Eldiario.es habló con tres mujeres que fueron violadas en el contexto de un conflicto armado: la periodista colombiana Jineth Bedoya Lima, la mexicana Valentina Rosendo Cantú y la congoleña Esperance Kaviranos. Nos cuentan qué pueden hacer los gobiernos internacionales para evitar que más personas sufran lo que ellas padecieron: violación e impunidad
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“Las pocas mujeres violadas en conflictos que consiguen justicia han de penar años para lograrla”
1. “Las pocas mujeres violadas en conflictos que consiguen justicia
han de penar años para lograrla”
Jineth Bedoya en el encuentro mundial por el fin de la violencia
sexual en los conflictos
Fuente: Desalambre /El diario.es 5 agosto 2014. Po Maruxa Ruiz del
Árbol
Eldiario.es habló con tres mujeres que fueron violadas en el contexto
de un conflicto armado: la periodista colombiana Jineth Bedoya
Lima, la mexicana Valentina Rosendo Cantú y la congoleña
Esperance Kaviranos. Nos cuentan qué pueden hacer los gobiernos
internacionales para evitar que más personas sufran lo que ellas
padecieron: violación e impunidad
En 2009 esta periodista supo en Congo de una niña de 14 años que
había llegado a ostentar los más altos galones del ejército sin haber
luchado en la primera línea de fuego. Había ascendido comandante
por ser la única esclava sexual de un batallón de unos 100 hombres.
Después de que altos representantes de 140 países distintos se
reunieran en una cumbre en Londres en el mes de junio para dar
visibilidad y soluciones a casos dolorosos como el de esta niña
eldiario.es le pregunta a tres supervivientes a violaciones en
conflictos qué necesidades comunes tienen las víctimas de violaciones
en enfrentamientos tan distintos como Colombia, Siria o Palestina.
2. Hasta ahora este drama ha estado suficientemente oculto y
arrinconado en la agenda política mundial como para que, ni siquiera
en la primera cumbre jamás organizada sobre el asunto, fuera capaz
de recabar un dato global fiable. Sólo existen cifras estimadas en
países concretos.
En Colombia el informe más reciente de violencia de género encontró
que en los 407 municipios que se enfrentan a la violencia de
insurgentes se reportaron 500.000 casos de mujeres violadas entre
2001 y 2009, seis cada hora.
En el lado opuesto del mundo, en República Democrática del Congo,
más de 400.000 mujeres fueron violadas entre 2006 y 2007 según un
reciente estudio publicado por la campaña internacional Stop Rape In
Conflict. Eso supone que en el país 48 mujeres son violadas cada
hora.
Valentina Cantú
Esperance Kavira fue una de ellas. Kavira fue abusada por fuerzas
armadas en el este de su país. Pero su caso es extraordinario porque,
al contrario que la inmensa mayoría, ella decidió denunciarlo con
mucho valor y el apoyo de una organización que trabajaba en el
terreno. “En el Congo la mayoría no denuncian para evitar el estigma,
ser repudiadas por sus propias familias y por miedo a que se las
vuelva a atacar como venganza a haber denunciado”, comenta.
Las tres mujeres que charlaron en Londres con eldiario.es subrayan la
existencia de un numerosísimo “subregistro” de mujeres que han sido
atacadas sexualmente pero que no denuncian por ese miedo al
estigma o por falta de confianza en la justicia. De ahí la dificultad de
obtener datos fiables.
3. ¿Cuáles son las particularidades de una violación de guerra frente a
otras agresiones sexuales? ¿Qué apoyo se le puede dar las mujeres
que ocultan sus violaciones para que salgan a denunciar?
La periodista Jineth Bedoya dice que la falta de datos fiables sobre las
violaciones en su país fue una de las motivaciones que tuvo para salir
a contar la demoledora historia de su violación y tortura
públicamente, nueve años después de la agresión.
En el año 2000, mientras investigaba el tráfico de armas entre grupos
paramilitares para el diario El Espectador, Bedoya fue secuestrada
momentos antes de entrar en la cárcel La Modelo para entrevistar a
un guerrillero. En las 16 horas que siguieron un grupo de
paramilitares la torturó y abusó sexualmente de ella. Entonces tenía
26 años.
“Me sentí responsable con otras víctimas. Primero, por mi papel de
periodista y segundo porque yo podía llegar a personas a las que
muchas otras mujeres no pueden”, comenta.
Hoy nos habla como experta y como activista, 14 años después de los
hechos cuando sus agresores siguen libres.
“El hecho de ultrajar y degradar a la mujer siempre es el mismo y
creo que en parte eso nos une. Alguien que ha sido agredido
sexualmente por su esposo o un amigo o cualquier otra persona
entiende perfectamente lo que me hicieron a mí, aunque a mí me lo
hiciera un grupo armado” comenta.
Pero su violación era, además, un mensaje disuasorio a todos los
periodistas que cubrían las guerrillas.
“Lo que pasa en el contexto de la guerra es que, quienes tienen las
armas en las manos, han entendido que pueden usar los cuerpos de
las mujeres como un arma más y eso es lo más abominable. Una
cosa es disparar una AK47 y otra cosa es ensañarse con el cuerpo de
una mujer. Está más que comprobado que lo que se quiere es
humillar al enemigo”, afirma la periodista.
“Los hombres armados entienden que cuando se humilla a una mujer
que tiene alguna relación con el bando contrario es un golpe a la
dignidad del hombre y sabe que eso le hace mucho daño. En los
modelos sicariales que tiene el narcotráfico en la mafia colombiana
uno ve claramente como usan a las mujeres para humillar al enemigo
y en el contexto de la guerra es exactamente igual”.
Distintas violaciones, las mismas injusticias
4. Escuchando las historias de las teres mujeres uno se da cuenta que
hay varios hilos que se unen, los que delimitan y concretan cual el
posible escenario de acción de los gobiernos.
“Aunque nuestras historias hayan sucedido en contextos muy
distintos tienen en común los mismos obstáculos: cómo la familias
reaccionan ante la violación en un primer momento, como en mi
caso, que mi marido me abandonó. Otro rasgo común es que fuimos
mal atendidas por los servicios médicos cuando ocurrieron las
violaciones, y que obtuvimos malas respuestas del gobierno”, nos
comenta la mexicana Valentina Rosendo Cantú.
Ella tuvo que comprobar que había sido violada cuando el gobierno
había perdido las pruebas o cuando el sistema no estaba preparado y
para recibir las denuncias.
Esperance Kavira
El gobierno mexicano tuvo que pedirle perdón por haber tratado de
acallar su caso después de que la Corte Iberoamericana declaró que
el Estado Mexicano era el responsable último de la violación que dos
soldados del ejército mexicano perpetraron en frente de otros seis
efectivos de las fuerzas armadas del país.
Además de la histórica sentencia de la Corte Iberoamericana
(2010), los dos hombres que violaron a Valentina el 16 de febrero de
2002 cuando tenía 17 años están en la cárcel. Pero, como en el caso
de Esperance, también Valentina es una excepción. No sólo por haber
denunciado sino por haber tenido la determinación de superar años
de obstáculos en el camino para obtener justicia. “Las pocas mujeres
violadas en conflictos que consiguen justicia han de penar años para
lograrla”.
5. Ella sabe lo que se dice. Valentina se dio cuenta que tenía que
aprender español si quería justicia para su caso. Durante mucho
tiempo fue su marido quien le tradujo del Mepahaa, su lengua
originaria del estado de Guerrero donde nació y donde sucedieron los
hechos, al español.
“Eso cambiaba mucho el testimonio”, asegura.
Entre las peticiones de estas mujeres a los gobiernos internacionales
están la dotación de más apoyo económico para las organizaciones
que se dedican a asistir a las mujeres violadas, el entrenamiento de
los ejércitos en la prevención de la violencia sexual en conflictos
como parte de la formación de cualquier soldado y la promoción de
un sistema exhaustivo y riguroso para contabilizar y conocer el
número de casos de cada país.
“Lo que logra Valentina al ir a la Corte Iberoamericana es generar
una serie de medidas que ayudaron a esclarecer todo lo que pasó.
Eso evidenció cuáles podrían ser algunas acciones por parte del
gobierno. Por un lado, para reparar el daño y por el otro para
prevenir que vuelva a ocurrir con medidas como facilitar traductoras,
agencias especializadas para mujeres víctimas de violencia.”, añade
Cristina Hardaga, coordinadora de interlocución estratégica y política
mesoamericana de la asociación Asociadas por lo Justo, que lleva seis
años acompañando a Cantú.
Para Jineth Bedoya la cumbre internacional celebrada en Londres es
muy relevante. “Primero porque es necesario que el mundo entienda
que la violencia sexual es un crimen gravísimo y que en algunos
países no es reconocido por los estados. Yo quizá deba esperar otros
14 más hasta que se haga justicia en mi caso pero al menos para las
mujeres que hacemos activismo podremos hacer un seguimiento
efectivo de qué van a hacer los países después de que salgan de la
cumbre. En diciembre haremos un seguimiento de cuánto ha
avanzado cada país”.