La Tierra (representada como una mujer) solía ser alegre, colorida y llena de vida. Sin embargo, a lo largo de los años, la humanidad (representada como "hombres") ha ido destruyéndola y enfermándola gradualmente a través de la guerra, la contaminación y el cambio climático. Ahora la Tierra se siente atrapada y ahogada en sus propias lágrimas, incapaz de salvarse a menos que la humanidad decida liberarla y cambiar su comportamiento destructivo.
2. Cuando la conocí era la más alegre de todas, siempre estaba bailando y girando a mí alrededor
a la vez que cantaba y reía. Todo en ella era alegría, su color producía una sonrisa a cualquiera
que la mirase, pero sobre todo a mí. No era tímida, nunca lo fue, se dedicaba a reír sin
importarle que la mirasen y mucho menos el mal juicio de los demás. A ella que lo disfrutaba
todo no podía arrebatársele nada.
Los primeros años fueron los más excitantes, llenos de aventura, siempre con el fuego en la
piel y una cierta explosividad. Nadie sabía que era lo que le pasaba, ni siquiera ella, pero le
gustaba, eso lo sé. Siempre decía que era como si volviese a nacer, que ese fuego en su piel era
signo de que lo que venía era grande, tenía un gran destino y estaba ansiosa por conocerlo.
Su suerte era distinta a la del resto que estábamos allí, yo siempre había tenido el fuego en la
piel pero no de aquella forma y el resto ni siquiera conocían aquel fenómeno. Empezó a
cambiar junto con sus colores, se había vuelto verde y azul, llena de alegría y siempre cantando
aquellas sinfonías que llenaban el universo entero. Un día mientras bailaba a mi alrededor
pude ver unos pequeños seres corriendo entre su cabello y nadando a través de su piel. Ese día
me di cuenta de lo distinta que era y de lo poco que la merecía.
Pasaron los años, las vueltas a mí alrededor siempre la alegraban y parecían infinitas, como si
no se cansara nunca, pero no perdían el valor. Un día me confesó, llena de alegría, que por fin
había llegado algo que valía la pena, que sentía correr por su piel un nuevo ser que la llenaría
de alegría, un ser que sería como un hijo y que lo cuidaría con su vida. Cuando me confesó tal
cosa sonreí como un tonto y le di tanta luz que llegué a cegarla por un instante, estaba feliz
por ella.
Siempre estaba al día de cómo iban aquellos seres de los que me había hablado, tenía nuevas
noticias cada 365 días y 6 horas y siempre deseaba tenerlas, ella hablaba de aquellos
animalitos con tanto amor que no podía evitar quererlas yo también.
Los problemas no llegaron de golpe, fueron despacio para que nadie se diera cuenta, como un
virus. Primero me contaba que de vez en cuando aquellos seres se peleaban entre ellos pero
no le daba importancia, cosas de niños. Pero a los 365 días después de que me contara aquello
la vi mucho menos alegre, cuando descubrió mi preocupación comenzó a cantar como en los
viejos tiempos y me confesó que los niños a veces no la dejaban descansar y que por eso
estaba así… que no era nada importante, que esperara un poco y ya vería.
Esperé, nadie sabe cuánto exactamente, había días en los que llegaba llena de vida de nuevo y
días en los que podías ver como se marchitaba… mi preocupación crecía con cada año y ella
moría poco a poco. No sé en qué año fue, tampoco me importa, un día llegó y en vez de una
canción solo podía escuchar explosiones, enormes explosiones repartidas por toda su piel. Me
explicó mientras lloraba que los hombres, así los llamó, no se ponían de acuerdo y estaba
peleando por lo que creían justo. Me relató como todos los seres humanos estaban confusos
por su culpa ya que no les había guiado como era debido. Comencé a odiar a los hombres ese
día.
Cada año que volvía a mi estaba tan mal o peor que el anterior, parecía que los hombres no
eran capaces de finalizar aquello, me explicó que era una guerra… un conflicto entre todos en
3. el que no existían normas ni amor, solo muerte. Le pregunté por qué motivo no los echaba,
por qué no ponía fin a aquella guerra deshaciéndose de esa enfermedad y ella se negó a
escucharme. No le haría eso a sus hijos, jamás. Después de aquella discusión no quiso
hablarme más de los hombres, creía que los odiaba, y así era. Podía ver como se apagaba poco
a poco hasta que un día llegó sonriendo mientras cantaba. Había pasado todo ya, aquella
guerra había terminado y no habría más explosiones, o eso quería creer ella pero yo no estaba
tan seguro. Si aquellos hombres habían sido capaces de hacerle aquello una vez no les
importaría hacerlo dos, sabían que estaban a salvo en su piel. Intenté avisarla pero no quiso
hacerme caso y me amenazó con no volver a hablarme, por lo que tuve que callarme.
La pobre seguía danzando a mi alrededor pero más pesadamente, sin tanto color ni alegría,
alguien había destruido sus cabellos poniendo en su lugar enormes edificios de color gris,
alguien había secado sus mares, alguien había destruido algunas de sus montañas para
agujerearlas…. Los humanos la estaban destruyendo, enfermándola, poco a poco le dolía
acercarse a mi, ella me explicaba que no era nada importante solo una sensación. Llegó un día
en el que le dolía estar cerca de mi luz, no soportaba todo mi calor, decía que la destruía a
posta, para convencerla de que aquellos hombres la estaban matando, me gritó durante años
culpándome de la muerte de numerosos animales, de los cambios que sufrían sus mares y del
dolor que le producía todo aquello. Creyó que yo no la quería de verdad. Parecía no darse
cuenta de la suciedad que todos aquellos hombres dejaban siempre, que tiraban todo en
cualquier parte, que los mares estaban llenos de bolsas y basura y que los campos no estaban
a salvo tampoco, a sus ojos todo era culpa mía.
Un día la vi ahogándose en sus propias lágrimas, está atrapada y no puede salvarse a no ser
que esos seres deseen liberarla. Sé que escucha a los hombres, los siente gritar cuando llora
porque se ahogan, cuando tiembla porque los edificios caen y los aplastan… No tiene
escapatoria. Pero, ¿cuándo se darán cuenta de que si la matan ellos también morirán?