Este documento describe los diferentes modos o estilos narrativos para dar a conocer el decir o pensar de los personajes. Estos incluyen el estilo directo, donde el narrador reproduce directamente la intervención de un personaje; el estilo directo libre, donde el narrador renuncia a su papel de mediador; el estilo indirecto, donde el narrador reproduce el discurso de un personaje con su propia voz; y el estilo indirecto libre, donde el discurso del narrador se ve afectado por la voz de uno de sus personajes.
1. LOS MODOS O ESTILOS
NARRATIVOS
Corresponden a las formas en
que el narrador da a conocer el
decir o pensar de los
personajes
2. Estilo directo
Modo narrativo que reproduce la
intervención de un personaje
directamente. El narrador sólo interviene
en el habla para estructurarla mediante
párrafos, comillas, guiones y signos de
puntuación. Emplea los verba dicendi o
verbos introductorios que presentan el
discurso “textual” del personaje
3. Ejemplo:
El que lo perseguía dijo: “Hizo un buen
trabajo. Ni siquiera los despertó. Debió
llegar a eso de la una, cuando el sueño
es más pesado; cuando comienzan los
sueños; después del ‘Descansen en paz’,
cuando se suelta la vida en manos de la
noche y cuando el cansancio del
cuerpo raspa las cuerdas de la
desconfianza y las rompe.”
Juan Rulfo, El hombre (fragmento)
4. Estilo directo libre
Modo narrativo que reproduce la
intervención de un personaje sin
participación explícita del narrador, el
narrador renuncia a su papel de
mediador.
5. Ejemplo:
Era ese tiempo seco y roñoso, seco y de
espinas y de espigas secas y silvestres.
Golpeaba con ansia los matojos con el
machete: “Se mellará con este trabajito,
más te vale dejar en paz las cosas.”
Juan Rulfo, El hombre (fragmento)
6. Estilo indirecto
Modo narrativo a través del cual el
narrador reproduce con su propia voz el
contenido de un discurso de un
personaje, utilizando la conjunción
subordinante que.
7. Ejemplo:
Pero le era imposible ver la estatua; seguía
manteniendo la imagen fugaz de la
desconocida, la mancha azul de su pollera, el
negro de su pelo lacio y largo, la palidez de su
cara, su rostro clavado sobre él. Apenas eran
manchas, como en un rápido boceto de
pintor, sin ningún detalle que indicase una
edad precisa ni un tipo determinado. Pero
decía que algo muy importante acababa de
suceder en su vida. Recalcaba que no tanto
por lo que había visto, sino por el poderoso
mensaje que recibió en silencio.
De Sobre héroes y tumbas, Ernesto Sábato
(fragmento)
8. Estilo indirecto libre
Modo narrativo en el cual el narrador, sin
anunciarse, expresa el contenido de lo
que dice un personaje, en el estilo y
vocabulario propios del personaje. El
discurso del narrador se ve afectado por
la voz de uno de sus personajes.
Sintácticamente depende del narrador,
está en tercera persona, pero
representa una primera persona en
términos emocionales.
9. Pero la Madre Angélica va de un lado a
otro, entra a una cabaña, sale y mete la
cabeza en la de al lado, espanta a
palmadas a las moscas, no se detiene
un segundo y así, de lejos, desdibujada
por el polvo, no es una anciana sino un
hábito ambulante, erecto, una sombra
muy enérgica. En cambio, la Madre
Patrocinio se halla inmóvil, las manos
escondidas en el hábito y sus ojos
recorren una vez y otra el poblado
vacío. Unas ramas se agitan y hay
chillidos, una escuadrilla de alas verdes,
picos negros y pecheras azules
10. revolotea sonoramente sobre las desiertas cabañas de
Chicais, los guardias y las madres los siguen hasta que se
los traga la maleza, su griterío dura un rato. Había loritos,
bueno saberlo por si faltaba comida. Pero daban
desintería, Madre, es decir,se le soltaba a uno el
estómago. En el barranco aparece un sombrero de paja,
el rostro tostado del práctico Nieves: así que se
espantaron los aguarunas, madrecitas. De puro tercas,
quién les mandó no hacerle caso. La Madre Angélica se
acerca, mira aquí y allá con los ojitos arrugados, y sus
manos nudosas, rígidas, de lunares castaños, se agitan
ante la cara del Sargento: estaban por aquí cerca, no se
habían llevado sus cosas, tenían que esperar que
vuelvan. Los guardias se miran, el Sargento enciende un
cigarrillo, dos paucares van y vienen por el aire, sus
plumas negras y doradas relucen con brillos húmedos.
Mario Vargas Llosa, La casa verde (fragmento)
11. “Andrés se puso de pie violentamente. Todo
el mundo parecía haberse unido en contra
suya, su abuela, don Emiliano, Carlos, Estela,
cada palabra se transformaba en un
latigazo
en sus zonas más sensibles. Se apoyó a la
ventana, mirando el jardín y la noche
reciente
de afuera. ¡Quería pensar, pensar! ¿Pero de
qué iba a servirle ya? ¿No estaba todo
perdido?...”