencia de los Países no- alineados, a realizarse en Argel. Esto facilitó el nombramiento de Raúl Lastiri, descripto por Miguel Bonasso como “un personaje de la picaresca, un hombre de cabaret, de voz aguardentosa…” Un personaje absolutamente menor, pero eficiente sin embargo para la depuración.
  • 30. 30 Perón, que declaraba permanentemente respetar la institucionalidad democrática, permitió, al menos, esta maniobra. FAR y Montoneros lanzaron sendos comunicados, reforzando la teoría del cerco a Perón por parte del imperialismo y su agente, López Rega. Lo curioso es que esperaban que quien detuviese esta conspiración fuese el mismo Perón. Señalaban: Estos conspiradores, agentes del imperialismo, son –entre otros- el ministro de Bienestar Social, José López Rega, que fue responsable de la comisión organizadora del acto del día 20 de junio y que logró ubicar a su yerno, diputado Lastiri, en el cargo de presidente provisional, desplazando a quien le correspondía legalmente, el Senador Díaz Bialet. Mencionaban también a Rucci, Osinde, Norma Kennedy y Alberto Brito Lima. Olvidaban consignar que, para el Ministerio del Interior, puesto clave debido al manejo de la Policía Federal, era designado Benito Llambí, militar de larga trayectoria golpista y anti- peronista. Decíamos más arriba que para la derecha había sonado una señal de largada. Y vimos también cómo el gobernador de Córdoba comenzaba a sufrir las primeras embestidas, acusado de tolerar una supuesta “infiltración marxista”. Pero también el sindicalismo combativo fue blanco de la avanzada fascista: la noche del 16 de julio fue tiroteado el edificio de Luz y Fuerza cordobés. Hombres parapetados en tres vehículos, tiradores desde techos cercanos, un gran despliegue de fusiles FAL, metralletas, pistolas y granadas, conformaron la modalidad del ataque. Luego serian ocupados los edificios del SMATA, ATSA (Sanidad) y la CGT local. En el caso de Luz y Fuerza, el ataque fue contestado desde el interior. Los retrocesos eran verificados también por la JP. Dante Gullo, delegado por la regional I, señalaba: Indudablemente en estos tres días de gobierno provisional ya han pasado algunas cosas que no estaban en el libreto. Se refería a la detención de ocho integrantes de la JP, y a la misma asunción de Lastiri. Y, en otro documento, señalaban que la única garantía
  • 31. 31 de que los “gorilas infiltrados” en el movimiento no avanzasen era con Perón presidente cuanto antes. Imaginamos que no podían faltar, seguramente, especulaciones sobre el hecho de que estos cambios “fuera de libreto”, no podían producirse sin la anuencia de Perón que llevaba adelante el programa de la burguesía. Pero se estaba aún lejos de proclamarlo con claridad. Rodolfo Ortega Peña y Luis Eduardo Duhalde se manifestaban en el mismo sentido: La toma del poder por el general Perón es un hecho revolucionario que sintetiza todas las aspiraciones del Pueblo. El acceso al gobierno por parte del conductor, no es más que una jugada táctica a la que debe apelar ante el avance incontrolable de los sectores traidores y burocráticos que rodean Gaspar Campos. Vemos aquí otro argumento, que se va a presentar asiduamente en paralelo con la “teoría del cerco”: la del Conductor Genial, el gran estratega que realiza movimientos que, si bien no se comprenden en el momento, serán indudablemente revolucionarios más adelante. Sin embargo, en la misma publicación, arremetían contra el Pacto Social que, como dijimos, era una herramienta fundamental para Perón ¿Se esperaba que criticando el plan económico, el general rectificase el rumbo? ¿Cómo entender, de otro modo, esta actitud luego de levantar la consigna “Perón al poder”? Evidentemente, se abrigaba la esperanza que, en algún momento, Perón fuese el revolucionario que dijo que sería. Desde el PRT, y en las páginas de El Combatiente, Mario Roberto Santucho, en tono fraternal, escribía: Los compañeros de la izquierda peronista, principalmente de las organizaciones hermanas FAR y Montoneros, sostienen la tesis de que el General Perón es en realidad un líder revolucionario, que en estos momentos es ajeno al autogolpe apoyado por la CIA, que los verdaderos responsables de la eliminación de Cámpora, Righi, etc., de los hechos de Ezeiza, en una palabra, de la actual ofensiva contrarrevolucionaria, son López Rega, Osinde y Rucci que tienen rodeado y engañado, desinformado
  • 32. 32 al general, que lo han encarcelado y lo obligan a avalar una política reaccionaria que él no comparte. Amplios sectores de las masas que quieren al general Perón, que lo consideran un genuino defensor de los intereses obreros, piensan también que el jefe del justicialismo no tiene nada que ver con lo que está pasando (…) (…) Y no porque él sea un traidor, sino porque es un consecuente defensor de su clase, la burguesía, a la que permanece completamente fiel a pesar de no haber sido comprendido en su tiempo por gran parte de sus hermanos de clase, por sectores de los capitalistas nacionales y extranjeros. Cuando la burguesía podía y necesitaba hacer concesiones a las masas Perón materializó generosamente esas concesiones. Hoy que la burguesía se encuentra en una profunda crisis necesita reprimir duramente al pueblo y Perón materializó y materializará sin vacilaciones esa represión. Desde la izquierda revolucionaria, se ubicaba al mismo Perón en el centro de esta política represiva, mientras desde la Tendencia –generalizando- se lo hacía víctima de una trama que sólo su acceso al gobierno y al poder podría romper. Otra publicación de Duhalde y Ortega Peña se titulaba: “El Pacto Social, los planes de la burocracia y otras intoxicaciones”. La argumentación era como sigue: hechos como el de Ezeiza se explicarían como parte de la necesidad de disciplinamiento de los sectores que podían resistir al Pacto, la disolución del contenido revolucionario del peronismo y hasta el liderazgo del propio Perón. Como vemos, la izquierda del movimiento no quería aún despegarse inculpando abiertamente al general por la política represiva. También es cierto que seguramente evaluaban –correctamente- que hacerlo implicaría, irremediablemente, alejarse de las masas.
  • 33. 33 Capítulo III. Los mecánicos hemos estado siempre en la defensa del país y nuestra organización (…) nosotros no vamos a esperar más sentados que la traición y la contrarrevolución marxista destruya nuestro pueblo. Estamos dispuestos a darles batalla en todo el país, estén donde estén, en las fábricas, seccionales, talleres, y con la movilización activa de los mecánicos auténticos, que sólo reconocen una bandera, la Azul y Blanca, y un Líder, el Teniente General Juan Domingo Perón y una doctrina, la Justicialista. SMATA eliminará para siempre de nuestras filas a quienes han actuado y actúan al servicio de la sinarquía internacional, con apoyo de adentro y de afuera. (…) La guerra está declarada contra los agentes del odio y la desunión (Noticias, 22-1-1974). La escalada del macartismo. Brevísimo estado de la cuestión. Veremos brevemente, apelando a algunos autores –selección por supuesto siempre arbitraria- cómo ha sido caracterizado el tercer gobierno de Perón desde distintas miradas historiográficas. Un elemento que llama la atención a quien se adentre en este período es el enorme esfuerzo justificatorio –que ya vimos cuando los hechos de Ezeiza- realizados por la Tendencia. Como dijimos, la manifiesta intención de Perón de excluirlos –en el mejor de los casos- del Movimiento resultaba muy difícil de deglutir. Alejandro Guerrero en su libro El Peronismo Armado, señala la fantasía creada por FAR y Montoneros: Perón, que había tomado el poder con el objetivo nunca disimulado de echar a la izquierda del movimiento de todos los espacios, en realidad, venía a liquidar a la derecha. Ya vimos en el reportaje a Abal Medina cómo funcionaba la “teoría del cerco”, tal vez el producto más acabado de este esfuerzo intelectual. En la marcha de la JP a Olivos –que ya veremos más adelante-, y en el desaire de Perón a la hora de negarse a hablar con las ochenta mil almas allí congregadas, dejaba claro que no existía tal cerco, sino que era esta su
  • 34. 34 voluntad. En una burla macabra, designó como contacto de la JP al mismo López Rega. Por supuesto que no todo se redujo a gestos políticos, sino a medidas concretas. Algunas de estas fueron el desplazamiento de funcionarios cercanos a la JP y Montoneros. Durante su interinato, Lastiri echa a Righi y a Puig, y los reemplaza por Llambí y Vignes. Guerrero señala que las “formaciones especiales” tenían margen de acción con Perón exiliado y una dictadura, pero No estaban ni podían estar preparadas para la presencia física en la Argentina de un Perón abiertamente hostil. No tenían manera de explicar el fenómeno.3 Hay un primer ensayo en Córdoba, para tantear que resistencias podían darse en el avance de la derecha. El 15 de julio son baleados los locales de Luz y Fuerza y Smata. Obregón Cano y Atilio López declaran que estaban dispuestos a renunciar. El poder quedaría en manos de gente vinculada a Obregón, pero, lo principal, es que no estaban dispuestos a oponer resistencia popular. Dice Guerrero: “No hacía falta saber más”. Obregón y López lograron un acuerdo momentáneo de paz con Lastiri, Llambí y Rucci. Era poner el primer pie en el centro de la rebeldía popular iniciada en el 69. Estos malabarismos justificatorios, sin embargo, no eran unánimes. Guerrero nos trae un ejemplo de la recientemente creada columna Sabino Navarro, que declaraba: Ninguno de los auténticos grupos revolucionarios ha sido recibido en Gaspar Campos y sólo la juventud, después de una concentración de 70 mil compañeros, es atendida breves minutos para luego designar representante de la juventud peronista a un tal Yessi, secretario privado de López Rega”. En lugar de la patria socialista, bajo cuyas consignas se reunieron multitudes y millones de votos, se proclama el Pacto Social, proyecto 3 Guerrero se refiere al fenómeno de que se los quisiera expulsar del movimiento.
  • 35. 35 burgués caduco, inferior en forma absoluta a las relaciones nacionalistas y antiimperialistas de 1945. El ejército que nos subyugó con una tremenda dictadura es hoy elogiado por Lastiri y López Rega Luego pedía a Perón una rectificación de rumbo, a todas luces imposible. El 8 de setiembre de 1973 se realizó una reunión de una supuesta JP unificada, con sectores revolucionarios y fascistas. Fue allí (según Guerrero) que a las FAR se les ocurrió forzar la negociación con Perón mediante el cadáver de Rucci. En su velatorio declaró el Ministro de Trabajo perteneciente a la UOM, Ricardo Otero: Has muerto para que la patria sea peronista. Has luchado contra el zurdismo apátrida (…) Juramos sobre esta tumba que jamás ningún trapo rojo reemplazará a la bandera celeste y blanca. Veremos cómo pondrán en esto todo su empeño. Automáticamente, se lanza la cacería, y su primera víctima será Enrique Grinberg. El 26 de setiembre es tomada la casa de gobierno de Salta por la burocracia cegetista. Inés Izaguirre, en Lucha de clases, guerra civil y genocidio en la Argentina, 1973- 1983, hace un breve recuento de lo que fue sólo el inicio de la escalada de violencia: Tan sólo entre el 26 de setiembre y el 31 de diciembre de 1973, son ejecutados o hechos prisioneros por estas bandas 23 militantes en distintos puntos del país, además de la realización de numerosos atentados: en Mendoza, contra el profesor de filosofía Enrique Dusell, que debió exiliarse; en Córdoba, contra una asamblea de obreros de la construcción realizada en la CGT local y contra el Banco Social de esa provincia; en Capital federal y el conurbano contra la Regional I de la Juventud Peronista (JP) y contra la Unidad Básica Mártires de Trelew.
  • 36. 36 Para esta autora, la ofensiva contra los gobernadores permeables a la Tendencia había comenzado con la renuncia misma de Cámpora. Es clave el rol de los vice- gobernadores en algunas provincias (eran sindicalistas burócratas) y de la CGT en general. Esto prueba que la decisión de la purga estaba tomada antes de lo de Rucci. Si bien la curva de muertos sube vertiginosamente a partir del fallecimiento de Perón, durante su mandato se verifica el lanzamiento del accionar de la Triple A. No es el objeto de este trabajo –que llega hasta el 1 de julio de 1974- pero justo es decir que, según Izaguirre, a partir de esta fecha “las bajas se multiplican por 25: los muertos por 17; los desaparecidos por 49”. Es interesante observar que las bandas nacionalistas de Argentina que en conjunto llamamos Triple A resultaron una vez más –como todos los nacionalismos burgueses y su versión extrema fascista- funcionales al capitalismo. Tenían el mismo enemigo que las Fuerzas Armadas estatales: el anticapitalismo. Las bajas en los meses en los que gobernó Perón, fueron, sobre todo, pertenecientes al mismo movimiento. La multiplicación en el campo marxista, vendrá después. En lo referente al desplazamiento de gobernadores cercanos a la tendencia, Alicia Servetto ha realizado uno de los estudios más completos. Señala que, además de la depuración ideológica, los objetivos eran “la desmovilización política y el disciplinamiento de los actores sociales”. Los gobernadores desplazados, en orden cronológico son: Antenor Gauna (Formosa), noviembre de 1973; Oscar Bidegain (Buenos Aires), enero de 1974; Obregón Cano y Atilio López (Córdoba), marzo de 1974. Esta autora, sin embargo, señala que la actividad de la triple A se inicia en los últimos meses de la vida de Perón. Nosotros la veremos accionar mucho antes. Las características comunes que habrían tenido estas embestidas contra los gobernadores, son: a- Dejar claro que, en cuanto a cargos públicos, primero estaba la voluntad del partido y luego la voluntad popular; b- Modificar las situaciones políticas provinciales para poner un límite a la movilización popular;
  • 37. 37 c- Llevar adelante la “limpieza ideológica” y terminar con los “infiltrados”; d- Defensa de los sectores sindicales de su autonomía frente al poder político provincial. Marina Franco, por su parte, señala al período que comienza en 1973 como de estallido de los conflictos internos del peronismo, de la interpretación de cada sector sobre la naturaleza del movimiento como la verdadera, y del tironeo de la figura de Perón tanto para la derecha como para la izquierda. La falencia y la responsabilidad de Perón en este conflicto, es que no medió o arbitró previamente entre los distintos sectores. En el discurso post- Ezeiza, Perón traza una línea muy marcada de qué es el orden y qué el desorden. Y allí –señala también Sergio Bufano-, se pone punto final a la ilusión de que desde el peronismo se apuntaría a una salida al capitalismo. Franco entrevistó a Luis Aranda, asesor de Perón en defensa. Según él, ya en 1972, desde Puerta de Hierro El general había manifestado su intención de “poner orden” dentro del peronismo en referencia a la izquierda juvenil, así como había expresado su seguridad de que podría “controlar” tanto a López Rega como a los “muchachos”. Afirma que no rompió con Montoneros porque, en las elecciones4 , había que llegar al 50%. Después se vería. Perón también participó de la visión que se expresaba en la Doctrina de la Seguridad Nacional, planteada antes por la Revolución Argentina y luego por el Proceso de Reorganización Nacional, sobre la defensa del modo de vida “occidental y cristiano”, al declarar que: “Todos estamos bajo una amenaza común y tenemos enemigos comunes”. No es ilógico pensar que este concepto fue compartido con Pinochet, en la entrevista entre ambos. 4 Se refiere a las del 11 de marzo de 1973.
  • 38. 38 Las herramientas, entonces, con las que se llevó adelante esta purga fueron: a- Constitucionales: intervenciones federales, a universidades y sindicatos, leyes y decretos, represión policial; b- Intrapartidarios: reestructuración del movimiento, intervenciones en los partidos justicialistas provinciales; c- Violencia para- estatal. Como organismos que actuaron en la violencia para- estatal podemos mencionar: patotas de la UOM; el Comando de Organización (C de O); la Concertación Nacional Universitaria (CNU); la Juventud Sindical Peronista (JSP); la Juventud Peronista de la República Argentina (JPRA); la Alianza Libertadora Nacionalista (ALN); el Comando Libertadores de América (CLA); -según Franco vinculado al tercer cuerpo de Ejército con asiento en Córdoba- el Comando Nacionalista del Norte de Tucumán; el Comando Moralizador Pío XIII o el Comando Anticomunista de Mendoza. Un día antes de que Perón asuma por tercera vez, son reincorporados a la Policía federal y a la custodia de López Rega, Rodolfo Almirón y Juan Ramón Morales, importantes engranajes de la Triple A. La autora cita una declaración de Perón en la cual puede verse con claridad su deliberada ambigüedad. Mientras actuaban todas las organizaciones antes mencionadas, decía: Hay una ley y hay una justicia y quien delinca se enfrentará a esa ley y a esa justicia por la vía natural que toda democracia asegura a la ciudadanía. Creer lo contrario sería asegurar la injusticia y andaríamos matando gente en la calle que ni merece ni tiene por qué morir. Yo no he de entrar por el camino de la violencia porque si a la violencia de esos elementos le agrego la violencia del Estado no llegaremos a ninguna solución. Son los hechos de Azul los que –para Franco- parecen haber terminado con cierta tolerancia hacia la guerrilla, y significaron una profundización de la depuración interna. La primera víctima sería Bidegain, y luego otros gobernadores.
  • 39. 39 Guillermo Caviasca tiene una visión contraria: el ataque a la guarnición de Azul por parte del ERP no puede tomarse como determinante para la salida de Bidegain de la gobernación de la provincia de Buenos Aires; en todo caso, su gobierno –como el de otras provincias, de corte progresista- venía siendo desgastado por la derecha desde Ezeiza. Las permanentes embestidas contra “los zurdos”, “los infiltrados”, “los comunistas”, así lo prueban. Creemos que ambos autores están en lo cierto, simplemente hay una diferencia en la intensidad de la embestida antes del ataque a la guarnición y después de él.
  • 40. 40 Capítulo IV. Julio- setiembre de 1973. La JP, el cerco y la reorganización del movimiento. Al cumplirse un mes de la Masacre de Ezeiza, la JPRA, a través de una solicitada, caldeaba aún más el ambiente macartista: Nunca olvidaremos la masacre de nuestros hermanos, realizada desde las sombras por los infiltrados en nuestras filas: ERP, FAR, Montoneros, con sus drogadictos, homosexuales, mercenarios vernáculos y extranjeros, todos protegidos desde arriba por la debilidad consciente y por la traición siniestra Este tipo de declaraciones, muy abundantes en la época, muestras otra tendencia del momento: la transformación del adversario político en otro absoluto, lo siniestro, lo infiltrado, lo extranjero. Por lo tanto, merece ser eliminado. Estas manifestaciones irán in crescendo con el tiempo, y preludian la dictadura militar. El ministro Taiana, en un libro que escribirá luego de algunos años “El último Perón”, citado por María Sáenz Quesada, también, al igual que la Tendencia, va a adherir a la teoría del cerco. Veamos, sin embargo, cómo Perón no necesitaba de la influencia de su entorno para realizar una broma macabra. El 21 de julio, una gran columna de la JP marcha a Olivos para, justamente, “romper el cerco”, es decir, restablecer el diálogo directo con Perón. Las estimaciones van de 30 mil a 80 mil personas, según la fuente. Sabemos que la JP tenía un gran poder de movilización. El Descamisado, titulaba triunfante: “Se rompió el cerco del brujo López Rega”. En tapa, Perón, con su eterna sonrisa, esta parado en el medio, flanqueado por Dante Gullo, Lizaso, Añón y Ahumada. Allí, el general les dice que son los primeros a los que recibe –había estado varios días en reposo por indicación médica- y promete asistir al acto de la JP para hablar personalmente a la juventud. Y –siempre según esta fuente- ordenó tener contacto con la juventud “sin intermediarios”.
  • 41. 41 Esto no fue cierto. Perón, que los recibió por breves minutos, designó como enlace entre él y la JP al mismísimo López Rega. Este desprecio por la enorme cantidad de jóvenes que se movilizaron –una vez más- y que tenían cifradas esperanzas tan grandes en su persona, no podía provenir de un senil, al que llevaban de aquí para allá como un mueble. Por el contrario, estos gestos muestran gran lucidez a la hora de enviar inequívocas señales. Desde el radicalismo también las percibían, sólo que con matices: Balbín las saludaba, Alfonsín advertía el peligro de ellas. Mucho me temo que de aquí en adelante se pretenda marginar a los sectores más progresistas y más populares (…) Por otra parte, creo que se va a afirmar ostensiblemente la burocracia sindical. (…) las propias designaciones que se han hecho hablan también a las claras, juntamente con algunas renuncias aceptadas, de que el signo que se pretende imponer es marcadamente de derecha. Esta etapa del interinato de Lastiri puede interpretarse como de reacomodamiento de la tropa para una batalla importante. El 28 de junio, son reorganizados todos los organismos del Movimiento. Veamos algunos de los tenientes y coroneles que se preparaban para el combate: Rama política: José Humberto Martiarena. Nombrado por la Revolución Libertadora interventor de Tucumán en 1955, fundador del Partido Blanco de los Trabajadores, de orientación neoperonista. Ferdinando Pedrini: del peronismo ortodoxo, futuro interventor de Salta, cuando sea apartado el gobernador Miguel Ragone. José Manuel Camus: también ortodoxo, hoy desvincula a Perón de toda responsabilidad en la violencia de derecha desatada entre el 73 y el 74, minimiza el papel de López Rega y reduce todo a la “infiltración militar” Francisco Julián Licastro: Teniente Coronel, del círculo de mayor fidelidad a Perón. Rama Sindical: José Ignacio Rucci –ya hablamos de él en el apartado referido a Ezeiza- ortodoxo y profundamente macartista. Lorenzo Miguel: histórico de la UOM, continuador del vandorismo, será, unos años después, protegido por Massera para no caer en las garras de los grupos de tareas.
  • 42. 42 Casildo Herrera: de las 62 Organizaciones, también proveniente del vandorismo. Rama Femenina: Silvana Roth, actriz, del peronismo histórico. Hilda Castiñeira: otra peronista histórica, incondicional de Evita. Rama Juvenil: Julio Yessi: dirigente de la “Juventud Peronista de la República Argentina”, denominación esta que tenía el evidente propósito de marcar el carácter estrictamente nacional de la organización, ajeno a “ideas foráneas”, como si lo sería la JP. Muy cercano a López Rega, y detenido en 2012 por su vinculación con crímenes de la triple A. En la constitución de estos organismos, la cual no pudo de ninguna manera ser ajeno Perón, vemos entonces cómo se privilegia a la ortodoxia peronista, a la influencia de López Rega, a la burocracia sindical. Este nuevo organigrama responde de alguna manera a la pregunta que se hacía Jorge Abelardo Ramos desde el periódico “Izquierda Popular”, en un editorial cuyo título era “Perón: ¿con quien piensa gobernar?” ¿Y Perón?, preguntará el lector. Bien sabemos que la historia universal no se agota en la historia menuda que complace a los periodistas burgueses. Perón, en camino de su tercera presidencia, deberá decidir si respalda las repugnantes acrecencias nacidas en los grandes sindicatos durante su largo exilio, bajo la protección de los regímenes oligárquicos. Del mismo modo el futuro gobierno de Perón deberá definirse ante peronistas liberales como Gomez Morales, que teme a la “inflación” pero no al hambre del pueblo, o ministros como Gelbard, que congela salarios como Krieger Vasena (…) Si bien es acertada la pregunta de Ramos, sobre con quienes gobernará Perón, en lo relativo al aspecto económico razonaba igual que la Tendencia. ¿Podía Gelbard plantear el Pacto Social, que efectivamente, congelaba salarios por dos años, sin la confianza de Perón? En julio de 1973, la revista El Peronista - cordobesa- denunciaba una avanzada de la derecha nacional e internacional al poco de asumir Cámpora. Las fotos de Rucci y Brito Lima ilustran la nota. En primer lugar se trataba de una ofensiva latinoamericana: hostilidad hacia Chile y disolución del Parlamento uruguayo. En el ámbito nacional, ya se contaba con el poderoso antecedente de la masacre en Ezeiza –que según
  • 43. 43 un informe presentado en el Senado nacional por esos días daba un saldo de 114 muertos y más de 900 heridos-; y en el sindical, la conducción de la CGT intenta intervenir todas las seccionales, con el objetivo primordial de tener el control de la cordobesa, por su tinte antiburocrático. Pero, además, ya se daba cuenta de toda una avanzada que trascendía lo sindical y se insertaba dentro del peronismo: bien conocidos eran las solidaridades entre Rucci, el Secretario de deportes Osinde, el mencionado Lima y otros. Es paradójico que desde ambas fracciones se utilice la palabra infiltración: desde la derecha, obviamente infiltración de izquierdistas que en realidad no serían peronistas; desde la izquierda, serían “continuistas”, es decir, continuadores de la política pro- imperialista detentada por la Revolución Argentina. El objetivo era Córdoba, porque allí tenían enorme influencia nada menos que las figuras de Agustín Tosco y Atilio López, centrales en el Cordobazo, ícono de la resistencia a la dictadura. Y desde allí se respondió dando precisiones sobre el continuismo. Los sindicalistas de la conducción de la CGT habían colaborado con los militares. Un referente de la Tendencia Revolucionaria era Juan José Hernández Arregui; su teorización sobre el ser nacional, la cultura y la violencia bajo el imperialismo era ineludible para este sector. Decía por entonces: La lucha política y la lucha cultural son inseparables, cualesquiera sean las diferencias de los pueblos de Asia, África e Iberoamérica –o América Latina, como nos llaman los conquistadores-. A saber, ruptura con el imperialismo por medios pacíficos o violentos, pues en toda lucha de liberación, como ya he escrito alguna vez, la violencia es la respuesta patriótica de la conciencia nacional agredida por el colonialismo. Y ésta es una definición estricta de la violencia, no su apología. Son los agresores internos y externos quienes imponen la violencia económica y cultural no deseada por los pueblos. Con relación a otro aspecto del problema, dejando de lado las contradicciones de clase del peronismo, y apuntando a su carácter de movimiento nacional de masas, la lucha cultural se define, entonces, como exigencia de construir el Estado- Nación. Una vez conquistado el poder, ya vendrá –y recién entonces- la educación de las masas. Educación que no debe confundirse con cultura colectiva. Un provinciano analfabeto filiado a la tierra de sus
  • 44. 44 antepasados es más culto que un universitario embobado por el tiranismo de EE.UU. Son interesantes aquí las reflexiones de Hernández Arregui para comprender mejor el clima de época, que es lo que pretendemos. Es lícito utilizar la violencia –una violencia no deseada, impuesta por la violencia de arriba- para romper con el colonialismo, que es violento por definición. A la violencia, sólo se la puede derrotar con una violencia mayor. Respira también aquí el espíritu de Franz Fannon. Y aclara que no hace apología, sino que esta violencia, cuando impera el colonialismo, surgirá aunque no lo queramos, implícita en el orden natural de las cosas. Otro hito del giro hacia la derecha del peronismo en el gobierno fue la proclamación de Isabel Perón como candidata a vice presidenta, el 2 de agosto. Huelga profundizar sobre las enormes carencias personales de la tercera esposa del general. Ya en ese momento, la sorpresa se tornó estupor. Tal es así, que el número inmediatamente posterior a este hecho de El Descamisado no abordó el tema, sino que debieron pasar dos números para reaccionar. La semana pasada nos quedamos mudos. (…) Aún no sabemos si hicimos bien o mal en callarnos. Pero la sorpresa nos enmudeció. Preferimos pensar, reflexionar junto al movimiento, participar también del estupor. Y hoy íbamos a preguntar, a fijar nuestra posición frente a una candidatura que no entendimos ni entendemos. Pero, líneas abajo, aclaran: cualquier resolución del jefe será acatada. De todos modos, no ocultaban su desdén por lo que había sido un congreso del partido justicialista absolutamente libretado y orquestado para las cámaras de televisión. Quien proclamó a Isabel como vice fue Norma Kennedy. Pero antes hizo uso de la palabra Torcuato Fino, apoderado del Partido Justicialista, quien con razón hubiese sido condenado al eterno olvido de no haber sido por pronunciar la siguiente frase, diciendo que Perón representaba: Una bácula señera con ubérrimas frondosidades.
  • 45. 45 Luego, por si alguien lo dudaba, aclaró que el general era un homo sapiens. Todo esto sería gracioso si no hubiese sido trágico. En estos personajes depositaba el hombre más votado de la historia argentina su confianza. Kennedy, que venía de la más rancia ortodoxia peronista, fue la única oradora que pudo hablar. La orden ya estaba dada; discutir más no tenía sentido. Según Juan Manuel Abal Medina, la real intención de Perón era integrar la fórmula con Balbín. Pero, si bien este veía la posibilidad con obvio entusiasmo, las resistencias dentro de la UCR se hicieron sentir. Así, - coinciden varias fuentes- un Perón fatigado, manejado por su entorno, habría optado por Isabel. El terreno que se abre es el de las conjeturas. Creemos que cualquier otra opción que Perón hubiese tomado, inevitablemente hubiese sido hacia la derecha; nunca Cámpora, impulsado por la Tendencia. Como es sabido, la vicepresidencia de María Estela Martínez de Perón resultó trágica, y allanó el camino represivo para el genocidio que se iniciaría en 1976. La muerte de Rucci y sus derivaciones Todavía hacia el 1 de setiembre, Perón sostenía en parte su discurso del exilio, en lo referente al socialismo. Declaraba: Hemos sido feudales, demoliberales, hoy socialistas porque el mundo, indudablemente, va en esa dirección. En la prensa, ocupaba un importante lugar la confluencia de la tendencia y de la burocracia sindical en el desfile ante Perón en la CGT. Sin embargo, un detalle no debe haber escapado a los ojos del líder justicialista: el grado de movilización juvenil fue superior al del sindicalismo tradicional, medido este por los minutos que tardaba cada columna en desfilar frente al líder. De todos modos se buscaba, en ese momento, una mínima convivencia. Lorenzo Miguel se había entrevistado con líderes juveniles, buscando lo que el diario La Opinión denominaba “pacto de tolerancia”.
  • 46. 46 Rucci, caracterizado por un discurso desbordado cuando de mostrar su macartismo se trataba, también exhibió prudencia: Los jóvenes y no jóvenes, unidos por lazos de indestructible solidaridad de hermanos, rodeamos a nuestro líder. Sin trampas, sin mentiras. Hasta Isabel Perón, de gira electoral por el interior, destacaba el rol de la juventud. Pero este aparente clima de concordia, no podía esconder proyectos que estaban enfrentados. Para la Tendencia, Perón debía ser el líder revolucionario que elevase el país al socialismo con ellos como vanguardia. El general, sin embargo, tenía otros planes. En un encuentro programado entre el líder y los dirigentes de la JP, les plantearía, en primer término, “quien es el dirigente”, y si fue elegido por las bases. Es decir, plantearía la cuestión de la legitimidad. Para señalar luego: Voy a tener contacto directo con todos los jóvenes y también voy a darles las directivas sobre las funciones que a ellos les corresponde y también luego, en el plano del gobierno, el rol que le corresponderá a la juventud en función de gobierno. En la acción, dentro de lo que podemos llamar escalafón generacional del país, los muchachos deben empezar de abajo, como se empiezan todas las cosas. Cuando tengan la capacidad, el aplomo, los años y la experiencia que se necesitan, entonces ellos tendrán que hacerse cargo de la cosa pública, como pasa en todas partes. ¿Escalafón? ¿Empezar de abajo? ¿Después de la lucha contra la dictadura, ahora había que hacer “la experiencia”? Algo empezaba a no encajar para la los sectores juveniles. El 6 de setiembre se produce el ataque al Comando de Sanidad del Ejército, por parte del ERP. En la acción, mueren dos soldados y un teniente coronel, Raúl Duarte Ardoy. Aclara el diario La Opinión que (…) recibió medalla de mérito del gobierno de los Estados Unidos y realizó el curso de Comando y Estado Mayor en la Escuela de las Américas, en la zona
  • 47. 47 del canal de Panamá. En dicho instituto se instruye a los jefes militares en la utilización de armamento moderno y en la acción antiguerrillera. Es decir, capacitación en inteligencia y tortura que tan ampliamente sería utilizada después. En general, todo el arco político fustigó el hecho. Todos proclamaban llegada la hora de la “unión nacional”, y veían esta acción conspirando contra ella. Las voces que entenderían la caída de Cámpora, el interinato de Lastiri y el gobierno de Perón como un fuerte giro hacia la derecha, se harían oír después. El ataque era presentado como “antinacional”, no así las Fuerzas Armadas que, hasta ayer nomás, habían comandado una dictadura cuyo resultado fue la extranjerización de la economía desde 1966 en adelante. El mismo Perón decía: Intenta (el ERP) también vanamente herir a las Fuerzas Armadas, en este caso particular al Ejército, sin comprender que aquellas instituciones se han incorporado al afecto popular y al proceso nacional. Inclusive Montoneros cuestionó esta acción. Se encontraban embarcados en un proceso de diálogo con Perón, que los instaba, como vimos, a realizar elecciones internas en la JP. Por otro lado, manifestaban que su accionar, en tanto no fuese blanco el pueblo y ellos mismos de la violencia de arriba, se concentraría en lo político. Estaban a dos meses y veinte días de los hechos de Ezeiza, y algo menos de la caída de Cámpora. Decía Firmenich sobre los sucesos de Sanidad: Periodista: ¿Qué manifiestan ustedes con respecto a lo ocurrido en la Unidad Sanitaria militar? Firmenich: La opinión mía es que se trata de un hecho que no corresponde al momento. El accionar de una organización político militar tiene sentido en la medida en que está ligada a la acción y al proyecto que tienen las masas. Nosotros decimos, sin entrar a cuestionar más profundamente la política, y sobre esto vamos a dar un documento a publicidad, que el hecho en si cumple un rol contrarrevolucionario.
  • 48. 48 Es decir: caracterizaban el retorno de Perón a la presidencia como una revolución. Y entendían que ya no podía ser el Estado un enemigo, porque se hallaba en manos del pueblo. El tiempo demostraría con crueldad cuán equivocados estaban. Su líder esgrimía ante ellos el argumento de usar el tiempo para ahorrar sangre, cuando en realidad era su propio entorno el que estaba bien dispuesto a derramarla. Los otros días me encontré con unos muchachos y me dijeron: “Hay que hacer esto”, “Hay que hacer lo otro”… y entonces les dije: “Si ustedes quieren hacer igual que Allende en Chile, miren cómo le va a Allende en Chile” Entonces, hay que andar con calma. No se puede jugar con eso, porque la reacción interna, y apoyada desde afuera, es sumamente poderosa (…) Visto a la distancia, y con la enorme ventaja de saber el final de la historia, se puede reflexionar sobre esta cuestión que planteaba Perón. Se puede incluso decir que el argumento prudente tenía sustento, y que, efectivamente, se veía un accionar reaccionario apoyado por la gran burguesía local y estadounidense en gran parte de América Latina. Y que tenía su lógica plantear, en términos futbolísticos, “parar la pelota” y pensar. Lo grave, es que la reacción a la que el general decía temer, anidaba en su propio movimiento, en su entorno más cercano, avalada por él mismo. Un personaje del elenco estable del neoliberalismo reaparecía en escena: Álvaro Alsogaray. Su prédica de un Estado mínimo, apertura económica irrestricta y subordinación a los organismos internacionales de crédito venía de larga data. Cuando celebraba que Menem aplicase recetas económicas que él venía predicando desde hacía treinta años, no mentía. En esos días, intuía que el momento de volver a actuar se acercaba. Y no se equivocaba: Estamos seguros que muy pocos se sentirán dispuestos por ahora a escucharnos y que la mayoría reaccionará en esta etapa en contra nuestra. Pero tenemos que cumplir un deber y queremos cumplirlo.
  • 49. 49 Esa prédica, incomprendida en ese momento, se convertirá, diecisiete años después, en una devastadora realidad. Pero no era, lógicamente, la única manifestación reaccionaria. El Partido Demócrata Conservador aseguraba seguir “su tradición fiel a la línea de Mayo, Caseros y la Revolución Libertadora”. El 12 de setiembre, se leía en la tapa de La Nación: “Triunfó la revolución en Chile y ha muerto Salvador Allende”. Este diario, supuesto defensor de las tradiciones democráticas, habla de “Junta militar de gobierno”, no de dictadura. Al golpe lo llama sólo “revolución”, y reproduce testimonios de chilenos “esperanzados” con el cambio. A la experiencia socialista la llama “aventura”. Es decir, todo intento de modificar el orden social existente, y de poner las principales fuentes de riqueza en manos del pueblo es aventurerismo que sólo puede tener ese final. Un mensaje para quienes pensasen en alterar el “orden natural de las cosas” de este lado de la cordillera. En nuestro país, la Cámara de Diputados de la Nación aprobó una declaración de repudio al golpe y un homenaje a Allende. Mientras tanto, Lastiri presenciaba un ejercicio militar. Perón, salió a dar un paseo en auto por Vicente López; consultado por los periodistas sobre los sucesos de Chile, se limitó a declarar que había que esperar la confirmación de los hechos. Los cuales ya estaban suficientemente confirmados: Allende estaba muerto. Quien si condenó el golpe fue Rucci, y la CGT a través de un comunicado. También manifestaron su repudio Obregón Cano y el gobernador tucumano, Amado Juri. La JP, a través de Jorge Obeid, si bien condenó el golpe, lo hizo con cautela y citando siempre las enseñanzas de Perón. Pero miles de jóvenes peronistas y otros sectores de izquierda se lanzaron a las calles y manifestaron su repudio. Tenemos, en este caso, el editorial de La Nación, como la voz de la burguesía argentina: La obstinación del sectarismo ideológico de llevar a cualquier precio adelante una política social y económica desestimada por una parte sustancial del pueblo chileno ha pagado su moneda cara. Nada habría que lamentar si el resultado de esa conducción equivocada de los destinos de
  • 50. 50 Chile hubiera quedado reducido a la verificación de un fracaso, por vías que le fueran señaladas de antemano, de los sectores más radicalizados de la izquierda allí operante. En su propia miopía deben encontrar estos marxistas a ultranza la explicación del final abrupto al que ha sido sometida la experiencia fundada en bases tan restringidas como las de suponer haber sido nada más que la primera minoría del país. (…) Esto es lo que hay que lamentar de los sucesos del lunes: la quiebra al menos formal, de una continuidad constitucional admirable en América Latina (…) (…) Es un hecho objetivo que la insensibilidad sectaria llevó a Chile a la anarquía económica, fomentó el odio de clases y abrió las puertas a la arbitrariedad colectiva (…) Si este proceso, el que sus protagonistas prefirieron no calificar de marxista, sino como “una vía al socialismo” llegó hasta donde todos sabemos, nada digamos de lo que habría sido de Chile si el marxismo ortodoxo hubiera gobernado de cuerpo entero. Condenar la posición ideológica de este editorial sería absurdo porque no cabe esperar otra cosa de este diario. Sí señalar cómo, tres años después, no encontraremos allí, en referencia a nuestro país, la misma preocupación por la ruptura de la continuidad constitucional. Perón también hizo declaraciones. Condenó el golpe, diciendo que es una fatalidad para América Latina, sobre todo por haber sido ejecutado, una vez más, por fuerzas militares. Planteó que, si bien no lo podía demostrar, estaba seguro que allí había participado Estados Unidos. Pero, consultado a que se debió “el fracaso” de Allende, no dejará pasar la oportunidad para vincularlo con la situación local. Allende no fracasó, lo hicieron fracasar “los apurados de siempre”. Días después, tomó una prudente distancia, al decir que la Argentina debía mantener “absoluta prescindencia” ante el golpe en Chile. Más adelante, habrá gestos que negarán esa prescindencia. Las declaraciones de Balbín, días después, van en el mismo sentido. Al proclamarse la fórmula con De la Rúa como candidato a vicepresidente, en La Plata, dijo: Lo de Chile es una desgracia Latinoamericana, fruto de las incomprensiones, las rivalidades, incluso del propio frente que había llegado al gobierno. La
  • 51. 51 impaciencia de los extremos infantilizados que perturban los que cantan al odio de los ingenuos y son nada más que destructores de la propia causa que ayudaron a llevar. Más allá de lo acontecido en Chile, los dos viejos líderes coincidían en enviar mensajes hacia los sectores de la política local que planteaban cambios sociales más de fondo. “Apurados”, “infantiles”, son adjetivaciones que, en poco tiempo más, darán lugar a otras que señalarán la creación de un enemigo interno, como bien señala Marina Franco. Es evidente al menos uno de los puntos de acuerdo entre Perón y Balbín: hay que parar la movilización popular iniciada en 1969, y alejar del horizonte todo peligro de impugnación al sistema capitalista. El 19, el gobierno argentino reconoce oficialmente a la dictadura chilena, al responder a la nota donde se informaba sobre el derrocamiento de Allende y la constitución de nuevas autoridades. Los sectores juveniles con militancia política, tenían otra visión. El 16 de setiembre, las Juventudes Políticas Argentinas organizaron una importante manifestación –entre 100 mil y 200 mil personas, varía según la fuente- bajo el lema “Marcha de la liberación latinoamericana y solidaridad con la resistencia del pueblo chileno y en repudio del golpe gorila del 16 de setiembre de 1955”. En tanto, ya se preparaban los comicios del 23. Una encuesta, daba a Perón alrededor del 64% de los votos. Un día antes, el general habla para todo el país por radio y televisión. Allí repite varias de sus fórmulas conocidas –“tan lejos de uno como de otro de los imperialismos”, etc.- pero también plantea, en tono amenazante, que hay que terminar con la “subversión”. Por supuesto, puede encontrarse una lógica en el hecho de que un gobierno constitucional pretenda que la lucha armada ha terminado, porque justamente las organizaciones podrán moverse en la legalidad, y porque ha desaparecido el móvil principal, que era luchar contra la dictadura. Lo curioso es que sea el mismo Perón el que renuncie a mencionar siquiera los orígenes de esa violencia. Además, llama a la colaboración de toda la población, es decir, a la delación.
  • 52. 52 Si, como ya hemos dicho, cada argentino tiene el derecho de vivir en seguridad y pacíficamente y el gobierno tiene el irrenunciable deber de asegurarlo, no es menos cierto que la ciudadanía ha de cooperar, en lo que de ella dependa, para que tales circunstancias puedan cumplirse en orden y tranquilidad. Por eso ni es concebible, ni puede aceptarse como natural, la existencia de fuerzas organizadas para imponer designios de sectores extraños por medios violentos, en tanto el resto de la ciudadanía desarmada debe asistir inerme al atropello y al delito en su perjuicio. En tales casos, no puede esperarse de la acción gubernamental sino la imposición de la ley por el medio que sea. De ello se infiere que tales organizaciones han de colocarse cuanto antes dentro de la ley o han de someterse, aunque sea por la fuerza, como deber ineludible del gobierno. Da la sensación, como dijimos, que esta violencia hubiese surgido de la nada. Por otro lado ¿cómo pedirle a la izquierda peronista que se desarme luego de Ezeiza, para no abundar en otros hechos? Evidentemente, si bien las organizaciones armadas cometieron delitos y graves errores políticos en el período constitucional, durante el tercer gobierno de Perón –tomando como una unidad desde mayo del 73 hasta julio del 74- no podían confiar que, incorporándose a la legalidad, no fuesen atacadas por la derecha fascista que rodeaba al general. Perón obtuvo en esa elección, casi un 62% de los votos. Decía, consultado por los periodistas, no tener aún en mente cambios en el gabinete. Sin embargo, ya se daban algunos movimientos estratégicos: renunciaba el jefe de la policía federal para ocupar el cargo el general Iñiguez, cuyos hombres estuvieron a cargo de los móviles del Automóvil Club Argentino el día de la masacre de Ezeiza. El martes 25, la portada de todos los diarios del país trae la noticia del asesinato de José Ignacio Rucci. El carácter criminal de la acción y la enorme torpeza política de la misma, cuarenta y ocho horas después de que Perón obtuviese un apoyo popular de una contundencia fenomenal, quedan, para nosotros, fuera de toda duda. La reacción que provocó confirma este juicio. Inmediatamente se declara ilegal al ERP, a quien, en primera instancia, se le adjudicará el asesinato. Horas después, Perón y la militancia montonera, se enterarán de que fue esta organización. En el entierro, ya se
  • 53. 53 escuchaban consignas como “Bolches, mazorcas, todos a la horca” y “vamos a reventar, a los del ERP y a los de FAR”. Un Rambler estaciona en la calle Blanco Escalada al 3400. Bajan de él cuatro hombres. No es inverosímil pensar que están armados. Al llegar al número 3422, tocan el portero eléctrico: tercero B. Cuando el dueño de casa sale, recibe, sin más, una lluvia de balas. Quien cae es Enrique Grinberg, dirigente de la JP, y primera víctima de la venganza que se desata tras a muerte de Rucci. Julián Licastro, secretario político del general, decía: Estamos en guerra contra el Ejército Revolucionario del Pueblo, no le tenemos miedo ni a ese ni a ningún otro, pues estamos armados de las sólidas verdades del justicialismo, de la ortodoxia y de la lealtad que nosotros le debemos al jefe de ese justicialismo, el general Perón. En Salta, una columna de manifestantes convocados por la CGT local, en el marco del paro en repudio al asesinato de Rucci, se desprende y ocupa la casa de gobierno, para manifestar su repudio al gobernador Miguel Ragone, al grito de “el gobierno esta lleno de comunistas”. En el Congreso se sesionó en homenaje a Rucci. Transformado en un héroe de la clase trabajadora, abundaron los discursos condenando la violencia, pero sin hacer mención ni a Ezeiza ni a la violencia sindical. Tal vez siempre sean pocos quienes son capaces de tales valentías en momentos como ese; tal vez sea injusto exigirles actitudes de ese tipo a todos. Sólo unas pocas voces, en diputados y en el senado, se animaron a mencionar también a Grinberg, o a extender el repudio a los muertos “por todo tipo de violencia”. En el sepelio de Grinberg, Dante Gullo dijo que “no hemos perdido un compañero, sino ganado una experiencia”, frase que debió sonar insólita ante la esposa y los familiares del muerto. Y luego continuó con el autismo: los asesinos serían sectores que “no quieren a Perón”; extraña conclusión cuando Perón se manifestaba profundamente dolorido por la muerte de Rucci –no por la de Grinberg- y cuando sus asesinos provenían del lumpenaje sindical, pertenecientes al sector en el que el general había dado muestras de apoyarse con más fuerza.