Un niño robaba flores del jardín real para regalárselas a una niña que le gustaba. Cada día cogía más flores hasta que el rey se dio cuenta de que faltaban muchas. Cuando el niño confesó al rey lo que había hecho, en lugar de enfadarse, el rey sonrió y dijo que no se le había ocurrido un mejor uso para las flores. Desde entonces, el niño y el rey se hicieron amigos y cogían juntos flores para la niña y la reina.