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El círculo de la preocupación
Si tienes un problema y tiene solución
¿para qué te preocupas?
Pero si tienes un problema y NO tiene solución
¿para qué te preocupas?
Mahatma Ghandi
Para comenzar les pido que primero imaginen un circulo muy grande, donde se
encuentran todas las cosas que nos preocupan en la vida, como la paz mundial, la
educación de nuestros hijos, el proyecto de la empresa, el resultado de nuestro
equipo de favorito, la contaminación ambiental, la salud de nuestra tía, el clima de
mañana, en fin, todo a lo que pueda prestar atención, observen eso sí ,que fuera de
este círculo, estarán todas aquellas cosas que no nos interesan en absoluto, pero que
pueden ser importantes para otras personas.
Luego imaginen otro círculo más pequeño, que se encuentra al interior del círculo de
preocupación, el cual se llama círculo de influencia y donde se encuentran todas
aquellas cosas que me preocupan y en las cuales tengo la capacidad de influir en los
resultados, pudiendo ser, la educación de nuestros hijos, la relación con mis
compañeros de trabajo, el proyecto de la empresa, la relación con mi esposa, etc.
Un modo excelente de tomar más conciencia de nuestro propio grado de proactividad
consiste en examinar en qué invertimos nuestro tiempo y nuestra energía. Cada uno de
nosotros tenemos una amplia gama de preocupaciones: la salud, los hijos, los problemas
del trabajo, la deuda pública, la guerra nuclear...
Podemos separarlas de las cosas con las que no tenemos ningún compromiso mental o
emocional, creando un círculo de preocupación.
Las personas reactivas centran sus esfuerzos en el círculo de preocupación. Su foco se
sitúa en los defectos de otras personas, en los problemas del medio y en
las circunstancias sobre las que no tienen ningún control.
Cuando trabajamos en nuestro círculo de preocupación otorgamos a cosas que están en
su interior el poder de controlarnos. No estamos tomando la iniciativa proactiva para
efectuar el cambio positivo.
Cuanto menos seguro se sienta un hombre
Tanto más tendrá prejuicios extremos.
Clint Eastwood
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Los 3 males de las preocupaciones
En la Segunda Guerra Mundial murieron un tercio de millón de jóvenes estadounidenses,
pero en el mismo período murieron más de un millón de civiles por enfermedades del
corazón, en su mayor parte producidas por las preocupaciones. Evidentemente no
estamos hablando de algo que desconocemos, todos nos hemos preocupado.
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Se dice que el 92% de los temores, las preocupaciones y los afanes nunca llegan ser
realidad. Lo que en realidad esto significa es que las preocupaciones son un gasto
altísimo de energía emocional, de gran imaginación y tiempo para nada, porque las
preocupaciones no son soluciones, si las examinamos de cerca tienen tres males:
1. Son inútiles.
No producen nada bueno. No inspiran soluciones. No animan. No son el jardín donde
florece la fe.
2. Son perjudiciales.
Afectan la mente no dejándola libre para pensar claramente. Afectan las emociones. A la
vez esto perjudica el sistema nervioso, y de ahí generan enfermedades físicas, y de ahí
se hace un hueco por donde se va el dinero que pudo ser de mayor utilidad.
3. Son infundadas.
Antes cité que el 92% de las veces aquello por lo que te preocupabas nunca
ocurrió. Entonces qué desperdicio preocuparse por cosas que nunca sucederán.
Una cosa que te puede ayudar es el consejo que siempre doy sobre los pensamientos,
porque la preocupación tiene que ver principalmente con los pensamientos. Imagínate
esto: una pista donde transitan los vehículos, y un oficial de tránsito que puede detener
algún vehículo y sacarlo de circulación. La pista es tu mente, los vehículos que transitan
son tus pensamientos, y el oficial eres tu con la autoridad suficiente para sacar de
circulación cualquier pensamiento fuera de orden.
Céntrate en la solución, no el problema.
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Basado en lo anterior, se pueden observar los siguientes patrones de comportamiento
y ustedes mismos pueden comenzar a reconocerlo en su quehacer cotidiano.
Las personas reactivas centran sus esfuerzos en el círculo de preocupación, su
foco está en los defectos de los demás, en los problemas del medio (clima,
delincuencia, etc) y en las circunstancias sobre las que no tienen ningún
control, su energía es negativa y se combina con la desatención del círculo de
influencia, haciendo que este se encoja.
Las personas Proactivas centran siempre sus esfuerzos en el círculo de
influencia, se dedican a las cosas con respecto pueden hacer algo, su energía
es positiva, por lo que terminan ampliándolo.
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¿Eres reactivo o proactivo? Actitudes para
enfrentarse a las circunstancias difíciles.
“No son las cosas lo que afecta a los hombres, sino las opiniones sobre ellas”
(Epíteto).
En tiempos de crisis la gran tentación es buscar culpables y convencerse a uno
mismo de que no se es responsable de nada. La consecuencia inmediata de esta
actitud es que si uno no se siente responsable no es capaz de tomar decisiones: se
paraliza. Por el contrario, en la misma situación, otras personas deciden remangarse y
pasar a la acción: toman la iniciativa, que es algo que va mucho más allá de tener ideas;
es saberse responsable para hacer que las cosas ocurran, así que se empeñan con
tenacidad y perseverancia en conseguirlo. Las crisis son momentos excelentes para
comprobar quién es reactivo y quién es proactivo.
Las personas (o las empresas) proactivas se saben responsables ante sus propias vidas y
por eso toman decisiones. Aunque los estímulos exteriores –ya sean físicos, psicológicos
o sociales–obviamente les influyan, responden a ellos en función de convicciones. Es
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decir, sus conductas son consecuencia de su propia elección, se basan en sus principios
y valores, sobre los que han reflexionado detenidamente, antes de seleccionarlos e
incorporarlos a la personalidad.
Las personas (o las empresas) reactivas, por el contrario, se esconden detrás de las
circunstancias y se sienten absolutamente condicionadas por la genética, la educación
recibida o el ambiente. A las personas reactivas les afecta enormemente el clima social:
“si me tratan bien, me siento bien”; pero ¿qué ocurre cuando se las trata mal? Se tornan
defensivas o pierden la seguridad en sí mismas porque su esquema de valores depende
de lo que los otros piensen, digan o hagan. Las personas reactivas no tienen autonomía y
suelen vivir dependientes de otros. El entorno físico afecta mucho a sus sentimientos y
por eso se comportan dependiendo de cómo les dé el aire. Es decir, según como
amanezca el día sienten que el asfalto es color de rosa o que la vida es un insufrible valle
de lágrimas. Las personas proactivas, sin embargo, hacen frente al ambiente físico
porque llevan consigo su propio clima.
Las personas, los grupos, las familias, las empresas, las organizaciones, las
naciones pueden ser proactivas o reactivas. Las primeras actúan en el territorio de la
influencia, es decir, se focalizan sobre las decisiones que pueden tomar, en las cosas que
pueden hacer. Por eso, a pesar de las dificultades, son activas, enérgicas, quieren
sobreponerse y se esfuerzan en ello, se cargan de positividad, conscientes de que la
solución está en ellas y de que recrearse en el sufrimiento es un camino sin salida. Sin
embargo, las reactivas viven en el territorio de la preocupación, mascan una y otra vez los
problemas y buscan culpables incansablemente; si los encuentran, gastan
innecesariamente mucha saliva y si no los encuentran, bajan los brazos porque como los
causantes de las dificultades son las circunstancias solo esperan, impotentes, a que éstas
cambien por sí mismas o sean otros los que lo hagan.
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En los Aforismos sobre el arte de vivir, Schopenhauer escribió: “Lo que nos hace felices
o desdichados no es lo que las cosas son objetiva y realmente, sino lo que son para
nosotros”. Es decir: no son las circunstancias las que nos impiden avanzar sino lo que
pensamos acerca de ellas. Por tanto, como muy bien saben las personas proactivas, la
clave no está en no tener problemas –que, por lo demás, es algo connatural a la vida
humana– sino en controlar nuestros pensamientos, si es necesario cambiando el punto de
vista, contemplando la situación desde otra atalaya.
La felicidad no depende de condiciones externas, depende de condiciones internas. No es
lo que tenemos, o lo que somos, o donde estamos, o lo que realizamos, nada de eso, lo
que nos hace felices o desgraciados. Es lo que pensamos acerca de todo ello. Por
ejemplo: dos personas pueden estar en el mismo sitio, haciendo lo mismo; ambas pueden
tener sumas iguales de dinero y de prestigio; y sin embargo una es feliz y la otra no. ¿Por
qué? Por su diferente actitud mental. Por consiguiente, es necesario abandonar el
territorio de la preocupación y decidirse a vivir en el de la influencia. Abraham Lincoln
escribió: “casi todas las personas son tan felices como deciden serlo”. Tenía razón.
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Cada vez que nos resistimos a algo, ese algo se convierte en tensión y por lo tanto
finalmente en sufrimiento.
Si nos adaptamos al cambio constante que vivimos en nuestra vida, desde las relaciones
con los demás, situaciones laborales, sentimentales, económicas, de salud, etc.
Con llevará mayor tranquilidad y felicidad, porque al adaptarnos y no resistirnos, las
soluciones llegan mucho antes y con ellas el disfrute de la vida.
¿Cuantas veces has buscado algo y por más que has mirado en todos sitios no aparecía
y justo cuando has desistido de ello, te has calmado has dejado la tensión y los nervios,
ha aparecido donde menos lo esperabas y ya habías mirado varias veces?
Pues de eso se trata de fluir con lo que viene y se va en la vida, porque cuando algo en
nuestra vida se marcha deja un espacio que pronto rellenará algo nuevo, eso sí sólo si
estás dispuesto a soltar lo que se ha marchado...
Sé cómo la naturaleza que cada tres meses muda su piel, su entorno para adaptarse al
nuevo clima estacional (invierno, primavera, verano, otoño,..) que llega.
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La estrategia del camaleón
La capacidad de adaptación es una herramienta esencial para dar lo mejor de uno
mismo.
El ser humano es una de las especies más adaptables y camaleónicas del planeta, lo que
explica cómo con un cuerpo frágil y poco poderoso hayamos desbancado a especies
mucho mejor dotadas para la lucha por la supervivencia. ¿Qué es lo que nos ha permitido
tomar peligrosamente el control del planeta y poner el resto de especies a nuestro
servicio?
Las personas conservadoras o rígidas otorgan al adjetivo “camaleónico” connotaciones
negativas, ya que entienden que un sujeto que se adapta rápidamente al medio tiene que
ser por fuerza engañosa, inmoral, arribista…
Esta visión negativa del camaleón fue hábilmente retratada por Woody Allen en su
película Zelig. Su protagonista es un judío que ha logrado fama internacional gracias a su
habilidad para adoptar la personalidad de cualquier individuo.
La psicoanalista interpretada por quien fuera esposa de Allen, Mia Farrow, analiza el
estado mental de Zelig y descubre que padece inseguridad extrema, lo cual le empuja a
camuflarse entre los demás y mimetizar sus creencias e incluso su apariencia. Cuando se
halla con judíos, le crece la barba y los tirabuzones. Si se encuentra con un
afroamericano, su voz y su piel cambian de inmediato. En esta fijación por gustar e
integrarse, Zelig se ha perdido a sí mismo.
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Para un ser humano, lo camaleónico tiene mucho que ver con la flexibilidad y la empatía.
Aquel capaz de trasladarse, de forma sincera y efectiva, al universo mental del otro tiene
asegurado el triunfo en cualquier ámbito, sea laboral, creativo o, incluso, sentimental.
El psicólogo Walter Riso lo explica así en su manual El arte de ser flexible: “Es una virtud
que define un estilo de vida y permite a las personas adaptarse mejor a las presiones del
medio. Una mente abierta tiene más probabilidades de generar cambios constructivos que
redunden en una mejor calidad de vida y en la capacidad de afrontar situaciones difíciles.
Una mentalidad rígida no solo es más propensa a sufrir todo tipo de trastornos
psicológicos y emocionales, sino que además afectará negativamente al entorno en el que
se mueve”.
Algunos ejemplos cotidianos de adaptación positiva serían: el comercial siempre atento
al feedback de sus clientes, con lo que adapta constantemente la presentación de los
productos y su estrategia de venta según el “prueba y error” de experiencias pasadas; o la
pareja que, tras un tiempo de convivencia, ha detectado qué puntos crean fricción en el
otro y cuáles generan unión y complicidad, con lo que minimizan los primeros y
promueven los segundos.
La fábula de los ratones
“A los elefantes les cuesta mucho adaptarse, pero las cucarachas sobreviven a
todo” (Peter Drucker)
En 1998, Spencer Johnson vendió decenas de millones de libros en todo el mundo con
una brevísima narración que tenía como protagonistas a dos ratones y a dos hombres
encerrados en un laberinto.
Los cuatro comparten un mismo objetivo: encontrar el queso desaparecido. Un día se
ponen en camino para hallarlo y dan con una fábrica repleta de queso. A diferencia de los
ratones, que buscarán más fábricas de queso, los humanos fijan su residencia en este
lugar y construyen una casa. Cuando se agota el queso de la fábrica, siguen esperando
que alguien venga para reponer el queso, lo cual nunca sucede.
Mientras los humanos albergan la esperanza de que todo vuelva a ser como antes, los
ratones ya han encontrado la fábrica de queso más grande que jamás se haya conocido.
Uno de los roedores protagonistas racionaliza así lo que ha aprendido en esta aventura
de supervivencia y superación. No está de más repasar las “leyes del queso” que propone
el libro de Spencer Johnson, ya que adquieren aún más sentido en el actual escenario de
crisis:
– El cambio es un hecho (el queso se mueve constantemente).
– Prevé el cambio (permanece alerta a los movimientos del queso).
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– Controla el cambio (huele el queso a menudo para saber cuándo empieza a
enmohecerse).
– Adáptate rápidamente al cambio (cuanto antes se olvida el queso viejo, antes se
encuentra el nuevo queso).
– ¡Cambia! (muévete cuando se mueva el queso).
– ¡Disfruta del cambio! (saborea la aventura y disfruta del nuevo queso).
– Prepárate para cambiar rápidamente y disfrutar otra vez (el queso se mueve
constantemente).
Revisitar esta fábula nos sirve para entender algo esencial en la estrategia del camaleón:
las soluciones que sirvieron ayer ya no sirven para hoy. Así como el emblemático reptil
chequea el entorno antes de mudar de color, hay que estar atentos a los cambios más
sutiles y obrar en consecuencia.
En lugar de analizar en exceso y complicar las cosas, deberíamos seguir el ejemplo de los
ratones, que cuando se movió el queso también cambiaron de sitio.
La necesidad de adaptarse es especialmente clave en el mundo empresarial de hoy. Lo
que ha sucedido en Asia y en los países emergentes es muy paradigmático en este
sentido. Mientras Occidente analizaba el cambio en sesudas escuelas de negocios, ellos
lo estaban creando con una agilidad y capacidad de adaptación fulminante.
Como los humanos de la fábula de los ratones, nos hemos aferrado a nuestro sistema (la
primera fábrica de queso) como si fuera inagotable y ahora llegamos tarde a la búsqueda
de un sistema nuevo.
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Contrate un camaleón
“Debemos mantener un cierto compromiso con las decisiones, pero hay que ser
flexible con el enfoque” (Tony Robbins)
Hay dos maneras de interactuar positivamente con el cambio. Una de ellas es, en
esencia, estar atento a lo que sucede y sumarnos a la corriente. La otra, más difícil, pero
también mucho más gratificante, es convertirnos en agentes del cambio.
Un ejemplo muy claro de esta actitud fue Steve Jobs, quien apostó por la calidad de su
marca, Apple, en lugar de ir a rebufo de lo que hacían los demás: fabricar cada vez más
barato y con peor calidad.
Al final, el tiempo le ha acabado dando la razón: los fabricantes de ordenadores
económicos van de capa caída, mientras que la cultura Mac goza de una clientela fiel y
creciente.
Jobs consiguió que muchos millones de almas abrazaran su concepto, porque sabía que
era único, en lugar de adaptarse a corrientes poco perdurables. En una entrevista
concedida a Inc. Magazine, el fallecido fundador de la marca explicaba así su estrategia
del camaleón a la inversa: “No puedes preguntarle a los consumidores qué quieren y
luego pretender dárselo. En el tiempo que has estado fabricándolo, ellos querrán una
cosa nueva”.
Este lema es válido para todos los frentes de nuestra vida. Hay que saber adaptarse, pero
preservando aquello que nos hace únicos y aporta valor a los demás.
La píldora de la flexibilidad
“Si se sintetizara una píldora que, con solo tomarla, nos hiciese ser conscientes de
que no tenemos la razón en muchos temas, de que estamos equivocados en
diversos asuntos, ¿la compraríamos? Pocos valientes lo harían, porque el hecho de
renunciar a nuestras justificaciones resulta extremadamente difícil. Pues bien,
deberíamos. Si consiguiéramos acabar con nuestros rígidos enfoques, lograríamos
flexibilizarnos y de esta forma todo tomaría otro cariz. La vida se presentaría ante
nosotros como algo más sencillo, más cómodo, y la saborearíamos con mayor
intensidad”. Flexible, de Jenny Moix
Aprender a ser flexible
¿Por qué hay personas tan obedientes consigo mismas? ¿Por qué se autoimponen
deberes y obligaciones inquebrantables? ¿Por qué no son capaces de romper con ello en
según qué casos? Saber hacerlo nos hará más felices.
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Angelina empieza el día ya cansada. Nada más sonar el despertador, su cabeza repasa
todas y cada una de las obligaciones del día: horarios que cumplir, tareas profesionales y
domésticas, viajes de los hijos de aquí para allá, encargos que le pidieron su marido y su
madre, las llamadas de rigor a algunos familiares y las felicitaciones de cumpleaños de
sus amigos (no ha fallado ni una vez en 25 años)... Su vida se convierte cada día en una
prueba de obstáculos a superar. Al acostarse, resopla un poco como el que por fin llega a
la meta, aunque le invade la duda de si lo hizo todo bien. Quisiera ser de otra manera,
pero su mente rígida no lo permite.
Muchas personas como Angelines han crecido con un sentido obediente de la existencia.
Al contrario de los rebeldes, con o sin causa, han aprendido a acarrear con las
expectativas de los demás que tan buenos dividendos afectivos les dieron en la infancia.
Ahora, de mayores, un ejército de hombres y mujeres no saben cómo salir de esa
condenada visión de la existencia en la que no pueden, o no se atreven, a transgredir sus
propias obligaciones. Nacidas en el crisol de una cultura judeocristiana, muy dada a la
exhortación del sacrificio, se convierten en cumplidoras y, para colmo, perfeccionistas.
Nada les sabe tan mal como defraudar a los demás, tenerles que decir que no pueden,
desobedecer a la autoridad, equivocarse en un examen o ser pilladas en un renuncio
cuando son el ejemplo perfecto de la virtud y el control.
"A muchas personas les cuestan horrores los cambios, no les gustan las sorpresas y prefieren
una vida ordenada y repetitiva"
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Esfuerzo Y Obediencia
Haz lo que dices y no digas lo que haces (Giovanni Boccaccio)
Convertirse en un buen niño o una niña buena tiene su precio al cabo del tiempo. Sin
apenas darse cuenta, esas personas que demostraron en su infancia disponer de una
impecable capacidad de adaptarse a todo se encuentran atrapadas en una curiosa
paradoja: convierten la virtud en defecto, es decir, su mayor esfuerzo diario consiste en
seguir obedeciendo a las expectativas de los demás, a las normas sociales, a las
obligaciones que ellas mismas se imponen, aunque no haga falta alguna. Siguen
adaptándose, solo que ahora el verbo ha cambiado. Ahora "acarrean" con todo. ¡Menudo
esfuerzo!
Donde más acarrean los sufridos "buenistas" es ante los deseos, expectativas y normas
de aquellos con los que se encuentran vinculados afectivamente. Por un supuesto amor a
la pareja, a los hijos o a los amigos, asumen todos los esfuerzos que a los otros les
cuestan o, en según qué casos, no les apetecen. Ese mal entendido amor carga con las
pesadeces de los demás por mucho que se quejen de ello. Sienten que su destino no es
otro que hacerse cargo del sufrimiento ajeno, aunque en el fondo presienten que es el
mismo diablo el que les toma el pelo.
Encerradas en el círculo del deber autoimpuesto, se hacen cargo de sus propios lamentos
porque, según dicen, "lo que ellas no hagan no lo harán los demás". Me temo que
también piensan que "nadie lo hará como ellas". Esa creencia, precisamente, es la que
sostiene una falsa manera de entender las relaciones. De los actos generosos y altruistas
en los que no se espera nada a cambio, esas personas lo viven al revés: porque se
esfuerzan en ser generosas y abnegadas, esperan ser amadas. Demasiadas
expectativas, demasiados sobreesfuerzos para acabar, al final, agotadas e infelices.
¡Malditos hombres buenos! Que diría Nietzsche.
Una Moral Inflexible
La palabra es libre; la acción, muda; la obediencia, ciega (Schiller)
Muchas personas no se permiten ser flexibles con ellas mismas, en cambio lo son mucho
más con los demás, aunque les pese. Es decir, les consienten lo que no se permiten a sí
mismas, lo que revierte en su propia incapacidad de poner límites. Suelen ser
hiperresponsables, obedientes a las órdenes jerárquicas, disciplinadas y de una moral
inflexible. Aunque aceptan que cada uno haga lo que quiera hacer, ellas no se lo
permiten, no pueden ser "malas" con los demás y, para colmo, se culpan de ello. Si un día
se pasan un pelín de la raya, se avergüenzan tanto que la autoinculpación los corroe por
dentro.
Muchas personas "obedientes" suelen sufrir de "rigidez mental", es decir, les cuestan
horrores los cambios, no les gustan demasiado las sorpresas y prefieren una vida
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ordenada e incluso repetitiva, antes que verse envueltas en la peligrosa ruleta del azar.
Cada vez que llamo a mi amiga Angelines para quedar con ella, a sabiendas de que le
encanta encontrarse conmigo, es incapaz de renunciar a sus programaciones previstas.
La pobre se pasa la llamada recitándome la agenda de actividades que tiene previstas o
las limpiezas que todavía le quedan por hacer en la casa. No se da cuenta de que la
mayoría de tareas son autoimpuestas, que no tiene que hacerlo todo, ni nadie le va a
pedir explicación alguna. Pero su mente y su moral son inflexibles, no hay espacio para la
improvisación.
Existe otra modalidad de esfuerzo autoimpuesto, que practican los que habitan en la
insatisfacción permanente, forzando cambios en su vida innecesarios. El gran maestro
Jiddu Krisnhamurti ejemplariza esta idea de forma muy entendedora: "Un río pasa
fluyendo, lleno, potente, caudaloso. Cruzar el río se convierte en un problema
cuando quiero alcanzar la otra orilla, donde creo que hay más libertad, más belleza,
más encanto, más paz, etcétera. Pero veo que no puedo cruzar el río: no tengo
barca, no puedo nadar, no sé qué hacer. Por tanto, ¿qué le pasa a mi mente? No
está satisfecha con permanecer en esta orilla. Pero no tiene ningún problema. Mi
herida no es un problema. Es tan simple que nos negamos a verlo".
La metáfora de la rana hervida
El lenguaje simbólico ayuda mucho a transmitir ideas, sobre todo si se apela a métodos
sencillos fáciles de entender. Precisamente la simpleza es una de sus ventajas, si se opta
por lo complejo pierde su principal función. Basta recordar las alegorías de Platón, las
fábulas de La Fontaine, o los cuentos populares para darnos cuenta de su importancia.
En esa línea, Olivier Clerc, en su obra más conocida: “La rana que no sabía que
estaba hervida”, nos invita a una reflexión acerca del modo de vida actual y sus posibles
consecuencias.
RESUMEN FÁBULA
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Una cacerola llena de agua fría en la que una pequeña rana está nadando.
Se enciende un pequeño fuego que va calentando el agua lentamente.
Poco a poco, el agua se va poniendo tibia.
La rana encuentra la situación muy agradable y sigue nadando muy a gusto.
La temperatura del agua va subiendo…, empieza a estar caliente,…. bastante caliente.
La rana ya no goza como antes, se siente un poco cansada, pero no por eso se asusta.
La temperatura sigue subiendo…. cada vez más…., está muy caliente.
La rana comienza a encontrar la situación desagradable, pero está tan débil que decide
seguir aguantando sin hacer nada.
La temperatura continúa subiendo aún más, mucho más,….
Hasta que llega un momento en que la rana termina… cocinándose y muriendo.
CONCLUSIONES
Olivier Clerc pretende transmitir que cuando un cambio se realiza de forma lenta escapa a
la conciencia, y la mayoría de las veces no provoca respuesta por nuestra parte, hasta
que… o bien se reacciona cuando aún se está a tiempo o no tienen remedio sus
consecuencias.
Si una rana salta a una olla de agua hirviendo, sale enseguida porque siente el peligro.
Pero si lo hace a una olla con agua tibia que se calienta lentamente, se queda dentro y no
se mueve. Seguirá ahí, aunque la temperatura siga subiendo y subiendo. Se quedará ahí
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hasta ser rescatada o… muerta.
¡¡Es muy importante rescatar a la rana antes de que sea demasiado tarde!!
Parábola de la rana hirviendo y Al Gore
“La rana que no sabía que estaba hervida” es una fábula rica en enseñanzas que se
puede utilizar en los más variados contextos. Muestra como un deterioro, si es lento, pasa
inadvertido sin suscitar reacción alguna la mayoría de las veces. Fue utilizada por Al
Gore, vicepresidente de EEUU con Bill Clinton, en su famoso documental “Una verdad
incómoda”- (“An Inconvenient Truth) que trata sobre la degradación del planeta y nos
pone en alerta sobre un posible cambio climático irreversible. En una de sus secuencias
hace referencia al “síndrome de la rana hervida” (“boiled frog syndrome”) como símbolo
de lo que nos puede suceder si no corregimos el calentamiento global que estamos
sufriendo. Un tema que provoca fuertes discrepancias como ya hemos explicado en otro
post de este blog: “Cambio climático: realidad o controversia”.
Una fábula que también nos debería servir para reflexionar sobre el cómo y por qué
hemos llegado a la situación actual de grave crisis económica, y si aún estamos a
tiempo de salir antes de estar del todo “cocidos”. Una situación de la que todos somos
responsables, sobre todo los políticos que con sus “malas prácticas”, por llamarlo de
una manera suave, han “disparado” con lo que es del bien común y lo que es peor sin
apenas consecuencias. Algo que el resto de ciudadanos se verán obligados a subsanar
incluso a costa de su propio bienestar.
La salud es otro ejemplo al que se puede aplicar la fábula de la rana. Sabemos que se
deteriora de una forma lenta, sin embargo nos acomodamos y no reaccionamos a tiempo
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para intentar mejorarla. Muchas enfermedades son consecuencia de nuestros malos
hábitos: mala alimentación, falta de ejercicio, estrés continuado,….. y tardan años en
aparecer. Nuestro organismo resiste pero no es eterno. Sin darnos cuenta los pequeños
malestares van ejerciendo un efecto que consideramos “normal”, hasta que de improviso
surgen patologías más profundas, a veces muy difíciles de tratar.
Algunas de las cosas que hoy consideramos “normales”, hace años habrían sido
impensables; se han ido banalizando de tal manera que apenas nos preocupan o nos
dejan indiferentes. El progreso es bueno, muy bueno, pero hay ocasiones que en su
nombre, o en el de la ciencia, se realizan continuos ataques a las libertades individuales,
a la dignidad, a la naturaleza,…. Lentamente, sí, pero implacables… si no le ponemos
pronto remedio.
Una de las pocas controversias habidas sobre la metáfora de “la rana hervida “fue
acerca de si era cierto o no su mensaje; es decir, si era verdad que la rana se quedaba
quieta mientras el agua se iba calentando poco a poco en la cacerola. Porque a una
metáfora se le debe exigir que lo que cuente sea real. Durante un tiempo hubo opiniones
para todos los gustos: para unos era una farsa, para otros no ofrecía ninguna duda. Se
sabía de experimentos científicos contradictorios. Después de algunas controversias, en
1988 se resolvió que:
Si la velocidad de calentamiento de la temperatura del agua es menor de 0,02
º/minuto la rana se queda quieta y se muere al final de la cocción. Mientras que a
mayor velocidad la rana salta y escapa.
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CONCLUSIÓN: “La rana no intenta escapar si la velocidad de calentamiento del
agua es suficientemente lenta”
Olivier Clerc es un escritor y filósofo francés, nacido en Ginebra en 1961. En sus obras,
que incluyen disciplinas que de una u otra forma afectan a las personas, se caracteriza
por usar un lenguaje sencillo con un solo objetivo: contribuir al equilibrio personal.
En “La rana que no sabía que estaba hervida” plantea un problema extrapolable a
cualquier ámbito: en qué medida los cambios a veces no influyen en nuestro
subconsciente. O lo que es lo mismo: si los cambios se realizan de forma lenta y
paulatina pueden llegar a pasar inadvertidos hasta el punto que si no actuamos con
antelación nos obligan a un viaje sin retorno.
Como dice Olivier Clerc:
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En nombre del progreso,
de la ciencia, y del aprovechamiento,
se efectúan continuos ataques
a las libertades individuales, a la dignidad,
a la integridad de la naturaleza,
a la belleza y a la felicidad de vivir.
Lenta, pero inexorablemente,
con la constante complicidad
de las víctimas, inconscientes,
o quizás incapaces de defenderse.
“Hoy es el MAÑANA que AYER tanto te preocupaba” es una frase que invita a no
preocuparnos en exceso por aquello que no ha ocurrido y solo está en nuestra mente. Sin
embargo, esta fábula es una de sus pocas excepciones, porque…. lo que parecía tan
lejano AYER, pensando en el MAÑANA, sin apenas darnos cuenta ya es HOY. La
diferencia está en que la frase se aplica a contextos imaginarios y en la fábula son muy
reales. No conviene olvidar una de las máximas de la teoría del caos: “Hasta el suave
aleteo de una mariposa puede desencadenar un huracán al otro lado del mundo”.
Los pequeños cambios siempre preceden a los grandes. Por eso es tan importante
reaccionar a tiempo y no dejarse “cocer a fuego lento”. Una fábula muy real.
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De ranas hervidas y bomberos, de la parábola del
relato figurado a la negada realidad actual
En la edición de la primavera de 2011 el Jefe de Bomberos de Canadá (Asociación
Canadiense de Jefes de Bomberos) presentó un interesante artículo sobre la naturaleza
de la fuerza de trabajo actual y cambiante en el servicio de bomberos, llamado "La gestión
de una fuerza laboral cambiante".
El artículo es una sesión de preguntas y respuestas con Linda Duxbury, de la Universidad
de Carleton, sobre las expectativas y las características de las diferentes generaciones de
trabajadores del servicio de bomberos.
Las personas cambian y generalmente se olvidan de comunicar dicho cambio a los
demás. Lilliam Hellman
Distingue tres generaciones de bomberos, cada una de las cuales presenta una única
perspectiva, valores y enfoques distintos para trabajar y su relación con en el servicio de
bomberos. Lo que caracteriza la dialéctica del artículo, al margen del desafío común en
los Servicios de bomberos de hoy en día, es cómo cada una de estas generaciones
percibe e interactúa con otros.
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El resumen del artículo se apoya en "la parábola de la rana hervida" para presentar los
choques generacionales de los tres grupos, presentando cómo reaccionan cada uno de
estos ante los "pequeños y los grandes cambios", sin olvidar que hablamos del Servicio
de Bomberos de "Canadá" y no de España. Para poder seguir con la lectura del artículo al
completo cabría antes conocer la "parábola de la rana hervida" ¿conocemos la parábola
de la ‘rana hervida*’? ¡verdad que no! ¿…?, la sensibilidad como "trabajador bombero,
como funcionario bombero", como "rana hervida bombero" a este asunto ¿crees que hay
diferencias generacionales en un SEI? y superados y llegados a este punto de la
discusión, auto-evaluarse en qué grupo generacional estás y cuál es la "actitud" (con -C-)
con respecto a los pequeños y los grandes cambios en tu Servicio de Bomberos…
* La mala adaptación a amenazas crecientes para la supervivencia aparece con
tanta frecuencia en los estudios sistémicos de los fracasos empresariales que ha
dado nacimiento a la parábola de la ‘rana hervida’.
Si ponemos a una rana en una olla de agua hirviente, inmediatamente intenta salir. Pero
si ponemos la rana en agua a la temperatura ambiente, y no la asustamos, se queda
tranquila.
Cuando la temperatura se eleva de 21 a 26 grados, la rana no hace nada, e incluso
parece pasarlo bien. A medida que la temperatura aumenta, la rana está cada vez más
aturdida, y finalmente no está en condiciones de salir de la olla.
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Aunque nada se lo impide, la rana se queda allí y se cocina. ¿Por qué? Porque su aparato
interno para detectar amenazas a la supervivencia está preparado para cambios
repentinos en el medio ambiente, no para cambios lentos y graduales.
Todo cambio es estresante por definición. Aun cuando sea bien recibido, todo cambio
altera la estabilidad. Para afrontar cualquier cambio debemos entender y manejar el
estrés que inevitablemente se presenta en nuestra vida. Todos podemos regular el grado
de estrés que experimentamos, manejando la cantidad de cambio que estamos
dispuestos a tolerar.
Citando al mordaz Francisco de Quevedo;
"Dijo la rana al mosquito desde una tinaja: más quiero morir en el vino que vivir en
el agua…"
Al caso Español, los cambios desde el año 2012 se suceden a ritmo vertiginoso, una
reforma laboral que sube la temperatura del agua de esa "olla de la rana", unos recortes
en julio/2012 que suprimen la paga extra de navidad, días libres (de "una estafa" de hace
décadas, conocidos por sus epónimos "Moscosos" y Canosos) y rebaja de derechos en
bajas en "IT"… A más de uno, menos el asunto del "dinero" el resto ¡le suena a chino! (ya
enmarca en qué generación de bombero se encuadra)
La libertad política es la condición previa del desarrollo económico y del cambio
social.
John F. Kennedy
Las masas humanas más peligrosas son aquellas en cuyas venas ha sido inyectado
el veneno del miedo.... del miedo al cambio.
Octavio Paz
En la red social hay una faceta interesante, y es que "confrontas" la realidad local donde
cada uno vive en "su cazo de agua caliente" con la realidad global…
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Resulta edificante y frustrante ver otros puntos de vista distantes que amplían horizontes,
y otros que "localmente" prefieren "la negación como respuesta" y esconder la cabeza
ante el problema…
Canta el grillo, canta la rana, lo que no se haga hoy, se hará Mañana.
Rima de patio de colegio
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No Es Necesario Complicarse
La libertad es la obediencia a la ley que uno mismo se traza (Rousseau)
Creamos problemas allí donde no los hay. Construimos estados de duda por tener que
tomar decisiones que nadie nos pide. Confundimos la insatisfacción con un problema
angustioso que se debe resolver. No obstante, la insatisfacción, las heridas, la impotencia,
son situaciones, estados que sentimos y que no necesitan resolverse, sino aceptarse.
¡Qué ganas de vivir con problemas!
Volvamos a Nietzsche. En boca de Zaratustra nos previene que el gran dragón se llama
"tú debes", mientras que el espíritu del león dice "yo quiero". Si uno pretende que todos
los valores reluzcan en él, renunciará a lo que quiere, a crearse su libertad, para
convertirse en lo que debe o en lo que debería, un obediente espíritu de la pesadez. Hubo
un tiempo en el que no había mayor consagración que la de cumplir con lo debido. Hoy,
faltar a nuestra fuerza transformadora, a nuestra creatividad, a vivir en lo que amamos, es
renunciar al poder de nuestra voluntad. Conquistar nuestra libertad pasa por librarse
también del apego a una obediencia excesiva. Nos pueden ser útiles tres posibles
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instrucciones: ocuparse sin exigir, amar sin imponer condiciones y avanzar hacia los
objetivos sin apego por los resultados. No son ninguna obligación, aunque pueden
proporcionar una vida con menos complicaciones.
Una cosa es “ser flexible como el junco”, otra cosa es
“ser reactivo” y otra más es “ser proactivo”. Sin
embargo, ten siempre en mente que un doctorado no
quita lo pendejo.