2. | ¿ C lemente? - M ande, taitita . E mpujemos la chata al mar. - B ueno. - N o salgas ahora, Vásquez; déjalo para mañana - interpuso dolorida la mujer. - P ero, Martina, si no salgo a pescar esta noche, mañana no tendremos qué comer. - A sí es, pero esta norteando, fíjate, y la marejada engruesa. E n su voz temerosa se advertía tambièn un sordo rencor contra la mar voraz . El padre y un hermano dormían en lo profundo. A la pregunta 1 A la pregunta 2 A la pregunta 3 A la pregunta 4
3. L a mujer, mal cubierta con harapos, morena, flaca y envejecida antes de tiempo, hizo un gesto de resignación y se acercó a su vez para empujar la barca hacia las olas que reventaban con fuerza en la playa. S oplaba el vi e nto produciendo silbidos agudos entre las rocas y un más grave zumbar en el recodo de los cerros. Empezaban a condensarse las nubes y ya una mancha parda y sombría llenaba un rincón del cielo. No había luna. Estaba muy oscuro. En lo alto parpadeaban algunas estrellas con un fulgor mortecino y abajo, al otro lado del mar, el faro de la isla lanzaba sus intermitentes destellos. A la pregunta 10
4. A l impulso común la chata sobrenadó de pronto, al mismo tiempo que una ola empapaba las vestiduras de la mujer, indiferente a la traidora dentellada del mar. V ásquez y Clemente saltaron dentro. El muchacho, de ancho rostro en que lucían los ojos negros muy vivos, hundió al punto la de un remo por la parte de popa, mientras el padre cogía el bichero. -¡ S ingla, singla , Clemente! E ra preciso evadir con energía y destreza las rocas que orillaban la angosta caleta. Una ola reventó en la proa, produciendo borbotones de espuma. La chata se enderezó violenta, pero volvió a caer sobre su quilla ; embarcó agua y los pescadores recibieron la primera rociada. A la pregunta 7 A la pregunta 9
5. D e la playa, apenas visible a causa de la espuma de la resaca , llegó la voz de Martina: -¿ E stá ya? - L istos, mamita. - A cuéstate, mujer, y oído a la señal. - C uando alumbre el lucero. L os p escadores ocuparon sus asientos en sus bancos y hundieron los remos a compás. P oco a poco disminuía el ruido de la resaca y el bote concluyó por hundirse en las tinieblas. S oplaba el viento y hacía frío. La ropa de los pescadores era muy ligera y sus pies desnudos permanecían en el agua que ocupaba el fondo. Bogaron largo rato, balanceados por las olas cuyas crestas fosforescentes columbrábanse en las sombras. Cerca de ellos los peces huían entre dos aguas con dorado centelleo. A mbos iban sileciosos: nada tenían que decir ni era menester orientarse; el viejo lobo conocía a palmos la dilatada bahía y el lobezno se educaba en buena escala . A la pregunta 6 A la pregunta 11
6. D e pronto interrumpió el silencio. - H emos llegado -dijo con decisión. - P or cierto - replicó el padre. C ogiendo la pequeña boya empezó a recoger el esparavel tendido de antemano. Sujetos por los anzuelos, algunos peces se agitaban convulsivamente en el aire y segían rebullendo en el fondo del barquichuelo. M ientras tanto, se amontonaban las nubes del cielo y parecían bajar hacia las aguas. El viento arreció; la marejada se hizo más gruesa y muy marcado el vaiven de la chata. C lemente levantó la cabeza y miró hacia arriba con ojos escudriñadores. Después dijo indiferente: - H abrá tempestad. V ásquez a su vez tornó la vista alrededor, como buscando la playa invisible. - V ámonos -dijo-, quién sabe si tendremos tiempo de llegar. - A l mismo tiempo retumbó un trueno y empezaron a caer gruesos goterones. A la pregunta 5 A la pregunta 13
7. A la detonación, Martina despertó sobresaltada en la casita y puso atento el oído. E scuchábase allí cerca el hervor de las rompientes; chasquidos agudos restallaban en el aire y otras veces el agua que a z otaba las rocas producía estrépito de cañonazos; cortado por las aristas filudas de las rocas, el huracán se retorcía aullando de dolor a lo largo de los cerros. La choza temblaba hasta los cimientos. -¡ D ios mío! -exclamó la mujer- ¡la tempestad! S e puso en pie cubriéndose apen a s con sus miserables vestiduras. Ni siquiera tenía zapatos. L uego echó una ojeada al chiquitín que dormía entre unos pellones, lo arropó y fue a abrir la puerta. N o se veía nada. Todo estaba oscuro y desde el fondo de la noche, repleta con los rugidos de la tormenta, desde la alta mar, la tempestad se precipitaba rugiendo en la bahía. A la pregunta 12
8. -¡ D ios me ampare! - clamó la mujer, llevándose la mano a los ojos deslumbrados. Y luego añadió con aflicción extremada: - C lemente... mi hombre ¡por Diosito! T rató de encender el fuego dentro del cuarto, pero no pudo. A cada instante ráfagas vilentes se colaban al interior dispersando los leños. No obstante, mantuvo la puerta abierta en espera de la conocida señal, casi aturdida por el estrépito del furioso oleaje. De pronto, le pareció escuchar por allá lejos, mar adentro, un silbido agudo que llegó hasta ella por encima de las aguas, sobresaliento de todos los ruidos. Corrió afuera y calada por la lluvia permaneció anjelante en la playa, ávidos los ojos, trantado de inquirir lo insondable, mientras las olas bravías azotaban sus pies desnudos. Con toda la fuerza de sus pulmones contestó la señal. -¡ A oh! A l resplandor de un relámpago, distinguió entre la confusión tremenda de las olas, al barquichuelo que pugnaba por evitar los escollos. A la pregunta 6 A la pregunta 8
9. O tra vez el silbido prolongado como un grito de auxilio o agonía. La esposa desesperada gritó a su turno las penetrantes vocales: -¡ A ho! O tro relámpago prendió en el aire y Martina pudo columbrar a los dos pescadores: Vásquez permanecía de pie, con el bichero en la mano, mientras Clemente se encorvaba sobre los remos. Ora lo veía zarandearse en el filo de una ola, ora otra cima lo velaba a sus ojos angustiados. A despecho de todo, el falucho avanzaba p oco a poco sorteando los escollos y las rompientes espumosas. Ya estaba próximo a la playa... -¡ V ásquez! ¡Vásquez! -gritó la doliente criatura. A la distancia respondió la voz consoladora del hijo: -E stamos aquí, madre. E l marido advirtió atento: -¡ N o haya cuidado; voy a virar!
10. E ra imposible llegar de igual modo hasta la línea de la reventazón de las olas. Iban a virar, pero en ese mismo instante pasó una racha formidable, se produjo una ola como una montaña y la barca cogida a través, desapareció en el abismo. D el coro de la borrasca sobresalió un grito desgarrador: - ¡ V irgen Santísima! L a mujer dio un rugido, lanzándose al agua sin darse cuenta de lo que hacía, Nadó, braceó, lucho desesperadamente y aproximándose al lugar de la catástrofe logró tomar a su hijo. O tra ola los arrojó a ambos contra la playa. El muchacho quedó tirado en la arena como un pingajo ; Martina se levantó y quiso de nuevo arrojarse al agua, pero estaba agotada, ya no tenía fuerzas. Entonces gritó con una voz extraña, ronca, extrahumana: -! V ásquez¡ !Vásquez¡
11. E l muchachito desmayado y sangrando permanecía tendido al abrigo de una roca. Ahora la madre sólo miraba al mar, queriendo taladrar las sombras con sus ojos. S us ropas chorreaban, no las se n tía; ni sentía tampoco las tormentas de la tierra ni del cielo, que era mayor que el tormento de su corazón estrujado por el dolor. -! V ásquez¡ ! V ásquez¡ C omo una letanía doliente y salvaje, el nombre repercutía rebotando a cada instante entre las grietas de las rocas. G imiente , desesperada, medio loca, vagó toda la noche por la orilla del mar, con un jirón de esperanza prendido en el alma, acechando, esperando el milagro que no venía, que no vino nunca... Fin carza 2001 IR A LA PRUEBA DE COMPRENSIÓN LECTORA
12. Vocabulario taitita: Nombre cariñoso con que un hijo se refiere a su padre. chata: Bote pequeño. interponer: Intercalar. Que está entre dos cosas. voraz: Que consume una cosa rápidamente. resignación: Conformidad en las adversidades o infortunios. zumbar: Hacer una cosa ruido o sonido continuado y grave. recodo: Angulo o revuelta de un camino o cerro. fulgor: Resplandor y brillantez con luz propia. mortecino: Bajo, débil, que se está apagando. singlar: Navegar con rumbo determinado.
13. borbotón: Erupción que hace de abajo a arriba el agua. quilla: Pieza inferior del bote que soporta la armazón. resaca: Movimiento de la ola que retrocede al retirarse de la orilla. columbrar: Divisar sin distinguir bien. menester: Falta o necesidad de una cosa. peñón: Peñazco que sobresale de un cerro. rebullir: Empezar a moverse lo que estaba quieto. vaivén: Movimiento acompasado. restallar: Chasquear. Sacudir una cosa violentamente como un látigo. estrépito: Ruido grande. Estruendo. inquirir: Indagar. Examinar cuidadosamente algo. zarandearse: Contornearse. Vocabulario
14. Vocabulario racha: Ráfaga. Movimiento violento y repentino del aire. pingajo: Harapo o jirón de ropa que cuelga. letanía: Rogativa, súplica. repercutir: Producir eco el sonido. gimiente: Expresar con voz lastimosa la pena que aflige